Fecha de publicación: 19-oct-2013 14:44:50
No han cumplido un día de vida y ya están en Facebook. Algunos, incluso han ido tuiteando su propio nacimiento. Muchos padres y madres, fanáticos de las redes sociales, hacen de sus bebés las verdaderas estrellas de sus cuentas de Facebook, twitter, Pinterest, Instagram... ¿Es bueno? ¿Es malo? ¿Qué consecuencias puede tener esta sobreexposición de los niños en las redes sociales?
La realidad es que no se saben las consecuencias. Pero muchos expertos ya aconsejan a los padres a que no compartan en las redes sociales fotos íntimas o relatos del día a día del pequeño. Muchos padres llegan a límites increíbles, como ir contando, día a día, los progresos de su hijo pequeño a la hora de aprender a no hacerse pis en la cama. Incluso cuelgan fotos con pañales usados y comentarios.
“Los padres tienen que esforzarse en ayudar a sus hijos a construir una correcta reputación digital”, afirma la experta en redes sociales Mar Monsoriu. El problema aparece cuando los padres no son capaces de construirse una correcta reputación digital a ellos mismos, o incluso contribuyen a crear una mala reputación de sus hijos pequeños o adolescentes en las redes sociales. “Es tremendo que algunos padres, y sobre todo algunas madres, hasta colaboran en crear una mala reputación de sus hijas destacando de ellas sus ‘virtudes’ físicas antes que las intelectuales o sus valores como persona”, explica en esta entrevista.
Muchas de las imágenes o videos que se suben a las redes sociales son hechos cotidianos que hace unos años quedaban en la intimidad: un video del pequeño bailando de manera graciosa una canción, una foto de una niña disfrazada, etc. Antes del estallido de las TIC, esos recuerdos quedaban almacenados en cintas de video y álbumes de fotos, y se compartían con personas cercanas en el salón de casa. Hoy no. Hoy esa información se hace pública. Pero puede que la niña disfrazada no quiera que, dentro de 10 o 15 años, su foto esté circulando por la Red.
Y es que hay que recordar una vez más una máxima de Internet: una vez que subes un archivo a la Red, dejas de tener el control sobre él. “La privacidad existe fuera de Internet, dentro muy difícilmente y menos en las redes sociales que son especialmente abiertas e inseguras”, explica Mar Monsoriu. Por tanto, para compartir fotografías de tu recién nacido, o una foto de tu hijo disfrazado en carnaval o un video de tu hija cantando en el festival del colegio, puedes hacerlo mandando el archivo por correo electrónico. Sí, es cierto: cualquiera de esas personas podrán subirlo entonces a una red social, pero se supone que confías en los destinatarios a los que envías esa información sobre tus hijos. Algo que es muchísimo más difícil de controlar al subir una foto a Twitter, por ejemplo, una red abierta donde todo el mundo puede tener acceso a esa información.
A la hora de compartir imágenes o videos de tu hijo, como norma general, ha de prevalecer la regla número uno de Internet: pensar antes de actuar. Piensa qué vas a compartir y dónde vas a hacerlo. Piensa quiénes van a tener acceso a esa información y qué podrían hacer con ella. Piensa en cómo te sentirías tú si subiesen un archivo parecido de ti a una red social. Recuerda que tu huella digital, el rastro de imágenes tuyas que están en la Red, se remonta sólo a los cinco o seis últimos años, como mucho a principios del siglo XXI, pero la de tu hijo puede perseguirle toda su vida.