Introducción a Vivir la Existencia

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Vivir la Existencia

(Segunda Parte)

Cuando expandimos la conciencia,

se crece verdaderamente en la vida.

Porque es despertando internamente,

cuando en realidad madura el espíritu.

Cuando profundizamos la esencialidad,

la existencia misma comienza a despuntar.

Porque es profundizándonos subliminalmente

cuando amanece la verdadera naturaleza del ser.

Y cuando amamos entregándonos incondicionalmente,

el cosmos entero nos da a luz en la substancia de su mayor don.

Porque es únicamente amando en la plenitud del sentimiento amoroso

cuando precisamente renacemos como conciencias supra-evolucionadas.

VIVIR LA EXISTENCIA

~ Principio para la completitud del Propio Camino ~

Aon

Dedicado

especialmente al Alma Una de la Existencia entera

sumergida en cada uno de los seres vivos y formas manifiestas,

a ella ofrendo los innumerables momentos que han producido la germinación

de estos simples párrafos nada académicos y poco profesionales.

Sí, así tal cual se oye: Vivir la Existencia… ésta es la cuestión.

Claro que filosofar acerca de lo que sería Vivir la Existencia (con mayúscula las dos palabras) y especular sobre qué cosa sería vivirla o cómo habría que vivirla nos coloca en una situación demasiado fácil y poco útil a la hora de enfrentarnos experimentalmente con la cruda realidad de los hechos, a menos, por supuesto, que consideremos que reflexionar sobre ello sea también un aspecto existencial, aunque mínimo y secundario, correspondiente a la vida propiamente dicha.

En vista de esto último, trataré de provocar algunos meros estímulos que induzcan a interesarse por semejante reflexión, e imaginando quizás, que estos incentivos puedan ser factores que medien como oportunidad para alcanzar nuevas perspectivas y horizontes de ese Vivir la Existencia en la que todo ser humano se encuentra involucrado, ya sea de manera indiferente o de modo responsable para asumir el compromiso de profundizar la experiencia.

Es evidente que no es nada sencillo pretender Vivir la Existencia en toda su extensión, aunque desde ya, quienes lo intentan ya se encuentran vivos de antemano. Claro que, lo que se dice vivir, vive cualquiera, ese no es el problema. El punto es vivir a conciencia, y esto es lo difícil. Aquí es donde se complica el sentido de esta cuestión. Porque si hablamos de conciencia despierta estaremos refiriéndonos a una auténtica sensibilidad, radiante a flor de piel, a un sentimiento amoroso expandido hacia todos y a un profundo respeto por toda vida y forma existente, sea orgánica o inorgánica. Por tal razón se dice sobre el estar consciente, que no es algo simple de digerir y asimilar.

Acá, justamente, comienza el dilema de las paradojas, porque al estar consciente de la actitud en cada acción y de los actos presenciados a conciencia, se pierde gran parte la naturalidad del ser en sí. Y si la conciencia no se expresa naturalmente significa que no se trata del auténtico despertar de la conciencia.

Para muchos de nosotros esto de sensibilizarse y que al mismo tiempo se torne natural empieza a resultar verdaderamente difícil, sobre todo en una época de enorme frivolidad, superficialidad, indiferencia y hasta de inhumanidad, donde la ley del más fuerte sigue siendo el valor más sobresaliente de la competividad cotidiana, y el estar a la defensiva es la manera forzada para lidiar contra el egoísmo absorbente imperante y el trato malicioso de quienes descargan sus propias miserias en los demás. Sí, lamentablemente estas son algunas de las características indeseables del siglo 21, y eso que no son éstas las más graves.

Así que, Vivir, vive cualquiera, y disculpen la expresión, pero hasta una persona en estado de coma cuatro está viva de algún modo aunque clínicamente la consideren muerta, porque incluso existe una remota posibilidad de que pueda volver de ese estado. Para mí una persona en esta situación sigue estando viva. Ahora bien, que se quiera interrumpir una forma de vida así, es otra cuestión, pero la persona está viva. Lo mismo ocurre con un embrión en las primeras milésimas de segundos, porque también está vivo, ya que una célula está viva, y si me permiten, de acuerdo a lo que he aprendido, también un átomo está vivo. Pero el punto crucial, vuelvo a decirlo, es vivir a conciencia, y no solo estar vivo.

Es un hecho comprobado de que hay quienes viven como muertos, tan embotados y obnubilados, tan esquematizados o poseídos por una mentalidad aplanada, regocijados en la mediocridad, que les resulta casi imposible aspirar a otra forma de vida, con mira mucho más amplia y vasta, por lo que no saben vivir ni interna ni externamente de la manera espléndida que podrían hacerlo. Destaco la expresión “como podrían vivir, lo que no significa: “como deberían vivir”; y en esto hay una marcada diferencia. Porque el ¿cómo debería vivirse? sólo puede ser estipulado por una doctrina autoritaria, ya sea religiosa, política o simplemente dictatorial. Pero, el ¿cómo podría ser vivida?, implica una visión personal de reformulación permanente, capaz de integrar distintas variantes dentro de su esfera de acción, para combinar diferentes posibilidades vivenciales en una misma experiencia.

Sería como si ante un espectáculo extraordinario sólo nos quedásemos con algunos de los títulos de la presentación o con un insignificante adelanto fragmentado que condensa un popurrí de escenas mezcladas, y creer que con ello se ha captado la esencia de la obra.

Así es también la existencia humana. Algunas personas apenas se aferran a un mero momento o etapa de su vida argumentando que eso es toda su historia, mientras que otros, por pretender captar la composición completa se pierden en innumerables partituras inconclusas, todas parciales y a medias, por lo que nunca pueden llegar a sentir la plenitud de una sinfonía completa.

De este modo nos encontramos la mayoría de los mortales, entre lo que pudo ser y lo que no ha sido. Esta es nuestra verdadera miseria, la que no depende de la pobreza extremada o de la riqueza despilfarrada, sino de insatisfacción, de absoluta insatisfacción; esa insatisfacción que se manifiesta siempre que nos acercamos al momento de evaluar lo que hemos hecho de nuestras vidas en relación a lo que hemos soñado o simplemente imaginado o querido que fuera.

No obstante, existe una trascendente compensación que equilibra esta falencia disolviendo la insatisfacción; posibilidad que si no se presenta en la vida de cada uno, no es porque no se pueda, sino porque no se le ha dado la suficiente cabida para que se manifieste, generalmente a causa de estar tan encerrados en sentimientos limitados, en pequeñas ideas, en pensamientos estrechos auto confinados a unas pocas palabras, las que son pensadas una y otra vez, las mismas palabras, las mismas ideas, revueltas y maceradas con los reiterativos pulsos eléctricos que redundan en una mentalidad minúscula.

Por lo tanto, para abarcar una visión holística del Vivir la Existencia, es primordial comprender que volverse permeable y susceptible a nuevas ideas, es lo esencial para permitir alguna posible transformación y ampliación de las percepciones, las que traerán a su vez un nuevo entendimiento menos condicionados a las falencias que se enquistan en la personalidad.

Por esto mismo, lo único que le pido al lector, es dejarse llevar por las siguientes premisas que trataremos a continuación. Nada más que eso. Sin ofrecer resistencias para no ponerse rígido, porque de otro modo, la comunión entre lector y las ideas expresadas será imposible, y justamente esta comunión con la idea es lo que precisamos para abordar la propia experiencia de Vivir la Existencia desde un ángulo no tan común o formal, que aunque éste no sea en absoluto el verdadero, será indudablemente nutritivo si se le posibilita sumarse a las concepciones sapienciales que cada uno acuna en su interior.

Claro que esta propuesta no será de ningún modo constructiva si se incorporan las siguientes premisas de manera mecánica o dogmáticamente como el mandato subliminal de alguien que lo dice con convicción, sino, por el contrario, éstas han de asimilarse por el mismo proceso de la propia reflexión profunda, que surgirá de la fricción generada entre pensamientos contradictorios e ideas antagónicas que no sólo tenemos desde que nacimos, sino que además intentaré facilitar y fomentar a su vez con múltiples paradojas coherentes mediante distintos modos de razonar, con aseveraciones polémicas que todos sabemos pero nos cuesta admitir, y mediante premisas punzantes que calan en nuestras virtudes y defectos negados en sus extremos.

Entendido este propósito, extirparemos el misterio que envuelve a nuestra esencia, claro que, sin antes adorar hondamente dicho misterio. Desandaremos entonces el camino de todo lo que hemos vivido hasta la edad que tengamos en este preciso momento, no para denostar de algún modo la experiencia particular que cada uno haya tenido, que en sí es lo más valioso para recrearnos a partir de ella una y otra vez, sino tan sólo para sopesar si es factible incluir alguna pauta más, que añada otro valor adicional al sentido que le hemos dado a nuestra vida. Esto será: Vivir la Existencia.

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Si alguien está realmente interesado en <vivir la existencia>, digamos más precisamente, su propia existencia y la macro-Existencia que lo rodea… si alguien está dispuesto a vivir la Vida de verdad, la auténtica vida, no esa que ha sido inventada por la cultura y por la educación manipulada por las distintas generaciones según las “buenas” costumbres, sino, antes bien, la vida natural (esa que realmente es parte vital del ser humano de todas las eras desde el origen del mundo), esa vida simple y espontánea que no se detalla en ningún libro, que no se enseña en ninguna escuela, que no le cabe ninguna definición o parámetro establecido por los “académicos de la inteligencia” o sabelotodos (01a); me refiero a esa vida que palpita incólume en lo más profundo de toda persona y de todo ser, y por qué no, que palpita en toda forma, sea orgánica o inerte… esa vida que se encuentra de manera tácita en toda la madre tierra latiendo por doquier, en el universo entero, y, por supuesto, dentro de cada uno. En cada uno, dentro y fuera… en todos, en todo lugar y en todo momento. Sí, así es la vida subliminal… y si alguien anhela fervientemente vivir la existencia en toda su inmensidad, en todo su esplendor, en su misma esencialidad, en su valor eterno e inmortal, pues bien, querido lector… sólo es necesario expandir el sentimiento amoroso, amar y vivir en el amor.

El amor es la respuesta.

Amor… amor… y claro que suene trillado, porque hoy en día se ha vuelto una pobre palabra gastada sumamente manoseada y tan usada hasta la aberración. Un tesoro del corazón bastardeado por muchos que poco entendieron el verdadero sentimiento ni tampoco supieron del efecto que produce su mera mención cuando se trata de la boca apropiada y de los oídos adecuados. Dictadores, inquisidores, dogmáticos, déspotas, fanáticos, destructores de la vida y tiranos del libre pensamiento y de la conciencia independiente, irónicamente han esgrimido de manera muy elocuente la palabra “amor” como si realmente supieran de lo que estaban hablando... tal como si fueran doctos del sentimiento amoroso, señalando con sus dedos anquilosados las formas de un amor que jamás pudieron saborear.

Este es el dilema… ésta es la paradoja que cada uno debe sortear y resolver, porque aunque existen muchos seres humanos muy sensibles que no se comportan de manera inhumana… tampoco significa eso que ellos tengan muy en claro el verdadero sentido de amar y el auténtico significado del amor…

Amar no es querer como algunos creen... no es el aprecio que se siente hacia los bienes materiales que uno mismo con esfuerzo ha conseguido, o querer labrarse un provenir de éxito y opulencia o estar apegado a las posesiones terrenas, tampoco es ese sentimiento de auto idolatría o de egoísmo positivo que se confunde con el quererse uno mismo o amor a uno mismo; tampoco el amor es ese querer posesivo dominante que se disfraza de sincero afecto cuando no se trata más que de poseer al otro como si fuera un objeto propio, ni tampoco es amor el sometimiento y el control sobre alguien (aunque fuera por su propio bien <según suele argumentarse>); nada de esto es amor de modo alguno. No es amor sentirse dueño de las personas o sentirse superior a los demás por tener la capacidad de brindarles ayuda o por ser poseedor de mayor experiencia y tener la habilidad para transmitirla.

No se trata de verdadero amor cuando el sentimiento está limitado únicamente a las propiedades personales y sólo a los seres con los que nos relacionamos y que consideramos “nuestros seres queridos”… eso no es amor, tal vez sea algo parecido pero no amor... quizá, como lo dice la misma palabra “seres queridos” se trate tan sólo de querer, no más. Que está muy bien que se quiera así, pero que no hay que confundir con amor, porque de lo contrario, se distorsiona el único canal capaz de conectarnos con la esencia de la existencia y con un grado elevado de conciencia expandida.

El amor es algo muy distinto al sentimiento comúnmente expresado, pero al ser rotulado dentro de un patrón cultural establecido, sumamente restringido a códigos decadentes (que son tomados con tanta naturalidad), da la falsa idea de que todo el mundo sabe amar; pero en realidad, pocos son capaces de amar de verdad o de expresar el verdadero amor... al menos en este siglo XXI se ven muy pocas expresiones genuinas de amor, sí de querer egoísta, de ansias por las posesiones, sí de intereses creados y anhelos competitivos, sí de egos que quieren imponerse y acaparar personas para sí de la misma manera que a las cosas, de quienes quieren ser el centro de los vínculos y las relaciones, de quienes quieren controlar su medio o ámbito, de quienes construyen su propio imperio psicológico por pequeño que fuera para sentirse emperadores de estos reinos ficticios; sí se ven muchas expresiones de apegos patológicos y pasiones enfermizas, pero muy pocas de verdadero amor. Es muy común “amar” a quienes están de nuestro lado hasta que dejan de estarlo, a quienes piensan como nosotros hasta que dejan de pensar igual; es fácil “amar” a quienes comparten nuestros fanatismos políticos, religiosos, deportivos, etc., pero, justamente por esto mismo no se trata de amor.

Claro que no hay culpables ni responsables de la deformación o declinación que afecta al amor que se expresa en la actualidad, ya que este hecho responde naturalmente tan solo al devenir inexorable de las circunstancias, llegando al extremo que caracteriza a esta civilización basada en un modelo de amor poco amoroso e incapaz de integrar al conjunto o de dar libertad al individuo que se ama; porque este modelo de amor excluye la percepción, la visión y el sentimiento de poetas y filántropos, de guías o vanguardistas de todos los tiempos y de esos seres humanos que han experimentado de verdad el auténtico amor: ese amor incondicional e impersonal, sin barreras ni fronteras; ese amor que ama justamente la total libertad y la felicidad del ser amado y de todos los seres sin excepción, más allá del propio sufrimiento, aun cuando uno mismo no sea correspondido, aun cuando uno sea perjudicado por el amor ofrecido; amando desinteresadamente sin importar lo que el otro piense o si siente o no igual que uno.

Para ser más específico, digamos que si el amor no está acompañado por una clara conciencia de desapego, del desapego que se encuentra implícito en la misma médula del sentimiento amoroso, no es amor en absoluto. O sea que, estamos diciendo que el amor sin desapego amoroso en todos los órdenes, no es amor de ninguna manera... es querer, es poseer, es desear, es necesitar de la dependencia, es costumbre, es fanatismo, es apego, es pasión, y también puede ser bondad, respeto o simpatía, e incluso, puede ser la complacencia de los caprichos cumplidos, esos que han estado pendientes desde el pasado (desde la niñez), pero no se trata de amor; incluso el idealismo o el altruismo por elevado que fuera tampoco es amor. Aún más, existen otras varias decenas de actitudes y comportamientos diferentes que muchas personas suelen confundir con amor, y por ello aseguran y reafirman diciendo que “esa es su forma de amar”, pero nada de esto es amor. Al punto de que incluso sentirse enamorado, tampoco es amor, es enamoramiento, pero no amor.

Porque el sentimiento afectivo real y la ternura que se encuentra libre del condicionamiento que ejerce todo interés personal, compone la verdadera sinfonía del amor.

Así, cuando el sentimiento amoroso es desapegado de verdad, eso es realmente amor.

Precisamente, justo en este tópico han fallado innumerables religiosos, humanistas o artistas de la humanidad, que creyeron amar fervientemente o pasionalmente la causa de sus respectivas obras o emprendimientos y descuidaron el desapego que sostiene al verdadero amor.

Lo mismo sucede con muchos ecologistas (01b), ya que aún amando la vida y a la naturaleza pierden de vista lo esencial, principalmente a causa de no haber experimentado el desapego hacia aquello que aman. Porque el apego en sí oscurece aunque se ame intensamente; sí, así es, el apego enturbia incluso a la fuerza más poderosa del amor... el apego rebaja al amor, y finalmente lo destruye.

Amor sin desapego no es amor.

Y las formas de apego que pueden expresarse son incontables, y en todos los casos el apego es un síntoma de fracaso en cualquier acción, aunque uno esté sintiendo algún nivel de amor genuino.

Si antes decía que existen varias decenas de actitudes y comportamientos que se confunden con el amor, ahora podemos decir que además existen todavía muchas actitudes y comportamientos más que constituyen expresiones y sub-expresiones del apego. Por lo tanto, entre las formas que se confunden con el amor y las formas de apego que se producen, podríamos decir que el sentimiento amoroso real se ha vuelto una vivencia sumamente escurridiza.

Así, ¿qué decir si además de la desmedida ausencia de desapego agregamos la falencia de no expresar ningún indicio de amor?, tal como se evidencia en el caso de algunos políticos que aunque simulan esmerarse por el bien social o por brindar un servicio benéfico a la comunidad, destilan por cada poro de su piel el verdadero motivo que encubren, que es el de allanar mediante la artimaña política la concreción de sus propios intereses personales y de su bienestar material. También se ha oído a estos desvergonzados mencionar la palabra amor o hacerse fotografiar durante las campañas pre-elecciones con niños carenciados como muestra indirecta de su “sensibilidad” y gran “amor”... pero por estas mascaradas, muy lejos se encuentran tales personas del verdadero amor.

Por eso digo que la mayor causa del fracaso de esta gente (01c) estriba en no haber captado que el amor y el desapego están unidos en toda obra u acto constructivo dedicado al bien de todos. Cuando se hace un bien a alguien a partir de experimentar el sentimiento amoroso, resulta que el desapego (como desalojo del ego) es la destilación más pura de la conciencia... entonces sí, a partir de esto se nutre el verdadero amor.

En síntesis, digamos que sin el sentimiento amoroso adecuado nutrido por el verdadero amor y desapego simultáneo, difícilmente pueda aceptarse y celebrar el misterio inherente a la existencia, ni tan siquiera será posible considerarlo en lo más mínimo, por lo que será imposible vivir la existencia. Experiencia que se diluirá como bruma entre los dedos.

Por el contrario, si el Misterio es llevado a las profundidades del sentimiento más pleno y expandido que brota del amor desapegado, se torna maravilloso… Y esas profundidades del amor desapegado se encuentran allí donde el Ser, la vida, el hálito, el momento presente, la inmensidad de la inconmensurable sapiencia natural, el espléndido ajuste ordenado de la leyes universales, la magnificencia de la conciencia que pulsa con el arrobamiento amoroso incondicionado, se vuelven uno, unificados en un todo indivisible, como una unidad completa en sí misma, integrada por todas las insignificancias y grandezas de la existencia percibidas en su esencia… entonces, justo en ese plano de percepción subliminal, el Misterio es espléndido y maravilloso a la vez… y las in finitas formas manifiestas ya no se captan como relativas y fugaces o efímeras e ilusorias, sino, eternas, infinitas, omniabarcantes y trascendentes.

Porque justo allí es cuando, finalmente, se descubre que el Misterio es algo sagrado, y el gozarlo es una vivencia espiritual, libre de toda fórmula racional o dogmática, por lo que nunca más vuelve a temérsele y, entonces sí, el espíritu ya nunca más se acongoja a causa de su realidad, sino, al revés, se siente bendecido de poder entregarse al despertar del inmenso potencial latente que estriba en la misma esencialidad del misterio innato de todos los seres.

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Bueno, aclaremos que lo dicho anteriormente acerca del sentimiento amoroso y del amor desapegado corresponde a la última carilla de este ensayo, es decir que hemos comenzado por el final, por lo último, incluso, por el último renglón del último capítulo. Reconozco que me he adelantado un poco.

Este ensayo acerca de “vivir la existencia” debía terminar con el corolario del “sentimiento amoroso” y lo que implica experimentar el “amor desapegado”… puesto que esta tesis se resume en el amor y en ninguna otra cosa.

Así que, ya que hemos empezado por el final del libro y dimos a conocer el último tema, no tiene motivo ni lógica que a continuación sigamos por principio del mismo, o sea, que vayamos a los primeros capítulos... ¿para qué? Ahora que sabemos el final, pasemos directamente a la tercera parte de esta serie de ensayos.

Ya había escrito hace tiempo la primera parte de este libro (“Vivir la Existencia (I)”) la que fue publicada y distribuida en diferentes ámbitos; y se suponía que estos escritos serían la segunda parte, pero que ahora no tiene ningún sentido continuar ya que he presentado el final de los mismos.

Por lo tanto, dejemos la segunda parte así tal cual está, sin agregar más, y pasemos directamente a la tercera parte de Vivir la Existencia.

Para dar inicio a esta tercera parte (01d) (libro III) de “vivir la existencia”, aclaremos previo al desarrollo de otras cuestiones, que el hecho de que en la segunda parte de este ensayo haya escrito con tanta seguridad acerca de lo que es el verdadero amor, no significa esto que tenga alguna facultad para saber realmente lo que es el amor, sino que tan sólo he escrito acerca de ello como un simple observador que ha vislumbrado ciertas circunstancias que están sucediendo hoy en día en la sociedad globalizada que nos toca vivir, dónde la principal educación parte de los modelos mediáticos, los que a su vez reflejan el deterioro y la decadencia de los valores sociales que son ensalzados en la actualidad pero que alguna vez fueron repudiados por nuestros antepasados.

Pues, claro está que si las sociedades, en su mayoría, se encuentran obsesionadas en esta dirección de la frivolidad como eje trascendente de la experiencia personal y colectiva, sostenida por la insensibilidad y la degradación ética a causa de la indiferencia hacia el prójimo y a causa de la ambición materialista o en función de la sumisión ciega a la carrera desenfrenada por la posesión de bienes a través de conductas decadentes, y se elige vivir anestesiados en el consumo por el consumo mismo, e indiferentes al despilfarro que desemboca en el quebranto de la misma organización social, demuestra que difícilmente podrá modificarse esta tendencia autodestructiva hasta no tocar fondo.

Es decir, si el deterioro espiritual es a causa de una desequilibrada obsesión que afecta culturalmente a la civilización del tercer milenio, no se producirá ningún cambio colectivo hasta que toda la sociedad caiga en lo más bajo inimaginable. Recién a partir de allí podría esperarse algún cambio auténtico para despegar de la declinante conducta social.

Así que no se trata tanto de saber cómo es el amor verdadero, sino de tener muy en claro lo que no es, para no dejarse persuadir por quienes fingen ser conocedores del sentimiento amoroso mientras inculcan distorsionadas pautas masificadas que prometen el éxito en la vida, pero que al final sólo terminan socavando el espíritu y lo despojan de todo contenido sublime de lo que realmente es esencial.

Entrar en Vivir la Existencia (Parte 3)

ensayo en composición ...

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