Somos puertorriqueños
Español 11 - Honor
Español 11 - Honor
Quizás suena un poco cliché, no obstante, para mí ser puertorriqueña es lo más grande. Es vivir en una isla pequeña, llena de gente con un gran corazón. Es comer lechón, arroz con gandules y tembleque mientras escuchas a Gilberto Santa Rosa. Es “chinchorrear” por los bellos montes de Barranquitas, Orocovis, Villalba. Es tener un día de playa en Jobos, Flamenco, “CrashBoat” mientras te comes un pastelillo de pollo y un helado “coco-parcha”. Es llenar el auditorio de tu familia en cualquier evento. Es ir a casa de abuela y comer arroz blanco con pollo guisado, aguacate y amarillos mientras juegas “Bingo”. Es aprender a bailar salsa y merengue en el balcón de la casa de abuela, que da para el parque en el cual te criaste. Es comprar una libra de pan soba'o, unos quesitos, un jamon-queso y huevo, un café. Es abrazar a mi mamá despues de un día difícil. Es ir a otro colegio para apoyar a mis compañeros en un juego. Es pasear por las calles del Viejo San Juan mientras me quejo del calor y de los adoquines desnivelados. Es bailar en la Calle San Sebastián al ritmo de la plena. Es unirse para salir adelante después de Maria, Irma, Fiona. Es ir a otros países y decir “Soy de Puerto Rico” con todo el orgullo del mundo. En fin, como dice mi tío: “De Puerto Rico pa’l mundo”
Ser puertorriqueño es un placer y privilegio inmenso. Como Puerto Rico, no hay otra isla más unida por su cultura, tanto en la isla como en otras partes del mundo. He visto a mis padres y a mis abuelos conocer a otros puertorriqueños en viajes y empezar a hablar con ellos como si fueran amigos de toda la vida. Esa unidad es lo más que me gusta de ser puertorriqueño. El “sancocho de razas” que existe en Puerto Rico nos une como pueblo. Nuestra historia se cuenta por medio de la plena, la salsa, la danza y nuestra literatura que enaltece el ser puertorriqueño. Siempre llevaré en mí el orgullo de llamar a Puerto Rico mi patria, mi preciosa patria, no importa donde vaya.
Ser puertorriqueña no es solamente haber nacido en la isla, sino también el sentimiento patriótico que se siente al decirlo; es estar orgullosa de ser de aquí. Significa ir a otro país y poder conectar con otros puertorriqueños. Es disfrutar las tibias aguas del Mar Caribe los 365 días del año y de las fresca brisa de la montaña en las noches de 60 grados del centro de la isla. Es encontrarte campo adentro, en Orocovis, y poder conectar con tu familia porque no tienes señal en el celular; es comer arroz con gandules y lechón cada Navidad e incluso un tembleque hecho por una tía que nunca has conocido. En fin, ser puertorriqueño es estar orgulloso de ser de la Isla del Encanto y de disfrutar las experiencias únicas que ofrece nuestra cultura.
Ser puertorriqueña significa tener siempre una comunidad a la cual pertenecer. Nunca me sentiré aislada, sin importar dónde esté, porque sé que puedo contar con la acogida de mi comunidad puertorriqueña. Comparto el mismo sentir de los puertorriqueños cuando digo que Puerto Rico es mucho más que un lugar donde vivir. Incluye los pasteles y el pernil cada Navidad; las empanadillas y alcapurrias de Piñones los domingos; es hablar español fuera de la isla sin que nadie te entienda; es reunirse con los mil familiares para los cumpleaños; es celebrar la Navidad hasta enero y quemar los árboles el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria; es parrandear y cantar a todo pulmón sin necesidad de una ocasión especial. Es, como bien dijo Luis Rafael Sanchez, un amor a la patria incesante. Ese amor es el monotema compartido por todos los puertorriqueños. Ese amor nos hace ser puertorriqueños.
Ser puertorriqueña significa conocer, cada Nochebuena, a primos y a tíos que no sabía que tenía. Significa hablar español con interferencia del inglés; el "o sea", el "ay bendito", "la brega" y la "peleita monga. Significa tapón y voceteo por la mañana; música, risa y chateo por la noche. Significa ver el océano desde las montañas; ese cansancio arrullador y salado que se me mete dentro de las venas después de un soleado día en la playa. La puertorriqueñidad es el molde en donde me formé y ahora sigo fotaleciendo mi manera de entender el mundo.
Vivir en Puerto Rico, es ser parte de una comunidad solidaria, una familia grande. La interculturalidad siempre ha estado presente para mí, pero ser puertorriqueño también es una parte integral de mi identidad. Me considero puertorriqueño porque aunque no nací aquí y no tengo sangre puertorriqueña, me crié en Puerto Rico y las experiencias, más que la sangre, son las que definen a una persona. Por eso, en el futuro, no importa donde esté en el mundo, Puerto Rico siempre va a ser mi casa.
Matteo de Marsily
Ser puertorriqueño es formar parte de una cultura vibrante que me permite expresar mis sentimientos con autenticidad y firmeza. Una cultura que me une a un pueblo grande, desde Cabo Rojo hasta Vieques. Celebro mi puertorriqueñidad cada día junto a mi familia y también en ocasiones especiales. Me siento unido a otros puertorriqueños tanto en las fiestas de la calle San Sebastian como en los momentos en que nos ayudamos a superar la devastación y la tristeza después de huracanes como María y Fiona. Es en esos momentos, cuando no hay fiesta que celebrar, cuando celebro los valores que nos unen como pueblo: la solidaridad, la empatía y la capacidad de lucha y resistencia ante las tragedias colectivas. El "sancocho de razas", según Ana L. Vega, que forman nuestra identidad nos hace un pueblo fuerte y valiente.
Ser puertorriqueña significa ser parte de una comunidad excepcional, que se destaca por su amabilidad, fortaleza, positividad y perseverancia. Ser puertorriquena es formar parte de una familia que se reconoce y estrecha sus lazos en cualquier parte del mundo. Los puertorriqueños seguimos adelante bajo cualquier circunstancia y lo hemos demostrado a través de los años. El orgullo de ser puertorriquena lo llevaré en mi corazón por siempre. Lo siento cuando canto “Yo soy boricua pa’ que tu lo sepas” o canciones boricuas como, “Preciosa”, “En mi Viejo San Juan” y “¿Quién no se siente patriota?” Desde niña he aprendido a valorar nuestras tradiciones y la pertenencia a mi familia, valor importantísimo de la puertorriqueñidad.
El ser puertorriqueño tiene que ver con la familia, la amistad, la lengua y el amor. Estar con mis seres queridos en Navidad tomando coquito y cortando el lechón, me hace sentir feliz y orgullosa de ser parte de una familia y de un pueblo, de una cultura y de unas tradiciones que trascienden mi pequeño mundo y me ligan a todos los puertorriqueños, aquí y en el mundo entero. Me siento ligada a la tierra y a mi gente por raíces fuertes y milenarias. Los puertorriqueños nos reconocemos los unos a los otros por la manera en que hablamos, por nuestros gestos y cercanía; no importa cuán fluídos seamos en otras lenguas, siempre sabemos. De esas sencillas experiencias nacen amistades que duran toda la vida. Para mi fortuna, nunca dejaré de ser puertorriqueña y de decirlo en alta voz donde quiera que esté.
Ser puertorriqueña significa disfrutar nuestras tradiciones y fiestas en familia, amarnos profundamente y celebrar nuestra variante única del español. Significa representar mi cultura sin importar en qué parte del mundo me encuentre. Significa encontrar cualquier excusa para beber y fiestar donde y cuando sea, sin importar las circunstancias. Significa hablar tan alto que no somos conscientes de los demás. Significa expresarnos sin vergüenza ni miedo a lo que puedan pensar de nosotros. Incluye también las fiestas navideñas que no terminan hasta que los vecinos se quejan del ruido. Cuando pienso en Puerto Rico, pienso en música y baile de bomba, delicioso mofongo, hermosas playas, extraordinarios chinchorreos y días festivos, hermosa arquitectura, exitosos deportistas, entre otras expresiones culturales que nos hacen ser quienes somos. Pienso en la mezcla perfecta de la cultura española, taína y africana. El hecho de ser puertorriqueña me llena de un profundo orgullo que nunca dejaré de expresar.
Ser puertorriqueño significa estar más cerca de mi papá y su familia. Significa disfrutar del insustituible arroz; tratar de entender el mundo desde el punto de vista del colonialismo y el debate, siempre presente, del estatus. Para mí, ser puertorriqueño afecta mi perspectiva del mundo pero no captura toda mi esencia ya que también tengo mucha influencia mexicana gracias a mi mamá y su familia. Aunque nunca falta el arroz, de vez en cuando, siempre que se consiguen los ingredientes, también disfruto la cultura culinaria mexicana. Sin embargo, a estas comidas también las afecta la puertorriqueñidad ya que mi mamá le mezcla algunos aspectos de comida puertorriqueña a sus comidas mexicanas, como el arroz. En otras palabras, la puertorriqueñidad es un componente, entre varios, de mi persona.
Ser puertorriqueña significa compartir una cultura única con la gente de mi isla. Nuestros gestos, jerga, música, manera de bailar. La manera que buscamos cualquier excusa para celebrar. La importancia de la familia, aunque sea lejana. Las fiestas de Nochebuena y las parrandas con familiares que ni conozco. El coquito y el mofongo, entre otras delicias... Tenemos una cultura única, que nos ubica en el universo cultural latinoamericanoa y a la vez nos hace únicos.
Para mí ser puertorriqueña es andar con el pecho siempre en alto con gran orgullo al contestar a lapregunta: “¿Dónde naciste?”. Es nunca saber qué círculo sombrear cuando me preguntan cuál es mi raza, porque como bien lo dijo Ana Lydia Vega: “Los puertorriqueños somos un sancocho de razas”. Somos un pueblo que nunca se da por vencido ni se deja controlar, siempre luchando por lo que consideramos correcto. Ser puertorriqueña es aplaudir cuando aterriza mi avión . Es buscar cualquier pretexto para reunirnos y festejar en familia y comunidad. Ser puertorriqueña es exclamar llena de orgullo y con todo el aire de mis pulmones: “!YO SOY BORICUA… PA'QUE TÚ LO SEPAS!” mientras escucho el cantar de las olas y la caricia del sol taíno.
La gente de Puerto Rico siempre ha mantenido un gran orgullo y amor a su patria. Sin embargo, decir que la puertorriqueñidad es una cuestion de sentimiento solamente es menospreciar el carácter puertoriqueño y la experiencia cultural. La puertorriqueñidad no solo es haber nacido en esta isla sino también la vida, los gestos, el lenguaje y, definitivamente, el amor y la defensa de la nación puertorriqueña. La puertorriqueñidad se siente, se respira en el ambiente y cualquiera que no haya nacido en la isla lo sabe. Mis hermanos y yo somos la primera generación de puertorriqueños en nuestra familia. De parte de mi madre soy 100% colombiana, de la costa caribe, pero del lado de mi padre soy mitad colombiana, santanderina y mitad puertorriqueña. Participo de manera diferente del "sancocho de razas" que son los puertorriqueños. Mi lengua española incluye las variantes de Colombia - costeña y santanderina y tambien la lengua boricua caribeña. Me considero puertorriqueña igual que me siento colombiana. Así me siento porque en Puerto Rico es difícil sentirse extranjero.
Ser puertorriqueño es formar parte de una isla y cultura única. Estamos muy orgullosos de nuestra cultura y nuestro pueblo. En Puerto Rico, como cualquier país en Latinoamérica, incluyendo a Brasil, donde yo crecí, los lazos comunitarios son fuertes, nos conocemos y nos apoyamos a pesar de las diferencias. Me encanta ser parte de una comunidad que tiene costumbres tán lindos. Uno de mis mejores momentos en el día es cuando llego a casa y hay arroz con habichuelas y pollo guisado para comer. La comida puertorriqueña es rica y nuestra sazón es inconfundible. La mezcla de elementos taínos, africanos y españoles; el habefr nacido en una isal caribeña y el participar tambiéñ de la influencia estadounidense nos hace participes de una cultura única en Latinoamérica. Estoy y siempre estaré orgulloso de ser puertorriqueño.
Ser puertorriqueña no solo se trata del lugar donde nací o donde me crié; ser boricua es vivir orgullosa de mi cultura y de mi patria. Me enorgullece decir que vivo en la isla de Puerto Rico, donde siempre hay un motivo para comenzar una fiesta; donde es verano los 365 días del año; donde podemos disfrutar de hermosas playas y donde todos somos uno. Puerto Rico no solo está compuesto de lindos paisajes, rica comida y lindas playas, sino también de su hermosa gente. Los puertorriqueños son parte esencial de Puerto Rico. Nosotros los que gritamos cuando hablamos, los que celebramos la Navidad desde octubre, los que siempre estamos de fiesta, los que chinchorreamos los domingos, los que nos unimos cuando el país está en crisis, nosotros somos y seremos boricuas aunque naciéramos en la luna.
Ser Boricua no es sobre tu sangre, ni en dónde naciste, realmente ser boricua es cuando lo dices y te lo crees. Nací en Tampa y fui adoptado por una familia puertorriqueña; biológicamente, soy 0% boricua. Llegué a Puerto Rico con 1 semana de vida y me considero boricua desde entonces boricua y lo seré por el resto de mi vida. Puerto Rico está constantemente siendo abusado por su propio gobierno o fuerzas de la naturaleza. Aunque nunca es fácil cada vez que nuestra isla se enfrenta con un problema, la comunidad se une y renace de las cenizas, como el ave Fénix, símbolo universal de esperanza, aplomo, memoria y regeneración, valores presentes en lo profundo del alma boricua.
Kit Jackson
Puerto Rico se ha convertido en mi hogar. Cuando primero llegué a la isla me sentía americano. Yo era un niño de Nueva York y no estaba dispuesto a cambiar. Dado a esto, durante los primeros meses de mi vida en esta isla, me mantuve en una burbuja de americanos. Esto cambió cuando me uní a un equipo de soccer. Mediante el soccer empecé a desarrollar amistades que me cambiaron la percepción de mi propia nacionalidad. Aprendí a hablar español y empecé a compartir y a vivir la cultura de mis amistades a la misma vez que la de mi familia. Mi equipo se convirtió en una segunda familia, y esa familia era puertorriqueña. Esto me ayudó a desarrollar un sentido de interculturalidad en donde me identificaba con rasgos de la puertorriqueñidad y de las distintas culturas de mi familia. En este proceso desarrollé un amor por la isla, lo exploré y me expuse a la cultura. Puerto Rico se convirtió en mi hogar.
Recuerdos de mi vida boricua: Para mí, ser puertorriqueño es una sensación de comunidad entre todos los puertorriqueños. Es poder sentir el colonialismo de dos poderes extranjeros mientras caminas por las calles. Es jugar con tus primos mientras hueles la combinación de olores de la comida que abuela está cocinando. Ser puertorriqueño es cantar y bailar mientras tus primos y tíos tocan plena en Nochebuena. Es gastar tu día completo en el juego de pelota de tu primo que consideras tu hermano. Es ir a la playa todos los fines de semana con tu familia entera. Es estar en la funeraria de un familiar y ver sonrisas en tu familia, celebrando su vida y hasta (no sé si me vas a creer) ir a beber al negocio de al lado para recordar que al difunto le encantaba la fiesta y la bebida. Ser puertorriqueño es luchar para controlar lo que nos pertenece y que nadie nos controle a nosotros.
Más allá de tener el privilegio de haber nacido en una isla tan hermosa como Puerto Rico y de formar parte de la cultura más divertida del mundo, ser puertorriqueña para mí significa tener una comunidad sólida y amar todo lo que hago. He aprendido (por enseñanza y observación) que la familia, la empatía, el sacrificio, y el amor son los valores que hacen que la vida valga la pena. Ser puertorriqueña me ha enseñado que el cuidarse uno al otro es esencial. Desde pequeña, he observado que mis tías simplemente regalan los plátanos que crecen en su patio sin pensarlo; he visto a mis padres hacer regalos de cumpleaños a familiares que ven por primera vez en la fiesta y así me han demostrado que la familia es la prioridad siempre. He visto que el amor se come y se comparte junto con el arroz con gandules. Cuando era chiquita, mis padres me obligaban a ir a fiestas familiares a pesar de que yo les chillaba: "¿Por qué? Ahora comprendo por qué lo hacían, finalmente entiendo sus miradas de incredulidad ante mi resistencia. Finalmente, entiendo que el ser puertorriqueña y pertenecer a una familia puertorriqueña significa sacrificio, amor y festejo, así, todo en una misma línea y simultáneamente.