De acuerdo con el Diccionario Expositivo de W. E. Vine, la palabra resurrección se vierte de la palabra griega anastasis (ἀνάστασις) que significa un levantamiento (ana, arriba, y jistemi, poner en pie). Esta es la palabra que se usa para resurrección por alrededor de 50 veces en las Escrituras Griegas Cristianas.
Sobre la resurrección hay muchos mitos y creencias diferentes, pero casi toda religión llamada cristiana cree en la resurrección corporal con destino celestial. Debo decir que los testigos de Jehová creen en dos clases de resurrecciones, una resurrección corporal para los que vivirán en la tierra y una en espíritu para un selecto grupo de 144.000 escogidos que vivirán en el cielo. Básicamente la creencia en la resurrección, es la esperanza que se tiene, que después de morir podemos ser levantados para volver a vivir. En la Biblia encontramos razones para creer en ella. Una de ellas es su testimonio de las varias resurrecciones que en ella se alistan.
Las primeras resurrecciones que se mencionan, son las efectuadas por los profetas Elías y Eliseo entre los años 850 y 800 a.E.C. (1 Rey 17:17-23; 2 Rey 4:31-37; 13:20,21). Estas fueron resurrecciones donde los que fueron levantados de la muerte siguieron viviendo una vida normal hasta que murieron nuevamente, pero fueron realidades confirmadas por testigos. Jesucristo también levantó muertos a la vida durante su estancia en la tierra. Se registra la de la hija de Jairo el presidente de la sinagoga y el hijo de la viuda de la ciudad de Naín. (Mar 5:3841; Luc 7:11-17) Y la más conocida fue la de su amigo Lázaro, quien llevaba cuatro días de estar muerto en la tumba. (Jn 11:38-44) Más adelante se registran dos resurrecciones adicionales, la de Dorcas ejecutada por Pedro, y la de Eutico por Pablo (Hech 9:36-42; 20:7-12). En todas estas al igual que las realizadas por Elías y Eliseo, los que fueron resucitados siguieron viviendo sus vidas hasta que murieron por segunda vez. Han pasado casi 20 siglos después que murieron, tanto los que realizaron las últimas resurrecciones como los que fueron resucitados, de manera que surgen las preguntas: ¿Qué base nos da la Biblia para creer que seremos resucitados? ¿Qué dice ella sobre la resurrección de Cristo? ¿Quiénes resucitarán, cuándo y dónde vivirán? ¿Se resucita en cuerpo físico o espiritual?
La esperanza en la resurrección está garantizada por el propio Hijo de Dios, quien dijo: “… Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir” (Jn 11:25). Jesús se identifica tanto con la resurrección como con la vida. Sugiere que la resurrección precede a la vida que será eterna.
Antes, en el mismo evangelio de Juan se había referido al alcance de la resurrección. En Juan 5:28,29 se dice: “No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz 29 y saldrán: los que hayan hecho cosas buenas, para una resurrección de vida, y los que hayan hecho cosas malas, para una resurrección de juicio”. Pablo se refiere a ella, como la resurrección de los justos e injustos (Hech 24:15).
A pesar de que menciona una resurrección para justos e injustos, las Escrituras nos da amplia información detallada con relación a la resurrección de los justos, pero no así con la de los injustos. De cualquier manera el punto principal es la certeza de una resurrección de los muertos. Y la base se establece sobre el hecho de Cristo ser resucitado (Hech 17:31). Por lo que no debe extrañar que la resurrección de Cristo fuera un tema presente en la predicación de los apóstoles. (Hech 2:24, 32; 3:15; 4:10; 5:30; 10:40; 13:30; 17:3)
Hoy también entre los cristianos la resurrección de Cristo está presente en nuestros corazones, mente y en nuestro testimonio de fe. Sin embargo, nuestras creencias pueden variar entre una resurrección de Cristo corporal, es decir física y una espiritual. Pero, ¿qué es lo que realmente enseña la Biblia con relación a la resurrección de Cristo?
Los evangelios revelan que Jesús murió a una hora avanzada del viernes 14 de Nisán del año 33 E.C. Por lo que los preparativos fúnebres no podían hacerse hasta el domingo, ya que el sábado era día de descanso judío. Las mujeres que servían a Jesús fueron las primeras en llegar muy temprano el domingo, pero el cuerpo del Señor no estaba en el sepulcro como ellas esperaban. (Luc 23:54-56; 24:1-3). Aunque ellas no lo sabían, él había sido resucitado ese mismo día.
Desde entonces y por 40 días el registro bíblico alista varias de sus apariciones, aunque no todas se presentan en detalles (1 Cor 15:3-7). Pero contamos con seis de ellas presentadas en los evangelios que incluyen pormenores que nos pueden ayudar a determinar en qué forma fue resucitado el Señor.
La primera aparición fue a una de sus discípulas destacadas de nombre María Magdalena. El domingo muy temprano, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron especias aromáticas para ir a aplicárselas al cuerpo de Jesús. Al llegar solo encontraron a un joven —un ángel—pero no al cuerpo de Jesús. El ángel les dijo que Jesús había resucitado y les ordenó que fueran a informáselo a sus discípulos (Mar 16:1-7). Continuando con el suceso, pero ahora contado por Juan que es más rico en detalles, nos dice: “María se quedó afuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó para mirar dentro, 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Los ángeles le preguntaron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. 14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. 15 Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo. 16 Jesús entonces le dijo: ¡María! Ella se volvió y le dijo en hebreo: ¡Rabuni! (que quiere decir: “Maestro”) (Jn 20:11-16 DHH).
Aquí hay dos aspectos importantes a considerar. Primero, al resucitar Jesús no hizo uso de las ropas que cubrían su cuerpo cuando lo pusieron en la tumba, al parecer estaba vestido como un jardinero (Jn 20:6, 15). Segundo, en el versículo 15 dice que “María Magdalena volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él”. El verbo ver en griego tiene varias acepciones o sentidos, uno de ellos en el tiempo presente significa “contemplar”. Parece que cuando ella vio al que le pareció un hortelano, no fue con una mirada rápida, sino que quedó contemplándolo. A pesar de esto no lo reconoció.
Nótese que cuando Jesús le pregunta: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas”? tampoco parece reconocer su voz, sino que concluye que es el “jardinero” y quizás el responsable por la desaparición del cuerpo de Jesús. Cuando él respondió: ¡María! fue que descubrió que era el Maestro.
Teniendo presente que ella debe haber conocido muy bien a Jesús ya que llevaba ministrándole por aproximadamente dos años. Pensemos; si él fue resucitado con su cuerpo físico, ¿por qué ella no lo reconoció? Por otro lado si él hubiera resucitado en espíritu, ella no podía haberlo visto.
Ese mismo día, él se presentó a dos de sus discípulos que iban de regreso a la ciudad de Emaús. El suceso está narrada en Lucas 24:13-32 (BLA): “Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, 14 e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, 16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. 17 él les dijo: "¿De qué van discutiendo por el camino?" Se detuvieron, y parecían muy desanimados. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: "¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?" 19 ¿Qué pasó?, les preguntó. Le contestaron: "¡Todo el asunto de Jesús Nazareno! "Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. 20 Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. 21 Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Pero todo está hecho, y ya van dos días que sucedieron estas cosas. 22 En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, 23 pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. 25 Entonces él les dijo: "¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas!" 26 ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?" 27 Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. 28 Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, 29 pero ellos le insistieron diciendo: "Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día. Entró, pues, para quedarse con ellos. 30 Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció”.
No sabemos si el Señor hizo todo el viaje con ellos, si lo hizo, estuvieron caminando y conversando por alrededor de 3 a 4 horas. Pero lo cierto fue que ellos no lo reconocieron al igual que María Magdalena. Hasta pensaron que era un forastero en Jerusalén. Solo cuando tomó el pan, lo bendijo, lo partió y empezó a dárselo fue que ellos supieron que era el Cristo.
Se sabe que ellos no tuvieron en la Cena con Cristo, pero quizás estaban cuando Cristo alimentó milagrosamente a miles (Mateo 14:19; 15:36). Es muy probable que de ahí les vino el recuerdo de cuando Jesús bendijo el pan y empezó a distribuirlo. Un hecho para tenerlo en mente es que el relato comienza diciendo que Jesús se les acercó, —seguramente caminando— pero al dejarlos, dice que él desapareció, indicando que fue de manera súbita.
Las próximas cuatro apariciones fue a sus apóstoles. En la primera curiosamente están presentes los dos discípulos de Emaús, ellos están allí contándoles a los apóstoles la experiencia que tuvieron con el Señor. La reunión se describe en Lucas 24:35-43 (DHH): “Entonces ellos dos les contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan. 36 Estaban todavía hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: Paz a ustedes. 37 Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. 38Pero Jesús les dijo: ¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? 39 Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo. 40 Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. 41 Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: ¿Tienen aquí algo que comer? 42 Le dieron un pedazo de pescado asado, 43 y él lo aceptó y lo comió en su presencia”.
Aquí también hay aspectos interesantes. Como el que no entró en la habitación de manera usual, sino que se apareció de súbito en medio de ellos. El cuerpo físico de un humano no tiene esa facultad de aparecer de la manera que lo hizo Cristo. Por esa razón ellos creyeron que era un espíritu. Lo evidente es que no sabían quiera era este hombre, algo muy extraño siendo tan íntimos de Jesús. El relato muestra una completa incredulidad de parte de ellos de que él sea Cristo. De manera que él tiene que llegar al grado de enseñarles las heridas de las manos, pedirle que lo toquen y comer en su presencia para que vean que no es un espíritu. Nada aquí es lo que suele suceder entre personas que se conocen muy bien. También hay otro asunto que llama la atención. Parece que en las dos apariciones anteriores de Jesús, su cuerpo no tenía las muestras de los clavos en sus manos, de tenerlas tanto María Magdalena como los discípulos de Emaús lo hubieran notado fácilmente. A simple vista todo parece muy confuso.
La segunda aparición a los apóstoles aparentemente tiene el propósito de convencer al apóstol Tomás. Él no se encontraba cuando Jesús los visitó la primera vez y al enterarse dijo lo siguiente: “A menos que vea en sus manos la marca de los clavos y meta mi dedo en la herida de los clavos y meta mi mano en su costado, jamás lo voy a creer” (Juan 20:25). Veamos como fue esta visita de Jesús. En Juan 20:26-29 dice: “Ahora bien, ocho días después, sus discípulos estaban dentro otra vez, y Tomás con ellos. Jesús vino, aunque las puertas estaban aseguradas con cerradura, y estuvo de pie en medio de ellos y dijo: “Tengan paz”. Dijo entonces a Tomás: “Pon tu dedo aquí, y ve mis manos, y toma tu mano y métela en mi costado, y deja de ser incrédulo, y hazte creyente”. En contestación, Tomás le dijo: “¡Mi Señor y mi Dios!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Felices son los que no ven y sin embargo creen”.
Todo parece indicar que en esta segunda ocasión no se sintieron sorprendidos por la aparición repentina de Jesús. Pero si aparece un detalle nuevo, aunque las puertas estaban cerradas con llave no impidió que Jesús entrara.
Pasar a través de puertas o paredes es imposible para un cuerpo humano. Y nuevamente sucedió lo de las apariciones anteriores, su apariencia humana fue irreconocible por los menos para Tomás. Si él lo hubiera reconocido no tendría sentido de probar que era realmente el Cristo pidiéndole que viera sus manos y metiera su mano en el costado de su cuerpo.
La última aparición registrada a sus discípulos aparece en Juan 21:1-14. Fue junto al mar de Tiberíades, donde siete de sus discípulos estaban pescando cuando ya estaba amaneciendo. Leamos la narración de los versículos 5-7: “Entonces Jesús les dijo: “Niñitos, no tienen nada de comer, ¿verdad?”. Le contestaron: “¡No!”. 6 Él les dijo: “Echen la red al lado derecho de la barca, y hallarán”. Entonces la echaron, pero ya no podían sacarla a causa de la multitud de peces. 7 Por lo tanto, aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Entonces Simón Pedro, al oír que era el Señor, se ciñó su prenda de vestir de encima, porque estaba desnudo, y se lanzó al mar”.
Es cierto que estaba amaneciendo cuando Jesús se presentó, posiblemente ellos estuvieran pescando un poco alejados de la orilla y no podían distinguirlo bien. Pero Cristo les habló por dos ocasiones en voz alta y es extraño que no llegaron a reconocer tampoco su voz. Además, esta era la tercera vez que Cristo les hablo desde su resurrección. ¿Olvidaríamos la voz de alguien con quien hemos convivido día a día por más de tres años? ¡Imposible! Pero el caso es que solo reconocieron que era el Señor por el milagro, no por su apariencia ni por su voz.
Su última aparición a ellos fue en su ascensión al cielo. Después de darles instrucción que permanecieran en Jerusalén donde recibirían el espíritu santo, el relato de Hechos 1:9-11 (PDT) dice: “Después de decir esto, Jesús fue llevado al cielo. Mientras ellos lo miraban, una nube lo tapó y no lo volvieron a ver. 10 Estando todavía con la vista fija en el cielo, dos hombres vestidos de blanco aparecieron junto a ellos 11 y les dijeron: Galileos, ¿por qué se quedan mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado al cielo, volverá de la misma manera que lo han visto irse”.
Hagamos un breve resumen de los sucesos inexplicables en sus apariciones. 1) María Magdalena lo confundió con el hortelano y solo lo reconoció por la manera en que la llamó ¡María! 2) Los discípulos de Emaús pensaron que era un forastero y supieron que era él cuando bendijo el pan y se los dio. 3) A los apóstoles, la primera vez que se les apareció les dio mucho miedo creyendo que era un espíritu, se calmaron cuando Jesús les pidió que vieran sus heridas, que lo tocaran y al comer delante de ellos. 4) Para que Tomás creyera que realmente él era el Cristo resucitado, le dijo que viera sus manos y metiera su mano en el costado del cuerpo de Cristo. Tal cosa seria innecesaria si la apariencia física de Cristo hubiera sido la que Tomás conocía. 5) En el Tiberíades no lo reconocieron físicamente ni tampoco por su voz, solo por el milagro de los peces. 6) En su ascensión Cristo desapareció de la vista de ellos. Ante tanta confusión, ¿qué explicación bíblicamente razonable pudiera ayudarnos a entender lo que realmente sucedió?
Todos los relatos coinciden con el hecho de que Jesús no fue reconocido físicamente por ninguno de sus conocidos. No hay duda de que después de su muerte, Jesús siempre se apareció con un cuerpo visible de carne y hueso que podía alimentarse como cualquier humano. Pero parece evidente que no era el mismo cuerpo que tenía antes de morir. También parece que en cada aparición lo hacía con un cuerpo diferente, lo vemos en el caso de los dos discípulos de Emaús. Por otra parte, si Cristo hubiese resucitado en espíritu, ¿cómo haría posible presentarse a ellos visiblemente? ¿Qué explicación razonable pudiera darnos la Biblia?
La única manera demostrable en la Biblia es lo que se conoce como la materialización. Esto es hacer que algo que no es material se haga una realidad perceptible para otros, como puede ser tomar forma humana. Seguramente esto fue lo que hizo Cristo al resucitar, pero de cualquier manera no fue nada nuevo. Hay muchos casos registrados en la Biblia de ángeles que tomaron forma humana en el pasado. No solo tomaban forma humana, también podían actual como tales. Consideremos algunos ejemplos.
El primer caso de materialización que menciona la Biblia se encuentra en Genesis 6:1, 2, 4 (NVI): “Cuando los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los seres humanos eran hermosas. Entonces tomaron como mujeres a todas las que desearon. Al unirse los hijos de Dios con las hijas de los seres humanos y tener hijos con ellas, nacieron gigantes, que fueron los famosos héroes de antaño. A partir de entonces hubo gigantes en la tierra”. Estos seres espirituales se materializaron para casarse con mujeres y hasta tuvieron hijos.
Más tarde tres ángeles se aparecieron a Abrahán y dos a Lot y comieron con ellos (Gén 18:1-5; 19:1-3). A Josué se le apareció un ángel con apariencia de soldado (Jos 5:13-15). A Gedeón se apareció un ángel con cuerpo humano que desapareció de súbito de su vista (Jue 6:11-22). Todas estas criaturas espirituales tenían el poder de materializarse y desmaterializarse instantáneamente como seguramente lo hizo Jesús cuando apareció y desapareció súbitamente en medio de sus apóstoles o cuando ascendió al cielo. Si no fue de esa manera, ¿qué otra explicación podemos encontrar en la Biblia? Claro, sabemos que hay muchas teorías humanas que tratan de explicarlo, pero sin ningún fundamento bíblico. Pero si podemos encontrar en la Biblia, por lo menos dos razones válidas que muestran el por qué Jesús no pudo resucitar con el mismo cuerpo humano que tenía.
“Así que ahora, Padre, glorifícame al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera” (Juan 17:5).
Estas palabras son parte de una extensa oración que Jesús hace a su Padre a favor de sus seguidores. Faltaba muy poco para ser entregado y morir. De esa manera concluía lo que su Padre le había encomendado en su condición de humano. Pronto regresará al cielo, al lado de su Padre donde estaba antes de venir a la tierra. Él solo pide la gloria que tenía en el cielo. ¿Qué gloria tenía antes? En esencia era un espíritu como su Padre (Jn 4:24) Pablo en Colosenses 1:15-17 escribió que él gozaba de una alta posición en el cielo, muy por encima de todo lo demás con la excepción del Padre. Pablo lo describe así: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas permanecen” (Biblia Las Américas).
Pero dejó todo eso cuando nació como humano, es verdad que fue perfecto, pero aun así, en su naturaleza humana tomó la forma de un esclavo y llegó a ser inferior a los ángeles. (Filip 2:7; Heb 2:7). Al concluir su comisión en la tierra ya no necesitaba más la naturaleza humana que implica su cuerpo físico. De manera, que de haber sido resucitado corporalmente, no hubiera correspondido con el cuerpo espiritual ni con la gloria que tenía antes.
Lo que nos dice la Biblia es que su Padre lo elevó a una posición muy superior a la que tenia antes. En Filipenses 2:9-11 leemos: “Por esta misma razón, también, Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el nombre que está por encima de todo [otro] nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los [que están] en el cielo y de los [que están] sobre la tierra y de los [que están] debajo del suelo, 11 y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre”. —Vea: Efe 1:21; Heb 1:4
“Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros”. (Isa 53:4-6 NVI)
Esta profecía de Isaías fue dada un poco más de 700 años antes de Cristo venir a la tierra. Tanto Pablo como Pedro la aplicaron a Jesucristo. Pablo escribió en 2 Corintios 5:21 (LBLA): “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él”. Por su parte Pedro dijo: “El cargó en su cuerpo con nuestros pecados en el madero de la cruz, para que, muertos a nuestros pecados, vivamos en ‘santidad’ (justicia). Y sus heridas nos han sanado”. (1 Pedro 2:24 BLA 2005)
Al aplicar esta profecía en Cristo significaría que en su cuerpo humano perfecto seria echado nuestros pecados. Esta provisión de salvación acontecería en el momento en que él muriera en la cruz. Podemos tener una idea del significado de este acto cuando consideramos lo que sucedía en el día de expiación en el antiguo Israel. Cada año en ese día, se ofrecían dos machos cabríos, uno era sacrificado por los pecados del pueblo y el otro era enviado al desierto después que simbólicamente se echaba los pecados que el pueblo había cometido durante ese año (Lev 16: 5-10, 15, 20-22).
Este sacrificio prefiguraba el sacrificio de Cristo. Pablo lo explica de la siguiente manera: “a quien Dios propuso para ser la víctima de propiciación en virtud de su sangre por medio de la fe, a fin de demostrar la justicia que da él mismo perdonando los pecados pasados” (Romanos 3:25 T. Amat). Su cuerpo muerto en la cruz fue un sacrificio de redención, fue el precio pagado por el rescate de nuestros pecados. (1 Cor 6:20; 7:23; Heb 9:12; 1 Ped 1:18,19)
El propio Cristo en la noche que celebró la Cena con sus apóstoles, dejó claro que ‘entregaría’ su cuerpo a favor de ellos, en Lucas 22:19 dijo: “Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” (BLA) Este acto de entregar su cuerpo, —el de Cristo— se conoce en la Biblia como rescate. El rescate es el precio que se paga por la libertad de un cautivo. Como menciona Pablo en su carta a los Romanos, todos fuimos vendidos al pecado y Cristo nos dio liberación por un rescate pagado con su vida, es decir su cuerpo y sangre (Rom 3:23, 24). Vea también Col 1:13,14; 1 Tim 2:6
Ese es el motivo por el cual Cristo no podía ser resucitado con un cuerpo físico. El entregar su cuerpo en rescate de los pecados de la humanidad que ejerciera fe fue el arreglo establecido para la salvación. Pedro, uno de los testigos oculares de la resurrección de Cristo dejó claro que esta fue espiritual. En 1 Pedro 3:18b (DHH 1996) dijo: “…En su fragilidad humana, murió; pero resucitó con una vida espiritual”. El que haya resucitado como espíritu puede explicar porque después de su resurrección no fue reconocido por ninguno de sus discípulos, y el por qué podía aparecer súbitamente en medio de ellos y desaparecer de la misma manera. Él podía tomar una forma humana cada vez que quería. Después de considerar la resurrección de Cristo, surge una interrogante: ¿Cómo será la resurrección de los que pertenecen a Cristo?
La doctrina de la resurrección es muy recurrente tanto en los evangelios como en los escritos apostólicos. En ellos se nos informa tanto del tiempo como el orden en que se efectuaría. Esto lo podemos ver en 1 Corintios 15:20-23 (LBLA) donde Pablo escribió: “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en su venida”.
Las primicias era un término muy usado entre los judíos con el que designaban los primeros frutos de la cosecha, indicando que después se recogería el resto del mismo fruto. Pablo aplicó este término a Cristo para indicar que él fue el primero en ser resucitado de entre los muertos. De esta manera garantizaba a todos los que le pertenecen, que ellos también tendrían una resurrección al tiempo de su venida.
Los cristianos de Tesalónica vivían en expectación constante en la venida del Señor, aguardaban con mucho entusiasmo su manifestación. Pero la tristeza había venido sobre ellos debido a que algunos de sus hermanos habían muerto sin ver la venida de Cristo. Ahora estaban preocupados por no saber que sucedería con ellos. De manera que Pablo les escribe para animarlos con relación a sus hermanos muertos. En 1 Tesalonicenses 4:15-17 (BLA) escribió: “Les damos esto como palabra del Señor: nosotros, los que ahora vivimos, si todavía estamos con vida cuando venga el Señor, no tendremos ventaja sobre los que ya han muerto. Cuando se dé la señal por la voz del arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre”.
Antes de proseguir, es importante reconocer el hecho incuestionable de que esas cartas apostólicas fueron escritas para aquellos cristianos y no para nosotros. Por ejemplo, cuando Pablo escribió: “los que ahora vivimos, si todavía estamos con vida cuando venga el Señor, … primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos”. Gramaticalmente está indicando que hablaba de ellos y de su tiempo, aunque naturalmente por extensión aplica a todos los cristianos hasta nuestro día.
No solo está indicando que se refería a ellos en particular, también indica un orden en la resurrección. Pablo dice: ‘primero’ resucitaran los que murieron y ‘después’ nos reuniremos con ellos los que estemos vivos. ‘El uso del adverbio “después” significa posterioridad en el tiempo, aunque puede ser aplicado como una continuación, también puede indicar más adelante o más tarde. De modo que apropiadamente no puede establecerse que los vivos serían llevados al cielo al mismo tiempo que los resucitados. Podemos llegar a un mejor entendimiento de lo que posiblemente quiso decir Pablo al leer 1Corintios 15:51,52 (LBLA): “He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.
Observemos que este misterio revelado a Pablo dice que ‘no todos dormiremos en la muerte pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos’. Estas palabras de Pablo parecen sugerir que habrá cristianos que no tendrán que morir y ser resucitados. Pero un análisis del contexto bíblico no parece apoyar tal concepto, ya que nos indica que todos tenemos que morir y ser resucitados, como veremos más adelante.
Mas bien estas palabras de Pablo parece referirse al cambio drástico que ocurre entre antes y después de la venida de Cristo con relación a la espera de los muertos para ser resucitados. Antes de la venida de Cristo, los cristianos que murieron tuvieron que dormir por un tiempo antes de ser resucitados. Después de su venida los que mueran serían transformados o resucitados en un abrir y cerrar de ojos, es decir que no tendrían que dormir en la muerte porque el cambio seria instantáneo. De lo que no puede haber duda es que sin importar el orden de la resurrección todos tienen que ser transformados como veremos después.
Ya sabemos Pablo escribió a los cristianos de Tesalónica para explicarle con relación al orden de la resurrección. Con los de Corinto era diferente, algunos cristianos de esta congregación habían dejado de creer en la resurrección de los muertos (1Cor 15:12,13). Al parecer estos cristianos ya le habían planteado sus dudas a Pablo, porque en 1Corintios 15:35-38 (BTX) él pregunta: “Pero dirá alguno: ¿Cómo son resucitados los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vienen? ¡Insensato! Lo que tú siembras no es vivificado si no muere. Y lo que siembras: No siembras el cuerpo que llegará a ser, sino un grano desnudo, de trigo o de algún otro; pero Dios le da un cuerpo como él quiso, y a cada una de las semillas su propio cuerpo”.
¿Como resucitarán los muertos? es la pregunta clave aquí. Pablo usa una ilustración muy similar a la que fue usada por Cristo para señalar el resultado de su muerte. En Juan 12:24 Cristo dijo: “De verdad les aseguro que, si el grano de trigo no cae al suelo y muere, sigue siendo solo un grano. Pero, si muere, entonces da mucho fruto”. Cuando sembramos una semilla, esperamos que esta semilla germina. El proceso de germinación hace que la semilla muera. Al morir, da como resultado una nueva vida en la forma de una planta.
Tanto Jesús como Pablo usan este proceso natural entre la semilla y la planta para compararlo a la resurrección de los muertos. A este proceso se refiere Pablo cuando dice que todos seremos transformados. Ciertamente entre la semilla que muere y la planta que surge hay una continuidad pero transformada de manera diferente. Pablo lo explica más adelante cuando les dice: “Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; 43 lo que se siembra en oprobio, resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucita en poder; 44 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual. 45 Así está escrito: «El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente»; el último Adán, en el Espíritu que da vida. 46 No vino primero lo espiritual sino lo natural, y después lo espiritual. 47 El primer hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo. 48 Como es aquel hombre terrenal, así son también los de la tierra; y como es el celestial, así son también los del cielo. 49 Y así como hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. (1Cor 15:42-49 NVI).
Pablo hace un claro contraste entre el cuerpo físico –la semilla– cuando muere y el cuerpo espiritual –la planta– cuando es resucitado. Solo en este aspecto de la resurrección, los testigos de Jehová se apegan a la Biblia. Pero a medias, porque la aplican a un número limitado de cristianos. Las demás religiones cristianas sustituyen la incorrupción, la gloria, el poder y el cuerpo espiritual de la resurrección con un cuerpo físico glorificado que no es lo que indica Pablo. También Pablo contrasta la imagen del hombre terrenal, que es físico, visible y palpable con la imagen del celestial, que es espiritual, invisible y fuera del alcance de los sentidos humanos.
Los que habitan los cielos son espíritus, Dios lo es, lo fue Cristo y lo han sido los ángeles (Jn 4:24; 8:58; Heb 1:7). Este hecho concuerda literalmente con las palabras de Pablo en 1 Corintios 15:50 “Les declaro, hermanos, que el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible”. Dado que el cuerpo humano no tiene la naturaleza necesaria para una vida celestial, tiene que haber un cambio del cuerpo terrenal a uno espiritual. Esa es la enseñanza que Pablo expresa de manera clara, cuando habla que todos seremos transformados (1Cor 15:51). La transformación del cuerpo material a uno espiritual a la imagen de Cristo es el apropiado para vivir en el cielo (Rom 8:29; 1Cor 15:49; 1 Jn 3:2). Esta transformación ocurre entre la muerte y la resurrección de la persona.
Se puede ver por la ilustración de Pablo, que la transformación solo afecta al cuerpo no al individuo. La identidad que caracterizaba a la persona durante su vida se retiene en el cuerpo espiritual que se le da. Si no fuera de esa manera, la resurrección perdería su sentido de un levantamiento de la persona a la vida de nuevo. Hasta Cristo al ser resucitado mantuvo su identidad como humano (Heb. 4:14, 15). Las evidencias en las Escrituras no deja duda que todos los que estarán con Cristo en los cielos tienen que morir y ser resucitados. (Rom. 6:5; 1 Cor. 6:14; 15:22; 2 Cor. 4:14; Filip. 3:10, 11)
Otra evidencia disponible en las Escrituras que prueba que la resurrección de los que pertenecen a Cristo es espiritual la tenemos en la respuesta de Cristo a los Saduceos. Los Saduceos para probar que la resurrección no era posible, en una conversación con Cristo apelaron a la ley del matrimonio de levirato, en el cual una mujer viuda que no ha tenido hijos se debe casar con uno de los hermanos de su fallecido esposo para continuar la línea sucesoria y la descendencia familiar. El planteamiento de ellos era que esta mujer había quedado viuda de los siete hermanos y ella misma murió, por lo que la pregunta fue: por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? La respuesta de Cristo aparece en Lucas 20:34-36 (DHH) y dice: “Jesús les contestó: En la vida presente, los hombres y las mujeres se casan; 35 pero aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, 36 porque ya no pueden morir. Pues serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber resucitado.” Los resucitados son como los ángeles dijo Cristo, y sabemos que ellos son espíritus (Sal 104:4).
Aunque Jesús y Pablo mencionaron que habría resurrección de injustos, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento guarda silencio en cuanto a ella. Significa que todo lo que se diga sobre ella seria pura especulación. Lo mismo sucede con una resurrección terrenal, la Biblia no da indicios de ella.
Es el caso del Antiguo Testamento aparece las tres resurrecciones que se mencionó al principio, efectuadas por Elías y Eliseo y subsiste la idea de una posible resurrección pero nada más. No dice todos los que la recibirían, dónde y cuándo como es el caso de la resurrección de los cristianos en el Nuevo Testamento.
Los testigos de Jehová señalan que Job creía en la resurrección, pero eso lo logran sacando de contexto sus palabras. Un examen de Job 14:12-14 muestra lo contrario, de acuerdo con este pasaje él pensaba que volver a vivir no era posible, pero deseaba que lo fuera. El pasaje dice: “Así un hombre muerto nunca volverá a vivir. Primero se acabarán los cielos, antes de que los muertos despierten y se levanten de su sueño. 13 Cuánto diera porque tú me ocultaras en el lugar de los muertos; que me escondieras ahí mientras te pasa el enojo; que fijaras una fecha para después acordarte de mí. 14 Si un hombre muere, ¿volverá a vivir? Yo esperaría todo el tiempo de mi vida en la tierra hasta que llegara mi resurrección”. (La Palabra de Dios para Todos)
Sin embargo en el libro de Isaías 25:8 y 26:9 sí aparece la idea de una resurrección al decir: “Él eliminará la muerte para siempre…” “Tus muertos vivirán. Mis cadáveres se levantarán”. También en Daniel 12:2 dice: “Muchos de los que están dormidos en el polvo de la tierra se despertarán, algunos para vida eterna y otros para humillación y desprecio eterno”. Y en cuanto al propio Daniel el versículo trece agrega: “En cuanto a ti, sigue adelante hasta el fin. Descansarás, pero al fin de los días te levantarás para recibir tu parte”. También en Oseas 13:14 se dice: “Yo los rescataré del poder de la tumba; los reclamaré de la muerte”. Ciertamente estas referencias señalan a una resurrección futura, pero no menciona donde vivirían después de ser levantados. No puede descartarse que se trate de referencias proféticas a la resurrección celestial de los que pertenecen a Cristo.
Russell, Rutherford y sus sucesores han especulado sin base bíblica sobre la resurrección. Han determinado como si fueran el mismo Dios quiénes resucitarían y quiénes no. Principalmente desde el año 1965 han escrito muchas teorías sobre la resurrección terrestre. Por ejemplo, solo para mencionar uno, veamos lo que ellos señalan con relación a la resurrección de Abrahán.
En la Atalaya 1 de noviembre de 1979 págs. 16-18 párrs. 5, 6 Resucitados... “cada uno en su propio lugar” dice: 5 De modo que Abrahán tenía fe en la resurrección venidera de los muertos humanos bajo el reino del Cristo. Jesucristo, cuya propia resurrección fue prefigurada por la resurrección figurativa de Isaac, en cierta ocasión dijo a descendientes judíos de Abrahán: “Abrahán el padre de ustedes se regocijó mucho por la expectativa de ver mi día, y lo vio y se regocijó.” (Juan 8:56) En armonía con las palabras de Jesús acerca de Abrahán, padre de Isaac y abuelo de Jacob, leemos:
6 “En fe murieron todos éstos, aunque no consiguieron el cumplimiento de las promesas, pero las vieron desde lejos y las acogieron y declararon públicamente que eran extraños y residentes temporales en la tierra. Porque los que dicen tales cosas dan evidencia de que buscan encarecidamente un lugar suyo propio. . . . Pero ahora están haciendo esfuerzos por obtener un lugar mejor, es decir, uno que pertenece al cielo [el reino de los cielos con Cristo entronizado en él]. Por lo tanto Dios no se avergüenza de ellos, de ser invocado como Dios de ellos, porque les tiene lista una ciudad.”—Heb. 11:13-16.
Si observamos detenidamente, hay un esfuerzo premeditado de situar la resurrección de Abrahán en la tierra a pesar de que la Biblia lo hace en el cielo. En Hebreos 11:13-16 citado en la Atalaya, sobresalen expresiones indicadores del lugar que recibirían estos fieles. En el versículo 13 dice que, en fe murieron todos estos que declararon públicamente que eran extraños y residentes temporales en la tierra. La lista de estos hombres y mujeres se extendían desde Abel hasta antes de la llegada del Mesías. Por lo que no se estaba refriendo a ser residentes temporales en un lugar especifico de la tierra sino a la tierra misma como planeta. La fe de esta grande muchedumbre era por mucho más meritoria que la nuestra, ellos tuvieron fe en una promesa que vieron de lejos, nosotros en cambio la vemos realizada en Cristo.
Pablo vuelve a recalcar que el esfuerzo de estos fieles era alcanzar un lugar mejor, uno que pertenece al cielo” . Finalmente dice que Dios no se avergüenza de ellos y les tiene “una ciudad lista para ellos”. Esta ciudad parece ser la que Pablo menciona en versículo veintidós, él dice: “Mas ustedes se han acercado a un monte Sión y a una ciudad de[l] Dios vivo, a Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles”. ¿A qué otra ciudad pudiera haberse referido Pablo?
La Biblia nos da información adicional donde parece situar a Abrahán y otros en el cielo. En el pasaje que leeremos a continuación, Cristo establece un destino diferente entre los que tienen y no tienen fe. Leamos Mateo 8: 5-12: “Cuando entró en Capernaúm, se le acercó un oficial del ejército suplicándole ayuda. 6 Le dijo: “Señor, mi siervo tiene parálisis. Está acostado en la casa sufriendo muchísimo”. 7 Él le dijo: “Cuando llegue allá, lo curaré”. 8 Pero el oficial del ejército le respondió: “Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Simplemente da la orden y mi siervo se curará. 9 Porque yo también obedezco órdenes y doy órdenes a los soldados que están bajo mi mando. A uno le digo ‘¡Vete!’ y se va, y a otro le digo ‘¡Ven!’ y viene, y a mi esclavo le digo ‘¡Haz esto!’ y lo hace”. 10 Al oír eso, Jesús se quedó asombrado y les dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga una fe tan grande. 11 Les digo que muchos vendrán del este y del oeste y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos, 12 mientras que los hijos del Reino serán echados afuera, a la oscuridad. Ahí es donde llorarán y apretarán los dientes”.
Este oficial romano era despreciado por los judíos por ser un gentil. Sin embargo la fe de aquel hombre maravilló a Jesús y al mismo tiempo sacó a relucir la hipocresía de la mayoría de los judíos que eran los hijos del Reino’. Cristo aprovechó esta circunstancia para sacar a relucir las implicaciones del contraste entre los que ejercen fe y los que no lo hacen en relación con el destino futuro de ambos grupos. Muchos como este gentil romano vendrían del oriente y del occidente, es decir de toda la tierra y se sentarían en la mesa en “el Reino de los cielos” con Abrahán, Isaac y Jacob. Mientras los que no ejercieran fe, aunque fueran los hijos del reino, serian excluidos de tal cena. Notemos que Cristo sitúa esta reunión en el cielo no en la tierra y gramaticalmente entendemos que eso fue lo que quiso decir. En todos los evangelios la expresión “el Reino de los cielos” es usada para identificar un lugar único en los cielos.
Por tanto todo lo que se diga de más sobre la resurrección, tanto celestial como terrenal como lo ha hecho y lo sigue haciendo los testigos de Jehová en sus publicaciones es pura especulación. Es ir más allá de lo que está escrito y el hacerlo, dice las Escrituras puede llegar a ser malditos por Dios. (1 Cor. 4:6; Gál.1:8, 9)