Capítulo 46: Trampa

El jigaboo miró con horror y desesperación la hoja afilada mientras trataba de arrastrar su pierna herida. Forcejeó por levantarse y seguir corriendo, pero el otro hombre le dio una patada en la zona lesionada: soltó un grito doloroso, casi inhumano. Una vez más cayó al suelo, el polvo volador le cayó en la cara, y a través de la niebla gris y el color amarillo verdoso, de repente vio un rostro escondido entre las ramas y hojas del arcén.

Su esperanza se encendió con una leve chispa, y como un ahogado que se aferra a un salvavidas, miró fijamente a la figura con los ojos abiertos de par en par mientras trataba de abrir y cerrar los labios, gritando en silencio: ¡Ayuda! ¡Ayúdame! ¡Ayúdame!

Daniel observó la escena con conmoción, asimilando la información que había obtenido de la conversación entre los dos hombres... ¡El sentimiento amenazante de antes se hizo realidad, y era peor de lo que había imaginado! No era un programa de televisión o un reality, es una cacería. Y no solo una simple cacería, sino que se usaban personas vivas como presa. Una cacería humana.

Como si develara la niebla que flotaba sobre el pantano; ahora se explicaba todo lo que antes no tenía ningún sentido, todas sus sospechas. La presunta empresa reclutó a un grupo de vagabundos sin hogar, los atrajo con un trato favorable y los controló con drogas gratis para dejarlos en esta isla de junglas para que los demás los convirtieran en cadáveres, uno a uno, ¡tal como una cacería de animales salvajes!

¡Maldita sea! ¡No puedo creer que me esté pasando esta mierda! Daniel estaba aterrorizado, y al mismo tiempo, enojado. ¡Mierda! Tratando de tomarme como presa eh... Esperen a que encuentre la oportunidad de agarrar un arma... ¡Veamos quién cazará a quién entonces!

Respiró hondo unas cuantas veces, retrocediendo lenta y silenciosamente. En cuanto al desafortunado jigaboo, no tenía ninguna intención de brindar la más mínima ayuda. Sin mencionar que la otra persona lo había ofendido, incluso si fuera un conocido, en este caso le preocupaba más salvar su propia vida.

El jigaboo se quedó mirando su rostro que se alejaba poco a poco, y un recipiente de agua helada apagó por completo la débil luz de esperanza.

Pero de las brasas remanentes, algo se volvió a encender.

No fue esperanza, sino crueldad, locura y odio.

Aupó la mitad de su cuerpo con un forcejeo moribundo bajo el filo y se dirigió a los arbustos mientras gritaba:

—¡No! ¡Uno más! ¡Hay una persona por allá!

¡Mierda! Daniel maldijo con fiereza y se giró para correr inmediatamente.

Las balas lo rozaron con una ola de aire, las ramas y las hojas se agitaron salvajemente. En el momento de la vida o la muerte, no podían importarle menos las víboras y los escorpiones. Su mente estaba llena de un solo pensamiento: ¡Corre! ¡Corre!

La densa vegetación del suelo obstaculizaba sus pasos. Huyó por donde llegó con todas sus fuerzas, ignorando sus pantorrillas magulladas y tobillos cortados. El terreno irregular hizo que se cayera varias veces, pero siempre se levantó rápidamente con la cara ensangrentada y seguía corriendo, rodando y gateando...

Una raíz sobresaliente lo hizo volver a tropezar; su cabeza golpeó un tronco al momento de caer. Su vista se volvió borrosa y se desmayó.

Cuando abrió los ojos, encima de él vio un rostro familiar invertido. Ni ​​por un segundo pensó que era tan santo y hermoso como el de un ángel.

—...Lo sabías, ¿no? —jadeó y alcanzó los pantalones del otro hombre—. No me importa quién eres y cuál es tu propósito para entrar aquí, pero debes haber preparado un buen plan de antemano, ¿verdad? Entonces, ¿qué tal si me incluyes...? Te juro que no seré un estorbo, no te pondré en desventaja y seré un buen asistente...

Roy Li miró fijamente el par de ojos verde oscuro en el rostro manchado de sangre, y lo que vio allí fue un destello de fuerte deseo de supervivencia, tal como una bestia. Un brillo sagaz que decía que haría cualquier cosa para lograr su objetivo.

...Podría necesitarlo, así que por ahora... pensó Roy Li, después extendió la mano para levantar a la otra persona.

Sacando una botellita de agua que sobró del desayuno, ayudó a Daniel a limpiarse un poco las heridas.

—Hace calor aquí, y hay humedad. —Daniel apretó los dientes ante el dolor y se quejó mientras se limpiaba el sudor.

—Es una isla en medio del Océano Pacífico, con una temperatura de al menos 28ºC y una humedad que supera el 90%. Bajo estas circunstancias, media hora de ejercicio extenuante te deshidrataría —explicó Roy Li.

—¿Y aun así usas el agua para lavarme las heridas? —Daniel lo miró con consternación—. ¿Y si nos deshidratamos?

Roy Li sonrió vagamente. —Relájate, siempre encontraremos algo para beber, así que no será un problema en al menos unos días.

—¿Unos días? ¿No planeas volver al campamento antes de que oscurezca?

—No. Aunque allí se proporcionan camas y comidas, ¿no te preocupa que quizás, en medio de la noche, te puedan inyectar heroína en las venas para que puedan controlarte con más facilidad? De esa manera, incluso si todos descubrieran la verdad, no se atreverían a escapar y solo podrían esperar la muerte en un estado de confusión.

Daniel se estremeció y decidió que prefería morir antes que regresar. —¿Y ahora qué? —preguntó.

—Necesito almacenar algo de agua y comida, luego construir un refugio improvisado antes de que se ponga el sol. También tengo que hacer algunas armas y trampas improvisadas para que, si hay algún rezagado de esos cazadores, entonces podamos intentar matarlo y conseguir su arma primero —explicó el asiático.

Los ojos de Daniel brillaron poco a poco debido a la profunda nostalgia de la sangre y la emoción de la batalla que el forajido silenciado durante mucho tiempo había llegado a extrañar. —¿Matar a los que intentaron cazarnos? ¡Genial, mostrémosles a esas basuras bien educadas quiénes son las verdaderas presas!

Roy Li le tendió la mano a Daniel. —Pásame tu cuchillo.

—¿Qué cuchillo? —Este último se hizo el tonto.

La mano de Roy Li perforó rápidamente el dobladillo de su ropa y sacó un cuchillo de fruta de unos quince centímetros de largo del interior de su cintura. —Te vi robar esto de debajo de la almohada del jigaboo esta mañana.

Daniel vio con frustración cómo le quitaban el arma secreta, lo que lo hizo sentirse considerablemente menos seguro. —¡Ese es mi cuchillo! ¡Búscate el tuyo!

—¡Yo soy el jefe ahora y tú el hermanito, así que tienes que obedecerme! —El joven asiático lo golpeó con un palo, y después le dio un incentivo—. Te lo devolveré cuando lo termine de usar. Después de que matemos de uno o dos cazadores, tendremos cuchillos y armas, y para entonces, puedes elegir lo que quieras.

Daniel pensó que este plan era plausible, por lo que solo pudo aceptarlo.

Roy Li usó la punta del cuchillo para abrir la brújula que se les entregó y, como era de esperarse, dentro encontró un mini transmisor de señal.

—¡Maldita sea, eso es lo que usan para localizarnos y proporcionarles las coordenadas a los cazadores! —Daniel sacó rápidamente su propia brújula y la lanzó lejos.

—Pero sin una brújula, ¿qué deberíamos hacer si nos perdemos? —Después del impulso vino el arrepentimiento. ¿Por qué olvidé intentar arrancar el transmisor de señal para poder seguir usándola?

—Están conectados, por lo que, si quitas el transmisor, la brújula dejará de funcionar —explicó Roy Li, quien pareció saber lo que pensaba—. No te preocupes, la isla no es demasiado grande. No te perderás si sabes moverte por la zona.

Caminaron por la densa jungla.

Muchas de las acciones de Roy Li en el camino fueron desconcertantes, pero Daniel fue lo suficientemente inteligente como para descubrir el truco de un vistazo.

Por ejemplo, dobló un bambú verde, le cortó la punta, le puso una botella de plástico vacía encima y, con una cuerda torcida de la piel de una enredadera, ató la punta a un lugar bajo de modo que la botella quedara boca arriba. Después de un rato, el jugo que se escurrió del bambú llenó la botella.

Otro caso fue cuando Roy Li insertó un tubito de bambú hueco y afilado en el tronco de un platanero, usándolo como grifo, y cavó un hoyo poco profundo debajo. Lo cubrió con una gran hoja de platanero, ello sirviendo como una trampa de agua. El agua del tronco goteó en las hojas de plátano y se acumuló tras unas horas.

Encontraron mucha agua dulce consumible con métodos como estos, y aunque la mayoría tenía un sabor extraño, fue suficiente para saciar la sed.

En lo que respecta a la comida, no era difícil conseguirla siempre y cuando se usara la cabeza. Había muchos arbustos en la jungla, algunos con bayas, y Roy Li las identificó cuidadosamente y eligió las no venenosas para comer.

—Quiero comer mariscos y carne. —Daniel sonrió y mordió las bayas amargas—. ¡Déjales estos frutos amargos a las ardillas!

—Vayamos a la playa de sotavento. Probablemente hay mucho que comer allá.

Roy Li se abrió camino al frente, recordándole periódicamente a Daniel de las grietas en el lecho de roca que las enredaderas ocultaban bajo sus pies. Si se caía, volver a subir sería imposible.

La densa jungla finalmente mostró signos de escasea a lo largo del borde de un acantilado, pero la pared de roca era muy escarpada, con una caída de unos catorce a quince metros al suelo. Roy Li observó de un lado a otro. —No hay camino en ninguno de los dos lados, tenemos que bajar por aquí.

El rostro de Daniel palideció. —¿Bromeas? ¿Bajar esta pared de roca de 90° con las manos desnudas? ¡Un paso en falso y nos estrellamos como un pastel de carne!

Roy Li caminó hacia un árbol extremadamente grande que crecía a lo largo del borde del acantilado. —Mira este gran árbol Bodhi. Para obtener más nutrientes, sus raíces bien desarrolladas crecieron parcialmente a lo largo de la pared de roca. Esas raíces tipo enredaderas son lo suficientemente resistentes como para que podamos usarlas y agarrarlas mientras bajamos. Pero ten cuidado, la roca se ha vuelto quebradiza debido a esas raíces, así que no te resbales con ellas.

Y sin esperar una respuesta de Daniel, se agachó para agarrar una enredadera de raíz gruesa, comenzando a descender con cautela.

Daniel asomó la cabeza por el borde del acantilado y observó la pared de roca de cuatro pisos de altura. No pudo evitar sentirse mareado. —No puedo... me dan miedo las alturas...

—Quédate ahí, entonces —dijo Roy Li mientras bajaba—. No olvides que no solo tienen autos, también perros de caza.

Al escuchar esas palabras, Daniel no tuvo más remedio que apretar los dientes y agarrar las raíces verticales. Luego siguió cuidadosamente a su compañero.

Roy Li se aseguró de recordarle de cada piedra suelta. También le dio instrucciones sobre cómo usar la fuerza de sus piernas en lugar de depender solo de sus brazos, lo que le habría hecho caer a mitad de camino debido al agotamiento.

Después de casi media hora, finalmente aterrizaron a salvo en el suelo. Daniel se recostó sobre la red de raíces para recuperar el aliento. Estaba tan cansado, los músculos de las extremidades le dolían. Se giró para mirar a Roy Li y vio que la contraparte todavía estaba tranquila.

Sentía que este hombre asiático se volvía cada vez más indescifrable.

Después de un descanso de diez minutos, continuaron con su camino.

La espesa vegetación había disminuido, por lo que estas suaves pendientes de hierba estéril facilitaban mucho su caminata. Palmeras, pandanos y los agaves ocasionales habían reemplazado a los árboles originales. El viento olía cada vez más a pescado y salado, y una amplia playa de arena blanca se cernía al frente entre las ramas y las hojas.

—¡Cocos! ¡Mira, coco! —Daniel gritó alegremente mientras apuntaba los altos cocoteros al frente.

—Sabes, los indígenas llaman al jugo de coco el "agua de la vida" —dijo Roy Li mientras trepaba a un cocotero alto con las manos y las rodillas, arrancando un coco verde y lanzándolo al suelo—. Apártate, si esto te cae en la cabeza, te podemos enterrar directamente en el mar.

Daniel inmediatamente retrocedió unos cuantos metros, entornando los ojos para ver a Roy Li deslizándose lentamente por el árbol. Al aterrizar, el rostro de este último mostró un extraño aspecto de dolor.

—¿Qué sucede? —Daniel avanzó un paso—. ¿Te lastimaste en alguna parte?

Roy Li se acuclilló en la arena con lágrimas en los ojos. —Está bien... Maldita sea, los cocoteros realmente no están para que los adultos los trepen.

Daniel se congeló por un segundo antes de darse cuenta de lo que sucedió, y le miró la entrepierna con simpatía. —¿Quieres que te la sobe?

—Al carajo —maldijo Roy Li, lacrimoso.

Daniel se sentó a su lado, le rodeó los hombros con los brazos y sonrió de manera reconfortante. —No te sientas mal. Ese es el talón de Aquiles de todos los hombres, ni Superman se salva. ¿Por qué más crees que lo cubre todos los días con ese par de calzoncillos rojos?

Roy Li resopló y lo pateó. —¡Ve a cortar un coco!

Tuvieron una comida completa de carne y jugo de coco. También hicieron un poco de aceite de coco y se lo aplicaron en la piel expuesta para evitar quemaduras solares e inflamación.

—Aún quiero comer mariscos y carne —murmuró Daniel, acostado a la sombra del dosel de los árboles.

Pero solo recibió más patadas despiadadas. —Levántate y ayúdame a construir un refugio antes de que oscurezca, de lo contrario, esta noche dormirás en el suelo con las serpientes, ratas y hormigas.

Daniel tuvo que levantarse, cortar bambúes y recoger algunas hojas de palma con él. Colocaron tablas entre ramas resistentes a un metro por encima de la arena, ataron enredaderas para mantenerlas en su lugar y después las cubrieron con un montón de hojas plataneras suaves. También construyeron un techo en espinapez hecho de hojas de palma para protegerlos de la lluvia. Trabajaron hasta el anochecer para completar su refugio.

Para cuando terminaron, a Roy Li todavía le quedaba suficiente energía para conseguir algo de comida, pero el agotamiento había paralizado Daniel y se negó a moverse.

Sin embargo, después de un rato, el clima oceánico impredecible envió un gran cumulonimbo sobre la isla y la lluvia cayó casi de inmediato. Roy Li tuvo que abandonar sus planes de hacer una fogata y buscar comida, construyendo rápidamente un recolector de agua de lluvia con hojas plataneras y retirándose a la casita del árbol.

Las hojas de palma no eran perfectas para protegerse de la lluvia. Una gran cantidad de agua goteaba por las grietas y la ropa mojada se pegaba a la piel de los dos hombres, helándoles las entrañas.

—Quitémonos la ropa mojada o sentiremos más frío —dijo Daniel con voz ronca en la oscuridad, quitándose las mangas largas y los pantalones.

Roy Li vaciló durante unos segundos antes de también quitarse la chaqueta. Colocó el cuchillo de fruta a su lado, un poco alejado del de Daniel.

En cuanto al exlíder de pandilla, el simple hecho de pensar que la única arma que tenían hasta ahora no estaba en su poder era suficiente para hacerle sentir tanta ansiedad que ni siquiera podía dormir.

Fingió dormir y esperó un buen rato hasta que escuchó la respiración larga y tranquila en la oscuridad. Calculó que el otro hombre ya estaba profundamente dormido, por lo que estiró cuidadosamente la mano hacia el cuchillo.

Justo cuando estaba a punto de alcanzar la empuñadura, una mano de repente le agarró la muñeca y la retorció con gran fuerza. Su muñeca crujió levemente bajo el fuerte agarre y gritó de dolor:

—¡Suéltame! ¡Suéltame! Lo sé, lo entiendo, ¡así que suéltame!

Cuando Roy Li le soltó la mano, Daniel inmediatamente se encogió a un lado, sosteniéndose la muñeca. —Qué problema tienes... Solo estaba bromeando... Maldita sea, duele... —murmuró con enfado.

—Si no te comportas, te romperé las manos y los pies y te arrojaré al mar —dijo Roy Li mientras volvía a darle la espalda a Daniel.

Daniel no tenía ninguna duda sobre el firme significado oculto en su tono sutil... Si seguía provocándolo imprudentemente, esta noche habría una deliciosa cena más en el menú del tiburón.

Esta comprensión mató su apetito de poder. El otro hombre no era un debilucho que pudiera ser manipulado.

De hecho, Daniel ya se había dado cuenta de esto hace mucho tiempo, pero no podía evitar sentirse atraído por la vibra extremadamente peligrosa que exudaba este hombre.

Probablemente porque somos el mismo tipo de persona, pensó Daniel, dos forajidos que no confían en nadie más que en sí mismos.

El clima a la mañana siguiente fue excelente, así que pudieron salir de la casa del árbol. Después de comerse dos cocos, cortaron algunas ramas con un cuchillo y las afilaron para hacer un arpón simple con cuatro púas. Entonces, lo usaron para atrapar dos peces ballesta payaso en una zanja marina cerca de algunos arrecifes de coral.

Daniel usó el encendedor que trajo para prender un montón de hojas y ramas secas, asó el pescado y dijo mientras comía:

—Reconozco este tipo de pez, solía ​​tenerlos como peces ornamentales tropicales en un gran acuario. Nunca pensé en comerlos así.

—No importa lo hermoso que sea el pez, siempre que no sea venenoso, es solo para comer —dijo Roy Li, descuidadamente.

Ya eran pasadas de las siete cuando terminaron de llenarse el estómago. Se llevaron sus botellas de plástico llenas de agua de lluvia y volvieron a subir el acantilado, siguiendo el mismo camino de regreso a la jungla. Los puntos de agua que ayer habían instalado en el camino fueron suficientes para saciarles la sed.

Roy Li, que ya tenía un plan, le dijo a Daniel:

—Supongo que después de la trágica lección de ayer, ya no mucha gente se atreve a tomar la carretera principal. Entonces, para cazarnos a nosotros, los humanos-animales, esos cazadores están obligados a dejar sus vehículos y entrar en la zona silvestre. Quiero que, con este overol, deambules por la carretera y atraigas a un cazador. Una vez que alguien te vea, huye a la jungla de inmediato. Sigue la ruta que marqué y llévalo a la trampa que voy a instalar ahora.

—...¿Por qué yo soy el cebo? —Daniel protestó inmediatamente.

El otro hombre respondió fríamente:

—Porque no eres tan bueno como yo.

Daniel cerró la boca con enojo.

Encontraron un lugar adecuado para hacer una trampa. De hecho, no tuvieron que trabajar duro para hacer hoyos o cosas del estilo, solo tuvieron que hacer un buen uso de los árboles circundantes.

A lo largo de la ruta de escape diseñada, Roy Li hizo varias trampas laterales: una red de ramas afiladas atada con una cuerda de caña, plana y oculta con las dos esquinas fijadas para camuflarse. La cuerda de caña atravesaba el centro de la red, con un extremo fijo y el otro oculto alrededor del tronco del gran árbol, atada a un objeto pesado, con una hebilla de caña sujetando trabajo.

Si una presa grande pisara por error y tirara de la cuerda de caña, las dos filas de ramas afiladas en la red golpearían desde ambos lados, lo suficiente como para perforar varios agujeritos de sangre del grosor de un brazo en un cuerpo humano. Para estar seguro, usó el mismo método para hacer dos ataques de arriba y abajo para asegurar la tasa de éxito de la caza.

Aproximadamente a las diez de la mañana, Daniel asomó la cabeza entre los arbustos al costado de la carretera y caminó con cautela durante diez minutos antes de escuchar el sonido de un motor acercándose rápidamente.

¡Rayos, esta gente tiene narices como las de un perro! Temía estar dentro del alcance del rifle, así que huyó inmediatamente a la jungla.

El vehículo todoterreno se detuvo a un costado de la carretera. Los dos hombres que bajaron de él lo persiguieron inmediatamente mientras disparaban.

Daniel zigzagueó a través de la exuberante vegetación, el mal estado del terreno lo ralentizaba severamente. Estuvo a punto de caer varias veces e incluso pudo oler la pólvora que le rozaba el cuero cabelludo.

En tanto corría hacia la zona de la trampa, maldijo a los dos hombres armados que lo perseguían, así como a Roy Li, que lo había obligado a participar en la ejecución de esta estúpida idea.

¡Si me disparan, me convertiré en un fantasma y te perseguiré, carajo! Maldijo con saña. Finalmente vio el heliotropo que servía como marcador, así que fingió caer, saltó la trampa oculta y rodó detrás de otro gran árbol.

Los cazadores en persecución lo siguieron.

Corriendo al frente iba el guardaespaldas vestido de camuflaje que probablemente nunca esperó que humanos-animales desarmados, cansados ​​y hambrientos lo contraatacarían. Sin sospecha alguna, pisó una cuerda de caña y dos filas de ramas afiladas lo asolaron por ambos lados.

En el último momento, el guardaespaldas ejerció su excelente habilidad de combate: mientras sostenía su arma, rodó hacia adelante para esquivar las ramas de una manera emocionante. Por desgracia, la inercia lo empujó unos metros al frente, llevándolo a caer en la segunda trampa.

Las púas mortales cayeron del cielo, perforando la carne y la sangre, y lo anclaron firmemente al suelo.

Todo esto sucedió en tres segundos. El cazador con el traje de caza que seguía a su guardaespaldas todavía estaba estupefacto, como si aún no se hubiera dado cuenta de lo sucedido.

Entonces, un cuchillo de fruta de repente le apuñaló profundamente el cuello, cortando fácilmente la carótida y la tráquea. Se apretó la garganta que salpicaba sangre sin cesar, con la incredulidad congelada en su rostro. Cuando cayó de espaldas al suelo, los difusos puntos de luz que penetraban las copas de los árboles saltaban como animales asustados en sus ojos, hasta que finalmente dejó de respirar sin siquiera ver a su agresor.

—Uno menos —dijo inexpresivamente Roy Li, limpiando la sangre de la hoja con la manga.

Daniel salió de detrás de un árbol y miró a Roy Li con una expresión complicada. —¿Eres... un sicario? —preguntó.

Roy Li lo pensó por un momento y negó con la cabeza. —No gano dinero con esto.

Le arrojó el cuchillo de fruta limpio al otro hombre. —Una vez que termines, devuélvemelo. —Se quitó su overol rojo anaranjado, se agachó e intercambió ropas y accesorios con el cazador muerto.

Consiguió un rifle de caza Winchester con mira telescópica, una pistola semiautomática Colt, un cuchillo alemán y una daga. Quitó el sombrero de vaquero de la cabeza del cadáver, se lo puso y silbó suavemente. —Vamos, busquemos el segundo.

Daniel sacó el palo de madera con púas que había atravesado al guardaespaldas, mirando los varios agujeros del tamaño de un puño y el traje de camuflaje manchado de sangre. —No quiero usar esto —dijo tristemente.

—Entonces encuentra la llave del auto. Deben tener una muda en su todoterreno.

Daniel le quitó hábilmente el uniforme de camuflaje al guardaespaldas, cavó un agujero al azar y lo enterró. En cuanto al cadáver, lo cubrió con ramas y hojas muertas. Bajo esa humedad y temperatura, los microorganismos se multiplicarán rápidamente y el cadáver no tardará más de unos días en descomponerse y quedar irreconocible.

Se guardó las llaves del auto en el bolsillo y, cuando se giró, vio a Roy Li cortando las cuerdas de caña y destruyendo las otras trampas que aún no se habían activado.

—¿Por qué molestarse? Quien la pise, solo considéralo mala suerte —hizo una pausa—. Tal vez pueda atravesar a otro cazador y matarlo.

—También podrían ser los inocentes —dijo Roy Li.

—Da lo mis... —Daniel de repente se detuvo e inclinó la cabeza para escudriñar una vez más al joven asiático frente a él, con un brillo juguetón en sus ojos—. Oh, no eres un sicario. Los sicarios no tienen cosas tan inútiles, eh... A ver, cómo lo digo.... ¿Amabilidad? ¿Bondad? Dios, realmente no me creo que una persona que puede matar sin pestañear pueda tener esos sentimientos... Dime, ¿eres policía?

—No —negó Roy Li.

Pero parecía que Daniel ya había decidido lo contrario. Simplemente negó con la cabeza, sonriente, y se dirigió al vehículo.

Encontró balas de repuesto y un uniforme de camuflaje en el vehículo todoterreno. Se cambió el sucio overol naranja.

Cuando Roy Li llegó al auto, Daniel ya estaba escuchando rock en la radio mientras engullía una hamburguesa de pollo.

El aroma de la comida normal estimuló el sentido del olfato de Roy Li. —¿Queda? —preguntó.

Daniel negó con la cabeza. —Todo lo que queda es el envoltorio, la comida en sí probablemente está en el estómago del guardaespaldas —deliberó durante unos segundos, después decidió sacar el muslo de pollo caliente, jugoso y fragante de entre las dos rebanadas de pan y, de mala gana, lo metió en la boca de Roy Li.

—...Gracias —dijo Roy Li, con los dedos de Daniel todavía en su boca.

En ese momento, Daniel sintió que el "apetito" que tenía por esta persona–a quien había renunciado anteriormente–regresaba.

Daniel lamentó sus acciones el siguiente segundo. ¡¿Solo una hamburguesa y compartí la puta carne?! ¿Mi cerebro está lleno de pedos?

Hubiera estado bien si realmente fueran cómplices. Diablos, incluso si el otro hombre era solo su juguete, lo habría cuidado, pero por ahora solo se estaban usando.

Y desde que se reveló su identidad, el otro tipo lo había estado mangoneando sin ninguna pretensión, y lo había estado usando como mano de obra gratuita... ¡¿Tengo síndrome de Estocolmo?!

¡Mierda, este tipo además es policía! ¡Esos tipos son mis enemigos, ya sea en el pasado o en el futuro!

El exlíder de pandilla se recordó a sí mismo con irritación: ¡Piensa en el FBI que compró informantes y preparó una trampa para atraparte! ¡Piensa en todos los años que sufriste en prisión! ¡Recuerda lo pobre que estabas cuando finalmente lograste salir! ¡Cómo puedes ser amable con un oficial de policía encubierto!

En este momento, sintió una intensa ira en su corazón, hacia sí mismo, hacia el hombre sentado a su lado y hacia el maldito mundo entero.

Ojalá pudiera volar esta isla con un misil... Pensó sombríamente mientras encendía el vehículo todoterreno.