Capítulo 18: La batalla del Deep Blue II

—Lo siento, no puedo adivinar esto. —La voz baja de Li Biqing vino desde el otro extremo del teléfono.

—Ya has hecho un buen trabajo —consoló Leo—. No tienes que pensar en cómo detener a esos asesinos, déjanos eso a nosotros. Solo necesitas continuar tus análisis y especulaciones.

—Muy bien. —El chico chino respondió, seguido de otra oración—. Leo, ten cuidado.

—Tranquilo, lo tendré. —Sintiendo la preocupación de las palabras de la otra persona, el agente federal respondió suavemente, luego colgó la llamada y volvió a encender el auto.

Continuó conduciendo durante unos minutos, luego hubo un repentino "bang" desde la parte trasera del auto. Leo sintió inmediatamente que el auto se sacudía de izquierda a derecha, y apenas pudo sostener el volante.

Maldijo en el fondo de su corazón, una rueda pinchada, un camino de ripio en el campo es realmente un infierno. Pisó el pedal repetidas veces, detuvo lentamente el auto al costado del camino y salió a revisar la situación.

Efectivamente, era un pinchazo en la rueda trasera derecha. Se agachó para revisar los neumáticos, y cuando vio los conos triangulares de hierro que habían perforado la goma, su corazón dio un salto: ¡esto no fue un accidente! Una sensación de crisis surgió espontáneamente. En un abrir y cerrar de ojos, sus dedos se habían insertado en su abrigo y presionado la funda para sacar su arma, pero aun así estuvo un paso atrás. Su tobillo fue agarrado por algo como acero duro y arrastrado hacia atrás. ¡Todo su cuerpo se derrumbo por la fuerza!

En su momento de caída, una escena apareció repentinamente en el cerebro de Leo: un arma afilada lo golpeará por detrás, la cuchilla lo perforará de manera diagonal, evitando las costillas y hundiéndose directamente en sus pulmones. ¡Ni siquiera tendrá tiempo de gritar, caerá muerto junto al auto en un instante!

Es como la hoz de la Parca: afilada, glacial y llena de intenciones asesinas, atravesando su piel. Su espalda casi pudo sentir la helada hoja del viento, y la sensación de frío corrió directamente desde su columna hasta sus pies. Entre la línea de la vida y la muerte, inclinó el antebrazo zurdo como soporte hacia el camino de ripio, apretó los muslos con todas sus fuerzas, torció los pies como dos hilos de alambre y giró rápidamente, liberándose de la restricción. Sin esperar a que sus ojos se enfocaran, su mano derecha apretó el gatillo en la dirección de la figura sin dudarlo.

Una luz gris y fría se delizó ante sus ojos, y se emitió un sonido amortiguado cuando el arma Glock 18 salió volando de su mano. Leo se agarró la muñeca derecha, la cual quedó dolorida por el gran impacto, se dio la vuelta y rodó a dos o tres metros de distancia. Bloqueó el ataque letal del atacante, pero también pagó el alto precio de perder su arma. Originalmente tenía una pistola de bolsillo XR9 de repuesto insertada en su tobillo, pero desafortunadamente fue arrancada en el momento del primer ataque anterior.

Sin embargo, también aprovechó la oportunidad para ver la apariencia del atacante. Aunque la otra persona llevaba una capucha y solo pudo ver un par de ojos pequeños que emitían una luz fría cual serpiente, estaba claro que se trataba de un hombre caucásico, y su altura y peso coinciden con los datos obtenidos de las huellas en el suelo de la escena del crimen. ¡Es probable que esta persona sea la que haya dejado las piezas blancas, el jugador negro!

¡Resultó que la séptima víctima elegida para hoy, esa pieza de ajedrez de caballo blanco, era él mismo! Cuando el oponente levantó su cuchillo y arremetió, Leo, quien yacía sobre su espalda, apoyó sus brazos con las manos y pateó la tibia del otro. Con su fuerza de peso muerto de 350kg, cualquiera que sea pateado por esta pierna no se sentirá bien, o incluso podría causar una fractura. Pero cuando la pierna de Leo se plantó firmemente en el músculo de la pantorrilla del agresor, sintió que acababa de patear una placa de hierro, y el impacto hizo que sus pies dolieran y se adormecieran.

El atacante aprovechó la oportunidad para apuñalar con un cuchillo la pantorrilla del agente, y le dejó un agujero sangriento en el tobillo. Si Leo no hubiera contraído sus pies rápidamente, sus ligamentos podrían haber sido cortados por este.

¡Este es un experto en lucha! Pensó Leo mientras maldecía por dentro y brincaba velozmente. Su pierna derecha se balanceó a la muñeca que blandía el cuchillo, pero fue fácilmente esquivada cuando el otro levantó sus manos abruptamente. Justo cuando su pierna diestra estuvo a punto de caer al suelo, el asaltante se apresuró a dar un paso adelante para agarrar su pie derecho, y la afilada hoja estaba a punto de apuñalar su cintura derecha, cerca del riñón.

La velocidad del cuchillo era demasiado rápida, y con la pierna aún atrapada, evitarlo parecía imposible. Leo se vio obligado a girar el cuerpo alrededor de su cintura y aceptar el cuchillo en su espalda. La cuchilla le atravesó el traje y la sangre derramada oscureció instantáneamente la tela negra.

Después de dos ataques consecutivos, aunque la herida no era profunda y sus órganos vitales no sufrieron daños, la constante pérdida de sangre y el dolor severo redujeron en gran medida su velocidad y fuerza física. Leo se sintió aún más frío: la habilidad de su oponente era no menos que la del experto en combate, Anthony. ¡Este ya no es el nivel que puede afrontar de frente!

Cuando Leo vio que la luz del cuchillo volvía atravesar el aire, una sensación de desesperación se precipitó desde el fondo de su corazón y casi congeló su cerebro. Empero, su instinto de supervivencia ha de golpear en este momento: ¡en la cara del otro, arrojó un puñado de grava que estuvo secretamente asido en su palma cuando cayó al suelo!

El hombre enmascarado levantó las manos inconscientemente para cubrirse la cabeza y la cara. Leo aprovechó esta oportunidad efímera para comprimir los músculos de sus piernas cual resorte y liberarse. En un abrir y cerrar de ojos, voló tres o cuatro metros hacia la hierba en la cuneta y agarró su Glock 18. En tanto el hombre se precipitaba, agarró el mango del arma en un segundo. Como no había necesidad de levantar el seguro, su dedo apretó rápidamente el gatillo y disparó tres veces cuando se giró.

Cuando vio que Leo agarraba la pistola, el hombre encapuchado juzgó que la situación había terminado. Pensó que esta era un presa fácil, pero al parecer, este agente federal de cara blanca era más de lo que podía masticar. Tomó una decisión rauda, saltó a un lado ante el sonido de los disparos y rodó hacia el alto maizal. Este camino de ripio no está lejos del pueblo rural de Thomson y, a pesar de su ubicación tranquila, aun así, hay bastantes campos reciclados al costado del camino. Con los altos maíces de verano y los vastos campos cubiertos de verde, la figura del asesino enmascarado pronto desapareció en la cortina verde mientras era perseguido por varias balas.

La caliente quietud reapareció en el camino rural. Con su ropa completamente empapada de sangre y sudor, Leo respiró profundamente el aire lleno del humo emitido por el cañón del arma, y su clamoroso corazón que seguía azotando su pecho finalmente se ralentizó.

El mareo causado por la pérdida excesiva de sangre se precipitó a su cerebro como un grupo de buitres. Se quitó la chaqueta del traje, rasgó las mangas y las amarró alrededor de su cintura y tobillo a fin de hacer presión en las heridas. Luego regresó al asiento del conductor y arrancó el auto negro.

Su posición actual está a 230 kilómetros del centro de Chicago, por lo que se le es imposible regresar y buscar un doctor. Solo puede arrastrar el neumático roto y seguir conduciendo hacia el pueblo de Thomson y, con suerte, habrá una clínica que pueda suturar sus heridas en ese remoto pueblo habitado con menos de seiscientas personas.

Veinte minutos después, el auto se detuvo frente a un bungaló en la avenida de Thomson. Leo miró el llamativo cartel de la cruz roja, arrastró sus débiles pasos hacia la puerta de cristal y se detuvo con su cuerpo manchado de sangre frente al doctor de bata blanca. Sacó sus credenciales antes de que la otra persona entrara en pánico.

—FBI, necesito su ayuda.