Capítulo 34: El país de los sueños

Debería usar la escalera de incendios y bajar al estacionamiento, se dijo Leo.

Se pudieron escuchar los fuertes pasos del agente mientras bajaba corriendo las escaleras, arma en mano. Estaba decidido a atrapar a ese hombre y rescatar a la niñita.

Al llegar al desolado estacionamiento subterráneo, Leo vio la espalda de un hombre que usaba una chaqueta verde oscuro, una niña llorando sobre sus hombros. —¡Alto! ¡Déjala ir o dispararé! —gritó el agente.

La otra persona se detuvo y bajó a la niña, entonces apuntó el cañón del arma contra su pequeña cabeza. —Adelante, mira si tu bala es más rápida que su cerebro siendo volado. —El hombre de cabello castaño amenazó a Leo sin miedo.

La situación estaba en un punto muerto. El agente federal no se atrevía a apretar el gatillo, y el fugitivo que sostenía el escudo humano retrocedía con cautela. Estaba a solo unos metros del SUV con la puerta abierta.

—Ayuda... Mamá... ayúdame...

La niña forcejaba desesperadamente, y su llanto resonaba dentro del amplio recinto de paredes de concreto.

—Shhh, cariño, tu voz es demasiado alta. Me gustan los niños que son un poco más tranquilos y lindos cuando lloran. —El hombre de cabello castaño murmuró contra su oreja. Su voz era suave, pero cruel, y sus ojos hundidos bajo el hueso de la ceja destellaban con una sombra glacial.

—Déjala ir. Déjala ir y podremos conversar —persuadió el agente.

—No~ no~ no. —Su tono, al momento de negarse, fue como el tarareo de una canción fastidiosa—. No renunciaré a la presa que atrapé. Ya ves, este niño es un ciervito tan hermoso. Su sabor debe ser muy, muy delicioso, ¿verdad?

—...¿Niño? —Después de que el detective de cabello negro se congeló, se quedó mirando la figura que el culpable retenía, un arma apuntando a su cabeza.

¡Era claramente Li Biqing!

Li Biqing lo miró con ojos claros, su voz tan amable y tranquila como siempre. —Dispara, Leo. ¡Prefiero que me mandes al cielo de un disparo, en lugar de sufrir un dolor extremo y caer en un infierno lleno de resentimiento y amargura!

—...¡No! —La estridente voz de Le sonó fuertemente—. ¡Déjalo ir! ¡Déjalo ir! ¡Hijo de puta! ¡Te atreves a lastimar incluso un mechón de su cabello y te despellejaré, destrozaré tu cuerpo!

—¿En serio? Entonces permíteme ver tu determinación, agente. Date prisa y dispara, y luego podrás hacer lo que quieras. —El fugitivo estiró su lengua roja oscura y, mirando fijamente a Leo, como una serpiente, lamió lentamente el cuello del joven—. Sabes que le darás, ¿no? Está aquí, la arteria carótida, la vena yugular y otra pila de vasos sanguíneos. Su sangre definitivamente se esparcirá y derramará sobre el sucio piso de concreto, como tinta. Morirá con dolor y verá su propia sangre secarse...

—¡Cállate! ¡Cállate!

Como un león asediado por enemigos, Leo gruñó brutalmente, no solo por las heridas, sino también porque su compañero y un niño estaban en peligro. Con una pistola sostenida por ambas manos, su dedo índice estaba siendo tentado al jalar el gatillo... ¡Pero no puede! ¡Sí, sabía el resultado una vez que disparara, definitivamente le daría al cuello del rehén! Ese es definitivamente el caso porque así es como siempre sucedía cada vez, ¡una y otra vez!

—Ah, esta vez no te atreves a disparar. ¿Por qué? ¡Oh, ya veo! —anunció con orgullo el hombre de cabello castaño—. Estás enamorado de este ciervito, y también quieres probar esta maravillosa exquisitez. Una lástima que haya caído en mis manos. Solo tienes dos opciones, convertirlo en un cadáver ahora o esperar a que te lo envíe en pedazos. No te preocupes, elegiré una preciosa caja de regalo con una hermosa cinta, una que sea digna de él.

El agente de cabello negro se mordió los labios hasta que salió sangre. Si la ira en sus ojos pudiera convertirse en algo tangible, a estas alturas, los huesos de su oponente serían polvo. ¡No podía apretar el gatillo, aunque los músculos de todo su cuerpo le gritaban que disparara el arma!

¡No podía, no podía matar con sus propias manos al joven que ama! ¡Pero no podía simplemente verlo ser asesinado por ese loco! Sentía que todo su ser estaba siendo quemado por las llamas negras del infierno, lleno de dolor y desesperación. Su cerebro incluso dio a luz la idea de simplemente escapar, simplemente jalar el gatillo en su propia sien...

De repente, alguien lo abrazó por la espalda. Dos brazos se extendieron detrás de él, sosteniendo sus manos con el arma. Una calidez y respiración familiares lo envolvieron, luego una clara voz masculina sonó junto a sus oídos. Joven, fuerte, mordaz, con un leve acento británico, como un cuchillo con un patrón elegante que podría cortar fácilmente el aire solidificado. —Dispara, Leo.

—¡No! —El detective de cabello negro se negó de inmediato, y entonces se dio cuenta de algo—. Esta voz... ¡Eres tú, Sha Qing!

—Dispara. Esta vez no fallarás, porque yo estoy detrás de ti —dijo el asesino en serie—. Usa mi fuerza, Leo. Acabemos con este ciclo infinito y jodido...

En el momento en que sonó el disparo, Leo despertó de su sueño.

En la penumbra, su entorno le recordó que este es un hotel en el pueblo de River Gorge. Estaba acostado en la gran cama de la suite VIP, y acaba de experimentar un sueño aterrador y tan realista.

Era la escena de ese año, y ha perseguido sus sueños todas las noches. Esa escena seguía repitiéndose como un bucle infinito, como una cruel maldición eterna.

Pero esta vez, algo fue diferente.

El calor de otro cuerpo entró repentinamente en contacto con su espalda. Leo movió un brazo alrededor de su cintura y se giró un poco, descubriendo que Li Biqing dormía profundamente, de espaldas. El joven chino usaba una camiseta ajustada y pantalones cortos, y con una patada, se había quitado de encima la delgada colcha. Sus brazos estaban envueltos alrededor de su cintura, buscando algo de calor cual gato.

No fue hasta ahora que Leo se dio cuenta de lo absurda y extraña que fue la solicitud que le hizo hace unas horas y, extrañamente, le dieron su consentimiento.

Miró la serena y dormida cara de Li Biqing, y recordó el sueño que acababa de tener: la niñita en sus sueños se convirtió en Li Biqing. Pensaba que el incidente de hace cinco años ya era horrible, pero ahora descubrió que había algo peor, o sea, si el secuestrado fuera su chico. Si ese sueño se hiciera realidad, no sabe si alguna vez dispararía, o a quién. La decisión en el acantilado, eso suena como una maldición del oficial Terry, Leo se sonrió amargamente.

Pero hay algo que no podía entender. ¿Por qué apareció Sha Qing?

De hecho, Sha Qing también era un invitado frecuente en los sueños de Leo, pero se limitaba a los casos relacionados con él. Todos esos sueños se tratan de los crímenes que comete, y Leo los usa para tratar de descubrir la identidad de Sha Qing. Pero, ¿por qué apareció esta vez, cuando no se trata de un caso relacionado con él? Es como si fuera alguien de una serie de televisión, un BOSS del episodio anterior que de repente se convierte en un asistente decente en el próximo episodio.

Leo pensó en lo ocurrido en su sueño. Sha Qing parado detrás suyo de una manera íntima, su pecho contra su espalda, sus brazos doblados sobre los suyos, pero... no sintió ninguna sensación de crisis. ¿Acaso pensaba inconscientemente que Sha Qing era una persona confiable? ¡Maldición! Se siente como ese tipo de películas policiales, el poderoso policía y un gánster comienzan a estimarse... ¡Qué diablos! Estaban en el lado opuesto de la ley, condenados a nunca coexistir en esta vida. ¿Fue porque vi demasiada basura como esa y se me lavó el cerebro? ¿O tal vez por ese beso que compartimos cuando casi morimos?

Ese contacto ardiente entre sus labios.

Leo inconscientemente se lamió los labios con la punta de la lengua, tratando de extinguir la sensación grabada por esas llamas. Sin embargo, no funcionó como se esperaba y, en cambio, la sensación urente se extendió desde la punta de la lengua hasta los dientes, acompañada de una sensación de hormigueo. De repente, el aliento de otro hombre ocupó su boca, la lengua flexible, espléndidas habilidades, el sabor de la sangre y la pasión; el olor a sudor y pólvora le llenaron la nariz... Los recuerdos de esa escena eran suficientes para hacer que la sangre le hirviera. Leo tenía que admitirlo, para los hombres, la violencia y el placer a veces van de la mano...

Entonces, Li Biqing, que se encontraba a su lado, se dio la vuelta y apoyó las manos en su vientre bajo.

Leo se dio cuenta dolorosamente de que era un hombre sediento parado junto a un lago. Aunque el agua "viviente" estaba al alcance de su mano, no podía "beberla".

No supo cuánto control le llevó antes de lograr quitar de su cuerpo la mano de Li Biqing. El joven pareció perturbado por los movimientos; se giró una y otra vez y finalmente dejó de moverse.

Pero esta situación casi enloqueció al agente federal. El joven pasó de estar acostado de lado a estar boca abajo, y el dobladillo de la camiseta se levantó de su cintura, dejando al descubierto la pequeña sección de piel suave y la ropa interior azul. Esa delgada tela azul delineaba las nalgas redondas, y el par de muslos blancos, delgados, pero recios, se posicionó frente a sus ojos como una exquisitez en un festín. Ese paisaje exudaba una fuerte invitación a la tentación, como un sueño primaveral fragante y vivo.

Con desesperación, Leo alcanzó su ropa interior, cerró los ojos e imaginó que la mano de Li Biqing lo había agarrado. Está en las manos del chico, arriba y abajo, su boca jadeando sin cesar, adentro y fuera de sus nalgas. Bajo sus violentas embestidas, el cuerpo de la otra persona se sacudía de un lado a otro, emitiendo vagos y pequeños gemidos. Todo su cuerpo temblaba debido al gigantesco placer.

Al final, Leo gimió y exclamó su nombre cuando alcanzó el clímax. ¡La escena imaginaria hizo que el agente de cabello negro se viniera rápido! Y como si en el cerebro explotaran innumerables fuegos artificiales blancos, largas olas de semen se escupieron una tras otra, el placer fatal de la fuerza libre, y mojó la mitad de su ropa interior.

Jadeando tras el placer posterior a la catarsis, Leo apartó la cara de la cama y no quiso mirar a Li Biqing a su lado. Lo haría sentir culpable. El chico confiaba en él para dormir en la misma cama, pero lo tomó como objeto de coito y lo hizo llorar y rogar compasión en su fantasía sexual.

El agente de cabello negro se levantó de la cama y abrió la ducha, lavándose el cuerpo sudoroso y la ropa interior pegajosa. Apoyó su piel aún caliente sobre las baldosas frías por un rato, como para calmar el tumultuoso deseo carnal. Después de bañarse en agua fría durante casi media hora, sintió que se había calmado. Se secó y regresó a la habitación.

El chico en la cama no se despertó, pero cambió de posición y ocupó el lugar donde el otro hombre había estado acostado. Leo vio su cintura cada vez más desnuda, sus extremidades gráciles y estiradas, y tristemente descubrió que había subestimado su deseo: la cosa en su entrepierna mostraba signos de volver a levantarse, lista para moverse con descontento.

El agente de cabello negro se vistió rápidamente, como para ponerle un corsé moral al deseo, y luego fue al balcón a fumar. Rara vez fuma, e incluso siente una leve aversión al olor del tabaco quemado, pero ahora necesita esta incómoda acrimonia para suprimir la espasmódica tensión en su garganta.

...Tal vez debería ir a buscar a alguien, una aventura de una noche o algo así, pensó. Si alguien suprime sus necesidades fisiológicas durante demasiado tiempo, ello afectará las emociones personales e incluso el razonamiento se debilitará hasta el punto de la frustración. Pero si Li Biqing descubriera que soy así, ¿qué tipo de expresión haría? ¿Diría "Leo, ¿pasas tus vacaciones con una novia o un novio?" con una cara llena de compasión?

Al pensar en esa escena, Leo se sintió extremadamente abatido. ¿Por qué? ¿Por qué se enamoró de un hombre que se convertiría en su futuro cuñado? Pero el "futuro" tiene muchas variables, ¿no...? Leo pensó mientras su mente vagaba sin rumbo, pero de repente se regañó a sí mismo por sus pensamientos desvergonzados. ¿Qué estoy pensando? ¡Le estoy robando la felicidad a mi hermana!

Olvídalo. ¡Lo ama, pero no es suyo después de todo! ¡Leo, olvídalo! Se advirtió estrictamente a sí mismo mientras dejaba que el humo se extendiera de sus dedos para adormecer completamente los delirios de su cerebro.

El cielo comenzó a brillar; la larga noche de este remoto pueblo al fin había terminado. Leo escuchó un poco de movimiento dentro de la habitación, por lo que apagó el cigarrillo en el cenicero ya lleno. Caminó hacia la cama y sonrió.

—¿Despertaste? Buenos días.