Fecha de publicación: Feb 17, 2012 4:30:49 PM
Ya hace algunos años que con intensidad creciente escuchamos hablar de inteligencia en el sistema energético, y muy especialmente de las redes eléctricas inteligentes.
Sin embargo, el despliegue de inteligencia por el sistema va mucho más allí de los contadores inteligentes. Es más, según cómo se pretendan introducir los contadores inteligentes, es probable que haya que quitarles el apellido de 'inteligentes'.
Iendo más allí de los sistemas técnicos, el despliegue de inteligencia requiere abarcar los sistemas político, administrativo, económico, social,... En el informe Energía3.0 de Greenpeace puede encontrarse una discusión detallada sobre las implicaciones del despliegue de inteligencia.
Pero aquí y ahora nos queremos centrar en uno de los sistemas, el económico, y en particular uno de sus principales intrumentos actuales en términos energéticos, la tarifa eléctrica, para analizar cuanto de lejos se encuentra del depliegue de inteligencia.
En los últimos años estamos asistiendo a significativo incremento de los costes de la electricidad (prácticamente doblándose desde el año 2005 al 2011). Desde el punto de vista de la inteligencia del sistema energético, hay distintas consideraciones a realizar en relación a este incremento del coste de la electricidad:
El sistema eléctrico debe cubrir sus costes con la venta de electricidad, pues de lo contrario sería insostenible. Además, el asignar el coste real a la electricidad permite trasladar a los consumidores la señal adecuada de precios, y consecuentemente favorece el despliegue de medidas de eficiencia.
Es preciso distinguir el origen de los costes de la electricidad, pues no parece demasiado inteligente el trasladar a los consumidores sobrecostes asociados a decisiones de inversión equivocadas llevadas a cabo en el pasado (como el despliegue exagerado de centales de ciclo combinado, cuando lo que tocaba era invertir en renovables, que ahora se están usando con bajo factor de capacidad). Así mismo, si la política energética de un gobierno nos conduce a hundirnos todavía más en la dependencia energética de recursos fósiles con precios que galopantes, tanto por su coste directo como por las externalidades asociadas, quizás sería preciso ir buscando un mecanismo más inteligente de reparto de responsabilidades que cargar las subidas de precio a todos los consumidores.
Más allí de estas consideraciones, la tarifa energética actual es intrínsecamente no-inteligente por estar basada exclusivamente en la venta del producto (energía) y no del servicio que proporciona. En estas condiciones, no hay ningún mecanismo potente de mercado que facilite el despliegue de eficiencia, pues el interés de los que producen, distribuyen y comercializan la electricidad es vender el máximo número de kWh posibles, en lugar de cubrir los servicios energéticos demandados por los consumidores con un mínimo consumo de energía.
Otros elementos de inteligencia en la tarifa energética que probablemente tengamos que empezar a explorar en breve es la valorización de los negavatios (consumo no realizado como consecuencia del despliegue de eficiencia), que puede constituir un mecanismo importante para activar la ingente e imprescindible tarea de impulsar la rehabilitación energética de ese parque de edificios extremadamente inefiente que hemos levantado en los últimos 20 años.
Pero a un nivel más básico que todo esto, quería centrarme en comentar sobre otro elemento de ausencia de inteligencia en la tarifa eléctrica actual: La estructura entre término de potencia y término de energía y su repercusión sobre el consumo efectivo de la unidad de energía en función del despliegue de eficiencia.
En la siguiente figura, mostramos la evolución del coste de la unidad de energía para dos tarifas tipo, la 2.1A (con una potencia contratada de 13 kW) y la 2.0A (potencia contratada de 5 kW), y en función del consumo diario de electricidad (kWh/d). Para comparar, en la figura se añade también el precio pagado por la generación fotovoltaica inyectada a la red en el primer trimestre del 2012 (descontando el coste de representación en mercado que se cobra la compñía comercializadora). En la Figura también se muestra dónde se encuentra el consumo de distintas viviendas en distintos horizontes temporales. Varios comentarios para enteder la figura:
La vivienda H&X es la que se describe en esta web, con el consumo monitorizado a lo largo de estos últimos 5 años.
Las viviendas E3.0 y BAU corresponden a los modelos de vivienda eficiente y continuista para un escenario desarrollado hasta el año 2050. En el informe Energía3.0 se puede encontrar mucho más detalle de información.
La vivienda actual, corresponde a una vivienda tipo del parque de edificios actual, con uina calificación energética situada en la frontera entre las letras D y E.
Algunos de los puntos típicos de consumo representados, incluyen la valoración del transporte asociado a la unidad familiar del H&X, pero en términos eléctricos equivalentes en un contexto de un sistema de transporte inteligente (ver informe Energía3.0 para más información), que constituye una cota inferior del consumo para transporte en el caso de que este se electrificara (al electrificarse con vehículos eléctricos, el consumo energético en términos de energía final pasa a ser muy inferior al de los vehículos de combustible fósil)
También es preciso aclarar porqué en la vivienda de H&X tenemos una potencia contatada de 13 kW. Esta potencia será adecuada para cuando podamos cambiar nuestrros vehículos por vehículos eléctricos recargables, pero en su momento vino forzada por el hecho de que en el proyecto se incorporaba una caldera de biomasa multicombustible, que por esas fechas, era de las primeras que se iban a instalar en España, y venía directamente del mercado Austriaco en el que la alimentación de las calderas es trifásica. Por tanto, aunque por fase disponemos de menos de 5 kW (limitación de potencia sobre equipos monofásicos), pero tuvimos que contratar los 13 kW trifásicos para poder alimentar la caldera.
En la Figura anterior, se puede apreciar claramente cómo la estructura de la tarifa energética con un término de potencia y uno de energía, conduce a unos costes de la unidad de energía que se disparan a medida que la vivienda se hace más eficiente, penalizando muy fuertemente la aplicación de medidas de eficiencia. Para nuestro caso, en la actualidad estamos pagando entorno a 35 c€/kWh, lo cual queda prácticamente un 50% por encima del precio que cobraría una instalación fotovoltaica de pequeña potencia en un edificio que sea admitida en el registro de preasignación en el primer trimestre del 2010.
La ausencia de inteligencia en esta estructura tarifaria está por un lado asociada a la fuerte desincentivación del ahorro energético, pero hay otro elemento de gran importancia con fuertes repercusiones en lo que sería la operación de un sistema energético inteligente:
Tal y como se muestra en el estudio Renovables100% de Greenpeace, la regulación de un sistema de generación 100% renovable es especialmente crítica en términos de potencia (y no de energía), y como se cuantifica en el estudio Energía3.0 de Greenpeace, la gestión de la dmanda, tanto de los edificios como del transporte eléctrico (vehículos eléctricos recargables), proporcionan un gran potencial de potencia de regulación para facilitar la integración de energías renovables en el sistema.
Por tanto, no es tan solo el hecho de que no es la potencia contratada, sino la potencia utilizada en periodos de tiempo críticos, la que afecta al sistema eléctrico, y por tanto la que una tarifa eléctrica inteligente debería manejar (en lugar de un término de potencia fijo igual a la potencia contratada), sinó que además, la existencia de potencias contratadas más elevadas permite proporcionar un mayor servicio de regulación al sistema eléctrico (que por ahora ni la regulación ni la tarifa eléctrica regogen: Una clara muestra de ausencia de inteligencia porque es la esencia de una red inteligente), servicio cuya retribución debería hacerse al usuario (el usuario cobra en lugar de pagar) que preste este servicio cuando sea necesario.
Sólo ante esquemas técnico-económico-regulatorios que permitan la creación de este valor compartido y la retribución compartida de este valor creado a los distintos actores del sistema, podrémos considerar que nos acercamos a las redes inteligentes. Mientras estos componentes falten, estaremos a años luz de alcanzar ese necesario despliegue de inteligencia.