La responsabilidad significa nuestra habilidad de respuesta ante las situaciones externas que se nos presenta, así como ante las necesidades internas que sentimos. Para mantener un equilibrio entre esos dos mundos, necesitamos aprender a identificar cuando es necesario realizar una acción que nos requiera esfuerzo, pero también saber cuando necesitamos descansar y cuidarnos tanto física como mentalmente. Además de ello, no podemos olvidar añadir a esta ecuación nuestra necesidad de disfrutar y divertirnos. No se trata de tener solamente un espacio reservado para ello, si no más bien aprender a integrarlo en todas y cada una de nuestras acciones.
Desde muy pequeños siempre se nos dice que a medida que vamos creciendo, tenemos que ser cada vez más responsables. La palabra responsabilidad parece crear de manera general un temor, un agobio y una pesadez interna. El problema reside en que tenemos la idea errónea de que responsabilidad es sinónimo de aumento de la carga de trabajo, sacrificio y perdida progresiva del tiempo de disfrutar. Por esta razón tratamos muchas veces de esquivarla, intentando desesperadamente escondernos de ella. En verdad, esto es imposible, ya que la responsabilidad forma parte de nuestra naturaleza y tiene una utilidad fundamental. Lo que sí podemos hacer es aprender a cambiar su significado para poder aprovechar todo su potencial.
Etimológicamente, responsabilidad significa nuestra habilidad de responder. En la vida, necesitamos responder ante una gran variedad de situaciones externas, pero también ante una compleja relación de necesidades internas. La responsabilidad entonces no se trata de trabajar duro, esforzarnos por encima de nuestros límites o asumir todo el trabajo posible, sino que se trata de realizar acciones efectivas para ser capaces de resolver distintas circunstancias. Para desarrollar la responsabilidad necesitamos enfrentarnos a experiencias nuevas, que son aquellas que nos requieren algún tipo de aprendizaje. Estas situaciones pueden hacernos sentirnos cómodos o incomodos. Si la acción requiere un aprendizaje alineado con nuestros talentos, habilidades y sensibilidades, el aprendizaje será fluido, natural y sencillo, sin embargo, si no es así, nos requerirá esfuerzo, atención y concentración. Normalmente, tratamos de esquivar estas últimas debido a la incomodidad que nos hacen sentir. Realmente, en muchas ocasiones tendemos cambar radicalmente de tarea, buscando desesperadamente lo opuesto para compensar aquella situación que nos hizo sufrir. Realmente, en la mayoría de las situaciones incómodas, suele ser mucho más sencillo encararlas desde un ángulo distinto. Se trata de realizar todo aquello que tenemos que hacer sin renunciar a lo que somos, ni a aquello que nos hace disfrutar. Ser nosotros mismos nos hace sentirnos vivos y libres y nos permite expresarnos de una manera natural y genuina. Muchas veces, lo único que nos impide esto es el miedo al que dirán, a no encajar en un grupo de personas, a que nos juzguen duramente... , en resumen, miedo a perder nuestra esencia o a que nos la hieran. Enfrentarnos a estos miedos es lo que consigue desarrollar la verdadera responsabilidad y no las obligaciones rígidas que creemos que es la responsabilidad.
El segundo gran reto, es conseguir disfrutar de la responsabilidad. Da la sensación que al aumentar nuestra responsabilidad siempre nos queda menos tiempo para disfrutar de la vida, es decir, sentimos que responsabilidad y y la capacidad de disfrutar son cualidades antagónicas, a medida que aumenta una la otra se reduce. Un problema añadido es que si eludimos nuestra responsabilidad vital en busca de una diversión continua, esta se volverá repetitiva y monótona, perdiendo todo su sentido. La responsabilidad se nutre de nuevas experiencias y se marchita cuando nos atascamos en una etapa de la vida que ya pasó. Para poder salir de este callejón sin salida aparente, hay que comenzar por ser conscientes de que en la vida todo es efímero, es decir, que las situaciones complicadas siempre tienen un final, y que las situaciones divertidas necesitan acabar para poder disfrutar de ellas plenamente. Para poder disfrutar plenamente, necesitamos sentirnos satisfechos con lo que hacemos, para ello necesitamos tener un propósito bien definido en cada una de nuestras acciones, el cual necesita estar alineado con aquello que sentimos importante. El propósito no es una gran misión vital, sino que se trata de dar sentido a aquello que hacemos, de tal manera que sea coherente con nosotros, nuestros valores y nuestra verdadera naturaleza. Además de ello, es muy importante aligerar todas las tareas intentando integrar elementos divertidos o que nos hagan disfrutar de cada instante. El humor, el juego o la música por ejemplo, pueden amenizar enormemente tareas complicadas que requieran mucho esfuerzo.
El tercer aspecto importante es comprender que la responsabilidad también reside en saber cuando necesitamos parar, descansar y cuidarnos. El descanso aparte de ayudarnos a recuperar energía y vitalidad, nos aportan un tiempo necesario para integrar una nueva información, para cambiar de perspectiva o para aceptar una situación que no podemos controlar. Este tiempo nos aporta una flexibilidad y resiliencia necesarios para vivir en un entorno que cambia constantemente. Por otro lado, saber cuidarnos nos ayuda a mantener la salud física, pero también a equilibrar nuestra salud mental o emocional. Para ambos aspectos (físico y mental) se necesitan de las herramientas necesarias para su correcto cuidado. Igual que aprendemos a cepillarnos los dientes e ir regularmente al dentista, son igualmente importantes aprender técnicas que nos ayuden a gestionar nuestras emociones, así como perder el miedo a acudir a personal cualificado en materia de salud mental.
Para trabajar la responsabilidad en el aula es necesario trabajar sus 3 aspectos: las tareas que requieren esfuerzo y determinación, aprender a disfrutar en cada instante y saber cuando es necesario el descanso o el cuidado. Con esta perspectiva, se puede ir aprendiendo a darle espacio a cada uno de ellos, lo cual va a facilitar y mejorar los procesos de aprendizaje en el aula. Además de ello, se necesita desestandarizar la enseñanza para poder adecuarnos a la diversidad del aula. Ser trata de ser capaces de impartir las asignaturas de manera flexible y firme. Firme en conseguir los objetivos, temarios y competencias del curso, pero flexibles con los requisitos de conocimiento previo, habilidades y situación particular de los alumnos. Se trata de trabajar con amabilidad aquellos aspectos que cuesten más, pero también de saber potenciar los distintos talentos de nuestro alumnado. Otro aspecto importante es evitar cargar en exceso con muchísimas tareas de evaluación continua, las cuales impiden el desarrollo de la autorregulación necesarias en el alumnado universitario. Los alumnos necesitan identificar sus ritmos de aprendizaje, organizar su estudio y trabajar con autonomía. De esta manera son capaces de identificar su fallos, así como aprender a corregirlos. Un itinerario excesivamente rígido en tareas y tiempo solo consigue alumnos estresados y excesivamente infantilizados porque siempre les han indicado cómo, cuándo y de qué manera deben trabajar. Por ello, es fundamental trabajar la responsabilidad en el aula, manteniendo la esencia del disfrute por aprender y reconociendo la importancia del descanso y del cuidado.