Juan Rejas López, Ana Goicoa Valdevira, Pablo Payo Puente, Verónica Balazs Mayanz. 2010.
Las pulgas son pequeños insectos sin alas que están aplanados por los lados y se localizan entre el pelaje de los animales, alimentándose de la sangre del hospedador. La pulga que generalmente infesta a perros y gatos es la pulga del gato, Ctenocephalides felis, la cual tiene un color marrón y un tamaño de 2-3 mm, que llega a ser de 4-5 mm cuando está llena de sangre.
Su ciclo vital tiene varias etapas:
La hembra adulta comienza a poner huevos a partir de las 24-36 horas de haber ingerido sangre. Según las condiciones de temperatura y humedad es capaz de poner hasta 40 huevos al día, y 2.000 huevos durante su vida.
Los huevos caen al suelo, eclosionando entre 1 y 10 días después, en dependencia de la temperatura y humedad existentes. Un ambiente óptimo requiere entre 18 y 27°C y una humedad relativa del 70%, mientras que el exceso de calor por encima de 35°C o una humedad inferior al 50% favorece que los huevos y larvas mueran por desecación. Además, ninguna fase sobrevive a la congelación (10 días a 3°C o 5 días a 1°C).
Del huevo surge una larva amarilla de 1-2 mm de tamaño, la cual se alimenta de los restos orgánicos presentes en el suelo y de las heces de las pulgas adultas, que se componen de sangre del hospedador digerida solo parcialmente.
La larva es capaz de moverse y se esconde de la luz directa: profundiza en las fibras de las alfombras o moquetas, o se protege debajo de restos orgánicos, como hojas, hierbas, etc.
Al cabo de una o dos semanas, según las condiciones ambientales y la disponibilidad de alimento, la larva, que ha alcanzado un tamaño de 4-5 mm, busca un lugar tranquilo (debajo de muebles, en alfombras, en la cama de los animales, entre la vegetación del jardín, etc.) donde fabrica un capullo blanquecino, de unos 7 mm de tamaño, en el cual transcurre la fase de pupa.
Cuando existen estímulos que indican la posible presencia de un hospedador (calor, vibraciones, aumento de anhídrido carbónico), surge del capullo una pulga adulta, que da saltos de hasta 30 cm para alcanzar al hospedador, sobre el que pasará la mayor parte de su vida. La fase de pupa dura una media de una a dos semanas, aunque puede prolongarse durante meses si no se producen los estímulos adecuados.
El ciclo completo de Ctenocephalides felis, desde que se pone el huevo hasta que se convierte en una hembra adulta que pone huevos nuevamente, tiene una duración media de 3 a 4 semanas, aunque en condiciones óptimas de temperatura y humedad no llega a los 15 días; en el caso contrario, el ciclo puede demorarse muchos meses.
Como consecuencia de lo anterior, se deducen aspectos importantes de esta parasitosis:
Es más frecuente en climas cálidos y húmedos; así, en el litoral de España hay pulgas todos los meses del año, mientras que en zonas con clima continental las pulgas adultas desaparecen durante los meses fríos, salvo en microclimas adecuados.
En condiciones óptimas, la presencia en una casa de 25 pulgas hembras puede originar más de 100.000 pulgas al cabo de un mes. Por tanto, las pulgas adultas representan solo alrededor del 1% de la población total, por lo que el mayor problema es la contaminación masiva del medio ambiente con huevos, larvas y pupas; no los adultos en las mascotas.
La ingestión de pulgas infectadas por larvas de Dipylidium caninum es la vía de transmisión de este cestodo, desarrollándose el adulto en el intestino del perro o gato.
El gran problema del control de las pulgas son las formas juveniles (huevos, larvas y ninfas) que representan el 99% de la población
Los huevos son puestos sobre el animal parasitado y posteriormente caen al suelo; por tanto, es el animal quien los distribuye, siendo los ambientes donde reside el animal los más contaminados por formas juveniles
En perros causan prurito con una distribución típica lumbosacra, que puede extender a la base de la cola, caras medial y caudal de las extremidades posteriores, abdomen e ingle, pudiendo generalizarse en parasitosis masivas. Las lesiones son las típicas del rascado (alopecia, eritema, hiperpigmentación, etc.) y de sus complicaciones (pioderma, seborrea, etc.).
En gatos también causan prurito lumbosacro, aunque puede extenderse al cuello, cursando usualmente con cuadro de dermatitis miliar o de alopecia autoinfligida.
En perros pueden ser causa de dermatitis aguda húmeda y en ambas especies de dermatitis alérgica a la picadura de pulgas (es importante diferenciar la simple parasitosis del cuadro alérgico a efectos del tratamiento y control del parásito en el ambiente).
Perros: prurito lumbosacro característico - dermatitis aguda húmeda - dermatitis alérgica
Gatos: dermatitis miliar - dermatitis alérgica
Se realiza por la historia y los signos clínicos; la distribución de las lesiones y del prurito es casi patognomónica en perros.
Deben buscarse pulgas adultas (usando un peine para pulgas en cabeza, cuello y dorso) y sus heces (aparecen como pequeñas escamas secas y negras que adquieren un color rojizo cuando se colocan sobre papel de filtro blanco humedecido). Su ausencia no descarta el diagnóstico, ya que en caso de alergia a la picadura de pulgas el grado de parasitosis necesario para causar prurito es muy bajo (ver consideraciones diagnósticas en el caso de los gatos).
Un control efectivo de las pulgas requiere (1) su eliminación del paciente, (2) del ambiente donde reside, incluyendo el resto de animales con los que convive (perros, gatos, conejos, hurones, etc.), y (3) controlar posteriormente el ciclo vital del parásito. La elección de las medidas y de los productos a utilizar varía mucho en dependencia del grado de parasitosis, número de animales que conviven, tipo de ambiente, especie animal a tratar, frecuencia de baños, etc.; de igual manera, si el paciente padece de dermatitis alérgica a la picadura de pulgas el control del parásito deberá ser más estricto.
No vale de nada eliminar todas las pulgas del perro o gato de casa si no se matan también las que están en el ambiente, ya que al cabo de un rato saltarán sobre la mascota y el problema seguirá como al principio. De igual forma, si se destruyen todas las pulgas adultas presentes en los animales de casa y en el ambiente, pero no se actúa contra las otras fases del ciclo, al cabo de unos días o semanas surgirán nuevas pulgas adultas, con lo que el problema no estará resuelto.
Fármacos adulticidas:
Existen al menos dos características que se deben tener en cuenta al escoger un adulticida, su velocidad de actuación y su poder residual, las cuales dependen del principio activo y de la forma de presentación.
En ocasiones es interesante usar un adulticida con rápida velocidad de actuación, por ejemplo cuando llega un animal con signos clínicos intensos; en estos casos puede ser recomendable la aplicación del insecticida en baño. Sin embargo, cuando ya está controlada la sintomatología y lo que se pretende es evitar reinfestaciones y controlar el ciclo del parásito, generalmente interesa usar productos con un mayor plazo entre aplicaciones, de al menos 4 semanas.
Actualmente se utilizan sobre los animales productos a base de fipronil, imidacloprid, metaflumizona, piretrina-piretroides, piriprol y selamectina, usualmente en forma de pipetas tópicas, con un efecto residual de 4-8 semanas.
El nitempiram, que se administra vía oral, paraliza las mandíbulas de las pulgas, teniendo un efecto inmediato, pero nula actividad residual.
Nuevos pulicidas de larga duración incluyen espinosad, fluralaner o afoxolaner (vía oral) y dinotefuran (pipeta tópica).
Reguladores del crecimiento de los insectos e Inhibidores del desarrollo de los insectos:
Los reguladores del crecimiento de los insectos (metopreno, piriproxifeno) y los inhibidores del desarrollo de los insectos (lufenurón, diflubenzurón) interfieren en el desarrollo de algunas fases preadultas (huevo, larvas o ambas) siendo muy útiles en el control de las pulgas a largo plazo. Los reguladores del crecimiento de los insectos simulan los efectos de la hormona del crecimiento endógena de los insectos, que mantiene el estadio de larva e inhibe la maduración hacia pupa, mientras que los inhibidores del desarrollo de los insectos interfieren en el desarrollo del exoesqueleto del insecto al inhibir la síntesis o deposición de la quitina.
El metopreno y el piriproxifeno se encuentran disponibles en combinación con adulticidas para su aplicación sobre los animales; una limitación del metopreno es que es degradado por los rayos ultravioleta, por lo que solo es útil en ambientes cerrados.
El lufenurón se administra vía oral o, en gatos, parenteral.
Varios de los nuevos adulticidas de elevado poder residual, como la selamectina y el imidacloprid, parecen tener además un efecto nocivo sobre las formas preadultas, ya que la descamación de la piel y las heces de las pulgas adultas vehiculan el insecticida al ambiente.
Control del ambiente:
En ambientes poco contaminados, la aplicación de los nuevos insecticidas (adulticidas de larga duración con o sin efecto sobre formas juveniles) a todos los animales residentes durante 2-4 meses continuados puede ser suficiente para controlar la población de formas juveniles en el ambiente.
Sin embargo, en ambientes muy contaminados, sobre todo si se desea un control rápido, es deseable adoptar otras medidas:
Inicialmente se deben eliminar mecánicamente las formas juveniles, mediante aspirado, con o sin lavado, de las zonas donde más tiempo pase la mascota (cama, sillones, alfombras, tapidecería del automóvil, etc.) y de zonas cercanas protegidas de la luz (debajo de los muebles, grietas, etc.). La bolsa del aspirador se debe desechar, quemándose cuando sea posible.
Seguidamente se aplicará un producto que combine un adulticida y, si es posible, un regulador del crecimiento de los insectos. La aspiración, por las vibraciones, suele favorecer que muchas pulgas emerjan de su capullo por lo que se hace necesario que el producto incluya un adulticida de efecto rápido.
Las pupas no se ven afectadas ni por los adulticidas ni por reguladores del crecimiento de los insectos, por lo que a veces se debe repetir la acción de aspirar y aplicar un insecticida cada dos semanas hasta tener controlado el problema.
En el caso del jardín se debe incidir en las áreas sombrías (debajo de arbustos) y en las zonas donde el animal pasa más tiempo (porche, caseta, etc.) con insecticidas apropiados.
Un control efectivo de las pulgas requiere (1) su eliminación del paciente y (2) del ambiente donde reside, incluyendo el resto de animales con los que convive
Es fundamental controlar posteriormente el ciclo vital del parásito mediante el uso continuado de adulticidas de larga duración
En perros se reconocen 3 especies:
La más frecuente es D. canis, que reside en el folículo piloso; los ácaros pasan de la madre al recién nacido durante los primeros días de amamantamiento, considerándose parte de la flora cutánea normal de los perros. En condiciones normales el sistema inmune controla la población de ácaros; cuando este control falla, la excesiva multiplicación de ácaros provoca la enfermedad; por ello, no se considera una enfermedad contagiosa.
En los últimos años se han reconocido otras especies. D. injai se caracteriza por un cuerpo más alargado y por localizarse en las glándulas sebáceas, mientras que un ácaro más corto, que algunos denominan D. cornei, se localiza a nivel superficial de la epidermis (ver imagen); recientemente se ha propuesto que D. cornei es una variante morfológica de D. canis (cita).
En gatos se describen dos especies. D. cati, residente en el folículo piloso y similar a D. canis (ver imagen), y D. gatoi, ácaro de cuerpo más corto y que vive en la superficie de la epidermis, similarmente a D. cornei. D. gatoi se considera potencialmente contagioso.
Todos los ácaros tienen 4 fases, que pueden observarse en los raspados cutáneos de los animales afectados (ver imagen 1 e imagen 2): huevos fusiformes, larvas (seis patas), ninfas (ocho patas poco desarrolladas) y adultos (ocho patas desarrolladas).
Sarna demodécica por D. canis
Clínicamente es importante diferenciar esta enfermedad en base a la edad del paciente y la extensión del proceso.
Se habla de demodicosis juvenil cuando el paciente aún no ha completado su crecimiento, siendo más frecuente en animales de 3-8 meses. En este caso, se diferencian procesos localizados y generalizados. Se considera localizada cuando hay menos de 6 lesiones en una sola área corporal y generalizada cuando se da alguna de las siguientes circunstancias: (1) cursa con pododermatitis, (2) afecta a una región corporal completa o (3) a varios sitios, (4) se está extendiendo o (5) no ha curado en seis meses.
La demodicosis juvenil localizada suele curar sin tratamiento en un plazo de 6-8 semanas; no obstante, algunos casos evolucionan hacia una demodecia generalizada. Se considera que aparece por una bajada de las defensas del paciente, relacionada con la edad.
El cuadro clínico se caracteriza por pequeñas lesiones circunscritas, alopécicas, con mayor o menor grado de eritema y escamosis, siendo usualmente no pruriginosas. La zona corporal más frecuentemente afectada es la cabeza.
El cuadro clínico de la demodicosis generalizada varía de un paciente a otro, desde numerosas alopecias circunscritas a una alopecia difusa, con grados muy variables de eritema, hiperpigmentación, descamación, foliculitis y furunculosis, con o sin la presencia de comedones. Aunque inicialmente suele ser una dermatitis no pruriginosa, con frecuencia se complica con infección bacteriana secundaria, en cuyo caso puede cursar con prurito, además de pápulas, pústulas, costras, fístulas, etc.
En la forma generalizada se distinguen dos tipos, en base a la edad del paciente. La demodicosis generalizada juvenil suele aparecer antes del primer año de vida, tiende a ser recurrente en muchos individuos y se considera que tiene un componente hereditario, por lo que se recomienda no reproducir a los animales afectados.
La demodicosis generalizada con inicio en la edad adulta suele presentarse en animales de más de 5 años que padecen de una inmunosupresión secundaria a otras patologías, como el cáncer, ciertas endocrinopatías (hipotiroidismo o hiperadrenocorticismo) o la administración de corticoides.
Otras demodecias
Las siguientes parasitosis son mucho menos frecuentes que la anterior:
D. injai provoca un cuadro de seborrea grasa, principalmente a nivel dorsal.
D. cornei cursa con seborrea seca (ver imagen) y moderado prurito a nivel dorsal, aunque la mayor parte de los casos descritos son parasitosis mixtas por D. cornei y D. canis.
La parasitosis por D. cati suele relacionarse con la presencia de una enfermedad sistémica grave subyacente, usualmente con inmunosupresión (leucemia e inmunodeficiencia felinas, diabetes mellitus, hiperadrenocorticismo, neoplasia, etc.). Causa alopecia, eritema y costras, principalmente en cabeza y cuello.
D. gatoi cursa como un proceso pruriginoso, provocando alopecia secundaria autoinducida, similar a la de las dermatitis alérgicas o a la alopecia psicógena. A diferencia del resto de Demodex spp, la afectación de varios animales de una misma casa sugiere la posibilidad de contagio.
El método de elección varía según dónde resida el ácaro: raspados profundos en D. canis, D. injai y D. cati, y cinta adhesiva o raspados superficiales en D. cornei y D. gatoi.
En sospecha de D. canis, si en el área afectada no se puede realizar fácilmente un raspado profundo (alrededor de ojos, pies), una alternativa algo menos eficaz es hacer una tricografía. La muestra se procesa posteriormente como si se hubiera obtenido mediante raspado.
Recientemente se ha descrito una técnica nueva que mejora los resultados del raspado profundo, usando cinta adhesiva y exprimiendo con los dedos la piel de la zona muestreada (cita).
La relación ácaros vivos/muertos y formas juveniles/adultas ayuda a establecer la eficacia del tratamiento. Cuando es eficaz aumenta el número de ácaros muertos y disminuyen las formas juveniles.
En pacientes en los que se sospecha de D. canis y las pruebas complementarias anteriores dan resultados negativos, se debe tomar una biopsia de piel para su estudio anatomopatológico, ya que en ciertos casos crónicos y algunas razas, como el shar pei, puede ser difícil encontrar ácaros en raspados o tricogramas.
En gatos se recomienda hacer siempre múltiples raspados.
En sospecha de D. gatoi es preferible raspar zonas no afectadas y en las que el gato no se acicala, así como de otros gatos de la casa sin signos, ya que en áreas pruriginosas el acicalado elimina los ácaros. En caso de persistir la sospecha y que todas las muestras sean negativas, se recomienda establecer un diagnóstico terapéutico.
Los glucocorticoides, tanto tópicos como sistémicos, están contraindicados en los animales con demodecia.
Sarna demodécica localizada juvenil por D. canis
Al ser autolimitante, no requiere tratamiento con acaricidas ya que no se ha demostrado que dicho tratamiento acorte la evolución de la dermatitis. Es más, se recomienda no emplearlos para evitar la creación de resistencias.
A lo sumo se puede tratar con un gel a base de peróxido de benzoílo al 2,5% o con pomadas de mupirocina si hay foliculitis.
Se recomienda hacer un control quincenal-mensual del paciente, con raspados y relación formas juveniles/adultas, por si evoluciona hacia una forma generalizada.
Sarna demodécica generalizada por D. canis
Como se ha indicado, se considera que la sarna generalizada que aparece en individuos jóvenes y es recurrente, tiene predisposición hereditaria, por lo que se aconseja no reproducir a los afectados.
De igual forma, estos pacientes, en el caso de las hembras enteras, tienen tendencia a recaer durante en estro, en cuyo caso se recomienda la castración.
Las formas generalizadas son difíciles de curar y recidivan con frecuencia, debiéndose tratar con acaricidas hasta que haya al menos dos raspados negativos con una diferencia de un mes.
Acaricidas:
El año 2015 representó una revolución con al comprobarse la eficacia de fluralaner en la demodecia canina. Un estudio obtuvo un 100% de eficacia, la mayor parte de los casos (87%) con raspados negativos a las 4 semanas, en 163 perros con demodecia generalizada, un 37% de ellos adultos (más de dos años). En ese trabajo se administraron dos dosis, con tres meses de separación, de 25 mg/kg. De forma similar, existen publicaciones que indican la eficacia del afoxolaner y sarolaner, con dosificación mensual (control de pulgas y garrapatas y de recaídas de demodecia).
Clásicamente se han recomendado baños semanales con amitraz al 0,05%, sin aclarado posterior. En procesos resistentes se puede aplicar una terapia diaria más intensa consistente en bañar un día la mitad del cuerpo del animal, y al día siguiente la otra mitad, con una solución al 0,125%. No obstante, la toxicidad del amitraz y la laboriosidad de bañar a los pacientes ha generado el uso de alternativas.
Incialmente se administraron avermectinas y milbemicinas, muchas de ellas formuladas para su uso en animales de renta, aunque su utlización no está autorizada en perros a las dosis necesarias:
Ivermectina: 0,6 mg/kg VO una vez al día; se recomienda comenzar progresivamente, incrementando la dosis durante los primeros días (0,05, 0,10, 0,15, 0,20, 0,30 mg/kg, etc.) para identificar los individuos en los que pudiera darse una reacción adversa.
Milbemicina: 1-2 mg/kg VO una vez al día.
Moxidectina: 0,2-0,5 mg/kg VO una vez al día; se recomienda comenzar progresivamente de forma similar a la ivermectina.
Doramectina: 0,6 mg/kg SC una vez a la semana.
Posteriormente surgieron pipetas a base de moxidectina, autorizadas para el tratamiento de la sarna demodécica canina con frecuencia mensual. Sin embargo, su eficacia es mucho menor que los tratamientos descritos en el punto anterior. En caso de usar estas pipetas se recomienda aplicarlas semanalmente (cita).
La administración de avermectinas o milbemicinas requiere que el animal sea negativo a filarias ya que, en su defecto, existe el riesgo de graves reacciones adversas por la rápida destrucción de microfilarias. Además no se aconseja su uso de avermectinas (ivermectina, doramectina) en ciertas razas, como el collie y el shetland, sin valorar si el individuo es portador de una mutación del gen MDR1, que causa una sensibilidad de los portadores a estos y otros fármacos; las milbemicinas (milbemicina, moxidectina) parecen más seguras que las avermectinas.
Finalmente, también se ha descrito la eficacia de pipetas con amitraz. En su contra está la aparición de reacciones de tipo pénfigo en algunos pacientes (cita).
En el caso de pododermatitis demodécica, a mayores se puede aplicar localmente amitraz disuelto en parafina, con una concentración final del 0,13% y una frecuencia diaria.
Además de la terapia acaricida, se debe tratar la pioderma concurrente. En relación a los antisépticos, se recomienda el uso de peróxido de benzoílo al 2,5% por su actividad limpiadora del folículo piloso; no obstante, hay que tener presente su capacidad irritante en algunos perros y su poder desengrasante que, a medio plazo, puede ocasionar una seborrea seca si no se complementa con hidratantes.
Un estudio reciente afirma que la administración de antibióticos no mejora la evolución de la demodecia generalizada ni de la pioderma secundaria (cita).
Para valorar la eficacia del tratamiento se recomienda hacer controles mensuales, con raspados y la determinación de la relación ácaros vivos/muertos y formas juveniles/adultas.
Otras demodecias
D. injai y D. cornei responden a los acaridas empleados contra D. canis.
D. gatoi se trata con baños semanales de sulfuro de cal al 2%, sin aclarado posterior, debiendo tratarse todos los gatos que convivan juntos.
D. cati se trata igual que D. gatoi, habiéndose reportado la eficacia de inyecciones SC semanales de doramectina (0,6 mg/kg). En cualquier caso, es fundamental investigar las enfermedades subyacentes y tratarlas.
Otras sarnas, que cursan típicamente con picores, incluyen:
En perros, la sarna sarcóptica, causada por Sarcoptes scabiei var. canis.
En gatos, la sarna notoédrica, causada por Notoedres cati.
En ambas especies, la dermatitis por Cheyletiella (a veces no pruriginosa), la sarna por Otodectes cynotis y la trombiculosis.
Todas estas sarnas pueden provocar pequeñas lesiones papulosas y pruriginosas en las personas, principalmente en áreas que contactan estrechamente con los animales afectados, como los brazos.
Además estos ectoparásitos son altamente contagiosos a otros congéneres, por lo que hay que tratar a todos los animales susceptibles de contagiarse que convivan juntos, además del ambiente, al objeto de evitar recaídas.
Sarcoptes scabiei var canis es un ácaro que excava túneles en la parte más superficial de la epidermis de los perros.
Es altamente contagioso, usualmente por contacto con otros perros afectados, y en menor medida de ácaros presentes en ambientes contaminados, siendo más frecuente en animales mal cuidados.
La sarna sarcóptica tiene un cuadro clínico variable, en el que destaca como signo principal el prurito (y la alopecia secundaria); se considera que gran parte del prurito se debe a una reacción de hipersensibilidad contra el ácaro o sus productos.
En algunos animales destaca la presencia de pápulas eritematosas, aunque su presencia no es constante. Otros perros muestran un cuadro de dermatitis intensamente eritematosa, y es frecuente la presencia de gruesas costras.
Se describe que las áreas corporales afectadas con más frecuencia son las zonas ventrales, patas (codos) y orejas.
Se cita que podría haber perros que cursaran solo con prurito leve o, incluso, portadores asintomáticos, pacientes en los que la reacción de hipersensibilidad sería de escasa intensidad.
La sarna notoédrica, causada por Notoedres cati, en una dermatitis pruriginosa poco frecuente, que afecta principalmente a gatos jóvenes o débiles. Notoedres cati es el equivalente felino a Sarcoptes scabiei en perros.
Las lesiones son costrosas y afectan a la cabeza, aunque pueden extenderse a otras zonas corporales.
O. cynotis usualmente afecta al conducto auricular externo, por lo que se describe en el capítulo Otitis externa.
La dermatitis por O. cynotis ocurre en algunas ocasiones y debe sospecharse siempre que haya prurito en zonas cercanas a los pabellones auriculares. En este caso se debe realizar una otoscopia y el estudio microscópico de la secreción presente en los conductos auditivos externos para detectar la posible presencia del ácaro.
Cheyletiella spp son ácaros de mayor tamaño que los anteriores, que viven sobre la superficie de la epidermis, no excavando túneles en el estrato córneo. Por su tamaño, se ven a simple vista como pequeñas escamas que parecen moverse (caspa ambulante), por lo que el cuadro clínico principal es el de escamosis, con frecuencia pruriginosa, que afecta principalmente al dorso.
En gatos puede cursar como dermatitis miliar o alopecia autoinducida.
Es un diagnóstico frecuente en cachorros provenientes de criaderos, por lo que es un dato importante a tener en cuenta.
Se diferencian varias especies, siendo parasitados usualmente los perros por C. yasguri y los gatos por C. blakei.
Los huevos se observan adheridos a los pelos del hospedador.
La trombiculosis es una parasitosis estacional (otoño), causada por una larva de ácaro de 6 patas, N. autumnalis, que vive en zonas con vegetación.
La larva es visible a simple vista como un punto de color rojo anaranjado. Se alimenta de animales de sangre caliente, incluido el hombre. Tras unos pocos días vuelve al suelo para continuar su desarrollo a ninfa y adulto, alimentándose de plantas y pequeños insectos.
Afecta principalmente a cabeza y pies, cursando con prurito intenso, eritema y las lesiones secundarias al rascado o mordisqueado de la zona.
Es un ácaro similar a Neotrombicula autumnalis, que vive en el campo. A diferencia de los anteriores acaros, no provoca una dermatitis pruriginosa; sus larvas causan una dermatitis papulosa-nodular, usualmente no pruriginosa, por invasion del folículo piloso.
Se han descrito algunos casos en la Península Ibérica, principalmente en Galicia, Cataluña y Norte de Portugal, generalmente a finales de verano e inicios de otoño, en perros que acceden al campo.
Cursa con pápulas o nódulos eritematosos y alopécicos, que afectan a la parte dorsal del animal (tronco y cabeza).
El diagnóstico definitivo se realiza tras la observación de los ácaros, o sus huevos, en muestras obtenidas del paciente.
En el caso de la sarna sarcóptica se realiza mediante un raspado superficial, siendo frecuentes los falsos negativos, principalmente si el área muestreada es pequeña.
En este supuesto lo más socorrido es, ante la sospecha fundada de esta dermatitis, instaurar un tratamiento y reevaluar hacia las dos semanas.
Se dispone, no obstante, de tests serológicos para la identificación de esta parasitosis, que debieran emplearse en casos de sospecha ligera, para evitar tratamientos innecesarios.
En sospecha de sarna notoédrica se usa también el raspado superficial, mientras que en el caso de la dermatitis por Cheyletiella se emplea el método de la cinta adhesiva, y ante la sospecha de Otodectes cynotis lo más útil es estudiar las secreciones de los conductos auditivos externos.
Ante la sospecha de dermatitis por Cheyletiella, si la cinta adhesiva es negativa, se puede hacer tricografía en busca de huevos adheridos a los pelos, o bien un cepillado del animal y el estudio microscópico del material obtenido.
La trombiculosis se diagnostica mediante la observación directa de la larva, como puntos naranjas; debe sospecharse en animales con acceso a zonas de vegetación en época otoñal.
En el caso de Straelensia cynotis, el diagnóstico suele basarse en la visualización de las larvas en el estudio anatomopatológico.
En general el diagnóstico se realiza tras la observación del ácaro o sus huevos en muestras recogidas del paciente; en ocasiones, principalmente en S. scabiei, se usa un diagnóstico terapéutico
Hoy en día se dispone de tratamientos cómodos para las sarnas sarcóptica, notoédrica y otodéctica, así como la dermatitis por Cheyletiella a base de pipetas con selamectina o moxidectina. Según el ácaro, el individuo afectado y el acaricida, puede ser suficiente una sola dosis o ser necesarias hasta 3 o 4, con 2-4 semanas de separación entre cada una de ellas.
La administración oral de isoxazolinas ha mostrado su eficacia en ciertas sarnas, como la sarcóptica.
En cachorros de menos de 45 días de vida, en los cuales no se recomiendan estos productos, se puede usar el fipronil en forma de aerosol; se ha descrito contra la sarna sarcóptica a dosis de 1,2 ml/kg de FRONTLINE SPRAY cada 3 semanas, o aplicado con esponja a dosis de 6 ml/kg, repitiendo la aplicación una semana después; igualmente se ha mostrado eficaz contra Cheyletiella.
En cachorros y gatos puede ser interesante el uso de baños semanales con sulfuro de cal al 2-3%, debido a su baja toxicidad. Se ha descrito su eficacia en las parasitosis por Sarcoptes, Notoedres y Cheyletiella.
En el caso de criaderos o albergues, con elevado número de animales, puede ser más económica la administración de ivermectina (0,3 mg/kg) VO semanalmente o SC quincenalmente, durante 4-8 semanas, si bien su uso no está autorizado con este propósito. Recientemente se han descrito algunos casos de resistencia a ivermectina (cita).
Ver precauciones del uso de avermectinas en el tratamiento de las sarnas demodécicas.
Evidentemente, en todas estas sarnas, para evitar recaídas, hay que tratar a todos los animales en contacto y el ambiente, pudiendo en este caso emplearse insecticidas a base de piretrinas-piretroides.
Pipetas con selamectina o moxidectina de los animales afectados y de aquellos con los que convivan, conjuntamente con desinsectación del ambiente
En el caso de procesos muy pruriginosos, el paciente puede beneficiarse de un corto tratamiento con prednisona a dosis antiinflamatoria (1 mg/kg al día) durante una semana y en días alternos otra semana, toda vez que una parte importante del prurito contra algunos de estos ácaros tiene un componente de hipersensibilidad.
En trombiculosis hay que evitar la salida de los animales a la zona con vegetación. Una vez parasitados, las larvas se tratan con aerosoles a base de fipronil o de combinaciones de piretrinas y piretroides, o bien con una dosis de selamectina.
En parasitosis por Straelensia cynotis se recomienda administrar ivermectina quincenalmente vía SC, además del tratamiento sintomático, siendo la respuesta variable.
La parasitosis por piojos es infrecuente en perros y gatos. Son ectoparásitos muy específicos de hospedador, completando su ciclo vital en ellos y sobreviviendo poco tiempo fuera de los mismos:
En perros se citan dos especies masticadoras, Trichodectes canis y Heterodoxus spiniger, y una chupadora, Linognathus setosus.
En gatos una masticadora: Felicola subrostratus.
Se contagian por contacto directo o por utensilios (cepillos, peines, ropa de cama).
Los huevos (liendres) se fijan a los pelos del hospedador.
Los signos clínicos son variables, desde un portador asintomático hasta prurito intenso (y lesiones secundarias al mismo, como alopecia y escamosis).
Se diagnostican por la observación del piojo, mediante el uso de cinta adhesiva, o sus huevos.
El tratamiento usa insecticidas (fipronil, baños o pulverizaciones con piretrinas-piretroides, pipetas de avermectinas, milbemicinas o amitraz, etc.) debiéndose tratar a todos los animales afectados y a aquéllos en contacto, siendo imprescindible el tratamiento del medio ambiente (cama, cepillos, peines).
La mayoría de las garrapatas no son específicas de hospedador. Se diferencian en garrapatas blandas (argásidos) y duras (ixódidos), siendo estas últimas más frecuentes, destacando en España las siguientes especies: Rhipicephalus sanguineus, Ixodes ricinus y Dermacentor reticulatus, que pueden parasitar tanto a perros como a gatos.
Las garrapatas tienen cuatro fases: huevo, larva, ninfa y adulto; las tres últimas se alimentan de la sangre de los hospedores.
I. ricinus y D. reticulatus parasitan numerosas especies animales y se desarrollan en el campo. Las larvas y ninfas usualmente parasitan pequeños roedores, mientras que los adultos lo hacen en ovejas o perros.
R. sanguineus suele completar su ciclo en perros y se aloja en las grietas de las perreras.
Las garrapatas son vectores de distintas infecciones: ehrlichiosis, babesiosis y borreliosis de Lyme.
La prevención de garrapatas se lleva a cabo mediante collares con insecticidas o, en lugares con elevada parasitosis, mediante la aplicación de fipronil, piretrinas-piretroides o pipetas de avermectinas, milbemicinas o amitraz, o la administración de isoxazolinas; los productos a base de piretrinas-piretroides matan rápidamente las garrapatas y tienen efecto repelente por contacto, lo que puede disminuir la probabilidad que transmitan patógenos. Si el animal ya está parasitado puede usarse fipronil u otros insecticidas en forma de baño o pulverización. En el caso de perreras, si hay que tratar el ambiente se recomiendan insecticidas a base de organofosforados, debiendo aplicarse especialmente en grietas.
Nuevos fármacos de administración oral incluyen al fluralaner y afoxolaner.
La miasis es una parasitosis producida por larvas de moscas que, de forma obligatoria o accidental, necesitan alimentarse de tejidos vivos o muertos.
En las miasis obligatorias las moscas necesitan un hospedador para el desarrollo de sus fases.
Por el contrario, las oportunistas o accidentales, las usuales en España (cita), normalmente se desarrollan en cadáveres y materia orgánica en descomposición, y solo en ocasiones invaden tejidos vivos, en cuyo caso necesitan la presencia de un factor (piel traumatizada, secreción ocular o de cualquier orificio natural corporal, herida no cuidada, suciedad fecal, etc.) que atraiga a la mosca que pondrá los huevos; en este caso las larvas se mueven sobre la superficie de la herida ingiriendo secreciones y tejido muerto, pero no vivo.
Se describen diversas especies de moscas que pueden causar miasis accidental: Musca spp, Calliphora spp; Phaenicia spp, Lucilia spp, Phormia spp y Sarcophaga spp.
Se diagnostican observando las larvas bajo matas de pelo enmarañado o en heridas.
El tratamiento consiste en rasurar el pelo alrededor de la zona afectada, tras lo que se limpia la zona con solución salina estéril para eliminar larvas y restos tisulares.
El resto de larvas se extraen mediante pinzas, eliminando el tejido necrosado y recubriendo la herida con un antiséptico, como sulfadiazina argéntica, para controlar la infección secundaria.
Tras ello se administra ivermectina SC (0,3 mg/kg) o se pulverizan localmente insecticidas, como piretrinas-piretroides, para asegurar la destrucción de posibles larvas no eliminadas mecánicamente.
Las medidas preventivas pasan por mantener las heridas limpias y evitar la presencia de moscas.
La leishmaniosis canina es una parasitosis endémica en los países del área mediterránea. En España se calcula que un 7% de la población canina está infectada, aunque hay focos donde la prevalencia llega hasta el 35%.
En el área mediterránea la leishmaniosis es una infección causada por un protozoo, Leishmania infantum, y transmitida por moscas del género Phlebotomus, principalmente P. perniciosus y P. ariasi, que afecta a perros y, mucho más raramente, a gatos. En otras áreas geográficas pueden variar la especie de Leishmania así como sus vectores.
Los flebotomos son moscas con actividad nocturna y crepuscular, presentes desde finales de primavera a finales de otoño.
Cuando un perro infectado es picado por una hembra de flebotomo, ésta succiona sangre del perro, en la que se encuentran amastigotes de L. infantum. Éstos se multiplican y transforman en promastigotes en su tubo digestivo, pasando a la probóscide para su posterior inoculación en otro perro.
Una vez inoculado en el perro los promastigotes son fagocitados por los macrófagos, donde se transforman en amastigotes, multiplicándose e infectando nuevos macrófagos.
Se consideran dos mecanismos patogénicos: (1) una inflamación granulomatosa en los tejdos en los que se multiplica que justifica, entre otras, las lesiones cutáneas y de mucosas, y (2) el depósito de inmunocomplejos, que explica lesiones renales, vasculares y oculares.
El desarrollo de la enfermedad depende de la respuesta inmunitaria de tipo celular del perro infectado:
En un 20-25% es pobre, siendo estos animales susceptibles de desarrollar la enfermedad.
En la gran mayoría (75-80%) la respuesta celular es adecuada, no desarrollando la enfermedad, actuando como reservorios del parásito; no obstante, si estos últimos perros sufren otra enfermedad grave o reciben inmunosupresores, es posible que la infección evolucione hacia una leishmaniosis clínica.
Existe una distribución etaria bimodal, con mayor afectación de animales de menos de 3 y de más de 8 años.
La leishmaniosis canina es una enfermedad que puede afectar a distintos órganos y, en el caso de la piel, manifestarse con un amplio abanico lesional. La frecuencia descrita de los signos más usuales, tanto cutáneos como no cutáneos, en distintos estudios se resume en las tablas adjuntas.
En la analítica sanguínea suele observarse hiperglobulinemia, hipoalbuminemia y anemia no regenerativa, siendo menos frecuente la presencia de elevaciones de la urea, creatinina y enzimas hepáticas, y la disminución de las plaquetas. El análisis de orina suele mostrar la presencia de proteinuria y cilindros hialinos o granulares finos.
Solo uno de cada cuatro o cinco perros infectados, aquellos con pobre respuesta inmunitaria celular, desarrollan la enfermedad
Desde el punto de vista diagnóstico es importante discernir entre infección y enfermedad.
La observación de amastigotes de L. infantum en punciones de médula ósea o citologías de ganglios linfáticos confirma la infección, pero no que esté activa. Sin embargo, su presencia en biopsias de tejidos lesionados confirma la relación del parásito con la lesión. A modo de excepción, en caso de anemia, si hay amastigotes en médula ósea, se considera que la infección es activa.
Los métodos serológicos miden los niveles de anticuerpos anti-Leishmania circulantes, principalmente IgG, mediante distintas técnicas, usualmente IFI o ELISA.
Es importante que el método utilizado cuantifique estos niveles a fin de poder monitorizar al paciente (por ejemplo, su respuesta al tratamiento).
Para la interpretación del resultado hay que tener en cuenta el punto de corte establecido por el laboratorio. La mayor parte considera negativos a perros con títulos IFI inferiores a 1:40, positivos aquellos con títulos iguales o superiores a 1:80 y dudosos los títulos intermedios.
La presencia de positividad no indica infección activa. Para ello se requiere un título alto, aquél que supera en 4 diluciones, o sea 16 veces, el punto de corte; así si se considera positivo un título igual o superior a 1:80, un título alto es aquél igual o superior a 1:1280.
En individuos con resultados positivos bajos se recomienda repetir el test a las 4-6 semanas.
Actualmente se dispone de técnicas (PCR) que valoran directamente la presencia de L. infantum en tejidos, recomendándose el uso de PCR cuantitativa ya que permite una cuantificación de la carga de parásitos de la muestra y permite el seguimiento y monitorización del tratamiento de los pacientes.
La PCR se puede realizar sobre cualquier muestra, debiendo enviar aquéllas que se supone tienen más parásitos. Según el cuadro clínico, si hay lesiones cutáneas, las mejores muestras son biopsias de dichas lesiones; en su defecto, las muestras a remitir son, por orden de preferencia, un aspirado de médula ósea, sangre periférica y un aspirado de un ganglio infartado.
Si el resultado es positivo, en la mayoría de los casos indica una infección activa, mientras que si es negativo solo significa que el ADN de L. infantum no está presente en la muestra que se ha analizado.
Se recomienda repetir la PCR al mes de instaurar el tratamiento para evaluar la respuesta al mismo, a los seis meses si ha negativizado y, posteriormente, una vez al año.
El uso conjunto de la serología con la PCR aporta mucha más información que cada una por separado.
A modo de resumen, ante un perro con signos clínicos o con alteraciones a nivel hematológico o bioquímico compatibles con una leishmaniosis:
Se confirma la enfermedad si (1) hay presencia de amastigotes en la citología de las lesiones o (2) la serología da un título alto de anticuerpos.
Si la citología es negativa y la serología positiva pero con títulos no altos, se realiza PCR de las muestras recomendadas anteriormente. Si la PCR es positiva se considera que el paciente tiene leishmaniosis, y si es negativa que solo ha estado expuesto a L. infantum, en cuyo caso se monitarizará serológicamente.
Se considera enfermo si (1) se observan amastigotes en las lesiones (o médula ósea en presencia de anemia), (2) hay un título alto de anticuerpos o (3) la PCR es positiva
Al considerarse una infección no eliminable, es importante su prevención. Se pueden adoptar distintas medidas para prevenir la picadura de los flebotomos:
Evitar la salida de los perros al exterior desde el atardecer hasta el amanecer en épocas de flebotomos.
Reducir los microhábitats favorables para los flebotomos en las cercanías de la casa, así como el paseo por ellos.
Proteger el interior con mosquiteras e insecticidas.
Varios piretroides tópicos en forma de collar han mostrado su eficacia preventiva frente a la picadura de flebotomos, por lo que su uso reduce la probabilidad de ser infectado. Hay menos evidencias de la eficacia preventiva de las formulaciones en spot on y aerosol.
Recientemente en Europa se ha autorizado una vacuna (cita). Algunas informaciones indican que las vacunas en ensayo aparentemente tendrán efecto terapéutico ya que, aunque no eliminan la infección, parecen inducir una fuerte respuesta inmunitaria celular que evita el desarrollo de la enfermedad; no obstante, ésta solo se ha autorizado su uso en perros negativos a la Leishmania.
Se dispone de dos fármacos, el antimoniato de meglumina y la miltefosina, que se usan en combinación con alopurinol. Las dosis y duraciones recomendadas son:
Antimoniato de meglumina: 75-100 mg/kg SC una vez al día, durante 4-8 semanas.
Miltefosina: 2 mg/kg VO una vez al día, durante 28 días.
Alopurinol: 10 mg/kg VO cada 12 horas, al menos 6-12 meses.
Antimoniato de meglumina o miltefosina conjuntamente con alopurinol
Recientemente se ha aprobado el uso de domperidona en perros con leishmaniosis en estadio 1 (signos leves sin alteraciones hematológicas ni bioquímicas y con títulos serológicos bajos o negativos) a una dosis de 0,5 mg/kg VO cada 24 horas, durante un mes, por su efecto modulador sobre la respuesta inmune mediada por células, así como su uso preventivo a dosis de 0,5 mg/kg VO cada 24 horas durante un mes, repitiendo el tratamiento cada 4 meses.
Las larvas de distintos nematodos (Ancylostoma spp, Uncinaria stenocephala, Pelodera strongyloides, Dirofilaria immitis) pueden realizar migraciones en la piel de los perros y gatos.
La dermatitis por ancilostomas probablemente es una reacción de hipersensibilidad cutánea y se debe a una migración percutánea de las larvas de tercer estadio de los ancilostomas caninos, Ancylostoma spp y U. stenocephala, larvas que se encuentran en el suelo penetrando en la piel sobre todo en las zonas de descamación.
Por ello, esta dermatitis es más frecuente en perros alojados en condiciones sanitarias deficientes y las lesiones se encuentran principalmente en los pies u otras áreas cutáneas que contactan con el suelo.
P. strongyloides vive en el suelo húmedo o con materia orgánica húmeda en descomposición, invadiendo las áreas cutáneas en contacto con el suelo.
Según el tipo de larva, el cuadro clínico es diferente, desde una dermatitis papulosa eritematosa, más o menos pruriginosa, que afecta a zonas en contacto con el suelo (P. strongyloides, Ancylostoma spp, U. stenocephala) y que evoluciona a alopecia, eritema y piel engrosada al cronificarse, hasta pápulas-nódulos pruriginosos, principalmente en cabeza y extremidades (D. immitis).
En la dermatitis por ancilostomas es frecuente la hiperqueratosis de las almohadillas y puede cursar con artritis de las articulaciones interfalángicas.
El diagnóstico se basa en el cuadro clínico, las condiciones ambientales y, en el caso de P. strongyloides, la observación de larvas en raspados. En caso de duda, el estudio anatomopatológico de las lesiones puede ser de ayuda.
En dermatitis por ancilostomas todos los animales afectados y los que vivan en las mismas condiciones deben recibir un tratamiento antihelmíntico adecuado, y debe establecerse una limpieza y tratamiento del ambiente.
En dermatitis por Pelodera se debe evitar el ambiente donde reside el nematodo o bien modificarlo y tratarlo. La parasitosis es autolimitante por lo que solo se requiere un tratamiento sintomático (corticoides contra el prurito, antibióticos si hay pioderma secundaria, etc.).
Manual de dermatología de animales de compañía by Juan Rejas López, Ana Goicoa Valdevira, Pablo Payo Puente, Verónica Balazs Mayanz is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 3.0 España License.
Colaboradores: María J. Cabeza