La cerámica como documento histórico

Desde la aparición de la alfarería la cerámica ha formado parte de la vida cotidiana de hombres y mujeres (tareas diarias, prácticas rituales, etcétera). Su invención conllevó la transformación física y química de un material plástico, la arcilla, en otro duro mediante la  acción del fuego, la cerámica; manifestando, probablemente por primera vez, los seres humanos su control sobre los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. La cerámica permitió almacenar, transportar, transformar y cocinar alimentos, además de motivar el espíritu creativo con el desarrollo de diferentes técnicas y motivos decorativos. Las fases del trabajo son prácticamente las mismas, desde las producciones más antiguas hasta  las actuales, constando su proceso de las siguientes etapas: Preparación del barro, modelado (a mano, a torno o a molde), secado, impermeabilización, decoración y cocción.

La  cerámica es un material que se documenta en gran cantidad y variedad en las distintas intervenciones arqueológicas, aportando abundante información sobre las sociedades que las elaboraron y consumieron (actividades comerciales, tecnología de la época, rituales y creencias, estructura social, vida cotidiana, hábitos alimenticios), además de ser un importante indicador cronológico y cultural a la hora de datar un yacimiento arqueológico.