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“Todo ser humano refleja a través de sus actos, del comportamiento,
de los pensamientos y sentimientos,
lo que guarda en secreto en lo más profundo de su alma.
Y para interpretar correctamente las raíces de tales reflejos,
es necesario abrirse a una conciencia expansiva,
no fragmentada, no disociada,
pero sí integrada y amplia,
para distinguir aquello que se encuentra más allá de los límites de la mente
impuestos por la herencia y el condicionamiento establecido.”
En el primer capítulo hemos tratado la importancia de conocerse a sí en la más profunda esencia. Aunque también dijimos, que el autoconocimiento como tal, es un rótulo condicionante más a la hora de liberar la conciencia de todo parámetro relativo de invención humana que impide adentrarse en lo puramente esencial sin ningún tipo de contaminación teórica y especulativa. Sin embargo, a pesar de esta inconveniencia, igualmente será necesario medirse con el autoconocimiento a fin de poderlo trascender cuando el despertar de la conciencia expansiva así lo requiera.
El camino de realización interior exige la trascendencia del camino y de la realización misma, para que verdaderamente se trate de una realización auténtica.
Por lo tanto, para que pueda ocurrir la liberación que desencadene la trascendencia, se precisa que exista ante todo, el factor a trascender y el condicionamiento del cual hay que liberarse, de lo contrario no habría ningún motivo.
En este caso, y sólo por la razón que estoy mencionando, el autoconocimiento es válido únicamente si se lo toma como ese factor y ese condicionamiento preliminar del cual liberarse y trascender.
Por eso, cuanto más arraigado se encuentre el auto-conocimiento más extraordinaria será la liberación y más elevada la trascendencia.
Establecerse en un camino iniciático y transitarlo con profunda convicción para luego desandarlo y olvidarlo, es la realización suprema vivenciada por todo caminante de la auténtica senda interior para el desdoblamiento de la conciencia superior. Quedarse en él, por excelente que fuera, es apego al soporte, dependencia al medio e incapacidad para saltar del nido y echar a volar en la inmensidad del camino existencial incondicionado.
«Para comprender mejor este asunto del pensamiento paradojal, por el que se llega a vislumbrar, por ejemplo en este tema, lo importante y lo absurdo del autoconocimiento, por el que ninguna idea es completa hasta que no se piense su contraparte y se integre, sugiero leer las dos partes del libro intitulado: “Antifilosofía Neotaoísta”, el cual puede descargarse desde los siguientes links:
La primera parte:
http://www.centrodeltao.com/_libros_de_aon/1_co/C.O.02(A)_AntifilosofiaNeotaoista.pdf
La segunda parte:
http://www.centrodeltao.com/_libros_de_aon/1_co/C.O.02(B)_AntifilosofiaNeotaoista.pdf
Allí se encontrarán abundantes definiciones sobre el pensamiento paradójico de la contradicción complementaria para acercarse a una concepción integral de las cosas.»
Ahora sí, aclarado esto, prosigamos con el segundo capítulo de este ensayo, para poder viajar así por <el camino del autoconocimiento> que se orienta <hacia uno mismo> siguiendo el trayecto de exploración esencial del ser humano.
Segundo Capítulo de la 3ª parte:
. . . HACIA UNO MISMO
Claro que para autoconocerse, previamente es necesario ser uno mismo. Porque si no se es uno mismo, ¿qué es lo que se va a conocer?
Para empezar digamos que conocer lo que No Es, es mucho más difícil que conocer lo que Es; y por supuesto que, sabiendo lo que No se Es, es posible llegar a saber lo que Sí se Es.
Conocer lo que hemos prefabricado de nosotros mismos va a ayudar en algo, pero esto aún no es suficiente; porque para conocerse verdaderamente, primero hay que ser uno mismo. Sólo entonces es factible un profundo y verdadero autoconocimiento.
Pero ser uno mismo no es un mero accidente o un simple decir, sino que, es mucho más que eso; por ejemplo, en mi caso (como en el de muchos), generalmente elijo ser yo mismo aún cuando paralelamente no soy yo mismo. Esto suena como otra paradoja, y en este caso no es tan difícil de explicarla, y es lo que voy a intentar a continuación.
Es como elegir ser no-ser... se oye raro, pero existen muchísimas personas que proceden igual.
Y quiero aclarar que escribo de mi no por una cuestión de egolatría, antes bien, para que el lector sepa que lo que se está describiendo no se trata de poesía o de una simple teoría. Todos estos argumentos corresponden a una experiencia vivencial personal profundamente analizada, y no digo esto con jactancia o presunción, sino tan sólo motivado por establecer el contexto exacto que sostiene lo que se está exponiendo.
Comentado esto, declaro que muchas veces dejo voluntariamente de ser yo mismo y ya no soy el reflejo de mi verdadera naturaleza, por lo que sigo siendo yo mismo a partir del acto voluntario; es decir, no es que no soy yo mismo de manera inconsciente, sino por el contrario, no soy yo mismo muy conscientemente de lo que soy cuando decido no ser. En otras palabras, suelo decidir no ser lo que realmente soy, sino algo autoelaborado y producido por mí mismo, o sea que: Soy yo produciéndome a mí, a partir del mismo radio de conciencia. Y esto no es tan sencillo de reconocer aunque se explique muy fácilmente. Sería más simple asegurar que siempre soy yo mismo, pero no sería la verdad. Por eso tengo que decir que ciertas veces no soy yo mismo.
La paradoja en sí es que cada vez que consideramos que somos nosotros mismos, algo de lo que pura y esencialmente somos comienza a dejar de ser. Esta es la contradicción. Por eso, tener una conciencia desprejuiciada en cuanto a no ser uno mismo, ayuda a retornar a la fuente de autenticidad y substancialidad que refleja lo que verdaderamente somos en las profundidades del ser esencial.
Cada vez que pensamos que somos nosotros mismos, inexorablemente no lo somos. Por eso, si consideramos que no somos, seguramente en eso estaremos siendo más auténticos y reales.
De todos modos, existe otra razón por la que el ser humano que ha comenzado a dar sus primeros pasos por la exploración interior puede elegir no ser él mismo... justamente porque en el instante que se comienza a ser uno mismo se produce un terrible dolor en el pecho. Y este es un dolor que cuesta mucho soportar, porque incomoda sobremanera al alma.
Claro está, únicamente en esos momentos que desaparece el dolor, cuando la incomodidad no tiene a quien incomodar porque el ego se hace a un costado, recién allí se puede ser uno mismo naturalmente, o sea, sin la percepción de ningún dolor y de ninguna incomodidad. Por supuesto que muchos seres humanos hemos sido uno mismo aún con incomodidad y con dolor... pero ésta es una batalla que no debe sostenerse cuando la persona se encamina por la senda de la total Realización interior. Entrar en guerra con uno mismo es inconducente al desperar de la conciencia expandida.
Por eso, en mi caso, algunas veces prefiero ser ese producto elaborado por mi mismo antes de ser yo mismo, y de este modo, no tener que lidiar con esa guerra interior.
Sí, el pecho es el que duele e incomoda al extremo, porque allí es donde se produce la batalla entre lo positivo y negativo que hay en cada uno. Y el dolor está en el pecho porque se trata de la verdad, y la verdad está en el corazón, y la verdad es frecuentemente dolorosa y molesta al corazón cuando trata de lo negativo que reside en los seres humanos.
Incluso los que se jactan de preferir ante todo la verdad, se los ve escapando de la realidad negativa que no quieren sopesar de su propio ser. Claro, tan sólo contemplan la verdad que les conviene, esa que no los toca completamente ni remueve nada en su interior... pero esto no lleva a la transformación, porque la verdad selectiva sobre uno mismo no sirve para concientizar el verdadero ser ni para progresar en el autoconocimiento esencial de si.
Y cuando el ser humano es uno mismo en su composición negativa y positiva, entonces eso mismo es la realidad de su ser, y sólo entonces, cuando se es uno mismo, recién allí se expresa y plantea la verdad. Y como dije antes, la verdad causa generalmente mucho dolor en el pecho. Por eso es que para reconocer y aceptar la verdad hay que estar sumamente preparado, de otro modo se la distorsiona o se la pasa por alto adrede, acomodándola a los propios intereses y beneficios, creyendo que así se la asimila mejor. Pero esto no es la verdad.
Generalmente, éstas son reacciones subconscientes imposibles de manejar, por eso es tan necesario el despertar de la conciencia. Estar preparado y despertar conciencia es el propósito prioritario del camino de Realización... ¿y cómo hacerlo? dándose cuenta de lo esencial.
Tratemos de ver este asunto desde diferentes perspectivas a fin de evitar encasillarnos en una limitada idea, de tal manera que la contradicción complementaria ayude a ampliar la mente y la comprensión.
Digamos que la primera etapa del auto-conocimiento es sumamente dolorosa porque tan pronto comienza a bucearse en la propia naturaleza humana, se toma conciencia de todos los atributos característicos de su inexorable condición. Entonces afloran las articulares bondades y miserias humanas.
Y como nadie nace iluminado o santo, es obvio que muchos errores y equivocaciones se han cometido hasta iniciar el proceso del autoconocimiento que exige la inmersión interior. Un camino que generalmente se comienza ha transitar de adulto, o al menos, luego de unos cuantos años de vida de aprendizaje basado en la prueba y error. De este modo, el autoconocimiento es la mejor oportunidad para comenzar a tomar conciencia de las propias faltas cometidas a lo largo de la vida. Pues si no es en este momento, la oportunidad no llegará nunca y se perderá la posibilidad de profundizar lo extraordinariamente positivo de lo esencial. Porque si no se atraviesa primero lo negativo, de qué modo podría producirse la trascendencia liberadora, ese magnífico suceso conducente a la realidad sublime y positiva de nuestra propia esencia.
Desde ya que esta primera etapa del autoconocimiento no es nada simple, porque, por un lado, allí dentro te encuentras con la rectitud, la honorabilidad, el respeto, la benevolencia, con la dulzura y el amor, con la abnegación y el sacrificio, con la honradez y la dignidad, con la solidaridad, el sentimiento filantrópico, el humanitarismo y con numerosas virtudes más.
Pero, por otro lado, allí mismo te encuentras también con el egoísmo, la hipocresía, la envidia, el desprecio y la mentira, con la maldad, el deshonor y la injusticia, con la indiferencia, la discriminación, el odio, con la crueldad y con incontables defectos más.
Son como el cielo y el infierno coexistiendo dentro del ser humano... en uno mismo.
Por eso, cuando el autoconocimiento comienza a suceder profundamente, estos comportamientos de los seres se hacen sentir notablemente, y así se inicia un movimiento interno doloroso. Porque ningún ser humano, desde que existe la humanidad, se encuentra exento de ellos. Y duele el impacto que, desde esa perspectiva de enorme sensibilidad que acompaña al auténtico conocimiento de si, provoca reconocer que uno mismo es así, que en mayor o menor grado se tienen diferentes virtudes y defectos. Y el punto no es medir en qué proporción se es o no de tal o cual manera, sino aceptar que somos así.
Ahora bien, si no se experimenta ningún dolor en la primera etapa de exploración interior se debe a que ni la sensibilidad ni el auto-conocimiento han comenzado a madurar o, peor aún, es porque todavía prevalecen aspectos negativos como la indiferencia o el autoengaño que impiden ver con claridad la verdad de lo que uno es.
Y no hay que confundirse con el hecho de saber intelectualmente (como mera información) que las actitudes descritas son, en mayor o menor medida, parte de todos los seres humanos, porque el autoconocimiento no pasa por la razón discursiva ni por la especulación intelectual, sino que se produce en un elevado nivel de conciencia, y esto es diametralmente opuesto a las nociones cerebrales.
Ciertamente, el significado de autoconocimiento involucra un “darse cuenta” no-racional, lo que conlleva a un despertar espiritual. Y justamente en este plano es donde duele y se sufre por esa condición desagradable de la naturaleza humana.
Por eso mismo, este sufrimiento es inevitable en quienes han comenzado a tener algunos vislumbres de espiritualidad y en quienes transitan el camino de contemplación interior.
Es evidente que si sólo se viera lo bueno de uno mismo, entonces no sería en absoluto un verdadero autoconocimiento, sino, apenas una parcial apreciación simpática de uno mismo. Por otro lado, evadir el dolor significaría escaparse de la realidad completa de ese mundo interior caracterizado por ser la cuna de la felicidad y la recepción del sufrimiento, cayendo así en la cómoda conformidad de un enfoque arbitrario de lo que somos.
Debido a estas dificultades se dice desde la antigüedad que el camino de auto-Realización es para valientes, ya que la senda en la que el espíritu evoluciona no está tapizada con pétalos de rosa, por el contrario, está repleta de pedregullos polvorientos y cardos por doquier.
Por supuesto que los defensores del positivismo de la new age dirán que la vida es linda y que está todo bien... pero con repetir todo el día el pensamiento programado de que uno es puro y santo no resultará en ninguna forma de crecimiento. Más tarde o más temprano la vida misma se encargará de poner las cosas en su lugar, y aquellos que piensan así tendrán que reconocer alguna vez que vivían en una fantasía descomunal, y, a partir de esta decepción, recién podrán avanzar por el verdadero auto-conocimiento.
Más allá de estas primeras dificultades, recordemos que el autoconocimiento también cuenta con una segunda etapa a la que se llega naturalmente. Una vez atravesada la primera, lógicamente se inicia la segunda. Y esta segunda etapa introspectiva de profunda introversión meditativa, se pone en evidencia con el descubrimiento de la verdadera naturaleza, y ésta nada tiene que ver con la naturaleza humana negativa y positiva, sino con la esencia misma del ser humano. Y la esencia humana, denominada “verdadera naturaleza”, conforma una unidad indivisible con el substrato de la vida universal y con la existencia misma, con esa dimensión subliminal detrás de toda forma.
En este estado dimanante del autoconocimiento llevado a su pináculo y plenitud, no existe dolor ni felicidad, porque desaparecen los motivos de todo sentimiento y pensamiento positivo o negativo, y sólo permanece la conciencia expandida hasta el plano infinito de la inmortalidad psíquica y substancial.
En conformidad con esto, tenemos que la felicidad y el dolor de la primera etapa del autoconocimiento es lo impulsa a crecer y a mirar la vida desde otra óptica mucho más completa, lo que además permite estar mucho más consciente de la realidad integral que abrigamos.
Sin embargo, la realidad integral es tan vasta y multifacética, al punto de que incluso el no ser uno mismo también es una realidad, tanto como el ser uno mismo. Por otro lado, ¿quién puede decir cuál de estas dos realidades es la mejor? Seguramente que nadie podría dar una respuesta definitiva, porque las dos realidades cumplen un valor esencial en la vida, de lo contrario, no existirían. La Existencia no hubiera permitido la posibilidad de no ser uno mismo si ello no fuera importante o si no le correspondiera también un lugar especial dentro de la realidad psicológica y cósmica donde todo esto acontece.
Evidentemente, el no ser uno mismo también tiene su importancia, porque el no ser uno mismo de vez en cuando, trae un enorme descanso, ya que también es otra forma de liberación. Incluso, el dejar de ser uno mismo converge en la gran liberación para la sabiduría oriental.
De todas maneras, el equilibrio entre ser y no ser es precioso, porque tiene el sabor maravilloso de la integración, ya que el verdadero equilibrio se fundamenta en el cambio permanente... el equilibrio es el sublime gusto por el cambio permanente, fundado en la permutación sucesiva, de ser un día uno mismo, y al otro día dejar de serlo; y cada día, ser distinto.
Aunque los cambios sean mínimos, es sabroso y enriquecedor percibirse diferente cada día, porque es la base para sentirse renovado y mantener la capacidad de asombro ante cada circunstancia por insignificante que fuera a causa de verse como un nuevo ser relacionándose con la vida y fascinándose con la existencia; porque esto hace al sentimiento de sentirse vivo. Por lo tanto, el no atarte a una determinada formalidad o forma de ser, a una sola expresión de la personalidad, a un pensamiento y sentimiento en particular, es el modo en que el espíritu se desarrolla sin necesidad de tener que encarnarse en numerosas vidas. Este es el camino para no condicionarte a un modelo rígido como sucede también con la premisa invariable de ser uno mismo a través del autoconocimiento.
A mi me apasiona ser yo mismo, pero también, me causa un deleite inexplicable no ser yo mismo. Todo depende de cómo me imagine ese día ser o no ser. Y esto no altera para nada la conciencia de lo que soy esencialmente, a partir de lo cual, justamente soy y no soy al unísono y ni soy ni no soy.
Dicho de otra manera, si ese día no me resulta un desafío ser yo mismo, entonces no soy yo mismo, así de sencillo. Si ese día presiento que ser yo mismo me plantea una encrucijada, entonces, ese día soy yo mismo. Todo depende.
También me permito perderme y desaparecer cuando el ego muere en la meditación introspectiva más profunda, donde el silencio absoluto, el vacío contundente y la nada colosal, y se presentan como la realidad primera y última de la vida manifiesta.
Asimismo, hay que aprender a no luchar, a no entrar en guerra con uno mismo, a no dividirse y auto enfrentarse con fuerzas opuestas como el ser y el no ser, porque esencialmente somos una unidad indivisible con lo esencial. Por eso hay que aprender a dejar que las cosas sean lo que son, sin conflicto, sino aceptando el camino del devenir natural que todos transitamos rumbo a la realización (estemos conscientes o no). Por eso la aceptación es el valuarte más extraordinario para trascender todo dolor.
No es necesario que seamos las veinticuatro horas es “yo” que hemos nutrido desde que nacimos, porque es maravilloso también descansar de uno mismo. No importa lo que señale la cultura colectiva, es extraordinario que te tomes unas minis vacaciones de vos mismo como “Ser” y relájate en el “Estar” sin ser ... y déjate fluir en ello.
Cada vez que el ser “yo mismo” no se sea un “Estar” natural, y en cambio, pretenda imponerse forzadamente para decaer a un “ser” fingido, es preferible seguir descansando de ser uno mismo y no ser nada.
El mundo moderno no está del todo preparado para comprender la verdad del no-ser. Ya sea por miedo al vacío o por rechazo al dolor, las sociedades nunca están preparadas porque, uno mismo es el que no está preparado para escuchar la verdad. Ya que cada vez que se juega a la verdad en torno al ser interior, esta siempre resulta ser dolorosa.
La sabiduría del antiguo oriente (aunque el pensamiento actual se haya distanciado abismalmente del enfoque ancestral), desde eones siderales mantiene presente el no-ser, completamente asumido en todas sus premisas, por eso hubieron personas que estaban inmensamente preparadas para aceptar realmente su inexistencia estructural, y vivir conforme a su esencia inmortal.
Porque al no estar preparado, el instinto de supervivencia trata mecánicamente de evitar el dolor que escolta al desconocimiento de lo esencial, lo que hace que el miedo a la verdad postergue en el tiempo la aceptación de la realidad substancial. Al evitar el dolor sólo se logra dilatar el momento de la verdad, y el dolor que al final se produce, es mucho más intenso todavía. Tarde o temprano este momento llegará para todos, por lo tanto es inútil postergarlo. Y desde ya que este momento es doloroso. Pero también es cierto que al atravesar el miedo y superarlo se produce una inmensa dicha liberadora, y, sobre todo, al experimentar que con la plena aceptación ha crecido una enormidad el espíritu y el alma.
Este es el momento de la Realización, y cuando llega, nadie tiene la suficiente capacidad para soslayarlo. El dolor puede evitarse, la verdad puede evitarse, pero la Realización de la Esencia nadie la puede esquivar.
Por lo tanto, ¿qué sentido tiene discutir el valor de ser uno mismo o de no ser uno mismo? ¿Qué motivo tiene sopesar si el autoconocimiento o el desconocimiento de sí son irreconciliables?, si al fin y al cabo todos vamos a llegar indefectiblemente a conocer y comprender esa verdad última enclavada en nuestra propia conciencia esencial. ¿Para qué nos vamos a encuadrarnos o fanatizarnos con una postura determinada si nada evitará la Realización que de modo infalible todo ser humano vivenciará alguna vez, sea en cien o en un millar de vidas? Porque en última instancia, ser uno mismo también es una postura, y el no ser uno mismo o el ser algo elaborado también son meras posturas. Y las posturas son estúpidas desde donde quiera que se las mire.
Esta es una de las premisas más significativas de Vivir la Existencia.
Por lo tanto, en este universo sin nombre ni ego, dejá de ser de una vez por todas. No seas nada, ni vos ni no vos; dejá de ser vos o algún otro. No seas nadie, pues es lo que realmente sos. Y no hace falta que te diga que no seas nadie porque el mundo entero no es.
No tengas miedo de ser nadie. Es doloroso, claro que sí. Pero el dolor implica algunas veces crecimiento y evolución.
Te lo digo una vez más:
No seas nadie, porque la verdad es que ... no sos nadie.
En el ser nadie comienza la verdad, y junto con la verdad brota un gran dolor.
Este es paradigma: ser nadie ocasiona dolor. Y justamente porque duele es la verdad. Y si la verdad es ser uno mismo, entonces: ser nadie es ser uno mismo de verdad.
Todos quieren ser, por eso cuesta mucho aceptarlo, y por no aceptarlo duele. Pero cuando es aceptado profundamente, entonces el no ser nadie o no ser nada, no causa más sufrimiento. Se trata de simples etapas, la primera, la segunda, y entonces sucede, el momento de la verdad llega finalmente.
Se sufre intentando toda la vida ser lo que no se es, se sufre por saber que no se es y no quererlo aceptar, y al final se produce la liberación de todo dolor cuando se acepta lo que se es. A tal punto, que cuando se ha aprendido a ser sin ser, esto es estar, y en este estar incondicional desaparece todo dolor.
Ese ser uno mismo no siendo nadie, es la máxima Realización de todo caminante y explorador de sí, porque a partir de ello se abre el universo entero de par en par a la conciencia potencial, ya que al ser vos mismo no siendo nadie te autoconocés auténticamente en tu verdadera naturaleza interior; y quien se conoce a sí mismo en su verdadera naturaleza conoce la existencia en toda su inmensidad.
Entonces este ser vos mismo se vuelve un concierto melodioso existencial, rebosante de conciencia, una composición de paz y alegría infinita, una magia maravillosa indescriptible. Porque ser vos mismo es lo más grandioso que pueda sucederte. Entonces el amor hacia todo se expresa a raudales, tu elevada humanidad se manifiesta en un vasto despliegue, y el canto de tu conciencia se hace oír por toda la naturaleza que nos contiene. Porque saberse uno mismo en la realidad esencial es experimentar que eso mismo se encuentra en lo profundo de toda entidad e identidad manifiesta.
Recordá que ser nadie tiene un valor supremo desde la perspectiva de la sabiduría ancestral. Me resulta difícil explicarlo en pocos renglones de un breve capítulo y con el vocabulario limitado del lenguaje. Sin embargo, vamos a ver si los capítulos subsiguientes me alcanzan para expresarlo más acabadamente, veamos si puedo redondear esta vivencia en lo que resta de este ensayo. Pero no será sencillo, porque para ello entraremos también en el polo opuesto, justamente, en el cómo se llega a sentir que somos alguien o cómo se llega a sentir que somos nosotros mismos y no la mera asimilación de un programa convencional; y repasaremos cómo la conciencia detrás del ego puede llegar a identificarse con el ser supremo que reina en el plano psíquico inmaterial.
Ser nadie es lo más cercano al “estar”. Es precisamente la realidad más categórica que promueve el salto del Ser al Estar a través del saberse absolutamente nadie.
Ser nadie es el puente hacia el “estar”. Y el “estar” es todo mientras que el “ser” es nada. Así que siendo nadie, eres todo. Dejas de ser vos, para ser todo, pero la puerta hacia ello es ser nadie.
Decir que somos hijos de las estrellas o del universo se oye hermoso, y si bien es una realidad en cierto sentido, no quita al mismo tiempo que no seamos nada, y ésta es una verdad. Es una realidad compuesta por varios aspectos, o sea, desde un punto de vista material y bioenergético (Estar) y desde lo genético: somos hijos del universo, pero desde el punto de vista del yo (Ser) o individualidad: somos nada.
“Estar” es una de las vivencias más sublimes y preciosas, porque “estar” es la apertura incondicional al todo que nos trasciende como mortales, mientras que el “Ser”, apenas te limita a una forma determinada de relativa expresión. La combinación Ser y Estar es la mayor alquimia experimentada por toda conciencia despierta. Y sólo el alquimista sabe qué hacer a lo largo de la vida con estos dos compuestos. Es todo un camino de aprendizaje y realización.
La famosa premisa “yo soy” o “yo soy yo” esgrimida por muchos simpatizantes de la nueva era, resulta ser una mera captación insignificante de la realidad interior; insignificante comparado con la verdadera naturaleza esencial que nos corresponde existencialmente. Por el contrario, el estar, el simplemente estar, no tiene límite ya que no se trata de un espacio enmarcado como en el que se encuentra confinado el “yo” que esencialmente es “nadie”. El Ser está limitado mientras que el Estar no tiene límites, porque es un estar abierto a todo, en conformidad con la existencia infinita.
El “yo” es un reducto oscuro y comprimido aunque se considera a sí mismo luz e inmensidad; por eso el yo suele ser sumamente opresivo. En cambio, “nadie” no tiene esas pretensiones de identidad. El “yo” quiere “ser”, pero “nadie” quiere “estar”, y claro, “estar” es más existencial porque es una experiencia vivencial concreta, de ningún modo racional ya que es más natural que “ser”, que conforma una relatividad inventada. El “ser” tiene una forma efímera mientras que el “estar” no tiene forma, por eso el estar es eterno mientras que el ser es finito.
Si alguna vez el Ser pierde su forma inventada, entonces esto mismo es Estar. Y cuando ello ocurra, ya no hará cultura la célebre pregunta: ¿ser o no ser?
Ya no correrá por nuestra sangre como una adicción incurable, ya no será la base de nuestra educación, ya no tendrá sentido el ser o el no ser dentro del ámbito social. Y entonces seremos gustosamente nadie, satisfechos con nuestra nada existencial. Y aunque ser nadie, también es en última instancia una forma de ser (informal en este caso, como adicto a la informalidad), la realidad es que no siendo es cómo más cerca se puede residir del Estar.
Estar es la calidad más valiosa e intrínseca de nuestro Ser. Y si el ser llega alguna vez a la dimensión del estar para disolverse en ello, en el estar, perdiendo la propia forma y volviéndose enteramente ese “estar” incondicional, que es el mismísimo estar de la Existencia indiferenciada... entonces, esto mismo constituye la magnánima realización a la que pueda aspirar todo ser humano, caminante del sendero interior.
El máximo encuentro con uno mismo no estriba en proponerse ser, sino en estar, sintiéndolo en lo más profundo del alma, palpitándolo en lo más hondo del corazón; porque en el Estar se encuentra fusionado esencialmente el Ser con la más grande de las manifestaciones cósmicas: la Conciencia despersonalizada.
El Estar es la Existencia misma. El Ser es abstracto e ilusorio, mientras que el Estar es una realidad pura sin distorsión. Porque Estar es la realidad primera y última del Universo.
El Ser es y será siempre cuestionable, y el No Ser también es cuestionable, sólo el Estar es una verdad incuestionable. Nadie jamás ha cuestionado: ¿estoy o no estoy? Aunque si pueden ser afirmados al unísono, no cuestionados, sí afirmados; es decir: ¡Ser y No Ser! ¡Estar y No Estar! Siempre juntos.
Vuelvo a decir que ser uno mismo es apasionante, porque serlo significa que aceptaste y comprendiste la huella digital de tu espíritu, la genética de tu alma, que es única e irrepetible, ya que no hay dos iguales; por otro lado, te encantará saber lo preciosa que es tu verdadera naturaleza, ya que se trata de tu propia esencia, y no de un patrón copiado o modelado de acuerdo a la generalización cultural masificada.
Me he encontrado con muchísimas personas que me han asegurado ser ellas mismas, pero la verdad es que observándolas veo a toda una sociedad dentro de ellas, toda una multitud reconfigurada, y no lo que esas almas verdaderamente son. Lo que veo es una repetición de los modelos establecidos. Es como si fueran en sí mismos una reproducción en serie y masiva de los mismos condicionamientos impuestos por quienes se apegan a la cultura, y aún así, siguen diciendo que son ellas mismas.
Peinados según la moda, vestidos con la vestimenta de la actualidad, pensando lo que piensan todos, sintiendo lo que sienten todos, haciendo lo que todos hacen, teniendo mucho miedo a ser diferente. En incluso, a veces tratando de ser justo lo contrario para encubrir esta horrorosa tendencia a copiar los modelos establecidos. Pero ni siquiera es necesario ser diferente o igual; simplemente es suficiente con ser uno mismo, y no aquello que determina la iglesia, el estado, los padres, la sociedad, las costumbres o las modas de turno. Ser uno mismo implica quitarse todo el bagaje cultural sin miedo al qué dirán los demás. La mayoría de las personas son apenas un calco de las pautas convencionales establecidas; son como salidos del mismo molde; responden al mismo modelo, pero, irónicamente, son estas personas quienes dicen ser ellos mismos. ¡Qué confusión! ¿Dónde quedó la bioenergía exclusiva que destaca a cada persona como única?
Es muy sencillo reconocer a quien no logra ser auténticamente uno mismo, porque expresa ideas y actitudes plagiadas respecto a lo que se considera ser, pues, está convencido de que el amor es lo que ha estipulado la iglesia o la actualidad mediática, y cree que sólo hay que hacer lo que determina la tendencia competitiva de la gente masificada, que hay que responder al estándar popularizado para considerarse una persona estimable, qué hay que alcanzar cierto nivel social y efectuar cierto consumo para ser considerado exitoso en la vida y un triunfador en el arte de vivir. Sin embargo, no hay nada más erróneo que esto. Incluso están quienes se oponen a estas configuraciones artificiales y creen que por esto logran ser ellos mismos, pero tampoco es así, porque no se trata de oponerse a nada para ser uno mismo. Perder energías en estos comportamientos a favor o en contra es absurdo. Simplemente sé vos mismo, y dejá que todo el resto siga su propio curso.
Y vuelvo a decirlo de otra manera, si uno está inmerso en las falacias recién descritas, claro que es muy doloroso ser uno mismo, especialmente cuando se está muy apegado a los condicionamientos habituales; y por eso es muy doloroso reconocer que no se es nada.
Y cuando antes dije que prefería no ser yo mismo, no me refería a que elijo ser esta conducta macerada en una bolsa en común de no ser nada creyendo ser todo. No, en absoluto me refería a esto, simplemente dije que no quería ser yo mismo para descansar de andar recordando y hablando de todas estas cosas. Porque decir la verdad es doloroso para todo el mundo, tanto para el que la escucha como el que la menciona.
La Verdad es dolorosa. Pero la Verdad da libertad. Y la libertad también es dolorosa en un sentido, porque pone en juego la propia responsabilidad y el compromiso frente a todo accionar. Básicamente, por el motivo de que ya no dependés de nadie ni de ninguna teoría ajena a tu propia interpretación de la vida, madurada por tu propia experiencia y vivencia personal.
La dependencia a las concepciones aceptadas colectivamente, a las teorías masificadas o a las interpretaciones oficiales decretadas directa o indirectamente verdades absolutas, te da una cierta seguridad y respaldo ficticio, pero esta seguridad implica ausencia de libertad y un sentimiento de sojuzgamiento incluso al propio pensar y sentir. La verdadera libertad estriba en no dejarse envolver por ningún tipo de sometimiento externo o interno.
Pensar por vos mismo, y no repetir de memoria las concepciones de otros, eso es verdadera libertad. Pensar y sentir por vos mismo, eso es ser vos mismo, y ello te dará la base del autoconocimiento real.
Y cuando llegás a esta claridad, esto es el verdadero paraíso.
El paraíso es ser vos mismo. Esta es la auténtica vacaciones que podés tomarte en la vida, “estar” en vos, inmerso en tu verdadera naturaleza esencial.
Este es el Camino hacia Uno Mismo, el Camino del auto-Conocimiento.
Y aunque un tramo de este proceso de ser uno mismo resulte ser doloroso, no quita que ser uno mismo es lo más placentero que podamos llegar a gozar en la vida, porque es un asunto existencial, ya que ser uno mismo es estar verdaderamente vivo, significa pura conciencia y es estar completamente presente.
Ser uno mismo y estar presente a conciencia son una misma cosa. Ser uno mismo es presente y presencia absoluta, jamás es pasado o futuro. Sólo cuando dejamos de ser nosotros mismos comenzamos a vivir más en el pasado y en el futuro que en el propio presente.
Únicamente siendo uno mismo se puede vivir en el presente.
Ahora bien, como dijimos, dejar de ser uno mismo consciente del hecho es otra cosa muy diferente, ya que se trata del mismo ser uno mismo que juega a no ser uno mismo; y esto puede resultar recreativo en la vida, pero también puede ser muy peligroso. Se trata de un enorme peligro cuando se cae en la rutina o en el hábito mecánico derivado del accionar inconsciente, entonces, el no ser uno mismo se torna la patología de la propia sepultura.
Ser uno mismo te abre las puertas de los misterios del alma. Ser uno mismo te enciende la conciencia para establecer un vínculo más estrecho con lo esencial, porque ser uno mismo te brinda la sensibilidad necesaria para permitirte percibir tus propias raíces existenciales. Y hay que recordar que las raíces de todo ser humano son la macrobioenergía psíquica desdoblada y la conciencia expandida, es decir, ese substrato subatómico que se encuentra antes y después de nuestra estructura física mortal.
Y el modo de acceder a esa plataforma substancial, es transitando el camino hacia uno mismo.
“La Naturaleza inmediata
nos ha dado las funciones básicas de los sentidos,
el Universo nos ha dado lo incognoscible y lo misterioso,
y la Existencia...
la Existencia nos ha dado lo inmortal,
el alma,
y la esencia”.
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Tercer Capítulo de la 3ª parte:
EL VALOR DE LA FILOSOFÍA PARA COMPRENDER
ensayo en composición ...
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aon
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