Capítulo 30: El incendio en el interior

Leo se arrojó sobre el sofá dentro de la habitación del hotel. Se quedó mirando su reflejo en el vaso que descansaba sobre la mesa frente a él. Su semblante actual no estaba tan pálido como hace unos momentos, pero se había teñido de un nervioso rubor acompañado de gotas de sudor frío.

Su corazón latía violentamente, y cada aire que inhalaba se sentía como si estuviera mezclado con toxinas. La tensión, la ansiedad y el miedo fluían hacia sus pulmones, acompañados por la sangre que circulaba por su cuerpo. Se sentía preso del pánico y jadeante, tratando de voltear el vaso mientras su otra mano alcanzaba la gran jarra de agua. Sus dedos tiritaban tanto que ni siquiera podía sujetarla, el agua temblando y derramándose por toda la mesa.

Li Biqing tomó inmediatamente la jarra, llenó el vaso con agua y se lo entregó. Observando a Leo zambullirse todo el vaso de agua en un santiamén, dijo ansioso:

—Creo que necesitas ir al hospital, Leo, te ves terrible...

—No. Sé lo que me está pasando. —El agente federal se negaba a discutirlo, solo apretando el vaso con los dedos, fuertemente y como si tratara de estrangularlo.

—Tal vez no te gusta ir al hospital, no importa. A muchas personas no les gusta. ¿Debería pedir que venga un doctor? —Li Biqing persuadió con inquietud.

Leo levantó la voz y exclamó bruscamente:

—¡Dije que no!

—Pero...

¡Leo destrozó el vaso en su mano! Entonces, arrastró el brazo por la mesa. La jarra y los vasos se estrellaron contra el suelo, creando un desastre de agua derramada y esquirlas rotas de vidrio. Se levantó y pateó la mesa redonda de madera, la que golpeó la mesita de noche. Rugió en medio del fuerte sonido:

—¡Dije "No"! ¿No puedes oír acaso? ¡No, no, no! ¡Carajo, no quiero ver a ningún maldito doctor y comerme un montón de pastillas absurdas! ¡Este cuerpo es mío, yo soy su puto dueño, así que no necesito que alguien me enseñe cómo controlarlo!

¡Sus emociones estaban completamente fuera de control! Pensó Biqing. En este momento, ya no es el agente del FBI autodisciplinado y tranquilo. ¡Li Biqing no podía imaginar cuánta presión psicológica tenía, que el espíritu fuerte y resistente de este hombre ahora se doblaba como una barra!

Si Leo sigue así, se pondrá más histérico. Debe encontrar una manera de apaciguar y calmar su espíritu lo antes posible, pero antes de eso, debe apagar el interruptor de estas emociones violentas. Li Biqing intentó acercarse, presionó su mano sobre el hombro del agente federal y la deslizó suavemente a lo largo de la parte superior de su brazo. —Leo, relájate, respira profundo...

Su voz y movimiento eran suaves, con un efecto hipnótico. Este tipo de acciones habrían sido buenas para la gente común, pero olvidó un punto. ¡Para un agente rigurosamente entrenado como Leo, acercársele por atrás en este tipo de estado inestable es simplemente buscar problemas!

Justo cuando la mano de Li Biqing tocó el hombro de Leo, este último, reflexivamente, le torció la muñeca. ¡Dobló la rodilla y luego la estrelló contra el abdomen de Li Biqing!

Aunque el ataque fue tan rápido como un rayo y lleno de peligro, Li Biqing sabía que podía esquivarlo. Sin embargo, en ese momento, dudó. Permitió que esa pesada rodilla golpeara su vientre bajo, sintiendo inmediatamente un dolor agudo proveniente del punto de contacto e irradiándose por todo su cuerpo, saboreando el dolor de sus órganos internos destrozados. Después de un grito, cayó al suelo y se enroscó como una pelota.

Leo se quedó rígido, mirando a la persona en el suelo, completamente inconsciente de lo que acababa de suceder. ¿Lo golpeó? ¿Usó todas sus fuerzas contra Biqing, quién no tenía resistencia? Este es su chico. Siempre había tratado de protegerlo, no podía soportar que lo lastimaran ni un poco. Incluso cuando su seguridad estaba en conflicto con el trabajo que más amaba, elegía lo primero sin dudarlo. Se preocupaba mucho por él... ¡Dios mío! ¡¡¿Está loco?!!

Los labios del agente de cabello negro temblaron, y se agachó lentamente. Extendió la mano hacia el joven en el suelo, pero rápidamente la retrajo cuando estuvo a punto de tocarlo. Volvió a estirar la mano, y la retrajo una vez más. Aún no podía creer que la persona que lastimó a Biqing fue él mismo. Comenzó a dudar de su capacidad de autocontrol, pues nunca había sido una persona con tanta inseguridad. Tranquilo, seguro de sí mismo, ingenioso y con un fuerte deseo de controlar su entorno, esas son las características que lo definen. Los rasgos están profundamente arraigados en todos, pero en este momento, comenzaban a resquebrajarse.

—Biqing... —murmuró, la voz llena de dolor. Quería disculparse, pero al final no pudo decir nada.

Li Biqing superó el dolor inicial y comenzó a relajarse. Se dio la vuelta y se tambaleó mientras trataba de levantarse, y el agente federal no pudo evitar sujetarlo.

—Está bien, no duele tanto ahora. —A la fuerza, Li Biqing le esbozó una sonrisa reconfortante—. No debería haberte tocado sin precaución. Olvidé tu reacción de defensa personal instintiva dada tu profesión...

...Biqing no estaba enojado con él, sino que se culpaba a sí mismo.

De hecho, este joven nunca había estado enojado con él. Por el contrario, siempre, era él quien se enojaba con el otro, culpándolo, restringiéndolo y amenazándolo.

Li Biqing siempre se había preocupado de él en silencio: le cocinaba, se quedó en el hospital para cuidarlo, lo ayudaba con su trabajo. Sin embargo, cuando Biqing se lastimó, estaba demasiado ocupado para ir al hospital y solo lo visitó una vez o dos veces.

Es amable, limpio, adorable, tolerante, sabio, talentoso... digno de todas las buenas palabras en este mundo, ¡mientras que él es simplemente una persona paranoica, drogadicta y chiflada, o quizás psicótica!

—No muestres una cara tan culpable y agonizante, en serio no es tu culpa... Oye, agente, te recuerdo brioso. Sabes que me gusta mucho tu cara, pero esta expresión me hará sentir culpable —dijo el joven, medio en broma.

Dijo que le gustaba, incluso con su yo miserable, Biqing aun así sonrió y dijo que le gustaba.

Leo sintió que todas las cosas en su cuerpo, ya sean emociones, espíritu o alma, las cosas que podían dominar su cerebro, se derrumbaban ante la sonrisa del joven, que se recombinaban en algo completamente diferente.

Sigue siendo Leo, pero ahora es un Leo completamente diferente.

Un Leo enamorado de Li Biqing.

Con desesperación, abrazó al joven frente a él. Deseó poder quemarse en llamas para, en medio de una noche helada y nevada, proporcionarle calor a este ser en sus brazos.

El chico no sabía que había logrado una hazaña: había conquistado a un hombre poderoso, un león valiente y feroz. Aunque fue en su ataque de ansiedad y depresión, cuando la defensa psicológica estaba más débil.

Li Biqing solo sintió la temperatura y la determinación del abrazo. Era algo que estaba tratando deliberadamente de conseguir, y cuando realmente consiguió la confianza incondicional del agente, comenzó a sentirse inquieto...

No soy lo que crees... El joven escupió silenciosamente en su corazón, pero lo sabía. Sabía desde el principio que una vez que eligiera este camino, no habría vuelta atrás.

Debe seguir sus objetivos establecidos y recordarse que no debe obsesionarse con el paisaje en el camino. Solo seguir caminando, paso a paso.

Puso sus manos sobre la gruesa y fuerte espalda de Leo, sintiendo los vigorosos latidos de su corazón. Después de un rato, susurró:

—¿Te gustaría recostarte en la cama? Tal vez te sientas más cómodo.

El agente caminó hacia la gran cama doble en la habitación, y sus manos y pies entumecidos tocaron la suave colcha. Li Biqing le tocó la frente sudorosa con la palma de su mano. —¿Quieres un poco más de agua o algo más?

Leo guardo silencio. Estaba luchando, sopesando si debería o no sucumbir a los antojos de su cuerpo por medicamentos. Si lo hacía, recuperaría rápidamente la compostura y la mantendría por un tiempo. Pero si no, Dios sabe que ello revolvería su cerebro en una olla de algo. ¡No puede ver al hombre que ama tirado en el suelo después de despertarse, no puede!

Cerró los ojos con desesperación. —Dentro de mi bolsa de viaje, hay una cartuchera oscura con tres botellas de medicamentos. Ayúdame y tráela.

—¡Inmediatamente! —Li Biqing salió corriendo, su bolsa de viaje todavía estaba en el auto.

Unos minutos más tarde, regresó, cargando su equipaje. Lo volteó para encontrar las tres pequeñas botellas de medicamento, blancas y sin etiqueta. Las levantó hacia Leo, preguntando:

—¿Son estas?

Leo asintió. Li Biqing le sirvió de inmediato un vaso de agua, después lo observó mientras vertía una increíble cantidad de pastillas en sus manos, engulléndoselas.

—¿Qué tipo de medicamentos son estos? ¿Y estás seguro de que deberías tomar una cantidad tan grande? —Li Biqing no pudo evitar preguntar.

Por hábito, Leo frunció el ceño. Parecía remiso a responder, pues no quería mentir.

Li Biqing sintió que el asunto era un poco serio, por lo que preguntó implacablemente:

—No tiene caso incluso si no quieres decir nada. Llevaré estas pastillas al hospital para preguntar y lo sabré.

—Sertralina, buspirona y alprazolam. —El agente respondió en voz muy baja.

Li Biqing reflexionó por un momento, sintiendo que los nombres de estos medicamentos eran familiares. Aunque esto no estaba dentro de sus especialidades, siempre y cuando estuviera relacionado con la vida y la muerte, conocería algunos aspectos... La última palabra activó su memoria, y de repente gritó de sorpresa:

—Estos son medicamentos para la neurosis, ansiedad, depresión u otros trastornos psicológicos...

—O todos —dijo con desesperación el agente de cabello negro, los puños apretados a su lado.

Parecía tan triste, como si quisiera destruirse completamente de este mundo. ¿Qué le sucedió? Li Biqing sentía que tenía que hacer algo, no solo para apaciguar a Leo, sino también para extinguir ese miserable pasado. Aquel pasado, como una niebla oscura, había atravesado la puerta secreta del corazón de Leo, quemando todo a su paso y atrapándolos a los dos en una isla desierta sin ningún lugar para escapar.

Agarró la mano de Leo y la apretó con fuerza contra su pecho, cerca de su corazón. Era como una ceremonia para transmitirle sus emociones a la otra persona, tantas emociones complejas que ni él mismo podía explicar, pero la más vívida, importante y fuerte, la explicó en más detalle con su acción.

Bajó la cabeza y lo besó.

Abriendo fácilmente esos labios fríos y mojados, metió la lengua y lo besó profundamente bajo los impactados ojos del hombre.

La situación de nuevo se está desviando de la pista... Maldita pista... Pero, ¿qué podía hacer? El paisaje por el que estaba pasando en este momento era tan hermoso, tan hermoso que lo tentaba a pensar que valía la pena romper su pacto con Satanás, al igual que Fausto, y declarar el mortífero verso: "¡Tan hermoso, permíteme quedarme!".

La mano de Leo se liberó fácilmente de los grilletes del otro, las yemas de sus dedos trepando lentamente por el suave cabello castaño del joven y sosteniendo su nuca para profundizar el beso. Como un sonámbulo, parecía haber reaccionado a las acciones del joven, con una especie de concentración desinteresada del mundo exterior.

Solo quería ahogarse en este beso. Había estado esperando este momento tanto tiempo, y al mismo tiempo, lo había evadido. Luchaba por mantener el equilibrio en el delgado cable entre la indulgencia y el autocontrol, pero al final ya no pudo forzarse y reprimirse.

En cuanto a lo que significaba este beso, ya fuera una desmesurada terapia relajante o el comienzo de algo, por ahora, no quería pensar en eso...

Se están besando y nada más importa. Al menos, en este momento, se tienen el uno al otro.

Cuando la medicina comenzó a surtir efecto, Leo trató de atrapar su conciencia cada vez más borrosa. Sin embargo, mientras disfrutaba del paraíso en el que se encontraba actualmente, sus nervios cansados ​​no pudieron resistir más y se hundió en la oscuridad, cerrando los ojos.

Pero hasta el último momento, agarró con fuerza la muñeca del joven.

A menos que la otra persona esté decidida a liberarse, nunca lo dejará ir.