La civilización y el desperdicio son dos conceptos que siempre han ido de la mano. Los humanos han ido produciendo una gran cantidad de residuos. Al principio, todos los desechos generados eran orgánicos.
A lo largo de los siglos, la agricultura se volvió más intensa con la introducción de monocultivos a gran escala y maquinaria especializada que reemplazó a los animales. No se conoce una fecha que pueda considerarse como el inicio del uso de residuos orgánicos en la agricultura, sin embargo, esta sustitución hizo que se pensara en una nueva forma de fertilizar el suelo y los cultivos, sin el estiércol animal.
Fue entonces cuando Sir Albert Howard creyó que la fertilidad del suelo necesitaba del reciclaje y la utilización de todos los desechos orgánicos. Entre los años 1924 y 1931, residió en Indore, en el centro de la India y fue allí, donde desarrolló un proceso para producir humus a partir de restos de plantas y animales, al que se le denominó "Proceso de Indore". En 1931 se construyó la primera planta de compostaje industrial en Weister, Holanda. El sistema de tratamiento es una modificación del proceso Indore para el uso de residuos orgánicos como fertilizante en el norte de los Países Bajos.
Según FAGRO (Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional Agraria) (2000), el abono orgánico o compost es un producto, que se forma cuando los desechos orgánicos se transforman en humus por la acción de residuos orgánicos (bacterias, lombrices, etc.). La presencia de humus en el suelo cumple las siguientes funciones: aporta nutrientes, mejora la estructura del suelo, la porosidad y retención de agua y aire, y aumenta la resistencia de las plantas a las enfermedades.
Mariano Bueno (2004) recopiló una serie de diferentes sistemas de producción de compost en su libro "Cómo hacer un buen compost”. Además, se describen sistemas sencillos para el desarrollo de pequeños jardines en entornos urbanos.