Capítulo 3. Libro

EL CONTEXTO INTEGRAL DEL LIBRO

Aunque es importante leer cada pasaje en el contexto más inmediato que le rodea, también es importante leerlo en el contexto de todo el libro en el cual aparece—ya sea en Juan, Jueces, Santiago o en otro libro de la Biblia. Esta fue la manera en que Dios nos dio la mayoría de la Biblia, inspirando a cada autor en particular a escribir libros, los cuales fueron recibidos por los primeros lectores libro por libro.

A veces el pasaje en particular que estamos estudiando encaja en un argumento que se desarrolla a lo largo de todo ese libro de la Biblia. A veces hay puntos en el pasaje en cuestión que desarrollan temas que fluyen a lo largo de ese libro; entonces los puntos se hacen mucho más claros vistos a la luz de cómo el libro trata ese tema en otras partes. En algunos casos, la historia fluye a lo largo de varios libros de nuestra Biblia que alguna vez estuvieron conectados como narrativas prolongadas (por ejemplo, la historia de Moisés en Éxodo fluye desde la historia de José en Génesis, y 1ro de Samuel hasta 2 Reyes son una extensa historia; así lo son Lucas más los Hechos).

Una concordancia nos puede ayudar a ver cómo son usadas ciertas palabras en otros lugares dentro del mismo libro. Usted puede practicar esto siguiendo la palabra “ley” o “Espíritu” a lo largo de Gálatas. Si desea desarrollar esa habilidad de manera más amplia, en vez de usar una concordancia, simplemente lea todo Gálatas y haga su propio listado de algunos temas, así como de las referencias de los versos donde cada tema aparece.

A continuación hay algunos ejemplos de cómo leer un pasaje a la luz de todo el libro en donde aparece enriquece nuestra interpretación del mismo.

1. LA RECONCILIACIÓN JUDÍO-GENTIL EN ROMANOS

En ocasiones instamos a las personas a que se conviertan creyendo con todo su corazón en la resurrección de Jesús y confesando con su boca que Jesús es el Señor. Este resumen de cómo responder al evangelio está basado en Romanos 10: 9-10, el cual en realidad habla de la salvación. Pero sería útil examinar por qué aquí Pablo menciona específicamente la boca y el corazón (y no en otros pasajes que enfatizan diferentes aspectos de la salvación).

Ciertamente Pablo no negaría que un sordo mudo se pudiera salvar simplemente porque no pudiera confesar con su boca. Él escoge las palabras particulares “corazón” y “boca” por razones específicas evidentes en este contexto.

Primero, acudimos al contexto inmediato, como hicimos en los pasajes anteriores. Pablo cree que somos salvos por gracia, no por nuestras obras. A diferencia de las maneras de justificación que proponían los oponentes de Pablo (Ro. 10:1-5), Pablo demuestra a partir de la ley de Moisés misma que el mensaje de fe es la palabra salvadora (10:6-7). Como dijo Moisés: “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón” (10:8); Moisés se refería a la ley (Dt. 30:10-11, 14), pero el principio también era aplicable al Evangelio, que también era Palabra de Dios.

En los tiempos de Moisés no se podía subir al cielo para traer la ley de lo alto; Dios en Su misericordia ya se la dio a Israel en el monte Sinaí (30:12). Ni tampoco era necesario descender de nuevo al mar (30:13); Dios ya había redimido a Su pueblo y lo había traído cruzándolos por el mar.

Ellos no se podían salvar a sí mismos; tenían que depender de la poderosa gracia de Dios (cf. Éx. 20:2). De la misma manera, Pablo dice que no somos nosotros los que traemos de vuelta a Cristo de entre los muertos ni los que lo enviamos del Padre. Al igual que la ley y la redención de Israel, la salvación de Cristo es un regalo de Dios para nosotros (Ro. 10:6-7). Moisés declaraba que ese mensaje estaba “en su mente y su corazón” (Dt. 30:14), es decir, ya estaba dada a Israel por la gracia de Dios.

Pablo explica que de la misma manera se encontraba el mensaje de Dios en su boca cuando usted confesó a Cristo con su boca, y en su corazón, cuando usted creyó en Él en su corazón (Ro. 10:9-10). La fe solo podría venir escuchando esta palabra, el Evangelio de Cristo (10:17), como señalamos anteriormente.

El contexto inmediato explica por qué Pablo menciona la “boca” y el “corazón” en este pasaje específico, pero esto a la vez despierta una nueva pregunta. ¿Por qué Pablo tuvo que dar toda una explicación basada en el Antiguo Testamento de que la salvación era por gracia por medio de la fe? ¿Había alguien que dudaba esto? Leyendo el libro de Romanos como un todo explica la razón para cada pasaje dentro de ese libro. Pablo se está refiriendo a una controversia entre cristianos judíos y gentiles.

Pablo comienza Romanos enfatizando que los gentiles están perdidos (Ro. 1:18-32); entonces, justamente cuando los lectores cristianos judíos están aplaudiendo, Pablo señala que las personas religiosas también están perdidos (Ro. 2), y resume que todos están perdidos (Ro. 3). Pablo establece que toda la humanidad se encuentra igualmente perdida para recordarnos que todos debemos acudir a Dios bajo los mismos términos; nadie se puede jactar por encima de nadie.

Pero la mayoría de los judíos creía que ellos habían sido escogidos para salvación en Abraham; por lo tanto, Pablo les recuerda a sus compañeros en la fe que la descendencia espiritual, y no la étnica, es la que importa en la salvación (Ro. 4). En caso de que algunos de estos lectores judíos siguieran enfatizando en su descendencia genética, él les recuerda que todos—incluyéndose a él mismo—descienden del Adán pecaminoso (5:12-21).

El pueblo judío creía que la mayoría de los judíos guardaban todos los 613 mandamientos de la ley (por lo menos la mayor parte del tiempo); por otra parte, la mayoría de los gentiles no guardaba ni siquiera los siete mandamientos que muchos judíos creían Dios le había dado a Noé.

Así que Pablo argumenta que aunque la ley es buena, nunca salvó a los que la practicaban, incluyéndose a él mismo (Ro. 7); ¡sólo Jesucristo podía hacerlo! A menos que los cristianos judíos siguieran insistiendo en su elección por medio de Abraham, Pablo les recuerda que no todos los descendientes físicos de Abraham fueron escogidos, ni siquiera en las dos primeras generaciones (Ro. 9:6-13). Dios era tan soberano que no se limitaba a escoger a las personas según su descendencia étnica (9:18-24). Él podía escoger sobre la base de su fe en Cristo.

Pero en caso de que los cristianos gentiles miraran con desprecio a los cristianos judíos, Pablo también les recuerda a ellos que la herencia a la cual ellos han sido injertados, pertenecía, después de todo, a Israel (Ro. 11). Dios tenía un remanente judío, y un día haría que la mayoría de los judíos pusiera su fe en Cristo (11:25-26). En este punto Pablo se torna muy práctico. Los cristianos deben servirse los unos a los otros (Ro. 12); el corazón de la ley de Dios es realmente el amarse unos a otros (13:8-10).

La literatura antigua muestra que los gentiles romanos se burlaban de los judíos romanos, en especial por causa de sus leyes alimenticias y sus días festivos. Pablo argumenta que no debemos menospreciarnos entre nosotros, a causa de nimiedades en diferencias de prácticas (Ro. 14). Él entonces provee ejemplos de reconciliación étnica: Jesús, aunque judío, ministró a los gentiles (15:7-12), y Pablo traía consigo una ofrenda de las iglesias gentiles para los judíos cristianos en Jerusalén (15:25-31). En medio de su despedida, él ofrece una exhortación final: que se cuiden de los que causan divisiones (16:17).

Obtener todo el panorama de Romanos nos provee una comprensión más clara de la función de cada pasaje en particular en la obra como un todo. También sugiere el tipo de situación que señala la carta. Lo que sabemos del “trasfondo” arroja más luz acerca de la situación: Roma anteriormente había expulsado a los cristianos judíos (Hechos 18:1-3), pero ahora habían regresado (Ro. 16:3).

Esto quiere decir que las iglesias romanas que tenían lugar en las casas, y que por muchos años estaban constituidas por gentiles en su totalidad, enfrentaban ahora conflictos con los cristianos judíos, quienes tenían una forma culturalmente diferente de hacer las cosas. La carta de Pablo a los Romanos hace un llamado a los cristianos a la reconciliación étnica, cultural y tribal entre ellos, recordándonos que todos acudimos a Dios bajo los mismos términos, solamente por medio de Jesucristo.

2. LA JUSTICIA PARA LOS POBRES EN SANTIAGO

Algunas personas, al leer la epístola de Santiago, han pensado que la misma contiene exhortaciones misceláneas que no se acoplan muy bien entre ellas. Pero esto resulta inverosímil, pues cuando analizamos Santiago con detenimiento, la mayor parte del libro en verdad se acopla muy bien.

En la sección anterior acerca del “contexto inmediato”, preguntábamos cómo Santiago esperaba que resistiéramos al diablo (4:7), y añadíamos que se refería a resistir los valores del mundo. Este es un principio válido general, pero ¿existían algunos valores específicos por los cuales Santiago se encontraba particularmente preocupado entre sus lectores? Lo más probable es que sí.

En la introducción de la epístola de Santiago, él presenta varios temas que vuelven a aparecer en el resto de la carta. Al analizar estos temas, obtenemos un bosquejo sencillo de los temas principales que trata la carta. (Cuando predico de Santiago, a menudo me gusta predicar a partir de la introducción de la epístola, la cual me permite realmente predicar de casi toda ella usando tan solo uno o dos párrafos como mi bosquejo.)

En primer lugar, vemos el problema al que hace frente Santiago: sus lectores atravesaban diversas pruebas (1:2). A medida que se avanza en la lectura de la carta, se puede percibir que muchos de sus lectores era gente pobre que había estado oprimida por los ricos (1:9-11; 2:2-6; 5:1-6). (El trasfondo arroja aún más luz acerca de esta situación, la cual era muy común en los días de Santiago. Pero por ahora continuaremos enfocándonos en el contexto integral del libro, puesto que más adelante trataremos lo que es el trasfondo). P Parece ser que algunos de los lectores de Santiago estaban lidiando con sus disímiles problemas de la manera equivocada: con respuestas violentas, ya sea físicas o verbales (1:19-20; 2:11; 3:9; 4:2).

Entonces Santiago ofrece una solución pidiéndoles que tuviesen tres virtudes: paciencia (1:3-4), sabiduría (1:5) y fe (1:6-8). Necesitaban la sabiduría de Dios para tener la paciencia adecuada y necesitaban la fe para cuando le pidieran a Dios tal sabiduría. Santiago regresa luego a cada una de estas virtudes en su carta explicándolas de manera más detallada. De este modo, habla más de la paciencia casi al final de su carta usando a Job y los profetas como ejemplos bíblicos de paciencia (5:7-11).

También nos exige una fe sincera y no una simple fe pasajera (2:14-26). Es instructivo lo que aquí dice acerca de la fe. Algunos de esos pobres estaban siendo tentados a emprenderla en contra de sus opresores y aniquilarlos, y pensaban que Dios seguiría estando de Su lado siempre y cuando no cometieran un pecado como, por ejemplo, adulterio. Pero Santiago les recuerda que el homicidio es también pecado, aun sin cometer adulterio (2:11). También nos exige una fe sincera y no una simple fe pasajera (2:14-26). Es instructivo lo que aquí dice acerca de la fe. Algunos de esos pobres estaban siendo tentados a emprenderla en contra de sus opresores y aniquilarlos, y pensaban que Dios seguiría estando de Su lado siempre y cuando no cometieran un pecado como, por ejemplo, adulterio. Pero Santiago les recuerda que el homicidio es también pecado, aun sin cometer adulterio (2:11).

La confesión básica de la fe judía consistía en que Dios era uno solo, pero Santiago le recuerda a sus amigos que hasta el mismo diablo tenía “fe” en que Dios era uno, pero este conocimiento no salvaba al diablo (2:19). La fe genuina se refiere a aquella fe que se demuestra por la obediencia (2:14-18).

Así mismo, si oramos “en fe” pidiendo sabiduría, debemos orar en esa fe genuina que está dispuesta a obedecer cualquier tipo de sabiduría que Dios nos dé. No debemos ser de “doble ánimo” (1:8), lo cual quiere decir que debemos tratar de abrazar la perspectiva del mundo y la de Dios al mismo tiempo (4:8).

Santiago trata en especial el asunto de la sabiduría de manera más detalla. A él le preocupa la retórica inflamatoria –el tipo de discurso que estimula a las personas a airarse contra otras (1:19-20; 3:1-12). Esto no quiere decir que guarde silencio hacia los ricos opresores; ¡más bien profetiza el juicio de Dios contra ellos! (5:1-6). Pero él no está de acuerdo en que se aliente a las personas a que recurran a la violencia en contra de los opresores ricos. Santiago denota que hay dos tipos de sabiduría. Una tiene que ver con el egoísmo y el conflicto, y es a la vez mundanal y demoníaca (3:14).

Este es el tipo de perspectiva y actitud que tentaba a sus lectores. Santiago lo que hace es defender la sabiduría que proviene de Dios, la cual es amable (3:13), es pura—no se mezcla con otro tipo de sabiduría—es pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de fruto de justicia que se siembra en paz (3:17-18). Su lectores estaban tentados a usar la violencia (4:2) y deseaban la manera del mundo hacer las cosas (4:4). Pero antes de tomar el asunto por su propia cuenta, debían someterse a Dios (4:7).

Santiago nos hace un llamado a mantener la paz entre todos nosotros. Y si Él llama al oprimido para que no trate de matar al opresor, ¿cuánto más nos llama a todos nosotros a que amemos y a que seamos bondadosos con aquellos más cercanos a nosotros, incluso a aquellos que no nos tratan muy bien? ¡“Resistir al diablo” puede requerir de mucho más esfuerzo del que muchos piensan!

3. EL JUICIO DE DAVID EN 2 SAMUEL 12:11

En ocasiones pensamos que el castigo de David terminó con la muerte de su hijo (12:18). Pero debido a que David era un líder en la casa de Dios, su comportamiento afectó a muchos otros, y esto requería de un juicio estricto (12:14). Dios toma al pecado muy en serio, especialmente cuando guía a otros a malinterpretar Su santidad. En el 12:11, Natán profetisa en contra de David que saldrá juicio de su propia casa, incluyendo la violación en público de algunas de sus esposas (tal como él fue inmoral con la esposa de otro hombre) por medio de un amigo suyo. Esta profecía provee casi un bosquejo ¡para todo el resto de 2 Samuel!

En el capítulo 13, Amnón, un hijo de David, viola a su medio hermana Tamar. Absalón, hermano carnal de Tamar, venga el honor de su hermana matando a Amnón—quien casualmente también era el hermano que le seguía al mayor, lo cual quería decir que si Quileab no estaba involucrado en la política (no se menciona en ningún otro lugar), Absalón es el que le seguía en el orden para el trono por derecho de nacimiento (2 Samuel 3:2-3). Absalón regresa del exilio (cap. 14), y entonces organiza una revuelta que casi elimina a David y a sus aliados (caps. 15-18) —y esto entristeció a David, su padre, grandemente. Absalón se acostó con las concubinas de su padre a la vista de todo Israel (16:21), a pesar del hecho que esto iba en contra de la ley (Lv. 20:11).

Una vez que esta sublevación se hubo disipado y David regresase en paz a Jerusalén (cap. 19), tuvo que lidiar con otra revuelta que comenzaba con la terminación de la otra, pero esta vez organizada por un usurpador benjamita (cap. 20). A comienzos de 1 Reyes, el hijo que le seguía a Absalón está tramando apoderarse del trono (1 Reyes 1). Aunque fue perdonado por Dios y le fue restaurado el trono, David sufrió, por el resto de su vida, las consecuencias del patrón de su pecado. Esta historia da una dura advertencia para los líderes espirituales del presente quienes olvidan la responsabilidad que tienen de vivir vidas santas.

4. LOS “HERMANOS MÁS PEQUEÑOS” EN MATEO 25:40

Mucha gente hoy en día enfatiza la importancia de preocuparse por los pobres al recordarnos que Jesús nos advirtió que seríamos juzgados según tratáramos a “uno de estos mis hermanos más pequeños” (25:40, 45). Aunque es cierto que Dios nos juzgará según hayamos tratado a los pobres, ¿es a “los pobres” a lo que se está refiriendo Jesús aquí cuando dice Sus “hermanos”? ¿Serán juzgadas las naciones (25:32) por tan solo esto? El contexto inmediato no aclara el asunto, pero el contexto más amplio de la tradición del Evangelio puede ayudarnos más. ¿Qué quiere decir Jesús por “hermanos” y “el más pequeño” cuando habla de ellos en otras partes?

Debido a que los antiguos lectores desenrollarían un rollo desde el principio, los primeros lectores habrían leído ya los capítulos anteriores a Mateo 25. De este modo, sabrían que entre los hermanos y las hermanas de Jesús se incluían todos aquellos que hicieran Su voluntad (Mateo 12: 48-50), que todos los discípulos de Jesús son hermanos y hermanas (23:8) y que, antes que concluyeran de leer el evangelio, sabrían que los discípulos de Jesús siguieron siendo Sus hermanos después de la resurrección (28:10). (A causa del modo en que funciona el idioma griego, “hermanos” también pueden incluir en ocasiones a “hermanas”, pero en el 28:10, las mujeres discípulas se dirigen específicamente a los discípulos varones). Cuando Jesús habla de “el más pequeño” en el reino, a veces se refiere también a algunos discípulos (11:11).

¿Quiénes son entonces los más pequeños de estos discípulos de Jesús que las naciones aceptaron o rechazaron? Esto puede ser, por lo menos, aquellos mensajeros del evangelio, “misioneros” que lleven, antes del juicio final, la buenas nuevas a los grupos no alcanzados. Ciertamente el mensaje acerca del reino será esparcido entre esos grupos de personas antes de que venga el reino (24:14).

Estos mensajeros puede que tengan sed o hambre a causa de las comodidades que han sacrificado para llevar a otros el Evangelio; puede que sufran prisión a causa de la persecución, puede que hasta se encuentren exhaustos hasta el punto de estar enfermos a causa de sus esfuerzos (como Epafrodito, en Filipenses 2:27-30). Pero aquellos que reciban a esos mensajeros, recibirán a Jesús, quien les envió, incluso si lo único que tienen para darle es un vaso de agua—como lo había enseñado Jesús anteriormente (10:11-14, 40-42).

Es posible entonces que, a la luz de todo el evangelio de Mateo, estos “más pequeños de mis hermanos” sean los misioneros más insignificantes enviados a las naciones. Las naciones serán juzgadas según cómo respondieron a los emisarios que les envió Jesús.

5. LO QUE SIGNIFICA CREER EN JUAN 3:16

Juan 3:16 sí habla de la salvación del pecado por medio de la fe en Jesucristo, tal y como normalmente esperamos. Pero no captamos el significado completo de este versículo a menos que no leamos el Evangelio de Juan de punta a cabo. El resto del Evangelio de Juan arroja luz en cuanto a lo que este versículo quiere decir con “mundo” (por ejemplo, incluye a los samaritanos—ver 4:42 en su contexto), en cómo expresó Dios Su amor (describiendo la cruz), y otros asuntos. Aquí nos enfocamos en lo que quiere decir Juan 3:16 con fe salvadora.

Alguien puede decir que cree en Jesús; sin embargo, esta persona puede que asista a la iglesia tan solo una vez al año y siga viviendo cometiendo pecados sin arrepentirse (digamos que esta persona asesina a alguien los fines de semanas alternos). ¿Será esa persona verdaderamente cristiana? ¿Qué significa realmente “creer” en Jesús?

El resto del Evangelio de Juan aclara a qué se refiere Jesús aquí con fe salvadora. Justo antes de la conversación en la que Jesús menciona lo que dice en el 3:16, Juan nos habla de algunos creyentes inapropiados. Muchas personas estaban impresionadas con los milagros de Jesús y “creían” en Él, pero Jesús no confiaba en ellos, porque sabía lo que realmente había en su interior (2:23-25). Tenían cierto tipo de fe, pero no era fe de la que salva.

¿Qué sucedería si alguien profesara la fe en Cristo, y luego renuncia a Cristo y se convierte en un musulmán, o adora a los antiguos dioses yoruba? ¿Su antigua profesión de fe le sería suficiente para salvarlos al final? La pregunta no es difícil de responder a la luz de lo que dice el resto del Evangelio de Juan, aunque a algunos de nosotros no nos guste la respuesta.

Más adelante, en el Evangelio de Juan, algunos de los que escuchaban a Jesús “creyeron” en Él, pero les advirtió que deberían perseverar en Su Palabra, para que de esta manera demostraran que eran Sus discípulos y que conocían la verdad que los haría libre (8:30-32). Sin embargo, para el final del capítulo, estos que escuchaban al principio demostraron que no eran fieles: en verdad querían matar a Jesús (8:59). Jesús más tarde advierte que aquellos que no permanezcan en Él, serán echados fuera (15:4,6). En el evangelio de Juan, la fe genuina que salva es el tipo de fe que persevera hasta el final.

El propósito del evangelio de Juan era registrar algunas de las señales que Jesús había hecho para aquellos lectores cristianos que nunca habían visto a Jesús en persona, para que llegasen a un mayor nivel de fe, el tipo de fe que sería lo suficientemente fuerte para perseverar en Cristo hasta el final (20:30-31). Juan hace este comentario después de haber narrado la confesión culminante de fe en este evangelio. Jesús le dice a Tomás que “crea”, y Tomás expresa su fe llamando a Jesús “Señor mío y Dios mío” (20:27-28).

La deidad de Jesús es uno de los énfasis que ocurren en el evangelio de Juan (1:1, 18; 8:58), así que de todas las confesiones acerca de la identidad de Jesús en este evangelio (1:29, 36, 49; 6:69), esta es la más prominente: Él es Dios.

El contenido de la fe de Tomás es correcto, pero Juan quiere más de sus lectores. La información correcta acerca de Jesús es necesaria, pero por sí sola la información correcta no es necesariamente una fe fuerte. Tomás creyó porque vio, pero Jesús dice que quiere una fe mucho más fuerte, una fe que pueda creer aun antes de ver (20:29). Los lectores de Juan creen porque les narra su testimonio de lo que vio (20:30-31), confirmado por el poder del Espíritu Santo (15:26-16:15).

En Juan 3:16, la fe salvadora no es la de sólo orar una simple oración, y luego entonces seguir nuestro propio camino y olvidarnos de Jesús por el resto de nuestras vidas. La fe que salva es aquella que toma a Jesús y hace una dependencia radical en Su obra por nosotros, de manera que anclemos nuestras vidas en la verdad de lo que Él dice.

6. BAJO LA LEY EN ROMANOS 7

Anteriormente habíamos señalado la importancia de la estructura completa de Romanos, la cual nos enseña acerca de la reconciliación étnica. En este contexto, la función específica de Romanos 7 es significativa: Pablo señala que los creyentes ya no están “bajo la ley” (7:1-6), pero también señala que el problema no es con la ley como tal (7:7, 12, 14), sino con los humanos como criaturas de “carne”. Muchas personas toman este capítulo para también describir la esclavitud presente de Pablo hacia el pecado, y algunos hasta lo usan para justificar una vida de pecado diciendo: “Si Pablo no podía evitar vivir en pecado, ¿cómo podremos nosotros?”. ¿Es realmente eso lo que Pablo quiere decir?

En el 7:14, Pablo declara que él es “carnal, vendido al pecado”. Sin embargo, en los capítulos circundantes, él declara que todos los creyentes en Cristo han sido liberados del pecado y hechos esclavos de Dios y de la justicia (6:18-22). En el 7:18, Pablo se queja de que “nada bueno mora” en él, pero en el 8:9 explica que el Espíritu de Cristo mora en todos los creyentes verdaderos. En el 7:25, confiesa que sirve con su cuerpo a la “ley del pecado”, pero en el 8:2 declara que Jesús ha liberado a los creyentes de la “ley del pecado y de la muerte”.

¿Por qué esta aparente confusión? Probablemente tan solo porque hemos pasado por alto el asunto primario. Aunque en Romanos 7 Pablo habla gráficamente acerca de la vida bajo la ley, él no está implicando que este sea su estilo diario de vida cristiana. Él dice que cuando los creyentes “estaban” en la carne (probablemente queriendo decir gobernados por sus propios deseos), sus pasiones pecaminosas exacerbadas por la ley producían la muerte en ellos. En comparación, Pablo dice: “Pero ahora” los creyentes han sido “librados de la ley”, sirviendo en cambio por el Espíritu (7:5-6).

Es decir, la mayoría de Romanos 7 describe la frustración de tratar de lograr la justicia por las obras de la ley, es decir, por esfuerzo humano (Romanos 7 habla de “yo”, “me”, “mi”, “mí” más de 40 veces). Sin embargo, cuando aceptamos la justicia de Dios como un regalo gratis en Cristo Jesús, somos capaces de caminar en una vida nueva, y el resto de la vida cristiana se basa en atrevernos a confiar en la obra de Cristo terminada (6:11).

Hasta el punto en que nuestras vidas se parezcan en algo a Romanos 7, es porque estamos tratando de convertirnos en lo suficientemente buenos para Dios, en vez de aceptar Su misericordioso amor para con nosotros.

7. RECRIMINANDO A LOS CRISTIANOS QUE NO TIENEN AMOR EN 1 CORINTIOS 13

A menudo citamos 1 Corintios 13 como si esta fuera una descripción del amor en todos los sentidos, tanto para bodas, consejería matrimonial, la amistad, y así entre otras. Los principios presentes en este capítulo son de hecho lo suficientemente universales para aplicarla a esas situaciones, pero Pablo las escribió originalmente para referirse a una situación específica que muchos de nosotros en la actualidad no la percibimos. Pablo se estaba refiriendo al uso apropiado de los dones espirituales.

La iglesia de Corinto se encontraba dividida a causa de una variedad de asuntos. Uno de estos asuntos, tratado en los capítulos del 12-14, era el uso de los dones espirituales. Pablo les recuerda a los cristianos de Corinto que el propósito de los dones que se usan en público es para la edificación del cuerpo de Cristo. En el capítulo 14, nos enfatiza que la profecía es más importante en la adoración pública que el don de lenguas, porque ésta edifica más a la iglesia (a menos que la lengua sea interpretada). Entre estos dos capítulos tenemos el capítulo 13, que revela el amor como la virtud clave que nos mueve a usar todos nuestros dones para la edificación de la Iglesia de Cristo.

Pablo enfatiza que aunque tuviésemos los dones más grandes, sin el amor no somos nada (13:1-3). Además puntualiza que los dones son temporales, que pasarán al regreso de Cristo, cuando le veamos cara a cara (13: 8-10); sin embargo, el amor es eterno (13:11-13). Entre estos dos puntos, nos describe las características del amor— dichas características, en el contexto de todo el libro, se refieren directamente a lo que carecen los corintios (13:4-8).

El amor no es celoso, arrogante ni se jacta (13:4), pero los cristianos corintios en verdad eran celosos (3:3), arrogantes (4:6, 18-19; 5:2; 8:1) y jactanciosos (cf. 1:29; 3:21; 4:7; 5:6). En resumen, todo lo que Pablo dice que es el amor, ya él les ha dicho a los corintios ¡que ellos no lo son! La exaltación que Pablo hace del amor es simultáneamente una gentil reprensión.

Pero así como el amor es nuestra primera prioridad, el amor nos dice cuáles dones debemos buscar primero para la edificación del cuerpo de Cristo. Los versículos que rodean de inmediato a 1 Corintios 13 nos recuerdan que debemos buscar de parte de Dios los “dones mejores” para la adoración en público, tales como son el de profecía, que son dones que edifican a otros (12:31; 14:1).

8. LA VIDA BAUTIZADA EN EL ESPÍRITU EN MARCOS 1:8-13

El evangelio de Marcos menciona al Espíritu de Dios de manera explícita tan solo seis veces, pero la mitad de ellas aparecen en la introducción (1:8-13), en donde presenta varios de sus temas centrales para su audiencia. Sus otros usos enfatizan la obra del Espíritu al dar poder para echar fuera demonios (Mr. 3:29-30), a los profetas del Antiguo Testamento para hablar el mensaje de Dios (12:26), o a los testigos de Jesús para hablar Su mensaje (13:11).

En la introducción, Juan el Bautista anuncia al Poderoso que bautizará a otros en el Espíritu Santo (1:8); éste que bautiza con el Espíritu Santo es Jesús de Nazaret. Inmediatamente después de este anuncio, vemos a Jesús bautizado y al Espíritu viniendo sobre Él (1:9-10). De esta forma, el que bautiza con el Espíritu nos da un modelo de cómo será la vida del que sea bautizado en el Espíritu, porque Él mismo recibe primero al Espíritu.

Es por esa razón que lo que hace el Espíritu a continuación parece ser más sorprendente: el Espíritu lanza a Jesús al desierto para que entre en conflicto con Satanás (1:12-13). La vida llena del Espíritu no es una vida de ocio ni de comodidades, sino de conflicto con las fuerzas del maligno.

El resto del evangelio de Marcos sigue este patrón. Al poco tiempo de Jesús salir del desierto, tiene que enfrentar a un espíritu maligno en una reunión religiosa (1:21-27). A todo lo largo del evangelio, Jesús continúa derrotando al diablo al sanar enfermos, sacar fuera demonios (cf. 3:27), mientras que, por otra parte, el diablo sigue atacando a Jesús por medio de sus agentes políticos y religiosos. Al final, el diablo se las arregla para que maten a Jesús—pero Jesús triunfa al resucitar de los muertos.

De la misma manera, Jesús espera que Sus discípulos sanen a los enfermos, saquen demonios (3:14-15; 4:40; 6:13; 9:19, 28-29; 11:22-24), y que también se le unan en el sufrimiento (8:34-38; 10:29-31, 38-40; 13:9-13). Sus discípulos parecían más contentos en compartir Sus triunfos que Sus sufrimientos, pero el evangelio de Marcos enfatiza que no podemos compartir Su gloria sin tomar también de Su sufrimiento. La lección permanece relevante para los discípulos modernos, como lo fue para los antiguos.

9. CÓMO HACER DISCÍPULOS EN MATEO 28:18-20

El contexto inmediato del 28:18-20 nos provee ejemplos de cómo testificar de Cristo (28:1-10) y de cómo no testificar de Cristo (28: 11-15). Pero el contexto de todo el Evangelio de Mateo informa además cómo debemos leer este pasaje, especialmente porque es la conclusión del Evangelio, y los lectores habrían terminado de leer el resto de este Evangelio para el momento en que lleguen allí.

El mandamiento de “hacer discípulos” a todas las naciones, en griego, está rodeado por tres cláusulas que describen cómo hacemos discípulos a las naciones: “yendo”, “bautizando” y “enseñando”. Jesús había hablado de “ir” cuando había enviado a Sus discípulos aún dentro de Galilea (10:7), pero en esta ocasión los discípulos deben ir a otras pueblos y culturas porque harán discípulos a las “naciones”.

Hacer discípulos a las naciones concuerda con un énfasis presentado a lo largo de este Evangelio. Las cuatro mujeres mencionadas específicamente en los ancestros de Jesús (1:2-17) son claramente gentiles: Tamar, la cananea; Rahab, la de Jericó; Rut, la moabita, y la “viuda de Urías”, el hitita (1:3, 5-6). Las antiguas genealogías judías normalmente enfatizaban la pureza del linaje israelita de la persona, pero esta genealogía resalta de manera deliberada la herencia de razas mezcladas del Mesías, quien también salvará a los gentiles así como a los judíos.

Cuando muchos de los de Su propio pueblo lo ignoraron o lo persiguieron, astrólogos paganos vinieron del Oriente para adorarle (2:1-12). Dios y Su Hijo podían levantar hijos de Abraham hasta de las piedras (3:9), obrar en “Galilea de los gentiles” (4:15), bendecir la fe de un oficial militar romano (8:5-13), dar liberación a endemoniados en territorio gentil (8:28-34), decir de ciudades israelitas que eran peor que Sodoma (10:15; 11:23-24), premiar la fe persistente de una mujer cananea (15:21-28), permitir que la primera confesión apostólica de Jesús como Mesías fuese en territorio pagano (16:13), prometer que todas las naciones oirían el evangelio (24:14), y permitir que la primera confesión de Jesús como Hijo de Dios después de la cruz viniese de un pelotón romano de ejecución (27:54).

Probablemente Mateo escribió para animar a sus compañeros judíos convertidos al cristianismo a evangelizar a los gentiles; por eso el Evangelio termina muy adecuadamente con este mandamiento.

La palabra “bautizar” nos recuerda la misión de Juan el Bautista, quien bautizaba a las personas para arrepentimiento (3:1-2, 6, 11). En la cultura judía, el bautismo representaba un acto de conversión, así que como “ir” puede representar un ministerio transcultural, podemos describir el mandamiento de Jesús de “bautizar” como evangelismo. Pero el evangelismo no es suficiente para hacer a discípulos completos, también necesitamos la educación cristiana.

“Enseñándoles” todo lo que Jesús mandó se hace más fácil por el hecho que Mateo nos ha provisto las enseñanzas de Jesús de manera conveniente en cinco secciones principales de discurso: las enseñanzas de Jesús acerca de la ética del reino (caps. 5-7); la proclamación del reino (cap. 10); las parábolas acerca del estado presente del reino (cap. 13); las relaciones en el reino (cap. 18), y el futuro del reino y el juicio sobre el establecimiento religioso (caps. 23-25).

Pero en el evangelio de Mateo no hacemos discípulos de la forma en que la mayoría de los maestros judíos lo hacían en su tiempo. Hacemos discípulos, no para nosotros, sino para nuestro Señor Jesucristo (23:8). Este párrafo al final del evangelio de Mateo también da adecuadamente conclusiones de varios temas acerca de la identidad de Jesús que aparecen en este evangelio. Juan (3:2), Jesús (4:17), y sus seguidores (10:7) anunciaron el reino de Dios, Su reinado; ahora Jesús reina con toda autoridad en toda la creación (28:18).

Además, bautizamos, no sólo en el nombre de Dios y Su Espíritu, sino también en el nombre de Jesús (28:19) y, por lo tanto, se coloca a Jesús como deidad dentro del rango del Padre y el Espíritu. Y finalmente, la promesa de Jesús de estar con nosotros siempre a medida que prediquemos el reino hasta el final de los tiempos (28:20) nos recuerda otras promesas mencionadas anteriormente en el Evangelio. Jesús mismo es “Emmanuel”, “Dios con nosotros” (1:23), y donde dos o tres se reúnan en su nombre, Él estará en medio de ellos (18:20). Para los antiguos lectores judíos, estas declaraciones implicaban que Jesús era Dios.

¿La promesa de que Jesús estaría con nosotros “hasta el fin del mundo” (28:20) implica que una vez que termine el mundo (los tiempos), ya Él no estará con nosotros? Tal idea pasaría totalmente por alto el sentido del texto. Jesús está prometiendo estar con nosotros para llevar a cabo Su comisión (28:19); eso debe ser cumplido antes del fin del mundo (24:14), así las naciones pueden ser juzgadas según hayan respondido a este mensaje (25:31-32). Tomar este pasaje en el contexto de todo el evangelio nos provee de abundante material de predicación ¡sin siquiera salirnos fuera de Mateo!

10. LEALTAD HASTA LA MUERTE EN JUAN 13:34-35

Cuando Jesús nos manda a que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado, ¿por qué llama a esto un “nuevo” mandamiento (13:34)? ¿No mandó Dios a todos los creyentes a que se amasen unos a otros en el Antiguo Testamento (Lv. 19:18)? Lo que hace que este mandamiento sea nuevo es el ejemplo nuevo establecido por el Señor Jesús.

El contexto inmediato hace que este ejemplo sea más claro. Jesús asume el papel de un siervo humilde al lavar los pies de Sus discípulos (13:1-11); también les dice que imiten Su servicio (13: 12-17). En el mismo contexto, entendemos el grado hasta el que se hizo siervo por nosotros al hacerles saber lo que sufriría: Jesús y el narrador siguen hablando acerca de la inminente traición contra Jesús (13:11, 18-30).

Jesús explica que va a ser “glorificado” (13:31-32), es decir, asesinado (12:23-24); está a punto de dejar a los discípulos (13: 33), y Pedro todavía no está preparado espiritualmente para seguir a Jesús al martirio (13: 36-38). Este es el contexto de amarse unos a otros “como” Jesús nos amó. ¡Se nos llama inclusive hasta a sacrificar nuestras vidas los unos por los otros!

El resto del evangelio de Juan ilustra más de a lleno el ejemplo de Jesús de amor y servicio, el cual culmina en la cruz.

11. EL CASTIGO DE JUDÁ EN GÉNESIS 38

En sus ataques al cristianismo, el escritor sudafricano Ahmed Deedat se queja de que la Biblia está llena de pornografía y que Génesis 38, la historia de Judá y Tamar, “es una historia sucia, asquerosa”. ¿Incluyó la Biblia esta historia simplemente para satisfacer viles intereses de lectores impíos? ¿O Deedat y otros no vieron lo que la historia quiere decir?

La historia puede resumirse brevemente, después de lo cual veremos rápidamente una lección moral en ella. Judá tiene tres hijos: Er (38:3), Onán (38:4) y Sela (38:5). Cuando Dios mató a Er por su comportamiento pecaminoso (38:7), su hermano menor, Onán, heredó automáticamente la responsabilidad de Er de levantar descendencia para el nombre su hermano. Algunas culturas en donde las mujeres no pueden ganar dinero practican la heredad de la viuda, en donde otro hermano toma la esposa de su hermano fallecido.

Sin embargo, en las culturas alrededor de esta familia, lo que normalmente se hace es que el hermano simplemente embaraza a la viuda, para que así ella pueda tener un hijo que reciba la primera parte de la herencia de su esposo; a la vez este hijo la sostendría financieramente durante su vejez.

Pero Onán derramaba su semen en tierra (LBLA), y Dios, airado, le quita la vida (38:9-10), como se la había quitado a su hermano antes que Él. ¿Por qué Onán vertía en tierra? ¿Y qué tan malo había en él que hizo esto? El primogénito (en este caso, Er) normalmente recibía dos veces más que la parte que le pudiera tocar a cualquier otro hermano; si Onán levantaba un hijo para su hermano, ese hijo sería contado como hijo de su hermano y recibiría la mitad de la herencia, dejando tan solo un cuarto para Onán y otro para Sela. Pero si Tamar no salía embarazada, Onán recibiría dos tercios de la herencia, y Sela, un tercio.

Onán era ambicioso y le importaba más la herencia adicional que honrar a su hermano y proveer para Tamar. Dios defendió el honor de Tamar porque ella era importante para él. El texto nos enseña acerca de la justicia.

Pero la historia continúa. Judá, temiendo que el hecho de permitir que sus hijos se acostaran con Tamar los llevara a la muerte, rehúsa darle su último hijo a Tamar. En algunas de las culturas circundantes (aunque nunca en la cultura israelita posterior), si no había un hermano disponible, se consideraba aceptable al padre; por lo tanto, Tamar toma el asunto por su propia cuenta. Ella, sabiendo qué tipo de persona era Judá, se disfraza de prostituta y entonces permite que él la deje embarazada, pero se queda con el anillo de sello para después poder probar que él era el padre (38:18).

Cuando Judá se entera de que Tamar estaba encinta, ordena que sea ejecutada. Esto refleja una práctica de doble rasero en muchas culturas: la idea de que un hombre pudiera tener sexo con cualquiera (tal como Judá se acostó con quien él pensaba era una prostituta), pero una mujer no. Pero Dios no tiene doble rasero: el pecado está tan mal para un hombre como para una mujer. Tamar le envió el sello, obligando así a Judá a que la pusiese en libertad y que admitiera que “ella era más justa que él” (38:26).

Esa era la moraleja de la historia: Judá era inmoral y crió a dos hijos inmorales, y ahora se encontraba atrapado en su culpa. Al desafiar el doble rasero de su cultura, el escritor se levanta en contra del pecado. ¡En lo absoluto es esta una “historia sucia”!

Pero el contexto integral del libro nos revela más aún. El capítulo 37, antes del 38, es el capítulo en donde Judá asume el protagonismo en la venta de su hermano como esclavo. En el capítulo 38, el estilo de vida pecaminoso de Judá le alcanza, ¡y sufre por ello! Vendió como esclavo al hijo de su padre; ahora pierde dos de sus hijos. El capítulo 39, después del 38, es donde José resiste las provocaciones sexuales de la esposa de Potifar, a pesar de las penalidades que enfrenta por causa de esto. José no practica el doble rasero: vive en santidad sin importar el costo.

Y en algunos capítulos después, Dios recompensa a José por su obediencia. Se convierte en visir de Faraón, y en el agente por medio del cual Dios puede rescatar a los mismos hermanos que lo habían vendido como esclavo. Y cuando José es exaltado, Faraón le entrega su anillo (41:42) —invitándonos a recordar a Judá, quien le prestó el suyo a quien creía que era una prostituta (38:11). La historia más ampliada tiene una moraleja: aquellos que llevan un estilo de vida pecaminoso pueden, a la corta, prosperar, pero a la larga sufrirán; por el contrario, aquellos que permanecen fieles a Dios pueden sufrir al principio, pero al final serán bendecidos.

Sin embargo, este no es el final de la historia. Aunque Judá asumió el papel protagónico en la venta de su hermanastro, aprendió de sus errores. Más adelante él mismo se responsabiliza de Benjamín, el hermano de padre y madre de José, ante su padre Jacob (43: 8-9), y por causa de su padre se hace responsable de Benjamín ante José (44:16-34). Judá está dispuesto a convertirse en esclavo para evitar que Benjamín lo sea—y esto es lo que convence a José de que sus hermanos habían finalmente cambiado. Entonces, la moraleja final de la historia es la del perdón y la reconciliación, y de la fidelidad de Dios que preparó los sucesos para que todo esto sucediera. ¡Ahmed Deedat no leyó lo suficiente como para entender la historia!

12. RÍOS DE AGUA VIVA EN JUAN 7:37-38

La promesa que hace Jesús acerca de los ríos de agua viva en Juan 7:37-38, refiriéndose a la venida del Espíritu Santo (7:39), siempre va a ser emocionante. Pero lo es especialmente si seguimos a través del resto del evangelio el contraste entre la verdadera agua del Espíritu y los simples rituales con agua que se hacían en los tiempos de Jesús.

El bautismo de Juan en agua era bueno, pero el bautismo de Jesús en el Espíritu era mejor (1:26, 33). Los estrictos rituales judíos requerían que los recipientes con agua de Caná se usasen tan solo para el agua de los rituales para la purificación, pero cuando Jesús convirtió el agua en vino, mostró que valoraba el honor de sus amigos más que los rituales y la tradición (2:6).

Una mujer samaritana deja su recipiente de sacar agua del sagrado pozo ancestral cuando ve que Jesús le ofrece un agua nueva que trae vida eterna (4:13-14). Un hombre enfermo que no podía ser sanado por el agua que supuestamente traía sanidad (5:7) halla la sanidad en Jesús (5:8-9); un ciego se sana por el agua en cierto sentido, pero solamente porque Jesús lo “envía” allí (9:7).

La función de esta agua se sugiere más de a lleno en Juan 3:5. Jesús aquí explica que Nicodemo no puede entender el reino de Dios si no nace “de nuevo” (3:3; la palabra griega también significa “de arriba” o “de lo alto”, literalmente), es decir, de Dios. Algunos maestros judíos hablaban de los gentiles siendo “renacidos” en el sentido de cuando se convertían al judaísmo, pero Nicodemo no podía verse a sí mismo como gentil, como pagano, así que supone que Jesús está hablando de volver a entrar en el vientre de su madre (3:4).

Jesús explica Su declaración. Los judíos creían que los gentiles se convertían al judaísmo por medio del bautismo y la circuncisión, entonces Jesús le explica a Nicodemo que debe volver a nacer “del agua”. En otras palabras, ¡Nicodemo debe venir a Dios bajo los mismos términos que un gentil!

Pero si Jesús aquí a lo que se refiere es al “agua” como lo hace en el 7:37-38, puede estar usando el término como símbolo del Espíritu, en lo cual estaría diciendo: “Debes nacer del agua, es decir, del Espíritu” (una manera legítima de leer el griego). Si es así, Jesús puede estar usando el bautismo de la conversión al judaísmo sencillamente para simbolizar el aún más sublime bautismo del Espíritu que da a aquellos que creen en Él. El agua también puede simbolizar el servicio sacrificial de Jesús por Sus discípulos (13:5).

Entonces, ¿qué quiere decir Jesús con “ríos de agua viva” en Juan 7:37-38? Aunque más adelante estaremos tratando más de a lleno el trasfondo y las traducciones, necesitamos usarlas al menos de manera breve para poder obtener el impacto completo de este pasaje. Primero, en la mayoría de las traducciones vigentes por lo menos una nota al pie de la página señala una manera alternativa de puntuación para el 7: 37-38 (los primeros textos griegos carecían de puntuación, y los primeros padres de la iglesia se dividían en cuanto a cuál interpretación tomar).

En estas otras maneras de leer los versículos, no está claro si el agua fluye desde el creyente; puede que en cambio fluya desde Cristo. Puesto que los creyentes “reciben” el agua en vez de darla (7:39), y que ellos tienen una “fuente” en vez de un río (4:14), Cristo bien puede ser la fuente de agua en esos versículos. (Esto no es negar la posibilidad de que los creyentes pueden experimentar revestimientos de poder más profundos por parte del Espíritu después de su conversión).

La tradición judía sugiere que el último día de la fiesta de los tabernáculos, los sacerdotes le leían a la gente de Zacarías 14 y Ezequiel 47, lo cual habla de ríos de agua viva fluyendo desde el templo al final de los tiempos. Jesús está ahora hablando en el último día de esa fiesta (7:2, 37), probablemente aludiendo la misma Escritura que acababan de leer (“como dice la Escritura”, 7:38). El pueblo judío consideraba el Templo como el “ombligo” o el “vientre” del mundo. Por lo tanto, Jesús puede estar declarando: “Yo soy la piedra principal del nuevo templo de Dios. De mí corre el agua de vida; ¡el que quiera, venga y beba gratuitamente!”.

Normalmente (como señalaremos más adelante) no debemos leer la narrativa bíblica como simbolismo, pero el final de Juan es una excepción, un símbolo que Dios le dio a aquellos que observaban la crucifixión (Juan usa el simbolismo tan solo un poco más de lo que la narrativa normalmente lo hace). Cuando un soldado atravesó el costado de Jesús con una lanza, brotó agua juntamente con sangre (19:34). Literalmente, una lanza clavada cerca del corazón podría hacer brotar un líquido acuoso que rodea el corazón y sangre a la vez.

Pero Juan es el único de los cuatro escritores de los evangelios en enfatizar el agua, y probablemente la mencione para hacer notar algo: una vez que Jesús fue levantado en la cruz y glorificado (7:39), la nueva vida del Espíritu quedó disponible para Su pueblo. Bebamos y comamos gratuitamente.

13. EL CARÁCTER DE MOISÉS EN ÉXODO 6:10-30

La mayoría de nosotros no predica a partir de genealogías; de hecho, la mayoría de las genealogías individuales no fueron diseñadas para predicar a partir de ellas. Pero debemos preguntarnos por qué Dios de repente interrumpe la historia de Moisés con una genealogía en Éxodo 6:14-25. Dios manda a Moisés que le diga a Faraón que deje ir a Su pueblo, pero Moisés protesta diciendo que ni su propio pueblo le prestaba atención, así que ¿cómo iba Faraón a escucharle? (6:10-13). Después de la genealogía, la narrativa repite el punto: Dios ordena a Moisés que enfrente a Faraón, y Moisés protesta que Faraón no lo iba a escuchar.

¿Qué sentido tiene interrumpir este relato con una genealogía? La genealogía como tal menciona tres tribus, que son las tres más antiguas, y cuyos nombres, cuando se llegaba a la tribu de Moisés, puede que fuesen repetidos en voz alta por los sabios que conocían la historia. Pero el hecho de que la genealogía se ubique en este punto del relato puede indicar más que eso.

La lista nos recuerda que Moisés era descendiente de Leví y que estaba relacionado con Rubén y Simeón. Rubén se acostó con la concubina de su padre, y Simeón y Leví masacraron a todos los hombres en Siquem. Al colocar la genealogía en este lugar, Éxodo puede estar comentando acerca de por qué Moisés se sentía tan incómodo al enfrentar a Faraón. Si él era descendiente de gente como Leví, Rubén y Simeón, ¿hay alguna duda de que Moisés actuara de esa manera?

Con la excepción de Jesús, todas las personas que Dios escogió en la Biblia eran personas con flaquezas, y no personas que podrían pensar que “merecían” ser llamados. Dios escogió personas quebrantadas cuyos triunfos traerían la gloría a Él en vez de a ellos mismos.

14. EL ENGAÑO DE REBECA (GN. 27:5-10)

Algunos lectores han acusado tanto a Rebeca como a Isaac de cometer el mismo error de favorecer a sus hijos (a Esaú y a Jacob respectivamente; Gn. 27:1-10). Pero en el contexto de todo el libro de Génesis, los motivos de los dos padres son muy diferentes. Isaac favorece al hijo mayor (25:25; 27:4), pero toda la línea patriarcal sugiere que Dios no escoge siempre al hijo mayor (21:12; 49:3-4), y el favoritismo paternal causa problemas (37:4). El mismo Jacob finalmente aprende y aplica esto en su vejez (48:14-20). ¿Cuáles son los motivos de Rebeca? La pista más asequible que provee el texto mismo está en el 25:22-23: ella buscó a Dios, y Dios le dijo que el menor prevalecería.

Al contrario de Isaac, Rebeca actúa sobre la base de la palabra dada por Dios. Más adelante, Esaú se casa con mujeres paganas y vende su primogenitura, en lo que se aprecia la falta de responsabilidad por el llamado que tiene su familia de ser la bendición de Dios para la tierra (25:31-34; 26:34-35). En una cultura en donde la voluntad del esposo era ley, e Isaac estaba ciego a la elección de Dios, Rebeca tomó la única ruta que conocía para asegurar la promesa de Dios.

Génesis está lleno de relatos que subrayan para Israel el milagro de su bendición y su existencia—tres matriarcas estériles (18:11; 25:21; 30:22), bigamia en la realeza o amenaza de las matriarcas (12:13; 20:2; Isaac repitió el ejemplo de su padre – 26:7), y así sucesivamente. En otras partes de Génesis nadie que no sea el patriarca es el que elige, no obstante, la buena tierra queda en manos del patriarca (13:9-13; 36:6-8). En el contexto de los temas que se enfatizan en todo el libro, es consecuente creer que Dios obró por medio del engaño de Rebeca, así como obró por medio de una variedad de medios para proteger a Su linaje escogido.

Esto no quiere decir que el engaño fue el medio preferido de Dios para llevar esto a cabo, aunque a veces favoreció el engaño cuando éste salvaba la vida humana de manos opresores injustos (Éx. 1:18-21; Jos. 2:5-6; 1 Samuel 16:1-3; 2 Samuel 17:19-20; 2 Reyes 8:10; Jer. 38:24-27). Así como Jacob robó la primogenitura a su hermano por medio del engaño, así también fue engañado a través de dos hermanas.

Cuando Isaac le preguntó su nombre a Jacob, éste le mintió para obtener la bendición (Gn. 27:18-19), y por lo tanto provocó la ira homicida de su hermano (27:41). Su madre le prometió que lo mandaría a buscar cuando viera que no era peligroso regresar (27:45), pero aparentemente ella murió durante ese tiempo y, por lo tanto, no pudo mandarlo a buscar, así que cuando está regresando espera que su hermano todavía quiera matarlo (32:11).

Es entonces cuando pasa toda la noche luchando con el Señor o Su agente, y se le enfrenta a su pasado. Esta vez, antes que pueda recibir la bendición de Dios, se le pregunta el nombre y debe responder con la verdad (32:26-27, y entonces se le da un nombre nuevo, 32:28), en contraste con la vez que buscó la bendición de su padre (27:18-19). Pero Dios estaba con Jacob aún a pesar de quién era Jacob. Él se encuentra con ángeles, tanto cuando sale de la tierra (28:12), como cuando regresa (32:2). En esta historia, aunque Isaac vive más tiempo que Rebeca, ella fue quien tuvo mayor percepción de los propósitos de Dios para sus descendientes.

15. EL ECHAR SUERTES EN HECHOS 1:26

Algunos intérpretes de hoy en día sugieren que los apóstoles cometieron un error al echar suertes para encontrar el duodécimo discípulo, aunque fue antes que llegase el día de Pentecostés. Sin embargo, el contexto inmediato sugiere algo positivo. Los creyentes se encontraban unidos en oración (1:12-14; 2:1), y es cuando Pedro les exhorta que deben reemplazar al apóstol que falta (1:15-26). ¿Gastaría Lucas tanto espacio describiendo una práctica con la que no estuviera de acuerdo y que luego no pudiera ofrecer ninguna palabra de corrección?

El contexto de todo el libro de Hechos realmente invita a que leamos Lucas y Hechos juntos, porque son una obra en dos tomos (Hch. 1:1-2; cf. Lc. 1:1-4). Cuando los leemos juntos, vemos que el Evangelio de Lucas también empieza con un episodio donde se echa suerte, en este caso para seleccionar cuál sacerdote oficiaría en el templo (Lc. 1:9). En ese caso, ciertamente Dios controlaba la suerte, porque por ésta Zacarías fue escogido para servir en el templo y posteriormente recibiría una promesa divina diseñada específicamente para él y Elisabet, la promesa de un hijo: Juan el Bautista (1:13).

Si Dios tenía el control de la suerte en la historia con que comenzaba el tomo uno, ¿por qué no la tendría en la historia con la que comenzaba (después de repetir la ascensión) el tomo dos? El trasfondo nos ayudaría aún más: si Dios controlaba la suerte en todo el Antiguo Testamento, incluyendo la selección de los ministerios levíticos, ¿por qué deberíamos dudar que en esta ocasión en los Hechos usó el mismo método, antes de la dirección especial brindada por el Espíritu inaugurada con el Pentecostés? (2:17).

ALGUNAS OBSERVACIONES FINALES SOBRE LA “TEOLOGÍA BÍBLICA”

En nuestros días a veces comenzamos con suposiciones doctrinales específicas y entonces las aplicamos al leer la Biblia. El peligro existente con este método es que nos priva de que alguna vez aprendamos algo nuevo—si tan solo leemos la Biblia como un libro de texto que trata acerca de lo que ya creemos, estamos propensos a que nos perdamos algo que tenga que enseñarnos o en lo que tenga que corregirnos. Por lo tanto, es importante aprender las perspectivas de la Biblia tal y como están escritas.

Pero al mismo tiempo que afirmamos que la Biblia es correcta y no se contradice, reconocemos que algunos libros de la Biblia enfatizan algunos temas más de lo que lo hacen otros libros. De esta manera, por ejemplo, si se lee el libro de Apocalipsis, podremos encontrarnos que aquí se hace más énfasis en la segunda venida de Jesús que en el Evangelio de Juan. En el Evangelio según San Juan, se hace un mayor énfasis en la vida eterna, que se encuentra disponible en el presente.

De la misma manera, cuando Pablo les escribe a los corintios acerca del hablar en lenguas, enfatiza en su uso como oración. Cuando Lucas describe las lenguas en Hechos, estas funcionan como una demostración de que Dios trasciende todas las barreras lingüísticas, adecuándose al tema de Lucas de que el Espíritu capacita al pueblo de Dios para traspasar las barreras culturales. Diferentes autores y libros a menudo poseen énfasis distintos. Estas diferencias no se contradicen entre ellas, pero las debemos estudiar con respeto en sus propios términos antes de que intentemos juntarlas.

Este principio es importante en el contexto integral del libro (o del autor). Cuando un pasaje específico nos parece oscuro y no podemos percatarnos de lo que quiso decir el autor con él, es muy útil mirar el resto del libro para ver cuál es el énfasis del autor. De esta manera, por ejemplo, el hecho de que el Evangelio según San Juan enfatice tanto que las esperanzas futuras, tales como “la vida eterna”, son realidades del presente (Ej. Jn. 3:16, 36; 5:24-25; 11:24-26), puede arrojar luz sobre cómo vemos Juan 14: 2-3, como nos referíamos anteriormente.

Al mismo tiempo, nunca deberíamos olvidar que cada escrito del Nuevo Testamento, por mucho que se diferencie de otro, también es parte de un contexto mucho más amplio de la enseñanza apostólica cristiana, la cual tenía características comunes. Por lo tanto, aunque el Evangelio de Juan enfatice la presencia del futuro, en ninguna manera minimiza el hecho de que también Jesús regresará un día en el futuro (5:28-29; 6:39-40).

PRINCIPIOS PARA LA INTERPRETACIÓN DE UN LIBRO COMPLETO:

Antes de terminar este capítulo, deberíamos dar de manera resumida algunos principios para la interpretación un libro en su totalidad. La mayor parte del capítulo ha estado ilustrando estos principios.

Craig Keener es profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Asbury .Es autor de quince libros, entre ellos un comentario del Nuevo Testamento (vendido en más de medio millón).