Exploradores y Aventureros

GRANDES EXPLORADORES DEL MUNDO HISTORIA Y DESCRIPCION DE LOS VIAJES

Grandes Exploradores del Mundo Historia y Descripcion de los Viajes

VIAJES DE LOS GRANDES EXPLORADORES DEL MUNDO

La era de las exploraciones

La curiosidad de los europeos acerca del resto del mundo los llevó a realizar exploraciones sistemáticas en busca de oportunidades comerciales y recursos materiales, y dichas exploraciones acabaron dando lugar al establecimiento de imperios coloniales.

Los inicios

La exploración y el descubrimiento de un mundo más ancho por parte de Europa se aceleró durante el siglo XV. Los relatos de un nuevo mundo traídos por viajeros en el pasado se habían tachado de imaginarios o exagerados, pero, a partir de mediados de la década de 1400, la exploración se tornó más sistemática y a menudo respondió más a motivos económicos que a la simple curiosidad.

A partir del siglo XII, Europa había vivido una suerte de «renacimiento» tecnológico. Además, las Cruzadas habían ampliado la concepción del mundo de los europeos, que gracias a ellas habían entrado en contacto con el saber y la tecnología árabes. Entre tanto, la prosperidad y el fortalecimiento crecientes de la dinastía Yuan (mongol) en China habían propiciado el comercio y el intercambio de conocimientos con los árabes, a través de los cuales estos habían llegado también a Europa. Se establecieron nuevas rutas comerciales por mar, las cuales se sumaron a la principal ruta por tierra, la Ruta de la Seda, y permitieron ampliar las importaciones a Europa procedentes de Oriente. Y no se importaron exclusivamente artículos de lujo, sino también nuevas tecnologías que permitieron a los europeos convertirse en los grandes exploradores del mundo. Dichas importaciones, entre las que figuraban el timón con codaste, el compás magnético y la pólvora, demostraron ser vitales.

El comercio, tanto de bienes como de ideas, era un factor sumamente estimulante; la intrepidez en la búsqueda de nuevas rutas comerciales y pasos seguros a las nuevas tierras reportaba pingües recompensas económicas. Paralelamente, los europeos también se sumieron en una campaña de difusión del cristianismo que constituyó una parte fundamental de su expansión.

Marco Polo

Uno de los primeros individuos que viajó en busca de nuevas oportunidades fue Marco Polo. Hubo relatos de otros, como Preste Juan, un legendario rey y sacerdote cristiano de Oriente, pero todo apunta a que fueron ficticios. Cuando Marco Polo falleció en 1324, había visto más mundo que ningún europeo con vida. Veneciano de origen, había viajado desde su ciudad natal hasta China

a través de la India y había cruzado el océano índico para llegar al mundo árabe.

Su padre y su tío, mercaderes de profesión, habían anticipado las posibilidades de comerciar con Oriente y se embarcaron en un viaje hasta el Imperio Mongol y a través de China. Su primera expedición duró nueve años y en ella conocieron al primer emperador mongol de China, Kublai Kan. El viaje de regreso les llevó tres años y, dos años después, en 1271, regresaron llevándose consigo a Marco, que por entonces tenía 17 años.

Tardaron tres años y medio en acceder al Kan. Marco permaneció en su corte como sirviente leal durante un lapso de 17 años, en el transcurso del cual recorrió Asia de punta a punta registrando las costumbres locales para el Gran Kan. En 1295 regresó a Venecia y tres años después fue apresado por los genoveses en una batalla naval.

Compartía celda con un escritor llamado Rustichello, quien lo persuadió para que le dictase sus relatos. Se cree que Rustichello adornó las historias, pero también se dice que, siendo anciano, Marco Polo afirmó que solo había narrado la mitad de lo que había visto y que, de haberlo contado todo, nadie le habría creído. (ver Los Viajes de Marco Polo)

Aunque los instrumentos de medición significaron un avance importante, el conocimiento que proporcionaban era aún imperfecto. Durante mucho tiempo, los marinos siguieron confiando en la observación del agua, la flora y la fauna para calcular a qué distancia de la tierra se encontraban. El siguiente es un fragmento de las instrucciones que el navegante portugués Pero de Queirós escribió en el año 1606 durante un viaje por el Pacífico: “Si las aguas se ven grasosas, con hojas de árboles, yerbas, maderas, ramas, cocos y otras cosas que las olas llevan de la orilla y los ríos arrastran, es señal de que la tierra está cerca. […] Si las aves que vemos son piqueros, patos, cercetas, gaviotas, estopegados, golondrinas de mar, gorriones-halcones, flamingos o siloricos, es señal de que la tierra está muy cerca; pero si hallamos pájaros bobos no debemos pensar en nada, pues esas aves vuelan de una tierra a otra. […] Si el color del mar no es el ordinario cuando hay gran profundidad, es decir, azul oscuro, será necesario tener cuidado, y si es de noche habrá que oír los ruidos del mar y asegurarse de que no son más fuertes que de ordinario.”

Citado por JOHN R. HALE.

La edad de la exploración.

Atlas culturales del mundo. Volumen 1.

Barcelona, Folio, 1995.

ENTRE EL HORIZONTE Y LA ESTRELLA POLAR

Los problemas fundamentales de la navegación son dos: conocer el rumbo y la posición de la embarcación. En tiempos primitivos, esto se posibilitaba cuando se navegaba a la vista de la costa, teniendo como referencias distintos accidentes geográficos, como montes, promontorios o islas. En altamar, al no tener estas referencias, se recurría a los astros para mantener el rumbo, lo que está atestiguado en los poemas homéricos cuando se describe la navegación de Odiseo.

Sin embargo, no se podía aún obtener la posición del navío por este medio. Los griegos, para guiar sus naves, utilizaban la constelación de la Osa Mayor, mientras que los fenicios observaban la Osa Menor. Ambas indicaban el Norte con cierta aproximación, por lo cual podían seguir el rumbo respecto de aquéllas. Aristóteles había advertido el cambio del aspecto del cielo según nuestro desplazamiento hacia el Norte o hacia el Sur. El valor de la latitud geográfica en la que se encontraba una nave se obtenía en una primera aproximación al medir el ángulo entre el horizonte y la estrella Polar.

Este astro, situado justo en la proyección del eje de rotación terrestre, es muy útil para el posicionamiento, ya que permanece prácticamente fijo. Si nos encontramos en el polo Norte, lo tenemos sobre nuestra cabeza, es decir, a 90° del horizonte; por lo tanto, nuestra latitud es de 90° Norte. Desde el ecuador, lo veremos sobre el horizonte, por lo que nuestra latitud será 0° y, desde posiciones intermedias, lo observaremos elevado sobre el horizonte, un ángulo igual a nuestra latitud.

Actualmente, la estrella Polar se encuentra a menos de un grado del polo de rotación del cielo, pero en esa época estaba más alejada por lo que, en realidad, describía un círculo alrededor del polo celeste en cuyo diámetro (para tener idea de su dimensión) cabrían catorce lunas llenas. De esto se anoticiaron los marinos de Colón, quienes, durante la navegación, al considerar fija a la estrella Polar, se atemorizaron porque creyeron que era la aguja magnética de la brújula la que cambiaba su orientación de manera irregular. Sin embargo, Colón los calmó y les explicó el fenómeno para cuya comprobación les mostró las distintas posiciones de la estrella Polar a lo largo de la noche.

Uno de los libros de viaje mas conocidos de la Edad Alta Media fue el Libro de las Maravillas del Mundo de Juan de Mandeville (escrito entre 1357 y 1371), que influyó tanto a Cristóbal Colón como a Américo Vespucio. En su libro, Mandeville describía una serie de monstruos que vivían más allá del mundo conocido, incluidos los gigantes de un solo ojo llamados cíclopes, las criaturas con una sola pierna llamadas esciápodos y los temiblesanthropophagi, que tenían la boca en el centro del pecho.

¿Era posible que en vez de monstruos aún vivieran personas en lo que parecía el jardín del edén? ¿De algún modo habían eludido la maldición del pecado original? Y si era así, ¿cómo lo habían conseguido? Desgraciadamente, la consideración de esos indígenas como descendientes olvidados e incorruptos de Adán no casaba con el imperativo financiero de compensar la falta de tesoros de las primeras expediciones. A partir del año 1507 los relatos de los primeros exploradores europeos fueron amañados por correctores y patrocinadores varios para demostrar que las tierras del oeste eran una fuente legítima de esclavos.

Los dibujos publicados junto al segundo diario de Vespucio incluían un mapa de América del Sur, llamada América en honor al explorador italiano. También representaba a unos salvajes caníbales dándose un festín de piernas humanas asadas. Ya en la década de 1430, Enrique el Navegante había sentado precedente al describir a sus esclavos africanos como «hombres salvajes de los bosques». En sus últimos viajes, Vespucio y Colón informaron de prácticas caníbales entre algunas tribus indígenas (en concreto, los caribes). Fue una noticia de primera plana. Los caníbales -afirmaba Vespucio- copulaban con mujeres cautivas y «al cabo de un tiempo, una furia diabólica se apoderaba de ellos, mataban a las madres y los bebés, y se los comían”

Para los mercaderes musulmanes el transporte y la venta de esclavos, sobre todo de África, había sido durante siglos un negocio rentable. Los exploradores europeos del Atlántico, en cambio, descubrieron una nueva misión para los esclavos como mano de obra en el campo. En el año 1419 dos capitanes de barco al servicio de Enrique el Navegantedescubrieron la isla desierta de Madeira. A Enrique se le ocurrió explotar el lugar con la plantación de caña de azúcar —entonces tan poco común que se consideraba una especia—, conocida en el sur de España porque los califas musulmanes de Córdoba la habían traído desde el sureste asiático.

Las plantaciones de azúcar requieren mucha mano de obra, porque las cañas deben plantarse de forma manual. La abundante y barata fuente de esclavos africanos de Enrique hizo que en la década de 1450 la producción de azúcar de Madeira ya se hubiera convertido en un nuevo modelo de creación de riqueza: en efecto, cultivar productos de gran valor en el clima adecuado y con mano de obra gratuita era una actividad muy lucrativa. Al cabo de poco tiempo, todo explorador con serias intenciones de hacer financieramente viables sus empresas adoptó el nuevo método. El propio Colón introdujo la caña de azúcar en el Caribe durante su segundo viaje, el mismo en el que empezó a esclavizar a los indígenas.

En el año 1500 Madeira había dejado de ser-una comunidad autosuficiente de unos quinientos colonos para convertirse en una colonia dedicada a la plantación de azúcar con una población de 20.000 habitantes, en su mayor parte esclavos. Entre 1450 y 1500 los portugueses llevaron a más de 150.000 esclavos a sus territorios de ultramar.

Los mapas del mundo y los relatos épicos de los primeros exploradores se convirtieron en libros superventas para los editores alemanes que acababan de desarrollar la primera imprenta europea de caracteres móviles. Tradicionalmente, se ha creído que fue Johannes Gutenberg quien inventó el trascendental artefacto hacia el año 1450, aunque el primer sistema de caracteres móviles parece que fin ideado hacia el año 1040 por Bi Sheng, un inventor chino que utilizó piezas de porcelana.

Los caracteres móviles de metal aparecieron en Corea alrededor del año 1230. Pero en realidad el sistema nunca cuajó en Asia oriental, porque imprimir en una lengua con miles de caracteres diferentes resultaba muy difícil. En cambio, cuando se utilizó un sistema alfabético con sólo veintiséis símbolos, las letras reorganizables convertidas en placas de impresión trasformaron la economía de la producción de libro en gran escala. Entre los años 1504 y 1506 se publicaron veintitrés ediciones del Mundus Novus de Vespucio.

Vasco de Gama fue el primer navegante portugués que consiguió llegar a la India, en concreto desembarcó en Calicut el 14 de mayo de 1498 Su viaje demostró que la ruta que costeaba África era la vía marítima más rápida y fácil para Ilegal a Oriente. En su primer viaje, una furiosa multitud mana se burló de él y le obligó a marcharse por no tener casi nada que ofrecer a los mercaderes indios a cambio de sus especias y seda. En el año 1502 volvió De Gama a hacerse a la mar, en esta ocasión acompañado por veinte barcos de guerra.

Volvió de ese viaje con grandes cantidades de seda y oro, aun que seguía sin tener nada que ofrecer a cambio, gracias a una combinación de piratería y coacción. Su expedición proporcionó a Portugal sus primeros derechos comerciales directos y exclusivos, y puso fin al comercio portugués con mercaderes musulmanes de excesivos honorarios. Tras asaltar una barco musulmán que volvía de la Meca, Gama encerró a los 380 hombres, mujeres y niños que había a bordo e incendió el barco. El episodio fue tan salvaje como simbólico. Los dirigentes indios captaron el mensaje.

EL DIARIO DE ABORDO DE CRISTÓBAL COLÓN

Es posiblemente el más importante de los documentos relativos a la historia de los descubrimientos geográficos. El diario de navegación oficial de la Santa María recoge todas las vicisitudes del primer viaje y contiene el relato del primer encuentro con las nuevas tierras y con sus habitantes.

El texto íntegro de este diario se ha perdido. Afortunadamente conservamos una versión de él, resumida y comentada por fray Bartolomé de las Casas, quien algunas veces respeta el texto original, reproduciendo íntegramente algunos pasajes. Éste es el caso del fragmento que sigue, primera descripción etnológica de los “indios”, realizada por el propio almirante:

“Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza. Y todos los que yo vide eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos cuasi como sedas de cola de caballo, e cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás, que traen largos, que jamás se cortan. Dellos se pintan de prieto y dellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos y dellos se pintan de blanco, dellos de colorado y dellos de lo que hallan y dellos se pintan las caras y dellos todo el cuerpo y dellos sólo los ojos y dellos sólo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban por ignorancia. No tienen ningún hierro. Sus azagayas son unas varas sin hierro y algunas de ellas tienen en la punta un diente de pez, y otras de otras cosas. Ellos todos suelen ser de buena estatura, de grandeza y buenos gestos bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos y les pregunté por señas qué era aquello, y ellos me mostraron como allí venía gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, pues pronto repiten todo lo que les enseño a decir y creo que fácilmente se harían cristianos, pues me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a hablar. No vi ninguna clase de animal, salvo papagayos, en esta isla.

“Sábado, 13 de octubre. Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos como dicho tengo y todos de buena estatura, gente muy fermosa, los cabellos no crespos, salvo co-rredios y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha, más que otra generación que fasta aquí haya visto, y los ojos muy fermosos y no pequeños y dellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues esta Lesteoueste (en la latitud) con la isla de Hierro, en Canaria, bajo una línea. Las piernas muy derechas, todas a una mano y no barriga, salvo muy bien hecha.

“Ellos vinieron a la nao con almadías que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo y todo de un pedazo y labrado muy a maravilla según la tierra, y grandes, pues en algunas de ellas venían cuarenta o cuarenta y cinco hombres, y otras más pequeñas, hasta haber algunas en que venía un solo hombre. Remaban con una pala como de hornero y anda a maravilla y si se les trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillos de algodón filado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tardío de escribir y todo daban por cualquier cosa que se les diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el Sur que estaba un gran rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá y después vide que no entendían la idea. Determiné de aguardar fasta mañana en la tarde y después partir para el Sudeste, que según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudueste y al Norueste, y que estas gentes del Norueste les venían a combatir muchas veces, y así ir al Sudueste a buscar el oro y las piedras preciosas.

“Esta isla es muy grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en medio muy grande sin ninguna montaña y toda ella verde que es placer de mirarla; y esta gente harto mansa y por la gana de haber nuestras cosas y temiendo que no se les ha de dar sin que den algo, y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar; mas todo lo que tienen lo dan por cualquier cosa que les den, que hasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban, hasta que vi dar diez y seis ovillos de algodón por tres ceotis de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos habría más de una arroba de algodón filado. Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestra Alteza si hubiera en cantidad. Aquí nace en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe, y también aquí nace el oro que traen colgando de la nariz; mas por no perder tiempo quiero ver si puedo ir a topar a la isla de Cipango. Agora como fue noche todos se fueron a tierra con sus almadías.

“Domingo, 14 de octubre. En amaneciendo mandé aderezar el batel de la nao y las barcas de las carabelas y fui al luengo de la isla, en el camino del Nordeste, para ver la otra parte, qué era de la otra parte del Este, qué había y también para ver las poblaciones, y vide luego dos o tres y la gente que venían todos a la playa llenándonos y dando gracias a Dios. Los unos nos traían agua, otros cosas que comer; otros, cuando veían que yo no curaba de ir a tierra, se echaban a la mar nadando y venían y entendíamos que nos preguntaban si éramos venidos del cielo. Y vino uno viejo en el batel dentro y otros a voces grandes llamaban todos hombres y mujeres: ‘Venid a ver a los hombres que vinieron del cielo, traedles de comer y beber’.

“Vinieron muchos y muchas mujeres, cada uno con algo, dando gracias a Dios, echándose al suelo y levantando las manos al cielo y después a voces nos llamaban que fuésemos a tierra”.