La inclusión educativa se ha consolidado como un imperativo ético y legal en el sistema educativo colombiano, orientado a garantizar una educación de calidad para todos (Ministerio de Educación Nacional, 2017). En este marco, la atención a la diversidad funcional, especialmente al Trastorno del Espectro Autista (TEA)—caracterizado por particularidades en la comunicación social y patrones de comportamiento restringidos y repetitivos (American Psychiatric Association, 2013)—representa un desafío constante para las instituciones, que deben ajustar sus prácticas pedagógicas y ambientes escolares de manera efectiva y equitativa.
Aunque las políticas educativas han promovido modelos de atención, la verdadera inclusión se refleja en la experiencia cotidiana del aula (Echeita & Ainscow, 2011). Tradicionalmente, las investigaciones se han centrado en docentes, directivos y familias; sin embargo, este estudio pone el foco en las percepciones de los propios estudiantes autistas sobre las prácticas de inclusión y equidad en su entorno escolar. Reconocer sus experiencias permite acceder a una comprensión más profunda y auténtica del sentido que otorgan a los esfuerzos institucionales por acoger la diversidad.