Capítulo 35: La elegía del conejo

Después de desayunar, Leo y Li Biqing decidieron visitar la iglesia del pueblo.

Según la información proporcionada por la policía del condado, antes del regreso de Bellary, sus dos hijas se quedaron en un orfanato administrado por la iglesia y cuidadas por un padre llamado Smith. Bellary ahora estaba detenida como sospechosa, y la hija menor, Debbie, fue devuelta al cuidado del padre Smith.

—¿Padre Smith? ¿Estás familiarizado con él? —El agente federal le preguntó al policía del condado.

—Sí, ha estado sirviendo a la iglesia en este pueblo durante casi dos décadas. Nunca he visto un clérigo más dedicado que él. Su vida es muy sencilla, y también es amable. A sus ojos, cada niño es un ángel, por lo tanto, es feliz gestionando los tediosos asuntos del orfanato —respondió el policía.

—Suena como un santo —susurró el joven chino.

El agente federal se encogió de hombros. —No niego que existan verdaderos santos por ahí, pero este año, la proporción de maleantes con ese tipo de personas es similar a un lago con esta taza de café en mi mano.

—Tremenda exageración. —Li Biqing se echó a reír—. Bien podríamos visitar al padre y charlar con Debbie. Por cierto, ¿estás seguro de que puedes hacerlo, Leo?

El detective de cabello negro asintió, su aspecto tranquilo.

La única iglesia católica de la ciudad estaba ubicada en las afueras, cerca del bosque, y parecía realmente vetusta y silenciosa.

Cuando Leo y Li Biqing encontraron al padre Smith, el hombre de cabello gris de unos cuarenta años se encontraba medio arrodillado en el suelo, escuchando con atención a un niño negro de tres o cuatro años que balbuceaba sobre su dibujo.

—Qué es esto... ¿una ballena? Sí, se ve un poco delgada. ¿Quieres darle de comer algunos... pececitos? Sí, se come esos... Oh, ¿tú también quieres comer? No hay problema, le informaré a una hermana y esta noche comeremos pescado frito...

Leo dio un paso al frente. —Padre...

—Por favor, espera. —El padre respondió sin mirar a Leo. Continuó susurrándole al niño hasta que este, feliz, abrazó el libro de imágenes y siguió a la monja que se le acercó. Fue entonces cuando el padre se puso de pie y le dijo a Leo—. Lo siento, si los niños no pueden terminar lo que quieren decir, se frustran. ¿Puedo preguntar qué quieren de mí?

Leo y Li Biqing miraron fijamente al padre. Su rostro era un poco largo, su frente era ancha, y sus ojos azul grisáceos eran profundos y límpidos. Su cuerpo era un poco enjuto, parecía un bambú alto bajo su vieja y limpia túnica negra. Su apariencia es como la de un anciano respetable.

El agente federal mostró sus credenciales. —Estamos aquí por el caso de Renee. ¿Escuché que su hermana fue adoptada por el orfanato de la iglesia?

El padre Smith mostró cierta desaprobación. —Debbie solo tiene cinco años. Hijo, no creo poder ayudar al FBI en eso.

—¿Cómo lo sabe si no lo intenta? —El agente preguntó en respuesta—. ¿Le preocupa la niña? Le aseguro que haremos todo lo posible por ser amables y no perturbarla.

El padre Smith vaciló un momento, pero al final aceptó, aunque a regañadientes. —Vengan conmigo, los llevaré a su habitación —giró la cabeza y caminó—. Mientras haces tus preguntas, ¿está bien si me permites quedarme en la habitación? Esta niña es tímida frente a los extraños.

—No hay problema —respondió el agente.

Leo y Li Biqing vieron a Debbie sentada en la alfombra junto a la pequeña cama, jugando con una vieja grabadora de casetes, rosada y con forma de conejo. Las puntas de ambas orejas ya habían perdido el color y un lado tenía una grieta. Parecía un juguete de niña que había estado con su dueña durante muchos años.

Li Biqing sintió que, al momento de verla, los músculos de Leo se tensaron. Descansó silenciosamente la palma de su mano en la cintura del agente, acariciando de modo alentador.

Pase lo que pase, estaré a tu lado.

Leo sabía que eso es lo que Li Biqing quiso decir con esa acción. Sus nervios rígidos y su ansiedad se calmaron milagrosamente, pero aun así se detuvo a tres metros de la niñita. Después de un poco de vacilación, dio otro paso al frente. Li Biqing caminó directamente hacia la niñita, rodeando a Leo, y se agazapó mientras le preguntaba en un tono amable y suave:

—Hola, Debbie, ¿qué juegas?

La niña lo miró, parecía totalmente desinteresada en responder. Volvió a bajar la cabeza y jugueteó con los botones de la grabadora.

La grabadora de casetes no emitía ningún sonido.

—El conejo es tan lindo, pero creo que tiene hambre, por eso no tiene energía para cantar —dijo Li Biqing.

Debbie se detuvo y volvió a mirarlo. —Coneja, no conejo —corrigió con un acento, luego le preguntó—. ¿Qué le gusta comer? ¿Zanahorias?

—No, creo que le gusta comer pilas. —Li Biqing se dirigió a Leo, y con un guiño, le hizo un ademán para que saliera a conseguir unas pilas. Entonces, sacó algo del bolsillo de su pantalón: era un títere peludo de mapache. Lo compró en la juguetería de camino a la iglesia, listo para persuadir a la niña—. Además, se siente sola y necesita un compañero que pueda jugar con ella mientras duermes. ¿Qué opinas de este mapache? ¡Es un gran chico!

Debbie le quitó el mapache azul, preguntándole al conejo rosa:

—Renee, ¿te gusta?

Li Biqing se sorprendió. —¿Renee? ¿No es ese el nombre de tu hermana?

—Dijo que le gustaba, pero que no podía jugar con él. —Debbie dijo prudentemente mientras tiraba el títere de mapache. Sostuvo la grabadora de casetes en sus brazos, y dijo—. Mamá la golpeará.

Li Biqing reflexionó sobre la información detrás de sus palabras infantiles, y preguntó con cuidado:

—¿Tu mamá a menudo golpea a Renee?

—Sí, la golpea y abofetea. A veces también usa ramas.

—¿Por qué?

—Mamá dijo que era mala, una niña mala.

—¿Y tú? ¿También crees que Renee es una niña mala?

—No lo sé. —Debbie pensó un rato, después continuó—. Renee me regañaba a gritos, me golpeaba la cabeza con las manos, pero a veces me compra y me da algunos caramelos y donas... Así que es mitad buena y mitad mala.

—¿De dónde saca el dinero para caramelos y donas? ¿Se lo da tu mamá?

—No lo sé. Mamá no nos da dinero. —Debbie pareció aburrirse un poco, negándose a volver a hablar después de terminar esas palabras.

Parece que está remisa a mencionar a su madre, así que tengo que encontrar otro punto de entrada, pensó Li Biqing. Señaló las largas orejas de la grabadora de casetes de conejo. —¿Dijiste que se llamaba Renee? ¿Es tu hermana?

Debbie le dirigió una mirada extraña, como si pensara que la pregunta en sí era una tontería. —No, es una coneja. —susurró la niñita—. Pero Renee canta en la coneja.

—¿Renee... canta en la coneja? ¿A qué te refieres? —preguntó Li Biqing.

—A ella le gusta esa canción, y a menudo la tararea —dijo Debbie.

Li Biqing pensó en lo que dijo, pero aun así no pudo entender esas palabras imprecisas, así que cambio el tema. —¿Renee tiene amigos? ¿Con quién juega, además de ti y tu mamá?

Debbie miró al padre Smith, que estaba de pie en la esquina de la habitación.

—Oh, sé que el padre te adoptó hace más de dos años. ¿Quién más además de él?

—No lo sé —dijo la niñita, letárgica y desanimada. Sus uñas empezaron a juguetear con los botones de la grabadora otra vez, haciendo un leve ruido.

El padre Smith, que permaneció callado, dio un paso al frente, diciendo, —Lo siento, creo que ya has preguntado lo suficiente. Esta pobre niña no sabe nada. Solo recuerda que su madre y su hermana la golpeaban. Creo que el tiempo puede borrar esos malos recuerdos, pero con la premisa de que nadie mencione el pasado frente a ella.

Leo entró en la habitación con algunas pilas. Li Biqing las tomó y se las entregó a Debbie. —¿Quieres darle algo de comida a la coneja?

La niñita asintió.

Li Biqing puso la pila en la vieja grabadora, entonces presionó el botón de reproducción.

La grabadora de casete emitió un silbido, y luego, como pedazos rotos de un bucle, flotó una pieza musical acompañada de un tambor lento y fuerte. Sonó un poco a música de iglesia al principio, con un barítono bajo y etéreo, con piedad lírica, santa y espiritual. Sin embargo, Li Biqing sintió que algo andaba mal.

Después de escuchar un rato, se sorprendió al descubrir que la melodía estaba llena de una indescriptible melancolía. No, no era solo melancolía, era oscuridad, solemnidad, depresión, miedo; es una herida secreta, un susurro de duelo, un estremecimiento del alma, como si un fantasma pálido de cabello largo deambulara entre las lápidas, goteando lágrimas frías y cantando una dolorosa canción de luto.

"You lie silent there before me

Your tears may mean nothing to me now

The wind howling at the window

The love you never gave

I give to you

Really don't deserve it

But now there's nothing you can do

So sleep in your only memory of me

My dearest mother

Here's a lullaby to close your eyes (goodbye)

It was always you that I despised

I don't feel enough for you to cry (oh well)

Here's a lullaby to close your eyes (goodbye)

Goodbye...

Goodbye..."

Li Biqing, como pinchado por una aguja, presionó abruptamente el botón de parada.

En cualquier caso, esta no es la canción que una niña de nueve años debería estar escuchando, pensó.

—¿Es esta la canción favorita de Renee? —Le preguntó a Debbie.

La niñita asintió.

—Esta canción... suena muy siniestra. —El padre Smith frunció profundamente el ceño—. Especialmente la frase del "goodbye", es como el susurro de un fantasma.

Li Biqing abrió la grabadora de casetes, sacó el pequeño trozo de cinta y le dijo al padre:

—Quiero tomar prestada esta cinta por unos días, si es posible.

—Siempre y cuando su dueña esté de acuerdo —respondió el padre.

Li Biqing se dirigió a la niñita. —Quiero escuchar a Renee cantando, ¿puedes prestarme esto?

Debbie, con su apariencia de muñeca y un par de ojos azules, lo miró fijamente. —A Renee no le gusta que la escuchen porque si mi mamá se entera, la golpeará.

—Me esconderé mientras la escucho en secreto. Prometo que nadie lo sabrá, ni siquiera tu mamá.

—...¿Lo prometes?

—Sí. —Li Biqing acercó con un tirón al inexpresivo Leo para mostrarle su placa—. En nombre de la policía.

—Bueno, confío en la policía. Los adultos dicen eso —bajó la cabeza, alcanzó el títere de mapache y comenzó a jugar con su nuevo juguete.

—Perdón por las molestias. Por favor, discúlpenos entonces... —Li Biqing le asintió con la cabeza al padre Smith, y los dos se despidieron cortésmente.

Cuando salieron de la iglesia, Li Biqing sintió que el cuerpo tenso del agente de cabello negro se relajaba lentamente. Sostuvo el brazo del otro con preocupación. —¿Estás bien, Leo?

—Por suerte, fue más fácil de lo que pensé —sonrió a medias—. Traté de no mirarla a la cara.

Li Biqing lo abrazó, palmeándole la espalda de manera reconfortante. —Mejorará con el tiempo, hasta que tu corazón se libere completamente de su carga.

Leo le devolvió un abrazo más fuerte, enterrando su rostro en el cabello de Li Biqing mientras inhalaba con avidez el aroma del joven chino. Era el sedante más eficaz para su mente ansiosa, y también una droga psicodélica seductora.

Mientras se sumergía en la calma proporcionada por los brazos de Li Biqing, su teléfono sonó ruidosamente. Lo sacó de inmediato de su bolsillo para responder, y poco después de que terminó la llamada, le informó a Li Biqing:

—Es Eden, hubo algunas noticias del equipo de búsqueda. No encontraron ningún cuerpo fresco, solo cuatro huesos viejos. No encontraron nada sospechoso en los cuerpos de las cuatro personas, y concluyeron que se ahogaron por accidente.

O sea, ¿solo hay una víctima? ¿Nadie como Renee? —Li Biqing frunció el ceño mientras murmuraba—. Bueno, eso no coincide con mis sospechas...

Leo lo consideró por un momento. —¿Quizás, el culpable solo ha matado a Renee hasta ahora? Eso no descarta que tenga otros objetivos, es solo que nos dimos cuenta justo cuando estaba a punto de comenzar sus asesinatos seriales.

Sin decir palabra, Li Biqing pensó en lo que dijo Leo.

Leo se irritó consigo mismo por no poder hablar con más elocuencia, así que solo pudo jalar a Li Biqing al auto. —De todos modos, la pista parece completamente rota. Aunque creemos que Bellary no mató a su hija, no podemos dar ninguna evidencia real para apoyar esa postura. El tribunal no escuchará nuestras sospechas sin ninguna evidencia, así que solo podemos seguir trabajando duro, esperando encontrar algunas pistas sobre el asesino.

Li Biqing simplemente yació sentado en el auto. Después de permanecer en silencio durante mucho tiempo, de repente dijo:

—Quiero escuchar esta cinta.

—No hay problema. Pasaremos por la tienda de electrónica más tarde y compraremos una grabadora —respondió Leo.

Después de llegar al hotel, Li Biqing colocó la cinta en el reproductor de casetes recién comprado y presionó el botón de reproducción. La canción melancólica y misteriosa volvió a flotar dentro de la habitación.

Leo hizo una búsqueda en internet y, con rapidez, encontró información de la canción. —La canción se llama "Room of Angel" y es de un juego de terror. La letra expresa el complicado estado de ánimo del niño abandonado ante su madre fallecida. Odia la negligencia, el rechazo y el abandono de la madre y, por otro lado, aun así, la ama profundamente, a pesar de pensar que su madre nunca lo amó realmente. Le dio a su madre un arrullo para despedirla, pero al mismo tiempo, no derramará ni una lágrima por ella.

Li Biqing murmuró para sí mismo:

—De hecho, no es la madre la que murió, sino la hija... A Renee le encantaba escuchar esta canción antes de su muerte, y probablemente pudo encontrar alguna resonancia emocional en ella. Lamentablemente, esta niña precoz tenía una relación complicada de amor-odio con Bellary, quien, debido a sus problemas psicológicos, nunca pudo percibir tales sentimientos en su hija.

Leo no habló, pues el tema lo hacía sentirse afligido.

La canción que se cantaba repetidamente estaba llegando a su fin, y los dos parecían atrapados en el ambiente que creó. Hasta que terminó la canción y solo quedó el sonido silbante de la cinta, permanecieron en silencio.

Después de un rato, justo cuando Li Biqing estaba a punto de apagar la grabadora, de repente empezaron a reproducirse unos sonidos vagos y extraños en la cinta.

Li Biqing se congeló.

—¿Qué suena así? —Leo acercó la oreja al parlante y escuchó con atención—. Pasos, apenas audibles y... ¿campanas?

Li Biqing asintió. —¿Era una campana de bronce anticuada, del tipo grande como las de los templos?

—¡Es la campana de una iglesia! Hace un momento me di cuenta de que la iglesia católica tiene una torre alta con una parte superior en forma de palapa, y una gran campana metálica en el interior. Según mi observación, tiene aproximadamente un metro de altura. Este debería ser el sonido de cuando el martillo golpea la campana —dijo Leo.

—¿Quieres decir que la última sección de la cinta es una grabación real, y que la ubicación es el interior de la iglesia? ¿Renee fue quien grabó esto? ¿Pero por qué?

—No está muy claro. Sigamos escuchando.

Entonces hubo otro silencio.

Los dos escucharon pacientemente hasta que volvieron a sonar unos pasos crujientes, acompañados del chirrido de la puerta oxidada. Los pasos comenzaron a reverberar, casi podían imaginarse la imagen: Renee vestía un vestido negro distribuido uniformemente por el orfanato, abrazando una grabadora rosada con forma de conejo. Caminó por el claustro y el pasillo de la iglesia como un fantasma, y ​​de repente abrió una puerta que rara vez se usaba. Entonces entró en un espacio estrecho, tal vez una escalera que conducía al sótano, sintiéndose un poco curiosa, nerviosa y también un poco asustada, apretando la grabadora de conejo con tanta fuerza que sus dedos presionaron accidentalmente el botón de grabación...

Y luego hubo un largo silencio.

De repente, el sonido de pasos fuertes atravesó el silencio. La prisa del correr, los jadeos apresurados, todo se grabó en la cinta excepcionalmente claro y fiel, lo que podría jalar las entretelas del oyente.

Renee... ¿Qué la asustó en ese momento que la hizo correr presa del pánico? ¿O vio algunos secretos que la aterrorizaron?

Los dos escucharon con mucha atención y con las orejas muy abiertas, pero todos los sonidos se detuvieron abruptamente. El botón de reproducción saltó automáticamente hacia arriba, indicando que la cinta había acabado.

Leo y Li Biqing se miraron, viendo los ojos del otro llenos de indagación y determinación.

—Parece que tenemos que volver a visitar la iglesia.

—Pero si vamos directamente, me temo que no podremos encontrar nada. El objeto de nuestras sospechas es la iglesia católica, conocida en este pueblo por ser devota y conservadora, por lo que hacer cualquier cosa usando solo esta placa mía no será fácil, a menos que solicite una orden de registro judicial.

—¿Conoces el modismo de "cruzar secretamente el río Wei en Chencang[1]"? —dijo el joven chino.

El agente federal sonrió lentamente. —Eso no suena muy obediente, chiquillo, pero eso es lo que siempre haces.

Li Biqing preguntó con una sonrisa:

—¿Qué hay de ti?

—Priorizaré la persecución del asesino. Y tú... te quedas en el hotel.

—¿Quieres dejarme? ¡De ninguna manera!

—También te puedo esposar a la barandilla de la cama.

—¡Bueno, aquí vamos otra vez! —dijo con descontento—. Es solo una iglesia, no la guarida de un tigre, ¿qué tan peligroso podría ser? Tienes que dejar que te siga, o...

—¿O? —Los ojos del agente de cabello negro se entornaron peligrosamente.

O me aburriré mucho y quizás debido a ese aburrimiento, llame a un grupo de strippers a nuestra habitación... Oh, no creas que no me atrevo a hacerlo, incluso si Molly se entera, le diré que en realidad quería ir a la iglesia a purificar mi alma, pero su hermano se negó y no me permitió hacerlo, así que sucumbí a las tentaciones mundanas... —dijo el joven, con picardía.

—...Está bien, ganaste. Pero tienes que seguirme de cerca y escuchar mis órdenes. —Leo se avino de mala gana.

—¡Sí, señor! —gritó alegremente el ganador.

[1] 暗渡陈仓, fig. "fingir una cosa mientras se hace otra". Se refiere a una estratagema realizada por el emperador Liu Bang contra el general Xiang Yu en la dinastía Han.