Capítulo 1o: Decisión crucial

—¿Planeas liberar a Clyde Brandy de inmediato? —Dentro de una de las oficinas de la sede del FBI en Ohio, se llevaba a cabo una reunión confidencial. La agente, Thea, levantó la voz al escuchar el dictamen de su colega y su hermoso rostro se torció de desaprobación.

Con el brazo cruzado sobre la mesa fría, Leo respondió tranquilamente:

—Como es inocente, no podemos, o, mejor dicho, no deberíamos, tenerlo detenido por más tiempo.

—Pero si ese es el caso, será como dijo Biqing: si Clyde es dejado en libertad, el asesino probablemente actuará lo más rápido posible en este corto período de tiempo.

—Todo lo que tenemos que hacer entonces es actuar más rápido y proteger a nuestros individuos y víctimas potenciales. Podemos enviar a nuestro individuo a una ubicación específica y hacer que los nuestros se esparzan por las inmediaciones. Esto aumentará nuestra protección y vigilancia en el sitio, y también garantizará la seguridad de nuestro individuo.

—¿Y cómo exactamente se supone que haremos eso?

—Por ejemplo, podría soltarle "accidentalmente" información a Clyde de que alguien en el campus, que nunca ha estado en buenos términos con él, fue quien lo reportó a los oficiales. Ese mocoso rico seguro tiene un fuerte sentido de vendetta, se enojará y definitivamente buscará al hombre para vengarse, lo que, a su vez, resultará en una conmoción masiva que al final atraerá la atención de nuestro asesino. Nuestro asesino definitivamente aprovechará esta oportunidad para quitarse la culpa de encima, una vez más.

—Tú... ¡Te has vuelto loco acaso! ¿De verdad quieres hacer algo como esto, usar a un ciudadano inocente como cebo para atraer a nuestro asesino? —Thea se quedó mirando a Leo, incrédula, como si realmente no reconociera a la persona frente a ella—. ¿Has considerado siquiera las graves consecuencias de hacer esto? ¡Si existe la más mínima brecha en nuestra protección o el más mínimo error de cálculo de nuestra parte, eso puede poner en peligro su vida! ¡Estamos hablando de la vida de un joven inocente, Leo!

—¡Entonces haz todo lo que puedas para mantenerlo a salvo, protégelo con todo! Colócale nuestros rastreadores GPS más avanzados para estar al tanto de su paradero en todo momento, supervísalo las 24 horas del día, los siete días de la semana, usa balas de goma o pistolas de descarga eléctrica al atacar a nuestro sospechoso. ¡En resumen, usa todos los medios que podamos imaginar! —Leo se pasó los dedos por el cabello, irritado—. ¡Esta es una oportunidad perfecta, y seríamos unos completos tontos si nos la perdiéramos! Si eso sucede, ese asesino en serie del campus seguramente se escapará frente a nuestras narices, mantendrá un perfil bajo por un tiempo, después volverá a atacar y comenzará una matanza. Pero para entonces, será demasiado tarde. ¡Los cadáveres se seguirán acumulando y habrá incluso más de tres víctimas!

—Oh, sé cuán buena es esta oportunidad, créeme. ¡Pero eso no significa que debamos aprovecharla utilizando métodos cuestionables! ¡Hay otras formas de atrapar a este bastardo, no es necesario poner en juego la vida de un civil inocente! —Thea rugió ferozmente y se dirigió a Rob—. ¿Sabes qué? Entonces, hagámoslo por votación. ¡Serán dos a uno, nosotros dos votamos en contra de Leo, y su propuesta se puede ir al diablo junto con él!

—Uh, de hecho, —Evitando su mirada, Rob admitió con vacilación—. creo que el método de Leo es bastante factible...

—¡C-cabrones, están coludidos, cierto! —Thea estrelló sus palmas fuertemente contra la mesa, haciendo que el suelo temblara por el violento impacto. Apretando los dientes con furia, escupió agresivamente—. ¡Maldito seas, Leo, no pensé que fueras este tipo de persona! Pensé que eras honesto y convencional como un libro de texto, alguien que cumple estricta y honradamente con las reglas, ¡pero parece que eres un completo imbécil al que no le importa una mierda nada! ¡Canalla!

Leo la contempló fríamente con sus profundos e indiferentes ojos azules, y dijo con lentitud:

—Por medios justos o sucios, haré todo lo que pueda para lograr mi único objetivo, llevar a todos los criminales ante la justicia. Si tienes suficiente juicio para hablar civilizadamente y quizás ofrecer una crítica constructiva, en lugar de gritar y lloriquear como una niña vociferante, consideraré si debería cambiar mi decisión. De lo contrario, no es necesario discutir esto. Ahora, ¿estás dispuesta a tener una conversación real o no?

Thea se ahogó de furia. Abrió la boca repetidamente, solo para cerrarla. No se formaban palabras. Dirigió su atención al investigador mayor de la sala. —Doctor...

El anciano de cabello plateado dejó de estudiar los papeles que tenía en las manos y levantó la cabeza. Empujando sus lentes hasta que se posaron en el puente de su nariz, suspiró. —Ya dije que yo soy simplemente un técnico, alguien que solo puede brindar información puntual u ofrecer consejos simples. En cuanto a las medidas, eso es algo que deben decidir los que estarán en el campo. Ahora, ¿qué tal si los tres llegan a un acuerdo, bueno? ¿Tal vez continuar con la votación?

—¡No es necesario! —Thea resopló airadamente—. Me retiraré por ahora y seguiré los planes actuales. Sin embargo, me reservo el derecho de reportarle a la sede central cualquier mala praxis que ocurra durante este período.

—Trato. —Leo accedió inexpresivamente.

De camino a la estación de policía de Portland, Leo aún sentía el efecto de los rugidos enfurecidos de Thea resonando en sus oídos. Caminó hacia su Chevrolet SUV negro, y después de subirse y encender el motor, Rob, que estaba sentado en el asiento del copiloto, se movió nerviosamente un par de veces. Al final, no pudo evitar preguntar:

—¿En serio tenemos usar a ese chico? O sea, estoy bastante seguro de que el alguacil se opondrá firmemente a esta decisión.

Sin pestañear, Leo respondió:

—Por supuesto, esperaba que tampoco fuera él en primer lugar. Sería más que problemático involucrar a alguien cuya familia tiene conexiones con la policía. Pero viste lo que sucedió recién, con esa pequeña "pista", Clyde inmediatamente dirigió toda su ira a Quentin. Ni siquiera dudó de la información ni sospechó de nadie más. Esos dos han estado en conflicto durante años, e incluso pelearon justo antes de que lo condenaran. Es poco probable que la hostilidad imbuida profundamente en los huesos se desvanezca pronto, e incluso si quisiera desviar su atención hacia otra persona dándole alguna otra información, ese niño rico obstinado ya no lo creerá. Ya decidió que quien lo jodió fue Quentin, y ahora es imposible cambiar su opinión.

Rob suspiró profundamente. —Ni siquiera puedo imaginar cómo reaccionaría el oficial Terry si se enterara de que estamos involucrando a su único y querido hijo en esto, especialmente porque esa es la única familia que le queda desde que su esposa se fue de vacaciones hace unos años, solo para regresar con los papeles del divorcio en la mano.

—Entonces no tenemos que hacérselo saber, al menos hasta que todo se resuelva. Además, ya es un trato hecho, no podemos dar marcha atrás ahora. —La expresión de Leo en su rostro con gafas de sol no mostró la más mínima fluctuación—. Necesitamos movilizar a las fuerzas especiales. Necesito al menos diez personas, al menos dos en las furgonetas de vigilancia y tres directamente en el sitio para proteger y monitorear 24/7. Antes de la liberación de Clyde Brandy, los rastreadores GPS deben estar instalados en su lugar para vigilar a Quentin. No podemos permitirnos errores ni equivocaciones, ¿entendido?

Rob asintió. —Regresaré y haré los preparativos.

La liberación de Clyde Brandy se transmitió en todas las estaciones de noticias, provocando otra tempestuosa ola de disconformidad e indignación pública. El acalorado debate sobre la corrupción de la policía y si el hijo del renombrado senador era realmente inocente fue el tema de actualidad. Reporteros y periodistas se abarrotaron alrededor de la estación de policía, tropezando unos con otros y tratando de empujar a los guardaespaldas de Brandy para obtener imágenes de Brandy Jr. y reunir material noticioso aún más valioso. En el instante en que Clyde cruzó las puertas de la estación, fue bombardeado por innumerables flashes de cámara y micrófonos.

—Ya dije que no maté a nadie. —Tras ver la luz del día después de lo que parecieron eones, el rubio ojizarco pareció alegrarse—. Pero esto no impedirá que me quite el sombrero ante El Interfector Rosa. ¡Sí, así es! ¡Buen trabajo, viejo! ¡Sigue así! —gesticuló temerariamente a la cámara, mostrando un pulgar hacia arriba.

Cualquiera que estuviera viendo la televisión en este momento –desde los que veían la televisión colgada en los bares hasta los que miraban por las ventanas de los centros comerciales– abuchearía con enfado, silbaría estridentemente y lanzaría objetos a la pantalla.

El segundo día después de la liberación de Clyde, otra pelea ocurrió en el campus universitario: con su respectivo grupo de amigos, el hijo del alguacil y el hijo de un senador se enfrentaron. Los dos bandos estaban igualados, tan feroces y poderosos entre sí. Sin embargo, si el enfrentamiento continuaba así y si la seguridad del campus no hubiera llegado a tiempo, alguno de ellos habría terminado amoratado y golpeado.

La universidad ya no podía ignorar esta conmoción. Para evitar el revuelo en el campus donde acaba de ocurrir el homicidio, los dos estudiantes principales fueron suspendidos durante tres días después de ser sancionados y se pidió a los padres que los llevaran a casa para recibir educación ideológica.

Pasaron tres días en un abrir y cerrar de ojos, y llegó la tarde del cuarto día. Después de la clase, Quentin se reunió con sus amigos y se dirigió a un club cercano para ponerse al día y divertirse. Seis o siete estudiantes universitarios, incluido Reggie, estaban tan borrachos que ni siquiera sabían lo que estaba sucediendo. Algunos apenas podían estar de pie, mientras que otros vomitaban el alma en el tacho de basura de la estancia. Reggie fue el primero en tirar la toalla y colapsar. Después de gritar incomprensiblemente que se iba a casa, beodo, se tambaleó hasta la puerta, solo para cambiar de dirección a mitad de camino. Completamente mareado e incapaz de reconocer sus alrededores, se golpeó la cabeza contra una ventana y se desmayó. Al final, sus amigos tuvieron que pedirle un taxi, y parloteando y ululando ruidosamente, lo metieron descuidadamente en el asiento trasero y le dijeron al chofer su dirección.

El pesado bass estremecía el suelo, la borrosidad de las luces caleidoscópicas pintaba la incontrolable oscuridad y las chicas sexis se frotaban contra hombres animados. Todos sudaban, dejándose llevar y agregando aún más calor a esta noche salvaje y sensual. Pasaron las horas, y en medio del disfrute de esta embriagadora locura, Quentin recibió una llamada telefónica y decidió salir un rato.

—¿Qué ocurre, Quentin? —Un compañero sobrio le gritó por detrás. El chico negro levantó un dedo y respondió algo, pero su voz fue completamente ahogada por la hipnótica música electrónica que sacudía todo el club.

—Probablemente quiere vomitar afuera —masculló otro amigo medio borracho—. Está bien. Vamos, divirtámonos...

—Nuestro objetivo ha salido del bar y se ha subido a un auto. Ahora se dirige a la universidad. —En una furgoneta, un agente del FBI con auriculares miraba fijamente la pantalla del monitor—. Respondió el teléfono antes de irse, pero había demasiado ruido de fondo e interfirió con la llamada, por lo que no pudimos escuchar la conversación.

—Vigílalo. —La voz de Leo sonó por los auriculares—. Mantengan una distancia considerable, pero no lo pierdan. Infórmenme en todo momento.

—¡Sí, señor! —Varias voces en el mismo canal respondieron al unísono.

En medio de la noche, un taxi se detuvo en la entrada principal de la universidad. Quentin salió del auto, estiró los brazos y eructó fuertemente. El olor del alcohol flotó con la brisa fresca de la noche. Merodeó durante unos veinte minutos, paseando por el vasto y vacío césped antes de entrar en un gimnasio oscuro.

—El objetivo entró en la c10.

—Copiado. Manténganse alerta y preparados para cualquier emergencia.

—Entendido.

Después de poner un pie en la sala de descanso de los atletas, el joven negro toqueteó la pared para encontrar el interruptor de la luz, pero pronto descubrió que parecía haber algunos problemas con la electricidad. Entonces sacó el teléfono celular de su bolsillo, encendió la linterna e iluminó sus alrededores. Un ruido vago resonó en la sección más interna de la sala.

—Hola. —Al parecer, alguien saludó al chico y le hizo señas para que se acercara.

Los micrófonos transmitieron la conversación a los monitores de los agentes que se escondían en los vehículos afuera.

—Pensé que habías regresado temprano. ¿Qué sucede? ¿Por qué me llamaste con tanta prisa? —El fuerte sonido de una palma golpeando piel resonó en el gimnasio vacío, seguido de las quejas del joven negro—. Diablos, este lugar está tan oscuro. Ni ver puedo. ¡Y hay demasiados mosquitos aquí!

—No te preocupes por los mosquitos, pronto no te molestarán más. Como sea, mira esto, te juro que vale la pena. Es diez veces mejor que ir al club a emborracharse y coquetear con unas zorras sedientas.

Era la voz de un varón. El otro sonaba muy joven, como un alumno. Al escuchar la voz del otro, Leo sintió una extraña sensación de familiaridad, pero no pudo recordar dónde había escuchado dicha voz.

—Muy bien, qué onda. Dime.

—Sabes, hoy le dejé a Clyde una notita. Fingí que era de la capitana del equipo de porristas, ya sabes, esa chica rubia de tetas enormes. Apuesto a que Clyde ha estado soñando con ahogarse entre esos melones colosales.

—Supongo que habrá un buen espectáculo. Entonces, ¿qué sucedió después?

—Después, vino al gimnasio a la hora establecida, con la polla toda dura, probablemente pensando que iba a pasar el mejor momento de su vida. Oíste esos ruidos en la puerta del camarín, ¿verdad? Supongo que ahora se siente un poco impaciente, digo, ha estado esperando tanto tiempo.

—¡Jaja! ¿Lo encerraste en el camarín? ¡Viejo, eres un puto genio, en serio! ¡Estaba buscando la oportunidad de darle una buena paliza a este hijo de puta!

—Bueno, ahora tienes tu oportunidad. No le contaste a nadie más sobre esto, ¿cierto?

—Por supuesto que no. ¿No me dijiste por teléfono que querías mantener esto en secreto?

—Excelente. Ven entonces, cubrámonos las caras primero. Los pasamontañas están en la mochila en el banquillo.

Luego llegó el sonido de los pasos. Quentin se dirigió al banquillo junto a la pared, inclinándose para abrir lentamente la cremallera de la mochila...

Una aguda advertencia atravesó la mente de Leo. En esa fracción de segundo, el corazón del agente se tensó y su cuerpo se enfrió. Mientras salía corriendo de su escondite, gritó por del micrófono de su auricular:

—¡Muévanse! ¡Ahora!

Tres agentes vestidos de civil, que seguían a Quentin, saltaron de detrás de la puerta, y apuntando sus armas, gritaron:

—¡FBI! ¡Arriba las manos! ¡No se muevan!

En el instante en que los agentes irrumpieron en el área, la sombra también actuó, tomando a Quentin completamente desprevenido. Desde atrás, el otro de repente envolvió su brazo izquierdo alrededor de la garganta de Quentin, estrangulándolo fuertemente. El arma sostenida en la diestra del otro se reveló bajo el brillo de las linternas: una larga lanza de madera más gruesa que un bate de béisbol. Si no en totalidad, su punta afilada estaba cubierta con una cera letal.

Balas de goma silbaron por el aire. Aunque las luces eran bastante tenues, debido a que los agentes dispararon simultáneamente a quemarropa, cuatro o cinco balas lograron alcanzar las extremidades del sospechoso. Fue como si todo su cuerpo hubiera sido aporreado despiadadamente con un garrote de hierro. Tras la lluvia de balas, la pérdida de la movilidad llegó después del dolor agonizante, y temporalmente paralizado, se derrumbó inmediato en el suelo con un alarido estridente.

Leo le torció apresuradamente los brazos detrás de la espalda y restringió sus movimientos. Lo esposó con acero y, al fin, acabó con esta persecución de cinco días.

Bajo la brillante luz de la linterna, los agentes vieron su rostro con claridad.

—Eras tu.... Reggie Dunn. —Leo escupió su nombre con frialdad, sus ojos azul oscuro heladísimos—. Eres el verdadero asesino en serie del campus.

Las cejas del latino se arquearon bellamente, sus ojos centellearon con una luz tenaz debajo de sus despeinados rizos negros. A pesar del dolor persistente que sentía en ese momento, curvó los labios en una mueca arrogante, negándose obstinadamente a mostrar signos de debilidad. Con un leve esfuerzo, saludó casualmente:

—¡Buenas noches, oficial Leo! Llega media hora antes.

—Qué lástima. Siempre he tenido la costumbre de ser demasiado puntual. —Leo respondió fríamente, y luego les ordenó a sus hombres—. Léanle sus derechos y llévenselo.

Al pasar junto al asustado joven negro, le dio una firme palmada en la espalda y añadió otra oración:

—Llévenlo también a la estación de policía y entréguenselo al oficial Terry. Ah, y díganle que el FBI le agradece su cooperación.

—¡Déjenme salir! Tengo claustrofobia... —El agente abrió la puerta del camarín, y casi de inmediato, el joven rubio, que había estado llorando histéricamente y golpeando la puerta, salió gateando frenéticamente—. Mataré... ¡Los mataré! ¡Malditos hijos de puta!

Leo lo agarró por el cuello y lo levantó. —Niño, imagínate si el FBI no hubiera estado en la escena para emboscar a nuestro sospechoso. Quentin habría sido torturado y asesinado en el gimnasio de la universidad, y cualquiera que hubiera abierto esas puertas se habría encontrado con la trágica vista de un cuerpo horriblemente mutilado. En ese momento, te hubieras despertado y salido corriendo, gritando como una gallina ensangrentada... Una situación tan emocionante, ¿no lo crees?

Tras darse cuenta de que había escapado del mayor peligro de su vida, las rodillas de Clyde se ablandaron y se estremeció violentamente. Imagínate si no hubiera escapado de esta trampa mortal... ¡Seguramente le habrían dado la pena de muerte!

—Si esta lección no te enseña a mantener un perfil bajo de ahora en adelante, recuerda pedirle al señor Brandy que te contrate un buen abogado la próxima vez. —Leo aflojó despectivamente su agarre en el cuello del joven, empujando al otro hacia atrás, giró sobre sus talones y salió de la sala.

Estación de policía de la ciudad de Portland.

—¡Maldito bastardo! —La ira extrema distorsionó el rostro del oficial negro, las venas de su frente sobresalían de rabia. Sin considerar las consecuencias, levantó el brazo y le lanzó un fuerte puñetazo al agente del FBI.

Antes de que el puño del otro pudiera tocarle la cara, Leo agarró rápidamente su muñeca extendida. Dos agentes se apresuraron instantáneamente a reprimir al encolerizado oficial que ahora intentaba sacar su arma. Mientras trataban de sujetarlo, el oficial Terry, que hacía mucho tiempo había perdido la cabeza ante las emociones, forcejeó y gruñó furiosamente:

—¡Hijo-hijo de puta, realmente te atreviste a usar a mi único hijo como cebo y arrojarlo bajo el cuchillo de ese asesino! ¡Cómo pudiste dejar que se acercara a ese asesino psicopático! ¡Te mataré!

Leo bajó un poco la mirada, mirando fijamente las botas del otro oficial. La punta de la bota reflejaba las luces fluorescentes del techo: era como si esto fuera simplemente el fragmento de un sueño miserable. Frente a la ira del oficial, su rostro hermoso y serio permaneció impasible. —Realmente me disculpo por no informarte con anticipación —dijo con un tono impávido—. Sin embargo, esta era la mejor oportunidad para atrapar a nuestro perpetrador. Simplemente no podía dejar escapar esta oportunidad, y como un agente del orden público, creo que deberías entenderlo. Además, tomé todas las medidas posibles para garantizar la seguridad de tu hijo, solo está un poco asustado, deja que descanse un poco.

—¡Tus presuntas medidas de seguridad se pueden ir a la mierda! —El oficial Terry apretó los dientes—. Ese es mi hijo. ¡Jamás, absolutamente nunca en mi vida, permitiría que su vida se viera en peligro, sin importar cuán pequeña sea esa amenaza o cuánta protección le brindes! Si fueras tú, ¿dejarías que tu propia familia viviera una situación como esta? ¿Podrías dejarlos al borde de un acantilado, donde su vida pende de un hilo?

—Si al hacerlo puedo salvar la vida de innumerables personas, entonces, sí. —Leo respondió sin la menor vacilación.

—¡Maldito hijo de puta! —Una blasfemia horripilante salió de la boca del oficial, y antes de que pudiera forcejear y volver a abalanzarse sobre el agente altivo, fue arrastrado fuera de la sala por un grupo de policías que intentaba tranquilizarlo.

Rob miró la espalda del otro. La alegría que normalmente destellaba en sus ojos en ese momento había reculado, y en su lugar había solemnidad y preocupación.

Le aconsejó a su compañero, susurrando:

—En mi opinión, podrías haberlo dicho con un poco más de consideración o tacto. Quizás, si hubieras sido un poco más eufemístico con tu fraseo, no habría reaccionado tan mal. Todos sabíamos que no tenías una mejor opción, teníamos que liberar a Clyde Brandy tarde o temprano, ya fuera hoy, mañana o dentro de unos días. Encima, el conflicto entre él y Quentin era inevitable, si no peleaban hoy, estaban destinados a pelear algún día. Quentin tenía la mayor posibilidad de ser la próxima víctima del asesino y tú solo aprovechaste este hecho para arrestar al sospechoso. También intentaste todo lo que estaba a tu alcance para proteger al chico, y lo lograste. Desde un punto de vista objetivo, ciertamente no estás equivocado; es más, estás lejos de eso. Pero, Leo, tienes que entender que otras personas, o debería decir, la gran mayoría, no piensa de esta manera. No pueden ver las cosas con objetividad ni pensar racionalmente, especialmente cuando se trata de cosas o personas que son muy importantes para ellas.

Seguramente, cuando encuentres algo importante que estimes y te enfrentes a esta misma situación, no podrás dar la misma respuesta rápida y terca que diste sin vacilar hoy. Rob agregó esta declaración final en su mente, después palmeó el hombro de su compañero a modo de consuelo.

Leo lo miró. Sus ojos brillaron con una luz confusa, la cual pronto se desvaneció en las profundidades de sus cautivadores ojos azules. Por el bien de las formalidades, le dijo a su compañero:

—Me dirigiré a la sala de interrogatorios para hacer que ese tipo hable. ¿Vienes?

—Pensé que podríamos abrir una botella de champán para celebrarlo, y luego regresar a casa para descansar. —Rob murmuró deprimentemente—. Como una recompensa bien merecida, ¿sabes? Digo, arrestamos a otro asesino en serie...

—Según las estadísticas generales anunciadas por la sede central, ¿sabes cuántos asesinos en serie activos están libres en este momento, causando estragos en los Estados Unidos?

—¿Cuántos? —preguntó Rob.

—Aproximadamente 300 —respondió Leo—. Digamos que decidimos descansar un poco, ¿exactamente cuántas víctimas estarían pidiendo ayuda desesperadamente mientras nos tomamos un descanso?

—Bien, bien. No tenemos que tomarnos un descanso, solo cambiar nuestras baterías y engrasar nuestras articulaciones debería ser lo suficientemente bueno.

Rob suspiró con pesar y extendió las palmas en señal de rendición. Una vez más, fue derrotado por el inamovible halo de justicia del agente de cabello negro.