Izquierda y Derecha: Una Mirada a la Evolución de las Ideologías Políticas
Rojas Santiago Thomas
Profesorado Superior De Ciencias Sociales
Rojas Santiago Thomas
Profesorado Superior De Ciencias Sociales
En este audio se explicara brevemente de que va a tratar el trabajo
Desde su origen en la Revolución Francesa, los conceptos de izquierda y derecha han sido fundamentales para el desarrollo de la política mundial, estableciendo posturas frente al cambio social, la economía y el poder. Sin embargo, estas categorías no son estáticas ni limitadas a un momento histórico o contexto cultural específico. Siguiendo la perspectiva de Lovejoy, como se menciona en Palti (2006, p. 65), las ideas tienen la capacidad de migrar, trasladándose de una época a otra, de una cultura a otra, e incluso entre disciplinas, adquiriendo nuevos sentidos en cada transformación. Por lo tanto, entender la evolución de la izquierda y la derecha exige un enfoque interdisciplinario que trascienda los marcos particulares de una época o cultura para explorar su significado en un contexto más amplio. Además, como señala Lovejoy, el estudio de la historia de las ideas es esencial para comprender la historia en general, ya que permite iluminar las conexiones entre los cambios ideológicos y los procesos históricos.
En este contexto, analizar la evolución de estas ideologías no solo nos ayuda a comprender su influencia en la construcción de las sociedades contemporáneas, sino que también nos invita a reflexionar sobre su relevancia en un mundo en constante transformación. Este recorrido permitirá destacar cómo la izquierda y la derecha han moldeado, y continúan moldeando, las estructuras políticas, sociales y culturales de nuestro tiempo
Hoy en historia a la carta ser de izquierda ser de derecha y todo lo que conlleva cuando se empezaron a usar estas dos palabras para describir políticas ideológicamente a las personas los orígenes vamos a encontrar en la revolución francesa a finales del siglo 18 (Canal LA VIDEOTECA DE IZQUIERDA, 2020 0:4 segundos a 0:21)
Esta imagen representa la idea de la ideología política de derecha como de izquierda
La división política entre derecha e izquierda tiene sus raíces en la Revolución Francesa (1789-1799), donde los miembros de la Asamblea Nacional se sentaban según sus posturas ideológicas: los conservadores a la derecha del presidente, y los progresistas, que defienden cambios sociales y políticos, a la izquierda. Este esquema simbólico perduró y evolucionó hasta convertirse en una forma de clasificar las corrientes políticas en función de su postura hacia el cambio y la tradición.
Durante el siglo XIX, estas categorías evolucionaron en paralelo a los cambios sociales y económicos derivados de las revoluciones industriales y los movimientos nacionalistas. El liberalismo, con su énfasis en las libertades individuales, el libre mercado y un Estado limitado, se asoció frecuentemente con la derecha, mientras que el socialismo, que abogaba por la equidad económica y la justicia social, se consolidó como una fuerza ideológica en la izquierda. Este período marcó un proceso de diferenciación ideológica más claro, reflejando los intereses y aspiraciones de clases sociales emergentes como la burguesía y el proletariado.
El siglo XX trajo consigo una polarización ideológica aún más intensa, especialmente durante la Guerra Fría, cuando el mundo se dividió entre el capitalismo liberal liderado por Estados Unidos y el socialismo soviético. Este enfrentamiento global no solo intensificó las diferencias entre derecha e izquierda, sino que también amplió su significado, vinculándose con modelos políticos y económicos globales. La derecha fue asociada con el mantenimiento del orden y el progreso individual, mientras que la izquierda se centró en la redistribución de recursos y la defensa de los derechos colectivos.
En el siglo XXI, los conceptos de derecha e izquierda han seguido transformándose. La emergencia del populismo, tanto en su versión de derecha como de izquierda, ha cuestionado las estructuras tradicionales de poder. Al mismo tiempo, nuevas demandas sociales, como la lucha contra el cambio climático, los derechos humanos y las identidades culturales, han redefinido las fronteras de estas ideologías. Aunque su origen se remonta a la Revolución Francesa, su capacidad para adaptarse a las tensiones de cada época demuestra que los conceptos de derecha e izquierda siguen siendo relevantes como marcos interpretativos de los debates políticos actuales.
De esta manera, el punto de partida histórico que ofreció la Revolución Francesa no solo explica el nacimiento de estas categorías, sino que también permite rastrear su evolución y transformación a lo largo del tiempo, mostrando su vigencia en las sociedades contemporáneas.
Este video es para quien este interesado mas a fondo sobre el conflicto y origen de este tema tratado en esta trabajo
El siglo XIX fue un período crucial para la consolidación y expansión de las ideologías políticas que emergieron tras la Revolución Francesa. En este contexto, el liberalismo y el socialismo se posicionaron como dos corrientes fundamentales que moldearon las estructuras políticas, económicas y sociales del siglo. Estas ideologías no sólo consolidaron la división entre derecha e izquierda, sino que también proporcionaron los marcos teóricos que definieron el desarrollo político en gran parte.
El liberalismo, que tiene sus raíces en el pensamiento ilustrado y los ideales de la Revolución Francesa, promovía principios como la libertad individual, la igualdad ante la ley, la propiedad privada y un mercado libre.
El liberalismo, que tiene sus raíces en el pensamiento ilustrado y los ideales de la Revolución Francesa, promovía principios como la libertad individual, la igualdad ante la ley, la propiedad privada y un mercado libre.
Esta imagen muestra el levantamiento de nuevas políticas
Según C. R. Braun (2019), "el liberalismo defiende las instituciones de la libertad, en particular la propiedad privada y los contratos voluntarios, que el socialismo quebranta. Así como el liberalismo en política procura limitar el poder, el liberalismo en economía hace lo propio con el llamado poder económico, al someterlo a la competencia y el juicio de los ciudadanos".
En este sentido, los liberales buscaban limitar la intervención del Estado en la vida económica y social, defendiendo una economía de libre mercado que favorece el desarrollo de la burguesía emergente. En Europa, el liberalismo jugó un papel clave en los movimientos nacionalistas y en la consolidación de los Estados-nación, además de impulsar reformas que promovieron la expansión del sufragio y la modernización de las instituciones políticas.
Por otro lado, el socialismo surgió como una respuesta directa a las desigualdades generadas por el capitalismo industrial. Inspirado por pensadores como Karl Marx y Friedrich Engels, el socialismo se centraba en la crítica a la explotación de la clase trabajadora por parte de la burguesía, proponiendo una sociedad más equitativa basada en la propiedad colectiva de los medios de producción.
C. R. Braun (2019) señala que "el socialismo idolatra el progreso y la ciencia, mientras que el liberalismo subraya las limitaciones del saber y desconfía de los planes racionalistas de cambiar la sociedad sin restricciones intelectuales ni morales".
Esta visión refleja cómo el socialismo, a diferencia del liberalismo, promovía un papel más activo del Estado en la economía, enfocándose en la justicia social y la redistribución de la riqueza. Los movimientos obreros y la creación de sindicatos fueron expresiones prácticas de estas ideas, que comenzaron a ganar fuerza en Europa hacia finales del siglo.
La interacción entre estas dos ideologías dio lugar a intensos debates y conflictos políticos. Mientras el liberalismo representaba los intereses de una burguesía que buscaba mantener su posición dominante en la sociedad, el socialismo articulaba las demandas de los sectores populares que reclamaban mejores condiciones de vida y una mayor equidad económica. Este enfrentamiento ideológico no solo marcó la política del siglo XIX, sino que sentó las bases para los grandes conflictos sociales y políticos del siglo XX.
Esta imagen representa como el mundo se fue dividiendo en diferentes politicas
El siglo XX se caracterizó por una polarización ideológica sin precedentes, marcada por la confrontación entre modelos políticos y económicos opuestos. La democracia liberal, representada principalmente por las potencias occidentales, se enfrentó al totalitarismo en sus diversas formas, como el fascismo, el nazismo y el comunismo soviético. Esta rivalidad culminó en la Guerra Fría, un conflicto global que definió las relaciones internacionales durante gran parte del siglo y consolidó las divisiones entre derecha e izquierda en términos geopolíticos e ideológicos.
La democracia liberal, basada en los principios del liberalismo clásico como la libertad individual, el estado de derecho y la economía de mercado, se consolidó en el siglo XX como un modelo político hegemónico en las democracias occidentales. Autores como Alexis de Tocqueville había anticipado la importancia de la democracia como forma de gobierno en su obra La Democracia en América, aunque el siglo XX vio una ampliación de estas ideas, especialmente en el contexto de la lucha contra el totalitarismo.
En su obra The Road to Serfdom, Friedrich Hayek defendió la democracia liberal frente a los peligros del totalitarismo, advirtiendo contra las tendencias autoritarias que podrían surgir incluso en sistemas aparentemente democráticos.
Según la Foundation for Economic Education (n.d.), Hayek argumenta que no debemos engañarnos creyendo que todas las personas buenas deben ser demócratas o necesariamente desearán tener una participación en el gobierno. Muchos, sin duda, preferirían confiarle a alguien que consideren más competente. Aunque esto podría ser imprudente, no hay nada malo ni deshonroso en aprobar una dictadura de los buenos. El totalitarismo, ya podemos oírlo argumentar, es un sistema poderoso tanto para el bien como para el mal, y el propósito para el cual será utilizado depende enteramente de los dictadores. Y aquellos que piensan que no es el sistema lo que debemos temer, sino el peligro de que pueda ser dirigido por hombres malos, podrían incluso verse tentados a prevenir este peligro haciendo que sea establecido con el tiempo por hombres buenos (1944)
Por otro lado, el totalitarismo representó una forma radical de organización política en la que el Estado controlaba todos los aspectos de la vida social y económica. Hannah Arendt, en su obra Los Orígenes del Totalitarismo, analizó cómo ideologías como el fascismo y el comunismo lograron establecer sistemas de poder absoluto, eliminando la pluralidad y sometiendo a los individuos a una estructura ideológica unificada. El fascismo, liderado por figuras como Benito Mussolini, y el nazismo, bajo Adolf Hitler, fueron movimientos de extrema derecha que buscaban restablecer el orden y la autoridad mediante políticas autoritarias y militaristas. En contraste, el comunismo soviético, basado en las ideas de Karl Marx y Lenin, representaba la izquierda revolucionaria y buscaba una sociedad igualitaria mediante la abolición de la propiedad privada y el control estatal de la economía.
La Guerra Fría (1947-1991) cristalizó esta polarización ideológica en un conflicto global entre el bloque capitalista, liderado por Estados Unidos, y el bloque socialista, encabezado por la Unión Soviética. George Kennan, en su célebre artículo The Sources of Soviet Conduct, destacó la incompatibilidad entre estos dos sistemas y propuso la política de contención como estrategia para limitar la expansión del comunismo. En este período, conceptos como la "cortina de hierro", popularizado por Winston Churchill, y la doctrina Truman reflejaron la rivalidad ideológica y estratégica entre ambas superpotencias.
En este contexto, figuras como John Maynard Keynes y Milton Friedman también contribuyeron al debate ideológico en el ámbito económico, proponiendo modelos que oscilaban entre la intervención estatal y el libre mercado, influenciando tanto a democracias liberales como a regímenes autoritarios.
El populismo se ha convertido en una de las fuerzas políticas más influyentes del siglo XXI.
Según Cordero García (2023), a menudo se afirma en las ciencias sociales que ha terminado el tiempo de las ideologías. Se dice hoy que sólo queda hablar de populismo de “izquierda” y de “derecha”, “marketing político”, “intereses” y “estrategias” efectivas para obtener el poder, pero que ya no es posible hablar de “ideologías”.
Hay cierta razón en ello, si se concede que se acaba la época de los partidos políticos como identidades sociopolíticas más o menos coherentes que enlazaban ideología y clase.
Pero el hecho de que un determinado concepto de ideología fincada en los partidos políticos. Mientras que los populismos de izquierda se centran en la redistribución económica y la lucha contra las élites económicas, los de derecha suelen enfocarse en el nacionalismo, el rechazo a la inmigración y la identidad cultural. Este análisis es respaldado por Mudde (2015),
el populismo estaba casi exclusivamente vinculado a la derecha radical, lo que conducía a una confusión incorrecta entre populismo y xenofobia. En su forma original, el populismo es una ideología que considera que la sociedad está dividida en dos grupos homogéneos y antagónicos: “el pueblo puro” y “la élite corrupta”, y sostiene que la política debería ser una expresión de la volonté générale (voluntad general) del pueblo.
Las citas de Cordero García (2023) y Mudde (2015) nos permiten reflexionar sobre la evolución del populismo como fenómeno político y su relación con las ideologías en el siglo XXI. Desde una perspectiva histórica, el populismo ha sido una estrategia recurrente utilizada por distintos actores políticos en diferentes contextos, pero su conceptualización ha variado con el tiempo.
Cordero García plantea una idea que ha sido recurrente en las ciencias sociales: la supuesta "muerte de las ideologías". En la actualidad, muchos sostienen que los partidos políticos han perdido su coherencia ideológica y que ya no representan intereses de clase de manera clara. En su lugar, la política estaría dominada por estrategias de marketing, búsqueda de poder y discursos populistas, tanto de izquierda como de derecha. Sin embargo, la propia afirmación de que las ideologías han desaparecido es cuestionable. Aunque los partidos han cambiado su estructura y funcionamiento, el debate ideológico sigue presente, solo que de una forma más fragmentada y adaptada a las dinámicas de la globalización y la comunicación digital.
Por su parte, Mudde (2015) aporta una definición más estructurada del populismo, diferenciándolo de otras corrientes como el nacionalismo o la xenofobia. Tradicionalmente, se asoció el populismo con la derecha radical, ya que muchos movimientos populistas de derecha han utilizado discursos nacionalistas y antiinmigración para movilizar apoyo. Sin embargo, Mudde aclara que el populismo, en su esencia, no es exclusivo de la derecha ni de la izquierda, sino una ideología "delgada" que se articula en torno a la oposición entre "el pueblo puro" y "la élite corrupta". Lo que distingue a los populismos de izquierda y derecha es la manera en que definen quiénes son "el pueblo" y quiénes son "las élites". Mientras que el populismo de izquierda suele enfocarse en las élites económicas y en la redistribución de la riqueza, el de derecha pone el énfasis en las élites políticas y culturales, promoviendo discursos nacionalistas y contrarios a la inmigración.
Desde una perspectiva histórica, podemos analizar que el populismo ha sido un recurso utilizado en diferentes momentos y contextos. En América Latina, por ejemplo, ha estado más asociado a movimientos de izquierda que buscan transformar las estructuras socioeconómicas y ampliar derechos sociales. En cambio, en Europa y Estados Unidos, los populismos de derecha han cobrado fuerza en respuesta a fenómenos como la globalización, el multiculturalismo y la crisis de las democracias liberales.
El populismo se ha convertido en una de las fuerzas políticas más influyentes del siglo XXI. Según Cordero García (2023), a menudo se afirma en las ciencias sociales que ha terminado el tiempo de las ideologías. Se dice hoy que sólo queda hablar de populismo de “izquierda” y de “derecha”, “marketing político”, “intereses” y “estrategias” efectivas para obtener el poder, pero que ya no es posible hablar de “ideologías”.
Hay cierta razón en ello, si se concede que se acaba la época de los partidos políticos como identidades sociopolíticas más o menos coherentes que enlazaban ideología y clase.
Pero el hecho de que un determinado concepto de ideología fincada en los partidos políticos. Mientras que los populismos de izquierda se centran en la redistribución económica y la lucha contra las élites económicas, los de derecha suelen enfocarse en el nacionalismo, el rechazo a la inmigración y la identidad cultural. Este análisis es respaldado por Mudde (2015),
el populismo estaba casi exclusivamente vinculado a la derecha radical, lo que conducía a una confusión incorrecta entre populismo y xenofobia. En su forma original, el populismo es una ideología que considera que la sociedad está dividida en dos grupos homogéneos y antagónicos: “el pueblo puro” y “la élite corrupta”, y sostiene que la política debería ser una expresión de la volonté générale (voluntad general) del pueblo.
Las citas de Cordero García (2023) y Mudde (2015) nos permiten reflexionar sobre la evolución del populismo como fenómeno político y su relación con las ideologías en el siglo XXI. Desde una perspectiva histórica, el populismo ha sido una estrategia recurrente utilizada por distintos actores políticos en diferentes contextos, pero su conceptualización ha variado con el tiempo.
Cordero García plantea una idea que ha sido recurrente en las ciencias sociales: la supuesta "muerte de las ideologías". En la actualidad, muchos sostienen que los partidos políticos han perdido su coherencia ideológica y que ya no representan intereses de clase de manera clara. En su lugar, la política estaría dominada por estrategias de marketing, búsqueda de poder y discursos populistas, tanto de izquierda como de derecha. Sin embargo, la propia afirmación de que las ideologías han desaparecido es cuestionable. Aunque los partidos han cambiado su estructura y funcionamiento, el debate ideológico sigue presente, solo que de una forma más fragmentada y adaptada a las dinámicas de la globalización y la comunicación digital.
Por su parte, Mudde (2015) aporta una definición más estructurada del populismo, diferenciándolo de otras corrientes como el nacionalismo o la xenofobia. Tradicionalmente, se asoció el populismo con la derecha radical, ya que muchos movimientos populistas de derecha han utilizado discursos nacionalistas y antiinmigración para movilizar apoyo. Sin embargo, Mudde aclara que el populismo, en su esencia, no es exclusivo de la derecha ni de la izquierda, sino una ideología "delgada" que se articula en torno a la oposición entre "el pueblo puro" y "la élite corrupta". Lo que distingue a los populismos de izquierda y derecha es la manera en que definen quiénes son "el pueblo" y quiénes son "las élites". Mientras que el populismo de izquierda suele enfocarse en las élites económicas y en la redistribución de la riqueza, el de derecha pone el énfasis en las élites políticas y culturales, promoviendo discursos nacionalistas y contrarios a la inmigración.
Desde una perspectiva histórica, podemos analizar que el populismo ha sido un recurso utilizado en diferentes momentos y contextos. En América Latina, por ejemplo, ha estado más asociado a movimientos de izquierda que buscan transformar las estructuras socioeconómicas y ampliar derechos sociales. En cambio, en Europa y Estados Unidos, los populismos de derecha han cobrado fuerza en respuesta a fenómenos como la globalización, el multiculturalismo y la crisis de las democracias liberales.
Esta imagen representa las tensiones entre las dos ideologias como lo son el populismo y el progresismo
Por otro lado, el progresismo ha sido una de las principales fuerzas ideológicas que han marcado el siglo XXI, especialmente en América Latina.
Según Stoessel y Retamozo (2023), los gobiernos progresistas de principios de siglo lograron una fuerte consolidación gracias a su énfasis en la justicia social y la expansión de derechos, pero enfrentan dificultades para sostener sus proyectos en el tiempo. Esto ha generado un debate sobre si el progresismo representa una verdadera alternativa al neoliberalismo o si, por el contrario, forma parte de una nueva fase de gobernabilidad dentro de los marcos del capitalismo global.
A principios del siglo XXI, varios países latinoamericanos experimentaron el ascenso de gobiernos progresistas que impulsaron reformas redistributivas y ampliaron la participación del Estado en la economía. Estas administraciones promovieron programas sociales masivos, fortalecieron el acceso a la educación y la salud, y buscaron reducir la influencia de organismos financieros internacionales en sus políticas económicas. Su éxito inicial estuvo vinculado a un contexto favorable de altos precios de las materias primas, lo que permitió el financiamiento de estas iniciativas sin generar grandes crisis fiscales.
Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de estos proyectos encontraron dificultades para sostenerse. La caída de los precios de los recursos naturales y los problemas estructurales de las economías latinoamericanas expusieron las limitaciones del modelo progresista. En varios casos, los gobiernos enfrentan altos niveles de endeudamiento, déficit fiscal y presiones inflacionarias, lo que llevó a ajustes económicos que generaron descontento social. Además, algunos de estos gobiernos fueron cuestionados por prácticas de corrupción, autoritarismo o falta de renovación política, lo que debilitó su legitimidad ante la ciudadanía.
Este escenario ha abierto un debate en torno a la verdadera naturaleza del progresismo en América Latina. Mientras algunos defienden que estos gobiernos representan una alternativa real al neoliberalismo, otros sostienen que en realidad operaron dentro de los marcos del capitalismo global, sin cuestionar profundamente su estructura. Aunque promovieron políticas redistributivas, en muchos casos no se realizaron cambios sustanciales en la matriz productiva, lo que dejó a estas economías dependientes de las exportaciones de materias primas y vulnerables a las fluctuaciones del mercado internacional.
A partir de estas experiencias, el progresismo enfrenta el desafío de redefinir su papel en el siglo XXI. La cuestión central es si logrará superar sus contradicciones y ofrecer un modelo sostenible y transformador o si, por el contrario, se adaptará a las dinámicas del capitalismo global sin modificar sus bases estructurales. En un contexto de crisis ambiental, digitalización de la economía y nuevas demandas sociales, el progresismo deberá encontrar respuestas innovadoras para mantenerse como una opción viable frente a los desafíos del mundo actual
En el siglo XXI, los conceptos de derecha e izquierda enfrentan una transformación significativa debido a la globalización, la digitalización de la política y la crisis de representación de los sistemas democráticos. Aunque históricamente han servido para clasificar posturas políticas en torno a la economía, la organización social y el papel del Estado, la creciente polarización y el auge del populismo han desdibujado sus límites tradicionales. La emergencia de nuevos movimientos políticos, que combinan elementos de ambas corrientes, ha generado incertidumbre sobre la utilidad de estas categorías en la actualidad.
El progresismo ha redefinido la izquierda en las últimas décadas, centrándose en demandas de justicia social, derechos humanos y cambio climático, alejándose de sus raíces marxistas tradicionales. Mientras tanto, la derecha ha integrado elementos de nacionalismo y proteccionismo económico, distanciándose en algunos casos del liberalismo económico clásico. Esta reconfiguración ha dado lugar a nuevas formas de movilización política, impulsadas por el uso de redes sociales y estrategias digitales, donde las ideologías tradicionales coexisten con dinámicas de comunicación directa y polarización mediática.
Además, el impacto de la tecnología y la información ha generado nuevas disputas que trascienden la dicotomía clásica. El control de los datos, la inteligencia artificial y la manipulación informativa han convertido la tecnopolítica en un eje central del poder, dejando en segundo plano los debates tradicionales sobre el papel del Estado o la distribución de la riqueza. En este contexto, el desafío para la política actual no solo radica en redefinir los límites entre izquierda y derecha, sino también en adaptarse a un mundo donde las lealtades ideológicas son cada vez más fluidas y fragmentadas.
En esta imagen presenta como estan o como estarian hipoteticamente esta politicas hoy en la actualidad
Si bien las nociones de derecha e izquierda siguen siendo herramientas útiles para comprender ciertos conflictos, su significado y aplicación han cambiado drásticamente. En un escenario global donde las problemáticas sociales, económicas y ambientales requieren respuestas urgentes, la pregunta ya no es solo qué define a la derecha y la izquierda, sino si estas categorías pueden seguir ofreciendo soluciones reales a los desafíos del presente. ¿Siguen siendo suficientes estos conceptos para explicar la política del siglo XXI?
Arendt, H. (1974). Los orígenes del Totalitarismo. Ed Taurus S.A.
Cordero García, G. (2023). Populismo y neoliberalismo como izquierda y derecha ideológicas en el siglo XXI. Revista Mexicana de Sociología, 85(2), 141-168. https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25032023000600141&lng=es&nrm=iso&tlng=es
Foundation for Economic Education. (n.d.). The road to serfdom: Chapter 10 - Why the worst get on top. Foundation for Economic Education. Disponible en: https://fee.org/resources/the-road-to-serfdom-chapter-10-why-the-worst-get-on-top/
Mudde, C. 2015, 17 de febrero). The problem with populism: Europe’s dark side returns. The Guardian. https://www.theguardian.com/commentisfree/2015/feb/17/problem-populism-syriza-podemos-dark-side-europe
Rodríguez Braun, C. (n.d.). Liberalismo y socialismo. Disponible en: https://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/liberalismo-y-socialismo/
Salvia, G. C. (2003). Cómo evitar el camino al totalitarismo. Publicado en el sitio web de CADAL (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina). Disponible en: https://www.cadal.org
Stoessel, S., & Retamozo, M. (2023). Populismos del siglo XXI, ¿nueva fase luego del giro nacional-popular de principios de siglo? Cuestiones de Sociología, (28). https://www.cuestionessociologia.fahce.unlp.edu.ar/article/view/cse150/17682
Svampa, M. (2017). Populismos latinoamericanos en el fin del ciclo progresista. Sin Permiso. https://www.sinpermiso.info/textos/populismos-latinoamericanos-en-el-fin-del-ciclo-progresista
LA VIDEOTECA DE IZQUIERDA(28 de octubre de 2020). ¿Sigue existiendo la izquierda y la derecha? [Archivo de video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=8l52zkg2E8Y