Historias y leyendas

Calle de las Monjas

Según la leyenda, hace muchos años existió en Lebrija una monja llamada Teresa de Rivero que vivía en el convento con las demás. Se dice que esta monja murió al pasar por la llamada calle de las monjas y caerle encima unos pinchos provenientes de una ventana situada en lo más alto de aquella calle.

Hoy en día en aquella calle existe un pequeño azulejo de piedra en el suelo donde aparece dicha calle grabada, pues bien, la leyenda cuenta que si ese azulejo es pisado en cualquier momento, ese mismo día si se vuelve al mismo lugar a medianoche, aparecerá la monja Teresa llorando al lado de la ventana dónde murió a la vez que los pinchos de dicha ventana caerán al suelo.

La matanza de franceses de 1808

Los soldados franceses derrotados en Bailén eran considerados por la Junta de Sevilla como prisioneros de guerra...”; así pues, en base a lo pactado en la capitulación de Bailén, parte de estas tropas fueron enviadas a Cádiz para su repatriación. Parte de este ejército con el general Dupont a la cabeza llegó a la villa de LEBRIJA a principios de agosto de 1808.Tras el descanso referido marcharon de nuevo hacia Cádiz. Posteriormente, la Junta de Sevilla distribuyó en varias poblaciones de la provincia las tropas pertenecientes a la división de Bedel. Parece ser que a LEBRIJA le correspondió unos trescientos soldados, todos ellos bajo la responsabilidad del general Pribé. Toda la oficialidad fue alojada en el interior del antiguo castillo. Así distribuidos en la población, el trato con los soldados franceses fue bueno. Las relaciones de oficiales y prisioneros con lebrijanos tambien fue buena. Eso sí, la autoridad mandó poner en la entrada del castillo, así como en “El Mantillo”, dos o tres vecinos desarmados a modo de prevención de cualquier eventualidad. En Noviembre se comenzó la recolección de aceituna en el pueblo. Pues bien, casi toda la tropa francesa se dedicó a recolectar aceitunas, lo que provocó, una disminución en los jornales. La situación del campesino lebrijano, empeoró.Se creó un malestar en el pueblo.

El día 7 de Diciembre todo cambió, llegó una orden al ayuntamiento en la que se llamaba a los hombres lebrijanos de toda condición a asistir en la defensa de Sevilla con las armas que tuviesen. Se corrió el rumor y al parecer todos se asustaron y alarmaron. Pensaban que un nuevo ejército francés, tras la derrota sufrida en Bailén, se encontraba a las puertas de Sevilla. Se llegó al acuerdo de pedir a la Junta de Sevilla la retirada de los prisioneros franceses sitos en Lebrija, o que enviase tropas españolas para custodiarlos. El oficial médico francés se acercó a los tumultos y un hombre, de profesión albañil, que estaba borracho insultó al oficial y dijo además que “...todos los franceses van a morir...” Este oficial subió inmediatamente al Castillo donde advirtió de estos hechos a los restantes oficiales. Estos, alarmados, pensando que iban a ser aniquilados, decidieron presentar resistencia. La confusión provocó un enfrentamiento, en le cual un oficuial francés mató a un lebrijano. Despues de este suceso los franceses huyeron y se refugiaron a varios sitios de lebrija y los lebrijanos fueron encontrandolos y consiguieron matar a treinta franceses. Finalmente, los franceses se dirigieron a Sanlúcar de Barrameda.

El pozo nuevo

En la época de Franco (1939-1975), como todo el mundo sabe, a los comunistas, socialistas, republicanos, y todo aquel que estuviera en contra del régimen fascista se le mataba. Pues en Lebrija no iba a ser menos. A toda aquella persona que iba en contra del fascismo, lo condenaban y fusilaban en el antiguo “pozo nuevo”. El “pozo nuevo” era el depósito de cadáveres de comunistas, socialistas y todo aquel que pensara distinto. Los mataban y luego lo enterraban o algunos los tiraban al pozo, según cuentan los hombres mayores de la localidad.