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UD 4. LA HIDROGRAFÍA

4.1. La diversidad hídrica de la península y las islas

El agua es un recurso imprescindible para la vida y, por ello, también para las actividades humanas. Su comprensión desde una perspectiva integrada combina dos aspectos esenciales: por un lado, el funcionamiento natural del ciclo del agua y, por otro, la gestión que cada sociedad realiza de este recurso. Aunque parece un elemento muy abundante en nuestro planeta, el agua directamente utilizable por la sociedad está muy desigualmente repartida, y en muchos lugares las personas sufren problemas importantes a causa de su escasez o de su mala calidad.

España, en su conjunto, no puede considerarse como un país seco en el contexto mundial. No obstante, los recursos hídricos disponibles muestran enormes diferencias, debidas a la diversidad climática de su territorio. El acceso al agua constituye uno de los problemas territoriales más importantes, y es el más crítico en relación con los otros recursos naturales del país.

En el mapa de la escorrentía total media anual, realizado a partir de los datos que aportan las estaciones de aforo, se observan notables diferencias entre unas y otras regiones. Mientras que en las cantábricas, y en las principales montañas, la precipitación supera ampliamente a la evaporación y, una vez satisfechas las necesidades de los seres vivos, grandes cantidades de agua se incorporan a los ríos (a la "escorrentía"); en las regiones mediterráneas, y en amplios sectores de Canarias, la evaporación, los ecosistemas y el suelo absorben la mayor parte del agua precipitada, y sólo una pequeña proporción de la misma se incorpora a la escorrentía durante los periodos más húmedos, o durante los episodios de grandes lluvias. De este modo, aunque el valor medio equivale a 220 mm, la distribución espacial de la escorrentía es muy contrastada, existiendo áreas donde ésta no alcanza 50 mm/año frente a otras donde supera los 800 mm/año.

MAPA DE ESCORRENTÍA TOTAL MEDIA ANUAL. Fuente: IGN.

La configuración y las características de la red hidrográfica española están condicionadas fundamentalmente por la gran diversidad climática y el complejo relieve que conforma nuestro territorio. Junto a ellos, la litología, la vegetación y el ser humano contribuyen a definir los principales rasgos hidrográficos de España.

EL CLIMA

El clima determina el caudal y la regularidad de los cursos fluviales españoles, puesto que el agua que alimenta ríos, lagos y acuíferos proviene fundamentalmente de las precipitaciones, como ya señalamos. De esta manera, la cuantía y la distribución de las precipitaciones son el factor climático más destacado. De él deriva la diferenciación entre:

-Una España húmeda, de ríos regulares y de caudal abundante en el área de clima atlántico.

-Una España seca, con ríos menos caudalosos e irregulares en la región de clima mediterráneo.

-Y la región mediterránea árida del sureste, con los ríos de caudal más pobre y con grandes estiajes.

Las temperaturas son el otro elemento climático que influye en la red hidrográfica. De ellas dependen las pérdidas por evaporación, que son máximas en verano en las regiones del interior y del sur peninsular, coincidiendo con el periodo de insuficientes precipitaciones, es decir, la estación de aridez estival.

Río Miño a su paso por Pontevedra

Crecida del río Segura a su paso por la ciudad de Murcia

Rambla del río Andarax (Almería

EL RELIEVE

El relieve condiciona, en primer lugar, la disposición y la organización de la red fluvial. La basculación de la Península hacia el oeste a finales del Terciario explica la importante disimetría entre las vertientes atlántica y mediterránea.

Todos los grandes ríos, salvo el Ebro, a pesar de nacer más cerca del mar Mediterráneo discurren hacia el océano Atlántico, labrando extensas cuencas hidrográficas. La divisoria de aguas entre la vertiente atlántica y la mediterránea está definida por las cumbres del Sistema Ibérico y de las Béticas. La disposición de las principales unidades del relieve determina la forma y la dimensión de las grandes cuencas fluviales.

En segundo lugar, el relieve influye en la capacidad erosiva de los ríos, en su velocidad y en el volumen de las crecidas. Cuanto mayor es la pendiente del terreno, mayor es la capacidad erosiva de una corriente y la velocidad de sus aguas. Al contrario, en algunas zonas llanas de escasa o nula pendiente las aguas apenas tienen movimiento y pueden presentar una circulación endorreica (sin salida al mar, en vez de exorreica), que da lugar a formaciones lacustres de pequeñas dimensiones en el interior peninsular.

Por último, el relieve, a través del factor altitud, afecta también al régimen hidrográfico. Con la altitud aumentan las precipitaciones, que en las zonas de alta montaña caen en forma de nieve. En la primavera, e incluso a comienzos del verano, esas aguas se deshielan y se incorporan a la red fluvial.

LA LITOLOGÍA

Los suelos condicionan las características de la red hidrográfica a través de la distinta permeabilidad y resistencia a la erosión que presenta cada roca.

-La roca caliza, que es permeable, se define por una escorrentía superficial mínima e irregular (sumideros y surgencias), dominando la circulación subterránea.

-La roca silícea, que es mayoritaria en el oeste peninsular, es muy poco permeable, lo que favorece la circulación superficial, salvo en aquellos sectores muy diaclasados, en los que el agua escapa hacia niveles subterráneos.

-Los roquedos arcillosos (propios de las grandes cuencas sedimentarias) son muy impermeables y se caracterizan por una escorrentía superficial.

LA VEGETACIÓN

La vegetación retiene el agua de las precipitaciones, favorece la humedad del suelo y el subsuelo y dificulta la erosión. Por eso, en un suelo desprovisto de vegetación, o con vegetación poco densa, las filtraciones de agua son menores, aumenta la evaporación y el agua de arroyada fluye más rápidamente, erosionando y destruyendo el suelo.

Por el contrario, en un suelo cubierto por un denso tapiz vegetal, la evaporación y la erosión del suelo se dificultan, lo que favorece la formación de acuíferos y de cursos permanentes de agua.

LA INTERVENCIÓN HUMANA

Las personas modificamos los caracteres de la red fluvial mediante la construcción de infraestructuras de regulación, como embalses, que tratan de paliar los profundos estiajes de muchos de nuestros ríos; presas, que también se utilizan para generar electricidad, o el trazado de canales y trasvases, que modifican y reducen el volumen de agua de los ríos.

4.2. Las vertientes hidrográficas españolas

Una vertiente hidrográfica es el conjunto de cuencas cuyas aguas vierten en el mismo mar. En la Península se observa una gran disimetría entre las vertientes atlántica y cantábrica (en las que desembocan el 69% de los ríos peninsulares) y la vertiente mediterránea (en la que desagua el 31% restante). La causa es la inclinación de la Meseta hacia el oeste a partir del Sistema Ibérico.

MAPA DE LAS CUENCAS HIDROGRÁFICAS

4.2.1. La vertiente cantábrica/ gallega

Los ríos de la vertiente cantábrica/gallega son cortos, ya que nacen en montañas cercanas a la costa. Tienen gran fuerza erosiva, dado que salvan un gran desnivel entre su nacimiento y su desembocadura. Esta erosión sería aún mayor si las laderas de los relieves que atraviesan no estuvieran protegidas por la vegetación. Los ríos cantábricos son caudalosos y de régimen bastante regular, gracias a la abundancia y constancia de las precipitaciones. Aprovechando estas circunstancias y la topografía abrupta, se han construido pantanos destinados a la producción hidroeléctrica.

4.2.2. La vertiente atlántica

Los ríos de la vertiente atlántica son largos, al nacer cerca del Mediterráneo y desembocar en el Atlántico. Su fuerza erosiva es escasa, dado que discurren por llanuras en las que apenas se hunden, pero forman barrancos en los desniveles. Su caudal es abundante, porque tienen numerosos afluentes, pero su régimen es irregular. Presentan estiaje en verano coincidiendo con el mínimo de precipitación, y crecidas con las lluvias de otoño y primavera.

4.2.3. La vertiente mediterránea

Los ríos de la vertiente mediterránea, excepto el Ebro, son cortos, puesto que nacen en montañas próximas al mar. Por este motivo, son ríos abarrancados, que erosionan violentamente las laderas deforestadas. Su caudal es escaso, debido a las reducidas precipitaciones y su régimen es muy irregular. Presentan acusado estiaje en verano (muy prologado en los ríos más meridionales) y pueden sufrir crecidas catastróficas en otoño originadas por lluvias torrenciales. Como consecuencia, ha sido necesario construir embalses para regularizar el caudal y abastecer de agua a los núcleos de población, a la agricultura y a la industria. En la vertiente mediterránea son también frecuentes los torrentes, cursos intermitentes que solo llevan agua cuando llueve. Gran parte del año, sus cauces o ramblas se encuentran secos.

4.3. Los ríos y las cuencas hidrográficas

La cuenca hidrográfica es el territorio cuyas aguas vierten a un río principal y a sus afluentes. Las cuencas se caracterizan por los rasgos siguientes:

-Se encuentran separadas por divisorias de aguas, formadas por las cumbres de los relieves montañosos que las delimitan. Las cuencas peninsulares principales son las del Norte, Miño, Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Pirineo oriental, Ebro, Júcar, Segura y Sur.

-En la cuenca, los ríos circulan por un cauce o lecho, y forman una red organizada jerárquicamente desde los subafluentes y afluentes hasta llegar al río principal.


4.3.1. La cuenca norte

Incluye los ríos del dominio de clima oceánico, tanto los que desembocan en el mar Cantábrico (se habla de vertiente cantábrica para referirnos a ellos) como los gallegos (vertiente atlántica), que tienen rasgos comunes con los cantábricos.

Esta cuenca se define por unos cursos fluviales cortos. La mayoría de sus ríos nacen en la Cordillera Cantábrica, muy próximos a su desembocadura. En su recorrido excavan profundos valles para salvar los desniveles (de hasta 2.000 m) entre las montañas donde nacen y el mar, por lo que tienen una gran fuerza erosiva y un carácter torrencial que se aprovecha a lo largo de toda la cornisa cantábrica para producir electricidad.

Las elevadas y regulares precipitaciones otorgan a estos ríos un caudal abundante y regular, con un régimen de alimentación pluvial y pluvio-nival.

Los ríos vascos (Bidasoa, Nervión) son los más regulares. Los cántabros y astures (Pas, Deva, Sella, Nalón, Narcea, Navia) tienen una gran potencia erosiva. Y los ríos gallegos (Eo, Tambre, Ulla, Miño y Sil) son los que presentan un curso más suave, acorde con el relieve del Macizo Galaico.

4.3.2. Los grandes colectores de la Meseta y la depresión Bética

Los grandes ríos atlánticos se caracterizan por su gran longitud, ya que nacen en montañas alejadas de su desembocadura. Pertenecen a la vertiente atlántica. Discurren por extensas llanuras, en un ambiente climático mediterráneo con una marcada aridez estival, que se traduce en un régimen irregular, dulcificado por el aporte de sus afluentes. Su caudal absoluto es elevado, pero su caudal relativo desciende significativamente, puesto que estos ríos han labrado amplias cuencas fluviales entre los relieves que las limitan. De norte a sur se localizan las grandes cuencas de la Meseta (Duero, Tajo y Guadiana) y el río Guadalquivir.

- El Duero es la cuenca más extensa de la Península. Drena las tierras de la Submeseta Norte y recoge las aguas de las cordilleras Cantábrica, Ibérica y Central. Nace en los Picos de Urbión y, tras atravesar las tierras castellanas, se encaja en los Arribes del Duero, salvando el gran desnivel entre las tierras españolas y las portuguesas. Este desnivel se aprovecha para la construcción de presas que producen electricidad. Sus afluentes de la margen derecha (Pisuerga y Esla) son más caudalosos que los de la margen izquierda (Eresma, Adaja, Tormes) y su régimen de alimentación es pluvio-nival, con máximos en marzo-abril.

- El Tajo, en la Submeseta Sur, discurre entre el Sistema Central, las estribaciones del suroeste del Sistema Ibérico y los Montes de Toledo. Es el río más largo de la Península: nace en la Sierra de Albarracín y desemboca en Lisboa. Está regulado por muchos embalses. Sus principales afluentes de la margen derecha son el Jarama, el Alberche, el Tiétar y el Alagón. Los de la izquierda son menos caudaloso. Sus aguas se aprovechan para la producción de electricidad (presa de Alcántara) y su régimen de alimentación es pluvio-nival.

Arribes del Duero

Presa de Alcántara, río Tajo a su paso por Cáceres

- El Guadiana, también en la Submeseta Sur, extiende su cuenca entre los Montes de Toledo, Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en las lagunas de Ruidera y desemboca en Ayamonte. Es un río de caudal pobre (es el menos caudaloso de los grandes ríos atlánticos) e irregular, con acusados estiajes. Además, la litología caliza presente en parte de la cuenca favorece la circulación subterránea. Su régimen de alimentación es pluvial y sus afluentes (Jabalón, Zújar y Matachel) aportan poca agua al curso principal. Casi todos sus embalses se aprovechan para el regadío.

· El Guadalquivir recorre la depresión Bética. Recoge las aguas de Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en la Sierra de Cazorla y desde Sevilla discurre por una llanura casi horizontal hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, en el golfo de Cádiz, donde se forman las marismas del Guadalquivir. Su régimen de alimentación es pluvial, aunque el de su principal afluente, el Genil, que nace cerca de Sierra Nevada, tiene influencia nival.

Parque Natural de Lagunas de Ruidera, nacimiento del río Guadiana (Albacete y Ciudad Real)

Nacimiento del río Guadalquivir

(Sierra de Cazorla, Jaén)

4.3.3. Los ríos de la vertiente mediterránea

La vertiente mediterránea, que ocupa el 31% de la superficie peninsular, se extiende, de norte a sur, desde Girona hasta Gibraltar. Hacia el interior, la divisoria de aguas de la vertiente está definida por el Sistema Ibérico y los Sistemas Béticos; este aspecto condiciona las características de sus cuencas fluviales, puesto que, salvo el Ebro, son cursos de pequeña o mediana longitud, cuencas reducidas, y pronunciadas pendientes en sus cabeceras, debido a la proximidad de los relieves montañosos a la costa. El clima mediterráneo explica la pobreza del caudal de estos cursos fluviales y su gran irregularidad, con frecuentes crecidas y acusados estiajes, a los que se suma una elevada evapotranspiración, que contribuye aún más a reducir el caudal de estos ríos. De hecho, muchos de ellos son cursos intermitentes, torrentes o ramblas, que solo en ocasiones llevan el agua de unas intensas precipitaciones (generalmente otoñales) con consecuencias, muchas veces, catastróficas.

· Los ríos catalanes (Fluviá, Ter y Llobregat), con un régimen de alimentación mixto, son cortos y algo más caudalosos.

· Los levantinos (Mijares, Turia, Júcar y Segura) tienen unas cuencas de pequeña o medianas dimensiones, un régimen de alimentación pluvial o pluvio-nival, caudal pobre y gran irregularidad interanual e intranual, con peligrosas crecidas otoñales debidas a la gota fría.

· Los ríos meridionales (Almanzora, Guadalfeo y Guadalhorce) tienen un régimen pluvial. Son muy cortos, rápidos e irregulares, de difícil aprovechamiento y, como los levantinos, con frecuentes crecidas.

· El Ebro es una excepción en la vertiente mediterránea. Nace en la Cordillera Cantábrica, en Fontibre, por lo que su cabecera es lluviosa; atraviesa la depresión del Ebro, donde la aridez se impone en la parte central, y, tras pasar el Sistema Costero-Catalán, desemboca en el Mediterráneo formando un delta con los materiales que arrastra. En consecuencia, es un río largo, de extensa cuenca y caudal destacado, tanto por su cabecera húmeda como por el aporte de sus afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego, Cinca y Segre). Sus afluentes ibéricos (Jalón, Guadalope) tienen un caudal más pobre. El régimen de alimentación es pluvio-nival, con estiajes cortos y menor irregularidad que el resto de los ríos mediterráneos. Sus aguas se aprovechan tanto para la producción de energía hidroeléctrica como para un intenso regadío, por lo que se han construido numerosos embalses para uso agrícola.

4.3.4. La red fluvial insular, Ceuta y Melilla

Baleares y Canarias carecen de auténticos ríos. El clima y la litología son factores decisivos a la hora de entender las características hídricas de los archipiélagos.

En Baleares, en la isla de Mallorca encontramos cursos intermitentes, torrentes o torrents, que tienen unos rasgos similares a las ramblas levantinas: solo llevan agua en los períodos de precipitaciones (fundamentalmente equinocciales), y sus cauces están secos durante gran parte del año. En el resto de las islas, más llanas, la escorrentía superficial es mucho menor. En todas ellas la litología caliza favorece la circulación subterránea, de manera que existen numerosos acuíferos, que tienen una importancia vital desde la antigüedad debido a los escasos recursos hídricos superficiales.

En Canarias, la aridez de gran parte de las islas, junto al carácter permeable de la litología volcánica, justifica la ausencia de cursos permanentes de agua. La mayor parte de los recursos hídricos procede de las aguas subterráneas, los acuíferos. La infrecuente escorrentía superficial se limita a la red de barrancos que encauzan las aguas de las escasas precipitaciones.

Ceuta y Melilla reducen sus recursos hidrográficos a una red formada por arroyos de escasa longitud y de acusado carácter estacional y torrencial. En Melilla, el llamado río de Oro es actualmente un cauce seco, salvo en momentos esporádicos de crecidas, como las acontecidas en el otoño de 2008. El abastecimiento en ambas ciudades se logra a través de la extracción mediante pozos de las aguas freáticas del subsuelo, más abundantes en la ciudad de Melilla.

4.4. Los regímenes fluviales

Los regímenes fluviales dependen básicamente del factor climático, concretamente de la cuantía y el tipo de las precipitaciones que alimentan a nuestros ríos. Los caudales de los ríos varían a lo largo del año en función del clima (lluvias, fusión de las nieves o hielos glaciares, evaporación, etc.) imprimiendo una personalidad propia a los cursos de cada región. Su representación gráfica, mediante hidrogramas, permite destacar las diferencias existentes entre los ríos de las dos grandes áreas climáticas españolas, la de influencia oceánica (o atlántica) y la mediterránea. Pero, además, las áreas de montaña presentan regímenes específicos con un gradiente en altitud que incluye un régimen pluvio-nival en las zonas bajas, un nivo-pluvial allí donde el agua aportada por la fusión de la nieve supera a la procedente de las precipitaciones y un régimen nival o incluso glaciar en torno a algunas de las cumbres más elevadas (que por ocupar una extensión muy reducida no aparecen diferenciadas en el mapa).

Desde este punto de vista, distinguimos los ríos de alimentación pluvial, nival y mixtos (nivo-pluvial o pluvio-nival).

4.4.1. Ríos de régimen pluvial

El régimen pluvial es el más extendido en España. Está condicionado directamente por las precipitaciones en forma de lluvia. Se diferencian varios subtipos en función del régimen de precipitaciones.

· El régimen pluvial oceánico es característico de los ríos del norte peninsular de clima atlántico, área de precipitaciones elevadas y regulares y una evaporación relativamente baja. Presenta un máximo invernal y un mínimo poco pronunciado durante el verano. Ríos como el Tambre y el Ulla responden a este régimen.

· El régimen pluvial mediterráneo es propio de un contexto climático de precipitaciones irregulares, con una pronunciada sequía estival y frecuentes lluvias de carácter torrencial. Presenta un acusado estiaje veraniego, aguas máximas en primavera y una importante evaporación a lo largo del año. Dentro de él podemos diferenciar, a su vez, varios subtipos:

- El régimen pluvial mediterráneo levantino, característico de la zona litoral (río Mijares), con frecuentes crecidas y un pico máximo en otoño.

- El régimen pluvial mediterráneo subtropical, en el interior continentalizado (Zújar, Jándula), con un estiaje muy pronunciado y con máximos en primavera. En los ríos de la vertiente sur (Guadalfeo, Guadalhorce), el estiaje puede alargarse a más de medio año.

4.4.2. Ríos de régimen nival

Los ríos de régimen nival son propios de zonas de montaña con cabeceras por encima de los 2.500 m de altitud. Se alimentan con el agua de las nieves retenidas durante el invierno, época que corresponde a la estación de aguas bajas. A finales de la primavera e incluso comienzos del verano, la fusión de las nieves aumenta el caudal del río; es la época de aguas altas o crecida. En España, el régimen nival se limita a los ríos pirenaicos de alta montaña, como el Caldarés, subafluente del Gállego.


4.4.3. Ríos de régimen mixto

Los regímenes mixtos combinan ambos tipos de alimentación, nival y pluvial, nombrándose en primer lugar el tipo de precipitación que aporta más recursos.

· En el régimen nivo-pluvial domina la alimentación nival sobre la pluvial. Por eso, presenta aguas altas al final de la primavera, coincidiendo con el deshielo de las nieves. En España es propio de algunos ríos pirenaicos, como el Gállego y el Cinca, y también de los cursos altos de los ríos cantábricos y algunos ríos del Sistema Central.


· En el régimen pluvio-nival la alimentación pluvial domina sobre la nival, con máximos a comienzos de la primavera (cuando al agua de lluvia se suma el agua de fusión de las nieves) y un claro estiaje durante el verano. Este régimen caracteriza algunas zonas de cabecera de los grandes ríos peninsulares, como el Duero y el Tajo en la vertiente atlántica, o el Llobregat en la mediterránea.


Estos regímenes sencillos son propios de ríos de cuencas reducidas con unas condiciones uniformes. Por el contrario, los grandes ríos españoles se definen por tener unos regímenes fluviales complejos, en los que se combinan distintos tipos de alimentación, ya que en sus extensas cuencas van cambiando las condiciones físicas y, además, reciben el aporte de sus afluentes, lo que conduce a un cambio y gran diversidad en el tipo y el modelo de regímenes fluviales a lo largo de su recorrido.

4.5. Uso y aprovechamiento de las aguas

En España, los recursos hídricos proceden, sobre todo, de las precipitaciones, que alimentan las aguas superficiales y los acuíferos. De su volumen total (unos 346.000 hm3/año) solo queda disponible un 32% (111.305 hm3) debido a la fuerte evaporación, y de este volumen se aprovecha menos de la mitad (46.000 hm3). Aunque esta cantidad es todavía superior a la demanda de agua (35.323 hm/año), existe un déficit hídrico anual en torno a 3.000-4.000 hm3, debido a la incidencia de una serie de problemas:

• La irregular distribución de los recursos. Los ríos, que constituyen la principal fuente de abastecimiento, presentan una fuerte irregularidad estacional e interanual y una desigual distribución espacial. Este hecho determina la presencia de cuencas con claros excedentes (Norte, Duero, Tajo y Ebro), cuencas con equilibrio entre recursos y demanda (las demás cuencas atlánticas y la del Pirineo Oriental) y cuencas con déficits evidentes (las restantes cuencas mediterráneas). El agua procedente de los acuíferos, de la desalinización marina y de la reutilización de las aguas depuradas representa un volumen mucho menor.

• La irregular distribución de la demanda. Esta se concentra en el área de mayor dinamismo económico y demográfico, el arco mediterráneo, cuyos recursos son escasos.

• La insuficiencia de embalses y las pérdidas de agua. El agua almacenada en los embalses no basta para cubrir una demanda en alza. A este problema se suman las importantes pérdidas anuales de agua motivadas por el uso de sistemas de riego inadecuados y por las fugas en las conducciones. Según los expertos, el déficit hídrico motivado por estos problemas podría elevarse, si, como consecuencia del cambio climático, disminuyen las precipitaciones en torno a un 10% y aumenta la temperatura entre 2 °C y 2,5 °C.

El uso del agua

El agua es esencial para la vida en la Tierra y para numerosas actividades humanas. Por este motivo, la población ha preferido los asentamientos próximos a los recursos hídricos. En España existen ejemplos claros de cómo las modalidades de acceso y uso de los recursos hídricos han marcado etapas de construcción de los paisajes del agua, complejos conflictos sociales, etc.

En consecuencia, el lugar central del agua en la organización de las actividades económicas exige políticas hidráulicas integradas en la planificación y ordenación territorial y en la gestión ambiental. Se habla de dos tipos principales de aprovechamiento del agua:

Los usos consuntivos que implican pérdida significativa del volumen de agua por evaporación o incorporación al bien producido y los usos no consuntivos que no merman el volumen tomado en origen. Además de la cantidad, la calidad del agua constituye otra componente relevante cuando analizamos los impactos de los aprovechamientos.

Entre los usos consuntivos o consumidores de agua destacan el regadío agrario, que absorbe más del 80% del agua consumida; el uso por los sectores económicos (producción minera, energética y manufacturera y actividades terciarias), y el uso en los hogares y municipios (limpieza de calles, riego de jardines). En España, el agua consumida por todos estos usos se ha incrementado en los últimos años, como consecuencia del desarrollo económico, urbano y del nivel de vida. Así, las cifras de consumo de agua por persona están entre las más altas de Europa y del mundo (160 l/hab/día en 2006).

• Entre los usos no consuntivos del agua se encuentran la pesca, la acuicultura, la producción hidroeléctrica, la navegación y los deportes náuticos.

a) Usos consuntivos

Entre los usos consuntivos o consumidores de agua destacan el regadío agrario, que absorbe más del 80% del agua consumida; el uso por los sectores económicos (producción minera, energética y manufacturera y actividades terciarias), y el uso en los hogares y municipios (limpieza de calles, riego de jardines). En España, el agua consumida por todos estos usos se ha incrementado en los últimos años, como consecuencia del desarrollo económico, urbano y del nivel de vida. Así, las cifras de consumo de agua por persona están entre las más altas de Europa y del mundo (160 l/hab/día en 2006).

· Usos agrícolas y ganaderos

El consumo de agua en España para usos agrícolas es superior al 80 % del agua disponible y esta demanda se va incrementado debido a la progresiva extensión de los regadíos (más de 4500 ha). Hoy en día, se irriga aproximadamente el 14% de las tierras cultivadas, las cuales aportan el 50% del valor de la producción agraria. Es evidente que el regadío aumenta la productividad de la tierra, permitiendo una diversificación de cultivos, y mejora el nivel de vida de los agricultores, al aumentar las rentas. Para frenar el consumo de agua, los agricultores reciben ayudas para transformar en riego por aspersión o por goteo la modalidad tradicional de riego por inundación. También se puede evitar la pérdida de agua manteniendo en buen estado los canales de riego y evitar regar a pleno sol. Las huertas mediterráneas presentan un importante déficit de agua. En estas zonas se recurre a la explotación do caudales subterráneos mediante la extracción de agua por bombeo.

Riego por aspersión

· Usos urbanos e industriales

Contrariamente a lo que se suele pensar, el consumo de agua para usos urbanos e industriales presenta una demanda muy inferior a la del consumo agrario. Algunas industrias precisan agua para sus procesos de producción, como ocurre con la fabricación de papel o la industria del cuero, pero la mayoría de ellas necesitan agua para los procesos de refrigeración de su maquinaria o para la limpieza y la eliminación de residuos. La provisión de agua para usos domésticos es prioritaria y presenta elevadas exigencias de calidad porque debe ser potable. El gasto europeo medio por persona y día es de 200 litros de agua, con elevadas subidas durante la estación estival.

En España, los suministros domésticos y urbanos suelen combinar aguas fluviales con aguas de los acuíferos. El principal problema es la insuficiente garantía de abastecer muchas ciudades españolas, lo que provoca severas restricciones en épocas de sequía. El crecimiento de urbanizaciones en las zonas litorales mediterráneas y los complejos turísticos se han convertido, en algunos casos, en un grave problema por el incremento del consumo de agua que se produce en verano. Cuando hay más demanda es, justamente, en la época del año en que hay menos disponibilidad, por lo que el consumo de agua en las áreas turísticas entra en abierta competencia con el regadío o con el abastecimiento de núcleos urbanos.

b) Usos no consuntivos

· El agua como recurso energético

El uso de la fuerza desarrollada por los saltos de agua se conoce desde antiguo, cuando ya se utilizaba para el funcionamiento de los molinos de harina. Los fuertes desniveles que deben salvar algunos ríos españoles, permiten aprovechar la fuerza del agua para el funcionamiento de centrales hidroeléctricas, que procuran una energía limpia, que no contamina y renovable. El agua almacenada en los embalses sirve para asegurar la continuidad de los saltos de agua y también para regular el caudal de los ríos.

La energía hidroeléctrica generada en España es importante, sólo es superada por países con extensos territorios (Canadá, Estados Unidos o Rusia), o bien por países con grandes posibilidades hidráulicas (Suecia o Noruega). El problema de las centrales hidroeléctricas es su elevado coste inicial, tanto por las dificultades de su construcción como por los costos sociales que supone, a veces, la inundación de fértiles valles. Sin embargo, su mantenimiento resulta relativamente económico, aunque con los años la sedimentación de materiales arrastrados por las aguas reduce su capacidad.

En cualquier caso, la elevada explotación hidroeléctrica de los ríos españoles no permite pensar en ampliar este recurso energético. Por otro lado, la creciente demanda agrícola y urbana cuestiona el aprovechamiento hidroeléctrico, ya que una parte considerable del caudal de los ríos se utiliza en invierno, cuando hay más demanda eléctrica, agotando las reservas que podrían aprovecharse para el riego en verano.

Otra utilización habitual del agua en el proceso de producción de energía eléctrica es como refrigerante en centrales térmicas convencionales y nucleares. La Ley de Aguas limita el incremento de la temperatura media aguas abajo de un vertido térmico. Hoy las grandes centrales hidroeléctricas están conectadas a la red nacional eléctrica, en la que también participan la energía térmica y la nuclear, aunque su contribución es discreta (7,30 %).

Entre los usos no consuntivos del agua se encuentran también, la pesca, la acuicultura, la navegación y los deportes náuticos.

Desembalse en la presa de Aldeadávila 2, de Iberdrola, en el río Duero (Salamanca)

Descenso del río Sella (Asturias)