VOLUNTAS SAPIENTIS: CUADERNOS DE HISTORIA DE LAS IDEAS
Evolución del pensamiento político en la era modera
Medina Bruno
Profesorado Superior de Ciencias Sociales
Medina Bruno
Profesorado Superior de Ciencias Sociales
Medina, S. Bruno (2024). Evolución del pensamiento político en la era modera. Introducción
¿Cuál es la importancia de entender el origen y evolución del pensamiento político moderno?
La importancia se encuentra en el entendimiento axiológico de una disciplina fundamental como la ciencia política. El análisis del pensamiento político moderno proporciona las bases para comprender las estructuras y sistemas políticos actuales. Permite entender cómo se han formado las instituciones políticas y los principios fundamentales que rigen la actualidad.
Es importante la selección de temas para realizar el trabajo monográfico, ya que el mismo, se desarrollará en el contexto de la época moderna, más específicamente desde la construcción del sujeto moderno, separándose de la iglesia, hasta la revolución francesa y las tendencias a gobiernos democráticos.
Particularmente, los temas seleccionados se utilizaran para encontrar una conexión en la explicación del pensamiento político moderno. Desde la concepción del Liberalismo, separándose del orden ya establecido, con la adquisición de valor de nuevas ideas centradas en las libertades individuales, los Derechos y la Igualdad de los ciudadanos; hasta su relación y repercusión de la revolución francesa, como su desencadenamiento hacia un gobierno Democrático, y la explicación de su opuesto, el régimen de Dictadura.
Cómo considera Bobbio Norberto (1997), los escritores políticos han abordado históricamente el tema del Estado desde la perspectiva de los gobernantes, explorando temas acerca del arte de gobernar, las virtudes del líder, las diversas formas de gobierno, la distinción entre el buen y mal gobierno, la fenomenología de la tiranía, derechos y deberes de los gobernantes, funciones del Estado, y conceptos fundamentales como dominium, imperium, maiestas, autoridos, potestas y summa potestas. (pp. 82-83)
El punto de quiebre y revolución del pensamiento humano, fue la edad moderna, como explica el profesor Borche Javier (2018), la época comenzó con la separación de la iglesia de los centros de poder, pasando de un dios metafísico a un dios terrenal, de esta manera, se suplanta la religión con la razón, ahora buscando la felicidad en la vida terrenal, y no anhelando la felicidad eterna en la otra vida. Como dice Fernando A. Fraga (2016), Ockham y Marsilio plantearon una separación entre Estado e iglesia, diferenciando el ámbito espiritual y civil, propuesta asimilada por Lutero y Calvino, afirmando un doble gobierno, espiritual y civil, considerando al hombre un ser de razón y fé, pero restringiendo el poder la iglesia y limitando el poder los gobernantes. (pp. 2-3)
Producto de esta secularización de la vida, dieron lugar a los progresos de la ciencia y el desarrollo de todas las capacidades humanas, impulsados por los centros construidos por la burguesía incipiente en donde se desarrollaba el pensamiento y la racionalidad. De esta manera, se comienza a construir un sujeto moderno.
El sistema de ideas, de pensamientos y de la cultura política comienza a configurarse con las ideas de Maquiavelo principalmente, marcando el punto de inflexión en la historia del pensamiento político, y junto con los aportes de otros autores, como Erasmo de Rotterdam, Martín Lutero y Tomás Moro, se origina la ciencia política. Mencionados autores plantearon formas de administración y del gobierno de los Estados. [1]
Como afirma el profesor Borche Javier (2018), establecer la modernidad siempre ha sido algo complejo, sin embargo, esta época se caracteriza por el nacimiento y desarrollo del Renacimiento, entendiéndolo como un redescubrimiento o renacimiento artístico y cultural de lo Antiguo. Pero a su vez, se desprende el Humanismo, centrado en el análisis de obras políticas, del derecho romano, y así, la constitución de un nuevo pensamiento político. Este movimiento cultural fue promovido por la sociedad aristocrática.
Como manifiesta Borche Javier (2018), de la construcción de las bases de una idea política ligada al orden y la autoridad, con la consonancia de distintas propuestas de autores como las teorías de Tomás Hobbes y René Descartes, surge la doctrina del absolutismo monárquico, aplicada entre los siglos XVI-XVIII, entendida como la afirmación de la soberanía monárquica sin límites y sin control, centralizando el poder y la autoridad en la figura del soberano absoluto, con los atributos para gobernar devenidos del mismísimo Dios. La monarquía absoluta, ejemplar por excelencia es la de Francia de Luis XIV.
Como afirma Bobbio Norberto (1997), la idea frecuente de que el poder máximo, es decir, el poder político, debe tener una justificación ética (también conocida como un fundamento jurídico) ha conducido a la formulación diversa de principios de legitimidad. Estos principios buscan proporcionar una razón sobre por qué aquellos que ostentan el poder tienen el derecho de mandar, y aquellos que lo sufren tienen el deber de obedecer. (pp. 119-120)
Los monarcas buscaban la justificación de su poder de la mano de intelectuales, quienes se convertían en sus promotores y protegían bajo su manto. Es así como se intentan encontrar distintos argumentos del detento del poder. Como explica Bobbio (1997), a lo largo de la historia, los principios de legitimidad adoptados se pueden identificar en al menos seis, divididos en pares contrapuestos basadas en tres grandes principios unificantes: la Voluntad, la Naturaleza y la Historia. Los dos principios de legitimidad relacionados con una voluntad superior son los mencionados por Mosca: los gobernantes derivan su poder ya sea de la voluntad de Dios o de la voluntad del pueblo. La fórmula clásica de este tipo de legitimación se encuentra en el pensamiento hobbesiano, donde "No es la razón, sino la autoridad la que hace la ley" y la autoridad última reside en la voluntad de Dios. A estas doctrinas voluntaristas siempre se les opusieron las doctrinas naturalistas, que dieron origen a diversas formas de derecho natural. Estas también se presentan como: la naturaleza como una fuerza originaria, según la concepción predominante en la tradición clásica del poder; y la naturaleza como un orden racional, donde la ley natural se identifica con la ley de la razón, de acuerdo con el iusnaturalismo moderno. Por lo tanto, recurrir a la naturaleza para fundamentar el poder implica, en la primera versión, que el derecho de mandar de unos y el deber de obedecer de otros derivan del hecho natural e independiente de la voluntad humana; mientras que en la segunda versión, significa que el poder se fundamenta en la capacidad del soberano de identificar y aplicar las leyes naturales, que son las leyes de la razón. El tercer principio de legitimidad se basa en la Historia, y tiene dos dimensiones según si se refiere a la historia pasada o a la futura. El reclamo a la historia pasada establece como principio de legitimación la fuerza de la tradición, siendo la base de las teorías tradicionalistas del poder, donde el soberano legítimo es aquel que ejerce el poder desde tiempos inmemoriales, así, el conservador adopta una concepción estática de la historia, donde lo que perdura se considera correcto. En contraste, el revolucionario adopta una concepción dinámica, donde lo que cambia se considera correcto, en consonancia con el progreso histórico. (Pp. 120-123)
Así mismo se origina una línea de pensamiento desligada de la religión, orientada al pensamiento científico, y es de esta manera, como surgen ideas relacionadas a las libertades y los derechos naturales de los individuos. Es aquí, donde encontramos autores como Hobbes y Locke.
Otra característica de la teoría política moderna, además de su contenido secular, es su inclinación a destacar los aspectos pragmáticos del poder y los técnicos del gobierno. A ello debe agregarse la identificación cada vez más reiterada entre Estado y Gobierno. (Fernández Pardo, 1.977, pp. 15-17)
Se construye un sentimiento de Estado nacional, y como dice Fernández (1.977), el centro de gravedad de la teoría política, progresivamente, pasa a ser la nación y el interés estatal particularizado. La idea de una razón de Estado termina por imponerse. La teoría política define una idea estatal cerrada, se institucionaliza la gestión del gobierno y así, adquiere un grado de especialización. (pp. 15-17)
El nominalismo de Ockham junto a el individualismo del humanismo, del protestantismo y del idealismo cartesiano, influierán en Hobbes. Así, el pensamiento jurídico, ético y político, tomando un rumbo individualista, influirán en la economía, en la política y en la cultura, y una ética de rasgos liberales (Fraga Fernando, 2016, p. 2)
En el siglo XVII, ocurrieron acontecimientos en los que destacan movimientos de oposición al absolutismo con intenciones de establecer límites al poder absoluto, argumentando que la soberanía es del pueblo, y es él mismo quien, mediante un contrato, le transfiere a un monarca su soberanía. Cómo expresa Bobbio (1997), los escritores políticos han abordado históricamente el tema del Estado desde la perspectiva de los gobernantes, sin embargo, en la época moderna, el cambio significativo se produce con la doctrina de los derechos naturales, que destaca que estos derechos son anteriores a la formación de cualquier sociedad política. La sociedad política empieza a entenderse como un producto voluntario de individuos que deciden vivir en sociedad e instituir un gobierno mediante un acuerdo recíproco. (pp. 82-84)
Como expresa Javier Borche (2018), esta etapa de la modernidad, la Ilustración, contemplado como el período de más producción intelectual, se desarrolla a fines del siglo XVII hasta el inicio de la revolución francesa, con una nueva impronta orientada a las libertades del hombre y su capacidad como constructor de su propio destino.
De esta manera, se inicia la gestación de ideas políticas que conforman el sistema de pensamiento moderno. Una nueva incógnita que surge es la explicación del “Origen de la sociedad”, Fernández Pardo (1977) explica que, encontramos principalmente dos miradas, la de Hobbes y la de Locke, quienes coinciden en que, ya sea por interés propio con una inclinación hacia el poder, o por el miedo al poder mismo, el orden político es límite, control y poder de sanción. Estas ideas contractualistas encuentran una explicación en el origen del poder y de la sociedad [2]. Ambos autores utilizan la representación de un contrato para explicar el origen de la sociedad, en donde los individuos se unen por interés, conveniencia, o por miedo. (pp. 20-25)
En John Locke, Fernández (1977) expresa que, Dios creó al ser humano con la convicción de que no era adecuado que estuviera solo, impulsándolo hacia lo social mediante necesidades, conveniencias e inclinaciones. Además, le otorgó entendimiento y lenguaje para facilitar la interacción social y el disfrute de la misma. De esta manera, aquellos que se unen a una comunidad, abandonando su estado natural, transfieren todo el poder necesario para alcanzar los objetivos comunes a la mayoría de la comunidad. Esta transferencia ocurre cuando se decide vivir en una sociedad política, que es la única entidad necesaria para que los individuos se establezcan o se integren en una república. (pp. 59-61)
Los monarcas solían convocar a filósofos a sus cortes para recibir consejo, pero las ideas de estos pensadores siempre chocaban con la concepción absolutista y divina del poder. Por lo tanto, estos ilustrados decidieron buscar el poder político por sí mismos, dando lugar a los llamados "déspotas ilustrados". Los lujosos salones parisinos se convirtieron en lugares de difusión de estas ideas, donde ilustrados y burgueses se reunían para debatir sobre política, filosofía, economía, justicia y derechos, con una perspectiva europea. Fue en estos debates donde surgieron diversas ideas, entre las cuales una de las más influyentes fue la separación de poderes.
Menzel Adolph (1850) Voltaire in the Court of Frederick II of Prussia
A la izquierda, en la corte de Federico II de Prusia. Fue este último quien pronunció la famosa frase «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo», cita que resume el despotismo ilustrado.
Aquí es donde entra en escena la teoría de la división de poderes de Montesquieu. Como afirma Fernando Fraga (2016): “Locke y Montesquieu, proponen la división de poderes políticos y los derechos de los oprimidos ante regímenes injustos. A raíz de esto se liquida la teoría del derecho divino del monarca y la caída del Antiguo Régimen.” (p. 5)
En estos debates iluministas, aparecen ideas con respecto a la separación del Estado y la iglesia, adhesión a un gobierno representativo, un Estado que debe generar felicidad y bienestar a los hombres, y sobre todo la propiedad privada, entre otras ideas. Pero lo que prima en estas ideas, son las libertades individuales de los hombres en los distintos ámbitos, como el económico, el político, o los civiles. A su vez, en estas ideas de libertad, también, se encuentran debates sobre la igualdad, en donde destaca Jacques Rosseau, uno de los más importantes contractualistas, con su obra “El Contrato Social” de 1762, quien considera que el poder como una suma de intereses, reunidos en una “voluntad general” de la comunidad, de esta manera, con el contrato social, se garantiza la igualdad y la libertad, y a su vez, con la soberanía popular, los derechos individuales, entendiendo como libertad a la obediencia de las leyes.
Perteneciente a la corriente filosófica racionalista y con una visión democrática, en el Tratado Político, Baruch Spinoza (1986) comenta acerca del pacto social: “...está el hecho esencial de que la asociación política da origen a un poder absoluto o supremo, que es, al mismo tiempo, coactivo y democrático”. (p. 32).
Profundizando acerca de este concepto de igualdad social véase:
Basándose en este concepto de ley natural, se trata de explicar la igualdad existente entre los hombres. Aunque, el verdadero punto de inflexión en el reconocimiento de los derechos jurídicos y la transición hacia un gobierno democrático, es la Revolución Francesa. [3]
La palabra democracia proveniente de la filosofía griega antigua adquirió muchas interpretaciones a lo largo de la historia, pero principalmente se denomina una forma de gobierno en la cual, es el pueblo quien gobierna.
Los denominados precursores de la democracia moderna son Locke, con su teoría de la representación, Montesquieu y sus aportes sobre la división de poderes y Rousseau, con la teoría de la voluntad general. En esta etapa se originan tres grandes tradiciones: la liberal, la socialista, y la experiencia del Tercer Mundo. (Di Tella, 2006, p. 162)
En la construcción del planteo de esta forma de gobierno, y su ejecución tan firme en la época moderna, se debe a la influencia de escritos de autores que defendían una libertad individual [4]. Estas ideas compusieron una tendencia y una posterior corriente ideológica política “el liberalismo”. Para definir la corriente liberal, de gran peso en la revolución francesa, Di Tella (2006) describe: “La preocupación principal de esta corriente reside en el control del poder estatal, con el fin de que el Estado no pueda actuar contra las libertades individuales y la propiedad.” (p. 162)
Delacroix Eugène (1830) La Liberté guidant le peuple. Musée du Louvre, Paris, France.
El lienzo simboliza la Revolución de 1830 del día 28 de julio, una escena en la que el pueblo de París se levanta en armas contra el rey Carlos X de Francia.
Fue fundamental la contribución de autores como Jean-Jacques Rosseau, que según Fernández Pardo (2016), con el suizo concluye una etapa marcada por los grandes pensadores políticos modernos. Logra liberar la voluntad del ciudadano de cualquier influencia eclesiástica que pudiera coartarla. Para evitar la anarquía, Rousseau se inspira en la democracia griega y propone su teoría contractual basada en la noción de la voluntad general. Según esta teoría, la sociedad civil y el Estado surgen del acuerdo de un grupo de personas que forman una voluntad general. La fuente de toda legitimidad reside en el pueblo. El tipo de gobierno, ya sea monárquico, aristocrático o democrático, sólo es legítimo si es deseado por el pueblo. Cada individuo en la comunidad no solo es un ciudadano sujeto a la ley, sino también un miembro de la soberanía. Es el grupo quien decide qué es lo mejor para sí mismo. (p. 5)
Y desde una visión más jurídica del derecho del poder, es Montesquieu quien propone la división de poderes [5]. “Este filósofo está en contra del gobierno despótico. Y establece la separación de poderes como nosotros la conocemos hoy en un poder ejecutivo, legislativo y judicial. Ninguno de estos debería concentrarse en las mismas manos”. (Girao Guillermo, 2016 y Touchard, 2004, como se citó en Borche Javier, 2018)
La soberanía pierde, así, su carácter absoluto y se convierte en la representación de un conjunto de poderes soberanos autorizados por la Constitución. Como expresa Bobbio (1997), el reconocimiento de los derechos del hombre y del ciudadano marca un cambio fundamental en la evolución de las relaciones entre gobernantes y gobernados: el Estado ya no es considerado exclusivamente desde la perspectiva del gobernante, sino desde la del pueblo. Ahora, se entiende que el individuo tiene prioridad sobre el Estado; es decir, el individuo no existe para servir al Estado, sino que es el Estado el que existe para servir al individuo. Esta visión subraya la importancia de las partes individuales sobre el conjunto, en contraposición a la idea tradicional de que el todo prevalece sobre las partes (como planteado por Aristóteles y Hegel). Este cambio ético en la representación de los individuos, considerados de manera individual y no como grupos de interés, se basa en el reconocimiento de la igualdad natural de los seres humanos. (pp. 162-163)
En Rousseau, Fernandez Pardo (1.977) expresa que, la primera y más significativa implicación de los principios establecidos es que la voluntad general únicamente puede dirigir las acciones del Estado hacia el objetivo de su institución, que es el bien común. Dado que la diversidad de intereses particulares motivó la creación de sociedades, es el acuerdo sobre estos mismos intereses lo que hace posible la convivencia. El bien común, que engloba estos diversos intereses, es lo que forma el tejido social; sin algún punto de acuerdo en el que todos los intereses converjan, la sociedad no podría existir. Por lo tanto, es esencial que la sociedad sea gobernada exclusivamente en función de este interés común. (p. 91)
El sistema político se transforma y como declara Bobbio (1997), en un sistema político representativo con sufragio restringido, los individuos eligen a un individuo y los partidos se forman dentro del parlamento. En contraste, en un sistema político representativo con sufragio universal, los partidos se forman fuera del parlamento y los electores seleccionan un partido más que una persona, especialmente bajo el sistema proporcional. Esta modificación en el sistema de representación ha transformado el Estado representativo en un Estado de partidos, donde los sujetos políticos relevantes ya no son los individuos, sino los grupos organizados. En este nuevo contexto, se prioriza la representación de intereses colectivos sobre la representación de los derechos individuales, lo que ha redefinido las dinámicas políticas y sociales de la modernidad. (pp. 162-163)
En Bobbio (1997), se mencionan tres clasificaciones clásicas de las formas de gobierno: la de Aristóteles, Maquiavelo y Montesquieu. Aristóteles clasifica las constituciones según el número de gobernantes, distinguiendo entre monarquía, aristocracia y democracia. Maquiavelo simplifica estas categorías a monarquía y república en su obra "El Príncipe". Montesquieu reintroduce una tricotomía, agregando el despotismo a la monarquía y la república. Weber, siguiendo una línea similar a Montesquieu, clasifica los tipos de poder según la relación entre gobernantes y gobernados, centrándose en la capacidad de los gobernantes para obtener obediencia. (pp. 144-145)
En estas teorías de administración del Estado siempre existe una contraparte a estos gobiernos ideales, entendiéndose como la definición corrupta o degenerada del Estado. Sin embargo, hay que hacer una aclaración: “Hoy es tan común llamar "dictadura" a todos los gobiernos que no son democracias, y que generalmente surgieron abatiendo a las democracias anteriores, que el término técnicamente correcto de "autocracia" ha sido relegado a los manuales de derecho público”. (Bobbio, 1997, pp. 222-223)
De la misma manera, Bobbio (1997) argumenta que la palabra “dictadura” carga con un significado negativo, aunque no sea así, ya que en la antigüedad clásica, en Roma, el dictador era un magistrado extraordinario legítimo. A su vez se puede explicar las acepciones que se encuentran de gobiernos semejantes. La dictadura siempre ha sido diferente de la tiranía y el despotismo, términos que a menudo se confunden en el lenguaje corriente. El tirano gobierna de manera monocrática, ejerciendo un poder absoluto, pero carece de legitimidad y no necesariamente tiene una duración definida en el tiempo. Por otro lado, el déspota también ejerce un poder absoluto de forma monocrática, pero es legítimo, y típicamente no tiene una duración temporal definida. Estas tres formas comparten la característica de un gobierno monocrático y un poder absoluto, pero la diferencia entre tiranía y dictadura radica en que la segunda posee legitimidad mientras que la primera no. Además, el despotismo y la dictadura se distinguen porque, aunque ambas son legítimas, la legitimidad del despotismo se basa en factores histórico-geográficos, mientras que la de la dictadura se sustenta en el estado de necesidad. La distinción fundamental entre la dictadura y la tiranía o el despotismo es la temporalidad. (pp. 223-225)
Hay que acentuar que también se conformó el origen de una forma de gobierno de la misma matiz con una contemplación más ideológica, este es el Estado totalitario, siendo los más recordados el Fascismo y El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, conocido como Partido Nazi. Es Bobbio (1997) quien expresa que, en un Estado totalitario, toda la estructura social se encuentra consolidada dentro del Estado, dentro de la organización del poder político que engloba tanto el poder ideológico como el poder económico. (p. 169)
Dictadura y sus tipos:
Bobbio (1997) termina desarrollando que, en la concepción clásica, un dictador ejerce poderes extraordinarios limitados al ámbito ejecutivo y no legislativo. Sin embargo, en la época moderna, especialmente durante las grandes revoluciones, el concepto de dictadura se amplía para incluir el poder de establecer un nuevo orden, es decir, el poder revolucionario. Según Maquiavelo, este poder revolucionario implica deshacer los órdenes antiguos para crear nuevos. De este modo, surge el concepto moderno de "dictadura revolucionaria", que emerge de una situación de necesidad extrema y ejerce poderes excepcionales, temporalmente limitados al menos en sus objetivos iniciales. Aunque se le denomina dictadura, su misión va mucho más allá: no se trata sólo de remediar una crisis parcial, como una guerra exterior o una rebelión, sino de resolver una crisis total que cuestiona la existencia misma de un régimen establecido, como una guerra civil. (pp. 227-230)
Caricatura: la dictadura atenta contra la democracia
La dictadura se comporta como la forma antagonista del gobierno democratico. La incompatibilidad radica en sus diferencias sus fundamentos administrativos
[1] Maquiavelo analiza la naturaleza del poder político, la forma en que se ejerce y la relación entre el gobernante y el pueblo. Consolida la ciencia política. Véase Zuniga, San Martin, Pablo (2006)
[2] En la teoría política, las nociones contruactualistas sentaron las bases de la soberanía nacional moderna, véase Vichinkeski, T. Anderson (2014)
[3] En el antigüo régimen no existía un principio de igualdad de derecho de los individuos, a partir de la revolución francesa y de la Declaración de los derechos de 1789, se garantizan los derechos individuales y la estabilidad política, véase López, O. José (2011)
[4] Véase Raynero, Lucía (2016). La autora hace un análisis desde sus orígenes históricos hasta su aplicación en contextos contemporáneos.
[5] A este respecto véase Fuentes, Claudia (2011). La autora explora cómo Montesquieu conceptualiza la separación de poderes como un medio para evitar la tiranía y promover la libertad política. Además, cómo esta teoría influyó en el desarrollo de las democracias modernas y su relevancia en el estudio de la ciencia política.
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Trabajo integrador final.
Profesorado Superior de Ciencias Sociales. - Profesorado de educación Secundaria en Historia. RES 765/14
Historia de las Ideas II. Profesores: Javier P, Borche. Santiago E, Blanco.
Autora: Medina S. Bruno. Fecha: 7/03/2024. Localidad: Chajarí, Entre Ríos, Argentina.