A lo largo de mi trayectoria, la Tuna ha sido una verdadera escuela de vida (como para todo el que pasa por ella). Más allá de la música, me ha enseñado a enfrentarme al mundo desde la práctica, la creatividad, la disciplina, el trabajo en equipo y, sobre todo, desde una vocación de enseñar. A pesar de no haber cursado un bachillerato o maestría en Educación, he fungido como maestra desde distintas trincheras, aprendiendo desde la experiencia y enseñando desde la pasión. Además, he sido estudiante toda la vida, y eso me ha permitido observar, vivir y reflexionar sobre cómo aprendemos.
Desde esa experiencia vivida, he reconocido la importancia de una educación diferenciada, una que reconozca las inteligencias múltiples y valore las diversas formas de aprender. Creo firmemente que para lograr un aprendizaje verdaderamente enriquecedor, es fundamental integrar la educación con la tecnología y las comunicaciones. Esta integración no solo permite innovar en las metodologías, sino que también abre caminos para impactar de manera significativa la experiencia educativa de las personas neurodivergentes, quienes muchas veces quedan fuera del modelo tradicional.
Ya en mi segundo año del programa doctoral en Educación en Currículo y Enseñanza con subespecialidad en Tecnología del Aprendizaje , he comenzado a enfocar mis intereses de investigación. Conociendo de cerca los retos de la educación musical, he decidido explorar los usos de la tecnología y la inteligencia artificial en este campo. Mi objetivo es identificar maneras efectivas de transformar la enseñanza musical mediante estas herramientas, haciendo el aprendizaje más accesible, inclusivo y significativo para diversos tipos de estudiantes. La educación puede y debe adaptarse a los tiempos, a las personas y a sus múltiples formas de ser y aprender.