El modelo cinético–molecular establece que la materia está formada por partículas en continuo movimiento, que se denomina movimiento térmico.
La temperatura de la materia es la medida del grado de movimiento térmico de sus partículas. Cuanto más rápido se mueven, más temperatura tiene el cuerpo.
La temperatura es proporcional a la energía cinética media de las partículas que forman un cuerpo, pero no depende de la masa de ese cuerpo, por lo que se dice que la temperatura es una magnitud intensiva. La energía cinética asociada al movimiento térmico se denomina energía térmica.
Para medir la temperatura se utiliza un aparato denominado termómetro, que debe estar correctamente calibrado. Existen tres escalas comúnmente usadas para medir la temperatura:
Escala Fahrenheit, ideada en 1724 por el físico alemán Daniel Gabriel Fahrenheit (1686–1736), en la que se toma como referencia el punto de fusión del hielo (32 ºF) y el punto de ebullición del agua líquida (212 ºF).
Escala Celsius o escala centígrada, propuesta en 1742 por el astrónomo sueco Anders Celsius (1701–1744), en la cual se fijan otros valores para el punto de fusión del hielo (0 ºC) y el punto de ebullición del agua (100 ºC).
Escala Kelvin o escala absoluta, inventada en 1854 por el físico británico William Thomson, Lord Kelvin, (1824-1907), que se basa en la idea del cero absoluto, la temperatura teórica a la que las partículas que forman la materia se paran por completo (–273,15 ºC). Al asignar a esta temperatura el valor 0 K, no existen valores negativos de la temperatura.
Cuando se ponen en contacto dos cuerpos con diferentes temperaturas, se produce un intercambio de energía entre ellos, que finaliza cuando sus temperaturas se igualan, es decir, cuando se alcanza el equilibrio térmico.