Desde otras latitudes
(aunque dispares, son buenas muestras de aprecio a Arequipa)
1.- Miguel de Cervantes Saavedra (España)
2.- Luis Nieto Miranda (Cusco- Perú)
3. Mercedes Belzú (Bolivia)
4. José Santos Chocano (Lima-Perú)
5. Arnold J. Toynbee (Inglaterra)
6. Mario Florián (Cajamarca-Perú)
7. Andrés Alencastre G. - k'ilku Warak'a (Cusco-Perú)
8. Alberto Cuentas Z. (Puno-Perú)
9. Chabuca Granda (Apurímac y Lima - Perú)
10. Nicomedes Santa Cruz (Lima - Perú)
11. Rafael Otero López (Piura-Perú)
12. Luis Abelardo Takahashi Núñez (Lambayeque-Perú)
13. José Agustín Goytisolo (Barcelona-España)
14. Héctor Dante Cincotta - (La Plata - Argentina)
1.
Miguel de Cercantes Saavedra
(Alcalá de Henares 1547 - Madrid 1616)
Bastante aquilatado y celebrado es el talento ecuménico del autor del Quijote. La Galatea, novela pastoril de la cual forma parte el Canto de Calíope, fué la más temprana obra que sacó a imprenta (1585). En el Canto de Caliope, utilizando el formato de la octava real, nombra y ensalza a 100 hombres notorios de las armas y las letras hispanas. Dieciséis de ellos eran indianos, la mayoría peruleros, o nacidos en el Virreinato del Perú:
- De la Capitanía General de Chile: Alonso de Ercilla
- Del Virreinato de Nueva España: Francisco de Terrazas, Pedro de Alvarado, Juan Mestanza de Ribera, Baltasar de Orena
- Del Virreinato del Perú: Diego de Aguilar y Córdoba, Juan de Avalos y Ribera, Alonso de Estrada, Rodrigo Fernández de Pineda, Gonzalo Fernández de Sotomayor, Sancho de Ribera, Enrique Garcés, Juan de Salcedo Villandrando, Pedro Montes de Oca, Diego Martinez de Ribera, Alonso Picado.
En Viaje del Parnaso, publicado en 1614, una obra más ambiciosa, sólo quedaron dos de estos dieciseis indianos: Juan de Mestanza y Pedro Montes de Oca. El primero tuvo un periplo como funcionario real que se inició en Lima, continuó en Panamá, Mérida, México, Guatemala y culminó en Sonsonate (El Salvador); el segundo, establecido inicialmente en Lima y después en Camaná y Arequipa, fué encomendero de Sama. En general, los ingenios mencionados en Canto de Calíope (tres de ellos asentados en Arequipa, al menos en parte de su vida: Diego Martinez de Ribera, Alonso Picado y Pedro Montes de Oca) adolecen de falta de suficiente obra conocida y por lo tanto, de notoriedad historiográfica. La mención que hace Cervantes se debe con seguridad, a referencias directas que él tenía, sean verbales o epistolares (los manuscritos inéditos eran muy frecuentes en esos años), y que han trascendido sólo en sus octavas. Gracias a los autores que han acometido la ardua tarea de identificar y comentar a los ingenios mencionados en el Canto de Caliope, tenemos alguna información acerca de los que tuvieron asiento en Arequipa. Algunas referencias:
(...)
De la región antártica podría
eternizar ingenios soberanos,
que si riquezas hoy sustenta y cría,
también entendimientos sobrehumanos.
Mostrarlo puedo en muchos este día,
y en dos os quiero dar llenas las manos:
uno de Nueva España y nuevo Apolo;
del Perú el otro, un sol único y solo.
Francisco el uno, de Terrazas, tiene
el nombre acá y allá tan conoscido,
cuya vena caudal, nueva Hipocrene
ha dado al patrio venturoso nido.
La mesma gloria al otro igual le viene,
pues su divino ingenio ha producido
en AREQUIPA eterna primavera,
que éste es DIEGO MARTINEZ DE RIBERA.
Aquí, debajo de felice estrella,
un resplandor salió tan señalado,
que de su lumbre la menor centella
nombre de oriente al occidente ha dado:
Cuando esta luz nació, nació con ella
todo el valor, nació ALONSO PICADO,
nació mi hermano, y el de Palas junto,
que ambos vimos en él vivo trasunto.
(...)
[El Canto de Caliope. En: La Galatea. Libro VI, pág. 286. Madrid, 1585]El Quijote en el Perú - José de la Riva-Agüero
Escritores americanos celebrados por Cervantes en el Canto de Caliope - José Toribio Medina
La Galatea, Viaje al Parnaso y Obras Dramáticas - edición de 1841
2.
Luis Nieto Miranda
[Sicuani, Cusco 1910 - Barranco, Lima 1997]
El "Cholo" Nieto, fue poeta y político y en ambas facetas tuvo una actitud pasional, contestataria, por la justicia social en el Perú. Su poesía política es comprometida, combativa, mientras su poesía romántica puede considerarse "cholista", cusqueñista, con influencia del romancero de Federico García Lorca; de ahí la denominación de "romancero cholo".
A propósito del levantamiento de los estudiantes del colegio Independencia en junio de 1950, que suscitó lo que muchos consideran la última rebelión heroica de la Arequipa tradicional, publicó en 1957 un sentido homenaje en romancero, un pequeño librito de 10 x 7 cm. En él pone énfasis en la dualidad del espíritu pío y revolucionario del pueblo arequipeño, un prototipo que calza más plenamente con el tempo histórico del siglo XIX, y que comienza a transformarse con las luchas liberales de inicios del siglo XX que buscaban plasmar un proyecto laicisante, descentralista e industrialista, es decir, moderno, en la ciudad. La revolución de 1950 mostró aún nítida, la herencia pía y revolucionaria pero al mismo tiempo, los efectos de ese proyecto modernista.
En 1981 el Concejo Municipal de Arequipa lo declaró Huésped Ilustre en mérito a tan sentida ofrenda poética y en memoria de los casi 3 años que estudió en la Universidad Nacional de San Agustín (1929-32) antes de sufrir deportación.
Romancero del pueblo en armas
Cuzco : Sol y Piedra, 1957(reedición del Grupo Editorial Arteidea, 2010)
Indice
Presentación
Dedicatoria
Pregón
Himno y mensaje
Romance del trece de junio
Diana para los valientes
Canción para los héroes del pueblo
Anatema31
Pregón del alba
Bandera de la esperanza
Salva a los independientes
Imprecación a los fusiles
Preguntas al soldado
Bandera de canto y barricada
Tu biografía
Bastión de libertad
Clarín del alba
Tu nombre
Un laurel sobre tu frente
Arequipa, digo tu nombre
Pañuelo de la despedida
Adiós y anhelo
Un laurel sobre tu frente
AREQUIPA, tu leyenda,
de estirpe republicana
está timbrada de ruegos
que tienen rumor de lágrimas.
Ruges y rezas a un tiempo,
eres montonera y santa.
Esos son los perfiles
que detienen tu prosapia.
Medrosa por tus pecados
te pones mantilla al alba;
y a la tarde,en las trincheras,
hueles a pólvora y lava.
Esos tus ríos contrarios
en ti juntan sus dos aguas;
por eso pareces hecha
con dinamita y plegarias
Cuando hoy que arriesgas la vida
lo haces vibrante y bizarra;
tu nombre entonces estalla
como un huracán de balas.
Tus calles tienen historia
de guerrillas y campanas.
Por ellas paseó la Cruz
y el viento de las batallas.
Tienes un alma creyente
y una presencia volcánica,
mitad candorosa y mística,
mitad revolucionaria.
Eres lo uno y lo otro
y ya estás acostumbrada
al humo del incensarios
y al fuego de la metralla.
Un día vas a la Iglesia
y al otro a las barricadas;
con el mismo ardor empuñas
el crucifijo o la espada.
Como Melgar o el Deán
eres rebelde y romántica;
y en tu cartuchera llevas
junto a un retrato una estampa.
Y lo mismo amas que crees,
con pasión de mujer brava,
para la fe tus rosarios
para el amor tu guitarra.
Roja como tus anhelos,
como tus iglesias alba;
tienes pólvora en la sangre
y en la boca una plegaria.
Insurrecta, levantisca,
devota hasta ser fanática;
hubo un tiempo en que fundías
cañones con tus campanas.
Como tus ríos sollozas,
como tus volcanes bramas.
La Libertad en tus manos
es un pendón de batalla
[Romancero del pueblo en armas. Lima : Arteidea, 2010]
3.
Mercedes Belzú de Dorado
[La Paz, 1835 - s. ref 1879]
Hija del general Manuel Isidoro Belzú (1808-1865, presidente de Bolivia entre 1848 y 1865) y de Juana Manuela Gorriti (1818-1896), escritora argentina nacida en Salta (Argentina), que tuvo pionera y destacada trayectoria literaria en Lima y Buenos Aires. Se crió en su ciudad natal, algún tiempo en Lima al lado de su madre, y luego volvió a La Paz, reclamada por su padre. Heredó el talento literario de su madre, que se manifestó siendo muy pequeña. Casó a los 16 con Vicente Dorado, ministro plenipotenciario de Bolivia en Francia. Vivieron unos cuatro años (c. 1850's) en Europa. De vuelta en Bolivia residió en Sucre hasta 1864, en que se traslada a La Paz. Debido a convulsiones políticas en su patria que afectaron a su familia, debió asilarse en Arequipa (en un lapso entre 1864 y 1868). Regresó en 1868 a vivir a Sucre. Según el Parnaso Boliviano publicado en 1869, en Arequipa se dió a conocer como poetisa, publicando sus creaciones en los periódicos locales, algunas de las cuales fueron reproducidas en medios del extranjero. De fina sensibilidad y refinada educación, es parte de la primera generación de escritoras de Bolivia; además de escribir sus poesías, cuentos y novelas, tradujo del inglés y francés, obras de poetas como Shakespeare, Lord Byron, Thomas More, Víctor Hugo y Lamartine; también destaca una traducción suya de Los Salmos de David. Algunos de sus libros: Sueños y realidades, Panoramas de la vida, El mundo de los recuerdos, Peregrinaciones de un alma triste. En Al Misti canta con profunda melancolía el dolor de su destierro.
(origen de la foto)
Al Misti
a la señora Joaquina R. de Campos
Salve Misti majestuoso,
cuya cabeza jigante
aparece al caminante
cual un fanar en el mar:
que ocultas tu frente altiva
entre las nubes lijeras,
cuando brisas lisonjeras
te acarician al pasar
Tú, que la nieve corona
cual diadema abrillantada,
i a la tempestad airada
miras con serenidad
i del relámpago al brillo
aparece tu belleza
imponente de grandeza
¡i sublime majestad!
Cuando rasgando la nube,
el rayo hiere tu seno,
i del horrísono trueno
se oye el eco aterrador,
i ostentas tu faz tranquila,
en tanto que activa llama
en tus entrañas inflama
un fuego devorador
¡Yo te saludo! - estranjera,
i de mi patria arrojada,
por la desgracia postrada,
hasta tus faldas llegué;
i al fijar triste mirada
en tu campiña vistosa,
al ver la ciudad hermosa,
que se levanta a tu pé;
I ese cielo transparente,
tan sereno i tan brillante,
que al de mi país semejante,
con lágrimas encontré,
sentí mi pecho oprimirse
i el pesar nublar mi frente;
todo lo hallé indiferente,
ningún recuerdo evoqué,
Esas amenas praderas
no las recorrí en mi infancia;
de esas flores la fragancia,
no unjió, no, mi corazón:
de esos rostros hechiceros
que en mi camino encontraba,
ninguno en mi mente hablaba
¡con recuerdos de afección!
[...]
I yo, triste peregrina,
del Illimani hija errante,
que con planta vacilante,
a estas comarcas llegué,
buscando un asilo oscuro
donde ocultar mi tristeza,
tu soprendente belleza,
soberbio Misti, admiré.
En tí saludo a esos seres
cuya dulce simpatía
calmó mi melnacolía
i adormeció mi dolor.
Mándales oh Misti hermoso,
en tus brisas perfumadas,
de gratitud emanadas,
tiernas palabras de amor.
Para mayor detalle consultar Bolivianas ilustres (volumen 2) de José Macedonio Urquidi
4.
José Santos Chocano
[Lima 1875 - Santiago de Chile 1934]
La Ciudad Blanca
(Visión de Arequipa)
I
Hoy me he marchado fuera de la ciudad: de lejos
la he visto blanca como fatiga de palomas
reposando en las lomas...
En los árboles viejos
me pareció que había cierta intención de aromas:
tal era la alegría con que, en la lejanía,
los campos saludaban a la ciudad.
¡Cuán bella era la Ciudad Blanca bajo un Sol de agonía!
Al dejarla, me he ido sintiendo más en ella...
En ella he penetrado más cuanto más distante
la he visto; su alma es pura como un limpio diamante.
No en vano en las campiñas sonríe su blancura
con cierto infantilismo: yo sé que su alma es pura...
¡Oh, qué ambiente de gracia e inocencia y ternura!
El río que atraviesa la ciudad entre huertos
y después huye y brinca, retoza y se embarranca,
es un niño que corre por los campos abiertos
tras de la mariposa de una nube blanca...
Blanca como la nube que el río en su carrera
persigue por los campos, es la ciudad que espera
algo en el abandono de la suave ladera.
La Ciudad Blanca asómase entre el verde bravío
con la intención esquiva de una cobarde sombra:
innúmeras doncellas bañáronse en el río
y fuéronse desnudas a bailar por la alfombra
de los valles, dejando juntas, en un rincón
verde, todas su blancas ropas en confusión...
Tal la impresión sencilla que da, en la tarde rosa,
la Ciudad Blanca de una blancura candorosa;
pero la tarde rosa tórnase al fin, bermeja
y rojo el Sol va haciendo más grave la blancura
de la ciudad, que exalta sus torres y se deja
ver en su dura a un tiempo que fina arquitectura.
Y así, la Ciudad Blanca despídese del día,
perfilando el recorte de su claro diseño:
se diría que es hecha de una sola arquería
firme como un carácter y ágil como un ensueño...
- ¡Oh Ciudad Blanca! estámpale el Sol el beso de oro;
y ella, aunque emocionada, se llena de altivez:
tiene algo de la novia que expresa su decoro
con una aristocrática e intensa palidez.
II
¡Oh ciudades de mármoles ! ¡Oh ciudades de yeso!
palidez de las novias del Sol cuyo beso
por las blancuras tiembla fugitivo rubor...
Venecia, Argel... Ciudades blancas que en las mil y una
noches fuisteis acaso pintadas por la Luna
en un biombo al servicio de una cita de amor...
Arequipa la Blanca -que está hecha de espumas
del volcán o de copos de nieve- urge el laurel,
ya que miente a mis ojos aburridos de brumas
los atrios de Venecia, las terrazas de Argel.
Venecia, Argel... (evoco góndola y caravanas)
mármol, yeso, blancuras...
En mi visión febril
sospecho, entre el tumulto de la ciudad lejan
torres de porcelana, palacios de marfil...
¡Oh qué ciudad de ensueño se me antoja la Blanca
Ciudad que, ha siete siglos un gran Inca fundó!
Por setecientos años sus sillares arranca
a un volcán, preparándose a que la cante yo.
Yo la canto en su gloria de blancura riente
con que contrasta el trágico oleaje de su gente:
mujeres de ojos negros y miradas traidoras
en cuyas venas bulle sangre de reinas moras;
y hombres de ardor sombrío, que les da cruz de ascetas
o espada de guerreros o lira de poetas.
Yo la canto en la gloria de su ritual blancura...
Así, me la imagino toda ella embanderada:
sangrientos gallardetes erguidos en la altura
de las torres, danzando, juegan con la mirada;
festones de laures, corren por las cornisas,
se descuelgan y saltan dibujando sonrisas;
cortinas carmesíes copn flecos y borlones
de oro, desdobladas, penden de los balcones:
tal la ciudad en fiesta se ofrece a mis canciones,
llena de gallardetes, cortinas y festones;
que su blancura intacta merece lucir el
adorno de la púrpura, el oro y el laurel...
Y yo también la canto diluyendo su vida
en el éxtasis de una total renunciación...
La ciudad aparece -ya de noche- sumida
en el recogimiento de una meditación.
Como hecha, al fin, de copos de nieve, a orar convida:
la nieve es silenciosa y el silencio es unción...
III
Sueña... ¿en qué sueña?... sueña tal vez que el Sol -su Esposo
la ha dado por guardianes tres volcanes.
La vista
sabe urdir en las nieves el velo religioso
de las tres cumbres; pero la ciudad en reposo
sueña en un caprichoso Poema Panteísta.
Antes de los Atlantes,
antes de los lemiures, siglos y siglos antes,
el Sol - que agradecía la ofrenda del sagrado
fuego de las Vestales- probar quiso un buen día
la virtud de sus propias vírgenes: y así, al
lado de cada una de ellas, se apareció en la impía
figura de un inquietante y audaz enamorado.
Cada Vestal, al verle, los ojos bajó al suelo,
sintió que se le había la sangre congelado
e einclinó la cabeza sujetándole el velo...
No quisieron ya nunca levantar la cabeza
las Vestales; y en grupos de tranquila firmeza,
tuvieron , por los siglos de los siglos, cuidado
de esconder su belleza
y sumirse en el culto de su fuego sagrado.
Así la Ciudad Blanca sueña en grave reposo
[en] que -ocultando en las nieves su origen fabuloso
y sepultando en vida las llamas de su amor-
los volcanes son grupos de encantadas Vestales
que, al encorvarse bajo sus tocas virginales,
tienen fijos los ojos en su hoguera interior...
IV
Así la Ciudad Blanca sueña...
sueña...
Yo, en tanto,
los ojos y el espíritu hacia el cielo levanto;
y en la noche de luna, millonaria de estrellas,
sueño a mi vez que rompo la urna sideral...
y las estrellas saltan, y cuando saltan ellas,
parecen descubrirse tres cielos de cristal.
Un pastor misterioso que escarmena su lana
en la ciudad, impulsa la rueda zodiacal;
y va haciendo una nube del hilo que devana...
(¿quién gobierna la máquina oprimiendo un pedal?)
Ante tal maravilla, decir me viene en gana:
¿no será esta la noche del cordero pascual?
... y Arequipa cristiana se me antoja un momento
ciudad de Noche-Buena, ciudad de Nacimiento,
que, a la luz de la Luna, destaca sus perfiles
colocada en el musgo por manos infantiles...
Y se piensa en pastores y rebaños y canes...
La estrela betlemita me envuelve en sus halagos;
y tengo idea, entonces, de que los tres volcanes
son como los camellos de los tres Reyes Magos.
[Mundial. Ed. extraord. de homenaje a Cusco y Arequipa. Lima, 1928, s.p.]
5.
Arnold J. Toynbee
[Londres, 1899-1975]
[fuente de la foto]"La pureza del aire, el azul del cielo, la blancura de la nieve, tienen un nombre: Arequipa, uno de los lugares más hermosos que conozco..."
[...]
"...Con los pies colgando por el borde de una terraza y las cabezas sombreadas por un frondoso árbol, nos pusimos a hablar sobre la filosofía de la historia. Era aquél un lugar que Platón bien podía haber elegido para escenario de uno de sus diálogos; y cuando mis ojos involuntariamente me apartaron el espíritu de nuestro tema académico para dirigirlo al paisaje, agradecí a mis amigos arequipeños por haber condescendido a que mantuviéramos nuestra discusión al aire libre... Y allí estábamos ahora, sentados en las alturas de Jesús, con el oasis de Arequipa a nuestros pies..."
[De oriente a Occidente. Un viaje alrededor del mundo, 1956 - énfasis agregado]
Arnold Toynbee, historiador y visionario - José Gonzáles Málaga
6.
Mario Florián
[Cajamarca 1917 - Lima 1999]
Visión Arequepay
A las orillas del Chili
sueño verde, musgo verde.
Transparencia la blancura
entre arboledas florece.
Oh, la vacada paciendo
en pastizales dormidos.
Oh, la finura del aire
aromándose en los pinos.
Qué sauces son estos sauces
que melifican su sombra.
Qué eucaliptales aquellos
de abanicos en la fronda.
Palomas blancas. Gorjeo.
Tierra solar. La luz brilla
más que luz: como su acento,
el mismo de la Armonía.
Bajo la tarde mistiana
qué paraíso Arequepay,
ceñida de yaravíes
de enamorada tristeza.
Reflejo de ondas. Reflejo
en las ondas. Pone el río
sobre guijarros y arenas
nítida espuma de idilio.
Turquí el azul. Azulea
vesperal vaho. Ternura
busca a Silvia y no la encuentra
¡Es Melgar que la busca!
Albas torres. Campanarios.
El son de las campanadas
vuela con las golondrinas
hasta crestas lejanas.
Arrebol en los alcores
Poesía en los pinares.
Mugidos. Sombra. Rebaños
camino de sus corrales.
Alegría de las chacras
-raíces de andenerías-
a la alegría de mies
da el alfalfar su alegría.
Roces de noche y labriego
apagan el paso breve,
mientras el Misti ilumina
con su lámpara de nieve.
[Tierras de sol. Lima, 1945]
La literatura chola en el poeta Mario Florián - Ramiro Lagos
7.
Andrés Alencastre - k'ilku Warak'a
[Cusco, 1909-1984]
Ariqhipa
Ariqhipa munay marka
Qusquq ñañan sumaq llacta
q'umir inkillpa cawpinpi
wiñay phanciq yuraq t'ika
Apucacaniq ususin
Misti awkiq sullk'a panan
Mayta Qhapaqpa samanan
urpi hina puñuq llaqta
Uqllayniykipin uywanqi
llanka'q sunqu qharikunata
warmitataq t'ikata hina
munay munay llanllashaqta
Inti taytaq quri wac'inpi
mamaqucaq samaykusqan,
Ariqhipa qispi umiña
wiñaypa wiñayninpaq hawsay...
Arequipa
Arequipa pueblo hermoso,
bella ciudad, hermana del Cuzco;
blanca flor de perenne lozanía
puesta al centro de esmeraldino jardín
Hija del tutelar Chachani,
hermana menor del príncipe Misti;
peana de Mayta Qápaq
ciudad dormida en sueño de paloma
En tu regazo das vida
a hombres que tienen culto al trabajo
y a mujeres que son flores
en plenitud de hermosura
A los áureos reflejos del padre Sol
y al suave aliento del mar,
Arequipa diamantina
¡Vive por una eternidad!
[El Pueblo, Arequipa, 8 de agosto de 1965]
Puma - harawi
Poesía y tragedia - César Lévano
Andrés Alencastre Gutiérrez (o Kilku Waraka)
8.
Alberto Cuentas Z.
[Puno, 1895-1977]
Arequipa
Arequipa, ciudad de "nacimiento" y confitura.
No de los “nacimientos" en las fiestas de Navidad,
sino del nacimiento en las agonías
de la nacionalidad.
Arequipa, ciudad fortaleza, blanca ciudad.
Detrás de tu cielo Dios está mirando los paisajes
con la pupila de berilo que se refleja en tus alfalfares.
Y cuando te portas mal Arequipa,
Dios te dá un sacudón en tus temblores
para anunciarte tu resurrección.
Tienes como guardianes al Misti y al Chachani
que vigilan enhiestos a su comunidad.
Son los dioses tutelares el Agro arequipeño
que puso el destino en esta ciudad.
El Misti está de gala como un centinela.
Se ha puesto el poncho morado del aymara
que sacude en la noche derramando estrellas,
y en la tarde se pinta de rojo en sus celajes.
De cuando en cuando se pone el gorro blanco
de sus purificaciones, o el rojo de las revoluciones,
y es cuando más hermoso aparece en la ciudad.
Entonces, los arequipeños se arrodillan besando la tierra
y con carabina al hombro dicen: "¿por quién luchamos?"
Por Arequipa, tu representativo es el Deán Valdivia
que con el fusil al brazo y el misal en la mano
fue carne y espíritu, pensamiento y acción
del Agro arequipeño.
El Deán Valdivia es la encarnación del Misti, de su genio
hasta el ceño torvo y la ceja fruncida
son como el aliento de su vida.
Si el deán hubiera sido Obispo,
se habría colgado la capa morada,
y calado el gorro de su santidad, el Misti
Huaina Kapak hizo bien en quedarse en tu campiña
¿Y acaso el Misti no es el alma de Huaina Kapak?
y por eso sentadito, "kontata" como un Dios mitológico
te vigila y te dice: "¡Arequipa, cuidado!"
Y acaso, el Pichupichu,
no parece también el espíritu de Sor
Ana María de Los Ángeles Monteagudo?
El Misti es pues, el Achachila de los arequipeños,
y por eso a Cayma, Paucarpata y Yanahuara
las puso como a rosales en sus vidrieras.
Y por eso desde lejos, desde la pampa de "Las Cañiwas"
los peregrinos vemos la blancura de sus cabellos
y nos sentimos como ante un altar propiciatorio
que guardara las cenizas de los abuelos.
El Misti es pues, el espíritu de los arequipeños:
les da el índice de su dedo,
las convulsiones de su pecho,
la dulzura de sus torrentes,
la fragancia de sus valles,
la luz de sus estrellas...
¡Arequipa, eres pues, como la encarnación aymara
hasta en la fiereza de tus varones
y en la hermosura de tus mujeres!
Las vírgenes de Caima y Chapi son tus Pacha-Mamas,
y un Auqui parece nuestro Señor de La Amargura.
Por eso te arrodillas, todos los días, todos los años,
y como una lágrima deslíes la cera de tu devoción en tus altares
Arequipa, arrullas con el cantar de tus acequias
y la sonaja del "Chili-Chili" en tus barrancos.
Purificas con la hostia de tus trigales,
y haces soñar en la quietud de tus vergeles,
y nos haces bailar una marinera con tus temblores.
El Misti, el Pontífice Máximo, el Gran Poeta,
abluciona con las aguas de Jesús y Yura,
que son un regalo en sus altares, con su agua bendita.
Cuando vigilas Arequipa, ves el mar
que a lo lejos es una montaña salvaje;
y si subes sobre su enhiesto peñón,
al otro lado miras la sierra como a tu propio corazón.
Ciudad Blanca, de espumas de lava y copos de nieve,
eres la "ñusta" reclinada en sus laderas
mostrando al Mar y a la Sierra la voluptuosidad de tus caderas
Hasta en el nombre "Misti" hay esa conjunción
del aymara con el español, del indio con el conquistador.
eres pues, ¡Arequipa!, el eslabón de la raza
que prepara en sus cuarteles su resurrección.
Y por eso Arequipa, recogerás de lejos mis cenizas
para dormir en la quietud de tus colinas,
y que tus temblores me sacudan de cuando en cuando
para hacerme creer que no estoy muerto sino dormido.
[El Pueblo, 15 de noviembre de 1953, p. 8]
9.
Chabuca Granda
[Cotabambas 1920 - Miami 1983]
Arequepay, si quedaos
poema-canción
(audio)
Arequepay, acepto tu muy extraña voz,
orgullo siento al contemplarte,
tan peruana tan bella, tan enhiesta
Algo quedó de mi al yo dejarte
inolvidable ciudad maravillosa
que entrañas blancas de la tierra mía,
te hacen inmortal, bella y bravía
Algo quedó de mí entre tus parques
en donde juega un rumor de amor y río,
y entre las nubes que atisban tus secretos
y en los juegos de bardos que te celan
Algo quedó de mí entre tus rejas
en tus plazuelas tiernas y en tus calles
calles que acaricié, y en tus portales,
y en el ámbito diáfano que rasgan
campanas cimarronas catalinas
Y algo quedó también en tu campiña;
el Misti que quedó sin ver el mar,
y se quedó a tu lado fiel, vuelto volcán
trocó su sed de mar en sed de amor
y dulcemente te sirve de guardián
El te da su vigor, te da tu afán,
su ardor con nieve aplaca por tu amor
y regala su vista al vestir tú,
el traje de sillar que te entregó,
Luz que le da fulgor a la luz misma
y se desprende de ti hecha de gloria
por haber sido valiente en nuestra historia
y conservarte tan pura y tan señera
Y entre la piedra que regaló la tierra
oí tu voz forjada en silleria
que algunos siglos atrás mi raza oyera
y se rindiera a tu encanto y se quedara
Graciosa Majestad,
aún te escucho decir de hospitalaria...
¡Arequepay, Arequepay!
10.
Nicomedes Santa Cruz
[Lima 1925 - Madrid 1992]
Arequipa
No existe en todo el Perú
otra ciudad más bonita
que nuestra bella Arequipa,
reina y señora del sur.
Y dice así:
Son sus dorados trigales
aurífera vestidura
donde la Madre Natura
toma formas colosales:
Lagunas y manantiales
que alargan la juventud,
volcanes cuya altitud
ni el mismo cóndor supera.
Más hermosa cordillera
no existe en todo el Perú
Cuando Arequipa amanece
es fresca como una niña,
su polícroma campiña
bellos colores ofrece
Aquí el espíritu crece,
aquí el poeta medita:
Dios, con su mano bendita
ha cerrado el Paraíso,
pero en esta tierra quiso
otra ciudad más bonita.
Queriendo perennizar
la Ascensión y el Corpus Christi
se eleva hacia el cielo el Misti,
cual monolítico altar.
La blancura del sillar
tal pureza estereotipa,
y el cielo nos participa
que siendo su voluntad
no habrá más Blanca Ciudad
que nuestra bella Arequipa.
Arequipa la guerrera,
cuna de hombres inmortales
por siglos inmemoriales
fuiste y serás la primera.
Agricultora u obrera
tu lema es patria y virtud;
y bajo la santa cruz
de tus tres picos nevados
los cielos te han bautizado
¡reina y señora del sur!
[Décimas y poemas. Antología. Lima, 1971]
11.
Rafael Otero López
[Piura, 1921-1997]
Ciudad Blanca
vals criollo
(audio)
¡Oh linda Arequipa!
la novia dorada,
que bella y esbelta,
vestida de blanco,
te veo al pasar;
con tu prometido,
el Misti dormido,
que eminente y mudo,
te estrecha en sus brazos
cual su majestad.
Todos los poetas
en horas floridas
han tejido notas,
para regalarte
la marcha nupcial
Y tú pretenciosa,
guardas tus azahares
para regalarles
a los forasteros
que están por llegar
Adiós, Ciudad Blanca,
novia hecha a pincel
Adiós señor Misti
que seas feliz
en tu luna de miel
12.
Luis Abelardo Takahashi Núñez
[Ferreñafe 1926 - Komaki 2005]
Un canto zañero
Tondero compuesto en 1979
(audio)
Arequipa vengo a saludarte
y te traigo un canto zañero
de Chiclayo yo vengo a abrazarte / vengo a saludarte
con las notas musicales de un tondero
Arequipa aquí está mi mano
mis afectos y mi inspiración / corazón
te ofrezco un canto zañero
al compás de la guitarra y el cajón.
Quiero recorrer tus valles
desde Ocoña hasta Quepeña
oír cantar yaravíes
y lejos bailar / bailando alegres pampeñas
¡Y brindaré por tu raza!
Salud por tu Misti
salud por Melgar
salud por tu Chili
y tu Catedral
Qué rica es la ocopa
bueno el queso helao
buena es la chochoca
con el resacau
El timpu de rabo
chairo y camarón
Con este canto zañero
te regalo el corazón
[Hablado]:
Si a una characata
un beso le robo,
hasta Paucarpata
voy por el adobo
13.
José Agustín Goytisolo
[Barcelona 1928-1999]
En 1992, cuando se cumplían los primeros cien años del nacimiento de Vallejo, los actos conmemorativos fueron en el mundo entero muy numerosos. Uno de ellos, el organizado en El Escorial por la Universidad Complutense de Madrid. Consistió en un curso denominado "César vallejo y la poesía contemporánea" dirigido por el notable crítico Luis Sainz de Medrano con la participación de un grupo de docentes e investigadores. Me correspondió dictar allí una lección sobre el tema del alimento en la poesía de Vallejo.
La programación del curso comprendía también lecturas y debates poéticos. tal la razón de la presencia en El Escorial de José Agustín Goytisolo. Era la primera vez que lo veía aunque había leído por cierto algo de su obra y sabía de su pertenencia al lado de Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral a la primera fila del llamado "grupo de Barcelona'. No obstante, por esas afinidades o simpatías que se establecen de pronto entre dos personas, se dio entre nosotros un diálogo fluido que devino instantáneamente en buena amistad. Había publicado yo poco tiempo antes, mi Estudio y antología de la poesía en Arequipa en el siglo XX, que no demoré en entregarle. Y acá viene lo mejor de la anécdota: apasionado por la poesía, por toda la poesía, José Agustín leyó en una sola noche la antología de la primera a la última página. Y no era una exageración cordial porque me citó a la mañana siguiente textos, versos y autores. Entre varios le había impresionado de manera especial Aníbal Portocarrero, el recoleto gran poeta arequipeño que teniendo vasta e importante obra ha publicado poco. Pero ese es otro tema sobre el que debo volver pronto.
José Agustín quedó también inquieto por el hecho de que del primer poeta arequipeño, elogiado por Cervantes, en el Canto a Calíope de La Galatea, Diego Martínez de Ribera, no se conociera un solo texto. Y de inmediato, con la vehemencia y el entusiasmo que lo distinguían, comenzó a idear una serie de métodos tan imaginativos y bien intencionados como impracticables para encontrar poemas de Martínez. Seguimos escribiéndonos y en una carta de febrero del 93 decía: "Te juro que encintara obras de Diego Martínez de Ribera... a lo menos tres sonetos". Más adelante, convencido de las dificultades, quiso saber cuanto fuera posible del poeta d Arequipa y de poesía colonial peruana, para sobre esta base escribir poemas que pudieran corresponder a Martínez. No podía soportar la idea de que el iniciador de la poesía arequipeña n tuviera poemas conocidos. Su arrebato era tal que a guisa de ensayo me envió un soneto "auténticamente apócrifo", advertía, que terminaba:
¡Oh hermanos del oasis! En el mundo
no hay primavera más eterna que ésta
andinos son y fueron mis amores
aires de altura libre, mis cadenas,
y Arequipa será siempre una fiesta
La verídica historia que acabo de referir pinta de cuerpo entero a José Agustín. Su exuberante personalidad, su entusiasmo desbordante, su amor sin medida por la poesía, su interés en Latinoamérica. En otra carta revela: "estoy loco por esa enorme tierra llamada Iberoamérica... por ella me alboroto, me dejo conquistar por lo que otros dicen que conquistaron".
En 1994 lo invité al Encuentro con la poesía hispanoamericana de la Universidad de Lima (hubiese sido su segunda visita a Lima, había estado antes hacia fines de los sesenta según me dijo). lamentó muchísimo no venir, pero por esos meses daba inicio a uno de sus grandes proyectos: el ciclo de recitales que bajo el título "La voz y la palabra" presentó con gran éxito en España y otros países, en compañía del cantante paco Ibáñez. la comunicación directa se hizo menos frecuente después, pero la amistad se mantuvo y nos enviábamos recados con amigos que venían o iban, en los que naturalmente era inevitable la mención al inasible Martínez.
Y así hasta ahora en que la noticia de su muerte (suicidio, ¿accidente? - El País no se pronuncia) me golpea directamente en el lado más sensible del alma. Me resisto a creer que una persona que amaba tanto la vida como Goytisolo se haya suicidado. Hace menos de dos años, en abril de 1997, le escribía al crítico colombiano Hernando valencia Goelkel: "Hemos tenido buena suerte viviendo, yo cumplo el próximo 13 de abril 69 años... y no pasa nada como no sea que, como el buen vino, mejoramos con el tiempo". Sin embargo, el poeta ha muerto. La imagen de su cuerpo, tendido en una calle barcelonesa se ha grabado, dice dramáticamente, todo.
Deliberadamente no he hablado de la vasta obra de José Agustín, de su fe profunda en la poesía como comunicación, de su condición de poeta, de la crítica y del sentimiento, de su situación de [ser] uno de los poetas más populares de España, como apunta El País. He elegido en esta circunstancia recordar más bien al amigo, al hombre, aunque es probable que no [le] hubiese gustado mi opción. Solía decir en efecto: "Prefiero que recuerden algunos de mis versos y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo". Alguna vez he de escribir por cierto sobre su poesía. Termino ahora imaginando que en el más allá José Agustín ha encontrado a Diego Martínez de Ribera, habrá saciado su curiosidad, y le habrá confesado que en el colmo de la buena intención poética le había inventado un soneto. Y estaba dispuesto a continuar haciéndolo para que no siguiera siendo un poeta sin poemas. De ese temple generoso, de esa calidad humana era el poeta José Agustín Goytisolo, que en paz descanse.
[Recuerdo de José Agustín Goytisolo - Jorge Cornejo Polar. En: Expreso. Lima, domingo 28 mar. 1999, p. 25]
14.
Héctor Dante Cincotta
[La Plata - Argentina, 1943]
"Mi padre fue un ávido lector de la literatura latinoamericana y sobretodo de la literatura peruana. En mi casa tenemos una hermosísima colección de la literatura del Perú, y desde muy pequeño... recuerdo que era el año 52 o 53, había recibido una colaboración del Instituto de Cultura, justamente de Arequipa -que la tengo-, y ahí me habló de Mariano Melgar. Me mostró su foto (sic.), yo era muy niño, y me dijo: "Mirá. Este lo tenés que leer porque es uno de los grandes, que no se te vaya". Y desde ese día, con esa frase, no se me fue, me vino
(...)
Me cautivó por una palabra: con la palabra yaraví (...) yaraví es una palabra que deriva del quechua ¿no?, y bueno, él fue un poeta muy original, ese es el gran valor de Melgar. Casi un fundador del romanticismo latinoamericano..."