Cómo funcionaba el asombroso sistema remoto de puntería de los B-29 en 1942
Todo lo que tenía que hacer el artillero a los mandos era poner el avión enemigo en el centro del visor y apretar el gatillo. Con esta frase explicaban los manuales de 1942 cómo se operaban las torretas del Boeing B-29. Detrás de esa simplicidad había un sistema de puntería que aún hoy es una maravilla de la ingeniería.
El B-29 no tenía el apelativo Superfortress por nada. Era una máquina enorme para la época. Una auténtica fortaleza voladora de 30m de largo, 43m de envergadura, y 32 toneladas en vacío. Aparte de su compartimento de carga para bombas, el B-29 tenía iba equipado con 10 ametralladoras Browning M2del calibre .50 repartidas en cinco torretas, dos en la parte frontal, otras dos en el centro del fuselaje, y una quinta en la cola.
Distribución de las torretas de un B-29.
Cabina de un B-29, con la posición de vigilancia del artillero abajo, entre los asientos de los pilotos.
El sistema tenía la particularidad de que las ametralladoras no eran controladas directamente por los artilleros, sino que se operaban desde un sistema remoto centralizado mediante un “ordenador” de la época. Una primera ventaja de este sistema es que las torretas eran mucho más bajas y aerodinámicas, ya que no requerían una gran cúpula para albergar al artillero.
Pero no solo era una cuestión de aerodinámica. Las torretas estaban conectadas de forma que un solo artillero podía tomar el control de varias de ellas y apuntarlas hacia el mismo objetivo. Este sistema tenía varias ventajas. En primer lugar permitía concentrar todo el fuego en la misma dirección en caso necesario. En segundo lugar mantenía las torretas disparando incluso aunque alguno de los artilleros resultara herido o muerto.
Los mandos de cada torreta tenían un interruptor que permitía ceder el control a otro artillero. Un timbre avisaba a este para evitar que al retomar control del arma disparara hacia aviones amigos.
La “computadora” de a bordo
El sistema no solo estaba centralizado. También utilizaba un complejo sistema automático de compensación que calculaba la velocidad, la gravedad, la distancia y el paralaje. El artillero simplemente miraba por un pequeño visor y giraba los controles de derecha a izquierda y de arriba abajo. Cuando tenía el blanco en el punto de mira, apretaba unos gatillos situados bajo los dedos que activaban las ametralladoras. El manual de uso recomendaba mover las ametralladoras hacia afuera cada 50 disparos para dejar que el viento las enfriara.
El sistema de puntería y su esquema.
El visor desde el que se operaba era eléctrico y óptico. No tenía todavía componentes electrónicos. El movimiento de las ametralladoras se realizaba mediante tubos neumáticos. Las cajas de munición estaban en la propia torreta. En condiciones normales, de la tripulación de 10 hombres había cuatro artilleros que se encargaban de operar las ametralladoras. Las dos delanteras las operaba un solo hombre.
Montaje y operación de la ametralladora de cola, ubicada bajo el artillero.
El sistema demostró su efectividad protegiendo a los B-29 de la aviación japonesa durante toda la campaña del pacífico. En total se construyeron 3.970 de estos bombarderos pesados que operaron desde 1944 hasta bien entrados los años 60. En este vídeo se puede apreciar cómo funcionaba el sistema de ametralladoras . [vía Legends in their own Time y Pacific War Online Encyclopedia]
Fotos y diagramas: USAF
Las imágenes del bombardeo más letal de la historia, 70 años después
Si crees que las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki son el peor bombardeo sobre una ciudad que ha ocurrido en la historia piénsalo otra vez. Ese funesto título lo ostenta el bombardeo de Tokio. Hoy se cumplen 70 años de aquella operación que muchos han olvidado y en la que murieron 100.000 personas.
Imagen aérea del incendio tras el bombardeo. En portada, los B-29 y su carga de bombas incendiarias.
En realidad, el ejército estadounidense llevaba bombardeando Tokio desde el 18 de abril de 1942, pero el castigo a la capital japonesa excedió todos los límites la noche entre el 9 y el 10 de marzo de 1945. Esa noche se llevó a cabo la denominada "Operación Meetinghouse". 334 masivos bombarderos B-29 Superfortress sobrevolaron Tokio dejando caer 1.665 toneladas de bombas. Esa noche murieron más personas que en los bombardeos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, aunque a largo plazo el efecto de esos dos ataques fue peor debido a ls efectos de la radiación.
La principal munición utilizada fue la E-46 de 230 kilos. Esta bomba de racimo liberaba 38 pequeñas bombas incendiarias a una altura de unos 700 metros. Las bombas explotaban unos segundos después de impactar contra el suelo, liberando potentes chorros de Napalm. También se utilizaron bombas incendiarias de 100 kilos que utilizaban una mezcla de gasolina y fósforo blanco y explotaban al impactar.
El distrito residencial de Tokio resultó completamente destruido. Solo los edificios de hormigón quedaron en pie.
El ataque se cebó en los distritos más poblados de la ciudad. Los incendios producidos por las bombas se extendieron por las numerosas estructuras de madera de Tokio y se convirtieron en una auténtica tormenta de fuego que consumió hasta los cimientos 40 kilómetros de ciudad. En algunos puntos de la ciudad la temperatura alcanzó los 1.800 grados. Se estima que murieron más de 100.000 personas y más de un millón se quedó sin hogar.
Japón firmó la rendición seis meses después, pero el país logró recuperarse de aquel horror cuyos ciudadanos recuerdan hoy. A diferencia de Hiroshima o Nagasaki, no existe un museo o una institución histórica que recuerde aquella catástrofe. Tan solo hay un pequeño monumento conmemorativo en una esquina del parque Yokoamicho. Un grupo de supervivientes de aquella noche aún lucha para que el ataque no caiga en el olvido.
En esta serie de fotos de la Agencia Associated Press se puede apreciar cómo quedaron diversas partes de la ciudad al día siguiente de aquella infame operación, y cómo son las mismas zonas hoy.
Fotos: Wikimedia Commons y AP Images
Algunas de las armas más delirantes y mortales de la historia
Desde que el mundo es mundo, el ser humano ha sido especialmente creativo a la hora de buscar formas de eliminar a sus semejantes. En otras ocasiones os hemos hablado de armas enormes. Hoy le toca el turno a la vertiente histórica más extravagante y loca de estas herramientas de destrucción.
Pistolas-armónica
En vez de un tambor de carga como el de los revólveres, estas pistolas inventadas por J. Jarre entre 1859 y 1862 apostaban por un cargador lineal dispuesto en horizontal, como una armónica.
(vía Historical Firearms)
Operación Acoustic Kitty
Dotado de un presupuesto de 20 millones de dólares, este vergonzoso y absurdo proyecto buscaba convertir a los gatos en dispositivos de vigilancia. Para ello se sometía al animal a una intervención quirúrgica en la que se la implantaba un pequeño micrófono en la oreja unido a un transmisor de radio y un sistema de alimentación. En la primera prueba de campo constataron un problema: los gatos no van donde se les dice, sino dónde les apetece. El proyecto se canceló en 1967.
(vía Today I Found Out)
Gustav y Dora
Ya hablamos de ellos en nuestra recopilación de armas enormes, pero merecen aparecer también en esta. No siempre se encuentran dos cañones capaces de disparar munición de 7 toneladas a kilómetros de distancia.
(vía Indian Defence Forum y vintag.es)
La linterna-pistola
Los servicios secretos de corea del norte usaban esta linterna LED modificada que, en vez de alumbrar, podía disparar tres proyectiles de pequeño calibre.
Perros explosivos
Los primeros en tener esta funesta idea fueron los soviéticos en 1930, pero el ejército estadounidense y el iraquí también han coqueteado con la idea, consistente en entrenar a un perro para que destruya tanques enemigos a lo kamikaze.
Al pobre perro simplemente se le enseñaba a buscar los depósitos de combustible de los tanques y meterse debajo de ellos. Un mecanismo de palanca sobre su lomo activaba los explosivos que el animal llevaba en una especie de alforjas. Según el historiador Chris Bishop, los soviéticos cometieron un pequeño error: entrenaron a los perros usando sus propios tanques, que eran diesel. A resultas de ello, al liberar los canes en el campo de batalla, estos buscaban tanques rusos en vez de los alemanes, que utilizaban gasolina. Algunos lo llamarían justicia cósmica.
(vía War Writing y Yuri Pasholok/Primeportal)
Dyson LePetit
Es un revolver de seis balas que se llevaba como un anillo. Su calibre era diminuto (5 mm) y su precisión probablemente fuera terrible por la casi total ausencia de cañón.
Tanque Tsar
También llamado Tanque Lebedenko, en homenaje a su inventor, este extraño vehículo se construyó en 1914. Cada rueda medía 8,2 metros de altura y pesaba tanto que el tanque a menudo quedaba atascado en el terreno.
(vía Wikimedia Commons)
Bombas de murciélagos
EL proyectil de la imagen es una especie de bomba de racimo, solo que en vez de usar cargas, estaba llena de murciélagos. Cada animal estaba dotado de una pequeña cantidad de explosivo incendiario y era liberado cuando la bomba alcanzaba los mil metros de altura.
(vía Wikimedia Commons)
Paraguas Búlgaro
Este era el nombre con el que se conocía a este paraguas modificado para albergar un arma que disparaba cápsulas con veneno. Lo utilizaron la KGB y el Servicio Secreto Búlgaro
(vía The International Spy Museum)
Who? Me? Sprays no letales en la Francia ocupada
Como explican en SF Gate, los sprays incapacitantes ya eran objeto de estudio en la Segunda Guerra Mundial. La Oficina Americana de Servicios Estratégicos creó un spray de una sustancia sulfurosa que olía a heces. El objetivo era poder usarlo para reducir temporalmente al enemigo.
El beso de la muerte, una pistola-pintalabios
Este arma del calibre 4,5mm se ocultaba en un pintalabios. La utilizaron agentes femeninos del KGB, y disparaba un solo tiro.
(vía The Patriot Files)
Palomas-cohete y gatos-cohete
Estas ilustraciones de Franz Helm describen un sistema para lograr entrenar a palomas mensajeras y gatos en el transporte de explosivos de asedio. Los dibujos datan de 1535, 1584 y 1607, pero no hay constancia de que se llevaran a la práctica en esa época.