Enfermos del alma 

Todos sus sueños quedaron truncos al enamorarse de la persona equivocada, hasta terminar en un psiquiátrico. Allá el Estado escondía a ciertos burócratas, quienes, por sus funciones, poseían información oficial clasificada, ¡tan impúdica!, que era menester “ocultarlos y aislarlos” para evitar que estos la difundieran y se supieran tantas verdades terribles escondidas. 

A otros pacientes acaudalados los dueños de la clínica los “trabajaban” para quedarse con sus fortunas. En su primer paso por aquel lugar Rodrigo se enteró de casos aberrantes, de unos y otros. 

Tal información, al salir del manicomio, lo colocó en la mira de agentes de seguridad encargados de proteger esos secretos estatales inmundos y los de la sinuosa clase dirigente y poderosos del país, ¡Enfermos del alma! Así mismo, el protagonista se enfrentó a los dueños del psiquiátrico al inmiscuirse, sin saberlo, en la muerte de uno de estos, cabecilla de una organización malandra comprometida con una red de transnacionales farmacéuticas, inoculadoras de enfermedades incurables (huérfanas) y productoras de  medicamentos inocuos, inservibles para sanar, pero efectivos para acrecentarles los capitales a sus socios.

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