Capítulo 19: La Parca entra por la ventana

Cuando el cielo se oscureció, un Chevrolet SUV entró en el estacionamiento subterráneo del edificio del FBI de Chicago. Leo apagó el motor y sacó la llave. Tocó el vendaje intacto de la herida aún dolorosa en su espalda, abrió la puerta y salió lentamente del auto.

Las dos heridas de puñalada fueron suturadas cuidadosamente por un doctor en una clínica privada en el pueblo de Thomson, y su brazo que quedó pinchado y magullado con grava también fue tratado. Después de que se le transfirieran 400cc de sangre, la fuerza regresó a su cuerpo. Se cambió a un atuendo nuevo y limpio, y se sintió mucho mejor, excepto por el dolor ocasional de las heridas que no podía ignorarse.

—¿Con tu período menstrual eh, carita blanca? Tienes olor a sangre en tu cuerpo. —Una voz vigorosa apareció detrás de él.

Leo se puso de mal humor y, fríamente, le dijo al calvo:

—¡Mejor reza para que puedas trabajar en el FBI durante toda la vida, de lo contrario, algún día te pondré un arma en la boca!

—Algún día, si realmente puedes vencerme siquiera una vez, admitiré que tienes un "arma" dijo Anthony, provocativamente.

Leo sintió que la herida recién cosida estallaba de dolor. Se dio la vuelta sin decir una palabra. Lo sabía, que contraatacara era exactamente lo que este tipo quería.

Anthony se puso delante de él en un par de pasos y le bloqueó el paso. —Oye, no seas tan frío. A veces sí me preocupo por mis colegas... ¿Estás herido? Es sangre fresca... —respiró hondo y dijo, de manera beoda—. Huele muy bien.

Leo pensó que este bastardo era aún más pervertido y violento que todos los asesinos que atrapó antes, pero la otra persona estaba actualmente en el mismo campo. Lo que es aún peor es que no puede vencerlo.

Al pensar en el experto con el que se encontró en la mañana, el estado de ánimo de Leo empeoró aún más. —Sí, me lastimé y casi caí en manos de un asesino que usa cuchillos de Mad Dog. Por cierto, el estilo de lucha de ese tipo es el mismo que el tuyo, incluso con el mismo color amarillo pálido de tus ojos. Ese no eras tú, ¿verdad? —dijo con un rostro sombrío.

Anthony se congeló. —¿Cuchillos tácticos Mad Dog? ¿El mismo estilo de lucha que yo? ¿Ojos pálidos? Diablos, me recuerdas a un maldito tipo. ¡No puedo esperar para patear su cabeza como una sandía, dejar que su sangre y cerebro se rocíen en las paredes y el techo! ¿Qué más viste? ¿Todo su brazo derecho está cubierto de cicatrices de quemaduras?

Leo se sorprendió, y sus ojos azul oscuro se expandieron. —¡Cicatrices de quemaduras! Efectivamente, hay una gran cicatriz de quemadura con forma de murciélago en el dorso de su mano derecha, pero no vi si había una en su brazo... ¿De verdad conoces a este tipo?

Anthony escupió una serie de maldiciones mezcladas con algo de portugués y ruso, y aunque [Leo] no entendió esas palabras, pudo sentir el odio y el resentimiento de su voz. Después de que el calvo quedara satisfecho con su violento regaño y sus insolentes maldiciones, finalmente volvió a hablar en inglés. —¡"Rey Diablo" Evans! ¡Apuesto mi cabeza a que debe ser ese maldito idiota! Hace dos años fue derrotado por el "Tigre de Guerra" y sufrió unas heridas leves. Por temor a que el enemigo aprovechara la oportunidad para encontrar su puerta, se escondió en quién sabe dónde y desapareció. Pero yo no estaba dispuesto; intenté encontrarlo varias veces y finalmente escuché que huyó a Siberia. ¡Si no fuera por el terrible clima frío de allá, jamás dejaría ir a ese hijo de puta!

Leo le dijo solemnemente a Anthony:

—Ve a mi oficina, necesitamos tener una buena charla.

Anthony se volvió a congelar, revelando una mirada atónita. —Me... ¿me estás invitando a tu oficina? Está lloviendo sangre[1] afuera acaso... ¿Tal vez te gusta que te golpeen con uniforme dentro de tu oficina?

Leo no pudo soportarlo. —¡Que quiero hablar contigo sobre asuntos serios respecto al caso de asesinato serial, carajo! —maldijo—. ¡Trae tu trasero!

Samuel Evans, de treinta y seis años, un israelí estadounidense proveniente del campo de entrenamiento de Siberia, excampeón del mercado negro de lucha, apodado "Rey Diablo", actualmente figura como el sospechoso número uno en los asesinatos seriales ajedrecísticos en Chicago.

Después de que se emitiera la orden federal, Rob se sintió aliviado y le dijo a Leo, que todavía fruncía el ceño:

—Relájate viejo, al menos ya tenemos un sospechoso.

—Si no podemos atraparlo, seguirá siendo siempre un sospechoso. —El agente de cabello negro respondió con insatisfacción—. ¡Además, hay otro!

—Solo atrápalo a él, y el otro no podrá correr. Son un par de "buenos amigos", ¿no? —Rob le quitó el café caliente que acaba de comprar y tomó un gran sorbo—. La cafeína es mala para tu recuperación. Deberías beber jugo de fruta.

La puerta de la oficina se abrió y Li Biqing corrió directamente a la cara de Leo. —¿Estás herido? ¿Es grave? ¿Dónde está la herida? ¿La trataste correctamente? ¡Por qué no vuelves y descansas!

—Oye, chiquillo, más despacio. ¿Puedes hacer tus preguntas una por una? —Una sonrisa angosta colgó de los labios de Leo, la cual diluyó la habitual austeridad y tranquilidad en su rostro, haciéndolo parecer más joven y más guapo.

Li Biqing se dio cuenta de su metedura de pata y sonrió, un poco avergonzado. Se acercó al lado del agente y tocó suavemente la espalda vendada. Inhaló un aire frío, como si él mismo fuera el que tuviera una herida rasgada en la espalda. —¿Te duele?

—No mucho. —Leo sintió que la calidez del lugar que tocaba penetraba el grueso vendaje. Era mejor que el efecto analgésico de la morfina.

—Debes descansar bien y trabajar menos antes de que se cure la herida.

—Lo sé, no te preocupes.

—Esta noche cocinaré una olla de pescado con cabeza de serpiente y sopa de cacahuate para que puedas beber. La medicina china dice que promueve la curación de heridas.

—Oh, medicina china... ¿puedes no ponerle las extrañas raíces y la hierba? —Leo mostró una mirada avergonzada, pero sus ojos destellaban con una agradable luz soleada.

—Te aseguro que sabe bien. La hice para Molly antes, y le gustó mucho —juró Li Biqing.

Los ojos de Leo se entornaron, y de repente, se quedó en silencio. Después de un momento, dijo cortésmente:

—Gracias.

Li Biqing pareció sentir que su estado de ánimo estaba un poco mal, pero no pudo descubrir de qué se trataba, por lo que respondió en voz baja:

—No es nada...

Rob reveló una mirada miserable y giró entonces la cabeza, pues ya no quería ver a los dos idiotas.

En este momento, el jefe de la fuerza especial, Alfred, entró y le preguntó a Leo con un tono solícito y comprensivo:

—¿Estás bien? No esperaba que estos dos malditos bastardos tuvieran los ojos puestos en ti.

—Solo una pequeña herida de carne, no hay problema. —Leo sonrió con calma.

—Estoy preocupado, incluso si no tuvieron éxito esta vez, eso no significa que no tengan un plan de respaldo. —Alfred dijo con preocupación. Por razones propias y públicas, no quería que un investigador criminal enviado por la sede central se convirtiera en una víctima en un caso del que era responsable—. Necesitas fortalecer tus medidas de protección. Leo, enviaré personas adicionales para que se queden contigo las veinticuatro horas.

—No, gracias. No necesito guardaespaldas. —Leo se negó—. Mi seguridad personal no ha disminuido tanto y, además, también está Rob.

El compañero de ojos verdes manifestó de inmediato:

—Actuaremos juntos hasta que el caso se cierre.

—Pero dos personas parecen un poco cortas, ¿no? —Alfred trató de convencerlos—. Si no desean agregar otro, hay una persona que se recomendó y desea unirse a esta operación. Anthony Querot, el instructor de combate en nuestra sede. Sin mencionar su puño, escuché que sus habilidades con cuchillos tácticos y armas de fuego no son malas.

La cara de Leo se hundió. —Puedes decirle estas palabras: "¡Vete al diablo, mantente alejado de mí!".

Rob chasqueó la lengua y le guiñó un ojo a Alfred. —¡Oh, mira, parece que alguien ofendió profundamente a nuestro guapo! ¡Lo conozco desde hace un año y no lo he visto así de enojado con nadie!

El oficial judío mayor y afable se sintió un poco avergonzado. —Escuché que tú y Anthony habían trabajado juntos en la sede de Nueva York antes, así que pensé... —miró la tez cada vez más sombría de Leo e inmediatamente dejó a un lado el tema—. Sin importar qué, deja que Mike te siga. Este tipo es muy astuto y motivado, dejen que aprenda algo de ustedes.

Leo tenía una buena impresión del joven agente negro mestizo, y aceptó a regañadientes. Vio que el reloj de la pared ya señalaba las diez en punto, así que le dio unas palmaditas al brazo de Li Biqing e instó:

—Deberías regresar. —Luego le solicitó a Alfred—. ¿Puedes pedirle a alguien que lo lleve?

—No hay problema.

—¿Qué hay de ti y Rob? —preguntó el joven.

—De momento, no volveremos a esa casa. —Leo respondió concisamente.

Li Biqing entendió de inmediato los escrúpulos inefables. En general, los asesinos en serie no abandonan tan fácilmente sus objetivos cuidadosamente seleccionados, en especial los asesinos de nivel profesional como Evans, quienes están orgullosos de sus habilidades. El ataque de hoy no tuvo éxito, y es probable que haya una próxima vez. Leo tenía miedo de involucrarlo también.

No pudo evitar sostener firmemente el brazo del agente, y sus redondos y cálidos ojos de ciervo estaban llenos de profunda preocupación. —Leo, estarás bien, ¿verdad?

El rostro de este último floreció una sonrisa gentil. —Por supuesto. Tendré más cuidado.

—¡Entonces júralo! —El chico chino se quedó mirándolo ansiosamente—. ¡Júramelo a mí y a Molly, te protegerás y nunca te volverás a lastimar!

Sus ojos hicieron que Leo sintiera un verdadero dolor desde el fondo de su corazón. Si no fuera por las dos personas presentes, habría abrazado fuertemente al chico y le habría susurrado miles de veces palabras reconfortantes a sus oídos. Pero ahora, solo podía decir con su sonrisa más confiable y su tono natural:

—Sí, se los juro, a ti y a mi hermana Molly.

Aunque sabía que esto era solo una especie de consuelo, Li Biqing aun así se sintió aliviado, como si hubiera una magia especial en las palabras de la otra persona. No pudo evitar creerle y apoyarlo. —Bueno, haz lo que quieras. Llámame si necesitas algo. Mantendré mi teléfono encendido durante las veinticuatro horas.

Leo asintió, y le dio unas palmaditas en el dorso de la mano.

—Desearía que el novio hippie de mi hija pudiera ser la mitad de capaz y sensato que este niño. Leo debería estar contento de tener un pariente así —susurró Alfred.

—Bueno... tal vez Leo no piensa así... —Rob suspiró en voz baja.

Durante los días siguientes, Li Biqing nunca se topó con Leo y Rob fuera del edificio del FBI. Los dos agentes federales parecían estar bien, evitando el tiempo y la ruta que pudieran entrelazarse con él. Esto le hizo perder completamente el apetito para cenar. Todas las noches, solo cocinaba fideos para llenar su estómago, mientras que cada mediodía, traía la comida medicada a la oficina de Leo, y luego lo observaba comer hasta el fondo del termo, lo que atraía constantemente el lloriqueo de Rob de "¡Quiero casarme con una esposa china que pueda cocinar!".

Hasta el mediodía, el cálido almuerzo no duró mucho, pues fue interrumpido por una llamada de emergencia. Leo colgó y le dijo a Rob:

—Un oficial de policía en el distrito sur recibió un informe del público que decía que habían visto a la persona en la imagen de la orden judicial cerca del barrio de Englewood, y que conducía un Land Rover Aurora plateado hacia el sureste. Vamos, vayamos a hablar con los testigos.

Rob salió inmediatamente de la oficina seguido de Mike. Los tres se subieron al auto y salieron rápidamente del estacionamiento subterráneo.

Abandonaron el centro de Chicago y entraron en la zona sur conocida por la violencia callejera y las peleas de pandillas. Mientras cruzaban el deteriorado barrio de Englewood, vieron a un grupo de muchachos negros gritando y peleando junto al camino, desahogando su ira en una calurosa tarde de verano; una chica con una aguja en el brazo que estaba sentada en un porche comenzó a llorar. El auto bien cerrado y las ventanas oscuras no podían aislar los problemas sociales del distrito, como el homicidio, el abuso de las drogas y el embarazo juvenil, acompañados de pobreza ubicua y vidas escandalosas.

Una pelota de baloncesto voló desde la esquina de la calle y golpeó el parabrisas del auto, luego rebotó. Mike parecía haber estado preparado para ello. Sostenía el volante firmemente, sus gruesos labios sombríos y tensos, como un pestillo de hierro que lo protege de la sensación de tristeza, indignación y desilusión.

Rob, por otro lado, que estaba sentado en el asiento del copiloto, se sobresaltó y casi sacó su arma de mano. Después de ver que era solo una broma, murmuró enojado:

—Maldito distrito de negros... —Consciente del color de piel del conductor a su lado, se detuvo por un momento y explicó inmediatamente—. Juro por la tumba de mi familia que esto definitivamente no es discriminación racial. Solo siento que la ley y el orden en esta zona es realmente...

—Lo sé. Yo nací aquí. —El joven detective negro respondió con rigidez—. Si no fuera por la bala loca que le rompió el pie izquierdo a mi madre hace diez años, tal vez seguiría siendo uno de esos gánsteres callejeros.

Rob calló por un momento. —Lo siento... al mismo tiempo también admiro tu lucha —susurró.

Mike apretó el volante e inclinó los labios. Parecía querer decir algo, pero nunca lo había hecho, y tampoco tendría la oportunidad de pronunciar esas palabras...

¡Bang!

El cristal de la ventana al lado del asiento del conductor se destrozó de repente, acompañado por el sonido crujiente. A lo largo de una línea invisible directamente a la sien izquierda de Mike, un agujero negro chamuscado con el grosor de un dedo apareció, y la bala de francotirador penetró su cráneo hasta la sien derecha, la cual abrió un agujero del tamaño de un puño. Su cuerpo rebotó visiblemente, y los huesos rotos, el cerebro y la carne se mezclaron y salpicaron directamente la cara y el cuerpo de Rob.

Rob exclamó en voz alta y su torso golpeó la puerta a su lado cuando el detective negro cayó sobre el volante. El auto se dio la vuelta y pasó zumbando al edificio junto al camino. Se estrelló contra una puerta de hierro, zambulléndose en la pared de ladrillo de hormigón del almacén ruinoso con un fuerte ruido y un aire lleno de polvo.

Sacudido por la gran inercia, Leo solo pudo gritar "Frena..." un segundo antes de estrellarse contra el asiento delantero.

La cabeza de Rob golpeó un objeto duro y sus ojos se volvieron negros por un momento. El grito de Leo llegó como un rayo cuando rugió en su cabeza. Se inclinó hacia el asiento del conductor para mover la pierna torcida de Mike al pedal del freno, y la presionó hacia abajo.

El enorme cuerpo del SUV se sacudió casi boca abajo. Después de golpear innumerables chatarras, quedó como una bestia gravemente herida mientras se hinchaba e inhalaba contra la caja de madera apilada en lo profundo del almacén.

Todo el proceso, desde el movimiento extremo hasta la quietud silenciosa actual, fue tan corto como el momento en que llega el fin del mundo. Después de la destrucción del cielo y la explosión de la tierra, una vez que el polvo se asentaba, solo quedaba la tranquila oscuridad.

Y en este silencio mortal, unos pocos segundos de inconsciencia son tan largos como la noche...

[1] Referencia a algo que sucede rara vez, pero también a la verdadera ocurrencia de este fenómeno alrededor del mundo (véase aquí).