Ética y estética son una, escribiría Wittgenstein en 1921, hace casi un siglo de ello y el tema de la importancia de los ambientes y espacios escolares sigue estando presente. todos ellos relacionados con el diseño y conformación de ambientes de aprendizaje. Lamentablemente, la realidad es otra.
La transformación de los espacios educativos se ha desarrollado, en la mayoría de los casos, con las edades tempranas, en la etapa infantil o dentro de los primeros cursos de primaria. La educación secundaria ha quedado apartada de esa reconstrucción de sus ambientes. Sus lugares de aprendizaje lejos de facilitar el encuentro con la belleza, de ayudarles a familiarizarse con ella, los arrastra a vivir durante seis horas, durante cinco días a la semana en espacios asépticos, poco ventilados, mal iluminados, fríos o demasiado cálidos y en muchas ocasiones sucios. Si bien es cierto, el y la docente, a veces, tiene pocas posibilidades o dificultad en sus maniobras para poder cambiar esta, nuestra, realidad. Habrá que buscar las estrategias, los resortes, para poder solventar la precariedad estética (y ética) dentro de nuestros centros docentes. Nuestra principal labor será subsanar la desmotivación y el escaso sentido de pertenencia de los espacios educativos por parte de nuestros alumnos, tendremos pues, que asumir que el hecho de que nuestros alumnos no respeten los lugares de aprendizaje, no será siempre responsabilidad suya.