El Celeste Imperio y el Perú

LA COLONIA CHINA A TRAVÉS DE LA HISTORIA

Y LA PRÁCTICA DEL BUDISMO

El Imperio del Cielo

Por: César Coloma Porcari

Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo

[Nota: Las imágenes las encontrarán en:

http://patrimonioculturaldelperu.blogspot.com/2013/10/los-hijos-del-celeste-imperio-en-el-peru.html,

debido a que Google Sites no acepta más imágenes en sus páginas].

Los chinos que llegaron al Perú, desde mediados del siglo XIX, lucharon para conservar sus costumbres y su religión, el Budismo, en un país que era muy diferente al suyo e inclusive hostil en cuanto al ejercicio de una religión diferente de la oficial y obligatoria.

Cabe destacar que a la China se le conoce como el Celeste Imperio o el Imperio del Cielo, y un testimonio muy importante sobre los hijos de ese país que residían en la ciudad de Lima, en el año 1878, lo ofrece el viajero francés Edmond Cotteau, y está registrado en la obra “Pequeña antología de Lima. El río, el puente y la alameda”, de don Raúl Porras Barrenechea (Lima, Librería e Imprenta “Minerva”, 1965, páginas 302-303).

Allí no se indica de qué obra de Cotteau se extrajo la información. Pero nosotros sí hemos ubicado ésta, y se titula “Promenade autour de l’Amérique du Sud” (París, Imprenta K. Nilsson, 1878, páginas 84-85).

Este viajero francés, allí, nos cuenta que “Fui una mañana al mercado principal, que está situado en el barrio habitado por los chinos. Reina una gran animación”. Y “A propósito del mercado, estoy naturalmente obligado a hablar de los chinos, que en número de varios miles habitan los alrededores”.

Agrega que “Los hijos del Celeste Imperio radicados en el Perú han hecho, en general, el sacrificio de su trenza y de su traje nacional. En esto difieren de sus compatriotas de California, y particularmente de los de San Francisco, que han formado una verdadera colonia china en la ciudad americana. En Lima, al contrario, el barrio que frecuentan no es exclusivamente habitado por ellos. Viven codeándose con los blancos, los negros y los indígenas”.

El Dr. Ernst W. Middendorf, en su libro publicado en 1893, se refiere al barrio chino de Lima, indicando que “El lado sur del mercado y en la calle que corre a lo largo, está el barrio chino. Se ve por todas partes sus extraños y retorcidos caracteres escritos en oro, en negro o azul, sobre anchas cintas de papel rojo, colocadas en las jambas de las puertas y en las paredes. Entre elegantes tiendas de gusto asiático, se descubren pringosas y angostas tienduchas […]” (“Perú. Observaciones y estudios del país y sus habitantes durante una permanencia de 25 años”, 1893, Lima, Imprenta de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1973, página 410).

El Dr. Middendorf agrega que “Las fondas de esta parte del mercado son administradas únicamente por chinos, y todos los platos se preparan a la manera china, y también se sirven así. A la hora del almuerzo todos estos pequeños locales están repletos de gente, sentada en angostos bancos en torno de pequeñas mesas cuadradas, que comen y charlan ruidosamente. Todos los guisos son servidos en pequeños platillos y tazones, y el arroz preparado en diversas formas, juega el rol más importante. La carne y el pescado se sirven cortados en pequeños trozos. No se usan nunca cuchillos ni tenedores, y todas las comidas se llevan a la boca con los conocidos palitos negros, y para los líquidos usan cucharas de forma muy peculiar, enteramente de porcelana pintada” (Idem).

En el artículo titulado “En el Teatro y barrio chinos”, se describe, en 1916, el Teatro Chino de Lima (que reemplazó a otro que fue consumido por el fuego), indicando que su escenario era “exuberante, en donde el rojo y el oro triunfan”, y los actores producían un “entusiasmo desconcertante entre el público que escucha maravillado y silencioso” (“Variedades” N° 450, Lima, 14 de octubre de 1916, páginas 1354-1356).

Mientras que en “A través de la Lima exótica”, nos enteramos que en 1920 el barrio chino limeño ocupaba una “extensa zona urbana comprendida entre las calles de Hoyos y Acequia de Islas” y que allí “pulula, vive por allí, hormiguea diremos mejor, toda una colonia celeste que sin olvidar sus costumbres originarias ha luchado por adaptarse a nuestro medio” (Variedades” N° 666, Lima, 4 de diciembre de 1920, páginas 221-222).

En este artículo se refieren también al nuevo Teatro Chino de Lima, llamado “Delicias”, estrenado ese mismo año por las calles del Carmen y San Bartolomé. El empresario contrató una compañía artística china de cuarenta actores, la que llegó a Lima para actuar en ese teatro. Entre los artistas había algunos que representaban mandarines, “rígidos, graves, de tez pálida”. Ofrecemos en esta nota varias fotografías de esa compañía teatral publicadas en la misma revista (Idem).

Tal como lo podemos comprobar en estos documentos históricos, los inmigrantes chinos reprodujeron en el Perú todo lo que era posible reproducir del Imperio del Cielo, con excepción del culto público de su religión budista, que estaba terminantemente prohibido por el Estado peruano.

En las distintas Constituciones del Perú, desde la fundación de la República, se estableció que la religión oficial y obligatoria para todos era la católica romana. En la Constitución Política del Perú que estuvo vigente sesenta años y que fuera aprobada por el Libertador don Ramón Castilla, Presidente de la República, en 1869, en su título II, “De la Religión”, artículo 4°, se dispuso que “La Nación profesa la Religión Católica, Apostólica, Romana; el Estado la protege, y no permite el ejercicio público de otra alguna”.

Esta prohibición de realizar cultos públicos de otras religiones diferentes a la católica romana impidió que los inmigrantes europeos protestantes levantaran templos con forma de tales. Tenían que ser totalmente camuflados y ubicados en el interior de casas, para que, desde el exterior, no se pudiera descubrir que dentro del inmueble se escondía un templo protestante.

El peligro era muy grande para los que desafiaran esa prohibición constitucional de realizar el culto público de otra religión que no fuera la obligatoria (católica romana), ya que podía acarrearles la muerte, muchas veces a manos de turbas azuzadas por delincuentes.

La situación de los chinos no era diferente a la de los europeos, en este sentido, y por dicha razón no pudieron levantar ningún templo budista, con su vistosa arquitectura tradicional, que pudiera haber engalanado alguna calle o plazuela de Lima o de otras poblaciones del Perú.

Los templos chinos fueron ubicados, por ello, dentro de construcciones que para nada llaman la atención de los viandantes. Parecen casas comunes y corrientes. Y en el interior, ocultándose de las garras de la Santa Inquisición, se encuentran los templos propiamente dichos.

El curioso, por ello, jamás encontrará en el Perú un templo de grandiosa fachada chinesca, sino sencillas construcciones en cuyo interior sí se luce toda la magnificencia oriental: antiguas estatuas de Buda y algunas divinidades, gongs de bronce, grandes recipientes para la quema del incienso y hasta valiosísimos altares de exquisita talla, ornamentados con dragones y otros elementos orientales.

Por esta razón, estos templos budistas son un verdadero patrimonio cultural del Perú, ya que representan la tenaz resistencia a una imposición religiosa a sangre y fuego.

Debemos recordar que para la historia de los derechos humanos en el Perú, es muy importante una fecha, el 11 de noviembre de 1915, ya que ese día fue promulgada la Ley N° 2193, que establecía la tolerancia religiosa. En su artículo único se dispuso: “Suprímese del artículo cuarto de la Constitución, la parte final que dice: “y no se permite el ejercicio público de otra alguna”, quedando concebido este artículo en los siguientes términos: Artículo 4°. – La Nación profesa la Religión Católica, Apostólica y Romana y el Estado la protege” (“Anuario de la Legislación Peruana”, Lima, Imprenta Americana, 1916, páginas 41-42).

Esta tolerancia religiosa sufrió varios embates posteriormente, y en el caso de la educación en otras religiones, era forzosa la enseñanza, en esas escuelas protestantes, de la religión católica romana, como curso obligatorio.

Los chinos no tuvieron el ánimo o recursos suficientes para establecer sus propias escuelas budistas, y por un fundado temor ante las huestes inquisitoriales, se allanaron a ser instruidos en un culto que era extraño para ellos.

Ha pasado ya casi un siglo (noventa y ocho años exactamente) desde el establecimiento de la tolerancia religiosa en el Perú y es poco lo que se ha avanzado en ella, ya que aún existe un gran temor por parte de los que practican otros cultos con respecto al Gobierno, cuya religión oficial es la católica romana.

En el caso de los chinos del Perú, si bien mantienen en relativamente buen estado sus ocultos templos ancestrales, practican el budismo de manera casi secreta, por los temores que hemos mencionado.

La República Popular China, heredera del gran Imperio del Cielo, debería proteger los derechos de sus connacionales y descendientes, fomentando la restauración y puesta en valor de los diversos templos chinos existentes en el Perú y apoyando la presencia de sacerdotes budistas en ellos.

El Budismo es una religión que ofrece la paz y la reconciliación, tan necesaria para todos, tanto en el Celeste Imperio como en todo el resto del mundo.

(Publicado en “Voces”, Revista Cultural de Lima, año 14, N° 53, Lima, 2013, páginas 43-45).