El talento es diverso y único en cada individuo. Este necesita interaccionar con otros aspectos de la persona como, la curiosidad, la sensibilidad o la experiencia para conseguir vivir una vida plena. Descubrir y desarrollar esta compleja relación de aspectos, nos permite expresarnos de una manera única y genuina, aportando a nosotros y al resto del mundo un enorme valor. Para poder hacerlo es necesario adentrarnos en un viaje de auto-conocimiento lleno de experiencias, aprendizajes y disfrute.
En la Universidad existe la idea errónea de clasificar a las personas en función de unas habilidades demasiado limitadas, las cuales se usan luego como baremos para decir si servimos o o no para cursar unos estudios de grado específicos. Todos nos hemos sentido alguna vez desvalorados, incluso muchas veces hemos sufrido el síndrome del impostor, creyendo que no hemos hecho todo lo necesario, que no somos suficiente o que no merecemos estar donde estamos. Desgraciadamente, en muchos casos acabamos entrando en esta espiral destructiva de desprecio por lo que somos o hacemos. En este sentido creo que es fundamental e redefinir el concepto de talento para darle un significado más acorde a nuestra verdadera naturaleza.
Yo trabajo en el área de la Física, un campo conocimiento muy amplio y diverso. Física de la Atmósfera, Materia Condensada, Astrofísca, Física Teórica, Ciencia de los Materiales...; cada una de estas ramas es un mundo en sí mismo, y requiere unos conocimientos y habilidades específicas, como por ejemplo, herramientas matemáticas, instrumentación científica, computación..., así como diferentes habilidades transversales como, pensamientos abstracto, creatividad, comunicación oral y escrita, habilidad manual... Aún más, el alumnado que cursa este grado se dedica luego a una gran variedad de profesiones: meteorólogos, profesores, consultores, investigadores, programadores, divulgadores científicos... No se puede decir que alguien tiene o no talento para la Física, ya que para cada una de sus ramas se requerirán unas habilidades concretas y distintas, las cuales no son ni mejores ni peores. Seguramente, esto será extrapolable al resto de grados universitarios en ciencias experimentales, ingenierías, humanidades o ciencias sociales. Parece lógico, entonces, no esperar un modelo único de alumno/a de grado en el que tenga que encajar todo el mundo. Sin embargo, la norma general es que el profesorado busca y fuerza al alumnado a intentar encajar dentro de unos estándares rígidos, creyendo que eso es lo mejor para ellos. Mientras tanto, el alumnado intenta forzarse a entrar dentro de ese molde, buscando siempre un reconocimiento externo, como podría ser una buena calificación. Lamentablemente, este intento de estandarización por ambas partes, solo produce frustración y desmotivación, en algunos casos desasosiego y abandono, pero sobre todo genera una falta de disfrute en el aprendizaje.
La única vía para salir de esta dinámica es entender que el talento es diverso y se expresa de una manera única en cada individuo. Realmente no es el único aspecto importante para vivir una vida plena. El talento se puede entender como un conjunto de habilidades únicas en cada individuo, que aparecen de manera natural y que todo el mundo tiene; una especie de facilidad a aprender cierto tipo de conocimientos y/o capacidades. En este sentido es necesario complementar este talento con nuestra curiosidad genuina; esa necesidad o impulso, que nos llama constantemente a aprender cierto tipo de cosas, aunque nos cueste un gran esfuerzo. También es crucial nuestra sensibilidad; esa manera singular de sentir, percibir e intuir algún aspecto concreto. No se puede olvidar tampoco nuestra experiencia personal, es decir, todas nuestras vivencias personales, las cuales nos van redefiniendo constantemente. Finalmente, faltaría el amor y la entrega que ponemos en las cosas que nos importan verdaderamente; aquí entraría el cuidado, el tiempo y la atención necesaria para completar con creatividad, calidad e innovación nuestras tareas.
De esta forma, resulta más adecuado hablar de un conjunto de elementos (talentos, sensibilidades, inquietudes...), que están conectado entre sí de una manera singular, formando una red compleja a través de la cual nos expresamos. Esa complejidad nos distingue del resto de personas de una manera especial, pero también nos une a ellas, ya que nos da la capacidad de aportar un valor único. Esta red compleja de aspectos no es estática en el tiempo, ya que evoluciona con nosotros mismos, nutriéndose y creciendo con nuestro aprendizaje personal.
La dificultad parece ahora saber cómo encontrarlo y desarrollarlo. Una manera que no suele servir para nada es la de estar comparándonos con los demás, lo que acaba resultando en una absurda competición con el resto de personas y con nosotros mismos. La clave está en mirar con curiosidad hacia nuestro interior y empezar a descubrir que tesoros escondemos dentro. Algunos de ellos los descubriremos con facilidad, porque serán acordes a nuestras creencias, pero otros nos pueden llegar a producir miedo o a generar rechazo. De estos últimos tampoco podemos huir u ocultarlos, ya que viven dentro de nosotros; se trata entonces de aprender a aceptarlos para poder sacar su máximo provecho. Para ello, se necesita realizar un proceso de reflexión profunda sobre estos aspectos, la cual nos ayude a darles un nuevo significado acorde a nosotros mismos y nuestra forma de ver el mundo.
Para encontrar nuestras sensibilidades, talentos o la curiosidad, no hay que hacer nada extraordinario. Estos aspectos aparecen de manera constante en todas nuestras experiencias cotidianas, ya que forman parte de nuestra manera genuina de expresarnos y relacionarnos con el mundo: aparecen mientras estudiamos una asignatura, durante una clase, en la exposición de un seminario, en una conversación interesante, cuando salimos al parque a descansar con un grupo de amigos o durante unas cervezas en la cafetería de la facultad. Lo importante es desarrollar la capacidad de identificarlas, para ello, es necesario prestar atención a aquellos pequeños detalles sobre lo qué hacemos, pensamos o sentimos, que convierten una experiencia cotidiana en algo especial. Esas pequeñas cosas que hacen de una situación normal, algo enriquecedor. De esta manera, poco a poco, se va identificando cada uno de estos aspectos que son importantes para nosotros, se va encontrando las sutiles relaciones que existen entre ellos y se van integrando de manera conscientes en todo aquello que realizamos. Descubrir y desarrollar nuestra red compleja de aspectos es un viaje sobre quienes realmente somos y qué necesitamos aportar al mundo, además de ello, es un aprendizaje constante que hace que la vida se disfrute enormemente.