Si desea dejar un comentario sobre mis entradas, complete el formulario que está debajo:
TABLA DE CONTENIDO
Veamos ahora algunas expresiones idiomáticas encabezadas por PARA. La idea es analizar si en todas ellas se conserva el valor que he venido trabajando: una intención u orientación funcional hacia un punto de referencia —ya sea una meta física, temporal, conceptual o evaluativa—. ¿Es esta definición lo suficientemente amplia como para abarcar los usos idiomáticos de las CP con PARA? ¿Y hasta qué punto podemos representarlos visualmente usando este mismo esquema de proyección hacia un referente?
1. Inicio de un proceso o actividad
“Para empezar, querría agradecer a mi supervisor por la ayuda brindada.”
(To begin with/ First of all)
Esta construcción con PARA no presenta un propósito concreto, sino que funciona como marcador discursivo: organiza el discurso e indica que lo que viene a continuación es el primer paso de un trayecto argumentativo. Es una señal para el interlocutor, una huella que marca el inicio de un recorrido conceptual. La ilustración correspondiente muestra ese primer paso de un camino que comienza a desplegarse.
2. Clausura de un proceso o actividad
“Para terminar, les dejo una cita inspiradora que resume todo lo que hemos aprendido hoy.”
(To finish, to wrap up, to conclude)
A diferencia del ejemplo anterior, aquí la CP con PARA marca el final del trayecto discursivo. Esta construcción señala clausura, no apertura. Desde el punto de vista cognitivo, es interpretada como un anuncio de cierre. El hablante no avanza hacia una meta, sino que detiene el discurso al llegar a un punto de destino. Visualmente, la ilustración marca la última huella del recorrido.
Desde la metáfora del camino, muchas construcciones con PARA se entienden como orientaciones hacia un punto. En el caso de expresiones como “para empezar” o “para terminar”, ese punto no es físico ni temporal, sino discursivo: la CP con PARA marca el inicio o el cierre de un trayecto argumentativo o informativo.
Esto confirma que los usos discursivos también son nocionales, en tanto proyectan una acción mental hacia una estructura ordenada. El discurso se convierte en una ruta con pasos que comienzan (para empezar), se desarrollan (“Para continuar con lo que decía” o “Para seguir con esta línea de pensamiento”), y concluyen (“para terminar” o “para concluir”).
Visualmente, se puede representar con una línea de pasos o huellas que se activan al oír la expresión. Es decir: “Para empezar” inicia el camino. “Para terminar” apunta al último paso de ese trayecto.
3. Duración indefinida
“Te amaré para siempre.” (Forever)
En este caso, la construcción con PARA no indica propósito ni cierre, sino una duración indefinida. No hay una meta concreta, sino una continuidad sin fin. Desde una perspectiva cognitiva, la frase proyecta una línea temporal que se prolonga más allá de lo previsible, incluso más allá de la muerte. En la ilustración, dos manos emergen de tumbas vecinas y se buscan bajo un cielo sobre el que pasan los días sin cesar.
Desde el punto de vista cognitivo, el cerebro interpreta para siempre como una forma de expresar eternidad o inmutabilidad: un estado emocional que se sostiene a lo largo del tiempo, sin ruptura ni caducidad.
“Este libro será guardado para la posteridad.” (For posterity)
Esta construcción retoma el valor prospectivo: se realiza una acción con la finalidad de que perdure en el tiempo y llegue a generaciones futuras. No se trata de un destinatario concreto solamente, sino de un legado dirigido al conjunto de personas que vivirán después de cierto momento o de alguien específico. La CP orienta funcionalmente el acto de guardar, conectándolo con un referente temporal que trasciende el presente. La visualización muestra una línea que se proyecta hacia figuras indefinidas: los lectores por venir.
Como se ve, tanto “para siempre” como ambas expresiones proyectan una acción sin cierre. La diferencia está en el modo en que esa proyección se representa. La primera (para siempre) lo hace como una promesa personal de duración infinita. Esta última, como un legado que permanece abierto hacia una colectividad aún no presente (para la posteridad).
4. Fecha límite
“Perla llega el sábado. Para entonces/cuando llegue tendré todo listo.” (By then)
En este caso, la CP con PARA introduce un punto límite temporal a partir del cual se espera que una acción ya se habrá completado. No hay propósito voluntario, sino referencia temporal. Desde el punto de vista cognitivo, el hablante proyecta un punto de llegada en el futuro (el sábado) que organiza internamente su planificación. La acción se proyecta hacia un punto de referencia, no necesariamente espacial ni afectivo, sino temporal. Se organiza con ese momento en mente. En este sentido no podríamos catalogarla como “nocional”.
5. Sin propósito
“Hice todo este trabajo para nada.”(For nothing)
La CP con PARA retoma aquí la función de indicar finalidad o propósito, pero “nada” introduce una negación total. Por lo tanto, “para nada” se usa para expresar que o bien no hubo ningún propósito en lo que se hacía o bien lo que se hizo no tuvo ningún resultado útil o significativo. Se usa para denotar que algo fue completamente innecesario o sin objetivo. El hablante, así, expresa frustración ante la falta de resultados. Cognitivamente, en este caso, la línea punteada que se proyecta hacia la meta se interrumpe o se disuelve en el vacío.
6. Marcador de actitud
“Hoy, para variar, llovió todo el día.” (For a change)
[= ironía, porque se da en un contexto en el que hace días que llueve]
La construcción “para variar” se ha gramaticalizado como marcador de actitud. Ya no señala un propósito real (no se hace algo “para variar”), sino que introduce una evaluación subjetiva sobre la situación. Puede implicar ironía, molestia, sorpresa o resignación, según el contexto. Aquí, la CP con PARA no proyecta acción futura: se orienta hacia un patrón mental de lo esperado o lo habitual y lo contrasta con lo observado, y concluye que es más de lo mismo. Pero también podría significar ‘sorpresa’ por darse un hecho diferente del que se daba:
"Hoy, para variar, salió el sol"
(= sorpresa, porque efectivamente, salió el sol después de llover varios días).
7. Punto máximo en una serie
“Me caí, se me rompieron los zapatos y para colmo (= y encima/ por añadidura) comenzó a llover.”
(To top it all off).
En sentido estricto, el 'colmo' es la parte de algo que rebasa el límite del recipiente que lo contiene, y sobresale por encima de sus bordes (sentido que se puede apreciar muy bien en su equivalente inglés). Por extensión, la expresión se usa para indicar algo que excede el límite de lo esperado, de allí que pueda reemplazarse por expresiones como “encima” o “por añadidura”. “PARA colmo”, entonces, marca ese momento en el que algo alcanza su punto crítico, cuando se ha llegado al límite de lo que puede considerarse soportable o razonable.
Aquí no se trata de un objetivo proyectado desde el inicio, sino de un punto de evaluación máxima al que se ha llegado después de acumular varios hechos previos. “Para colmo” no señala una meta por alcanzar, sino una cima emocional o un punto límite, que requiere de un repaso mental de lo ocurrido para ser comprendido.
Una versión notable de esta expresión es “para colmo de males”, que indicaría algo así como “aquello que termina siendo peor que todos los males mencionados con anterioridad”. En este uso, la CP con PARA no señala una meta futura, sino el punto máximo hasta donde ha escalado una situación. Funciona así como una especie de “techo evaluativo” que corona o sella el cúmulo de infortunios previos. Y esto es lo que mi imagen representa visualmente: los ojos del hablante miran hacia atrás y reconstruyen por un lado el recorrido de hechos que se acumulan y por otro el punto límite que se ha alcanzado. El hablante evalúa lo ocurrido y decide: “visto y considerando todo lo ocurrido, esto supera mi grado de tolerancia”.
8. Evaluación atenuadora
“¿Llorando por eso? ¡No es para tanto!”
(It’s not a big deal).
La expresión no es para tanto introduce una evaluación atenuadora. El hablante establece una comparación entre la reacción observada y su propia escala emocional. PARA conecta la situación con una “rúbrica” mental que mide lo adecuado o desproporcionado de la respuesta. A diferencia de “para colmo”, aquí no hay acumulación, sino desajuste entre reacción y hecho. En la ilustración, un ojo mira la escena, y el otro, la escala interna. En este caso, el hablante minimiza la magnitud de la reacción ajena, en contraposición a una escala emocional interna que se toma como referencia: lo ocurrido no es de una magnitud que merezca o amerite llorar.
En mi ilustración, uno de los ojos del observador/hablante se dirige hacia la niña que llora, mientras el otro se orienta hacia su propia “escala emocional”, que le permite evaluar la intensidad del llanto en relación con la gravedad real del hecho. En este caso, el juego de los ojos es ligeramente distinto al de “para colmo”. Aunque se mantiene el principio de mirada dual, aquí el enfoque está puesto en una comparación directa entre reacción y acontecimiento. A diferencia de “para colmo”, no se trata de una acumulación de eventos previos, sino de un desajuste entre lo que sucede y lo que se considera una reacción razonable.
9. Vínculo simétrico
“Juan y Pedro son tal para cual: igual de irresponsables”
(… are made for each other/are two of a kind).
En esta construcción no hay evaluación ni meta. La CP con PARA funciona como vínculo simétrico entre dos figuras que se reflejan una en la otra. Lo que se afirma de uno aplica al otro: irresponsabilidad, terquedad, desparpajo. En este caso, la ironía de “igual de irresponsables” aclara que la coincidencia no es precisamente deseable. Por eso, la traducción al inglés como two of a kind funciona mejor que made for each other. La primera puede tener tono irónico, mientras que la última tiene casi siempre un matiz positivo, romántico o afectivo. Con esta construcción el hablante traza una línea de equivalencia conceptual. La ilustración muestra dos personajes que se espejan (pero, en este caso, con rasgos negativos).
Conclusiones
Las construcciones idiomáticas con PARA exhiben una notable riqueza expresiva que va más allá del valor prototípico de meta o destinatario. Como señala Romo (2016), la CP con PARA establece una orientación funcional entre una figura (persona, acción o situación) y un punto de referencia conceptual. Este punto puede adoptar distintas formas:
Un marcador discursivo (“para empezar”, “para terminar”),
Una referencia temporal o límite (“para entonces”),
Una extensión indefinida en el tiempo (“para siempre”),
Un marco evaluativo o escala (“no es para tanto”),
Un punto culminante en una serie (“para colmo”),
Una relación de simetría o correspondencia (“ser tal para cual”).
En muchos de estos usos, la CP no proyecta una acción hacia un objetivo futuro, sino que establece un anclaje cognitivo desde el cual se interpreta lo que ocurre. Ese anclaje puede estar en el pasado, en el presente o en un plano puramente mental, como ocurre cuando el hablante compara una situación con una escala hipotética (“No es para tanto”) o ironiza sobre lo previsible (“Para variar”).
Por este motivo, más que afirmar que “PARA siempre” implica ‘tener una meta en mente’, conviene ampliar la noción. En estos casos, la construcción introduce un faro conceptual —ya sea una meta, una escala, una fecha, una serie o una relación— que orienta o filtra el significado de la acción o del juicio emitido.
Así, mientras en algunos casos esta CP se comporta como un vector hacia el futuro, en otros opera con una lente retrospectiva o evaluativa, desde la cual organiza, valora o ironiza sobre los hechos. Como se observa en algunas expresiones idiomáticas analizadas, los sentidos predominantes giran en torno a la evaluación, la comparación y la opinión, además de otros valores que, a modo de cierre, quedan representados en el esquema final (Fig. 10). En él he intentado representar la red semántica general de las CP con PARA, en donde podemos ver las tres líneas de sentido: el contenido espacial, el temporal y el nocional.
Referencias:
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Brisbane, 15/09/2025
Antes de abordar otros valores más abstractos de PARA, conviene aclarar un punto metodológico que me parece crucial en todo esto. Como se ha ido viendo en mis anteriores entradas, en lugar de analizar la preposición de forma aislada, he preferido centrarme en las construcciones prepositivas (CP) con PARA, es decir, en cómo se usa estas estructuras en relación con su contexto.
Esta elección no es casual. Como explica Romo Simón (2016, p.398), PARA (como ocurre también con otras preposiciones españolas) proyecta una imagen esquemática básica, pero el sentido concreto solo se actualiza dentro de la relación funcional que establece con el verbo o el término que introduce en un contexto determinado. En otras palabras, lo que realmente transmite significado no es la preposición aislada, sino la construcción completa, que activa una imagen mental específica dependiendo del propósito, la evaluación o el tipo de relación que se establece (su “orientación funcional”).
Cuando hablamos de PARA, no siempre se trata de ir físicamente de un punto A a un punto B. Lo que esta preposición hace, según Romo, es unir un ente (la figura principal de la que hablamos, en este caso A) con su punto de referencia (PR, en este caso, B), que establece un propósito, motivo o razón de ser del primero. Por ejemplo, en “comida para perros”, la comida no se mueve hacia los perros, pero se entiende en función de ellos. Los animales son su PR y lo que explica o justifica la existencia del alimento. PARA, así, vincula el ente (la comida) con un PR (los perros) que le da sentido. NO es una comida cualquiera, sino que está hecha con una finalidad concreta: los perros. Lo mismo ocurre con “He comprado un regalo para Elena”. En este caso, la conexión funcional que se establece es que Elena (PR) es la destinataria del regalo (ente) que he comprado. Ella es el propósito o motivación de mi compra. Por otra parte, este PR no siempre es físico ni aparece alcanzado en la escena, como hemos venido viendo en mis entradas anteriores.
Asimismo, Romo Simón (2016, p. 497) sostiene que “los usos potenciales de una preposición ―y de cualquier unidad lingüística― dependen de la creatividad y la intención comunicativa del hablante, y cada unidad lingüística puede tener una concreción semántica diferente en cada una de las producciones en las que se active”. Sin embargo, no podemos obviar que estos usos variados derivan de una única y estable imagen metalingüística o esquema conceptual subyacente (Romo Simón 2016, p. 120). Teniendo en cuenta estos puntos, en esta entrada analizaré cómo diferentes construcciones con PARA expresan disposiciones, valoraciones, comparaciones y otras proyecciones más abstractas, pero siempre dentro de los parámetros del mismo esquema visual que hemos venido viendo.
Otra vez la finalidad
En primer lugar, voy a detenerme en una variante que pertenece todavía al dominio de la finalidad conectada con otra que ya había explicado anteriormente con infinitivo. Sin embargo, esta nueva construcción que veremos introduce un matiz esencial: la no-declaración del resultado. Me refiero a las construcciones con PARA QUE + SUBJUNTIVO, en las que en lugar de justificar u orientar la acción principal, el hablante proyecta una consecuencia esperada que no depende del mismo sujeto agente ni está bajo su control directo .
En mi entrada anterior analicé el caso de “Nora trabaja duro PARA ayudar a su familia”, donde explicaba que mejorar la calidad de vida de su familia constituye el propósito u objetivo que guía y estructura todo el esfuerzo laboral del sujeto. La CP con PARA introduce en este caso una finalidad concreta: el bienestar familiar como meta deseada que da sentido a la acción de Nora.
Junto a esta construcción con infinitivo tenemos otra que se construye con una cláusula final con verbo conjugado en subjuntivo y sujeto diferente: “Nora trabaja duro PARA QUE su familia ESTÉ mejor”. Desde el punto de vista cognitivo, este tipo de construcción conserva el mismo esquema de orientación hacia un objetivo, pero lo hace desde una posición de expectativa o intención proyectada sobre otro (en este caso, la familia). Asimismo, desde el punto de vista modal, el uso del subjuntivo refuerza la idea de que el hablante no declara esa mejora porque la plantea como un objetivo virtual que espera que su familia concrete con su ayuda (Ruiz Campillo 2012, p. 37).
Fig.1
“Nora trabaja duro para que su familia mejore.”
En este sentido, la cláusula funciona aquí como un marco conceptual completo: incluye el estado actual de las cosas (la familia en gris abajo), pero también la dirección en la que se espera su bienestar (la familia acomodada arriba en negro). Ese punto de referencia que justifica el trabajo duro de Nora no es un objeto, ni un lugar concreto, ni un momento, sino una construcción mental en donde se contrapone la realidad de la familia ahora y la meta que se espera que alcance (estar mejor). Aunque el estado actual no aparezca en la frase (por eso en el dibujo la representación aparece sombreada), su ausencia es lo que justifica el uso del subjuntivo: no se declara que su familia está bien AHORA, sino que se espera que haga un esfuerzo para estarlo en el futuro.
Si bien la diferencia es sutil, ambas estructuras (con término nominal o con cláusula) pueden considerarse equivalentes desde el punto de vista comunicativo. Por eso, no me parece necesario insistir en esta distinción, salvo que surgiera la duda en cursos de niveles avanzados. En ese caso, se podría recurrir a ilustraciones como las incluidas aquí, que ayuden a visualizar cómo el hablante modula su relación con el resultado.
Otros usos nocionales
Evaluación
Si seguimos mentalmente la secuencia de las manifestaciones semánticas de PARA a partir de la idea de identificación del beneficiario (“Trabaja duro para su famlia”), podemos percibir un hilo conductor que se extiende con nuevos matices a contextos más abstractos y evaluativos. En todos los casos, esto se hace sin perder su estructura básica de orientación hacia un punto que se toma como referencia y que justifica la acción principal.
En casos como “Javier es muy alto para su edad”, la CP con PARA también introduce una comparación, pero no lo hace de manera directa ni absoluta. No se dice simplemente que Javier es alto, sino que lo es en relación con un marco específico: su edad. Es decir, en relación con la que se espera de niños de su edad (PR), esa altura resulta destacada.
Lo interesante de este tipo de construcciones es que, además de marcar una comparación, activan un juicio implícito o una evaluación. El hablante no solo compara, sino que también sugiere que la altura de Javier no es la habitual, que llama la atención o que se sale de la norma. En este sentido, la CP con PARA no se limita a señalar una referencia, sino que actúa como un filtro evaluativo: enmarca el adjetivo “alto” desde una perspectiva subjetiva o una normativa. Este tipo de construcciones muestran cómo la CP con PARA, lejos de usarse solo para indicar metas o destinos, también puede introducir puntos de vista desde los que valoramos o interpretamos la realidad.
Fig.2
“Javier es muy alto para (un niño de) su edad.”
Se trata, por tanto, de una situación en la que intervienen normas o valores de referencia que pueden alcanzarse o sobrepasarse (RAE 2009, 29.8l). Así, queda claro cómo la CP con PARA mantiene un valor comparativo que convierte al grupo de referencia en un criterio o parámetro de evaluación.
Evitar una situación desventajosa
En el ejemplo siguiente, otra vez, no hay destino real ni trayecto, pero sí una orientación funcional (motivación) hacia un estándar social o criterio colectivo que impulsa la conducta sin expresarse directamente:
Fig. 3
“Para no ser menos, Jorge se compró un coche más grande.”
En este caso, “no ser menos” funciona como PR desde el cual se evalúa la acción de Jorge. Es decir, el hablante nos sugiere que Jorge no se compró el coche por necesidad, ni para alguien, ni siquiera por gusto, sino porque quiere estar a la altura de otros. No lo dice de forma explícita, pero se entiende (y la imagen lo demuestra): hay una comparación implícita con un grupo social que parece tener coches grandes, y Javier actúa en relación con ese estándar del que no quiere quedar excluido.
Un elemento interesante de este ejemplo es que la comparación no describe la superación de una norma o estándar, como veíamos en el caso de la altura de Javier, sino el rechazo de una situación desventajosa. La CP establece un punto de referencia implícito: se compara con lo que otros han hecho y justifica por qué la persona decide adquirir un coche más grande. El objetivo aquí no es alcanzar una meta deseable, sino evitar quedar fuera de lo que se considera socialmente esperado. Como solía decir una famosa publicidad de tarjetas VISA: “Pertenecer tiene sus privilegios”. Y, en efecto, la acción en este caso está motivada por el deseo de no quedar excluido de lo que se percibe como prestigioso en el contexto en que Jorge se desenvuelve.
Como puede observarse, en estas CPs con PARA + infinitivo negado la acción principal trata de evitar precisamente aquello que se predica con el infinitivo negado. En mi ejemplo, la acción (comprarse un coche más grande) tiene como justificación evitar el hecho de no estar a la altura de los demás (no ser menos).
Lo mismo podríamos decir de “Para no parecer una más del montón, Etelvina pintó la fachada de su casa de rojo furioso.” En este caso, la mujer realiza una acción con el propósito de evitar una situación no deseada. Su acción (pintar la fachada de rojo furioso) está guiada por un objetivo estratégico o deliberado, incluso si es algo llamativo o provocador. Se trata de evitar lo que se considera como una imagen negativa (ser del montón) y construir otra (ser única o escapar de los parámetros esperados).
Este tipo de usos muestra cabalmente cómo estas construcciones con PARA pueden vincular una acción no con una meta literal, sino con un marco evaluativo desde el cual esa acción o estado se interpreta. Es un uso altamente nocional, donde la orientación que establecen no apunta a un lugar ni a una persona, sino a una valoración implícita. En todos estos ejemplos, la CP con PARA conserva una misma estructura de orientación: algo se presenta en relación con una expectativa, un estado deseado o un patrón mental que sirve de guía (vínculo funcional). No se orienta hacia un destino físico, sino hacia un espacio conceptual donde se mide, valora o justifica lo que se dice.
Objeción
Si en los casos anteriores la orientación funcional se dirigía a alcanzar o mantener un estándar para evitar una situación desfavorable, en los valores concesivos se conserva esa misma relación entre el ente y su punto de referencia, pero el resultado se aparta de lo esperado: la acción o el estado se producen a pesar de la expectativa asociada a dicho PR: “Para ser un principiante, toca bastante bien la guitarra” (= “A pesar de/Pese a ser un principiante, toca bastante bien la guitarra”). En estos casos, la CP presenta una contradicción implícita: introduce una situación que parece contradecir o limitar la expectativa general sobre la acción principal, pero que, en realidad, no la impide. La expectativa aquí sería que alguien que es “principiante" no puede tocar muy bien, pero el hecho es que lo hace “a pesar de eso”.
Opinión
En otros casos la CP con PARA equivale a la preposición SEGÚN (RAE 2009, 29.8l) o a la idea de ‘en mi opinión’ y suele aparecer con frecuencia en posición inicial. Esto pasa cuando introduce complementos nominales o pronominales que se refieren a la persona que mantiene un cierto punto de vista:
Fig.4
“PARA mí, en eso hay gato encerrado.”
La expresión "PARA mí" en el ejemplo anterior no funciona como un simple trayecto o una indicación de dirección, como en frases como “PARA la tienda”, donde implicaba movimiento hacia un destino. En este caso, “PARA mí” resalta la percepción personal del hablante y señala que lo que ocurre debe interpretarse desde su punto de vista puramente subjetivo. Es decir, la construcción refleja que la interpretación de la situación es una simple opinión, basada en el efecto que esa situación tiene sobre la mente o las percepciones del agente. En este caso, la relación entre su evaluación y el hecho descrito sobre la existencia de algo turbio no queda confirmada por completo.
Como bien observa Llopis García (2015, p.62), con esta estructura no se afirma nada de forma definitiva. Eso exime al hablante de asumir el peso de una declaración categórica, pero igual le da espacio para compartir lo que piensa con libertad. Este uso de "PARA mí" indica que el hablante está reaccionando emocional o cognitivamente a algo que está percibiendo como ‘sospechoso’ o ‘raro’. Se trata de una proyección de opinión, equivalente a decir "en lo que a mí respecta" o "según mi juicio". Una vez más, vemos cómo se posiciona el hablante respecto de una situación en función de su propia percepción. El punto de referencia es aquí el punto de vista del hablante. La expresión sugiere que, según su impresión o pálpito, algo está fuera de lo común o genera desconfianza, aunque no pueda probarlo con certeza.
En mi próxima entrega sobre la CP con PARA espero poder terminar con mi estudio sobre sus distintos valores. Para tal fin, exploraré algunas expresiones idiomáticas que había prometido estudiar para este mes, pero que, por falta de espacio, he preferido dejar para el próximo.
Referencias
Llopis-García, R. (2015) Applied Cognitive Linguistics and L2 Instruction. Cambridge: Cambridge UP.
Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Ruiz Campillo, J.P. (2012). “The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish”. En Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
Brisbane, 15/08/2025
En el capítulo anterior analicé los valores más accesibles de algunas construcciones con PARA, comenzando por aquellas que tienen un sentido espacial —el más visual y concreto— y extendiéndome luego a otras proyecciones temporales. Como vimos, estas construcciones preposicionales (CP de ahora en más) organizan la acción en función de una meta prevista: un lugar al que se desea llegar, un momento límite que da sentido al desarrollo de la acción o una salida anticipada que se perfila como inminente. Pero no todas las metas tienen forma de coordenada o de fecha. En esta nueva entrada, me adentraré en sus usos nocionales.
Ya en mi anterior posteo había terminado con algunas situaciones en donde la meta no es un punto físico ni temporal, sino una idea más abstracta, como por ejemplo una disposición interna del hablante (“Hoy sí estoy PARA una buena charla” o “Después de esta noticia, estoy PARA festejar”).
¿Qué tienen en común expresiones como “No estoy PARA bromas”, “Compré un regalo PARA Ester” o “Las toallas sirven PARA secarse”? Todas ellas nos muestran que la construcción con PARA no solo orienta la acción hacia una meta, sino que organiza cognitivamente la relación entre un sujeto, un objeto o una acción, y el fin que se le atribuye. En algunos casos, como en “No estoy PARA bromas”, esa relación implica una disposición personal o actitud del hablante. En otros, como “Las toallas sirven PARA secarse”, se trata de una función utilitaria prevista que da sentido al objeto. En todos estos ejemplos, lo nocional emerge cuando lo previsto no es un lugar ni un momento, sino un sentido atribuido, una finalidad imaginada, un estado funcional o incluso una actitud interior (Grković 2012, p.342). Veamos esto con ejemplos concretos e imágenes.
Nótese que estoy hablando de CP con PARA y no simplemente de “la preposición PARA”, ya que el valor de esta forma gramatical no depende solo de la palabra en sí, sino de su aparición en contextos que le dan forma y sentido. En línea con los enfoques de la gramática cognitiva y de uso, se entiende que el significado no está contenido en la preposición aislada, sino que emerge del patrón completo en el que se inserta.
El campo nocional
Dentro del campo nocional, los usos de estas CP con PARA pueden entenderse como proyecciones cada vez más abstractas de la misma estructura básica que veíamos anteriormente: la orientación hacia una meta que no siempre se ve, pero se presiente.
En lugar de separar artificialmente significados como ‘finalidad’, ‘propósito’, ‘intención’ u ‘orientación’, puede resultar más pedagógico considerar que todas estas construcciones con PARA comparten un mismo esquema mental: el de una acción que se organiza con esa meta en mente. Aunque esta vez voy a presentar estos valores por separado para facilitar su análisis, es importante tener en cuenta que todas estas variantes se apoyan en esa misma estructura cognitiva, por lo que las variaciones en las ilustraciones son mínimas.
· Orientación o intención
Una de las formas más comunes de usar una CP con PARA de manera figurada es en expresiones que indican la orientación o intención detrás de ciertas acciones (RAE 2009, 29.8k). Esto significa que la CP nos indica cuál es el propósito de la acción que realiza el verbo principal.
Por ejemplo, para alcanzar un objetivo en nuestra vida profesional, nos podemos proponer una serie de acciones concretas que nos lleven a él: “Estudia PARA (ser) doctora”. Aquí, toda la acción realizada por el sujeto en su vida estudiantil tiene como objetivo graduarse como médica: asiste a clases, prepara exámenes, lee artículos científicos, hace prácticas en hospitales, participa en seminarios, estudia anatomía, realiza trabajos en grupo, y muchas otras tareas que adquieren sentido en función de esa meta profesional que guía cada una de sus acciones.
Fig. 1
“Estudia PARA (ser) doctora.” (Estudia con el objetivo de alcanzar el grado de doctora).
En la ilustración, el desarrollo de la actividad de estudiar se orienta hacia el objetivo de ser doctora (representado por el disco con un punto luminoso que exhibe una figura recién graduada). En este caso, “Estudiar PARA (ser) doctora” no se refiere simplemente a un resultado puntual, sino a un marco que organiza muchas acciones parciales bajo un mismo horizonte de sentido. En la animación, esto aparece representado por una larga línea que se encamina hacia el objetivo, marcando el recorrido que da coherencia a todas esas acciones intermedias, aunque sin llegar al último estadio, ya que se trata de una orientación.
· El destino o utilidad que se les da a los entes
Esta finalidad que veíamos más arriba puede entenderse también como el destino que se les da a las cosas: “Estas gafas son PARA el sol” (= Las gafas tienen la finalidad de protegernos del sol). Si bien la relación no se dice directamente, el hablante da por hecho que el oyente conoce el propósito habitual de las gafas de sol, que es protegerse del astro. Esto se debe a un conocimiento común sobre las gafas de sol y su uso, lo que hace que esa inferencia sea natural para cualquier persona que escuche la frase.
En otros casos, la CP puede tener como término un infinitivo explícito, con el mismo sentido: “Las toallas sirven PARA secarse” (= Las toallas tienen como finalidad secar). Ahora bien, en estos casos, lo importante no es tanto una meta que se quiera alcanzar, sino el uso previsto: aquello para lo que el objeto fue pensado. Pero si bien este uso previsto le da sentido al objeto, también justifica su existencia: las toallas son lo que son porque fueron hechas PARA secarse.
Fig. 2
“Las toallas sirven PARA secarse” (las toallas existen con el fin de cumplir la acción de secarse).
Dentro de esta categoría podríamos incluir casos como los siguientes:
“Este canciller no sirve PARA defender los intereses del país” = Este canciller no cumple con el propósito de defender los intereses del país.
“Guillermo es ideal PARA ese trabajo en el que se presentó” = Guillermo tiene las habilidades adecuadas que le permiten alcanzar su objetivo laboral.
En estos ejemplos, la CP con PARA se refiere a la aptitud o adecuación de individuos para cumplir una función o propósito determinado. Denota aquí que se está evaluando la utilidad o capacidad de servicio del canciller o de Guillermo con respecto a una función específica (trabajo o defensa de intereses). En ambas oraciones, la construcción relaciona un sujeto con una tarea que debe realizar, pero en uno de los casos, la persona es adecuada (ideal) para esa tarea, y en el otro no lo es (no sirve).
Cognitivamente, se está apuntando a cómo esa persona se ajusta a la tarea o función, lo que se conecta con el concepto de utilidad o servicio. Una vez más, en estos contextos la CP con PARA introduce la idea de que algo o alguien tiene el valor o la capacidad de cumplir una función específica.
· El destinatario o ente afectado
Esta idea de ‘destino’, a su vez, puede concretarse en un destinatario o ente afectado por la acción (“Compré un regalo PARA Ester” o “Recibí una carta PARA Elena”), que pasa a ocupar el rol de meta prevista. Es verdad que el referente que aparece como término de PARA es perfectamente identificable y concreto (Ester o Elena). Sin embargo, lo que esta CP con PARA organiza no es un desplazamiento físico ni una ubicación temporal, sino una relación de destino o afectación dentro de una red comunicativa o social. En ambos casos, la construcción con PARA nos muestra a quién está destinada en verdad la acción completa de ‘comprar o recibir algo’.
Fig.3
“Recibí una carta PARA Elena” / “Compré un regalo PARA Ester.”
En estos casos, Elena y Ester no son lugares ni plazos, sino personas que el hablante tiene en mente como meta afectiva o social, y que dan sentido a la acción. Lo importante no es si la carta ya fue entregada o si el regalo llegó a manos de su destinataria. Lo relevante aquí es que ambos objetos fueron producidos con alguien en mente. En efecto, la carta tiene valor comunicativo porque fue escrita pensando en Elena. Cuando el hablante la recibe, vincula el objeto con el nombre de la destinataria real al leer el anverso del sobre.
De forma paralela, el regalo cobra sentido como tal porque fue comprado con Ester en mente como destino afectivo o social. Por eso, en estos ejemplos, la CP introduce una relación nocional. No se trata de movimiento o tiempo. Se trata de una idea de destinación de quien escribió la carta (y que dejó atestiguada en el nombre y dirección que se lee en el sobre) o en la mente del sujeto que compró el regalo. En ambos casos, la relación de sentido se construye a partir de la presencia de un destinatario que justifica el objeto, ya sea porque lo espera, lo merece o lo necesita. Como vemos, en todos estos casos se plantea una vinculación en la que el objeto (el regalo o la carta) se organiza dentro de un esquema mental de entrega o destinación. Ester o Elena no representan una coordenada espacial, sino figuras dentro de un esquema que estructura la acción toda.
Nótese cómo, una vez más, el esquema visual es el mismo y la CP con PARA mantiene un valor prospectivo (es decir, introduce un punto de referencia ubicado en el futuro). Observemos que en los dos casos no sabemos si el hablante le dio la carta a Estela o el regalo a Marina. Sabemos, sin embargo, que ambas acciones se orientan en esa dirección (rasgo que podría remontarse a la preposición latina AD que veíamos en mi entrada anterior).
En conexión con la idea anterior nos encontramos con el sentido de ‘ente afectado’: “Los tacones de esos zapatos son peligrosos PARA mamá” = Los tacones de esos zapatos pueden poner en peligro la seguridad de mamá. En este caso, la CP con PARA señala que mamá es la persona que se ve afectada por el tipo de tacones. El término de la CP indica aquí que ella es la que padecería o sufriría las consecuencias del uso de esos tacones.
De este sentido también podríamos relacionar el de ‘meta afectiva’, que señala una justificación ética o solidaria: “Nora trabaja duro PARA ayudar a su familia” o “Antonio pide ayuda PARA los inmigrantes”
Fig. 4
“Nora trabaja duro PARA ayudar a su familia” (Trabaja duro con el fin de mejorar el bienestar de su familia).
Alcanzar una mejor calidad de vida para su familia es el propósito que orienta y direcciona todo el esfuerzo de Nora en su trabajo. La CP con PARA introduce una finalidad clara: el bienestar de su familia es la meta deseada que orienta toda la acción de la mujer.
Como se ve, por cuestiones pedagógicas, he reunido en una misma categoría —destinatario o ente afectado— a todas aquellas CP en las que PARA introduce un referente que recibe, experimenta o justifica una acción, un objeto o una cualidad. En muchos casos se trata de referentes animados, como en “una carta PARA Marta” (destinataria directa), “trabaja PARA su familia” (beneficio afectivo) o “Esos zapatos son peligrosos PARA mamá” (afectación negativa). Pero también pueden aparecer referentes inanimados, como en “Trajeron el repuesto PARA la cortadora” o “La intensa lluvia fue perjudicial PARA los campos”, donde lo afectado es un objeto o un espacio. Aunque varían en su naturaleza animada o inanimada y en su grado de participación, todos estos casos comparten una estructura común: la CP con PARA proyecta la acción hacia un punto de referencia que la justifica, la recibe o la padece, aunque no haya un movimiento real hacia él.
En mi próxima entrega sobre la CP con PARA abordaré otros usos que quizás sean los más abstractos y subjetivos de estas estructuras: la comparación y la opinión. Veremos cómo, en estos casos, ya no se proyecta una acción hacia una meta, ni se expresa un uso previsto o una intención, sino que PARA funciona como marco evaluativo o punto de vista conceptual. También exploraré algunas expresiones idiomáticas que intentaré explicar desde esta misma perspectiva, como “PARA empezar”, “PARA terminar”, “PARA la posteridad”, “PARA entonces”, “PARA variar”, “PARA nada” y “PARA colmo”.
Referencias
Grković, D. (2012). “Valores y algunos usos de las preposiciones por y para”, STRANI JEZICI 41, 4, pp.337-346.
Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/07/2025
El problema pedagógico con los términos contrastivos
En esta serie de entradas sobre POR y PARA surge un problema pedagógico crucial al que nos enfrentamos todos los profesores: la tendencia a presentar ambos términos de forma contrastiva. Sin embargo, la bibliografía consultada indica que este enfoque impone una carga cognitiva mayor que la que se requiere al explicar los usos de POR y PARA por separado (Brown 2014; Kissling et al., 2018, p. 237). Esto plantea un desafío importante para el docente, que se ve obligado a repensar cómo acercarse a la estrategia más efectiva desde el punto de vista pedagógico.
En efecto, cuando se presentan dos conceptos en forma contrastiva, el cerebro no solo debe procesar las características de cada palabra por separado, sino que también tiene que mantener en mente cómo se relacionan, en qué se diferencian, en qué se parecen y cómo se van extendiendo los sentidos de cada una. Esto implica una mayor activación de la memoria de trabajo para gestionar ambas informaciones en forma simultánea.
Por otra parte, para que el contraste sea efectivo, el profesor necesita estar constantemente diferenciando las características de cada término y explicar las situaciones en las que se debe usar uno u otro. Este proceso comparativo (entre los dos y dentro de la red de significados de cada uno) exige del estudiante que su cerebro esté en un estado de alerta cognitiva constante, lo que aumenta la carga mental. Su mente tiene que realizar un trabajo adicional al intentar visualizar las diferencias en los usos contextuales y semánticos de ambos términos, sin confundirlos.
Asimismo, al tratar con contrastes, es fácil que surjan confusiones si no se explica bien la relación entre las expresiones, sobre todo cuando algunos usos se solapan. Se deben crear entonces conexiones claras entre los conceptos. Esto nos obliga, como profesores, a ser aún más precisos en la organización del contenido y en la forma de explicar las distinciones. Las imágenes, en este caso, pueden ser de una gran ayuda. De esta forma, debemos diseñar un enfoque visual que le permita al estudiante reflexionar sobre el significado básico y entender qué motiva los diferentes usos y extensiones de estas preposiciones (Frago 2020, p.2).
Tres tipos de imágenes pueden sernos útiles a la hora de enseñar la gramática en clase de ELE: figurativas, que representan situaciones concretas con ejemplos prototípicos; icónicas, de tipo esquemático y abstracto, propias de la gramática cognitiva; y mixtas, que combinan ambos enfoques para representar construcciones más complejas. En esta entrada recurriré a distintos ejemplos de estos tipos.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que las imágenes no sustituyen al lenguaje verbal. Funcionan como un apoyo visual valioso, pero no siempre logran por sí solas expresar todos los matices del significado. Su eficacia aumenta cuando se integran con explicaciones, ejemplos y contexto comunicativo (Hernández-Torres 2024, pp.40-42).
Por todo lo dicho, desde el punto de vista cognitivo, presentar POR y PARA sin hacer un contraste directo entre ambos términos podría tener varios beneficios para reducir la carga cognitiva y facilitar la comprensión en un inicio. Y el uso de las imágenes para explicar los distintos sentidos de cada una de ellas podría darnos un mejor impulso para que el estudiante haga suyos los esquemas mentales que queremos transmitirle y ayudarlo para que pueda recobrarlos cuando llegue el momento de tener que elegir entre una u otra forma. Es por este motivo que en mis últimas entradas he presentado estas dos preposiciones en forma separada y me he valido de representaciones visuales para explicarlas.
Ahora vayamos a la cuestión concreta de la preposición PARA.
El origen de PARA
Una de las hipótesis más aceptadas sobre el origen de la preposición PARA plantea que proviene de la combinación de dos preposiciones ya existentes en el primitivo castellano: POR (heredera de las latinas PRO y PER) y A (del latín AD, que significaba ‘a’ o ‘hacia’).
Como vimos al estudiar POR, la preposición latina PRO podía expresar la idea de estar ‘delante de’ o ‘en relación con algo’, es decir, una posición alineada con un punto de referencia, sin implicar movimiento. PER, por su parte, aportaba la idea de recorrido o trayecto a través de un lugar. En tanto, AD, entre sus muchos sentidos, indicaba también aproximación a un límite. Cuando las dos primeras formas evolucionaron en POR y esta nueva forma se unió a la preposición A, derivada del AD latino, dieron lugar a una nueva preposición castellana que reunía estas tres nociones latinas a la vez: un recorrido (PER), una orientación o alineamiento respecto de un referente (PRO), y una aproximación a un límite (AD). Así surgió PARA, una preposición que pasó a designar acción guiada por un objetivo al que se intenta acercar o aproximar. Su valor primario estaría asociado principalmente entonces con esta idea de intención u orientación funcional hacia el punto de referencia que aparece como término de PARA.
Por otra parte, esta aglomeración de proposiciones que se dieron en PARA no es algo extraño en nuestra lengua. La agrupación de preposiciones es algo que suele darse con mayor frecuencia de lo que pensamos. Asimismo, es un fenómeno que permite expresar una variedad de relaciones que, al decir de Gili Gaya (1980, §186), “no se alcanza en ninguna otra lengua moderna: “salió de entre los escombros”, “desde por la mañana hasta por la noche”, “por de pronto”, "tener un gesto para con alguien". Y de hecho, podemos encontrarnos con hasta tres preposiciones: “desde por entre los árboles nos espiaban sin ser vistos” (Gili Gaya 1980, §186).
Según algunas investigaciones, la fusión de POR y A ya en lengua romance habría ocurrido principalmente en dos contextos: (1) en construcciones de lugar o tiempo, donde el grupo POR A (separadas) funcionaba como una variante de A y (2) en estructuras con POR + infinitivo, donde el infinitivo tenía un complemento personal introducido por A (Torres Cacoullos y Bauman 2018, pp.195-196). En esos casos, el complemento podía adelantarse, como en el ejemplo antiguo "soy venido por a ti visitar", en lugar de "por visitar a ti", lo que hoy en día equivaldría a "He venido para visitarte". Con el tiempo, la combinación POR A se fusionó en la forma PORA, que fue la variante predominante en castellano hasta el siglo XIII. Luego, por evolución fonética, comenzó a alternar con PARA, forma que se consolidó definitivamente hacia el siglo XV (Lliteras 1992, p.609, citando a Riiho).
Algunos modelos, como el propuesto por Lunn (1984), Melis (1992), Lam (2009) y Kissling et al. (2018) entre otros, sitúan el sentido espacial como el valor prototípico de PARA. Para Torres y Bauman (2014: 31-32), en cambio, PARA expresa, desde sus inicios, relaciones abstractas nocionales y no hay un período identificable en el que se destaque un significado espacial exclusivo o predominante. En esta entrada me apoyo en un enfoque histórico-funcional, que muestra que el valor más antiguo y estructurador podría ser el de la finalidad prevista. Desde esta perspectiva, mi enfoque — siguiendo a Romo Simón (2016)— no parte necesariamente de un esquema espacial como prototipo, sino de una estructura de orientación funcional. En términos más simples, se trata de una acción guiada por un objetivo, donde lo relevante no es “hacia dónde se va” en el espacio, sino “qué sentido tiene esa meta para el ente al iniciar su acción”. El foco de PARA está entonces en cómo la meta organiza el significado desde el momento en que se inicia la acción, no necesariamente en su alcance. A esto me refiero por orientación funcional.
El valor prototípico de la construcción con PARA: meta en mente
A diferencia de POR, que diversificó sus significados a lo largo de la historia, PARA ha mantenido bastante estable su valor original de indicar cómo la acción comienza con una meta en mente (Mendo Murillo 2024, p.257 y Romo Simón 2016, pp.401-402). Como decía, lo importante no es tanto llegar a esa meta, sino que ella dé sentido a la acción que comienza: es el motivo, el destino previsto, la finalidad o el límite que la organiza.
Una imagen muy clara para entender cómo la construcción con PARA marca una meta que guía nuestras acciones desde el comienzo es la de los objetivos de nuestros cursos que todos los profesores debemos redactar antes de comenzar nuestras clases. Como todos sabemos, los docentes nos fijamos metas que organizan todas las actividades que haremos en el aula en un período determinado. Durante ese plazo pueden surgir obstáculos —inasistencias de los alumnos o docentes, excesos de días festivos, o incluso alguna epidemia seria con suspensión de clases— que nos impidan alcanzar nuestros propósitos originales. Pero eso no cambia el hecho de que esos objetivos estructuran todas nuestras acciones. De manera similar se comportan las construcciones con PARA en una oración.
Teniendo en cuenta todo lo mencionado más arriba, tres son los sentidos que voy a destacar en las construcciones con PARA: el sentido espacial propiamente dicho, el temporal y finalmente los diversos sentidos nocionales, donde la meta ya no es ni un lugar ni un momento, sino una idea más abstracta (“para vivir mejor”), un destinatario (“un regalo para ti”), una causa final (“lo hizo para vengarse”), un uso (“herramienta para cortar”), una comparación (“es alto para su edad”), una evaluación (“para mí, está bien”), entre otros (Grković 2013, p.342).
Por cuestiones pedagógicas, comenzaré por el sentido espacial, por ser el uso más concreto, visual y fácilmente representable y entendible para los estudiantes. Una vez interiorizado este patrón de orientación, se podrá entender con más claridad cómo se proyectan sus valores temporales y nocionales. Hacerlo de esta forma nos permitirá construir progresivamente la red de significados de las construcciones que puede encabezar PARA sin sobrecargar al alumno con abstracciones desde el inicio.
Sentido espacial de las construcciones con PARA
Fig. 1: “Iban para el mar.”/“El barco zarpó para Brisbane.”/“El profesor salió para la universidad.”
Una imagen de la que podemos servirnos para entender la construcción con PARA es imaginarla como un faro: orienta el inicio de un desplazamiento con dirección a un punto predeterminado sin garantizar que se lo alcanzará (como veíamos en mi ejemplo de los objetivos escolares). Por eso, en mis ilustraciones, la línea no llega a la meta .
Mientras tanto, las dos líneas que salen del ojo del hablante indican lo que este enfoca mentalmente: por un lado, el inicio de la acción (representado por el cuadrado como punto de partida del círculo), observado por un ojo activo de color más nítido; por otro, la meta prevista (el pin iluminado), observada por un ojo tenue, de color gris claro o borroso, que simboliza una proyección o intención, sin afirmar si se llega o no a alcanzarla.
Como vemos, ese objetivo hacia el que se orienta la acción queda fuera del campo de visión del hablante pero, aunque se mantiene in mente, cumple un papel fundamental: da sentido a la acción e impulsa su inicio. El destello del pin representa esa fuerza que guía al sujeto y orienta su movimiento, como un imán. Parafraseemos los ejemplos anteriores para ilustrarlos mejor:
“Iban con el fin de llegar al mar, pero se detuvieron antes.
“El barco zarpó con el objetivo de llegar a Brisbane, pero una tormenta lo desvió.”
“El profesor salió con la intención de llegar a la universidad, pero se encontró con un amigo por el camino y se fueron a un bar.”
En los tres ejemplos, un sujeto de tercera persona plural, el barco y el profesor iniciaron su partida de un lugar con un objetivo en mente, pero diversas circunstancias hicieron que no llegaran a alcanzarse o se desviaran de él. La meta le dio sentido al inicio de la acción:
Fig. 2: “Va para la tienda” (ya sale con la finalidad en mente de ir a la tienda,
pero no sabemos si completó el recorrido hasta allí).
Fig. 3: “Tomaron la carretera para Madrid” (desde el comienzo decidieron tomar el camino que iba en dirección a Madrid, pero no se puede asegurar que ese fuera su destino final).
2. Sentido temporal
Si bien en muchos casos ese punto de referencia puede ser físico, como vimos en los ejemplos anteriores, la construcción con PARA también puede tener valores temporales y conceptuales, como señalar un límite temporal (“Quiero ese documento firmado para el martes”) o determinar el propósito o utilidad de algo (“Las toallas son para secarse”). En todos los casos, la imagen que deberíamos imaginar sería prácticamente la misma: la de mostrar un vínculo funcional entre dos elementos, donde uno (el sujeto) se organiza o se define en función de otro (la meta o finalidad prevista).
Para el sentido temporal, destaco dos subgrupos: un tiempo límite y un tiempo inminente. En ambos casos, la meta no es un lugar, sino un objetivo temporal de la acción. Aunque no haya una acción visible, la estructura consta de los mismos componentes: un origen, un trayecto funcional y un límite o plazo de la acción.
Fig.4: “Tendrás el proyecto listo para el martes.”/ “La reunión se prepara para las tres.”
Fig 5: “Ernesto viene para Navidad.”
Nótese que en todos estos casos la construcción con PARA establece un punto temporal concebido como el límite final de la acción. Ahora bien, esto no depende de la preposición per se, sino de un contexto mayor en que aparece la construcción. No importa si Ernesto llega exactamente el 25 o unos días antes: la acción se proyecta hacia ese horizonte temporal como límite o referencia de su llegada. Es una extensión clara del valor de meta, pero aplicada al tiempo. La acción está pensada con un límite temporal deseado, aunque no se garantiza su cumplimiento (“Ernesto viene para Navidad” o en días cercanos). Aquí, el sustantivo que sigue a PARA designa una fecha, momento o evento que actúa como punto de referencia. En todos los casos, la acción debe ocurrir antes o durante ese momento, pero no después.
Otro de los usos temporales es el de indicar la inminencia: “El barco está para salir”, “La sala está para barrer”, “Estaba para acostarme”. “Estos zapatos están para tirarlos a la basura”, “Está para llover”.
Fig. 6: “El barco está para salir.”
En la ilustración, el barco está dentro del cuadrado que representa su estado actual (aún sin partir). Una línea punteada desde el barco se extiende hacia afuera del cuadrado (origen), indicando el rumbo anticipado. El hablante observa la escena y proyecta, mediante un ojo tenue, la posibilidad de salida (el dibujo del barco sombreado y desplazado fuera de su punto de origen. Los destellos del disco, a la derecha, simbolizan la meta prevista: la partida del puerto. Aunque el barco no se mueve, la acción está perfilada mentalmente como inminente. En estos casos “ESTAR PARA” + infinitivo forma una perífrasis verbal que suele usarse para decir que algo está a punto de ocurrir, o que alguien o algo está preparado para realizar una acción.
Este valor temporal expresa una situación en la que algo está en condiciones de que una acción se produzca de manera inminente, sin especificar un punto exacto en el tiempo. Es más sutil que el anterior, y suele involucrar una interpretación del estado actual del sujeto como indicador de una salida que debería ocurrir en breve. En estos casos, la construcción con PARA no indica cuándo ocurrirá la acción, sino que la acción es posible e inminente, dada la disposición o estado del sujeto. Se trata de un valor temporal proyectado funcionalmente: no apunta a un tiempo explícito, sino a una inminencia interpretada desde el estado presente.
En la negación se hace más clara la idea de voluntad o inclinación, o de no estar en condiciones de hacer algo: “No está para salir todavía”. En estos casos, la percepción de inminencia se debilita y toma protagonismo una valoración subjetiva o situacional. Cuando usamos la negación con “ESTAR PARA + infinitivo”, el significado más común y natural suele apuntar a que el hablante considera que no es el momento adecuado para la acción, ya sea por falta de intención o voluntad (no quiere), falta de preparación (no puede), falta de condiciones externas (algo lo impide). Es decir, se expresa que no se está “listo” para que algo ocurra o para hacerlo, en un sentido amplio:
Hoy no estoy para salir. → No tengo ganas, no estoy listo, no es el momento.
No estamos para empezar la reunión todavía. → No es el momento porque no se han dado las condiciones.
La máquina no está para funcionar aún. → No es el momento porque quizá no está encendida o enchufada.
No estoy para discutir eso ahora. → No es el momento para hacerlo porque no tengo ánimo ni disposición para entrar en conflicto.
Estos sentidos nos sirven como puente para entender mejor los valores nocionales o conceptuales de las construcciones con PARA. En efecto, sin llegar a ser una perífrasis verbal, podemos encontrar algunos contextos con PARA + sustantivo que parecen mantener una estructura y significado similar de inmediatez: en un determinado momento algo está (o no está) listo, apto o preparado para una función o situación: “Los documentos están para la firma” (están a la espera de ser firmados), “Las entradas ya están para la venta” (ya se pueden comprar), “El pedido está para la entrega” (está preparado para ser entregado ya).
Oraciones como “El documento está para la firma” o "La casa está para la venta" nos muestran cómo la preposición PARA puede expresar un estado de disponibilidad: el documento está listo, preparado, en condiciones de ser firmado y la casa se ha puesto a la venta. Se trata de un uso funcional e inminente, donde la acción aún no se ha realizado, pero se percibe como inmediata y factible. Sin embargo, esta misma estructura también aparece en expresiones más personales, como “Hoy sí estoy para una buena charla” o “Después de esta noticia, estoy para festejar”, donde ya no hablamos de la preparación objetiva de algo externo, sino de una disposición interna del hablante. En este caso, las construcciones con PARA no señalan un estado físico ni una tarea pendiente, sino una actitud subjetiva: el deseo o ánimo de conversar o el entusiasmo que le produce la noticia. Esta transición, desde lo funcional hacia lo actitudinal, marca el comienzo de un campo más abstracto que analizaremos en la próxima entrada: el de los usos nocionales de las construcciones con PARA, donde dejan de señalar simplemente lo que está listo para hacerse, y empiezan a expresar cómo el hablante se ubica frente al mundo.
Referencias
Brown, H. Douglas. (2014). Principles of Language Learning and Teaching, 6th edn. White Plains, NY: Pearson.
Frago, J. (2020). “Un esquema, cuatro preposiciones”. MarcoEle. Revista de didáctica. Español lengua extranjera 31, pp.1-21.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona, Bibliograph 1980.
Grković, D. (2012). “Valores y algunos usos de las preposiciones por y para”, STRANI JEZICI 41, 4, pp.337-346.
Hernández-Torres, A.(2024). “El uso de la imagen para la enseñanza de la gramática en español desde un punto de vista cognitivo”. En V. Colomer Í Dominguez, , R. Navas y L. Villamediana González (eds.), ELEUK en acción , Reflexiones pedagógicas e investigadoras 3. Madrid: Instituto Cervantes, pp. 35-50. Disponible en https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/eleuk/03.htm
Kissling, E.; Tyler, A; Warren L. et al. (2018) "Reexamining Por and Para in the Spanish Foreign Language Intermediate Classroom: A Usage-Based, Cognitive Linguistic Approach." En A. Tyler, L. Huang y H. Jan (eds.). What Is Applied Cognitive Linguistics? Answers from Current SLA Research 38, Berlin, De Gruyter Mouton, pp. 229-256.
Lam, Y. (2009). “Applying Cognitive Linguistics to Teaching the Spanish Prepositions por and para”, Language Awareness, 18:1, 2-18, p. 2-18.
Lliteras, M. (1992).“Propuesta de explicación histórica de la oposición para/hacia”. En M. Ariza, R. Cano, J. Ma. Mendoza, et al (Eds). Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Tomo I, Madrid, Pabellón de España, pp. 606-611.
Lunn, P. (1984), The Semantics of por and para. Bloomington, Indiana: Indiana University Linguistics Club.
Mendo Murillo, S. (2024). “La polisemia de las preposiciones por y para: un estudio cognitivoconstruccional de redes semánticas basadas en corpus”. [Tesis doctoral, Universidad de Zaragoza. Servicio de Publicaciones.
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Torres Cacoullos, R. y Bauman, J. (2018). “Allative to purposive grammaticalisation
A quantitative story of Spanish para”. En M. Bouzouita, I. Sitaridou y E. Pato (eds.). Studies in Historical Ibero-Romance Morpho-Syntax, Amsterdam/Philadelphia, John Benjamins, pp. 195-221.
Brisbane, 15/06/2025
Después de haber explicado la mayor parte de los usos de POR, ¿qué hacemos con toda esta información? ¿Cómo ejercitamos esos significados y logramos que el estudiante los haga suyos?Aunque los libros suelen dar ejemplos, rara vez contextualizan lo suficiente como para que el estudiante entienda en qué situaciones reales se usan esas formas. Esto puede generar confusión y llevar a una aplicación de la lengua de forma mecánica y poco segura.
Por otra parte, tanto estudiantes como profesores nos encontramos con otro desafío muy relevante: la escasez de recursos que ofrezcan la información necesaria. A pesar de que corregimos los errores de los estudiantes, muchas veces no somos capaces de proporcionarles una explicación clara de por qué se utiliza una preposición en lugar de otra, como en el caso de POR y PARA. Esto puede llevar a que los alumnos se sientan inseguros y frustrados al no encontrar respuestas claras a sus dudas y que los profesores, por falta de herramientas, se vean limitados en su capacidad para ofrecer explicaciones más detalladas y contextualizadas (Navarro Carrascosa p.55).
Desde mi punto de vista, es importante ir más allá de la memorización. Se trata de fomentar una comprensión más profunda y flexible del idioma. En efecto, al explicar POR desde un enfoque cognitivo, intentamos que el estudiante vea la lógica que une sus distintos usos. Queremos que entienda el valor central de la preposición y pueda usarla con más naturalidad y eficacia.
Ahora bien, comprender esa lógica es solo el primer paso. La verdadera pregunta es: ¿cómo hacer que los estudiantes internalicen y adquieran esos usos? ¿Cómo transformar ese conocimiento en competencia activa? Lo que propongo aquí es una aproximación didáctica a la ejercitación basada en principios de procesamiento cognitivo y adquisición gradual.
Una estrategia didáctica eficaz para que el estudiante asimile la imagen mental asociada a una preposición consiste en el desarrollo de ejercicios visuales. Estos ejercicios no deben restringirse a la simple presentación de ilustraciones decorativas, sino que deben ser diseñados para activar y fortalecer las estructuras cognitivas subyacentes relacionadas con el concepto en cuestión.
En esta entrada propongo entonces que, en un comienzo, partamos de ejercicios simples, con oraciones cortas en las que los estudiantes deben elegir imágenes que representan de forma abstracta o esquemática algunos de los significados de POR que se introdujeron con anterioridad. Asimismo, es importante evitar en los inicios cualquier intento por establecer valores contrastivos con PARA, como suele hacerse tradicionalmente. La razón es clara: diversos autores —Croft 2001, Ellis 2015, Langacker 1987, Lewis 1993, Terrel y Krashen 1983— han cuestionado la eficacia de enseñar contrastes gramaticales desde etapas tempranas, señalando que puede generar una comprensión artificial, además de aumentar la carga mental del aprendiz.
Los significados gramaticales no tienen límites rígidos y depender demasiado del contraste puede simplificar en exceso la realidad del uso lingüístico. En contextos reales, las formas no siempre se excluyen mutuamente, sino que pueden solaparse o variar según matices de significado. Forzar al estudiante a distinguir contrastes demasiado pronto sobrecarga su procesamiento cognitivo y no respeta los ritmos naturales de adquisición.
Por otra parte, en lugar de enfocarse con exclusividad en las diferencias gramaticales, sería más valioso enseñar cómo se usa una forma de manera contextualizada, permitiendo que los estudiantes comprendan la relación natural entre las palabras tal como la perciben los hablantes nativos. Esto subraya la importancia de la adquisición intuitiva y la representación mental más que el contraste rígido.
En todos los casos, las oraciones de estos ejercicios han sido creadas ad hoc con el propósito de enfocar la atención de los estudiantes en las formas lingüísticas particulares, dependiendo siempre de los significados que se hayan explicado con anterioridad. Insisto: estos son ejemplos de cómo diseñar algunas actividades visuales partiendo de algunos de sus usos. El profesor podrá adaptar el diseño a los niveles y significados que vaya introduciendo.
En el primer ejercicio que se verá como ejemplo (Fig.1), el estudiante debe leer cada oración y pinchar en la letra de la imagen que mejor representa el significado de POR en ese contexto oracional. La imagen figurativa permite contextualizar la oración y los esquemas funcionan como una pista visual que le ayuda a pensar si la preposición expresa trayecto, duración, ubicación aproximada u otro de los sentidos trabajados en la presentación teórica que vieron en la presentación teórica. Si la respuesta es correcta, el recuadro con la letra se pondrá verde, indicando que ha acertado. Esto se puede hacer tanto como actividad de clase o subirse a la plataforma estudiantil como tarea fuera de clase.
Figura 1.
En el segundo tipo de ejercicio (Fig. 2), la pantalla está dividida en tres columnas. En la primera de la izquierda habrá nueve oraciones breves en donde aparece la preposición. En la segunda columna, hay doce animaciones (en formato .gif) que muestran esquemas visuales similares a los que se usaron en la explicación teórica. Y en la tercera aparece una lista de los valores de POR ya co los mismos rótulos vistos en las explicaciones (en este caso, desplazamiento en el espacio, duración en el tiempo, medio, causa, etc.).
La tarea del estudiante es doble. Primero, deberá relacionar cada oración con el esquema mental que le corresponde. Segundo, tendrá que identificar el valor de la preposición POR según los rótulos de la tercera columna, teniendo en cuenta que algunos esquemas pueden aplicarse a más de una oración. Como vemos, se trata de que el estudiante realice actividades específicas con el material de estudio, prestando atención a los esquemas para que vaya haciendo suyos los diferentes sentidos de la preposición que queremos que internalice.
Figura 2.
En el tercer tipo de ejercicios (Fig. 3), se vuelve a usar un formato con tres columnas, aunque con diferencias. En la primera columna hay tres oraciones. En la segunda, tres botones con opciones (A, B, C) que se relacionan con los esquemas de la tercera columna. Una de las oraciones no tiene un esquema correspondiente. El estudiante debe seleccionar el esquema adecuado para las dos oraciones que sí lo tienen y luego identificar cuál oración no encaja, y explicar por qué.
Figura 3.
En el cuarto tipo de ejercicios (Fig. 4), el diseño presenta dos columnas. En la de la izquierda los ejemplos textuales forman parte de un texto narrativo más largo y los esquemas y las letras que los identifican aparecen en la de la izquierda. El estudiante deberá leer el texto e identificar cada uso de POR de acuerdo con el esquema provisto.
Figura 4.
En todo momento nuestro objetivo es ayudar a que el estudiante trabaje con los esquemas metalingüísticos para que los interiorice, y así poder evocarlos cuando tenga que decidirse por la preposición correcta en su producción. Se ha tratado aquí de pensar en ejercicios progresivos, donde el espacio textual se va ampliando, pero el andamiaje conceptual se mantiene.
Como se ve, la clave está en la repetición inteligente: al exponer a los estudiantes en forma reiterada a estas imágenes, vinculadas a contextos distintos pero estructuralmente similares, se refuerza la imagen mental que acompaña a cada uso. Así, la preposición deja de ser un elemento opaco o arbitrario, y se convierte en una herramienta significativa que el estudiante puede usar con mayor confianza y precisión.
El enfoque visual-cognitivo permitiría, además, que los estudiantes transfirieran estos esquemas a situaciones nuevas. Ya no se trataría de recordar una regla, sino de activar un marco mental familiar que se adapte a contextos variados. En definitiva, enseñar POR con esta aproximación no solo clarificaría sus múltiples usos, sino que abriría una puerta a un aprendizaje más profundo, intuitivo y duradero.
Así llegamos al quinto tipo de ejercicios (Fig. 5), en donde han desaparecido los esquemas y solo queda el texto a la izquierda y los rótulos que identifican los diversos usos de POR, a la derecha. El estudiante deberá poner entre los paréntesis del texto las letras que identifican al uso de POR correspondiente y corregirse con la tabla de autocorrección. Asimismo, los ejercicios vienen acompañados por una guía de reflexión para que se evoquen los esquemas de cada uso que hemos hecho en la presentación teórica. Estos ejercicios no solo promueven la reflexión, sino que también refuerzan asociaciones mentales entre forma, significado y contexto.
Figura 5
Ahora bien, ¿cómo pasamos de estas actividades a la siguiente etapa, la de la producción? En principio, vamos a tratar con una etapa de preparación para la producción, que consideraremos como la fase seis (Fig.6). En esta, el estudiante deberá conectar las imágenes figurativas de la historieta muda con las oraciones desordenadas que se encuentran abajo y luego determinar el sentido que tiene POR en cada una. Pero esta vez no cuenta con ningún esquema sino con la imagen figurativa de la historieta y la posibilidad de imaginar el esquema correspondiente.
Figura 6.
Una vez terminada la fase seis, que prepara al estudiante para la historia que verá luego en vídeo, pasaremos a la etapa siete, la de la producción propiamente dicha. Se podría recurrir a relatos sonoros (historias producidas sobre la base de sonidos, sin imágenes) como los ya vistos en otras oportunidades o a vídeos mudos que le permitan al estudiante crear una historia y usar los usos aprendidos. Esto se puede trabajar de manera oral o escrita, tanto en clase como fuera de ella, ya sea de forma individual o grupal. Las posibilidades son muchas. Queda al profesor crear su banco de actividades.
Lo que a continuación propongo es solo un ejemplo para nivel intermedio con un vídeo mudo y solo doy aquí las actividades relacionadas con la preposición. El profesor podrá preparar, además, tareas para debatir en clase (la donación de órganos, la relación con las mascotas, la soledad de las personas mayores, etc.), como una actividad de discusión en charla que le permitiría apreciar el desempeño de sus estudiantes con el uso de POR.
_____________________________________
El hombre y el perro
Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=aMzZwjHAIPA
Actividad de reflexión y escritura: Usos de POR en una historia
Objetivo:
Que los estudiantes comprendan y utilicen los diferentes significados y usos de por en un contexto narrativo. La actividad fomenta la reflexión sobre cómo los detalles y acciones en la historia pueden expresarse a través de POR.
Instrucciones:
Reflexión sobre el video: Después de ver el vídeo y antes de comenzar a escribir, reflexiona sobre la historia. Piensa en cómo se desarrolló la historia entre el perro y su amo. Considera los momentos en los que el perro siguió al hombre, lo observaba, y cómo las acciones de ambos se desarrollaron a lo largo del día. Imagina cómo esos eventos pueden estar relacionados con los diferentes significados de POR.
1. Identifica los usos de POR
POR puede tener varios significados y en esta actividad se deben incluir al menos tres diferentes usos de la palabra en la historia:
1. Trayecto: POR se usa para hablar de movimiento o desplazamiento por un lugar en forma lineal o disperso.
2. Tiempo aproximado/impreciso: POR puede indicar un tiempo aproximado, indefinido o impreciso.
3. Localización aproximada: POR indica el espacio general donde ocurre una acción, pero sin ser precisos. No indica punto exacto, sino un área más amplia o difusa.
4. Medios de transporte o comunicación: POR se usa para indicar el medio a través del cual algo ocurre.
5. Intercambio o sustitución: POR se usa para hablar de algo que se da a cambio de algo o como sustitución.
6. Causa o razón: POR indica el motivo o la causa de una acción.
Escribe la historia usando POR: Ahora, escribe tu propia historia inspirada en el video. Deberás incorporar POR en diferentes contextos, utilizando al menos cinco de los seis significados que mencionamos. Puedes incluir escenas adicionales basadas en lo que viste en el video o inventar algunas nuevas.
Revisión: Después de escribir tu historia, revisa cuidadosamente para asegurarte de que has usado correctamente POR en los diferentes contextos que se mencionaron, según los esquemas que hemos visto.
Reflexión final: Para cerrar la actividad, escribe/debate en forma oral y en grupos pequeños una breve reflexión sobre cómo los esquemas te ayudaron a estructurar mejor las oraciones. ¿Crees que podrías explicar a tus compañeros el sentido prototípico de POR y sus sentidos derivados? ¿Qué dificultades encontraste al intentar usar POR en diversos contextos?
_________________________________________
Agrego aquí el vídeo de "El hombre y el perro" (anuncio de la Fundación Argentina de Transplante Hepático) y el vídeo con toda la visualización de esta entrada y con ejemplos de práctica.
El hombre y el perro
Visualización con las animaciones de esta entrada
Referencias
Croft, W. (2001). Radical Construction Grammar, Oxford: Oxford UP.
Ellis, N. (2015), “Implicit and Explicit language learning”. En P. Rebuschat (Ed.), Implicit and Explicit Learning of Languages, USA: John Benjamin, pp.1-24.
Langacker, R. (1987). Foundations of Cognitive Grammar Vols I y II. Stanford: SUP.
Lewis, M. (1993). The Lexical Approach. The State of ELT and a Way Forward, London: Language Teaching Publications.
Navarro Carrascosa, C.(2014). “De la gramática a lo práctico: las preposiciones en el aula de ELE”. Actas del 5º Seminario de Formación de Profesores de ELE. Centro de Estudios Hispánicos. Sarajevo. 24 de abril pp.54-70. Disponible en https://www.academia.edu/11782351/DE_LA_GRAM%C3%81TICA_A_LO_PR%C3%81CTICO_LAS_PREPOSICIONES_EN_EL_AULA_DE_ELE
Krashen, S. y Terrell, T. (1983). The Natural Approach Language Acquisition in The Classroom, Hayward (California): Alemany Press.
Brisbane, 15/05/2025.
En mis dos entradas anteriores, presenté los sentidos que generalmente se abordan en los niveles elemental e intermedio. En la primera, analizamos su valor de desplazamiento físico a través de un lugar y su desplazamiento temporal. En la segunda, describí cómo de estos conceptos se derivaron otros como 'aproximación temporal', 'desplazamiento inminente', 'medio', 'modo' y 'valor causal'.
Ahora bien, es precisamente este último sentido el que da origen a otros que suelen trabajarse en niveles más avanzados, como el valor concesivo; agente; final; de sustitución, representación, equivalencia e intercambio; de preferencia o apoyo; y valor distributivo y multiplicativo.
Valor causal > valor concesivo
Del uso causal que veíamos en mi entrada anterior podría desprenderse también el concesivo: “Por viejo que sea, todavía puedo ganarte la carrera” (= “Aunque sea viejo, todavía puedo ganarte la carrera”). En este caso, el hablante plantea que a pesar de existir una causa importante (ser viejo), el resultado final no se verá afectado. Es decir, la causa está presente, pero no tiene la fuerza o el poder suficiente para alterar la consecuencia que se predice, de allí que el sujeto aparece evadiéndola en la ilustración. Obsérvese el uso del subjuntivo en este contexto, que le resta importancia a esa causa dentro del discurso (Llopis-García, Real Espinosa y Ruiz Campillo 2012, p.111).
Fig. 1
“Por viejo que sea, todavía puedo ganarte la carrera.”/ “Por mí, que se maten.”
En este mismo sentido, también se entiende la postura de una persona que no objeta la acción del verbo principal, como en la expresión: “Por mí, que se maten.” Obsérvese que mi ilustración también puede dar cuenta de este significado.
Por otro lado, este uso podría interpretarse de manera condicional en un sentido implícito. En otras palabras, la frase podría sugerir también "Si de mí depende, no tengo problemas con que se maten", lo que tiene un matiz de aceptación o de no interés o no intervención activa en el asunto. Podríamos ver la construcción como relacionada con una idea condicional implícita. Esta imagen también captura ese concepto de indiferencia o de no involucramiento, pero al mismo tiempo, dejando claro que el problema sigue existiendo. En la ilustración vemos cómo el hablante se sitúa “al margen” del problema, rodeándolo o eludiéndolo.
Valor causal > agente
Otro uso que se desprendería del causal sería el de introducir al agente en oraciones pasivas, como en "Algunas casas fueron afectadas por la tormenta". Desde una perspectiva cognitiva, POR denota la fuente o el responsable de una acción.
En lugar de resaltar al agente de la acción en posición de sujeto, como lo haríamos en la estructura activa (“La tormenta afectó algunas casas"), con la estructura pasiva ponemos en foco al objeto afectado y en un segundo plano al agente. De hecho nótese cómo en mi animación el agente sale de escena habiendo transformado los puntos interiores con su paso. POR determina aquí quién o qué ejecutó la acción sin que este agente sea el sujeto principal de la oración. Pero también podemos ignorarlo completamente: “Algunas casas fueron afectadas”. Por este motivo, en mis imágenes el agente se colorea en gris y queda fuera de escena, se desfocaliza, mientras que los puntos internos cambian de color para representar los efectos producidos por él.
Fig.2
“Algunas casas fueron afectadas por la tormenta.”
Valor causal > valor final
De la idea causal se conecta también otra con un sentido final. Con verbos de movimiento en particular, se indica lo que se busca o persigue (Funes 2020, p.33):
“Corrió por el autobús porque se le estaba yendo” = “Corrió con el fin de alcanzarlo”. En este contexto, POR tiene la idea de “con el propósito o fin de alcanzarlo”.
“Fue al mercado por azúcar” = “Fue al mercado con el fin de comprar azúcar. “
Como vemos, con este sentido, la distinción entre los conceptos de ‘causa’ y ‘finalidad’ puede resultar más difusa (RAE § 46.1.2b). Más arriba veíamos que los sentidos causal y final eran compartidos en latín tanto por PER como por PRO. Un proceso lento condujo en castellano a la especialización de POR con valor de causalidad. Sin embargo, esto no impidió que en algunos contextos mantuviera a la vez un valor causal-final originario. Es decir, meta y móvil -lo que el sujeto desea y lo que lo mueve a actuar- confluyen (Melis 1992, p. 73).
"Luchó por su familia."
Causa: Luchó a causa de su familia. Su familia fue la razón que lo movilizó a actuar.
Finalidad: Luchó con el propósito de beneficiar a su familia.
"Trabajó mucho por un futuro mejor."
Causa: Trabajó mucho debido a su deseo de un futuro mejor.
Finalidad: Trabajó con el objetivo de alcanzar un futuro mejor, como propósito de su esfuerzo.
"Se esforzó por obtener un buen empleo."
Causa: Se esforzó debido a su deseo de obtener un buen empleo.
Finalidad: Se esforzó con el fin de obtener un buen empleo.
"Corrió por mejorar su salud."
Causa: Corrió debido a su deseo de mejorar su salud.
Finalidad: Corrió con el propósito de mejorar su salud.
Si el significado sigue siendo ambiguo, podemos reformular las oraciones con expresiones que hagan explícito si queremos hablar de causa o finalidad:
Para causa → usar "debido a", "a causa de", "por culpa de", "gracias a".
Para finalidad → usar "para", "con el objetivo de", "a fin de", "con la intención de", “con el propósito de”.
Más ejemplos:
“Se despertó temprano por la conferencia.”
Causa: Se despertó temprano a causa de la conferencia.
Finalidad : Se despertó temprano con el propósito de ir a la conferencia.
“Corrió por el autobús.”
Causa: Corrió debido al autobús que se le iba.
Finalidad: Corrió con el fin de alcanzar el autobús que se le iba
Si el contexto no deja claro este propósito, la lectura más natural seguirá siendo causal: “La conferencia era la razón por la que se despertó temprano”, “Corrió a causa del autobús”. En muchas ocasiones, para entender con qué sentido se está usando POR se debe recurrir a un análisis pragmático porque no solo se debe observar la gramática de una oración, sino también (1) el contexto en que se dice, (2) la intención del hablante, (3) el conocimiento compartido entre los interlocutores, (4) las inferencias contextuales. Todos estos puntos nos ayudarían a desambiguar ese límite impreciso entre causa y valor final. Nótese que el ejemplo del autobús, se podría entender también como que la persona "se desplazó corriendo dentro del autobús". Sin embargo, en este caso, la imagen mental sería diferente: se podría eliminar el triángulo y dejar el rectángulo amarillo como el espacio por el que se desplazó corriendo.
Aunque estas situaciones no aparecerán en los niveles intermedios, es bueno que el profesor esté preparado para saber enfrentarlas en niveles superiores y poder hacerlas más claras a partir de las imágenes.
Fig.3
"Corrió por el autobús que se le iba."
En la ilustración el sujeto se desplaza para alcanzar un propósito. Observemos que la imagen es similar tanto para causa como para finalidad. El círculo simboliza al sujeto; el triángulo, lo que se intenta buscar, perseguir o alcanzar; y la línea punteada el desplazamiento por el espacio que realiza el sujeto para obtenerlo, sobre todo con ciertos verbos de movimiento (“ir por leña”, “venir por el aviso”).
PRO > sustitución, representación, equivalencia e intercambio
De la preposición latina PRO, por otra parte, derivarían las acepciones que nuestro POR cubre para designar sustitución, representación, equivalencia e intercambio. En todos estos casos, nos encontramos con dos ítems que entran en juego. La imagen a la que acudimos es la misma: un ítem se desplaza hacia el espacio del otro y lo reemplaza con el fin de sustituirlo o representarlo. El ítem también puede ser equivalente a algo o canjeable por algo. En todos los casos se trata de ‘desplazarse para ocupar un lugar’. En la imagen, el ítem azul -originalmente a la derecha- pasó a ocupar el espacio que tenía el ítem rosa y viceversa. En el medio, unas manecillas señalan ese momento del reemplazo.
Fig.4
"Fue a trabajar por Juan."/ "El abogado firmó por su cliente."/ "Te doy 20 pesos por ese libro." /"¿Tomas a Elena por esposa?" / "Me tomaron por loco."
Sustitución: “Fue a trabajar por Juan” (= EN SU LUGAR). POR indica aquí que la persona está sustituyendo a Juan en su puesto de trabajo. Ocupa su lugar.
Representación: “El abogado firmó por su cliente que vive en el exterior” (= EN NOMBRE DE su cliente). POR indica que el abogado está representando al cliente en un trámite legal, actuando en su nombre o defendiendo sus intereses. Otra vez, ocupa el lugar que debería tener su cliente.
Equivalencia: “Te doy 20 pesos por este libro” (= este libro ES EQUIVALENTE a 20 pesos. Tiene un valor equivalente a 20 pesos). En este caso, POR refleja la relación de igualdad o paridad en el valor, estimación, potencia o eficacia de dos o más cosas o personas.
Otros ejemplos que podrían entrar dentro de esta categoría serían los casos de “¿Tomas a Elena por esposa?”. El uso de la preposición establece una relación de equivalencia entre un rol (esposa) y la persona concreta que lo ocupa (Elena). Desde un enfoque cognitivo, esto implica que la persona es reclasificada o reinterpretada dentro de una nueva categoría: Elena desempeña ahora el rol de esposa.
Podemos compararlo con expresiones como:
“Lo tomaron por un experto” → Se le asigna el papel de experto.
“Me tomaron por loco” → Se me percibe dentro de la categoría de ‘loco’.
En todos estos casos, POR denota que el sujeto en cuestión se asocia mentalmente a una nueva identidad, función o categoría. Así, en "Tomar por esposa", no se habla de un desplazamiento físico (como en otros usos de POR), sino de un desplazamiento conceptual, en el que una persona pasa a ocupar un nuevo rol.
Intercambio: Dicen los versos finales de un famoso bolero: “Y hasta la vida diera [= daría] por vencer el miedo/ de besarla a usted” (= A CAMBIO DE). El intercambio se refiere a la acción de dar algo a cambio de recibir algo, como un trueque o una transacción, y es un concepto más centrado en el canje de objetos, servicios o valores. En el caso del bolero POR está indicando que el yo lírico estaría dispuesto a dar su vida a cambio de conseguir un beso de su amada.
Como podemos ver, la diferencia con la equivalencia es sutil. Todo dependerá desde la perspectiva desde donde vemos la escena. La entendemos como un intercambio si la vemos desde el punto de vista de la acción de dar y recibir algo a cambio. Si consideramos la relación de valor entre las partes estamos ante una equivalencia.
Medio/causa/finalidad > preferencia o apoyo
De estas ideas de medio/causa/finalidad se podría derivar la de ‘preferencia’ o ‘apoyo’: “Votó por Pedro.” La persona se inclinó por Pedro como su candidato favorito, votó a su favor, es decir, dirigió su apoyo o preferencia a Pedro por sobre otros que quedaron por el camino. La acción de votar tiene como propósito o finalidad apoyar a Pedro, o sea, la intención de favorecerlo por sobre los demás candidatos. Este acto de votar no es una acción neutral. Al votar POR Pedro, la persona no solo está eligiendo una opción, sino que está dirigiendo su apoyo hacia él, y eso implica una especie de favor o preferencia. Como vemos, se ha partido de la idea de dirección ‘a través de’, pasando por las nociones de medio, causa y finalidad, hasta llegar al significado de ‘en favor de’:
Fig.5
"Votó por Pedro."
En la imagen los puntos internos son otras opciones que se le presentaban al sujeto, pero que desechó para concentrarse en uno solo como su elegido. Pasó por un proceso de selección hasta decidirse por su preferencia.
En la ilustración observemos que a lo largo de la línea de puntos, que simboliza un trayecto o proceso, circula un elemento (que podría representar la preferencia o el apoyo brindado). Este se detiene en diversos puntos intermedios hasta alcanzar su destino final, englobando ese punto específico. Esta imagen podría ilustrar cómo una persona o entidad dirige su apoyo de manera progresiva hacia un objetivo determinado, tal como sucede al votar a favor de una idea o candidato.
La idea de dirección o camino es clave aquí, porque efectivamente POR con el sentido de "a favor de" implica que algo o alguien está recibiendo apoyo o preferencia como consecuencia de un proceso. El uso de la línea de puntos simboliza precisamente los diferentes momentos, etapas o posibilidades que hay en ese proceso de apoyo, como un recorrido mental hasta llegar a la decisión final, desechando otras posibilidades. El hecho de que la rueda se detenga en el último punto y lo englobe refuerza la idea de que el apoyo se dirige finalmente hacia esa elección final. El movimiento, la dirección y la selección progresiva de ese punto final englobado reflejan cómo funciona el concepto de apoyo o preferencia a lo largo de un proceso de decisión.
Como vemos, se partió de la idea de desplazamiento 'a través de', pasando por otros puntos intermedios hasta llegar a una decisión o elección final. Es interesante recordar que este uso se suele dar con verbos como “decantarse”, “inclinarse”, “interesarse”, “optar”, “votar” POR, que presuponen la existencia de otras opciones entre las que el sujeto elige.
Valor distributivo y multiplicativo
El sentido original de la preposición POR, que denota movimiento a través de un espacio constituido por una serie de puntos (como veíamos más arriba), se extendió a situaciones en las que algo se distribuye de manera equitativa entre esos puntos. Por ejemplo, en frases como "La cena costó 280 dólares y como éramos siete, pagamos 40 dólares por cabeza/persona", la expresión "por cabeza/persona" indica que el costo total se reparte de forma justa entre todos los integrantes, de manera equivalente. Es decir, cada persona paga la misma cantidad, dividiendo el total de manera equitativa y proporcional entre cada comensal. Es este un uso derivado del PRO latino que, entre sus muchos sentidos, se interpretaba como ‘en proporción de’.
Por otro lado, el valor multiplicativo de POR implica un proceso inverso: repetir una cifra a lo largo de los "puntos del camino" (en este caso, los comensales). De esta manera, el valor que cada persona aporta es un punto más en el recorrido. Así, el total final se calcula repitiendo esa misma cifra parcial la misma cantidad de veces como cantidad de puntos (comensales) forman ese camino o espacio: "Cuarenta por siete nos da el total de 280 dólares". Nótese que en inglés la multiplicación se dice 40 times seven que podría ser traducido como “40 repetido o sumado 7 veces".
"La cena costó 280 dólares y como éramos siete, pagamos 40 dólares por cabeza/persona."
"Cuarenta por siete nos da $280 dólares."
Conclusión
En resumen, teniendo en cuenta esta entrada y las anteriores dos, los usos de POR relacionados con lugares tienen su origen en el significado de espacio que se atraviesa. Se señala una dirección o un recorrido, pero sin ser muy preciso. La imagen mental del desplazamiento por un espacio físico da lugar también a la idea del desplazamiento temporal.
Con el uso del POR temporal, vemos que la idea de una duración o extensión imprecisa proviene de su sentido espacial. Imaginamos el tiempo como si fuera un espacio que se extiende sin límites claros. Aunque sabemos que un espacio temporal tiene un inicio y un final (como en el caso de "por dos horas"), lo percibimos como algo indefinido, que ocupa una cierta extensión. Esta forma de pensar se refuerza cuando usamos nombres en plural sin artículo (como "Practicó por horas"), con un cuantificador sin artículo (como "por mucho tiempo") o con un artículo indefinido (como "un tiempo") (Funes 2020, p.43). Como vemos, la imprecisión es un elemento que se puede mantener como otro rasgo que comparten sus sentidos locativo y temporal.
Los usos metafóricos mantienen la idea de trayecto, de camino que hay que atravesar, y esto ha permitido que los sentidos se extendieran a significados de medio, modo, causa, final, agente, concesión, y otros que, a manera de síntesis, muestro en el siguiente esquema (Fig. 6). En él se aprecia la red semántica de esta preposición.
Espero haber cubierto la mayor cantidad de significados asignados a POR y que estas explicaciones mis colegas las encuentren útiles cuando llegue el momento de preparar sus clases.
Fig.6
Referencias
Funes, M.S. (2020). “Del espacio a la causa: el ítem polisémico de la preposición por”. Textos en proceso, 6(1), pp. 27-54.
Llopis-García, R.; Real Espinosa, J.M. y Ruiz Campillo, J.P. (2012). Qué gramática enseñar, qué gramática aprender. Madrid: Edinumen.
Melis, C. (1992). “La preposición para del español: un acercamiento a sus orígenes”. En R. Barriga y J. García Fajardo (eds.), Reflexiones lingüísticas y literarias. 1: Lingüística. Ciudad de México: El Colegio de México, pp. 69-86.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Brisbane, 15/04/2025
En mi anterior entrada reflexionaba sobre el origen y los usos de la preposición POR en español y cuáles eran las diferentes hipótesis sobre su evolución desde las preposiciones latinas PER y PRO. Argumentaba entonces que POR habría surgido de una combinación de ambas, lo que explica su amplia polisemia. Analicé cómo el origen de POR está relacionado con conceptos de desplazamiento o trayecto (derivados de PER) y de ‘sustitución’ o ‘representación’ (derivados de PRO), entre otros.
Partiendo de la gramática cognitiva, expliqué que el sentido más representativo de POR está vinculado al ‘desplazamiento físico’. De esta idea se desprenderán luego otros significados temporales, metafóricos y metonímicos. Algo fundamental que destacaba entonces era que esta preposición implica un trayecto que no necesita precisar el punto de inicio o llegada, aunque no significa que no puedan presentarse en el discurso. Esta posible ausencia agrega un grado mayor de imprecisión que caracteriza a POR.
En suma, POR conserva elementos semánticos de ambas preposiciones latinas, y su uso se extiende a través de diversos contextos relacionados con el espacio, el tiempo y con valores abstractos, formando una red de significados interconectados.
Pasemos ahora a otros sentidos que se desprenden de estos significados primitivos de POR y que se suelen incorporar en niveles intermedios de ELE.
Camino > medio > modo
Ese camino espacial o temporal que explicaba en mi entrada anterior se puede extender también a un nuevo significado: el de ‘medio para ejecutar algo’. Esto es, puede denotar el instrumento utilizado para conseguirlo: “Se comunicó por señas o por teléfono”, “Me mandó los datos por fax.” (POR = MEDIANTE, en ambos casos) (Frago 2020, p. 11).
Como una nueva extensión de este se desprende también el valor que designa ‘medios de transporte’: “Viene por avión”, “Viene por tierra”, “Viene por barco”. El rectángulo de mi ilustración es ahora el espacio o entidad que habilita o permite la acción de desplazamiento del ítem en cuestión. La línea simboliza cómo el ítem utiliza ese medio para llegar adonde fuere. Por lo tanto, el rectángulo (aquí en otro color o titilando) no es el sujeto ni el trayecto, sino que ahora representa el medio a través del cual se desarrolla ese recorrido.
Un hecho para destacar es que en muchos casos estos usos de POR, que suelen aparecer con sustantivos sin artículo, indican el medio o la herramienta que se utiliza para realizar la acción que se describe. Por ejemplo, en el caso de las dos personas que se comunican, las señas o el teléfono son el medio que hace posible el contacto.
Dentro de esta categoría podemos encontrar también muchas locuciones que expresan en muchos contextos la idea de ‘medio’: “por amor de Dios”, “por esta razón”, “por ejemplo”. También otras expresiones como “tomar el toro POR las astas” o “tomar a alguien POR el brazo”. En estos casos, POR señala cómo se está tomando una parte del cuerpo de una persona o animal como medio de control del sujeto o de influencia sobre él.
De este sentido instrumental se deriva el de ‘modo de ejecutar algo’ (es decir, la forma, manera o estilo en que se realiza una acción): "Lo hizo por la fuerza", "Lo vas a hacer por las buenas". La construcción prepositiva responde a CÓMO hizo la acción”. En este caso, el rectángulo representa ahora la manera en que ocurren los hechos: ya sea bajo coacción o de forma consensuada.
Hemos pasado así de un desplazamiento físico de algo para referirnos al instrumento usado para el desplazamiento (real o figurado) o al modo de realizar la acción. En mi ilustración he tratado de destacar esa idea de ‘instrumento’ o ‘modo’ mediante un cambio de color o, como se verá en la animación, con un parpadeo intermitente .
Todos estos sentidos puede representarse con la siguiente imagen:
Fig.1
"Se comunicó por señas." "Viene por avión." "Lo tomó por el brazo." "Lo hizo por la fuerza."
Desplazamiento disperso > Aproximación temporal
Decía en mi anterior entrada que el desplazamiento podía ser no solo lineal sino también serpenteante, disperso, impreciso: "Vive por Sídney" (en esa ciudad o en sus proximidades). De este último sentido surge el concepto de aproximación temporal (Kontturi 2010, p. 681) . “Pedro viene por Navidad" es un ejemplo perfecto de cómo la imprecisión que veíamos antes lleva a una idea de aproximación temporal. En este caso, no se está especificando una fecha exacta en que vendrá Pedro, sino que se está utilizando la Navidad (punto negro mayor en mi ilustración) como un punto de tiempo aproximado.
En esa situación se concibe el camino como un número indeterminado de puntos (en este caso, los días previos y posteriores a la Navidad). La expresión sugiere que algo ocurrirá cerca o en los alrededores de esa fecha (punto mayor), pero no necesariamente en ese momento exacto, y se entiende que es una forma más general de señalar el período en cuestión. Por este motivo, en la animación el sujeto gira alrededor de la Navidad, creando un espacio temporal que incluye algunos días anteriores y posteriores. Aquí, el rectángulo indicaría el espacio temporal más extenso (el mes) en donde se ubica el punto alrededor del cual se produciría la llegada (Navidad) y sus días cercanos.
Fig.2.
"Vive por Sídney". "Viene por Navidad."
Este tipo de expresiones son comunes cuando queremos ser flexibles con el tiempo o cuando no tenemos una certeza exacta, pero aun así queremos dar una idea general. De modo que, en lugar de decir "viene el 24 de diciembre", decimos "Viene por Navidad" para transmitir una idea aproximada que abarque todo el entorno de la fecha, como unos pocos días anteriores o posteriores al 24. De allí que algunos puntos más pequeños también quedan dentro del círculo. No se da una información precisa, sino que se ofrece una estimación o un panorama más difuso (Kontturi 2010, p.681).
Desplazamiento inminente
Sin embargo, cuando el término de la preposición es un infinitivo puede denotar un acto inminente, próximo a ocurrir: “El médico está por llegar”, “El barco está por zarpar” (RAE 2010, §28.3.2a). Es esta una idea que podríamos asociarla con la aproximación otra vez: “el médico está en las inmediaciones y, por lo tanto, a punto de llegar” o “la partida del barco está próxima a ocurrir”. De allí que podamos representar esta idea con la misma imagen que veíamos más arriba.
Valor causal
Ahora bien, el concepto de desplazamiento no solo denota un trayecto espacial o temporal, sino que se proyecta metafóricamente al dominio de las relaciones abstractas en general como, por ejemplo, el sentido causal, derivado posiblemente del de medio. El uso de POR para indicar causa se entiende como una extensión natural de su significado prototípico relacionado con el trayecto (Guerra Magdaleno 2014, p.848). En el caso de la causalidad, POR atraviesa un espacio constituido por diversas causas o motivos que permitirían llegar a una consecuencia, de la misma manera en que el pasaje por un camino nos lleva a un punto final. Estas causas se conceptualizan en mi imagen, otra vez, como una hilera de puntos (razones) que deben atravesarse para arribar a la conclusión: “Por todos estos motivos (que he analizado o expuesto), no creo que Agatha sea la asesina”. La conclusión se desprende después de haber circulado por esas razones.
Fig.3.
“Por todos estos motivos (que he analizado o expuesto), no creo que Agatha sea la asesina”.
Otro elemento para considerar es que cuando usamos POR en un contexto causal, no solo destacamos un hecho que genera una conclusión, sino que también implicamos que hay una conexión lógica o interpretativa entre ambos. Este vínculo no es necesariamente directo o físico, sino que puede requerir un proceso mental para entender cómo las causas influyen en las consecuencias.
Así, en “Lo hizo por miedo” no solo identificamos el miedo como causa, sino que también sugerimos un razonamiento interno: el miedo impulsó su acción. Es un proceso mental que explica la relación entre la emoción (miedo) y el comportamiento (acción). El ‘trayecto’ se puede reinterpretar aquí como un proceso mental en el que el hablante y el oyente se desplazan mentalmente desde la causa hasta el efecto. En este caso, POR actúa como un puente que permite conceptualizar cómo una causa se conecta con un resultado (efecto). Esto nos explica el uso de esta preposición en conectores consecutivos o ilativos como “por lo tanto”, “por eso”, “por consiguiente”, “por lo cual”.
Estos usos que he presentado en esta entrada son los que generalmente se introducen en niveles intermedios de ELE: el ‘valor de medio y modo’, el de ‘aproximación temporal’, el ‘de desplazamiento inminente’, y el ‘valor causal’. En mi próxima entrada veremos cómo de este último se desprenden un ‘sentido concesivo’, el de ‘agente de la voz pasiva’ y un ‘valor final’.
Referencias:
Frago, J. (2020). “Un esquema, cuatro preposiciones”. MarcoEle. Revista de didáctica. Español lengua extranjera, 31, pp.1-21.
Guerra Magdaleno, L. (2014). “La imagen es la regla: cuestiones visuales en el tratamiento del contraste de las preposiciones por y para”. En N.M. Contrerias Izquierdo (ed.), La enseñanza del Español como LE/L2 en el siglo XXI, Madrid: ASELE, pp.835-846.
Kontturi, K. (2010) “Sobre los desplazamientos semánticos de la preposición por en expresiones de movimiento y ubicación”. En J. Havu, C. Klippi, S. Hakulinen, et al (Eds.), Actes du xviie congrès des romanistes scandinaves /Actas del xvii congreso de romanistas escandinavos, Tampere: Tampere UP, pp.673-686.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Brisbane, 15/03/2025.
¡Hola a todos y feliz 2025!
Una vez más, como todos los febreros, reinicio mis reflexiones sobre nuestra lengua, con propuestas visuales y de gramática cognitiva para explicar algunos temas conflictivos de ELE. Pasemos entonces a mi primera entrada de 2025…
El origen de nuestra preposición POR es un tema debatido. Algunos estudiosos, como Hanssen (1945 §726), sostienen que proviene de la preposición latina PER. Sin embargo, otros, como Corominas (1987) y Menéndez Pidal (1980, § 129), se decantan por la preposición PRO. Estas diferentes hipótesis se basan en las características semánticas de ambas preposiciones en latín.
PER, durante el latín clásico y medieval, evocaba un sentido de desplazamiento “a través de una extensión continua o discontinua y recorrida total o parcialmente” (Rubio 1982, p. 176). Esta extensión podía ser tanto espacial (= A TRAVÉS DE un lugar) como temporal (= DURANTE un período). También ponía un énfasis en el medio o instrumento a través del cual ocurría algo (= MEDIANTE). Pero también podía significar “causalidad” (= DEBIDO A) (RAE §29.8n).
Por otro lado, PRO denotaba la posición de ‘estar delante de/ante algo o alguien’ que se tomaba como punto de referencia, pero también tenía el sentido de ‘en lugar de’, con el fin de sustituirlo, representarlo o intercambiarlo (equivalente a ‘EN LUGAR DE’, ‘EN CALIDAD DE’, ‘A CAMBIO DE’, ‘EN FAVOR DE’, entre otros). También tenía significados relacionados con la "causalidad y finalidad" (Rubio 1982, p. 184; RAE §29.8n). Como vemos, ambas preposiciones guardaban algunos puntos en común.
En cambio, otros estudios, como los de Gili Gaya (1980, § 193), Melis (1992, p.71) y la propia RAE (2010, §29.8n), proponen que el origen de POR debería explicarse en verdad a partir de una fusión de ambas preposiciones latinas, hipótesis que se ve respaldada por la confusión observada en el uso de PER y PRO en textos del latín medieval. Además, es notable que en muchas lenguas romances evolucionó un único término que sustituyó a ambas preposiciones. En español, este término será POR (Melis 1992, p. 69). En esta presentación, me inclinaré por esta última hipótesis del origen doble, ya que nos permite comprender la combinación de significados tan diversos que caracteriza esta preposición.
Una red de significados
Partiré entonces de la hipótesis de que el origen de POR es un cruce o confluencia de dos preposiciones latinas que coincidían en algunos rasgos semánticos. En esta confluencia, PRO fue el significante principal que aglutinó esos significados, pero con el tiempo se transformó en POR debido a una alteración fonológica durante el desarrollo del español. Otros conjeturan que posiblemente habría surgido de una deformación de PER, siguiendo una alteración similar (Melis 1992, p.76). Cualquiera sea el origen del significante POR, el cruce entre ambas preposiciones latinas es innegable.
Como hemos visto, PER y PRO contribuyeron con ideas clave que aún persisten en el uso de POR en castellano: el ‘desplazamiento’ o ‘trayecto’, que proviene de la primera, y la ‘sustitución’, ‘representación’ e ‘intercambio’, propias de la segunda. Esta situación permitiría explicar en parte su amplia polisemia. La complejidad semántica de POR radica, en cierto grado entonces, en sus dos fuentes de origen que se entrelazan en un solo significante.
Dada la complejidad de esta preposición y sus múltiples significados y usos, en esta primera parte me dedicaré a esbozar solo los usos espaciales y temporales más básicos que suelen aparecen en los cursos elementales de ELE. En entradas sucesivas, iré agregando y explicando nuevos usos que generalmente se introducen en niveles superiores.
Valor prototípico
Con este objetivo en mente, mi próximo paso será determinar el sentido más representativo y básico que relacionaremos con una actividad física como es la del ‘desplazamiento en el espacio’. Lo hago teniendo en cuenta que la gramática cognitiva parte de la idea de que la cognición humana emerge de nuestras experiencias físicas, sensoriomotoras y corporales. Esto es, parte de representaciones físicas para conceptualizar el universo (Delbecque 2011, p. 252 y Llopis-García 2015, p.4).
En efecto, los lingüistas cognitivos creen que los diferentes usos de las preposiciones están conectados de alguna forma, y esto ayuda a entender por qué los hablantes usan la misma palabra para expresar significados distintos. George Lakoff (1987) sugirió que estos usos se pueden entender como un "valor central" o prototípico (el uso más común) que se extiende radialmente a otros significados mediante procedimientos metafóricos y metonímicos. Ya he hablado mucho sobre este punto en otras entradas. Por ejemplo, el significado más básico de POR tiene que ver con el espacio físico, porque nuestras interacciones con el mundo son, en primer lugar, físicas.
Otros significados no espaciales se presentan como extensiones de ese concepto, lo que explica no solo por qué usamos las mismas preposiciones para diferentes ideas sino también por qué recurrimos a similares imágenes mentales (Lam 2007, p.4). Estos significados secundarios siempre guardan alguna relación, ya sea directa o indirecta, con el significado central o básico, que sigue estando en la base de todos ellos (Delbecque 2011, p. 252-253 y Llopis-García 2015, p. 62).
Para Funes (2020, p. 29) el significado más básico de POR está relacionado con el lugar o la ubicación y con algo que tiene una extensión imprecisa. Este significado principal tiene para la autora tres características: (1) el movimiento o trayecto, (2) la extensión en el espacio y (3) la imprecisión. Estas características luego se amoldan o flexibilizan a otros contextos y significados de POR, como en los usos relacionados con el tiempo o la causa.
Este valor de ‘desplazamiento por un espacio físico’ puede ser recto (Fig. 1: “Viene por el corredor”) o disperso (Fig. 2: “Va por todos lados”), como lo he representado en las siguientes imágenes.
1) "Viene por el corredor." 2) "Va por todos lados."
Nótese que el recorrido serpenteante de la segunda imagen puede llevarnos a la idea de dispersión. Tal como lo vemos en la imagen que he tratado de reproducir aquí, POR indica un desplazamiento dentro de un espacio sin especificar necesariamente un punto de inicio o de llegada (algo que en mis ilustraciones no se incluye, de allí la línea punteada). En este caso, POR ayuda a comunicar la idea de que algo se extiende o se distribuye (recordemos esta palabra) de manera amplia o desordenada por ese espacio, es decir, va de un lugar a otro sin un patrón de desplazamiento específico. Es una manera de expresar que el movimiento o la acción es general y abarca varias áreas (Kontturi 2010, p.674).
Ahora bien, no solo estamos describiendo un movimiento en múltiples direcciones, sino que también implicamos que el recorrido o el resultado no está claro o no es específico, por cuanto, como decía más arriba, no necesita especificar punto de partida o llegada. Esta idea de ‘ir por todos lados’ puede sugerir una carencia de un enfoque fijo o una falta de precisión en la acción o en el propósito. Se destaca entonces ese rasgo de ‘imprecisión’ (del recorrido) mencionado por Funes. Este hecho tendrá implicancias en otros usos de la preposición -como su valor temporal- que ya veremos más adelante.
Pero también este desplazamiento físico puede darse por los bordes, márgenes o perímetro del espacio que se toma como referencia, con la idea de ‘en paralelo a’ o, en algunos casos, por una “región” del punto de referencia, conocida como zona activa (ZA). Con este término en la gramática cognitiva se hace referencia a áreas o aspectos del punto de referencia que están siendo resaltados, activados o que son relevantes en un momento dado dentro de una situación. En otras palabras, la ZA es un área perceptualmente más saliente que forma parte del punto de referencia. Por ejemplo, si digo que las llaves están sobre la mesa, la ZA que se focaliza es la parte superior de la mesa (mi punto de referencia) y no las patas. De igual manera, cuando decimos que alguien “caminó por el río” (Fig.3), la parte que se activa es la ribera del río (ZA), la línea que corre en paralelo a él y no su cauce. Veamos esto con más detalle en las siguientes ilustraciones.
3) "Caminó por el río." 4) "Caminó por el precipicio."
Como vemos entonces, la idea clave de POR en estos casos es que señala un movimiento a través de una "región" o un "límite" del espacio de referencia, lo que genera esa sensación de desplazamiento en paralelo o a lo largo de algo importante, aunque no siempre en sentido literal de paralelismo geométrico.
Asimismo, cuando decimos "caminar por el precipicio" (Fig.4), estamos pensando en su borde (ZA) como un espacio significativo y focalizado del punto de referencia por donde se produce el movimiento. Por lo tanto, puede no haber un desplazamiento paralelo en un sentido estricto. Es una forma de conceptualizar el movimiento como un trayecto a lo largo de una parte del punto de referencia.
Imprecisión > aproximación
De la idea de ‘imprecisión’, fruto de aquella dispersión de la que hablaba más arriba, podemos extendernos a una idea de ‘aproximación’. De hecho, esa es una de las formas en que la imprecisión se puede interpretar en muchos contextos. Cuando algo mencionado no es definido con exactitud, puede presentarse como ‘proximidad’, ‘cercanía’ o ‘vecindad’. Esto puede ocurrir especialmente cuando se usan expresiones vagas o generalizadas para referirse a algo.
Por ejemplo, si alguien está intentando localizar algo y dice que "está POR ahí" (Fig. 5), señalando en una dirección imprecisa, podría estar indicando que no conoce con exactitud o no quiere dar la ubicación precisa del objeto. Recurre entonces a una descripción aproximada del lugar en donde podría encontrarse. En este caso, gracias al verbo de estado utilizado, se pasa de un movimiento dinámico y disperso, asociado con el desplazamiento, a una orientación un tanto vaga para localizar algo.
Para representar esta idea, propongo un objeto (círculo rosado con una cruz) situado en un lugar remoto dentro del espacio, con varios obstáculos que dificultan su visibilidad y ubicación exacta. El hablante, entonces, señala un lugar impreciso por donde empezar a hacer un escaneo físico o mental (línea punteada) para llegar al objeto.
5) "Está por ahí."
Un esquema similar se podría seguir para explicar la idea de “Se fue / vino por ahí”, en donde, una vez más, el hablante provee un dato aproximado, ya porque no puede o no quiere precisar con exactitud el lugar por donde se fue o vino un tercero.
A partir de estos valores, surgen otros usos que se extienden hacia conceptos temporales y nociones más abstractas. Piénsese, por ejemplo, cómo la frase “caminó por los márgenes” puede entenderse tanto en su sentido literal –“caminar alguien por el margen del cauce de un río”- como metafórico : “caminar alguien por el margen de la ley”.
Así, las relaciones de significado que abarca la preposición se amplían de forma lógica y conectada directa o indirectamente con el significado prototípico de desplazamiento que mencionaba más arriba (Canales Muñoz 2021, p. 66). Se va tejiendo entonces una especie de red semántica, donde todos los usos van relacionándose entre sí como los hilos entrelazados de una malla. Y la imagen no es gratuita: la red se compone de hilos que se conectan tanto de manera directa como a través de puntos de intersección, formando una estructura que, aunque parece continua, está en realidad formada por un entramado de conexiones que alternan entre lo directo y lo mediado. En lo que se refiere a los significados de POR es posible que algunos usos no compartan atributos en común de manera directa con la idea de ‘desplazamiento’ o ‘trayecto’, pero aun así se pueden vincular indirectamente.
Observemos que en mis esquemas el rectángulo amarillo es el espacio por donde se pasa de un punto para llegar a otro. Pero lo esencial, reitero, no son los puntos de origen y de destino final o meta, que quedan afuera. Y es esta una cuestión fundamental para entender cómo se conceptualiza POR.
Otro elemento que debemos tener en cuenta es que un camino puede ser de dos tipos: perfectivo o imperfectivo. Un camino perfectivo es aquel que termina en un punto claro y definido. Por ejemplo, si caminamos alrededor de un circuito de carreras, el camino termina cuando llegamos al mismo lugar donde comenzamos. O si conducimos a través de una calle en su totalidad, el camino termina cuando llegamos hasta el final de ella. En estos casos podemos usar frases como ""hasta el final" o "de principio a fin" para indicar que el recorrido tiene un fin claro.
Por otro lado, un camino imperfectivo no tiene un final claro. Es como cuando decimos "caminar por la calle" o "conducir por la calle" sin especificar si llegamos a algún punto en particular. Este tipo de camino puede ser cualquier parte del trayecto, no importa si lo completamos o no. Además, a veces el pasaje por el mismo camino puede repetirse reiteradas veces, como cuando un corredor da vueltas alrededor de un circuito: “Dieron vueltas por el circuito”. Esto también se considera un camino imperfectivo, porque no hay un final fijo (Taylor 1993, p.158).
Espacio físico > Espacio temporal
La preposición POR, entonces, solo se focaliza en el espacio que se atraviesa, dejando fuera de foco tanto el punto de inicio como el de llegada. Se trataría de trayectos imperfectivos. Este espacio no solo puede ser físico, sino también temporal, como en: "Hizo ejercicio por dos horas". En este caso, POR señala la duración de la acción. Se presenta el tiempo como un intervalo recorrido.
En algunas gramáticas se ha señalado que la preposición en este caso resulta innecesaria y que su uso podría ser influencia de otras lenguas, como el inglés. Sin embargo, la propia RAE (1999, §29.8) niega este hecho, y afirma que su empleo en contextos similares puede rastrearse con amplitud en el español antiguo.
6) Hizo ejercicio por dos horas. 7) Hizo ejercicio dos horas.
Para entender cómo se comporta esta preposición en este caso, comparemos este contexto con y sin POR.
Con “Hizo ejercicio por dos horas” (Fig. 6) o “Lo hizo por la mañana/por la tarde/ por la noche” la preposición introduce una noción de movimiento o extensión temporal, donde la acción de “hacer ejercicio” se entiende como algo que sucede a lo largo de esas dos horas o de ese momento del día. Se trata de una acción que se desarrolla o desplaza a través de un tiempo determinado. En este caso, la imagen es más dinámica. El tiempo es un espacio por el que la acción que se ejecuta fluye. El énfasis está en el transcurso del tiempo (y ‘transcurrir’ significa precisamente ‘correr a través de’). Cognitivamente, entonces, la atención se centra en el concepto ‘tiempo’ y en la acción que se desarrolla durante ese período específico. En la imagen, la línea punteada que se encuentra debajo destaca ese paso del tiempo y las figuras en gris dentro de la caja remiten a distintos momentos de la acción llevada a cabo por la figura circular que se encuentra fuera de ella.
Sin preposición, en cambio, percibimos la escena de manera más estática o completa. El énfasis está en la cantidad de tiempo transcurrido en su totalidad, como una unidad fija. La acción “hacer ejercicio dos horas” (Fig.7) se conecta directamente con el número de horas, sin hacer énfasis en cómo fluye en el tiempo. La idea es que la persona dedicó exactamente esas dos horas a su ejercicio, y se concibe como una acción más puntual. Se puede interpretar que “hacer ejercicio” es un evento concreto que ocurrió en un punto temporal determinado y cerrado, como si pudiéramos poner esas dos horas dentro de un contenedor y verlas todas juntas. El foco está más en la acción misma que en el transcurso de tiempo (por ese motivo, hay una sola figura en gris dentro de una caja que “alberga dos horas”). Cognitivamente, sin POR, la acción y el tiempo se conciben más como algo delimitado y cerrado.
Estos usos que hemos visto en esta entrada son los que generalmente se introducen en un nivel A1/A2: su valor de desplazamiento físico por un lugar y el desplazamiento temporal. En nuestra próxima entrada veremos cómo de estos conceptos derivarán los significados de ‘aproximación temporal’ , ‘desplazamiento inminente’, ‘medio’, ‘modo’ y ‘valor causal’.
Referencias
Canales Muñoz, L.A. (2021). El complemento de régimen preposicional en la enseñanza de español como lengua extranjera, Alcalá de Henares: Universidad de Alcalá.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Delbecque, N. (2011). “Towards a cognitive account of the use of the prepositions por and para in Spanish”. En E.H. Casad (editor), Cognitive Linguistics in the Redwoods: the Expansion of a New Paradigm in Linguistics, Berlin/Boston: De Gruyter Mouton.
Funes, M.S. (2020). “Del espacio a la causa: el ítem polisémico de la preposición por”. Textos en proceso, 6(1), pp. 27-54.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf.
Hanssen, F. (1945). Gramática histórica de la lengua castellana, Buenos Aires: El Ateneo.
Kontturi, K. (2010) “Sobre los desplazamientos semánticos de la preposición por en expresiones de movimiento y ubicación”. En J. Havu, C. Klippi, S. Hakulinen, et al (Eds.), Actes du XVIIe Congrès des romanistes scandinaves. Tampere Studies in Language, Translation and Culture. Series B 5. Tampere: Tampere UP, pp. 673–686.
Lakoff,G. (1987). Women, Fire and Dangerous Things: What Categories Reveal about the Mind. Chicago: Chicago UP.
Lam, Y. (2009). “Applying Cognitive Linguistics to Teaching the Spanish Prepositions por and para”, Language Awareness, 18:1, 2-18, p. 2-18.
Llopis-García, R. (2015) Applied Cognitive Linguistics and L2 Instruction. Cambridge: Cambridge UP.
Melis, C. (1992). “La preposición para del español: un acercamiento a sus orígenes”. En R. Barriga y J. García Fajardo (eds.), Reflexiones lingüísticas y literarias. 1: Lingüística. Ciudad de México: El Colegio de México, pp. 69-86.
Menéndez Pidal, R. (1980). Manual de gramática histórica española. Madrid: Espasa Calpe.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Rubio, L. (1982). Introducción a la sintaxis estructural del latín. Barcelona: Ariel.
Taylor, J. (1993). “Prepositions: patterns of polysemization and strategies of disambiguation”. En C. Zelinsky-Wibbelt (ed.). The Semantics of Prepositions From Mental Processing to Natural Language Processing, Berlin/Boston: De Gruyter Mouton, pp.151-175.
Brisbane, 15/02/2025
El pasado 25 de octubre tuve la oportunidad de participar en el XV Simposio de Profesores de Español, organizado por el Spanish Network, una rama de la Modern Language Teachers’ Association del Estado de Queensland (Australia). Este año, el evento se celebró en el campus de South Bank de Griffith University. Como en ediciones anteriores, estuvo dirigido a docentes de diversos niveles educativos, quienes llenaron la sala con su entusiasmo por profundizar en la enseñanza de segundas lenguas.
Mi intervención en el simposio se centró en analizar los orígenes y los usos de dos verbos que suelen generar dificultades a los estudiantes de ELE: SER y ESTAR. El objetivo de mi presentación fue demostrar cómo la diacronía de ciertos fenómenos lingüísticos puede ofrecer explicaciones más claras sobre las motivaciones subyacentes en algunas construcciones gramaticales (Garachana Camarero, 2018, p. 107). Para ello, me propuse abordar el uso de estos verbos desde una perspectiva diacrónica y con un enfoque en la gramática cognitiva.
Para respaldar esta propuesta, utilicé animaciones figurativas que facilitaran la transmisión conceptual y la comprensión del sentido real de lo que se quiere expresar. El énfasis de la presentación estuvo en cómo podemos recurrir a las animaciones para afianzar la adquisición, mejorar la retención y optimizar el rendimiento en el aprendizaje, en comparación con los métodos tradicionales de representación gramatical (Roche y Sheller, 2004, p. 2).
La idea central fue mostrar cómo las animaciones repetidas pueden consolidar en la memoria de los estudiantes los procesos mentales que los hablantes de español seguimos al enfrentarnos a la disyuntiva de elegir entre ambos verbos. En este sentido, mi presentación se propuso demostrar:
· Sus orígenes etimológicos.
· Los procesos mentales involucrados en sus usos.
· Cómo explicarlos visualmente y facilitar su internalización.
· Cómo consolidar la adquisición y desarrollo de estos procesos mentales.
· El uso de las animaciones con estos objetivos.
En resumen, mi intención fue trabajar y potenciar la "imagen mental" que los hablantes de español formamos de estos verbos, con el fin de facilitar el procesamiento de sus diferencias y usos. La exposición reiterada a animaciones específicas para cada verbo permitiría a los estudiantes familiarizarse con este enfoque y desenvolverse con mayor soltura en su uso. El trabajo se basó en algunas de mis publicaciones previas en este blog, en las que se desarrolló un conjunto coherente y consistente de animaciones para explicar estos usos.
La presentación incluyó una introducción general sobre los orígenes de SER y ESTAR, sus valores originales y sus desviaciones. A continuación, se profundizó en las distintas conceptualizaciones y algunas de sus diferencias. Se recurrió también a algunos aspectos de gramática comparativa cuando era necesario, y a técnicas de atención a la forma y descripciones gramaticales de orientación cognitiva.
Por cuestiones de tiempo, no se pudo exhibir el vídeo de los ejercicios para cada uso. No obstante, se remitió a los profesores a este blog para que pudieran apreciar una sugerencia sobre las distintas etapas de ejercitación: (1) con apoyo de animaciones, (2) con imágenes estáticas, y (3) sin imágenes, centrándose solo en el texto.
Los asistentes al simposio notarán que el audio que acompaña al vídeo intenta seguir de cerca mis palabras originales. Estos materiales permiten demostrar cómo la exhibición reiterada de un conjunto limitado de animaciones puede ayudar a los estudiantes a internalizar las imágenes mentales y a decidirse por el verbo adecuado según el contexto, tal como lo haría un hablante nativo.
A continuación, el lector encontrará el vídeo completo de mi presentación en el simposio y el vídeo con ejercicios (este último es reiteración del que ya subí el 15-09-2023).
Esta es mi última entrada del año. El blog continuará con nuevas reflexiones, ideas y propuestas a partir de mediados de febrero de 2025. Les deseo un merecido descanso y unas muy felices fiestas. ¡Hasta el próximo año!
Referencias
Garachana Camarero, M. “¿Los porqués de la gramática? Gramática diacrónica en el aula de ELE”. En Herrera, F. y Sans, N. Enseñar gramática en el aula de español. Nuevas perspectivas y propuestas. Barcelona: Difusión, pp. 106-118.
Roche, J. y Scheller, J. (2004). “Zur Effizienz von Grammatikanimationen beim Spracherwerb— Ein empirischer Beitrag zu einer kognitiven Theorie des multimedialen Fremdsprachenerwerbs.” [Sobre la eficacia de las animaciones gramaticales en la adquisición de lenguas: Una contribución empírica a una teoría cognitiva de la adquisición multimedia de lenguas extranjeras.] Zeitschrift für Interkulturellen Fremdsprachenunterricht [Revista para la Enseñanza Intercultural de Lenguas Extranjeras] [Online], 9(1), 1-15 pp. Disponible en https://zif.tujournals.ulb.tu-darmstadt.de/article/id/2731/
Brisbane, 15/12/2024
En los últimos meses he venido explorando las construcciones “AL + construcción nominal” (por ejemplo, "al día siguiente") y “AL + infinitivo” (por ejemplo, "al salir de casa"). Ambas estructuras, sin antecedentes en el latín clásico, surgieron en el latín vulgar, donde el gerundio se unía frecuentemente a preposiciones. Algunos de estos casos también se mantuvieron en el español primitivo. Con el tiempo, el infinitivo con preposición en español reemplazó al gerundio en contextos temporales, y este uso lo diferenció del latín clásico escrito, donde no existía una función similar.
Primer paso: La preposición A desplaza a EN
La construcción “en llegando” en el español medieval, por ejemplo, es un buen ejemplo de cómo se entendía la preposición “EN” para marcar no solo espacio sino también un sentido de tiempo. En este caso, tenía el valor de “coexistencia en el tiempo” o “simultaneidad” con el verbo oracional y con este sentido se extendió su uso hasta el siglo XV (Pato Maldonado 2014, p.835).
En efecto, “en llegando” tenía aquí un matiz temporal que indicaba “el tiempo durante el que se desarrollan los hechos o situaciones indicados por el verbo personal” (Mora García 2018, p. 177). Sería equiparable a "en el momento en que llegaba" o "al llegar" en el español moderno: “En llegando oyeron voces” (= “En el momento en que llegaban, oyeron voces”). Desde el siglo XVI en adelante se impuso el sentido de “anterioridad inmediata” a la del predicado principal, aunque algunos usos de este tipo ya están presentes en el Cantar de mio Cid, como veremos más abajo.
En ese contexto, “EN” le daba a la construcción una perspectiva que se relacionaba más con el espacio — la acción de "llegar" se tomaba como un espacio en el que el sujeto se encontraba (imagen del contenedor). Esta construcción fue bastante común hasta el Siglo de Oro, pero con el tiempo perdió popularidad frente a AL + infinitivo, que ofrecía una interpretación más precisa de simultaneidad o inmediatez temporal sin una referencia locativa tan explícita como la que conllevaba “EN”.
¿Pero por qué la preposición “A” desplazó a EN””? En latín, la preposición latina AD (de la que deriva nuestra “A”) expresaba aproximación o punto de llegada, sentido que se mantuvo en el español y otras lenguas romances. Así, por ejemplo, con stare ad januam (“estar de pie junto a la puerta”) se indicaba la proximidad física a la puerta. El sujeto se ubicaba en las inmediaciones de ella. En el español medieval, “A” pasó a marcar entonces puntos de referencia espacial y, posteriormente, temporal (“Llegaremos a las cinco” -hora aproximada-) .
Este cambio también se relaciona con cómo el español desarrolló “AL + infinitivo” para introducir una acción subordinada que ocurre antes y, por extensión, se llega a la idea de causa de la acción principal, como expliqué en mis anteriores entradas. De esta manera, la contracción "AL" seguida de infinitivo terminó denotando relaciones causales o temporales para expresar simultaneidad e inmediatez, sustituyendo al uso de EN + gerundio, expresión similar al gerundivo francés (por ejemplo, en arrivant = "al llegar"). Es verdad que en algunas situaciones también podríamos usar el gerundio solo, pero en español este quedó reservado mayormente para acciones en desarrollo sin el matiz “secuencial” que permite “AL + infinitivo”.
Por otra parte, en el desarrollo del español, las expresiones temporales como “a la mañana siguiente” probablemente coexistieron o alternaron con “en la mañana siguiente”, que en algún momento expresaba de forma literal "dentro de" o "durante" la mañana siguiente, denotando el sentido de un evento que ocurría “dentro de un período determinado”: “En la mañana siguiente levantaron campamento” (la acción verbal se produce dentro de un período determinado).
Sin embargo, el uso de “A” en expresiones como “a la mañana siguiente” ganó terreno, especialmente en los contextos de referencia relativa, para destacar un punto específico en la secuencia temporal. Así, “a la mañana siguiente” pasó a ser la fórmula preferida en lugar de “en la mañana siguiente”. Este cambio se relaciona también con la tendencia del español a usar “A” para marcar momentos en relación con otros eventos, estableciendo establece una secuencia temporal más clara y precisa
Lope Blanch (1957, p.286) observa que desde los primeros estadios del castellano encontramos construcciones de infinitivo preposicional como equivalentes de una cláusula subordinada temporal con las preposiciones A, ENANTES (= ANTES) y EN. Sin embargo, durante la Edad Media, la estructura “AL + infinitivo” prevaleció en estos contextos, aunque no era tan común como en el español moderno. En el Cantar de mio Cid ya aparecen algunos ejemplos de estas construcciones:
"Al exir de Salón mucho ouo buenas aues" (Cid, 859) = "Al salir del (valle del) Jalón, hubo buenos augurios." Simultaneidad.
"Al salir de la ecclegia caualgaron tan priuado" (Cid,2241) = "Al salir de la iglesia, cabalgaron aprisa." Anterioridad inmediata.
Segundo paso: Uso nominal y verbal del infinitivo
Y aquí surge una cuestión importante. En el latín hablado, el infinitivo funcionaba en parte como un sustantivo deverbal, mientras que en la lengua literaria tenía un uso más verbal. En los primeros estadios de nuestra lengua, "AL + infinitivo" podía interpretarse principalmente como un sustantivo de acción, es decir, alineándose con la tradición del latín vulgar, en la que "AL + infinitivo" indicaba una noción más concreta, ya fuera temporal o espacial (Lope Blanch, 1957, p.291). Así, en este uso nominal, "AL + infinitivo" no se entendía tanto como una acción verbal en sí misma, sino como un punto de referencia temporal o espacial. Por ejemplo:
"Al cantar del gallo" (entendido como "A la hora del canto del gallo"): ¿cuándo?
"Al salir de Jalón" (entendido como "A la salida de Jalón", en las proximidades de la salida del valle): ¿dónde?
A partir del siglo XV, esta estructura empezó a evolucionar hacia un uso más verbal, es decir, comenzó a expresar procesos inmediatos o simultáneos al principal. En este sentido, "AL + infinitivo" dejó de designar solo un punto de referencia (temporal o espacial) para empezar a centrarse en el proceso mismo de la acción: "Al salir de la tienda, Penélope se encontró con Antonio" (en el proceso de salir de la tienda).
Tercer paso: Evolución de las expresiones temporales en español
Este cambio de perspectiva muestra cómo las construcciones con "AL + infinitivo" pasaron de expresar situaciones más concretas, como un punto temporal o espacial (e.g., "A la salida de la clase" o "Al salir de Jalón"), a una focalización en el proceso o momento de la acción (e.g., "Al salir de clase", entendiendo "salir" como un proceso que ocurre en un tiempo determinado).
Para ilustrar mejor esta evolución, pensemos en los siguientes ejemplos:
¿Dónde te espero? – "A la salida de clase" sugiere un punto de referencia espacial (en las proximidades del espacio de salida).
¿Cuándo te espero? – "Al salir de clase" indica el momento exacto en que se lleva a cabo la acción (cuando salgas).
Esta diferencia muestra cómo la versión nominal (a la salida) sugiere un lugar o punto concreto (un sustantivo que denota "lugar por donde se sale"), mientras que la versión verbal (al salir) se enfoca en el desarrollo o proceso temporal de la acción (cuando salgas).
Y esto no es de extrañar, por cuanto en la evolución de las lenguas es común que términos concretos se extiendan a contextos abstractos, como hemos visto muchas veces. Por ejemplo, "a la mañana siguiente" originalmente funcionaría como un marcador concreto en la secuencia de eventos del día siguiente, pero con el tiempo esta expresión se generalizó para señalar una referencia temporal en relación con otro evento, como ya expliqué en mis anteriores mensajes.
En resumen, “AL + construcción nominal/infinitivo” pasó de indicar una aproximación física a un punto a marcar puntos específicos de referencia espacial o temporal, consolidando su función en el sistema adverbial y en expresiones de movimiento o dirección en español. Al usar "A", se pone el foco en un momento preciso dentro de una secuencia temporal. Por ejemplo, "a la mañana siguiente" resalta que un evento ocurre después de otro (en la mañana siguiente a algo que sucedió previamente), lo que establece una relación temporal más definida entre los hechos. "A" le da un carácter más dinámico y secuencial, como si estuviéramos marcando un hito temporal claro dentro de la sucesión de eventos. "A + infinitivo", por su parte, se utiliza para dar contexto temporal o causal a la acción, indicando cuándo o por qué ocurre la acción principal, lo que convierte la construcción en un modificador adverbial del verbo principal.
En francés, en cambio, en arrivant, formado a partir del participio de presente, significa "al llegar" o "mientras llega", y todavía se usa ampliamente para expresar simultaneidad. En italiano, por su parte, nel fare (literalmente "en el hacer") o expresiones similares siguen funcionando para señalar una acción concurrente, como en nel dire così (literalmente: “en el decir así”, traducido como "al decir así" o "mientras decía así").
En contraste, el español abandonó EN + gerundio para este propósito y desarrolló “AL + infinitivo” como su forma estándar para expresar simultaneidad o inmediatez, mientras que el gerundio español quedó relegado mayormente a expresar una acción en desarrollo. Por eso, en español actual, decimos AL LLEGAR en lugar de EN LLEGANDO, que suena arcaico o poético, mientras que en francés e italiano, construcciones similares siguen siendo naturales en el uso cotidiano.
Me gustaría cerrar esta serie de entradas sobre este tema con una reflexión de Coello Mesa (1997,p.429-430), que me parece muy atinada y que resume, en cierta medida, mi pensamiento sobre lo que he querido hacer con estas cuestiones:
No cabe duda de que la cristalización de nuestro sistema lingüístico ha supuesto un sinnúmero de transformaciones que, en muchos casos, sólo podemos explicar a través de conjeturas más o menos afortunadas. Pero también es indudable que, en gran cantidad de ocasiones, el estado actual de la lengua resulta más comprensible y transparente si conocemos nuestra historia, y cómo una serie de incidentes concatenados han terminado forjando un entramado en el que todos los problemas tienen respuesta, aunque, a veces, no nos atrevamos a formular las preguntas.
En el vídeo adjunto se presenta una explicación general que intenta ejemplificar visualmente los usos de "AL + infinitivo" de mi anterior entrada.
Referencias
Coello Mesa, A.M. (1998). “La influencia de la preposicion latina ‘ad’ en la conformacion del sistema adverbial”. En C. García Turza, F. González Bachiller y J.J. Mangado Martínez (Eds). Actas del IV Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española: La Rioja, 1-5 de abril, 1997, Vol. 1, pp. 423-430.
Lope-Blanch, J.M. (1957). El infinitivo temporal durante la Edad Media”. Nueva revista de filología hispánica, 3/4, pp. 285-312 .
Mora García, J. (2018). “Historia y significados de las expresiones con gerundio y con en + gerundio. Epos. Revista de filología 34, pp. 159-190.
Pato Maldonado, E. (2014), “En llegando los datos la intuición se matiza. El gerundio preposicional en la historia de la lengua española”. Rilce. Revista de filología hispánica, 30.3, pp.833-860.
Brisbane, 15/11/2024
En entradas anteriores, expuse algunos temas problemáticos sobre el uso del infinitivo en construcciones que dependen de matrices de influencia. En particular, en la última traté el uso de los adjuntos temporales “al día siguiente” y “el día siguiente”.
Mientras preparaba ese texto, noté que con "AL" también tenemos construcciones con infinitivo, equivalentes a las cláusulas adverbiales temporales (“cuando”) y causales (“porque/como”). La RAE, en su gramática (§26.5.4ª), explica que en estas estructuras, la contracción "AL" actúa como una conjunción que introduce la subordinación, y su infinitivo puede tener tanto sujeto tácito como expreso. En algunos casos, puede alternar con cláusulas que utilizan el verbo conjugado.
El lenguaje tiende a ser económico. Por ello, cuando hay varias formas de expresar una misma idea, el significado de cada una suele ser ligeramente diferente. Esto no significa que sus particularidades sean siempre evidentes; a menudo son sutiles. Nuestra labor consiste en identificarlas y explicarlas, siempre que el tema sea relevante para el nivel de los estudiantes (Vanderschueren 2013, p. 5). Es importante, como profesores, ser conscientes de su semántica para organizar mejor nuestros materiales y ejercicios.
Un dato para considerar es que estas estructuras de infinitivo no son frecuentes en la producción escrita de los alumnos. Su escaso uso puede deberse, entre otras razones, a las diferencias estructurales con las frases equivalentes en inglés, que suele optar por el gerundio: “al salir”, “antes de salir”, “hasta salir” = on leaving, before leaving, until leaving. Además, las cláusulas temporales o causales con verbo finito “compiten” con esta estructura, lo que puede hacerla redundante. Sin embargo, esto no debería interpretarse de forma absoluta. Como he señalado anteriormente, debemos dudar de la sinonimia perfecta. Por lo tanto, ¿qué distingue estas construcciones de las cláusulas temporales con verbos conjugados y de las equivalentes en el idioma que hablan los estudiantes (en mi caso, el inglés)?
El problema del sujeto: ¿tácito o expreso?
Una de las primeras cuestiones que surgen con estas cláusulas es la del sujeto. ¿Pueden estas frases con infinitivo tener sujeto expreso? La respuesta es sí. En los siguientes ejemplos, el sintagma que funciona como sujeto de la oración principal también actúa como sujeto del infinitivo:
“Al salir de la tienda, Penélope Cruz se encontró con Antonio Banderas.”
= “Cuando salió de la tienda, Penélope Cruz se encontró con Antonio Banderas”.
“Al estar jubilado, José Sacristán puede cuidar a sus nietos.”
= “Como/porque está jubilado, José Sacristán puede cuidar a sus nietos”.
En estos casos, la persona que “sale de la tienda” es Penélope, y quien “está jubilado” es José. En cambio, en los siguientes ejemplos, el sujeto del infinitivo es también sujeto de la oración principal:
“Al aparecer Robin Williams delante de los fotógrafos, hizo gala de todo su histrionismo.”
= “Cuando apareció Robin Williams delante de los fotógrafos, hizo gala de todo su histrionismo”.
“Al ser Antonio Banderas hijo único, debió cuidar a su madre.”
= “Como Antonio Banderas era hijo único, debió cuidar a su madre”.
Así, "AL + infinitivo" puede indicar por qué o cuándo sucede algo, y el infinitivo puede ir acompañado de información adicional que especifica quién realiza la acción.
Teóricamente, esta estructura debería usarse cuando hay coincidencia entre el sujeto del infinitivo y el de la oración principal. Por ejemplo, en "Al despedirme, le extendí la mano", la misma persona (yo) se despide y extiende la mano. Sin embargo, en ocasiones, los hablantes utilizan estas construcciones con sujetos diferentes. Por ejemplo, "Al despedirme, ella me extendió la mano" implica que dos personas diferentes están involucradas. Esta forma de hablar es común y entendible, especialmente cuando el infinitivo es pronominal. En estos casos, "AL" se puede traducir al inglés como on, upon, when o as.
El problema del significado: ¿temporal o causal?
La construcción "AL + infinitivo" puede tener dos interpretaciones principales: temporal o causal. Según algunos autores (Mora García 2016, Rico 2016 y Vanderschueren 2013), la elección entre estos significados depende en gran medida de los tipos de verbos en la cláusula principal y en la construcción con "AL".
Desde un punto de vista cognitivo, al encontrarse con construcciones como "AL + infinitivo," los hablantes buscan establecer rápidamente la relación entre los dos eventos. La contigüidad temporal (cuando dos eventos ocurren cerca en el tiempo) y la causalidad (donde un evento provoca otro) se procesan de manera similar. Y esto no es difícil de entender. Por ejemplo, en "Al enfermarse el conferenciante, se canceló la charla," nuestra mente construye un modelo que conecta la acción de enfermarse con la consecuencia de cancelar la charla, asociando la salud del conferenciante con la cancelación.
La cognición también influye en cómo categorizamos los eventos según los verbos presentados. Según Alonso-Ovalle (2002), la categoría de un infinitivo (verbos de acción vs. verbos de estado) influye en su procesamiento y comprensión. Predicados de actividades, como “correr” o “bailar,” se asocian más fácilmente con la contigüidad temporal, mientras que verbos de estado, como “ser” o “estar,” pueden evocar relaciones causales.
El concepto de contigüidad temporal ha sido debatido, ya que muchos eventos que parecen simultáneos en realidad tienen una secuencialidad inmediata. Ambos pueden ser contiguos o separados por un breve intervalo, pero el hablante los percibe como si ocurrieran al mismo tiempo. Por ejemplo, en “Al sonar el timbre, me levanté,” el timbre desencadena la acción de levantarse; aunque no suceden exactamente al mismo tiempo, el breve lapso da la impresión de simultaneidad. Sin embargo, son ejemplos de contigüidad o secuencialidad inmediata.
Cuando hay una clara distinción temporal, es decir, uno termina antes de que comience el otro, se produce una “secuencialidad real.” En “Al terminar la película, salimos del cine,” la película concluye antes de que la gente salga. Esta secuencia es clara y puede reemplazarse por una cláusula temporal con verbo finito: “Cuando terminó la película, salimos del cine.” Aquí, el infinitivo "terminar" y el perfecto simple de "salir" indican que un evento se completó (la película) antes de que ocurriera el siguiente (salir del cine).
Como decía más arriba, la relación temporal puede derivar en causa y efecto. En “Cuando terminó la película, salimos del cine,” la oración también puede interpretarse con un matiz causal. La acción de terminar la película no solo indica cuándo ocurre algo, sino que también puede ser vista como la razón por la cual el segundo evento sucede (salir del cine). En ambas interpretaciones (temporal y causal), los eventos están cercanos en el tiempo, pero en la interpretación causal, la proximidad no es lo principal; lo central es que uno de los eventos desencadena al otro.
No obstante, aunque esta oración puede interpretarse como causal, el matiz temporal permanece. La secuencia temporal es fundamental, ya que el evento que ocurre primero (en la cláusula subordinada introducida por "AL") es lo que provoca el evento en la cláusula principal. Por tanto, incluso cuando hay una interpretación causal, la temporalidad subyace en la relación. Esta ambigüedad es un rasgo común en el uso de "AL + infinitivo," donde el contexto y el conocimiento del mundo juegan un papel clave para decidir cuál interpretación es más adecuada para un contexto dado.
En ciertas circunstancias, ambos eventos pueden ocurrir al mismo tiempo. Esta interpretación puede estar relacionada con el significado de algunos tiempos verbales en español, como el imperfecto en la principal, y con el modo de acción de los verbos en la subordinada (predicados de actividades y estados no delimitados): “Al estudiar Juan en París, yo estaba trabajando en Londres” (Rico 2016, p. 32).
Algunos autores sugieren que la presencia de predicados de actividades, realizaciones y logros en la construcción con "AL" favorece una interpretación temporal. En ninguno de los siguientes ejemplos la construcción con AL puede interpretarse como causal:
-Al correr por el parque, escucho música.
-¿Cuándo escuchas música?
-Al correr por el parque.
-Al cruzar la avenida, se quebró un tobillo.
-¿Cuándo se quebró un tobillo?
-Al cruzar la avenida.
-Al llegar al muelle, la nave no pudo anclar.
-¿Cuándo no pudo anclar?
-Al llegar al muelle.
En cambio, los verbos estativos (que describen estados o condiciones, como "ser" o “estar”), verbos modales (como “poder”), infinitivos perfectos (haber + participio), la negación o cuantificadores como “tanto” o “demasiado” suelen favorecer la interpretación causal (Rico 2016, p. 34 y Vanderschueren 2013, p. 93). Véase cómo en los siguientes ejemplos solo prima una interpretación causal:
Al ser corto de vista, Alberto no ve bien el pizarrón.
Al poder descansar, Guillermo se recuperó muy pronto de la operación.
Al haber hablado con su jefe, Estela estaba feliz.
Al no tomar mucho líquido, Marcela se deshidrató.
Al leer demasiadas novelas de caballerías, Quijano enloqueció.
Hablar de contigüidad temporal, entonces, implica que los eventos están cercanos en el tiempo, ya sea de forma secuencial o simultánea. En "Al enfermarse el conferenciante, se canceló la charla," ambos eventos son contiguos de manera secuencial, lo que permite inferir la causalidad. Esta contigüidad refuerza la relación causa-efecto y es clave para la interpretación de estas construcciones.
Por otro lado, en “Al escuchar música, comenzó a bailar,” las acciones ocurren casi al mismo tiempo. Se podría considerar una simultaneidad parcial, ya que el acto de escuchar puede preceder ligeramente al de bailar. Esto indica que las acciones pueden estar interrelacionadas sin ser estrictamente simultáneas.
Obviamente, los límites entre el sentido causal y temporal pueden ser difusos, ya que -reitero- el procesamiento de las relaciones temporales y causales es similar. En el ejemplo anterior, "Al enfermarse el conferenciante, se canceló la charla" puede considerarse equivalente a "Como el conferenciante se enfermó, se canceló la charla" (la enfermedad provocó la cancelación) o "Cuando el conferenciante se enfermó, se canceló la charla" (la cancelación se produjo cuando se enfermó). Una vez más, solo un contexto mayor podría confirmar cuál es la interpretación a la que apunta el hablante.
Diferencias con las cláusulas con verbos conjugados
La diferencia cognitiva en el uso de "AL + infinitivo" en comparación con las cláusulas temporales o causales se manifiesta en cómo los hablantes procesan y comprenden la relación entre los eventos. Los hablantes suelen interpretar "AL + infinitivo" como una relación de contigüidad y, por extensión, de causalidad.
En resumen, la acción del infinitivo se entiende como un evento terminado que puede ocurrir en contigüidad con el evento de la cláusula principal, o como la causa desencadenante de dicho evento. La anteposición de la cláusula a la oración principal indica, además, que se mencionan eventos familiares para el receptor, presentando información conocida que sirve de base para introducir nueva información en la oración principal (Di Tullio 1997, p. 345). Esto implica que el interlocutor busca establecer coherencia discursiva y determinar rápidamente si los eventos están temporalmente relacionados (uno después del otro), inferir simultaneidad (total o parcial), o identificar uno como la causa del otro, considerando el tipo de verbos, los tiempos verbales y la información disponible.
Por ejemplo, en “Al subir el ejército por la ladera norte, el enemigo bajaba por la ladera sur”, la acción en progreso del imperfecto tiñe al infinitivo con un matiz de simultaneidad total. Aunque el infinitivo puede implicar una acción terminada, en contextos específicos, como el uso del pretérito imperfecto en la principal, los hablantes pueden inferir que la acción del infinitivo ocurre simultáneamente con la del verbo principal.
En cláusulas temporales (como "Cuando llegué, él se fue") o en causales (como "Como llegó tarde, se perdió el tren"), la estructura es más explícita en cuanto a la relación que se establece. Los subordinantes y los tiempos verbales permiten identificar con claridad el sentido. Nuestro cerebro interpreta estas construcciones de manera más directa: en la cláusula temporal, se relacionan dos eventos de manera más obvia, y en la causal, se establece una relación clara de causa y efecto.
Con "AL + infinitivo," la relación puede ser ambiguamente temporal o causal, dependiendo del contexto, los tipos de verbos, los tiempos verbales y el conocimiento del mundo que tienen los hablantes. Esto requiere que el receptor haga inferencias para determinar el significado adecuado, lo que puede generar una carga cognitiva mayor. En contraste, con las cláusulas de verbo finito, la carga cognitiva es menor porque la relación entre los eventos se presenta de manera más explícita, y no requiere tantas inferencias adicionales. Por esta ambigüedad, es comprensible que los estudiantes de ELE eviten estas construcciones y prefieran las cláusulas adverbiales con verbo conjugado.
Para ver un vídeo con animaciones sobre esta presentación, ver la próxima entrada de noviembre.
Referencias
Alonso-Ovalle, L. (2002). “Aspects and Situations: A Situation Semantics Account of the Semantic Variability of Spanish ‘al-clauses’, en Javier Gutiérrez-Rexach (ed.), From Words to Discourse. Trends in Spanish Semantics and Pragmatics. Oxford/Nueva York, Elsevier Science, pp. 119-127.
Di Tullio, A. (1997). Manual de gramática del español. Desarrollos teóricos. Ejercicios. Soluciones. Buenos Aires: Edicial.
Mora García, J. (2016). “Historia de al + infinitivo con valor de simultaneidad en castellano”, Revista de historia de la lengua española 11, 2016 pp. 113-129.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Rico. P. (2016). “A Syntactic Approach to the Spanish Al + Infinitive Construction” Borealis: An International Journal of Hispanic Linguistics, 2016, 5 / 1. pp. 31-57.
Vanderschueren, C. (2013). Infinitivo y sujeto en portugués y español. Un estudio empírico de los infinitivos adverbiales con sujeto explícito. Berlín/Boston, de Gruyter.
Brisbane, 15 de octubre de 2024.
En una entrada anterior hablé de los argumentos verbales, y los definí como esos elementos que acompañan a un verbo y que son necesarios para que la oración tenga sentido completo. Entendidos así, los argumentos son como las "piezas necesarias" que el verbo requiere para expresar una acción o estado de manera completa. Veamos otra vez algunos ejemplos para entenderlos mejor.
En la oración "Juan come manzanas", el verbo come necesita dos argumentos: Juan, que es la persona que realiza la acción, y manzanas, que se refiere a lo ingerido. En este caso, Juan y manzanas son los dos argumentos del verbo COMER. Si uno de estos faltara, la oración no estaría completa. En algunos casos, la ausencia de algún argumento podría provocar problemas de sentido. Por ejemplo, con “María da” nos surge la pregunta: “¿Qué da y a quién?”
Por lo general, los verbos pueden necesitar uno, dos o hasta tres argumentos:
1. Con un argumento: “Juan corre”. En este caso, solo se necesita el sujeto (explícito o tácito) de la acción para tener sentido.
2. Con dos argumentos: “María compró un regalo”. Aquí se necesita el sujeto y el objeto.
3. Con tres argumentos: “Pedro dio un regalo a su hermana”. En este caso, DAR, como veíamos más arriba necesita el argumento que designa a la PERSONA QUE DA, otro que se refiere a LO DADO y un tercero para determinar AL RECEPTOR. En términos sintácticos se corresponden con el sujeto y los dos objetos. Estos argumentos son esenciales porque sin ellos, la oración quedaría incompleta.
Además de estas “piezas esenciales”, también podemos agregar “piezas extra” que añaden información sobre la acción o el estado expresado por el verbo, pero que no son esenciales para que la oración se comprenda. A diferencia de los argumentos verbales, estas “piezas” llamadas “adjuntos” son opcionales. Esto es, la oración seguiría siendo comprensible sin ellos. Por ejemplo, en la oración "Juan corre rápidamente en el parque", el verbo CORRER tiene un solo argumento (Juan). que designa a la persona que realiza la acción de correr. Con ese solo argumento la oración ya de por si tiene sentido. Sin embargo, en este caso hay información extra que no es indispensable para que la oración sea gramaticalmente correcta. En este caso concreto, se nos dan datos sobre cómo (modo) y dónde (lugar) corre. Estos adjuntos pueden ser no solo de modo o lugar, sino también de tiempo (cuándo) o causa (por qué), entre otros aspectos de la acción.
Concentrémonos ahora en los adjuntos temporales. Según la RAE (2010, § 24.2.1c), podemos clasificarlos en tres grupos si consideramos cómo se relacionan con el momento en que se habla (acto de enunciación):
1. Adjuntos temporales orientados en relación con el momento del habla (anclaje deíctico): “ayer”, “el próximo verano”, “hace dos días”, “dentro de tres días”, “la semana próxima”, etc. Por ejemplo, en “Elvira llegará dentro de tres días” es evidente que la expresión se refiere al espacio de tres días posterior al acto de habla. Lo mismo ocurre con “La semana próxima lo llamaré”, que hace referencia a la semana que sigue directamente a la semana actual desde la que se está hablando.
2. Adjuntos temporales orientados en relación con un punto temporal que no es el momento del habla (anclaje anafórico): “al día siguiente”, “a los dos días”, “a las tres horas”, “el día siguiente”, “dos semanas antes”, “hacía tres días”, etc. En todos los casos, se trata de adjuntos que se orientan respecto de un punto de la línea temporal diferente del momento de la enunciación. Por ejemplo, imaginemos que estamos hablando del próximo casamiento de una amiga y decimos que su madre, que está de viaje, “llegará a los tres días”. Es evidente que se está tomando otro punto de referencia, y este solo se puede entender a partir del contexto. En este caso, podría ser el día de la boda de su hija: “Llegará a los tres días (de la boda)”.
3. Adjuntos temporales orientados en relación con cualquier punto temporal (anclaje variable). Dependiendo del contexto, pertenecen al grupo 3 “en el plazo de + tiempo” y “recientemente”, por cuanto ambas expresiones pueden tomar como punto de referencia tanto el momento del habla (“Llegará en el plazo de dos días”), como también otro punto temporal: “Manuelita había llegado recientemente de París”.
De todos estos adjuntos temporales, me voy a concentrar en el segundo grupo. Como vemos, tanto “al día siguiente” como “el día siguiente” aparecen en la lista y tendrían un anclaje anafórico. Esto es, ambos son adjuntos o construcciones adverbiales que refieren a un punto de referencia temporal mencionado previamente en el contexto. No es difícil entender entonces por qué nuestros estudiantes tienen problemas para usar uno u otro en sus relatos tanto orales como escritos. ¿Cuál podría ser la diferencia básica y cómo podríamos explicarla visualmente?
Imaginemos que estamos mirando el telediario y el presentador de un programa semanal sobre la actualidad anuncia: “El presidente dio un discurso el 10 de mayo. Al día siguiente tuvo lugar una manifestación”. Podemos estar seguros de que el adjunto anafórico tiene como punto de referencia el momento del discurso del mandatario, por lo que establecemos una secuencia y una relación estrecha entre ambos sucesos.
Supongamos ahora que el presentador, en cambio, al comienzo de su programa nos da los titulares de los acontecimientos más importantes de la semana transcurrida y sobre los que va a hablar hoy: “El presidente dio un discurso el 10 de mayo. El día siguiente tuvo lugar una manifestación que impidió circular por la ciudad. Y el 12 tuvimos una lluvia que inundó las calles de la ciudad”.
“El día siguiente” es correcto también. Sin embargo, es importante notar que en este contexto se puede dar la impresión de que la manifestación no está claramente vinculada a las palabras del primer mandatario y podría interpretarse de manera ambigua. ¿La manifestación se produjo como consecuencia del discurso del presidente o el hecho no tiene conexión alguna? A juzgar por lo que dice la tercera oración es evidente que son hechos inconexos que se mencionan como adelanto de los temas sobre los que tratará el programa. Lo único que los une es el momento común en que ocurrieron: la misma semana. Son “titulares” que mencionan o identifican los acontecimientos sobresalientes de cada día.
Es probable que nuestro conocimiento de mundo sobre las cuestiones políticas nos inclinaría a pensar que la primera posibilidad es la más probable. Pero no hay nada en el texto que nos lo pueda confirmar. Y para colmo, la tercera oración nos hace ver todo lo anterior como simples adelantos de temas que se desarrollarán en el programa más tarde.
En cambio, con “al día siguiente” la idea de secuencia aparece confirmada de una manera mucho más clara. En efecto, la preposición “A” implica un desplazamiento intencional desde un punto de origen (O) hacia una meta (M), pasando por un camino (C). Esto se asocia con la idea de una proyección direccional que puede ser tanto física como abstracta (Romo Simón 2018).
Con esta preposición se podría interpretar que se enfatiza la transición temporal entre dos momentos, marcando un “”movimiento figurado” hacia el día siguiente en la línea temporal. Este uso proyecta la idea de que estamos avanzando desde un momento específico (como un evento anterior) hacia otro (el día siguiente). Por tanto, la preposición aquí no solo marca un día concreto, sino el proceso de llegar a él, destacando la secuencia temporal.
Visto así, "al día siguiente" es un adjunto que establece una relación temporal precisa entre dos eventos principales . En el ejemplo que mencionaba más arriba sobre el presentador de televisión se trata del discurso del mandatario y la manifestación, que podría haber sido de apoyo o de protesta. Así, la idea de secuencia aparece explícita de una manera mucho más explícita, sugiriendo una relación de causa-consecuencia entre ambos hechos.
Como decía, cognitivamente, la contracción "AL" en estos casos implica un movimiento o avance hacia el siguiente día, lo que da una sensación de progresión en la narración. No se trata de una enumeración de hechos ocurridos en cada día, sino una secuencia de eventos conectados entre sí más estrechamente. En este caso, el cerebro procesa esta contracción como un puente que conecta dos momentos en el tiempo, sugiriendo que un evento inicial “ocasiona” algo. Y en este punto tienen mucho peso los sentidos de la preposición “A” que, como ya mencioné en otra entrada de este blog, “perfila un movimiento real o proyectado hacia un lugar, pero también hacia un objetivo, meta o idea”. Y con esto concuerda Matte Bon (2008, p.300), quien considera que con esta preposición “se sitúa un suceso con respecto a las distintas fases del desarrollo temporal de algo”.
En suma, la elección de “al día siguiente” proporciona un marco más claro y específico para la narrativa, ayudando a situar los eventos en un contexto temporal preciso y provocando un efecto de secuencia. Pero no solo se sugiere una relación temporal, sino que también puede invitar al oyente a inferir una relación entre los dos eventos, en la que el segundo puede ser visto como una consecuencia del primero. La preposición "A" refuerza esta transición entre ellos, dejando abierta la posibilidad de una conexión causal en la mente del oyente, incluso si no se explicita directamente. En cambio, con "el día siguiente" se nombra o identifica un día particular en la línea temporal sin enfatizar esa transición.
Para ver una explicación animada de estas diferencias, ver el siguiente vídeo.
Referencias
García Fernández, L. (1999). “Los complementos adverbiales temporales. La subordinación temporal.” En I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 3129-3280.
Matte Bon, F.(2008). Gramática comunicativa del español, tomo 1. España: Edelsa.
Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Romo Simón, F. (2018). “El significado de las preposiciones españolas a través de la gramática cognitiva: El caso de ‘a’”. Revista Española de Lingüística Aplicada/Spanish Journal of Applied Linguistics 31:1, pp. 257–281
Brisbane 15/09/2024
Hace unas semanas recibí desde Melbourne (Australia) la siguiente consulta:
“La diferencia entre “te aconsejo que + subjuntivo” vs “te aconsejo + infinitivo”: La pregunta que siempre me hago es ¿qué hay en ese “que” cuya presencia te manda directo al subjuntivo? (Siendo que en ambos casos hay cambio de sujeto, A le aconseja a B)”.
Como estaba apresurado, no me tomé el tiempo para explicarme mejor y, releyendo mi respuesta original que envié por privado, sospecho que no aclaré en nada lo que mi colega preguntaba. En esta entrada, entonces, intentaré desarrollar una mejor explicación que pueda servir para explicar a nuestros estudiantes. Admito que el tema es por demás interesante y ha despertado algunos intercambios entre profesores, como el que Elena Solá, Ruiz Campillo y yo mismo entablamos hace un tiempo (Ruiz Campillo 2020).
Tradicionalmente, solemos decir que la diferencia entre una estructura con cláusula sustantiva o con infinitivo radica en la diferencia de sujetos. Usamos el infinitivo cuando hay coincidencia del sujeto entre este y el verbo oracional: “Este año Luciana quiere ir a Barcelona”. En este caso el sujeto de “querer” y el que realiza o experimenta la significación de la acción de “ir” es el mismo (Luciana). Si el sujeto de “ir” es diferente, se espera una cláusula encabezada con “que”: “Este año Luciana quiere que Guillermo vaya a Barcelona”. Como no se trata de una declaración, el uso del subjuntivo está plenamente justificado como ya he señalado en mis entradas sobre este modo y como veremos en forma sucinta más abajo.
No obstante, con el verbo “aconsejar” la cuestión se nos complica, por cuanto, como bien dice mi colega “A le aconseja algo a B” en ambos casos. Con infinitivo o con cláusula sustantiva estamos ante sujetos diferentes. En efecto, en “Te aconsejo ir a Barcelona” el sujeto de “aconsejar” es una primera persona del singular y el sujeto semántico del infinitivo “ir” es un destinatario de segunda persona del singular que coincide con el objeto indirecto “te”. Algo similar ocurre con la construcción de cláusula sustantiva: “Te aconsejo que vayas a Barcelona”. ¿Cómo se explica esto? Detengámonos en algunas singularidades que saltan a la vista.
Para poder comprender lo que sigue debemos recordar cómo entendemos y expresamos diferentes situaciones a través de la gramática. Cada situación tiene un núcleo conceptual en el que los participantes cumplen roles específicos. Por ejemplo, podemos identificar
1. un agente que inicia una acción de transferencia (Pedro le arrojó la pelota a Gustavo);
2. un tema, que es la entidad que experimenta un cambio o es afectada en esa situación (Pedro le arrojó la pelota a Gustavo);
3. y un beneficiario o receptor, que es el participante que recibe la acción llevada a cabo por el agente (Pedro le arrojó la pelota a Gustavo).
Estos participantes (y otros que no menciono aquí) forman configuraciones que se vuelven esquemas de eventos. Entre estos podemos encontrar el esquema de emoción, el esquema de acción y el esquema de transferencia (Radden y Dirven 2007, p.269). Me interesa hablar aquí sobre este último.
Esquema de transferencia
Como he mencionado más arriba, el esquema de transferencia describe eventos en los que un agente pasa algo a un receptor. Los actos de transferencia suelen ir acompañados de un cambio de posesión. Esto significa que el agente renuncia a su propiedad sobre un objeto y lo transfiere a otro (receptor) que se convierte en el nuevo propietario (Radden y Dirven, 2007 p. 294), como en “Pedro le regaló su caramelo a Ernestina”.
El esquema de transferencia se usa no solo para describir intercambios físicos, sino también para expresar conceptos de manera metafórica, especialmente en la interacción humana. La lógica detrás de estas metáforas radica en nuestra tendencia a tratar conceptos abstractos como si fueran objetos concretos que podemos poseer. Por ejemplo, así como puedo "tener" una idea, también puedo "dársela" a alguien. Sin embargo, a diferencia de los objetos físicos, que se transfieren de un lugar a otro y dejan de estar con el dador, las ideas circulan, “se comparten” y pasan de un sujeto a otro (Radden y Dirven 2007, p.297).
Precisamente, el verbo “aconsejar” en su forma completa puede presentar los tres participantes de los que hablaba más arriba: (1) un agente (sujeto), que “transfiere” (da) un consejo ; (2) un tema (OD), que expresa el consejo transferido; y (3) un destinatario (OI), que representa la persona, el grupo humano o la institución receptora del consejo.
Dentro de las matrices que expresan deseos u objetivos, podemos encontrar otras que tienen un comportamiento similar como “exigir”, “ordenar”, “pedir”, “prohibir”, “permitir”, “recomendar” (Ruiz Campillo 2012, p.39). Una particularidad de ellas es que pueden requerir la presencia de los tres participantes: “Te exijo que vengas pronto”, “Le ordenó [al detective] que siguiera a su esposa”, “Ernesto me pidió que volviera en avión”, “Ernestina les prohibió/permitió [a sus estudiantes] que usaran el diccionario en clase”, “Te recomendaría que dejaras el español y te dedicaras al francés”.
Los ejemplos tratan de expresiones que el hablante utiliza para solicitar, inducir o forzar una acción, un proceso o un comportamiento a otro. Un detalle que pone en evidencia esta idea de “transferencia” es el hecho de que en la mayoría de estos casos podemos reemplazar estos verbos por un equivalente con verbo y sustantivo deverbal: plantear/presentar una exigencia (a alguien), hacer un pedido (a alguien), dar un consejo/orden/permiso/recomendación/sugerencia (a alguien), etc.. Nótese que en todos estos casos nos encontramos con un verbo transitivo + un objeto directo + un objeto indirecto, que en algunos contextos puede ser opcional.
Todos estos verbos son, según Ruiz Campillo (2012, p.37), matrices “no declarativas”. Esto es, lo recomendado, ordenado, pedido, aconsejado no es lo que un sujeto sabe, piensa, imagina o supone sobre el mundo. En palabras de Ruiz Campillo, el hablante expresa en estas situaciones un objetivo virtual. En consecuencia, la presencia del subjuntivo en la cláusula que puede acompañarlos está absolutamente justificada: “Te aconsejo que dejes el español y te dediques al francés”. El hablante no declara que su interlocutor “deja el español y se dedica al francés”, solo le transmite un consejo a su interlocutor y este puede aceptarlo, seguirlo o no.
Complemento con infinitivo
Ahora bien, es verdad que “aconsejar”, como otros de los arriba mencionados, acepta otra posibilidad con infinitivo. En términos sintácticos, tanto la cláusula sustantiva como el infinitivo funcionan como objeto directo de la matriz.
No obstante, a diferencia de lo que ocurre con infinitivos que dependen de verbos de voluntad como “querer” o “necesitar”, que presentan sujetos distintos con cláusula sustantiva, pero igual con infinitivo, los verbos que ejercen una influencia sobre la acción del receptor no presentan coincidencia de sujetos en ninguna de las dos situaciones: “Te aconsejo dejar el español y dedicarte al francés” vs “Te aconsejo que dejes el español y te dediques al francés”. Obviamente uno no se puede aconsejar, recomendar, ordenar, pedir o sugerir algo a sí mismo. De esta manera, la explicación reiterada de que “usamos infinitivo cuando hay coincidencia de sujeto” no se sostiene siempre.
Un fenómeno llamativo que se observa en estos casos es que el sujeto de la cláusula o del infinitivo que acompaña a estas matrices coincide con su OI, dado que, como decía más arriba se trata de influir sobre la acción de otro: “Te exijo venir pronto”, “Le ordenó seguir a su esposa”, “Ernesto le pidió volver en avión”, “Ernestina les prohibió/permitió usar el diccionario en el examen”, “Te recomendaría dejar el español y dedicarte al francés”.
Como vemos, con estos verbos, el objeto indirecto de la matriz (me-te-le-les) es correferente con el sujeto ya del infinitivo ya de la proposición sustantiva. Como la cuestión del subjuntivo en la cláusula dependiente de estos verbos está ya explicada mediante la idea de “no declaración” (y se pueden consultar otras entradas de mi blog para esto), me interesa dedicarle unas líneas a la cuestión del infinitivo con sujeto diferente.
Según Ruiz Campillo (2012, p.104), el infinitivo debe considerarse como una forma no declarativa. Y así lo ubica en una presentación más completa de su mapa operativo. Por este motivo, se puede decir que se comporta como una versión no personal del subjuntivo. Solo se distingue de este por carecer de persona y número y por no discriminar si la acción ocurre en un ámbito actual o no-actual. Como hemos visto en los ejemplos de más arriba, para todo esto dependemos de claves contextuales que proporcionan la información que esta forma no puede suministrar por sí misma (Hernanz § 36.1.3).
Reproducido de Ruiz Campillo 2019, p.103.
Por ejemplo, en la oración "Le recomiendo dejar el español", el verbo "dejar" no nos dice cuándo se hará el abandono de los estudios. Sin embargo, si tenemos en cuenta la matriz y la amplitud que tiene el tiempo presente en nuestro idioma, podemos suponer que el hecho es esperable ahora o en un futuro cercano del punto de referencia (la matriz).
Por otra parte, dado que el infinitivo solo no puede mostrar de manera clara quién está realizando la acción, aun así se puede identificar su sujeto, apelando al contexto una vez más. Tomemos como ejemplo las oraciones "“Te exijo venir pronto” o “Ernestina les prohibió/permitió [a sus estudiantes] usar el diccionario en el examen” En el primer caso, el sujeto semántico de “venir” es el interlocutor del hablante, al que se le ordena la acción de “venir en seguida”. En el segundo caso, en cambio, los estudiantes son aquellos a quienes se les prohíbe/permite usar el diccionario. No es difícil deducir que en todos estos casos de influencia, el sujeto semántico del infinitivo es la persona que recibe el consejo, el pedido, la orden y de quien se espera una reacción. Esa persona aparece explícita en la oración principal mediante el pronombre de objeto indirecto.
Diferencias semánticas
¿Y cuál sería la diferencia semántica entre el uso del infinitivo o del subjuntivo? Según Langacker (2008. p. 442) la diferencia entre "Te recomiendo ir a Barcelona" y "Te recomiendo que vayas a Barcelona" se puede entender en términos de cómo el hablante se relaciona con el proceso de la recomendación. Para él, con una frase como "Te recomiendo que vayas a Barcelona", el hablante se enfoca en la idea o posibilidad de que su interlocutor realice la acción, en lugar de describir la acción esperada per se.
En contraste, con el infinitivo se centraría más directamente en la mención de la acción misma, como ocurre en "Te recomiendo ir a Barcelona", donde se sugiere la acción de ir de manera más directa, sin esa capa adicional de subjetividad o posibilidad que añade el subjuntivo. Simplemente se menciona qué acción es recomendable. Así que, aunque hay una diferencia sutil en cómo se entiende la relación, esto no cambia el significado básico, por lo que no creo que sea necesario insistir en diferenciarlas (Langacker p.443). En clase simplemente las explicaría como equivalentes.
Finalmente, nos queda un punto particular en donde encontramos situaciones con infinitivo en las que el OI no se hace presente en la oración principal. Su ausencia material no impide que se pueda realizar una interpretación genérica, como en estas situaciones: “No permitimos usar diccionarios en el examen”, “No se permite usar diccionarios en el examen” o “No está permitido usar diccionarios en el examen”. Solo se menciona la acción prohibida o no permitida. A falta de una construcción en la oración principal que nos permita recuperar el sujeto de “usar”, se entiende que la prohibición de “usar el diccionario en el examen” no está dirigida a una persona en particular sino que es una interdicción general.
Conclusión
En resumen, con estos verbos que denotan una influencia de alguien sobre otro se permite una estructura con cláusula sustantiva de OD con subjuntivo o una con infinitivo. En los dos casos los sujetos de la cláusula y del infinitivo no coinciden con el del verbo matriz. En ambos casos se trata de no declaraciones.
Por lo general, las matrices que introducen estos complementos son verbos en los que pueden intervenir tres participantes (agente, tema y receptor). En todos los casos, el receptor funciona como OI de la matriz. A la vez esa persona puede coincidir con el sujeto de la cláusula de subjuntivo o el sujeto semántico del infinitivo. Entre una y otra no hay diferencias semánticas importantes. Sin embargo, la omisión del receptor en la matriz permite interpretar la influencia, el pedido o la orden como una forma genérica.
En el siguiente vídeo se puede ver una animación con los puntos centrales sobre los verbos de influencia:
Referencias
Hernanz, M.L. “El infinitivo”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española 2. Madrid: Espasa-Calpe, pp.2196-2356.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Radden, G. y Dirven, R. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
Ruiz Campillo, J.P. (2012). “The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish”. En Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
----- (2019). “El espacio como valor operativo del verbo en español”. En Ibarretxe-Antuñano, I; Cadierno, T.; y Castañeda Castro, A. Lingüística cognitiva y español LE/L2. New York: Routledge, pp.95-119.
----- (2020, julio). “Gramática descomplicada 5: Mismo sujeto, diferente sujeto.” Tercera Gramática. https://terceragramatica.com/gramatica-descomplicada-5-mismo-sujeto-diferente-sujeto/
Brisbane, 15/08/2024.
En la entrada anterior abordé la complejidad de enseñar la diferencia entre el pretérito perfecto simple (PPS) y el pretérito imperfecto (IMP) en español. Decía entonces que la enseñanza de estos conceptos se ha convertido para el profesor en un desafío, debido a los matices temporales, aspectuales y discursivos, y a diferentes enfoques explicativos (formalista, discursivo y funcional) que han tratado de dar cuenta de estas diferencias. Algunas de estas cuestiones fueron tratadas en entradas anteriores.
Sin embargo, en niveles más avanzados aparecen casos particulares donde el uso del IMP puede ser sustituido por otros tiempos verbales, como el PPS o incluso formas condicionales. La RAE (2010, § 23.6.2a) habla de estos casos como “usos modales del IMP”, que “constituyen una manifestación del estrecho vínculo que existe entre las situaciones pretéritas y las irreales”.
La explicación de estos usos particulares ha sido motivo de controversia y debate. Se han propuesto numerosas explicaciones, aunque con frecuencia resultan insatisfactorias. Sin embargo, un autor como Ruiz Campillo (2014) ha logrado un acercamiento pedagógico muy convincente a su significado. En esta entrada me dedicaré entonces a los llamados “usos modales del IMP” y para esto tomaré como hilo conductor la explicación que propone en “La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español”. Recomiendo a todos los colegas que no lo hayan hecho todavía leer ese trabajo con atención porque sin duda resultará esclarecedor. En lo que sigue haré un brevísimo sumario de sus planteos en ese texto y otros de su autoría para luego llevarlos a la práctica pedagógica con ejemplos visuales.
En el documento mencionado, el autor discute la manera en que enseñamos los tiempos verbales en español y cómo son comprendidos. Tradicionalmente, se piensa que los tiempos verbales indican “tiempo” (presente, pasado, futuro). Sin embargo, el autor argumenta que esta visión es limitada y genera confusión debido a la gran cantidad de usos no temporales de los verbos. En el caso del IMP considera que no se explican adecuadamente en el aula, resultando en un aprendizaje caótico.
De esta manera, propone revaluar los verbos en términos de “espacio” en lugar de “tiempo”. Para tal fin presenta un mapa operativo del sistema verbal basado en una perspectiva espacial. Esto permitiría a los estudiantes entender y predecir el uso de los tiempos verbales de manera lógica y coherente y aprender sobre el sistema de una manera más estructurada y menos basada en la memorización de excepciones.
Fig.1
El mapa operativo que diseña (fig 1) es una representación gráfica que organiza los tiempos verbales de nuestro idioma en un espacio visual, lo que facilita la comprensión y el uso de los verbos según su tiempo, modo y aspecto. Se encuentra dividido en dos espacios: el “aquí”, identificado como el espacio de actualidad, el mundo vigente o actual, y el “allí” (mundo no-vigente o inactual). En términos temporales este último se relaciona con el pasado, pero puede abarcar también situaciones hipotéticas, contrafactuales o ficcionales. Vale decir, incluye todo aquello que no ocurre en el presente inmediato y actual del hablante.
En términos gráficos el espacio del "allí" se representa arriba y en una nube, similar a una burbuja de pensamiento en un cómic. El diseño sugiere una imagen mental del mundo representado que no está vigente actualmente. En contraposición, en un espacio situado debajo, se encuentra el “aquí”, que comprende todas las acciones y eventos que están ocurriendo ahora o que se espera que ocurran pronto (esto es, incluye las proyecciones inmediatas hacia el futuro).
En este punto es fundamental el concepto de 'declaración', que será la piedra fundamental sobre la que se edificará todo el andamiaje conceptual de su mapa. En otras entradas ya mencioné que por esto se entiende “la expresión formal o explícita de lo que una persona sabe, imagina o supone respecto de algo”, sin necesidad de que lo declarado SEA verdad respecto de una realidad extralingüística.
Leído el mapa de izquierda a derecha, se observa que cada uno de estos dos espacios del “aquí” y del “allí” presenta dos grandes modos o dimensiones: el modo declarativo y el no-declarativo. El primero de ellos cuenta con dos diferentes maneras o "submodos" en que entendemos y organizamos el conocimiento relacionado con nuestro espacio físico inmediato. Por un lado, se encuentra un “submodo positivo”, con acceso total a la realidad inmediata y que implica un grado máximo de declaración (declaración fuerte o afirmación). Esto es, mediante este submodo, el hablante presenta información que considera verdadera y válida (independientemente de que esto sea verdadero en la realidad extralingüística).
El otro submodo dentro del modo declarativo es el “submodo aproximativo”, que implica una declaración de algo de lo que no tenemos experiencia directa y total sino un acceso parcial. El hablante no tiene certeza absoluta: solo ofrece una estimación o suposición basada en señales que ha observado o intuido. Tal como lo describe Ruiz Campillo, el acceso aproximativo entraña una forma declarativa de hablar de eventos que, basándonos en indicios, se espera que ocurran en el futuro, pero que aún no han sucedido. Este espacio abarca las formas del futuro (para el espacio actual) y el condicional (para el espacio inactual). El modo no-declarativo, en tanto, solo cuenta con un acceso virtual a ese espacio físico y el hablante carece de control sobre él. Es este el espacio que ocupa el subjuntivo, tema que no desarrollaré en esta entrada.
Si observamos con atención el mapa, veremos que este nos exhibe una relación particular entre el presente y el IMP. En principio, el primero expresa acciones que coexisten con el acto de enunciación y percibe la acción en su transcurso. Sin embargo, esto no siempre ocurre así. En “Ernesto ya viene para aquí”, el acto de 'venir' coincide con el momento en que se pronuncia ese enunciado. Pero en “Las luces se encienden”, las luces se han encendido justo antes de que se exprese la frase. Y en el “Ya voy” que decimos cuando se golpea la puerta, la acción de 'ir' puede llegar a ser posterior a la expresión dicha.
Como vemos, el presente abarca un segmento temporal más amplio en el que el acto de enunciación está incluido. Como anota Alarcos Llorach (1995, §220), “por esa latitud de aplicación, puede usarse el presente para denotar hechos que en la realidad temporal están situados en zonas anteriores o posteriores al ahora, o punto cronológico en que se manifiesta el yo que habla”. Así, el presente no se refiere solo al momento actual. En realidad, puede usarse para hablar de cualquier tiempo (pasado, presente, futuro), porque el contexto y la situación en la que se usa determinan cuándo suceden los eventos mencionados. Tradicionalmente, el presente se ha explicado como el tiempo que sirve para describir
1. Un evento que está en marcha al momento del habla
2. Un evento repetido o continuo
3. La existencia de estados y condiciones
4. Un evento que ocurrirá en el futuro
5. Una acción que empezó en el pasado pero que sigue en marcha en la actualidad (Koike y Klee 2013, p.86).
Aun así, esta descripción muy general deja fuera varios otros usos. Una explicación notable es la dada por Ruiz Campillo (2001) que propone un acercamiento en términos de “relevancia”:
La conclusión podría ser que con el presente (la forma menos marcada del sistema) no es que hablemos del presente cronológico, sino que ponemos de relieve realidades que pueden ser consideradas como ACTUALES Y POSITIVAS en el momento de la enunciación, ya sea en el sentido estrictamente temporal del “aquí y ahora”, ya sea en el sentido modal de “positivo, efectivo en el momento de la comunicación”, al margen del tiempo cronológico en que se dio o se puede dar esa información.
Para explicarlo, el autor formula una “vía rápida” que puede resumirse de la siguiente manera: en el contexto de un presente cronológico decir "Esto ES así” significa que lo dicho es actual, válido y verdadero en el momento en que hablamos. Cuando elegimos el presente para referirnos a otros contextos temporales (pasado o futuro) queremos marcar que esa realidad, que físicamente se produce en otro tiempo, es válida e incuestionable en el momento en que la decimos. Esto nos permitiría explicar usos como los siguientes:
1. Tú te callas. (Presente de mandato o deóntico)
2. El 22 de abril de 1616 muere en Madrid Don Miguel Cervantes de Saavedra”. (Presente histórico)
3. Ya no soporto más a mi marido. Mañana lo dejo. (Presente intencional)
Si, como señala Castañeda Castro (2023, p.34), el imperfecto es “al entonces” (ámbito no actual) lo que el presente es a un ámbito actual, la variedad de usos del presente (histórico, habitual, de anticipación, entre otros) deberían replicarse en la amplitud de sentidos a los que puede llegar también el IMP. Por ejemplo, puedo referirme a mi rutina cotidiana actual con el presente: “Me levanto a las siete de la mañana todos los días”, sin delimitar por cuánto tiempo esta rutina se extiende (lo que presupone que todavía es válida en el momento en que la describo). Y a la vez puedo contraponerla a la que realizaba en un “entonces”: “Pero de niño me levantaba a las ocho de la mañana”.
El uso del IMP en este caso indicaría que la acción es habitual a lo largo de un período relativamente extenso en un espacio no actual, dejando fuera cualquier referencia a límite alguno. Coincidentemente, lo mismo podemos hacer con el presente. En ambos casos se trata de una práctica regular que continúa a lo largo de un período. Lo que cambia es el espacio en donde ocurre: con IMP se da en un espacio no-actual no muy definido (entonces, cuando era niño), mientras que con el presente, en un aquí y ahora.
Partiendo del espacio actual como base, la correspondencia vertical del mapa operativo nos permite entender lógicamente una serie de significados del IMP que pueden explicarse a partir de su correspondencia con el presente. Si conocemos cómo funciona el presente, conocemos también los usos del IMP, por cuanto este último es igual que aquel, solo que en un espacio inactual. No obstante, una vez más, debemos recordar que 'inactual' no solo significa 'anterior temporalmente', sino también cualquier otro espacio contrapuesto al aquí y ahora: un escenario ficcional, contrafactual, prospectivo, etc.
Para poder organizarme con los distintos usos modales del IMP que quiero presentar aquí, voy a titular con los mismos nombres que las gramáticas tradicionales les asignan a estos distintos valores. Al primer uso que veremos se lo conoce como 'imperfecto periodístico' o 'imperfecto narrativo'. Y aunque no es frecuente en el habla coloquial, puede ser habitual en la prosa periodística o inclusive en las biografías de personajes famosos (García Fernández, 2004, p. 65).
Imperfecto periodístico o narrativo
En este caso, se adopta el estilo de narración en tiempo real, característico de las transmisiones deportivas en directo, pero aplicado a situaciones dadas en ámbitos no actuales (Castañeda Castro 2023, p.42): “Con gol de Messi en el último minuto, Barcelona vence 2-3 al Real Madrid” > “Con gol de Messi en el último minuto, Barcelona vencía 2-3 al Real Madrid”.
El presente “reactualiza” el evento, desplazándolo desde el pasado y superponiéndolo en el espacio del aquí y ahora. “El uso de una forma actual en relación con el pasado cronológico producirá un efecto de reactualización (realismo) del contenido verbal (con respecto a cómo lo expresaría la forma no actual correspondiente)” (Ruiz Campillo 2014, p.79).
Si el presente puede emplearse para referirse a hechos puntuales (o de duración limitada), lo mismo ocurre con el IMP. Como se ve en mis ilustraciones (figs. 2 y 3), se trata de situaciones puntuales pero que se dieron en un espacio no actual y que el hablante evoca como si hubiera sido testigo de ellas en ese preciso momento. También se podría haber usado el PPS, pero este provoca un mayor alejamiento de los hechos: “Con gol de Messi en el último minuto, Barcelona venció 2-3 al Real Madrid” (Fig. 4). Con el IMP, en cambio, se crea un efecto expresivo de acercamiento al hecho, haciéndolo más vívido y, sobre todo, relevante.
Por otra parte, si nos atenemos a la idea de que el IMP es “el presente del entonces”, podemos entender que no haya ninguna razón para rechazar su uso inclusive en casos como el siguiente, ya que sigue las mismas razones estilísticas que obtendríamos si hubiéramos utilizado el llamado presente histórico: “El 22 de abril de 1616 muere en Madrid Don Miguel Cervantes de Saavedra” >“El 22 de abril de 1616 moría en Madrid Don Miguel Cervantes de Saavedra”.
Si ese uso del presente (conocido como 'presente histórico') permite reactualizar “la acción pasada al narrar hechos pasados como si fueran presentes ‘ahora’, en el momento en que se habla o escribe”, el llamado IMP ‘narrativo’ “expone acciones o estados pasados como si fueran presentes ‘entonces’, en el momento ya pasado al que se refiere el que habla o escribe” (García Yabra 1989, p. 160). Podríamos decir que si con el presente se produce un desplazamiento del evento hacia el aquí y ahora del acto de enunciación, con el IMP se produce en cambio un “desplazamiento mental” del hablante hacia ese momento en particular del pasado en que los hechos estaban en curso (de allí que en mi ilustración de la fig. 3 se exhiban unos ojos presenciando la escena):
Figs. 2 y 3
En estos contextos, tanto el IMP como el presente 'narrativo' pueden ser intercambiables con el PPS, pero con este, como decía más arriba, se perciben los hechos como terminados en el pasado y sin relación con la burbuja temporal en la que se produce el acto de enunciación. En tanto, con el IMP se mantiene una sensación de acción en desarrollo continuo.
Fig.4
Imperfecto de cortesía
Otro uso del IMP que tiene su correlato en la forma del presente es el llamado IMP de cortesía, usado en peticiones o deseos. Aun cuando el IMP forma parte del modo declarativo afirmativo con el que se presentan hechos y afirmaciones con total certeza y como declaraciones incuestionables, se distingue del presente por el hecho de que se ubica en un espacio inactual para referirse a hechos del espacio actual. Por esto mismo, el IMP cumple aquí, en relación con el interlocutor la función de marcar mayor distancia, respeto y amabilidad que con el presente, que puede resultar demasiado directo. Semejante estrategia le permite al interlocutor un mayor margen para rechazar la petición: “¿Por qué no cortas el césped?” > “¿Por qué no cortabas el césped?”. En este ejemplo, el desplazamiento hacia el pasado atenúa el pedido del enunciado en el aquí y ahora en que se encuentra el hablante (Haßler 2017, p.21).
Con el imperfecto de cortesía el hablante se desplaza mentalmente por tanto de manera deliberada de la realidad y se instala en un espacio inactual con la intención de atenuar lo que se quiere afirmar o demandar en el espacio actual. La solicitud suena menos directa y más amable. Esto se logra mediante la desactualización de la acción (IMP por presente), lo que reduce la sensación de urgencia y añade un tono respetuoso al pedido. La cortesía implica una acción no impuesta, dejando abierta la posibilidad de que el oyente no la cumpla, lo que se refleja en la característica de "no terminado”.
En este uso, el IMP también podría reemplazarse por un condicional: “¿Podías cortar el césped?” > “¿Podrías cortar el césped?” Sin embargo, el condicional forma parte del modo declarativo aproximativo y nos instala en el ámbito de la predicción, conjetura o suposición. También introduce un matiz de cortesía, pero con una ligera diferencia respecto del IMP. Añade una capa adicional de deferencia y suavidad, y a menudo se percibe como aún más educado y respetuoso (quizá por esa falta de "determinación" que parece proponer). Como vemos, se trata de una cuestión de grado entre un modo declarativo afirmativo y un modo declarativo aproximativo, entendido este último como “declarar de manera previa a la experiencia o independiente de ella” (Ruiz Campillo 2014, p.84). El hablante “supone” (no afirma) que su interlocutor "estaría" en condiciones de poder hacerlo.
Figs. 5 y 6
Imperfecto de intenciones en el pasado
Siguiendo esta idea, podemos también partir de los usos del presente para relacionar la idea de una intención que se inició en el pasado y todavía continúa en el momento de enunciación:
Fig.7
Mientras que con el presente en la fig. 7 se podría percibir como una intención más definida (Matte Bon 2008, p. 29), con el IMP el hablante podría significar que no ha terminado de decidirse o que está considerando otras ideas todavía (acción no terminada). Una vez más, nótese que el IMP permite presuponer que existe la posibilidad de que la intención se cumpla en el futuro, pero hasta el momento actual su decisión no se ha materializado.
Imperfecto lúdico y onírico
Podemos encontrar otra situación parecida con el uso del IMP lúdico. Con él el hablante se coloca mentalmente en un mundo de ficción: “¿Jugamos? Tú eres el policía y yo el ladrón” > “¿Jugamos? Tú eras el policía y yo el ladrón”. En ese plano alternativo al presente, en todo el tiempo que dure el juego los interlocutores mantendrán esa identidad ficcional. Algo similar ocurre con el llamado “IMP onírico”: “En mi sueño, tú eras el ladrón y yo el policía que te perseguía, pero nunca te alcanzaba”.
Figs.8 y 9
Imperfecto citativo
El "imperfecto citativo" se usa cuando alguien ha obtenido información en el pasado y ahora quiere ratificarla o confirmarla. Es como decir: "¿Es cierta la información que tengo según la cual…? Este uso permite al hablante evitar hacerse responsable directamente de lo que dice y también suena más cortés que usar el presente.
Un ejemplo clásico es: "Tu nombre era Pedro, ¿no?", que significa "En algún momento me dijiste que tu nombre era Pedro, ¿cierto?". También puede usarse para disculparse por no recordar algo: “¿Cuál/cómo era tu nombre?”, que podría significar algo así como “En algún momento me dijiste tu nombre pero ahora no lo recuerdo…” Nótese que el IMP introduce una afirmación, aunque matizada por cierta distancia con el fin de intentar disculparse por el olvido. La información obtenida en el pasado no se presenta como un hecho cerrado o concluido. Al utilizar el imperfecto, el hablante permite la posibilidad de que la información pueda ser confirmada o corregida, pero al mismo tiempo minimiza su descuido.
Otro caso de este tipo es el siguiente:
Fig.10
Observemos que el hablante contrapone aquí la información que se le había dado anteriormente con un hecho que contradice esa información (de allí el nombre de 'citativo'). Una vez más, lo que hace el hablante aquí es evocar (citar) lo dicho por su interlocutora el martes pasado: “Juan regresa el jueves”. Desde entonces ha mantenido esa información en su mente hasta ahora (miércoles), cuando ve llegar a su colega. En este caso “traduce” la frase original dada en presente con el imperfecto como afirmación de lo dicho entonces, como es esperable según el mapa operativo: “¿No dijiste que regresaba mañana? Nótese cómo el hablante se desplaza a aquel entonces y se coloca mentalmente en aquel preciso momento en que recibió la información. Una vez más, con el imperfecto el hablante no presenta la información como un hecho cerrado. Por el contrario, está en un estado de desarrollo y abierta siempre a confirmación.
Imperfecto por condicional
En los ejemplos anteriores, hemos visto cómo usar el IMP para hablar de un espacio presente desplaza lo dicho hacia un espacio inactual, que si bien puede entenderse en términos temporales como "el pasado" tamibén es entendido como terreno de la ficción y la hipótesis. Es lo que Ruiz Campillo ha denominado 'desactualización'. Para analizar otros casos en que el condicional puede ser remplazado por un IMP, partamos en principio de un ejemplo con verbos en presente:
Fig. 11
En este ejemplo, los hechos mencionados en la cláusula condicional (prótasis) y en la oración principal (apódosis) se relacionan causalmente. La primera se presenta como una causa posible del estado de cosas que se describe en la oración principal, que pasa a interpretarse como su efecto o su consecuencia (RAE 2010, §47.2.1). De esta forma se explica la ilustración de la pareja con unas bolsas de dinero al lado de una casa grande con el cartel de "vendido" en un supuesto futuro cercano (de allí la línea de tiempo punteada debajo) .
Ahora bien, en esta situación, el hablante afirma con un billete de lotería en su mano que, en el caso posible de ganar en el próximo sorteo, ambos compran una casa con seguridad. Dado el contexto, el presente aquí tiene un valor de futuro cercano. Podría haber usado el futuro en la oración principal, haciendo jugar el valor predictivo que tiene este tiempo verbal, según el mapa operativo. Sin embargo, ha preferido el presente en ambas partes de la oración (valor afirmativo), lo que presupone una mayor determinación (Ruiz Campillo 2017, p17). El hablante afirma con convicción una acción futura con IMP, dando por sentada su decisión.
Pasemos a ver ahora estos otros casos y cómo el mapa operativo nos puede ayudar a explicarlos: “Si me ganaba la lotería me compraba una casa grande” > “Si me ganara la lotería me compraba una casa grande > Si me ganara la lotería me compraría una casa grande”.
Fig.12
La primera, con IMP tanto en la cláusula condicional como en la oración principal, reitera lo dicho para el presente, pero con relación a un espacio inactual. Puede referirse a un espacio temporal anterior (en el sorteo de la noche anterior, por ejemplo) o a un espacio futuro (en el próximo sorteo).
Teniendo en cuenta el espacio mental que abre la cláusula con SI, el hablante afirma con un billete de lotería en mano que, en caso de ganar (en un sorteo pasado o en uno próximo), ambos compraban una casa. Dada la falta de un mayor contexto, el IMP puede tener aquí un valor temporal de pasado (eso hacían en caso de haber ganado anoche, pero no se dio) o modal contrafactual (en un mundo posible alternativo, la consecuencia de ganarse la lotería consistía en comprarse una casa). En este último caso, el hablante afirma con convicción una acción afirmativa con IMP, dando por sentado que ya lo tienen decidido de antemano. El uso del IMP en ambas cláusulas (la condicional y la principal) sugiere que la acción de 'comprar' depende de una situación que se entiende como probable (“si ganábamos…), lo que mantiene su carácter abierto y no finalizado. Dependiendo del contexto, esto permite explicar estas oraciones como algo que ocurría regularmente (habitualidad) o que podía ocurrir dependiendo de la condición (probabilidad): “Si teníamos dinero, íbamos al cine” (cuando éramos pequeños o ahora).
Fig.13
La segunda podría leerse en estos términos: “En la situación hipotética de ganarnos la lotería (cláusula con subjuntivo), estoy en condiciones de afirmar (oración principal con imperfecto) nuestra voluntad de comprar una casa grande” (fig. 13). Si consideramos el mapa operativo, “compraba” no deja de ser una afirmación en un espacio no actual (en este caso, contrafactual). Así, el subjuntivo de la cláusula abre un espacio mental contrafáctico. Dentro de él, el hablante se permite afirmar con determinación que, dada esa situación alternativa posible, él y su esposa confirman que su decisión consistía en comprarse una casa grande. Esto subraya que, dentro del marco hipotético abierto por el subjuntivo, el uso del IMP en la oración principal expresa una afirmación decidida y enfática sobre la acción de 'comprar una casa' (Ruiz Campillo 2017, p. 17).
Fig.14
Con el condicional en la oración principal, en cambio, la lectura podría ser: ““En la situación hipotética de ganarnos la lotería (cláusula con subjuntivo), supongo que nos compraríamos una casa grande”. Al igual que veíamos con el IMP de cortesía, estamos ante cuestiones de grado entre un modo declarativo afirmativo y un modo declarativo aproximativo (de suposición o conjetura). El hablante expresa una suposición en relación con el mundo alternativo que la cláusula condicional en subjuntivo comunica: declaración afirmativa vs declaración predictiva.
Según la RAE, es propio de la lengua conversacional la estructura con prótasis y apódosis en IMP, que recibe también interpretación contrafáctica (RAE, 2010, §47.4.2b): “Si nos ganábamos la lotería, nos comprábamos una casa grande” pensada como equivalente a “Si me hubiera ganado la lotería, me habría comprado una casa grande”. En lo personal, no estoy totalmente de acuerdo con esta lectura como si fuera la única, porque el uso del IMP en ambas partes de la oración podría también estar pensado con idea de futuro, como ya he señalado: “Si me ganaba la lotería [en el próximo sorteo], me compraba una casa grande”. De todas formas, esto no cambia el hecho de que el uso del IMP en la cláusula condicional y en la oración principal seguirían proponiendo una relación de causa-consecuencia en una situación posible dentro de un espacio inactual. Se refiere a una situación que puede ocurrir en el futuro, basada en circunstancias actuales o en la probabilidad razonable, y no implica necesariamente que la situación sea imaginaria o contrafáctica.
Conclusiones
En resumen, aquello que percibimos como más probable (declaración fuerte) lo representamos más cerca de nosotros (espacio actual). Se trata de un espacio donde el hablante tiene un completo control del conocimiento de los objetos y relaciones que lo componen. Esto significa que el hablante declara positivamente lo que sabe sobre el mundo. En español, tenemos cinco formas verbales que por sí solas expresan el significado verbal en un modo declarativo afirmativo (ver Fig.1 más arriba).
Por otro lado, podemos identificar otro espacio donde los objetos y relaciones no son completamente accesibles para ser examinados detalladamente. Solo podemos aproximarnos a la realidad basándonos en señales o indicios, lo que podríamos llamar 'suposición' o 'predicción' desde el punto de vista gramatical. En español, tenemos cuatro formas verbales que, al igual que las del modo afirmativo, representan por sí solas un “modo declarativo predictivo”. Existe un tercer espacio, el no-declarativo, con cuatro formas también, pero no he tocado este tema en detalle aquí.
Hemos visto también que usar una forma verbal actual para describir algo del pasado crea un efecto de 'reactualización' del hecho, en comparación con lo que expresaría una forma no actual. Se "reactualiza" el evento, haciéndolo sentir más presente o relevante en el momento en que se habla. El hablante lo revive y desplaza al aquí y ahora para destacar su relevancia.
En cambio, usar una forma verbal no actual para describir algo del presente crea un efecto de 'desactualización' del contenido verbal, en comparación con lo expresado por una forma actual. Esta vez el desplazamiento aleja el hecho como intento para marcar algún tipo de distancia: suavizar preguntas o peticiones, proponer escenarios imaginarios o sugerir ideas de manera menos directa o más amigable, como ya lo ha explicado Ruiz Campillo en su artículo (2014, p.80). En ambos casos existe una superposición de espacios o, mejor aún, un 'desplazamiento de espacios'.
Referencias
Alarcos Llorach, E. (1994). Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa
Castañeda Castro, A. (2023). “A vueltas con la oposición imperfecto / pretérito perfecto simple. Ventajas descriptivas y pedagógicas de un enfoque temporal-epistémico”. Estudios de lingüística Universidad de Alicante (ELUA) 40, pp. 33-61.
García Fernández, L. (2004). “El pretérito imperfecto: repaso histórico y bibliográfico”. En García Fernández, L. y Camus Bergareche, B. (eds.) El pretérito imperfecto. Madrid: Gredos, pp.13-122.
García Yebra, V. (1989). Teoría y práctica de la traducción. Madrid: Gredos.
Haßler, G. (2017) “Intersección entre la evidencialidad y la atenuación: el pretérito imperfecto evidencial y el futuro narrativo”. Normas. Revista de estudios lingüísticos hispanos, 7, 2, pp.18-33.
Koike, D. y Klee, C. (2013). Lingüística aplicada. Adquisición del español como segunda lengua. USA: Wiley.
Martínez Arbelais, A. y Pereira-Rodríguez, I. (2015). “Duración y valoración en la expresión del pasado: implicaciones para la clase de español como segunda lengua”, Letras 57, pp.11-33.
Matte Bon, F.(2008). Gramática comunicativa del español (Tomo 1). España: Edelsa.
Palacio Alegre, B. (2016). “Gramática cognitiva-operativa: limitaciones de una instrucción única. El caso de imperfecto / indefinido en el aula ELE.” Marco ELE. Revista de didáctica español lengua extranjera 22. Disponible en: http://marcoele.com/descargas/22/palacio-imperfecto_indefinido.pdf
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Ruiz Campillo, J. P. (2001) “El presente no es presente”. DidactiRed. Centro Virtual Cervantes. Disponible en https://cvc.cervantes.es/aula/didactired/anteriores/marzo_01/27032001.htm
-----. (2005), “Instrucción indefinida, aprendizaje imperfecto. Para una gestión operativa del contraste imperfecto / indefinido en clase”, Mosaico. Revista para la promoción y apoyo a la enseñanza del español 15, pp. 9-17.
----- (2014). “La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español”. Journal of Spanish Language Teaching 1, 1, pp. 62-85.
----. (2017). “El verbo como espacio. Seis nuevos temas de gramática del español.” Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 22, pp.1-20.
Brisbane, 15 de julio (entrada de junio/julio) 2024.
Para algunos profesores, la diferencia entre el pretérito perfecto simple (PPS) y el pretérito imperfecto (IMP) es una distinción difícil de enseñar, especialmente en los primeros niveles. Para otros, el dominio de estas formas verbales puede ser un indicador del nivel general de competencia en español. Y en efecto, en la institución académica en la que trabajé por casi tres décadas solíamos tomar como referencia -entre otros temas- el uso apropiado de estos tiempos verbales en nuestros exámenes de colocación. Esta era una de las barreras que el estudiante debía pasar con cierta fluidez para poder ser aceptado en cursos superiores.
Sin duda, la complejidad de estas formas verbales se debe a que estas cuestiones se relacionan con aspectos temporales, aspectuales y discursivos. De hecho, podemos encontrar intentos por explicarlos atendiendo a una vía formalista (la presencia de ciertos marcadores que determinan el uso de uno u otro tiempo), una discursiva (que los explica en función de la oposición narración-descripción), o una funcional (acciones extendidas en el tiempo vs acciones puntuales) (Llopis-García, Real Espinosa y Ruiz Campillo 2012, pp.157-161).
La explicación más frecuente que los profesores utilizamos es la de acción pasada, completa y terminada para el PPS. Para el IMP, en tanto, solemos explicar que presenta una acción pasada no concluida y circunscripta al desarrollo de la situación, abstrayéndose de su principio o final. Vale decir, se focaliza en la situación en curso.
Ahora bien, algunas veces nos encontramos con que cuando una explicación no es suficientemente clara para una situación determinada, nos movemos a la otra. Y así saltamos de un criterio al otro sin poder encontrar una explicación operativa que nos ayude a explicar inclusive aquellos casos más excepcionales con los que de vez en cuando nos topamos: “El 22 de abril de 1616 moría en Madrid Don Miguel Cervantes de Saavedra”. ¿Cómo se explicaría dentro de los parámetros de aquellos criterios el IMP en este último ejemplo, si es un hecho relevante, único y puntual? ¿ O qué decir de “Podías bajar el volumen de esa música, ¿no?”, dicho por una madre a su hija adolescente?
Como profesores de ELE, nos enfrentamos al desafío de encontrar un enfoque efectivo que nos permita abordar todas las funciones que puede tener el IMP, evitando tener que decir, parafraseando a Groucho Marx: "Esta es UNA explicación. Si no les gusta, tengo otras".
No niego que sea un buen punto de partida la idea de “acción terminada vs acción no terminada”, pero requeriría un poco más de detalle. Si aceptamos que el PPS indica una acción terminada es porque incluye el final del proceso. O mejor aún: el PPS percibe la situación en términos de hecho cerrado, con una visión global del evento -con un comienzo, desarrollo y fin-, alejado del espacio en donde se encuentra el hablante. Y es esta última palabra –“alejado”- lo que nos permitiría encontrar la clave que nos falta: si los tiempos verbales pueden explicarse en términos de espacio, la distinción aspectual de estos dos podría presentarse de igual manera (Llopis García, Real Espinosa y Ruiz Campillo 2012, p.162).
Debemos hacerle ver al estudiante los matices y sutilezas que ambos tiempos traen a una narración. Manejar esta distinción con soltura le permitiría al estudiante ser más preciso, hábil y eficiente en su expresión. Asimismo, comprender la función narrativa del PPS y del IMP enriquecería no solo su habilidad lingüística, sino también su apreciación y comprensión de cómo estos tiempos verbales pueden influir en la percepción de su interlocutor y en la construcción de significado en el discurso. El estudiante desarrollaría así una mayor sensibilidad hacia las diferentes capas de significado y la complejidad del lenguaje. En última instancia, dominar esta distinción no solo mejoraría las habilidades comunicativas del estudiante, sino que también enriquecería su experiencia y su capacidad para producir, interpretar y apreciar textos en español con más precisión.
Todo esto viene a cuento porque, recientemente, mientras leía un blog destinado a profesores de ELE, me topé con la consulta de una colega que me sorprendió. No por inusual, sino por la frecuencia con que este intercambio se da entre algunos profesores. La colega no lograba encontrar una explicación adecuada sobre la diferencia entre el PPS y el IMP para incluir en la corrección de un texto escrito por una de sus estudiantes, en donde el contexto explicitaba de forma muy contundente un límite temporal. El pasaje de la composición venía en este tono (he modificado y alterado levemente el texto para concentrarme en el punto que más me interesa):
Viajé a España con mi familia el último verano. Primero fuimos a Barcelona. Durante el día íbamos a la playa y disfrutábamos del sol. Hacía buen tiempo y casi treinta y cinco grados. Después de Barcelona viajamos a Madrid. Viajábamos en coche y tomaba más o menos diez horas.
Con “viajar” y “tomar” en la última oración un hablante nativo usaría un PPS. ¿Por qué usó el IMP en cambio? Y más todavía, ¿por qué la profesora en su mensaje nos expresaba a los colegas que “en contextos donde solamente hay un pasado la idea de terminado o no terminado es complicadísima de explicar”? Creo, en verdad, que el pedido de la profesora iba más allá de una simple duda sobre cómo corregir estos errores. Estaba preguntándose por qué esta confusión es tan recurrente y cuál podría ser la estrategia más adecuada para que el estudiante pueda discernir uno u otro significado. Es evidente que, en el caso de su estudiante, aun cuando el contexto hacía explícito con toda claridad que se trataba de una situación terminada no alcanzaba.
Conocer los motivos por los que los estudiantes reiteran el mismo error pese a las claves que da el contexto nos puede dar los instrumentos para encarar el problema desde otra perspectiva y tal vez con más éxito. Sin duda, hay algo que no estamos considerando o dejando de lado: la influencia del aspecto léxico.
El aspecto léxico o modo de la acción
El 'aspecto léxico' de un verbo es como su ADN, ya que contiene información sobre la naturaleza de la acción que describe. Indica si la acción es breve o prolongada, si tiene un desenlace claro o no, si se repite, si se detiene de repente o si continúa sin interrupción. Es como una etiqueta que nos informa sobre el desarrollo temporal y la naturaleza de una acción, determinando si es puntual (como 'saltar'), durativa (como 'correr') o iterativa (como 'repetir'). Además, puede abordar aspectos como la finalización de una acción (como 'terminar') o la permanencia en un estado (como 'ser'). En resumen, el aspecto léxico se refiere al significado semántico de los verbos y cómo este influye en la interpretación de la acción verbal. Es importante destacar que este aspecto es composicional, ya que el significado no solo proviene de los verbos en sí, sino también de cómo interactúan con sus complementos. Por lo tanto, a menudo se habla de 'predicados' o 'situaciones' en general.
Ya en otro momento expliqué la distinción entre aspecto verbal y aspecto léxico (véase mi entrada del 15/04/2021 https://sites.google.com/view/spanish-from-the-balcony/entradas-posts#h.7gjtpyhoi2j4), pero no nos vendría mal revisitar el tema una vez más. De todas formas, dado que el uso del término ‘aspecto’ puede traer algunas confusiones con el aspecto gramatical, de ahora en adelante me referiré al primero como “el modo de la acción” y para el segundo mantendré la expresión “aspecto gramatical”.
En aquella oportunidad había mencionado que el modo de la acción se relaciona con las propiedades temporales de los predicados. Desde este punto de vista podemos encontrar, por un lado, predicados durativos (1) de estado –que representan situaciones que pueden durar infinitamente, como ‘ser español’ o indicar un estado circunstancial, como ‘estar en Madrid’-. Se indica un proceso durativo que se extiende en el tiempo y que es inherente al verbo mismo en uno de sus significados. Se trata de situaciones homogéneas que no ocurren, sino que se mantienen durante el período temporal en el cual se dan.
Fig.1
En la figura 1 podemos ver a la izquierda una representación de la estructura interna de un estado, inspirada en el modelo de Croft (2008), en donde T se refiere al tiempo y C al cambio cualitativo que el sujeto puede experimentar mientras se da la situación (en este caso, como vemos, no experimenta ningún cambio). En esta representación, “estar en Madrid” se extiende por un tiempo determinado en la línea temporal (T, línea horizontal). De allí que se pueda entender como una situación circunstancial. Las líneas punteadas discontinuas representan el estado previo ‘no estar en Madrid’ y la línea gruesa el estado actual. La figura de la derecha, en cambio, muestra un estado permanente. La flecha representa la continuidad de ese estado en el tiempo. Cualitativamente hablando, el hecho de “ser español” no cambia.
Por otro lado, tenemos también (2) predicados de eventos, que se entienden como situaciones más dinámicas que indican un proceso o acción que avanza. Por lo tanto, la primera distinción que debemos reconocer es la de predicados de estado vs predicados de eventos dinámicos. Sin embargo, entre estos últimos hay algunas diferencias.
Tradicionalmente, los eventos se clasifican en tres grupos. El primero incluye los “predicados dinámicos de actividad” –que representan situaciones durativas e ilimitadas, como ‘esperar en la cola’, ‘fumar’, ‘estudiar’, ‘cantar himnos’, etc.. Las actividades pueden llevarse a cabo durante un tiempo -largo o breve- y no necesitan un límite final para que se produzcan. Por ejemplo, 'esperar en la cola' implica la acción de aguardar algo, ya sea por un minuto, dos horas o todo el día, sin necesidad de llegar a un final para que se concrete. Sea un minuto o diez horas, el concepto de ‘esperar en la cola’ se produce de todas formas. El sujeto puede abandonar la espera en cualquier momento sin afectar el significado del predicado. Algo parecido ocurre con predicados como ‘hojear el diario’ o ‘golpetear la mesa’, en donde el sufijo ‘-ear’ denota una acción que se extiende en el tiempo sin un final definido.
Fig.2
En la Figura 2, podemos observar cómo el predicado o situación ‘esperar en la cola’ progresa en el tiempo (es durativo) e implica cambios cualitativos. Por ejemplo, a medida que pasa el tiempo, la persona puede cansarse, aburrirse, impacientarse, distraerse, etc. Este enfoque permite visualizar cómo los estados emocionales fluctúan a lo largo de un evento o situación en particular. Pero debo aclarar que los cambios cualitativos no se limitan únicamente a los estados emocionales, la duración o al momento en que ocurre el evento. También incluyen aspectos como la calidad, el modo en que se lleva a cabo o se percibe el evento, y cualquier cambio relevante que ocurra durante su desarrollo.
Un segundo grupo está compuesto por los “predicados dinámicos de realizaciones”, que indican eventos que solo se completan cuando llegan a su final. Esto es, tienen duración pero hasta un límite determinado que marca el momento culminante en que se completan. Por ejemplo, podríamos quedar en encontrarnos con un amigo en un lugar y decirle que lo esperaremos hasta las cinco. Pero si no llega para entonces, nos marcharemos. Llegadas las cinco de la tarde, si el amigo no ha llegado, daremos por completa la acción de esperar que nos habíamos propuesto. Solamente podemos decir que se habrá cumplido la acción prometida de ‘esperar hasta las cinco’ cuando llegan las cinco de la tarde.
Fig.3
En la Figura 3 podemos ver a la realización como un proceso delimitado temporalmente por un punto inicial y otro final (barras gruesas verticales).
Algo parecido ocurre con el predicado ‘viajar diez horas’ que planteaba la estudiante de nuestra colega. En este contexto, se considera que el predicado describe una acción que se realizó o completó durante un período definido. Reitero: los predicados de realizaciones implican acciones que se completan cuando se alcanza un límite determinado o se completa durante un período determinado: ‘correr dos kilómetros’, ‘escribir una carta’, ‘pintar un retrato’, ‘leer un cuento de Agatha Christie’, ‘esperar tres horas’ o ‘construir una casa’. En cada uno de los ejemplos proporcionados, hay una acción específica que se realiza con un propósito concreto. Por ejemplo, correr dos kilómetros implica una acción física específica de correr una distancia definida, mientras que escribir UNA carta involucra la acción de redactar UN mensaje completo dirigido a una persona específica o a un destinatario determinado. En resumen, se trataría de predicados que tienen un límite, por cuanto el evento como tal concluye cuando se completa la cantidad de kilómetros manifestados o cuando se concluye el mensaje, el retrato, el cuento, las tres horas de espera, o la casa en su totalidad. Si corremos una carrera de dos kilómetros y abandonamos a mitad de camino no habremos completado la carrera. Si abandonamos la carta a mitad de su redacción, no la habremos completado tampoco.
Por último, otra clase de eventos es la de “predicados de logros”. En este caso se trata de formas que carecen de duración y que indican un cambio de estado repentino y específico en el sujeto de la acción: ‘explotar una bomba’, ‘morir’. Estos eventos suelen describirse como algo que ocurre en un momento puntual y que produce un resultado observable de manera inmediata. Por ejemplo, ‘romper una ventana’, ‘encontrar un tesoro’, ‘ganar una competencia’ son ejemplos de predicados de logros que implican acciones puntuales (de allí que decimos que no tienen ‘duración’) que resultan en un cambio de estado o situación.
Fig. 4
Ahora que hemos hecho un repaso del concepto de modos de acción, comparemos estos dos ejemplos y analicémoslos desde esta perspectiva. Para ello planteo dos oraciones con verbos en PPS, extraídos del trabajo de Di Tullio y Malcuori (2012, p 262):
Miguel pintó cuadros de grandes dimensiones.
Miguel pintó dos cuadros de grandes dimensiones.
La diferencia entre ambas oraciones radica en la capacidad del objeto directo para delimitar la acción verbal. El predicado de (B) describe una acción específica que está claramente definida. El objeto directo proporciona esta delimitación gracias al cuantificador numeral. También podría hacerlo con un artículo definido ("Miguel pintó el cuadro de grandes dimensiones"). En cambio, en (A), el predicado describe una actividad más general y no está delimitado. En efecto, el objeto directo aparece aquí sin determinación ni cuantificación. Esta distinción no solo puede ser causada por el objeto directo, sino también por un complemento de dirección. Por ejemplo, al decir ‘caminar mucho’ indicamos una actividad continua, pero con ‘caminar hasta el parque’ implicamos una acción específica y delimitada: la caminata se desarrolla en un espacio que tiene como punto final el parque. Nótese que ambas oraciones presentan su verbo en PPS. Como vemos, no es tanto la acción terminada/no terminada, sino en el rasgo ‘delimitación’ lo que se destaca aquí (Di Tullio y Malcuori 2012, p.263).
El aspecto gramatical
En cambio, en el llamado aspecto gramatical (en el que, por economía, incluiré el morfológico y el perifrástico) debemos destacar una distinción básica: los conceptos de imperfectividad y perfectividad. El primero presenta la situación en su curso, no terminada, sin referencias a su inicio o final y puede adoptar las modalidades de progreso, hábito o continuación: “Juan iba a Madrid” [progreso] , “Juan iba a Madrid todas las semanas” (hábito), “Juan vivía en Madrid” (continuación). Nótese que en todos estos casos con el IMP el final no se menciona.
La perfectividad, en tanto, considera la situación en forma global y se la presenta como terminada o concluida en una “burbuja temporal” diferente y alejada de la que se encuentra el hablante: “Juan viajó a Madrid”. El viaje se desarrolló y concluyó en otro espacio temporal anterior al acto de enunciación. Es verdad también que la interpretación exacta de la temporalidad puede variar según el contexto, los conocimientos previos y las inferencias que hacemos sobre la situación comunicativa. Podríamos entender que “viajó a Madrid” y todavía no regresó o, dependiendo del contexto, fue y volvió. Pero esto solo podría desambiguarse apelando a un contexto mayor o un conocimiento previo de los interlocutores.
Sea como sea, en lo que estamos todos de acuerdo es que el PPS limita la acción y de allí que la demos por terminada. El hablante se ubica después de ese límite y mira la acción desde fuera de él. En cambio, con el IMP nos metemos dentro de la historia y nos quedamos contemplando la situación. Castañeda Castro (2006, p. 133) y Castañeda Castro y Almhoud (2014, p. 278) señalan que, para hablar del aspecto, “la delimitación” es un concepto cognitivo muy abstracto y debería adaptarse a términos más tangibles —“más didactizables”, dice él—, por lo que propone la oposición terminación/ no terminación de la acción (que es, por otra parte, lo que hace la Gramática básica del estudiante de español).
Como vemos, estas confusiones entre el IMP y el PPS parecen deberse al hecho de que los estudiantes prestan atención al aspecto léxico durativo/no durativo del verbo en lugar del aspecto gramatical (terminado/no terminado) y pasan por alto el límite que se explicita -o que puede llegar a estar implícito- en el contexto. Si el verbo es un verbo de actividad o de estado (según la clasificación del modo de acción que veíamos más arriba) asumen en algunos estadios del aprendizaje que el verbo debe ponerse en IMP. Observemos los verbos de los siguientes ejemplos, tomados de (1) Rascón Caballero 2016,p.2 y (2) de Cadierno 2001, p.62:
“Trabajaba tres meses.”
“Estudiaba… doce años.”
“Fumaba cigarros por cinco años.”
“Esperaba en la cola (…) durante dos horas”
“Estaba dos meses y medio en Madrid.”
“Cantábamos himnos (…) durante media hora.”
‘Trabajar’, ‘estudiar’, ‘fumar’, ‘esperar’ y ‘cantar’ son, desde el punto de vista del modo de acción, verbos que indican eventos dinámicos no delimitados. Como carecen de punto final admiten continuación y conllevan la posibilidad de seguir ocurriendo (De Miguel, § 46.1.1.1.). Sin embargo, en estos casos, cada uno de ellos aparece con un límite declarado: “tres meses”, “doce años”, “durante dos horas”, etc. Por lo tanto, aquí es donde debemos hacer una distinción clara: si nos focalizamos solo en los verbos, efectivamente son actividades durativas. Pero si consideramos los predicados en su totalidad (verbo + complementos) son realizaciones. ‘Trabajar’ puede ser un verbo que indica actividad durativa, pero ‘trabajar tres meses’ es una realización.
Es posible que con estos ejemplos los estudiantes se hayan guiado por el modo de acción, olvidando que este es composicional. Así, asimilaron la idea de verbos dinámicos durativos con el IMP, pero obviaron que estaban delimitados por un complemento (y que, en consecuencia, se comportan como predicados de realización). Algo similar ocurriría con los verbos o predicados de estado como ‘estar’ o ‘tener’. Una vez más, el estudiante asocia estos predicados durativos (modo de acción) con el IMP, que describe un evento no concluido (aspecto gramatical). Pero resulta que en el ejemplo de Cadierno ‘estar’ se encuentra limitado. Otro ejemplo que cita Rascón Caballero y que parece confirmar mis sospechas es el siguiente:
Antes de una clase el profesor pregunta a una alumna: “¿Qué has hecho este fin de semana?” Y ella, estudiante aplicada, responde con la certeza de hablar correctamente: “Bailaba en la disco”. Al corregirla la alumna justifica la forma elegida: “pero bailaba TODA LA NOCHE” (…).
En este caso, han ocurrido dos cosas interesantes. Por un lado, la estudiante no prestó atención a la pregunta, porque en ella se está delimitando la actividad (se trata de los hechos ocurridos “este fin de semana” más próximo o que acaba de terminar), lo que hace que se trate de un predicado de realización. Por otra parte, se concentró en el verbo y se dejó llevar por la idea de que si el acto de bailar es una actividad que se extiende en el tiempo debía ser un acto durativo y por lo tanto el uso del IMP era lo esperable.
Según el estudio de Rascón Caballero (2016) sobre el tema, este error de la estudiante pondría en evidencia que ella posiblemente tomaba como parámetro el aspecto léxico verbal inherente a la hora de elegir el aspecto gramatical. Esto podría confirmar la hipótesis del aspecto léxico propuesta inicialmente por Andersen (1991), quien, en su momento, había sostenido que los estudiantes utilizan las características de significado de los verbos para marcar los tiempos pasados antes de comprender plenamente las distinciones gramaticales.
Para establecer su hipótesis, Andersen partió de la clasificación de los verbos hecha por Vendler que describí más arriba (verbos de estados, actividades, realizaciones y logros). Según Andersen, la morfología perfectiva se va adquiriendo en un orden particular. Primero, se reconoce en predicados puntuales (logros), luego en realizaciones, para pasar más tarde a las actividades y, finalmente, a los estados. La adquisición del imperfectivo, en cambio, se da a la inversa: estados > actividades > realizaciones > logros.
Es posible que los ejemplos citados de Rascón Caballero y Cadierno muestren la etapa de aprendizaje en la que se encuentran sus estudiantes. Precisamente, están ingresando a la práctica del PPS con predicados de realización, y por lo tanto es entendible que cometan estos errores cuando estamos introduciendo el imperfecto. Ser conscientes de esto nos sería de una gran ayuda para diseñar actividades visuales que refuercen el uso de PPS con esos predicados.
Por otra parte, otro problema parece radicar en la superposición que hacen los estudiantes entre el modo de acción y el aspecto verbal. Es en estos casos en que debemos hacerles ver a los estudiantes cómo la situación se encuentra delimitada y terminada y, por lo tanto, solamente hay una opción: usar el PPS (bailé). Con este, el hablante se encuentra después de los hechos, en otra burbuja temporal ajena a donde sucedieron los hechos. Insistir en este punto me parece fundamental, por cuanto nos ayudará a explicar más adelante los problemas que se presentan con esas listas de verbos que los manuales presentan como “casos especiales”: quiso/quería, gustó/gustaba, fue/era, estuvo/estaba, etc.
Es verdad que en algunas situaciones se podría usar también el presente perfecto (PP) (He bailado…), pues también indica una acción terminada. Sin embargo, con este la situación concluye dentro de un espacio actual muy cercano en el que el hablante todavía se encuentra mentalmente. En lo personal, trataría de no confundir a los estudiantes con estos dos tiempos en este momento. Me concentraría primero en resolver las etapas de adquisición del PPS. Siempre he creído que no es el IMP la forma “rara” (por cuanto este indica lo mismo que el presente pero en un espacio pasado), sino el PPS.
Es por este motivo que debemos insistir en actividades que les permitan a los estudiantes “extender la mirada” más allá del verbo oracional. De esta forma, se verá que en mis animaciones he presentado ejemplos con predicados de actividades en los que se percibe al hablante “moverse hacia el pasado” y mirar “desde adentro”, evocando la situación no terminada (en IMP) o ubicarse fuera de los hechos (con PPS) para indicar la situación terminada con el mismo verbo. Se han destacado con insistencia los límites en los usos del PPS (con líneas verticales y círculos que engloban la acción y la separan del acto de enunciación). Para el imperfecto he seguido la convención de línea quebrada en la que el inicio o el final no se visibilizan y he agregado un par de ojos del hablante que miran el hecho “desde dentro del espacio en donde ocurre la situación”.
Referencias
Alonso-Aparicio, I. y Lloopis-García, R. (2019). “La didáctica de la oposición imperfecto/ perfecto simple desde una perspectiva cognitiva”. En Ibarretxe-Antuñano, I.; Cadierno, T.; Castañeda Castro, A. (eds). Lingüística cognitiva y español LE/L2 (Routledge Advances in Spanish Language Teaching), London-New York: Routledge, p.274-299.
Andersen, R. (1991). “Developmental sequences: The emergence of aspect marking in second language acquisition.” En Huebner, T. y Ferguson, C.A. (eds.). Crosscurrents in second language acquisition and linguistic theories, Amsterdam: John Benjamins 305-321.
Cadierno, T. (2001). “La enseñanza gramatical y el aprendizaje de la gramática: el caso del aspecto en español”. Revista española de lingüística aplicada 14, pp. 53-73.
Castañeda Castro, A. (2006). “Aspecto, perspectiva y tiempo de procesamiento en la oposición imperfecto/indefinido en español. Ventajas explicativas y aplicaciones pedagógicas.” RæL. Revista electrónica de lingüística aplicada 5, pp. 107-140.
Castañeda Castro, A. y Almhoud, Z. (2014). “Una aproximación al sistema verbal aplicable a la enseñanza de ELE”. En Castañeda Castro, A.; Alhmoud, Z.; Casellas, J. et al. (eds.), Enseñanza de gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL., pp.267-294.
Croft, W. (2008). "Aspectual and causal structure in event representations". En Mueller Gathercole, V. (ed.), Routes to Language Development. Studies in Honor of Melissa Bowerman. New York: Taylor and Francis, pp.139-166.
De Miguel, E.(1999). “El aspecto léxico”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española 2. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 2971-3060.
Di Tullio, A. y Malcuori, M.(2012) Gramática del español para maestros y profesores del Uruguay. Montevideo: ANEP. ProLEE.
Llopis-García, R.; Real Espinosa, J.M. y Ruiz Campillo, J.P. (2012). Qué gramática enseñar, qué gramática aprender. Madrid: Edinumen.
Rascón Caballero, C. (2016). “El uso de la perífrasis estar + gerundio en tiempos perfectivos para significar predicados de actividad atélicos.” Marco ELE. Revista de didáctica español como lengua extranjera, 23, pp. 1-15.
Brisbane, 15/05/2024.
El adverbio YA plantea numerosos desafíos para los estudiantes de español como lengua extranjera. Es uno de los marcadores más característicos del idioma y además uno de los más diversos en cuanto a sus usos. En muchos casos, su significado queda implícito y en muchas lenguas no se traduce directamente. En cambio, cuando se hace, da lugar a una variedad de opciones, ninguna de las cuales tiene un equivalente exacto. Por ejemplo, en inglés, dependiendo del contexto podrá aparecer como already, yet, now, right now o inclusive como just (“El doctor ya ha llegado” = “El doctor acaba de llegar” = The doctor has just arrived). En su forma negativa suele traducirse como no longer.
Estas múltiples traducciones, que también ocurren en otros idiomas, reflejan la polivalencia, e incluso la versatilidad interpretativa, de un marcador que tiene una base aparentemente temporal. Sin embargo, estudiado con atención, tiene un alcance que se expande fácilmente hacia una variedad de usos, desde uno aspectual hasta otro discursivo (Delbecque y Maldonado 2009, pp. 189-190).
La Nueva gramática de la lengua española (RAE 2010, § 30.6.3a) entiende a los tres como adverbios aspectuales de fase porque “su interpretación requiere acceder a una fase previa a la de la situación descrita”. Según esta descripción, estos tres adverbios obtienen su significado en relación con esa referencia anterior, que podrá ser explícita o implícita.
Por lo general, en las clases de español para extranjeros, los estudiantes aprenden principalmente la función más común de estos adverbios (la temporal y aspectual de fase) como en "¿Miguel está todavía en el gimnasio?". En este ejemplo podemos ver con claridad que la estadía de Miguel en el gimnasio comenzó en una etapa anterior al acto de enunciación y se extiende hasta él. Sin embargo, otras funciones de TODAVÍA, como pueden ser la de adverbio de foco con expresiones cuantificadas (“Miguel se va a quedar todavía más” = su estadía en el gimnasio será más larga de lo habitual) o la del valor adversativo o concesivo (“Está cansadísimo y todavía pretende ejercitarse más” = está cansado y no obstante pretende ejercitarse más), rara vez se enseñan o mencionan (Matute 2021, p.226).
Frente a casos como estos, los profesores nos hallamos con dificultades para responder a las dudas de los estudiantes con una explicación convincente y completa. Necesitamos encontrar una explicación operativa que nos permita ofrecer una descripción práctica y funcional de cómo esas estructuras lingüísticas se utilizan y se entienden en el contexto comunicativo de los hablantes de español. En lugar de centrarnos únicamente en reglas abstractas o formales, una explicación operativa nos proporcionaría un instrumento para mostrar cómo las personas realmente procesan y comprenden el lenguaje en situaciones reales. Esto implica considerar aspectos como el significado conceptual, el contexto comunicativo y la experiencia corporal y sensorial en la comprensión del lenguaje. En resumen, una explicación operativa ayudaría a conectar las estructuras gramaticales con su uso práctico en la comunicación cotidiana. ¿Podremos hacer algo así con estos adverbios?
Vayamos por parte y acerquémonos al estudio de sus usos más frecuentes para ver si podemos encontrar una respuesta. Para esto, comenzaré por el par TODAVÍA/AÚN.
TODAVÍA/AÚN
Desde el punto de vista etimológico, ambas formas provienen del latín. La primera surge como una evolución de la expresión TOTA VIA, conformada por un adjetivo con el sentido de ‘en forma total, completa, enteramente’ y un sustantivo con la idea de ‘camino’ o ‘ruta’, que en forma figurada ya en latín también podía significar ‘medio’, ‘modo’, ‘método’. Puesta en ablativo, la expresión significaba algo así como ‘en/por todo el camino’. De esta manera, una expresión latina simple como errare in tota via podía entenderse como ‘equivocarse en/por todo el camino’, en donde la construcción funcionaba como un simple complemento de lugar que aludía a un camino concreto que se recorría.
Sin embargo, con el correr del tiempo, el sustantivo fue perdiendo su sentido literal de ‘camino’ para retomar el significado figurado -ya existente en latín- de ‘modo’ o ‘manera’. Es así como de la noción de ‘equivocarse de todas las maneras’ o ‘por todos lados’, se pasó a la idea de ‘equivocarse de modo reiterado, en todo momento’, ‘siempre’. De esta manera, tota via dejó de entenderse como expresión modal y pasó a entenderse como expresión temporal. Errare in tota via pasó a denotar ‘equivocarse totalmente, en todo momento, todo el tiempo’ y de allí a ‘equivocarse siempre’. Así se registra en textos del siglo XIII (Morera 1999, p.513).
Coincidentemente, un proceso parecido ocurrirá con el ALWAYS inglés, a mediados del siglo XIV. En efecto, de su sentido original de all the way se pasó a all the time, perpetually, para concluir como equivalente a every time, desplazando a una forma SIMBLE existente en el antiguo sajón, cognado del latín SEMPER. De este último derivará nuestro SIEMPRE en español, mientras que la forma sajona SIMBLE terminó desapareciendo del inglés en favor de ALWAYS.
Pero volvamos a TODAVÍA. Este contenido de exhaustividad (seguramente, herencia del totus latino que implicaba la idea de ‘[por] entero’) dio lugar, en determinados contextos, a un valor particular que implicaba la idea de progreso o serie: ‘poco a poco’, ‘cada día’, etc. De este valor de ‘progreso’ se derivó otro aditivo, equivalente a ‘también’, ‘además’ y de este al valor de ‘incluso’, que supone la introducción en la serie de un elemento no esperado, sin mencionar la finalización del proceso: “El tráfico en la ciudad hoy fue todavía peor que ayer" [= si el tráfico en la ciudad es generalmente malo, el de hoy fue incluso peor].
A este último significado se agrega la idea de ‘introducción de un elemento que supera el límite esperado’, con un valor que lo acerca al concesivo. A partir de estos deslizamientos, fueron agregándose significados adicionales como el de ‘añadir algo’, ‘repetir una acción’, ‘enfatizar o expresar una idea de contradicción’, equivalente a ‘no obstante’ (siglo XVI) (Márquez Guerrero 2007, p 225). Hacia el siglo XVII comenzó a desarrollar su valor actual, que hasta esos momentos estaba reservado a AÚN.
Tanto uno como otro adverbio pasaron a utilizarse en el español moderno para enfatizar la continuidad de una acción que comenzó en un momento anterior y continúa hasta el presente, y no para referirse a acciones que podrían ocurrir en el futuro. Por consiguiente, en el uso moderno suelen usarse con verbos que describen acciones o estados que se prolongan en el tiempo. No se usan comúnmente con verbos que describen acciones terminadas a menos que la oración sea negativa, y en ningún caso sugieren que la acción se llevará a cabo en el futuro después del momento de referencia (Márquez Guerrero 2007, p. 225).
Cuando la situación comienza antes del acto de enunciación pueden reemplazarse por una paráfrasis con “seguir” o “continuar”: “Miguel está todavía/aún en el gimnasio” = “Miguel sigue en el gimnasio”). Se puede ver entonces que la situación que modifica (‘estar en el gimnasio’) comenzó en algún momento antes del acto de enunciación y persiste hasta él.
Fig. 1.
Como se ve en la ilustración, TODAVÍA denota continuidad o persistencia de la situación de Miguel, que comenzó en el pasado y continúa hasta el momento presente en el que hablan las dos mujeres. Debajo de la animación se observa una línea quebrada, que indica acción continua y que se extiende hasta el momento del diálogo de las dos mujeres (punto de referencia elegido).
Ahora bien, en otro contexto el adverbio también podría comunicar que Miguel prolongó su estadía más allá del límite de tiempo que se consideraba normal o esperado en ese momento específico: “Miguel todavía se quedó un rato más” (y por eso no está aquí). Este uso de TODAVÍA enfatiza que la acción de quedarse ha continuado más allá de lo que se pensaba inicialmente o de su rutina conocida, destacando así la sorpresa o la contradicción con las expectativas que se podían tener (que, en el ejemplo citado, podría entenderse como el horario acostumbrado en que Miguel abandona generalmente el gimnasio, por ejemplo).
Fig. 2.
En la ilustración vemos con línea punteada vertical cómo la figura quebrada se extiende más allá del horario que esperábamos en el gimnasio. Es relevante destacar que estos predicados durativos con TODAVÍA indican acciones o estados que se extienden en el tiempo y no especifican un inicio o final definidos. Por otra parte, no implican situaciones permanentes, ya que pueden experimentar cambios, como en el caso de “Todavía está soltero” [pero es posible que no lo esté para siempre]. De esta manera, se genera un contexto de expectativa en el que se espera que la situación en curso finalice en algún momento.
Si bien esta idea de ‘continuidad’ es la más frecuente, el adverbio mantuvo otros valores que ya se habían hecho presentes a lo largo de su historia. Me refiero a formas equivalentes a ‘incluso’ o a ‘sin embargo/no obstante’: “Hubo más telespectadores todavía [= incluso] que en el programa anterior”, "Miguel está exhausto, y todavía [= sin embargo, no obstante] tiene energía para ir a bailar a la discoteca". En el primer caso funcionaría con un matiz intensificador ponderativo y serviría para contrastar el programa actual que supera en audiencia al anterior (por “matiz ponderativa” entiendo aquí a una modificación del significado de una palabra o frase que agrega una connotación de peso, importancia o énfasis). Como equivalente de “sin embargo” / “no obstante”, en tanto, indica que el obstáculo que aparece anteriormente (su cansancio), no le impide realizar lo que sigue (ir a bailar) (Martín Zorraquino y Portolés 1999, p. 4116).
En lo que respecta a AÚN, hacia el siglo XIII era la expresión habitual para indicar el valor modal de ‘continuidad de una situación que se inicia en un tiempo anterior y continúa hasta un momento considerado como referencia’. Era un término originado de la unión de la preposición ad (hasta) y el adverbio huc (aquí), con el sentido de ‘hasta aquí’, ‘hasta este momento’. Con el tiempo, comenzó a ampliar sus significados, siguiendo un proceso similar al que he descrito para TODAVÍA. Esto incluía significados equivalentes a "incluso", "además", "también" y, en contextos negativos, "tampoco" (Márquez Guerrero 2007, p.230). Dada la similitud semántica de ambos, hacia el siglo XIV, AÚN cedió prioridad a TODAVÍA en cuanto al valor modal. Esta nueva forma se especializó en expresar significados adicionales, repetitivos, y compartió con "incluso" la idea de añadir algo que supera límites o expectativas (Márquez Guerrero 2007, p.232).
Es por todo esto que en clase solemos explicarlos como sinónimos perfectos, pero no son intercambiables en todos los contextos. Si recapitulamos la evolución semántica de TODAVÍA, vemos que comenzó con el sentido de ‘en todo el camino’, se extendió a otros significados y terminó apropiándose del valor modal que tenía AÚN de ‘continuidad de una situación que empezó en algún momento no identificado hasta otro momento que se toma como referencia’. Así, si dos amigos pasan por un edificio y uno de ellos dice "Miguel todavía trabaja en esa oficina", el foco está en la prolongación de la situación de Miguel desde un tiempo no identificado hasta el momento presente. Esto se puede parafrasear como "Miguel continúa trabajando en esa oficina", destacándose así la persistencia en el tiempo.
Por otro lado, veíamos que en su origen latino AÚN significaba ‘hasta aquí’. Por extensión, de su sentido físico se pasó a uno temporal, denotando la idea de un ‘hasta ahora’. Entonces, si uno de los amigos que mencionaba anteriormente dice en su lugar "Miguel aún trabaja en esa oficina", se está focalizando en el límite temporal, que coincide con el momento del punto de referencia y no en el progreso de la situación. Esta frase se podría parafrasear como "Hasta ahora, hasta el momento [y por lo que sé], Miguel trabaja en esa oficina" (Morera 1999, p.516). Comparemos esta imagen de AÚN con la de TODAVÍA que veíamos más arriba como Fig.2.
Fig. 3.
En la ilustración con TODAVÍA veíamos que la situación de Miguel se extiende hasta el presente de la hablante, pero sin perfilar un límite concreto, de allí que veamos a Miguel ejercitándose a lo largo del tiempo. Por otra parte, la situación es internamente homogénea: cualquiera de sus fases es en sí misma una instancia del mismo tipo, con lo cual estamos ante una situación estable, sin cambios, que se extiende (por eso cada una de las imágenes de Miguel es igual a la anterior). Solo se percibe la continuidad.
En la oración con AÚN, en cambio, se destaca el punto de referencia. Al reemplazar el adverbio por un HASTA AHORA podemos notar bien ese límite del que hablamos (es por este motivo que una figura aparece perfilada en color, mientras que las anteriores aparecen sombreadas).
No digo que debamos hacer en clase esta distinción tan sutil, pero como profesores debemos ser conscientes de ella. Esta información tal vez en algunos casos nos sirva para explicar usos de uno que no son compatibles con el otro.
YA
En lo que respecta a YA, su origen es el adverbio latino IAM, que en esa lengua abarcaba sentidos tan amplios como ‘ahora’, ‘entonces’, ‘por aquel entonces’, ‘antes’, ‘desde entonces’, ‘al punto’, ‘al instante’, ‘pronto’, ‘luego’, entre otros, algunos de los cuales todavía mantiene en español. Ante semejante amplitud semántica, son entendibles entonces los problemas que provoca cuando llega el momento de explicarlo.
A diferencia de los adverbios TODAVÍA o AÚN, se supone que la situación descrita con YA relaciona dos escenas que se contraponen. Puede denotar que se da ahora, pero no se daba antes o se daba antes, pero no ahora: “Miguel ya está en casa” [pero antes no estaba] vs “Miguel ya se ha ido /se fue” [estaba aquí antes, pero ahora no].
Por otra parte, el adverbio puede aparecer tanto con predicados puntuales (“Miguel ya está aquí”, al verlo aparecer) como con durativos (“Miguel ya está llegando”, para notificar que viene en camino). En el primer ejemplo, se indica que la llegada del Miguel ocurrió en un momento específico concreto. No implica una duración o un proceso, sino que señala que en el instante de la enunciación, Miguel aparece o se encuentra presente en el lugar (pero antes no).
Fig.4.
En el segundo, en cambio, se sugiere que su llegada está en curso en el momento presente. Esta construcción implica que Miguel está en camino hacia su destino y, aunque aún no ha completado la acción de llegar por completo, la hablante espera que lo haga a la brevedad. Esta explicación le cabe también al “Ya voy” que usamos para advertir a alguien que golpea en nuestra puerta que vamos en camino hacia ella para abrirla. En este caso puede entenderse como una expresión que resalta la progresión hacia un estado deseado o esperado. YA sugiere entonces una especie de anticipación o expectativa ante la idea de finalización completa de la situación. Nótese como YA introduce siempre una relación con otra escena de la secuencia.
Fig.5.
Como ha ocurrido con TODAVÍA o con AÚN, algunos de los otros valores que tenía "IAM" en latín se han mantenido, pero siempre con esta idea de ‘conexión con un marco preexistente’, como en el contexto en donde una madre está tratando de consolar a su hija que ha tenido un accidente y le dice “Ya pasó”. El significado que se desprende sería algo así como “el dolor no está aquí, sino que ha quedado atrás [= antes sí, ahora no], por lo que no debes apenarte ahora”.
No obstante, este marco preexistente puede adoptar diferentes formas. Cuando usamos el presente con YA, transmitimos una gama de significados que van más allá de la mera temporalidad. Por ejemplo, si alguien nos informa que Miguel ha dejado el gimnasio, responder con un simple YA puede interpretarse como una señal de que hemos recibido y aceptado la información proporcionada. Según los contextos, este YA puede denotar tanto aprobación como reconocimiento de lo mencionado previamente. Es un ejemplo de la función fática del lenguaje, por cuanto establece o mantiene la fluidez de la conversación y verifica la comunicación y el contacto entre los interlocutores.
En otros casos, el hablante puede optar por responder con un "Ya lo sé", indicando que ya estaba al tanto de esa información que se da ahora. Otra expresión común es "ya veo", utilizada para mostrar comprensión y confirmación de lo debatido durante una conversación. No es lo mismo decir solo “veo”, por cuanto esta expresión solo describe el acto de ver. El YA le agrega otro valor: actúa como una manera de cerrar ese proceso de entendimiento, indicando que ahora se dispone de información suficiente o que se ha entendido lo que se estaba explicando. Es una expresión común para comunicar que se ha llegado a una conclusión satisfactoria: “Ahora sí entiendo o comprendo lo que dices”.
En algunas variantes hispanoamericanas, es habitual responder a una solicitud con un "Ya, señor(a)", que implica un compromiso inmediato o una pronta acción en respuesta al pedido. Este uso de YA evoca una conexión más abstracta y subjetiva entre dos planos de la comunicación, trascendiendo la mera indicación temporal y reflejando una comprensión más profunda y multifacética del discurso (Langacker 2008, p.306).
Como hemos ido viendo, los tres adverbios presuponen una relación entre un punto de referencia con otra fase y permiten una posible (pero no obligatoria) etapa siguiente que se infiere (García Fernández 1999, §4.8.1.2.3): “Los invitados todavía están en la fiesta” puede implicar una posible fase posterior en la que los invitados han dejado de estar allí.
TODAVÍA NO/AÚN NO/YA NO
Dado el conjunto inverso de expectativas, TODAVÍA/AÚN y YA funcionan de manera complementaria ante la negación. La respuesta negativa a la pregunta “¿Miguel todavía va al gimnasio” no es “Todavía no va al gimnasio”, sino “Ya no va al gimnasio” (la situación de ‘ir al gimnasio’ ha cesado). Nótese que en estos casos, la aparición de la expresión YA NO provee un sentido similar al de NO… MÁS: “No va más al gimnasio”. Al mismo tiempo, la negación correspondiente a “Ya está aquí” es “Todavía no está aquí” (su ausencia continúa).
Cuando decimos "Miguel todavía/aún no ha llegado", implicamos que no estaba presente antes y que su ausencia continúa en el presente del punto de referencia (que en este caso coincide con el acto de enunciación). Además, existe una implicatura: se espera que Miguel llegue en algún momento. Esta implicatura se deriva del contexto y del significado convencional de las palabras TODAVÍA o AÚN en este contexto, más que de la afirmación misma. En resumen, la frase sugiere que, aunque la ausencia de Miguel continúa, se espera que su llegada ocurra en algún momento cercano.
Conclusión
Los adverbios TODAVÍA, AÚN Y YA expresan una relación temporal, aspectual o discursiva entre dos eventos, situaciones o momentos del discurso. En términos más simples, nos permiten mantener la coherencia temporal, aspectual o discursiva al concentrarnos en una secuencia de eventos, ya sea que esta secuencia esté explícita o implícita. Es decir, indican un estado o una situación que persiste (TODAVÍA/AÚN) o cambia (YA) con respecto a otra escena de la serie.
En suma, el sentido general de TODAVÍA se utiliza para indicar la continuidad de la situación hasta un momento que se toma como referencia (“Todavía está en el gimnasio” = Continúa en el gimnasio). AÚN, en cambio, más que la perduración de la situación, perfila el límite temporal, que coincide con el punto de referencia elegido (“Aún está en el gimnasio” = Hasta ahora [en este momento en que estoy hablando] está en el gimnasio). ¿Es relevante hacer esta distinción al alumnado entre TODAVÍA y AÚN? Dejo esta pregunta abierta como reflexión para el profesor.
Finalmente, YA se caracteriza por mostrar una fase o eslabón de la situación o del discurso que se contrapone con otro momento anterior o posterior al punto de referencia (“Ya ha llegado = la acción de llegar acaba de producirse” ) o con el futuro (“Ya está llegando” [= la acción de llegar no se ha completado, pero se anticipa o espera que la finalización está cerca], “Ya veremos” [ahora no puedo decidir, pero más tarde se espera que sí]).
El adverbio así sigue cumpliendo la función de señalar una relación de naturaleza anafórica o catafórica y según apunte hacia uno u otro lado abrirá espacios dinámicos de evocación o de expectativa. Cuando el acto de enunciación y los hechos descritos coinciden, podemos interpretar que la existencia de algo en el presente se contrapone a su no existencia en el pasado, como en los casos de "Miguel ya está aquí" (antes no estaba presente) o "Miguel ya se fue" (antes sí estaba pero ya no). Por supuesto que el punto de referencia puede estar también en el pasado: “Miguel ya se había ido cuando María llegó” (Miguel estaba antes de la llegada de María [punto de referencia], pero después no).
Con la mirada puesta en el pasado, también podemos utilizar expresiones como "Ya veo", para indicar comprensión de información presentada con anterioridad: “Ya veo lo que quieres decir/a lo que apuntas” (antes no te entendía, pero ahora sí). Cuando afirmamos "Ya lo sé" ante una información que se nos da, en tanto, estamos declarando que nuestro conocimiento de la situación se produjo antes, no ahora y por lo tanto la información nos resulta redundante. También podemos usar un “Como ya dije”, para recuperar de la memoria del interlocutor o del lector palabras que ya fueron transmitidas. Estas expresiones simplifican la comunicación al reconocer que el mensaje ya ha sido recibido o entendido.
También puede comportarse como un marcador de la progresión temporal, enfatizando la cercanía de la situación a su realización, como cuando alguien toca a la puerta (“Ya voy”), o crear un espacio de expectativa -con verbos en futuro- que puede invocar, entre muchas otras posibilidades, una intención, decisión o promesa cuyo cumplimiento queda en suspenso (“Ya veremos”).
Todas estos son ejemplos de algunos de los usos de estos adverbios. La explicación que he proporcionado sobre ellos es una descripción general que puede servir como base para ser aplicable a otros casos no tratados específicamente.
Debajo se encontrará el vídeo con las animaciones de los ejemplos más representativos.
Referencias
Corral Esteve, C. (2009). “Pero, sin embargo, no obstante, en cambio,… pero ¿no era todo lo mismo?”. Actas del segundo simposio internacional de la lengua española. 24-25 de abril de 2009. São Paulo: Instituto Cervantes, pp.425-437.
Delbecque, N. (2006) Ya: aclaración cognitiva de su uso y función. Revista española de lingüística (RSEL) 36, pp. 43-71.
Delbecque, N. y Maldonado, R.(2009). “Ya. Ancla conceptual de una visión programática”. En L. Puig (ed.). El discurso y sus espejos. México: Universidad Nacional Autónoma de México, pp.189-235.
García Fernández, L. (1999). “Los complementos adverbiales temporales. La subordinación temporal.” En I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 3129-3280.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Márquez Guerrero, M. (2007). “Aún: valores y usos en textos de los siglos XIII-XVI”. Anuario de estudios filológicos, XXX, pp.223-237.
Martín Zorraquino, M.A. y Portolés Lázaro, J. (1999). «Los marcadores del discurso». En I. Bosque y V. Demonte (coords.), Gramática descriptiva de la lengua española, v. 3, Madrid, Espasa-Calpe, pp. 4051-4213.
Matute, C. (2021. “Entre la oración y el discurso El adverbio todavía con valor adversativo y concesivo y su adquisición por aprendices de español como segunda lengua”. Revista española de lingüística lplicada/Spanish Journal of Applied Linguistics 34:1, pp. 226–254.
Morera, M. (1999). “Origen y evolución del adverbio temporal español todavía”. Revista de filología de la Universidad de La Laguna, 17, 1999, pp. 511-518.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Sánchez López, C. (1999). “La negación”. En I. Bosque y V. Demonte (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp.2561-2634.
Brisbane 15/04/2024.
Decía anteriormente que un verbo que tiene muchos sentidos o significados diferentes posee una rica polisemia. La polisemia es un fenómeno lingüístico en el cual una palabra, en este caso, un verbo, tiene múltiples acepciones o interpretaciones, lo que agrega una riqueza semántica a esa palabra en particular.
La reacción de los estudiantes de ELE a la polisemia de algunos verbos (QUEDAR[SE], LLEVAR[SE], SALIR), como hemos visto en entradas previas, puede variar dependiendo de varios factores, sin excluir su nivel de conocimiento del idioma y su familiaridad con las diferentes acepciones de la palabra. Para un hablante no nativo, deducir el significado no siempre resultará una tarea fácil y su uso natural o espontáneo tampoco. Esto marca una diferencia notable entre los hablantes nativos y los hablantes de segundas lenguas. No obstante, el significado de estas expresiones no es azaroso. Por el contrario, detrás de ellas se ocultan imágenes y esquemas mentales que forman una estructura lógica de ideas. En verdad, ellas pueden arrojar luz sobre cómo una lengua o cultura percibe el tiempo, las emociones y comprende conceptos abstractos específicos (Suárez Campos e Hijazo-Gascón 2019, p.235).
Otro verbo que podríamos sumar a la lista de los verbos mencionados más arriba es TOMAR. Este verbo puede provocar algunos inconvenientes para aquellos estudiantes que tienen al inglés como su lengua materna. En efecto, en este idioma su equivalente, TO TAKE, posee dos valores centrales (1) ‘agarrar algo con las manos, alcanzar y sostener’ y (2) ’conducir algo desde un lugar a otro’. En español estas ideas se darán con dos verbos diferentes claramente delimitados: TOMAR y LLEVAR.
De LLEVAR ya he hablado en una entrada anterior, por lo que no me referiré a su situación aquí. Al lector interesado, lo remito a ella. En esta me dedicaré a estudiar algunos de los sentidos principales del primero y ver cómo, mediante metáforas y metonimias varias, fue expandiéndose hasta abarcar una amplia gama de significados adicionales.
Ahora bien, como se preguntan Suárez-Campos e Hijazo-Cascón (2019, pp.235-236), ¿es posible que el estudiante extranjero pueda comprender estas metáforas y metonimias conceptuales sin pasar por el “fatigoso proceso de memorizar listados de expresiones inconexas”? ¿De qué formas podemos acercarnos a su enseñanza para que no solo puedan reconocer los significados de estas frases, sino que también puedan adquirirlas y producirlas? Sin duda, llevar al estudiante a la reflexión sobre los usos metafóricos y metonímicos de estos verbos permitiría la comprensión del lenguaje figurado y ayudaría a clarificar y comprender su polisemia. La cuestión que debemos preguntarnos también es cómo fomentar la capacidad para relacionar formas con significados para que puedan utilizarlas adecuadamente. Este es el desafío que se nos presenta como profesores.
Pero empecemos por los posibles orígenes etimológicos de TOMAR y ver si podemos identificar un sentido inicial que pueda orientarnos. Muchos investigadores han intentado proponer una variedad de explicaciones. Ellas van desde conexiones con formas del sajón antiguo (Friedrich Diez), con verbos latinos difícilmente justificables desde el punto de vista fonético (Franz Settegast), o con el mismo origen onomatopéyico que lo conectaría con el verbo TUMBAR(SE) (Hugo Schuchardt) (para una revisión de todas estas hipótesis, véase Walsh 2000).
Aunque se admitía que las posibles soluciones a su origen eran dudosas, hasta comienzos de este siglo XXI la teoría más plausible había sido la esbozada por el filósofo italiano Pio Rajna -retomada por Corominas y Pascual (1980) más tarde-, quien conectaba este verbo con una forma latina arcaica poco frecuente, AUTUMARE ('decir, afirmar, considerar, juzgar'). Según Corominas, aunque este verbo podía encontrarse con frecuencia en los escritos de Plauto y Terencio, su evolución en latín habría adoptado en la península un uso más bien jurídico ('proclamar el derecho de uno sobre algo'), sentido que se habría extendido al castellano antiguo y a otras lenguas de la región. Pese a ello, Corominas admitía tempranamente que faltaba una prueba concluyente para consagrar a AUTUMARE como el punto inicial de nuestro TOMAR. De hecho, todavía hoy el Diccionario de la lengua española continúa afirmando que su origen se mantiene incierto.
Sin embargo, hacia comienzos de este siglo, el investigador norteamericano Thomas J. Walsh (2000) planteó una teoría que bien podría dar respuesta a nuestro misterio. Según él, este verbo se habría originado en el verbo DOMARE (‘domar’, ‘domesticar’), el cual ya tenía en latín muchas de las acepciones que mantendrá el verbo TOMAR en nuestra lengua: ‘reducir’, ‘subyugar’, ‘someter [mediante la guerra]’, ‘vencer’, ‘derribar’, ‘reducir [personas] a la servidumbre’, ‘ganar control’. Ahora bien, cualquiera que sea la hipótesis aceptada (y a mi juicio, la de Walsh parece ser la más plausible, a juzgar por la evidencia de que dispone), la rica polisemia que presenta este verbo puede justificarse a través de la proyección de una imagen esquemática conceptual básica ya estudiada con anterioridad en otras entradas: el esquema de origen-camino-meta (OCM), que responde a la siguiente estructura interna:
• Un punto inicial o de origen del trayecto (O)
• Un destino, meta, objetivo o punto final (M)
• Un camino y una dirección (física o mental) constituidos por una serie de puntos intermedios que conectan el origen con la meta (C)
Señala Romo Simón (2016, p.368) que al organizar estos puntos de forma lineal, esto es, al conceptualizar el O como punto anterior a la M que es alcanzada mediante un espacio intermedio (C), este esquema evoca movimiento, percibido como real o virtual. Ya veremos más adelante cómo este fenómeno se materializa en algunos de los significados de TOMAR. En efecto, todavía esta idea de ‘marcharse’, ‘huir’, ‘salir a escape de algún sitio o desentenderse [desplazarse] de una situación rápidamente’ se encuentra presente en algunas expresiones coloquiales como “tomar(se) las de Villadiego” o “tomar(se) el olivo”. Si bien el Diccionario de la lengua española no registra este uso, el Diccionario de uso del español de América y España editado (2012) de Vox (VOXUSO) propone como uno de sus significados en regiones de Hispanoamérica:
Tomárselas: Río de la Plata, Bolivia, Coloqu. Irse [una persona] de un lugar por conveniencia, a veces evadiendo una responsabilidad o para evitar un compromiso. Ej. “Se las tomó antes de que su jefe le pidiera más cosas y tuviera que quedarse hasta las mil y quinientas.” (VOXUSO, 2012 [formato CD]: s.v. tomar).
Por otra parte, en las construcciones que siguen el esquema OCM el marco de visualización podrá abarcar los tres puntos (visualización máxima) o focalizarse en particular en algunos de ellos (visualización reducida). Por ejemplo, de la idea de la trayectoria podemos imaginar una entidad que se desplaza hasta que se detiene y así centrarnos en el destino solamente.
Por estos motivos, para algunos autores TOMAR puede concebirse como un verbo de trayectoria, que expresa la “adquisición de la posesión” (Sanromán Vilas 2012 p. 543). Esto puede explicarse por cuanto el sujeto se desplaza hacia el objeto con el fin de poseerlo. Pero este esquema del camino se enriquece y amplía mediante la intervención de otras imágenes esquemáticas subsidiarias, dando lugar al llamado “enriquecimiento esquemático”, entendido como un tipo de relaciones naturales entre esquemas de imagen que motivan la polisemia y que provocan la formación de una estructura radial de significados (Peña 1998: p. 423 y 2003: p. 214, y Peña Cervel 2012, p. 75). Así, junto con la imagen del camino, podremos encontrar la imagen esquemática de recipiente y el esquema de fuerza, para nombrar solo algunas. La relación de este último con el del camino es evidente: “las fuerzas poseen una direccionalidad, describen una trayectoria de movimiento, tienen orígenes y pueden alcanzar diferentes destinos” (Peña Cervel 2012, p.78).
Ahora bien, tradicionalmente se ha considerado que TOMAR ha atravesado un proceso de “desemantización”, que lo ha llevado a perder su sentido propio y a adecuarse a una multitud de situaciones y de combinaciones con preposiciones y en locuciones varias, adoptando una amplísima variedad de significados. Así, se ha postulado que, de todos los verbos que señalan la idea de ‘agarrar’ o ‘asir’, “es uno de los verbos (…) que tiene menos fuerza propia” (Obligado 2014, p. 336). Esta es la razón por la que tradicionalmente ha sido considerado un “verbo de apoyo”.
Su función principal entonces es ayudar al sustantivo que lo acompaña a encajar correctamente en la oración. Por ejemplo, si queremos expresar la idea de ‘decisión’, podemos usar el verbo DECIDIR: “Rogelio decidió casarse con Juliana”. En este caso, el verbo nos da información sobre el tiempo, modo y persona, además de un significado pleno como ‘evaluar las opciones disponibles y optar por una de ellas’. Sin embargo, podríamos usar el sustantivo en su lugar y usar un verbo de ayuda o apoyo para que la oración tenga sentido. Por ejemplo, podríamos decir "…tomó la decisión de casarse con Juliana ". No voy a entrar aquí en los motivos por los que el hablante usa una u otra expresión, porque eso me alejaría de mi objetivo, pero es posible que se deba a razones discursivas.
Vale la pena destacar aquí que el verbo de apoyo se elige de manera arbitraria. En algunos casos, en español nos decantamos por TOMAR, pero en inglés el verbo elegido puede ser otro. Nótese la diferencia con el inglés en esta situación: “He made the decisión to marry her” [“Él tomó la decisión de casarse con ella”]. La función del verbo (tanto en inglés como en español) queda reducida así a proporcionar la estructura básica necesaria para que los elementos de la oración encajen correctamente: persona, tiempo, modo. Dado el comportamiento de este verbo en múltiples contextos, muchos investigadores lo han clasificado en tres categorías semánticas: (1) como verbo pleno (con sentido básico de ‘asir’) en construcciones con un sujeto-agente y un objeto afectado por la acción del verbo, (2) como constituyente de expresiones idiomáticas y (3) como verbo de apoyo (Olsen 2014, Sanromán Vilas 2017).
No obstante, ya derive de AUTUMARE ya de DOMARE, podemos resumir un sentido inicial de TOMAR a una fuente latina que significaba ‘la voluntad de un agente para proclamar o ejercer el derecho, el control o el dominio sobre algo’. Con sentido pleno equivalente a ‘asir’, podríamos clasificarlo también como “verbo de control”, en donde una entidad (controlador) toma el control de otra (controlado). Dentro de este grupo, además de TOMAR, podemos incluir COGER, AGARRAR, SUJETAR (aunque el primero es de uso muy restrictivo en Hispanoamérica).
Los elementos esenciales de este tipo de verbos son (1) un sujeto-agente que actúa, (2) un espacio de dominio con todo aquello que posee y controla, (3) el ámbito en el que desenvuelve su acción y (4) un objetivo que se intenta alcanzar/controlar. Su espacio de dominio es todo lo que está bajo su influencia (por ejemplo, todas las posesiones que alguien puede tener). El contexto o ámbito en el que se desenvuelve es el entorno en el que se desplaza, donde todo lo que aparece necesita ser tratado de alguna forma, incluso ignorándolo. Una forma básica de tratar con algo en este entorno es "capturarlo", haciéndolo parte de lo que la persona controla y posee -su espacio de dominio- (Langacker 2009, p.151). Estos serían los componentes fundamentales de un verbo de control.
Cuando TOMAR describe una acción, estado o situación que no se puede ‘asir’, funciona como un verbo de apoyo; su significado entonces no es literal, sino más bien metafórico, consecuencia de su pérdida de carga semántica. Como tal, muchas veces aparece acompañado por sustantivos -casi siempre deverbales y abstractos- que aportan el contenido léxico que caracteriza a la construcción. En muchos casos, estas construcciones tienen un equivalente aproximado con otros verbos como en “tomar fuerza” (= esforzarse), “tomar envidia” (= envidiar), “tomar forma” (= formar[se]), “tomar una decisión” (= decidir) o “tomar frío” (= enfriarse) etc. (RAE §1.5.2e y §34.7.2). Sin embargo, no todas las construcciones tienen un verbo simple equiparable, por lo que no podemos considerarlo como un rasgo distintivo para identificarlo (Piera y Varela 2000, §67.3.2.2.).
De esta forma, según nos focalicemos en uno de esos tres puntos del esquema OCM que veíamos más arriba, el verbo podrá adoptar un significado levemente distinto. Pese a esto, podríamos encontrar que los distintos usos del verbo comparten algunos rasgos que debemos tener en cuenta: (1) un sujeto (activo o pasivo), (2) el sentido en que se produce la dirección de su trayectoria (hacia dónde va lo que se toma), (3) la ubicación del sujeto y el objeto (dónde se encuentra cada uno en relación con el otro), y (4) un sentido incoativo, esto es, indicar el inicio de algo, como ‘empezar a hacer algo nuevo’ (Sanromán Vilas 2017, pp.252-253).
Empecemos entonces por analizar el O, en donde podríamos colocar al sujeto agente. Desde allí, el agente o parte de él se desplaza en forma voluntaria hacia un objeto o meta con el fin de tener control sobre él: “Rogelio ha tomado la escoba para barrer el piso del bar”. A partir de ‘agarrar objetos concretos’ podemos relacionar el sentido de ‘captar por medio del intelecto o los sentidos’ información, palabras, imágenes, etc.: “Ernesto está tomando información de internet para escribir su informe.”
Breve digresión: Esta misma interpretación se puede extender a dos expresiones frecuentes que parecen similares: “Tomar nota” y “tomar notas”. Sin embargo, presentan sutiles diferencias. Con la última se apunta, por ejemplo, a escribir los puntos más importantes de una presentación o una clase para luego recordarlos y poder reproducirlos. La forma en singular, en cambio, denota ‘prestar atención a algo’ e implica que se ha tomado conciencia de algo o se ha reconocido su existencia: “El gobierno tomó nota de las quejas del embajador y se comprometió a hacer los cambios necesarios” o “Elena tomó nota de los lugares que había visitado su abuela en Europa para saber adónde ir en sus próximas vacaciones”.
Por cierto, en algunos contextos, "tomar nota" y "hacer acuse de recibo" pueden ser utilizados como sinónimos, especialmente en situaciones donde se requiere confirmar que se ha recibido cierta información, queja o instrucción. Sin embargo, es importante tener en cuenta que "hacer acuse de recibo" suele tener un tono más formal y puede estar asociado con la simple confirmación oficial de la recepción de algo, como un documento o un mensaje, mientras que "tomar nota" generalmente se refiere al acto de registrar información para actuar en consecuencia. Una diferencia similar ocurre en inglés con las expresiones to take note, to take notes y to acknowledge.
Pero volvamos a otros usos de TOMAR. De la idea de control, se desprende un segundo sentido como el de ‘agarrar algo/a alguien para impedir su movimiento, circulación, o para protegerlo’: “El soldado tomó prisionero al estudiante”, “Elena tomó al anciano por el brazo y evitó que el coche lo atropellara”. En el primer caso vemos que el control consiste en la limitación de la libertad de movimiento. El soldado “lo capturó, aprehendió e impidió su desplazamiento”. Lo detuvo. En el segundo, en cambio, la mujer sujetó al anciano y lo detuvo con el fin de evitarle un accidente. Lo protegió.
Dije también que TOMAR podía denotar ‘captar’ o ‘capturar’ imágenes o sonidos. Nótese cómo esta idea de control que veíamos anteriormente ya sobre un objeto tangible o ser animado, ya sobre cosas menos tangibles como la información o las palabras pronunciadas, se puede extender a la representación visual o auditiva de un objeto, escena o concepto: “El fotógrafo tomó unas fotos maravillosas de las montañas” o “Los sonidistas lograron tomar la voz de John Lennon de una vieja grabación y tenerla de forma pura a través de la inteligencia artificial”. En estos casos, el fotógrafo “captó” un aspecto de la realidad en una obra o soporte, esto es, su fotografía, mientras que los sonidistas pudieron extraer la voz de Lennon de una vieja grabación y separarla de otros sonidos.
Podemos ver aquí cómo se combinan los esquemas de 'camino' y ‘recipiente'. Observemos que hay aquí una idea de ‘extracción/inserción’: el sujeto establece contacto visual o auditivo con un objetivo, lo “extrae” y coloca dentro de un recipiente (la cámara o el dispositivo de sonido). No en vano, algunas comunidades se niegan a tomarse fotos por la creencia de que la fotografía “captura el alma o la esencia de la persona” y la puede controlar. Curiosamente, con este sentido se pueden encontrar expresiones del tipo “está fuera de toma”, “quedó fuera de toma” y otras similares. Es interesante destacar aquí que otra expresión que usamos en español como sinónimo de “fotografiar” es “SACAR una foto”, en donde la idea de ‘extracción’ se hace más evidente. Como curiosidad, CAPTAR y CAPTURAR provienen ambos del verbo latino CAPTARE (‘intentar atrapar/agarrar/capturar/alcanzar’), frecuentativo de CĀPERE (‘tomar, aprehender, agarrar’).
Otro significado de TOMAR se revela en situaciones en las que el sujeto-agente se enfrenta a varios entes similares con el fin de hacer una elección: “Raúl se acercó al árbol y tomó la manzana más roja”. En este caso, el verbo puede considerarse como un sinónimo de ‘escoger’ o ‘elegir’ y denotar una actitud volitiva por parte del sujeto (Sanromán 2012, p. 239). De aquí también se puede extender la idea de ‘apuntar a alguien como blanco de enojo’, lo que nos lleva al sentido de ‘descargarse del mal humor o la irritación maltratando de palabra u obra a alguien’: “Elena siempre (se) la toma con Raúl”, equivalente en inglés a un take it out on somebody.
Pero no perdamos el hilo. Anteriormente, veíamos cómo el sujeto-agente podía desplazarse física o mentalmente desde su punto de origen y establecer contacto con el objeto meta y controlarlo. Ahora bien, puede ocurrir que ese objeto se encuentre en posesión de alguien. Así, de ‘elegir’ se puede pasar a ‘remover’ o inclusive ‘robar’ o ‘hurtar’ algo que pertenece a otro. El sujeto-agente así remueve el objeto en cuestión de su poseedor original: “El ladrón tomó todo el dinero de la caja registradora durante el asalto" o “Juan siempre toma las ideas de sus colegas y las presenta como suyas”.
Asimismo, la acción puede ser menos violenta y centrarse en la acción de tomar algo prestado con una solicitud explícita o no: “Andrew tomó la manzana de Adriana y se la comió” o “Rogelio tomó un préstamo del Banco Montesquieu para comprar la casa” y en este último se entendería como ‘adquirir u obtener un crédito’. Como se puede apreciar el verbo sigue conservando algo del significado básico, pero precisando su semántica a partir de otros términos de su entorno.
De esta “extracción/adquisición” se presupone la idea de ‘pasar a tener’ y de allí a ‘adoptar algo’. Con ese sentido podría implicar ‘recibir en sí los usos, modos o cualidades de otro, imitarlos, adoptar los modales, el estilo o sus cualidades’: “Colin Hanks tomó los gestos de su padre Tom Hanks”. Es interesante ver que en portugués el verbo adquirió abiertamente el sentido de ‘tomar legalmente en condición de hijo al que no lo es biológicamente’: “Sofia tomou dois filhos em 2014” = “Sofia adotou dois filhos em 2014 ” [“Sofía adoptó dos hijos en 2014”] (ejemplo extraído de Melo y Mendez de Souza 2015, p. 9).
Con ‘pasar a tener’ se conecta también el de ‘mantener bajo el control’ y de allí -otra vez- ‘apropiarse por la fuerza, hacerse con el control, ocupar o invadir’: “En 1940 Alemania tomó Francia”, “Los inmigrantes tomaron un edificio en el centro de la ciudad”. Nótese que en este caso nos focalizamos en la meta que el sujeto invade.
Al concepto de ‘ocupación del espacio’ se extiende el de ‘impedir el paso’: “Los manifestantes tomaron la ruta” [la ocuparon e impidieron la circulación]. Y conectado con la idea de ‘ocupar el espacio’, se agrega el sentido de ‘ocupar una posición’ a lo largo del camino: “Luciana tomó la delantera en la carrera”. En este caso se trata de ‘ocupar una primera posición’ y, por extensión, ‘aventajar a otro en hacer o conseguir algo’. Es para destacar que en este caso nos estamos focalizando en el camino y no tanto en la meta. En cambio, si decimos “Luciana tomó la administración del supermercado” nos referimos a ‘ocupación’ entendida como ‘empleo’: ‘ocupar la posición de administrador’ o ‘ejercer la administración’. Y conectado con la idea de ‘ocupar’ se da el de ‘extenderse’: “Las malas hierbas tomaron todo el jardín” [se extendieron a todo el espacio] o “El sarpullido le tomó todo el brazo” [se extendió a toda la superficie del paciente].
Ahora bien, retomando la ‘ocupación del espacio’, esta se puede dar por un tiempo transitorio, por lo que se incorpora el significado de ‘alquilar’. Y dado que “alquiler” es un sustantivo deverbal, esto es, derivado de un verbo, toda la construcción puede reemplazarse por el verbo ALQUILAR: “Pedro tomó en alquiler [alquiló] una casa al sur de la ciudad”. De aquí también podríamos extender el sentido de ‘contratar a alguien para que ejecute un trabajo en particular’ (to hire): “Pedro tomó a Alberto para que le limpiara la casa”. Podríamos afirmar que aquí TOMAR está siendo utilizado en un sentido causativo. En este contexto, implica que Pedro adoptó una acción con el propósito de causar o inducir a un tercero (Alberto) a realizar una acción específica, que es limpiar la casa.
Volviendo a la idea de ‘adquisición’ que veíamos más arriba, de ella se desprenden más significados. Uno de ellos es el de ‘ingestión’ (de un líquido, alimento o medicación): “Etelvina tomó un helado y luego tomó agua”, “También tomó una tableta”. Cabe la pena aclarar que en español, el verbo puede designar ‘beber’, ‘comer’ y, en algunas variantes, también ‘encontrarse alcoholizado’: “Está tomado” (por “está bebido”). Como vemos, la focalización se da aquí en el origen (en este caso, el sujeto agente, visto como un recipiente.
Otro derivado de ‘adquirir’ o ‘pasar a un estado’ es la idea de ‘entender’ o ‘interpretar’ (del prefijo latino IN- y TENDERE –‘extenderse’-, que etimológicamente se explica como ‘dirigirse o extenderse hacia adentro para poder juzgar e interpretar algo’). Según el contexto, la interpretación puede darse de forma incorrecta y afectar emocionalmente al sujeto (y aquí nótese el sentido de ‘malinterpretar’, ‘malentender’). Esto es, el sujeto se ha visto afectado porque ha tomado la acción o palabras de alguien de manera incorrecta, ya sea debido a una falta de comunicación clara o a percepciones erróneas: “Esteban tomó a mal los comentarios de su esposa” [el comentario de su esposa hizo que Ernesto se sintiera ofendido, aunque no hubiera existido una mala intención de parte de ella].
Es esta una percepción meramente subjetiva de la situación por parte del individuo que se siente agraviado u ofendido. Nótese cómo aquí se conjuga el esquema del camino, y otra vez más el del recipiente, por cuanto el sujeto de la oración extrae efectos negativos de las palabras de su esposa. Ahora bien, esta manera de interpretar las palabras nos puede llevar también a percibir un hecho de manera errónea y así tomar algo o a alguien como lo que no es, esto es, ‘confundirlo’: “Estela tomó a Michael por un fantasma”.
A partir de la conformación de la metáfora conceptual LAS PERSONAS SON RECIPIENTES, se consolida la extensión que apunta a describir estados emocionales (positivos o negativos) que invaden al sujeto como consecuencia de estímulos externos, como lo veíamos en el caso de los comentarios de la esposa de Esteban. En estas estructuras, TOMAR adopta el sentido incoativo de ‘empezar a tener o experimentar’ el estado designado por el sustantivo con el que se combina. En "Juan le tomó envidia a su hermano", la construcción indica que Juan es invadido por la envidia que le provoca el éxito de su hermano y este estado emocional es conceptualizado como una sustancia. Se acercaría a la idea de ‘comenzar a llenarse con’: “Le tomó odio, inquina, repulsión, admiración, cariño, afecto”. Aquí también podríamos incluir otro tipo de estados, no necesariamente emocionales, como “tomar frío” o “tomar sol”. Se trata, en suma, de ‘recibir en sí los efectos de algo, consintiéndolos o padeciéndolos’.
Por otra parte, con TOMAR podemos focalizarnos en el camino y combinarlo con sustantivos que denotan el tiempo requerido para alcanzar la meta. Adopta así el sentido de que ‘algo ocupa cierta cantidad de tiempo’, ‘dura en el camino’. En efecto, “si una entidad se mueve desde un origen a un destino a lo largo de un camino, se deberán recorrer los puntos intermedios del camino; cuanto más cerca esté una entidad del destino, más tiempo habrá transcurrido desde que se comenzó el movimiento” (Peña Cervel 2012, p.79). Esta idea de tiempo se entiende completamente y es coherente con la lógica básica del esquema del CAMINO, que adopta ahora la idea de una escala.
Ahora bien, este uso de TOMAR es frecuente en Hispanoamérica, mientras que en la península se prefiere la construcción con LLEVAR o incluso TARDAR. Aquí se da un fenómeno interesante: un sujeto no volitivo. En este caso, TOMAR se refiere a un proceso que afecta a un sujeto-paciente y, por lo tanto, fuera de su propio control. La persona afectada aparece como objeto indirecto y la cosa que ocupa SU tiempo (el sujeto) suele ser externa.
Es interesante notar que en ambas expresiones (con LLEVAR y con TOMAR) la percepción del tiempo difiere sutilmente. Desde una perspectiva conceptual, la acción de TOMAR implica, como ya hemos visto, la ocupación de un espacio (temporal en este caso). Se podría inferir que las actividades para llevar a cabo su meta ocuparon su vida por un tiempo considerable. LLEVAR, en cambio, sugiere la acción de transportar o mover algo de un lugar a otro, como si el tiempo del sujeto estuviera siendo llevado por el proceso mismo. En resumen, la elección entre TOMAR y LLEVAR en estas expresiones puede dar matices sutiles a la percepción del tiempo en relación con la actividad realizada. Así, se conceptualiza como una superficie que se ocupa (con TOMAR) o como un objeto material que puede transportarse por un camino (con LLEVAR). No en vano, en ambas construcciones nos focalizamos en la trayectoria per se.
Esta idea se extenderá a otros sustantivos que implican magnitud y el camino se convierte así en una escala para determinar temperatura, altura, peso, velocidad, intensidad, luminosidad, fuerza, impulso, importancia, etc. (REDES). En estos contextos, significa 'empezar a moverse en una escala' / 'comenzar a aumentar o incrementar’” (Sanromán Vilas 2017, p.244): “El horno tomó temperatura”, “Miguel tomó velocidad”, “Después de unas horas de ejercicio, Javier tomó fuerza.” (= aumentó la temperatura, la velocidad, la fuerza). Es evidente en estos casos su sentido incoativo: se describe el comienzo o inicio de una acción, proceso o estado. Obviamente, estas expresiones pueden adoptar otros sentidos metafóricos: “El presidente convocó a los encuestadores para tomar la temperatura del país sobre su programa” “El negocio tomó velocidad”, “El proyecto tomó fuerza nuevamente”.
Y ya que estamos en el camino, podemos entender la relación con sustantivos que denotan medios de transporte que tienen una trayectoria regular como autobús, avión, taxi, tren, tranvía, etc., incluyendo el ascensor. Se alcanza la meta por medio de alguno de estos transportes: “Tomó el autobús para ir a la oficina”. En este caso no nos focalizamos ni en el origen ni en la meta, sino en el medio utilizado para recorrer el camino que nos acerca a la meta. Y por metonimia, podríamos llegar al sentido de ‘dirección’: el transporte ocupado por nosotros se dirigió a su meta por un camino determinado. Así, en este caso, TOMAR se usa de manera más general para indicar el recorrido o la elección de una ruta específica, sin enfocarse necesariamente en el punto de partida o de llegada: “El taxi tomó la Avenida Salamanca”. La elección del rumbo como el objeto del verbo sugiere la dirección específica que siguió el taxi. Es una forma de comunicar el camino elegido o la dirección en la que se está yendo.
Finalmente, dos últimos usos de los que me gustaría hablar aquí es cuando el sujeto agente dirige hacia un objeto que tiene bajo su control un flujo de energía para direccionarlo hacia una meta. Definiré este uso a partir de su vínculo con el receptor. Se trata de un esquema de dinámica de fuerzas en donde esa energía del sujeto es absorbida por el objeto para llegar a un tercero. Un ejemplo común ocurre en deportes como el fútbol, donde un jugador le grita a un compañero en el momento de pasarle el balón: "Tómalo". Esta expresión indica al receptor que está a punto de recibir algo y se utiliza para coordinar la acción entre los jugadores, similar a decir "catch it!" en inglés.
Otra situación en donde podríamos usar TOMAR con el sentido de ‘recibir aceptando’ se da en situaciones transaccionales, como en una tienda. Por ejemplo, cuando un vendedor entrega un artículo al cliente con un "Tome. Aquí tiene", está realizando un gesto de cortesía para indicar al cliente que el artículo está siendo entregado. En este caso, el verbo carece de objeto y es equivalente a decir "Here you are" en inglés.
En resumen, aunque mi presentación no haya sido exhaustiva, en esta entrada hemos observado que las distintas extensiones del verbo TOMAR no surgen de la casualidad. Estas extensiones están conectadas entre sí en una red de conceptos léxicos que fueron desarrollándose como extensiones de una idea básica inicial que está subyacente en todo el sistema.
Aunque los primeros cuatro significados que ofrece el Diccionario de la lengua española sobre este verbo estén relacionados con esta idea de ‘coger’ o ‘asir algo’, hemos visto cómo a partir de este concepto se crea un entramado de significados interconectados, donde uno conduce al otro a través de procedimientos metafóricos y metonímicos. Aunque cada instancia de TOMAR se asocia con un significado ligeramente diferente, estos sentidos van relacionándose entre sí por esa idea subyacente.
La mayoría de los hablantes nativos conocemos intuitivamente los diferentes significados que puede tener TOMAR. Somos capaces de interpretar su significado adecuadamente según el contexto en el que aparece y los complementos que lo acompañan. No en vano recurrimos a una categoría radial porque nos ayuda a organizar y almacenar en nuestra memoria a largo plazo los distintos significados relacionados con una palabra específica. Podemos imaginar esto como si tuviéramos una red en nuestra mente en donde guardamos todas estas conexiones de significado.
Ahora bien, esta red de significados se organiza a partir de esquemas de imagen que tienen su origen en nuestra experiencia espacial, como veíamos en mi entrada con LLEVAR. Y aunque la imagen central de TOMAR es la de un agente que se desplaza (física o mentalmente) hacia un objeto con el fin de controlarlo, obtendremos diferentes variantes al transformar este esquema de OCM según en qué componentes nos focalizamos. Como ejemplo, podemos centrarnos en el origen, y gracias al esquema del recipiente el verbo adquiere el sentido de 'adquisición'. Pero también podemos hacerlo en el destino y, esquema-imagen de dinámica de fuerzas mediante, adquiere el sentido de ‘robar’ o ‘hurtar’. Estas transformaciones pueden dar lugar a otros esquemas, como el de lleno-vacío (y así darnos la posibilidad de interpretar “estar tomado” como ‘haber bebido en demasía y, por ende, ‘estar alcoholizado’).
Sin embargo, esta proliferación de sentidos, producto de los esquemas de imagen, debe tener en cuenta además el papel del contexto en la determinación del significado. Los complementos que acompañan al verbo funcionan como coordenadas que permiten anclar su excesiva vaguedad en alguna de sus posibles extensiones. Dada la desemantización de la que hablaba en un comienzo, los mismos sustantivos pueden acompañar a más de un verbo de apoyo, aunque con matices de significado sutilmente diferentes, como vimos en los casos de TOMAR/SACAR una foto o TOMAR/LLEVAR + tiempo.
En definitiva, la polisemia puede ser una oportunidad para que los estudiantes exploren la complejidad del idioma, desarrollen una comprensión más profunda de cómo las palabras pueden adquirir diferentes significados en diferentes contextos, hagan suyas estos esquemas mentales y construyan así el entramado de los distintos sentidos en su memoria.
Adjunto un vídeo animado con los ejemplos de muchos de los casos mencionados en esta entrada.
Referencias
Corominas J. y Pascual, J. A. (1980). Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.
Langacker, R. (2009). Investigations in Cognitive Grammar. Berlin/New York: Mouton de Gruyter.
Lucena Cayuela, N. (Ed.) (2012). Diccionario de uso del español de América y España VOXUSO. Barcelona: SPES.
Merlo, F.J. y Mendes de Souza, L. (2015). “Verbo tomar: polissemia e papéis temáticos”. Monografia; (Aperfeiçoamento/Especialização em Gramática e Ensino de Língua Portuguesa) - Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Disponible en https://lume.ufrgs.br/handle/10183/117498
Obligado, R. (2014). “¿Podemos tocar algo con la mano?”. Alcmeon. Revista argentina de clínica neuropsiquiátrica 72, 18, 4, pp. 332-341.
Olsen, J. (2014). “Los verbos de apoyo en español: estudio de pillar, agarrar, coger y tomar”. Tesis de Maestría. The Arctic Universitiy of Norway. https://munin.uit.no/handle/10037/6580
Peña Cervel, S. (1998). “Towards a new theory of images-schemas: interaction among image -schemas”. En J. L. Cifuentes Honrubia (ed.): Estudios de Lingüística Cognitiva I, Alicante: Universidad de Alicante, pp. 417-427.
-----. (2003). Topology and Cognition: what Image-schemas Reveal about the Metaphorical Language of Emotions. Muenchen: Lincom Europa.
-----. (2012). “Los esquemas de imagen.” En Ibarretxe-Antuñano, I. y Valenzuela, J. (eds.). Lingüística cognitiva. Barcelona: Anthropos, pp. 69-96.
Piera, C. y Varela, S. (2000): “Relaciones entre morfología y sintaxis’. En I. Bosque y V. Demonte (eds.). Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe, 4367-4422.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Sanromán Vilas, B. (2012). “La representación de las relaciones espaciales en la descripción de los verbos de apoyo”. En J. Apresjan., I. Boguslavsky, M. -C. L'Homme, L. Iomdin, J. Milicevic, A. Polguère, & L. Wanner (Eds.), Meaning, Texts and other Exciting Things: A Festschrift to Commemorate the 8th Anniversary of Professor Igor Alexandrovic Mel’čuk. (Studia Philologica). Moscú: Jazyki slavjanskoj kultury, pp. 538-553.
Sanromán Vilas, B. (2017). “From the heavy to the light verb. An analysis of tomar ‘to take’”. Lingvisticæ Investigationes 40:2, pp. 228–273.
Suárez-Campos, L. e HIjazo-Gascón, A. (2019). “La metáfora conceptual y su aplicación a la enseñanza del español LE/L2”. En Ibarretxe-Antuñano, I.; Cadierno, T; Castañeda Castro (eds.), Lingüística cognitiva y español LE/L2. New York: Routledge, pp. 235-252.
Walsh, T. J.(2000). “The Etymology of Hispano-Romance Tomar 'To Take'”. Hispanic Review, 68, 3), pp. 243-265.
Brisbane, 15/03/2024
¡Hola a todos y feliz 2024!
Como todos los febreros, aquí reinicio mis ideas sobre la lengua, con propuestas visuales y de gramática cognitiva para explicar algunos temas conflictivos de ELE. Pasemos entonces al trabajo. Mi primera reflexión del año…
En mi última entrada de 2023 veíamos cómo el verbo “salir” había ido expandiendo significados a partir de su sentido básico de "pasar de un lugar interior a otro exterior". Así, el evento denotado por el verbo podría entenderse como una transición entre dos puntos culminantes: "abandonar" y "llegar". De esta forma, en mis vídeos he representado el esquema-imagen de este verbo como un camino en el que sobresalen (1) un punto de origen del desplazamiento (con la idea de “abandonar”),y (2) un camino que se atraviesa (de un modo particular) para llegar a (3) una meta o destino final (Alvarado et al 2003, p. 593).
Partiendo de este concepto, veíamos también que este verbo suele aparecer con dos preposiciones que subrayan esta idea de desplazamiento: “DE”, que apunta al origen del movimiento y “A”, que apunta a su destino o meta. En ambos casos se trata de complementos de lugar (unde -de dónde- y quo -adónde- respectivamente). Además de denotar el origen o el destino pueden aparecer otros complementos con otras preposiciones para indicar con mayor precisión por dónde, hasta dónde, hacia dónde, con qué o quién se desarrolla el desplazamiento o el modo en que este ocurre (remito a mi vídeo más abajo para ver algunos ejemplos animados concretos).
Ahora bien, el comportamiento semántico de este verbo le permite participar de un número importante de expresiones idiomáticas metafóricas o metonímicas. Es precisamente de estas combinaciones de palabras sobre las que me voy a dedicar en esta entrada. Siguiendo la clasificación de Radulescu Anca (2005), podemos agrupar estas expresiones idiomáticas en cuatro grandes grupos, cada uno con un significado global diferente.
En el primer grupo encontraremos aquellas expresiones cuya interpretación se puede parafrasear como ‘librarse de alguna dificultad o situación embarazosa’. En este caso, el contenedor funcionaría como la conceptualización metafórica de esa situación difícil o incómoda (Lakoff y Johnson 2009). De esta manera, aquí podemos incluir expresiones como “salir del apuro”, “salir de la duda”, “salir del apriete”, o “salir del paso”, etc., que representan al recipiente como lugar del que se trata de escapar y que, a su vez, codifica la expresión metafórica de la situación difícil. El espacio al que se sale puede aparecer explícitamente indicado por palabras como a flote o adelante. De esta forma, el concepto puede interpretarse como ‘librarse’. Sin embargo, en algunos casos, el lugar de destino puede presentar una situación más difícil que el contendedor del que se sale. Recordemos la expresión proverbial “salir de Guatemala para caer en Guatepeor”, basada en un juego de palabras (sin conexión con el país de Guatemala), que se aplica a quien, procurando huir de un peligro, se interna más en él o en otro peor.
El segundo está formado por las expresiones cuya interpretación idiomática se podría parafrasear como ‘apartarse’ (la parte del todo, por ejemplo). Algunas expresiones podrían ser “se le salió el corazón al verla” (por una emoción profunda que hace que una persona sienta que una parte de su cuerpo se separa de ella); “se le salió el corazón por la boca”, para denotar un estado de nerviosismo o miedo por algo. Otras expresiones podrían ser “se le salió un tornillo” (dicho de una persona para referirse a un estado de locura leve o momentánea) ; o “se le salió el alma del cuerpo”, para describir una reacción de gran susto, asombro o miedo extremo que deja a la persona atónita o paralizada por un momento, como si su alma estuviera a punto de abandonar su cuerpo.
En algunos casos también podemos encontrarnos con un énfasis puesto sobre la manera de desplazarse: “salió como un tren”, “como una bala”, “como una flecha”, “salió a toda máquina”, “salió a ochenta”, “salió en tromba”. Como vemos, son estas expresiones metafóricas de la prisa o de golpe y con fuerza.
En otros casos, el apartarse se entiende como una actitud de comportamiento que aleja al sujeto de ciertas normas o comportamiento educado (que se interpreta como un contenedor que lo limita): “salirse de las casillas”, “salirse del cauce”, “salirse de madre”, “salirse de la raya”, “salirse de tono” o “salir del clóset” (aunque esta última es un calco de una expresión inglesa).
Respecto de las expresiones "salirse de la raya o del tono", se puede ver cómo en ambas se manifiesta con claridad esa idea de excederse de los límites aceptables o las normas establecidas en una situación determinada. Originalmente, la "raya" se refiere a una línea imaginaria que marca los límites de lo que es apropiado o aceptable. Cuando alguien "se sale de la raya", significa que ha sobrepasado esos límites, ya sea en su comportamiento, acciones o palabras.
Esta expresión se utiliza comúnmente para describir comportamientos inapropiados, descontrolados o fuera de lugar. Por ejemplo, "Juan siempre se sale de la raya cuando bebe demasiado" significa que Juan tiende a comportarse de manera inapropiada o excesiva cuando está ebrio. Algo similar ocurre con “salirse de tono”, que podría entenderse como “adoptar una actitud desorbitada”, “subir de tono de voz o aumentar la violencia con que se discute algo” (entendido otra vez como “salirse de las normas de la buena educación”).
Al tercer grupo pertenecen las expresiones cuyo significado global es ‘aparecer, hacerse público, surgir’. En este caso, el contenedor es entendido como espacio escondido o invisible, por lo que estas expresiones pueden interpretarse metafóricamente como ‘dar el paso de no estar a la vista a estar a la vista’, es decir, ‘aparecer’, ‘surgir’ o ‘dar a conocer’.
Dentro de esta categoría encontramos expresiones como “salir a la luz”, “salir de las sombras”, “salir al aire”, “a la arena”, “salir al encuentro”, “al paso”. Esta última resulta interesante por sus múltiples significados de “salir del lugar en donde se está para acercarse a alguien o algo que se aproxima” (“Elena salió al paso de su tía [fue a su encuentro] y regresaron juntas a la casa”) , pero a la vez de describir la acción de “enfrentar o abordar una situación, problema o pregunta de manera rápida, oportuna y proactiva” (“La actriz salió al paso de los rumores de su casamiento”) o como estrategia militar, con el sentido de “obstaculizar el desplazamiento del sujeto” (“El ejército salió al paso de las tropas enemigas”).
El último grupo está formado por aquellas expresiones que tienen un significado idiomático equivalente a ‘resultar’: “salir a pedir de boca”, “salir el tiro por la culata”, “salirse con la suya”, “salir airoso/ileso”, “salir bien/mal parado” . Notemos que las palabras que lo acompañan suelen expresar, literal o metafóricamente, una valoración del resultado (bien/mal, ganando/perdiendo): “La clase salió redonda” (Resultado positivo), “A los hackers les salió el tiro por la culata: sabotearon la central eléctrica y se quedaron sin electricidad” (Resultado: negativo), “Salió bien/mal parado del escándalo sobre la corrupción” (Resultado positivo/negativo), “María salió con la frente en alto después de haber dado lo mejor de sí misma en la competencia” (Resultado positivo).
Como hemos visto, partiendo del significado básico, prototípico o central de este verblo (“desplazarse de un sitio interior a otro exterior”) van surgiendo una serie de extensiones o significados más periféricos. Pero la red radial permite que nuevos significados se vayan expandiendo de algunas de estas extensiones. Se va formando así una especie de “árbol genealógico” en donde alguno de sus componentes pueden derivar del sentido central, pero otros de los periféricos. Sin embargo, guardan todos un aire de familia.
En suma, SALIR se ha ido estructurando en categorías radiales, elaborando una red motivada por mecanismos cognitivos, como metáforas y metonimias (Mendes Magela. P. 653). En conclusión, para ejemplificar esta rica polisemia sería entonces conveniente recurrir a imágenes y animaciones que le permitan al estudiante identificar y deducir qué significa el verbo en un determinado contexto. La insistencia con imágenes y animaciones que reiteran el esquema del camino (como se verá en mi vídeo) deberían ayudar a reforzar estos distintos sentidos, cumpliendo un papel fundamental en el proceso de aprendizaje del vocabulario.
Pido disculpas por el retraso en subir esta entrada, pero Microsoft no me ha ayudado a hacer las cosas con facilidad esta vez. Pido disculpas también porque una de las escenas del vídeo (la del niño en el mar) se toma unos cuantos segundos en avanzar. El lector podrá pasarla manualmente si lo desea o esperar que pase a la próxima imagen en forma automática.
Referencias.
Alvarado, B.; Barrajón López, E.; Climent, J. et al. (2003): “Sobre un proceso de creación de estructuras lingüísticas: el verbo salir”, Interlingüística 14, pp. 593-605.
Lakoff, G. y Johnson, M. (2009). Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra.
Mendes Magela, M. (2023) “La polisemia en el marco de la gramática cognitiva”: Lengua y Sociedad. Revista de lingüística teórica y aplicada, 22, 2, pp. 643-660.
Radulescu Anka, R. (2005). “El verbo salir en expresiones metafóricas e idiomáticas. Estudio contrastivo en español, inglés y rumano”. Interlingüística 16 (2), pp. 891-903.
Ying, L. (2017). “Una propuesta subléxica para la polisemia: el caso del verbo de desplazamiento salir.” Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación 69, 237-275.
Brisbane, 15/02/2024
En esta entrada me propongo hablar de un verbo de movimiento que, a primera vista, no parece complicado de enseñar en ELE: el verbo SALIR. Quizá el problema más evidente con este verbo podría residir en la elección de la preposición que debe acompañarlo. Por lo general, los estudiantes suelen omitirla en casos como SALIR DE o SALIR A . Sin embargo, a partir de la consulta de un colega, me he dado cuenta de que se trata de un término por demás interesante para analizar, habida cuenta de los diferentes sentidos que adopta en expresiones idiomáticas no siempre fáciles de explicar.
Como lo hice con el caso de LLEVAR, mi marco teórico parte de la semántica y lingüística cognitiva y el estudio de Torres Soler (2020). Una vez más, para explicarlo recurriré a animaciones figurativas que les permitan a los estudiantes visualizar la red de relaciones que se ha tejido alrededor de este verbo y que ha dado lugar a procedimientos de conceptualización metafórica, metonímica y espacial.
La mayoría de las obras lexicográficas coinciden en que el sentido primigenio del verbo latino del que deriva SALIR (SALIRE) implicaba, con sentido intransitivo, ‘saltar’, ‘brincar’, ‘dar saltos’. Sin embargo, ya en el latín preclásico y clásico mostraba signos de ser un verbo polisémico. Así, podía denotar conceptos como ‘palpitar, latir’ (hablando del pulso o el corazón), ‘brotar’ (un fluido), ‘germinar’ (una planta o vegetal) y, con sentido transitivo, ‘montar el macho a la hembra’. Luego, en el período del latín posclásico y tardío, se le agregaron otros: ‘aparecer de repente, surgir’; ‘sobresalir’; ‘ir o partir de un lugar’. Hago este brevísimo repaso para mostrar cómo este verbo fue expandiendo significados, algunos de los cuales todavía mantiene hoy en el español moderno, como veremos a continuación.
Ahora bien, existían en esa lengua otros verbos que tenían como significado ‘pasar de un espacio interior a uno exterior’. EXIRE (‘salir de’ ‘ir fuera’) era el más común, pero tendrá una vida relativamente corta en nuestra lengua. De su raíz nos han quedado la palabra “ejido” (que son las tierras ubicadas “a las afueras de la ciudad”) y “excitar” (algo que “excita” hace “salir” las pasiones y sentimientos). Sin embargo, el significante más común en español será “éxito”, que etimológicamente se conecta con el sentido de ‘salida’ y, por extensión ‘resultado’, ‘terminación’ y de allí al sentido en nuestra lengua de “resultado feliz de un negocio o actuación” . En inglés, en cambio, el verbo se mantuvo (como sustantivo y como verbo) con su sentido original.
Además de este verbo, en latín existían otros que mantenían valores semánticos conexos (Paz Afonso 2014, pp. 258-260):
EVENIRE: compuesto de ex y venire con el sentido de ‘salir, emerger’, que, a través del francés, nos dará ‘devenir’ denotando ‘llegar a ser’, ‘acaecer’, ‘suceder’.
EGREDIOR: ‘salir de’, que nos dará en español formas como ‘egresar’, ‘regresar’, ‘ingresar’, ‘progresar’ y, con el sentido de ‘desviar’, nos dará “digresión”.
TRIPUDIARE: ‘bailar’, ‘danzar bailes religiosos’, ‘saltar’, ‘dar saltos’, que nos dará el cultismo “tripudiar” como sinónimo de ‘bailar’ o ‘danzar’.
SALTARE (frecuentativo de SALIRE): ‘bailar’, ‘danzar’ con gestos o pantomimas.
Por otra parte, en el latín tardío encontraremos el verbo BALLARE con el sentido de ‘bailar’ o ‘danzar’, que dará nuestro BAILAR. Aunque este verbo no indica un movimiento de desplazamiento como los otros, ya veremos que tendrá un papel importante en la evolución que seguirán EXIRE, SALIRE y SALTARE.
Procedente de BALLARE encontramos el término “ballet”, proveniente del italiano, pero que entrará a nuestra lengua a través del francés. Como otro dato curioso, BALLARE dejó algunos rastros en el inglés, al que ingresó también a través del francés: ballroom (lugar a donde se va a bailar); ballad (canción o poema largo que cuenta una historia en un lenguaje sencillo, cognado de “balada” en español) y la expresión to have a ball (con el sentido equivalente en español de “pasárselo en grande” o “divertirse mucho”). Originalmente, ball tenía aquí el sentido de ‘baile de gala’.
Pero volvamos a SALIRE. En las últimas etapas del latín tardío y los inicios de nuestra lengua, todos esos verbos de movimiento que mencionaba más arriba sufrieron un desplazamiento de significados con respecto a sus raíces latinas. EXIRE, devenido EXIR en el español primitivo, experimentó un proceso de pérdida semántica, al tiempo que SALIRE se apropió de algunos de sus sentidos, en particular la idea de desplazamiento de adentro hacia afuera.
Por un tiempo, ambos verbos (EXIR y SALIR) se mantuvieron en nuestra lengua como sinónimos. De hecho, ambos conviven en el Cantar de mio Cid. Sin embargo, en nuestro primitivo romance se observó pronto un declive cada vez más evidente del primero de estos dos verbos a favor del segundo, hasta terminar desapareciendo. Así es como en español se asentó SALIR como verbo por excelencia para indicar ‘movimiento del interior al exterior’, cubriendo además el campo semántico que tenían EVENIRE, EGREDIOR y TRIPUDIARE. Su acepción original de ‘brincar’ se trasladó a SALTARE y este, a su vez, trasladó su significado latino de ‘moverse al compás de la música’ a BALLARE, convertido ahora en “bailar” (Paz Afonso 2014, p.261).
Como vemos, todos estos deslizamientos de sentidos produjeron una reacción en cadena y una reconfiguración notable de este grupo de verbos en nuestro idioma. SALIRE no solo terminó absorbiendo la estructura semántica de EXIRE, sino también sus proyecciones metafóricas y metonímicas, junto con los sinónimos aproximados que ya existían en latín y que veíamos más arriba.
La metáfora de la trayectoria con este verbo puede adquirir mayor complejidad y expansión mediante la incorporación de otras imágenes esquemáticas secundarias, generando lo que se conoce como "enriquecimiento esquemático" (Barrajón López 2018, p.19). En el caso de SALIR, podemos ver cómo se conjugan la imagen esquemática de CONTENCIÓN (relación adentro-afuera) y la de CAMINO (compuesto por un punto inicial -origen-, un camino y un punto final o meta). En este contexto, podríamos explorar cómo la conceptualización de la acción de ‘salir’ involucra tanto el contenedor como el camino en términos de imagen mental (Barrajón López 2018, p.7).
Por ejemplo, el esquema de CONTENCIÓN podría representar la idea de salir de un lugar delimitado, mientras que el esquema CAMINO podría estar relacionado con la trayectoria, o rumbo que el ente sigue al movilizarse a un lugar no delimitado. Estos esquemas de imagen se entrelazan para formar una representación conceptual más completa del desplazamiento. Es importante destacar aquí que el desplazamiento que implica SALIR se puede dar tanto en el eje horizontal (“Salió de la casa”) como en el vertical ( “Salió a flote” [She came up to the surface] o “Salió del pozo” [She came up out of the well).
Esta conexión entre esquemas de imagen puede ser especialmente evidente en expresiones lingüísticas que utilizamos para describir el acto de ‘salir’. Explorar cómo estos esquemas se conjugan en su conceptualización puede proporcionar una perspectiva interesante sobre cómo nuestra experiencia sensorial y perceptual ha influido en la formación de conceptos verbales.
No podemos obviar que en el establecimiento de los usos y valores de las formas lingüísticas intervienen procesos cognitivos como la metáfora y metonimia. Por otra parte, tampoco podemos dejar de lado que las palabras no tienen una definición cerrada, sino que a partir de un sentido básico se pueden extender sus significados en función de la información que aportan los otros elementos léxicos de su contexto (Radulescu Anca 2005, p.892).
Por lo pronto, debemos entender que el verbo SALIR, por sí solo, evoca en su semántica la imagen de moverse desde un lugar interior o limitado hacia otro exterior o no delimitado. Con “Estela salió contenta” solo describimos el desplazamiento de Estela de un lugar interior que no se especifica a otro exterior que tampoco se detalla. En este ejemplo, al hablante solo le interesa describir el estado (“contenta”) en que hizo ese desplazamiento.
Mientras tanto, con SALIR DE, se genera la imagen del ente abandonando un lugar que ahora sí queda especificado con el término de la preposición (“Salió contenta de la casa”). Con la preposición se focaliza el punto de inicio de donde se desplazó en ese estado.
Con A, en cambio, el foco pasa ahora a estar en el destino o en el ingreso del ente al punto de llegada (“Estela salió contenta a la calle” ). En este caso se obvia el origen del movimiento, ya porque es conocido por el contexto o porque no se quiere mencionar.
Cuando lo acompaña POR, en tanto, se apunta al lugar por donde se sale o al motivo que lo llevó a salir (“Salió por la puerta” -la puerta fue el camino que le permitió movilizarse al exterior- o “Salió por comida” -la comida es la causa o “ camino” que lo llevó a salir). En ambos casos, el foco está en el CAMINO recorrido.
Por último, con HACIA se hace referencia a la orientación seguida, sin confirmar si esa es la meta final (“Salieron hacia la escuela” -esto es, en dirección a ella sin identificar si ese fue su destino-). Con PARA, en cambio, se sugiere un desplazamiento del origen con el fin de encaminarse a una meta, destino u objetivo, pero sin perfilar su llegada (tal vez el sujeto se entretuvo en el camino o tuvo un accidente y no logró llegar). HASTA, por último, señala un límite de desplazamiento que no se sobrepasa.
Así, estudiar las preposiciones que pueden acompañar al verbo SALIR, por ejemplo, nos permitiría entender mejor las relaciones espaciales y contextuales asociadas con esta acción. Es obvio que las preposiciones que acompañan a un verbo de movimiento pueden proporcionar información detallada sobre la dirección, el punto de origen, el medio utilizado o el destino de la acción. También nos ayudará a apreciar cómo las relaciones espaciales y contextuales influyen en la manera en que conceptualizamos y expresamos la idea de ‘salir’ en diferentes situaciones. No obstante, no son estas las únicas proposiciones que pueden acompañar a este verbo. Aunque menos frecuentes, podemos encontrarnos con otras que nos pueden dar aún más detalles sobre el lugar (ante, desde, en, entre, sobre), posición (tras, detrás, delante) modo (bajo), compañía (con), ausencia (sin), tiempo (sobre) en que se desarrolló el desplazamiento.
Por todo lo visto, podemos reconocer que SALIR puede focalizar en las tres fases propias de todo verbo de desplazamiento (inicial, trayecto y final). Como dato curioso, en el caso de la etapa inicial y la final solo suele aparecer explícita una de ellas en un mismo enunciado mientras que la otra quedaría latente (“Pedro salió de casa”, “Pedro salió a la calle”, pero no es habitual algo como “Pedro salió de casa a la calle”) (Barrajón López 2018, p.4).
Como decía más arriba, a partir del valor semántico básico y algunos aspectos esenciales que dependen del contexto, el verbo SALIR fue absorbiendo los sentidos de los otros verbos latinos mencionados más arriba y experimentando una ampliación de significados a lo largo del tiempo (Radulescu 2003, p. 892). A pesar de estas variaciones, la esencia original de la palabra permanece constante, haciendo referencia a la acción central de "moverse de un ámbito interior a otro exterior". Aunque algunas extensiones semánticas pueden parecer inicialmente distintas, todos mantienen una conexión subyacente con este sentido fundamental (Evans 2009, p.31), de allí que podemos promover una imagen parecida.
Es interesante ver entonces cómo procesos metonímicos y de metaforización fueron generando significados alejados de los valores prototípicos. Al final de cuentas, es precisamente nuestro contacto con el espacio y con los objetos que lo constituyen el punto de partida de todas nuestras proyecciones metafóricas. Así, la metáfora verbal se convierte en nuestra principal herramienta para analizar construcciones con el verbo SALIR de carácter abstracto que tienen su origen en estructuras de índole física (Alvarado, Barrajón, et al 2003 , p.594).
Tomando como punto de partida estos aspectos desarrollados por Alvarado, Barrajón López et al (2003), Barrajón López (2018), Radulescu (2005), Luo (2017) y los de Tokunaga (2013 y 2018), partiré de ese sentido básico que mencionaba, hasta llegar a usos más abstractos, pero siempre tratando de mantener el mismo esquema de imagen.
De la idea de ‘pasar de un espacio limitado a otro delimitado’ se generarán, por extensión, dos sentidos que mantienen el mismo esquema de imagen: ‘apartarse’ y ‘aparecer’ (Tokunaga 2005, p.824). No es inexplicable que el esquema de movimiento interior a un espacio exterior se asemeje al esquema de separación del ente de su recipiente y al de la aparición del ente en un espacio.
De esta idea de ‘apartarse’, se desprende el sentido de ‘liberarse’, que puede reinterpretarse como ‘apartarse de una dificultad’ y de allí al de ‘escaparse’: “El prisionero salió de la cárcel sin ser visto”, Por otra parte, a estas ideas de ‘apartarse, ‘liberarse’ y ‘escaparse’ podemos conectar la de ‘desaparecer’: “El actor salió de foco” o “Las manchas de la camiseta salieron con el jabón Limpiex”.
Como vemos, este verbo aporta varios sentidos diferentes y en algunos casos hasta contrapuestos. Por ejemplo, a esta idea de ‘desaparecer’ se le añade la de ‘aparecer’ (y también ‘manifestarse’ o ‘dejarse ver’). Sin embargo, todos ellos se pueden representar con un esquema semejante, aunque con variantes.
Con ‘aparecer’ nos focalizamos en el lugar en donde se manifiesta o surge el ente, sin suponer el lugar de origen: “Me salió un granito en la cara” o “Le salieron unas manchas a la camiseta”. Como anota Tokunaga (2013, p.409) el sentido de ‘aparecer’ no tiene que implicar el movimiento del sujeto porque solo se enfoca el destino o meta, sin mencionar el desplazamiento del lugar de donde proviene el ente. En este caso, la aparición “se produce” EN un lugar (la cara), o “se le presenta” a algo/alguien.
En otros casos, el desplazamiento de un lugar de origen o a un destino se hace presente: “Salió de las sombras” o “Salió a la luz”. Este mismo esquema puede ayudarnos a representar la idea de “aparecer públicamente”: “El rey salió en la televisión ayer” (apareció o se mostró) o “El libro salió esta semana en todas las librerías” (hizo su aparición pública para la venta).
Partiendo de este último sentido, podemos explicar otras dos extensiones: la de SALIR equivalente a COSTAR y a PARECERSE o SER IGUAL A.
En el primer caso, la expresión "Los pantalones salen 540 dólares" se puede entender como una reducción de la idea de que esa prenda “se pone a la venta [sale a la venta] al precio de 40 dólares”. En este contexto, SALIR adquiere el significado de ‘ser ofrecido para su compra a un valor específico’. El esquema básico, como vemos, sigue siendo el mismo.
La relación entre SALIR y PONER A LA VENTA puede entenderse como una metonimia, figura retórica en la que una palabra se usa en lugar de otra con la que tiene una relación de contigüidad o cercanía conceptual. Al consultar la definición de la Real Academia Española (RAE), podemos confirmar que una acepción de SALIR es la de "deshacerse de algo vendiéndolo o despachándolo". Por lo tanto, esta definición apoyaría la interpretación de que cuando decimos "El suéter sale (a) cuarenta dólares", se está indicando la acción de deshacerse (liberarse) de ese suéter mediante la venta. En este contexto, SALIR adquiere el significado de ‘ser ofrecido para su compra o venta a cambio de un precio determinado’.
Respecto del significado de PARECERSE o SER IGUAL A, la expresión "Pedro salió a su padre" podría evocar la imagen de trazos o características que “emergen en el hijo” y que evocan los del padre. Esto es, “aparecen” en Pedro y están conectadas de alguna manera con su progenitor.
La palabra SALIR se estaría utilizando aquí metafóricamente para describir el desarrollo o manifestación de ciertos rasgos del hijo, ya sea en términos físicos, de personalidad o incluso simbólicos, que están relacionados con la figura de su padre. Este uso implicaría una conexión más profunda y orgánica, como si los rasgos estuvieran surgiendo de una fuente común. Como vemos, podemos representar todo esto, una vez más, con el mismo esquema-imagen.
En resumen, la metáfora de "trazos físicos o de conducta que emergen" refleja la idea de que Pedro está manifestando características similares a las de su padre, y esta exhibición se percibe como un proceso de desplazamiento o surgimiento. Esto concuerda con la interpretación de SALIR como un movimiento de un adentro a un afuera que pone en evidencia esas similitudes.
Para finalizar, otro rasgo que se desprende de todo lo anterior es el de ‘resultado tras un proceso de esfuerzo’: “¡El arroz me salió muy bien!”, “No me salen lan cuentas”, “Me salió un artículo interesantísimo”.
En conclusión, a partir de todo lo visto se desprende que SALIR se presenta como un verbo polisémico cuya red de significados va desde aquellos conceptos más concretos que parten de nuestra experiencia con nuestro entorno hasta los más abstractos. Sin embargo, los diferentes sentidos que exhibe no son independientes. En efecto, esta estructura en red no es concéntrica en relación con un sentido central o prototípico, ya que no todos los significados necesariamente se derivan del significado central. Por el contrario, algunos pueden surgir de instancias periféricas intermedias. Es en este punto en que la metáfora del CAMINO se puede enriquecer a partir de otras imágenes esquemáticas secundarias, dando lugar a un enriquecimiento esquemático.
No debería resultar difícil introducir sus distintas posibilidades combinatorias y sus componentes metafóricos a los estudiantes mediante animaciones por cuanto, como hemos visto, hay una imagen esquemática que subsiste, pero “con variaciones”. Poner en evidencia esta estructura semántica colaboraría en la comprensión de los diversos usos y matices de este verbo y le permitiría al estudiante reconocer cómo se generan sentidos.
Sin ser exhaustivo, espero que estos ejemplos pueden orientar al profesor a tener un panorama más general de la semántica de este verbo, sus usos literales y figurados y sus complementos preposicionales.
Esta es mi última entrada por este año. Este blog retomará sus reflexiones y más ideas y propuestas hacia mediados de febrero de 2024. ¡Mis deseos de un buen descanso! ¡Muy felices fiestas para todos y hasta el próximo año!
Para un visionado animado con explicaciones sobre este verbo ver aquí:
Referencias
Alvarado, B.; Barrajón López, E.; Climent, J. et al. (2003): “Sobre un proceso de creación de estructuras lingüísticas: el verbo salir”, Interlingüística 14, pp. 593-605.
Barrajón López, E. (2018). “A propósito de las imágenes esquemáticas presentes en la complementación nocional regida por el verbo salir”. ONOMÁZEIN. Revista de lingüística, filología y traducción 39, pp. 01 – 23.
Evans, V. (2009). How Words Mean. Lexical Concepts, Cognitive Models, and Meaning Construction. Oxford: Oxford UP.
Paz Afonso, A. (2014). Semántica cognitiva e historia del léxico: evolución de los verbos entrar y salir (ss. XIII-XV). Tesis doctoral. Disponible en https://www.tdx.cat/handle/10803/283941#page=1
Radulescu Anka, R. (2005). “El verbo salir en expresiones metafóricas e idiomáticas. Estudio contrastivo en español, inglés y rumano”. Interlingüística 16 (2), pp. 891-903.
Tokunaga, S.. (2013) Una red de significados: un estudio sobre el verbo salir en español. En Casanova Herrero, E.; Calvo Rigual, C. (2013)- Actas del XXVI Congreso Internacional de Lingüística y de Filología Románicas. Valencia 2010. Volumen 4. Berlín/Boston: De Gruyter,pp, 399- 410.
----- (2018) . “Esta calle sale a la plaza – ¿la calle mueve?”. En María Bargalló Escrivá, M., Forgas Berdet, E., Nomdedeu Rull, A. (eds). Léxico y cultura en LE/L2: corpus y diccionarios. XXVIII Congreso Internacional ASELE. Madrid: ASELE, pp. 819-832.
Torres Soler, J. (2020). “La polisemia del verbo llevar a la luz de la semántica diacrónica.” Tonos digital, 39, 2020, pp.1-28. Disponible en http://www.tonosdigital.com/ojs/index.php/tonos/article/view/2576/1178
Ying, L. (2017). “Una propuesta subléxica para la polisemia: el caso del verbo de desplazamiento salir.” Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación 69, 237-275.
Brisbane, 15/12/2023.
El pasado 4 de mayo, la Consejería de Educación del gobierno de España organizó un evento gratuito en línea de desarrollo profesional (TeachMeet) para los profesores de español de Australia y Nueva Zelanda. El evento tenía como objetivo presentar propuestas pedagógicas cortas, con la oportunidad de poder discutirlas con los presentadores al final. A la convocatoria asistió virtualmente una audiencia entusiasta y numerosa de distintas partes del Pacífico y del Índico, deseosa de aprender más sobre la enseñanza de segundas lenguas.
Para esa oportunidad, se me ocurrió que podía ser un buen momento para presentar a mis colegas cómo podíamos introducir y explicar en clase a través de animaciones el concepto de “aspecto verbal”, entendido como “la forma gramatical usada por el hablante para distinguir cómo una situación se extiende en el tiempo”. Para una explicación teórica sobre este punto remito a mi entrada del 15 de junio de este año.
Se ha considerado que una imagen animada, junto con un comentario hablado, tiene un efecto positivo en el aprendizaje de la gramática de una lengua extranjera y en la memoria de trabajo (Schnotz 2006,p. 169 y Bara’a y Asali-van der Wal 2020, p.392). Este es un tema que me interesa en particular y que tal vez desarrolle con más detalle en próximas entradas.
No obstante, algo que me ha llamado la atención de los trabajos que han descrito este efecto positivo ha sido la omisión sobre el resultado que el uso cuidado y meditado de estas imágenes puede tener en las actividades de práctica. MI objetivo se centró en demostrar cómo este efecto positivo podía extenderse a las actividades visuales que podemos desarrollar para practicar y afianzar puntos gramaticales como el mencionado. De esto se trata esta entrada.
La jornada de la Consejería se dividió en dos partes. En la primera, cada expositor tuvo la oportunidad de introducir su propuesta.
En mi caso, se trató de describir una aproximación cognitiva a la enseñanza de una serie de verbos que en los manuales de ELE publicados en el área anglosajona se explican como “verbos especiales” (como "conocer", "saber", "querer" y otros similares) que cambian su significado según se usan en el pretérito perfecto simple o en el imperfecto. Como he dicho en otra oportunidad, esta es una explicación incompleta. En efecto, cambian su traducción en inglés, pero dentro de la gramática española se explican como un cambio de perspectiva que expresa cómo el hablante observa la acción: globalmente (abarcándola en su totalidad y considerándola finalizada) o parcialmente (centrándose en su desarrollo). A través de ejemplos visuales y prácticos, ilustré cómo las animaciones pueden ser una herramienta muy útil para ayudar a consolidar una regla operativa que permita al estudiante comprender el aspecto y la temporalidad del español.
Para acceder al vídeo-introductorio de esta propuesta ver aquí:
Una vez que hicimos las introducciones, los expositores y la audiencia nos dividimos en salas virtuales en donde desarrollamos nuestra presentación en más detalle. En mi caso, esa etapa consistió en exhibirles a los colegas ejemplos de cómo ejercitar y afianzar el concepto de aspecto verbal introducido en mi primera parte, apelando una vez más a las animaciones.
La presentación abarcó ocho tipos diferentes de actividades de práctica útiles en diversas etapas de nuestros cursos o programas. Estas van desde enfoques con una presencia importante de visualizaciones dinámicas, pasando por las estáticas, hasta llegar paulatinamente a ejercicios escritos sin la necesidad de soporte visual alguno.
Para ver esta parte en más detalle, ver el siguiente vídeo:
Referencias
Dara Bar'a, D, , Asali-van der Wal, R. (2020). “Führen Animationen zur Leistungsverbesserung im DaF-Unterricht? Effizienz der Grammatikanimationen im Deutschunterricht.” [“¿Las animaciones conducen a un mejor rendimiento en las lecciones de ALE (Alemán Lengua Extranjera)? Eficiencia de las animaciones gramaticales en las lecciones de alemán.”] Dirasat, Human and Social Sciences, 47, 4, pp.391-402.
Schnotz, W. (2006). Pädagogische Psychologie. Weinheim: Beltz Verlag.
Brisbane, 15/11/2023
Después de publicar mis últimas entradas sobre SER y ESTAR, un colega australiano me preguntó cómo explicar la construcción "SER DE + medida" (temperatura/peso/distancia/magnitud, etc.). En ese momento, no consideré necesario extenderme en esa explicación, ya que imaginé que su sentido se podía entender como una extensión de la idea de posesión. Y en realidad, parece ser así. Veamos cómo.
El punto de referencia
Según Langacker (2008, p. 83), la idea de punto de referencia es fundamental para comprender el concepto lingüístico de "posesión". Según este autor, esta idea se explica a través de un proceso de "escaneo" que realiza el hablante, mediante el cual toma al poseedor como un "punto de referencia" que le proporciona acceso mental a la entidad poseída. De esta manera, el poseedor es el medio a través del cual identificamos y ubicamos otra entidad que de lo contrario sería difícil de localizar.
Para ilustrar este concepto, Langacker imagina a una pareja frente a un lago. De repente, el joven le dice a su acompañante:
Fig.1.
En este caso, señala este autor, el hablante tiene como objetivo dirigir la atención de su oyente hacia el pato. Sin embargo, dada la distancia del animal y las diferencias de tamaño entre las dos entidades, el bote se hace más fácil de distinguir. Una vez que la oyente localiza el bote como referencia, puede buscar al ave en su cercanía o espacio de influencia.
Junto con este fenómeno perceptual, podemos encontrar uno análogo conceptual, ejemplificado en la siguiente imagen:
Fig.2.
En este caso, vemos cómo la hablante dirige la atención hacia una entidad conocida por ambas interlocutoras (el político) con el propósito específico de localizar a otra (su esposa). Como vemos, esta última es mentalmente accesible en relación con el hombre. No en vano, la entidad que se intenta localizar ("su esposa") contiene un pronombre posesivo que alude de forma anafórica al punto de referencia (el político), que ha sido mencionado previamente en el discurso.
De acuerdo con Langacker, esta relación de "punto de referencia" representa el significado esencial de las construcciones posesivas básicas y tiene la abstracción y flexibilidad necesarias para incluir toda una gama completa de "expresiones posesivas" o, como yo prefiero llamarlas, "de pertenencia". Veamos algunos de sus ejemplos:
el zapato del niño; el tío de Jeff; la pata del gato; el pañal del bebé; mi tren; el trabajo de Sally; nuestro problema; su entusiasmo; su ubicación; tu candidato; la destrucción de la ciudad (Langacker 2008, p.84. Mi traducción.)
En función de todo esto, la explicación del punto de referencia nos permite en principio identificar y explicar una serie de arquetipos posesivos como “propiedad”, “parentesco” y “relaciones de todo/parte”.
Arquetipos posesivos
En lo que respecta a la propiedad, se entiende que una persona posee una determinada cantidad de pertenencias que controla y a las que puede acceder cuando lo desea. De esta manera, evocar mentalmente a una persona en particular nos permite acceder mentalmente a una amplia variedad de entidades asociadas con ella. Mencionar a "Cenicienta" en un discurso nos permite relacionarla de inmediato con "zapatos de cristal", "cocina", "escoba", "carroza", etc.
En el caso de las expresiones de parentesco, la relación de punto de referencia se hace aún más evidente. Una persona es "abuela", "suegra" o "esposa" en relación con otro individuo que se toma como referencia particular ("nieto", "yerno" o "esposo", en estos casos). Como veíamos en la figura 2, la hablante identifica a la persona que ha entrado al bar teniendo como punto de referencia al esposo de la mujer, el "político corrupto", conocido por ambas interlocutoras.
Finalmente, en cuanto a la relación entre la parte y el todo, comprendemos que el conjunto se forma a partir de una serie de elementos que lo componen. Por supuesto, no podemos concebir los pequeños pies de Cenicienta como una entidad aislada y única que deambula por la vida. Siempre los percibimos como una parte integrante de una totalidad que constituye su ser.
Ahora bien, estas construcciones de pertenencia se utilizan para una amplia variedad de relaciones que van más allá de estos tres arquetipos, pero todas ellas tienen en común la presencia de un punto de referencia (poseedor) que nos proporciona acceso mental a otra "entidad" (lo poseído) (Langacker 2008, p.505):
la bebida de Zelda, las pulgas del gatito, nuestro autobús, su juicio, la ubicación de la tienda, mi dolor de cabeza, la actitud de Sean, la inteligencia promedio de ellos, el valor del diamante, su apuro, la noticia principal del año, el acabado brillante de la foto, nuestra existencia, la trayectoria de la bala, el asesinato de Lincoln (Mi traducción).
La posesión con SER DE
Como he explicado en entradas anteriores, en español también contamos con una estructura posesiva alternativa a la forma con TENER. Me refiero a la construcción con SER DE. Mientras la primera distingue al poseedor o punto de referencia como sujeto y prominencia focal primaria -destacando un estado que se extiende en el tiempo-, la segunda tiene como sujeto y foco de su atención a la entidad poseída. En este último caso, el punto de referencia se expresa en una construcción prepositiva o, en inglés, con un apóstrofo posesivo (Langacker 2009 p.98.). Comparemos:
1. Ana TIENE un suéter. (Ana has a sweater.)
2. El suéter ES DE Ana.( The sweater is Ana’s.)
Fig.3.
En el ejemplo número dos, identificamos un objeto como pertenencia de "Ana", es decir, guarda relación con ella. Ana se convierte así en un punto de referencia que nos permite ubicar al objeto en cuestión, tal como ocurría con el ejemplo del pato más arriba. De esta última estructura con valor posesivo derivarán otras que establecen entre el sujeto y el adjunto prepositivo otras "relaciones de pertenencia", pero con sentido más abstracto. Destaco este punto: la estructura se mantiene, pero la idea posesiva original se ha ido atenuando.
3. “Ana es de Colombia.”
4. “Ana es del barrio.”
5. “Ana es de clase alta, pero es de izquierdas.”
6. “Ana es del Real Madrid.”
7. “Ana es de temer.”
8. "El suéter que lleva es de lana"
9. "El precio del suéter es de 50 dólares.”
En todos estos casos, el hablante no hace más que categorizar al sujeto colocándolo en una clase, grupo o comunidad que toma como punto de referencia y que le permite identificar y ubicar (categorizar) al sujeto por su origen (nacional, barrial, etc.); por su posición económica, política o deportiva; por su carácter y modo de ser; por el material y el valor de algo que lleva; y un largo etcétera (Fernández Leborans 1999, §37.2.2.5). Nótese cómo hemos pasado de una construcción meramente posesiva a otras que, con el mismo esquema, le permiten al hablante establecer una relación de correspondencia con un grupo o clase que se toma como referencia.
Fig.4.
Un ejemplo notable es la figura 4. En efecto, Fernández Leborans (1999, §37.2.2.5) ha observado que el atributo cualitativo puede adoptar en ciertos contextos la forma de sintagmas preposicionales encabezados por DE. Esta preposición no se presentaría como un nexo vacío, sino que contribuye en establecer una relación de “pertenencia” entre el término de la preposición (atributo poseído) y el sujeto poseedor. En algunos casos podemos reemplazar al complemento preposicional por un adjetivo derivado: “Ana es de temer” > “Ana es atemorizante”, “Lina es de llorar” > “Lina es llorona”, “Petra es de reír” > “Es risueña”. En estos casos se comporta como una expresión del carácter, comportamiento, rasgos físicos, morales, etc. que tiene el sujeto y que lo hace pertenecer a un cierto grupo: “Ana es de las que pertenecen al grupo de los que provocan temor”, pero “Lina, al grupo de los que lloran” y “Petra, al grupo de las que ríen”. La animación muestra precisamente cómo el hablante piensa la caracterización de Ana. El modificador verbal expresa entonces una característica esencial del sujeto que nos permite categorizarlo dentro de un grupo particular, tal como explicaba en mis entradas anteriores.
SER DE + medida
Me quiero detener en particular en el ejemplo 9, ilustrado en la figura 5:
Fig. 5.
Además de todos los sentidos que mencionaba, la construcción SER DE puede expresar una idea de "medida" ("El precio del suéter que lleva es de 50 dólares"). Una vez más, el hablante categoriza al suéter dentro de un grupo que se corresponde con un valor en particular (opuesto a otros potenciales que podrían existir). Veamos otros ejemplos:
10. El peso de Pedro es de noventa y cinco kilogramos.
11. Su estatura es de casi dos metros.
12. La distancia hasta su trabajo es de veinte kilómetros.
13. La temperatura en donde vive en verano es de 30 grados.
14. El costo del boleto a su trabajo es de 10 dólares.
En estos casos, el adjunto verbal encabezado por DE especifica la medida de algo previamente mencionado en el sujeto (en mis ejemplos, en negrita), es decir, el peso y la estatura de Pedro, la distancia que lo separa de su trabajo, la temperatura en donde vive o el precio del boleto que paga (Fernández Leborans 1999, §37.2.2.5). En todos los casos se trata de sustantivos abstractos que se refieren a conceptos o propiedades que no tienen una existencia física tangible por sí mismos, sino que son "medidas" de objetos, lugares o personas. Se reitera así una relación que se puede simplificar como se podría hacer en una ficha de datos personales:
15. Peso de Pedro: 95 kg.
16. Estatura de Pedro: 1,90 m.
17. Distancia a su trabajo: 20 km.
18. Temperatura del lugar en donde vive en verano: 30°
19. Costo del boleto a su trabajo: $10
Fig. 6
En el contexto de la gramática cognitiva, se podría argumentar que hay una relación intrínseca entre "temperatura veraniega del lugar en donde vive" y "30 grados". En este caso, la temperatura se muestra como una característica inherente de su ciudad durante el estío (el termómetro marca los 30 grados propios de la esa ciudad en esa época del año).
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la relación entre "temperatura" y "30 grados" es más abstracta y conceptual que la relación entre, por ejemplo, "suéter" y "lana". En el primer caso, estamos tratando con mediciones y conceptos abstractos, mientras que en el segundo caso estamos hablando de un objeto físico y el material esencial que lo constituye. Por lo tanto, aunque podríamos argumentar que hay una relación intrínseca en el caso de la temperatura y la medida en grados, esta relación es de una naturaleza diferente en comparación con la relación entre un objeto y su material constituyente. Algo parecido ocurre con la altura de Pedro: un metro noventa es la “medida” que le corresponde a Pedro. Curiosamente, Castañeda Castro y Ortega Olivares (2019, p.138) anotan que es, precisamente, este concepto de “correspondencia” el valor de básico de SER, al que desde un punto de vista pedagógico, se podría acceder mediante las nociones de “identificación”, “definición” y “clasificación”.
En muchos de estos casos podemos preguntar "¿De cuánto es (el peso/la estatura/la distancia/la temperatura/el costo)"? En términos sintácticos podemos hablar de un complemento de cantidad (Demonte 1999, §38.3.5). En términos semánticos especificamos "la medida" de algo o alguien (léanse: el peso y la estatura de Augusto, la distancia que lo separa de su trabajo, la temperatura del lugar en donde vive y el precio del boleto). Según Demonte, la preposición DE es utilizada para introducir la expresión de medida y es esta preposición la que se especializa en transformar sintagmas nominales en expresiones atributivas.
Ahora bien, una práctica que muestra cómo en el fondo se esconde una relación de posesión atenuada podría consistir en parafrasear estas oraciones con el verbo “tener”:
20. Pedro tiene un peso de noventa y cinco kilos y una estatura de 1,90 m.
21. Hasta su trabajo tiene una distancia de veinte kilómetros.
22. El lugar en donde vive tiene una temperatura de 30 grados.
23. El boleto de su casa hasta su trabajo tiene un costo de diez dólares.
En conclusión, con TENER explicitamos el estado de algo o alguien que se extiende en el tiempo. Con SER DE, en cambio, solo nos proponemos ubicar una entidad en un grupo de pertenencia. Desde esta perspectiva, es entendible entonces que el español recurra al verbo SER, por cuanto este verbo nos permite identificar, calificar o especificar ciertas características, cualidades esenciales o conceptos de la entidad de la que se habla. En todos estos casos estamos frente a relaciones intrínsecas que siguen un mismo esquema atenuado, originado en el sentido de posesión.
En todos los casos, la representación visual reiterada -tanto en las explicaciones como en la práctica- podría ayudar al estudiante a comprender este uso particular de SER y a hacer suya una imagen mental que le permitiría recordar, adquirir y afianzar el uso de este verbo en situaciones semejantes.
Para una visionado de estas ilustraciones con animaciones, ver la sección de gramática, punto 2.2.1.
Referencias
Castañeda Castro, A. y Ortega Olivares, J.(2019). “Los usos atributivos de ser y estar desde la gramática cognitiva”. En Ibarretxe-Antuñano, I.; Cadierno, T. y Castañeda Castro, A. Lingüística cognitiva y español LE/L2, London-New York: Routledge, pp.120-144-
Demonte, V. (1999). “La predicación: los complementos predicativos”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.). Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 2. Madrid: Espasa Calpe, pp. 2462-2523.
Fernández Leborans, J. (1999). “La predicación: las oraciones copulativas”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.). Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 2. Madrid: Espasa Calpe, pp.2357-2460.
Langacker, R. (1995) “Possession and possessive constructions”. En Taylor, J. y MacLaury, R. Language and the Cognitive Construal of the World, Berlin/New York: Mouton de Gruyter, pp.51-79.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Langacker, R. (2009). Investigations in Cognitive Grammar, Berlin/New York: Mouton de Gruyter.
Brisbane, 15/10/2023
En mi última entrada expliqué las diferencias básicas entre SER y ESTAR, siguiendo una aproximación desde la semántica cognitiva diacrónica. Lo interesante de este marco teórico es que nos permite poner en relación las distintas acepciones que un ítem léxico va desarrollando a lo largo de su historia e identificar los mecanismos cognitivos que actúan en sus cambios semánticos (se den ya mediante metáforas, metonimia, generalizaciones o especializaciones).
A través de distintas animaciones fui mostrando cómo podíamos introducir paulatinamente los significados que ambos verbos fueron concretando a lo largo de su historia y qué grado de especialización fueron adquiriendo. Veíamos entonces que SER terminó limitándose a dos sentidos básicos conectados: identidad y categorización, mientras que ESTAR quedó circunscripto a representar la idea de dónde y cómo se encuentra algo o alguien.
Para el caso de SER, la animación inicial elegida mostraba una figura que planeaba sobre el horizonte pero que no lograba identificarse inicialmente. La niña observadora planteaba algunas hipótesis en un comienzo y colocaba en distintas categorías la figura que se le acercaba: transporte (“¿Es un avión?”), animal (“¿Es un pájaro?”), hasta que finalmente lograba identificarla con precisión (Es Supermán). Como vemos aquí, la idea de identificación y categorización van de la mano.
Una vez identificados los dos usos de SER se pasó a insistir con imágenes en las que el observador clasificaba un ítem (animado o no) y lo colocaba en una categoría particular. Junto a la imagen del objeto, ubicada siempre en un círculo central, aparecían diferentes características (mantel rojo, azul, amarillo, etc.) en círculos más pequeños, representando las diversas “clases” que el hablante podía tener en mente para encasillar al objeto en cuestión. A través de la animación, el estudiante podía observar cómo SER se utiliza en nuestra lengua para describir características que son inherentes a la identidad del ítem como, por ejemplo, color, tamaño, forma, carácter, etc.
Con ESTAR, en tanto, se siguió una serie de imágenes dispuestas como una tira cómica. Conforme avanzaba la animación, la figura elegida se iba moviendo a diferentes lugares que implicaban, a su vez, diferentes estados anímicos como "contento", "enojado" y "triste", etc. La idea era representar la conceptualización que hace el hablante al usar ESTAR. No se trata de identificar o categorizar, como veíamos con SER, sino de hablar sobre lugares o modos en que se encuentra el sujeto en determinados momentos. El objeto era permitirle al estudiante comprender cómo este verbo se utiliza para describir no solo ubicación física de algo o alguien, sino también para indicar un estado (físico, anímico, postura, etc). En suma, con SER se trata de describir dónde y cómo se encuentra algo o alguien.
¿Por qué apelé a las animaciones? Soy un convencido, junto con Roche y Sheller (2004, p.2), de que tienen la ventaja de ayudarnos a visualizar fenómenos gramaticales a través de cambios en el movimiento, el color y la posición de los elementos. Pero además favorecen la comprensión del sentido real de lo que se quiere decir. Gracias a ellas podemos promover una mejor retención y rendimiento del aprendizaje en comparación con los métodos convencionales de representación gramatical.
Señalan estos mismos autores (2004, p14) que las animaciones son mucho más adecuadas para representar hechos secuenciales o causales, aunque siempre debemos ser cuidadosos de no provocar una sobrecarga o distracción sensorial. En efecto, los movimientos y los cambios de color pueden llamar la atención sobre sí mismos y distraer de aquello esencial sobre lo que queremos hacer hincapié. Por lo tanto, debemos tener en claros los objetivos que nos proponemos con ellas y ser medidos con la variedad y cantidad de efectos visuales que usemos (p.14).
Las animaciones pueden hacer que la gramática sea más fácil de comprender y promover el desarrollo de la competencia conceptual de los alumnos. En este sentido, para explicar la gramática, podríamos valernos de animaciones que les sean familiares a los estudiantes. Por ejemplo, representaciones con imágenes del ámbito del deporte son fáciles de llevar a la práctica y se pueden recrear fácilmente mediante movimientos, gestos, etc.( Bar'a y Asali-van der Wal 2020, p.394).
Las animaciones que propuse en mis entradas anteriores mostraban vídeos cortos con imágenes figurativas en colores que podían incluir explicaciones gramaticales con voz en off -si el objetivo es que los estudiantes lo vean fuera de clase- o sin voz, pero con una explicación y guía oral explicativa del profesor si se usan en clase. El uso de algunos colores en particular, una forma geométrica determinada -círculo o rectángulo- o un icono tienen la finalidad de dirigir la atención hacia la semántica de ambos verbos y lo que con ellos se quiere conceptualizar en ciertos contextos. Esto debería hacer que el sentido y la diferencia entre los dos verbos sean más reconocibles.
Hasta aquí, la animación nos ha servido como canal de transmisión conceptual (Romo Simón 2015. p.237). ¿Pero cómo la incluimos una vez que llega la hora de la práctica? La idea central es que los primeros ejercicios que se presenten al estudiante promuevan una evocación de las mismas animaciones que se usaron en la introducción al tema. El objetivo es que el estudiante recupere de su memoria los movimientos y con una exposición sistemática internalice los esquemas que se hicieron para explicar la semántica de la estructura en cuestión. En suma, se trata de trabajar e incidir sobre la “imagen mental” que el estudiante trae con su propia lengua y haga suya una manera de mirar la realidad desde la perspectiva del español. Esto es, se trabaja primero sobre la comprensión y adquisición de la imagen mental para que ayude a procesar la diferencia y uso de estos dos verbos. La exposición reiterada al mismo tipo de animación para uno y otro verbo hará que a la larga el estudiante haga suya esa perspectiva y comience a desenvolverse con más soltura en el uso de ambos verbos.
El vídeo de más abajo que acompaña esta entrada explica con mayor precisión cómo usar las animaciones cuando llega la hora de ejercitar estos usos.
Referencias
Aletá Alcubierre, E. (2002-2004). “Una nueva perspectiva sobre un viejo problema de la gramática de E/LE: ser no se opone a estar”. Archivo de filología aragonesa, 59-60, 1, pp.113-124.
Roche, J. y Scheller, J. (2004). “Zur Effizienz von Grammatikanimationen beim Spracherwerb— Ein empirischer Beitrag zu einer kognitiven Theorie des multimedialen Fremdsprachenerwerbs.” [Sobre la eficacia de las animaciones gramaticales en la adquisición de lenguas: Una contribución empírica a una teoría cognitiva de la adquisición multimedia de lenguas extranjeras.] Zeitschrift für Interkulturellen Fremdsprachenunterricht [Revista para la Enseñanza Intercultural de Lenguas Extranjeras] [Online], 9(1), 1-15 pp. Disponible en https://zif.tujournals.ulb.tu-darmstadt.de/article/id/2731/
Bar'a, D. y Asali-van der Wal, R. (2020). “Führen Animationen zur Leistungsverbesserung im DaF-Unterricht? Effizienz der Grammatikanimationen im Deutschunterricht” [¿Las animaciones mejoran el rendimiento en las lecciones de alemán lengua extrnajera (ALE) ? Eficiencia de las animaciones gramaticales en las lecciones de ALE”]. Dirasat, Human and Social Sciences, 47, 4, pp.391-402.
Brisbane, 15-09-23.
Soy de los que piensan, junto con Garachana Camarero (2018, p.107), que un conocimiento sobre la diacronía de ciertos fenómenos lingüísticos podría ayudarnos a dar explicaciones más comprensibles sobre la motivación de ciertas construcciones gramaticales. En este texto, me propongo analizar el uso de ESTAR desde esta perspectiva y la gramática cognitiva, aunque retomaré algunas referencias al verbo SER que ya introduje en mi anterior entrada.
Como decía entonces, el latín contaba con el verbo copulativo ESSE, que tenía en su origen el significado de existencia, equivalente a nuestros modernos “existir” o “haber” en su sentido impersonal: Vita in terra est (“Hay/existe vida en la tierra”). No obstante, también podía usarse con valor locativo para indicar la permanencia momentánea en un sitio: Cum Athenis decem dies fuissem… = “Como yo hubiera permanecido diez días en Atenas…” .
Dado que el infinitivo de este verbo era percibido por los hablantes del latín vulgar tardío como “extraño” (ya que no tenía las terminaciones habituales de los infinitivos latinos en -are, -ere, -ire ), terminaron por regularizarlo y agregar una terminación que lo acercó al resto del sistema verbal. En su evolución histórica el verbo así formado (*ESSERE) perdió tanto la primera como la última vocal, y con la simplificación de la doble S quedó reducido a la forma SER (Resnick y Hammond 2011, p.220).
No obstante, este infinitivo se encontró con un problema. Existía también en latín el verbo SEDERE, que originalmente significaba “estar sentado”, pero también “permanecer o seguir siendo”. En su evolución histórica, SEDERE perdió la D intervocálica y su última vocal, quedando reducido a la forma SEER y luego a SER.
La confluencia de ambos verbos en un mismo significante produjo así una confusión fonológica y semántica que hizo que algunos sentidos de uno se cruzaran con el otro. Así, se supone que la formación del presente del subjuntivo o el gerundio de nuestro verbo SER podrían derivar ambos de SEDERE. Según las teorías más conocidas, el presente de subjuntivo se habría formado sobre la base de la evolución del subjuntivo de SEDERE: SEDEAM > SEEAM > SEA. Por otra parte, dado que el verbo *ESSERE no tenía en latín una forma de gerundio, el español primitivo se apropió del de SEDERE (sedendum > sediendo > seyendo > siendo) para adjudicárselo a aquel. El resto del paradigma del SER derivado de *ESSERE, en tanto, siguió la evolución normal de la lengua, aunque la tradición etimológica todavía cree que algunas otras formas derivan de SEDERE (cf. Menéndez Pidal 1980, §116.1 y Lapesa 2000, p.789).
De aquel verbo ESSE -o más precisamente de su forma vulgar *ESSERE- derivó el francés “être” , con usos similares a aquel. Sin embargo, el español y otras lenguas romances (como el italiano, el portugués, el gallego o el catalán) recurrieron al verbo STARE para cubrir con el tiempo los usos locativos que tenía el verbo latino.
En entradas anteriores, vimos que con SER, además de identificar (fig. 1), categorizamos (fig. 2):
Fig.1
Fig.2
Como habilidades básicas del pensamiento, identificar y clasificar van de la mano. Una vez que identificamos singularidades (figura 1), las clasificamos en categorías sobre la base de similitudes con otros elementos (figura 2). Esto es, colocamos al objeto dentro de una categoría en particular, basándonos en un cierto tipo de características esenciales comunes. Es lo que hace el joven en la fig.2: basándose en algunas particularidades de Supermán, lo ubica dentro de distintos grupos (en el de los valientes y en el de los superhéroes), pero lo excluye del de los terrícolas por cuanto, se sabe, Supermán nació en Kryptón. Observemos ahora la figura 3.
Fig.3
En la ilustración observamos que el sujeto se basa en su conocimiento de mundo e identifica al objeto en cuestión como un mantel (“Cubierta de lino, algodón u otra materia, que se pone en la mesa para comer”). Acto seguido, lo clasifica dentro de un grupo particular (el de los que tienen como color esencial el rojo) y lo contrapone a otros de diferente color (en la animación estas otras categorías que el hablante tiene en mente aparecen a la izquierda).
Es verdad que también podría categorizarlo por su forma (redondo, hexagonal, cuadrado, rectangular, etc.) o por el material con que está hecho (de algodón, de lino, de poliéster, etc.). Y si se trata de seres animados, podría tomar como base sus rasgos valorativos, como el carácter o la personalidad: “José ES simpático” o “El perrito ES manso”. En todos estos casos se trata de ubicar al sujeto o al objeto en cuestión en una categoría que es percibida como estable en el tiempo. En mi animación he intentado representar esta idea mediante una línea horizontal que se ubica debajo del círculo mayor y que se estira hacia ambos lados hasta terminar en una flecha que indica la ausencia de límites temporales.
Pero volvamos a STARE. Este verbo abarcaba un campo semántico que incluía los sentidos de “estar de pie/inmóvil/quieto/rígido, mantenerse en un lugar, o hallarse (hablando de personas o cosas)”. Curiosamente, este verbo, a través del francés, también llegará al inglés y nos dará la forma TO STAY. Al igual que a su contrapartida inglesa, al derivado español ESTAR lo pueden acompañar diversos tipos de complementos, incluyendo adjetivos (“Ernesto está calmo”), frases preposicionales (“Está a los pies de la montaña”), y participios o gerundios (“La pared está pintada así que Ernesto la estuvo pintando”) (Langacker 1999, p.309).
En los primeros estadios de nuestra lengua, SER mantenía un sentido locativo (heredado del verbo latino) para indicar la idea de “hallarse accidentalmente en un lugar, situación, posición o compañía”. En cambio, para referirse a la idea de ‘hallarse habitualmente’ o ‘residir’ el español prefería ESTAR (Rojas 2004, p.7). Sin embargo, con el correr de los siglos este verbo se fue apropiando paulatinamente de los valores locativos que todavía mantenía SER hasta llegar, bien entrado el siglo XVII, a regularizarse en expresiones de lugar o con expresiones que indican el modo en que se encuentra algo (Lapesa 2000:787-808).
Como decía en mi entrada de junio último, la evolución histórica de ESTAR derivó entonces en un proceso de “gramaticalización por atenuación”. Por tal, se entenderá el cambio de significado que ciertos elementos léxicos, con significados iniciales más específicos o concretos (como los que tenía STARE en un comienzo), van desplazándose progresivamente hacia valores gramaticales más abstractos. Este proceso fue desarrollándose en forma paulatina mediante extensiones metonímicas y metafóricas que fueron atenuando algunos de aquellos sentidos iniciales que el verbo tenía (Castañeda 2019, p.126).
El pasaje de STARE > ESTAR implicó que el sentido inicial como verbo de postura fue atenuándose para consolidar un sentido de situación en el espacio equivalente a “encontrarse” en un lugar (“Ernesto está en el parque ”), encontrarse solamente en un estado, omitiendo el lugar (Está [en el parque] tranquilo) o ubicarse en un lugar haciendo algo: Está [en el parque] saltando. Respecto de este último caso, las dos situaciones (ubicación y la acción de saltar) terminaron fusionándose en una, dando lugar así a nuestra construcción progresiva por excelencia: “Está saltando” (Langacker 1999, p.311) (Fig.4).
Fig.4.
Como vemos, todo este proceso de gramaticalización por atenuación desplazó la ubicación espacial como predicado principal a un segundo plano, para focalizarse en una propiedad, circunstancia o inclusive otra acción en la que se involucra el sujeto al mismo tiempo (Langacker 1999, p.310). Es así que llegamos a los dos sentidos básicos de “situación” que tiene el verbo en la actualidad: (1) la de encontrarse o ubicarse en un lugar y (2) la de encontrarse en un modo o estado. Para entender esto mejor, veamos las figuras 5, 6 y 7:
Figs.5 y 6.
Fig.7.
En contraposición al esquema que seguí con SER, para representar el sentido básico del verbo ESTAR he elegido un esquema de recuadros en donde vemos al sujeto ubicándose en “espacios diferentes” en distintas etapas: "Está en su casa > La casa está en Brisbane > Brisbane está en Queensland> Queensland está en Australia". Ahora bien, así como puede encontrarse en un lugar, puede encontrarse de una manera. Así vemos cómo el sujeto se “coloca” en diferentes estados anímicos: “Está contento/cansado/enojado/triste”. En la fig.7 vemos también cómo puede encontrarse en una postura ("Está tumbada/sentada/escondida/de pie"), como producto de una acción previa (Se tumbó, se sentó, se escondió, se puso de pie). Como vemos, podemos reducir el sentido de ESTAR a encontrarse (1) en un lugar o (2) en un modo particular.
De esta forma, el sujeto se va ubicando en distintos cuadros que lo muestran en un recipiente que simboliza un lugar o un modo diferente de encontrarse. Debajo de cada viñeta hay una línea horizontal que se estira hacia el siguiente estado/lugar en donde hay un nuevo icono de lugar o estado y así hasta el final.
En aquellos que indican estado, he colocado un icono con caras que giran e indican distintos estados anímicos en los que “cae” el sujeto (enojado, contento, triste, etc.). Nótese que lo que se quiere enfatizar aquí es que ESTAR indica ESTADO en un sentido amplio. Al hablante solo le interesa comunicar el lugar o el modo en el que algo o alguien se encuentra, independientemente de que ese estado sea permanente (“Madrid está en España”; “Pedro está muerto”) o circunstancial (“Estela está embarazada”).
Fig.8.
Esto nos permitiría explicar de forma más clara las diferencias de sentido que presentan algunos adjetivos según aparezcan acompañados con SER o con ESTAR. Veamos las diferencias semánticas que presentan los siguientes ejemplos y cómo podemos representarlos visualmente:
Fig.9.
Fig.10.
La expresión con ESTAR describe aquí un estado episódico o, mejor, una fase dentro de un proceso mayor que el hablante tiene en mente, pero no menciona (figs. 10, 11 y 12). La animación con SER, en cambio, denota características inherentes no limitadas en el tiempo. El sujeto categoriza esas bananas como pertenecientes a un tipo en particular (las que muestran como rasgo esencial tener la cáscara verde, conocidas como "plátano macho o verde" -plantains en inglés-) (Fig.9).
Fig.11
Fig.12.
Nótese la diferencia entre "Está sentándose" y "Está sentado". En la primera, el hablante focaliza en el episodio que se da en medio de la acción, mientras que con la segunda focaliza en el resultado final de ella (Fig.12).
El sentido localizador del verbo ESTAR puede ser literal, como en los ejemplos ofrecidos hasta ahora, o metafórico como en las expresiones “estar a favor/en contra/de acuerdo/en desacuerdo”, que expresan el lugar en donde se posiciona el sujeto respecto de un asunto o de alguien. Obsérvese cómo en este caso el sujeto va pasando por diferentes “estados”. Dependiendo de la actitud que adopta, el icono de “lugar” ha sido reemplazado por un puño que muestra un gesto positivo o uno negativo (Fig. 13).
Fig.13.
, Ahora bien, ¿cómo estas animaciones podrían ayudarnos no solo a ilustrar nociones gramaticales, sino a lograr que el estudiante de ELE reconfigure sus representaciones mentales y procese y almacene las nuevas estructuras en su repertorio lingüístico? ¿Qué tipo de ejercitaciones visuales deberíamos implementar? Este será el tema de mi entrada de septiembre.
Para una serie de vídeos explicados sobre SER y ESTAR, ver mi sección de gramática 2.2.
Referencias
Castañeda Castro, A. y Ortega Olivares, J. (2019). “Los usos atributivos de ser y estar desde la gramática cognitiva”. En Ibarretxe-Antuñano, I.; Cadierno, T.; Castro, A.C. Lingüística cognitiva y español LE/L2, London/New York: Routledge.
Garachana Camarero, M. “¿Los porqués de la gramática? Gramática diacróncia en el aula de ELE”. En Herrera, F. y Sans, N. Enseñar gramática en el aula de español. Nuevas perspectivas y propuestas. Barcelona: Difusión, pp. 106-118.
Langacker, R. (1999). Grammar and Conceptualization, Berlin/New York: Mouton de Gruyter.
Lapesa, R. (2000). Estudios de morfosintaxis histórica del español. Madrid: Gredos.
Menéndez Pidal, R. (1980). Manual de gramática histórica española. Madrid: Espasa Calpe.
Resnick, M.C. y Hammond, R.M.(2011). Introducción a la historia de la lengua española. Washington DC: Georgetown UP.
Rojas, E. (2004) Análisis comparativo-diacrónico de los usos de ser y estar en español y catalán. Master Thesis, The University of Georgia, USA.
Brisbane, 15/08/2023.
Reviendo los usos de “ser y estar”, he estado tratando de ver la forma más sencilla para representar sus significados mediante animaciones figurativas. Mi interés pasa por representar aquellos casos menos frecuentes -o más conflictivos- y ver hasta qué punto los postulados de la gramática cognitiva y las animaciones pueden ayudarnos a darle al estudiante una idea de la semántica verbal y de la “imagen mental” que conlleva. La hipótesis que intento desarrollar en mis entradas es que la visualización reiterada de una animación —inclusive en sus fases iniciales de los ejercicios de práctica— puede colaborar en la memoria a largo plazo. Podríamos contribuir así a que el estudiante haga suya esa imagen, logre confrontarla con la que trae de su propia lengua, adquiera la habilidad para diferenciar los matices sutiles entre una y otra expresión y los use con mayor soltura. Veamos a qué me refiero.
Para el verbo SER y su idea de “identidad” la imagen inicial que he elegido es la de un círculo como espacio de identidad de una persona. A medida que voy hablando de sus características esenciales que le confieren esa identidad, la imagen del sujeto va mostrando dentro de ese círculo lo que está “detrás de él”, como si esas características lo “constituyeran” o estuvieran sosteniendo. Por ejemplo, “Pedro es hombre. Es atlético. Es doctor." (ver fig. 1). Son características que no se pueden separar de él por formar parte de su naturaleza.
Algunos autores han dicho que SER da lugar a predicados caracterizados como no perfectivos desde el punto de vista aspectual (cf. Leonetti 1994, p.182). Por ese motivo, he representado estas ideas como una sucesión de predicados que se extienden sin límite en el tiempo. Al ser estas características inherentes, que le dan identidad al sujeto, cada espacio en que aparece repite la misma animación (Jurado Salinas 2014, p.18). La ilustración puede adoptar el diseño del esquema de la fig.1a:
Fig.1a
Por cuestiones prácticas, podemos seguir un esquema más económico en el que se toma como ejemplo una forma prototípica, como en la figura 1b:
Fig. 1b
De este esquema podemos partir para explicar la idea de “SER DE” (en su triple sentido de origen, posesión y material de algo): “Pedro ES DE España”, “Las sillas SON DE Pedro” o “Las sillas SON DE madera”. En todos estos casos, se reitera la idea de círculo, aunque con leves variantes. De él sale/va algo que se conecta con ese “espacio de dominio” simbolizado por el círculo (figs.2 y 3).
Figs. 2 y 3.
Y ahora vayamos al tercer caso que siempre me ha resultado difícil de representar. Se trata del caso ACONTECIMIENTO + SER EN: “EL concierto SERÁ EN la biblioteca”. Prefiero usar el término “acontecimiento” -pero también “hecho” o “suceso”- antes que el confuso “evento”, por cuanto este puede entenderse con el sentido general de “suceso importante y programado, de índole social, académica, artística o deportiva” o con el más específico que se usa en lingüística de “situación descrita por un predicado de naturaleza dinámica”.
Además del sentido de identidad del verbo SER, podemos encontrar otro significado. Me refiero al de “existencia” que, aunque poco usual en el español moderno, retomaba en las primeras etapas de nuestra lengua una construcción similar frecuente en latín. Si bien la alternancia con HABER ya había comenzado en el latín tardío, tendremos que esperar hasta el llamado Siglo de Oro para ver cómo el verbo “haber” se asienta con esa idea con más fuerza. No obstante, en la traducción Reina-Valera del Génesis publicada en el siglo XVI todavía podemos ver ejemplos de este uso: “Dios dijo: ‘Sea la luz. Y fue la luz’” (en contraposición a los más modernos: “Dios dijo: “Hágase la luz. Y la luz se hizo” o “Que haya luz y hubo luz”). Recuérdense también los famosos versos de Fray Luis de León en la “Oda a la vida retirada” (siglo XVI):
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido…
Aún hoy podemos encontrar rastros de estos usos como, por ejemplo, en el inicio de los famosos cuentos infantiles: “Érase una vez…”.
Esta construcción existencial con un verbo como SER también es evidente en el inglés con TO BE (“There is a story to tell”) o en otras lenguas europeas (“C‘è molta gente alla inaugurazione”). Observemos cómo esta estructura inglesa tiene dos elementos que también se presentan en la construcción española con SER: el verbo TO BE (SER) y una construcción locativa (THERE) que “trae una entidad a la conciencia, es decir, es un generador de espacio que proporciona un 'espacio mental' en el cual el tema tiene existencia” (Radden y Dirven 2007, p. 277. Mi traducción).
Teniendo en cuenta este sentido de “existencia” que también tenía nuestro SER en el español primitivo, he mantenido la idea de círculo que veíamos más arriba. No obstante, esta vez se lo entiende como punto espaciotemporal (Silvagni 2018, p.45) en el que se hacen presentes distintos elementos que “dan forma” o existencia al “acontecimiento”, que lo entenderemos como “hecho o suceso, especialmente cuando reviste cierta importancia” (DLE). Como decía más arriba, es este un término más amplio porque, como veremos, nos permitirá considerar no solo “actividades programadas” (con términos tales como “fiesta”, “exhibición”, “concierto”, etc.), sino sucesos involuntarios o inesperados, como “accidente”, “choque”, etc.
Por ejemplo, cuando decimos que “El concierto SERÁ EN la biblioteca”, se proponen imágenes de integrantes de una pequeña orquesta de cámara que se reúnen en un punto y momento determinado (la biblioteca, en mi ejemplo) para “darle existencia al concierto” (fig.4). Así, el acontecimiento tomará forma en ese punto espaciotemporal, una vez reunidos allí los diferentes músicos y ejecutada la partitura. Es por este motivo que el sentido de ACONTECIMIENTO + SER EN se explica muy bien como sinónimo de “ocurrir”, “suceder” o “producirse” un hecho.
En suma, la expresión implica la idea de producción de un suceso. Su foco no está tanto en dónde está ubicado -where it’s located- sino en dónde se produce o toma existencia -where it’s happening-. En efecto, los acontecimientos no se “ubican” en lugares, sino que adquieren existencia o se manifiestan en ellos. Como vemos, se trata de una cuestión de perspectiva. La imagen de los músicos que "surgen" en el espacio para dar lugar al concierto resulta muy clara para representar esta idea.
Fig. 4
Lo mismo ocurrirá con el funeral, que solo podrá ser considerado como tal una vez que los deudos del difunto, sus restos y su cortejo se hagan presentes y se reúnan en el cementerio para darle así comienzo al acontecimiento (figura 5).
Fig.5.
Ahora bien, cuando llega el tiempo de introducir este caso especial con SER, solemos explicar que ACONTECIMIENTO + SER EN funciona como equivalente a “tener lugar”, forma que también existe en inglés. Esta lengua la tomó a su vez del francés avoir lieu que, en su sentido actual, significa “ocurrir en un lugar o tiempo”, pero que hacia el siglo XIV significaba “manifestarse” (nótese la similitud con la idea de “producirse”, como veíamos más arriba). Durante mucho tiempo se pensó que la expresión castellana “tener lugar” era también un galicismo y así la censuraba la RAE. Sin embargo, se ha encontrado documentada muy tempranamente en nuestra lengua, por lo que se ha descartado su origen francés. La RAE terminó por aceptarla e incorporarla en nuestros diccionarios a partir de 1852:
(…) [L]a expresión ya aparece en Juan de Mena (1444), quien escribió "uvo lugar" con el significado de "aconteció", y este "haber lugar", que correspondería exactamente al supuesto modelo "avoir lieu", no parece deber nada al francés. Pero lo que importa saber es que, en vista del empleo persistente y cada día más extendido en todo el ámbito hispánico de tener lugar por "acontecer", la Academia "le ha concedido otra vez, y pienso que de manera definitiva, el honor de ocupar el puesto que ya tuvo en el Diccionario (Casares 1959, p.176).
Es probable suponer -y merecería esto una investigación mayor- que las expresiones en francés y en español podrían haber evolucionado casi en forma paralela de una forma ya existente en latín. En efecto, tanto el verbo habere (“tener”, “poseer”), del que evolucionará el avoir francés, como el verbo tenere (“mantener, sostener, asir”) del que derivará nuestro “tener”, coincidían entre sus muchos significados en la idea de “ocupar/habitar un espacio”. Un ejemplo con habere: Qui habeant homines loca? (“¿Qué hombres habitan/ocupan estos lugares/estas comarcas?”).
Por su parte, tenere tenía sentidos conexos como “tener asido y ocupado”, “encontrarse en”, “estar en un punto” u “ocupar un espacio”, como en “tenere regionem” (ocupar una región o lugar) (Corominas y Pascual 1983, p.461). No sería extraño entonces que de una forma latina habere localem (>lucalem>lucarem>lugar), se hubiera llegado al “uvo lugar” de Mena y, a partir del desplazamiento de “haber” por “tener”, quedara establecida finalmente la forma moderna “tener lugar”.
Como dato curioso, hacia fines del siglo XIV aparece en inglés el calco del francés to have place. Sin embargo, hacia mediados del siglo XV es reemplazada por to take place, que es la que finalmente prosperará hasta nuestros días. Obsérvese la leve diferencia de matiz que sufre la expresión inglesa: con to have el hecho “tenía (un) lugar de reunión”, mientras que con la moderna “se toma u ocupa ese espacio”. Como vemos, se trata de una diferencia de perspectiva muy sutil, pero que retomaba una idea que ya existía originalmente en latín.
Por todo lo visto, en este punto el inglés, el francés y el español coinciden en una conceptualización similar respecto de los acontecimientos y hacer un trabajo comparativo con estas formas -si se está enseñando a nativos del francés e inglés- puede ser muy rentable en términos didácticos. La expresión resulta interesante porque le permite al estudiante de ELE (Español como Lengua Extranjera) de habla inglesa o francesa comprender este uso fácilmente. No obstante, como profesores debemos ser conscientes de las diferencias sutiles y de sus orígenes.
Así, la locución “tener lugar” condensa y sintetiza en las tres lenguas una caracterización espaciotemporal —el hecho ha tenido lugar allí y en cierta ocasión—. El señalamiento de espacio y tiempo, entonces, define la existencia del suceso (Figs.6 y 7).
Figs. 6 y 7.
En suma, mientras nuestra forma con SER EN denota que el acontecimiento tiene existencia en un lugar, la construcción TENER LUGAR, en cambio, implica que distintos elementos ocupan un lugar y constituyen el hecho. Será en ese espacio de convergencia en donde se reunirán las entidades o partes esenciales que participan del acontecimiento (Silvagni 2018, p.35). Por este motivo, propongo la animación de distintos elementos que se dirigen a un punto.
Es entendible también que se use esta expresión para hablar de un accidente: “El accidente tuvo lugar en la intersección de las calles Cervantes y Lope de Vega” (los vehículos convergen en un punto y se produce el accidente). Es comprensible que luego este uso se haya extendido a la construcción con “SER EN” en el habla coloquial: “El accidente fue [ocurrió] en el cruce de esas dos calles”.
Comparemos ahora esta estructura con ESTAR + locación. La diferencia entre “El concierto ES EN la biblioteca” y “ESTÁ EN la biblioteca” radica en que con el primer caso hablamos de un acontecimiento. En cambio, con “ESTÁ EN” hablamos de algo más tangible: los papeles con las partituras del concierto que se encuentran en la biblioteca. ESTAR, en este caso, indica el lugar en donde algo o alguien concreto está ubicado, de allí el ícono de lugar que le he agregado a mi animación. De todos los lugares disponibles en la casa, las partituras del concierto se ubican en la biblioteca. Obsérvese que para ESTAR he usado la convención de una serie de viñetas con imágenes de la casa. El objeto (en este caso, el atril con las partituras) se encuentra en un área específica y delimitada. Esta convención nos servirá luego para explicar otros usos de ESTAR que veremos en mi próxima entrada.
Fig. 8.
Referencias
Casares, J. (1959). “Información académica. La Academia Española trabaja”. Boletín de la Real Academia Española, Tomo XXXIX, Cuaderno CLVI. pp.165-177. Disponible en https://apps.rae.es/BRAE_DB_PDF/TOMO_XXXIX/CLVI/IAcademica_Varios_165_177.pdf
Corominas, J. y Pascual, J. (1983). Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.
Jurado Salinas, M. (2014). “Fundamento teórico de un modelo para trabajar los verbos haber, estar y ser en el aula de ELE”. Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 17, pp.7-25.
Leonetti, M. (1994). “Ser y estar: Estado de la cuestión”. Pliegos de la ínsula Barataria : revista de creación literaria y de filología 1, pp. 182-205.
Radden, G. y Dirven, R. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
Silvagni, F. (2018). “Sobre la distinción individuo/estadio y su relación con ser y estar”. Revista española de lingüística 48, pp. 15-56.
Brisbane, 15/07/2023
Revisitando una vez más el problema con “ser/estar”, me topé con una cuestión con profesiones o cargos que me ha despertado una gran curiosidad. Veamos estos tres ejemplos:
1. Elvira ES profesora.
2. Elvira está DE cocinera.
3. Elvira está COMO cocinera.
Se trata, como vemos, de expresiones que refieren a trabajos en general (profesor, albañil), cargos (director de escuela) o funciones (delantero izquierdo). ¿Cuál sería la diferencia semántica de estos tres enunciados?
Con el número uno no hay mucho debate. SER + atributo se conecta con la idea de identidad: “Esa mujer ES Elvira. ES española. ES joven y soltera. ES profesora”. En todos estos casos, los atributos definen/identifican a Elvira y describen un rasgo/atributo esencial o inherente de ella. No creo que aquí haya demasiados problemas en entenderlo.
En los casos dos y tres la cosa se complica. La RAE en su Nueva gramática de la lengua española (NGLE) (2010, §38.10d) explica que en estos casos no estamos ante un complemento régimen sino ante “complementos predicativos nominales que designan actividades u ocupaciones en las que se ingresa, se permanece o se termina (“Entró de botones y terminó de gerente”, o simplemente “Trabaja de gerente”). En otro pasaje, la Academia (2010, §38.5.3b) plantea que “con los verbos que denotan elección, asignación y otras nociones conexas, los grupos cuasipreposicionales construidos con ‘como’ alternan a veces con los formados con ‘de’: ‘enviar a alguien {como ~ de} representante’” Lamentablemente, no explica en ningún lado qué matiz sutil diferente tiene cada uno.
Un dato interesante lo da Romo (2016, p.417), para quien la preposición “DE” tiene un rasgo distintivo de “conexión de dominios”. Según él, esta conexión consistiría en que el punto de referencia (“profesora”, en mi ejemplo) designa una característica inherente del objeto o persona que se describe (en mi ejemplo, Elvira). En “Elvira está de cocinera en un restaurante italiano”, la profesión sería, según esta definición, algo inherente a ella. Se trataría de un “atributo contenido en ella”, como acotara Gili Gaya en su momento (1980, §190). “Estar DE + oficio, cargo o profesión” vincularía entonces el trabajo con la persona de la que se habla como una de sus características esenciales.
En su análisis, agrega Romo (2016, p.422) que la preposición “DE” es “un elemento de marcador de relación intrínseca puro”. Al igual que ocurre con of en inglés, “DE” indica que la relación que existe entre el sujeto y el complemento es más intrínseca que circunstancial. De esta forma, cuando decimos que alguien “está DE + trabajo”, estamos estableciendo que la posición o el lugar que ocupa el sujeto en su trabajo hace a su identidad como persona: “Elvira está [en el cargo/puesto] DE cocinera”. Es plausible esta interpretación, considerando que el verbo ESTAR tiene como base la idea subyacente de locación (en un sentido amplio): ella está ocupando el puesto de cocinera o chef en ese restaurante.
Carballera Cotillas y Sastre Ruano(1991, p.304) parecen apoyar esta lectura, por cuanto reconocen que “los nombres de profesión (médico), cargo (alcalde), función (defensa izquierdo) pueden construirse con “estar DE”. Sin embargo, van más allá y agregan que entonces la frase adquiere un matiz o contenido de temporalidad y de lugar concreto, contenido que puede ir sobreentendido (como en mi ejemplo), o expreso, como en el siguiente: “Aunque ES profesora, hace una año que Elvira está [en el cargo] de cocinera en un restaurante italiano”. El razonamiento es entendible, si tenemos en cuenta que estar tiene un valor episódico. Nótese cómo se explicita en mi ejemplo ese matiz del que hablan las autoras.
Esta es la línea que parece retomar Castañeda (2018, p.10) unos años más tarde, para quien estar “contiene un componente estativo-episódico que, ya sea en el primer plano del perfil [la figura] o en el segundo plano de la base presupuesta por este verbo [el fondo], está presente en todos sus usos locativos, atributivos, como auxiliar de perífrasis progresiva y en las construcciones pasivas adjetivales”. Un dato por demás interesante es que este autor señala que “aunque inicialmente el verbo estar tenía un sentido locativo, el proceso de gramaticalización a través de la atenuación ha resultado en la relegación de la ubicación espacial presupuesta por estar en la base. Esto ayuda a entender por qué lo que en un principio era una predicación secundaria, como tumbado o aburrido en "Está en la alfombra tumbado" y "Está en la oficina aburrido", se convierte en la predicación principal ("Está tumbado"; "Está aburrido"), describiendo un estado que se da juntamente con una coordenada espaciotemporal no especificada o solo vagamente presupuesta" (2018, p.19, mi traducción).
Fig. 1.
Como vemos, estos ejemplos muestran cómo el verbo estar experimentó un proceso de gramaticalización por atenuación, pasando de un verbo con un significado léxico concreto (“estar de pie”) a un marcador gramatical con funciones más abstractas en el sistema gramatical, e indicar una posición transitoria o vista como consecuencia de una acción o proceso anterior.
De esta manera, según el contexto en que aparezca, la idea de “estar DE” podría aludir a:
1. la posición que ocupa el sujeto en el escalafón (ESTÁ [en el cargo o puesto] DE cocinera, característica pensada como inherente (si consideramos lo dicho sobre “DE”);
2. una posición temporal que ocupa: “Está [en calidad] DE cocinera [aunque estrictamente hablando no lo es] hasta conseguir algo en su profesión docente” (si consideramos el valor episódico de “ESTAR”).
¿Ocurre lo mismo con “COMO”? Con este término, me parece que se trataría de describir el “modo” en que se encuentra el sujeto:
1. “Está [en ese restaurante] como cocinera”. Estaríamos aquí ante un estado que se extiende en el tiempo: se encuentra en ese lugar desarrollando las tareas típicas de cocinera (entendido como característica inherente: ES cocinera y se gana la vida como tal).
2. “Está [en ese restaurante] como cocinera” podría también podría implicar un estado temporal: “está [allí] en calidad de cocinera por ahora porque se quedó sin trabajo en la universidad”.
Obviamente, el sentido de estado temporal o de característica inherente dependerá de un contexto mayor o del conocimiento compartido que tienen ambos interlocutores.
Por otra parte, la diferencia entre ESTAR DE y ESTAR COMO para referirse a las actividades laborales es demasiado sutil y es entendible entonces que la RAE solo diga que ambas formas son equivalentes:
“Elvira está de cocinera”: Posición que ocupa en un trabajo. ¿En qué cargo está? (en forma permanente o temporaria) (fig.2).
“Elvira está como cocinera”: Modo en el que se encuentra en ese trabajo. ¿Cómo está en ese trabajo? ¿A modo/título de qué? (en forma permanente o temporaria) (fig.3).
Fig. 2.
Fig.3.
Gráficamente:
Fig. 4.
Referencias
Carballera Cotillas, Y. y Sastre Ruano, M.A. (1993). “Usos de SER y ESTAR. Revisión de la gramática y constatación de la realidad.” En Montesa Peydró, S. y Garrido Moraga, A. (eds.). El español como lengua extranjera. De la teoría al aula: Actas del tercer Congreso Nacional de ASELE. Málaga, del 12 al 22 de octubre de 1991, pp. 299-314.
Castañeda Castro, A.(2018). “Ser and estar from the Cognitive Grammar perspective”. Vigo International Journal of Applied Linguistics (VIAL) XV, pp. 9-46.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf.
Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Brisbane, 15/06/2023
Hace unos pocos días un colega me hizo una consulta sobre un tema gramatical al que nunca le había prestado atención. Buscando responderle me encontré con que hay entre los gramáticos un largo debate al respecto. Se trata del uso del modo verbal con la expresión “de ahí que”:
“El director ha rechazado muchos contratos, de ahí que la empresa (1) tiene / (2) tenga tantos problemas”
Desde el punto de vista diacrónico, los primeros casos hallados en el CORDE datan del siglo XIII, pero únicamente con las locuciones "de aquí" y "de allí" (equivalentes a “de esto” o “de aquello”) utilizadas en un sentido figurado de lugar. Para encontrar casos solo con "de ahí" en un sentido similar (= “de eso”), será necesario esperar hasta el siglo XV:
“Si quieres conocer la naturaleza de algún hombre, pídele consejo en algunas cosas y de allí conocerás su inclinación y su rectitud, su bondad y su maldad." CORDE, Bocados de oro, España, circa 1250 (citado por Diez del Corral Areta 2021, p.353. Texto modernizado.)
Por lo general, estas tres expresiones aparecen junto a verbos que implican deducción o inferencia, lo que sugiere en sus inicios un uso consecutivo. Durante el siglo XVI comienzan a encontrarse casos con "de allí que", pero con la particularidad de que se intercalan verbos que implican deducción -como "de allí viene que"-, o el verbo "ser" en tercera persona del singular -como "de allí es que"- entre el adverbio y la conjunción. No será hasta el siglo XVII cuando nos encontramos ya con la forma gramaticalizada "de allí que" en un contexto consecutivo, acompañado por un verbo en subjuntivo, tal y como se utiliza hoy en día. Un hecho notable es que, a partir del siglo XVIII, la frecuencia de "de ahí" irá en aumento en detrimento de "de aquí" y "de allí", lo que sugiere que la locución "de ahí que" también ganará terreno frente a las otras dos (Diez del Corral Areta 2021, pp.354-356).
Ahora bien, según a quién consultemos para definir el tipo de cláusulas que esta expresión forma, nos encontraremos con planteos gramaticales, en algunos casos, opuestos: ¿son cláusulas coordinadas o estamos ante una subordinada? En el blog de Ruiz Campillo (2019, Tercera gramática) este autor le dedica una entrada a este problema. Si bien la respuesta es interesante, me resulta bastante compleja para poder utilizarla en clase de ELE (aun cuando se trata de un tema que podría aparecer en los niveles más altos).
En breve, Ruiz Campillo explica que mientras “por eso” es claramente un coordinante ilativo, “de ahí que” es en realidad una “matriz subordinante de comentario” (de valoración o reacción emocional). Y sigue: “mientras que con los coordinantes se usa el indicativo, con las matrices de comentario se usa el subjuntivo, aunque puede haber casos en que el hablante recurra al indicativo para hacer una ‘declaración marcada’” (https://terceragramatica.com/el-subjuntivo-es-logico-de.../). Para entender esta diferencia, imaginemos la siguiente situación:
Una pareja de amigos busca una nueva casa para alquilar. Van a visitar varias y al salir de la primera, uno de ellos dice: “Me gusta que la casa tenga un jardín muy grande”. Lo habitual con las matrices valorativas o de comentario, observa este autor, es el subjuntivo. El hablante se inhibe de declarar la existencia de un jardín grande en la casa que acaban de ver. Al fin de cuentas, si su interlocutor ya la ha visto, ¿para qué declararlo?
Sin embargo, también podría decir: “Me gusta que la casa tiene un jardín muy grande”. En esta oración se dan dos declaraciones: “(declara que) la casa tiene un jardín muy grande y (declara que) eso le gusta”. ¿Por qué el hablante hace esto? Podríamos conjeturar que encubre una segunda intención: subrayar la característica que más le gusta de ella para condicionar a su amigo en la elección. Por cuestiones de espacio, no voy a entrar en detalles sobre esto aquí. Remito al enlace que doy más arriba para los colegas que quieran seguir el razonamiento de Ruiz Campillo.
Aun cuando la explicación es interesante, hago mía una observación del mismo autor: “las explicaciones, además de ser convincentes, deben ser rentables en términos de coste-beneficios”. De esta manera, si tuviera que explicar el modo con “de ahí que”, mi primera reacción sería proponerles a mis estudiantes que no se preocuparan por el indicativo y que en este caso el subjuntivo es el modo por defecto. Más tarde, con más práctica y habilidad podrán entrar en aquella famosa “fase lúdica” que el propio Ruiz Campillo ha explicado en su momento y permitirse experimentar los matices con indicativo (Ruiz Campillo 2007, p.322).
Por otra parte, Pérez Saldanya (1999, p.3298) nos propone otra explicación desde la perspectiva de tema/rema. El indicativo después de “de ahí que”, dice este autor, otorgaría un carácter claramente remático, esto es, introduciría información nueva. En cambio, la presencia del subjuntivo con “de ahí que” implicaría información compartida o consabida. De esta forma, el foco está en la primera parte de la oración, en donde se encontraría la información nueva (tema del discurso). Lo dicho con subjuntivo quedaría así relegado a un segundo plano (RAE, § 46.8.4b).
Veamos otro ejemplo. Imaginemos un contexto en el que dos empleados hablan de la suerte de la empresa en la que trabajan:
A: -¿Has visto la cantidad de problemas financieros que tenemos en la empresa? [Introducción al tópico o tema] ¿Cómo es posible si teníamos muchos pedidos? [Intenta obtener una explicación sobre las causas]
B: - ¿No lo sabías? El director ha rechazado muchos contratos [información nueva que explicita el origen de los problemas: rema], de ahí [viene] que la empresa tenga muchos problemas [información conocida por ambos: tópico del discurso].
Si quisiéramos parafrasear la información con el orden canónico tema-rema podríamos decir: “[El hecho de] Que la empresa tenga los problemas que mencionas [información conocida] viene de que/se deduce de que el director ha rechazado muchos contratos” [información nueva que explica las causas de los problemas].
En mi paráfrasis podemos ver el orden habitual en español. En efecto, el constituyente que retoma la información conocida del contexto, el tema del que se habla, ocupa generalmente en nuestra lengua la posición inicial de la oración. Aquello que se quiere decir de ese tema (el rema) ocupa una segunda posición (en la respuesta de B, con “de ahí que” + subjuntivo). En suma, si el orden canónico de la información en español es el de “tema-rema”, lo que ha hecho B en su respuesta ha sido desplazar su foco (la información nueva) al inicio de la oración, para destacar las causas de los problemas conocidos.
Es verdad que también podría haber dicho “Tenemos [esos] problemas [que mencionaste] porque el jefe ha rechazado muchos contratos”, pero al dislocar el rema de su lugar habitual está enfatizando las causas aún más.
Como nota curiosa y al margen, vale la pena mencionar que la RAE (2010, §46.8.4b) sugiere que podríamos pensar en este caso en la reposición de un verbo –“de ahí [se deduce] que”, “de ahí [viene] que”-, tal como veíamos en los orígenes de la expresión en el siglo XVI. De esta forma, nos dice la Academia, la cláusula introducida por “que” podría entenderse entonces como sustantiva de sujeto de un verbo omitido. Aunque en este caso no se recomienda colocar una coma entre “ahí” y “que” para señalar la ausencia del verbo, se podrían encontrar algunos ejemplos en la narrativa descuidada de algunos autores.
En síntesis, se podría decir que “de ahí que” + subjuntivo retoma el tema del que se venía hablando previamente en el discurso. Mientras tanto, la cláusula que le antecede en indicativo es la información nueva (rema y foco de la comunicación). De esta manera, se explican y enfatizan las causas de los ya hechos conocidos por el interlocutor. La construcción se da con subjuntivo porque el hablante no siente la necesidad de declarar la consecuencia, por ser conocida o fácilmente deducible del contexto.
En cambio, con “de ahí que” + indicativo el hablante ha decidido coordinar las dos situaciones y enfatizar así la relación causal (Radden y Dirven 2007, p.55). Imaginemos entonces el contexto en el que un representante sindical de una fábrica se reúne con sus compañeros y les informa: “El director ha rechazado muchos contratos [causa], de ahí que la empresa tiene muchos problemas” [consecuencia]. Dicho de otra forma: “El director ha rechazado muchos contratos, y por eso la empresa tiene muchos problemas”.
Como vemos, resulta innecesario entrar en el debate de si estamos ante coordinadas o subordinadas consecutivas. Podemos reducir la explicación a un problema de relevancia informativa: focalizarse en las causas de un hecho ya conocido o informar las causas y consecuencias del problema poniendo ambos eventos en un mismo pie de igualdad informativa. Estaríamos así ante dos objetivos comunicativos distintos.
Sin duda, presentar esta cuestión de esta forma sería, a mi juicio, una explicación más económica y sencilla. Al asociar los conceptos de información nueva (indicativo) / consabida (subjuntivo) con la idea de declaración / no declaración no hacemos más que continuar con lo que hemos venido señalando respecto de la dicotomía indicativo/subjuntivo. El hablante puede querer enfatizar la relación causa-consecuencia, porque la considera de relevancia comunicativa (y así coordina ambos eventos y apela al indicativo), o inhibirse de declarar la consecuencia, por considerarla obvia, subordinándola con subjuntivo.
Para una ejemplificación visual, ver aquí:
Referencias
Diez del Corral Areta, E. (2021) “De allí que o el olvido de un conector consecutivo”. En San Martín Nuñez, A., Rojas Gallardo, D. y Chávez Fajardo, S. (Ed.). Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Vol. 1. Anejo número 3. Boletín de Filología. Facultad de Filosofía y Humanidades, Departamento de Lingüística, Universidad de Chile, pp. 349-369.
Pérez Saldanya, M. (1999). “El modo en las subordinadas relativas y adverbiales”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.). Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 2. Madrid: Espasa Calpe, pp.3061-3322.
Radden, G. y Dirven, R. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Ruiz Campillo, P. (2007). “El concepto de no-declaración como valor del subjuntivo. Protocolo de instrucción operativa de la selección modal en español.” Actas del programa de formación para profesorado de ELE 2005-2006 del Instituto Cervantes de Múnich. Múnich: Instituto Cervantes, pp.284-327.
-----. (2019). “El subjuntivo es lógico: de ahí que, finalmente explicado.” 3GRAM. Mecánica de la comunicación. https://terceragramatica.com/el-subjuntivo-es-logico-de.../
Van Dijk, T. (1980).Texto y contexto. Semántica y pragmática del discurso, Madrid: Cátedra.
Brisbane, 15/04/2023.
Existe en español un uso del pronombre “nosotros” que resulta muy particular. Se trata del llamado plural (a)sociativo, que, como nos explica la Nueva gramática de la lengua española (RAE 2010, §16.2.1j), “usa el hablante cuando se dirige a un solo interlocutor, generalmente por razones de cortesía o afectividad, como si él mismo también estuviera implicado en la situación que se menciona”. Este sería el de casos de “¿Qué tal estamos hoy?”, o “¿Estamos todos preparados?”, del profesor a sus estudiantes unos momentos antes de comenzar con un examen. Nótese cómo el hablante se incluye en la pregunta. En inglés hay algunos usos parecidos también. De hecho, me ha tocado escuchar alguna vez un How are we today? de boca de un camarero al recibirme en un restaurante australiano.
En español, a menudo utilizamos esta forma con la primera persona del plural, con el fin de implicar al interlocutor o aumentar la responsabilidad de este. Por ejemplo, en situaciones en las que el único implicado en la acción es el hablante, este puede utilizar “nosotros” en lugar de “yo”, como en la expresión “hemos decidido...”. También puede suceder que alguien haga una petición general e indirecta, como “mantengamos la oficina limpia”, aunque no necesite incluirse a sí mismo en la orden. Además, en situaciones en las que hay una jerarquía vertical y el hablante ocupa una posición superior, este puede utilizar el pronombre de primera persona del plural para reducir la distancia y crear una atmósfera de confianza (Cisneros Estupiñán 1996, pp.29-30).
Aunque no era tan frecuente, en el latín clásico también existía un uso similar del pronombre sujeto de primera persona plural (nos) en lugar de la primera persona singular (ego) con un valor (a)sociativo e inclusivo. Este uso afectivo evocaba una sensación de cercanía y comunidad con el que el hablante buscaba, en ciertos contextos, atraer la participación, el interés o el apoyo de su audiencia, como ocurre en español. Este uso se encuentra registrado ya en Cicerón y su objetivo era el de reforzar o mitigar su propósito comunicativo. Asociando a su cliente consigo mismo, el orador mostraba su participación o implicación en su causa (Molinelli 2015, p.69):
Unum perfugium, iudices, una spes reliqua est Sex. Roscio […] vestra pristina bonitas et misericordia. Quae si manet, salvi esse possumus (Cic. P.Sex.R.Am. 52, 150, citado por Molinelli 2015, p. 171).
“Un refugio único, jueces, una sola esperanza queda para Sexto Roscio [...] su antigua bondad y misericordia. Si esto se mantiene, podemos ser absueltos.”
Esta estrategia pragmática documentada en latín clásico dio paso al desarrollo de otros usos de este pronombre: el pluralis auctoris y pluralis modestiae (plural de autor y modestia respectivamente) que, como se verá más abajo, también se mantendrán en español y otras lenguas romances. En ambos casos se trataba de utilizar el pronombre nos en lugar de ego para referirse ahora a uno mismo y a las propias acciones, lo que permitía al hablante identificarse con su audiencia y minimizar su individualidad.
En el primer caso, el uso de nos en lugar de ego para referirse al autor de un texto o discurso creaba una sensación de colaboración y participación conjunta entre autor y lector: Ut supra demonstravimus (“Como hemos demostrado anteriormente”), nos decía Julio César en La guerra de las Galias (5, 19, citado por Molinelli 2015, p. 72). De este uso del plural derivó un valor de modestia, con el que el autor no apuntaba tanto a su propio proceso creativo (dirigiendo al lector, por ejemplo, a partes de su discurso), sino a la relación que había establecido con sus lectores o audiencia a través de su trabajo.
Así, de esta estrategia retórica se desprendió el pluralis modestiae, que apuntaba a minimizar la importancia del autor de un discurso y a disminuir la contundencia de sus juicios. Así, con …librum ad te de senectute misimus (“…te hemos enviado un tratado sobre la vejez.”) Cicerón, en carta a un amigo (De Senectute 1, 3), se refiere a sí mismo con un “nosotros” en la forma verbal, cuando en realidad debería haber escrito un misi (“envié”). Este uso del plural minimiza su propia importancia individual como autor del libro que ha escrito sobre la vejez, escudándose detrás de una actitud de humildad. Esto es, el autor no desea llamar demasiado la atención sobre sí mismo como autor, y en algunos casos podría sugerir que su punto de vista también es sostenido por otros.
Como una extensión del pluralis modestiae utilizado en contextos formales surge, a partir del siglo III d.C., el pluralis maiestatis. Una teoría difundida señala que esta forma de plural mayestático se asentó y extendió con la división en dos del Imperio Romano en el 395 d.C. y la creación del Imperio Romano de Occidente y el de Oriente que respondían a emperadores diferentes. Los documentos imperiales que respondían a solicitudes específicas en cuestiones jurídicas jugaron un papel fundamental en el desarrollo de esta estrategia. En estos textos legales, el emperador adoptaba formas verbales en plural como iudicamus, permittimus, decernimus, como medios honoríficos de autodesignación personal, por cuanto el poder estaba representado por dos emperadores.
A este pluralis maiestatis pronto se empezó a responder con un uso de la segunda persona en plural “ilógica” para dirigirse a un receptor singular. Así, si el hablante usaba un NOS (aun cuando era uno solo) su interlocutor respondía con un VOS, en lugar de un TU. Este uso se interpretó como una forma deferente para dirigirse a un emperador, conocida como pluralis reverentiae (Molinelli 2015, p.73). Se establecía así una relación de interacción especular: el emperador hablaba de sí en primera persona del plural y desencadenaba una respuesta en segunda persona del plural, aun cuando el pronombre elegido en ambos casos siempre hacía referencia a una sola persona.
Este pluralis reverentiae se extendió rápidamente en todos aquellos entornos sociales que estaban fuertemente influidos por registros oficiales. El sistema, así, contaba con un VOS para dirigirse a las figuras que representaban la autoridad máxima del imperio (los dos emperadores) y un TU que quedaba acotado a interlocutores de igual autoridad. Aun cuando el imperio estaba dividido y lo encarnaba más de una persona, es posible que la práctica de dirigirse a uno de los emperadores en plural sobrevivió como costumbre (Blaise citado por Gabriela Marrón 2011, p. 63). Este uso de la segunda persona plural como un medio para expresar deferencia constituye la innovación más importante en el latín tardío, y como tal, continuó en las lenguas romances.
Sin embargo, la hipótesis de la división del imperio podría ser incorrecta, según Bertolotti (2015, p.89). En efecto, tomando como base el estudio de Head (1978, p. 151), que se enfoca en más de cien lenguas para analizar las tendencias del uso pronominal en términos de respeto y distancia social, se observa que la variación del número es un método común para transmitir estos significados sociales en diferentes idiomas. Cuando se utiliza esta variación para comunicar significados sociales, la forma no singular generalmente indica mayor respeto o distancia social que la forma singular. Por lo tanto, el uso de la forma latina VOS para expresar respeto no necesariamente se relacionaría con una referencia real a un plural de personas (esto es, a los dos emperadores), sino que se trataría de un procedimiento efectivo en muchas lenguas para lograr el efecto de respeto buscado. Algo semejante observa Gabriela Marrón (2011, p.63). De esta forma, la teoría de que el uso del VOS reverencial surge como respuesta al uso del NOS del emperador no explica por qué el fenómeno se produjo puntualmente en el siglo IV y sugiere que posiblemente estos cambios podrían haber ocurrido en una época posterior a la que usualmente se menciona. En este sentido, Haverling (1995: 354) argumenta que "la razón del desarrollo inicial del uso ‘ilógico’ del plural de la segunda persona debe buscarse en un uso más frecuente del plural ‘ilógico’ de la primera persona en la epistolografía en general, más que en las condiciones políticas o incluso sociales de la época".
No es mi intención debatir sobre estas discrepancias. Mi propósito es hacer una revisión de algunos casos especiales que se fueron dando en latín con estos pronombres y así poder entender el proceso que siguieron en las lenguas romances. Tampoco es mi propósito transmitir todo esto a los estudiantes de ELE. Mi objetivo es más modesto: proveer al profesor con información breve y sencilla que le permita explicar las preguntas que nuestra segunda persona produce entre el alumnado.
Pero sigamos con el VOS latino. Durante los siglos VI y VII su uso se fue complejizando, al extender y ampliar sus sentidos. Como veíamos, pasó de designar a más de un interlocutor (equivalente a nuestro actual “vosotros”), a usarse con interlocutores de más autoridad que el hablante (como veíamos con el emperador), para terminar designando a uno del que el hablante esperaba un favor o beneficio. En otros casos simplemente se trataba de un tratamiento meramente formal y de respeto entre la nobleza.
En efecto, hacia los siglos XII y XIII, se observa en textos literarios españoles que aquellos personajes que encarnaban la nobleza utilizaban la forma "vos" en lugar de "tú" para dirigirse entre iguales. Tal es el caso del Cid con sus pares o con Ximena, su esposa. Por otro lado, a igual situación entre la "gente llana", se utilizaba y se trataba pronominalmente con "tú" (Lapesa 1970, p. 145.).
Entrado el siglo XVI, el “vos” español empieza a extenderse entre las clases populares, combinándose con el tratamiento tradicional del “tú”, que nunca había desaparecido, tal como encontramos en El Lazarillo de Tormes, por ejemplo. Ahora bien, ante esta popularización del “vos” entre las clases bajas, la nobleza buscó -como siempre- nuevas formas para diferenciarse y marcar además la distancia y el respeto entre pares. Por ese entonces circulaba un término que se usaba como una cortesía hacia aquellas personas que, si bien importantes, no poseían título nobiliario, rango o grado de tratamiento alguno y, a modo de respeto, se iniciaba o mantenía cualquier conversación con dicha fórmula de trato. Era el término “merced”. Y siguiendo con ese uso del “plural” empezaron a usarlo acompañado del posesivo plural de segunda “vuestra”. Así surge el término “vuestra merced”.
La expresión indicaba a la vez lejanía y diferenciación social, es decir, un respeto especial hacia un interlocutor con más rango (un doctor, por ejemplo). Y aquí vale la pena hacer una comparación con otras lenguas. Por ese mismo período, en inglés circulaba también la expresión your grace como forma de respeto. Con grace el hablante inglés aludía a la “gracia divina”, que era vista como un regalo o favor otorgado por la divinidad a alguien. Forma abreviada de decir your grace of God (“tu gracia de Dios”), your grace se entendía como un tratamiento cortés de dirigirse a alguien que se consideraba digno de respeto y honor por la “gracia” que había recibido de Dios). Un origen similar tenía el “merced” español, que se refería al regalo o bendición que Dios había otorgado al interlocutor.
Sin embargo, your grace es, en la actualidad, una expresión arcaica en la mayoría de los países de habla inglesa, pero todavía se puede encontrar en contextos muy formales o en situaciones históricas o literarias: Why lookS your grace so pale?, le pregunta el Duque de Aumerle al rey Ricardo III (Shakespeare, Richard II, acto 3, escena 2). Funcionalmente, la frase inglesa se refiere a una segunda persona, pero gramaticalmente se comporta como uno de tercera (de allí mi énfasis con la “-S” mayúscula). Como este uso era difícil de sostener en el discurso, los hablantes pasaban a la segunda de inmediato. Y así ocurrió con el “vuestra merced” español. Imaginemos un diálogo como el siguiente de un mayordomo con su reina:
“Vuestra merced está pálida hoy. ¿Queréis que os traiga una tisana?”.
Como se ve, el sufrido mayordomo empezaba con la tercera, haciendo concordar el verbo con “vuestra merced”, pero pasaba inmediatamente a la segunda plural tal como estaba acostumbrado con el “vos”. Con la aparición de esta expresión se terminó por desplazar por completo al “vos” como forma de respeto. Sin embargo, por cuestiones largas de explicar aquí, a diferencia del inglés, el uso de la tercera persona con “vuestra merced” se empezó a extender en el discurso más allá de una primera oración y las que le seguían se mantenían en tercera. Tal era el respeto que el hablante tenía por su interlocutor, que no se dirigía a su este en forma directa, sino que lo hacía mediante un rodeo, a esa “gracia divina” de la que gozaba. Es por eso que se suele decir que indica una distancia muy respetuosa entre los interlocutores.
Pero mientras en inglés your grace solo se mantuvo con este tipo de situaciones y la cosa no pasó a mayores, en español la cosa tomó otros andariveles. En efecto, con el paso del tiempo “vuestra merced” se fue contrayendo y pasó a “vuesarced”, y de allí a “vuested”. El siguiente paso en la cadena evolutiva fue “vusted” y finalmente, al perder la uve inicial, quedó reducido a nuestro actual “usted”, ya gramaticalizado morfológicamente como pronombre de tercera persona, pero que se comporta con sentido de segunda. Todavía podemos encontrar viejos libros de la primera mitad del siglo XX en donde “usted” aparece abreviado como “Vd”, aunque en español moderno preferimos la abreviatura “Ud.” -que, ortográficamente, debe escribirse siempre con mayúscula-.
Y aquí viene el telón final para el no tan pobre “vos”. Dado que la corte estaba en España, las ciudades del imperio español que tenían más contacto directo con la metrópoli, por ser capitales de virreinato, siguieron las costumbres que aquella imponía: relegar al “vos” como pronombre de segunda persona singular con verbo de segunda plural, retomar la costumbre del “tú” como el único pronombre de segunda singular para trato entre iguales y con un nivel mayor de confianza y recurrir al “usted” como forma de respeto y deferencia. De esta forma, el “vos peninsular desaparecía para siempre de la metrópoli y los centros virreinales más importantes.
Sin embargo, las regiones periféricas dentro de los virreinatos hispanoamericanos se mantuvieron con la vieja costumbre de usar “vos” y por eso el uso se encuentra todavía vivo en regiones como Argentina, Uruguay y otras zonas dentro de Colombia, Chile o América Central. Y aun cuando el Virreinato del Río de la Plata, que incluía los actuales Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay, se convirtió en virreinato a fines del siglo XVIII, su tardía conformación respecto de los de México, Perú o inclusive Nueva Granada, hizo que los cambios lingüísticos de la corte lo afectaran de la misma forma. De esta manera, el “vos” se afianzó entre las poblaciones de estas regiones como pronombre de segunda singular con valor informal. Sin embargo, el verbo también sufrió cambios: así del vos queréis se pasó a “vos querés”, perdiendo la vocal postónica (como ocurrió en el Río de la Plata).
Algo parecido ocurrió en algunos países centroamericanos. Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Honduras, por ejemplo, tienen un uso similar al rioplatense. En Chile, en cambio, el verbo se alteró en forma diferente. La evolución dio “vos queréi” (con pérdida de la -s), sin llegar a tener la extensión que logró en otras regiones y sin pasar a formar parte de la norma culta. Este uso chileno se da por lo general en algunas zonas rurales y se considera propio de personas con escasa formación (Para un detallado estudio sobre estos y otros puntos ver el trabajo de Fontanella de Weinberg 1999).
Para aquellos interesados en la historia y comportamiento del voseo, aquí se pueden encontrar algunos enlaces con explicaciones rápidas y sencillas:
Real Academia Española: https://www.rae.es/dpd/voseo#232a
Universidad de Sevilla: https://ebravo.es/de-vuestra-merced-a-usted/
Blog sobre el español: https://www.elcastellano.org/el-voseo-en-la-historia-y-en-la-lengua-de-hoy
En el siguiente vídeo, se podrá encontrar una explicación visual de esta entrada:
Referencias
Bertolotti, V. (2015). A mí de vos no me trata ni usted ni nadie. Sistemas e historia de las formas de tratamiento en la lengua española en América. México, Universidad Nacional Autónoma de México y Universidad de la República (Uruguay).
Cicerón, M.T. De senectute (1985). Edición a cargo de E. S. Shuckburgh, London: Macmillan. Recuperado de A Digital Library of Latin Literature: https://www.forumromanum.org/literature/cicero/sen.html (14 de abril de 2023).
Cisneros Estupiñán, M. (1996). “Aspectos históricos-pragmáticos del voseo”. Thesavrvs. Revista digital del Instituto Caro y Cuervo, 51, 1, pp. 27-43.
Fontanella de Weinberg, M. B. (1999). “Sistemas pronominales de tratamiento usados en el mundo hispánico”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Real Academia Española / Espasa Calpe, pp.pp.1401-1425.
Haverling, G. (1995), “Illogical vos in Late Latin”. En Callebat, L. (1995, éd.), Latin vulgaire - latin tardif IV: Actes du 4e colloque international sur le latin vulgaire et tardif (Caen, 2-5 septiembre de 1994), Georg Olms Verlag AG, Hildesheim/ Zürich/New York, pp. 337-353.
Head, B. (1978). “Respect Degrees in Pronominal Reference”. En Greenberg, J., Ferguson, C. y Moravcsik, E. (eds.), Universal of Human Language III. Word Structure, Stanford: Stanford UP, pp. 151-211.
Lapesa, R. (1970). “Personas gramaticales y tratamientos en español.” Revista de la Universidad de Madrid, 19 (74), pp. 141-167.
Marrón, G. A. (2011). “¿Cuándo tutear al emperador? Pronombres T(tu) / V(vos) en las cartas de Quinto Aurelio Símaco”. Revista española de lingüística, 41(1), pp, 59-72.
Molinelli, P. (2015). “Plural pronouns and social deixis in Latin: a pragmatic development”. Studi e Saggi Linguistici LIII (2), Special Issue Ancient Languages between Variation and Norm, Giovanna Marotta, G. y Rovai, F. (eds), pp. 65–88.
Real Academia Española (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid, Espasa.
Shakespear, W. Richard III (n.d). Folger Shakespeare Library. Recuperado de https://www.folger.edu/explore/shakespeares-works/richard-iii/read/ [14 de octubre de 2023].
Brisbane, 15/04/2023
En mi anterior entrada mencionaba algunas características del verbo “llevar(se)” y su polisemia. Remontándonos a su origen latino, veíamos cómo la palabra de la que derivaba (levare) había pasado de indicar un desplazamiento vertical, con el sentido de “levantar”, a uno horizontal con el significado de “desplazar/transportara con uno”. A lo largo de su historia, se fueron agregando nuevos usos, pero todos ellos estaban relacionados de alguna manera por un sentido subyacente de “trasladar algo”.
Ahora bien, quiero destacar que la determinación del sentido prototípico de un término polisémico no se basa únicamente en su origen etimológico. En realidad, se basa en la frecuencia y el contexto de uso del término en el idioma. Deberemos entender que el sentido prototípico de un término polisémico es aquel más comúnmente utilizado y asociado con el término. Este sentido prototípico a menudo tiene un significado más amplio y general que los sentidos menos comunes o menos utilizados del término. Por lo tanto, la determinación del sentido prototípico implica un análisis del uso y la frecuencia de los diferentes sentidos del término en diferentes contextos y situaciones comunicativas. Así, con respecto a “llevar” hemos visto lo siguiente:
1. En la Edad Media, "llevar" se utilizaba en un sentido literal para describir la acción de “transportar algo de un lugar a otro”. Por ejemplo: "El carro llevaba una carga pesada".
2. Con el tiempo, también comenzó a utilizarse en un sentido figurado para describir la acción de “desplazar algo consigo o asociado con uno mismo”. Por ejemplo: "“Pedro llevaba unos pantalones largos esta mañana”, pero también “Ayer Elena llevaba una sonrisa curiosa cuando se marchó”.
3. Más tarde, se agregó el sentido de "dirigir, guiar o conducir". Por ejemplo: "El niño llevaba esa dirección" o “Su investigación lo llevó a un gran descubrimiento”.
4. Ya en el siglo XX, extendió su uso a la idea de "gestionar o administrar". Por ejemplo: "La tarea de la secretaria consistía en llevar las cuentas de la oficina".
Como vemos, el significado de "llevar" fue ampliando sentidos a lo largo de la historia, desarrollándose en diferentes contextos y adquiriendo nuevos usos y matices. Sin embargo, la raíz original de la palabra sigue siendo la misma, y sigue describiendo la acción de “desplazar algo con uno”, como sentido central o prototípico.
Si bien algunos significados que mencionamos parecen a primera vista distintos, mantienen una relación subyacente con este sentido básico (Evans 2009, p.31). En efecto, mientras que el ejemplo de (1) puede representar con más claridad el sentido central (o prototípico) de “trasladar algo”, en el primer ejemplo de (2) se relaciona con una idea de desplazamiento en el tiempo portando una determinada ropa (posesión alienable, en la que lo poseído/desplazado es una entidad diferente del poseedor). En cambio, en el segundo ejemplo de (2) se da una posesión inalienable, en donde lo poseído/desplazado es una parte inherente e inseparable de su poseedor (la sonrisa). Como vemos, de un sentido de movimiento pasa a tener uno estativo.
De manera similar, los ejemplos de (3) se acercan al del prototipo en que se mantiene esa idea desplazamiento real (el protagonista se desplazaba/trasladaba en una dirección determinada) o metafórico (el sujeto partió de algunas premisas que lo condujeron a una determinada conclusión). Por último, el significado de (4) se acerca al de (2) por el hecho de que la protagonista se desplaza en el tiempo desarrollando una misma actividad. Otra vez, existe en esos ejemplos una idea estativa, por cuanto describe un estado determinado que se extiende en el tiempo: ya vistiendo una cierta ropa, un cierto estado de ánimo o ejerciendo una actividad administrativa.
Como vemos, el sentido polisémico se modela en términos de una estructura de red no necesariamente concéntrica dispuesta en relación con un sentido central o prototípico. Esto implica que todos los sentidos no derivan necesariamente del significado central, sino que algunos podrían surgir de instancias periféricas intermedias (Valenzuela, Ibarretxe-Antuñano y Hilferty 2012, p.62). Para entender este concepto, se podría graficar así, en donde el círculo mayor representa al prototipo y los más pequeños sus extensiones:
Fig.1.
Podemos decir entonces que en el caso de “llevar” existe polisemia.
La polisemia contrasta con la homonimia por el hecho de que esta última se relaciona con dos palabras distintas que casualmente comparten la misma forma en sonido (homófonos) o en escritura (homógrafos). Este sería el caso del sustantivo “vela”, por ejemplo. Su origen se remonta al verbo latino vigilare (“velar”, “estar en vela”, “estar despierto”, “no dormir”). De este, se desprenderá el sustantivo vigilem (“vigilante”, “guardia nocturno”, “centinela”), y de este, a su vez vigiliam, para referirse al tiempo que transcurre cuando uno está de guardia de noche. De esta cadena surgió el término “vela” como la acción y efecto de “velar” (“hacer guardia por la noche” y “estar en vela”) y por extensión términos como “velorio” o “velatorio”. Por metonimia, la palabra pasó también a designar el cilindro de cera o parafina, con una mecha en su eje y que se utilizaba para alumbrar por la noche a aquel que vigilaba. Hasta aquí, como vemos, existe una cadena polisémica como las mencionadas anteriormente.
Ahora bien, en español nos encontramos con otro sentido de “vela” que designa a una “pieza de lona u otro material que se amarra a los palos de los navíos para recibir el viento e impulsar la nave”. Pese a tener el mismo significante, su origen es completamente distinto del anterior. Este último se originó en vela (plural de velum) que designaba las telas o lonas (toldos) con las que, por ejemplo, se cubrían y protegían a los espectadores en el teatro y luego a las telas de los buques impulsados por el viento. Como vemos, ambos términos latinos (vigilem y velum) terminaron coincidiendo en una misma palabra, pero están desvinculados históricamente. Entre estos dos usos de “vela”, entonces, no existe polisemia sino homonimia (Evans y Green 2006, p.329). La homonimia en este caso, entonces, podría graficarse así:
Fig.2.
Como vemos, la diferencia entre polisemia y homonimia es clara: la raíz original de “llevar” sigue siendo la misma, y todos sus sentidos están conectados de alguna manera por algo en común. No ocurre lo mismo con los dos sentidos de “vela” como objeto para iluminar o como tela de un navío. La evolución diacrónica de cada uno de estos términos derivó casualmente en el significante “vela” (el plural de velum por un lado -que por su terminación se confundió con un valor de singular- y un derivado de vigilare, por el otro). No en vano el DLE les asigna dos entradas diferentes.
Las ayudas visuales que vengo proponiendo en estas entradas presentan explicaciones sencillas para que el estudiantado pueda identificar cómo las palabras extienden sus sentidos a partir de ese concepto subyacente del que hablaba anteriormente. Se trata de desarrollar y promover en nuestras clases una “conciencia léxica” (word consciousness) que, a partir de un repaso diacrónico, permita comprender las partes que constituyen las palabras, la naturaleza de su significado, y su relación con la polisemia (Nation 2013, p.106). Estas animaciones, en particular, deberían colaborar en la reflexión, el afianzamiento y la comprensión de la multiplicidad de sentidos del léxico (Nation 2013, p.502). Obviamente, el profesor deberá diseñar luego tareas para que el estudiante pueda “recuperar” (retrieve) estos usos y fortalecer y consolidar su empleo en diversos contextos.
Una aproximación efectiva a los términos polisémicos podría consistir en proponer nuevas situaciones animadas para que el estudiante pudiera interpretar, inferir y justificar por sí solo el significado de algunas extensiones a partir del sentido subyacente. Resultaría profundamente enriquecedor para el estudiante reconocer ese hilo conductor que sostiene todo el andamiaje de la red polisémica y ver cómo pueden producirse leves “mutaciones” (mediante metáforas o metonimias) que introducen nuevos matices. Como veíamos en la cadena de “vela” como “tiempo que transcurre cuando uno está de guardia de noche”, podemos seguir la idea de “vigilar”, “estar en vela”, “estar despierto”, “velar a un difunto”, “alumbrar con velas”.
Al igual que ocurre con la circulación de un virus, cuanto más extensa sea la red polisémica, mayor será la probabilidad de que se produzcan mutaciones en alguno de los rasgos que constituyen el sentido subyacente, dando lugar a una subrama del grupo, muchas veces con sentido figurado. Para que el aprendizaje de estos términos tenga un impacto en la memoria, la información debería ser procesada de manera reflexiva y profunda. Así, los profesores podríamos colaborar con la fijación del concepto en la memoria colocando la palabra en un contexto visualmente impactante, alentando a los estudiantes a deducir nuevos significados de la expresión, pero siempre partiendo de los conocimientos del sentido subyacente y valiéndose de las animaciones para interpretarlas (Nation 2013, p.64). Este conocimiento previo es esencial para poder interactuar con la nueva información, ya que es a partir de lo que se sabe que se puede participar en procesos cognitivos como la formulación de hipótesis, realización de inferencias y establecimiento de conexiones.
Teniendo todo esto en cuenta, veamos entonces algunos ejemplos que mencionaba en el final de entrada anterior y los ejercicios visuales que podríamos hacer ahora para incentivar la reflexión, deducción y adquisición de otros sentidos de “llevar”. Me refiero a casos como “llevar adelante algo” y “llevar(se) por delante algo/a alguien”.
La expresión "llevar adelante algo" puede tener varios significados, casi todos cercanos a la idea de “hacer algo”, con sentido positivo. Entre sus significados se encuentran:
Concretar una idea con éxito: "Peter llevó adelante algunos proyectos que tenía.”/“Gracias a nuestra dedicación, logramos llevar adelante la construcción del jardín."
Figs.3 y 4.
2. Continuar o avanzar con un proyecto o plan: " Su socio fue el que llevó adelante un plan para asesinarlo.”
Figs. 5.
3. Dirigir o liderar una iniciativa: " Manuel fue elegido para llevar adelante la organización de la fiesta."
Fig.6.
Llevarse por delante, por otro lado, aparece en el DLE como “atropellarlo o destruirlo. U. t. en sent. fig.” Resulta interesante que la expresión cubra una gama amplia de situaciones que tienen que ser ilustradas de distintas formas, aunque si seguimos con atención veremos cómo cada sentido se va desprendiendo del anterior. Sin embargo, si queremos hacerle ver a un estudiante de habla inglesa qué nos representamos mentalmente los hablantes de español cuando usamos esta expresión debemos acudir a una variedad de términos ingleses que nos obliga a ser más específicos. Con buenas ilustraciones o animaciones nos ahorraríamos tener que lidiar con tantas traducciones. Veamos a qué me refiero.
1. Partamos de su sentido más literal- Imaginemos que un hombre va caminando por la calle distraído y mirando su teléfono. Su distracción lo lleva a “llevarse por delante una columna”. Aquí, la idea es claramente la de un tropiezo accidental que puede darse con alguien o algo (run into someone/something). También podemos llevarnos por delante una pared, un árbol o una persona, por ejemplo, sin necesidad de derribarlo o destruirlo.
Fig.7
2. Pero el “encuentro” puede ser mayor. Un coche puede llevarse por delante a un ciclista. La imagen que nos podemos hacer los hablantes del español puede ser bastante amplia: mentalmente imaginamos que el coche pudo empujarlo, hacerlo volar por los aires y hacerlo caer, arrastrarlo o inclusive pasarle por encima. En inglés necesitaríamos explicitarlo más claramente: the car knocked him over, dragged him o también run over him). Obviamente que también podemos ser más específicos en español (lo derribó, lo arrastró o le pasó por encima), pero la expresión a la que me refiero puede cubrir todos estos sentidos y solo puede desambiguarse por un contexto mayor. En este caso, las imágenes ayudarían notablemente.
Figs. 8 y 9.
3. De estas imágenes se desprenden las extensiones con sentido figurado. Se puede implicar la idea de “ignorar” o inclusive humillar (to put someone down, to belittle, to ride roughshod over somebody): “El jefe es un arrogante y se lleva por delante a los empleados todo el tiempo” (los ignora o humilla). Un ejemplo de un periódico colombiano: “Tiene agallas y se lleva a todo el mundo por delante”. Otro ejemplo: “La nueva ley se lleva por delante todos los derechos de los trabajadores” (los ignora o los deja de lado).
Figs.10 y 11.
4. Y todavía más: también la podríamos usar para representar lo que Donald Trump hizo con el Primer Ministro de Montenegro hace unos años: empujarlo para poder quedar el primero en la fila (to shove/push past someone), como señala esta bajada de título encontrada en un periódico argentino: “El presidente de Estados Unidos ingresó a la reunión con su habitual prepotencia y se llevó por delante a su colega.“
Fig. 12.
Lo sorprendente de esta expresión es la cantidad de matices que tiene. Estos van de lo más inocuo, como un simple tropiezo, hasta describir algo mucho más agresivo. Así, se va formando una red de significados como la siguiente: tropezar, chocar, derribar, pasar por encima (en sentido literal y metafórico), empujar intencionalmente, ignorar o humillar. El uso de las imágenes nos permitirá demostrarle al estudiante lo “elástica” que puede ser la construcción y cómo su sentido dependerá del contexto, que resultará fundamental para poder hacer inferencias y determinar las intenciones del hablante.
Como vemos, los términos concretos pueden evolucionar y extenderse a significados más abstractos debido a diferentes factores, como el uso metafórico, la influencia de otras lenguas o el cambio cultural. La conciencia léxica, entonces, es importante en el desarrollo del lenguaje y la comunicación, ya que permite a los hablantes comprender y utilizar el vocabulario de manera efectiva. La comprensión de cómo los términos concretos se extienden a significados más abstractos también puede ayudar a los hablantes a ampliar su vocabulario y mejorar su capacidad de comunicación. Promover la habilidad a reconocer los sentidos subyacentes y sus extensiones metafóricas y abstractas no solo es una tarea necesaria sino fundamental en la enseñanza del léxico.
Como siempre, no planteo que demos todos estos ejemplos juntos. Dependerá del nivel del grupo y de la circunstancia en que aparezca la construcción en clase, pero siempre deberíamos guiar a los estudiantes a debatir a partir de la idea subyacente, las animaciones y a realizar tareas comparativas con su propia lengua. El debate con sus compañeros puede ayudar a la reflexión e interpretación de los distintos sentidos y ser muy fructífero y enriquecedor en el aprendizaje de una segunda lengua.
Referencias
Evans, V. y Green, M. (2006). Cognitive Linguistics. An Introduction. Edinburgh: Edinburgh UP.
-----.(2009). How Words Mean. Lexical Concepts, Cognitive Models, and Meaning Construction. Oxford: Oxford UP.
Nation, I.S.P. (2013). Learning Vocabulary in Another Language. Cambridge: Cambridge UP.
Valenzuela, J., Ibarretxe-Antuñano, I. y Hilferty, J. (2012). “La semántica cognitiva”. En Ibarretxe-Antuñano, I. y Valenzuela, J. (eds.). Lingüística cognitiva. Barcelona: Anthropos, pp. 41-68.
Brisbane, 15/03/2023
¿Cuáles serían los verbos más conflictivos para enseñar en clase de ELE? Seguramente algunos dirán que se trata de “haber”, “ser/estar”, “gustar” o verbos de estructura similar como “apetecer”, “molestar”, “importar”, “preocupar”, etc. Otros propondrán que la cuestión pasa por los verbos pronominales en general. Así, mencionarán a los reflexivos (“sentarse”), recíprocos (“saludarse”), o la larga lista de construcciones con “se” medio o cuasirreflejo ( “caerse”, “romperse”, “alegrarse”, “enfriarse”, etc.). Otros colegas sugerirán verbos con problemas de polisemia, como “quedar(se)” o “llevar(se)”.
Ya hace un tiempo le dediqué una entrada al primero (15/04/2019). En esta me dedicaré a esbozar una explicación visual que podría serles útiles a los estudiantes de ELE para comprender la múltiple variedad de sentidos que adopta “llevar”. Como siempre, todos estos significados de los que hablaré aquí no están pensados para introducirse al mismo tiempo, sino que dependerán de los niveles de los estudiantes o sus necesidades.
Solo a título de ejemplo, si miramos en el Diccionario de la lengua española (DLE) veremos que “llevar” cuenta con una multiplicidad de significados, además de su uso en otras expresiones. Sin embargo, esta abundante cantidad de sentidos solo muestra una selección deficiente, ya que en muchos casos se confunden significados con usos contextuales (Torres Soler 2020, p. 4). Para poder traducir estos distintos significados de “llevar” al inglés necesitamos recurrir a una docena de equivalentes.
Tomando como referencia el marco teórico de la semántica y lingüística cognitiva y el estudio de Torres Soler, mi objetivo apunta a ejemplificar cómo podemos explicitar los diversos sentidos de este verbo. Para esto, me valdré de animaciones figurativas con las que podamos ayudar a los estudiantes a visualizar con claridad la red de relaciones que dio paso a procedimientos de conceptualización metafórica, metonímica y espacial.
En este punto, el concepto de “esquema-imagen” será clave para comprender cómo funciona la polisemia de este verbo. Vale la pena recordar aquí que, a partir de nuestras interacciones perceptuales y motoras con nuestro entorno, nos formamos esquemas mentales que estructuran coherente y significativamente nuestra experiencia física en un nivel preconceptual. Esto es, conocemos los esquemas-imagen incluso antes de poder asignarles una etiqueta conceptual por cuanto se van formando a lo largo de nuestros primeros meses de vida (Littlemore 2009, p. 83). Por ejemplo, el esquema del camino surge de nuestra experiencia de ver y manipular entidades que se mueven (o son forzadas a moverse) en forma horizontal. A partir de esta idea que nos proporciona la imagen del camino podemos describir más tarde situaciones concretas y abstractas en las que identificamos algunos componentes básicos: un punto inicial o de salida, un recorrido y una meta (Peña Cervel 2012, p.71).
Pero el esquema-imagen del camino no es el único. Existen otros como el esquema vertical arriba-abajo (en donde “arriba” suele conectarse con experiencias positivas y “abajo”, con negativas). Como ejemplo, pensemos cómo el bebé va asociando esta imagen a medida que su madre lo levanta de la cuna cuando llora. Otros esquemas posibles son el de contención o recipiente (los objetos o cuerpos pueden estar dentro o fuera de otro cuerpo que lo contenga, como ocurre con la comida que entra y sale de la boca), el de parte-todo (que explica que el todo no puede existir sin ninguna de sus partes, y que en los primeros años de su desarrollo el bebé va descubriendo con su propio cuerpo), o el del centro-periferia (por el que se concibe una red relacional en cuyo centro se encuentra una entidad de la que dependerán otras que se mantendrán en la periferia). Todos estos esquemas que nos vamos haciendo muy tempranamente en nuestras vidas tendrán un impacto en la forma en que percibimos y conceptualizamos nuestro entorno más tarde. Así, cuando un niño logra abstraer estas experiencias generales de sus causas inmediatas, y puede verlas como experiencias humanas más generales, entonces se dice que han desarrollado “esquemas de imágenes” (Littlemore 2009, p.83).
Un ejemplo notable del esquema del camino lo podemos observar cuando en clase de ELE representamos la convención de la línea del tiempo. Solemos dibujar una línea horizontal que indica el paso del tiempo: hacia la izquierda queda el pasado y hacia la derecha, con remate puntiagudo, el futuro. Una metáfora frecuente es representar sobre esta línea las distintas etapas de una figura humana: su niñez, juventud y vejez, como en la siguiente imagen (Fig. 1):
Fig. 1
Cuando al finalizar un año los periódicos reproducen caricaturas en donde el año nuevo aparece como un niño que se dirige hacia la derecha y el año viejo como un señor mayor de larga barba que se aleja por la izquierda, también se apela al esquema de imagen del camino, que implica un movimiento de desplazamiento horizontal. El paso del tiempo se ve como un camino que se recorre. La personificación del año -ya como anciano ya como niño- es aquí la entidad en movimiento, el camino se correspondería con el punto inicial de partida o “nacimiento” del niño (el primero de enero), y el treinta y uno de diciembre siguiente, la meta o punto final de recorrido que tiene por delante. Nótese la convención que en nuestra cultura occidental solemos seguir para reflejar estas ideas y que se equipara con nuestra manera de escribir y leer: el pasado queda hacia la izquierda de la imagen y el futuro se ubica a la derecha. En otros casos, la imagen se muestra como una “carrera de relevos”: el anciano “cede” su lugar en el camino al joven que lo reemplazará por un año:
Fig.2.
No estoy planteando con esto que tengamos que dar una clase de gramática histórica o de filología. En realidad, se trata de que los docentes de ELE contemos con información relevante que nos permita pensar qué debemos tener en cuenta al diseñar material apropiado para la enseñanza de ítems léxicos polisémicos.
En esta entrada, sigo la idea de que la polisemia de un término se inicia a partir de un significado primario o prototípico que sirve como inicio de otros sentidos asociados e interrelacionados. Así como en un grupo familiar existen “aires de familia” entre los miembros más lejanos, en el léxico podemos encontrar sentidos derivados que pueden guardar algunos rasgos en común con el término original (al que llamaremos “prototipo”) (Melguizo Moreno 2005, p. 68). No obstante, a medida que pasa el tiempo, los nuevos significados dan lugar a otros y así las similitudes se van cruzando, diluyendo y superponiendo, originando “nuevas ramas familiares”, conectadas siempre por algunos rasgos básicos del prototipo.
Dicho esto, me gustaría enfatizar que la polisemia no se explicaría por el hecho de que los distintos significados de un término compartan un mismo sentido medular en todas sus acepciones. Por el contrario, como planteaba en mi entrada sobre el “se”, dada la forma en que se vinculan los conceptos, un significado puede estar relacionado solo con otro de la cadena, pero no con todos (Evans 2003 y 2009). Así, los distintos significados de un término se explicarían a partir del encadenamiento de sentidos que conforman una estructura conceptual radial y no por la presencia de un único núcleo semántico compartido por todos los elementos que forman parte de ella. Un nieto puede tener un parecido muy cercano a sus padres, pero lejano de su bisabuelo. Sin embargo, hay entre ellos una semejanza familiar que los identifica como pertenecientes al mismo grupo humano.
Ahora bien, en lo que concierne a la polisemia léxica, se ha observado que los términos más cercanos al prototipo tienden a tener un sentido más concreto, mientras que los que se hallan en su periferia desarrollan significados figurados o metafóricos. Más todavía, cuando se compara el uso del vocabulario entre estudiantes de L2 y nativos, algunos estudios han demostrado que estos últimos recurren a un uso mayor de los sentidos periféricos y figurados mientras que los primeros favorecen los sentidos más cercanos al prototipo (Littlemore 2009, p.48).
Quizá, como anota Littlemore (2009, p. 72), considerar el conocimiento del vocabulario de L2 como red y entender cómo las palabras se vinculan con otras del léxico sería mucho más beneficioso para el estudiante que pensarlo como una lista de palabras no relacionadas. Es este punto que debemos considerar en nuestras clases: ¿qué actividades pedagógicas podríamos implementar para que nuestros estudiantes pudieran valerse de las categorías radiales para relacionar los elementos léxicos entre sí y ampliar su uso del vocabulario? Veamos de qué manera las animaciones podrían ayudarnos en este caso.
Historia y significados de LLEVAR
“Llevar” proviene del verbo latino levare, que significaba, entre otros sentidos “levantar, elevar, alzar, apoyar, sostener, desembarazar, librar de, o descargar”. Menciono estos porque nos permitirán entender muchos de los usos que su derivado español adoptó más tarde.
Partamos del primer sentido de levare. Podemos decir que este verbo implicaba en su origen un sentido de movimiento vertical, como podemos ver en la figura 3 (movimiento de desplazamiento de abajo hacia arriba).
Fig.3.
En el español primitivo se mantenía el sentido de “levantar” o el de “quitar”, como lo atestiguan Corominas y Pascual (1980) con ejemplos del Cantar del Mio Cid y otros textos medievales. Tal vez, de esta idea de “desembarazarse” o “quitar” parte, según los autores, el sentido de “acarrear” o “llevar encima” (Fig. 3).
No obstante, tempranamente se produjo un cambio que alteró la estructura del verbo y de un esquema vertical se pasó a uno horizontal. No es difícil entender el porqué del cambio. Al asentarse el significado prototípico de desplazamiento en sentido horizontal, el sentido primigenio de “elevar” derivó en el de “mover algo (de un lado inferior a otro superior)” y, por extensión, “transportar”. Estos dos sentidos (desplazamiento vertical y horizontal) serán claves para entender todos los significados y colocaciones que adoptará “llevar” a lo largo de su historia (Torres Soler 2020, p.5). Un tercer momento de levare se dará con el sentido de “desembarazarse de algo”, y de allí, el significado que adoptará otro derivado de levare: “aliviar”(y de allí “alivianar” y “sacase un peso de encima”).
De esta forma, para el hablante de español, el verbo “llevar” activaría en el cerebro una representación mental de un objeto en movimiento (transporte) y su relación con un sujeto. Esta representación es una combinación de información sensorial y experiencia previa sobre cómo se realiza la acción de "llevar", como veíamos más arriba.
Fig.4.
Si uno de los primeros sentidos que adoptó el verbo fue el de “mover/conducir algo”, se entenderá entonces muy claramente los otros significados que aparecen en el DLE. Partiendo de esta idea, podremos entender las siguientes representaciones visuales (figs. 4, 5, 6 y 7). Nótese que en todos he tratado de mantener visualmente la idea de movimiento horizontal.
Fig.5
Fig.6
Fig.7.
Fig.8.
Todos estos ejemplos muestran una idea de desplazamiento (real o metafórico): el taxi transportó al pasajero a su oficina, el joven ha pasado estudiando por un período de cuatro años y el camino conduce a Roma o algo más abstracto como “el bien”. Nótese cómo en la fig. 8 se presenta una metáfora conceptual que presenta el desplazamiento a través del tiempo como un movimiento hacia adelante y a través de un camino.
Asimismo, podemos entender ahora el porqué del sentido de “Traer puesto el vestido, la ropa, etc”, que es quizá uno de los primeros significados que aparecen en clase. Podríamos explicarlo a partir del significado primigenio que tenía el levare latino de “sostener” o “tener sobre sí”. Pero también podríamos imaginar una extensión que partió de la idea de “desplazamiento en el tiempo con una determinada ropa”. El movimiento, así, estaría formado por una serie de estados homogéneos que se extienden temporalmente. Este nuevo sentido de vestir se enfocaría en una de las etapas de ese desplazamiento. Pasamos, entonces, de una idea de movimiento a otra de sentido estativo, como “la condición de desplazarse en el tiempo con una determinada ropa en el cuerpo”. Para poder entender esto veamos la figura 9:
Fig.9.
A partir de estos conceptos, podemos comprender también la idea de “llevarse bien o mal” (forma recíproca) (figs.10 y 11).
Fig.10.
Fig.11.
Para los profesores que tienen estudiantes nativos del inglés, en este caso de “llevarse bien/mal” puede ser interesante tener en mente el verbo to get along y el sentido de along, que se define como moving in a constant direction on a road, path, or any more or less horizontal surface. De esta forma, la representación visual señala precisamente esa idea metafórica de “camino que se recorre junto a otro en buenos o malos términos” y que podría encontrar elementos comunes con nuestra lengua.
Formas pronominales
Los sentidos pronominales son muy interesantes también porque, en todos los casos, el uso del pronombre implica el desplazamiento o apartamiento de algo de un lugar: “se llevó la comida”. A veces implica la idea de mover algo por la fuerza o de “arrebatar” (“Los ladrones se llevaron el televisor”), algo que está en disputa o en juego (“Se llevó la copa/la victoria”) o un estado anímico que se desprende de algo inesperado (“Se llevó una sorpresa/una alegría/un disgusto”).
Fig.12.
Comparemos las formas pronominales y no pronominales -aquí en conjunción con verbos como ir, venir y traer-:
Fig.13.
Fig.14.
Como vemos, en lugar de dar largas listas de uso, a partir de todo lo que hemos aprendido de la GC y aprovechando la gran ayuda de las representaciones visuales, podemos ir añadiendo los significados nuevos que van apareciendo a lo largo de nuestros cursos, sin perder de vista un cierto “aire de familia”, que en este caso es una idea base de desplazamiento (real o metafórico).
Nótese que esta forma de explicar los significados les permitirá a los estudiantes entender más tarde los sentidos de expresiones ya hechas. Para el estudiante más avanzado que ha internalizado ya el sentido básico de “llevar” no le debería resultar demasiado complicado entender y explicar los siguientes casos, por ejemplo:
llevar adelante algo
llevar alguien las de ganar
llevar ventaja a alguien
llevarse alguien por delante algo
llevarse la copa/la victoria
“ir como alma que se lleva el diablo”
llevar consigo a alguien o algo (y muchas otras más que seguramente sobre las que el lector estará pensando).
En definitiva, desde el punto de vista pedagógico, se trata de reconstruir la red de relaciones de este verbo mediante una representación visual y animada que dé cuenta de sus distintos significados. Esto les permitiría a los estudiantes reconocer los procesos de conceptualización y metaforización que hacemos en español y sus colocaciones más frecuentes o habituales (Bosque 2011, pp. 818-819). Por otra parte, las imágenes permitirían que los estudiantes pudieran recordar los significados y usos contextuales, en lugar de darles largos listados para memorizar.
Esta entrada se complementa con un vídeo completo en la sección "Gramática", sección 2.10.
Referencias
Bosque, I. (2011). Diccionario combinatorio práctico del español contemporáneo : las palabras en su contexto. Madrid: SM.
Corominas J. y J. A. Pascual (1980). Diccionario crítico-etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.
Evans, V. (2003). Structure of Time: Language, Meaning and Temporal Cognition. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
-----.(2009). How Words Mean. Lexical Concepts, Cognitive Models, and Meaning Construction. Oxford: Oxford UP.
Littlemore, J. (2009). Applying Cognitive Linguistics to Second Language Learning and Teaching. UK: Palgrave Macmillan.
Melguizo Moreno, E. (2005) El Sr. Se y su extraña familia. Una aproximación cognitiva a la presentación de los usos de se en clase de E/LE. Memoria de Máster en Enseñanza de Español/ELE. Universidad de Granada. Disponible en http://www.educacionyfp.gob.es/eu/mc/redele/biblioteca-virtual/numerosanteriores/2007/memoriamaster/1-trimestre/melguizo-m.html
Peña Cervel, M. S. (2012). “Los esquemas de imagen.” En Ibarretxe-Antuñano, I. y Valenzuela, J. (eds.). Lingüística cognitiva. Barcelona: Anthropos, pp. 69-96.
Torres Soler, J. (2020). “La polisemia del verbo llevar a la luz de la semántica diacrónica.” Tonos digital, 39, 2020, pp.1-28. Disponible en http://www.tonosdigital.com/ojs/index.php/tonos/article/view/2576/1178
Brisbane, 15/02/2023
Siguiendo con los verbos acompañados de construcción transitiva (CT) o con complemento preposicional (CP) encabezado por “DE” de los que he venido hablando en mis últimas dos entradas, la lista es bastante más amplia de lo que pensamos. Solo para mencionar algunos: “usar algo vs usar DE algo” (verbo de acción), “necesitar/precisar/querer algo vs necesitar/precisar/querer DE algo” (verbos volitivos), “disfrutar/gozar algo vs disfrutar/gozar DE algo” (verbos de emoción), “jalar/tirar algo vs jalar/tirar DE algo” (verbos de movimiento).
Por lo que se ve, no se puede decir que estos verbos forman parte de una clase semántica homogénea por lo que no podemos pensar en una misma regla operativa para todos ellos. Parece ser que existirían distintos esquemas dependiendo del tipo de verbo. Hagamos una recapitulación de mis dos últimas entradas y agreguemos algunos otros casos más:
1. Con verbos de consumo, decía en una entrada anterior, se hace presente una idea partitiva, que se desprende del valor de “separación” que tiene la preposición “DE”: Bebió el vino (posiblemente todo) vs Bebió DEL vino (dio unos sorbos, lo probó. Desde un punto de vista sintáctico, puede ser entendido como circunstancial de lugar) (Fig.1).
1.1. Puede aludir al consumo de una parte: “Bebió del vino” (construcción partitiva con DE).
Fig. 1.
1.2. Puede apuntar al consumo de la totalidad: “SE tomó el vino” (construcción con el “SE” de consumo o adquisición).
Fig. 2.
1.3. Con el artículo definido solo, puede plantear la idea de identificación:
Fig. 3
1.4. También podría plantear una idea más “borrosa”, en donde dependiendo de un contexto mayor, podrá inferirse ya una idea de totalidad ya de parcialidad: Bebió el vino (¿todo? o ¿una parte?).Veamos este ejemplo para entender a qué me refiero: Estamos en un bar y vemos que el camarero trae vino a un hombre. Entonces, le decimos a nuestro acompañante:
— Ese hombre bebió el vino que le trajo el camarero y se marchó. (¿Lo bebió todo? Es posible.)
— Ese hombre bebió el vino que le trajo el camarero, pero se ve que no le gustó porque puso mala y se marchó enojado. (¿Posiblemente lo probó y dejó el resto? Es posible.).
Pero esta ambigüedad se produce aquí por tener un predicado atélico (que como tal no implica, necesariamente, el logro de un objetivo. La acción puede ser interrumpida en cualquier momento de su desarrollo sin que ello suponga que el estado de cosas que se configura no haya tenido lugar). Así, por el solo hecho de haberlo probado con apenas unos sorbos, podemos decir que “bebió”, de allí que se podría suponer cualquiera de las dos posibilidades.
En cambio, si el camarero le trae "una botella del mejor vino" y decimos: “Ese hombre bebió la botella del mejor vino que le trajo el camarero y se marchó” solo podemos entender que se fue después de haber bebido efectivamente toda LA botella y no unos sorbos. Estamos aquí ante un predicado télico (se tiene que “haber bebido una botella del mejor vino completamente” para poder decir que se cumplió la acción descrita). Con lo cual, esa "idea borrosa”, como yo la llamo, no se debe tanto al artículo, sino al tipo de predicado que se usa (télico vs atélico).
Fig. 4.
Fig. 5.
1.5. Sin el artículo, puede referirse solo a la sustancia bebida.
Fig.6.
2. Con algunos verbos de intercambio como “dar”, “proveer”, “regalar”, “vender”, se mantiene el valor partitivo con la CP: “Compré DE estos botones” (Fig. 7). Podría entenderse con claridad como “Compré ALGUNOS DE estos botones” (extraje una parte de este cuenco). La fig. 7 muestra ese movimiento de extracción de los botones del cuenco hacia la bolsa que tiene la mujer en su mano.
Fig.7.
Fig. 8.
Con la CT, en cambio, se muestra al sujeto en posesión de esos objetos. Estos están en su ámbito de dominio (Fig 8).
3. Con el verbo “cuidar”, mientras tanto, el hablante puede dar dos interpretaciones de una misma situación. Se da aquí un cambio de “perspectiva”. Con CT se implica que el agente ejecuta una acción sobre el objeto directo. “La empleada cuida al niño” significa que la mujer lo toma como su foco de atención, ejecuta la acción de observarlo. En consecuencia, el sentido que se presupone de esto es que “lo vigila”. Con “La empleada cuida DEL niño”, en cambio, relacionamos dos entidades (empleada/niño) en donde se explicita que una de ellas es la causa o el origen de algo en la otra. El niño es el “origen o causa” del estado de alerta en que se encuentra la mujer. Más que "vigilar", el término se acerca más a "ocuparse de algo/alguien que requiere algún tipo de atención o asistencia". Como vemos, se trata de matices muy sutiles (Para una imagen de estas dos expresiones, ver mi entrada anterior).
4. En similares términos podríamos entender la estructura con algunos verbos psicológicos, de emoción o sentimiento como “disfrutar” y “gozar”. Si bien ambos pueden traducirse al inglés como to enjoy, cubren áreas muy concretas y limitadas. El primero se puede entender como “experimentar placer o alegría”. El segundo, en cambio, presenta dos sentidos: 1. “tener o poseer una cosa buena o ventajosa” 2. “alcanzar una emoción extrema de placer o alegría que provoca un sentimiento de euforia, a menudo relacionado con lo sexual”.
Estos verbos resultan por demás interesantes y merecerían por sí solos una entrada exclusiva. Para poder entender su comportamiento en el español moderno, hagamos una breve historia de ambos.
El verbo “disfrutar” es una creación léxica del bajo latín (Corominas 1987). En él confluyen el prefijo des- con la idea de “extracción”, y el verbo frui (hacer uso de, disfrutar, gozar), conectado con fructus (“producto, fruto”, pero también “usufructo, disfrute”). En su comienzo, el prefijo latino habría sido reemplazado por “dis-”, con la misma idea de separación (Menéndez Pidal § 1262). Esta conexión entre “fruto”, “usufructo” [literalmente: “uso de los frutos”] y “disfrute” no sería nada raro, si entendemos que el fruto de los árboles y de las tierras producía, para quien las cultivaba, algún tipo de beneficio económico. De hecho, el término “usufructo” se origina como tecnicismo jurídico del Derecho romano, que pasó a entenderse como “el goce del uso de una propiedad ajena”, o mejor todavía, “el derecho a obtener el rendimiento de una propiedad aunque el dueño fuera otro”.
En su forma arcaica el verbo frui podía llevar CT, y ya se entendía como “emplear, usar o hacer uso de”. En el latín clásico pasa a usarse como intransitivo, y se asienta el significado de “hacer uso/sacar provecho DE” y, por extensión, “disfrutar o gozar [de los beneficios de algo]". Iba seguido generalmente por ablativo, construcción que, en español, será reemplazada por un complemento encabezado por “DE”. En el español del siglo XIII podemos encontrar el verbo “desfrutar”, pero ya para designar la actividad concreta de cosechar frutos del campo, idea que en latín clásico se expresaba mediante otras combinaciones léxicas. Es entendible que en la red semántica de frui y fructus en latín,
llegaron a perfilarse nociones de “uso”, “usufructo”, “rentas”, “ganancias”, “provecho” y “beneficio”, las cuales, trasladadas a dominios más abstractos por extensión metafórica, generaron acepciones orientadas al “resultado” o “efecto” que producen determinadas acciones, con connotaciones de “recompensa” o “ventaja” en algunos contextos (Sanz Martin y Melis 2022, p.10).
“Gozar”, en tanto, es un derivado del latino gaudere (de uso transitivo o intransitivo), y tenía el sentido de “sentir alegría, estar contento, alegrarse de, regocijarse de o con algo”. También podía aparecer acompañado con ablativo, que indicaba la causa o motivo de esa alegría. En nuestra lengua, esta construcción también será reemplazada por un complemento encabezado por “DE”.
Se ha dicho que ambos verbos tienen un comportamiento similar en algunos aspectos a “gustar” (García Miguel 1995, p.114). ¿Por qué se dice esto? Con CT el foco de los dos está en el hecho de que el sujeto experimenta o tiene un cierto estado emocional positivo (producto de su contacto con un objeto-estímulo que, sintácticamente, aparece como “objeto paciente”). De esta forma, la apertura de lente con la que vemos la escena es más reducida: se focaliza en la emoción experimentada: “Disfruta/goza la música clásica”. Ambos están aquí pensados con el significado de “tener/poseer/experimentar un sentimiento bueno o placentero” (y pasa a un segundo plano el objeto). El sujeto tiene alegría en contacto con la música (Fig. 9A).
En cambio, con “Gozar/Disfrutar DE la música clásica” se señala más explícitamente que los sonidos le provocaron ese sentimiento de goce o disfrute. La CP, entonces, es el lugar de donde viene el estímulo que hace reaccionar positivamente al sujeto (Delbecque 1998, p.481). La apertura de la lente con la que vemos la escena es mayor: entra en el “cuadro” la causa que provoca la emoción del sujeto (Fig.9B):
Figs. 9A y 9B.
En suma, cuando “disfrutar” y “gozar” aparecen con CT, actualizan únicamente el significado de “sentir placer” o “tener una emoción positiva”. En sus usos con CP encabezado por “DE”, en cambio, pueden expresar otros sentidos. “Disfrutar DE” implica la idea de “sacar provecho DE algo” (acorde con su origen etimológico latino, como veíamos más arriba): “Yo disfrutaba DE todos los lujos” [= sacaba provecho de ellos].
De este concepto de “sacar provecho de” también derivaría una idea de posesión. Si bien en algunas ocasiones esto se puede dar con “disfrutar DE” (“Pepe disfruta de buena salud”), la versión más habitual se da con “gozar DE”: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, decía el Don Juan Tenorio de Zorrilla. En otras palabras: “aquellos que vos dais por muertos todavía tienen salud [están vivos]”. El derrotero semántico sería “sacar algo provechoso --> obtener algo provechoso --> tener/poseer algo provechoso”.
Este sentido posesivo abiertamente equivalente a “tener” o “contar con”, que se da esporádicamente con “disfrutar DE” (Sanz y Melis 2019, p. 334), se ha generalizado más con “gozar DE”: “Este hotel goza/disfruta de [tiene, cuenta con] unas vistas maravillosas” o “En ese trabajo Pepe gozaba/disfrutaba de [tenía, contaba con] un mes de vacaciones todos los años”. Es posible que dadas las cercanías semánticas entre ambos verbos, estos se influyeran mutuamente. Así, el sentido que se originó en uno habría terminado extendiéndose al otro. No obstante esto, el hablante ha consolidado ciertas colocaciones léxicas con uno o con otro verbo. Por ejemplo, preferimos “disfrutar de una buena comida” a “gozar de una buena comida”. Asimismo, podemos “gozar de buenas influencias”, pero no “disfrutar de buenas influencias”.
En todos los casos, decía más arriba, el verbo inglés que reúne todos estos significados será to enjoy. Como dato curioso, este entró al inglés a partir del antiguo verbo francés joir (hoy jouir [disfrutar]) que también evolucionó a partir del latino gaudere. La forma antigua francesa era intransitiva y se construía con “DE”, al igual que la moderna. En inglés sigue la construcción transitiva, aunque todavía se puede encontrar a algunos hablantes nativos usar un *enjoy of.
5. Algo en esta línea parece ocurrir con un verbo de acción como “usar”. Con la CT el foco está puesto en el objeto sobre el que el sujeto ejerce su acción: “Usó una tarjeta para abrir la puerta”. Podemos preguntarnos: “¿Qué usó para abrir la puerta?”. Y la respuesta será “Una tarjeta”. Por otra parte, se podría entender aquí a la tarjeta como el instrumento habitual para abrirla (García Miguel 1995, p.110):
— ¿Qué usaste para abrir la puerta de la habitación?
— Ah, en este hotel solo usan tarjetas.
Esta lectura coincide con la tercera definición de “usar” (de las ocho que da el DLE): “Ejecutar o practicar algo habitualmente o por costumbre”. Asimismo, obsérvese el orden cronológico en que se llevan a término los dos subeventos: el agente usa el instrumento y con él abre al objeto-paciente del segundo verbo (la puerta) (Castillo et al. 2019, p.40) (Fig.10A).
Con CP, en cambio, parece referirse a predicaciones no habituales: “Usó DE una tarjeta para abrir la puerta”. El sujeto se valió DE un objeto entre otros posibles (que no se mencionan, pero se presuponen). En este caso se trataría de un instrumento poco frecuente para abrir la puerta. Nótese cómo se sugiere una idea de separación de la tarjeta con el uso de la preposición: Se sirvió DE una tarjeta a falta de la llave habitual o de otra herramienta que podría haberse usado. El hablante tuvo que recurrir a algo “extra”, infrecuente o inusual (García Miguel 1995, p.110) (Fig. 10B):
— Si la puerta estaba cerrada, ¿de qué se sirvió para abrirla?
— DE una tarjeta, como James Bond.
Figs. 10A y 10B.
Entre otros posibles instrumentos con los que podía haberla abierto, se recurrió a una tarjeta (“extrajo una tarjeta de las opciones que tenía disponibles físicamente o en su mente”, por ejemplo). Esta lectura coincide con la primera definición del verbo: “Hacer servir una cosa para algo”. Por otra parte, también se podría considerar aquí al instrumento como una causa intermedia entre dos eventos separados, pero relacionados: el sujeto-agente manipuló un instrumento no habitual (en este caso, una tarjeta de crédito, por ejemplo) y este objeto provocó un cambio de estado físico en la puerta (de estar cerrada pasó a estar abierta). Podemos ver la relación instrumento-causa que explicita DE en esta construcción (Castillo et al 2019, p.4).
6. Con verbos de movimiento (pero que no son de desplazamiento) la CT se focaliza en “lo que se jala o tira”: "Jaló/Tiró la cuerda para empujar la caja” = “Actuó sobre la cuerda y movió la caja”. Otra vez, ante la pregunta “¿Qué jaló/tiró para mover la caja?”, la respuesta sería “Una cuerda.” Con CT, en cambio se implica que “se valió de una cuerda para lograr su objetivo” (Figs. 11ª y 11B):
— ¿De qué jaló/tiró para mover la caja?
— De una cuerda.
En este caso, con “DE” se enfatiza, otra vez, el valor instrumental de la cuerda: “Jaló DE una cuerda para remolcar una caja” = “Remolcó una caja mediante una cuerda” = “Dependió de una cuerda para remolcar/mover la caja”. Como dato curioso, en inglés también tenemos la misma posibilidad y sutileza: to pull something o to pull on something. Esta estructura parece calcar la estructura francesa que, posiblemente, influyó en la forma inglesa: tirer SUR y que implicaría, literalmente, exert force ON (someone or something) so as to cause movement towards oneself. En las tres lenguas, la cuerda funciona como instrumento que permite mover el objeto y atraerlo hacia la persona.
Como vemos, con “tirar” y “jalar”, la CP con “DE” reitera la idea que veíamos con “usar”. Esto es, mantiene un sentido instrumental: el sujeto toma la cuerda o la palanca como instrumento para lograr su objetivo en otro evento (abrir las compuertas o atraer la caja).
Figs. 11A y 11B.
Y hasta aquí llegamos este año. Como en otras oportunidades para estas fechas, este blog se tomará un descanso un poco más largo de lo habitual y retomará sus reflexiones, ideas y propuestas hacia mediados de febrero de 2023. Como otras veces, van mis deseos de felices fiestas para todos. ¡Nos vemos en febrero del próximo año con nuevos temas!
REFERENCIAS
Castillo, F., Granados, D., Guerrero, L. et al. (2019), “Distintas vías de codificación del instrumento”. Cuadernos de lingüística de El Colegio de México 6(1), pp. 1-45.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Delbecque, N. (1998). La transitividad en español: ¿Dos construcciones en vez de una?, en Sevilla, F. y Alvar, C. (eds). Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas 2. Madrid: Castalia, pp.473-482.
García-Miguel, J.(1995). Transitividad y complementación preposicional en español. Santiago de Compostela: U. de Santiago de Compostela.
Menéndez Pidal, R. Manual de gramática histórica española. Madrid: Espasa Calpe, 1980.
Sanz Martin, B.E. y Melis, C. (2022). “Los verbos disfrutar y gozar en el español medieval. Un estudio sobre conexiones entre la agricultura, el placer y la posesión.” Anuario de letras. Lingüística y filología, 10 (1), pp. 5-32.
Brisbane, 15/12/2022.
En mi entrada anterior veíamos un grupo de verbos que presenta dobletes con construcción transitiva (CT) y preposicional (CP). En esa oportunidad, veíamos que con esta última designábamos una idea partitiva.
Además de esta, podemos encontrarnos con un grupo en el que la alternancia representa un cambio de significado léxico, lo cual indica que se trata de verbos distintos: “Trató la pulmonía con penicilina”/ “trató de la pulmonía con erudición” (Sanz Martín y Eslava Heredia 2017, p.24).
Con otros, se mantiene un mismo significado léxico, pero la CP con “DE” no representa siempre una idea “partitiva” (aunque tal vez su origen se remonte a ella). Tal es el caso de “cuidar”. Pero este no es el único verbo con esta particularidad. Junto con este existen otros que muestran un comportamiento peculiar: “usar algo vs usar DE algo”, “necesitar/precisar algo vs usar/necesitar/precisar DE algo”, “disfrutar/gozar algo vs disfrutar/gozar DE algo”, “jalar/tirar algo vs jalar/tirar DE algo”, etc..
Para poder entender el comportamiento de algunos de estos otros verbos, comenzaré primero con “cuidar”. Adoptaré aquí una línea de análisis que cruza la gramática cognitiva con la semántica diacrónica. No propongo que esto se lo digamos a nuestros estudiantes, pero sí me parece fundamental que el profesor entienda cómo se llegó a esta construcción y a sus significados. Con esta información, el docente estará en condiciones de preparar explicaciones y materiales de práctica más claros y sencillos.
Para llegar a comprender la evolución de “cuidar”, debemos recordar primero la existencia de cuatro verbos que se cruzaron en la historia del español y que, a la larga, terminaron influyéndose mutuamente: me refiero a los verbos latinos pensare, cogitare, curare y sanare. Aunque parezca extraño, la evolución de estos verbos en español está ligada a esta extraña relación que guardan entre sí y al surgimiento de “cuidar” con el significado que tiene hoy. Vayamos por parte, siguiendo a Corominas (1987).
Pensare implicaba, en latín, algo así como “sopesar” o “poner en una balanza” los argumentos para luego llegar a una conclusión (no en vano, este verbo estaba conectado con pendere, que se relacionaba con “pesar”, entendido como una idea de medida). Otro sentido de pendere era el de “colgar”, de donde derivará nuestro moderno “pender” y de allí, con sentido figurado, “estar bajo la influencia o autoridad de”. De allí también surge su derivado “depender”. Pero esa es otra historia (aunque ya veremos que no tanto).
Cogitare, por su lado, era entonces el verbo “canónico” que se usaba para transmitir la idea de “pensar”. Era el verbo “básico” de ese campo semántico, pero con un matiz que lo acercaba más a la idea de “meditar”. Literalmente, el significado era el de “darles a vueltas a las cosas en la cabeza” (de hecho, este verbo se conectaba con la idea de “agitar”). Como vemos, ambos verbos apuntaban a un proceso mental, intelectual o de cognición, aunque con matices diferentes.
Curare, por otra parte, pertenecía a otro dominio. En latín significaba “cuidar”, “tomar interés”, “tomar a su cargo”, “prestar atención”, “atender”, “ocuparse”, y también “vigilar”, entre otros. Como tal, este verbo se acercaba más a un sentido de percepción. Implicaba una relación de cuidado entre dos personas. Esto es, se refería a las atenciones que una persona dispensa a otra (cuidado) con el propósito de aliviar su dolencia y al proceso que termina en su curación. Sanare, en cambio, se entendía como “restaurar la salud”, “sanar” (en el sentido de recobrar uno mismo la salud).
La cuestión es que nuestro “cuidar” deriva del latino cogitare. Hasta la Edad Media “cuidar” mantenía su significado original de ”pensar”, “creer”, “meditar” y así se lo encuentra registrado en documentos de la época. Esto es, mantenía un significado de proceso mental, junto con otros verbos como el mencionado “pensar”, pero también “creer” o “comedir” (hoy ya casi en desuso).
Sin embargo, por causas complicadas de explicar aquí, el verbo comenzó a deslizarse hacia los sentidos que tenía curare. De esta manera, de verbo de proceso mental se convirtió en un verbo de percepción. Según Cano González (1988, pp.745-747), la evolución del verbo fue la siguiente: ‘pensar en algo o en alguien’ → ‘prestar atención, asistencia, cuidado a alguien o algo’ → ‘cuidar’”. Como curiosidad, en inglés el sentido de “cuidar” (to look after) es claramente de percepción (verbo to look + partícula after, que dará la idea de “ir detrás con la mirada”, “seguir con la mirada” y de allí, “cuidar”). Como vemos, de su sentido primigenio como proceso de cognición similar a “pensar”, “cuidar” pasó a describir un proceso de percepción junto con verbos como “mirar”, “ver”, “observar” o “vigilar” y de allí a “verbo de actuación” como señala (Cano Aguilar 1999, p. 1824).
Para finales de la Edad Media se afianza el significado de “cuidar” con el sentido que le conocemos hoy. Por su parte, “curar” se equiparó con “sanar” (Toro Varela 2017, p. 276). Mientras tanto, pensare (ya transformado en “pensar”) terminó reemplazando definitivamente a cogitare (o “cuidar”) para indicar la idea de “formar o combinar ideas o juicios en la mente” y se transformó en nuestro verbo “canónico” para indicar “proceso mental”.
Como vemos, esto confirmaría lo que señalan Sanz Martín y Melis (2022, p.8) cuando señalan que las modificaciones que sufren las palabras no se dan en sentido unidireccional, en donde nuevos sentidos o funciones resurgen de otros más antiguos (eje vertical). Por el contrario, muchas veces se producen influencias de otros términos del sistema, producto de la percepción que tienen los hablantes de algún tipo de similitud entre los términos.
¿Qué hacemos, entonces, con toda esta información y de qué nos sirve? Entender el cambio sufrido por “cuidar” (verbo de cognición devenido ahora en verbo de percepción-acción) nos permite comprender estos dobletes de mejor forma:
“El empleado cuida algo/a alguien” vs “El empleado cuida de algo/alguien”.
¿Cuál sería la diferencia entonces? ¿Se podría decir que hay aquí una idea de “cambio de perspectiva”, en donde una misma situación se puede presentar desde el punto de vista de cada uno de los implicados (García Miguel 1995, p.42)? Es evidente que con CT el agente de la acción (en este caso el empleado) establece algún tipo de “contacto visual” mediante un verbo de percepción con el objeto (Langacker 2008, p.368). “Cuidar al niño” implica que el agente ejecuta la acción de observar al niño, lo toma como su centro de atención y, en consecuencia, lo vigila (sentido que tenía aquel curare latino que mencionaba más arriba). Si tuviera que representar gráficamente esta situación lo haría como en la figura 1, en donde “un gran ojo” va literalmente “detrás” del objeto de vigilancia (sea este animado o no):
Fig.1
Con “DE”, en cambio, se establece una perspectiva diferente de la escena. Y aquí tenemos que recordar una vez más el valor canónico de esta preposición. Como he dicho otras veces aquí mismo, su valor central remite a una idea de origen y, a partir de este sentido, se extienden otros: sustracción, separación, privación, derivación, origen, punto de partida, inicio de la acción, causa, agente, instrumento y otros sentidos conexos que nos permitirían explicar otros casos semejantes (Company Company 2014, p.1359).
Lo cierto es que con “DE” relacionamos dos entidades en donde una se presenta en función de la otra que toma como punto de partida u origen de su relación (espacio-temporal-conceptual). Así, en el caso de “La empleada cuida DEL niño/DE la casa”, la relación entre “la empleada y el niño/la casa” radica ahora en que estos últimos son percibidos como el “origen o causa nocional” de la atención que despierta(n) en la mujer (García-Miguel 1995, p. 106). Así, “DE” establece una relación de “dependencia” entre una persona que se percibe afectada por una causa o estímulo (animado o no) que la mantiene alerta. La diferencia es de una sutileza maravillosa. Si tuviéramos que representar gráficamente esta idea, lo haríamos como en la Fig.2.
Fig.2.
En la imagen, la flecha azul indica el origen de la causa que mantiene alerta y “despierta” a la mujer que cuida. Nótese que en términos de equiparación con el inglés, he elegido esta vez la expresión to take care of para confrontarla con to look after, porque me parece que ambas permiten explicitar la diferencia sutil que hay entre “cuidar algo/a alguien” vs “cuidar de algo/alguien” (aunque care no tiene origen latino).
En síntesis, hasta aquí, podemos decir que estos dobletes se pueden dar:
1. con verbos de consumo en general (y no solo de ingestión): “Compré estos botones” vs “Compré de estos botones”, en donde subsiste una idea partitiva;
2. con algunos verbos de intercambio como “dar”, “proveer”, “regalar”, etc: “Le di estos botones” vs “Le di de estos botones” (se mantiene el valor partitivo);
3. para producir un cambio de perspectiva, como lo señalado aquí con “cuidar”.
Y este último punto nos lleva al comienzo de esta entrada: ¿Qué hacemos con los otros verbos que mencionaba más arriba, como “usar/necesitar”, “disfrutar/gozar”, “jalar/tirar”, etc.? ¿La elección entre CT y CP sigue siendo la idea de un agente que actúa sobre otra entidad vs la relación “persona afectada”-“estímulo”? En este punto, coincido con el estudio de García Miguel (1995, p.125) cuando reconoce que no se puede decir que los verbos que se construyen con una CP encabezada por DE forman una clase semántica homogénea y por lo tanto no podemos pensar en una misma regla operativa para todos ellos. En mi próxima extrada veremos por qué.
Referencias
Cano Aguilar, R. (1999). “Los complementos de régimen verbal”. En Bosque, I y Demonte, V. (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española 2. Madrid: Espasa Calpe, pp. 1807-1854.
Cano González, A. Ma. (1988). “Resultados romances de cogitare y pensare en la península ibérica”. En Ariza, M., Salvador, A., y Viudas, A. (eds.), Actas del I Congreso internacional de historia de la lengua española, vol. 1, Madrid: Arco/Libros, pp. 731-747.
Company Company, C. y Sobrevilla Moreno, Z. (2014). “Las preposiciones de, des y desde”. En Company Company C. (ed.), Sintaxis histórica de la lengua española. Tercera parte: Adverbios, preposiciones y conjunciones. Relaciones interoracionales 2. México: FCE, pp.1343-1477.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
García-Miguel, J.(1995). Transitividad y complementación preposicional en español. Santiago de Compostela: U. de Santiago de Compostela.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Sanz Martin, B.E y Eslava Heredia, C. (2017). “Disfrutar la vida o disfrutar de la vida. ¿La alternancia entre régimen directo y preposicional es un fenómeno de diátesis?” Textos en proceso 3(1), pp. 23-48.
Sanz Martin, B.E. y Melis,C. (2022). “Los verbos disfrutar y gozar en el español medieval. Un estudio sobre conexiones entre la agricultura, el placer y la posesión.” Anuario de letras. Lingüística y filología, 10 (1), pp. 5-32.
Toro Varela, F. (2017). “Régimen directo y preposicional del verbo cuidar en castellano: una aproximación histórica”. Literatura y Lingüística 36, pp. 263 – 281.
Brisbane, 15/11/2022.
Mencionaba en mi anterior entrada que el verbo “gustar” fue transformando su carácter transitivo original que tenía en la Edad Media y, a partir del Siglo de Oro español, comenzó a usarse en construcción con complemento preposicional en lugar del objeto directo. Así, de “gustar algo” se pasó a un “gustar DE algo”. Esta construcción tenía su sentido: si “gustar” significaba “catar” o “probar”, se podía entender perfectamente la idea partitiva. Se “prueba” o ”cata” una parte de algo. La preposición “de” -que indica separación- perfilaba así la porción limitada que se tomaba para examinar el sabor o calidad de una totalidad (en este caso, relacionada con alimentos o bebidas).
Siguiendo esta lectura, podríamos explicar algunos casos especiales de verbos en español que todavía hoy presentan alternancia entre una construcción transitiva (CT), con objeto directo, y otra preposicional (CP) con valor partitivo, sin variar su significado y sin necesidad de incorporar un incremento pronominal. Esta alternancia entre CT y CP parece darse, en principio, en verbos de “actuación”, como por ejemplo, “cuidar”, o de “sensación” -“disfrutar” o “necesitar”- (Cano Aguilar 1999, p. 1824):
Cuidó (de/a) sus hijos.
Disfruté (de) la libertad.
La institución necesita (de) mejores profesionales.
Sin embargo, existen también otros verbos en donde también se observa una situación similar. En esta entrada, entonces, me propongo analizar de este grupo verbal aquellos que indican “alimentación” o “consumo” como “comer”, “beber”, “desayunar”, “degustar”, “probar”, “comprar”, “fumar”, “tomar” (en su doble sentido de “beber” y de “asir con la mano algo”) y, por asimilación con este segundo significado, verbos tales como “agarrar”, “coger” o “arrancar”, cuyo CP tiene un matiz partitivo, similar al que podemos encontrar en francés (Manger du pain: “Comer del pan”). Según Lapesa (2000: pp. 79-80) este partitivo con valor de artículo indefinido -similar al del francés- se puede rastrear en el español medieval:
Las construcciones partitivas indefinidas tuvieron mucho uso en español medieval y clásico, hasta principios del siglo XVII. La preposición “de” aparece con gran frecuencia cuando la parte implícita es objeto directo del verbo: [...] “Bebió del vino”.
Fig.1
El uso de este “de” partitivo indefinido (con un significado equivalente a “un poco de”) se difundió en las diversas lenguas derivadas del latín. Sin embargo, no todas adoptaron esta estructura de la misma forma. Así, a diferencia del español, el francés y el italiano, por ejemplo, desarrollaron una categoría especial de la preposición, devenida como artículo indefinido partitivo, que designa una partición de cantidad indeterminada o indefinida (Delatour et al. 2003, p. 41).
Como decía más arriba, esta forma estuvo bastante difundida en el español medieval y podría haber originado en nuestro idioma un artículo indefinido partitivo similar al del francés. Sin embargo, a partir del siglo XVII nuestra lengua reaccionó contra esta estructura. Ahora bien, aunque se ha reducido considerablemente la extensión que tenía su uso, todavía podemos encontrar rastros en el español moderno como en “probar de unas cosas y no de otras”, “de esta agua nunca beberé”, “ser de los que triunfan”, etc. (Lapesa 1964, p.63 y 2000, p. 80).
Obviamente, esta CP que nos ha quedado con “DE” en español no es similar al francés -aunque ha tenido un origen común-. Hay diferencias sutiles entre “Comió unas uvas” vs “Comió DE unas uvas”. Es evidente que con la construcción con “DE” hemos perdido el valor indefinido, pero no así el partitivo. En efecto, lo habitual en nuestro idioma con los verbos de “consumo alimenticio” es representar la cantidad indefinida mediante determinantes (uno, unos, algún, algunos, etc.), o simplemente se menciona el sustantivo sin ningún tipo de modificador: “Comieron unas uvas" o “Comieron uvas”.
No obstante, gran parte de bibliografía consultada nos dice que no existe diferencia de sentido notable entre el uso de la CT y la CP. ¿Qué pasa si comparamos con otras lenguas? ¿Nos podrían ayudar a entender esta construcción y sus diferencias de sentido (que las tiene)? Es interesante ver cómo los hablantes de las distintas lenguas hemos ido delimitando cambios sutiles de perspectiva con estas escenas. Comparemos:
“Comió uva(s)” – He ate grapes – Il a mangé du raisin. Obsérvese que en español la construcción transitiva con el verbo en forma activa puede acompañarse de CT sin determinante. Esto ocurre especialmente con “beber”, “fumar” y “comer” (pero no con “comprar” y “coger”) (García-Miguel 1995, p. 111-112). En singular hablamos del tipo de comida en sentido genérico, pero no de un plato en particular (es fruta, pero no verduras u otro tipo de alimento). En plural, apuntamos a una cantidad indeterminada, sin necesidad de identificar o especificar ningún objeto concreto. En las tres lenguas se trata de algo que comió, pero no se indica la cantidad precisa. Pueden haber sido muchas o pocas. No interesa determinar tanto la cantidad sino “el qué”. La pregunta sería: “¿Qué comió?”
“Comió (alg)unas uvas” – He ate some grapes – Il a mangé des raisins. En los tres casos, se perfila una cantidad indefinida pero no muy grande. Nótense las diferencias entre lenguas: el español recurre a los determinantes “algunas” o “unas”, el inglés a some y el francés al artículo indefinido partitivo des con sustantivo en plural. El interés aquí pasaría no solo por saber qué se comió sino también dar una idea de la cantidad imprecisa de lo comido (“¿Qué y cuánto comió?”).
Hasta aquí los casos con CT. ¿Pero qué ocurre con “Comió DE las uvas” en español moderno? ¿En qué se diferencia de la CT? Decía más arriba que la expresión focaliza en el movimiento de extracción o desplazamiento de una parte del todo (sentido UNDE -de dónde-):
Fig. 2
“Bebió del agua de la fuente” (extrajo una parte del líquido de la fuente):
Fig. 2
“Comió de las manzanas de ese árbol” (extrajo una parte de las manzanas que colgaban del árbol, no de las que estaban en el cajón):
Fig. 3
“Probó de la tabla de quesos” (extrajo porciones de quesos expuestos en la tabla):
Fig. 4.
La pregunta entonces sería: "¿De dónde bebió/comió/probó?” Esto se ve muy bien en el equivalente inglés, en donde se recurre a FROM, que focaliza en ese movimiento: She ate FROM the grapes in a bowl:
Fig.5.
No en vano en el análisis gramatical estructural del español moderno solemos clasificar esta CP como simple circunstancial de lugar UNDE (de dónde), dejando de lado cualquier referencia a la cantidad (esta se expresará, como vimos, de otras formas en nuestra lengua). El interés pasa por saber “de dónde se consumió”.
Un elemento que debemos observar con atención es que el sentido partitivo se acompaña de la presencia obligatoria de determinantes en el término de la frase preposicional o del cuantificador “todo”: “Comimos de las uvas” o “Comimos de todas las que había.”
Por lo que se ve, hay una relación estrecha entre el sentido partitivo y el sentido de origen (concepto que en ambos casos se representa con la preposición “DE”). Por otra parte, es obvio que, al tratarse de una parte extraída de un todo, esta será “más pequeña”.
Ahora bien, ¿podemos reemplazar en todos los casos la CP con una CT? No siempre. Esto solo es posible cundo se habla de origen en tanto continente (“Bebimos de la botella”: en donde la botella es el envase del líquido que se bebe) o de origen como totalidad de la que se toma la parte (“Comió de las naranjas del árbol”: en donde las naranjas comidas son una parte de todas aquellas que están en el árbol). En este último caso, el hablante podría decir: ”Comió (las) naranjas del árbol”. En algunos casos también podría usar el “se” de consumo o adquisición, para enfatizar la totalidad de lo consumido: “Se comió las naranjas del árbol (comió todas las que había).
Esta relación de la que hablo se ve con más claridad si sustituimos el término de la preposición por algo que no pueda ocupar la posición sintáctica de CT (“Bebió de la fuente” pero no “Bebió la fuente”), aunque también hay casos intermedios: “Probó (de) la tabla de quesos” o “Bebió (de) la botella” (García-Miguel 1995, p.111). Ahora bien, cuando se trata de origen como lugar de donde procede el objeto, el reemplazo no es posible: “Comió del árbol”, pero no “Comió el árbol”.
Si bien se espera que estos usos se introduzcan en cursos más avanzados, sería pertinente tener algunas explicaciones e ilustraciones preparadas. Espero que estas que doy aquí sean útiles. Dicho esto, ¿cómo ejercitamos estos usos tan especiales?
La introducción de este tema podría ser un buen momento para rever conceptos claves como “objeto directo”, “complemento partitivo”, el “se” de consumo y adquisición, y los usos o ausencia de algunos determinantes. Esto nos llevaría a analizar también los distintos matices que expresamos con cada una de estas construcciones y qué y cómo conceptualizamos con cada una de ellas. Explicado todo esto, el siguiente paso sería entonces partir otra vez de imágenes para que el estudiante las relacione con las oraciones propuestas. Veamos algunas sugerencias:
Figs.6 y 7.
En este ejercicio se trata de que el estudiante equipare la imagen con la expresión y que entienda qué se quiere decir con cada construcción. La reiterada exposición a imágenes de este tipo le permitirá consolidar la imagen mental que se encuentra detrás de estos enunciados.
En el primer caso, por ejemplo, se muestra una CT sin determinante. La hablante hace referencia a la comida -entendida como sustancia, esto es, se trata de la ingesta de crustáceos, en sentido genérico. Nótese que el dibujo en la burbuja de la hablante no muestra un plato concreto. Solo se ve la comida como sustancia. En el cuadro de la derecha, en tanto, el artículo le permite identificar la comida ingerida (comió las gambas, pero no el pollo que está presente en la escena). Así, el artículo individualiza la comida, frente a otras que podrían estar. Por otra parte, no se conoce la cantidad consumida, pero la oración es lo suficientemente ambigua para imaginar, dependiendo del contexto, que lo hizo en su totalidad o solo en parte. En el cuadro inferior izquierdo, al agregar el “se” de consumo se entiende que comió la totalidad. Finalmente, en el cuadro inferior derecho se recurre al partitivo: podemos visualizar la extracción de una porción de la totalidad. Nótese la sutil diferencia con el cuadro 2: mientras que en aquel se entiende que la amiga comió -todo o una parte de lo servido-, en el cuadro 4 se pone el foco en el origen como totalidad de donde extrajo la parte consumida.
Una vez que el estudiante logra asociar la imagen con lo expresado, podemos pasar a un segundo momento, en el que deberá producir la oración a partir de la imagen. Se trata del ejercicio inverso. Otra vez, las animaciones deberán ser similares a las usadas en las explicaciones para insistir con la asociación y permitirle internalizar la imagen mental:
Figs.8 y 9.
Espero que estas reflexiones y ejemplos sean útiles para despertar la curiosidad en otros temas, que no son necesariamente "los estrellas", pero que pueden surgir en algún curso avanzado.
Referencias
Cano Aguilar, R. (1999). “Los complementos de régimen verbal”, en Bosque, I y Demonte, V. (coords.), Gramática descriptiva de la lengua española 2. Madrid: Espasa Calpe, pp. 1807-1854.
Delatour, Y., Jennepin, D; Léon-Dufour, M. et al. (2004). Grammaire du Français. Cours de civilisation française de la Sorbonne. Paris: Hachette.
García-Miguel, J.(1995). Transitividad y complementación preposicional en español. Santiago de Compostela: U. de Santiago de Compostela.
Lapesa, R. (1964). «Los casos latinos: restos sintácticos y sustitutos en español.” Boletín de la Real Academia Española XLIV, cuad. CLXXI, pp. 57-105.
Lapesa, R. (2000). Estudios de morfosintaxis histórica del español. Madrid: Gredos.
Brisbane, 15-10-2022
Uno de los temas gramaticales más difíciles del español para los estudiantes de ELE es la construcción con los llamados verbos valorativos, de afección o psicológicos, que designan inclinaciones o reacciones de tipo sensorial o anímico (aburrir, agradar, alegrar, asombrar, asustar, atraer, cansar, complacer, desagradar, disgustar, divertir, doler, encantar, entristecer, entusiasmar, extrañar, gustar, herir, interesar, irritar, molestar, ofender, pesar, preocupar, sorprender) (RAE 2010, §35.3.1g).
Si la comparamos con su contraparte inglesa, notaremos que la organización sintáctica puede diferir notablemente. En algunos casos como en The Tour the France interests/fascinates him parecería que estuviéramos ante construcciones similares. Sin embargo, las diferencias son notables. Además de la posición del pronombre, en inglés el individuo que experimenta esa emoción o actividad mental (el experimentador) aparecerá como objeto directo (Marras y Cadierno 2008. p.248), mientras que, en español, podrá ser codificado como objeto indirecto (“Le interesa/fascina el Tour de Francia”) o como directo (“El Tour de Francia lo fascina”), dependiendo de si el sujeto va en posición posverbal o preverbal. A esto se suman otros factores contextuales o del significado del verbo (sujeto animado y agente de la acción/inanimado o cláusula sustantiva y no agente de la acción). “El hijo visitó a su madre y la interesó en/fascinó con las historias del Tour de Francia”, pero “A su madre las historias del Tour de Francia no le interesaban/fascinaban como a su hijo” (Diccionario panhispánico de dudas online). Otros problemas pueden deberse al significado con el que se utilizan los verbos:
En construcciones intransitivas:
interesar: “Ser motivo de interés para alguien”: “LE interesa el Tour de Francia.”
fascinar: “‘Atraer irresistiblemente’ y ‘gustar mucho’”: “LE fascina el Tour de Francia,”
En construcciones transitivas (con objeto directo):
interesar: “Cautivar la atención y el ánimo con lo que se dice o escribe”: “El hijo se encontró con su madre y LA interesó con las historias del Tour de Francia.”
fascinar: “Sentir fascinación por algo”: “El Tour de Francia lo fascina.”
En otros casos, la cuestión se complica todavía más. En el uso concreto de un verbo como “gustar”, además de encontrarnos con un experimentador como complemento indirecto, el estímulo que provoca la emoción desempeñará el papel de sujeto (“Le gustan los chocolates”). En inglés, en cambio, el experimentador se codificará como sujeto y el estímulo aparecerá como objeto directo (She likes chocolates). Como vemos, si bien ambos denotan una respuesta emocional comparable y un contenido semejante, los diferencia la manera en que se presentan experimentante y estímulo. En inglés, el hablante perfila que él siente que le surge un sentimiento interno de satisfacción o deleite ante la visión del chocolate. En español, en cambio, con esta estructura se ve al chocolate como el ente “provocador” de un estado emocional en el objeto. Este es el experimentante que tiene una experiencia que no puede controlar conscientemente. En este sentido, el chocolate es un estímulo externo generador de ese deleite/agrado en él. Comparemos:
Figura 1.
En la ilustración podemos ver las diferencias en ambas lenguas. En ambos casos la base conceptual involucra dos participantes: un sujeto-experimentante y un objeto directo-estímulo en inglés, y un sujeto-estímulo y un objeto indirecto-experimentante, en español. En inglés, el verbo no representa al sujeto como causantes de un cambio en el objeto o ejerciendo una influencia que de alguna manera lo afecte. En este caso, el sujeto simplemente siente una emoción que, surgiendo de su interior, "aprehende" el objeto, lo percibe, y establece un contacto mental con él (Langacker 2008, p. 368). Con el verbo to like se focaliza en el sujeto-experimentante como figura primaria y activa (al fin de cuenta es el lugar de la actividad mental), productora de ese sentimiento. En español, sin embargo, el sujeto-estímulo activa emociones sobre las que el experimentante no parece tener control.
En los libros de ELE editados en EEUU, este verbo recibe una atención especial debido a estas diferencias con su contraparte inglesa. En un nivel A1, los estudiantes simplemente aprenden a usarlo como fórmula fija para hablar de sus gustos, sin mucho más análisis. Con el tiempo, se introduce una explicación sucinta que luego se extenderá a otros verbos como “encantar”, “doler”, “faltar”: “The subject of gustar is the person or thing which is pleasing; the person to whom it is pleasing is the indirect object” (citado por Whitley 1995, p. 573).
Sin embargo, existen otros problemas con “gustar” que irán apareciendo a lo largo de nuestras clases y en distintos niveles. En efecto, influidos por las explicaciones de los manuales norteamericanos, muchos profesores presentan a este verbo como defectivo (aun cuando no lo es), conjugado solo en 3ª persona (singular y plural). Esta simplificación permite focalizar en la forma pronominal y dejar de lado la preocupación por las desinencias verbales. Al tratarlo así, estos textos están difundiendo una información incorrecta que, por alguna razón, se ha convertido en la norma que transmiten muchos docentes (Mayoral Hernández 2012, p.323). A título de ejemplo, observemos cómo lo introducía un texto que, durante años, fue muy conocido entre los profesores de español en regiones de habla inglesa, como Dos mundos. Comunidad y comunicación (Terrel et al 2010), en el capítulo 1 (p.82):
Figura 2.
Y más adelante, en el capítulo 8 (p.302), antes de introducir “encantar”, les recordaba a los estudiantes:
Figura 3.
VAlgo similar hacen las nuevas ediciones que, a partir de 2014 hasta la fecha, aparecen reconvertidas bajo el nombre de Tu mundo. Español sin fronteras (Andrade et al 2019), hoy ya en su tercera edición (Para una revisión crítica sobre este tema en los manuales norteamericanos, véase Catoira 2008). Esta simplificación se encuentra tan extendida que soslaya explicar otras cuestiones, por cuanto, “gustar”:
Puede usarse con cualquier persona verbal: “Me gustas tú”/”¿Te gusto?”
Suele tener su sujeto en posición posverbal, aunque existen situaciones en donde puede darse el orden sujeto-predicado (“Le gusta el chocolate”, pero “Tú me gustas mucho.”).
Cuando está conjugado, el pronombre de objeto indirecto será casi siempre preverbal, (“LE gusta el chocolate”, “LE debe de gustar el chocolate”, pero “Debe de gustarLE el chocolate”).
Puede aparecer con una duplicación del objeto indirecto (con pronombre y con un complemento preposicional: “A María LE gusta el chocolate”).
Se mantiene en singular aun cuando su sujeto pueda estar formado por más de un infinitivo, (“Le gusta cantar y bailar”).
Puede omitir el pronombre de objeto indirecto de persona cuando el complemento preposicional es desempeñado por cuantificadores universales como todo, nadie o similares (“Gustó a todos el chocolate que trajiste”).
Tiene -en algunas regiones- una construcción alternativa más formal sin objeto indirecto y con un modificador encabezado por “de”: “Ernesto gusta DE ti”.
Si tiene una cláusula sustantiva en función sujeto, esta puede ir con indicativo o subjuntivo: “Me gusta que el piso tenga/tiene una terraza amplia”.
Puede presentarse con la forma de verbo recíproco: “Penélope y Ulises se gustan”.
En esta entrada haré primero un somero recuento histórico del verbo “gustar” para que, como profesores, podamos entender primero cómo se originó el funcionamiento de este verbo y el porqué de cada uno de sus usos. Pasaré luego a detenerme en cada uno de esos ocho puntos que he descrito. Trataré de seguir una perspectiva cognitiva sencilla que le permita al profesor adaptar algunos elementos de esta información a sus cursos, sin caer en una jerga demasiado especializada.
Había una vez un verbo…
Históricamente, el verbo “gustar” deriva del latino gustāre (y este del sustantivo gustus -“degustación”, “gusto”-), verbo transitivo con el sentido de “catar, probar o saborear”, generalmente con deleite, comidas y bebidas (equivalente al actual to taste en inglés). No obstante, ya en latín también tenía un sentido figurado o metafórico (“apreciar/saborear algo de algo”): Gustare vitae suavitatem = “Apreciar (saborear) la dulzura de la vida” (Cicerón). Vemos así que ya en latín el objeto podía designar un alimento apetecible o, en algunos casos ocasionales, un objeto inmaterial o espiritual, dejando así la puerta abierta a la evolución semántica del verbo en nuestra lengua (Elizaincín y González 2016, p.255).
Por otra parte, junto a gustāre existía el verbo placēre (= “agradar”, “dar placer” o “deleitar” a alguien), de donde derivará nuestro verbo “placer” (intransitivo ya en latín y acompañado generalmente de un objeto indirecto +animado). Este último, sin embargo, se utilizaba en contextos más amplios, “relacionados con la satisfacción o beneplácito frente a otras circunstancias del mundo, no solo frente a las del sabor de los alimentos y bebidas” (Elizaincín y González 2016, p.259).
Como vemos, ambos verbos apuntaban a la misma idea de “deleite” o “agrado”, pero mantenían sus dominios separados: “gustar” para referirse a todo aquello concreto que se refería al paladar (significado que mantendrá desde el siglo XI hasta el XV) y “placer” para puntualizar todo aquello que tuviera que ver con otros “estímulos” que atraían al sujeto. Sin embargo, como ya veremos, mediante un proceso de simplificación, el primero terminó “absorbiendo” al otro y ampliando y consolidando su semántica. No olvidemos que el verbo “placer" presenta un paradigma muy irregular: en su raíz alternan las formas plac-, plazc, pleg- (“place/plazca/plegue”), y plug- (“pluguiera/-ese”) y entonces:
Por esta razón, el verbo empieza a ser evitado, quedando reservado a usos formales, muchas veces solemnes, como las oraciones y plegarias “Pluga a Dios” y similares (“Pluguiera a Su Señoría”). A medida que “placer” se debilita (en el sentido antes anotado), se fortalece “gustar”, el que a su vez debe cumplir su propio cambio de generalización semántica al que hemos aludido antes (Elizaincín y González 2016, p.260).
Por otra parte, a partir de “placer” se formará el compuesto “complacer” (registrado por primera vez en nuestra lengua hacia la primera mitad del siglo XV), con usos parecidos a los de su base, aunque con una tendencia a la simplificación de su morfología (“complazco”, pero “complací” o “complaciera”/”-ese”). En nuestra lengua, esta forma será más habitual que su base. Asimismo, el añadido del prefijo “com-” le daba algunos matices diferentes (“gustar juntamente a varios”, “acceder a lo que [alguien] desea”, “causar satisfacción”).
Pero volvamos a “gustar”. Su sentido de “catar, degustar o probar algo” y su forma transitiva se mantendrá en castellano hasta el Siglo de Oro (siglos XVI-XVII) (Corominas 1987 y Corominas y Pascual 1984). A partir de entonces aparece la construcción “gustar DE algo” en el sentido de “catar” y luego “tomar placer” DE algo, en donde se mantenía como sujeto la persona que sentía el placer pero en donde el objeto que causaba ese placer pasaba a expresarse mediante un complemento encabezado por DE. Hacia la primera parte del siglo XVIII se transforma en intransitivo, ocupando espacios que tenía “placer” originalmente y adoptando el sentido más amplio y general de “agradar”.
No obstante, la forma “gustar DE” no desaparecerá totalmente y todavía hoy podemos encontrarla en algunas variedades del español, pero en situaciones acotadas: en registros formales o para referirse a la atracción que dos personas sienten entre sí (“Penélope gusta DE Ulises”) comunicando implícitamente que el experimentador-sujeto encuentra a la otra persona sexualmente atractiva o simplemente una atracción sentimental:
Para una explicación de dónde proviene la connotación de deseo sexual, podemos apelar a la metáfora “la lujuria es hambre”; el objeto de la lujuria es la comida discutida en Lakoff (1987; cf. Kövecses, 2000). La metáfora muestra que las personas tienden a conceptualizar el deseo sexual en términos del impulso del hambre y el proceso de comer. Nos proporciona, por tanto, una pista para “gustar”, cuya relación con el deseo sexual nos remite, una vez más, al sentido históricamente primario del verbo (“gustar”). (Melis y Flores 2018, p.144).
Su construcción transitiva se mantiene todavía en fórmulas rituales de cortesía, con un sentido equivalente a “querer”:
“Si gustan pasar a la sala...”
“Si gustas… (ofreciendo una tortilla a un invitado).”
“¿Gustan un refresco?”
Sin embargo, algunos autores consideran que esta forma sigue mucho más viva en el mundo hispano de lo que pensamos y no solo circunscripta a un registro formal (Bouzouita y Pato 2019, p.183).
¿Esta conversión de “gustar” a verbo intransitivo se debe a un fenómeno de analogía con “placer”? ¿Es posible que este verbo hubiera influido en la estructura de “gustar”? Así lo hipotetizan algunos autores, para quienes el declive de “placer” hacia fines del siglo XV y su caída en desuso a finales del siglo XVII, coincide con el período en el que “gustar” se asienta como el verbo canónico para indicar “agrado general” en nuestro idioma (Melis y Flores 2018, p.131 ).
Como curiosidad, un proceso de reconversión similar -aunque a la inversa- ocurrió en inglés con el intransitivo to like (originado en un término del nórdico antiguo) y to please (originado también del intransitivo latino placēre). El ingreso al inglés de este último se hará a través de una forma del antiguo francés plaisir (moderno plaire), con el sentido de "complacer, dar placer a, satisfacer". Así, otra vez, nos encontramos con dos verbos de orígenes distintos que cubrían campos semejantes. El primero, en sus comienzos, se construía con un objeto indirecto experimentador (him liketh) que podía ubicarse en posición preverbal (por ese entonces el inglés todavía contaba con casos y por lo tanto tenía una mayor libertad de los componentes oracionales). Luego, ese objeto terminaría entendido como sujeto (I like) y convirtiéndose en una construcción transitiva. El segundo, en tanto, también sufrirá una transformación similar: “Her presentation pleased the executives" (Melis y Flores 2018, p.125).
Veamos ahora cada uno de los problemas con “gustar” que mencionaba antes.
1. Gustar con cualquier persona y con sujeto preverbal
Como decía más arriba, al contrario de lo que muchos manuales editados en EEUU afirman, este verbo no es defectivo, sino que puede usarse en todas las personas y con el sujeto en posición preverbal o posverbal y con sujeto animado o inanimado:
Figura 4
Nótese que con sujeto en posición preverbal y contiguo al objeto indirecto esta construcción escenifica la relación entre ambos actores en orden secuencial: sujeto-estímulo que despierta una emoción en el objeto-experimentante. El primero es el origen del sentimiento o la emoción que afecta al segundo (Melis y Flores 2018, p.131). Observemos que no se trata de una relación de simple “transferencia” como en “Pedro le dio los chocolates”, en donde el pronombre designa la persona receptora final del producto. Con “gustar” se trata de un sujeto-estímulo que, como veíamos más arriba, desencadena involuntariamente una sensación o emoción en el experimentante-objeto indirecto con quien entra en contacto (Vazquez Rozas y Rivas 2007, p.159). En simples términos, el primero es la causa de reacción psicológica (positiva o negativa) que se despierta en el experimentante (Delbecque 1994, p.95).
2. Sujeto en posición posverbal
Existen razones informativas por las que podemos cambiar el orden de los componentes de la oración. Se supone que el orden neutral o canónico del español es sujeto-verbo-predicado. En términos informativos, en posición preverbal el sujeto representa siempre información conocida o que se ha mencionado antes: es el tema de lo que se habla. En cambio, a partir del núcleo verbal se presenta información nueva que se agrega sobre ese tema (para una explicación más detallada sobre tema e información nueva, ver mi entrada del 15-03-20).
Al poner al sujeto en posición posverbal con el verbo "gustar", el hablante lo entiende como la información nueva que agrega sobre el experimentador (el objeto indirecto). A este destaca en posición preverbal -lugar asignado normalmente al sujeto- no como el iniciador de la emoción (como ocurre en inglés con to like), sino como el participante estimulado por él (Marras y Cadierno 2008, p.245). Estamos ante lo que suele llamarse “orden marcado” -esto es, el orden oracional “raro”, por cuanto en esa posición lo esperable es el sujeto preverbal, como se veía más arriba-. En consecuencia, con sujeto pre- o posverbal se perfilan dos aspectos diferentes de una misma situación objetiva. Con el primer caso que veíamos en el punto 1 se quiere subrayar la relación causa-experimentador (orden secuencial) y con el segundo solo se realza como tema el experimentador, esto es, el “receptor” de los estímulos mentales o emocionales que le provoca el sujeto. En ambos casos se puede tratar tanto de sujeto animado (“Tú me gustas” vs “Me gustas tú”) como del inanimado (“El chocolate me gusta” vs “Me gusta el chocolate”). Con sujeto pospuesto el foco, entonces, recae en el experimentante (fig.5).
Figura 5.
3. Gustar y la colocación del pronombre de objeto indirecto
Con verbo conjugado, el pronombre de objeto indirecto será siempre preverbal, (“LE gusta el chocolate”). En frase verbal en donde “gustar” opera como verboide (infinitivo o gerundio), existe la opción de ponerlo delante del primer verbo conjugado o unirlo en una sola palabra al final del verboide: “LE debe de gustar el chocolate”, pero “Debe de gustarLE el chocolate”.
En una entrada anterior, citando el trabajo de Aijón Oliva y Borrego Nieto (2013, p.99), señalaba que “[l]os constituyentes sintácticos y las relaciones que se dan entre ellos son representaciones, fundamentalmente icónicas, de escenas en las que hay ciertos participantes principales y otros elementos que quedan en el trasfondo.” Así, dependiendo de la forma verbal usada, el sistema nos permite una colocación proclítica o enclítica del pronombre y así aumentar, disminuir o modificar el papel de cierta entidad en la escena representada, y con ello manipular sutilmente la interpretación global del enunciado (Bermúdez 2006, p. 84). La colocación proclítica o enclítica dependerá en muchos casos de varios factores: (1) el valor oral -pronombre proclítico- o escrito del mensaje -pronombre enclítico-, (2) el grado de novedad (informatividad) de un elemento teniendo en cuenta el contexto precedente (¿pronombre como tema o como información nueva?), y (3) la importancia que le queremos asignar a la relación experimentante-estímulo en nuestro discurso.
Para entender esto, imaginemos un diálogo entre dos amigos que están pensando en regalarle algo a una tercera.
Pregunta:
-¿Qué le gusta a Ana?
Respuestas posibles:
Le deben de gustar los chocolates (en donde “LE” remite al tema del discurso, en este caso, Ana, que fue ya introducida en la pregunta original. En la respuesta se retoma el tema en posición inicial y se predica de ella, como información nueva, su agrado por los chocolates).
Deben de gustarle los chocolates (en donde se acerca el estímulo al experimentante, enfatizándose y haciéndose más estrecha la relación entre ambos: “los chocolates despiertan en el objeto un sentimiento”.). Veamos cómo representar estas dos perspectivas:
Figura 6.
Obsérvese que, en la primera imagen, la prominencia recae fundamentalmente sobre el experimentante, colocado en la posición que se espera de un sujeto, y que sufre los efectos del estímulo. En la estructura profunda, la idea sería: "Él debe de sentir la atracción de los chocolates". En la segunda, en tanto, el núcleo conceptual se define como una relación combinada de ambas entidades, en donde se puede apreciar con más claridad el efecto emocional de "placer" que producen los chocolates en el experimentante. En la ilustración podemos ver con claridad cómo el estímulo entra en contacto con el experimentante y genera en él un evento mental particular (sentimiento de agrado), fenómeno que se ve reflejado en la posición del objeto, adherido a su verbo.
Desde una perspectiva cognitiva, sujeto y objeto son la figura primaria y secundaria de la relación. Su relevancia en ella puede pensarse “como un reflector que puede ser dirigido hacia diferentes entidades dentro de una escena, otorgándoles así prominencia focal” (Bermúdez 2006, p.98). Como bien observa Arroyo Hernández (2015, p.102), nada en la lengua puede suceder sin consecuencias, y dos cosas distintas no pueden decir lo mismo. Así, se podría plantear que la alternancia entre proclisis y enclisis se correspondería con "una alternancia a nivel de significado básico" que provocaría a su vez una serie de efectos expresivos contextuales particulares.
4. Gustar con duplicación del objeto indirecto
En lo que se refiere a la duplicación del objeto indirecto y la posición del sintagma nominal encabezado por “a” (que en clase de ELE propongo llamarlo “clarificador”), podrá colocarse tanto en posición preverbal como posverbal. En el primer caso, el grupo preposicional puede tener el objetivo de clarificar el valor del “LE” que se introduce por primera vez en el discurso. Una vez determinado el tema y clarificado el valor de “LE”, no será necesario continuar con la duplicación:
Estela: -A Ana le gustan los chocolates. (“Ana” es aquí el tema que introduce Estela por primera vez en la conversación y que sirve como clarificador del “le”).
Graciela: -Estás equivocada. [A Ana] Le gustan los helados. (Dado que Estela ya ha introducido a Ana en el discurso, Graciela puede omitir el clarificador. Si lo mantiene podría tener un valor de énfasis o contrastivo, como en este otro:
Estela: -¿A Ana y su hermana les gustan los chocolates?
Graciela:- A Ana le gustan los chocolates. Su hermana los detesta.
5. Gustar con infinitivos
Dado que los infinitivos no cuentan con género y número, imponen el singular en el verbo, sin importar si hay uno o varios en el sujeto: “A Ulises le gusta cantar y bailar” (Alarcos Llorach 1994, §324).
6. Gustar con omisión del pronombre
Puede omitirse el pronombre de objeto indirecto de persona cuando el complemento preposicional es desempeñado por cuantificadores universales como todo, nadie o similares: “Gustó a todos el chocolate que trajiste”.
Figuras 7 y 8
7. “Gustar de”
Como veíamos más arriba, el verbo ha mantenido una construcción alternativa que es considerada, por algunos autores, como más formal. Esta se conforma sin objeto indirecto y con un modificador encabezado por “de” que ocupa el espacio del antiguo objeto directo: “Penélope gusta DE Ulises” [pero él ni se entera]. Algunos autores no ven una diferencia semántica clara. Otros, en cambio, proponen que este uso se daría “cuando el objeto no está totalmente implicado en la acción verbal [y entonces] se produce una mayor separación de éste” (Moreno Cabrera en Bouzouita y Pato 2019, p.164). La preposición, precisamente, serviría para explicitar esa separación, como en “Comió de esa tarta” (vs “Comió esa tarta”), “Bebió de esa agua” (vs “Bebió esa agua”). Esta idea nos permitiría extender al caso que nos ocupa y comprender las diferencias de objeto experimentador + gustar + sujeto vs sujeto experimentador + gustar de (Bouzouita y Pato 2019, p.165). Comparemos:
Figuras 9, 10 y 11.
En la fig.9, se conceptualiza un sujeto-estímulo que despierta en el experimentante una emoción particular. En la fig.10, en cambio, el sujeto-estímulo y el objeto se encuentran en el orden secuencial en que se manifiesta la relación. Finalmente, la fig.11 representa la disposición del sujeto hacia un estímulo que no parece estar implicado totalmente en la acción verbal (nótese que he puesto al estímulo de espaldas). La preposición marca esa mayor separación.
8. Gustar con cláusula sujeto
El sujeto de “gustar” puede ser también una cláusula sustantiva que funciona como sujeto. Esta puede llevar verbo en indicativo o en subjuntivo con diferencias de significado:
Figura 12.
El primer caso se explica muy bien siguiendo la ley de uso descrita por Ruiz Campillo (2008 y 2012) con las matrices valorativas. En el segundo, se presuponen dos hechos que se dan a la vez: una declaración y una valoración. Esto se podría parafrasear como: “El pastel TIENE chocolate y eso le gusta”.
Como he dicho en otro momento, Ruiz Campillo señala que con estos casos no estamos frente a excepciones sino a efectos comunicativos que entran en lo que él denomina “fase lúdica”. Dada la dificultad de este tipo de “juegos”, se recomienda dejarlos para niveles superiores (como efectivamente lo hace en su libro El ventilador). Si un alumno no lograra manejar o entender este nivel de sutileza con “gustar”, siempre podrá decantarse por la forma “canónica” del subjuntivo que le propone la ley de uso. Con ella nunca se equivocará.
9. Gustar en construcción recíproca.
La oración de significado recíproco describe una misma acción que dos o más personas se hacen entre sí. Los “verbos que expresan un solo evento pueden participar en una construcción en la que se da cuenta de dos acciones del mismo tipo realizadas bidireccionalmente entre los participantes” (Vázquez y Fernández-Montraveta 2018, p.173). En esta construcción, el sujeto debe ser plural y los únicos pronombres posibles que pueden acompañar al verbo son “nos”, “os” y “se”. La construcción recíproca puede construirse con verbos transitivos (odiar, querer, besar, etc.), pero también con “gustar”.
Figura 13.
En síntesis, la elección de las construcciones que hemos visto depende principalmente del tema del discurso y de la prominencia que le queramos dar a uno u otro participante. En general, los actores animados tienen preeminencia sobre los no-animados. Esto explicaría la preferencia por la construcción con sujeto-experimentador en inglés (I like chocolates). En este caso se realza el punto de vista del experimentador humano, que dirige su atención al estímulo.
En el caso del español, en cambio, la evolución que ha tenido el verbo “gustar” en su historia explicaría por qué el objeto indirecto de estas construcciones -tradicionalmente animado- pasa a ocupar la posición preverbal, asignada por lo general al sujeto. Mientras tanto, el sujeto, que carece de agentividad (esto es, se acerca mucho más a un rol semántico de objeto paciente), es menos prominente y se mueve a la posición posverbal, propia de los objetos. Una vez más, nos conviene recordar que en su origen histórico, “gustar” era transitivo y la construcción se acercaba mucho más a la del inglés moderno.
Por otra parte, hemos visto que podemos encontrarnos con situaciones menos frecuentes en donde el sujeto-estímulo se encuentra en posición preverbal. Además de tratarse de un problema de “informatividad” (lo puesto en esa posición es el tema del que se viene hablando o el que se quiere introducir), podría explicarse por un interés por reflejar icónicamente el orden secuencial de los eventos y escenificar la relación causa-consecuencia: el hecho causante (estímulo) se enuncia antes que el resultante (efecto en el experimentador). El hablante estaría "escaneando" mentalmente el orden en que se dieron las cosas.
En lo que se refiere a las formas con “gustar” y la posición del objeto en perífrasis verbales (Le debe de gustar el chocolate / Debe de gustarle el chocolate/), la colocación preverbal repite, otra vez, la focalización en el experimentante, por ser este el tema del que se viene hablando.
La segunda forma, en tanto, se muestra como una unidad con el verboide (posición enclítica). Al lado, pero separado, se encuentra el sujeto-estímulo. Se escenifica, así, la reacción humana que despierta este en el objeto-experimentante. Se haría explícita la disposición humana frente a las cosas: La cercanía de “los chocolates” en la escena moviliza el deleite interior del objeto. Comparemos visualmente:
Figura 14.
No estoy proponiendo que les digamos a nuestros estudiantes todas estas cosas. Por lo general, en lo que respecta al orden de palabras, lo resolvemos con un “son sinónimos” o “no hay diferencias notables de significado”. Las otras cuestiones las vamos explicando a medida que surgen en el grupo y dependiendo del nivel. Como profesores, ser conscientes de esta problemática nos permitirá anticipar en dónde pueden aparecer las dificultades en clase y ayudarnos a responder con claridad y sencillez.
Referencias
Aijón Oliva, M. y Borrego Nieto, J. (2013). “La variación gramatical como forma y significado: el uso de los clíticos verbales en el español peninsular.” Lingüística, 29-2, 93-126. Disponible en http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2079-312X2013000200005
Alarcos Llorach, E. (1994). Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Andrade, M. et al (2019). Tu mundo. Español sin fronteras. New York: McGraw Hill.
Arroyo Hernández, Ignacio (2015). "Posición de los pronombres átonos en estructuras verbales complejas: enunciador, interacción y efectos contextuales" . En Solís García, I. y Carpi, E. (eds.). Análisis y comparación de las lenguas desde la perspectiva de la enunciación. Pisa: Pisa UP, pp. 101-120.
Bermúdez, F. (2006). "La 'subida de clíticos': modalidad, prominencia y evidencialidad". Lexis XXX.1: pp.83-115.
Bouzouita, M. y Pato, E. (2019). “¿Por qué no gustas de mí, como yo gusto de ti? El verbo gustar y su complemento preposicional en español actual”. Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación, 79, pp. 161-186. Disponible en https://revistas.ucm.es/index.php/CLAC/article/view/65654
Catoira, L (2008). “La problemática del verbo gustar en los manuales universitarios de E/LE”. Tonos digital. Revista electrónica de estudios filológicos, 16, Disponible <https://www.um.es/tonosdigital/znum16/secciones/estudios-7-Verbo%20Gustar.htm>.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Corominas, J. y Pascual, J. (1984). Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos.
Delbecque, N. (1994). “El dativo español: una tipología.” En Villegas, J. (ed.), Actas Irvine-92 [Actas de XI Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas], vol I. De historia, lingüísticas, retóricas y poéticas: De lingüísticas, retóricas y poéticas, Irvine: U.de California, pp. 124-138.
Elizaincín y González (2016).” El cambio lingüístico “gusto de x me gusta x”. Lingüística y Literatura, 69, pp. 253-268.
Langacker, R.W. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford: Oxford U.P.
Marras, V. y Cadierno, T. (2008). “Spanish gustar vs. English like: A cognitive analysis of the constructions and its implication for SLA”. En Tyler, A.; Kim, Y. y Takada, M. (eds). Language in the Context of Use: Discourse and Cognitive Approaches to Language, Berlin/New York: De Gruyter Mouton. pp. 233-252.
Mayoral Hernández, R. (2012). “Teaching Subject Position in Spanish: Gustar Verbs, Unaccusatives and the Impersonal Passive”. Journal of Language Teaching and Research, 3 (2), pp.321-330.
Melis, C. y Flores, M. (2018). “The dative experiencer of Spanish gustar”. En Bouzouita, M., Sitaridou, I y Pato, E. (eds). Studies in Historical Ibero-Romance Morpho-Syntax, Amsterdam: John Benjamins, pp. 123-148.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Ruiz Campillo, J.P. (2008). “El valor central del subjuntivo: ¿Informatividad o declaratividad?”. Marco Ele. Revista de didáctica ELE, 7, pp. 1-44.
-----. (2012). “The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish”. En Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
Terrel, T. et al (2010). Dos mundos. Comunicación y comunidad. New York: McGraw Hill.
Vázquez, G. y Fernández-Montraveta, A. (2018). “Los verbos recíprocos léxicos en los diccionarios: Polisemia y pronominalización”. Revista de Lexicografía, XXIV, pp. 171-204.
Vázquez Rozas, V. y Rivas, E. (2007). “Un análisis construccionista de la diacronía de gustar”. En Iraide Ibarretxe-Antuñano, I; Carlos Inchaurralde, C. y Sánchez-García, J. (eds.), Language, Mind, and the Lexicon, Frankfurt: Peter Lang, pp. 143-164.
Whitley, S. (1995). “Gustar and Other Psych Verbs: A Problem in Transitivity”. Hispania 78 (3), pp. 573-585.
Brisbane, 15/09/2022.
En charla informal con algunos colegas, siempre solemos decir que el sistema pronominal del español resulta endemoniadamente complicado para muchos estudiantes angloparlantes. Algunos de los problemas se mantienen hasta en los niveles más avanzados. A veces pienso que la dificultad se produce por algunas omisiones de los manuales que llevan a los alumnos a hacer conclusiones equivocadas. Un ejemplo de esto es la cuestión del objeto indirecto.
Se les suele explicar a los estudiantes en muchos manuales (sobre todo, editados en EEUU) que el objeto indirecto es To whom or for whom algo es hecho (esto es, se lo considera solo como objeto personal). Este objeto acompaña a verbos que tienen un valor prototípico de “transferencia” y designa al receptor o destinatario de la entidad transferida (el objeto directo). Como consecuencia de esta definición “resulta lógico que los grupos nominales correspondientes se construyan con nombres de personas o animales en la mayor parte de los contextos” (RAE 2010, 35.2.2b). No obstante, se obvia el problema que se suscita con indirectos no personales, como en “Le echó un vistazo al balcón” o en “Le robó dinero al banco”.
Si bien algunos manuales editados en España admiten que le/les pueden referirse a cosas también, las ilustraciones que acompañan a esas explicaciones refuerzan ese concepto de “persona”. Basta ver la última edición de la Gramática básica del estudiante de español para A1-B2 (2021, p. 68) y veremos de qué hablo. En este último caso me sorprende en particular la superficialidad con la que se los define: “El verbo puede tener otro complemento que se refiere al destinatario o receptor de la acción verbal. Este nuevo elemento se llama complemento indirecto o dativo, y puede combinarse con el CD. El CI puede referirse a personas o cosas, y siempre lleva la preposición ‘a’”. Luego, en los ejercicios que siguen se mezclan los usos de OD y OI sin mucha más explicación que esa (aparte de alguna ilustración que muestra al verbo con los dos objetos a la vez, pero con un indirecto siempre animado.
En inglés también podemos encontrar algunos casos parecidos: Peter gave the wall a new coat of paint (“Peter le dio al muro una nueva mano de pintura”). No obstante, en muchos otros casos, el equivalente inglés de oraciones en español con esta estructura es una forma pensada con un adjunto verbal. Y como si todo esto fuera poco, en español, podemos contar muchas veces con dos opciones (con un circunstancial -que lo acerca a su contraparte inglesa- o con un objeto indirecto): “Puso azúcar en el café” vs “Le puso azúcar al café” (= He put sugar into the coffee), “Echó gasolina en el coche” vs Le echó gasolina al coche” (= He put petrol into the car), “Dispararon a/contra dos autobuses” vs “Les dispararon a dos autobuses” (= They shot at two buses), “Está sacando la mancha del mantel” vs “Le está sacando la mancha al mantel” (= He is removing the stain from the tablecloth), “Robó dinero del banco” vs “Le robó dinero al banco” (= He stole money from the bank). En todos los casos se trata de perspectivas distintas de una misma escena. ¿Pero cuáles son?
Figs. 1 y 2.
¿Cuál sería la diferencia semántica entre estas imágenes? En el primer caso se podría considerar que el banco está visto como la institución afectada por la acción de “robar dinero”. Se ha convertido en el “blanco” de esa acción, mientras que en el segundo solo se conceptualiza la idea de la separación o remoción del dinero de la institución (nótese la presencia de la preposición “de”, que implica apartamiento). Obviamente, la institución también fue afectada por el robo, pero se ve la situación desde otro punto de vista. Se trataría así de identificar el “blanco” de la acción de “robar dinero” o señalar la separación de algo DE su poseedor o DE su lugar. Como vemos, se trata de una diferencia sutil. En esta situación se encuentran verbos como “amputar, arrancar, confiscar, cortar, detraer, estafar, extraer, hurtar, quitar, retirar, sacar, sonsacar, suprimir, sustraer, como en “Le arrancó una rama al árbol” vs “Arrancó una rama del árbol” (RAE 2010, 35.3.2c). Veamos las imágenes:
Figs. 3 y 4.
Nótese que en inglés no tenemos esta distinción. En español, en el primer caso, el árbol se convierte -otra vez- en el objeto afectado por la acción del joven (“arrancar una rama”), de allí que se haya sobreimpreso un “blanco” sobre él. No podemos olvidar que la preposición “A” tiene un sentido de “meta” hacia la que apunta -nunca mejor dicho- la acción. En la segunda, en cambio, con la preposición “DE”, lo que percibimos es una idea de separación: el niño “separó” una parte que era DEL árbol.
Algo similar parece ocurrir con verbos como “echar” o “poner”: “Está echando/poniendo gasolina EN el coche” vs “Está echando/poniendo gasolina al coche”. En el primer caso, se colocó gasolina EN ese objeto al que vemos como un gran recipiente (lugar “en donde”), que en mi imagen aparece encerrado en un gran marco rojo. En el segundo, en cambio, el coche es percibido como el destino/meta final hacia la que se dirige la acción del sujeto(“Él pone gasolina”), de allí que aparezca como “el blanco” al que apunta con la boquilla de su manguera:
Figs 5 y 6.
Resulta interesante ver cómo en estos casos el inglés usa into, que engloba la idea de “recipiente” (in) y de “movimiento hacia él” (to). Como se recordará, en el significado prototípico de la preposición inglesa subyace siempre la idea movimiento físico, sicológico o de cambio mental (Rudzka-Ostyn 2003, p.69). Mediante esta construcción, el inglés se permite aunar lo que en español aparece separado en dos construcciones: un objeto ubicado fuera de un recipiente y que se mueve en dirección a su interior:
Figs. 7 y 8
Por otra parte, la presencia/ausencia del pronombre tiene consecuencias semánticas. En algunos casos, la expresión del destinatario exclusivamente mediante un objeto indirecto preposicional (sin duplicación) se asocia a un registro formal: “El presidente pidió al Congreso que aprobara en forma rápida la ley”. Suele considerarse que es más frecuente que este se duplique en textos orales informales que en escritos formales. En otros casos, cuando se trata de objetos indirectos que expresan lugar “en donde” (con verbos como “echar”, “poner”, y otros similares, como veíamos arriba), se pueden dar alternancias:
Figs. 9 y 10.
Cuando se presenta el pronombre se indicaría que “la situación descrita afecta en mayor medida al destinatario o implica algún cambio de estado en él”, como en “El niño le arrancó una rama al árbol” (el árbol ha sufrido un cambio y ha resultado afectado: ha perdido una rama) (RAE, 35.2.3d). Algo similar ocurre con “Le puso leche al café”/”Le puso gasolina al coche”(el café ha sufrido un cambio sustancial de color o gusto y el coche se ha cargado lo suficiente para poder desplazarse por las calles sin problemas). Sin el pronombre, solo se considera a esos objetos como simples “blancos” de la acción que ejecuta el sujeto ya de “poner leche” ya “de poner gasolina”. Compárense las imágenes 9 y 10: con el pronombre el sujeto no aparece en forma relevante dentro del círculo (negro) focalizador, mientras que sin él podemos ver su mano.
En relación con todo lo anterior, podríamos considerar que la ausencia de duplicación se dará casi siempre con los objetos indirectos considerados como metas o destinatarios:
Figs.11 y 12.
En (11), otra vez, el hablante se concentra más en el sujeto y su accionar (“los soldados dispararon”) en lugar del destinatario y el resultado. Pero en (12) se enfoca en el receptor como “blanco” y se lo enfatiza con la duplicación: los autobuses fueron sin dudar el blanco principal de los disparos. Nótese que en el equivalente inglés They shot at the buses se aprecia muy bien el uso de at con valor de “blanco (del ataque)”.
En conclusión, la omisión del pronombre de objeto indirecto, en casos como los tratados en esta entrada, se da con más frecuencia
1. en textos formales,
2. cuando el complemento es percibido como meta o destinatario,
3. para focalizarse en el sujeto y el verbo en lugar del destinatario y el resultado.
En rigor de verdad, estas tres condiciones se darían tanto con objetos no-personales como personales. Respecto de estos últimos en particular, existiría una cuarta situación: cuando la función de complemento indirecto es desempeñada por cuantificadores universales como todo, nadie o similares: “La idea no (le) gustó a nadie”, “(Le) Da clases de inglés a todo el mundo.” Pero esto excede los objetivos de esta entrada.
Referencias
Alonso Raya, R.; A. Castañeda Castro; P. Martínez Gila y otros. (2021). Gramática básica del estudiante de español A1-B2. Barcelona: Difusión.
Campos, H. (2000). “Transitividad e intransitividad.” En Demonte, V. y Bosque, I.(eds). Gramática descriptiva de la lengua española (v. 2). Las construcciones sintácticas fundamentales. Relaciones temporales, aspectuales y modales. Madrid: Espasa Calpe, pp.1520-1574.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Rudzka-Ostyn, B.(2003). Word Power: Phrasal Verbs and Compounds. Mouton de Gruyter: NY/Berlín.
Brisbane, 15/8/22
Todo enunciado contiene dos componentes: el contenido propiamente dicho (lo que se dice) y una actitud subjetiva del hablante frente a ese contenido y frente al oyente (la manera de decirlo o modalidad). El contenido es lo que en concreto se dice en la oración, pero la modalidad implica cómo se entiende ese contenido en función de la intención que le ha puesto el hablante. Será así algo extra que podrá presentarse en forma implícita en el discurso o deducirse del contexto mediante gestos, entonaciones o, en forma escrita, mediante signos de puntuación particulares como los exclamativos o interrogativos, por ejemplo.
Tradicionalmente, las oraciones simples se han clasificado por la modalidad en aseverativas o declarativas (afirmativas o negativas), interrogativas, desiderativas, dubitativas, apelativas y exclamativas. Algunos autores como Amado Alonso y Pedro Henríquez Ureña no incluyen la exclamación dentro de esta lista, por cuanto consideran que puede asociarse a cualquiera de las otras modalidades (Eguren y Fernández Soriano 2006, p. 80). Sin embargo, la RAE, en su Nueva gramática de la lengua española (NGLE, 2010), no parece seguir este criterio, y la pone en pie de igualdad con las otras modalidades:
Se llama modalidad a la expresión de la actitud del hablante (modus) en relación con el contenido de los mensajes (dictum). Se distinguen habitualmente dos tipos de modalidades: las de la enunciación y las del enunciado. Las modalidades de la enunciación son las estructuras mediante las que se realizan los diferentes actos de habla o actos verbales, tales como preguntar, ordenar, saludar, prometer, rechazar, etc. Es este criterio el que permite distinguir entre oraciones declarativas (Está lloviendo), interrogativas (¿Qué hora es?), exclamativas (¡Qué coche te has comprado!) e imperativas o exhortativas (No te muevas de donde estás). Las modalidades del enunciado se manifiestan por medio de ciertos valores de la flexión verbal (en particular el subjuntivo) y de los verbos auxiliares (poder, deber, etc.). (RAE 2010, §1.7.2a)
Cada uno de esos tipos de oraciones que menciona la RAE tiene un valor prototípico sobresaliente. Así, por ejemplo, con la oración “Este blog es difícil de comprender”, el hablante transmite una información de lo que piensa o cree sobre este blog mediante una oración declarativa. Por otra parte, y de manera simplificada y general, además de la declarativa,
la modalidad interrogativa pregunta o interroga con el fin de recabar información sobre algo (“¿Es este blog difícil de comprender?”),
la dubitativa apunta a expresar una duda (“Tal vez este blog sea difícil de comprender”),
con la apelativa o imperativa damos una orden (“Escribe un blog fácil de comprender”),
y con la desiderativa u optativa (del verbo latino optare con el sentido de “desear) comunicamos un deseo o anhelo de algo (“Ojalá [que] este blog no sea difícil de comprender”). (De ahora en más usaré desiderativa u optativa en forma indistinta).
Como se ve, he dejado fuera de esta lista las oraciones exclamativas. Esto es así porque, coincidiendo con Alonso y Henríquez Ureña, considero que las exclamativas no tienen el mismo estatus que las otras cinco modalidades, sino que es un refuerzo entonativo (también llamado “exclamativo”) que las “tiñe” con un tono expresivo (González Calvo 1998, p.55). Tendríamos así oraciones desiderativas-exclamativas, dubitativas-exclamativas, declarativas-exclamativas, etc. Observemos este ejemplo en el que un joven ve a su amigo salir de una casa muy lujosa y subirse a un coche con chofer:
Fig.1.
En la figura 1, el hablante declara que José se encuentra bien económicamente y, con la modalidad exclamativa, explicita su sorpresa ante algo que no imaginaba.
En la estructura de estas declarativas-exclamativas notamos algunos elementos notables: (1) un pronombre exclamativo inicial, (2) un verbo en indicativo (como toda declaración que se precie), (2) una alteración del orden sintáctico, en donde el sujeto queda pospuesto al verbo, (4) un conflicto entre la expectativa del hablante y la realidad de los hechos. Se pondera (con verbo en indicativo y refuerzo exclamativo) que José ha llegado a un nivel en su vida que excede lo que el hablante esperaba de él.
En suma, cualquiera de las cinco modalidades que he mencionado puede tener ese plus exclamativo, siempre que predomine en ellas ese tinte emocional o expresivo frente a los hechos. Esta será la línea que seguiré en esta entrada para poder explicar algunas construcciones optativas-exclamativas.
Las optativas o desiderativas per se plantean un objetivo virtual del hablante, esto es, una voluntad o exhortación indirecta, o una esperanza o deseo (Sánchez López 2017, p.97). En todos los casos, estaríamos ante una “no-declaración”, como hemos visto en el uso del subjuntivo en otras entradas. Comparemos:
Figs. 2a y 2b.
En la figura 2a, nótese que hay una “voluntad o exhortación indirecta”: La hablante quiere que Amanda lave los platos (representado por la imagen de la hermana en gris lavando los platos por ella). En cambio, en la figura 2b, hay un deseo: la hablante desea que al interlocutor le vaya bien (idea representada con el icono del pulgar).
Estas “oraciones optativas-exclamativas” se caracterizan por una idea general de “anhelo”: (1) tratar de obligar al oyente o al receptor a tomar una acción -como en el primer caso- o explicitar un deseo o esperanza respecto de una situación determinada -como en el segundo-, (2) llevar un verbo en subjuntivo y (3) iniciarse con el subordinante “que” átono.
Las oraciones de deseo en nuestros programas
El primer ejemplo suele introducirse en nuestros programas cuando llega el momento de enseñar la forma equivalente a la expresión have someone else do it!. Generalmente, en clase de ELE este tipo de oraciones se explica como un deseo vehemente o una orden indirecta, en donde se podría entender un verbo de volición que no se enuncia. Y así solemos explicarlo: “Quiero que lo haga Amanda” > “¡Que lo haga Amanda!”. Como extensión de esta estructura, solemos introducir luego la idea de “buenos deseos”, en donde podemos presuponer un verbo de deseo que se omite:
“Deseo que tengas/pases buenos días” > “¡Que tengas/pases buenos días!”
2. “Deseo que duermas bien” > “¡Que duermas bien!”
En todos los casos, se destaca la ausencia de acento en el “que”, por funcionar como una conjunción originada en una cláusula sustantiva sin matriz introductoria. De aquí, se explicaría la diferencia con el “qué” tónico de “¡Qué bien está José económicamente!”. Podemos ver ahora la diferencia con claridad. No estaríamos en este último caso ante un deseo, sino ante una simple declaración sobre el éxito económico de José. Y a esto el hablante le ha agregado un tono exclamativo de sorpresa o admiración. Nótese cómo en esta oración entran en juego valores de grado o cantidad respecto de lo que esperaba el hablante: se entrecruzan y chocan, por un lado, la expectativa previa del hablante y, por otro, una circunstancia inesperada con la que se encuentra. Posiblemente, José era un hombre humilde que nunca le dejó entrever a su amigo sus logros económicos fenomenales, por lo que este imaginaba que llevaba una vida más modesta. Del contraste de grado entre ambos factores surge la lectura de sorpresa y de grado extremo (“más de lo que se suponía”) que se le adjudica a este tipo de estructuras declarativas (Villalba 2016, p.744).
Después de las “órdenes indirectas” y los deseos, generalmente los programas de ELE introducen las desiderativas-exclamativas con “ojalá (que)”: “¡Ojalá (que) gane el Real Madrid!”. En todos estos casos, se trata de oraciones desiderativas-exclamativas con subjuntivo. Las propiedades principales de estas construcciones son (1) la presencia obligatoria de material léxico particular en la periferia izquierda —las formas átonas “que” y “si”, las tónicas “quién” y “cuánto/a” (y sus plurales) o la expresión “ojalá” — y (2) un verbo principal siempre en modo subjuntivo:
Figs. 3a-3d.
En todos los casos, se trata de oraciones independientes desiderativas/optativas con fuerza exclamativa que expresan a la vez el deseo y la esperanza de que se cumpla un evento cuya realización no depende necesariamente de la voluntad del hablante (Alonso-Cortés 2011 p.26). Pueden referirse a un deseo sobre una situación actual o futura (ejemplos 3a-3c), pero también pueden apuntar a un deseo sobre una situación pasada y transmitir una lectura contrafactual (ejemplo 3d), en este último caso con pluscuamperfecto de subjuntivo (Sánchez López 2017, p.82).
Veamos en resumen algunas características de cada una de estas construcciones optativas-exclamativas con subjuntivo.
Deseos con “que”
Las optativas-exclamativas con “que” se parecen a las cláusulas sustantivas subordinadas. Aparecen introducidas por una conjunción, pero se ha omitido su matriz introductoria. Las formas verbales del subjuntivo que suelen encontrarse en estas oraciones son el presente o el presente perfecto:
+ presente expresa deseos del presente o del futuro: “¡Que haga el gol! (ahora o en el futuro).
+ presente perfecto expresa deseos del pasado inmediato: “¡Que lo hayas pasado bien!” (dicho al despedir a un huésped que abandona nuestra casa, por ejemplo).
Deseos con “si”
Estas oraciones son equivalentes a la construcción inglesa if only. Como en esta, se omite la consecuencia (apódosis) y se usa en situaciones en las que el hablante quiere expresar su pesar por no poder encontrarse en una situación diferente ahora o en el futuro. Podríamos decir que es equivalente a “ojalá” (como ocurre con la construcción inglesa I wish): “¡Si conociera a más gente…!” (If only I knew more people!) = “¡Ojalá conociera a más gente!” (I wish I knew more people!). Esta construcción es habitual con imperfecto o pluscuamperfecto:
+ pretérito imperfecto expresa deseos poco probables en el presente o el futuro: “¡Si tuviera tiempo para dormir un rato!”
+ pretérito pluscuamperfecto expresa deseos imposibles en el pasado (contrafactuales): “¡Si hubiera podido dormir un rato!”
Deseos con “quién”
Al igual que la construcción anterior, las optativas con “quién + subjuntivo” expresan un deseo que el hablante considera imposible de cumplirse, pero a la vez se agrega un matiz de pesar por no poder encontrarse en esa situación que se anhela. La palabra “quién” debe funcionar siempre como sujeto de la oración y podría acompañarlo un complemento partitivo expreso o tácito (“quién [de nosotros/ellos, etc]”):
+ pretérito imperfecto expresa deseos poco probables en el presente o en el futuro): “¡Quién viviera en París!“ (pero aquí estoy).
+ pretérito pluscuamperfecto expresa deseos imposibles en el pasado (contrafactuales): “¡Quién hubiera tenido la suerte de emigrar!” (pero ya es tarde para hacerlo).
Deseos con “cuánto(s)” y “cuánta(s)” + verbo
Estamos en este caso ante oraciones que presentan una idea cuantificadora (Villalba 2016, p.739). Si bien el interrogativo-exclamativo “cuánto” (con sus variantes) no es un cuantificador en sentido estricto, aquí se comporta como tal. Podría ser equivalente a “muchos”. En estos casos, puede acompañarlo un complemento partitivo expreso o tácito, como en el ejemplo (“¡Cuántos [de nosotros]…). Así, el verbo concuerda con la persona correspondiente al partitivo (“nosotros”), aunque aparezca omitido. El uso del pluscuamperfecto proporciona una lectura contrafactual de difícil realización para un número indefinido de sujetos: “¡Cuántos [de nosotros] hubiéramos ido a París!” (de haber podido) = “¡Muchos hubiéramos ido a París!” (de haber podido). La exclamación agrega aquí un valor de resignación al confrontar lo que se hizo y lo que se pudo haber hecho.
Respecto de estas últimas, podemos encontrar oraciones que alternan con verbos en indicativo (futuro o condicional), pero entonces no serían “desiderativas”. Se trataría, en cambio, de declaraciones débiles (o suposiciones), como hemos visto en otras oportunidades:
Fig. 4.
Deseos con ojalá
Las desiderativas exclamativas más comunes en español son aquellas introducidas por la palabra “ojalá” (equivalentes al I wish en inglés). Pueden aparecer acompañadas por el complementante “que” (“ojalá que…”) en estilo coloquial. Este “que” no tiene antecedente y su función es la de introducir una subordinada -al fin de cuentas, recuérdese que ese “ojalá” se originó de la forma árabe “quiera Dios”- (Alonso-Cortés 2011, p.24). Se utiliza para expresar un fuerte deseo de que suceda algo. Esta estructura puede aparecer con todas las formas del subjuntivo:
Figs. 5a-5f.
Las ilustraciones intentan mostrar expresiones desiderativas u optativas con “ojalá” y distintos tiempos verbales del subjuntivo. La 5a, con presente, indica un deseo posible (en sepia y en una burbuja) en el presente o el futuro. La 5b y la 5c, con presente perfecto, expresan deseos sobre el pasado inmediato o el futuro. La 5d y la 5e, con imperfecto, expresan deseos sobre el presente o el futuro con poca probabilidad. La 5f, finalmente, indica una situación contrafactual con pretérito pluscuamperfecto: el hablante se lamenta por no haber estudiado francés en el pasado.
En lo que se refiere a este último caso, el pluscuamperfecto también puede presentar una situación deseada que consiste en los resultados presentes o futuros de un evento. Por ejemplo:
Fig. 6.
En la figura 6 el oficinista se coloca así en un espacio mental alternativo al presente y se ve a sí mismo ya habiendo terminado su trabajo. Pero también se podría decir lo siguiente:
Fig.7
En esta última, en cambio, el hablante se coloca en un espacio mental de futuro, en donde se ve a sí mismo habiendo terminado su trabajo para entonces. No obstante, considerando el nivel de cosas que la colega le trae, sabe que eso no será posible. En ambos casos, se expresa un deseo no factible o imposible, es decir, una eventualidad que no es real y no es compatible con el estado actual de las cosas.
Dependiendo de los niveles, el profesor podrá ejemplificar con imágenes de este tipo los distintos matices que trae el subjuntivo en estos casos.
Referencias
Alonso-Cortés, A. (2011). “Ojalá que llueva café: una construcción optativa del español”. En Escandell Vidal, M.V., Leonetti, M. y Sánchez López, C. (eds.). 60 problemas de gramática dedicados a Ignacio Bosque, Madrid: Akal, pp. 24-30.
Eguren, L. y Fernández Soriano, O. (2006). La terminología gramatical. Madrid: Gredos, 2006.
González Calvo, J. M. (1998). La oración simple. Madrid: Arco, 1998.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Sánchez López, C. (2017). “Optative Exclamatives in Spanish”. En Bosque, I. (ed.), Advances in the Analysis of Spanish Exclamatives, Columbus: The Ohio State UP, pp. 82-107.
Villalba, X. (2016). “Oraciones exclamativas”. En Gutiérrez-Rexach, J. (ed.), Enciclopedia de lingüística hispánica (vol 1), London/New York: Routledge, pp. 737-749.
Brisbane, 15/07/2022.
Los libros de ELE editados en el área anglosajona (Estados Unidos o Reino Unido) plantean que existe en español una serie de verbos que cambian su significado según se usen en pretérito perfecto simple o imperfecto. Tanto es así que no hay libro que no dedique un capítulo o una sección de él a explicarlos.
Por lo general, la explicación se reduce a una simple traducción, por cuanto el inglés, para indicar un estado o un proceso, usa verbos diferentes en esos casos. Es esta una aclaración sencilla y directa. Pero la traducción sola no es suficiente, porque no se trata de “un simple cambio de significado” en nuestra lengua. La cuestión es tratar de explicarle al estudiante un concepto mucho más relevante, como lo es el de “aspecto verbal”, entendido como la forma gramatical usada por el hablante para distinguir cómo una situación se extiende en el tiempo.
Figs. 1 y 2.
Los manuales peninsulares no les dedican a estos verbos una sección especial per se. Tampoco lo hace la Gramática básica del estudiante de español (Alonso Raya, Castañeda Castro et al, 2021). No obstante, este último introduce un apartado general titulado: “Cualidades estáticas [imperfecto] y cualidades dinámicas [indefinido]” (p. 140) y da ejemplos del tipo “La chica que conocí ayer ERA preciosa” vs “La fiesta del sábado FUE preciosa”. Imaginemos una posible representación visual, inspirada en lo que el propio libro propone:
Figs. 3 y 4.
Como vemos, el texto propone una distinción básica entre dos tipos de predicados: los perfectivos (aquellos que nos hablan de un proceso con un límite o final) y los imperfectivos (estables, que no están delimitados y no indican un final). En la primera animación, se puede apreciar con claridad esta diferencia.
En efecto, en “La fiesta fue preciosa” el hablante no hace más que percibir la situación como una serie de episodios de diferente naturaleza y duración, distribuidos en un período relativamente extenso (y así lo he intentado representar en la animación): la llegada de los invitados, la reunión con los amigos, el baile, el festejo, la partida de los invitados y los limpiadores que ponen en orden el salón cuando esto se van (Taylor 2003, p.397).
En cambio, con la segunda, el hablante hace referencia a un estado que se extiende de forma invariable en el tiempo. Es verdad que este estado inherente de la joven podría sufrir algún cambio momentáneo (después de bailar agitadamente su aspecto podría haberse visto afectado), pero no estaríamos ante una característica esencial de ella (como podría ser “es colombiana”, “es alta”, “es rubia”, etc.). Lo que se describe tiene que ver con una cualidad de la joven que se extiende en el tiempo y no con las actividades o procesos en que se involucra. Se trata, entones, de un estado invariable que se opone a los eventos dinámicos que veíamos más arriba (Morimoto 1998, p. 14). De esta forma, mientras que el primer caso tiene un marco de visión máximo (se ve la situación en su totalidad desde el comienzo de la fiesta hasta su final), la segunda imagen tiene una visión más restrictiva y percibe el mismo estado a lo largo del tiempo, deteniéndose en una instancia que es idéntica a otras (“era preciosa” cuando llegó, se mantuvo durante toda la fiesta preciosa y posiblemente lo siguió siendo después). Cualquier imagen que tomemos de ese estado a lo largo del tiempo será igual a las otras.
Comparemos ahora con una construcción valorativa que suele complicarles la vida a nuestros estudiantes:
Figs.5 y 6.
El verbo gustar describe normalmente una actitud valorativa estable en un tiempo determinado. En la primera, la anciana hace referencia a un estado de placer o deleite que experimentaba por las películas de dinosaurios en su infancia. Durante todo ese período se supone que sentía esa inclinación particular por ese género fílmico. Por lo tanto, es imperfectivo. En cambio, en la siguiente se percibe una perspectiva perfectiva, al introducir la noción de cambio. Después de haber ido al cine y haber visto la película desde el comienzo hasta su final, se permite evaluar esa experiencia en su totalidad: le gustó lo que vio (Langacker 2008, p. 150).
Una ventaja de esta construcción es que se presta muy bien para la visualización (Niemeier y Reif 2008, p.348). El imperfecto es, entonces, como una “fotografía”, una instantánea de una serie de estados iguales que se reiteran a lo largo de un tiempo determinado. En tanto, el perfecto simple es como una “una película” que nos permite ver situaciones de principio a fin (Gras y Santiago 2012, p.19). Partiendo de esta idea, entonces, podríamos explicar estos predicados en perfecto simple o en imperfecto como una simple cuestión de perspectiva. Mientras nuestra lengua hace el contraste mediante el uso del imperfecto y el perfecto simple con estos verbos de estado, el inglés lo hará mediante simples paráfrasis (sabía/supo = knew/found out, por ejemplo). Nótese cómo estos verbos de estado en perfecto simple adoptan una perspectiva ingresiva:
Figs.7 y 8.
Siguiendo esta aproximación visual, podríamos explicar también la idea de existencia con el verbo “haber”, que también provoca algunos problemas a los estudiantes:
Figs. 9, 10 y 11.
Una vez más, se trata de distinguir en este caso dos conceptos que en inglés se dan también con dos verbos diferentes: there was/were (había, cualidad estática) vs occurred/happened (hubo, cualidad dinámica: algo pasó).
En resumen, por un lado, con estos verbos nos encontramos en imperfecto con descripciones de propiedades estables del sujeto que se extienden en el tiempo (cualidad, disposición, habilidad, existencia, etc.): quería (wanted/had the intention of …), no quería (didn’t feel like…), sabía (knew/was aware of..), conocía (had a personal knowledge of something/someone), podía (was able to..), no podía (wasn’t able to/couldn’t…).
Por otro, en perfecto simple nos encontramos con actividades dinámicas, procesos o transformaciones en que se involucra el sujeto. De allí que se hable de una visión de máximo alcance, que nos permite ver la situación en su transformación, de principio a fin: quiso (wanted and did), no quiso (refused), supo (found out), conoció (met), pudo (could and did), no pudo (tried and couldn’t).
Como vemos, en lugar de hacerle memorizar una lista de verbos equivalentes en inglés, como suelen hacer los manuales estadounidenses, sería mucho más beneficioso para el estudiante introducir el aspecto perfectivo e imperfectivo con imágenes animadas. Las que ilustro aquí muestran situaciones delimitadas y heterogéneas vs estados no delimitados y homogéneos.
Es importante que el estudiante reconozca que una noción como el aspecto puede manifestarse diferentemente en los distintos idiomas. Y mientras el inglés lo hace con verbos diferentes, en nuestro idioma esto se da con un cambio de tiempo verbal (pretérito perfecto simple vs imperfecto). Cada vez que un estudiante olvida esta distinción y comete un error, el profesor podría mostrar las imágenes correspondientes y hacerlo reflexionar. Así, el educando podría ser capaz de establecer su propia conexión forma-significado con la ayuda del componente visual e ir adquiriendo y haciendo suya la imagen mental, tal como la concibe un hablante nativo del español (Niemeier y Reif 2008, p.351).
Para complementar esta explicación, recomiendo ver también mi entrada del 15-04 -2021, "Las formas progresivas estar + gerundio".
Referencias
Alonso Raya, R.; A. Castañeda Castro; P. Martínez Gila y otros. (2021). Gramática básica del estudiante de español A1-B2. Barcelona: Difusión.
Gras, P. y Santiago, M. (2012), “Cómo hacer la gramática significativa: Aspecto léxico y aspecto gramatical”. Mosaico 30, p. 19-25. Disponible en: <https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5308604>.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Niemeier S. y Reif, M (2008). “Making Progress Simpler? Applying Cognitive Grammar to Tense-Aspect Teaching int the German EFL Classroom”. En De Knop, S y De Rycker, T. Cognitive Approaches to Pedagogical Grammar. Berlín/New York: Mouton de Gruyter, pp.325-355.
Samaniego, F.; Rodríguez, F. (2012) Mundo 21. Español para el siglo 21. Boston: Cengage.
Taylor, J.R. (2002). Cognitive Grammar. Oxford: Oxford UP.
Terrel, T.; Andrade, M., et al. (2010). Dos mundos. Comunicación y comunidad. New York: McGraw Hill.
Brisbane, 15/06/2022
Existe en nuestro idioma una diferencia notable de significado entre dos palabras que solemos usar en el habla cotidiana como sinónimos, aunque en su origen no lo fueran. Sin embargo, la distinción resulta importante porque tiene implicancias en cómo entendemos y explicamos ciertos conceptos de nuestra gramática. Me refiero al sentido de “probabilidad” y “posibilidad” (y sus adjetivos y adverbios derivados).
Vayamos por parte y veamos qué nos dice la Real Academia en su diccionario. Citaré los dos primeros significados en ambos casos (la tercera acepción que se da de cada de uno de ellos no me parece relevante para mi argumento aquí, así que no la transcribiré):
Probabilidad: 1. f. Verosimilitud o fundada apariencia de verdad.// 2. f. Cualidad de probable (‖ que se verificará o sucederá). //
Posibilidad: 1. f. Aptitud, potencia u ocasión para ser o existir algo.// 2. f. Aptitud o facultad para hacer o no hacer algo.//
Si recurrimos a su etimología, “probabilidad” viene del latín probabilitatem, que se originó a su vez sobre la base del verbo probare (“comprobar”, “probar”), con el agregado de dos sufijos: el que indica posibilidad (-bilis,), y el de cualidad ( -tat-). En suma, el sentido general podría resumirse como “cualidad de poder probar(se)”. Su adjetivo “probable”, en tanto, proviene de probabilis con el significado, otra vez, de "que es posible probar” o “que es verosímil o plausible". Con el agregado de la palabra latina mente (ablativo de mens, mentis), devenida ahora en sufijo, se formará el adverbio. Como vemos, el sentido originario de estos términos estaba alejado de la posibilidad de realización del hecho. Por el contrario, apuntaba más hacia la posibilidad de comprobarlo o verificarlo (Suárez Hernández 2017b, p.903). Es esta una diferencia muy sutil.
No obstante, no se puede obviar la relación de este aspecto con la expresión de la posibilidad, “puesto que cuanto mejor o más demostrable sea un hecho, más posibilidades habrá de que sea cierto” (Suárez Hernández 2017a, p. 170). Esto nos permitiría entender, quizá, cómo es que el vocablo extendió su sentido y se terminó confundiendo con la idea de “posibilidad”. En efecto, en cuanto expresión de esto último, el término indicaría un grado cercano a la realización o de atenuación de la aserción (Suárez Hernández 2017a, p. 162). En el recorrido histórico que hace esta autora del adverbio derivado pasa así por tres etapas. En un primer momento indica aquello que ocurre de una manera que se puede probar o verificar. A este sentido se le agrega el matiz de posibilidad que se tendría al comprobar o verificar ese hecho. Finalmente, de este último se desprenderá el sentido de potencialidad de ocurrencia de un hecho (el hecho puede ocurrir), que lo emparenta -como vemos- con la idea de “posibilidad”.
Fig.1
En la figura 1 se puede ver la extensión de sus significados. En el centro, el sentido original, pero a medida que nos alejamos de él se van agregando las otras acepciones.
“Posibilidad”, por su parte, también viene del latín, pero en este caso de possibilitatem ("cualidad de ser posible"). Registrado, según Corominas (1987), por primera vez en 1495, el sustantivo se formó sobre un verbo del latín vulgar (*potere) que era, en verdad, una transformación del clásico posse (“poder”), con el significado de “tener la capacidad de poder”.
En su origen, el adverbio derivado de su adjetivo (“posiblemente”) “expresa la forma en la que se realiza el hecho descrito”, entendido como “de manera posible” (Suárez Hernández 2017a, p.155). A diferenciad de “probablemente”, su uso es “relativamente escaso en épocas tempranas. La primera documentación se remonta a finales de la Edad Media, pero no es hasta el siglo XX cuando aumenta llamativamente su frecuencia” (Suárez Hernández 2018, p.1449).
El significado etimológico originario de “posiblemente” fue evolucionando con el paso del tiempo también. En efecto, en los primeros registros se observa un valor que expresaba si una ocurrencia “podía ser factible (o no)” -coincidiendo con Rodríguez Espiñeira (2010)-. La autora habla de un valor cuasidesiderativo, equivalente a la expresión “a ser posible”, cercano al de este ejemplo moderno: “Para poder comprender a qué me refiero, sería bueno que, a ser posible [= I hope it’s possible], leyeras este párrafo con el traductor a mano”. En cambio, en las siguientes etapas, ese valor se extiende al de “tener la capacidad potencial de que algo tuviera lugar” -sin llegar a la “certeza”-. Nótese la sutileza: una cosa es determinar si algo es realizable y otra muy distinta es señalar que “tiene en potencia o latencia la capacidad para que ocurra”.
Fig.2.
Para aquellos poco familiarizados con la expresión “a ser posible” (= I hope it’s possible), recuérdese que la preposición “a” delante de ciertos infinitivos forma expresiones lexicalizadas para expresar una recomendación, petición o preferencia (que orilla con ese valor cuasidesiderativo al que se refería Suárez Hernández más arriba). No debemos confundir esta expresión con “de ser posible” (= if possible/If anything can be done), más habitual para indicar una condición que se debe cumplir.
Tradicionalmente se destaca que la probabilidad es cuantificable, algo que no ocurre con la posibilidad. Así, cuando el presentador del Telediario nos pronostica por la noche que al día siguiente habrá un “cincuenta por ciento de probabilidades de lluvia” es porque cuenta con algún tipo de evidencia para declararlo. En efecto, los pronosticadores de turno habrán observado la nubosidad sobre la costa, el aumento y dirección del viento, la presión atmosférica y habrán determinado la viabilidad de que se forme una tormenta que se dirija hacia el lugar en que nos encontramos. Se mantendría en este caso el sentido original de “verificable” o “comprobable”, basado en la existencia de algún tipo de prueba que respaldara la declaración.
Fig.3. (Adaptada de Wachtmeister Bermúdez 2005).
En la figura 3, el hablante afirma que probablemente lloverá, basándose en la información con la que cuenta. En función de su origen etimológico, se podría esperar que este adverbio se comportara como un operador de probabilidad, seguido siempre con indicativo para atenuar una aserción y evitar emitir una certeza absoluta (Fuentes Rodríguez 2009, p.283). “Posiblemente”, en cambio, como marcador de posibilidad y acompañado por el subjuntivo, indicaría un grado mayor de indefinición, más cercano a la incertidumbre (Fuentes Rodríguez 2009, p.275).
Fig.4. (Adaptada de Wachtmeister Bermúdez 2005)
Nótese que el sujeto, en esta instancia, no cuenta con prueba alguna que respalde sus palabras. En consecuencia, la duda se hace presente. Sin embargo, hemos visto que ambas formas terminaron confluyendo, compartiendo un sentido de “posibilidad” y admitiendo doble selección modal: indicativo o subjuntivo.
Curiosamente, Rodríguez Espiñeira (2010, p.187) distingue en uno de sus artículos: “posibilidad como grado de potencialidad de un evento y posibilidad como grado de credibilidad o de verosimilitud”. Podemos entender ahora a lo que apunta, pero esta recurrencia a usar el mismo término me resulta confusa en un comienzo. Esta misma autora plantea que la diferencia entre los dos términos en cuestión no es solo de grado o de fuerza en cuanto a la ocurrencia de un evento. En efecto, dice poniendo como ejemplo los adjetivos “probable” y “posible”: se trata de un problema de polisemia en su uso. Y este es un punto para tener en cuenta.
Más adelante, en su estudio, acota:
El contenido de tipo epistémico de “posible”, dominio en el que es comparable con el término “probable”, corresponde a las acepciones de posibilidad que los diccionarios parafrasean como “que puede ser o suceder”, e implica posturas epistémicas de “inseguridad”. En cambio, cuando el hablante emplea “probable” es porque tiene buenas razones para creer que el contenido de la tesis modalizada es cierto y verificable (certeza media-alta, pues). Ahora bien, el adjetivo “posible” tiene otra acepción correspondiente a glosas lexicográficas del tipo “que se puede llevar a cabo”, “factible”, “realizable”, “ejecutable”, cuyo ámbito semántico está próximo al valor que tiene el adjetivo “fácil” (…) (Rodríguez Espiñeira 2010: 211).
Recuérdese que entre las diversas acepciones de “fácil” se encuentra el sentido de “bastante probable”. Como vemos, entonces, ambos adverbios terminaron influyéndose mutuamente y convirtiéndose, por momentos y en ciertos contextos, en cuasisinónimos.
Y ahora viene la pregunta que nos hacemos siempre: ¿Qué hacemos ahora con toda esta información? Pues, en clase me parece mucho más redituable explicarlo a partir de la polisemia. La narrativa sería simple. Estos adverbios pasaron por una serie de etapas que los llevaron a converger en un punto, al extremo de que los hablantes los consideran intercambiables. Su evolución se originó a partir de una forma con un valor alejado de la posibilidad para ambos: un matiz desiderativo para “posiblemente” (esa idea original de “a ser posible”), y la de “ser (com)probable o no” para “probablemente”. En ese proceso histórico, ambos terminaron intersectándose:
Fig.5.
Esto se ve muy bien reflejado, además, en el sentido que la Real Academia les da en su diccionario a los dos adjetivos sobre los que se formaron los adverbios (entre corchetes he agregado cada uno de los sentidos que estos adjetivos adquirieron a lo largo de su historia, como hemos visto hasta aquí):
Probable:
1. adj. Verosímil, o que se funda en razón prudente. [= Posibilidad de ser comprobable (y por lo tanto, cierto)]
2. adj. Que se puede probar. [= Ser probable o verificable]
3. adj. Dicho de una cosa: Que hay buenas razones para creer que se verificará o sucederá. [= Posibilidad de que ocurra un hecho].
Posible:
1. adj. Que puede ser o suceder. [ = Ser factible]
2. adj. Que se puede ejecutar. [= Tener la capacidad potencial de que ocurra].
Como puede verse, la Academia confirma lo que he señalado. Coincidentemente, como concluye Suárez Hernández (2018. p.911), en el análisis de los adverbios derivados de estos adjetivos se sigue una línea evolutiva “que nos lleva desde el significado primitivo hasta el actual, lo que demuestra que estas unidades no permanecen estables o invariables en el tiempo”. En efecto, se han ido sumando nuevos sentidos, pero a la vez -y subrayo esto- se han mantenido los viejos. Es esta confluencia y deslizamiento de nuevos y viejos sentidos que les permite a los hablantes jugar con los grados de certeza e incertidumbre y a los diccionarios de sinónimos considerarlos equivalentes (aunque solo lo sean parcialmente, como se ve en la figura 5).
Para explicarlos, entonces, podríamos retomar una vez más el cuadro de Ruiz Campillo del que hablaba en mi entrada de abril de 2022, sin perder de vista la polisemia observada por Rodríguez Espiñeira. Cada uno de estos adverbios podría servir para indicar una certeza atenuada (que los acerca a una suposición o conjetura) o una indefinición. Dependiendo del sentido en que se piense, el hablante se decantará por el indicativo si tiene la intención de transmitir una mayor certeza (ya porque se cuenta con pruebas o ya porque piensa el hecho como más factible). Pero también podrá hacerlo con subjuntivo si su intención es transmitir mayor incertidumbre (en la figura 6 solo he incluido ejemplos con “el espacio actual”):
Fig.6.
6El azul marino y la flecha más grande destacan la declaración fuerte, sin ningún tipo de operador. En tono más claro y con una flecha más pequeña se indica una declaración atenuada o aproximativa: el hablante informa que tiene una relativa certeza de que lo dicho ocurra. Finalmente, la tercera columna, en celeste más tenue ejemplifica los casos de no declaración: el hablante no cuenta con suficiente certeza para afirmar que lo dicho pudiera ocurrir (Camacho Guardado 2020, p.42).
Siguiendo a Barrios Sabador (2016, p.262), utilizo en esa columna el concepto de “indefinición” (idea que la autora retoma de Beardsley), como un concepto más abarcador que la duda o la incertidumbre. Según Barrios Sabador, Beardsley interpreta la duda y la incertidumbre como fases del concepto de indefinición. Se incluye en este también el de la futuridad o el sentido prospectivo que puede indicar el subjuntivo. Me parece una propuesta atractiva por todo lo que engloba y nos simplifica. Pero imagino que algunos profesores podrían simplemente plantearlo con el rótulo de “incertidumbre” sin más, si ven que el concepto de “indefinición” resulta conflictivo para los estudiantes.
En fin, armados de todo este conocimiento, los profesores podrían defenderse mejor ante aquella pregunta de “¿cuál es la diferencia?” y les serviría de mucho -imagino- mostrar un cuadro semejante al de más arriba (que se encabalga muy bien con todo lo que venimos enseñando sobre declaración y no declaración). Para los estudiantes no sería nada nuevo, entenderían con mucha claridad por qué el indicativo y el subjuntivo con estas formas y comprenderían además que se trata de una influencia mutua que sufrieron ambos adverbios en su historia.
Referencias
Barrios Sabador, M. (2016). “Uso del indicativo y subjuntivo en los adverbios de modalidad epistémica de incertidumbre. Estudio en un corpus informatizado.” E-Aesla, 2, pp. 260-273.
Camacho Guardado, L. (2020). “Quizás, quizás, quizás: la selección modal para expresar probabilidad en español”. En Nowikow W., López González A.M., Pawlikowska M., Baran M., Sobczak W., Lingüística hispánica teórica y aplicada. Estudios léxico-gramaticales didácticos y traductológicos, Łódź-Kraków: University of Lodz Press, pp. 37-49.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Fuentes Rodríguez, C. (2009). Diccionario de conectores y operadores del español. Madrid: Arcos.
González, S.(2014). “Indagación de los usos de construcciones con probablemente en el género periodístico de opinión de la prensa mendocina en la actualidad: un enfoque cognitivo-funcional.” Revista de Investigación Lingüística, 17, pp. 53-73.
Rodríguez Espiñeira, M. (2010). “Modalidad, gramática y discurso: posible, probable y sus antónimos”. En Rodríguez Espiñeira, M. (ed.). Adjetivos en discurso: Emociones, certezas, posibilidades y evidencias. Santiago de Compostela: USC, pp. 180-253.
Ruiz Campillo, J.P. (2014). “La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español.” Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
Suárez Hernández, A. (2017a). Análisis diacrónico de adverbios con función discursiva: Hacia una descripción lexicográfica. España: Cilengua. Fundación San Miguel de la Cogolla.
-----(2017b). “Los procesos evolutivos de los adverbios de modalidad epistémica con terminación en –mente y su descripción lexicográfica”. En Sariego López, I.; Juan Gutiérrez Cuadrado, J.; Garriga Escribano, C. (eds.). El diccionario en la encrucijada: de la sintaxis y la cultura al desafío digital. Santander: Asociación Española de Estudios Lexicográficos, pp. 899-916.
-----(2018). “Diacronía de los marcadores del discurso con terminación en ‘-mente’: una comparación entre ‘posiblemente’ y ‘probablemente’”. En Arnal Purroy, M.; Castañer Martín, R.; et al (eds.). Actas del X Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, (Zaragoza, 7-11 de septiembre de 2015) v. 2, España: Diputación de Zaragoza, Institución "Fernando el Católico", pp.1443-1458.
Wachtmeister Bermúdez, F.(2005). Evidencialidad: La codificación lingüística del punto de vista. Tesis doctoral. Stockholms Universitet. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/41311498_Evidencialidad_La_codificacion_linguistica_del_punto_de_vista
Brisbane, 15/05/2022.
Uno de los puntos gramaticales un tanto problemático de explicar es el de operadores de modalidad epistémica (OdME) de doble selección modal (sean ya adverbios o locuciones adverbiales): “a lo mejor”, “seguramente”, “prob tudios de Barrios Sabador 2014 y 2017).
¿Pero qué es la “modalidad epistémica”? Para poder entenderlo, veamos este corto intercambio entre Holmes y Watson, su eterno ayudante:
—(1) El asesino entró por esa ventana.
—No creo lo haya hecho por allí, Watson. El conde habría visto al asesino desde su escritorio y podría haberse defendido. (2) Quizá entró por otro lado.
—¡Pero esa ventana está abierta, Holmes!
— (3) Quizá haya entrado por aquí, pero es muy temprano para confirmarlo por ahora. Vayamos a inspeccionar el vestíbulo con más cuidado.
Fig.1
En la oración (1), Watson ha visto una ventana abierta en la escena del crimen y, sobre la base de la cercanía con el asesinato, hace una afirmación categórica: el asesino podría haber ingresado por allí. En (2), en cambio, Holmes encuentra la aseveración improbable. Sospecha que la víctima podría haberlo visto aproximarse y haberse defendido. A partir de su observación, supone que el asesino podría haberlo hecho por otro lado. ¿Pero por dónde? En (3), finalmente, Holmes reconoce su falta de certeza: no tiene información suficiente y no puede decidir si el asesino entró por allí o por el vestíbulo. Y sin atreverse a rechazar totalmente la idea de Watson, plantea una duda o posibilidad con subjuntivo (“Quizá haya entrado por aquí o quizá no”) como forma de atenuar su desacuerdo. En consecuencia, le propone a su ayudante ir a inspeccionar el otro acceso a la casa.
En este último ejemplo podemos distinguir el contenido del mensaje propiamente dicho de la actitud que adopta el hablante respecto de ese contenido. Holmes no cuenta con evidencia directa alguna, por lo que no está en condiciones de dar una afirmación tajante: su conocimiento es limitado. Así, evalúa la posibilidad de un estado de cosas y presenta sus dudas: ¿Pudo haber sido por esa ventana o por el vestíbulo? Estrictamente hablando, la “modalidad epistémica” se refiere precisamente al grado de conocimiento (ya de certeza ya de duda) que tiene el hablante frente a ciertos hechos.
Notemos además que su evaluación se basa en esta evidencia perceptual o intuitiva (“El asesino podría haber sido visto por el muerto. De haber sido así, tendría que mostrar signos de haberse defendido”) que el hablante procesa sobre la base de su conocimiento o creencia. Al usar un OdME con indicativo, se percibe que el hablante ha evaluado la probabilidad de la situación y elaborado una hipótesis a partir de lo que ve (“Quizá entró por otro lado”). Pero como su hipótesis todavía no puede ser probada, en (3) demuestra que no tiene certeza suficiente para dar una opinión fundamentada (“Quizá haya entrado por aquí o quizá no”), por lo que le propone a Watson inspeccionar otra parte de la casa. Y es precisamente en este punto en el que me quiero detener en esta entrada. ¿Cómo podemos explicar a nuestros estudiantes el modo verbal que puede acompañar a estos OdME? ¿Qué significa el hablante cuando recurre al indicativo o al subjuntivo en estos casos?
La mayoría de los manuales editados en España afirman que, por ejemplo, “a lo mejor” solo va con indicativo, en tanto el resto de los OdME puede llevar indicativo o subjuntivo. Algunos, inclusive van más allá y señalan algunas particularidades que harían exasperar al estudiante más aplicado.
Nuevo español en marcha 3 (2014, p.158), por ejemplo, explica:
1. “A lo mejor” + presente de indicativo, jamás con verbo en futuro.
2. “Seguramente/probablemente” se construyen con futuro o presente de subjuntivo.
3. “Quizás” + indicativo cuando nos referimos a acciones pasadas o presentes y el subjuntivo para las futuras.
La serie Aula internacional para el nivel B2 (Corpas et al., 2014, p.155) coincide con los modos, aunque no entra en detalle respecto de los tiempos verbales. Por su parte, la Gramática básica del español (Alonso Raya, Castañeda Castro et al), de la misma editorial, ignora el tema, inclusive en su reciente edición ampliada de 2021.
Si cruzamos el Atlántico, veremos que la mayoría de los libros editados en EEUU tampoco especifican mucho al respecto. No obstante, algunos, como el caso de Mundo 21. Español para el siglo 21 (Samaniego, et al., 2014, p.220), señalan específicamente que todos estos OdME sin excepción pueden ir tanto con indicativo como con subjuntivo. Según este manual, “el uso del indicativo después de estas expresiones indica que la idea expresada es definitiva, cierta o muy probable, mientras que el uso de subjuntivo dependerá de si algo es pensado como dudoso o incierto” (mi traducción).
En lo que se refiere al uso del subjuntivo con estos OdME, la RAE anota en su NGLE (2010, §25.5.2c):
Los adverbios de duda y de posibilidad, como quizá(s), tal vez, acaso, a {lo ~ la} mejor, posiblemente, probablemente, seguramente se caracterizan por inducir indicativo o subjuntivo dentro de su propia oración. El subjuntivo puede aparecer en estas construcciones si el adverbio precede al verbo y no está separado de él por una pausa. La elección depende en gran medida de la manera en que se interprete la estructura informativa de la oración. (…) Se suele preferir el subjuntivo si la información introducida no es focal o no se presenta como nueva (…). Así, la información que aporta el sujeto de la subordinada en “Tal vez sea cierto que la naturaleza pone en marcha sus propios mecanismos de supervivencia” (Regàs, Azul) se presenta como si fuera compartida por el oyente, a diferencia de lo que sucedería con el indicativo (“Tal vez es cierto…”).
En este sentido, además de lo concerniente a la colocación de estos OdME respecto del verbo, la explicación sobre información nueva/compartida se podría encabalgar con la idea del “subjuntivo” como una “no-declaración”, por cuanto menciona información conocida por ambos interlocutores (Matte Bon 2008a, p. 61 y 2008b, p.18). En efecto, si es así, ¿por qué molestarse en declarar algo que ya se comparte? Con indicativo, en cambio, se declararía algo porque es información nueva. Sin embargo, esta explicación resulta insuficiente, como ya veremos más adelante.
Ruiz Campillo (2019), por su parte, coincide en que estos OdME pueden ir con cualquiera de los dos modos. Anota que todos ellos abren, como veíamos más arriba, un espacio mental de conjetura en donde el modo deja de tener la necesidad absoluta de determinar si se trata de una declaración o no. Para él, en este espacio mental el modo no sería índice de la actitud modal del sujeto, sino que serviría como gradación de dicha actitud. Por lo tanto, continúa, indicativo y subjuntivo son una versión más o menos fuerte de una misma actitud no declarativa de “conjetura” que consistiría en “presentar una hipótesis de lo que en el mundo puede ser”. Remito a su blog para ver varios ejemplos tomados de páginas electrónicas de países como Perú, Uruguay, Venezuela, Colombia, México o Argentina. Lo mismo señala en intercambio con Barrios Sabador (2016, p. 263).
Sin embargo, las explicaciones así dadas pueden resultar confusas para el estudiante de ELE. ¿Cómo puede haber “una actitud no-declarativa” con indicativo cuando siempre hemos venido enfatizando que el indicativo es el modo de la declaración? ¿Cómo explicar ahora que en estos casos especiales se trata de una versión “más o menos fuerte de una misma actitud no-declarativa”? ¿No resultaría esto contradictorio con lo que siempre hemos dicho respecto de estos dos modos?
Por otra parte, al leer Qué gramática enseñar, qué gramática aprender (Llopis-García et al., 2012, pp. 107-108), texto en el que RC también participa como coautor, me encuentro con un pasaje que parece contradecirse con estas afirmaciones. El pasaje en cuestión alude a la posición de los adverbios, antes o después del verbo (Mi énfasis):
La gramática cognitiva plantea la cuestión relacionada con el hablante, los procesos mentales que se activan durante el acto comunicativo y cómo esto se reflejan en su empleo de la lengua. Si se tienen en cuenta este tipo de factores, llegamos a la conclusión de que no es que sea gramaticalmente incorrecto usar el subjuntivo en caso de que el verbo preceda al adverbio, es que es, simplemente, un acto lingüístico carente de sentido. Por eso ningún hablante lo hace y, por eso es una construcción inédita que, por lo tanto, ha sido considerada agramatical a lo largo de la historia.
¿Por qué carece de sentido una construcción de este tipo? Se trata de un hecho elemental: si el subjuntivo no declara nada, no se puede declarar nada y luego matizar con un “quizás” lo que no se ha declarado. En cambio, cuando se declara algo, sí se puede matizar luego con un “quizás” esa declaración (Mi énfasis).
Y más adelante, en este mismo texto se concluye:
El problema no está en constatar que el indicativo se asocia frecuentemente con una percepción de probabilidad mayor que la que se asocia al subjuntivo, ya que esto, si de lo que se habla es de tendencias, sería correcto. (…) El empleo de “quizá/tal vez/seguramente” o cualquier otra construcción análoga, con indicativo o subjuntivo, no se debe de manera constante a cuestiones de probabilidad, sino que la mayor o menor probabilidad estimada por el hablante es uno (solo uno) de los muy diversos factores que pueden llevarlo a declarar o no declarar el hecho al que se refiere, pero no el único (Mi énfasis).
Confieso que todas estas idas y vueltas con razones multicausales han terminado mareándome. Quizá, como se señala en el trabajo de Sweetser (1990), un estudio diacrónico sería de utilidad. Podría ayudarnos a entender (a los profesores) con más claridad (1) por qué se da una doble modalidad con estos OdME, (2) cuál es su significado y (3) qué respuesta más operativa y simplificada podríamos dar en clase. No estoy diciendo con esto que debamos dar una explicación histórica a los estudiantes. Solo estoy planteando que, como profesores de ELE, debemos entender primero el origen y evolución de estos términos y sus sentidos, para poder así estar en condiciones de explicar los procesos mentales que el nativo activa durante el acto comunicativo. Esto ayudaría al estudiante a deducir el significado que el hablante quiere transmitir cuando se vuelca por uno u otro modo.
El principio de Humpty Dumpty
Para poder entender a qué me refiero con todo esto, voy a tomar el caso de una matriz como “es obvio”. La expresión me interesa porque, como dice Ruiz Campillo, puede ir ya con indicativo ya con subjuntivo, dependiendo de en qué sentido estamos pensando. Si “es obvio” = “es evidente”, el hablante elegirá el indicativo, pero si la entiende como “es lógico” se inclinará entonces por el subjuntivo. Se trata, según Ruiz Campillo (2018, p.33) -aludiendo a Lewis Carroll-, “del principio de Humpty Dumpty: las palabras significan lo que el hablante que las usa quiere que signifiquen en cada ocasión en que las usa”.
Algo parecido podría decirse de estos operadores. El caso de “quizá(s)” es un ejemplo muy patente de esto: formado a partir de la expresión latina qui sapit con el sentido de "quién sabe (si)”, solía ir, en su origen. acompañado de futuro de indicativo. Si seguimos su desarrollo histórico, veremos que hacia el siglo XIII se usaba como modificador verbal seguido por un verbo en futuro de indicativo con un sentido de predicción o suposición en el futuro (Suárez Hernández 2017, p.78).
A lo largo de los siglos se fueron extendiendo otros sentidos y usos. Hacia finales de la Edad Media podemos encontrar ejemplos como modificador de toda la oración, con verbos en otros tiempos del indicativo -pasado y presente-, pero siempre con una idea de probabilidad. Para el siglo XVIII el adverbio ejecuta un cambio considerable: parece dejar de lado su conexión con el contenido del mensaje propiamente dicho y se aproxima más a señalar una convicción no del todo segura del hablante respecto del mensaje que emite. Adquiere así un sentido de “duda” o “posibilidad” que se extiende hasta la actualidad.
“Tal vez” y “a lo mejor” parecen haber seguido un desarrollo similar. Del primero, los ejemplos más antiguos datan del siglo XV con el significado temporal de “en tal ocasión”, “aquella vez” (valor puramente temporal) o con el sentido de “a veces”/“raras veces” (valor temporal de frecuencia). Al igual que con “quizá”, a partir del siglo XVIII se produce un cambio de significado -que en rigor de verdad había tenido sus primeros atisbos en el siglo XVI-: cede su valor temporal para pasar a indicar una hipótesis, muchas veces como modificador de toda la oración. Durante este período, se observan muchos usos de esta expresión con verbos en futuro de indicativo o en condicional.
En lo referido a los cambios de los tiempos verbales, Suárez Hernández (2017, p.225) observa en su recorrido diacrónico que en un comienzo predominaba el empleo del presente junto con el pasado. Esta es una diferencia notable con respecto al caso de “quizá”, en el que predominaba en un inicio el uso del futuro (Para un estudio completo sobre esta construcción, ver Suárez Hernández 2017, pp.95-107).
Sin embargo, a medida que su significado se extiende a sentidos de hipótesis o posibilidad, “los verbos principales de estas declaraciones se conjugan con mayor frecuencia en futuro o condicional, así como en presente de indicativo o subjuntivo” (Barrio Garcia 2017, p.232. Mi traducción). Será hacia los siglos XIX y XX que su valor de duda y posibilidad propiamente dicho se consolida, mientras que el valor temporal que “tal vez” tuvo en su origen se dará solo en forma excepcional. Por este valor dubitativo que adquiere la expresión comienzan a acompañarla verbos en modo subjuntivo. Como anota Barrio García (2017, p. 239), una de las principales razones del uso del subjuntivo es que refuerza el valor de posibilidad del enunciado. Como vemos, los tiempos verbales que acompañaban a esta construcción siguieron un derrotero particular. Con sus valores iniciales (temporal puro y temporal de frecuencia) se construía con verbos en presente y pasado. La idea de especulación o hipótesis le permitió adjuntar verbos en futuro y condicional. Más tarde, por extensión, al adquirir el sentido de duda y posibilidad, pasó a usarse también con subjuntivo.
Finalmente, en lo que se refiere a “a lo mejor”, las primeras documentaciones datan de finales de la Edad Media (hacia el año 1300), aunque su uso como frase adverbial de duda datan del siglo XIX (Barrio García 2017, p. 259). El significado inicial era el de circunstancial de lugar (especialmente indicando la dirección), acompañando a verbos de movimiento empleados en sentido abstracto (“tornarse”/”enderezarse”/”inclinarse” usados en sentido abstracto): “Dios mueve todo a lo mejor” (= “en la mejor dirección”). Para el siglo XVII adquiere el sentido de “en el mejor momento de un acontecimiento” (sentido temporal) y de este significado se genera una inferencia que relaciona a lo mejor con la realización imprevista de una acción. La reiteración de estos usos provocará un desplazamiento conceptual, por el que adquiere el valor de acontecimiento repentino (sentido que antes solo se podía deducir del contexto).
A partir de entonces se agrega el valor de imprevisibilidad, con un uso equivalente a “de repente” (“Se casa una para vivir con su marido, y a lo mejor [“de repente”] viene un despacho de Madrid que en dos palotadas me lo manda qué sé yo a dónde.”). Entre los siglos XVIII y XIX, la locución comienza a vacilar entre los valores de imprevisto y de duda (“Depende de la cara que pongan; a lo mejor [¿“de repente”/”quizá”?] salen con aquello de ‘vuelva usted’...”). Ya en el siglo XIX “a lo mejor” comienza a aparecer en actos de habla hipotéticos, a menudo referidos al futuro, lo que lleva a la expresión a relacionarse con este valor y a consolidarse la idea de incertidumbre, posibilidad o duda (“A lo mejor se le antoja a usted marcharse a las provincias, de donde nadie vuelve”.).
Aunque la NGLE (RAE 2010, §25.14n) afirma que se puede construir con ambos modos, el indicativo parece estar más extendido en el español peninsular, mientras que el uso con subjuntivo tiene una presencia ligeramente mayor en Hispanoamérica: “A lo mejor me doy una vuelta por allí” vs “A lo mejor me dé una vuelta por allí”. Dado lo rezagado con que “a lo mejor” afianza su sentido de conjetura (hacia el siglo XIX), podríamos especular con la idea de que la alternancia con el subjuntivo no está totalmente asentada todavía, como ha ocurrido con “quizá” y “tal vez”. Curiosamente, el Diccionario panhispánico de dudas (en línea) todavía aparece condenando el uso de subjuntivo: “A diferencia de sus equivalentes quizá y tal vez, que normalmente llevan el verbo en subjuntivo (aunque también admitan su uso con indicativo), a lo mejor y a la mejor llevan siempre el verbo en indicativo” (afirmación que, como ya se ha visto, no es del todo apropiada).
¿Qué hacemos en clase entonces?
¿Pero qué hacemos con toda esta información? No se trata de abrumar al estudiante con todos estos detalles. Sin embargo, es importante que, como profesores, seamos conscientes de esta evolución. De lo que se trata aquí, en verdad, es encontrar una fórmula simple que le permita al estudiante comprender qué pasa por la mente de los hablantes cuando eligen uno u otro modo con estas expresiones. Pero, además, no deberíamos alienarlo con información que pudiera contradecirse con lo que se ha venido diciendo en clase.
Por todo lo visto, lo cierto es que estos operadores fueron cambiando de piel a lo largo de su historia, hasta llegar a dos sentidos que son los que todavía mantienen en la actualidad:
(1) de conjetura -como juicio u opinión formado a partir de indicios o datos incompletos o supuestos que se hace el hablante- y de allí el indicativo (aunque Barrios Sabador no coincide del todo con esta afirmación. Para más detalle véase Barrios Sabador 2016, p.264). Entendidas así, estas formas podrían equipararse a “supongo/asumo que…”: “Muchos planetas tienen agua. Quizá/tal vez/a lo mejor (= Supongo/asumo que) tienen vida.”
Figs.2 y 3.
De esta manera, se puede apelar a distintas formas temporales con indicativo según el contexto (presente-pasado-futuro-condicional): “Basándome en lo que observo todos los días, quizá (= Supongo/asumo que) a las 5.00 Amanda va/iba/fue/había ido/irá/iría al parque”.
(2) de duda o posibilidad. En este caso, denotan una falta de compromiso con lo afirmado (y de ahí el subjuntivo que los acompaña). Estas formas podrían ser equivalentes a “es posible que”: “Quizá/tal vez haya vida en otros planetas” ( = “Es posible que haya vida en otros planetas”):
Fig.4.
Si los entendemos así, podríamos comprender la idea de gradación que plantea Ruiz Campillo, y recurrir a un esquema como el siguiente:
Figs. 5 y 6.
Si lo leemos en sentido horizontal, veremos que existe una diferencia de “fuerza declarativa”. Se va de un grado máximo de declaración (declaración fuerte), a un “grado aproximado” (entendido en este caso como “conjetura”), para terminar en una “no-declaración” (entendida aquí como “duda” o “posibilidad”). De esta forma, entonces sí podríamos visualizar con claridad el "grado" del que se suele hablar en estos casos.
Algunos profesores -si lo quieren- podrán hacer aquí la salvedad de “a lo mejor”, y distinguir la tendencia estándar con indicativo y una versión que comienza a propagarse con subjuntivo (aunque no solo en Hispanoamérica como lo señala la RAE, sino también en la península). Podríamos pensar que en un comienzo se da con presente de subjuntivo prospectivo. No obstante, aunque esto es anecdótico, en una búsqueda rápida en internet he encontrado varios casos con distintos tiempos del subjuntivo. Veamos algunos ejemplos de hablantes peninsulares en intercambios escritos sin voluntad normativa o estética:
“Tal y como está ahora mismo el trabajo en España, a lo mejor tenga que currar [trabajar] de lo que venga (…)” (Testimonio de un joven español: http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1984-66572014000400008).
“Es raro lo que comentas, pero a lo mejor tuviera que ver con algún sensor del filtro de partículas.”(Comentario en foro de camping español: https://www.webcampista.com/foro/threads/coche-tractor-para-sterckeman-alize-490.4097343/page-2#post-4201466).
“A lo mejor hubiera estado bien un sistema en el que el estado comprara la hipoteca de los casos más necesitados, y así no tener tanta prisa en cobrar.” (Comentario en blog de elmundo.es: https://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2011/07/20/lo-que-ustedes-no-viven.html).
El “truco” que propongo, entonces, nos sirve para hacerle ver al estudiante que “allí hay algo” sutil, pero que si no logra ver la sutileza, con cualquiera de los modos que utilice dirá una frase que será consistente con respecto a alguna de las variantes del español, como anota Ruiz Campillo en su blog (2019). Aquellos estudiantes más despiertos o quisquillosos con las sutilezas también quedarán conformes: podrán “jugar” con ellas si quieren hacerlo tal como lo hace un nativo. Asimismo, se podría hacerles notar cómo este juego permite ciertas funciones pragmáticas de atenuación de sus palabras, con el fin de evitar ser tajantes, tranquilizar al interlocutor, anticiparse a una posible crítica, encubrir opiniones que podrían ocasionar conflictos o menguar las discrepancias (Pérez Salazar 2013, p.203).
Como vemos, entonces, haciendo las salvedades mencionadas, podemos hacer caso omiso de las prescripciones o proscripciones innecesarias que hacen nuestros manuales, porque cualquiera que sea el modo elegido la oración será correcta. Obviamente, deberemos cuidar entonces los ejercicios que se hagan. La cosa no pasará tanto por elegir entre indicativo o subjuntivo en oraciones descontextualizadas, porque al fin de cuentas, ambos modos serán posibles. Pero también deberíamos tener cuidado con la evaluación: habría que aceptar como correcta cualquier opción modal propuesta por los estudiantes (siempre y cuando no se confundan los tiempos verbales) y reformular, con contextos claros, los ejercicios de los manuales.
Para una explicación animada del uso y significado de estos AdME, véase el punto 4.17 en la sección de "Gramática".
Referencias
Alonso Raya, R.; A. Castañeda Castro; P. Martínez Gila y otros. (2021). Gramática básica del estudiante de español A1-B2. Barcelona: Difusión.
Barrio García, A. (2017). L’expression de la modalité épistémique en espagno.l Étude diachronique des modalisateurs de doute. Tesis doctoral. Disponible en: https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/681641/barrio_garcia_alejandra.pdf
Barrios Sabador, M. J. (2014). “La expresión de la probabilidad en un nivel B2. Percepción del docente sobre un grupo de producciones no nativas”. En N.M. Contreras Izquierdo (ed.). La enseñanza del Español como LE/L2 en el siglo XXI (XXIV Congreso internacional ASELE). España: ASELE, pp. 129-140.
----- (2016). “Uso de indicativo y subjuntivo en los adverbios de modalidad epistémica de incertidumbre. Estudio en un corpus informatizado”. E-Aesla, 2, pp. 260-273.
-----(2017). “La expresión de la probabilidad: carencias de los estudiantes de nivel intermedio alto”. En M.C. Ainciburu y C. Fernández, (eds.). La adquisición de la lengua española: aprendizaje, enseñanza, evaluación. Buenos Aires: Autores de Argentina, pp. 83-98.
Castro Viúdez, F.; Rodero Diez, I. y Sardinero Franco, C. (2014). Español en marcha 3. Madrid: SGEL.
Corpas, J.; Garmendia, A.; et al. (2014). Aula internacional 3 y Aula internacional 4. Barcelona: Difusión.
Llopis-García, R.; Real Espinosa, J.M. y Ruiz Campillo, J.P. (2012). Qué gramática enseñar, qué gramática aprender. Madrid: Edinumen.
Matte Bon, F.(2008a). Gramática comunicativa del español (Tomo 1). España: Edelsa.
-----. (2008b). “El subjuntivo como operador metalingüístico de gestión de la información”. MarcoELE. Revista de didáctica español lengua extranjera, 6, pp. 1-30.
Pérez Salazar, C. (2013). “A lo mejor. Lo mismo. De la comparación y la identidad a la modalización epistémica.” En Garcés Gómez, M.P. (ed). Los adverbios con función discursiva: Procesos de formación y evolución. Madrid: Iberoamericana-Vervuert pp.202-238.
Ruiz Campillo. J.P. (2008). “El valor central del subjuntivo: ¿informatividad o declaratividad?. MarcoELE. Revista de didáctica ELE, 7, pp. 1-43.
-----. (2018). “Seis reglas para una gramática operativa. Un antídoto contra el caos.” En Seus, N. y Herrera, F. (eds). Enseñar gramática en el aula de español. Nuevas perspectivas y propuestas. Barcelona: Difusión, pp.27-53.
-----. (2019). “El subjuntivo es lógico: Piedra, papel…¡operadores¡.” En 3GRAM. Mecánica de la comunicación. Disponible en https://terceragramatica.com/el-subjuntivo-es-logico-operadores/
Samaniego, F.; Rojas, N. et al. (2014). Mundo 21. Español para el siglo 21. Boston: Heinle.
Suárez Hernández, A. (2017). Análisis diacrónico de adverbios con función discursiva: Hacia una descripción lexicográfica. España: Cilengua. Fundación San Miguel de la Cogolla.
Sweetser, E.(1990). From Etymology to Pragmatics. Metaphorical and Cultural Aspects of Semantic Structure. Cambridge: Cambridge UP.
Brisbane, 15/04/2022
Desde Colombia, un colega se preguntaba recientemente en un foro de profesores si las diferencias entre distintas lenguas con respecto a las maneras de visualizar el tiempo cronológico se daban también dentro de una misma lengua. Y como ejemplo mencionaba que en Colombia se oían con frecuencia expresiones del tipo "la noche/semana/etc. anterior" en lugar de "anoche, la semana pasada", etc. Y terminaba:
¿Reflejan distintas visiones o se trata de un simple recurso estilístico? ¿Cómo se puede explicar que en el siguiente ejemplo extraído de un medio de prensa colombiano el hablante use “semana anterior” y no “semana pasada”?: “La moneda extranjera perdió ayer casi 50 pesos y cayó por debajo de los $4.000, nivel que alcanzó al cierre de la semana anterior.”
La pregunta es por demás muy interesante, por cuanto el colega olvida considerar dos factores importantes. Por un lado, debemos tener en cuenta cómo las palabras o ciertas frases requieren información contextual para ser completamente entendidas (factor deíctico). Por ejemplo, el sentido de “mañana” solo podrá ser comprendido si conocemos el contexto y el tiempo en que el hablante la dijo. Por otro, también se nos hace perentorio analizar la forma en que algunas expresiones remiten a algo previamente dicho en el discurso como “Dijo mamá que la llames”, en donde “la” remite a “mamá” (factor anafórico).
Como vemos, varios son los elementos que hay que identificar: la ubicación en el tiempo del evento del que se habla, el punto de referencia que se toma y discriminar algunos usos. Para esto, también se hace necesario analizar los adverbios de tiempo y sintagmas nominales con función adverbial (como “la semana pasada”, “el último año”, etc.) (Hualde, Olarrea et al, 2010, p. 376). Vale la pena recordar que algunas de estas expresiones se basan en una metáfora del espacio aplicada al tiempo, por lo que, como se verá a continuación, se podrían ejemplificar con imágenes que nos ayudarían a entender lo que está en juego.
Algunas de estas expresiones de tiempo que citaba el colega aparecen clasificadas como “adverbios demostrativos con propiedades pronominales” por la RAE, dado que su significado se obtiene por deixis o a través de relaciones anafóricas (RAE 2010, § 17.1.1), diferencia esta importante que debemos tener en cuenta con más detalle. Eguren (1999, p. 955), por su parte, anota que estos “adverbios demostrativos” constituyen un reducido grupo cuya función más habitual es la de ser complemento circunstancial o adjunto de un verbo. En esta lista incluye -y cito solo los que me interesan en esta explicación- los adverbios de tiempo “ahora, entonces, hoy, ayer, mañana y anoche” y también locuciones adverbiales temporales lexicalizadas como “antes de ayer (o anteayer)”, “antes de anoche” y “pasado mañana”, entre otras.
Ahora bien, si consideramos los verbos, veremos que en muchas oportunidades ocurre que el tiempo gramatical no apunta solamente a una relación entre dos momentos temporales, sino entre dos, tres o incluso cuatro momentos. Así, por ejemplo, en una oración como “Eugenia dijo que su sobrino había llegado el día anterior a Bogotá”, el pluscuamperfecto “había llegado” expresa anterioridad con respecto a “dijo”. Pero este último hecho, a la vez, es anterior con respecto al acto de enunciación. Por lo que vemos, para caracterizar con precisión el pluscuamperfecto, entonces, apelamos a tres momentos temporales: el momento de la enunciación propiamente dicho en que se emite esa larga oración (el instante en el que el hablante que refiere las palabras de Eugenia pronuncia esas palabras), el momento en que Eugenia dijo algo y el momento de la llegada de su sobrino (García Fernández 1999, p. 3159).
Lo que vemos con esto es que, si bien el tiempo gramatical sitúa el evento verbal en la línea temporal en relación con el momento de la enunciación, no identifica con exactitud su posición. Así, con “llegó” se nos indica pasado respecto del acto de enunciación, pero no se puntualiza en qué momento particular ocurrió el hecho (¿Cuándo llegó? ¿Ayer? ¿La semana pasada? ¿El año pasado?). De esto se deduce, entonces, que la función de estos complementos adverbiales (CCAA de aquí en adelante) deícticos y anafóricos consistiría en precisar la situación del evento verbal en la línea temporal.
De esta forma, en lo que tiene que ver con el tiempo gramatical, algunos de estos CCAA que le preocupaban al colega se pueden clasificar en dos grupos. En realidad, García Fernández los clasifica en tres, pero aquí me interesan estos dos por ahora:
1. Aquellos que hacen referencia obligada al momento del habla: “anteayer”, “ayer”, “la semana pasada” (CCAA deícticos),
2. Aquellos que hacen referencia a un momento distinto del momento del habla: “el día anterior”, “el día antes”, “al día siguiente” [de otro mencionado en el discurso] (CCAA anafóricos).
Así que nuestro primer paso sería distinguir con claridad los CCAA deícticos de aquellos anafóricos en los ejemplos que citaba el colega. Como decía, los primeros están anclados en el momento de habla. Así, si digo hoy 15 de marzo de 2022 “Eugenia llegó a Brisbane anteayer” podemos localizar su llegada el 13 de marzo. Esto se entiende porque “anteayer” pertenece al grupo de los adverbios deícticos y ubican el hecho respecto del acto de la enunciación y el contexto en que se produce (García Fernández 1999, p. 3160). En otras palabras, estoy diciendo que, tomando como punto de referencia “mi presente del aquí y ahora del 15 de marzo”, Eugenia llegó hace dos días.
Siguiendo siempre a García Fernández, el segundo grupo está conformado, como decía más arriba, por “CCAA anafóricos”. Como ejemplo, imaginemos que la oración pronunciada hoy, 15 de marzo de 2022, fuera “Eugenia llegó tres días antes”. Podemos estar seguros de que ella no llegó necesariamente el día 12, por cuanto los CCAA anafóricos remiten a “un momento mencionado con anterioridad en el discurso” y en esas palabras no hay nada previo que podamos tomar como referencia. Y subrayo esto porque este punto tiene una relevancia supina para entender esta diferencia. Es evidente que la falta de contexto me impide determinar con precisión el día de su llegada. Solo una mayor precisión en el discurso podría ayudarnos a saber cuál es ese momento (¿tres días antes de qué punto de referencia?). Distinto sería el caso si expresara “Me dijeron que Eugenia llegó el 15, pero en verdad llegó dos días antes”. Aquí sí vemos cómo el “dos días antes” toma como referencia el 15 que se ha mencionado previamente.
Este mismo autor observa que en la deixis temporal, el pronombre “este” forma un sistema deíctico con los adjetivos “pasado” y “próximo” o la oración de relativo “que viene” (García Fernández 1999, p. 3163). Este sistema deíctico es paralelo al que forman “ayer”, “hoy” y “mañana”. “El sistema se distribuye como sigue, donde X indica un nombre de tiempo como ‘año’, ‘mes’, ‘semana’, ‘verano’, usado como unidad del calendario (y no como unidad de medida)”:
ayer hoy mañana
el X pasado este X el X {próximo/que viene}
Para ilustrar el ejemplo citado por el colega, ejemplificaré con imágenes:
Figura 1
Los rectángulos punteados son las semanas y los círculos, los días. Así, el acto de enunciación de la hablante se ubica en su “hoy” (el centro deíctico del que habla García Fernández). A partir de ese centro coloca la pérdida de 50 pesos en la moneda extranjera en un “ayer” (CA deíctica) (flecha azul superior). Pero después de ese “ayer” usa la expresión “la semana anterior” que, como hemos visto, es anafórica y toma como punto de referencia otra instancia mencionada en el discurso (flecha roja superior). En este caso se trata de ese “ayer” aludido previamente.
¿Y por qué no “semana pasada”? Sí, efectivamente, también se podría decir: “La moneda extranjera perdió ayer casi 50 pesos y cayó por debajo de los $4.000, nivel que alcanzó al cierre de la semana pasada”. Pero en este último caso, la hablante estaría tomando siempre como punto de referencia el momento en que se produce su acto de enunciación (su hoy), con lo cual ambas expresiones -ayer y “semana pasada”- funcionarían como CCAA deícticas (flechas azules inferiores).
¿Por qué hace esto? ¿Qué implicancias tiene decir “semana pasada” en lugar de decir “semana anterior” en este contexto y cambiar sus puntos de referencia? Quizás quiera acercar los hechos a su presente para destacar los efectos económicos en el ahora o no, darles más relevancia o suavizar sus consecuencias, marcando más distancia, etc. No lo sabemos a ciencia cierta. Lo cierto es que el hablante dispone de estas posibilidades y las usa.
En suma, en la expresión "la noche anterior", el adjetivo se refiere a cualquier noche previa a otra que se toma como referencia siempre que no sea la noche entre ayer y hoy (CA anafórica). Por ejemplo, esta noche mía de 20 de diciembre digo: “Anteanoche Eugenia corrió en el parque, pero la noche anterior (anterior al “anteanoche”, que es el punto de referencia que tomo ahora) se quedó en la casa.” Como se ve, hay aquí un “movimiento en el eje horizontal” que se inicia en el presente del acto de enunciación y se dirige hacia el pasado. El hablante se encuentra ubicado en ese presente y desde ese lugar mira hacia el espacio que ha quedado atrás y discrimina: “anoche” (la noche entre ayer y hoy), “ante(a)noche” (que remite a dos noches ANTES de su ahora), “la noche anterior” (noche que toma como punto de referencia a “ante[a]noche”). Si representara todo esto visualmente, quedaría así:
Figura 2
Obviamente, también podría decir: “Anoche Eugenia corrió en el parque, pero la noche anterior se quedó en casa” (en donde, otra vez, “la noche anterior” toma como referencia a un “anoche”, pero no al momento del acto de enunciación).
Tomando como base esta explicación, ¿cómo se podrían explicar, entonces, estos otros dos ejemplos proporcionados por el colega de más arriba en su consulta?
1. La entrega diaria de las toneladas estimadas se dará a partir de este jueves. Ecopetrol planea completar mensualmente una producción de entre 1.800 y 2.000 toneladas. “Esta producción se suma a las 300 toneladas entregadas la semana anterior, que permitieron mitigar el impacto por las menores cantidades producidas […].
2. Y un caso curioso de mezcla. Título y subtítulo:
TÍTULO: A la cárcel hombre que estaría implicado en homicidios de dos taxistas. Los crímenes de Álvaro Iriarte y Javier Molinares se registraron la semana anterior en Puerto Colombia y Soledad.
TEXTO: - Envían a la cárcel a una persona que estaría presuntamente implicada en las muertes de dos taxistas, identificados como Álvaro Iriarte y Javier Molinares, la semana pasada en los municipios de Puerto Colombia y Soledad.
Respuestas:
1. “La semana anterior” toma como punto de referencia “el jueves” mencionado previamente en el discurso. Nótese que “este jueves” se ubica en el futuro del acto de enunciación.
2. “La semana anterior” toma como punto de referencia el momento en que se envía a la cárcel al asesino. “La semana pasada”, en cambio, toma como punto de referencia el momento del acto de enunciación.
Veamos la representación visual:
Figuras 3 y 4
Referencias
Eguren, L.(1999). “Pronombres y adverbios demostrativos. Las relaciones deícticas.” En I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo I. Madrid: Espasa-Calpe, pp.930-972.
García Fernández, L. (1999). “Los complementos adverbiales temporales. La subordinación temporal.” En I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 3129-3280.
Hualde, J.I., Olarrea, A. et al (2010). Introducción a la lingüística hispánica. Cambridge: Cambridge UP.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/03/2022
Veíamos en mi entrada anterior el caso de la preposición “hasta”, sus orígenes y su significado. En esta primera entrada del año me gustaría continuar con algunos conceptos esbozados allí y agregar algo más sobre ella. En particular, me interesaría hablar sobre su comportamiento como subordinante en cláusulas temporales seguida por “que”. Para aquellos que deben introducir este uso en el nivel B2, esta entrada podrá resultar útil.
Hasta durativo: En su muy interesante estudio sobre la negación, Cristina Sánchez López (1999, p. 2598), indica que la preposición “hasta” puede aparecer en predicados afirmativos y negativos. En el primer caso, introduce complementos temporales que señalan el límite final de la acción principal. Estos complementos pueden ser sintagmas nominales que denotan tiempo, construcciones de infinitivo y cláusulas temporales con verbos conjugados encabezadas por “que”. Veamos algunos ejemplos (Ver Figs. 1, 2 y 3).
Figuras 1, 2 y 3:
Estamos aquí, dice la autora, ante un caso de “hasta durativo”, por cuanto se entiende que la actividad o el estado de la oración principal (“mirar TV”) dura hasta el límite impuesto por “hasta” (en mis ejemplos, la medianoche o el momento en que el sujeto se cansa o se acuesta).
Hasta puntual: Ahora bien, cuando la oración principal menciona una acción negativa (“no mirar TV”), la cláusula temporal introducida por “hasta que” no indica el instante final, sino el momento en que comienza a desarrollarse la acción de la oración principal (ver figura 4): “No miró televisión hasta que volvió su programa favorito”.
Figura 4.
Dicho en otros términos, “solo cuando repusieron su programa favorito, comenzó a mirar televisión otra vez”. Estaríamos aquí ante un caso de “hasta puntual”. Sin embargo, este uso presenta algunos problemas. Veamos cuáles son.
“Hasta que” puntual + “no enfático”: Con este uso suele producirse con frecuencia en el habla coloquial la aparición de un “no” en la subordinada que resulta innecesario. Se trata de un “no enfático, espurio o expletivo”: “El niño no se durmió hasta que no vio a su mamá” = “El niño no se durmió hasta que vio a su mamá” = “El niño se durmió cuando vio a su mamá”. O con el ejemplo de la TV (figura 5): “No miró televisión hasta que no volvió su programa favorito” = “No miró televisión hasta que volvió su programa favorito” = “Miró televisión cuando volvió su programa favorito”.
Figura 5.
Todas estas oraciones tienen, en principio, el mismo significado. Desde la gramática se afirma que este “no enfático” presente en el primer ejemplo solo podría darse cuando ya hay una segunda negación en la oración principal, por cuanto su aparición se daría por “atracción” o “arrastre” del “no” de la principal (ver figura 6). En su edición electrónica, el Diccionario panhispánico de dudas (RAE, s.f., definición 1) insiste en que su aparición se da como refuerzo en la subordinada cuando la oración principal tiene sentido negativo:
“No se fue hasta que no llegó su padre”; “Se negó a confesar hasta que no llegó el juez.” Debido a lo arraigado de este uso, ha de considerarse admisible, aunque no hay que olvidar que el enunciado no necesita esta segunda negación: “No se fue hasta que llegó su padre”; “Se negó a confesar hasta que llegó el juez.”
Figura 6.
Estaríamos todavía, según Sánchez López (1999, p.2599), ante un “hasta puntual” por cuanto lo expresado con “hasta que” en estos casos “denota el punto de arranque de la actividad o el de realización de la acción” (que, en este caso concreto, es el de la oración principal -"dormir"-). Otro ejemplo: “Hasta que no haya limpiado la casa y haya ido al supermercado, no podré relajarme” (la acción de “relajarse” comenzará después de haber limpiado la casa e ido al supermercado).
Un elemento interesante para tener en cuenta es que ese valor enfático del “no” impide que aparezca un indefinido negativo (nadie, ninguno, ningún) en la subordinada: “No nos iremos hasta que no venga *ninguno/*nadie/*ningún invitado”, pero sí: “No nos iremos hasta que no venga alguien/algún invitado”.
Usos del “hasta que” + “no” sin valor enfático: Si seguimos esta línea de pensamiento, ¿por qué en la figura 7 no estaríamos ante un “no enfático” con “hasta que”?
Figura 7.
(1) Primero y fundamental: No existe una idea negativa en la oración principal que incida en la aparición del enfático en la subordinada.
(2) Luego, el “hasta que” es durativo e indica el límite final de la acción principal y no el inicio de la actividad, como se esperaría con un “hasta que” puntual.
(3) Finalmente, el “no” de la subordinada tiene valor negativo por sí mismo en lugar de ser espurio. La acción de subir se desarrolla hasta el momento en que NO le dieron más las fuerzas o NO tuvo más fuerzas”.
Diferente sería el caso si dijéramos: “No subió la escalera hasta que no logró juntar fuerzas”. En este caso, vemos con claridad cómo se dan las tres condiciones mencionadas:
1. Existe una idea negativa en la oración principal que se repite en la subordinada.
2. El “hasta que” es puntual y marca el inicio de la acción de subir (“solo subió cuando logró juntar fuerzas).
3. El “no” de la subordinada es claramente espurio: podemos omitirlo sin alterar el significado: “No subió la escalera hasta que logró juntar fuerzas” = “Subió la escalera después de juntar fuerzas” = Junto fuerzas y entonces subió la escalera”.
El “no” enfático o expletivo y un cierto valor dubitativo: Por su parte, la RAE (2010, §48.7.1b), concluye con un comentario interesante (algo que también Sánchez López menciona como al pasar):
La negación expletiva poseía mayor vitalidad en la lengua antigua que en la actual. Aparecía en los complementos de varios verbos que expresan temor, duda, rechazo o impedimento, como en “Vete con Dios, que temo no nos haya escuchado Halima, la cual entiende algo de la lengua cristiana” (Cervantes, Amante). Algunos de estos usos se atestiguan todavía ocasionalmente en el habla coloquial y no necesariamente con “hasta que”, como en “Hay que evitar que no se eche a perder” por “Hay que evitar que se eche a perder”. Dado que pueden provocar confusión entre sentidos opuestos, se recomienda evitarlos. [Es esta una confusión que ocurre con frecuencia entre los estudiantes cuando introducimos estos casos en el nivel B2).
En nota final, Sánchez López (1999, p. 2630) afirma que este “no expletivo” ha sido criticado por numerosos gramáticos (Cuervo o Seco, entre otros). Cuervo cree percibir que su origen se debe a una contaminación entre las frases con “hasta” y con “mientras no”, cuyo sentido puede ser similar en “No se vaya mientras no le llamen” y “No se vaya hasta que (no) le llamen”. María Moliner, en particular, no lo considera elegante, aunque admite que lo usan autores consagrados y destaca el solapamiento entre “hasta” y “mientras” comentado ya por algunos de los lingüistas mencionados. No sería de extrañar, habida cuenta de los orígenes árabes de “hasta” y la confusión que se produce en esa lengua entre “hasta” y “mientras”, como ya he explicado. Por eso, “hasta que no” podría interpretase perfectamente como un “mientras no”.
Por último, Gili Gaya (1980, p.289) lo llama “no dubitativo”. Señala, al igual que los otros autores, que esta forma es de larga tradición en la lengua y se remonta hasta algunos usos particulares ya en el latín, por lo que lo equipara a algunos adverbios de duda: “quizás”, “tal vez”, “acaso”. Puesto así, podríamos deducir aquí entonces que en algunos casos la negación expletiva con el “hasta que” se acerca casi a una idea dubitativa y se enfatizaría así un cierto valor irreal o virtual (Sánchez López -1999, p. 2630- también le asigna este valor. De la misma forma se manifiestan Bosque 1980, Méndez Ga. de Paredes 2003, Jacob 2003, Baczmaga 2010, entre otros). De esta manera, en el ejemplo “Voy a estar sin hablarle hasta que [no] cambie de actitud” se podría parafrasear como “Voy a estar sin hablarle hasta que [acaso/tal vez/quizás] cambie de actitud”. Ya lo llamemos dubitativo o superfluo, lo cierto es que la presencia de ese “sin” introduce una idea negativa en la oración principal, fenómeno que implicaría que ese “no” en la temporal cumpliría con los requisitos que he enumerado para identificar el correcto uso del enfático. Así, podría omitirse sin cambiar el significado: “Voy a estar sin hablarle hasta que cambie de actitud”.
A modo de síntesis, para que se interprete el “hasta que” + “no” con valor enfático debemos tener:
(1) una idea negativa en la oración principal,
(2) un “hasta que” puntual (por el que se indica el inicio de la una acción y no su final) y
(3) un “no” en la subordinada que pueda omitirse sin cambiar el sentido de la oración.
Como nota final, López García (2005, p.211) añade algo que nos permite entender por qué algunos estudios ven en algunos “hasta que no” un matiz condicional:
El adverbio temporal “mientras” (“mientras vivió en Madrid no se acordó de ella para nada”) también se emplea como condicional (“mientras no alborotes, puedes jugar con lo que quieras”); en esto se parece a otro adverbio temporal, “siempre” (“siempre lo recordaré”), si bien aquí el uso condicional se obtiene con “siempre que” (“siempre que no alborotes, puedes jugar con lo que quieras”).
Y si “hasta” puede ser equivalente a “mientras”, como veíamos en su origen, la pregunta que cabría hacerse entonces es si ese “hasta que no” no podría tener también un matiz condicional en ciertos contextos bastante limitados (por ejemplo, con verbos en presente): “Voy a estar sin hablarle hasta que no cambie de actitud = “Voy a estar sin hablarle mientras no cambie de actitud” = Como no cambie de actitud, voy a estar sin hablarle = Voy a estar sin hablarle si no cambia de actitud”. Pero este tema excede el propósito de mi entrada.
Referencias
Baczmaga, J. (2011). “Negación expletiva en castellano: lengua y lógica”. En R. Balches Arenas y Marta Pawlowska (eds.) Iberystyka w polskiej panoramie uniwersyteckiej XXI wieku: materiały z II Ogólnopolskiego Kongresu Studentów Filologii Iberyjskich. Kraków : Księgarnia Akademicka, pp.43-55.
Bosque, I. (1980). Sobre la negación. Madrid: Cátedra.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf.
Jacob, D. (2003). “De la función primaria a la autonomía de la sintaxis: hacia un enfoque sociológico del cambio gramatical”. Lexis XXVII. 1-2: pp. 359-399.
López García, A. (2005). Gramática cognitiva para profesores de español L2. Madrid: Arcos.
Méndez Ga. De Paredes (2003). “La determinación temporal hasta que en español. Aspectos gramaticales, discursivos y normativos”. Lexis XXVII. 1-2: pp, 429-470.
Real Academia Española (2005). Hasta. En Diccionario panhispánico de dudas. Recuperado e 9 de febrero de 2022 de https://www.rae.es/dpd/hasta
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Sánchez López, C. (1999). “La negación”. En I. Bosque y V. Demonte (ed.), Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp.2561-2634.
Brisbane, 15/02/2022.
Existe en español una serie de preposiciones llamadas “de desplazamiento” que evocan cómo se mueve un objeto o ítem particular en un espacio determinado. En eventos de movimiento, generalmente, tanto el origen de ese objeto (O) como el camino que recorre (C) pueden quedar en un segundo plano, dada la atención con que seguimos a ese objeto hasta que llega a reposo.
Por este motivo, la meta (M) suele recibir una mayor prominencia cognitiva y así cuenta con un mayor número de preposiciones. Esto explicaría por qué podemos encontrar cuatro que tienen como punto de referencia ese punto final: “a”, “hacia”, “hasta” y “para”. En cambio, nótese que solo contamos con dos que apuntan al origen (“de” y “desde”); y dos, al camino (“por” y “vía”) (Romo Simón 2016, p. 282).
Fig.1.
De las cuatro preposiciones mencionadas que perfilan M, el nexo “a” será el que incluirá el marco de visualización más amplio, por cuanto abarcaría los tres puntos (OCM) de ese desplazamiento (entendido siempre en un sentido muy amplio). Sin embargo, dado que todas ponen en foco el límite final, en algunos casos se podrían intercambiar, con leves diferencias de matiz, dependiendo -por supuesto- de la naturaleza de los elementos relacionados: “Se fue a/hacia/hasta/para la casa”, pero no ““Se fue a/*hacia/*hasta/*para/la guerra”.
Como ejemplo, imaginemos por un momento que somos testigos del robo a un banco y la policía nos pregunta sobre la dirección que tomaron los malhechores al escapar. Así, podríamos decir: “Se fueron a/hacia/hasta/para el parque”. Si bien todas son respuestas posibles, cada una de ella le daría a la policía un dato sutilmente diferente: ¿Se dirigieron al parque como destino final (“a”)? ¿Solo es una indicación vaga de la orientación que tomaron (“hacia”)? ¿Se indica el límite final al que llegaron sin pasarlo (“hasta”)? ¿O simplemente se alude a un desplazamiento sin clarificar si llegaron o no (“para”)?
Preposición "a"
En mi entrada del 15-07-2019, explicaba que la preposición “a” perfila siempre un movimiento real o proyectado hacia un lugar, pero también hacia un objetivo o idea. En suma, se destaca el ingreso al punto de llegada o destino, de allí que, en mi siguiente imagen, se incluya al personaje que se desplaza “dentro” del cubo que representa su casa:
Figs.2A y 2B.
Como siempre, a partir de esta idea de desplazamiento en el espacio se extenderán otros significados no necesariamente espaciales, como los siguientes:
Fig. 3.
Nótese cómo en la figura 3, de un significado prototípico de desplazamiento espacial con ingreso se desprende el concepto de “desplazamiento o dirección hacia un objetivo o idea” (en el dibujo, en color sepia).
Preposición "hacia"
“Hacia”, en tanto, se originó en la contracción del castellano medieval “faze a”, que a su vez procedía de la expresión latina facie ad -con el sentido “de cara a”- (Corominas 1987). De esta forma, en su origen no perfila “destino” en sentido estricto, sino en realidad “orienta” la posición que adopta algo en el espacio respecto de un punto de referencia. Por este motivo, mi animación (fig.4) muestra cómo el objeto se proyecta hacia ese punto de referencia (con una línea), pensado ahora como una “orientación”, sin perfilar movimiento ni aproximación progresiva, ni destino final con ingreso, como sí podría ocurrir con “a”. Así, dado que con “hacia” hablamos de un “punto de orientación”, no se incluye, en principio, ningún momento de llegada. Nótese entonces que en las imágenes la línea que representa “esa proyección” no llega a tocar la meta. En definitiva, la figura en cuestión orienta siempre su cara a ese punto de referencia.
En la animación, la última ilustración muestra un esquema más simplificado -y no figurativo-. En ella se muestra cómo el objeto o la persona (TR = trayector o figura prominente, en términos de Langacker) se posiciona en relación con una meta (puede ser el norte, el parque, la avenida), sin llegar a ser ella necesariamente el destino final. Nótese que el origen aparece sombreado, por cuanto solo se perfila la orientación respecto de su punto de referencia, independientemente de donde se origina.
Volviendo a nuestro ejemplo de los malhechores, para que se entienda mejor, es posible que los hayamos visto corriendo sin saber de dónde venían (sin perfilar el “origen”), y solo vimos hacia dónde orientaron su escape. Como dudamos de que ese haya sido el lugar final al que llegaron y en donde se ocultaron, no nos animamos con más contundencia a declarar que “fueron al parque” -destino final- o “para el parque” (dirección). Solo podemos explicitar la posición que llevaban respecto de un lugar.
Fig.4.
Para poder ejemplificar este nexo, he elegido el perfil de una persona -con brújula incluida- que se orienta y cambia de posición de cara al lugar que ocupa su referencia.
Otro ejemplo más concreto que podemos pensar es el de un girasol que “mira hacia el sol”. A medida que el sol se mueve, la flor irá cambiando de posición, en función de la ubicación del astro.
Fig. 5.
Morera (1998, p. 238) agrega una distinción que me parece relevante y que deberíamos considerar. Señala este autor que con esta preposición se sitúa el punto de vista de la orientación en el punto de partida. Esto último solo ocurre con la preposición "a", que solamente se toma como referencia. De allí que en mi animación haya colocado al TR en O, cambiando de postura según el lugar que ocupa M. Y concluye:
a) Si el término regente designa desplazamiento, entonces 'hacia' desarrolla el sentido contextual ‘discurriendo en dirección a’. [Sería el caso de "Los malhechores se dirigieron hacia el parque". Nótese que en mi animación, el TR se moviliza hasta un punto determinado de C en donde aparece una brújula que señala la orientación en esa dirección.].
b) Si el término regente designa una disposición o una orientación sin desplazamiento, entonces la preposición 'hacia' desarrolla un sentido puramente orientativo. [Sería el ejemplo del girasol que daba más arriba.).
Como vemos, entonces, con “hacia” se indica un punto espacial o temporal al que se orienta o discurre algo (dependiendo de su contexto), aunque tal vez nunca se llegue a él. Volviendo a mi ejemplo del robo al banco, imaginemos que le respondemos a la policía que nos interroga sobre al asalto al banco que los malhechores fueron vistos cuando "iban hacia el parque”. No sabemos si llegaron a él o si por el camino se desviaron por otras callejuelas. Solo sabemos que cuando los vimos llevaban esa orientación, pero no podemos afirmar que ese fuera su destino final ni que se hubieran desviado antes.
Preposición "para"
Con “para”, a diferencia de “hacia”, no indicamos la orientación, sino un desplazamiento con el fin de encaminarse a M (nótese que en la imagen la línea tampoco llega a “tocar” la meta). En efecto, la preposición perfila el abandono de O, pero no la llegada a M. La persona o el objeto se desplazan en esa dirección, pero tampoco sabemos si llegan a destino o no (algo que, ciertamente, solo podemos confirmar con “a”). A partir de este uso básico de dirección entendido en términos espaciales, se extienden otros significados, como el del fin último para el que algo se ha creado o destinado. Para explicitar esto con mayor claridad, en la ilustración se señala con una serie de carteles indicadores “la dirección” que debe seguir el objeto en cuestión:
Fig.6.
Preposición "hasta"
Y así llegamos a “hasta”. Según Corominas (1987), “hasta” se originó en el árabe “hàttá” (nuestra ‘s’ sería una diferenciación de la doble t) y se incorpora en nuestra lengua alrededor del siglo X. En la Edad Media osciló entre formas como “hadta”, “adta”, “fata” e inclusive “fasta”. Primer dato para tener en cuenta: en algunas lenguas semíticas, curiosamente, “hasta” y “mientras” ya se solapaban y confundían. Y este hecho tendrá unas implicancias notables en cómo se usa.
Como preposición, “hasta” indica el límite final al que llega un recorrido (entendido este en un sentido muy amplio: físico-espacial, temporal o abstracto-mental) (Matte Bon 2008, p. 284). Su contrapartida es “desde”. Con “hasta” puede indicarse ya el lugar en que culmina un movimiento o trayecto (“Voy hasta la esquina”), una acción (“Durmió hasta el atardecer”) o el grado máximo de una cantidad (“Hay apartamentos de hasta tres dormitorios.”). Con “desde” indicamos, en cambio, el lugar en que comienza el movimiento o un trayecto, una acción o el grado mínimo de una cantidad.
En la animación que sigue -que es reproducción del trabajo de Romo Simón (2016 p.391)- se puede ver el esquema-imagen de “hasta”. Como señala su autor, esta preposición tiene la particularidad de focalizar la aproximación a ese límite, al momento de contacto final con este (en el esquema, en gris más marcado. La animación muestra cómo se perfila el TR en relación a su M y marca el límite de su desplazamiento.
Por último, usamos “hasta que” -al igual que “desde que”- “cuando el punto de referencia es, en lugar de un sustantivo, un suceso o un acontecimiento expresado por un verbo conjugado” (Matte Bon 2008, p. 284).
Fig.7.
“Hasta que” presenta algunos problemas interesantes con la llamada “negación espuria”. Pero este será el tema de mi próxima entrada, ya en el nuevo año.
Este blog retomará sus reflexiones y más ideas y propuestas hacia mediados de febrero de 2022. ¡Buen descanso estival para aquellos que entran en el verano austral y para aquellos que entran en el invierno boreal! ¡Muy felices fiestas para todos!
Referencias
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Matte Bon, F.(2008). Gramática comunicativa del español (Tomo 1). España: Edelsa.
Morera, M. (1998). "Origen y evolución de la preposición española hacia." Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, 16, 1998, pp. 231-243.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Brisbane, 15/12/2021.
Una vez más, el viernes 22 de octubre pasado tuve la oportunidad de participar en la Universidad de Queensland al XIV Simposio de Profesores de Español, organizado por el Spanish Network, rama de la Modern Language Teachers’ Association del Estado de Queensland (Australia). A la convocatoria asistió como siempre una audiencia entusiasta y numerosa, deseosa de aprender más sobre la enseñanza de segundas lenguas.
En esta ocasión, la jornada se dividió en dos partes. En la primera expuso Rhiannon Shaw, Education Officer (Languages) at Brisbane Catholic Education, quien explicó la evaluación de las lenguas extranjeras dentro del plan de estudios australiano. En la segunda parte, tuve la oportunidad de exponer sobre las llamadas perífrasis aspectuales fasales, partiendo de una aproximación visual con perspectiva cognitiva y contrastiva con el inglés.
Allí presenté ejemplos de las siguientes perífrasis:
1. Comienzo inminente: “estar por…/ estar a punto de… / estar para”
1.2. Comienzo abrupto o repentino: “echarse a…/ lanzarse a…/ romper a…/ponerse a…”
2. Comienzo: “comenzar – empezar a…”
3. Acción en progreso: “llevar, andar e ir + gerundio”.
3.1. En progreso con estar + gerundio (con verbos dinámicos y de estado).
3.2. En progreso con verbos de postura: “estar levantándose / estar sentándose…”
3. Conclusión inminente: “estar por terminar de” / está terminando de…”
4. Conclusión propiamente dicha: “terminar de…/ acabar de…”
5. Perífrasis de interrupción momentánea: “dejar de / cesar de”
6. Perífrasis retrospectiva o de final reciente: “acabar de” (en presente o imperfecto)
7. Acción como parte de un proceso: “comenzar - empezar por…/ comenzar- empezar + gerundio”.
Finalmente, propuse también ideas de ejercitación a partir de imágenes estáticas y animadas.
Estado de la cuestión: Dependiendo de los manuales con los que trabajamos, en los niveles intermedios se suelen introducir algunas perífrasis aspectuales fasales. No obstante, entre el material que usamos existen diferencias. Los libros editados en España dedican algunos capítulos especiales a su presentación, uso y práctica, mientras que los editados en EEUU diseminan estas formas verbales a lo largo de varios capítulos y las suelen presentar como un problema de “complementariedad”.
He mencionado en otra entrada de este blog que este tema puede resultar problemático para algunos estudiantes de lenguas no romances. Con el inglés, sin embargo, existen algunas correspondencias y similitudes en la imagen mental que los hablantes se hacen de las etapas de un proceso. Los profesores podemos apelar así a una transferencia positiva entre el inglés y el español que puede significar de gran ayuda para comprender las formas comunes de conceptualización que hacen los hablantes hispanos y los angloparlantes cuando se refiere a determinadas fases del transcurso de la acción verbal. Ahora bien, pese a estas similitudes, existen algunas diferencias que vale la pena tener en cuenta en nuestras clases.
¿Qué es una perífrasis? Con anterioridad he señalado que por perífrasis verbal se entiende una combinación de dos verbos: uno llamado “auxiliar” (que en español va siempre conjugado) y otro, en segunda posición, no personal y considerado el principal. A este último también se la conoce en español con el nombre de “verboide”: “Tiene que correr”, “Está corriendo”, “Lleva recorridos varios kilómetros”.
Existen dos grandes grupos de perífrasis. Por un lado, encontramos las modales (que suelen expresar posibilidad, obligación, duda, necesidad, y otros aspectos relacionados con la actitud del hablante hacia la acción expresada por el verboide). En este caso, el inglés usa verbos auxiliares que no se conjugan (can, must, should, etc.). Por otro, tenemos las tempoaspectuales, que expresan cómo un evento se extiende en el tiempo. Decidir qué tipo de verboide se debe colocar en segunda posición no es tarea fácil para los estudiantes de ELE, dado que no siempre hay una coincidencia exacta con las estructuras equivalentes de su lengua nativa, como ya he explicado en otras entradas de mi blog. Por otra parte, la cuestión se complica cuando algunos auxiliares pueden construirse con más de una clase de verboides y conformar así perífrasis con sentidos ligeramente divergentes. El tipo de ejercicios propuestos se pensó teniendo en cuenta la “atención a la forma” (focus on form), para que los estudiantes puedan aprehender e interiorizar las distancias sutiles de significado entre expresiones que suelen explicarse en muchos manuales como “sinónimas”, cuando en realidad no siempre lo son (Littlemore 2009, p. 176).
Dentro de las tempoaspectuales, además de aquellas en las que predominan rasgos de futuro, como "ir a + infinitivo"; de hábito, como "soler + infinitivo"; o de repetición, como "volver a + infinitivo", encontramos las llamadas perífrasis de fase o fasales, que aluden a los diversos estadios que se pueden considerar en un proceso (RAE 2010, p.536). De estas en particular me ocupé en mi exposición.
¿Por qué recurrir a las imágenes? Desde la lingüística cognitiva se nos ha dicho hasta el cansancio que el lenguaje forma parte de la cognición general. De esto se deduce que comparte rasgos y estrategias con otras facultades cognitivas, como la percepción, que es la forma en que vemos u oímos nuestro entorno. Pero también se asocia con la memoria, que es la manera en que recordamos los hechos. Y también lo hace con la atención (el modo en que focalizamos lo que percibimos) y con la categorización, que es la forma en que ordenamos y clasificamos todo aquello que nos rodea (objetos, animales, personas, sensaciones, conceptos, etc.).
Es evidente entonces que existe una relación del lenguaje con la percepción y la visión. Por lo tanto, la apelación a las imágenes puede resultar un instrumento efectivo para explicar y comprender cómo funciona una lengua y, en particular, aquellos aspectos más abstractos de su gramática. Asimismo, con ellas podríamos poner en evidencia los procesos mentales que se esconden detrás de ciertas estructuras. Ya se ha señalado que “gran parte de la lengua es la traducción de imágenes que están en nuestra mente. Como profesores de idiomas, tenemos que evocar en la mente de nuestros estudiantes toda una serie de imágenes, pues sin ellas no puede haber un aprendizaje de idiomas satisfactorio” (Goodey 1997, p.8). Remito a mi entrada del 15-12-19 sobre este tema.
Como decía más arriba, las imágenes pueden diferir sutilmente -o no- de los procesos y perspectivas que siguen y adoptan los hablantes de lenguas distantes. Entender –y “ver”- cómo los hablantes del español forman sus conceptos sobre el mundo, cómo lo perciben y cómo lo categorizan es una experiencia que trasciende lo meramente gramatical y que puede resultar muy significativo para el estudiantado no solo para entender cómo “se ve” el mundo desde otro rincón cultural y lingüístico, sino también para conocer la propia lengua (en mi caso, el inglés, que es la lengua común de mis estudiantes). Como anota Littlemore (2009, p. 28), “la adquisición de una segunda o tercera lengua tiene el potencial de extender y enriquecer el número de posibles formas de percibir, describir y estructurar nuestra realidad”. Al mismo tiempo, nos permitiría movilizar, regular e incrementar los recursos cognitivos de nuestro alumnado, fomentando nuevas estrategias de aprendizaje y recuerdo (Littlemore y Low 2006, p. 58).
En su momento, Dennis Cone (1982, p. 23) manifestó que las ayudas visuales pueden ser de gran efectividad para clarificar el significado de una determinada estructura gramatical. En este sentido, el aprendizaje con imágenes le permite al estudiante comprender con más claridad los significados subyacentes en sus expresiones -qué se pone en un primer y segundo plano, qué se quiere enfatizar u obviar, por ejemplo- (Barrallo y Gómez 2009, p.4).
En suma, el aporte de las imágenes en la enseñanza de español, unido a una gramática contrastiva, consistiría en ayudarnos a hacer visible cómo se unen la forma y los significados de la lengua, para que los alumnos comprendan cómo se manifiestan “aspectos básicos de nuestra capacidad psicológica general de representarnos el mundo” (Castañeda y Almhoud 2014, p. 78). Uno de los puntos centrales en esta aproximación es ayudar a determinar la estrecha correlación que existe entre las estructuras conceptuales y las sintácticas (Littlemore 2009, p.166).
Como ya he dicho, muchas veces nos encontramos en nuestras clases con que nuestros estudiantes desconocen el funcionamiento básico de su propio idioma y, por ende, de cómo se comportan ciertos conceptos elementales que podrían serles de ayuda para comprender mucho más allá del español. Se trataría, además, de ayudarlos a entender perspectivas divergentes y formar ciudadanos más empáticos y tolerantes a otras culturas y a otras formas de ver el mundo. Por otra parte, recurrir a imágenes figurativas, a anécdotas, a la historia de la lengua y a una gramática contrastiva con el inglés -lengua común en mis cursos, como he dicho- colaboraría no solo en atraer la atención a formas gramaticales particulares cuyos significados podrían ser demasiado abstractos, sino a colaborar en el desarrollo de redes semánticas que les permitan entender e internalizar esas estructuras.
Animaciones para explicar la gramática: En esta presentación ha sido mi objetivo demostrar cómo podemos recurrir a la visualización de significados demasiado abstractos por medio de imágenes animadas. En efecto, estas animaciones nos permitirían no solo explicar conceptos complejos sino provocar un impacto mayor en la comprensión, el recuerdo y, sobre todo, en la selección de formas adecuadas para su contexto (Castañeda y Almhoud 2014, p. 78). En este sentido, las perífrasis aspectuales, que nos informan sobre el estado de desarrollo de una acción, pueden ser muy bien ejemplificadas y explicadas de esta forma. Al fin de cuentas, las reglas gramaticales que expresan un movimiento o proceso son las mejores para presentarlas y explicarlas mediante animaciones. Las descripciones verbales abstractas o la información visual estática a menudo no logran capturar la esencia de tales reglas, de allí mi presentación.
Los cuatro vídeos que siguen son una versión ampliada del material que presenté en mi exposición. El primero hace una introducción general de las perífrasis y pasa revista a las formas más frecuentes de las perífrasis fasales que suelen introducirse en los niveles B1 y B2. El segundo y el tercero analizan en más detalles las mencionadas anteriormente. Pero también se extiende a otras construcciones perifrásticas equivalentes y a un análisis de las diferencias de conceptualización entre ellas. Se parte siempre de una gramática comparativa en combinación con técnicas de atención a la forma y descripciones gramaticales de orientación cognitiva. El cuarto vídeo se propone mostrar distintas etapas de ejercitación: (1) con apoyo de animación, (2) con imágenes estáticas y (3) sin imágenes de ningún tipo.
Los asistentes al simposio notarán que se han agregado algunos otros ejemplos que no tuve oportunidad de mostrar el día de mi presentación, debido al tiempo limitado del que disponía. El audio que las acompaña intenta seguir bastante de cerca mis palabras originales. Siempre se trata de mostrar cómo los estudiantes pueden internalizar y hacer suyas las imágenes mentales del español para poder evocarlas cuando sea necesario, con el fin de decidirse por una u otra expresión según el contexto, tal como lo haría un hablante nativo.
Espero que mis ejemplos inspiren a los colegas a seguir con estas aproximaciones y a explorar este fascinante mundo de la gramática cognitiva.
VÍDEO 1.
VÍDEO 2.
VÍDEO 3.
VÍDEO 4
Referencias:
Barrallo, N. y Gómez, M. (2009). “La explotación de una imagen en la clase de E/LE. redELE, 16, pp. 1-16. Disponible en https://www.educacionyfp.gob.es/dam/jcr:19942320-87bd-4889-821e-77b2831ab48c/2009-redele-16-01barrallo-pdf.pdf
Castañeda, A. y Almhoud, Z. (2014). “Gramática cognitiva en descripciones gramaticales para niveles avanzados de ELE”. En Castañeda, A. (ed.) (2014). Enseñanza de Gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL, pp.39-87.
Cone. D. (1982). “Using visual aids in the grammar class”. TESL Reporter 15 (2), pp. 23-27.
Goodey, N. (1997). “Grammar practice and presentation in context.” English Teaching Professional 5, pp.7-8.
Littlemore, J. y Low, G. (2008). Figurative Thinking and Foreign Language Learning. New York, Palgrave.
Littlemore, J. (2009). Applying Cognitive Linguistics to Second Language Learning and Teaching. New York, Palgrave.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/11/2021.
Cuando llega el momento de enseñar el discurso referido o de estilo indirecto, los manuales de ELE suelen dar listas “a tres columnas”: “Si en el discurso directo se dice esto, en el indirecto con verbo introductor en presente/presente perfecto o en pasado se dirá…”:
Figura 1: Cambios de forma verbal en el estilo indirecto (Chamorro et al. 2010, p. 113)
De acuerdo con estas listas, cuando el verbo introductor está en presente/presente perfecto, generalmente el verbo del discurso referido se mantiene sin cambios, como vemos en la figura 1 (el pretérito perfecto compuesto “puede funcionar sintácticamente como ‘presente perfecto’, a pesar de que se lo clasifica tradicionalmente entre los pretéritos” y así lo identificaré de aquí en más. Ver RAE 2010, p.454). Cuando el verbo introductor está en pasado, en cambio, se “traduce” el verbo de la subordinada en un solo tiempo en pasado, según el esquema provisto. Sin embargo, hay una “excepción”, como podemos ver con el caso del presente perfecto (PP), el pretérito perfecto simple (PPS) y el pluscuamperfecto (PCP) de indicativo. En estos casos, el hablante tendrá la posibilidad de elegir entre el PPS o PCP.
Ruiz Campillo (2014 y 2017), con su mapa operativo, nos permite dar cuenta de muchas de estas aparentes “disonancias”. En su explicación, señala que la única forma que puede cambiar o no es el PPS, por una razón lógica: “puede permanecer igual, como el resto de formas de ‘allí’, o bien puede cambiarse por el pluscuamperfecto, debido a que comparte con él el aspecto terminativo (a diferencia del resto de formas simples)” (2017, p.9). Y en nota aclara: “El resto de formas simples no actuales carecen de esta posibilidad por una razón también lógica: no puede 'traducirse' algo que se dijo como ‘no terminativo’ mediante una forma ‘terminativa’ (la forma compuesta correspondiente)” (2017, p.19). A partir de este razonamiento entonces, podemos explicar que a una frase como “No pude llegar” le podría corresponder en discurso indirecto “Me dijo que no pudo llegar” (manteniendo el PS del original) o “Me dijo que no había podido llegar” (cambiando por el PCP).
Figura 2.
Correspondencias en el estilo indirecto (Ley de correspondencia vertical) (extraído de Ruiz Campillo 2017, p. 8)
Todo esto está muy bien, pero si se suele decir que uno de los fundamentos de la semántica cognitiva es la habilidad del hablante para conceptualizar situaciones en una variedad de formas, ¿qué matiz diferente se conceptualiza con el PPS y con el PCP en estas oraciones? ¿Cuál es la diferencia sutil que existe en la elección de una u otra forma en la “traducción” al estilo indirecto?
Tengo ante mí unos cuantos manuales de ELE y ninguno explica estas diferencias sutiles en casos como estos. El problema fundamental que veo en ellos es que las supuestas “reglas de transformación” al discurso indirecto no distinguen el contenido proposicional, la naturaleza del acto ilocutivo y la reinterpretación del que refiere esas palabras. Y algo más curioso aún, evitan en lo posible transformar oraciones al discurso indirecto con dos o más verbos subordinados. Solo señalan que, como regla para transformar estos tres tiempos del discurso directo, solo existen las dos opciones mencionadas, sin hacer ninguna otra aclaración, por lo que se asume que podrían ser intercambiables. La falta de contexto de muchos de sus ejemplos y la insistencia en dar cláusulas subordinadas con un solo verbo parecerían reforzar esta impresión. Sin embargo, como ya veremos, esto no siempre es así. ¿Qué pasa cuando tenemos más de un verbo en la proposición? La cosa no parece tan simple. Observemos estos ejemplos, al que les he agregado una breve contextualización:
Pedro ha tenido una discusión con su esposa, Graciela. Le cuenta a su amiga Margarita esta situación y concluye: “Nos peleamos y entonces ella se fue.” Más tarde, Margarita retoma el mensaje que ha oído y se lo refiere a Estela, una amiga común de ambos:
1. “Pedro me dijo que Graciela y él se pelearon y entonces ella se fue” (Margarita retoma los mismos tiempos verbales utilizados por Pedro).
2. “Pedro me dijo que Graciela y él se habían peleado y entonces ella se fue” (Margarita elige el PCP en el primer caso, pero el PPS en el segundo).
3. “Pedro me dijo que Graciela y él se habían peleado y entonces ella se había ido” (Margarita transforma los verbos originales al PCP en ambos casos).
En la gramática cognitiva se suele decir que el significado de una estructura dependerá de nuestra capacidad para conceptualizar la misma situación de una manera diferente. Y en efecto, como vemos en este caso, la hablante ha elegido tres posibilidades distintas con la misma “fuerza declarativa”, como diría Ruiz Campillo, pero con distinto nivel de fidelidad. ¿Por qué?
Radden y Dirven (2007, p.53) señalan que el principio de proximidad/distancia dice que “las unidades que se piensan juntas conceptualmente tienden a estar estrechamente integradas en la estructura del lenguaje y, a la inversa, las unidades que no se piensan juntas tienden a estar distanciadas en la estructura del lenguaje.” Quizás estas oraciones sean un buen ejemplo de esto. Veamos.
Empecemos por el segundo caso. Con él Margarita parece tener la intención de querer distanciar la causa de su consecuencia, al sugerir, con el tiempo verbal en PPS, que la esposa está ahora en un tiempo y lugar diferentes al de la pelea: “se habían peleado (antes), y por eso ella se fue de la casa (un tiempo después).” Nótese que en su "reinterpretación infiel" Margarita parece establecer una relación de contigüidad entre la consecuencia y el acto de enunciación de Pedro, al tiempo que implica una intención expresa de relacionar ese hecho con el espacio actual en el que ella misma está hablando. Esto es, acerca la partida de la esposa al momento de habla de Pedro y al suyo propio, sugiriendo que su abandono fue más cercano en el tiempo. Y más todavía, al estar el primer verbo en PCP, Margarita enfatiza que el evento descrito con ese tiempo verbal es la causa desencadenante del segundo (entendiendo por evento como “cualquier acontecimiento ocurrido en una posición y un momento determinados que lo definen como un punto en el espacio-tiempo” [Ruiz Campillo 2019, p. 109]). De esta forma, la apelación al PCP (que introduce un backshift) podría explicarse más como una forma enfática de relevancia temática antes que una simple cronología: se centra la atención en la relación causa-consecuencia, con el fin de destacar la acción resultante (“se fue porque se habían peleado antes”) (Wijaya et al 2018, p. 919). Visualmente:
Figura 3.
En la tercera, en cambio, Margarita describe una mayor distancia entre ambos hechos y el acto de enunciación de Pedro, separándolos con mayor fuerza mediante el recurso del PCP en ambos casos: “Me dijo que (antes) ellos se habían peleado y ella se había marchado”. ¿Se sugiere que la pelea y la partida de la mujer fueron casi simultáneas?
Figura 4.
¿Cuánto tiempo ha pasado entre ese “antes” de la pelea y la partida y el acto de enunciación de Pedro? No lo sabemos. Solo sabemos que, por razones que desconocemos, Margarita en este caso ha vinculado la pelea y la partida en una misma esfera temporal más lejana de su acto de habla y de las palabras de Pedro.
De las tres interpretaciones, solo la primera parece intentar una mayor fidelidad con las palabras originales. En este caso, la amiga no parece interesada en marcar distancias temporales entre los hechos, ya porque no se hicieron explícitas en las palabras originales ya porque a Margarita no le resulta relevante hacerlo. En este caso, la situación denotada por los dos PPS en la subordinada sería simplemente anterior al verbo introductor también en PPS. Podríamos decir que en este contexto funciona como la forma “no marcada” (o por default), con la que Margarita demuestra no tener ninguna segunda intención. De esta forma, ella solo interpreta y propone que la pelea y la partida formaron parte de una serie de eventos lineales que se dieron dentro de una misma esfera temporal anterior a la esfera en que ella misma se encuentra (“se pelearon, ella se fue y él me lo contó”). Gráficamente:
Figura 5.
Como vemos, la elección de los tiempos no viene solo determinada por una transformación automática del discurso directo al indirecto, como se parece sugerir en los manuales, sino también por el contexto, la interpretación, la intención y la opinión del hablante sobre la información que transmite. La elección de uno u otro tiempo en su discurso le permite a Margarita establecer relaciones temporales entre los hechos que no se han hecho explícitas en las palabras originales y relacionarlas, además, con su propio espacio, acercándolas o alejándolas entre sí y respecto de su propia burbuja temporal. Podría atreverme a decir entonces que Margarita se ha permitido en los dos primeros casos “interpretar” antes que “traducir” las palabras originales, dependiendo del anclaje temporal que les da a los hechos. Como señala Maldonado González (p. 3555), “todo discurso citado, sea real o imaginario, supone necesariamente la reconstrucción de su situación de enunciación correspondiente. (…) ‘Literalidad’ no significa ‘autenticidad’”. Estaríamos así (como en el caso dos y tres) ante “citas aproximativas”.
¿Por qué planteo todo esto? Porque considero que debemos recordar que el discurso referido no siempre es “objetivo” o “auténtico”, sino que intervienen en él muchas otras cuestiones situacionales. El narrador interpreta, recodifica y presenta a través de su perspectiva y sus propios criterios el discurso dicho por otro, pero muchas de sus elecciones se dan en un nivel inconsciente. No es “una máquina ejecutora de transformaciones sintácticas”, sino que dispone de una variedad de posibilidades de selección (Olivera Rivera 1978, p.44). Por lo tanto, las listas propuestas por los manuales solo reflejan una somera tipología de las posibilidades con las que cuenta el hablante. Como profesores debemos ser conscientes de esto y entender que muchos de los ejercicios que presentan los manuales son solo un primer paso introductorio. Con tiempo y práctica estaremos en condiciones de ir agregando otras perspectivas.
Por otra parte, hay que reconocer que en lo que concierne a este tema en concreto nos puede ayudar mucho apelar a una transferencia positiva entre el inglés y el español, dado que en la mayoría de casos no se observan errores serios por interferencia (salvo cuando nos encontramos con casos en que se debe usar el subjuntivo). Lo cierto es que “en lo que concierne a la decisión del narrador de ajustar o no la secuencia temporal, las circunstancias que condicionan esta decisión parecen ser sensiblemente idénticas” (Olivera Rivera 1978, p.44). Así, una transferencia positiva puede servir de gran ayuda para que los estudiantes puedan construir una mayoría de frases en estilo indirecto en forma bastante apropiada.
El doble anclaje
Veamos este otro ejemplo propuesto por un colega desde Melbourne que me consultaba recientemente por un tema similar. En esos típicos ejercicios de transformación a discurso indirecto, el manual con el que trabajaba les daba a sus estudiantes la frase "Habla con Pedro". De acuerdo con lo estipulado por el propio texto, se esperaba que el estudiante respondiera "Me dijo que hablara con Pedro", única respuesta posible que le confirmaba el libro. Gráficamente:
Figura 6.
No obstante, una de sus estudiantes había sugerido la posibilidad de "Me dijo que hable con Pedro". “¿Cómo explico este caso que se opone a lo dicho por el libro?”, me preguntaba mi colega, preocupado.
Una vez más, la falta de contexto suficiente nos conduce a una serie de problemas referenciales. En gran parte de nuestros manuales vemos oraciones sueltas que el estudiante debe convertir al estilo indirecto en forma mecánica sin más. Lo que me lleva a otro tema también -que no voy a desarrollar aquí ahora, pero que dejo planteado para meditar-: gran parte de estos ejercicios esperan casi siempre una sola respuesta posible y eluden otras opciones que podrían ser aceptables con ciertas condiciones. Por supuesto, esto también tiene un impacto en aquellos profesores menos experimentados, como mi colega, que no atinan a encontrar una explicación gramatical simple que ayude al estudiante a comprender los aspectos semántico-pragmáticos en juego.
Pero vayamos por parte. Efectivamente, también podemos tener un verbo introductor en pasado y el verbo principal de la cláusula en presente. Esto ocurre porque el hablante tiene la posibilidad de que el verbo de la cláusula sustantiva oriente sus relaciones temporales con respecto a dos tiempos de evaluación: el del habla y el del evento de la oración principal.
En el caso que nos ocupa, la estudiante de mi colega, ante la falta de contexto que presentaba el ejemplo, se planteó dos opciones: (1) transformar el tiempo verbal al imperfecto del subjuntivo (uno de los tiempos con los que se expresa posterioridad si la forma verbal de la oración principal pertenece a la esfera del pasado) o (2) transformarlo al presente de subjuntivo (“Me dijo que hable…”) para entender el acto de “hablar con Pedro” como algo que todavía no ha ocurrido en el momento de decir esas palabras. Con la subordinada con el verbo en pasado del subjuntivo, esta posición queda indeterminada. Con la forma en presente del subjuntivo, en cambio, el evento subordinado tiene que ser obligatoriamente posterior.
En otras palabras, se puede presuponer una situación en donde la recomendación de encontrarse con Pedro no se ha producido todavía. Le ordenaron o recomendar “hablar” con él, pero ella todavía no lo ha hecho, y así lo deja en claro en su mensaje. En consecuencia, ha usado el presente con el verbo introductor en pasado para indicar que en su momento de habla el hecho no ha ocurrido todavía. Así, las palabras que emite se producen entre el pedido original y el encuentro con Pedro (todavía no producido). Visualmente:
Figura 7.
Ejemplos relacionados con estos se dan con frecuencia en nuestro uso cotidiano: (1) "Pedro me aseguró que Graciela estaba en Noruega" vs (2) "Pedro me aseguró que Graciela está en Noruega". En (1) Elena le puede asegurar a su amiga que la esposa de Pedro estaba en Noruega cuando él se lo contó, ignorando si todavía ella está allí ahora (el hecho queda, otra vez, indeterminado. ¿Sigue allí? Tal vez sí, tal vez no. No lo sabemos). Con esta forma, su punto de referencia es el tiempo de enunciación de Pedro. Pero también puede plantear que la esposa todavía continúa en ese país escandinavo en el momento en que ella se lo cuenta a Estela (2), tomando como referencia su propio tiempo de enunciación.
En consecuencia, podemos usar el presente con el verbo introductor en pasado cuando indicamos que el hecho del que se nos contó en el pasado todavía está en desarrollo en presente o se anuncia para el futuro. De esto se desprende que podríamos decir -en circunstancias muy concretas-: “El profesor me pidió que vaya a la fiesta” (en donde se presupone que la fiesta todavía no ha sucedido en mi momento de enunciación). Pero también podemos decir “El profesor me pidió que fuera a la fiesta”. La cuestión aquí reside en que ese “fuera” también puede referirse a una fiesta ya sucedida en mi momento de enunciación.
Sin duda, como vemos en todos estos casos, hay cuestiones pragmáticas que son clave para entender qué factores entran en juego a la hora de reproducir/interpretar las palabras de otro. La elección de las formas verbales no viene solo determinada por una regla de transformación mecánica, sino por cómo el hablante interpreta la información. Enseñar el discurso indirecto parece simple y, sin embargo, los profesores -sobre todo aquellos más novatos- encuentran muchas dificultades en las explicaciones y ejercicios que dan los manuales. La falta de contexto, muchas veces, nos impide decidir por una forma u otra y elucidar todas estas cuestiones. Como nos dice Olivares Rivera (1978, p. 52) con mucha certeza,
Pedir a un alumno que describa apropiadamente algo que alguien le dice a otra persona, no se sabe ni cuándo, ni dónde, ni por qué es completamente ilógico y contradice flagrantemente nuestra experiencia como usuarios del lenguaje.
Las listas de transformación pueden ser útiles en un comienzo, “como parte del proceso de enseñanza del EI, aunque no deba ser utilizada como recurso principal para este fin” (Cagnoni p.332). Al fin de cuentas, para poder llegar a reflexiones como las que propongo en esta entrada se necesita saber en principio lo básico. Mal podemos enseñar a realizar operaciones matemáticas complejas si el estudiante ignora los principios básicos. Con un idioma ocurre lo mismo.
Podemos tomar las listas de conversión de los manuales como una introducción al tema, pero sin perder de vista que en estas transformaciones la secuencia temporal de los verbos dependerá no solo del momento de la elocución original, sino también de la perspectiva del narrador, de factores semántico-pragmáticos y, sobre todo, de una buena contextualización. Y sobre este último punto en particular, no debemos olvidar que la ausencia de datos que les permita a los estudiantes tener en claro el contexto verbal y la situación en que se da el intercambio los podrá llevar al error.
Referencias
Cagnoni, P.C. (2009). “El abordaje del estilo indirecto en las clases de ELE”. Actas del II Simposio Internacional de la Lengua Española del Instituto Cervantes de São Paulo. São Paulo: Instituto Cervantes, pp. 326-333. Consultado en octubre de 2021. Disponible en <https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/publicaciones_centros/PDF/saopaulo_2009/31_cagnoni.pdf>.
Chamorro, M.D., Lozano, G., et al (2010). Abanico Nueva Edición. Libro del Alumno / Audio CD (Course Book). Madrid: Ed. Difusión.
Olivares Rivera, C. (1978). “Problemas didácticos del estilo indirecto.” Cuadernos de investigación filológica 4, pp. 43-55.
Radden, G. y Dirven, R. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam: John Benjamins.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Ruiz Campillo, J.P. (2014). “La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español.” Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
-----. (2017). “El verbo como espacio. Seis nuevos temas de gramática del español.” Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 22.
----- (2019). “El espacio como valor operativo del verbo en español”. En Ibarretxe-Antuñano, I; Cadierno, T.; y Castañeda Castro, A. Lingüística cognitiva y español LE/L2. New York: Routledge, pp.95-119.
Wijaya, D. e Hidarto, A. (2018). “The Effects of Cognitive Grammar-grounded Instruction and Formal- Traditional Grammar Instruction on Learning Simple Past and Past Perfect.” The Journal of Asia TEFL 15, 4, pp. 915-930.
Brisbane, 15/10/2021.
Los verbos que indican “manera de desplazamiento”, nos dice Cifuentes Honrubia (2004, p.86), han despertado un interés de la gramática española durante mucho tiempo, por cuanto con ellos se puede analizar la manera en que nuestra lengua conceptualiza los procesos. Ahora bien, agrega el autor, existen algunos verbos que indican, antes que un desplazamiento del sujeto de un lugar a otro, un cambio de postura del cuerpo.
En el caso del inglés, se trata de los verbos como sit (= sentarse), stand (= ponerse/estar de pie) y lie (= acostarse, tumbarse o, inclusive, yacer). Los equivalentes españoles suelen ser verbos pronominales que, como los hemos visto en otra de mis entradas, definen posturas u orientaciones que pueden tener seres (in)animados, tanto en el eje vertical (“levantarse”, “sentarse”, “arrodillarse”) como horizontal (“acostarse”, “tumbarse/echarse en el sofá”): “el oso está levantado/echado” vs “la casa está levantada sobre pilares/está en pie”, “los libros están acostados/parados”, “los pelos están parados”, “la muñeca está sentada”, “el árbol está en pie”, “el paraguas está parado contra la pared” (ver figura 1).
Figura 1.
De todos los verbos considerados como “de posición” en inglés, stand, sit y lie (y sus equivalentes españoles) se toman como verbos prototípicos, por cuanto se refieren a las tres posiciones básicas del cuerpo humano (Figura 1). En la jerga lingüística se conocen como “verbos cardinales de posición” (Lemmens 2014, p.3). Se caracterizan por dos interpretaciones principales. Por un lado, tienen una forma incoativa o de entrada en acción (la transición de una posición erguida a una sentada en una silla o recostada en una cama, por ejemplo): “está sentándose/poniéndose de pie/tumbándose”. Por otro, se pueden referir al estado resultante de esas acciones. Esto es, denotan estados que se alcanzan o en los que se desemboca como consecuencia de algún proceso: “está sentado/de pie/acostado” (porque se sentó, se puso de pie o se acostó antes) (Newman 2009, p. 36 y RAE 2010, p.240):
Figura 2.
Como vemos en la figura 2, del acto de sentarse (imagen de la izquierda) tenemos como resultado el de “estar sentado” (imagen de la derecha). En nuestra lengua, para indicar el resultado del proceso, utilizamos construcciones predicativas en forma de participio pasado precedido por un verbo estativo (como por ejemplo, “estar”): “está levantado/sentado/arrodillado/acostado,tumbado/echado”. Curiosamente, serán las estructuras estativas de estos verbos de posición las que presentarán construcciones diferentes en inglés. En efecto, en esa lengua la idea de estado (“está sentado”) suele construirse con el llamado participio presente inglés (he is sitting).
Esto puede llevar a que muchos aprendientes, tanto de ELE como de EFL, encuentren dificultades a la hora de expresar enunciados estativos y cometan errores con el tipo de verboide elegido. Así, los hablantes de español que estudian inglés se alejarán sin saberlo del estándar y dirán cosas del estilo I am sat (o inventarán un *I am sitted, con un participio inexistente en inglés). Mientras tanto, los angloparlantes, influidos por su lengua, propondrán en español unos extraños “está sentando” o “se está sentando”, para indicar estado.
Muchos profesores de ELE suelen ignorar este problema y no le dan importancia, suponiendo que ya con el tiempo sus estudiantes se corregirán. Sin embargo, cuando se escarba un poco en la superficie, salta a la vista que los titubeos con el participio y el gerundio encubren una cuestión que va mucho más allá de un simple calco estructural o transferencia interlingüística. Se trata de una manera de conceptualización diferente, que requeriría una mayor reflexión de nuestra parte. Así, sería beneficioso que en algún momento de nuestros cursos hiciéramos una presentación explícita para hacer conscientes a nuestros estudiantes de estas diferencias, subsanar estos errores frecuentes y evitar así que se fosilicen.
En definitiva, dos son las cuestiones que debemos destacar con estos verbos de postura:
(1) en español usamos su sentido “dinámico” -o de desplazamiento- con gerundio (“está sentándose” o “se está sentando” = [s]he is sitting down), y
(2) su significado estativo se da con participio pasado (“está sentado”, pero en inglés esta idea será [s]he is sitting).
No olvido que en inglés desde el siglo XVI, por ejemplo, la partícula down jugó un papel en la distinción de estas dos interpretaciones del verbo sit: su presencia favoreció el significado incoativo y su ausencia la interpretación del estado. Sin embargo, según Newman (2009, p.44-45) no siempre se ha mantenido una separación léxica estricta de estas dos interpretaciones en el inglés contemporáneo. Es muy posible que una u otra interpretación dependa en gran medida del tiempo y el aspecto verbal, así como de varias opciones léxicas y sintácticas del contexto.
Algo similar nos dicen Lesuisse y Lemmens (2018, p. 53), para quien el uso de sit con la partícula down no está tan claramente delineado como parece en un comienzo. En este sentido, todavía es posible asociar a este verbo una interpretación de estado con down (sit down for hours) o una interpretación dinámica sin down (He comes to sit beside me on the sofa). Lo mismo parece ocurrir con los otros dos verbos prototípicos y sus partículas (down o up) (Newman 2009, pp.45-46 y Lesuisse y Lemmens 2018, p.53). Sin caer en una afirmación categórica, yo me inclinaré en esta presentación por hablar entonces de una “tendencia” en inglés a usar o no las partículas down o up, según se quisiera interpretar una u otra construcción, más que de una “regla” estricta.
Otro elemento clave con estos verbos en el inglés contemporáneo es que cuando se combinan con la forma -ing, denotan una situación temporal mientras que su forma base denota un estado más permanente (Lesuisse y Lemmens 2018, p. 53):
She was sitting on the sofa. (Estaba sentada en el sofá.)
The statue stands in the park. (La estatua se encuentra en el parque.)
La primera nos describe el estado de un ser animado, del que se asume que será circunstancial (estado temporario), mientras que la segunda describe la posición de un ser inanimado, del que se espera que esté en el mismo lugar por un tiempo indefinido (estado durativo) (Radden y Dirven 2007, p. 192). Como vemos entonces, en ambas lenguas estos verbos de postura presentan una serie de problemas que pueden provocar dudas varias entre el alumnado y llevarlo a producir expresiones agramaticales.
Veamos cómo podemos representar estas diferencias mediante una representación visual:
Figura 3.
Aunque como veíamos la “tendencia” a usar la partícula down para indicar movimiento con este tipo de verbos no siempre es obligatoria, en las imágenes que usaré recurriré a ella, a fin de hacerle la distinción más clara al estudiante angloparlante. Así, la imagen de la izquierda de la figura 3, con participio presente y partícula en inglés (o simple gerundio en español), representa el desplazamiento de forma más que evidente. Animación mediante, el estudiante podrá ver con claridad al sujeto en el momento justo en que flexiona sus piernas y se reclina en la silla. En cambio, en la figura de la derecha se ve al personaje en un estado de reposo que surge del proceso del acto de “sentarse”.
De esta manera, la conceptualización invocada por la oración con “estar + gerundio” se acerca al uso inglés de to sit down + -ing. Los textos en español e inglés, uno debajo del otro, junto con el uso del mismo color subrayan la misma noción entre ambas expresiones. En este caso, el proceso está conformado por una serie de fases distintas y sucesivas. Mientras tanto, la oración con participio en español (a la derecha y en rojo) se relaciona con la forma to be sitting, un estado homogéneo que se extiende en el tiempo.
Decía que “está sentándose” (he is sitting down), con el gerundio en español, implica un movimiento de desplazamiento que ejecuta el sujeto y que consta de etapas heterogéneas, como vemos en la figura 4 (flexionar las piernas, inclinarse sobre la silla y apoyar las nalgas sobre ella). En cambio, con el “está sentado” se trata de un estado final que se alcanza luego de pasar por ese proceso y permanecer así por un tiempo indeterminado (de allí que se muestre la misma figura en sepia y en colores, para indicar el paso del tiempo).
Figura 4
¿Pero cómo puede ser que el participio pasado español tenga como equivalente el participio presente inglés para indicar estado con estos verbos? En español percibimos esta situación siempre como resultado de un proceso previo: si el hombre está sentado ahora, es porque tuvo que haberse sentado en algún momento antes. Esta verdad de Perogrullo implica que el hispanohablante conceptualiza con el participio la postura resultante de un proceso previo (proceso + resultado). Pero se focaliza en ese resultado, dejando “en las sombras” el proceso que lo produjo (nótese la escala de colores de la figura 5 para destacar esto último). En cambio, en inglés la causa no aparece en “la foto” (la imagen mental que se hace el hablante). ¿Qué “ve” el hablante inglés? Solo se focaliza en un estado idéntico que se mantiene en el tiempo, de allí la reiteración de la misma posición en la figura 6. En otras palabras, lo que hace el participio presente inglés con estos verbos es representar un estado continuo. Gráficamente, estas dos nociones podrían representarse así:
Figuras 5 y 6.
Nótese cómo en la figura 5 (que representa la “imagen mental en español”) se mantiene en las sombras la causa (con diferente gradación de colores), y solo se focaliza en el resultado -a todo color- que puede extenderse en el tiempo. En la figura 6, reitero, la conceptualización inglesa solo ve al sujeto en un “estado continuo”, ignorando su causa, de allí la repetición del mismo suejto en la misma posición. Lleva allí sentado por un rato y tal vez siga así por un tiempo más.
Por lo visto, entonces, los verbos de posturas en español indicarán el estado resultativo siempre con el participio pasado predicativo y con un marco de visualiación máximo. Esto es, la imagen mental del español se focaliza en el resultado, pero implíctamente incluye el proceso (proceso + resultado): “Pedro se sentó [proceso]. Por lo tanto, está sentado [resultado]” (ver Bosque, p.172).
Esos mismos verbos en inglés, en cambio, indicarán solo un estado continuo. Para esto, recurrirán al participio presente (-ing) que, como adjetivo predicativo también, implica un marco de visualización más restringidido. Solo vemos un estado homogéneo que se extiende y repite por un tiempo determinado (independientemente del proceso que lo produjo). Curiosamente, el inglés hace esto solo con los verbos de posturas, pero no con otros. En efecto, en otras situaciones suele elegir una conceptualización que se acerca bastante a la del español: Peter broke the window. Therefore, the window is broken.
Como vemos, todo esto coincide con los postulados de la gramática cognitiva, para la cual el significado de una estructura dependerá de nuestra capacidad para conceptualizar la misma situación de una manera diferente: "la capacidad del hablante para conceptualizar situaciones en una variedad de formas es, de hecho, los fundamentos de la semántica cognitiva" (Casad 1995: 23) .
Para una explicación y ejemplificación animada con estos verbos, ir a la sección 4.14 de "Gramática".
Referencias
Bosque, I. (2007). Las categorías gramaticales. Relaciones y diferencias. Madrid: Síntesis.
Casad, E. (1996). Introduction. En E. Casad. Cognitive Linguistics in the Redwoods. The Expansion of a New Paradigm in Linguistics. Series Cognitive Linguistics Research 6. Berlin : Mouton de Gruyter, pp.1-26.
Cifuentes Honrubia, J.L. (2004). “Verbos locales estativos en español”. Estudios de lingüística: el verbo, pp. 73-118.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Lemmens, M. (2014). “Un cas de degrammaticalisation ratée? Étude diachronique de l’emploi du verbe stand en anglais”. Anglophonia. French Journal of English Linguistics, 18, pp. 1-24. Disponible en <https://journals.openedition.org/anglophonia/327>.
Lesuisse, M., & Lemmens, M. (2018). “Grammaticalisation cut short: A diachronic constructional view on English posture verbs.” In E. Coussé, P. Andersson & J. Olofsson (Eds). Grammaticalisation Meets Construction Grammar (43-73). Amsterdam: John Benjamins.
Newman, J. (2002). “A cross-linguistic overview of the posture verbs ‘sit’, ‘stand’, and ‘lie’”. En J.Newman (ed), Linguistics of Sitting, Standing and Lying, Amsterdam: John Benjamins, pp. 1-24).
-----. (2009). “English posture verbs: An experientially grounded approach”. Annual Review of Cognitive Linguistics 7, pp. 30–57.
Radden, G. y Dirven, R. (2007). Cogntivie English Grammar. Amsterdam, John Benjamins.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
*Las ilustraciones 2-6 han sido adaptadas de Wordlist (https://www.wordlist.com/en). En lo que respecta al verbo "pararse", que voy a utilizar aquí con el sentido de "ponerse de pie", surge de la expresión medieval “poner en (cualquier) posición” (Corominas 1987, p.244). Con ese sentido se aplicó al caso de “se paró de pie o en pie”. En las hablas americanas, asturianas y sefardíes se ha abreviado en “pararse” ("ponerse de pie") y está bastante difundido. El Diccionario de la lengua española (RAE) señala que con ese sentido también se encuentra registrado en Murcia .
Brisbane, 15/09/2021.
Como veíamos en mi anterior entrada, la cuestión de la posición del adjetivo en español presenta una serie de dificultades bastante complejas para el aprendiente de ELE. El problema se plantea porque las explicaciones que se suelen dar en los estadios iniciales de aprendizaje terminan convertidas en regla absoluta y no cubren todas las manifestaciones que se pueden encontrar en el uso de la lengua, inclusive en casos que aparecen en los cursos elementales. Así, algunas veces los profesores nos topamos con preguntas inesperadas ante comportamientos particulares que escapan la regla general. De esta manera, al tomarnos desprevenidos no logramos acercar al alumno a una comprensión de este punto gramatical específico. Obviamente, estoy hablando aquí de un conocimiento explícito que le facilitaría la adquisición de un conocimiento gramatical necesario para comunicarse con propiedad (Ellis 2002, p. 171).
“Los comportamientos de los adjetivos en lo referente a su posición respecto del sustantivo no siguen una fórmula fija. En esta cuestión ‘no se trata de leyes, sino de tendencias’”, nos dice Gili Gaya (1980, p.216). Es verdad que en los cursos elementales se hace necesario simplificar nuestra explicación, pero ocurre que muchas veces nuestra reducción extrema lleva a que el estudiante termine convirtiéndola en regla universal: “en español el adjetivo ocupa la posición posnominal”. Pero también es verdad que este no es el caso de indefinidos y cuantificadores o si se trata de adjetivos valorativos o dimensionales (de los que no hablaré aquí). En lugar de relativizar esta explicación, dejamos los detalles "para más adelante" y a veces una descripción mejor de cómo funciona el sistema de la lengua nunca llega.
Esta situación lleva a nuestros estudiantes a cometer errores significativos en forma bastante temprana. Uno de los deslices llamativos en niveles elementales se da con los adjetivos comparativos de superioridad sintéticos (por ejemplo, “mejor” y “mayor”) en diálogos como estos que se suelen dar en clases iniciales:
-¿Qué haces los fines de semana?
-Generalmente salgo con mi amigo mejor. [Por I usually go out with my best friend.]
Cuando les explicamos que en este caso solemos colocar el adjetivo delante, se produce el próximo error al hablar de la familia:
-¿Cómo es tu familia?
-Tengo un mayor hermano. [Por I have an older brother.]
Con nuestra siguiente corrección el estudiante termina pensando que lo hemos engañado, que la posición del adjetivo es totalmente caprichosa y que la lengua española carece de toda lógica. Ante esto, ¿cómo podemos explicarle de forma simple y clara, entonces, esta aparente contradicción en la posición de estos adjetivos comparativos?
Partiendo de aquella idea de “tendencia” de la que nos hablaba Gili Gaya más arriba podríamos recurrir a la idea que muy tempranamente destacó Andrés Bello (1988, §47) acerca del valor restrictivo de la posición posterior del adjetivo, equivalente a las proposiciones adjetivas especificativas. El antepuesto, en cambio, tendría un comportamiento similar al de las relativas explicativas o no restrictivas (ver también RAE 2010, p. 238 y Castañeda y Chamorro 2010, p. 232). ¿Pero cómo hacer accesible esto en un curso elemental? Podríamos partir, como siempre, de una ayuda visual. Así, por ejemplo, imaginemos el siguiente pueblo en donde existen casas bastante heterogéneas:
Figura 1.
La colocación del adjetivo “humildes” después del sustantivo se focaliza aquí solo en aquellas residencias más modestas (y solo en ellas), frente a las otras más lujosas que, se supone, no habrían sufrido ningún percance (y que en la imagen de la derecha aparecen sombreadas). En inglés: The humble houses of the town were burn. En cambio, el pueblo de la figura 2 parece tener un tipo de viviendas más homogéneas:
Figura 2.
Nótese que “humildes” en este caso es una información que caracteriza esas casas en general como modestas, sin sugerir la existencia de otras (en inglés: The town of humble houses was burn). Se destaca así una cualidad propia de las viviendas del poblado: se asume que todas las casas del pueblo eran humildes. Puesto en forma más simple: todo el pueblo lo era. Y si en español la distinción de las proposiciones adjetivas especificativas y explicativas está dada por la puntuación (sin comas para las especificativas y con coma, paréntesis o raya para las explicativas), con algunos adjetivos, la colocación anterior o posterior será el elemento que distinga estos sentidos.
Partiendo de esta interpretación, ¿cómo podríamos explicar el uso de “mayor” y “mejor” en los ejemplos que citaba antes evitando una terminología demasiado técnica? Nos dice Hernando Cuadrado (1995, p.77), en obvia referencia a Bello, que los comparativos y superlativos relativos en -or suelen anteponerse, a no ser que se encuentren cumpliendo la misión de determinar el concepto del sustantivo. Por su parte, Castañeda y Chamorro (2010, p. 243) explicitan que estos adjetivos pueden ponerse en una u otra posición con algunas salvedades: antepuestos, tienen un sentido comparativo superlativo (generalmente acompañados con artículos definidos -el, la y sus plurales- o posesivos -mi, tu, su, etc.-). Esto es, destacan una característica sobresaliente del sustantivo. Pospuestos, en tanto, se usan con sentido comparativo no superlativo y suelen aparecer acompañados con determinantes indefinidos o cuantificadores. Veamos cómo podríamos representar todos estos conceptos visualmente para ayudar a concienciar acerca de la imagen mental que nos hacemos los hablantes de español:
Figura 3
La traducción en inglés que acompaña a las imágenes ayudaría -al menos en niveles elementales- a demostrar cómo el significado de “mejor” en español cambia en una y otra situación según el contexto. Algo parecido ocurre con “mayor”:
Figura 4
Como vemos, “mayor” y “menor” pueden ir tanto pospuestos como antepuestos (figura 4). Cuando se ponen después significan “de más o de menos edad” (“Mi hermano menor” pero no *“Mi menor hermano”). Antepuestos, en cambio, pueden indicar algo en grado elevado o ínfimo. Las ilustraciones tratan de distinguir estas ideas de especificación y explicación de las que hablaba más arriba. Nótese cómo para la idea de “especificación”, “restricción” o “focalización” se le oponen al sustantivo en cuestión otras posibles entidades que quedan excluidas de inmediato. Al decir que “tengo un hermano mayor” se podría inferir que tengo otros que no lo son (de allí el sombreado de las figuras excluidas). ¿Y si no tenemos más hermano que uno? Seguramente, explicitaríamos la diferencia etaria con una cláusula relativa explicativa: “Mi hermano, que es mayor, ….”
Para la idea de “adjetivos explicativos o no restrictivos”, en cambio, he tratado de representar con una “escala” el sentido de “grado superlativo” que implica. Así, “no tiene la menor idea” (figura 5) aparece ejemplificado con una persona que muestra “ausencia de ideas” en una escala que tiene en su tope máximo una persona con “muchas luces”. Algo parecido ocurre con el ejemplo de “mi mayor éxito” (figura 4), que aparece representado como el triunfo máximo alcanzado en una contienda deportiva (quizás fue el único triunfo de esas proporciones que alcanzó en toda su vida). Nótese que en este caso me he cuidado muy bien de evitar oponerle otras entidades, para destacar ese concepto de “grado sobresaliente” que implica el adjetivo. Una vez más: los adjetivos comparativos “mayor” y “menor” pospuestos focalizan o especifican ese sustantivo al que modifican frente a otros de la misma clase (grado comparativo), mientras que el antepuesto predica un grado máximo o sobresaliente (grado superlativo) e irá acompañado ya por un artículo definido ya por un pronombre posesivo.
Figura 5
Con “peor” también podríamos encontrarnos con sutilezas semejantes: “Ese paciente tiene (los) síntomas peores” vs “Ese paciente tiene los peores síntomas”. Nótese que en el primer caso, con el adjetivo pospuesto, la idea se restringe: a diferencia de los otros enfermos que están en la sala, ese paciente señalado (y no los otros) es el que tiene los síntomas más graves. En ciertos contextos también podríamos pensar que se han agravado (figura 6). Con el adjetivo antepuesto, en cambio, hacemos una valoración general de la sintomatología de la enfermedad en una escala: tiene la peor sintomatología que podría esperarse (figura 7). Esto es, enfatizamos o evaluamos las características de sus síntomas, asignándoles el grado máximo de esa escala. Veamos las ilustraciones:
Figura 6
Figura 7
Para el adjetivo antepuesto he recurrido una vez más a una escala que indica el nivel de gravedad: menos, debajo y más, en el extremo opuesto.
Ahora bien, cuando estos adjetivos españoles no aparecen acompañados de determinantes de ningún tipo “mayor” y “menor” (como “peor” y “mejor”) pueden ir tanto delante como detrás sin modificar su sentidos (Castañeda y Chamorro 2010, p. 142): “Hay mejores amigos/amigos mejores”, “Necesita un coche de mayor tamaño/de tamaño mayor”, “Tiene peores defectos/defectos peores”, “Es de menor precio/precio menor”.
Como vemos, la posición del adjetivo en general, aunque libre, no es caprichosa. En su posición intervienen diversas circunstancias. Por lo visto hasta aquí, su colocación puede sintetizarse en dos oposiciones básicas: la función restrictiva y la no restrictiva. La primera suele representarse con un adjetivo pospuesto la mayoría de las veces (posición considerada como “no marcada” o más frecuente o habitual) y la segunda en posición antepuesta (la llamada “posición marcada”, esto es “rara” o menos frecuente).
Por supuesto, como veíamos en mi entrada anterior, también podemos contar con posiciones especiales que se han fijado junto a ciertos sustantivos, formando grupos sintagmáticos estereotipados, como veíamos en mi anterior entrada. Muchas de estas formas pueden encontrarse aclaradas en muchos diccionarios. En cursos superiores, se les puede enseñar a los estudiantes cómo buscar esas colocaciones.
Referencias
Bello, A. (1988). Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847). Ed. crítica de R. Trujillo, Madrid, Arco/Libros.
Butt, J. y Benjamin, C. (1994). A New Reference Grammar of Modern Spanish. Londres: Edward Arnold.
Castañeda, A. y Chamorro Guerrero, M.D. (2014). “Adjetivos antepuestos y pospuestos al sustantivo. Problemas descriptivos y propuestas didácticas”. En Castañeda, A. (ed.) (2014). Enseñanza de Gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL, pp.223-266.
Ellis, R. (2002). “Grammar Teaching -Practice or Consciousness-Raising?”. En Richards, J. y Renandya, W. (eds.). Methodology in Language teaching. An Anthology of Current Practice. Cambridge: Cambridge UP, pp.167-174.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf.
Lieberman, P. (1967) Intonation, Perception and Language. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15-08-2021
En un grupo para profesores de ELE un colega preguntaba recientemente por la diferencia de significado entre las expresiones “persona con bajos recursos” y “persona de bajos recursos”.
La pregunta despertó un interesante intercambio entre los participantes. Muchos intentaban dar una respuesta basándose en su intuición como hablantes, pero sin demasiados fundamentos teóricos. Otros, en cambio, consideraban que ambas expresiones eran eufemismos que convenía evitar: “Di pobres y ya. El eufemismo a un lado, las cosas se llaman por su nombre”, sugirió uno. Un mensaje en particular me resultó llamativo: una colega despreciaba la expresión por ser propia “del idioma de los economistas”, jerga que ella no consideraba válida.
Confieso que, viniendo de una profesora de ELE, ese comentario me sorprendió. A una persona puede no gustarle la jerga de una cierta profesión, pero eso se trata de una opinión o gusto personal. Como profesores debemos enseñar nuestra lengua en toda su extensión porque como tal estas y otras expresiones se le aparecerán al estudiante que interactúe con los hispanohablantes. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Dejamos de enseñarlas? ¿Explicamos cuando nos pregunten por qué DE y no CON? ¿O simplemente decimos que es “una jerga que consideramos inaceptable”?
Comienzo por esta anécdota que me impactó porque creo que ella evidencia ciertos prejuicios de algunos colegas que no se dan cuenta de la visión parcial y, en consecuencia, bastante pobre de nuestra lengua que están promoviendo. Nuestra función como profesores es dar una perspectiva del idioma lo más completa posible, con el fin de que nuestros estudiantes tengan los instrumentos necesarios para entender y comunicarse de manera fluida y natural en diversas situaciones.
Por otra parte, preguntas como estas -que pueden surgir en una clase de manera imprevista- son una excelente oportunidad para investigar, reflexionar y enseñar (siempre dependiendo del nivel de los estudiantes) sobre el uso y significado no solo de las preposiciones sino de algo que, muchas veces, queda relegado en nuestros programas: me refiero a las llamadas "colocaciones". Estas son combinaciones particulares de palabras que se prefieren en una lengua, en lugar de otras también posibles, pero muchísimo menos frecuentes. Un ejemplo de esto son frases como “lo encontraron sano y salvo” o “es un país en vías de desarrollo”, o algo tan simple como “vino tinto” (en lugar del “vino rojo” que suelen decirnos los estudiantes de habla inglesa cuando comienzan a aprender español).
El origen de estas unidades fraseológicas viene dado muchas veces por la tradición y su adquisición por parte de los nativos se da de manera inconsciente. Para los estudiantes extranjeros, en cambio, se requiere un esfuerzo mayor. Es verdad que no siempre encuentran dificultades en comprender su significado por cuanto, si conocen el significado de cada uno de los constituyentes que forman parte de estas expresiones, podrán intuir medianamente el sentido completo de todo el conjunto (Calderón Campos 1994, p. 74).
No obstante esto, en otras ocasiones el estudiante se enfrenta a frases que usan acepciones de los componentes que no son las habituales que ha aprendido en sus estudios del idioma, dificultándose así la comprensión global de la colocación. Piénsese, por ejemplo, en una expresión como “acuse de recibo”. En efecto, muchas veces los estudiantes se quedan con el primer significado que encuentran en el diccionario y terminan decodificando de manera errónea. Como profesores es importante que sepamos reconocer estas combinaciones, saber distinguir sus sentidos, las acepciones que están en juego y las dificultades que ellas pueden entrañar para un estudiante extranjero. Y más aún, debemos estar preparados para poder explicarlas en forma sencilla y en el nivel adecuado.
Aun cuando autores como Calderón Campos insista en que el problema principal puede residir no tanto en la comprensión sino en la producción, otros admiten que existen colocaciones cuyo desciframiento no resulta tarea fácil, habida cuenta de que en la L2 se pueden dar combinaciones inesperadas que no coinciden con las que el estudiante está acostumbrado en su lengua materna (el caso de save and sound inglés es un ejemplo interesante para confrontar con nuestro “sano y salvo”) Como consecuencia de todo esto, puede ocurrir que el estudiante se vea envuelto en largas e innecesarias perífrasis cuando tal vez podría haberse expresado de manera mucho más simple. En otras ocasiones puede caer en calcos extraños de su propia lengua o utilizar combinaciones inusuales (Chacón Beltrán 2003, p.239).
En efecto, imaginemos que un estudiante de ELE le dice a un hablante hispano que no tiene costumbre de tratar con estudiantes extranjeros que “Madonna liberó un nuevo álbum”. Seguramente, si su interlocutor no sabe que en inglés to release significa -además de “liberar”- “lanzar”, no entenderá que el estudiante le está queriendo decir que la cantante “lanzó un nuevo álbum al mercado”. ¿Cuántas veces nos ocurre en clase que un alumno nos dice algo extraño y tratamos de hacer el recorrido inverso para llegar al significado de lo que quiso decir en su lengua natal? Buscamos precisamente eso: la combinatoria en su lengua natal para poder entender qué nos quiere decir.
Volviendo a la “persona de bajos recursos” por la que preguntaba mi colega, es verdad que podríamos decir “pobre”, pero flaco favor le haríamos a nuestro alumnado que, en su interacción con el mundo hispanohablante, se encontrará con expresiones semejantes en los medios de comunicación, libros o documentos oficiales. Por lo tanto, como docentes de una L2 podríamos ayudar a nuestros alumnos a desarrollar estrategias pedagógicas que les permitan construir redes cognitivas mentales y a observar y reflexionar cómo se relacionan los diferentes elementos de una colocación a partir de un sistema conceptual de naturaleza metafórica. Por ejemplo, podríamos enseñar, como intentaré hacer aquí, cómo algunos adjetivos graduales pueden conformar toda una red de conceptos relacionados, sobre la base de verdaderas “metáforas orientacionales”, llamadas así porque están relacionadas con la orientación espacial (arriba-abajo, adentro-afuera, adelante, atrás, etc.) (Lakoff y Johnson 2009, p.50). Asimismo, será importante realizar un buen trabajo de selección de las colocaciones que introduciremos y saber discriminar cuáles deberían quedar relegadas a un segundo plano momentáneamente, teniendo en cuenta los niveles con los que estamos trabajando.
Preposición DE
Entonces, ¿qué decimos? ¿“Con/de bajos recursos”? Se puede decir cualquiera de las dos. Ahora bien, como siempre, al cambiar un componente del sintagma hay una leve diferencia de significado que vale la pena destacar. Veamos en qué consiste.
En una de mis entradas anteriores, mencionaba que, respecto de la preposición DE, uno de sus significados básicos es el de “origen” (“Viene de su casa”). De este, se fueron desprendiendo otros como, por ejemplo, el de “pertenencia” (“el club del barrio”) y, por extensión, el de “posesión” (“el coche de Juan”) (ver figs. 1-3):
Fig. 1. Fig. 2
Fig.3
La RAE en su diccionario nos dice que, además de indicar posesión o pertenencia, esta preposición “expresa la naturaleza, condición o cualidad de alguien o algo” (sentido derivado de los otros). Así, cuando hablamos de “una persona DE bajos recursos económicos”, indicaríamos que esa persona “pertenece” a un determinado grupo social. Vale decir que, como cualidad, estamos diciendo que “ES pobre”. Como bien dice Romo Simón (2016, p. 422): “La atribución de significados de DE comparte los mecanismos de conceptualización del verbo SER”. Así, “una persona ES DE bajos recursos”, como característica “esencial” del sujeto que lo hace formar parte de un grupo social particular (ver fig.4):
Obsérvese que en el esquema se ha seguido un diagrama similar al utilizado para otros usos de DE, de manera tal que el estudiante pueda visualizar con claridad esa característica esencial del sujeto, que, en este caso, forma parte de un grupo social determinado. El sujeto pertenece al grupo de las personas que no disponen de recursos económicos suficientes. En otras palabras: ES pobre.
Preposición CON
La preposición “con”, en cambio, tiene un significado básico de “compañía” o “asociación”. De ahí entonces tenemos los sentidos de “medio, modo o instrumento que sirve para hacer algo” y otros más (según la RAE). Y si DE, como nos decía Romo Simón, comparte los mecanismos de conceptualización del verbo ser, me atrevería a decir que CON comparte los del verbo “estar”: “Se ESTÁ CON algo o alguien”, como mera circunstancia. Pensándolo así, podríamos inferir que “una persona CON bajos/pocos recursos” implicaría que el sujeto de referencia está en esa situación de manera circunstancial (ver fig.5), como se observa en este ejemplo: “La administración central está con bajos recursos económicos”. Aquí está claro: la administración CUENTA AHORA con bajos/pocos recursos económicos, pero antes no fue el caso y quizás en el futuro, tampoco. Si hacemos un rastreo rápido en Internet, veremos ejemplos similares: “Es un apoyo más que nada para la gente que está con bajos recursos económicos”, “hay una familia que está con bajos recursos, que da de comer un montón a todo el barrio, y hoy no pueden (sic) hacerlo”, etc.
Posición del adjetivo
Asimismo, obsérvese que no solemos decir “persona de recursos [económicos] bajos”. En este contexto el español prefiere el adjetivo antepuesto. ¿Por qué el hablante coloca este adjetivo en ese lugar y no pospuesto cuando, al fin de cuentas, en nuestro idioma la posición habitual es esa? La explicación podría venir de la mano de los distintos sentidos que adquieren tanto “bajo” como “alto”. Si buscamos el vocablo “bajo” en el diccionario de la RAE, encontraremos 51 definiciones entre sus usos como adjetivo, sustantivo, adverbio y preposición, de las cuales 25 se refieren solo a su función adjetival. Otro tanto ocurre con “alto” (26 /45). De su primera definición (“de poca altura) se desprenden otras que van adquiriendo matices metafóricos: “Que ocupa una posición inferior en una determinada escala” (cuarto significado), “Dicho de una clase social o del lugar en que se acomoda” (décima definición), “Pobre, escaso” (duodécima definición).
Como vemos en la expresión por la que consultaba mi colega, el término antepuesto adquiere el sentido de “poco”, “escaso” y gradúa o cuantifica los recursos que tiene algo o alguien. Es este un adjetivo de significado relativo, por cuanto los recursos pueden ser altos o bajos según con qué los comparemos (Castañeda y Chamorro 2014, p.245). En este punto está en juego otro elemento: el de la metáfora orientacional que mencionaba más arriba. Esta organiza un sistema conceptual en donde “más” se asocia con un “arriba” y “menos” con un “abajo”. En concreto, la expresión “persona “de altos/bajos recursos” parte de la conceptualización de que, al agregar una cantidad a una pila, el nivel de esta se eleva, dando así la sensación de afluencia o exceso (“alto”), mientras que al quitar una cantidad a ella se produce una falta (“bajo”) (Lakoff y Johnson 2009, p.52). Obsérvese cómo las siguientes imágenes humorísticas representan estas ideas (Fig.6):
Fig.6
En la ilustración vemos cómo el dibujante ha representado los recursos económicos de Tío Rico (Uncle Scrooge) a partir de una “pila de dinero” tan alta que se puede escalar como una montaña (repárese en el medidor de nivel de su tesoro al que está sujeta la soga que le permite al millonario trepar). De esta forma, podemos afirmar que el personaje es un sujeto “de altos [=muchos] recursos”, mientras que su sobrino, Pato Donald, es “de bajos [=pocos] recursos”, si lo comparamos con él.
A partir de esta polaridad escalar, veremos cómo ambos adjetivos irán expandiendo sus significados y, a partir del concepto de “altura”, se irán agregando otros sentidos metafóricos (mucho/poco, rico/pobre, importante~notable/despreciable~vulgar~ordinario, temprano/tardío -para referirse a un período histórico-, caro/barato, etc.).
Como vemos, el uso ha fijado combinaciones especiales de posición del adjetivo: adjetivo+sustantivo, sustantivo+adjetivo o, en algunos casos, ambos, aunque con diferencia de significado. Por ejemplo, podemos decir “alta burguesía” (adjetivo antepuesto), pero no “burguesía alta”. Por otra parte, tenemos casos como “clase alta/baja” (adjetivo pospuesto), pero no “alta/baja clase”. Nótese que en el caso de “burguesía” no hablamos de “baja burguesía”, sino de “pequeña burguesía” (en donde el concepto se sostiene más sobre la idea de volumen que de escala). En cambio, podemos hablar de “altos/bajos ingresos” o de “ingresos altos/bajos”, en donde la diferencia podría explicarse como información compartida o conocida entre los interlocutores para el primer caso vs información nueva para el segundo.
En algunos casos aislados, como vemos en la siguiente lista, los adjetivos se han unido al sustantivo modificador, formando una palabra compuesta (“bajamar”, “bajorrelieve”, “altorrelieve”). Observemos algunos ejemplos que no intentan ser exhaustivos pero sí relevantes:
Fig.7
Es evidente que el número de los adjetivos que cambian de significado con la posición es mayor de lo que los libros de texto y gramáticas suelen mencionar. En el caso de “alto y bajo”, el adjetivo antepuesto parecería apuntar a un sentido mayor de abstracción (en este caso, por ejemplo, “intensificación”), mientras que el pospuesto presenta una mera función descriptiva del adjetivo.
De esta forma, a partir del significado de “altura dimensional”, que alude a la altura de las personas, edificios o a aspectos de la naturaleza (monte, nube, …), y dependiendo del tipo de sustantivos al que modifican estos sustantivos, se les han ido agregando los siguientes significados (Mulier 2009, p.40):
1. que tiene más/menos relieve, volumen o intensidad que la norma en presencia de sustantivos que denotan (1) un precio, (2) una magnitud física, (3) un sonido o (4) aquello que alcanza un valor númerico elevado/reducido dentro de una escala.
2. que tiene más/menos calidad o importancia que la norma, en particular con sustantivos que indican (1) una categoría social acomodada, (2) un empleo de mucha importancia, (3) una cosa noble o elevada y finalmente (4) una persona de gran dignidad.
3. que hace referencia a un aspecto temporal, a saber, “la distancia temporal” de una etapa histórica (Alta/Baja Edad Media).
Para el caso de "alto" en particular, también se puede referir a las horas más tempranas, avanzadas o tardías (imagen esta última que arrastra el sentido de “profundo”, que también tenía el adjetivo “alto” en latín): "altas horas de la noche o de la madrugada."
Como vemos, el tema es complejo y no se agota aquí. Continuaré en próximas entradas.
Referencias
Calderón Campos, M. (1994). Sobre la elaboración de diccionarios monolingües de producción. Granada: Universidad de Granada.
Castañeda, A. y Chamorro Guerrero, M.D. (2014). “Adjetivos antepuestos y psopuestos al sustantivo. Problemas descriptivos y propuestas didácticas”. En A. Castañeda (ed.) (2010). Enseñanza de Gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL, p.223-266.
Chacón Beltrán, R. (2003). “La enseñanza de ‘colocaciones’ en español como L2: Una propuesta didáctica”. Estudios de lingüística inglesa aplicada (ELIA) 4, pp. 237-253.
Koike, K. (2001). Colocaciones léxicas en el español actual: estudio formal y léxico-semántico. Alcalá de Henares: Servicio de publicaciones de la Universidad de Alcalá de Henares.
Lakoff, G. y Johnson, M. (2009). Metáforas de la vida cotidiana. Madrid: Cátedra.
Mulier, U. (2009). Análisis semántico – sintáctico de cuatro adjetivos de dimensión: alto, bajo, largo y corto. Tesis de Máster, Disponible en https://lib.ugent.be/catalog/rug01:001414042
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Brisbane, 15/07/2021.
En mis últimas dos entradas veíamos tres de las distintas perífrasis aspectuales fasales: las de acción progresiva (aunque solo me concentré en aquella oportunidad en la de “estar + gerundio”), las de acción inminente y las de acción inicial. En esta me propongo acercarme a las tres últimas: las de (5) conclusión inminente, (6) conclusión propiamente dicha y (7) final reciente.
Conclusión inminente
Con anterioridad hablé sobre la expresión “estar por” para referirnos a la perífrasis de acción inminente. Explicaba entonces que esta forma indicaba la disposición/preparación del sujeto para lanzarse a la acción. Así, en “Paco está por correr” vemos que el sujeto se dispone a la acción de correr. Esto es, “se está en las inmediaciones -o alrededores- de la acción” (in the vicinity of), pero sin entrar todavía en ella.
Decía entonces que la idea básica o central de “por” es la de “tránsito”, en el sentido de “movimiento a través del tiempo y el espacio”. Ahora bien, de este sentido central se han ido desprendiendo otros, como por ejemplo el de “localización aproximada” (y de ahí, el significado de “alrededor” que incluí en mi animación). Si tuviéramos que ejemplificar gráficamente estos dos sentidos (que no son los únicos de “por”), podríamos presentarlos así, en donde el esquema “A” se acerca al sentido básico de POR y el esquema “B” a uno de sus sentidos periféricos:
Figura 1.
Es interesante esto último, por cuanto en inglés, la traducción de nuestro “estar por correr” podría traducirse como to be about to run, en donde about se acerca a ese sentido de “movimiento cerca/alrededor de” que tiene “por” en nuestra lengua.
En efecto, la preposición inglesa tiene su origen en el término anglosajón onbutan, formado a partir de una combinación de distintas expresiones de origen germánico: on + be>by + utan (de ut -de donde se formará el moderno out- con el significado de "en el exterior de", “fuera de”). El término se relaciona también con ymbutan, que significaba "en el vecindario de". En inglés antiguo tardío onbutan pasó también a indicar "cerca en el tiempo, número, grado,” etc.. Como vemos, about esconde una interesante metáfora espacial que coincide en este caso con uno de los sentidos que tiene “por” en español (“localización aproximada”). Es por esto que en mis imágenes de esta perífrasis había sido representada visualmente como un sujeto que “giraba” alrededor de la acción propiamente dicha, esto es, en su periferia.
Ahora bien, en español, una vez que el sujeto se acerca al final efectivo de la acción, pero sin haber concluido todavía, tendrá varias opciones. Dos de ellas son “está por terminar/terminando [de correr]”. Con la primera, el sujeto se ubica en las cercanías del final, en su periferia (“por”/about), pero sin haber pasado a esa fase conclusiva. En pocas palabras, se está preparando para poner un punto final a la acción que venía ejecutando. Nótese la preposición “de” y su valor separativo, para indicar la acción que va a dejar atrás.
Con la segunda, la perspectiva es levemente diferente. Con la forma progresiva se coloca al sujeto en una fase intermedia entre continuación y punto final. En este sentido es interesante destacar que el significado léxico del verbo “terminar” en gerundio hace ostensible la imagen de un sujeto que se encamina hacia el límite efectivo de la acción descrita por el infinitivo, sin haberla completado todavía (Fernández de Castro 1999, p.259). No podemos olvidar que el término deriva del latino terminare: “poner un límite”, “cerrar con un linde”, “amojonar”. Así, el sentido apuntaría a indicar que se está en proceso de dejar atrás la acción que se venía ejecutando (“correr”) y acercándose a su límite final. En ambos casos se trataría entonces de un valor aspectual imperfectivo, de acción no acabada o, mejor, de "inminencia" de final. Otra vez, comparemos:
Figura 2.
Culminación del evento
Para confirmar la finalización de una acción o proceso podemos usar “terminar de + infinitivo”. En este caso, el verbo “terminar” conjugado designa el punto final alcanzado por la acción descrita por el verboide, esto es, designa el momento preciso en que llega a su final efectivo una acción o proceso. Una diferencia notable con el inglés radica en que mientras que en esta lengua a “to finish” le sigue gerundio para indicar la acción que venía en proceso (he finished [the action of] running), en español esta idea se dará con “de + infinitivo” (“terminó [la acción] de correr”). También podríamos usar para esta fase la perífrasis “acabar de + infinitivo”.
Para poder entender la sinonimia de “terminar/acabar” quizás deberíamos recordar los orígenes etimológicos de estos verbos. Como veíamos más arriba, “terminar” deriva directamente del verbo latino terminare (con el sentido de “poner un límite"). “Acabar”, en cambio, es un verbo formado a partir del sustantivo romance “cabo” (atestiguado alrededor de 931, según Corominas 1987), y que, derivado del latino caput (cabeza), pasó a significar “extremo” (de una cuerda, por ejemplo). Así, a partir de las formas romances “a+cabo+ar” se originó “acabar”, con el sentido de “hacer algo hasta el cabo” y, por extensión, “hacerlo completamente” (Corominas 1987). Dos verbos con un signficado muy similar, pero con orígenes diferentes: uno que entra directamente del latín y otro que se forma a partir de una base romance.
En suma, así como <empezar/comenzar a + infinitivo> expresaban el inicio de un evento, “terminar/acabar de + infinitivo” expresan su punto final. Sin embargo, en este caso, “acabar” no suele conjugarse en presente o en imperfecto de indicativo si de perífrasis culminativa se trata. En términos visuales:
Figura 3.
¿Cómo reconocemos la sinonimia de “terminar” y “acabar” en fase culminativa entonces? Gómez Torrego (1999, p.3380) observa que puede eliminarse la secuencia de infinitivo cuando se sobreentiende por el contexto:
—¿Has acabado de correr ya?
—Sí, ya he acabado. (= he terminado).
frente a
—¿Me acaban de llamar por teléfono?
—*Sí, te acaban.
Dado que en este último caso no se puede eliminar el infinitivo, estaríamos ante una perífrasis retrospectiva, tema de nuestra próxima sección.
Fase retrospectiva o final reciente
Finalmente, las perífrasis de final reciente o de fase retrospectiva hace referencia a que el evento indicado con el verboide ha ocurrido en el momento inmediatamente posterior a la conclusión de la acción. Se trata de un momento de máxima proximidad a la conclusión.
Fernández de Castro (1999, p. 86) se pregunta por qué se aisla una zona especial después de la conclusión. Y concluye en que tal vez tenga que ver con la idea de causalidad: "Cuando un hecho es motivo de o requisito para otro, el segundo sucede idealmente -no ya solo temporalmente- al primero, y hay muchas probabilidades de que esa sucesión pueda concebirse como inmediata. En tales casos, la mera anterioridad de una acción no tiene por qué ser suficiente para salvaguardar el vínculo causal, pero sí la unión de 'perfectividad' y 'cercanía' (temporal o lógica)." Nótese entonces la diferencia entre "Ha corrido" -en donde el hecho puede haber ocurrido en el día de hoy o "este mes" o "este año"- y "Acaba de correr", en donde además de indicar una acción completa esta se ha producido en máxima proximidad con el acto de enunciación (perfectividad+cercanía). En términos visuales (y en comparación con el inglés):
Figura 4.
Modalidades de conclusión culminativa y cesante
Hasta aquí hemos visto las fases que indicaban la llegada al término de un proceso. Así, hemos reconocido perífrasis de conclusión (“terminó/acabó de correr”) y de final reciente (“acaba[ba] de correr”). Ahora bien, existen otras perífrasis como “dejar/cesar de + infinitivo” que pueden suponer el abandono definitivo del evento o su interrupción momentánea (Fernández de Castro 1999, p.259 y Gómez Torrego 2005, p. 194). El corredor puede completar su carrera y por lo tanto alcanzar su final (conclusión culminativa) o renunciar a proseguirla por un rato o tal vez para siempre (conclusión cesante) (RAE 2010, p.545). Otro ejemplo que permitirá entender esto con más claridad: “Jaime terminó de estudiar” (se graduó) vs “Jaime dejó de estudiar” (abandonó sus estudios en forma definitiva sin graduarse o lo hizo momentáneamente).
Como vemos, resulta evidente que se trata de dos modalidades de conclusión distinta que requerirán dos tipos diferentes de perífrasis. En suma, la culminativa se formulará con “terminar/acabar de + infinitivo ” (en cualquier otro tiempo que no sea presente o imperfecto), para señalar que el evento ha alcanzado su fin y, por lo tanto, se ha completado. La retrospectiva con "acabar (presente o imperfecto) + infinitivo"a para referirnos a una acción recién acabada. Mientras tanto, la cesante podría manifestarse con las perífrasis “Dejar/cesar de + infinitivo ”, que indicarían el abandono del proceso, sin acreditar que se hubiera completado necesariamente. “De ahí que esta fórmula se prefiera para referirse a los casos en que, más que un final efectivo, se produce solo una interrupción” (Fernandez de Castro 1999, p. 261). En términos visuales y comparándolo con el inglés una vez más:
Figura 5.
Nótese que en las ilustraciones el sujeto viene corriendo, pero se detiene, quedando la posibilidad de que retome su carrera posteriormente o no (de allí que la figura que le sigue haya quedado borroneada mediante un efecto de washout). El inglés, en este caso, recurre a un verbo diferente (to stop) para indicar la conclusión cesante.
En este punto, la Academia (2010, p. 545) señala que la perífrasis con “dejar” es la más usual de dentro de las de este tipo, y también la que menos restricciones muestra. Sin embargo, en ocasiones puede perder su valor de interrupción en contextos negativos, como en “No dejó de pensar en la carrera que tendría por delante”, donde se atenúa una afirmación. Esto es, la negación oculta en realidad la verdadera intención del hablante que es afirmar que "siguió pensando" o que "siempre pensaba". La perífrasis “cesar de + infinitivo”, mientras tanto, es más literaria.
Reflexiones finales
Como profesores, ¿qué hacemos con toda esta información? Como siempre suelo decir, esto no está pensando para que transmitamos todo en una clase. Cada fase se podrá ir introduciendo de a poco, de acuerdo con los niveles con los que trabajamos y con muchas imágenes y animaciones que permitan ayudar al estudiantado no solo a comprender los distintos matices, sino a asociar el verboide correspondiente con cada uno.
El profesor puede preparar un banco de imágenes similares a los que aquí se proponen con comparaciones con la lengua común del alumnado (en mi caso, era el inglés). Podemos tenerlo listo para cuando sea necesario introducir estas formas verbales en los niveles correspondientes, evitando en lo posible explicaciones demasiado técnicas.
El uso del análisis contrastivo y las animaciones pueden ser una interesante aproximación para permitir acceder a la adquisición de un conocimiento declarativo que ayude a reflexionar y tomar conciencia sobre los componentes de las distintas perífrasis. Una vez adquirido ese conocimiento declarativo, el profesor podrá elaborar materiales simples para la experimentación (en lo posible con imágenes y animaciones similares a las utilizadas en la presentación inicial). En una tercera etapa, la práctica reiterada nos permitirá llevar al estudiante del conocimiento procedimental a la producción. Pero en esta fase, el apoyo de las imágenes y animaciones podrían reducirse.
“Como puede observarse entonces, una práctica inicial es la clave fundamental para que el conocimiento declarativo se compile, y, una vez que la regla de producción se ha compilado, una práctica prolongada es de nuevo el elemento decisivo para que esa producción recién compilada se automatice y pueda ser utilizada con fiabilidad” (Alonso Aparicio 2014, p. 22).
Referencias
Alonso Aparicio, I. (2014). “Fundamentos cognitivos de la práctica sistemática en la enseñanza gramatical.” En Castañeda, A. (ed.). Enseñanza de gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL, p. 9-38.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Fernández de Castro, F. (1999). Las perífrasis verbales en el español actual. Madrid: Gredos.
Gómez Torrego, L. (1999). “Los verbos auxiliares. Las perífrasis verbales de infinitivo.” En I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp.3223-3390.
----. (2005). Gramática didáctica del español. Sao Paulo: SM (edición brasileña).
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/06/2021.
En mi anterior entrada veíamos que una perífrasis verbal (auxiliary verb construction o periphrastic auxiliary construction, en la tradición anglosajona) es una combinación de dos verbos: uno llamado “auxiliar”, siempre conjugado, y otro -considerado el principal- no conjugado. A este último también se la conoce con el nombre de “verboide”. Pero el gerundio no es el único verboide que puede aparecer en segunda posición. Además del presente progresivo que veíamos en mi entrada, existen otras perífrasis que se construyen con infinitivo (simple o compuesto: “Tiene que correr/haber corrido”) o con participio (“Lleva recorridos varios kilómetros”).
Decidir qué tipo de verboide se debe colocar en segunda posición no es una tarea fácil para los estudiantes de ELE, dado que no siempre hay una coincidencia exacta con las estructuras equivalentes de su lengua nativa. Por otra parte, la cosa se complica cuando algunos auxiliares pueden construirse con más de una clase de verboides y conformar así una perífrasis con un significado sutilmente diferente. Una de las características de las perífrasis es que, en muchos casos, los pronombres pueden ir con cualquiera de los dos verbos. Generalmente, se anteponen a la perífrasis en la lengua oral y se posponen en la escrita.
Tanto en inglés como en español podemos encontrar dos tipos de perífrasis: las llamadas perífrasis modales y las aspectuales. En las perífrasis modales el primer verbo suele expresar posibilidad, obligación, duda, necesidad, y otros aspectos relacionados con la actitud del hablante hacia la acción expresada por el segundo verbo. En inglés, por ejemplo, algunos de estos auxiliares son verbos como can/could, may/might, shall/should, will/would, must, etc. Nótese que en inglés estos verbos no solo no suelen conjugarse, sino que les sigue la forma básica del segundo verbo, sin el to: “He can cook”; “She might come back”, etc.
En español, las perífrasis modales expresan las mismas cosas. Pero a diferencia del inglés, el primer verbo siempre se conjuga. A veces entre el auxiliar y el verboide se puede interponer alguna partícula (como una conjunción o preposición) que une los dos verbos. En español, algunos de los auxiliares modales más comunes son “deber/deber de”, “tener que/hay que”, “necesitar”, “poder”, etc. En todas estas perífrasis modales el verboide es siempre un infinitivo (Gómez Torrego 1999, p.3347). Observemos dos casos a título de ejemplo:
Figura 1: deber de/deber + infinitivo: especulación vs obligación.
En la imagen he tratado de representar figurativamente las ideas de especulación (con el sujeto imaginando la posible causa del retraso de su amigo -y de allí la burbuja que sale de su cabeza) y de obligación (con su interlocutora señalando hacia la sala e indicando que es hora de entrar).
¿Y qué ocurre con las perífrasis aspectuales? Estas expresan cómo un evento (entendido siempre como una situación descrita por un predicado, ya sea de naturaleza estática o dinámica) se extiende en el tiempo. Podemos encontrarnos con eventos acotados (aspecto perfectivo) o no acotados (aspecto imperfectivo), como veíamos en mi entrada anterior. Este tipo de perífrasis nos permiten hacer diferentes interpretaciones temporales de un evento y añadir matices sobre el estado o desarrollo de la acción verbal.
Una de las perífrasis aspectuales más comunes en español y que se introduce tempranamente en las clases de ELE es la forma “ir a + infinitivo”, equivalente a la inglesa be going to + base form. Esta se utiliza para expresar ya una acción inminente (“Se lo voy a decir ahora mismo”), ya una predicción (“Va a venir mañana, te lo aseguro”), una intención o un plan (“Voy a correr”). Subyace en ella la idea de “desplazamiento hacia un objetivo o idea” y, por extensión, un rasgo temporal de futuro próximo, pero con una mayor carga declarativa. Se dice en este caso que el sujeto tiene como meta la idea o acción indicada por el infinitivo. “Voy a correr” implicará que el sujeto tiene la decisión tomada de dirigirse hacia esa acción, esto es, el futuro “se percibe como más seguro en la apreciación del hablante” (Gómez Torrego 1999, p.3368), a diferencia del simple "correré".
Con las perífrasis aspectuales el hablante podrá perfilar las distintas fases que constituyen un evento dinámico: la fase inicial, la fase media o la final del transcurso de la acción verbal, pero también un punto inmediatamente anterior o posterior a ese transcurso (Hinnell 2018, p.776 y De Miguel 1999, p. 3022). Así, en inglés y español podemos distinguir las siguientes construcciones perifrásticas:
Figura 2 y 3: Fases de una acción en inglés y español.
En las figuras 2 y 3 tenemos una visión general de algunas de las perífrasis aspectuales más frecuentes para indicar las distintas fases de un evento en ambas lenguas (son las llamadas perífrasis aspectuales fasales). En estas imágenes, el observador/conceptualizador, ubicado debajo de la línea amarilla, distingue/perfila siete fases principales de la escena: (1) Acción inminente, (2) acción inicial, (3) acción en progreso, (4) continuación de la acción, (5) conclusión inminente, (6) conclusión y (7) final reciente. En esta entrada voy a concentrarme en las tres primeras.
En primer lugar, desde su punto de observación, el conceptualizador percibe que el corredor se encuentra en una etapa preparatoria: se pone en posición, con una pierna extendida y la otra flexionada, la mirada hacia el frente, listo para lanzarse a la carrera cuando se lo autoricen. Al decir “Está a punto de correr” (to be about to/to be on the brink of/on the verge of), nos quiere decir que está a una distancia mínima, a un grado del inicio de la acción. La animación muestra a un sujeto palpitante, para dar esa idea de “disposición hacia la acción”. Por su parte, “estar por” implica que “está en las inmediaciones o alrededores de la acción” (in the vicinity of), pero sin entrar todavía en ella (de allí que gráficamente lo haya hecho “girar” alrededor de la acción de "correr").
Figura 4.
Comenzar/empezar + a + infinitivo
Pasada esa fase de “inminencia”, entramos en el inicio propiamente dicho de la situación. Al iniciarse el evento, podemos utilizar “comenzar/empezar” seguidos de un infinitivo introducido por la preposición “a”. Ambos verbos son considerados sinónimos y pueden usarse indistintamente.
En términos etimológicos ambas formas tienen orígenes diferentes. Según Corominas (1987), el primero evolucionó de una posible forma *cuminitiare, formada a partir de un verbo de movimiento. En efecto, del verbo latino eo, is, ire (con el sentido de “ir, marchar[se], andar” y del que deriva nuestro “ir”), se originó ineo, inis, inire (= “entrar, penetrar, meterse en, ir hacia”). Sobre este último, a su vez, se desprendió el frecuentativo initio, initias, initiare, pero con un significado restringido al ámbito de la liturgia: “iniciar (en los misterios religiosos, principalmente del culto de Ceres)”. A este uso se le agregó el sentido figurado de “comenzar, principiar, iniciar”. Así, initio significaba originalmente “ir a” o “entrar en” de manera repetida o continua. Con el prefijo cum (> com), el sentido se amplió al de “entrar o iniciar juntos” (un nuevo camino). Con esta forma se emparenta el término “commence” inglés, tomado del latín a través del francés medieval.
Resulta interesante observar cómo de ser una voz restringida al ámbito de la liturgia, se extendió a la lengua general, con un valor específico de “cambio de estado o condición” del iniciado en los misterios religiosos. En efecto, el “adentrarse” en la liturgia entrañaba una transformación significativa en la espiritualidad del sujeto, por cuanto conllevaba un conocimiento o un aprendizaje (Hernández Díaz 2019, p.93). Finalmente, Corominas agrega que el término es quizás hoy de tono elevado y más habitual en el lenguaje literario. Algo similar ocurre con el equivalente inglés.
Respecto del verbo “empezar”, no se origina como el anterior en un verbo latino, sino que es una creación romance del siglo XIII que desaparecerá momentáneamente durante los siglos XIV y XV. Sin embargo, reaparecerá con más fuerza en el siglo XVI, con un aumento tal de su frecuencia que se convertirá en la más usual de las dos formas desde el siglo XIX hasta la actualidad (Hernández Díaz 2019, p.88).
Este verbo está formado con el prefijo “en-” (= dentro, sobre) devenido “em-” delante de “p” + el sustantivo “pieza” (entendido como “pedazo de alguna cosa que se extrae para comenzar a usarla”) + desinencia verbal “-ar” (Corominas 1987). Así, el sentido de este verbo podría entenderse en su origen como el de iniciar el corte en pedazos de alguna cosa con el fin de poder usarla o consumirla. De ese sentido de “preparación de las piezas que se van a usar” se habría extendido el uso de “iniciar” o “principiar” algo.
Sea como sea, con ambos verbos usamos el infinitivo aquí porque, como señalaba con “ir + a + infinitivo”, se perfila la noción de una orientación mental que conduce a una meta. Es este el principio exacto de un evento. Nos aclara la RAE (2010, p.544) que como en casi todas las perífrasis de fase, estas “se aplican a eventos que tienen duración (“Empezó a llover”; “Comienzan a escribir”; “Se ponía a cantar”), ya que no tendría sentido concebir la fase inicial o final de un proceso puntual.”
Ahora bien, una vez que la acción comienza a desarrollarse, el gerundio será el verboide preferido para indicar la acción en curso y su continuación, como veíamos con “estar” en mi entrada anterior: “Está corriendo”, “continúa/sigue corriendo”. En estas fases, el inglés coincide con el español.
Para las fases de (5) conclusión inminente, (6) conclusión propiamente dicha y (7) final reciente, el español acude a las expresiones (5) “está terminando de”, (6) “terminó de” y (7) “acabó /cesó/dejó de”, seguidas todas de infinitivo. Nótese que la preposición “de” en todos estos casos perfila aquí la idea de alejamiento, separación o abandono (permanente o temporario) de la acción.
Comenzar/empezar por + infinitivo
Hasta aquí hemos visto que “comenzar/empezar a + infinitivo” perfila solo el inicio de una acción. Con el infinitivo precedido por la preposición “a” significa simplemente “dar inicio a la acción designada por el infinitivo”.
Sin embargo, ambos verbos también pueden formar las perífrasis "comenzar/empezar por + infinitivo". Con ellas se indica que la acción del infinitivo es la primera de una serie de acciones sucesivas implícitas o explícitas, que puede completarse o no (Yllera 1999, p. 3423). Hay aquí entonces una idea subyacente de secuencia. La secuencia se puede cerrar con perífrasis que guardan una estructura similar, como “acabar/terminar por + infinitivo”. Con esta interpretación, se podría decir que la perífrasis asigna un cierto valor ordenador de las acciones de esa serie: “Comenzó por llorar y terminó por festejar” (= “En un principio lloró, pero al final festejó.”) (García Fernández et al 2006, p. 54).
Figura 5.
Con esta interpretación, se presume un "recorrido emocional": el sujeto atravesó (POR) una serie de emociones encontradas y la primera fue la acción de llorar. Pero además podríamos inferir que eligió UN derrotero por encima de otro(s) que implícita o explícitamente se le presentaba(n). “Empezó POR llorar”, nos dicen las imágenes, sugiriendo que el sujeto podría haber empezado por otra acción emocional de las muchas que se le podrían haber presentado. Sin embargo, en este caso optó para su comienzo por “llorar”.
Otro ejemplo: “Empezamos por cortar los tomates en tiritas, los ponemos en una cacerola con aceite y los terminamos de rehogar junto con la cebolla…”. Aquí, dado el contexto de una receta, podemos imaginar con claridad la existencia de la secuencia. En una receta se describe una serie de pasos muy claros para llegar al resultado final. “Cortar los tomates en tiritas” es el umbral para “entrar a la receta”, iniciar el derrotero de la preparación y lograr el plato deseado, en lugar de “empezar por cortar” el ajo o la cebolla, por ejemplo. Podríamos decir que con “por” se perfila UN lugar frente a otros posibles por donde comenzar. Si tuviera que representarlo gráficamente, tal vez lo podría hacer así (en donde he dejado otras opciones implícitas -como comenzar por la cebolla o por el ajo- en gris):
Figura 6.
Comenzar/empezar + gerundio
La perífrasis con “por” alterna con frecuencia con “comenzar/empezar + gerundio”: “Empezó llorando” / “Empezó por llorar”. En el otro extremo también podemos encontrarnos con las “acabar/terminar + gerundio”. No obstante, aun cuando el significado de estas puede coincidir con la perífrasis con “por” en el sentido de suponer una serie, las estructuras con gerundio pueden indicar también el estado o acción en curso al comenzar/terminar algo (uso no perifrástico). Se trata de significar la forma en que algo comienza o termina (y respondería a la pregunta “¿Cómo?”):
-Comenzó la carrera llorando. [¿Cómo comenzó la carrera?]
-¿Y cómo la terminó?
-Terminó los últimos metros festejando con los brazos en alto.
Nótese que en estos casos los verbos "continuar/empezar" (como "terminar/acabar") pueden admitir un objeto directo propio. En este caso, el gerundio indicaría el estado en que se comienza o se termina un evento y no tanto una perífrasis (inicio de la acción). En este punto, Yllera (1999, p.3423) nos dice que es dudosa la interpretación perifrástica con gerundio, por cuanto este conserva muchas veces un carácter adverbial. Agrega la autora más adelante (p.3396) que en los empleos perifrásticos con gerundios, "se interroga por medio de 'qué', sustituyendo el gerundio por 'haciendo'; por el contrario, las construcciones no perifrásticas responden a una pregunta con 'cómo'" (Yllera 1999, p.3397). Sin embargo, acto seguido anota que en ocasiones ambas preguntas son posibles:
a. Se empieza riendo y se termina llorando.
b. ¿Cómo se empieza y cómo se termina?
c. ¿Qué se empieza y qué se termina haciendo?
La RAE (2009, p.552), por su parte, también distingue construcciones de gerundio con interpretación perifrástica y no perifrástica. No entraré en esta polémica, porque no creo que resulte relevante para un estudiante de ELE. Remito al trabajo de Yllera y a la serie de autores que cita la autora apoyando esta lectura (Yllera 1999, p. 3396). Lo que no debemos perder de vista es la distinción semántica que traen los distintos usos de verboides.
Finalmente, se podría conjeturar que el uso del gerundio no permite intuir la idea de otras posibles alternativas por las que se podría internar el sujeto, como veíamos con la estructura con “por” en la figura 6, pero sí se mantiene la idea de secuencia. Una posible forma para representar estas perífrasis con gerundio podría ser así:
Figura 7
La forma con “por + infinitivo”, en tanto, indicaría “por dónde se empieza”. Como vemos la diferencia entre por + infinitivo y gerundio en estos casos es muy sutil. Ambas presuponen una serie, pero una señala “por dónde se empieza” (el umbral de la acción) y la otra “cómo se empieza” (estado). Cualquiera de las dos opciones que elija el estudiante será correcta. En términos pedagógicos quizás no sea relevante insistir en esta distinción.
Referencias
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
De Miguel, E.(1999). “El aspecto léxico” en I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp. 2971-3060.
García Fernández, Luis (dir.), Ángeles Carrasco Gutiérrez, Bruno Camus Bergareche, María Martínez-Atienza y María Ángeles García García-Serrano (2006). Diccionario de perífrasis verbales. Madrid: Gredos.
Gómez Torrego, L. (1999). “Los verbos auxiliares. Las perífrasis verbales de infinitivo.” En I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe, pp.3223-3390.
Hernández Díaz, A (2019). “Gramaticalización y diacronía de las perífrasis comenzar a y empezar a + infinitivo”. Boletín de Filología, LIV, 2, pp. 81-110.
Hinnell, J. (2018). “The multimodal marking of aspect: The case of five periphrastic auxiliary constructions in North American English”. Cognitive Linguistics 29(4): 773–806.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa
Yllera A. (1999). “Las perífrasis verbales de gerundio y participio” en I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe.
Brisbane, 15/05/2021.
Dependiendo de la lengua nativa de nuestros estudiantes, en algunas oportunidades podemos encontrarnos en situaciones en las que nuestro alumnado no logra desenvolverse con propiedad en el uso de las llamadas formas progresivas de “estar + gerundio”. Entre los errores más frecuentes, señala Rascón Caballero (2016, p.1), se encuentra el uso incorrecto del pretérito imperfecto en el auxiliar para significar acciones durativas en pasado, pero enmarcadas en períodos terminados: ““Estaba estudiando en Madrid doce años” o “Yo estaba trabajando tres meses en España” por “Estuve estudiando en Madrid doce años” o “Yo estuve trabajando tres meses en España”. La justificación de nuestros estudiantes es que “están describiendo una acción durativa” y, por lo tanto, el imperfecto se justificaría perfectamente. Algo similar observa Teresa Cadierno (2001, p.62).
La razón del error puede deberse, según este autor, a dos posibles causas. Por un lado, al enseñar la distinción de las formas perfectivas (perfecto simple y compuesto) de las imperfectivas, tanto los manuales de enseñanza como los profesores no hemos focalizado con propiedad en el significado que aportan los tiempos verbales o hemos hecho una simplificación peligrosa. Por otro, se ha dejado de lado el significado léxico de los verbos y de otros elementos de la frase.
En este punto, se hace necesario remitirnos al concepto de “aspecto verbal”. Este es una categoría gramatical que expresa cómo una acción, evento o estado denotado por un verbo, se extiende en el tiempo. El aspecto perfectivo, nos explica Comrie (1976, p. 16), indica la percepción de una situación que se concentra en un punto, con límites precisos (inicio o final), y en la que no se distinguen las diversas fases separadas que la componen. Imaginemos, por ejemplo, todo el proceso de un cazador que se adentra en el bosque, identifica a un ave, se prepara para dispararle, lo hace y… ¡fracasa!, como aparece en fig.1a. En las imágenes podemos ver la serie de acciones dentro de un óvalo que encierra o encapsula las actividades, dándoles un principio y un final. La línea recta que se encuentra debajo indica el “paso del tiempo”.
El aspecto imperfectivo, por otro lado, se utiliza para situaciones que se conciben como existentes de forma continua o habitual a medida que pasa el tiempo. No importa en qué momento me detenga: el personaje de la figura 1b seguirá siendo siempre un “cazador” (en este caso, nótese cómo el “estado” del sujeto trasciende los límites del cuadro, se “sale” de él y continúa más allá de lo visible en la pantalla).
Figuras 1a y 1b
¿Para qué nos sirve saber todo esto como profesores? A mejor preparación, mejor explicación podremos dar a nuestros estudiantes cuando forman frases agramaticales. Como siempre, no digo que debamos explicar todo esto, pero sí tenerlo en cuenta y adaptarlo si cuadra y puede ayudar en la comprensión de las estructuras que intentamos enseñar.
Siguiendo con Langacker (2009, p.118), un proceso está constituido por un conjunto de fases sucesivas de un fenómeno. Estas fases pueden variar en el tiempo o bien pueden mantenerse continuas. Por ejemplo, un proceso perfectivo (esto es, con principio y fin) como el encarado por el cazador tiene diferentes fases (posicionar el brazo, apuntar con la mirilla del arma hacia la presa, seguirla, apretar el gatillo, salir el proyectil y, finalmente, dar en el blanco -o no-). Cada fase es distinta de la anterior, tiene una duración variable e implica un cambio a través del tiempo.
En cambio, la imperfectividad tiene una estructura interna diferente. En primer lugar, la extensión temporal es indefinida, en el sentido de que carece de límites precisos, como vemos con el cazador. A esto se agrega el hecho de que la situación es internamente homogénea: cualquiera de sus fases es en sí misma una instancia del mismo tipo, con lo cual estamos ante una situación estable, sin cambios: “Es cazador (ahora, ayer y mañana)”, como vemos en la imagen de la figura 1b
A este concepto del “aspecto verbal” debemos sumarle el de “aspecto léxico”, entendido como una noción semántica que distingue verbos delimitados o acotados (perfectivos) de los ilimitados o sin acotar (imperfectivos). Algunos teóricos, en lugar de hablar de “verbos”, prefieren hablar de “predicados”, concepto que implica las ideas expresadas por las formas verbales y sus modificadores. Así, podemos identificar (1) “predicados de estado” –que representan situaciones que pueden durar infinitamente, como “ser alto”, “tener un coche”, “conocer a alguien”, “saber algo”- y (2) “predicados dinámicos" –que progresan mientras se producen, ya que indican un proceso o acción que avanza– . Dentro de estos últimos se distinguen tradicionalmente los (2. 1) “predicados de actividad” –que representan situaciones durativas e ilimitadas, como “saltar”, “cantar” o “esperar”, “ver la televisión”; (2.2) “predicados de realizaciones”, que indican eventos que solo se completan cuando llegan a su final (“correr un kilómetro”, “pintar un cuadro”); y (2.3) “predicados de logros”, que describen situaciones puntuales o instantáneas no durativas (“romper un cuadro”, “hacer un gol”, “explotar una bomba”, etc.) (Gaspar García 2015, p.2).
Se suele mencionar que la perífrasis se usa cuando queremos hablar de la fase intermedia de desarrollo de una situación, sin que haya concluido todavía (Castañeda y Alhmoud 2014, p.66). En lugar de ver la escena completa, la mirada del conceptualizador focaliza en el núcleo de la acción y excluye tanto la porción inicial como la final. Así, en el caso de la figura 2, cuando decimos que “El hombre está cazando” nos focalizamos en alguna fase intermedia, pasando a un segundo plano todas las otras etapas, que se infieren por nuestro conocimiento de mundo (sabemos que un cazador identifica su blanco, se prepara para disparar, dispara, etc.):
Figura 2.
La incompatibilidad de la forma perifrástica con verbos de estado se debe a que resulta contradictorio hablar del desarrollo de un evento, caracterizado por su dinamismo, con verbos que expresan propiedades estables. En consecuencia, su uso resultaría inaceptable (Gaspar García 2015, p. 4).
No obstante esto, existen casos particulares en que verbos de estado como “querer”, “tener”, “conocer” pueden tener un uso perifrástico. Esto se debería a que existen dos subcategorías de verbos de estado: (1.1) permanentes y (1.2) no permanentes. Podemos distinguir así verbos de estado que hablan de situaciones “estables” o “esenciales” (permanentes), como “ser”, de aquellos que hablan de situaciones que tienen un carácter circunstancial (no permanente), como "estar". En estos casos, el hablante quiere focalizar en alguna parte de esa situación y la perífrasis puede adquirir un carácter transitorio o ingresivo (Gaspar García 2015, p. 5): “-¿María está de novia con Pepe? / -No, se están conociendo” [= se están empezando a conocer]; “Tiene una escopeta”/ “Está teniendo un ataque al corazón” (= estoy ingresando en ese estado). En una palabra, el uso del progresivo con verbos estáticos podría perfilar, entre otras cosas, el ingreso a un nuevo estado.
Otros casos, como la forma “ser + adjetivo”, (“ser tonto”), son compatibles tanto con la perífrasis “estar + gerundio” como con la forma simple. Sin embargo, el significado no es exactamente el mismo. Si usamos la forma sintética nos estamos refiriendo a una propiedad esencial del sujeto: “Es tonto”. Pero si usamos la forma perifrástica estamos definiendo un comportamiento circunstancial: “Está siendo tonto” (circunstancialmente). Con este significado se aproxima a “actuar o comportarse”. Nótese que, en este sentido, mantenemos la coherencia de lo que hemos venido explicando acerca de los valores de ser/estar, por ejemplo y establecemos correlaciones con la información con la que ya cuenta el estudiante respecto de sus usos.
Ahora bien, ¿qué ocurre con los predicados dinámicos, que son con los que se correlaciona la perífrasis progresiva? Respecto de estos, cuando queremos referirnos a un momento específico en el desarrollo de una acción, preferimos usar “estar + gerundio” antes que una forma sintética, como vemos en la figura 3. En la imagen de la derecha, representamos una escena intermedia de un hecho circunstancial que tiene implícito un principio y un final. Pero esos extremos quedan fuera de foco: “Pepe está cantando un tango [en este preciso momento]”. Esto es, Pepe está “en medio de la acción” por ahora. Con la forma sintética, en cambio, podemos apuntar a valores más generales, permanentes o asociado con la idea de hábito:
Figura 3.
Pero también tenemos la posibilidad, a diferencia del inglés, de usar la forma sintética para hablar de un evento que está en curso en el momento del habla. Así, con la imagen de la izquierda estamos representando la situación como un hecho que o bien coincide con el momento de la enunciación o bien rebasa sus límites. ¿Qué se entiende por esto?
En el primer caso, podría aludir a una situación circunstancial: “Rogelio canta un tango [en este momento]” (el inglés seguiría aquí el presente progresivo: He’s singing a tango.). En el segundo caso, podemos referirnos a situaciones estables, permanentes o esenciales. Por ejemplo, podríamos estar aludiendo a la actividad esencial que desarrolla para ganarse la vida: “-¿Qué hace Pedro para ganarse la vida?/ -Canta” (=“es cantante”, visto como una característica esencial del sujeto). Por extensión, se podría describir un hecho habitual en el presente: “-¿Qué sabes de Pedro? / -Canta en este lugar todos los días a las 8:00”. También puede aludir a una acción que comenzó en el pasado, pero que sigue en curso todavía en el presente: “-Canta en este lugar desde el año pasado”. Finalmente, también podemos usarlo con idea de futuro: “-Canta en este club el próximo fin de semana”.
Como vemos, el presente simple en español tiene un alcance (scope) mucho más amplio que el presente sintético del inglés, que se limita más o menos a hechos o hábitos permanentes (excepto en los comentarios deportivos, los titulares de las noticias y el presente histórico). Nuestro presente, por el contrario, se puede utilizar para hablar sobre el pasado, el presente o el futuro, así como para verdades y hechos generales (“Una persona que canta es más feliz”).
En la animación que acompaña a estas imágenes he intentado representar este alcance máximo del presente sintético. La imagen nos muestra a una actividad mucho más extendida en el tiempo (abarcando el presente de la enunciación, el pasado y el futuro). Se trata de una suma de eventos individuales que, en la animación, se ven sintetizados en una sola situación. Le corresponderá al hablante “anclar” su sentido a partir de otras ayudas contextuales y desambiguar sus sentidos.
En la imagen de la derecha de la figura 3, en tanto, la forma perifrástica alude a una acción dinámica y circunstancial que se percibe en curso en el momento de enunciación. Nos detenemos en un punto intermedio de esa acción, pasando a segundo plano su principio o final. Y a menos que restrinjamos la acción a un período particular, la perífrasis no suele expresar en estos casos acciones habituales ni futuras, salvo algunos casos muy concretos: “Este año está cantando mucho” /Mañana a estas horas está cantando en el club”.
Por otra parte, señala la RAE (2010, p. 548) que la forma con gerundio se combina preferentemente con “predicados de actividad” (procesos durativos y sin límite natural, como “esperar”, “llover”, “manejar”, “mirar”, “cantar”, etc.):
Figura 4.
Nótese el esquema que acompaña a la situación: el sujeto de la enunciación se encuentra en medio de la acción que se está desarrollando. Esta esta la expresión temporal más frecuente en la lengua hablada para expresar acciones en curso aquí y ahora.
Para “estaba + gerundio”, seguimos el mismo esquema que en su momento introdujimos con el imperfecto sintético: la idea del presente del pasado. Pero en este caso, se ha destacado la idea de acción en curso interrumpida por un hecho puntual:
Figura 5.
Se podría usar también aquí la forma sintética (“Esperábamos el autobús, cuando comenzó a llover”), por cuanto ambos pueden usarse para describir eventos en curso en un momento particular del pasado. Sin embargo, en situaciones como estas, se prefiere la perífrasis para destacar la acción en curso interrumpida por otra. En la imagen correspondiente, la espera (acción durativa) se vio interrumpida por el comienzo de la lluvia.
En lo que respecta al uso del pretérito (“indefinido”) progresivo, representa una acción en curso durante un período acotado implícito o explícito: “durante tres horas”, “toda la mañana”, “hasta la 1:00”, “un día entero”, “mucho tiempo”, “dos horas”. Para este uso, se destaca en la imagen el momento de enunciación y el tiempo anterior a este, en el que se produce una acción dinámica acotada. Para visualizar este hecho, se muestra al personaje mirando TV desde la mañana hasta la noche (figuras 6 y 7). Un esquema más abstracto acompaña al dibujo. En él se observa una flecha curva que marca el comienzo y el final del período limitado en que ocurrió la acción.
Figuras 6 y 7.
Al igual que ocurre con el presente progresivo y el sintético, hay un área gris entre el imperfecto progresivo y el sintético. Con el primero el evento se percibe en curso en el pasado, mientras que con el segundo se trata de información más circunstancial o de fondo: “Esperamos/Estamos esperando el autobús” vs “Esperábamos/Estábamos esperando el autobús”. La elección dependerá en parte de la duración y la naturaleza del evento y del marco temporal contextual elegido. En general, cuando el evento está realmente en curso, se suele focalizar en ese hecho con la forma progresiva. Lo continuo también se ve favorecido por actividades sin principio ni final claros.
Finalmente, para el caso del presente perfecto (“He estado mirando series dramáticas todo el día” vs “He mirado series dramáticas todo el día”), la forma perifrástica, como siempre, focaliza en un estado intermedio de la acción (mirar). De esta forma, la expresión no implica que la acción se haya realizado completamente, sino que durante un tiempo delimitado la ha estado realizando. En cambio, con “He mirado series dramáticas”, en ausencia de cualquier matiz extra que pudiera explícitamente incluirse, implica que la acción se ha completado y terminado (Castañeda Castro, A. y Alhmoud 2014, p.67).
Figura 8
Figura 9.
Figura 10.
En las figuras 8 y 9 se destaca la misma actividad en su transcurso temporal, sin señalar, ni tampoco negar, que se haya concluido. “He estado mirando series” puede implicar que la acción comenzó en el pasado y sigue en curso todavía (figura 8) o bien que ha cesado recientemente (figura 9). En el caso de la figura 10, se interpreta que la acción ha terminado en forma completa.
En la animación de la figura 8, la acción de “mirar la TV”, gracias al GIF que muestra a la espectadora frente al televisor, aparece en continuo movimiento, para representar su idea de “estar en medio de la acción”. En el caso de la figura 9, se muestra a la señora cansada, sentada en el mismo sofá, pero sugiriendo que acaba de cesar con su actividad. En la figura 10, en cambio, la imagen de "mirar la TV" es estática y en sepia (para dar la idea de acción terminada en un pasado reciente), mientras que en su "ahora" se encuentra alejada de su televisor y haciendo ya otra cosa .
Referencias
Cadierno, T. (2001). “La enseñanza gramatical y el aprendizaje de la gramática: el caso del aspecto en español”. Revista española de lingüística aplicada 14, pp. 53-73.
Castañeda Castro, A. y Alhmoud, Z.(2014). “Gramática cognitive en descripciones gramaticales para niveles avanzados de ELE”. En Castañeda, A. (ed.). Enseñanza de gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL, p. 39-87.
Comrie, B. (1976): Aspect: An Introduction to the Study of Verbal Aspect and Related Problems. Cambridge: Cambridge University Press.
Gaspar García, E. (2015). “Algunas consideraciones en torno al valor durativo de la perífrasis verbal ‘estar + -ndo’, sus valores discursivos y algunas restricciones léxicas”. Cahiers de praxématique 65, p.1-16. Disponible en <https://journals.openedition.org/praxematique/4174>.
Gras, P. y Santiago, M. (2012), “Cómo hacer la gramática significativa: Aspecto léxico y aspecto gramatical”. Mosaico 30, p. 19-25. Disponible en: <https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5308604>.
Langacker, R. (2009). Investigations in Cognitive Grammar, Berlin/New York: Mouton de Gruyter.
Rascón Caballero, C. (2016). El uso de la perífrasis estar + gerundio en tiempos perfectivos para significar predicados de actividad atélicos. Marco ELE. Revista de didáctica español como lengua extranjera, 23, pp. 1-15.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Yllera A. (1999). “Las perífrasis verbales de gerundio y participio” en I. Bosque y V. Demonte (ed.) Gramática descriptiva de la lengua española, tomo II. Madrid: Espasa-Calpe.
Brisbane, 15/04/2021
Un tema recurrente en nuestras clases de ELE es enseñar a determinar y describir la ubicación de objetos y situaciones en el espacio físico. Por lo general, solemos hacerlo orientándonos a partir de un punto de referencia. Por ejemplo, cuando decimos “Bajo la superficie del mar se extiende un silencio infinito”, localizamos ese silencio que intentamos describir en relación con la superficie del mar (nuestro punto de referencia introducido por la preposición).
El español cuenta con alrededor de unas 23 preposiciones (aquellas que memorizábamos en nuestra escuela: “a, ante, bajo, cabe, con,” etc.) con las que podemos describir diferentes escenas espaciales que nos ayuden a situarnos. A partir de estas relaciones espaciales se van constituyendo significados para otros dominios como el tiempo (al que me referiré tangencialmente más abajo).
Junto con estas preposiciones existen también grupos de piezas léxicas como “delante de”, “debajo de”, “detrás de”, etc. Con estas, los lingüistas no logran ponerse de acuerdo respecto de su categoría (Di Tullio 1997, p. 152). Para la RAE (2010, p. 561), estas últimas resultan controvertidas en su análisis: ¿pueden considerarse locuciones preposicionales o en realidad se trata de “adverbios preposicionales”?
En efecto, nos dicen los académicos, se podría considerar que una expresión como “delante de la casa” se puede analizar en dos segmentos: [delante de] [la casa]. El primero se podría entender como locución preposicional y el segundo, como su término de referencia. Otra posibilidad sería pensar a “delante” como un simple adverbio que puede aparecer solo o modificado por un complemento encabezado por “de”. Este será el análisis por el que se inclina la RAE en su Gramática.
Disquisiciones aparte, suelo decir que en clase de ELE no nos proponemos formar estudiantes de lingüística. Nuestro objetivo es preparar hablantes competentes que comprendan la manera en que el español conceptualiza el espacio, de forma tal que puedan usar estas formas con soltura y precisión en su uso diario. Así, en esta entrada me propongo obviar este debate y, a efectos didácticos, para referirme a estas expresiones hablaré por un lado simplemente de “adverbios de dirección” y, por otro, de “partículas de localización o ubicación” que parecen competir con algunas preposiciones. Dentro del grupo de estas partículas, podemos encontrar unas que solo ubican algo/ a alguien respecto de un punto de referencia explícito (de allí que en ocasiones se construyan con la preposición “de” que, en estas circunstancias, señala dicha referencia). Son las llamadas partículas de localización propiamente dichas: “delante de ~ detrás de / encima de ~ debajo de”.
En otros casos, ese punto queda implícito en el contexto, por lo que estas mismas formas pueden omitir el complemento con “de”: “El jardín estaba detrás de la casa” vs “La casa era enorme. El jardín estaba detrás” (en donde se entiende por contexto que el jardín estaba ubicado en la parte trasera de la casa mencionada antes en el discurso).
Finalmente, existen otras formas emparentadas que no suelen ir seguidas por “de” (excepto en el habla coloquial de algunas regiones hispanoamericanas) y que indican la dirección de algo (“en dirección a la parte superior, inferior, delantera o posterior). Son los adverbios de dirección: “adelante ~ atrás / arriba ~ abajo”.
Algunas de estos últimos han tenido un origen curioso. Tal es el caso de “arriba”. Veamos un poco su historia, porque nos permitirá entender mejor este concepto de “dirección”. En tiempos antiguos, la llegada de una nave con pasajeros a la costa o a la tierra firme debió de percibirse no solo como el hecho de llegar a destino, sino también de poder ascender a la orilla (ad ripam), vista desde la embarcación como un lugar más alto. La expresión ad ripam podría haber sido así una expresión marinera equivalente a nuestra más moderna “[bajar] a tierra” [to go ashore].
Con el tiempo, la expresión latina se gramaticalizó y la preposición ad (con su sentido de “a”, “hacia”) terminó fundiéndose con el sustantivo que le seguía, dando lugar a arripa. De esta forma derivará nuestro “arriba”, para indicar un espacio o zona superior en el eje vertical.
En el otro extremo de ese eje, nos encontramos con “abajo”. El término, nos dice Manuel Seco (1998, p.8.), es una evolución de la construcción del latín tardío ad bassum, con la que se indicaba un desplazamiento “hacia un lugar o espacio inferior" o "hacia la base”. Como vemos por sus orígenes, ambos adverbios esconden una idea de dirección, por lo que suelen acompañar a verbos que significan movimiento. Sin embargo, existen algunos casos en que es posible utilizarlo con verbos de estado con una leve sutileza: “Mi apartamento está abajo” (mi apartamento está en algún lugar inferior del area en la que me encuentro) vs “Mi apartamento está debajo” (mi apartamento está en el espacio inmediatamente inferior al que me encuentro).
“¿Cómo y por qué se dan estas cosas y cuáles son las diferencias?”, nos preguntan confundidos los estudiantes. Aquellos más observadores nos pueden plantear dudas respecto del uso de estos términos, por cuanto parecería que en el habla cotidiana los hablantes usamos uno u otro sin ninguna lógica aparente. De esta forma, muchas veces nos vemos en la obligación de improvisar algunas explicaciones en clase sobre cómo y cuándo emplearlos, aunque sin mucho convencimiento. El tema parece sencillo y, sin embargo, los debates entre los gramáticos no cesan. Por lo tanto, los profesores de ELE sentimos que no llegamos a dar una explicación satisfactoria.
Lo que sigue es una posible aproximación visual que intenta ordenar las distintas respuestas -a veces confusas- de los lingüistas y zanjar las dudas de los estudiantes de ELE, obviando los términos demasiado técnicos.
Uso de los adverbios de dirección
Para acercarnos al tema, partiremos primero de los formas “arriba” (above), “abajo” (below), “atrás” (at the back, behind) y “adelante” (ahead, at the front) (formas sin término, en el español estándar peninsular). Como señala López García (2005, p. 209), “sus significados corresponden a los matices que importan a un ser tridimensional que, además, percibe el mundo desde la cabeza y orientada hacia adelante”. En efecto, la manera en que observamos y aprehendemos el mundo está determinada por las características de nuestro cuerpo (una cara con sus ojos que mira hacia el frente) y su orientación, el sentido en el que se desplaza. Todo esto, en la teoría cognitiva, se llama “corporeización”.
Según la RAE (2010, p.581), estas expresiones pueden usarse en determinados contextos con los valores que corresponden a sus formas emparentadas (“encima”, “debajo”, “detrás”, “delante”), aunque raramente al revés. En efecto, en muchas variedades del español hispanoamericano -pocas veces en el europeo- estas formas pueden construirse con complemento encabezado por “de”. Estas construcciones se entienden como correctas en el español del continente americano, pero en los registros formales del español peninsular carecen de prestigio y, por lo tanto, se evitan (RAE 2010, p. 582).
Otra distinción importante entre ambos grupos es que los primeros admiten la cuantificación de grado (“más adentro”, “muy abajo”, “demasiado atrás”), ya que son direccionales. Recuérdese la presencia de la antigua preposición ad devenida en “a” que, como prefijo, se encuentra adherida a todas ellas. Los otros tienden a rechazar esa gradación, por ser locativos (Cifuentes Honrubia 1988, p.67): es posible “ir más arriba”, pero no “estar más encima” de algo.
¿Pero cómo explicar todo este intríngulis y evitar toda jerga terminológica? Para comenzar, propongo introducir el eje vertical primero. Partiré entonces de la idea de ad ripam, su evolución en “arriba” y en la idea de desplazamiento que se perfila en su origen (Cifuentes Honrubia 1988, p.65). Con este fin, mostraré una escena en la que un barco romano que llega a puerto se ubica en un espacio inferior a su muelle.
Una vez identificado el sentido de movimiento que “arriba” conlleva, se dibujará el eje vertical y se pasará a mostrar un individuo que, ubicado en él, se moverá hacia el extremo superior primero y luego hacia su sentido opuesto. De esta forma, introducimos ambos conceptos (“arriba/abajo”) asociándolos siempre con la idea de movimiento. Lo mismo se hará luego para introducir los conceptos “adelante/atrás” (con valor dinámico o de situación dinámica) en el eje horizontal. Se usarán distintos ejemplos para enfatizar su sentido sin modificador y con verbos de movimiento: “Mirar hacia adelante” (ahead) “Seguir adelante” (forward). Lo mismo ocurrirá con “arriba” y “abajo”: “Se dirigió hacia arriba”, “Fue para abajo”, etc.
Según los niveles con los que estemos trabajando o las características del grupo, sería una buena oportunidad hacer notar que, a partir de relaciones puramente espaciales, estas formas fueron expandiendo sus sentidos hasta participar de metáforas temporales. Así, a partir de nuestra propia experiencia corporal, tendemos a metaforizar el futuro “adelante” y el pasado “atrás”. Nótense las expresiones del tipo: “Más adelante [en el futuro] decidiremos qué hacer” o “Atrás [en el pasado] quedaron las diferencias”. Asimismo, conceptos como “arriba” y “abajo” se relacionan con conceptos positivos y negativos: lo positivos (como la felicidad) está “arriba” y los negativos (como la tristeza), “abajo”: “Arriba el ánimo”, “Se vino abajo con la mala noticia”.
Un buen ejercicio podría consistir en hacer deducir el sentido de algunas metáforas orientacionales que hacen alusiones a esos espacios en forma directa o indirecta: “La película es un bajón. Salí completamente bajoneada”, “Pedro ganó la lotería. Se fue para arriba”, “Hemos dejado atrás los momentos más difíciles”, “Hace mal en darle la espalda a su futuro”, “Estaba tan contento que tocaba el cielo con las manos”, etc.
Asimismo, dado que en estos lugares no se discierne un límite preciso (nótese que en el dibujo se han puesto “burbujas” para indicar esa zona indefinida en cuanto a sus límites), pueden convertirse en el origen, el camino o meta de un recorrido. En consecuencia, podemos anteponer a estos adverbios preposiciones que indican movimiento a través de estos espacios imprecisos: desde, por, para o hasta/hacia esas zonas (“desde arriba”, “hasta arriba”, “hacia arriba”, “para arriba”, “por arriba” y formas similares con “abajo”, “adelante” y “atrás”). En todos estos casos, vale la pena recordarlo una vez más, la variante peninsular los emplea generalmente con verbos de movimiento, como corresponde a su etimología, aunque, según la RAE, también se pueden usar para describir algunas situaciones estáticas: “Vive arriba/abajo” o “El pueblo está a 200 kilómetros adelante”.
Uso y significado de las preposiciones
El primer problema que se nos plantea con las partículas de ubicación (como "delante [de]", "detrás [de]", etc.) es que ellas compiten con las preposiciones de lugar: “bajo y sobre” (para la dimensión vertical) y “ante y tras” (para la horizontal). Derivadas de expresiones latinas, las preposiciones presentan algunas características significativas:
1.Desde el punto de vista formal, siempre necesitarán un término que las acompañe. No podemos decir: “La lámpara está sobre/bajo”, sino que necesitaremos hacer explícito el punto de referencia: “sobre/bajo la mesa”. Las partículas, como decía más arriba, no requieren necesariamente el término si es recuperable del contexto: “La lámpara está encima/debajo [de la mesa].”
2. Además de ubicar un objeto en el espacio, con el correr de los siglos han ido agregando otros significados figurados además de la ubicación, algo que no ocurre necesariamente con las partículas.
3. Para algunos autores el uso de estas preposiciones es percibido como “más formal”, “poético” o propio del “lenguaje escrito o más cuidado” (Alarcos Llorach 1994, p. 216; Shenton 1964, p. 365).
4. En todos los casos, estas formas también pueden funcionar como prefijos: “bajorrelieve, sobreimpresión, antecámara, trasandino.”
En lo que se refiere a las partículas de ubicación, en tanto, ellas solo parecerían indicar el lugar en que el objeto se localiza, sin ningún otro sentido extra. Teniendo esta diferencia notable en mente, veamos primero los usos y significados de estas cuatro preposiciones para luego compararlas con las partículas con las que compiten. En esta presentación seguiré la norma peninsular, por resultar más clara para el estudiantado (y por ser la que aparentemente la mayoría de los libros de ELE se decantan respecto de este tema, inclusive en aquellos textos editados en EEUU.).
Con la preposición “ante” se perfila localización en el área frontal del punto de referencia, sin movimiento (Romo Simón 2016, p.362). Del significado “colocado en la región frontal de” se desprende el de “en presencia de”. En este caso, el punto de referencia muestra algún tipo de “influencia potencial” sobre el objeto localizado, por ejemplo, de estatus: “El caballero se arrodilló ante el rey”, “El testigo habló ante el juez”.
Algo similar ocurre con “tras”, originado en el trans latino (= “al otro lado de”). Esta preposición perfila localización en el eje horizontal y en la zona posterior del objeto localizante (behind). Esto es, el objeto localizado se ubica “a espaldas” del localizante y, por lo tanto, no puede verse ni interactuar con él. Este significado primigenio permite entender esta idea de “separación” o “desvinculación” del objeto localizante, y puede incluir un obstáculo que impide su visibilidad o no. Esto nos permitiría entender casos como “Lo pusieron tras las rejas” o “Lo vimos tras el cristal”, en donde se mantiene la idea de distancia, pero con visibilidad. De este concepto de separación, presente también en los usos como prefijo, se agrega un rasgo de “distancia, pero con ocultación” entre localizante y localizado: “La escalera desaparece tras la puerta deslizante/corrediza.”
A partir de aquel concepto de “algo que se encuentra en la contracara” surgen sentidos temporales (“después de”) y, en relación con estos, de consecuencia: “Tras [después de] meses de pandemia, la llegada de la vacuna comenzó a reducir los números de infectados”/”He cambiado de opinión tras [como consecuencia de] hablar con ella”. Siguiendo esta línea temporal, surge también la idea de acción repetitiva: “La cajera atendió a uno tras otro”= “Uno después de otro = sin cesar”.
Finalmente, acompañando a verbo de desplazamiento como “ir”, “marchar”, “correr” se acerca al sentido del after inglés. Así, si uno se desplaza “tras una persona o cosa”, se la intenta alcanzar o perseguir: “El policía corrió tras el ladrón” = “lo persiguió”. De esta idea se desprende, en combinación con verbos como "estar" o "andar", el concepto de “esfuerzo por conseguir algo”: “Estoy tras unos pantalones que he visto en los anuncios” [estoy tratando de conseguir esos pantalones]. Finalmente, acompañado por un infinitivo o con «de» es equivalente a “además” (on top of): “Tras estar un mes de vacaciones, ahora se enferma.” (= “Además de estar un mes de vacaciones”…) .
Uso de las partículas de localización en el eje horizontal
“Delante de /detrás de” indican, simplemente, el lugar en que se encuentra algo o alguien respecto de un punto de referencia explícito o implícito. Nótese la diferencia: “movimiento hacia un lugar” (para “adelante/atrás”) y “lugar en que se encuentra algo” (para “delante/detrás”). Siendo formas originadas en las preposiciones “ante” y “tras”, pueden ser tanto de situación dinámica (con verbos de movimiento) como estática (con verbos de estado).
Para ejemplificar visualmente estas expresiones y asociarlas con situaciones estáticas, se partirá de la imagen de personas en una fila, por cuanto en ella cada individuo está delante o detrás de alguien. También ejemplificaré con una situación en un consultorio médico, en donde un paciente está “delante/detrás de otro” respecto de su turno (no he incluido en esta presentación el uso de “delante” con el sentido de “enfrente de” o “frente a”, que me reservo para hablar en otra entrada).
Se destacará el hecho de que ambas formas pueden aparecer precedidas de la preposición “por”: “El gato saltó por delante/detrás del vecino” (que implica el movimiento que se desarrolla a través del espacio delantero o posterior del objeto localizante).
Como decía más arriba, estas expresiones pueden usarse seguidas de un complemento introducido por la preposición “de”, con la cual se indica siempre el punto de referencia, aunque también se puede omitir dicho complemento si es recuperable del contexto: “Ernesto tiene dos personas delante [de él].” Como ya he dicho, en el habla coloquial o popular de diversas regiones hispanoamericanas, podemos encontrar las formas “adelante/atrás de” en lugar de “delante/detrás de”, aunque no se recomienda.
¿En qué se diferencian las partículas respecto de las preposiciones “ante/tras” que les dieron origen? Como decía más arribla, los autores consultados anotan que la característica más significativa pasa por el hecho de que las partículas suelen tener un sentido literal (de pura ubicación) y son de uso más habitual en el uso coloquial. Las preposiciones, en cambio, además de la simple localización establecen algún tipo de influencia del objeto localizante sobre el localizado (para “ante”), o bien introducen rasgos de distanciación, ocultación, posterioridad o consecuencia (para “tras”) (amén del uso “más formal”, “poético” o "más cuidado” que mencionaban más arriba Alarcos Llorach [1994, p. 216] y Shenton [1964, p. 365]).
En los dibujos que acompañan a estas interpretaciones he tratado de representar ese plus con una estela amarilla que se extiende de la cara anterior o posterior (aquí delineada en rojo) del objeto localizante y que llega hasta el objeto localizado.
Nótese en la imagen de la izquierda la idea de persecución que introduce “tras” en el primer caso, mientras que solo se trata de ubicación para “detrás de”, en la imagen de la derecha, sin ninguna otra connotación.
Uso de las partículas de localización en el eje vertical:
Sobre/ bajo vs encima [de]/debajo [de]
Estas cuatro formas del eje vertical son, tal vez, las más complejas de explicar, dado que sus límites son difusos y los académicos no logran ponerse de acuerdo totalmente.
El término “encima” (que se podría acercar al on top of inglés) es una formación romance compuesta por “en”+ “cima” (parte más alta de algo) que, ya gramaticalizada, compite con la preposición “sobre” (evolución del super latino que, en inglés, podría equipararse con los conceptos de on y over). Así, en “La lámpara está encima de la mesa”, los hablantes tienden a pensar que se perfila simplemente la parte superior o superficie de su punto de referencia (la mesa) y que esta sirve de sostén a la lámpara. En cambio, con “La lámpara está sobre la mesa” la situación puede resultar ambigua: ¿se trata de una lámpara que se encuentra apoyándose en la mesa (on) o que cuelga desde el techo sobre ella (over)? “Sobre”, entonces, contiene dos posibilidades: contacto o distancia. Solo el contexto nos permitiría desambiguar esta vaguedad.
Sin embargo, como decía, existen algunas contradicciones entre diversos autores sobre los valores de la preposición y de las partículas de ubicación. Matte Bon (2008, p. 283) señala que “sobre” implica contacto físico entre un elemento A y otro B. Mientras tanto, agrega, “encima” no implica necesariamente que haya contacto físico entre ellos.
Por otro lado, autores como López García (2005) y Romo Simón (2016) consideran exactamente lo opuesto, pero con grados diferentes. El primero afirma que “encima” implica contacto físico, mientras que el segundo añade que “sobre” puede indicarlo o no (siguiendo a Morera que considera que puede apuntar a una situación superior con contacto o a una situación superior distanciada). Ampliando estos conceptos, Romo Simón considera que “sobre” ubica al objeto que describe en un espacio superior de su punto de referencia. Para él, el objeto localizado con la preposición puede tener, además, un tipo de “influencia”, “afección” o “cambio de estado” sobre el objeto localizante (lo puede terminar afectando de alguna manera). Cuando la influencia tiene poca prominencia cognitiva, agrega, se puede reemplazar por “encima de”.
Tomando a estos autores como guía, junto con la interpretación que sugiere Cifuentes Honrubia (1988), podríamos establecer las siguientes distinciones básicas para estas formas:
1. “Sobre” y “encima” pueden indicar tanto contacto como distancia: “La lámpara está sobre la mesa” / “La lámpara está encima de la mesa” (en ambos casos puede entenderse simplemente como que “descansa sobre ella” o “cuelga desde el techo”).
2. Sin embargo, con “sobre”, el objeto descrito se encuentra en el espacio superior respecto de su punto de referencia, pero puede haber algún elemento interpuesto (como vemos con los libros en la imagen). Con “encima” se perfila la cara superior libre de obstáculos y de allí que muchas veces sea percibido como “en contacto”.
3. El objeto localizado con “sobre” puede hallarse respecto de su punto de referencia tanto en el eje horizontal como en el vertical, pero con “encima” solo puede hacerlo en el eje vertical: “El cuadro está sobre el sofá/la pared” pero no *“El cuadro está encima de la pared”.
4. Con “sobre” se puede designar la superficie o la parte superior de alguna cosa percibida como línea de puntos (“Se tumbó sobre el sofá”). En tanto, “encima” focaliza al objeto en un punto o zona de la parte superior (la cima) de su referencia, connotando así una cierta idea de “carga”, “peso” o “apilamiento vertical” en ese punto (Romo Simón 2016, p.343): “Saltaba encima del sofá” (descargando todo su peso). A partir de esta idea de “carga”, se ha extendido el sentido de conector discursivo equivalente a “on top of”: “Quien protesta es detenido y encima [on top of it] recibe malos tratos”.
En lo que concierne a “bajo”, funciona exactamente como el reverso de “sobre” y coincide con la mayoría de las especificidades identificadas con este: distancia o contacto con algún tipo de conexión funcional (información “extra” que se puede agregar, además de la ubicación). Así, en este caso, podemos decir que será el punto de referencia el que afecta o ejerce algún tipo de influencia sobre el objeto que se describe (que puede ser de “protección”, “dependencia”, “imposición” o “sometimiento”, según Romo Simón, p. 347). En las siguientes imágenes podemos apreciar la idea de “protección o sumisión” con “bajo”:
En la imagen de la izquierda, la luna podría entenderse como objeto de “protección” o "cobertura" del espacio en donde se encuentra el cantante, además de agregar un tono quizás “más poético”. En la de la derecha, en tanto, el punto de referencia se ha ubicado en una posición elevada respecto de los sujetos descritos y de él irradia la estela que los envuelve, enfatizando así su influencia sobre ellos.
Estos sentidos son notables en expresiones del tipo “estar bajo fianza” [on bail], “estar bajo llave” [under lock and key], “estar bajo la dirección de alguien” [under the direction of…], “estar bajo la influencia de” [under the influence of…] (en donde la permutación por “debajo de” sería imposible).
Con “debajo [de]”, en cambio, solo se perfila la ubicación del objeto, sin establecer ningún otro tipo de conexión funcional, al igual que ocurría con “encima de”: “El bolígrafo está debajo del cuaderno.” Solo se describe la ubicación en la parte inferior de un punto de referencia.
En esta larga explicación me han quedado fuera algunas expresiones como "en frente de", "frente a" y otras que indican relaciones de inclusión y exclusión (afuera ~ adentro / fuera [de] ~ dentro [de]) que dejo para explorar en futuras entradas.
Nota: para ver una presentación con animaciones sobre este tema, ver la sección "Gramática", punto: 4.13.
Referencias
Alarcos Llorach, E. (1994) Gramática de la lengua española: Madrid: Espasa Calpe.
Cifuentes Honrubia, J. (1988).”Acerca de sobre, encima y arriba: Análisis de las condiciones de su empleo.” Revista española de lingüística aplicada, vol. 4, págs. 63-90.
Di Tullio, A. (1997). Manual de gramática del español. Buenos Aires: Waldhuter.
López García, A. (2005). Gramática cognitiva para profesores de español L2. Madrid: Arcos.
Matte Bon, F. (2008). Gramática comunicativa del español. Madrid: Edelsa.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Romo Simón, F. (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Seco, M. (1998). Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, Madrid: Espasa.
Shenton, C.G. (1964). “’Bajo’ and ‘Debajo de’”. Hispania, Vol.42, No. 7, págs.362-366.
Brisbane, 15/03/2021
¡Hola a todos y feliz 2021!
Espero que todos hayan podido descansar, recargar las pilas y prepararse con mucha energía para reiniciar los cursos -si es que ya no los han comenzado-. Como todos los febreros, aquí reinicio mis ideas sobre la lengua, con propuestas visuales que puedan ser útiles para explicar algunos temas conflictivos de ELE. Y ahora, ¡manos a la obra! Mi primera reflexión del año…
¿Qué queremos decir cuando nos preguntamos si un enunciado es “correcto” o no? La pregunta puede parecer, en principio, un tanto extraña, pero no puedo dejar de hacérmela cada vez que veo que un colega me pregunta “¿Es correcto decir XXXX?”. De inmediato, surgen debates sobre la corrección o no de tal o cual expresión habitual en la variante del profesor, pero que contradice lo dicho por el manual con el que se trabaja.
La reflexión viene a cuento a raíz de una consulta reciente entre colegas sobre el uso de los interrogativos “qué” y “cuál” como determinantes (algo que traté ya en una entrada previa). Fue un interesante intercambio en el que hablantes de distintas variedades tacharon como “incorrecta” una forma que la RAE en su gramática ha señalado como correcta en ciertas circunstancias, aclarando que solo dependerá de la variante que se utilice: “El interrogativo ‘cuál’ se usa como determinante y como pronombre, aunque en el primer caso compite en desventaja con ‘qué’ en algunos países” (RAE, Gramática, 22.3.3.b).
Más todavía, cuando leemos con atención los manuales con los que trabajamos, nos encontramos con que se insiste con una lectura bastante parcial, privilegiando una variedad por sobre otras, sin dejar abierta la puerta a esas diferencias que enriquecen nuestro idioma. Lo que nos lleva a un asunto que, aun cuando parece no tener una relación directa con la “gramática cognitiva”, puede tener sus consecuencias en cómo la enseñamos. Me refiero a la cuestión de qué variedad tomamos como modelo en nuestra clase o, mejor todavía, cómo incluimos -dentro de lo posible- esas diferencias que hacen a nuestra pluralidad de voces y de perspectivas y cómo las introducimos en la enseñanza de la gramática. Y todavía más: ¿cómo nos manejamos en este punto con ese oscuro y dichoso concepto de “español estándar”?
En una (h)ojeada rápida por algunos manuales con los que trabajamos -y que en ocasiones se venden como “internacionales”- me encuentro con una marcada tendencia a privilegiar una variante particular por sobre todas las otras. Cualquier cosa que se aparte de esa variante es omitida o descartada como incorrecta -o dejada en los márgenes como nota aclaratoria al pie-. El caso de “cuál” y “qué” mencionados más arriba es un ejemplo notable. Se me dirá que es un tema menor y no amerita semejante debate. Pero insisto: esto es solo un ejemplo que me ha servido de excusa para meditar sobre un tema que hace rato me viene rondando.
Puedo entender que, si usamos esos textos en los mismos países en donde se editan, no habrá problemas. El estudiante saldrá a la calle y se encontrará con que el uso de tal o cual expresión es habitual en esa comunidad. ¿Pero qué pasa cuando lo que se dice en esos textos choca con la variedad de otros países hispanos en donde se utilizan esos manuales? Un ejemplo que me sigue sorprendiendo es el uso de algunos textos editados en España y usados en Brasil que, sorprendentemente, incluyen expresiones o formas que un brasileño jamás encontrará en los vecinos hispanos con los que tiene más posibilidades de interactuar. Y aún más: ¿qué hacemos los que vivimos en países geográficamente muy alejados del mundo hispano? ¿Cómo debemos trabajar con esos manuales? Mi primera reacción sería decir en clase: “Sí, lo que dice el texto es correcto en la variedad desde la que se escribe este texto, pero en otras la cosa no es así…” Y pasaría a explicar las diferencias, mediante ejemplos visuales. Pero claro: ¿qué hacemos cuando llega el momento de tomar un examen? En la mayor parte de los casos, las evaluaciones preparadas o sugeridas por esos mismos libros no dan entradas a esas diferencias. Y aquí es donde muchas veces se nos plantean conflictos serios.
Algo que tal vez podría ayudarnos a hablar de verdaderas “ediciones internacionales” sería ver que los autores de esos manuales explicitaran en sus textos que “en la variante JOTA se suele decir “XXX”, pero en otras variantes “XXL” también se acepta o es correcta”, como la propia RAE lo hace en su propia Gramática. Esto nos llevaría a replantearnos cómo desarrollar ejercicios de clase y exámenes en donde esas otras opciones se puedan aceptar como correctas. En efecto, de nada nos serviría hacer estas aclaraciones si luego penalizamos en un examen escrito al estudiante que escribe “XXL” en lugar del esperado XXX, porque “no sigue lo que propone el manual”.
Todos coincidimos con que decir “haiga”, “conducí” o “volvido” son formas incorrectas y no escolarizadas de nuestro idioma. Esto lo tenemos en claro. No hay variedad culta del español en donde esto se acepte y no hay institución educativa que lo enseñe como norma. Pero en nuestros manuales no logramos ponernos de acuerdo en cosas mucho más sutiles como la diferencia mencionada más arriba.
Es evidente que en todos nuestros textos “la norma del español” de nuestros manuales coincide con la variedad que se habla en las zonas en donde han sido publicados. Y como para ELE hay dos “centros” mayúsculos (la península y, mal que nos pese, EEUU, con una marcada influencia centro-norteamericana), nos encontramos en problemas aquellos que no somos de ninguna de estas regiones. Por lo tanto, la reflexión que me hago, y que lanzo a mis colegas, es si ante una forma extraña a la variedad del manual, antes de preguntar si “es correcta o no”, no deberíamos preguntarnos: “¿Es esto habitual en alguna variedad?”. Con humildad, aprenderíamos mucho de variedades que desconocemos y nuestra visión se ensancharía enormemente. A partir de allí, entonces, deberíamos meditar y pensar en formas de evaluación que no marginen perspectivas, sino que las sumen. Obviamente, también deberíamos preguntarnos cómo podemos explicar esas diferencias de puntos de vista con los instrumentos que nos da la gramática cognitiva. ¡Y vaya que serían interesantes esas clases y cuánto aprenderíamos todos!
Finalmente, deberíamos pedir a las casas editoriales que tuvieran una mirada más totalizadora y no tan parcial o limitada de la lengua. Examinar nuestros textos con una mirada crítica en serio sería de gran ayuda. Insisto: no digo incluir TODAS las variantes (¡es un imposible!). Me refiero a algo más simple: en aquellos temas en donde hay diferencias notables entre variedades se deberían incluir aclaraciones y, sobre todo, reformular muchos de los ejercicios en clase y en nuestros exámenes (esto último es fundamental), pero siempre respetando cierta consistencia.
Así, por ejemplo, en lugar de pedirle al estudiante que complete oraciones aisladas de contexto con las formas verbales de “vosotros”, sería mejor preparar una historia que incluya un diálogo en el que dos peninsulares hablan y, acto seguido, darle otro similar con personajes hispanoamericanos, con el “ustedes”. Pero esto no debe quedar sujeto a un solo ejercicio, sino que estas cosas deberían ser pensadas sistemáticamente a lo largo del curso. “Y si esto se dicen así en España, ¿cómo lo dirán los hispanoamericanos?”, podríamos preguntar con más frecuencia en clase, para hacerlos más reflexivos y tolerantes con las diferencias entre variedades. Hacerlos conscientes de nuestra rica heterogeneidad haría que el español que enseñáramos fuera de verdad “internacional” y no solo un título que vende.
Referencia
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15-02-2021.
En esta última entrada del año me gustaría hacer mías las palabras de Castañeda y Chamorro Guerrero (2014, p.179), cuando señalan, con mucho acierto, que tenemos en la enseñanza de ELE una tendencia a abundar en ciertos temas “estrellas” (subjuntivo, por/para, ser/estar, imperfecto/perfecto simple, usos del se, etc. ) en detrimento de otros que, aunque parezcan simples, presentan diferencias notables con la lengua nativa de nuestro estudiantado.
A instancias de las consultas de algunos colegas, en algunas de mis entradas anteriores ya había comenzado a explorar algunos de estos temas. Me refiero en particular a los modificadores del núcleo nominal, como los artículos, los demostrativos, los cuantificadores, determinantes o ciertos adverbios que, como veíamos con “entonces”, han pasado a formar parte del repertorio de marcadores discursivos.
Esta vez me propongo trabajar con un determinante cuantificador que, a simple vista, parece sencillo: el adjetivo distributivo “cada”, en oposición a “todos los/todas las”. ¿Por qué esta rara elección? Aquellos que trabajamos con hablantes del inglés observamos que en ocasiones nuestros alumnos demuestran algunas vacilaciones en su empleo. Si lo pensamos bien, las razones no resultan extrañas. Por un lado, en algunas oportunidades “cada” puede ser entendido como every y en otras como each. Por otro lado, en contextos en los que el hablante de inglés usa un every genérico, el español apelará al más universal “todos”. ¿Cómo explicar entonces al desconcertado estudiante esta aparente imprecisión o vaguedad? Por todo esto, resulta obvio que este significado complejo de "cada" implica que se haga necesario enseñarlo en estadios de aprendizaje más avanzados que el nivel A1 y A2 (Mora García 2013, p.15).
Los diccionarios etimológicos nos indican que el adjetivo “cada” nos viene del latín vulgar, previo préstamo curioso de la preposición griega κατά que, como tal, significaba “desde lo alto de”, “durante”, “según”, o inclusive “por” (Corominas 1987). Pero también se usaba en locuciones adverbiales con sentido distributivo: κατά τρεῖς (“de tres en tres”), “con un uso a veces no muy distinto del de la preposición ‘por’ en frases como ‘toca a tanto por cabeza/por persona’, ‘se baña una vez por semana’” (Bergua Cavero 2004, p. 127). Será este uso el que prevalecerá en español.
“Cada” forma parte del grupo de los determinantes cuantificadores (palabra o locución que denota o indica la intensidad o la cantidad de algo), y tiene como particularidad no tener variación genérica ni numérica. Dentro de este grupo podemos encontrar dos tipos principales: “los cuantificadores universales, que se refieren a la totalidad de los miembros del conjunto sobre el que se hace la cuantificación (“todos”, “cada”, “ambos”); y los cuantificadores existenciales, que hacen referencia a una parte de los elementos del conjunto designado” (como “algún”, “muchos”, “varios”, etc.) (Castañeda y Chamorro Guerrero 2014, p.202). En esta entrada me concentraré en los dos primeros términos del primer grupo.
EN INGLÉS: ALL, EVERY, EACH
Veamos primero qué pasa en inglés. Según Taylor (2002, p. 357), el cuantificador universal canónico en inglés es all, aunque every también puede implicar una referencia universal:
All the cats are carnivores.
Every cat is a carnivore.
Si bien el segundo ejemplo puede entenderse como una afirmación universal sobre los gatos (al igual que el primero), lo hace de una forma particular: sujeto y verbo están en singular. De esta forma, se perfila una sola entidad que será representativa de todos los elementos del conjunto (“un gato representa a todos los gatos”). Esto guarda similitud con lo que ya había descrito en mi entrada sobre el uso de los artículos (para un mayor detalle, ver mi entrada del 15/10/2019). La primera, en cambio, percibe la totalidad de los elementos del conjunto (de allí su uso en plural seguido del artículo correspondiente).
Junto a estas dos formas, el inglés cuenta con each, que también puede perfilar una sola entidad como representativa de todos los miembros de la categoría en algunas circunstancias. ¿En qué consiste la diferencia de estos tres términos entonces? A primera vista, estas sutilezas pueden resultar difíciles de entender, por lo que hay que pensar en ejemplos e imágenes que les ayuden a nuestros estudiantes a comprenderlas mejor.
Permítaseme adaptar y expandir un ejemplo con lápices de colores, inspirado en un pasaje que hace Langacker (2008, p.294). Con all (todos) representamos la totalidad y los percibimos como un conjunto de lápices reunidos en una caja (all the pencils). Con every (“cada”, y en ciertos contextos, “todo”), sin perder de vista la totalidad, podemos distinguir los distintos colores de cada lápiz (distinguimos el lápiz rojo del verde o del azul, etc) (every pencil). Each (“cada/cada uno”), en cambio, refleja la estrategia de pensar los miembros del conjunto secuencialmente: voy sacando los lápices de la caja y los voy examinando uno por uno obviando el resto (each pencil). Veamos una ayuda visual más esquemática para poder entender estos casos:
Figura 1.
Dirven y Radden (p.126) señalan que la sutileza de la diferencia conceptual entre every/ each radica en la forma en que mientras el primero nunca pierde de vista el conjunto, el segundo focaliza una unidad por vez (como vemos en la figura 1), mientras el resto del conjunto pasa a segundo plano (de allí que en la imagen haya sombreado las restantes figuras del conjunto). Un ejemplo interesante que citan ambos es el de “Every piece of the jigsaw puzzle fits some other piece” [Cada pieza del rompecabezas encaja en otra pieza]. Con every imaginamos todas las piezas que completan el rompecabezas, mientras que con each intuimos el trabajo paso a paso de poner una pieza junto a la otra, sin llegar a visualizar mentalmente el conjunto en su totalidad todavía. En términos fotográficos, el objetivo de nuestra cámara se amplía o se reduce, según en qué nos interesa focalizar.
Figura 2.
En suma, en inglés -como también ocurre en español- podemos imaginar una cantidad de diferentes maneras. Se la puede concebir como una entidad colectiva (all), o detenerse en alguno de los miembros del conjunto como representativo de la totalidad -every/every- (Dirven y Radden 2007, p. 121). Pero la similitud de estos dos últimos queda allí, por cuanto every vincula los elementos individuales del conjunto entre sí y nos permite hacernos la imagen de la totalidad (todo el rompecabezas), mientras que each se enfoca en cada elemento individual del conjunto examinándolo uno por uno (nos detenemos en cada pieza sin pensar en todo el rompecabezas completo).
EN ESPAÑOL: TODOS y CADA
¿Qué ocurre en español con estos determinantes? Para poder entender estas diferencias sutiles, partamos de la base de que el significado básico que conlleva “cada” es distributivo. Veremos cómo partir de este concepto se irán sumando usos, pero sin perder jamás ese sentido.
Distributivo: Una de las características esenciales del cuantificador “cada” español es, según Castañeda y Chamorro, (2014, p. 208), su propiedad distributiva. Esto es, hace referencia a la relación que establece entre todos los elementos de un conjunto (pensados de uno en uno o en grupo) con otro conjunto. De esta forma, “cada” presupone siempre “dos conjuntos, conectados entidad a entidad -o entre grupos de entidades-”, como en este caso, en donde tenemos dos conjuntos que se conectan entre sí:
Figuras 3 y 4.
En las imágenes de las figuras 3 y 4 vemos cómo los elementos del primer grupo se han distribuido en relación con los elementos del segundo grupo. Esta concepción distributiva no se evidencia tan abiertamente con “todos los”, por cuanto esta expresión apunta en principio a la totalidad, como veíamos en inglés con all. No obstante, la misma frase con “todos los” podría resultar ambigua, considerando que tanto esta forma como “cada” presuponen el conjunto entero, aunque en el segundo existiría siempre una “fragmentariedad” (López García 2005, p.137): ¿el grupo en su totalidad solo tiene UNA computadora, la misma para todos (interpretación específica o de ámbito mayor, según la RAE 2010, p.377)? ¿O cada alumno tiene la suya (interpretación distributiva o de ámbito menor)? Solo el contexto podría desambiguarla, por ejemplo, con la incorporación de algún otro elemento en la frase o en el discurso previo: “Todos los estudiantes tienen SU(S) computadora(S)”.
Figuras 5, 6 y 7.
Como vemos, estos cuantificadores presentan los ítems en su totalidad o en su parcialidad. Cuando se consideran los elementos de un conjunto en su totalidad, se usa “todos los/todas las” (“Etiquetó todas las botellas”); cuando se quiere hacer referencia a cada elemento del conjunto, se utiliza “cada”: “Etiquetó cada botella”.
Acción repetitiva y secuencia temporal: Partiendo del sentido distributivo inicial entre dos grupos o conjuntos, podríamos explicar la repetición de una misma acción en una serie temporal, pero haciendo la salvedad de que se van focalizando los elementos que constituyen esta serie separadamente, uno por uno. Mientras tanto, se pone en segundo plano todos los demás (forma que se acerca a la conceptualización del inglés each day):
Figuras 8, 9 y 10.
Tenemos dos conjuntos: por un lado, la acción repetitiva y, por otro, la secuencia temporal (Figura 8). Los elementos que constituyen ambos grupos se irán conectando uno por uno (Figura 9). Si bien la RAE no considera incorrecta esta forma y la considera sinónima de “todos los días”, lo cierto es que la forma más habitual para expresar acción repetitiva sin variantes es mediante el determinante “todos los / todas las” (Figura 10). Con estas formas se piensa explícitamente en la totalidad, en el número total de elementos considerados como un grupo y no individualmente. Nos hacemos una imagen de la totalidad de la semana como una sucesión en la que se reproduce una misma acción. El inglés, en esta situación, recurre a every (every single day in succession, figura 11).
Figura 11.
Frecuencias o intervalos: El sentido distributivo de “cada” también se hace presente cuando hablamos de frecuencias o intervalos de algo. Con “cada” se pueden formar así relaciones de significación distributiva, a partir de dos conjuntos: el primero es un grupo nominal cuantificado (“una tableta, dos tabletas,” etc.), mientras que el segundo constituye el grupo nominal que indica la frecuencia o intervalo en que debe distribuirse el primero (“cada dos días”, “cada cuatro horas”, “cada dos semanas”, etc.). Comparemos:
Figuras 12 y 13.
Siguiendo esta misma línea de pensamiento, podríamos explicar la distribución en grupos de un número indefinido de cosas o seres. De estos grupos, a su vez, se conformarán subconjuntos. Veamos el siguiente ejemplo.
Figuras 14, 15 y 16.
En el ejemplo precedente, el número total de matrimonios que se producen es distribuido en una serie constituida por grupos de cinco ítems (Figura 14). De cada uno de estos grupos de cinco parejas se extraerá un subconjunto conformado por dos (Figuras 15 y 16). Nótese que en la imagen los tres puntos indican que solo se ha representado un conjunto representativo de toda la serie de conjuntos. El círculo punteado indica la base (sombreada en la figura 16) a partir de la que se extraen las parejas perfiladas (en color negro).
Progresión: Finalmente, otro uso que podemos encontrar es el de la progresión. En este sentido, sería conveniente destacar en clase que en estos contextos “cada” solo es pertinente en tanto y en cuanto se mantenga un cierto sentido distributivo y se hable de una acción que varía en cada ocasión (Castañeda y Chamorro 2014, p. 210). Así, “cada” supondría que a cada elemento de la serie temporal le corresponde una acción con variación, cambio o progresión. En la imagen que sigue, el joven de la imagen se siente viejo “un poco más” cada día: un poco viejo el domingo, pero el lunes un grado mayor que el día anterior y así sucesivamente. Así, a “cada día” le corresponde un grado mayor de acción.
Figura 17.
Los sustantivos referidos a una subdivisión del tiempo (segundos, horas, minutos, día, noche, semana, mes, año y otros similares) aparecen con frecuencia en esta construcción. Lo mismo ocurre con el sustantivo “vez”: “Te veo cada vez más nervioso”.
Existen otros usos de “cada” y “todo” que exceden el objetivo de esta entrada. Pensemos, por ejemplo, en los casos en que “cada” adopta “un valor enfático resultante de concentrar el todo en uno de los elementos: ¡Había cada merluza!” (López García 2005, p. 136). Solo me he concentrado aquí en aquellas formas que pueden presentar dificultad para los aprendientes de ELE en diferentes niveles y momentos. Por otra parte, como he dicho en otras oportunidades, no se trata de dar todos estos casos en una misma clase. La idea es que el profesor tenga preparadas imágenes similares (por ejemplo, en un PPT) y, a medida que se van presentando los casos o dudas en los diferentes niveles, pueda acudir a ella de inmediato para ejemplificar visualmente.
Quisiera desear felices fiestas para todos, pero sé que en este año horrible muchos están de duelo por aquellos amigos y familiares que se llevó la pandemia. Mis condolencias para aquellos que han perdido a sus seres queridos. Este blog retomará sus reflexiones y más ideas y propuestas hacia mediados de febrero de 2021. ¡Cuidémonos!
Como en otras ocasiones, una visualización de algunas de estas imágenes con animación puede verse en la sección Gramática 4.12.
Referencias:
Bergua Cavero, J. (2004). Los helenismos del español. Madrid: Gredos.
Castañeda Castro, A. y Chamorro guerrero, M.A.(2014). “Determinantes y cuantificadores del nombre. Problemas descriptivos y propuestas didácticas”. En A. Castañeda Castro (Ed.), Enseñanza de gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos (pp.179-222). Madrid: SGEL.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Dirven, R.y Radden, G. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
López García, A.(2005). Gramática cognitiva para profesores de español L2. Madrid: Arcos.
Mora García, J.(2013). "Los cuantificadores indefinidos y su enseñanza a hablantes extranjeros". OGIGIA 13: pp. 5-17.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Taylor, J.R. (2002). Cognitive Grammar. Oxford: Oxford UP.
Brisbane, 15/12/2020
El aprendizaje de los pronombres interrogativos “qué” y “cuál” presenta para los nativos del inglés algunos problemas, debido al hecho de que a veces las formas en que estos pronombres se usan no se corresponden con los interrogativos equivalentes de su idioma. Por ejemplo:
“¿Cuál es tu número de teléfono” (“What is your phone number?”)
“¿Cuál es tu nombre?” (“What is your name?”)
“¿Cuál es tu pregunta?” (“What is your question?”)
“Which color do you want: green, red, or yellow? (“¿Qué color quieres: verde, rojo, o amarillo?”)
“Which writers do you like?” (“¿Qué escritores te gustan?”)
La mayor parte de los errores podría explicarse por las interferencias con la L1 de los estudiantes, que los lleva a generar enunciados que ponen en evidencia la estructura de la lengua materna. Esta influencia de la L1 puede llegar a perpetuar construcciones fosilizadas y provocar un retraso en la adquisición y buen uso de estas expresiones. No obstante, la interferencia no es la única causa del error. Otros motivos pueden deberse a generalizaciones equivocadas de la gramática del español o a simple desconocimiento de las reglas de uso de los pronombres en cuestión (Sierra Martínez 2004, p.845).
En el caso del inglés, concretamente, existen algunas diferencias que debemos recordar y estar preparados para enfrentar y explicar:
1. Mientras que en algunos casos tanto which como what pueden ser correctos (aunque con una sutil diferencia), no ocurre esto siempre en español. Compárese: “Which/What is the hottest city in the world?” (“¿Cuál es la ciudad más calurosa del mundo?”). Por lo general, cuando se elige entre un número acotado de opciones, se prefiere which. Si no hay límite para el número de opciones, se prefiere what.
Figura 1.
2. Tanto what como which pueden funcionar como determinantes (seguidos por sustantivos), como veíamos más arriba, mientras que esto no se considera estándar en todas las variedades del español. Compárese: “Which/What train did you come on?” (“¿En qué tren viniste?”).
En algunas situaciones, what y which pueden usarse indistintamente, sin demasiados problemas, aunque todo dependerá de qué tiene en mente el hablante. En el caso de la situación de la izquierda de la figura 2, el hablante está pensando en un número reducido y acotado de opciones a diferencia de la situación de la derecha, en donde considera que pueden ser muchas más de las que se le pueden ocurrir.
Figura 2.
3. Por otro lado, who no puede ser seguido por sustantivos o pronombres (igual que en español), ni por complementos partitivos (a diferencia del español en donde esto último puede darse con “quién”, pero en inglés con which): “Which of us is going to the party?” ("¿Quién de nosotros va a la fiesta?").
Figura 3.
Como anota Bosque (1984, p.164), “la oposición ‘qué’ y ‘cuál’ es, indudablemente, mucho más compleja de lo que a primera vista parece”. Podríamos considerar que “cuál(es)” implica la elección de uno o varios elementos para distinguirlo(s) de otros miembros de una misma clase ( “¿Cuál es X [de todos esos]?”). Esto iría en línea con la afirmación de la RAE (2010, p.415), cuando señala que “cuál”
1. se emplea para pedir que se precise la referencia de alguna expresión nominal introducida en el discurso precedente, por lo que presupone, además, un valor anafórico: “-Este es un año loco./ -¿Cuál no lo es?”;
2. o bien para distinguir el elemento o los elementos que deben seleccionarse de algún conjunto, a veces expreso: “¿Cuál de estas corbatas te vas a poner?”, pero otras tácito: “¿Cuál fue la causa de semejante éxito?”. Nótese este último caso, porque será fundamental para entender algunos casos particulares del español que veremos más abajo.
Por este hecho de presuponer un conjunto implícito (“Aún no he decidido cuál compraré”) se entiende que “cuál” pueda admitir un complemento partitivo, algo que “qué” no admitiría nunca. Esto es fácil entenderlo: si seleccionamos algo de otros miembros de la MISMA clase, estamos extrayendo una parte de un todo, como veíamos con el ejemplo de las corbatas en el párrafo anterior.
En lo referente al interrogativo “qué”, en tanto, la RAE (2010. p.414) nos explica que puede tener dos interpretaciones:
1. Una interpretación “no restringida”, esto es, no se selecciona algo de un conjunto previo: “¿Qué dice aquí?” o el ya clásico: “¿Qué quieres/prefieres comer?”. Las preguntas así planteadas quedan abiertas a muchas respuestas no predeterminadas.
2. Una interpretación “partitiva discriminante” que realiza implícitamente una selección a partir de un conjunto introducido en el discurso previo. En este caso, la entidad identificada puede ser una clase entre varias (interpretación cualitativa): “Quiero pintar mi habitación de color rojo, pero aún no he decidido qué rojo elegir” (=qué clase de rojo); ¿Qué cerveza te gusta más? (=qué clase de cerveza). Este es el caso de “qué”+ sustantivo.
3. Una interpretación de valor cuantitativo ("¿Qué/cuánta profundidad tiene la fosa?"), pero no desarrollaré este punto aquí.
Usado como determinante con valor discriminante, nótese que antecede siempre al sustantivo, algo considerado estándar en el español europeo y rioplatense, aunque no así en otras variedades hispanoamericanas en las que podemos encontrar ejemplos con “cuál”: “¿Cuál cerveza te gusta más?”. Los textos con los que solemos trabajar (generalmente editados en España o Estados Unidos) presentan esta última variante como incorrecta.
¿Cómo podemos representar visualmente todas estas diferencias? Un método perceptivo-cognitivo basado en lo visual, y con una presentación comparativa con el idioma común que maneja el alumnado (en este caso, el inglés), nos permitirá mostrar y aclarar cómo conceptualizamos y focalizamos en ambas lenguas. La explicación que seguiré aquí sigue la norma de las variedades peninsular y rioplatense.
En primer lugar, debemos considerar dos cosas básicas que hacemos con estos dos interrogativos: (1) distinguir o seleccionar un elemento de un grupo o (2) pedir información de tipo general, sin límite acotado. Por otra parte, hacemos dos tipos de preguntas: una pregunta en las que se permite al interrogado responder sin proponerle alternativas (pregunta abierta: “¿Qué?”) o contestar a partir de una serie limitada de opciones (pregunta cerrada: “¿Cuál?”). Veamos algunos ejemplos visuales que cruzan estas cuestiones.
Figura 4.
En la figura 4 tenemos una primera aproximación para distinguir los usos de "cuál", "qué" y "quién" en forma contrastiva. En los dos ejemplos superiores con “cuál” se proponen situaciones para que entiendan la noción de “elección de un elemento de un grupo acotado”. Uno de los dos amigos hace la pregunta y el otro señala (selecciona) una figura dentro de las opciones que aquel le da (imaginémoslos en un garaje, tratando de encontrar el coche). En la imagen estas alternativas se encuentran dentro de un círculo azul (el grupo reducido y acotado, que apunta hacia los coches que están presentes en el espacio de comunicación que ambos comparten). En este, las figuras excluidas aparecen en tonos grisáceos y la figura elegida o seleccionada aparece en un color sólido y encerrado dentro de un círculo rojo.
En las dos figuras inferiores se oponen “quién/qué”. En el de la izquierda se exhiben dos situaciones: una persona hablando por teléfono y otra viendo a un amigo a la distancia que lo saluda y a quien no logra reconocer (“¿Quién es?”). Se trata de una pregunta abierta que interroga por la identidad de un individuo, sin distinguirlo de otros (nótese que en el dibujo el desconocido no es "seleccionado" dentro de un grupo limitado como veíamos en los otros casos). Las respuestas pueden ser muchas porque el hablante ignora su identidad. Se busca así obtener información que permita identificar quién es la persona que está al otro lado (de la calle o del teléfono). Con esta pregunta buscamos identificar valores esenciales del sujeto: nombre -Pepe-, profesión -el doctor-, relación personal -el hermano de Elena-. Nótese la sutil diferencia con “cuál”. Si bien se pregunta por la identidad no se propone una selección de un conjunto previo (insisto con esto).
En el caso de las figuras de la derecha con "qué", todos los personajes buscan información sobre la naturaleza o el significado del ítem en cuestión: sobre el significado de un documento, un dibujo, una serie de objetos extraños, o una planta exótica, apuntando siempre hacia un concepto de “significado o definición”, entendiendo por esto la “acción de fijar con claridad, exactitud y precisión los caracteres genéricos y diferenciales de algo material o inmaterial”. En todos los casos, se trata, otra vez, de preguntas abiertas.
El siguiente dibujo se concentra en el uso de “cuál” ya introducido en la figura anterior, pero aquí se proponen ejemplos que podrían chocar con la conceptualización del inglés.
Figura 5.
Si, como hemos visto, “cuál” selecciona -y por ende, distingue- el elemento o los elementos que deben seleccionarse de un conjunto previo (recuérdese su rasgo anafórico), la pregunta “¿Cuál es tu nombre?” podría interpretarse como la búsqueda de datos específicos que nos permitan distinguir un sujeto de otros sujetos posibles que se piensan, pero no se dicen ("¿Cuál es tu nombre -el que te distingue de todos los otros-?" Esto es: “De todos los otros existentes, ¿cuál es el tuyo?”).
Podríamos extender esto a otros datos de la persona. Estos datos en cuestión permiten distinguirlo del resto de otros seres: “¿Cuál es tu número de documento de identidad? “¿Cuál es tu dirección y cuál es tu número de teléfono?”. En todos los casos, estamos pidiéndole a esa persona que nos especifique detalles precisos de sí para poder distinguirlo o diferenciarlo frente a otros seres (aun cuando estos otros permanecen tácitos): “De todos los números de identidad o de todas las direcciones existentes o números telefónicos, ¿cuáles son los tuyos?”. Es esta una diferencia fundamental de conceptualización con el inglés. El hablante angloparlante considera que hay un número desconocido de respuestas en estos casos, de ahí que use what. No piensa en términos de selección sino de identificación. El hablante del español, en cambio, piensa que esos datos específicos “distinguen” a su interlocutor de otros, de ahí que utilice “cuál(es)”. Como vemos, la línea entre "selección" e "identificación" de estos casos es muy lábil.
Lo más importante para los alumnos es recordar que el interrogativo “cuál” se utiliza para distinguir, especificar o seleccionar un elemento de un conjunto que, en nuestras imágenes, expresa el círculo. “Cuál” focaliza en el elemento en cuestión de ese conjunto y pone en segundo plano el resto. En las imágenes anteriores, nótese que se han puesto en gris tenue las otras opciones y en un rectángulo o círculo rojo la forma seleccionada con “cuál”.
La figura 6 se concentra en el interrogativo “qué”.
Figura 6.
Al preguntar con “qué”, en el primer dibujo, no estamos seleccionando algo de un conjunto previo, como señalaba más arriba. Se trata de un uso no restringido por cuanto las respuestas pueden ser muchas y variadas, atravesando distintas categorías (Sierra Martínez 2004, p.840). Se trata de elementos heterogéneos: “¿Qué es aquello? ¿Es algo que pertenece a la categoría de las aves o a la categoría de los superhéroes?”, pregunta, en suma, uno de los personajes. La respuesta no se deja esperar: “No, es un OVNI.” Y el hablante insiste:
-¿Qué es un “OVNI”?
-Es un objeto volador no identificado.
En el segundo caso, vemos cómo, una vez más, se insiste con una pregunta abierta que busca, en este caso, una definición.
Hasta aquí hemos visto ejemplos de “especificación” (con preguntas cerradas) vs “identificación/definición” (con preguntas abiertas) con verbo ser.
Veamos qué pasa con otros ejemplos sin verbo copulativo, como en el caso de las imágenes inferiores (figura 6). Imaginemos que estamos en un restaurante y, después de echarle una mirada al menú, le preguntamos a nuestro acompañante: “¿Qué comerías?” (pregunta abierta). El hablante, otra vez, considera que hay un número desconocido y muy amplio de posibilidades que, además, pertenecen a distintas categorías: entradas, comida vegetariana, pescados, aves, carnes, mariscos, postres, etc. Hay muchos elementos pertenecientes a categorías diferentes. No estamos ante un grupo reducido y homogéneo (Sierra Martínez 2004, p.840).
Una vez que nuestro acompañante se decide por el pescado (una de las categorías), podríamos pedir más especificaciones dentro de ese grupo. Tendríamos dos opciones para hacerlo:
1. apelando al “cuál” seleccionador: “¿Y cuál (de todos los platos de pescado que vemos aquí) comerías?”.
2. apelando a un “qué” partitivo discriminante + sustantivo: ¿Qué pescado comerías (de todos estos)?
Como vemos, el hablante tiene tres posibilidades para elegir, según cómo conceptualice y en qué quiera focalizar:
“¿Qué comerías?”: pregunta general, abierta, que trata de identificar un(os) elemento(s) entre una variedad de componentes que pertenecen a categorías diferentes (“qué” + verbo).
“¿Cuál comerías?”: pregunta cerrada, que apunta a la elección de un elemento dentro de un grupo limitado y reducido de opciones ya mencionadas en forma explícita o intuidas tácitamente (“cuál[es]” + verbo).
“¿Qué plato comerías?”: pregunta general, abierta, que trata de identificar un(os) elemento(s) dentro de una misma categoría o clase compuesta por una variedad extensa de componentes homogéneos. Nótense los rasgos concurrentes y diferenciadores con "cuál" (“qué” + sustantivo).
Como vemos, en estos casos podemos usar “qué+verbo”, “cuál+verbo”, o “qué+sustantivo” con sutiles matices de significado. En este punto, debemos hacer notar además a nuestros estudiantes la colocación o no del sustantivo en relación con el interrogativo.
En suma, las ilustraciones nos permitirían ejemplificar las diversas formas de conceptualización entre lenguas y dentro del sistema del español. Dependiendo del nivel del alumnado, los profesores podrán ir introduciendo cada uso de a poco, dependiendo del nivel de los estudiantes, o realizar una revisión general y contrastiva de todos los usos.
Como otras veces, una visualización de algunas de estas imágenes con animación puede verse en la sección Gramática 4.11.
Referencias
Bosque, I. (1984). "La selección de las palabras interrogativas". Verba 11: pp. 245-273.
Díaz, L. y Yagüe, A. (2019) "Preguntar. Interrogativos."Papeles: Gramática del español como lengua extranjera.Nivel A. Madrid: Ediciones Marco Ele.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Sierra Martínez, F. (2004). “Qué y cuál: su uso por alumnos neerlandeses y su tratamiento en las gramáticas de ELE.” ASELE (Asociación para la enseñanza del español como lengua extranjera). Las gramáticas y los diccionarios en la enseñanza del español como segunda lengua: deseo y realidad: actas del XV Congreso Internacional de ASELE : Sevilla 22-25 de septiembre de 2004, Sevilla: Universidad de Sevilla, pp.838-846
Brisbane, 15/11/2020.
Recientemente, un colega me hacía notar la mala explicación que se suele dar del adverbio “entonces” como marcador del discurso en algunos libros de ELE (sobre todo, en textos editados en los Estados Unidos).
La falta de claridad ha hecho que los estudiantes, confundidos por la traducción que se suele dar en esos textos (entonces = then, so, next), llegan a decir cosas como: “Podría tener la sopa y entonces el pollo” (en donde “entonces” queda equiparado a “luego”, sin reconocer su sentido ilativo o consecutivo). En una rápida búsqueda en internet me sorprendió a mí también ver cómo algunos profesores de ELE llegan a explicaciones confusas. La cantidad de páginas con comentarios poco claros en la red es llamativa. Un ejemplo notable -aunque no el único- se puede observar aquí:
Como ha señalado en su momento Ángel López García, en su Gramática cognitiva para profesores de español L2, no es extraño que esto ocurra. Al fin de cuentas, el adverbio es la categoría peor definida de la gramática, no solo del español, sino de otras lenguas europeas también (2005, p.195). Por otra parte, el tema de algunos de estos adverbios como “marcadores del discurso” también se las trae. En este sentido, Marcella Larroca, de la U. de Salamanca (2011), se ha tomado el trabajo de revisar 21 manuales editados en España entre 1999 y 2010 y ha encontrado lagunas y confusiones en la forma en que se introducen y explican. No en vano entonces estudiantes y profesores nativos y no nativos tienen semejante embrollo.
Para la RAE (2010, p.597), existen muchas clasificaciones de los conectores discursivos adverbiales (en esta presentación usaré los términos conectores o marcadores en forma indistinta), según su significado. La Academia las organiza en los siguientes grupos:
1. Aditivos y de precisión o particularización: a decir verdad, además, análogamente, aparte, asimismo, de hecho, encima, en el fondo, en realidad, es más, por añadidura, por otro lado, por si fuera poco, sobre todo.
2. Adversativos y contraargumentativos: ahora bien, (antes) al contrario, antes bien, después de todo, empero, en cambio, eso sí, no obstante, por el contrario, sin embargo, todo lo contrario.
3. Concesivos: así y todo, aun así, con todo, de cualquier manera, de todas {formas ~ maneras}, de todos modos, en cualquier caso.
4. Consecutivos e ilativos: así pues, consiguientemente, de {este ~ ese} modo, en consecuencia, entonces, por consiguiente, por ende, por lo tanto, por tanto, pues.
Según Corominas, el origen de “entonces” se remonta a una forma arcaica del adverbio latino TUNC ( *TUNCE) que, según el diccionario de latín de Agustín Blánquez Fraile (1974), significaba “entonces, en aquel momento, en aquella época, en aquel tiempo" -siempre con referencia al pasado-. Con el agregado del prefijo "in", en el latín vulgar habría existido la forma "*intunce" y de este nuestro "entonce" (forma desusada que todavía se registra en el DRAE). La forma con -s se supone que se produjo por analogía con otros adverbios terminados en -s como "antes" o "después". En latín también existía un uso esporádico de este adverbio como conjunción, aunque no se encuentran ejemplos tan extendidos de este uso como se dará en español.
En lo que se refiere a “entonces”, en su origen, como vemos, funcionaba como adverbio temporal que remitía a un espacio inactual anterior al presente del acto de enunciación y su alcance se mantenía siempre dentro del límite oracional, como simple modificador pre- o posverbal. De esta forma aparece documentado en textos anteriores al siglo XV en nuestra lengua. Este primer valor se mantendrá desde el medioevo hasta la actualidad.
No obstante, Borreguero Zuloaga y López Serena (2011, pp. 182-183) extienden este uso en la actualidad también para hacer referencias temporales situadas en el futuro. Pero en todos los casos, estas referencias deberían introducirse previamente en el discurso, o inmediatamente en el contexto posterior. En este sentido, señalan que se observa así la naturaleza particular del término: sirve para aludir tanto a algo que ya se ha nombrado (valor anafórico) como a algo que se va a nombrar (valor catafórico). Sin embargo, cuando la referencia temporal apunta hacia el futuro, señalan estas autoras, es obligatoria una referencia previa explícita: “Nuestro hijo nacerá en el mes de mayo. ¡Cómo nos va a cambiar la vida entonces!” (en ese momento).
Pero sigamos con el recuento histórico. Hacia finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, ese sentido temporal hacia una unidad de tiempo anterior se fue extendiendo para orientarse hacia el espacio discursivo precedente y adquirir así un valor de conector del discurso. De acuerdo con Borreguero Zuloaga (2012, p.313) este valor consecutivo no se encontrará documentado en español hasta finales del s. XVIII e inicios del s. XIX.
Es muy posible que esta evolución de adverbio a conjunción (como marcador conclusivo) se hubiera producido a partir de la interacción con algunas estructuras oracionales complejas, formando así unos esquemas correlativos del tipo “cuando …, entonces”, en donde la cláusula subordinada precede a la principal o viceversa: “Cuando los años vayan pasando, entonces su libro será elogiado”. Este uso parece haberse afianzado hacia finales del siglo XV con las cláusulas condicionales, con las que también comenzó a interactuar: “Si comes mucho chocolate, entonces te vas a enfermar” (algo similar ocurre en inglés con then: “If we open the door, then the flies come in.”).
Así, se podría decir que se fue produciendo un desplazamiento desde el interior oracional -como simple adverbio temporal y adjunto verbal- a formar parte de esquemas correlativos con “cuando” o “si” y desde estos a la posición inicial absoluta, relacionando partes del discurso (Borreguero Zuloaga 2012, p.321 y Montero Cartelle 2016, p.634). En suma, vemos que, de inicial adverbio temporal que apuntaba a un espacio no actual anterior, fue desarrollando la capacidad de hacer referencia a informaciones introducidas en el discurso previo (otra vez su sentido anafórico), desarrollando funciones de conexión lógico-argumentativa.
¿Y qué hacemos en nuestras clases de ELE con esta información? Obviamente, no se trata de darle al estudiante todos estos detalles. Sin embargo, como docentes de la lengua, debemos conocerlos para entender cómo poder explicarlos con mayor claridad y simpleza. Así, recordando esta brevísima contextualización histórica de su evolución, podríamos comenzar planteándoles a nuestros estudiantes los dos sentidos básicos del término. Por un lado, podemos explicar su función como adverbio temporal, equivalente a “en aquella época/en aquel momento/en aquellos tiempos”, usos equivalentes a los ingleses at that time, back then.
Con la imagen en sepia se ejemplifica "aquel espacio inactual" al que "entonces" hace referencia.
Un segundo momento consistirá en destacar el uso como marcador que indica la consecuencia de una situación dada. Con este sentido se acerca al therefore inglés. Podríamos señalar que esta situación consta de dos fases: una fase preparatoria seguida por la consecuencia lógica que se desprende de ella (Romera Ciria 2003, p. 10), tanto dentro de los esquemas correlativos vistos más arriba, como remitiendo a oraciones previas del discurso. De esta forma, le haríamos ver al estudiante ese uso de “marcador discursivo”:
Nótese cómo los textos y las imágenes que los acompañan muestran lo que da un cierre a lo dicho anteriormente: “Charlamos y descubrimos que teníamos cosas en común, por lo tanto/en conclusión la invité a salir”. Guzmán y Maldonado (2014, p.27) observan, sin embargo, que la argumentación precedente a “entonces” no siempre constituye “una causa, sino más bien algo que opera como motivo de un comportamiento o de una conclusión en el discurso, como una consecuencia subjetiva” del hablante. Sea como sea, con este sentido, podríamos asimilarlo a los usos de “so” y “then” con valor conclusivo colocados ya al comienzo ya al final de la oración inglesa: “So, do we meet at 5:30pm?” o “Do we meet at 5:30pm then?” (dicho esto como conclusión, después de haber debatido una posible reunión).
Sin duda, algo que podemos aclarar explícitamente es la diferencia de significado respecto de “luego” en una serie de acciones (dejo de lado aquí el uso menos frecuente de “luego” como consecutivo: “Pienso, luego existo”):
Por último, podríamos destacar algunos usos particulares del so inglés en comparación con nuestro “entonces”. A menudo so se utiliza como conector de propósito general, equivalente a and en el habla coloquial. En español también podemos encontrar un uso similar con “entonces”, aunque muchas veces alternando con “así que” para evitar la repetición. Cortés Rodríguez (1991: 92-93) considera que cuando “entonces” se emplea en la conversación de esta forma funciona como “conector de continuación o animador-narrativo”:
Como siempre, no propongo dar todos estos usos juntos, sino de a poco y dependiendo del nivel del estudiantado. Una visualización de estas imágenes con animación puede verse en la sección Gramática: 4.10.
Referencias:
Blánquez Fraile, A. (1974). Diccionario manual latino-español. Barcelona: Sopena.
Borreguero Zuloaga, M. (2012). “Análisis del discurso”. En A. Zamorano Aguilar (Eds..). (2012). Reflexión lingüística y lengua en la España del siglo XIX: marcos, panoramas y nuevas aportaciones. München: Lincom, pp. 301-337.
Borreguero Zuloaga, M. y López Serena, A. (2011). “Marcadores discursivo, valores semánticos y articulación informativa del texto: El peligro del enfoque lexicocentrista”. Lingüística iberoamericana, 45. Número especial: Aschenberg, H. y Loureca Lamas, O.(eds.), Marcadores del discurso: de la descripción a la definición. pp. 169-210.
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Cortés Rodríguez, L. (1991). Sobre conectores, expletivos y muletillas en el español hablado. Málaga: Ágora.
Guzmán, R. y Maldonado, R. (2014). “Pienso luego entonces. Un marcador de ficción”. Anuario de Letras. Lingüística y Filología, II, 1, pp. 5-52.
Larroca, M. (2011). “Los marcadores del discurso en los manuales de español/lengua extranjera”. RedELE. Revista electrónica de didáctica / español lengua extranjera, 21. Disponible en https://www.researchgate.net/publication/315748391_Los_marcadores_del_discurso_en_los_manuales_de_Espanol_lengua_extranjera_1999-2010.
López García, A.(2005). Gramática cognitiva para profesores de español L2. Madrid: Arcos.
Montero Cartelle, E. (2016). “Un proceso metonímico para el ascenso de ENTONCES al discurso: Y entonces. En A. López Serena, A. Narbona, S. del Rey Quesada (coord.) (2016). El español a través del tiempo: estudios ofrecidos a Rafael Cano Aguilar, Vol. 1, págs. 627-642.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid, Espasa Calpe.
Romera Ciria, M. (2003-2004). “Un análisis semántico del adverbio temporal entonces”. Linred: Lingüística en la Red, 1. Disponible en: http://www.linred.es/articulos_pdf/LR_articulo_141120032.pdf, pp.1-26.
Brisbane, 15/10/2020.
Cada vez que enseñaba en mis clases de la universidad el pretérito perfecto compuesto (al que yo llamaré aquí presente perfecto y abreviaré como PP) y lo oponía al pretérito perfecto simple o indefinido (PPS) surgían problemas. Y esto ocurría no tanto porque no se entendía su uso –al fin de cuentas, coincide con el del presente perfecto inglés-, sino porque los estudiantes con amigos hispanoamericanos me cuestionaban la necesidad de su enseñanza. Siempre ocurría que alguien me planteaba que sus amigos le decían que el aprendizaje de ese tiempo verbal era innecesario porque en su lugar podía usar el pretérito perfecto simple sin problemas.
En efecto, en muchas áreas lingüísticas del vasto mundo hispano son posibles las dos formas verbales sin que la decodificación se afecte seriamente: Mi hermano {visitó ~ ha visitado} Barcelona alguna vez (perfecto de experiencia); Es la mejor película que {vi ~ he visto} hasta ahora (perfecto continuo); Se {convirtió ~ ha convertido} en un modelo para nuestros estudiantes (perfecto resultativo); ¡Cómo {subió ~ ha subido} la bolsa! (perfecto de hechos recientes). No obstante, esta confluencia de significados y usos puede venir acompañada, según las regiones, por algunas funciones particulares en las que no voy a entrar aquí ahora (me refiero, por ejemplo, a variantes en donde se admitiría el PP con marcadores más específicos como “ayer”, “en 2001”, “el año pasado”, entre otras cosas).
Sin embargo, en la variedad peninsular estándar -que es la que predomina en muchos manuales con los que trabajamos-, la alternancia está más claramente delimitada. Lo curioso es que esta superposición que creían ver los amigos de mis estudiantes ocurre también en variedades de otros idiomas como el inglés. En efecto, la variedad estadounidense parece acudir al past simple en ocasiones en que el británico preferiría el present perfect, lo que permite suponer que algunos hablantes de esta lengua tampoco perciben del todo la diferencia (Dirven y Radden 2007, p. 212). Algo que parece confirmar este dato me ha ocurrido a mí mismo con australianos nativos que me preguntaban por qué se llamaba “present perfect” en inglés si con ese tiempo verbal se apunta a un hecho terminado en el pasado. “¿No es en realidad un tiempo pasado?”, me preguntaban perplejos. Como se ve, muchos hablantes (de ambos idiomas) no ven con claridad la sutil distinción entre ambas formas porque, al fin de cuentas, las dos tienen en común que se refieren a hechos pasados y completos. La sutileza en la diferencia es tan leve que para muchos no se justifica la existencia de dos tiempos distintos.
El PP (tanto inglés como español) se caracteriza, según Dirven y Radden (2007, p. 212) por tres factores que determinan su significado general: un anclaje en el tiempo presente, su relevancia en el aquí y ahora del hablante, y una cierta indefinición (en el sentido de que -al menos en el estándar peninsular- es incompatible con marcadores que especifican un escenario temporal pasado y definido como *“El año pasado he estado en Madrid”). Por otra parte, la oposición PPS/PP es, nos dice Matte Bon (2008, p.115), “algo exquisitamente lingüístico que se da en el nivel en el que la lengua remite a sí misma y no en su dimensión referencial”. Para poder entender estos factores y la dinámica que se establece entre estos tiempos no podemos omitir el concepto de espacio o lugares verbales, del que ya nos ha hablado en otras oportunidades Ruiz Campillo (2004) y del que ya he dado cuenta aquí mismo en el vídeo que acompaña la entrada del 15/10/17. Como bien señala este autor, los seres humanos tenemos una especial dificultad para hablar del tiempo, por lo que generalmente nos referimos a él con expresiones metafóricas espaciales.
De esta forma, lo primero que debemos recordar es que el significado original del PP apunta a un hecho que ocurre dentro de un espacio temporal (a mí me gusta hablar de “burbuja temporal”) en el que el hablante está inmerso y que todavía no ha terminado (anclaje en el presente). En consecuencia, sus efectos se hacen sentir de alguna u otra manera en su aquí y ahora (relevancia). Por eso, podemos hacer referencias a conceptos tales como “hoy”, “esta semana”, “este mes”, “este año”, o inclusive, “este siglo” (aunque estos marcadores temporales no necesiten estar presentes en la oración). ¿Pero cómo se explica y entiende eso de que “los efectos se hacen sentir todavía”? Es esta una caracterización con la que debemos tener cuidado porque puede traer más confusión al estudiante (Palacio Alegre 2006-2007, p.38).
De acuerdo con Gili Gaya (1980, p. 159), este tiempo apuntaba, ya en su origen, “al resultado presente de una acción pasada”. Para poder entender esto, quizás nos vendría bien recurrir al significado etimológico de “haber”, que en latín significaba “tener”. Así, en “He comprado los pasajes” se podría interpretar como “Tengo comprados los pasajes”. Como vemos aquí, en su origen la perífrasis con “tener” habría evolucionado a lo largo de la historia de nuestra lengua en un tiempo verbal que indicaba anterioridad respecto de un punto de referencia situado en el presente (RAE 2010, p. 438): “Tengo [aquí y ahora] los pasajes comprados [con anterioridad]”.
Imaginemos entonces que alguien dice a las dos de la tarde de un día cualquiera: “Esta mañana me han robado el coche”. Al decir esto, el hablante se piensa -y se ve- “inmerso” en esa burbuja temporal (el día en el que se encuentra y que todavía no ha terminado]. Esto es, nos habla de una acción concluida (por eso “perfecto”) que se da en el ámbito de un espacio presente que todavía está en desarrollo -anclaje en el presente- (Castañeda Castro y Alhmoud 2014, p.278). También podría decir -como ocurre con el inglés-: “Esta semana/Este mes/Este año me han robado el coche”, (nótese el uso de “este” que marca esa cercanía de la que hablo). En todos estos casos, lo que hace el hablante es extender ese “presente” suyo (que ya no es percibido como un instante o punto) a todo el día/mes/año, para destacar que, dentro de ese “presente extendido” en el que se encuentra, se ha concluido una acción. Visualmente podría ser así:
Figura 1:
Figura 2
De esta forma, la elección del PP, nos dicen Castañeda Castro y Alhmoud (2014, p.282), “se justifica contextualmente realzando las consecuencias de tal acción en el presente”: “Porque hoy/esta semana me han robado el coche, ahora tengo que tomar el autobús o andar a pie” (relevancia en el presente).
Experiencias de vida
Como el PP se usa para hablar de eventos terminados que sucedieron dentro de ese “presente extendido” en el que el hablante se encuentra (nótese que en mis imágenes el amarillo envuelve al hablante y a la acción terminada), también se usa (en inglés y español) para hablar de las experiencias en la vida (RAE 2010, p.439). ¿Por qué? Pues porque el PP es “bifronte”. Por un lado, siempre mira hacia la acción terminada. Por otro, no pierde de vista el espacio-tiempo actual no terminado de referencia en el que el emisor se encuentra. Se podría decir que es un tiempo que da una “información extra”. ¿Y en qué consiste esa “información extra”? Consiste en localizar el evento ocurrido y terminado siempre DENTRO de ese ámbito de la realidad presente habitada por el hablante. En el caso de las experiencias, ese punto de referencia para esas acciones será la vida o existencia del hablante: “A lo largo de mi vida [que obviamente aún no ha terminado] he visitado París, he tenido un caballo, etc.” (Ver fig. 3).
También podríamos usar este tiempo verbal para describir cosas que aún no hemos hecho (dejando abierta la posibilidad de que todavía podríamos hacerlas): “Todavía no he aprendido a bailar tango” [pero tengo en mente, me gustaría o tal vez planeo hacerlo en algún momento de mi vida futura porque, caramba, no soy tan vieja. Es decir, todavía sigo con proyectos.]”, nos diría la viejita de la figura 3:
Figura 3
La pobre viejita ve aquí “la película de su vida”, los hitos de su existencia, y todavía se ve inmersa en ese “rollo”. Se ve “en activo”. Aun cuando se percibe cierta nostalgia en sus palabras, deja entrever que su vida continúa. El uso del PP no hace más que mostrarnos el impacto y la relevancia de las experiencias acumuladas en su aquí y ahora, pero sin la necesidad de mencionar una fecha concreta de cuándo ocurrieron en realidad (Llopis-García et al. 2012, p.87). Todas esas experiencias sumadas han dejado una huella en su vida y la han convertido en lo que es ella hoy. También podríamos deducir que usa ese tiempo no tanto porque todavía tenga pensado “bailar tango” -inferencia válida, por cierto-, sino tal vez porque quizás percibe como una decepción de su vida no haber aprendido nunca ese baile. Le ha quedado “una herida abierta” que no ha logrado cerrar (y eso todavía la afecta con tristeza). La situación, aunque no actual en el presente, puede suponerse para el futuro: ¿Se animará a aprenderlo todavía a su edad? Tal vez sí o tal vez no. Queda eso en suspenso. La pregunta que también queda abierta es si esto es una cuestión del tiempo verbal en sí o es una deducción que sacamos no tanto del tiempo verbal sino del contexto todo.
Ahora bien, también podríamos usar el PPS para hablar de nuestras experiencias. La diferencia radicaría en que se ven como terminadas o acabadas en otra(s) burbuja(s) temporal(es). Visualmente se vería así:
Figura 4
En este caso, la viejita ve sus experiencias como una sucesión de hechos terminados que se fueron dando a lo largo de su vida, pero estos son “ajenos” a su espacio actual (ahora es una película que ella ve “desde afuera”, de allí que el amarillo no la envuelve). Nótese que a diferencia del PP se puede hablar de experiencias CON marcadores temporales. Son “cosa juzgada”, como diría un abogado. Y el PPS final (“Tuve una vida maravillosa”) se siente como la “conclusión” de una vida bien vivida. Sus palabras dejan traslucir una cierta resignación, como si ya se hubiera retirado a sus “cuarteles de invierno”. Los proyectos que se intuían con el PP ya no son tan obvios con el PPS. No en vano, en las historias clásicas la conclusión se da con PPS: “Y vivieron felices y comieron perdices”. Y posiblemente, esto de que “nunca aprendió tango” es simplemente eso: la información pura y dura de algo que no llegó a experimentar nunca antes (y que tampoco hará ya, dada su edad avanzada o su estado de salud). ¿Tendrá una oportunidad de aprenderlo todavía? No lo sabemos. Solo sabemos que por algún motivo no siente la necesidad de hacerlo más explícito. Por eso no usa el PP. Solo le interesa transmitir información sobre hechos que, para ella, están terminados por completo en otro(s) espacio(s) temporal(es) ajeno(s) al momento de habla.
Nos podríamos preguntar si la elección del PPS es porque ya siente que no va a poder a aprender jamás a bailar el tango. Y efectivamente, en algunas ocasiones esto podría entenderse así, sobre todo en las geografías en donde se hace la distinción PP y PPS. Dado que el PS siempre indica algo terminado sin conexión con el presente, con el hablante de esas regiones podría entenderse como algo mucho más terminante. La pregunta es, otra vez, si esta interpretación proviene del tiempo verbal per se o viene dada por el contexto en general.
Cuestión de perspectiva
Como vemos, esta sutileza abre una serie de inferencias contextuales que le permitirían al estudiante avanzado entender subtextos, matices y referencias más allá del significado concreto del tiempo verbal. Como ejemplo, visualicemos unas imágenes de “La puerta”, el famoso bolero de Armando Manzanero:
Figura 5:
Varias son las inferencias pragmáticas que podrían desprenderse de ellas a partir del sentido básico de sus tiempos verbales. En la primera, se podría interpretar que el hecho es asunto terminado y que el pobre hombre -voz lírica de la canción- ve “desde afuera”, en otra burbuja temporal, el abandono de su mujer. Percibe este acto de ella como irreversible (nótese que en este caso el amarillo, otra vez, solo envuelve a la acción terminada). Esto es, solo se destaca el carácter acabado del hecho y su ubicación en un segmento temporal anterior al momento de la enunciación. Su intención no es describir o evocar hechos en relación con otra situación: solo se propone informar sobre ellos sin agregar nada más. Aquí también podríamos interpretar: “Te fuiste y ya ni siquiera espero que regreses” (situación que, efectivamente, confirma en su segundo verso). En la segunda versión (que no es la que se produce en la canción), en cambio, el hablante acerca el abandono a su estado actual, al presente del acto de enunciación, y nos agrega un dato extra: la conmoción que le produjo el abandono de su amada. Al situar el hecho en un espacio mental mucho más próximo, destaca la relevancia que tiene para él semejante suceso.
Compárense en este sentido, los versos de otra canción famosa, el tango “Nada”, de Horacio Basterra (cantado magistralmente por el uruguayo Julio Sosa): “He llegado hasta tu casa/¡Yo no sé cómo he podido!/ Si me han dicho que no estás,/ que ya nunca volverás. /Si me han dicho que te has ido”. Imagine el lector el efecto que produciría el PPS aquí: “Llegué hasta tu casa/¡Yo no sé cómo pude!/ Si me dijeron que no estás,/ que ya nunca volverás /Si me dijeron que te fuiste”. En la primera, podemos imaginarnos al hablante frente a esa puerta de la casa de su primera novia, llorando su partida (aun cuando, como se sugiere en el resto del tango, la partida posiblemente ha ocurrido hace bastante tiempo). El hecho lo ha impactado tanto que todavía lo afecta sicológicamente hoy y, como tal, usa el presente perfecto para destacar esta circunstancia de nostalgia cruzada por la angustia. Con el PPS, por el contrario, nuestro personaje se encuentra en un espacio temporal (y sicológico) más distante. Otra vez: solo menciona una acción ocurrida en un segmento temporal anterior al momento de enunciación. Esa lejanía de los hechos lleva al segundo plano el desasosiego que siente frente a la partida de su vieja novia.
Imaginemos ahora que los hombres de estas historias se encuentran con sus parejas unos años más tarde y ellas les dicen:
“Jamás me has perdido perdón.”
“Jamás me pediste perdón.”
Otra vez, en la primera, se podría entender que las causas siguen abiertas en esa burbuja temporal en la que se encuentra el hablante. Una vez más, al situar el hecho en un espacio mental próximo, subraya la relevancia que tiene para él. Una interpretación posible es que el hablante da a entender que la persona todavía está a tiempo de pedir disculpas (“No me has perdido perdón, pero todavía estás a tiempo de hacerlo”, parecería sugerirse). En la segunda, en cambio, se podría interpretar que las causas están cerradas en el espacio actual. Esto es, solo se destaca el carácter terminado del hecho y su ubicación en un segmento temporal anterior. Su intención no es describir o evocar hechos en relación con otra situación: solo se propone informar algo sin ningún otro agregado. Aquí se podría interpretar: “Ya es tarde para que me pidas perdón. Ya ni siquiera espero que lo hagas”. Como bien anota Real Espinosa (2009, p.19),
Todos estos procesos mentales, tanto de producción como de percepción son inconscientes. Al igual que no sabemos por qué usamos un subjuntivo en lugar de un indicativo, pero lo hacemos, tampoco sabemos por qué empleamos un Presente Perfecto y no un Indefinido, pero lo hacemos. Lo hacemos de manera instintiva.
Por otra parte, algo que debemos siempre recordar es que los marcadores temporales no son obligatorios con el PP. Pueden aparecer o no, pero siempre se asume que el hecho ocurrido y terminado se da en un presente extendido en el que el hablante se encuentra: “No me lo vas a creer, pero he visto a José con su exnovia caminando de la mano por la calle”. La ausencia de marcadores temporales no impide entender que el hablante lo ha visto en un espacio que él localiza dentro de su burbuja temporal. Esto es, lo coloca en un espacio muy cercano para él y con esto pone en escena su sorpresa ante semejante visión. Y así lo deja estipulado con la elección de su tiempo. También podría decir: “El jueves he visto a José con su exnovia…” en donde “el jueves” se entendería que es el jueves de la semana en la que está inmerso y, por lo tanto, el jueves más cercano al momento de enunciación.
Como vemos en todos estos casos, con el PPS la perspectiva sería otra. A diferencia de los factores que caracterizaban al PP, el PPS implica acción puntual terminada en el pasado (foco en el pasado) y sin conexión con el momento de la enunciación (excluye el presente del acto de habla) (Dirven y Radden 2007, p. 218). La distancia de este puede ser próxima o remota. Eso no queda determinado. Así, mientras el PP es un tiempo que alude al presente del hablante, el PPS no lo hace. Por el contrario, los hechos ocurridos están siempre en otra burbuja temporal diferente de la del hablante (lejos o cerca es irrelevante, a menos que lo especifique por algún medio, como ya veremos). En este sentido, podríamos decir que es un tiempo “menos informativo” que el PP. Esto es, los hechos están terminados en un momento anterior al que se está hablando, pero nunca DENTRO de la misma burbuja temporal del acto de enunciación, como veíamos con el PP. Ahora bien, este tiempo puede dejar sin especificar cuál es la distancia con el presente del momento del habla, de allí que se lo haya llamado en algún momento “indefinido” (aunque, obviamente, siempre podremos incluir marcadores que nos den esa información retaceada). Observemos el siguiente diálogo:
-Pedro se cayó en la calle. [Simple dato informativo en el que no se explicita la distancia de lo ocurrido respecto del momento de habla].
-¿Cuándo?
-Se cayó la semana pasada cuando venía para la escuela. [Se explicita la distancia respecto del momento de habla con marcadores temporales].
Como vemos, todo es una cuestión de perspectiva.
El PPS y su campo conceptual
En algunas variedades, el PS ha cubierto el campo conceptual del PP. Al fin de cuentas, piensan esos hablantes, en los dos casos está claro que estamos hablando de acciones o experiencias terminadas en el pasado. Lo de la “conexión con el presente” no se ve como relevante. Pero si fuera necesario, lo podrían hacer mediante otras formas. Por ejemplo, si están hablando de algo ocurrido recientemente agregarán algún marcador más específico: “Vi a Liliana hace un ratito”, “Vi a Liliana hace una hora”, “Recién vi a Liliana” (aun cuando el “recién”, según la RAE, solo se debería usar con participios: “recién llegado”). O también pueden usar una frase verbal con presente: “Acabo de ver a Liliana”.
De esta forma, el PP ha ido perdiendo uso entre muchos hablantes del español por esta coincidencia con el PS: ambos tiempos hablan de hechos terminados en el pasado, pero su conexión con el presente del acto de enunciación difiere. Ahora bien, si podemos incluir estos marcadores para relacionarlo con el presente, ¿para qué tener un tiempo verbal especial solo para indicar eso? Es por eso que su uso se ve bastante restringido en algunos países (aun cuando esta restricción pueda estar cuestionada en algunos estudios que lo ven más como mito que como realidad. Véase para esto Llopis García et al. 2012, p.77).
Por todo lo expuesto, se podría afirmar que la variante peninsular es obviamente redundante y mantiene una armonía espacio-temporal que no es imprescindible para que el mensaje sea decodificado correctamente (Llopis García et al. 2012, p.85). Teniendo en cuenta este hecho, algunos autores recomiendan que, ante la duda, el estudiante opte por el PPS:
Ante la duda de qué tiempo emplear, presente perfecto o indefinido, el aprendiente debería optar por emplear el indefinido. Nos parece adecuado que el docente estimule a emplear el presente perfecto solo cuando el aprendiente considere que está discursivamente justificado su uso. (Llopis-García et al. 2012, p. 87)
Este punto merece una reflexión meditada por parte del profesor, por las implicancias que tendría en la enseñanza. Si, como recomiendan Llopis-García et al., el estudiante debería inclinarse por el PS en caso de duda, convendría entonces que exámenes y evaluaciones tuvieran esto en cuenta y no se penalizara a aquel que usa el PPS en lugar del PP. La gran mayoría de los ejercicios de los manuales y exámenes que se plantean en estos casos solo admite una de las dos opciones. En este sentido, tal vez en niveles más avanzados podríamos preparar ejercicios reflexivos como los que he deslizado en mi explicación, trayendo a clase canciones, pasajes literarios, o fragmentos cinematográficos para que los estudiantes remplacen los PPS por PP o viceversa. De esta forma, se estimularía el juego de significados e inferencias pragmáticas que se desprenden de estos usos. El debate en clase podría ser en extremo beneficioso y enriquecedor tanto para profesores como para alumnos.
Nota: para ver una presentación con animaciones sobre este tema, ver la sección "Gramática", punto: 3.3.2.
Referencias
Dirven, R.y Radden, G. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
Castañeda Castro, A. y Alhmoud, Z. (2014). Una aproximación al sistema verbal aplicable a la enseñanza de ELE. En Castañeda Castro, A. (coord.). Enseñanza de gramática avanzada de ELE. Madrid: SGEL, pp. 267-294.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf
Llopis-García, R.; Real Espinosa, J.M. ; y Ruiz Campillo, J.P. (2012). Qué gramática enseñar, qué gramática aprender. Madrid: Edinumen.
Matte Bon, F. (2008). Gramática comunicativa del español. Madrid: Edelsa.
Palacio Alegre, V. (2006-2007). El tratamiento de los tiempos del pasado en el aula de ELE (Pretérito perfecto, indefinido e imperfecto) tomando como referencia el manual Aula Internacional. Programa de Máster en Lingüística Aplicada a la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera. Madrid: Universidad Nebrija. Disponible en http://www.educacionyfp.gob.es/en/dam/jcr:b2ac475a-2c7b-4786-a594-a7d2f7450fa6/2008-bv-09-22palacio-pdf.pdf
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Real Espinosa, J.M. (2009). “Gramática: la metáfora del espacio”. Marco ELE. Revista de didáctica del español como lengua extranjera, 8, 1-56.
Ruiz Campillo, J.P. (2004). La enseñanza significativa del sistema verbal: un modelo operativo. Tesis doctoral publicada en REDELE (Red electrónica de didáctica del español como lengua extranjera) 1, 2004. Disponible en http://www.educacionyfp.gob.es/educacion/mc/redele/biblioteca-virtual/numerosanteriores/2004/memoriamaster/1-semestre/ruiz-c.html
Brisbane, 15/09/2020
En un reciente intercambio entre colegas tuve la oportunidad de observar la dificultad que algunos de ellos tienen para entender el concepto de “declaración”, descrito por José Ruiz Campillo (JRC) en sus innumerables trabajos respecto del uso del subjuntivo en español. Y muchas veces, como no lo entienden, lo rechazan por “poco claro” o plantean objeciones terminológicas a su explicación.
El propio JRC ha observado esta dificultad y señala que, curiosamente, esta se da en forma desproporcionada más entre los profesores que entre los alumnos. Las causas, para él, descansan en razones bastante comprensibles:
Para los profesores o lingüistas, los pronombres de objeto o el imperfecto son parte del paisaje familiar en el que han estado viviendo durante décadas, mientras que la "no declaración" es un recién llegado perfectamente extraño que intenta tomar el lugar de algunas suposiciones grabadas a fuego y exige nuevas formas de pensar. Los estudiantes, por el contrario, se topan con todos estos conceptos por primera vez, por lo que se encuentran en mejor posición para tomar el concepto de “declaración de hechos” en el mismo nivel que los pronombres de objeto o el aspecto no terminativo en español.( (Mi traducción. Véanse sus declaraciones sobre este punto en los comentarios de este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=xsWarUz41GM&fbclid=IwAR04aXoBXs6wqz641TvZ0r0DhEcJy-v7zlxviwQJCzu1kOK80eWVnY3RNHQ)
Esta explicación no me convence del todo y sospecho que la cosa pasa más bien por no haber leído bien sus documentos o por haber consultado fuentes de segunda o tercera mano. No obstante, este es un concepto básico que hay que entender para poder luego seguir todo el andamiaje argumentativo de JRC. Y ahí está el problema que tiene no tanto Campillo, sino los detractores que leen sus textos sin comprender ese dato fundamental. A partir de allí se contraargumentan cosas extrañas y, en algunas oportunidades, se ponen en su boca cosas que por allí él no dijo. Por lo tanto, el primer problema aquí es volver a leer esos textos originales, comprender su terminología y su lógica y empezar a ponerla en práctica en clase de ELE. No debería ser esto una tarea difícil para los profesores, sin embargo, resulta que parece que lo es.
No es mi propósito en estas líneas parafrasear sus textos, y remito a ellos porque de por sí son claros. Solo me propongo hacer una pequeñísima introducción a este concepto general para despertar la curiosidad de los colegas que no conocen los escritos originales o no los han comprendido y tentarlos para que los (re)lean y puedan sacarles provecho para sus clases.
En primer lugar, lo descrito por JRC no es una “teoría” como circula por allí, sino una “ley”. ¿Cuál es la diferencia? Una teoría puede reformularse, afinarse, ajustarse en su totalidad o en parte o ser refutada si no es válida. Por ejemplo, la teoría de la relatividad general, publicada por Albert Einstein en 1915, reemplaza en parte la teoría de Newton para objetos que se mueven a velocidades próximas a la velocidad de la luz. Es decir, una teoría inicial (la de Newton) pudo ser refutada, ya añadiéndole nuevas perspectivas o reemplazándola en su totalidad por otra. En cambio, una “ley” se basa en un fenómeno observable que se producirá siempre. Así, por ejemplo, la llamada “ley de Pascal” (del siglo XVII) afirma que “toda presión ejercida hacia un fluido se propagará SIEMPRE sobre toda la sustancia de manera uniforme”. Y esto, comprobable en todos los experimentos, ocurrirá cada vez que se ejerza esa presión sobre un líquido.
Si seguimos esta línea de pensamiento, entenderemos por qué JRC describe una “ley”: se trata de una ley observable que rige el uso modal en todos los casos. En esta “ley de modo” un concepto clave es el de la “declaración”, entendida como la expresión formal o explícita de lo que una persona sabe, imagina o supone respecto de algo. En síntesis, estas expresiones forman parte de su contenido mental, sin necesidad de que lo declarado SEA verdad respecto de una realidad extralingüística. En esta ley se estipula: “El indicativo representa una declaración del hecho que marca. El subjuntivo representa una no-declaraclón del hecho que marca” (Ruiz Campillo 2007, p.296).
Imaginemos a una mujer que le dice a su amiga: “Creo que mi esposo TIENE una amante porque tiene citas misteriosas todos los días”. En su mente, ella está convencida de ese hecho, por más que el pobre hombre esté preparándole una fiesta sorpresa de cumpleaños a su esposa con la confitería. La mujer DECLARA así lo que piensa y presenta una información a su interlocutora: su esposo tiene una amante. Su amiga no podría convencerla de lo contrario. En cambio, si hubiera dicho “Es posible que mi esposo TENGA una amante” la mujer no se habría comprometido con una declaración tan tajante, y habría exhibido un cierto matiz de duda, de falta de certeza. Así, los hechos reales pueden ser diferentes de lo que el hablante cree, pero eso no es obstáculo para que el hablante imagine o suponga que las cosas son tal como las piensa. Y aquí radica el punto esencial que los profesores debemos comprender.
Vemos otro ejemplo con ayuda visual para entender este concepto en la Fig.1:
El ejemplo forma parte de una serie de imágenes que presenté a mis estudiantes en su momento para que comprendieran qué queremos decir cuando hablamos de “declaración”. Los ejemplos, por absurdos, resultan muy obvios por cuanto ponen en evidencia esa contradicción entre lo que SE PIENSA y lo que ocurre en realidad.
Tomemos a unos de estos terraplanistas que consideran muy seguros de sí que la tierra es plana (Figura 1). “No es posible que la tierra sea redonda”, dice, mientras que de su cabeza se desprende un dibujo de la tierra plana tal como él cree que es. Esta imagen sola le permitió a uno de mis estudiantes venir con una definición simple, pero muy en sintonía con lo que yo estaba tratando explicar: “Ah, now I understand! For HIM it’s not a fact. He truly believes and THINKS it’s flat. That’s what you mean for “declaration!” A partir de allí, hubo un momento “eureka” en el que logró entender ese concepto que a muchos -docentes incluidos- resulta incomprensiblemente elusivo. Y no se trata de perder horas, como me sugirió un colega en alguna oportunidad, explicando semejante concepto. Una vez que el estudiante logró entenderlo y, sobre todo, definirlo, le propuse otros ejemplos similares para confirmar si había comprendido y reforzar su hipótesis:
(Fig. 2.) ¿Boris Johnson piensa/sabe que este año saldrán de la Unión Europea? No, solo dice que quiere eso. Esto se puede pensar entonces como un objetivo virtual.
(Fig.3). ¿Donald Trump piensa/sabe que la pandemia es real? No, solo dice que no cree eso. Es un cuestionamiento a esa idea.
(Fig. 4).¿Vladimir Putin le dice a Trump que piensa/sabe que no hay unicornios? Ambos saben que no existen. Por lo tanto, no se preocupa en declararlo con un indicativo. ¿Para qué declarar algo que ya saben? Solo está hablando de la pena que le produce esa idea compartida por los dos (nótese el emoticono triste que aparece sobre la imagen de Putin y Trump sobre un unicornio).
(Fig. 5). ¿Megan y Harry conocen el apartamento que buscan? No, solo expresan las características de un apartamento en el que les gustaría vivir, pero que todavía no han encontrado. No están en condiciones de identificar concretamente UNO todavía. ¡Para eso están en la inmobiliaria!
Estos ejemplos pueden ser útiles a otros colegas porque todos ellos plantean un conflicto entre lo que ocurre “en la realidad” y aquello que el personaje sabe, piensa o imagina. Visualizar ese “conflicto” entre lo que el sujeto piensa o sabe y la realidad extratextual le permitirá al estudiante comprender que “declarar” nada tiene que ver aquí con la “verdad de los hechos”: Boris Johnson puede plantearse como objetivo retirar al Reino Unido de la Unión Europea (pero esto no está ni remotamente resuelto en la política europea: es solo “un objetivo virtual” y el Reino Unido todavía seguía formando parte de la Unión cuando esto se escribía); Donald Trump puede estar convencido de que las historias sobre el coronavirus son falsas (pese a que las cifras de los muertos le dicen otra cosa); Vladimir Putin puede reaccionar con pena ante la idea conocida -y compartida con Trump seguramente- de la no existencia de los unicornios (al fin de cuentas, no se hace necesario declarar algo que los dos conocen); o el nieto de Elizabeth II y su esposa no logran identificar una casa (y, por lo tanto, no pueden declarar su existencia) porque todavía no la han encontrado. En suma, una cosa es la realidad y otra lo que el personaje PIENSA sobre ella, esto es, ese “contenido mental” de creencias del hablante de las que hablaba anteriormente. En este sentido, hay que subrayar algo fundamental que observa Castañeda Castro sobre este punto (p.272. Mi énfasis):
El subjuntivo no debe confundirse con la negación de realidad. El carácter de irreal o virtual del modo subjuntivo es aceptable solo en la medida en que se entienda como ausencia de compromiso sobre la correspondencia con la realidad del contenido predicativo, lo cual no significa negación de esa correspondencia. Simplemente el subjuntivo no tiene en cuenta el valor de verdad de los contenidos predicativos a los que se adjunta. Eso explica la posibilidad de que usemos subjuntivo para hacer mención de contenidos predicativos que damos por supuestos y sobre los que queremos hacer algún tipo de valoración (Me gusta que me haga cumplidos) pero también para los que son objeto de nuestra voluntad (Prefiero que te quedes), los que planteamos como posibilidades sin confirmar (Aunque me despidan voy a decírselo), etc.
A partir de estas ideas, JRC desarrolla, por un lado, la “ley de significado” que mencionaba más arriba. Y como ley, siempre se cumple: cuando se declara algo el hablante solo manifiesta o pone en evidencia lo que él piensa, por absurdo que sea. La ley plantea lo siguiente:
Dado un hecho cualquiera,
1. El Indicativo siempre representa una declaración de ese hecho, es decir, el acto de afirmar o suponer ese hecho. Podemos usarlo solo o subordinado a una matriz (Está claro, Yo creo…).
2. El Subjuntivo siempre representa una idea virtual, es decir, algo que no queremos o podemos presentar como una afirmación o una suposición, y siempre está subordinado a una matriz (“Llueva”, solo, no tiene sentido) (Chamorro Guerrero et al 2006, p.174).
Por otro lado, aplicando al uso la ley de significado, JRC presenta una “ley de uso” que, mediante el significado de cuatro tipos de matrices, le permitiría al estudiante de ELE identificar sus implicancias declarativas y determinar qué modo utilizar en las cláusulas sin necesidad de terminar memorizando largas listas de uso. Esta ley señala:
1.Si el significado de la matriz implica que la oración subordinada constituye una declaración, entonces usamos Indicativo: ES VERDAD… (declaro): que viene
2.Si el significado de la matriz no implica que la oración subordinada constituya una declaración, entonces usamos Subjuntivo: QUIERO…(no declaro): que venga. (Chamorro Guerrero et al 2006, p.174.)
Para JRC, el valor operacional del subjuntivo puede explicarse en función de cuatro tipos de matrices relacionadas con tres contextos (he dejado aquí fuera las matrices de declaración que van siempre con indicativo: “creo, pienso, imagino, supongo QUE…”):
Contexto 1: Matrices intencionales (“esperar que”, “querer que”, “es necesario que”, y verbos que indican recomendación, petición o sugerencia). En todos estos casos, se trata de apuntar hacia “objetivos virtuales” que todavía no han llegado a realizarse. Por lo tanto, no se pueden “declarar”. Imaginemos este diálogo:
Mamá: No quiero que tomes alcohol.
Hijo: Pero si yo no tomo alcohol.
Mamá: Yo no digo (ni pienso) que bebes alcohol, solo te digo que no quiero que lo hagas.
Contexto 2: a. Matrices de cuestionamiento (No creo que…, es mentira que…)
b. Matrices valorativas (Me gusta que…, Es bonito que…Me parece bien que…)
En estos casos se da el hecho de que los hablantes puedan compartir información, por lo tanto no tienen necesidad de declarar esa información. Así que solo la cuestionan o valoran. Imaginemos este diálogo:
Hijo: Elena está sufriendo mucho con su divorcio.
Madre: Me apena que tu hermana sufra, pero no puedo hacer mucho.
En el intercambio ya ha surgido el tema del sufrimiento de la hija. Por lo tanto, la madre no siente la necesidad de declararlo otra vez y usa subjuntivo.
Contexto 3: Matrices especificativas no identificativas : "Busco una persona que tenga…"
Como veíamos más arriba con el caso de Megan y Harry, los hablantes no tienen identificada una casa en su universo mental, y no saben ni siquiera si existe. Por lo tanto, no pueden declarar ese hecho con certeza (Para una explicación detallada del concepto de matrices, remito a los trabajos de JRC citados en las referencias).
En resumidas cuentas, la ley de uso nos permite elegir una forma correcta. Es verdad que existen algunas situaciones en donde pueden usarse ambas formas (indicativo o subjuntivo), como en el caso: “Me gusta que el apartamento TENGA un balcón muy soleado” vs “Me gusta que el apartamento TIENE un balcón muy soleado”. La primera se explica muy bien siguiendo la ley de uso, con las matrices valorativas. En el caso de la segunda, se presuponen dos hechos que se dan a la vez: una declaración y una valoración. Esto se podría parafrasear como: “El balcón TIENE un balcón muy soleado y eso me gusta” o “Me gusta porque TIENE un balcón muy soleado”.
Según JRC, con estos casos no estamos frente a excepciones sino a efectos comunicativos que entran en lo que él denomina “fase lúdica”. Como estos “juegos” pueden resultar complicados de entender al comienzo, se recomienda dejarlos para niveles superiores (como efectivamente lo hace en su libro El ventilador). Pero una cosa es cierta: si un alumno no entiende por qué a veces podemos usar indicativo o subjuntivo con una misma matriz, siempre podemos recomendarle que se decante por la forma “canónica” que le propone la ley de uso, con la que nunca cometerá errores. Lo que ciertamente no podrá hacer por el momento será “jugar” con esas otras posibilidades como lo hacemos los nativos.
Referencias
Castañeda Castro, A. (2014). Una aproximación al sistema verbal aplicable a la enseñanza de ELE. En Castañeda, A (coord.) Enseñanza de gramática avanzada de ELE. Criterios y recursos. Madrid: SGEL, pp.267-294.
Chamorro Guerrero, M. D., G. Lozano López, A. Ríos Rojas y otros (2006). El ventilador. Curso de español de nivel superior. Barcelona: Difusión.
Ruiz Campillo, J.P. (2004). La enseñanza significativa del sistema verbal: un modelo operativo. Tesis doctoral publicada en REDELE (Red electrónica de didáctica del español como lengua extranjera) 1, 2004. Disponible en http://www.educacionyfp.gob.es/educacion/mc/redele/biblioteca-virtual/numerosanteriores/2004/memoriamaster/1-semestre/ruiz-c.html
-----(2007). El concepto de no-declaración como valor del subjuntivo. Protocolo de instrucción operativa de la selección modal en español. Actas del programa de formación para profesorado de ELE 2005-2006 del Instituto Cervantes de Múnich. Múnich: Instituto Cervantes, pp.284-327.
----- (2008) El valor central del subjuntivo: ¿Informatividad o declaratividad?. Marco Ele. Revista de didáctica ELE, 7, pp. 1-44.
-----(2012). The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish. En Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
----- (2014). La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español. Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
-----. (2017). El verbo como espacio. Seis nuevos temas de gramática del español. Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 22. Consultado en julio de 2017. Disponible en: http://www.nebrija.com/revista-linguistica/el-verbo-como-espacio
Brisbane, 15-08-20.
Hace unos días una estudiante preguntaba en un blog de profesores de ELE cuál era la expresión correcta: “¿A María y Juan?” o “¿A María y A Juan?”. La respuesta desencadenó de inmediato varias entradas de colegas que afirmaban que, dado que la conjunción relaciona elementos sintácticamente equivalentes, debía usarse la preposición en ambos casos.
Confieso que la convicción con la que defendían la duplicación de la preposición me sorprendió. Todos se empeñaban en afirmar que sin la preposición el sintagma resultaba a todas luces incorrecto o -en el mejor de los casos- “no normativo”. Algunos llegaron a proponer que no podían responder porque no sabían de qué objeto preposicional se trataba. “¿Es un objeto directo o uno indirecto?”, se preguntaban, como si de esto dependiera una respuesta que, a todas luces, resultaba más que obvia.
No sé qué era lo que más me asombraba. ¿Era el desconocimiento demostrado por algunos colegas que no podían responder a una pregunta de español básico? ¿O acaso era la tozudez por negarse a aceptar la respuesta más lógica por considerarla “demasiado rebuscada” (y por “rebuscada” querían decir: “plantear diferencias sutiles de significado”).
Mientras algunos pedían auxilio a la RAE y se lamentaban de no tener respuesta inmediata, otros confirmaban que ambas podían ser correctas, pero hasta allí llegaban con su explicación. Por qué ambas eran “correctas” o cuál era la diferencia de significado entre ellas no se respondía o se lo hacía con el más simple: “son expresiones sinónimas” (frase que siempre usamos cuando no sabemos qué responder).
Si bien es verdad que en algunas situaciones ambas formas pueden ser intercambiables (1. “¿Lo asesinaron con un arma blanca o con un arma de fuego?” = 2. “¿Lo asesinaron con un arma blanca o un arma de fuego?”), en otras la cosa no resulta tan sencilla. La decisión de coordinar dos objetos preposicionales (ejemplo 1) o núcleos del término de una sola preposición (ejemplo 2) puede tener consecuencias sutiles en el sentido general de la expresión (RAE 2009, p. 2421). Observemos qué ocurre en estos dos ejemplos:
En la primera podríamos entender dos invitaciones que fueron enviadas a dos destinatarios diferentes (dos sucesos diferentes): una A María y otra A Juan. En la segunda, en cambio, podríamos considerar que solo se envió una invitación A los dos juntos (un solo suceso). En este caso, entonces, se toma a María y Juan como una unidad y de ahí la omisión de la preposición: el término es uno conformado por dos núcleos coordinados. Como se ve, según cómo coordinemos los grupos preposicionales que modifican a un mismo verbo podemos interpretarlo como uno o varios sucesos. De esta forma, como señala la RAE (2009, pp. 2421-2422), no habría necesidad de repetir las preposiciones cuando la enumeración se entiende como una unidad y sí cuando son independientes. De manera similar se manifiesta Ángela Di Tullio (1997, p.45)
Pero esto no ocurre solo con "a" ni con los objetos verbales solamente. Ocurre con otras preposiciones y grupos nominales también. Imaginemos la siguiente situación en la que se habla de un asistente a una fiesta y alguien dice sobre él:
La imagen lo dice todo. Otra vez: con la primera estamos sugiriendo que probó dos pasteles o tortas diferentes (una porción de pura vainilla y otra de puro chocolate). Con la segunda probó una sola torta “mixta”. Es esto algo similar a lo que ocurría con el ejemplo con “a” que consultaba nuestra estudiante del comienzo. Como vemos, no se trata de rebuscamiento, sino de entender los mecanismos sutiles que tiene la lengua: la duplicación o no de la preposición en la coordinación puede cambiar el significado en muchas situaciones y, por lo tanto, no siempre son expresiones sinónimas.
La gramática cognitiva no se queda con un “es una expresión sinónima”. Va más allá y trata de explicar qué o cómo conceptualizamos y por qué acudimos a una u otra estructura para describir un hecho. En definitiva, como vemos, todas estas estructuras serían correctas, pero en ocasiones podrían implicar significados levemente diferentes. No obstante, no resulta necesario repetir la preposición cuando “la enumeración se entiende como componentes de una unidad” (Fundéu, documento en línea).
La GC no da “reglas” ni dice que algo debe ser así. Analiza y, además de explicar cómo conceptualizamos, destaca qué cosas queremos decir y cómo lo hacemos. Para volver al caso con DE que doy aquí, hay también otras formas para diferenciar significados (por ejemplo. con estructuras nominalizadoras con el artículo seguido con DE):
¿Por qué el hablante tiene la opción de usar una u otra forma? Desde un punto de vista formal, nótese cómo en el primer caso se permite la omisión del determinante. No se identifica un pastel en concreto (nótese la ausencia de artículo) ni implica que el sujeto tuviera otras opciones (si había otras, aparte de esas dos, no lo sabemos). En el segundo caso, el pastel aparece individualizado con el determinante (por oposición, quizás a otros que podrían haber existido: “comió el pastel de chocolate y el de vainilla, pero no probó el de fresas o el de crema pastelera”, por ejemplo). Obsérvese las otras tortas que aparecen sombreadas y así "desfocalizadas". En el tercer caso, en tanto, con el artículo, se asume que había otras tortas (sombreadas otra vez en el dibujo), pero él eligió solo una porción del pastel mixto. Sin el artículo, se trata de un pastel no identificado. Se focaliza en la sustancia que comió. (¿Había otras comidas, aparte de pasteles? No lo sabemos).
Como vemos, entonces, se acude a una u otra forma porque se quiere poner de relieve o poner en las sombras ciertas cosas. En este sentido, las imágenes nos pueden ayudar a representar estos significados de manera mucho más clara y hacer más accesibles estas pequeñas sutilezas de la lengua. Una vez más, como anota López García (2005, p. 23), valernos de un método visual nos permitiría demostrar "cómo la forma representa una manera de percibir el mundo que es similar a la manera de percibirlo visualemente":
Todos sabemos que los objetos del mundo no siempre se perciben igual, que todo depende del punto de vista adoptado, de que los percibamos de frente, de perfil, desde arriba, etc. Similarmente las situaciones tampoco se verbalizan siempre de la misma manera. Cada idioma lo hace de formas peculiares que son paralelas (...) a las distintas captaciones visuales.
Incorporemos más estas explicaciones visuales en nuestras clases, de manera más sistemática y organizada, porque ellas serán mejor recordadas y porque, además, les permitirán a nuestros estudiantes aprender "expresiones lingüisticas relativas a un mundo que estamos viendo".
Referencias
Di Tullio, A. (1997). Manual de gramática del español. Desarrollos teóricos. Ejercicios. Soluciones. Buenos Aires: Edicial.
Fundéu BBVA (s.f.) Buscador urgente de dudas. https://www.fundeu.es/consulta/preposiciones-repeticion-en-enumeracion-1098/
López García, A.(2005). Gramática cognitiva para profesores de español L2. Madrid: Arcos.
Real Academia Española. (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. Edición en línea.
Brisbane, 15/07/20.
¿Podríamos valernos de la etimología como estrategia para mantener el vocabulario en la memoria de largo plazo? ¿Qué actividades didácticas podríamos organizar para facilitar la memorización y el recuerdo del vocabulario? Se ha escrito mucho sobre el tema y tal vez valdría la pena volver a leer algunos de esos textos y el desarrollo de sus ideas.
En una interesante revisión sobre la enseñanza y adquisición del vocabulario llevada a cabo por Vivanco (2001), se destaca -entre muchas otras cosas- la importancia de enseñar estrategias que estén relacionadas con la memorización y el recuerdo. En este sentido, Robert Ilson (1983) ya planteaba en su momento que la enseñanza del vocabulario se podría beneficiar si el docente se atreviera a incluir breves narraciones sobre los orígenes de las palabras, con explicaciones de los procedimientos cognitivos que entran en su formación y desarrollo (la metáfora, la metonimia, la sinécdoque, la alusión histórica). Como ejemplo, piénsese en cómo se conformaron términos tales como “frutilla” al lado de “fresa” -cuyo vídeo he incluido en este mismo blog en la sección “Vocabulario”-, o palabras como “fósforo” al lado de “cerilla”, o cómo compiten “lentes”, “anteojos” y “gafas”, según la variedad desde la que trabajemos, como ya he comentado en otras entradas y vídeos. Asimismo, no deberíamos dejar de establecer enlaces con sus cognados o falsos cognados en forma más sistemática y analizar las partes de las palabras y sus componentes (prefijos/sufijos, por ejemplo).
Todas estas conexiones organizadas en forma ordenada y metódica -pero también de forma simplificada- ayudarían a que las palabras o familias de palabras fueran más memorables para el estudiante. Al fin de cuentas, si recordamos historias de mucho mejor forma que datos aislados, ¿por qué no valernos de las historias que traen consigo las palabras para no olvidarlas, ponerlas en contextos significativos y poder reconocerlas y usarlas cuando corresponda? Veamos algunos ejemplos que, gracias al coronavirus, han estado en el candelero mediático últimamente tanto en inglés como en nuestro idioma.
En español designamos con el verbo “cerrar” tres significados básicos: (1) “cerrar con llave” y (2) “cubrir, bloquear una abertura” o (3) “juntar dos partes de una cosa (como cerrar un libro)”. Para estos tres sentidos el inglés cuenta con dos verbos diferentes.
Para el segundo y tercer sentido el inglés recurre a “to close”. Los términos relacionados “closure” (cierre), “closed” (cerrado), “enclosure” (área cerrada) vienen de la misma palabra latina (“claudere” = cerrar) de la que deriva nuestro "clausurado".
De la forma latina derivarán también las expresiones españolas como “claustrofobia” (miedo al encierro), “cláusula” (estipulaciones de un contrato que nos “encierra” o limita en nuestro accionar o estructura sintáctica subordinada que se encuentra DENTRO de otra) o “clóset” (término de origen latino que se introdujo en el inglés a través del francés y que designa al “armario”), “incluir” (“poner una cosa en el interior de otra o dentro de sus límites”), “excluir” (“dejar fuera de los límites”), “recluir” (“encerrar a alguien en un lugar”, y de ahí, "reclusión" y "recluso"), “esclusa” (“recinto con compuertas que se construye en un canal de navegación y que deja encerrado un espacio”) . Nótese cómo para casi todas estas expresiones españolas existen cognados ingleses más o menos transparentes: claustrophobia, clause, closet, include, exclude, seclude, reclusion y la mucho menos frecuente -y menos transparente- “sluice” (“channel, natural or human made, controlled with a gate and used to direct water to a desired location”).
Para “cerrar con llave” el inglés tiene por su parte el término “lock” que proviene del germano “loc” (agujero). Posiblemente se refería en su inicio al agujero por el que pasaba la barra que trababa la puerta o la ventana. Por extensión metonímica, el término pasó a referirse al perno o barra que cerraba la puerta y se ajustaba en el agujero. De allí, se extendió al sentido de “cerrar con llave” con el que se lo conoce hoy.
Al añadírsele ciertas partículas surgen palabras como "locker", que designa ese pequeño armario o compartimento con cerradura (como el que hay en los gimnasios o estaciones de trenes); "lockout", para referirse a la exclusión que hacen los empleadores de sus empleados en su lugar de trabajo hasta que se acuerden ciertos términos; "lockdown" ("bloqueo"), cuyo sentido original en los Estados Unidos del siglo XIX era una tira de madera o clavija que aseguraba los postes a una balsa cuando la madera se transportaba por río (nótese el parentesco con aquel significado original de la barra). El sentido de “confinamiento” aparecerá en los años 70.
Pero nuestro verbo “cerrar” viene de otro lado y tiene una evolución parecida al “lock” inglés. “Cerrar” se originó en la forma latina “serare” (“ocluir, cerrar” y luego, por extensión, “poner cerrojo”, ya que “sera” era la barra movible que cerraba la puerta y que veíamos en el origen de “lock”). Por confusión con el verbo “serrare” (“serrar o aserrar con una sierra”) se le agregó una “R”. Según Corominas, el cambio de “S” por “C” se dio por influencia de "cercar".
Por supuesto que una explicación simplificada e ilustrada de todo esto puede ser útil para armar y recordar familias de palabras y empezar a establecer las constantes y los elementos nuevos que van apareciendo a partir de esta idea original de "oclusión": el “cierre” (the zip o the closing), la “cerradura” (“the lock”), el “cerramiento” (“the enclosure”), el “cerrojo” (para designar a la barra, “bolt”, o a un pasador, “latch”), “encerrar” (con sus múltiples significados en inglés: “to shut”, “to confine”, “to preserve”, “to enshrine”, “to lock in”, etc.). Una rápida búsqueda en el diccionario de papel nos enfrentará con una larga lista de palabras relacionadas.
A veces pueden ocurrir conexiones curiosísimas: “cerrojo” viene de “verrojo” (todavía es hoy forma dialectal en Burgos por “cerrojo”). Esta palabra se originó en “verruculum”, diminutivo de “veru”, que era la varilla larga y puntiaguda que se ponía sobre el fuego para asar los animales. Tanto aquel “pasador” ("latch") como “la varilla del asador” ("the sharp-pointed rod for roasting meat") tenían una forma similar: ambas consistían de una larga barra en forma de T y punta afilada. En la varilla del asador, la parte superior de la T era más pequeña y era el lugar desde donde se hacía girar esa estaca sobre el fuego. En tanto, en el cerrojo, esa parte superior tomó dimensiones más grandes (se convertiría en ese pasador que “pasaría” por la abertura que cierra la puerta). En tanto, la base de la T se achicó y es la parte que hoy en día usamos para tomar y deslizar ese pasador por el orificio que la traba. Así, el pasador era percibido como una “varilla del asador” en miniatura (“verruculum”) y evolucionó en *verruclum> verrojo > cerrojo. Por influencia de "cerrar", en el siglo XIII se cambió la “V” por “C”. Y así, ¡“cerrojo” y “asador” terminaron hermanadas!
Pero algo más interesante todavía: en el antiguo nórdico “steikja” era aquello que estaba "para asar en un asador", esto es, era "algo atorado" (“stuck”) en un asador (“stick”). Esa carne se denominaba “steik”. De estos términos posiblemente los germanos llamaron, por metonimia, a esa pequeña varilla “stakka” (de la cual derivará nuestra “estaca”). De aquí tenemos los términos ingleses “stick” (“palo, estaca”), “sticker” (originalmente, a fines del siglo XVI: “someone that sticks”, y luego, con el sentido actual de “etiqueta” (a fines del siglo XIX), como “aquello que se adhiere”) y “steak” (“filete”). De esta últiam derivará nuestro "bistec" español (deformación del inglés “beef steak”, que podría definirse como “carne vacuna asada al palo”). De “stakka” también derivaron en español palabras como "etiqueta" (a través del francés, con el sentido de “señal escrita fijada en una estaca”) y “estoque” (“espada estrecha y larga y, sobre todo, puntiaguda”) y de esta “estocada” (“acción de clavar la espada o estoque de punta en el toro”). Pero esa ya es otra historia...
Para ver algunas formas de aproximarnos al tema, aquí va un vídeo sobre vocabulario, etimología y la comparación entre lenguas.
Referencias
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Ilson, R. (1983). “Etymological information: Can it help our students?". ELT Journal Volume 37/1 January, pp.76-82.
Oster, U. (2009). La adquisición de vocabulario en una lengua extranjera: De la teoría a la aplicación didáctica. Porta Linguarum, (11), pp. 33-50. Accesible en: http://www.ugr.es/~portalin/rtículos/PL_numero11/2%20U%20Oster.pdf
Vivanco, V. (2001). “La adquisición de vocabulario en una segunda lengua: Estrategias cognitivas y lazos afectivos.” Encuentro Revista de innovación en la clase de idiomas (12), pp. 177-178.
Brisbane, 15/06/20.
En los años de mi formación académica, en las cátedras de gramática española solían darnos todo tipo de textos para que analizáramos sintácticamente. Por lo general, eran textos extraídos de diversos autores hispanos. Un autor al que mis profesores recurrían con frecuencia era el argentino Jorge Luis Borges. Pero no faltaban textos de García Márquez, con sus oraciones kilométricas. También se trabajaban textos de Vargas Llosa, Onetti, Carpentier, entre muchos otros. Eran épocas del análisis estructural y del boom literario hispanoamericano.
Con el tiempo, algunas de los problemas que aparecían en esas oraciones pasaron a formar parte de nuestra “jurisprudencia gramatical” y las dudas sintácticas que se nos planteaban en otros casos terminaban remitiendo a aquellas frases de Onetti, de Borges o de García Márquez que habíamos analizado en su momento y la resolución que para entonces se les había dado. Confieso que ese fue un muy buen entrenamiento, porque hasta el día de hoy (casi cuarenta años más tarde) me suele ocurrir que, ante una duda de colegas o estudiantes, me vienen a la memoria, de inmediato, aquellos casos especiales con los que lidiábamos en nuestras clases de gramática española.
La historia viene a cuento porque hace unos días una colega preguntaba en un foro de gramática cómo explicar a sus estudiantes el caso de estas dos oraciones y el uso del gerundio que se hacía en ellas. ¿Por qué, se preguntaba, en la primera debemos usar el verbo estar, pero en la segunda no?:
Fue aterrador estar viendo las calles vacías.
Lo pasé bien viendo la película.
No sé por qué ante la pregunta de la colega vino a mi memoria una de aquellas oraciones con las que nuestros profesores solían torturarnos. Recordé entonces una extraída de “Las ruinas circulares”, de Jorge Luis Borges: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado…”. La oración es mucho más extensa, pero recuerdo que en aquellas épocas de estudiante nos había sorprendido descubrir a ambos verboides como predicativos del objeto directo (véase RAE 2010, p. 515). Eso había iniciado en clase un largo debate sobre el infinitivo y el gerundio que todavía recuerdo.
En el primer caso que citaba mi colega, hay un gerundio, es verdad, pero en realidad este forma parte de una frase verbal progresiva (estar viendo) que funciona como sujeto de la oración. En el segundo caso, en cambio, el verboide se corresponde más con un complemento de modo (No olvido que “pasar + gerundio”, en otros contextos, podría entenderse como una frase verbal aspectual de gerundio: “Me pasé haciendo ejercicio”. Pero no voy a entrar en esto ahora.).
Nótese que no podríamos decir jamás “fue aterrador viendo las calles vacías” por cuanto en español el único verboide que funciona como sujeto es el infinitivo, jamás un gerundio. No obstante esto, también podríamos decir “Fue aterrador VER las calles vacías”. ¿Cuál es la diferencia?
Sin duda, hay una sutileza entre el “estar viendo” y el “ver” en esa frase y quizás sea esta diferencia la que permita encontrarle respuesta a la duda de mi colega. Con el infinitivo progresivo (“estar viendo”) el hablante describe la acción en su desarrollo: el hablante describe el proceso de estar presenciando las imágenes. En tanto, con el infinitivo simple (“ver”) describe la acción en su totalidad, como ya completa: el sujeto ya vio todas las imágenes desde la primera hasta la última. Tiene una visión general de todo el asunto.
En un pasaje de Investigations in Cognitive Grammar (2009, pp.300-301), Langacker señala que esto ocurre también con los verbos ingleses de percepción (to see, to watch, to hear, etc.). En español, verbos como “ver, mirar, oír, sentir, entrever, espiar, contemplar,” etc. se comportan de igual forma. Todos ellos permiten la posibilidad de construirse ya con infinitivo ya con gerundio, pero el significado oracional cambiará notablemente (lo vi/miré/oí/sentí/entreví/espié/contemplé desembarcar-desembarcando). Esta diferencia sutil se puede ver en las siguientes imágenes:
En la imagen de la izquierda vemos a la persona bajando del barco, pero sin terminar todo su proceso de “desembarco” (queda excluida la fase final). En la imagen de la derecha, en cambio, la vemos ya habiendo desarrollado toda la acción. El infinitivo en esta imagen nos habla de una acción completa que incluye etapas intermedias y la final. En estos casos, confirma Langacker (p.301), el gerundio limita el alcance de la percepción a una parte interna del evento general, a una parte del proceso continuo, pero el infinitivo tiene una visión más global e incluye su parte final. Un esquema más abstracto para representar estas ideas podría ser el siguiente:
En el cuadro de la izquierda vemos que el observador percibe la acción in medias res, como si pudiéramos ver solo unos cuadros intermedios de toda “la película del descenso del barco”. El punto culminante de la actividad (que implicaría el desembarco completo en el muelle) queda fuera de su campo perceptivo. En la imagen de la derecha, en cambio, el descenso se percibe como todo un proceso completo que podemos ver de principio a fin y que incluye el momento culminante con el protagonista ya en tierra.
Borges, sin duda, habiendo tenido la opción de elegir entre esas dos imágenes (“Nadie lo vio desembarcar” vs “Nadie lo vio desembarcando”), se decantó por el infinitivo, porque quería hablar de aquel momento preciso de la llegada de su protagonista. Sin embargo, nótese que en la segunda parte de esa misma oración repite la estructura con una leve diferencia. El gerundio permite imaginar un hecho que nadie notó que ocurría al mismo tiempo que la llegada del hombre: esa imagen lánguida y silenciosa de la canoa en medio de ese proceso de hundimiento en las aguas fangosas anticipa el sentimiento del lector al finalizar el cuento, al comprender, junto con el protagonista, que él también es una imagen que se va fundiendo y diluyendo a medida que se avanza en la historia.
Como vemos, el gerundio da un carácter durativo a la percepción, “incluso cuando se trata de cláusulas que designan normalmente eventos muy escasamente durativos. Es lo que ocurre, por ejemplo, con lo vi marcando un gol frente a lo vi marcar un gol” (Devís Márquez 2010, p. 124). De esta forma, la frase con gerundio podría parafrasearse como “lo vi cuando desembarcaba”. El infinitivo, en tanto, contaría “con un valor aspectual propio que lo hace más o menos perfectivo dependiendo de su aparición en forma simple o compuesta (Flores Gómez, 2016, p. 470.). Así, la frase en cuestión se podría parafrasear como “Lo vi cuando desembarcó”.
Un ejemplo gráfico muy útil que puede permitirles a los estudiantes entender esas sutilezas del idioma (aunque en inglés, como hemos visto, ocurre lo mismo) se podría dar con el ejemplo de correr:
Nótese cómo en la figura de la izquierda he usado el grisáceo para indicar aquello que “no se ve” con el gerundio, mientras que la imagen de la derecha vemos en negritas toda la carrera, incluyendo su llegada al parque.
Habiendo entendido cómo funciona el gerundio en estas construcciones podemos explicar la segunda duda que la colega mencionaba con “pasar bien haciendo algo”. El concepto implica “pasar el tiempo con placer porque hacemos algo que disfrutamos”. Si tuviéramos que representarlo visualmente, podríamos mostrar a un sujeto al que se ve haciendo una acción en desarrollo durante un tiempo limitado (una tarde). “Vemos” al sujeto en medio del proceso de “ver o mirar una película” en ese “período cerrado” que es la tarde. Pero cuando llega la noche, abandona su sofá.
Por lo que ya hemos visto, la frase no podría parafrasearse como “Vi/Miré una película y lo pasé bien”, sino “Mientras veía/miraba una película lo pasé bien”, o “Lo pasé bien durante todo ese tiempo en que estuve viendo/mirando una película”. La acción final que es “terminar de ver/mirar la película”, como en los casos que veíamos más arriba, queda excluida, de allí que aparezca en el dibujo en color gris.
Me gustaría terminar esta entrada con un párrafo en el que se da este doble juego de infinitivos y gerundios con verbos de percepción. El ejemplo está extraído de Bachelor y San José (2010, p.251), con unas muy leves modificaciones. Podría ser un interesante ejercicio para que los estudiantes analicen junto con el profesor la interpretación que se le podría dar a cada pasaje. ¿En qué cambiaría el sentido si el infinitivo se reemplazara por el gerundio y viceversa?
A lo lejos se oía al mar bramar (roar) y se percibía la luna brillando sobre un fondo de mercurio que se sentía ondular levemente. Se oía el viento ululando (to howl) entre las copas de los cercanos pinos. Andrés Treceño entrevió una sombra huidiza pasar junto a su cara. Creyó advertir a un ave aletear (fluttering) en la oscuridad, quizá el vuelo de una lechuza. Percibió una campana tañendo en una torre lejana y olió el olor del mar cercano expandiéndose a su alrededor. Contempló las estrellas parpadeando en el infinito, y descubrió toda la información grabándose en el cielo. Por un momento, le pareció percibir a los humanos interactuando absurdamente, veía a hombres y mujeres obrando sin sentido, odio o amor.
Referencias
Batchelor, R. E. y San José M.A. (2010). A Reference Grammar of Spanish, Cambridge: Cambridge U. P.
Devís Márquez, P. (2010). Estructuras de control con verbos de percepción en español. Revista Internacional de Lingüística Iberoamericana, Vol. 8, No. 2 (16), Miscelánea de lingüística iberoamericana, pp. 101-127
Florez Gómez, E.B. (2016). "Los verbos de percepción + infinitivo" en Benito Ruiz, Angela, Pedro Pablo Espino Rodríguez y Bruno Revenga Saiz (eds). Nuevas investigaciones lingüísticas. XXX Congreso Internacional de la Asociación de Jóvenes Lingüistas pp. 465-480 Santander: Universidad de Cantabria.
Langacker, R. (2009). Investigations in Cognitive Grammar, Berlin/New York: Mouton de Gruyter.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Brisbane, 15/05/20.
¿Qué hacer en época de coronavirus? ¿Cómo enseñar online? ¿Cómo educar en tiempos de encierros y cuarentenas varias? ¿Cómo llegar a nuestros estudiantes si nunca usamos la tecnología? ¿Por dónde empezar? Muchas preguntas y otras tantas respuestas.
Me escriben colegas aturdidos por todo lo que deben implementar en poco tiempo para poder seguir dentro de cierta “normalidad” y con cierta rutina. A muchos los ha encontrado todavía con pocos conocimientos tecnológicos. Y a pedido de sus instituciones se han tenido que sumergir en el ancho e inmenso mundo de la enseñanza a distancia, sin tener ni idea de cómo hacerlo ni por dónde empezar.
Debo confesar que todavía sorprende la buena voluntad que muchos docentes hemos puesto ante el desafío, nuestra rápida (aunque forzada) adaptación y nuestras ganas de innovar, aun en momentos en que no sabemos hacia dónde vamos. Sin duda, este proceso que estamos atravesando dejará a muchos colegas maltrechos o malheridos. Tengo la sensación de que nada será igual en nuestra profesión de ahora en más. ¿De qué manera esta presencia ubicua de la tecnología afectará la educación? Las circunstancias nos han obligado a trabajar duro para evitar las interrupciones a las que nos ha obligado la pandemia, a aprender rápido cosas de las que no teníamos ni idea hasta hace poco, a usar plataformas varias que quizás no conocíamos o a usar otras conocidas de manera diferente.
Si la pensamos con cuidado, es esta una experiencia única para explotar nuestra creatividad, explorar nuevos medios para atraer al estudiantado a ámbitos virtuales que tradicionalmente hemos desdeñado o de los que hemos desconfiado. Es una oportunidad para ensayar formas alternativas de enseñanza en serio, para despertar la curiosidad y las ganas por aprender en un formato completamente distinto para todos. De allí que esto se haya convertido en un reto, porque nos habíamos acostumbrado a vivir en un mundo relativamente previsible, que se contaba por la rutina de clases trimestrales o cuatrimestrales y por los períodos de exámenes y cierres de notas.
Hace unos años conté aquí mismo mi experiencia sobre cómo fui adentrándome en estos vericuetos de la tecnología y cómo fui incorporándola en mis cursos, casi sin proponérmelo (ver aquí mismo mi entrada del 15-09-2018). Aquello había sido parte de una experiencia que había llevado a cabo con un grupo de ELE sobre escritura creativa.
La tecnología vino a mí sin yo buscarla. Todo había surgido con claridad un día cuando, al salir de una clase (exhausto, después de haberla repetido por tercera vez), me di cuenta de que podía ahorrarme las reiteradas y fatigosas explicaciones si grababa un vídeo breve explicando los problemas más comunes y frecuentes. ¿Por qué no evitarme esa parte más engorrosa de nuestra tarea si las preguntas, dudas y respuestas eran siempre las mismas? Salía de un curso, entraba en el otro y ponía piloto automático: todo se sucedía en cadente monotonía. Así, me propuse armar una serie de vídeos y actividades interactivas para subir a mi plataforma antes y después de mi clase presencial. Era evidente que podía aprovechar mis horas de contacto para actividades más prácticas y lúdicas y ejercitar lo aprendido en esos vídeos en forma más dinámica. Por ese entonces, me enteré de que aquello tenía un nombre: "clase invertida".
Con los años, aproveché esa experiencia para transferirla a la enseñanza de la gramática reflexiva en la clase de ELE. A medida que me adentraba en ella, descubrí también la necesidad de explorar esa relación estrecha entre lo visual y los datos lingüísticos y de esa manera poder hacerles ver a nuestros alumnos cómo percibimos y entendemos el mundo en español.
Poco a poco, comencé a hacer vídeos con perspectiva cognitiva. A partir de una gramática contrastiva con el inglés y mucha ayuda visual, comencé por explicar algunos de los temas que más dolores de cabeza nos producen a los profesores y estudiantes de ELE: ser y estar, el imperfecto/pretérito perfecto simple, el uso del “se”, por/para, y el tan temido subjuntivo. Para entender todo este proceso que me llevó a esta situación, puede leerse una descripción más completa aquí: https://drive.google.com/file/d/0B-MehrnFf1jiWUpxcVRDNGJ3d00/view.
Aunque sí es cierto que parte de nuestra tarea es estar actualizados, si nuestra enseñanza se centra en el aprendizaje y sus procesos, existen muchas más posibilidades de que la integración de cualquier tecnología complemente de forma coherente nuestra labor y nos ayude a alcanzar nuestro objetivo principal: el aprendizaje significativo y profundo de un idioma. Con el tiempo, pude reconocer que podía enseñar unidades del programa enteramente en línea, reducir algunas horas presenciales (y que la universidad me exigía) y aprovechar el tiempo de contacto de una manera mucho más eficiente. En sintonía con las sugerencias de Cobo (2010), era consciente de que debía dejar de priorizar la innovación de carácter tecnológico sobre la planificación y el diseño pedagógico basado en evidencias.
Ningún tipo de tecnología puede superar o resistir el paso del tiempo como lo puede hacer un buen diseño curricular con fundamentos pedagógicos y humanísticos sólidos, coherentes con las necesidades de un contexto determinado. Me refiero, en otras palabras, a lo que Biggs ha denominado “alineación constructiva” del aprendizaje (2005): la coherencia entre los objetivos pretendidos, las actividades de enseñanza-aprendizaje y los procedimientos de evaluación. Como reflexiona Pietro, la “alineación constructiva” puede parecer “una habilidad propia de la profesión docente. Podría ser espontánea y, en consecuencia, no hallarse sujeta a procesos de reflexión sistemática. Sin embargo, no todos los profesores -y tampoco todos en el mismo grado- dedican una mirada atenta al nivel de coherencia de su enseñanza” (Prieto, 2004). Así, comencé a reflexionar sobre qué, cómo, con qué y para qué debía enseñar lo que enseñaba. No era que no lo supiera ni lo hubiera hecho antes. Pero sentía que había perdido de vista mis razones iniciales, apremiado como estaba por las exigencias de mi universidad.
La consecuencia principal que saltaba a la vista era que la falta de alineación entre estos elementos podía llevar a los estudiantes a optar más fácilmente por un estilo y estrategias de aprendizaje superficiales. Así, se podrían quedar en la esfera del conocer, a nivel raso, concentrándose en la retención de datos, con el exclusivo fin de aprobar la evaluación y no el de aprender el tema con profundidad y hacerlo suyo.
¿Qué significa entonces que un aprendizaje sea profundo y cómo concebirlo en relación al nuevo perfil del estudiante y las TIC? Enwistle (1992), Ramsden (1992) y Biggs (2005) han explorado exhaustivamente el tema del grado de profundidad de los aprendizajes de adultos en contextos educativos tradicionales. Estos autores coinciden en que el aprendizaje profundo se da cuando el estudiante consigue integrar los nuevos conocimientos con conocimientos previos de tal forma que pueda utilizar la nueva información, no solamente para pasar un examen, sino en nuevas situaciones en el futuro (González Sarmiento, 2008). Pero el nuevo perfil de estudiante presupone, también, la existencia de un nuevo perfil docente. Uno en el que, como mencionaba, revaluemos nuestros objetivos, actividades y modos de evaluación. Para efectuar esta revaluación debemos dar un paso atrás y, con perspectiva, considerar las actividades de enseñanza-aprendizaje desde otro ángulo: darlas vuelta.
Sabemos que en la enseñanza “tradicional” el tiempo que estamos en el aula, especialmente en los niveles de enseñanza superior, se dedica a presentar y explicar el material y acercar al estudiantado a las ideas fundamentales de cada unidad didáctica, mientras que las tareas de práctica y consolidación del conocimiento se hacen en casa. Al darle la vuelta al aula, se hace precisamente lo contrario. En casa los estudiantes acceden a los contenidos mientras que las tareas de aplicación del conocimiento se desarrollan en el aula. Como bien lo explica Álvarez (2012),
Para que esto sea posible, el docente facilita a su alumnado materiales audiovisuales, vídeos o incluso podcasts, de una duración no superior a cinco minutos a través de los cuales presenta la unidad, las principales ideas o los conceptos fundamentales. Este material puede tratarse de un recurso producido por el propio docente o bien de un recurso ya existente en la red.
Permítaseme cuestionar lo de los “cinco minutos”. Es verdad que el déficit de atención ha disminuido. Pero también es verdad que debemos fomentar la reflexión y el razonamiento. Mal haríamos si nos apresuráramos y no los dejáramos saborear ese proceso. A través de este nuevo acercamiento pedagógico, dejé de enviar “tareas de revisión para la casa”. Me concentré, en cambio, en proveer conocimiento y una práctica inicial mínima, liberando así las “valiosas horas de contacto” –cuya importancia hoy en día con los considerables cortes presupuestarios no podemos subestimar– para que cada alumno pudiera explorar, a su ritmo, aspectos de la gramática española en forma autónoma. Ya en clase y conmigo vendría la aplicación de esos aspectos de forma mucho más práctica y colaborativa.
Cuando decidí retirarme de mi profesión, dejé a mis colegas un curso montado desde esta perspectiva. En mi ingenuidad, pensé que aprovecharían mi experiencia y seguirían en esa línea que tantos buenos resultados nos había dado. Lamentablemente, la pereza, la carga de trabajo (hay que reconocer que el mantenimiento y organización de estas cosas lleva su tiempo), la falta de interés o la vía fácil de acudir a lo ya digerido y regurgitado por la industria editorial fueron motivos para que algunos de mis colegas no solo no siguieran en ese camino, sino que eliminaran todo lo hecho.
Me sentí defraudado, pero me di cuenta de que también de esto se podía sacar una enseñanza: de nada sirven los esfuerzos individuales, si no involucramos a nuestros colegas en estos proyectos desde el inicio. De lo contrario, no los sentirán suyos y terminarán desestimándolos.
Como nunca, necesitamos una buena organización, pero también una máxima cooperación, en donde se delinee y quede clara la aproximación pedagógica que queremos seguir, el tipo de material que queremos preparar y qué queremos lograr con ello. Mi afán por alivianar el trabajo de mis colegas me llevó a pensar que darles el material servido no solo los iba a ayudar a impartir clases más interesantes, sino que los iba a alentar a promover su imaginación y creatividad en sus programas. Me equivoqué, porque olvidé una de las premisas básicas del buen coordinador: implicar a sus colegas en actuaciones y proyectos conjuntos “como una vía para cambiar formas de sentir y de ser, donde la docencia y las relaciones profesionales abran caminos para que el trabajo en equipo repercuta positivamente en el aprendizaje del alumnado” (Bolarín y Moreno, 2014, pp. 323.).
En primer lugar, debemos cerciorarnos de que todos los integrantes del equipo docente manejemos un mismo lenguaje en forma coherente y sistemática. Tenemos que difundir y compartir bibliografía básica sobre aproximaciones cognitivas entre los colegas, para que todos entiendan de qué hablamos cuando nos proponemos ciertos derroteros pedagógicos (son sorprendentes las dudas o desconocimientos que encuentro en muchos todavía). Se hace necesario mostrar, además, ejemplos concretos exitosos y enseñar a usar los rudimentos de la animación en Powerpoint para explotarlo al máximo (algo tan básico y sin embargo tan menospreciado). Por otra parte, no es necesario establecer reuniones presenciales para debatir esto. Hoy en día podemos (y debemos) incentivar las reuniones virtuales, para que el docente también se vaya acostumbrando a esa forma de interacción y a conocer y a moverse con más soltura y libertad en ese entorno virtual del que tanto desconfía.
Para lo primero, podemos empezar con los innumerables trabajos de José Plácido Ruiz Campillo y Alejandro Castañeda, los análisis de Juan Manuel Real Espinoza o de Reyes Llopis-García o algunos acercamientos de Ángel López García, para citar solo algunos ejemplos. Dada las características de nuestra profesión, en la que no siempre los que enseñan son “especialistas de ELE”, debemos encontrar textos accesibles, claros y prácticos (sobre todo esto último) que orienten y eduquen al docente con una terminología clara. Podría citar muchos ejemplos de colegas que critican tal o cual aproximación de alguno de los autores mencionados, ¡pero no los han leído o tal vez ni siquiera entendido! Para lo segundo, existen infinitos lugares -inclusive en la red- adonde el profesor novato puede recurrir en busca de ayuda para saber cómo se hace para producir esa animación que nos ha dejado boquiabiertos cuando la vimos por primera vez y que puede ser perfecta para explicar un proceso, un tiempo verbal o inclusive el vocabulario. Para lo último, el coordinador debe buscar plataformas fáciles de compartir y experimentarlas y usarlas con sus colegas. Sin duda, habrá muchas frustraciones y muchos aprietos técnicos: archivos que no se abren o se abren a medias, animaciones que en ciertos ordenadores no se muestran como se esperaba, problemas de conexiones y un sinfín de dificultades que al profesor "analógico" todavía le cuestan. Debemos aprender a lidiar con estos fallos (porque esto, admitámoslo, ya forma parte de nuestra profesión para siempre), para poder luego saber cómo responder cuando un estudiante se encuentra con los mismos obstáculos en el manejo de los materiales del curso.
Una vez leído los documentos teóricos que nos servirán como fundamento metodológico y diseñado el mapa organizativo, vendrá el momento de coordinar los módulos que queremos producir. En un mundo ideal, lo lógico sería seguir con lo que ya he descrito en otro lado (Hortiguera y Díaz 2014): tomar unos temas, desarrollarlos, probarlos, ajustarlos y, poco a poco, ir extendiéndolos a otros. Sin embargo, en las presentes circunstancias de educación a distancia debido a la pandemia, debemos zambullirnos en la producción de “materiales urgentes”.
Para esto no necesitamos comprar aplicaciones caras ni recurrir a materiales de la industria editorial que parecen nuevos, pero que, en el fondo, siguen una aproximación tradicional. Se pueden producir módulos interactivos originales y creativos con PPT también. Podemos partir del manual y ver cómo convertir ese material estático que está allí a un nuevo formato, más ágil y dinámico. "Torcerle el cuello al cisne del manual" podria ser un buen comienzo. Esos módulos incluirán la teoría y una práctica mínima con procedimientos interactivos (como señalaba más arriba) para permitirles a los estudiantes cerciorarse de que van entendiendo. Luego, en la clase propiamente dicha (en forma presencial o, como ahora, a través de la pantalla del ordenador), podremos desarrollar una práctica comunicativa nueva en la que tendrán que aplicar todo lo aprendido en sus casas.
En los vídeos que acompañan a esta entrada se podrá ver como ejemplo una de las unidades de mi libro y apreciar cómo creé los módulos, las explicaciones, la práctica y los ejercicios en clase. Podrán entender el rumbo que tomó mi enseñanza y cómo evolucioné yo mismo como profesor. Espero que sirva de punta de lanza para inspirarse y reciclarse como un verdadero docente del siglo XXI, en épocas del (pos)coronavirus.
Referencias
Álvarez, D. (2012). ¿Le damos la vuelta al aula…? The Flipped Classroom. Retrieved from http://e-aprendizaje.es/2012/10/15/le-damos-la-vuelta-al-aula-the-flipped-classroom/
Biggs, J. B. (2005). Calidad del aprendizaje universitario. Madrid: Narcea.
Bolarín, M.J., y Moreno, M.A. (2015). La coordinación docente en la universidad: retos y problemas a partir de Bolonia. Profesorado. Revista de Currículum y Formación del Profesorado, 19 (2), pp. pp. 319-332. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/567/56741181020.pdf
Cobo, C. (2010). ¿Y si las Nueva Tecnologías no fueran la respuesta? En A. Piscitelli, I. Adaime & I. Binder (Eds.), El proyecto Facebook y la posuniversidad: Sistemas operativos sociales y entornos abiertos de aprendizaje (pp. 131-145). Madrid: Ariel - Fundación Telefónica.
Entwistle, N. (1992). Student Learning and Study Strategies. En B. Clark & G. Neave (Eds.), The Encyclopedia of Higher Education. Oxford Pergamon Press.
González Sarmiento, O. (2008). Aprendizaje…¿cuál de los dos? Consensus. [online], 13(1), 43-48.
Hortiguera, H. y Díaz, A. (2014) Extendiendo los muros de la clase de ELE: una aproximación (neuro)cognitiva a través de la tecnología. MarcoEle 19, 1-30.
Lova Mellado, M., y Bolarín, M.J.(2015) La coordinación en programas bilingües: las voces del profesorado. Aula Abierta 43, pp. 102–109. Disponible en https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0210277315000050
Prieto, L. (2004). La alineación constructiva en el aprendizaje universitario. En J. C. Torre Puente & E. Gil Coria (Eds.), Hacia una enseñanza universitaria centrada en el aprendizaje (pp. 111-142). Madrid: Universidad Pontificia Comillas.
Ramsden, P. (1992). Learning to Teach in Higher Education. London: Routledge.
Brisbane, 15-04-20.
En mi entrada anterior mencionaba que el objeto directo en español puede dislocarse hacia la izquierda y, como al pasar, comenté que en este proceso suele duplicarse el pronombre:
Las patatas las vendemos aquí.
A Gloria la respetan mucho.
La dislocación no es fenómeno único del español (Nota importante: por motivos pedagógicos llamaré aquí “dislocación” al corrimiento hacia la izquierda de un componente oracional -el objeto directo en este caso-. Este fenómeno engloba la focalización y la topicalización.). En inglés, nos dice Gutiérrez Bravo (2008, p. 368), las oraciones con orden invertido (Objeto-Sujeto-Verbo) “no son en absoluto raras y aparecen con bastante frecuencia en los textos orales”:
Now, THIS I like!
THAT I don’t know.
Pero no es solo el objeto directo que puede “moverse de lugar”. El español, como muchas otras lenguas, permite presentar la información mediante estructuras sintácticas particulares, asociando ciertos valores informativos a ciertas posiciones oracionales (sin descuidar, claro está, la entonación) (Villalba 2010, p.44). Nuestro idioma se rige por un principio general que tiende a colocar la información conocida (que recibe el nombre de tópico o tema) antes de la información nueva (que se denomina rema o foco). En este sentido, la dislocación a la izquierda permite colocar un elemento de cualquier categoría con valor de tema al inicio de la oración (el dislocado): “De eso no se habla”, “De todo lo que hemos discutido hoy no debes decir ni una palabra”.
No obstante, el tema en cuestión, que parece simple, tiene algunas aristas poco claras. En su Nueva gramática de la lengua española (2010), la RAE presenta una serie de contradicciones que resultan difíciles de comprender. Pero vayamos por parte.
Tópico y foco no son categorías sintácticas, sino pragmáticas que se refieren a la estructura informativa de la oración (Gutiérrez Bravo 2008. p. 303). En una oración “neutra”, con el orden SVO, la información se dará en estos términos:
Dado que en la gran mayoría de las situaciones contextuales el tema y el sujeto coinciden, el orden sujeto (S)-predicado(VO) es el más frecuente. Sin embargo, cuando el sujeto constituye la información nueva, suele ir al final (véase el ejemplo 5 en los ejemplos que están debajo). De acuerdo con Hualde et al (2010, p.240) en las oraciones “neutras”, en donde no existe una intención por enfatizar ningún elemento, tenemos la posibilidad de interpretar como información nueva no solo el último, sino también dos o más componentes del predicado, el predicado completo o la oración completa. Una manera fácil de identificar la información nueva (o foco) en una oración es imaginarse la pregunta concreta a la que dicha oración sirve de respuesta. Observemos estas situaciones:
1.-¿Qué ha pasado?
- Etelvina ha roto el jarrón de porcelana.(Toda la oración es el foco.)
2.-¿Qué ha hecho Etelvina?
-Etelvina ha roto el jarrón de porcelana.(Solo el predicado es el foco.)
3.-¿Qué ha roto Etelvina?
-Etelvina ha roto el jarrón de porcelana.(El objeto directo es el foco.)
4.-¿De qué era el jarrón que rompió Etelvina?
-Era de porcelana. (Solo el circunstancial es el foco.)
5.-¿Quién ha roto el jarrón de porcelana?
-Lo ha roto Etelvina. (El sujeto es el foco.)
En lo que se refiere a la posición del objeto directo formado por frase nominal, ya sabemos que su posición habitual es la posverbal. Sin embargo, se puede mover el objeto de ese lugar para colocarlo al inicio de la oración, ya por la necesidad de atraer a posición inicial el tópico o tema que se viene desarrollando en el discurso (topicalización), ya porque el hablante quiere llamar la atención sobre algo en particular o introducir un tópico nuevo en el discurso (focalización).
Ahora bien, nos dice la Real Academia (2010, p. 658), lo frecuente es que el complemento directo pronominal y su antecedente nominal pertenezcan a oraciones distintas: “Ganaron las apuestas. Entonces, fueron a cobrarlas de inmediato.” No obstante, en la práctica, vemos que en español, al moverse el objeto de su posición posverbal, se produce un fenómeno de duplicación pronominal dentro de la frase (un pronombre átono en el caso de un complemento de objeto) que remite a la frase nominal que ocupa la posición inicial de la oración: "Las apuestas las ganaron y cobraron de inmediato” o "A María la vi ayer en el mercado”. Este fenómeno se debería introducir, según el Plan curricular del Cervantes, en el nivel B2.
De acuerdo con Villamil Touriño (2010, p. 230), para ponerlo en términos simples, como el objeto de la oración es el tema del que se viene hablando, el hablante lo disloca como una forma de “encadenamiento de ideas”. Véanse las siguientes ilustraciones. Nótese cómo, en el siguiente caso, el hablante ha movido el objeto “dinero” al comienzo de la oración, ya que las ganancias que Pedro y Estela obtuvieron con sus apuestas se encadena perfectamente con el tema del que se viene hablando:
-¿Qué hicieron Pedro y Estela?
Así, las dislocaciones de “complementos definidos” por topicalización (la duplicación no ocurre con objetos indefinidos) se producen siempre con copia pronominal.
No obstante, en otras ocasiones, el español también produce un movimiento a la izquierda de los objetos definidos sin disponer de una copia pronominal. De acuerdo con Villamil Touriño (2010, p.64), este hecho puede entenderse como una colocación enfática de un tema nuevo que el hablante quiere introducir en el escenario discursivo. Estamos así ante una focalización. El Plan curricular del Cervantes sugiere que esta colocación enfática debería introducirse también en los niveles C1 y C2: “Precisamente ese libro quiero yo.” Compárense estas ilustraciones para distinguir la focalización de la topicalización:
-¿Etelvina rompió todo esto?
-No. El jarrón de porcelana [y solo eso] rompió Etelvina.
Nótese cómo en el dibujo se ha sombreado todo lo demás y se ha dejado en color el jarrón, dado que eso, junto con el sujeto de la oración, es lo que atrae la atención del hablante. Estamos así ante una focalización: el hablante focaliza su atención en un elemento oracional (en este caso, el objeto) que quiere destacar, colocándolo en posición inusual al comienzo de la oración, ya que solo eso rompió la niña. En este caso, el foco en esta construcción no es simplemente informativo, sino que adquiere un valor contrastivo, ya de afirmación ya de corrección, respecto a otras alternativas que podrían existir (“todo esto”). La madre piensa que la niña rompió todo y el padre la corrige: selecciona el único objeto destruido por la niña, y niega todos los otros (Di Tullio 2014, p. 257). Esta focalización viene acompañada por un aumento de la intensidad, de la altura y la separación como grupo tonal y una inversión del sujeto (Etelvina, sujeto de la oración, aparece pospuesta al verbo).
Como vemos, en este caso el jarrón es el elemento sobre el que el hablante focaliza su atención. Esa es la información sobre la que se quiere llamar la atención, ya para expresar sorpresa, revelación o denuncia, ya como rectificación o contraste (“nada más que el jarrón de porcelana rompió Etelvina y no todo lo otro”, por ejemplo). Obviamente que el hablante podría haber dicho “No. Etelvina rompió el jarrón”, atenuando así su revelación ante el interlocutor. Es evidente que en esta situación, el padre busca exculpar a la hija de todo el daño que ha causado el perro. No es ella la culpable de la destrucción total que está viendo la madre, declara. De allí que, inmediatamente, altere el orden y focalice su atención en el único objeto destrozado por la niña, colocándolo al inicio -como forma de minimizar su culpa- y alterando el orden sujeto-verbo por el de verbo-sujeto. Por esta razón, he coloreado el objeto y el sujeto, dejando en gris todo lo demás (que ha pasado así a un segundo plano en el discurso del padre). En otros casos, los sintagmas nominales focalizados pueden ser indefinidos o cuantificados: “Jarrones sanos, no tenemos”, “Poco dinero tenemos para comprar más jarrones”:
Como agrega Langacker (2008, p. 517),
las relaciones dependen conceptualmente de sus participantes: no podemos aprehender una relación sin invocar a los participantes que apoyan su manifestación. Debido a que hacen posible su concepción, los participantes se describen razonablemente como proporcionando acceso mental a una relación. Esto, por supuesto, equivale a decir que funcionan como puntos de referencia al respecto (Mi traducción).
Con esta lectura coincide Villamil Touriño (2010, p.46), al decir que el foco informativo y el tema son categorías relacionales interdependientes. Uno no puede entenderse sin el otro, por cuanto “necesitamos aportar algo (el foco) sobre el tema, y el foco se tiene que predicar sobre algo (el tema)”.
En contraposición, obsérvese la siguiente ilustración:
-¿Y qué pasó con todo lo demás?
-Todo lo demás, Fido lo rompió jugando.
En este caso, estamos ante una topicalización: los interlocutores saben (lo ven) que se han roto muchas cosas. Su atención recae en esos objetos y por ese motivo en el dibujo esos elementos aparecen coloreados, mientras que niña y jarrón pasan a un segundo plano. Obsérvese cómo el padre ha puesto el objeto (no el sujeto) al inicio, encadenándolo al discurso de la madre. El constituyente establece “aquello acerca de lo cual va a versar el resto de la oración. Se trata de una expresión referida a una entidad ya presente en el universo del discurso o que el hablante supone disponible para el oyente” (Di Tullio 2014, p.256). Como bien señala Langacker (2008, p.516), mientras que el sujeto es estructuralmente interno a la oración y conceptualmente intrínseco, el tópico es un punto de referencia en el discurso. Dirige la atención del interlocutor al dominio apropiado del conocimiento para interpretar el mensaje que sigue (“En lo que respecta a todo lo demás, Fido es el causante”).
En este caso, el esposo retoma las palabras previas de su mujer y encadena sus palabras a su discurso. Se enfatiza aquello de lo que se venía hablado con una mayor fuerza expresiva (por la alteración del orden lógico). Por otra parte, vale hacer notar que la topicalización, a diferencia de la focalización, no solo deja una copia pronominal de objeto directo en la oración, sino que no suele alterar el orden sujeto-verbo. Puede presentarse con sintagmas nominales definidos y establecer una pausa entre el elemento desplazado y el resto de la oración. En la escritura, esta pausa podrá implicar una coma.
Es en este punto en donde la RAE (2010) presenta varias explicaciones contradictorias. Observan los académicos que “la presencia o ausencia de la duplicación pronominal es el rasgo fundamental que diferencia las estructuras de topicalización de las de focalización” (p.759). Y ejemplifican:
Se distinguen, por ejemplo, Eso digo yo y Eso lo digo yo, en que el pronombre eso es el foco de la primera, que admite paráfrasis con una copulativa enfática (Eso es lo que digo yo), mientras que es el tópico de la segunda, equivalente a En cuanto a eso, lo digo yo.”
Sin embargo, en el pasaje inmediatamente anterior a esta aseveración, afirman con relación al foco:
Un mismo foco puede ser presentativo unas veces (El autogiro lo inventó Juan de la Cierva como respuesta a ¿Quién inventó el autogiro?) y contrastivo otras (la misma oración cuando se contrapone a un enunciado previo como El autogiro lo inventó un ingeniero alemán).
No he logrado poner orden a esta contradicción dentro del mismo manual. La RAE reconoce que la duplicación pronominal es propia de la topicalización. Sin embargo, propone como ejemplos de “foco” dos oraciones con duplicación pronominal. Como profesores, si nos vemos obligados a enseñar este punto, propongo que busquemos una posición ecuánime respaldada por todo el resto de la bibliografía. En este sentido, en rasgos generales, hay unanimidad entre los especialistas sobre una serie de puntos básicos y comunes. Villalba (2010) los resume de esta forma:
La topicalización
-desplaza un constituyente (o más de uno) con valor de tema a la posición inicial,
-deja una copia pronominal átona que concuerda con el dislocado,
-no provoca inversión y
-los elementos dislocados se pueden reordenar libremente.
La focalización:
-desplaza el constituyente con valor de foco a la posición inicial,
-provoca inversión, y
-afecta a un único constituyente de cualquier categoría.
El caso de la "dislocación a la izquierda" (ya sea por topicalización o por focalización) es una construcción que tiene un uso más extendido en la lengua hablada, aunque existen innumerables ejemplos en la escrita, como lo atestiguan los ejemplos reproducidos por Villalba en su libro. Como ha sugerido Langacker (2008, p. 518), en este tipo de dislocaciones la frase nominal siempre abre un marco mental que sirve como punto de referencia para orientar al interlocutor hacia “lo que trata el enunciado” que sigue: o bien conecta las ideas con el tema del que se viene hablando (topicalización) o instala uno nuevo en el escenario discursivo (focalización).
En nuestras clases de ELE, una introducción -elemental y mesurada- de estos temas podría servirnos para establecer características contrastivas con otras lenguas, al tiempo que hacer a los estudiantes más conscientes respecto de la importancia del orden de palabras en español. Si nuestros estudiantes cuentan con el inglés como lengua común (como es mi caso), podríamos establecer interesantes comparaciones para explicar cómo ambos idiomas utilizan recursos distintos para reflejar los significados dependientes del contexto. En tanto el inglés recurre principalmente al acento prosódico, el español es muy sensible al orden de palabras. Elaborar una serie de ejercicios de focalización y topicalización de “oraciones neutras” podría ser una práctica que nos permitiría “poner de manifiesto la importancia de entender el porqué de las diferentes ordenaciones de una oración y la manera como se adaptan a los diversos contextos de uso” (Villalba 2010, p.5). En este sentido, el trabajo de Villalba que he citado aquí en varias oportunidades puede ser un punto de partida interesante para el profesor que se tenga que entender con estos tema.
Referencias
Di Tullio, A. (2014). Manual de gramática del español. Buenos Aires: Waldhuter.
Gutiérrez Bravo, R. (2008). La identificación de los tópicos y los focos. Nueva revista de filología hispánica 2, pp.363-401.
Instituto Cervantes (2006). Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles de referencia para el español. Madrid: Instituto Cervantes, Biblioteca Nueva. Dispnonible en: https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/plan_curricular/default.htm
Hualde, J.I.; Olarrea, A.; Escobar, A.M.; Travis, C.(2010). Introducción a la lingüística hispánica. Cambridge, Cambridge University Press.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid, Espasa Calpe.
Villalba, X. (2010). El orden de las palabras en español (Estudios Gramaticales para la enseñanza del español como lengua extranjera). Madrid, Editorial Castalia.
Villamil Touriño, Ma.A. (2010). Los objetos gramaticales en inglés y en español: estudio de casos prototípicos y periféricos con especial atención a los verbos de enseñanza, conocimiento y aprendizaje. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. Disponible en https://eprints.ucm.es/11591/
Brisbane, 15/03/2020.
En su definición clásica, el objeto directo identifica al ser, la cosa o al concepto directamente afectado por el verbo. El español a menudo requiere marcar el objeto directo con la preposición “a”. Este uso específico de la preposición se conoce en los libros de texto como la “a personal”, porque se necesita con mayor frecuencia cuando el objeto directo es animado (humano o no) y definido. En cambio, cuando ese objeto no es humano o animado ni está definido, la omite.
En lo que se refiere a sus usos y cuándo deberían introducirse, el Plan curricular del Instituto Cervantes propone para el nivel A1 el objeto directo de cosa y persona sin preposición (“Tengo dos hermanos.”/“Tengo un coche.”). Para el nivel A2, sugiere el objeto de persona con preposición (“Vi al ladrón.”), mientras que en B2 recomienda la presentación de los casos de duplicación con objeto y pronombre antepuesto como tópico del discurso (“-¿Comiste la manzana?/-Sí, la manzana la comí para el almuerzo.”). Finalmente, en los niveles C1 y C2 se deberían incorporar respectivamente las formas preposicionales con predicativo (“Eligieron a Luis presidente”) y el objeto con valor enfático sin clítico ya como foco (“Precisamente ese libro quiero yo.”), ya como tópico contrastivo (“Ese sueldo quisiera yo para mí.”).
Ahora bien, desde la perspectiva del hablante de inglés, esta "a personal” parece ser una palabra extra e innecesaria, por cuanto cree -erróneamente- que el orden de palabras permite identificar sin problemas a ese objeto paciente, al igual que ocurre en inglés. No obstante, el hablante nativo de español sabe perfectamente que su omisión puede llevarnos a veces a verdaderas ambigüedades en la comunicación, como ejemplifica Alarcos Llorach (1995, p. 278) con “Dibuja la niña el niño” o “Mató el elefante el tigre”. ¿Quién mató a quién?
Es verdad que las excepciones a esa regla general parecen ser tantas que en clase optamos por seguir la explicación más simple, pero a la vez bastante incompleta: “El complemento directo puede ir encabezado por la preposición “a”. Esta aparece de forma característica cuando el complemento directo designa a una o varias personas (He visto a tu hermano), pero no suele aparecer cuando designa cosas (He visto tu paraguas)” (RAE, p.658). Esta explicación sucinta está bien para niveles elementales. Sin embargo, en niveles superiores muchas veces nos encontramos con casos de vacilación, alternancia, o inclusive con cambios de sentido leves o considerables, tanto con seres animados como con conceptos abstractos. Y esto nos pone en un aprieto serio para poder explicar casos como el que aparece en el famoso bolero de Manzanero: “Esta tarde vi llover, vi gente correr...” (con "correr" como predicativo del objeto).
Algunos estudios proponen que la preposición “a” es una simple “marca de función y no constituye una construcción preposicional con la secuencia que la sigue” (Gómez Torrego 1998, p. 210). Por su parte, Llopis García (2015, p. 52) discrepa con esta noción y anota que la preposición “a” tiene carga semántica, por cuanto está “metafóricamente extendida desde un significado central [prototípico] que justifica su selección a la hora de construir objetos directos e indirectos”.
¿Pero a qué se refiere con “significado prototípico” de una preposición? Llopis García (2015-p.62) lo entiende como “el significado más representativo de todos los que puede adoptar una preposición, y a partir del cual pueden extenderse el resto de usos y significados por medio de enlaces metafóricos que vendrán motivados por convenciones lingüísticas.” En el caso que nos ocupa, este prototipo tiene sus raíces en relaciones espaciales.
En este punto parece coincidir Romo Simón (2016, p. 296), cuando nos asegura que las preposiciones pueden explicarse a partir de un significado primigenio del que se fueron desprendiendo una serie de matices o variaciones hasta formar, mediante extensiones metafóricas y metonímicas, una profusa red semántica. Tener en mente esa cadena de relaciones nos podría ser útil para aunar todos estos matices en una representación visual más coherente y sencilla para el estudiante de ELE en los niveles elementales e intermedios.
Es a partir de este significado primigenio desde donde propongo partir en esta entrada. Obviamente, no considero que debamos remontarnos al latín con nuestros estudiantes, pero sí que, como profesores, tengamos presente su evolución porque nos podría ayudar para explicar, en niveles superiores, algunos casos que parecen escapar de la regla general.
Quo vadis?
Nuestra preposición española se originó en otra latina (AD) que, seguida por sustantivos con terminaciones en acusativo, expresaba ideas de lugar, tiempo, número u otras basadas en la relación de un objeto aislado con otro, y -en un sentido más metafórico- en la dirección hacia un fin particular. Sus traducciones más habituales en español son “a, hacia, hasta”. Con verbos que expresan un movimiento hostil se traduce también como “contra”. Con verbos que expresaban movimiento real o imaginario, designaba a la persona, sitio o punto a donde se dirigía una cosa o persona o, mejor aún, el término a donde llegaba en su dirección.
Como vemos en las figuras 1A, 1B y 1C, se puede percibir cómo la hablante precisa la llegada al punto final del recorrido que hace su amigo: “Pepe va A su casa”. Nótese, en cambio, el sentido más vago que introduciría “para” en este caso. Con “Pepe va PARA su casa” se propone la dirección en la que se dirige el personaje, pero no se podría precisar si ese será su destino final (tal vez se quede por el camino, en algún café y termine no llegando). La preposición “A”, entonces, trae consigo un grado de “precisión” o “especificidad”.
Figuras 1ª, 1B y 1C: Pepe va A su casa.
Pero este significado original pronto desembocó en otros usos y sentidos. En su breve repaso histórico, Ralph Penny (1998, p. 114) explica que, si bien en el latín clásico el objeto indirecto se daba a partir del caso dativo (esto es, con una terminación particular del sustantivo), en el habla de Roma se solía expresar con “in” o “ad” más acusativo (esto es, con otra terminación diferente). Idéntica construcción (con el tiempo “a + sustantivo”) sería usada en la Península para referirse al objeto directo de persona en sustitución del acusativo solo. En efecto, señala, hacia el Medioevo se recurría a esta preposición para desambiguar construcciones confusas de dos sustantivos con un mismo número (singular o plural) en función sujeto y objeto respectivamente. La colocación de esta “a” delante de aquel que no era el sujeto fue la solución que se encontró para poder aclarar esos significados oscuros. Esta ambigüedad, además, se extendió a los sustantivos personales, por cuanto cualquiera podía funcionar como sujeto. La “a”, concluye Penny, solo se convertiría en obligatoria a fines del Siglo de Oro español (fines del siglo XVII). No obstante, agrega, “subsisten también en esta época ejemplos en que la preposición sigue utilizándose para eliminar la ambigüedad en oraciones con sustantivos comunes como ‘mordió el perro el gato’, en las que ninguno de los sustantivos es persona, pero donde, sin el auxilio de la preposición, sería imposible determinar cuál de ellos es el sujeto”.
En su estudio diacrónico sobre el uso de esta preposición, Marcela Flores y Chantal Melis (2007, p.93), en tanto, describen con más detalle cómo se fueron extendiendo y enlazando los diversos usos de esta preposición a partir de un uso originario de acompañamiento de los pronombres personales tónicos.
Figura 2.
De esta forma, de acompañar a los pronombres de 1ª y 2ª persona, pasó a introducir los sustantivos propios. En una etapa posterior antecedía a los sustantivos determinados singulares. En el período clásico, comenzó a anteponerse a sustantivos plurales determinados y, entre los siglos XVIII-XIX, terminó apareciendo delante de sustantivos que designaba a cualquier ser animado. Por último, respecto del español moderno, Flores y Melis concluyen en que “los referentes humanos no específicos, por ejemplo, son especialmente propensos a prescindir de la marca. Por otra parte, se documentan casos, sobre todo en la lengua hablada, donde los inanimados pueden marcarse en determinados contextos” (mi énfasis).
Como vemos, ese sentido inicial que tenía la preposición, y que servía para indicar con mayor precisión el punto final de un recorrido, se extendió hasta cumplir una función desambiguadora tempranamente en nuestro idioma. Esto es algo que ya había mencionado en ocasión de mi entrada sobre el objeto directo con el SE impersonal: “Se ve un niño” (se pasivo) vs. “Se ve A un niño” (se impersonal). Y esto se daba no solo con sustantivos personales, sino con sustantivos comunes referidos a seres animados acompañados por determinantes. De acuerdo con Azofra Sierra (2010, p.101), ha sido esta una distinción bastante frecuente a lo largo de la historia de nuestra lengua: usar la preposición con complemento individualizado y omitirla cuando aparece con complemento directo de valor génerico, no individualizado.
Tomando todas estas consideraciones como referencia, ¿qué explicación visual podríamos darles tempranamente a nuestros estudiantes de ELE sobre el uso de este objeto preposicional, sin caer en demasiados tecnicismos?
Protagonistas animados
Comencemos por imaginar un escenario en el que se hacen presentes dos protagonistas humanas. Una de ellas se llama Lisa y la otra Leonarda. Entre las dos existe una relación laboral: una de ellas es artista plástica y la otra su modelo. ¿Pero cuál es cuál? En inglés podríamos identificar a la protagonista que pinta y a la persona pintada solamente teniendo en cuenta el orden de palabras. Así, la aparición en el escenario de comunicación nos permitiría reconocer quiénes son y qué papel desempeñan (Figura 3).
Figura 3. El orden en inglés determina quién es quién.
En cambio, el español, que tiene un orden mucho más libre, nos permitiría presentar a las protagonistas en cualquier orden. Precisamente por este hecho, una oración como “Leonarda pinta Lisa” nos resultaría enigmática. Un hablante nativo del inglés podría pensar que se ha seguido un orden lógico. Influido por su propia lengua materna, entendería que se menciona primero a la protagonista principal (el sujeto), se sigue por la acción que esta ejecuta y termina con la persona sobre la que actúa, a la que afecta directamente o con la que establece algún tipo de “contacto mental” mediante un verbo de percepción (el objeto directo) (Langacker 2008, p.368). Sin embargo, para un hispanohablante una lectura en donde Leonarda fuera la modelo también podría ser aceptable. Ya he mencionado algunos usos en que el objeto directo se antepone al verbo (fenómeno que conlleva, además, duplicación con el pronombre: “A Elisa la vimos en el parque ayer.”). Esta ambigua interpretación nos pone ante la necesidad de distinguir a la protagonista secundaria (la modelo) de la principal (la artista) con alguna marca particular. Para evitar esa ambigüedad los hablantes nos valemos de un “faro”, de una “luz” que nos ayuda a distinguir una de otra. En términos visuales ambas interpretaciones podrían representarse así:
Figura 4.
Obsérvese que delante de la protagonista secundaria se ha puesto una marca (el faro) que nos advierte quién es quién. De esta manera sabremos cómo leer estas ilustraciones. Algo similar ocurre con la oración “Leonarda está pintando A Lisa”. Ese “faro”, en términos lingüísticos, será la “a”, que permitirá identificar a Lisa como el objeto de atención de Leonarda y ayudará a interpretar la oración en su sentido correcto. Podríamos decir que la “a” ayudaría a precisar e individualizar al objeto cuando este “entra en competencia” con el sujeto (Aijón Olvida 2015, p.14) debido a su “potencial agentivo”. La preposición serviría, entonces, para diferenciar a ambos protagonistas, como ya había ocurrido en los estados iniciales de nuestra lengua.
Así vemos que la “a”, que originalmente apuntaba a particularizar el destino final de un recorrido, pasó a desambiguar oraciones confusas en donde el sujeto y el objeto podían ser intercambiables (en tanto entes animados, como observa Penny). En un tercer momento, su uso se extendió para perfilar o distinguir entes animados individualizados. De esta forma, la oposición no se daba tanto entre sujeto-objeto, sino entre un objeto particular de su tipo o clase: “Miró las vacas, los árboles y el naciente sol” vs “Miró A las vacas que pastaban en el campo de Toribio”. No se trata tanto de que el objeto se confunda con el sujeto en este caso. En el primer ejemplo, la hablante solo presenta animales no particularizados: son unas vacas cualesquiera, el ganado en general considerado como “mancha indiscernible” del paisaje. En el segundo caso, esas vacas aparecen identificadas y particularizadas: son esas en particular que están en el campo de Toribio y a las que el sujeto dirige su mirada atenta.
Figura 5.
Nótese cómo el grisáceo homogéneo para las figuras de la primera ilustración, rodeadas por una línea que apunta a esa idea de “clase” o “tipo” a la que me refiero, se opone a la prominencia de las figuras negras, que sobresalen en la segunda. Partiendo de estos conceptos, entonces, ¿cómo podrían nuestros estudiantes de niveles superiores explicar las siguientes imágenes? ¿Por qué “el árbol que abraza Etelvina” aparece con esa marca en el dibujo A, mientras que en el B no?
Figura 6A y 6B:
La respuesta resulta ahora obvia: se trata de un árbol particular (ente animado no humano) que se distingue de otros que podrían existir en su cercanía en el primer caso. Esta distinción puede deberse al hecho de que o bien es un árbol conocido, o bien ya ha sido mencionado previamente en el discurso (subrayado esto último por la presencia del artículo determinado). En tanto, en el segundo caso, el árbol que abraza es uno de los tantos árboles que abundan en el bosque, sin interés por destacarlo del resto y sin asignarle ninguna otra característica extra (nótese que en la imagen no logra distinguirse con claridad el árbol que abraza). De allí, el uso de los colores (gris/negro) en el cubo que encierra al objeto directo en mi ilustración.
Por otra parte, es verdad que tampoco podríamos pensar que el árbol tuviera la capacidad de “abrazar” a Etelvina. Es evidente que aquí la oración no se percibe como confusa por cuanto estamos ante una agentividad del objeto casi nula. No se considera “normal” que un árbol realice la acción de abrazar a una persona (a menos que estuviéramos hablando de algún cuento infantil en donde le asignamos un rasgo humano y con esto apuntamos, además, a una personificación). Así, la “a” resulta innecesaria en este caso.
Poco a poco se va perfilando la idea de que la presencia de la “A” no tiene tanto que ver solo con el hecho de que el objeto sea un ente humano o no, sino que está ligada a otros factores que debemos considerar. Se trata, entonces, de particularizar o individualizar al objeto (como lo vimos en el repaso de su evolución), ya para oponerlo al sujeto (porque la oración resulta confusa y no se sabe quién es quién), ya para distinguirlo en oposición a un tipo o clase. En otros casos, la presencia de esa “a” puede deberse al hecho de querer atribuirle vida, acciones o cualidades propias de las personas (la personificación que se le podría asignar al árbol de Etelvina del que hablaba más arriba). Sobre la base de esta caracterización y teniendo en cuenta las siguientes imágenes, ¿cómo se podría explicar la ausencia o presencia de “a” en los siguientes ejemplos y en qué contextos usaríamos estas oraciones?
Figura 7A/7B.
Figura 7C/7D
Figura 7E/7F:
Figura 7G/7H
En la segunda ilustración de cada par se observa que el referente del objeto establece un contraste de prominencia o bien con el sujeto (porque ambos tienen potencial agentivo), o bien con un tipo o clase que el hablante posiblemente tiene en mente, pero no declara. En el primer caso, sin la “a”, la hablante señala que el sujeto ve tres niños cualesquiera y no tiene motivos para destacarlos. Los considera como “una mancha del paisaje”. Son tres niños “del montón”. En cambio, con la “a” destaca a esos tres niños en oposición a otros que pudieran estar de fondo, porque tal vez esos tres estaban haciendo alguna travesura o tal vez porque el sujeto ya los conocía con anterioridad. Así, vio “a los niños” (conocidos o identificables).
En el segundo par, sin la preposición, la hablante se refiere a entidades humanas a las que no individualiza ni los puede particularizar en oposición a otros. Todos ellos constituyen una masa de sujetos a los que no le interesa identificar (posiblemente era gente cualquiera que bajó de un avión que el sujeto ni siquiera esperaba). Nótese que el sustantivo no aparece precedido de ningún determinante. En cambio, con la “a” pone de relieve que no está hablando de una “clase” (los pasajeros en general que bajan de los aviones en un aeropuerto), sino de un grupo particular que intenta identificar porque venía en el avión que él esperaba (nótese la presencia del artículo determinante en esta ocasión, que redobla esa particularización). Así, se focaliza en unos pasajeros determinados.
En el tercer caso, hablando de seres animados no humanos (insectos), la hablante explicita, sin preposición y sin determinante, que Pedro se propone estudiar “insectos” (como si fueran “una masa”, los insectos aquí posiblemente se piensan como “materia de estudio”). Con la preposición y con determinante, la hablante destaca que Pedro se propone estudiar a los insectos en particular (en oposición a otros seres vivos como los mamíferos o los marsupiales, por ejemplo). Esto es, tiene en mente, aunque no necesariamente explicite, a otros integrantes del reino animal, de allí que “singularice” a los insectos con la preposición y el artículo.
Finalmente, en el último caso, sin la preposición y sin determinante, el hablante apunta al cargo de representantes en general. Con la preposición y con determinante, en cambio, se individualiza a los candidatos a los que él va a votar.
Ahora bien, en ciertas situaciones, los hablantes nos permitimos jugar con la presencia o la omisión de la preposición y alterar el significado en forma considerable. Veamos algunos ejemplos:
El jefe juntó diez empleados. (Logró reunir diez al azar. No hubo una elección premeditada.)
El jefe juntó A diez empleados. (Congregó a esos diez en particular. Hubo una elección premeditada.)
Rosana quiere un jardinero. (Lo necesita para cuidar o mantener su jardín).
Rosana quiere A un jardinero. (Lo ama).
Tiene un hijo enfermo. (Posiblemente sufre de alguna enfermedad incurable.)
Tiene A un hijo enfermo. (Posiblemente está momentáneamente indispuesto.)
Cambios de significado similares también se producen en inglés: “My girlfriend cheated me” o “My girlfriend cheated on me”. En la primera, se trata de un engaño más directo: posiblemente mi novia me vendió, a sabiendas, un coche que no funcionaba bien. Esto es, cometió un fraude conmigo. En la segunda, en cambio, estamos hablando de su infidelidad. Mostrarles a nuestros estudiantes estas sutilezas de su propia lengua podrá ayudarnos a hacerles entender las sutilezas de la nuestra.
Objetos no animados
Por todo lo visto, vemos que usamos la preposición “a” ante el objeto, siempre y cuando se cumplan estas dos condiciones: 1) que sean objetos animados (humanos o no) y 2) que se intente poner en relevancia ese objeto, ya porque puede confundirse con el sujeto, ya porque se lo quiere individualizar respecto de un tipo o clase que se tiene en mente (aunque sea a nivel inconsciente y no se mencione en el discurso).
Sin embargo, en ocasiones también se usa la preposición ante un complemento directo de cosa, como señalaban Flores y Melis más arriba. De hecho, se puede recurrir también a ella en algunos contextos en los que pudiera presentarse alguna ambigüedad o se quisiera personificar algún objeto o idea abstracta. Por ejemplo, casos como “El avión venció el destino” o “La producción perjudicó la economía” podrían resultar tan ambiguos como las que veíamos con sujetos y objetos animados anteriormente. En este caso, una vez más, el español acude a la preposición delante de aquello que se piensa como lo dominado o afectado y de esa forma desambiguar la expresión (¿Quién afecta a quién?): ¿“El avión venció Al destino” o “Al avión lo venció el destino”? ¿“La producción perjudicó A la economía” o “A la producción la perjudicó la economía”? Nótese una vez más que la colocación del objeto directo al comienzo de la oración (llamada “construcción dislocada” por la Academia) nos obligaría, en ciertas situaciones, a recurrir a la duplicación pronominal (más sobre esto en mi próxima entrada).
Asimismo, como veíamos más arriba, también en estos casos de objetos no animados se pueden producir sutiles cambios de significado, según aparezca la preposición o no:
El alcalde abandonó la ciudad. (La dejó, porque partió.)
El alcalde abandonó A la ciudad. (La dejó decaer, la dejó en el abandono, la dejó en el descuido -aunque él siga viviendo en ella-.)
La profesora admira la iglesia. (Admira el edificio que tiene delante de ella.)
La profesora admira A la Iglesia. (Admira a la institución.)
El menor de edad recibió justicia. (La justicia aquí es sinónimo de juicio justo.)
El supermercado culpó A la Justicia. (La Justicia aquí es entendida como la institución judicial.)
Como vemos, el uso correcto del objeto preposicional no es sencillo y requiere bastante más práctica de lo que podríamos pensar. Los factores que afectan su presencia son numerosos: animacidad, personificación, definitud, especificidad o una combinación de estos. Obviamente, todos estos casos no pueden presentarse juntos. Se necesita hacer una introducción dosificada de los diversos casos en diferentes niveles, dejando los más polémicos para cursos superiores.
Por otra parte, existen diversas opciones que el hablante elige muchas veces en forma instintiva o automática. Esto es, no siempre maneja en un nivel consciente la marcación del objeto. Tal como lo he mostrado aquí, una práctica que podría ser beneficiosa para el estudiantado de ELE es la de valernos de ilustraciones y animaciones para hacerle ver estos matices y las categorías que tiene en mente el hablante nativo. Con paciencia, práctica reflexiva y contrastiva (si cuadra), el estudiante podría alcanzar a comprender y manejar, en forma aceptable, estas sutilezas del idioma.
Referencias
Aijón Oliva, M.A.(2015). La marcación variable de los objetos en español. Prominencia cognitiva y elección gramatical. Estudios de Lingüística. Universidad de Alicante 29, pp. 9-33.
Alarcos Llorach, E. (1995). Gramática de la lengua española. Madrid, Espasa Calpe.
Azofra Sierra, Ma. Elena (2010). Morfosintaxis histórica del español: de la teoría a la práctica, Madrid, UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia).
Flores, M. y Melis, C. (2007). El leísmo desde la perspectiva del “marcado diferencial del objeto”. Revista de historia de la lengua española, 2, pp. 83-107.
Gómez Torrego, L. (1998). Gramática didáctica del español. Madrid, SM.
Langacker, R. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford/New York, Oxford University Press.
Reyes Llopis-García (2015) Las preposiciones y la metáfora del espacio: aportaciones y potencial de la lingüística cognitiva para su enseñanza, Journal of Spanish Language Teaching, 2:1, pp. 51-68.
Penny, R. (1998). Gramática histórica del español. Barcelona, Ariel.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/02/2020
En las últimas entradas, siguiendo el consejo de Ángel López García (11), fui presentando diversas aproximaciones a una gramática pedagógica que, partiendo de una perspectiva cognitiva, conjugara los datos visuales y los datos lingüísticos. El punto de partida ha sido casi siempre el español contrastado con el inglés, por ser este el idioma común de los estudiantes con los que trabajo.
La apelación a animaciones, imágenes figurativas y a contrastes con el inglés tiene varias razones. En su vida diaria, nuestros alumnos están muy expuestos y acostumbrados a lidiar con imágenes. Sin embargo, desconocen el funcionamiento básico de la gramática de su propia lengua y, por ende, de conceptos elementales que podrían serles de ayuda para comprender la perspectiva en la que el hablante de español se pone al decir tal o cual frase. Nos vemos así en la obligación de evitar las explicaciones gramaticales clásicas.
Asimismo, el movimiento que acompaña a la animación nos permite abandonar el papel frío de los libros de gramática, atraer la atención del alumnado a ciertas estructuras problemáticas y, sobre todo, poner en evidencia los procesos mentales que se esconden detrás de esas estructuras. Estas pueden diferir -o no- de los procesos que siguen y las perspectivas que adoptan hablantes de otras lenguas (en este caso, del inglés). Entender –y “ver”- cómo otros hablantes conceptualizan el mundo, cómo lo perciben y cómo lo categorizan es una experiencia única que trasciende lo meramente gramatical y que resulta –lo digo por experiencia- muy atractiva al estudiantado. Al mismo tiempo, nos permitiría movilizar, regular e incrementar los recursos cognitivos de nuestros alumnos, fomentando nuevas estrategias de aprendizaje (Littlemore y Low 2006, p. 58).
En entradas anteriores habíamos visto algunas aproximaciones pedagógicas que podríamos utilizar para explicar el uso del artículo, diferencias entre el pretérito anterior y pluscuamperfecto de indicativo y los usos de subjuntivo en expresiones de la condición en niveles más avanzados del español. Siguiendo en esta línea, en esta última entrada del año me propongo describir una explicación visual de las estructuras concesivas del español, que también suelen introducirse en estos niveles.
En efecto, de acuerdo con el Plan curricular del Instituto Cervantes, la introducción de las cláusulas concesivas se debería producir en los niveles intermedios B1-B2. En muchos manuales consultados se presenta primero la forma universal “aunque” en B1 y el modo indicativo. En tanto, en B2 se agregan otros subordinantes como “a pesar de que”, “por más que”, “por mucho que”, -entre otros- y el modo subjuntivo. En este nivel también se agregan las locuciones “pese a” y “a pesar de” más (pro)nombres e infinitivos. Sin embargo, las explicaciones que se introducen en los manuales son, muchas veces, bastante vagas o imprecisas.
Concesivas en inglés
La cláusula concesiva describe una situación que introduce una objeción a lo dicho en la oración principal. La función de la cláusula concesiva es decir que, a pesar de esta objeción, la afirmación de la cláusula principal se mantiene (Bybee, Perkins y Pagliuca 1994, p. 225).
Uno de los asuntos más complejos que tienen estas estructuras para un hablante del inglés que está aprendiendo español radica, una vez más, en el modo utilizado. Según se trate de una objeción real o posible, en español se dará un cambio de modo (indicativo o subjuntivo). Al no darse estas diferencias modales en inglés, su forma equivalente en español resulta conflictiva para los aprendientes.
Junto con although, que podría ser considerado el “subordinante universal”, coexisten even though, even if, despite the fact that, etc. Cabe recordar, sin embargo, que todos estos subordinantes no son sinónimos exactos. En inglés, even though/even if tienen una ligera diferencia en significado. Será precisamente esta diferencia la que nos podría ser de ayuda para poder explicar los usos de las concesivas con indicativo y subjuntivo en español (Moreno 1995). Partiendo de esto, veamos entonces primero qué pasa con estas cláusulas en inglés para compararlas luego con nuestra lengua.
Figura 1:
En la figura 1, podemos a ver a Adela. Después de un ultrasonido, el doctor le ha informado que el bebé que está esperando es una niña. Como a Adela le gusta el color azul, ha decidido que le comprará ropa de ese color, sin importarle que ese color haya sido considerado tradicionalmente para vestir a los varones.
Nótese que Adela tiene dos posibilidades para expresar ese contraste. Por un lado, el más neutral although. Pero también podría usar even though. Con esta última expresión Adela declara –y confirma- lo que ella considera que es verdadero (porque el médico, además, se lo ha confirmado). En efecto, es una niña, pero eso no es un obstáculo para vestirla de azul.
Figura 2:
En la figura 2, en cambio, tenemos a Eva en una situación levemente diferente. Nótese que en este caso ella no puede declarar con seguridad si espera a una niña o a un niño, porque no lo sabe todavía. En este caso, está especualando: “EVEN IF it’s a girl, I will buy blue clothes”, se dice frente al espejo. Quizás la hablante de inglés recurre a esta otra forma porque plantea una especulación. Tiene algún tipo de dudas y no puede confirmar esto como un hecho. O tal vez ella considera que ese dato es irrelevante. Al fin de cuentas, independientemente del sexo del bebé, ella comprará ropa azul de todas formas.
Concesivas en español
Esta distinción que podemos encontrar en inglés entre even though/even if podría ser equivalente en cierta medida a la distinción “aunque + indicativo” y “aunque + subjuntivo” respectivamente (algo similar ocurre con otros subordinantes en otras lenguas. Para un interesante detalle comparativo, véase Moreno 1995). Así, al usar “aunque” con indicativo (como ocurre con even though en inglés), la hablante deja en claro que ella sabe que el bebé ES una niña. Reconoce ese hecho, lo identifica y lo declara a su interlocutor como información nueva, relevante y valorada. Pero incluso esta razón obvia no cambiará su decisión: “Declaro –e informo- que espero una niña (y lo sé, porque el doctor me lo ha dicho y lo notifico), pero de todas formas le compraré ropa azul”, confirma.
Y esto que ocurre con “aunque” también puede extenderse a otros subordinantes como “a pesar de que” o “por más que”, como vemos en la figura 3. De esta manera, cada vez que la forma española pueda equiparase con even though, la concesiva española (cualquiera sea el subordinante o conjunción que utilice) llevará indicativo.
Figura 3:
Esto confirma una vez más el planteo que ha hecho Ruiz Campillo (2008, 2012 y 2014) con la distinción indicativo / subjuntivo en términos de declaración / no declaración. Usamos el primero para manifestar lo que pensamos con diferentes grados de certeza sobre el mundo: podemos saber algo, imaginarlo o suponerlo. El uso del indicativo en este caso es solo una manifestación de que consideramos algo como verdadero, aunque esto no implique que sea cierto en “en el mundo real” o “extralingüístico”.
Por otra parte, el uso del subjuntivo en estas construcciones se acerca mucho al uso del even if inglés, como lo vemos en la figura 4. En este caso, el hablante considera que lo mencionado en la concesiva no es una información relevante o no es un hecho confirmado. Quizás presupone que el interlocutor ya lo sabe. Por lo tanto, ¿para qué declararlo?
Figura 4:
Con subjuntivo, puede ser que la madre haya recibido confirmación (o no) que está esperando una niña o que el dato ya ha surgido en una conversación previa con su interlocutor. Eso no lo sabemos. Pero en cualquier caso no es su intención ponerlo en primer plano y declararlo. Su interés pasa aquí no tanto por dar información sobre el sexo de su hijo, sino por hablar sobre el color de la ropa que piensa comprar. Ese es el foco de su intercambio. Lo otro le resulta irrelevante y por eso lo deja como “fondo” en subjuntivo, sin declarar. En este caso, “aunque” y sus otros subordinantes con subjuntivo son equivalentes a even if (véase Moreno 1995). Es importante ilustrar estos casos con ejemplos variados, e incluir algunos tan evidentes como el anterior para facilitar la comprensión del estudiante y “hacerle ver” el esquema mental que el hablante del español ha seguido en estas situaciones con el cambio de modo.
Nótese que además de “por más que”, en este caso, he agregado el subordinante “por mucho que”. Ambas formas pueden ser equivalentes a (as) much as… /no matter how much… /however much… + verbo. Estas expresiones españolas también pueden ir seguidas de indicativo o subjuntivo. Una vez más, con el primer modo el hablante considera que la objeción es “real” o “verdadera” para él. Con el segundo, el hablante no considera necesario declarar la situación expresada en la cláusula, por cualquiera de los motivos señalados. El obstáculo u objeción que menciona la concesiva se percibe, entonces, como hipotético, como especulación o como absolutamente irrelevante (porque tal vez sea información que, otra vez, el interlocutor ya sabe o a la que no le da importancia): “No importa si voy a tener una hija o un hijo, de todas formas voy a comprar ropa azul”, nos dice.
Si bien el subjuntivo y el indicativo pueden usarse con todas las conjunciones mencionadas, la mayoría de las veces los hablantes favorecen el subjuntivo después de “por mucho que” tanto en el pasado como en el presente (RAE 2010, p.488). Algo similar se sugiere con “por muy… que”, “por más… que”. En otras palabras, tienden a referirse a un límite o grado hipotético que puede alcanzarse o no, pero sin tenerlo en cuenta para la resolución de la oración principal.
A pesar de/pese a + (pro)nombre o infinitivo
Decía más arriba que en niveles superiores se introducen estas dos locuciones. Para tal fin, se parte, una vez más, del inglés y de sus formas in spite of /despite para compararlas con "a pesar de/pese a".
Al igual que ocurre en inglés, usamos estas formas seguidas de (pro)nombre o forma no conjugada (infinitivo en español, pero –ing en inglés) cuando la cláusula y la oración principal comparten el mismo sujeto. En este punto, creo que no debería haber mayores problemas, por lo que propongo un simple trabajo comparativo.
Figura 5:
Revisión general de los usos de indicativo y subjuntivo
Un punto aparte merece la exhibición de los distintos tiempos del modo indicativo y subjuntivo en las concesivas. En este caso, se verá que la animación no difiere demasiado de la dinámica que he seguido cuando introduje las cláusulas condicionales. Es importante destacar este hecho, para que el estudiante vea la coherencia y la lógica del sistema.
Así, con indicativo tendríamos:
Figuras 6, 7 y 8:
Mientras tanto, con subjuntivo lo haríamos así:
Figuras 9-10-11-12.
Por último, cabe mencionar que, si bien los esquemas temporales prescriptivos de las cláusulas condicionales pueden tener correlatos en las concesivas (RAE 2010, p.918) (Si/Aunque tiene, dará// Si/Aunque tiene, da// Si/Aunque {tuviera ~ tuviese}, daría//Si/Aunque {hubiera ~ hubiese} tenido, habría dado), pueden existir también, como en aquellas, formas “mixtas”: “Si/Aunque hubiera ganado la lotería el año pasado, hoy seguiría siendo infeliz”. Este tipo de construcciones –perfectamente aceptables en un contexto apropiado- parecen “salirse” de la normativa enseñada en muchos de los manuales. De ahí que, muchas veces, ejercicios descontextualizados de completamiento con las cláusulas concesivas no sean los más adecuados para trabajar en clase. No se trata de desarrollar una instrucción «tipo puzzle», como nos dice Ruiz Campillo (2006, p. 9): “si pones pluscuamperfecto de subjuntivo en la concesiva DEBE CORRESPONDERLE un condicional compuesto en la oración principal”. Se puede comenzar por estas formas canónicas, pero dándole al estudiante espacio para que en una segunda etapa juegue con las reglas y descubra por sí mismo hasta qué punto se pueden manipular. Este es un tipo de ejercicio que deberíamos fomentar en clase.
En lo que respecta a la práctica, se sugiere que en un primer momento se apele a animaciones y dibujos similares a los utilizados en las explicaciones visuales, para que el estudiante vaya asociando e internalizando estos esquemas a su propio constructo mental. Asimismo, estos juegos con las imágenes nos permitirían introducir esos “supuestos desvíos” de esos esquemas normativos que mencionaba antes (como lo hicimos con las cláusulas condicionales en su momento). En una segunda instancia, los dibujos podrían desaparecer para dar paso a la transformación de oraciones, fenómeno que daría pie para debatir y reflexionar con los alumnos sobre los diversos matices de significación que introducen las distintas estructuras y formas equivalente que podemos usar en nuestro discurso. Para esto se podrían dar ejemplos de este estilo u otros similares:
Figura 13:
La figura 13 nos muestra un ejemplo de transformación con una actividad interactiva. El estudiante debe transformar las oraciones de la columna de la izquierda en oraciones con cláusulas concesivas, lo que le permitirá observar -y comparr- las formas alternativas que las concesivas pueden tener también. En esta etapa se debe “jugar” con las palabras, los tiempos y modos, recurriendo a las imágenes mentales que hemos ido fomentado en los ejercicios previos. En la derecha aparecen las respuestas correctas una vez que el estudiante pincha en el signo de interrogación que está en el medio. Por una cuestión práctica solo se dan ejemplos con “aunque” para que se concentre en este ejercicio solamente en el tiempo y modo verbal.
Espero que esta entrada sirva para fomentar la inspiración y creativad de los colegas en las explicaciones de los temas de los cursos superiores y que les ayude a reflexionar sobre estos y otros aspectos conexos.
¡Felices fiestas para todos! Este blog retomará sus reflexiones y más ideas y propuestas hacia mediados de febrero de 2020. ¡Buen descanso estival para aquellos que entran en el verano austral y para aquellos que entran en el invierno boreal!
Referencias:
Bybee, J.; Perkins, R. y Pagliuca. W. (1994). The Evolution of Grammar. Tense, Aspect, and Modality in the Languages of the World, Chicago/London, Chicago UP.
Instituto Cervantes (2006). Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles de referencia para el español. Madrid: Instituto Cervantes, Biblioteca Nueva. Dispnonible en: https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/plan_curricular/default.htm
Littlemore, J. y Low, G. (2008). Figurative Thinking and Foreign Language Learning. New York, Palgrave.
López García, A.(2005). Gramática cognitiva para profesores de español L2. Madrid: Arcos.
Moreno, V. (1995). Indicativo o subjuntivo en oraciones concesivas. Actas del VI Congreso internacional de la ASELE (Asociación para la enseñanza del español como lengua extranjera). pp. 275-280. Disponible en https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/asele/pdf/06/06_0276.pdf
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Ruiz Campillo, J. (2006). El concepto de no-declaración como valor del subjuntivo. Protocolo de instrucción operativa de la selección modal en español. En Pastor Villalba, C. (Ed.), Actas del programa de formación para profesorado de ELE 2005-2006, Instituto Cervantes de Múnich. Disponible en línea: http://www.cervantes-muenchen.de/es/05_lehrerfortb/Actas05-06/3JosePlacido.pdf
-----(2008) El valor central del subjuntivo: ¿Informatividad o declaratividad?. Marco Ele. Revista de didáctica ELE, 7, pp. 1-44.
-----(2012). The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish. En Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
----- (2014). La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español. Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
Brisbane, 15-12-2019.
Cuando llega el momento de hablar de otros subordinantes que introducen cláusulas condicionales, los manuales de ELE de nivel B2 suelen indicar una mera lista, señalando sin más que sus valores son conmutables por los valores de “SI”, con similares esquemas verbales entre la subordinada y la oración principal:
Matiz real: Si + presente de indicativo /futuro o presente de indicativo
Matiz potencial: Si + imperfecto subjuntivo/condicional simple
Matiz contrafáctico: Si + pluscuamperfecto del subjuntivo/ condicional compuesto.
Díaz y Yagüe (2019, p.3) afirman que, con matiz real, la combinación “Si presente/futuro” es más objetiva, neutral y firme. El presente en la condicional tiene una proyección de futuro: “Si viene [más tarde], le daré el libro [más tarde]”. Con presente en ambas partes, en tanto, se mantiene la proyección de futuro, pero se agrega una idea de inmediatez: “Si vienes, te doy el libro [de inmediato]”.
Existen, por supuesto, otras combinaciones que los manuales omiten. En efecto, los esquemas que proponen los textos de ELE “solo responden aproximativamente a la variedad de combinaciones posibles” (Di Tullio 2014, p. 341). Por lo general, se le deja al estudiante que descubra esos otros esquemas verbales a partir del uso y la práctica: “Si sabía que estaba él, no venía”.
En lo que se refiere al orden de oraciones con período hipotético, la Academia ha señalado que “está determinado por factores discursivos, pero también por principios de naturaleza estrictamente gramatical” (RAE 2010, p. 904). Se tiende a considerar que la información presentada en la condicional ubicada en posición inicial es ya conocida por hablante y oyente, mientras que en posición final se considera como nueva. De esta forma, se podría afirmar que la posición inicial es un recurso cohesivo que refuerza su vinculación con el contexto previo.
Por otra parte, nos dice la Academia, que, cuando seguimos el orden cláusula condicional/oración principal (CC/OP), se asume que la suposición que el hablante propone a su interlocutor es, en principio, previa a la posterior aceptación de la OP (RAE 2010, p.904). Por el contrario, se acude al orden OP/CC para destacar el hecho de que lo dicho en la cláusula se interpreta como condición necesaria para que se cumpla lo denotado en la OP.
Respecto de los otros subordinantes equiparables a “SI”, se ha observado que pueden introducir requisitos más fuertes o más específicos que este y pueden admitir paráfrasis con “SOLO SI + indicativo”, “SI…NO + indicativo” o “POR SI + indicativo”. En términos generales, podríamos agruparlos en tres tipos: un primer grupo de subordinantes que, seguidos de subjuntivo, indican “condiciones necesarias” (a condición de que, con tal de que, siempre que, siempre y cuando); un segundo grupo para indicar “excepciones” (a menos que, a no ser que, como no sea que); y un tercer grupo para indicar “contingencia” (en caso de que) (RAE 2010, pp. 913-914).
Para el primer grupo, la animación que propongo sigue tres pasos. Se introduce primero la OP sobre el espacio de la “realidad”. Luego, se agregan las CC sobre la dimensión hipotética. El orden de aparición sigue la tendencia más frecuente de estas CC a ubicarse en segundo lugar, como información nueva. Como aclara la Academia (p. 904), este esquema se suele usar para subrayar el hecho de que la CC se interpreta como condición necesaria para el cumplimiento de lo que se señala en la OP. Por esta razón, enunciados en los que se expresan promesas, amenazas u otros hechos orientados hacia el futuro se construyen en ese orden.
Nótese que en mi representación el dibujo de la condicional se ubica sobre el de la OP, para visualizar así el concepto de condición necesaria de la que esta depende. Las líneas punteadas que encierran a la OP señalan el “efecto” que la CC tiene sobre ella:
Para el grupo de las CC que introducen “excepciones”, he seguido un esquema similar. He tratado de mantener inclusive el mismo ejemplo:
En lo que se refiere a las conjeturas, se ha puesto énfasis en la diferencia entre “en (el) caso de que” con la forma inglesa “in case (that)”. Muchas veces, estas similitudes de forma llevan a los estudiantes a confundir las intenciones del hablante. Es este un error frecuente en el que caen muchos estudiantes. Si bien es verdad que “In case of + noun” se acerca a un sentido condicional, no ocurre esto con “in case that”, que se usa para hablar de “posibilidades o eventualidades” que podrían ocurrir. Es esta una forma mucho más cercana a la expresión “por si (acaso)” en español: “Lleva el paraguas POR SI (acaso) llueve” (“in case it rains”).
Podríamos afirmar que “en caso de que” tiene ambos sentidos en español. Con su sentido condicional, puede colocarse tanto delante como detrás de la OP, con diferencias sutiles. Si va delante, el hablante destaca una suposición que se considera previa a lo dicho en la OP: “En caso de que estés en una situación complicada (‘en el supuesto caso de que surja una situación complicada’ [suposición previa]), llámame”. Si va detrás de la OP, el hablante lo piensa como condición necesaria: “Llámame SOLO/ÚNICAMENTE en el caso de estar en una situación complicada” y respondería a la pregunta “¿En qué caso excepcional te llamo?”.
Como eventualidad o posibilidad, en tanto, hay una tendencia a colocarla detrás y respondería a la pregunta de “¿por qué?”, como se puede ver en este diálogo:
-Lleva paraguas, en caso de que llueva.
-¿Por qué debo llevar paraguas?
-Por si llueve/En caso de que llueva.
Es verdad que todas estas son sutilezas que el profesor podrá omitir en su explicación. No obstante, sería recomendable preparar ejemplos visuales para tener a mano en nuestro USB de clase, en caso de verse en la necesidad de explicar algunos errores de sentido que a veces se cometen con estas estructuras en niveles superiores.
Párrafo aparte merecen las expresiones “siempre que” y “mientras”. Con verbos en indicativo, ambas introducen cláusulas temporales en las que se mencionan dos eventos simultáneos: “Siempre que pasa me sonríe”/”Mientras pasa, me sonríe”. Con subjuntivo, adquieren valor de CC: “Te presto la bicicleta siempre que me la devuelvas temprano/ mientras me la devuelvas temprano”. La forma “mientras que” como encabezador de CC no es habitual en el español moderno, salvo en registros coloquiales. Finalmente, la Academia (p. 620) anota que “mientras que” ha perdido su uso temporal en el español peninsular (frecuente en el español clásico), pero se mantiene en el español americano. No obstante, los usos adversativos se mantienen para oponer dos estados de cosas o dos propiedades: “Mientras que Rogelio sube, Pepe baja” (aunque también reconoce que, en este caso, se puede usar solo “mientras”).
Referencias
Díaz, L. y Yagüe, A.(2019). Oraciones condicionales. En Elefante. Gramática del español como lengua extranjera. Oraciones condicionales. Ediciones marcoELE. Revista de didáctica ELE. p.1-14. Disponible en: https://marcoele.com/elefante/21.condicionales.pdf
Di Tullio, A. (2014). Manual de gramática del español. Buenos Aires: Waldhuter.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/11/2019
Hace unos días un colega me consultaba sobre cómo responderle a un estudiante que en una clase de ELE le había preguntado sorpresivamente qué diferencia sutil existía entre “este coche es EL mío” y “este coche es mío”.
Su primera reacción fue explicar que la presencia del artículo solo agregaba un matiz de “énfasis” (la ubicua explicación del dichoso “énfasis” que nos sirve para explicar cualquier cosa que nos toma por sorpresa y a la que no sabemos cómo responder). Pero esa respuesta –obviamente- no lo satisfacía. Después de pensarlo un poco, se me ocurrió presentarle una posible solución con estas ilustraciones:
En el primer caso, el hablante le explicita a su interlocutor que tiene la posesión de algo (aquí en círculo rojo) que se encuentra en el contexto de comunicación que ambos comparten (aquí en recuadro azul). En el segundo, en tanto, se agregan otros factores. En efecto, uno de los rasgos básicos del uso de “el-la-los-las” es el de señalar objetos particulares entre todos los que abarca la especie designada por el sustantivo (Menéndez Pidal 1980, p. 260). Estos objetos son percibidos por el hablante y el receptor como los únicos e identificables en el contexto de emisión. Pero a su vez, como el origen del artículo definido se remonta a un demostrativo latino, arrastra un valor deíctico que introduce un elemento de evocación de algo ya mencionado o visto previamente por hablante e interlocutor: “este coche es EL mío [pero el otro con el que me viste hace unos días o del que hemos estado hablando es el de mi esposa]”).
Ahora bien, en el ejemplo sin “el” se podría colegir que ese coche no es necesariamente el único que tiene. Puede tener otros. Imaginemos, por ejemplo, que el personaje de nuestra escena colecciona coches y tiene otros más que no conocemos. De esta forma, al decir “ese coche es mío” no solo se especifica que un objeto forma parte de su dominio, sino que se podría presuponer la existencia de otros que el hablante tiene (“este coche que te presento aquí es mío, como otros que ya conoces”). La indefinición que deja la ausencia del artículo permitiría esa otra interpretación. Pese a esto, lo básico es que “el” determina un objeto identificable y único en el contexto, al tiempo que asume un conocimiento previo que hablante e interlocutor comparten. Sin el artículo, como decía, la información básica que se transmite es solo la posesión de un objeto.
Semejante razonamiento me llevó a explorar un poco más las posibles explicaciones pedagógicas sobre el uso de los artículos definidos, indefinidos y escueto (ausencia de artículo) en español, dado que, por esos días, me encontraba trabajando este tema con mis estudiantes avanzados. No voy a entrar aquí en el debate de si “un/una” y sus plurales pertenecen al sistema de artículos. Hay lingüistas, como Alarcos Llorach (1995, p. 66), que consideran que solo se puede hablar de un grupo reducido (el/la y sus plurales), mientras que otros se permiten distinguir "artículo determinado o definido", "artículo indeterminado o indefinido" y “artículo escueto”. En mi opinión, estas diferencias son irrelevantes para la tarea que me propongo. Por otra parte, la mayoría de los manuales que se usan en ELE siguen hablando de artículos definidos e indefinidos y yo mantendré esa distinción aquí. Respecto de la perspectiva elegida, mi objetivo apunta a hacer reflexionar a los colegas sobre cómo podríamos presentar una visión general del sistema a través de la imagen.
¿Cuál es el origen de “el/la” y sus plurales? En latín existía un sistema de demostrativos que dividía el espacio en tres partes: hic (equivalente a nuestro “este”), iste (equivalente a “ese”) e ille (equivalente a “aquel”). Las lenguas romances remodelaron todo este sistema como consecuencia de que la forma hic resultaba bastante irregular en su declinación. Así, el latín vulgar abandonó esta forma y produjo cambios y corrimientos importantes que afectaron a todo el sistema. La forma hic desapareció y su lugar fue ocupado por iste para indicar aquellas cosas que estaban cercanas al hablante. De esta forma derivó nuestro “este” en español. Ahora bien, para resolver el vacío dejado por iste se recurrió al pronombre enfático ipse, que significaba “él mismo, él en persona”. De este, entonces, evolucionó nuestro “ese”. Finalmente, ille comenzó a usarse para indicar aquello que recientemente se había nombrado. Así, como ejemplo, ille homo (literalmente “aquel hombre”) pasó a ser “el hombre” (un hombre determinado en el contexto de comunicación). De este demostrativo se originaron nuestro artículo “el/la” y sus plurales, nuestros pronombres personales “él, ella, ello”, las formas flexionadas “lo, los y las las” y “le-les”. Mientras tanto, nuestro “aquel” evolucionó de la contracción de una forma enfática ecce-ille o eccum ille (“he aquí aquel…”), que, como eccille, nos dio “aquel”.
Figura 1: Evolución del artículo
Como vemos, entonces, nuestro artículo se originó en un demostrativo y determina un objeto más vagamente que los otros demostrativos. No tiene significación accesoria de cercanía ni alejamiento. Solo sirve para identificar un individuo particular entre todos los que abarca la especie designada por el sustantivo. Vale la pena recordar estos dos puntos (aunque no sea necesario decírselos a los estudiantes) porque estos valores originarios nos van a resultar útiles para entender algunos de sus usos.
Sonia Montero Gálvez (2011) ha intentado buscar un valor esencial del artículo definido que podría abarcar sus diferentes valores, siguiendo el método de la "gramática operativa" desarrollado por José Ruiz Campillo, Alejandro Castañeda y otros. En su estudio destaca que textos como Gramática básica del estudiante de español (Alonso Raya et al., 2006) o El ventilador (Chamorro et al., 2006) explican este valor a partir de los conceptos de actualización e identificación respectivamente desde un punto de vista cognitivo.
Para Anastasia Khaín (p.293), sin embargo, el significado del artículo definido reside en toda una red polisémica y no podría reducirse a un valor esencial, como lo propondrían estos trabajos. Según esta lingüista, ninguno de estos estudios tiene en cuenta el parecido familiar, el concepto de motivación y el papel de la metonimia y la metáfora en el cambio semántico (p. 256). En su lectura del sistema del artículo, Khaín argumenta que este tendría una estructura radial cuyos distintos sentidos se habrían ido expandiendo uno del otro, a partir de un significado o núcleo básico (p. 263). Algunos serían estos:
Figura 2: Red polisémica del artículo
En este sentido, teniendo en cuenta lo descrito respecto de los orígenes del artículo definido, se desprende que su sentido primigenio apuntaba a un uso deíctico, esto es, para referirse a entidades específicas existentes como objetos del mundo real y conocidas por hablante y oyente (p. 264). De este significado primigenio conectado con la realidad inmediata y una experiencia física concreta, el siguiente paso habría sido extenderse a otros niveles más abstractos, como el espacio físico-mental de emisor y receptor.
Figura 3: “uso deíctico”, para referirse a objetos únicos e identificables por hablante y oyente en el contexto inmediato:
Figura 4: “uso deíctico” para referirse a objetos únicos e identificables por hablante y oyente en su espacio físico-mental
En la situación de la figura 4, pueden haber pasado varios días. El artículo definido no se refiere a un objeto concreto presente en el espacio inmediato de emisión, sino a un objeto que se ubica en el espacio mental tanto del hablante como del receptor. En efecto, en este caso, el hablante dirige la atención de su oyente a una instancia particular e identificable por ambos en el tiempo (porque AMBOS la han visto, la conocen o han hablado de ella y por lo tanto pueden identificarla y evocarla sin problemas, aun cuando no esté presente).
Imaginemos ahora la siguiente situación: una madre, a punto de salir a hacer las compras con su hija, ve que esta está descalza. Le pide que se ponga “los zapatos”. En el suelo se encuentran 4 pares distintos: un par con tacones altos pertenecientes a la madre, uno que usa la niña en forma cotidiana, uno que usa para ir a la escuela y otro para grandes ocasiones. Tanto la madre como la niña comparten una serie de conocimientos y suposiciones constituidas por su experiencia del mundo, sus costumbres y sus saberes culturales. Ambas saben que en el “contexto de actividades cotidianas”, la niña usa los zapatos multicolores. Por lo tanto, partiendo de ese conocimiento común, la madre se refiere a un par específico identificado que ella y su hija conocen para ese contexto de uso, ignorando la existencia de otros objetos pertenecientes a la misma categoría y presentes también en el contexto. De ahí el uso del artículo “los”, aun cuando hay varios otros presentes (el de tacones, el de la escuela, el de las ocasiones especiales). Hay un objeto específico al que la madre alude y al que la niña reconoce sin más palabras que esas. Así, el significado prototípico del artículo definido radica en perfilar una entidad específica e identificable para hablante y receptor. Y esto depende, como hemos visto en mi ejemplo, de numerosos factores contextuales que se asocian con el conocimiento compartido que “los interlocutores tienen acerca del contexto comunicativo (situacional y lingüístico) y el espacio (físico o mental) en el que se inscribe el referente en tal contexto” (Montero Gálvez 2018, p. 109). En consecuencia, con el artículo definido destacamos el carácter específico y fácilmente identificable del objeto en cuestión para los involucrados en el intercambio discursivo. Se perfila el objeto y el resto se desdibuja.
Ahora bien, la especificidad no es el único elemento que debemos considerar a la hora de caracterizar al artículo. Es lo que pasaría en esta otra circunstancia. Imaginemos que esa misma mamá con su hija han decidido ir a una tienda de mascotas. Ya en el local, viendo el comportamiento de todas las mascotas, la madre identifica al grupo único de perros que se encuentra en la tienda como “las mejores mascotas [del local]”, en tanto desdibuja a los otros animales que están presentes.
Figura 5: El artículo identifica a un grupo.
No obstante, en otras circunstancias, este uso del artículo en plural se podría interpretar como una referencia más amplia o genérica. Esto es, no se refiere a un grupo de perritos en particular presentes en el espacio inmediato, sino que podría extender su valor más allá de los muros del local y abarcar a la totalidad de la especie. En inglés, en esta situación, cuando hacemos una referencia genérica de este tipo (“todos los perros del mundo considerados como clase de animales”), diríamos “Dogs are the best pets ever”, pero en español sería “LOS perros son las mejores mascotas”. Esto es, de todo el grupo de mascotas disponibles al ser humano (no solo los disponibles a los clientes de la tienda), el grupo de los perros es el mejor de todos:
Figura 6
También podríamos usar el artículo singular con valor genérico. Veamos las sutiles diferencias. Mientras que el artículo plural alude a toda una clase conformada por individuos de todos los tamaños, tipos y razas pensados como totalidad, el singular aquí apunta a un conjunto plural de individuos del que se ha sacado una especie de “prototipo” o “perro virtual” que representa a toda la especie. En inglés, en algunas circunstancias, también podemos usar “The + sustantivo contable en singular”: The dog is the best pet. En español, en cambio, en los dos casos, usamos siempre un artículo definido con un sustantivo tanto en singular como en plural. El artículo escueto en este caso nos resulta imposible, como ya explicaré más abajo.
Si interpretamos estos enunciados como expresiones genéricas, el plural “LOS perros” remite al conjunto total de los ejemplares que conforman esa clase, pensada como conjunto único. Con el uso en singular representamos a toda la clase concebida como un ejemplar único formado por aquellas características que hacen a la clase “perro” como mascota, como si esta clase no estuviera constituida por elementos diversos. Compárese:
Figura 7 A/B/C
En el dibujo A tenemos a todos los miembros perrunos domesticables habidos y por haber como grupo único (y opuestos a otras mascotas del reino animal). En las imágenes B y C, en cambio, podemos ver cómo se constituye un ejemplar “paradigmático” de esa clase, con el fin de representar a “todos los perros".
De esta forma, se desprendería otro sentido relevante: a la noción de especificidad se agrega la de “unicidad” (su cualidad de ser único) para caracterizar al artículo definido. Esta idea de unicidad nos permitiría también extender el uso del artículo con entidades que los interlocutores saben o presuponen que se trata del único ejemplar o conjunto de ejemplares accesibles en el espacio compartido (mediato o inmediato):
Figura 8: Entidades únicas A/B
En esta categoría también podríamos colocar expresiones como “Me duele LA cabeza” o “Me corté EL pelo”, aunque estos ejemplos también se podrían entender como una forma de conceptualizar un uso posesivo, tomando como referencia la relación parte-todo, algo que no ocurre en inglés: My head hurts o I got my hair cut. Por otra parte, este “uso posesivo” que menciono podría extenderse a ejemplos como “Le robaron EL bolso” o “Levantó LA mano”, que en inglés se darían con la forma posesiva y no con el artículo: Her bag was stolen o He raised his hand. Ese artículo en expresiones como “EL bolso” o “LA mano” remitirá siempre, por default en español, a una parte del “experimentador” (entendiendo aquí por tal “el papel semántico correspondiente a la entidad 'humana' o 'animada' que 'experimenta' o 'resulta afectada por' un proceso psicológico” [Martínez Linares 1998, p. 127]), por lo que el uso posesivo, como en inglés, se hace innecesario.
Respecto del artículo indefinido, no podemos olvidar que su origen se remonta al numeral. Por lo tanto, en su sentido original se encuentra el concepto de “cantidad que logramos extraer de una clase”.
Figura 9
Nótese que en este enunciado implicamos la existencia de otros objetos susceptibles de pertenecer a la categoría “diccionarios”, de la que extraemos solo UNO. De la mesa de “diccionarios” (la clase) que se encuentra en la librería extraemos uno (la instancia). Por tanto, otros diccionarios han quedado excluidos, aunque de ellos no decimos nada. Hay aquí una cierta noción partitiva: el hablante extrae una instancia de su clase y se la presenta al receptor por primera vez. Al no ser un objeto específico y único (porque existen otros) el hablante supone que su interlocutor no está en condiciones de identificarlo. Se agrega así el concepto de indefinición. En definitiva, una vez más, todo depende de lo que el hablante presupone acerca de lo que el oyente puede identificar en el contexto.
En lo que se refiere a la generalización, el artículo indefinido hace referencia a una instancia extraída de su clase a la que se le asigna una característica particular que se extiende sinecdóticamente a toda su clase.
Figura 10
Finalmente, respecto del artículo escueto, de acuerdo con Gili Gaya (1980, p.242), los sustantivos comunes escuetos no constituyen expresiones referenciales. Con sustantivos no contables y en singular se apunta a sustancias o materiales que no requieren una individualización. Lo mismo ocurre con los sustantivos contables: en plural y sin artículo refieren a algo en general, de número impreciso, y no pueden constituir por sí solos expresiones referenciales. Ténganse en cuenta las siguientes imágenes:
Figura 11 A/B
Los sustantivos contables y en singular, en tanto, tampoco poseen valor referencial y carecen de valor cuantificador. Ni siquiera se plantea la imprecisión como algo relevante. Se pueden relacionar con un sentido más general o abstracto que lo acerca a una “referencia de diccionario”, como lo ha considera Ruiz Campillo (2004). De allí la siguiente imagen que propongo:
Figura 12
No se trata de un texto en particular, sino que se hace referencia al “texto de consulta en que se recoge y se define o traduce, en orden alfabético, un conjunto de palabras de una o más lenguas o de una materia determinada”, sin ningún valor cuantificador y, en esta situación, con un valor mucho más “abstracto”, de ahí la “definición” que he incluido en la imagen.
Se podrá argüir que el profesor también podría preguntar a la clase si “han traído diccionarios”. Ambas expresiones serían aceptables. Sin embargo, en plural se está pensando en un grupo constituido por subunidades contables:
Figura 13
En suma, se trata de que como profesores no solo adiestremos a nuestros estudiantes para que produzcan frases gramaticalmente correctas, sino que además aprendan a expresar e interpretar las intenciones y significados que se producen en un discurso. Esto se logrará con una sistematización clara, dosificada, sin un excesivo metalenguaje técnico y con ejemplos visuales que, en todo momento, le permitan al estudiante comprender cómo el hablante de español conceptualiza ciertas cosas.
Referencias:
Alarcos Llorach, E. (1995). Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Alonso Reyes, R., A. Castañeda Castro, P. Martínez Gila y otros. (2009). Student´s Basic Grammar of Spanish. Barcelona: Difusión.
Chamorro Guerrero, M. D., G. Lozano López, A. Ríos Rojas y otros (2006). El ventilador. Curso de español de nivel superior. Barcelona: Difusión.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf
Khaín, A. (2017). The definite article in Spanish as a polysemous category. Journal of Cognitive Science 18-3, 255-299
Martínez Linares, M.A. (1998). Los complementos de los verbos psicológicos en español y la perspectiva no discreta de la categorización. E.L.U.A.(Estudios de Lingüística Universidad de Alicante) 12, 117-143.
Montero Gálvez, S. (2011). El artículo y otros fantasmas del nombre. RedELE. Revista Electrónica de Didáctica ELE 21, 1–28.
------. (2018). Los artículos definido e indefinido del español (o castellano) en contexto. Verba hispánica 26, 99-127.
Ruiz Campillo, J.P. (2004). La enseñanza significativa del sistema verbal: un modelo operativo. Tesis doctoral publicada en REDELE (Red electrónica de didáctica del español como lengua extranjera) 1, 2004. Disponible en http://www.educacionyfp.gob.es/educacion/mc/redele/biblioteca-virtual/numerosanteriores/2004/memoriamaster/1-semestre/ruiz-c.html
Brisbane, 15/10/2019
Hace unos días, una colega que está enseñando en un nivel B2 me preguntó cómo explicar visualmente el uso el “pretérito anterior” del español (“hubo salido”) a estudiantes angloparlantes. Mi primera reacción fue de sorpresa, por cuanto no es un tiempo que suele introducirse en ese nivel. En efecto, el Plan Curricular del Instituto Cervantes no lo introduce hasta el nivel C2.
Como profesor de ELE al frente de cursos universitarios nunca tuve la oportunidad de enseñarlo, ya que mi institución no ofrecía ese nivel. Por otra parte, como ya se ha señalado hasta el hartazgo (Alarcos Llorach 1995, Gili Gaya 1980 y RAE 2010), este es un tiempo de un uso bastante restringido (reducido al registro escrito) y casi ausente en el habla moderna. En todas las situaciones en donde podría usarse, ha sido reemplazado ya por el pluscuamperfecto de indicativo (“había salido”) ya por el pretérito perfecto simple (“salió”), en casi igual medida. Esto último no es difícil de entender. Al fin de cuentas, ya en la Edad Media, el PA se empleaba con valor de un PPS (RAE 2010, p. 452). Asimismo, Ruiz Campillo (2008, 2012, 2104, 2017), en su trabajo sobre el sistema verbal español y su modelo operativo, lo ha dejado de lado (no sin razón).
Como decía, existe un consenso de que el PA prácticamente no se usa en la lengua hablada, y su empleo se restringe al ámbito escrito, en donde inclusive es mínimo (Alonso y Henríquez Ureña 1983; Gili Gaya 1980; Hernández 1996; Alarcos Llorach 1995; Cartagena 1999; Hurtado 2000; Sánchez 2003; Moreno de Alba 2006). Esto ha llevado a algunos a cuestionar su pertenencia a la estructura gramatical del español estándar (Rojo y Veiga 1999).
Me pareció un interesante desafío entonces ver cómo podríamos introducirlo de manera visual para ayudar al estudiante a comprender sus usos y significados y el lugar (marginal) que tiene dentro de la estructura de nuestra lengua. Al fin de cuentas, ya Roche y Scheller (2008) demostraron en su momento que la utilización de animaciones (más que la forma estática) aumenta el rendimiento de los alumnos, disminuye las frecuencias de error y mejora la retención de la instrucción gramatical.
Mi primera reacción fue pensar en un sistema de oposición con el pretérito perfecto simple (PPS) –como lo hacen el presente con el pretérito perfecto compuesto (PPC) o el imperfecto (PI) con el pluscuamperfecto (PPP)-. Pensaba, en mi ingenuidad, que se podría establecer una presentación gráfica similar para indicar su uso fundamental: referirse a un hecho terminado inmediatamente anterior a otro hecho en el pasado. El problema es que el PA se focaliza en el límite final, de culminación o cese, de un evento. En este sentido, hay que recordar que las formas salió y hubo salido “coinciden en expresar tiempo pasado y aspecto perfectivo […] y no ofrecen entre sí la oposición en que se hallan canto/he cantado o cantaba/había cantado, porque [en estos casos] el aspecto es perfectivo en las formas compuestas e imperfectivo en las simples” (Gili Gaya 1980, p. 163).
Un rasgo común que los estudios mencionan para entender la diferencia entre el PA y el PPP es la distancia que media entre un hecho pasado y el otro hecho anterior. Esta característica básica radica en el hecho de que el PA presenta una idea de pasado anterior próximo, mientras que el PPP podría referirse tanto a un espacio inmediato como a uno más remoto (algo que le estaría vedado al PA). Por otro lado, para que la anterioridad mediata del PPP se transforme en inmediata, debe venir acompañado de subordinantes adverbiales de inmediatez o de corta duración (apenas, luego que, no/ni bien, nada más, tan pronto como, una vez que, etc) (Gili Gaya 1980, p. 164):
Cuando hubieron terminado la cena, se marcharon. (Inmediatez)
Cuando habían terminado la cena, se marcharon. (Anterioridad mediata)
Tan pronto como habían terminado la cena, se marcharon. (Inmediatez)
Un detalle que merece destacarse es que Andrés Bello (1871, p. 172) cuestiona el uso de expresiones tales como “tan pronto como hubieron terminado la cena…”. Para él, es esta una construcción pleonásticas (aunque autorizada por el uso), por cuanto un subordinante como “tan pronto como” indica de por sí sucesión inmediata, y esto a su vez ya determinado con el PA. En cambio, la expresión “cuando habían terminado” por sí sola puede resultar ambigua respecto del tiempo transcurrido entre uno y otro acto. Para lograr esa idea de inmediatez con el PPP (o inclusive con el PPS) se hace necesario, entonces, cambiar el “cuando” (mucho más neutro) por alguno de los subordinantes temporales mencionados. Estas características permitirían explicar por qué el PA ha ido cayendo en desuso, puesto que con el PPS o el PPP acompañados de subordinantes temporales especiales se expresa la inmediatez sin necesidad de usar un tiempo verbal particular (Gili Gaya 1980, p. 163).
No propongo aquí –ni me interesa- hacer un análisis lingüístico de este tiempo. Estas páginas solo tienen como objetivo proponer ideas que nos ayuden a desarrollar una gramática pedagógica para los estudiantes de ELE. Teniendo esto en mente, entonces, propongo las siguientes imágenes para explicar paulatinamente el uso y significado del PA y sus formas equivalentes. Comenzamos con un ejemplo del uso del PPS, en una serie breve con dos hechos:
Figura 1 Figura 2
En las imágenes de la figura 1, el hablante está ubicado en un presente desde donde habla respecto de dos hechos en el pasado que pueden ser considerados como simultáneos o como sucesión. Un ejemplo de lo primero se destaca en el primer dibujo con la disposición de las imágenes –una arriba de la otra- y la presencia de una flecha de dos puntas que las conecta dentro de un mismo círculo. La lectura cronológica, en tanto, se enfatiza en la segunda imagen al haberse encapsulado las dos acciones en círculos diferentes y agregado una flecha que dirige la mirada del estudiante hacia la derecha. Nótese que he usado en este caso la forma “cuando” –mucho más neutra- para la subordinada temporal.
Como vemos, entonces, el uso del PPS puede contar una relación de simultaneidad o de sucesión: “llegaron al hotel y [al mismo tiempo] me llamaron” o “llegaron al hotel y [luego] me llamaron”. Asimismo, tal como está, esta última no indica necesariamente una sucesión “inmediata” de los hechos. En efecto, los pasajeros pueden haber llegado al hotel, haber ido a beber algo al bar y luego, ya en la habitación, haber llamado. La tercera animación, en tanto, muestra un movimiento de cercanía más estrecho de los dos hechos para subrayar el uso de inmediatez (ambos están ubicados dentro de un mismo círculo). En este caso, el PPS viene acompañado de un subordinante que enfatiza esa adyacencia de los actos. La flecha curva hacia arriba indica la cercanía muy próxima de esos dos hechos.
Figura 3 Figura 4
En las figuras 3 y 4, en cambio, se muestra el uso del PPP para indicar anterioridad mediata y anterioridad inmediata. Como tiempo relativo, el PPP indica el momento final de una acción o un estado de cosas en relación con otra. En otras palabras, sitúa la acción en un espacio temporal anterior a otro momento o evento dado por el contexto. Es por eso que el punto de referencia en PPS (me llamaron) aparece junto al PPP dentro de un mismo círculo (Figura 3), pero separado con una flecha que marca una posible distancia. El cambio de subordinante en la cláusula temporal (“cuando” por “ni bien”) en la figura 4 permite asignarle un valor de inmediatez a la acción y de ahí que las dos acciones aparezcan más cercanas. La animación muestra el desplazamiento de estas dos acciones a un espacio más cercano, al cambiar el subordinante. De esta manera, con este tiempo verbal queda claro que es el subordinante el que agrega el rasgo de inmediatez y no el PPP.
Merece la pena aclarar aquí, como señala Soto (2009, p.237), que el PA no siempre es conmutable por PPP. Esto se da especialmente cuando el PA sirve de límite final al estado de cosas denotado por la cláusula principal, como se observa en el siguiente esquema (versión modificada del esquema de Soto):
Figura 5
En este caso, la cláusula marca el punto final del estado de “cobardía” de Pedro y el PPP resultaría extraño en ella (*”Pedro no se animó a hablarle a la madre hasta que había juntado coraje”). La única conmutación posible con el PA sería el PPS (“juntó”).
Volviendo a las animaciones, las figuras 6 y 7 muestran el uso del PA propiamente dicho.
Figura 6 Figura 7
La ilustración destaca la característica de tiempo relativo y acción inmediata que tiene esta forma verbal. En efecto, en la figura 6 tanto el PA de la subordinada como el PPS de la oración principal aparecen en un mismo círculo. Al ser “cuando” un subordinante más “neutral”, se puede apreciar el significado pleno de “inmediatez” de ese tiempo verbal, subrayado además por la disposición visual de “cercanía” de los dos eventos. No obstante, se muestra también la forma pleonástica (Figura 7), por ser la más habitual y extendida en la lengua moderna (como señalaba Bello). Los subrayados destacan este hecho.
Como hemos visto, las variantes con PPP y PPS fueron reemplazando paulatinamente al PA por tener aquellas un uso más amplio que este, como puede apreciarse en las imágenes. En suma, en palabras de Mirna Balyeat (2016), se fue produciendo así un proceso de simplificación verbal del idioma, que vino de la mano de un fenómeno de gramaticalización del nexo adverbial temporal que los acompañaba. Estos nexos temporales que veíamos más arriba permitieron agregar el matiz de inmediatez a esas otras formas verbales y ampliar su alcance. De esta manera, la competencia con “subordinantes temporales de inmediatez + PPP/PP” terminó por convertir al PA en una forma verbal innecesaria. Las animaciones podrían permitirle al estudiante percibir todas estas sutilezas de significado en forma gradual y clara.
Para una visualización con animación de estas imágenes, ir a mi sección "Gramática".
Referencias
Alarcos Llorach, E.(1995) Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Alonso, A. y Henríquez Ureña, P. (1983). Gramática castellana. Buenos Aires: Losada.
Balyeat, M.(2016). El pretérito anterior del indicativo: análisis cuantitativo diacróncio, Siglo XV-XX. Tesis doctoral. University of Houston. Inédita. Disponible en: file:///D:/Users/Hugo/Downloads/BALYEAT-DISSERTATION-2016.pdf
Bello, A. (1871). Análisis ideolójica de los tiempos de la conjugación castellana. Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 5, 28-29, p. 163-206. Disponible en https://revistas.unal.edu.co/index.php/analesun/article/view/12746/13351
Cartagena, N. (1999). “Los tiempos compuestos”. Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 2. Eds. Ignacio Bosque y Violeta Demonte. Madrid: Espasa Calpe. 2935-2975.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf.
Instituto Cervantes (2006). Plan curricular del Instituto Cervantes. Niveles de referencia para el español. Madrid: Instituto Cervantes, Biblioteca Nueva. Dispnonible en: https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/plan_curricular/default.htm
Hernández, C. (1996). Gramática funcional del español. Madrid: Gredos.
Hurtado, S. (2000). El pretérito anterior en castellano medieval. Verba 27: 205-221.
Moreno de Alba, J. G.(2006). Valores verbales de los tiempos pasados del indicativo y su evolución. Sintaxis histórica de la lengua española. Primera parte: la frase verbal. Vol. I. Dir C. Company Company. México, D. R: Fondo de Cultura Económica. 5-92.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe.
Roche, J. y Scheller, J. (2008). Grammar Animations and Cognition. En Zhang, F. y Barber, B. (ed.). Handbook of Research on Computer-Enhanced Language Acquisition and Learning. Hershey · New York: Information Science Reference, pp. 205-218.
Rojo, G. y Veiga, A. (1999). El tiempo verbal. Los tiempos simples. Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 2. Eds. Ignacio Bosque y Violeta Demonte. Madrid: Espasa Calpe. 2867-2934.
Ruiz Campillo, J. (2008) El valor central del subjuntivo: ¿Informatividad o declaratividad?. Marco Ele. Revista de didáctica ELE, 7, pp. 1-44.
-----(2012). The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish. En Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
----- (2014). La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español. Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
-----. (2017). El verbo como espacio. Seis nuevos temas de gramática del español. Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 22. Consultado en julio de 2017. Disponible en: http://www.nebrija.com/revista-linguistica/el-verbo-como-espacio
Sánchez, J. (2003). Historia de la lengua española en América. Valencia: Tirant lo Blanch.
Soto, G. (2009). Vigencia y significado del pretérito anterior. Un estudio a partir del español escrito en Chile. Estudios filológicos 44, pp.227-241.
Brisbane, 15/09/2019.
Saber cómo construir y usar estructuras lingüísticas apropiadas para la situación comunicativa en la que estamos inmersos hace que sea posible transmitir información en forma exitosa. Sin estas estructuras, nos dice Michael Swan (151), es imposible producir un discurso comprensible. Por lo tanto, resulta de vital importancia identificarlas y enseñarlas bien. Por su parte, Jack Richards (159) señala que una gramática contrastiva puede ser de mucha utilidad para motivar al alumnado a focalizar la atención en las nuevas formas que está aprendiendo y a experimentar con ellas. Sin embargo, la adquisición no se logra en forma automática por tener conciencia de los nuevos elementos lingüísticos. Como bien anota Rod Ellis (172), la “toma de conciencia” tiene un efecto retardado en la producción, pero sin duda su alcance es positivo y más profundo.
Decía en otras entradas que uno de los conceptos básicos sostenidos por las aproximaciones cognitivas es nuestra capacidad de conceptualizar un evento desde distintos puntos de vista y con mayor o menor grado de detalle. Las construcciones pasivas son, en este sentido, otra forma de percibir un evento. Al decir de Langacker (p.384), la función que cumple la construcción pasiva por excelencia es la de desenfocar un agente. Y esto ocurre por múltiples razones. Puede suceder ya porque el agente es poco relevante, desconocido o se prefiere ocultar. Pero cualquiera sea la razón, se trata siempre de desenfocar al agente de su sitio “privilegiado” como “sujeto de la acción”.
El español cuenta con dos formas básicas de pasiva: una forma perifrástica con el verbo “SER + participio concertado con el sujeto” (FPser) y otra con el pronombre “SE + verbo en tercera persona singular/plural” (FPse). La FPser puede construirse con complemento agente o no, en tanto la FPse (mucho más frecuente en nuestra lengua) lo omite siempre: “Las copas fueron servidas por el camarero”>“Las copas fueron servidas”>“Se sirvieron las copas”.
El español, al decir de Samuel Gili Gaya (122), tiene una marcada preferencia por la construcción activa, mucho más dinámica y animada, fenómeno que puede rastrearse desde el Cantar de Mio Cid hasta la fecha. Sin embargo, cuando nos movemos en un contexto en el que la lengua vehicular de nuestro entorno es el inglés, los profesores nos encontramos a veces con un problema: los estudiantes presentan interferencias varias y terminan reproduciendo en español estructuras pasivas propias del inglés (“Español es hablado aquí”). Y más todavía: continúan perpetuándolas en niveles superiores. El tema se agrava porque, curiosamente, como señalan Rodríguez Pastor y Castro Berdala (2013, p. 143), este tema gramatical constituye un aspecto poco destacado en los manuales de ELE y en las actividades que los mismos profesores desarrollamos en clase.
Si bien, como señalaba más arriba, el uso de la FPser es reducido (en particular, circunscripto a textos académicos o periodísticos, por ejemplo), el estudiante de habla inglesa se enfrenta a otros obstáculos que le resultan problemáticos y que nosotros solemos descuidar. Quizás esto se deba a que, ingenuamente, consideramos que ciertas estructuras ya están adquiridas, o bien pensamos que las diferencias son tan sutiles que no vale la pena ocuparnos de ellas y que “el estudiante con la práctica y la lectura las aprenderá”:
- la concordancia de género y número del participo con el sujeto (LAS copAS fueron servidAS),
- la irregularidad de algunos participios (“Los pasteles fueron HECHOS con chocolate”),
- la tendencia del uso de la FPse -con los problemas de concordancia con el sujeto que esto a veces conlleva (“Se hicIERON pastelES con chocolate”)-,
- la imposibilidad de construir la FPser con verbos que indican estados o con verbos que no explicitan un logro o resultado específico o con verbos télicos en presente o imperfecto [los verbos télicos indican una acción que, si se interrumpe, el hecho no llega a producirse]: “la puerta ES ABIERTA”, “Español ES HABLADO aquí”.
- la confusión entre FPse con las formas impersonales (FI) (“Se sirvieron las copas” vs “Se sirvió las copas”) y
- las diferencias sutiles entre construcción con ESTAR + participio, que indica el resultado de una acción frente a la FPser (que apunta más hacia el proceso de cambio): “Los edificios estuvieron/están construidos” vs “Los edificios fueron construidos”.
Como vemos, aun cuando las estructuras pasivas parecen a primera vista simples, el cuadro sintáctico, semántico y morfológico es bastante complejo. Mi propuesta consiste, una vez más, en recurrir a dibujos figurativos que le permitan al estudiante visualizar qué aspectos pasan a primer plano y cuáles quedan en las sombras. Así, mediante este tipo de imágenes, podremos ayudar al estudiante a formarse los esquemas mentales correspondientes al español y percibir las diferencias significativas entre estas estructuras y las equivalentes en inglés.
Para esto, en la sección de gramática he subido un ejemplo de una serie visual que podemos organizar para que el estudiante tome conciencia de esta estructura. Se sigue el siguiente esquema: primero se explica el uso y formación de esta estructura en inglés y luego se hace lo mismo en español. Se ha tratado de evitar toda explicación demasiado técnica. Las imágenes muestran en primer lugar las similitudes que ambas lenguas tienen, para luego pasar a hacer notar las diferencias. Se parte de una frase en voz activa muy simple en inglés como “El mesero sirvió las copas”. El orden que se sigue es voz activa, voz pasiva perifrástica con agente, voz pasiva perifrástica sin agente:
Se destacan luego la concordancia que el verbo tiene con su sujeto y la aparición del participio, seguido por el agente de la acción encabezado por “by” (que puede explicitarse o no, como vemos en las imágenes). De inmediato, se reiteran dibujos similares, pero con ejemplos en español, con el fin de resaltar las similitudes y focalizar las diferencias de cada una de estas estructuras: el participio en concordancia con su sujeto y la presencia o no del agente en la FVser. En un tercer momento, se presenta la FPse, en donde se ha anulado completamente al agente y en donde el foco está principalmente en la acción.
Como se ve, la FPse elimina al agente por completo y sigue un orden particular: se introduce el pronombre “SE” seguido con un verbo siempre en tercera persona (singular o plural) y luego el sujeto con el que el verbo tiene que concordar. Se destaca en este caso que esta construcción es mucho más frecuente que la FPser y que la preferimos para focalizar más en la acción propiamente dicha que en el ejecutante de la acción: “Se pintó la pared”, “Se sirvieron las copas”, “Se construyó un nuevo hospital”. Nótese que la focalización de la acción aparece aquí subrayada con la colocación del verbo al comienzo de la oración.
En general, se puede decir que la FPser no se utiliza con verbos que indican estado, y frecuentemente denota eventos particulares, concretos o específicos con la intervención obvia de un agente, implícito o explícito. Cuando el agente de la acción no se expresa, preferimos la FPse. Por lo general, la declaración en este caso tiene un valor general, habitual o repetitivo: “Se venden casas”, “Se reparan coches”, “Se propuso un acuerdo”.
En el caso de “Un nuevo hospital fue construido aquí”, la oración denota que se ha logrado algo, sin mencionar quién lo hizo. En cambio, en una expresión como “El español es hablado aquí” (en lugar de “Se habla español aquí”) no se refiere a ningún resultado específico, sino a una acción con valor general y no específica, por lo que aquí la FPser sonaría bastante extraña.
Por último, en un nivel avanzado, se distinguen la FPse y la FPser de la construcción con “estar + participio ”. Así, por ejemplo, en “Este libro fue traducido” se focaliza en la acción realizada, en tanto “Este libro está traducido” se focaliza en el resultado final o en un estado circunstancial. En el dibujo que sigue, una animación muestra en el primer ejemplo un tipo de “transformación” (del texto en inglés “deriva” el texto en español), en tanto en el segundo se destaca el “estado”(englobado en un círculo rojo):
Como ejercitación, propongo una serie de imágenes similares a las exhibidas en la explicación, acompañadas por pares de frases (FPser, FPse, voz activa, estar + participio). El estudiante deberá elegir aquella que mejor describa la situación mostrada. La idea de esta ejercitación es la de asociar un cierto estado de cosas con uno de los esquemas mentales presentados, con el fin de ir fomentando “la mirada del español” frente a los hechos. El paso siguiente será construir la frase que mejor describa la situación que se exhibe. Veamos algunos ejemplos.
Ejercicio 1: Pulse en el rectángulo que está debajo de la oración que mejor describe el dibujo. Si la elección es correcta, el rectángulo se pondrá en color verde.
Ejercicio 2. Observe las siguientes imágenes y escriba las oraciones que mejor las describen (FVser, FVse, estar + participio). Luego de escribir su oración, pulse en el botón con el signo de interrogación para confirmar su respuesta.
Referencias
Ellis, R. (2002). Grammar Teaching. Practice or Consciousness-Raising? En J. C. Richards, J.C. y Renandya, W.A. (eds). Methodology in Language Teaching. An Anthology of Current Practice. Cambridge: Cambridge U.P., pp. 167-174.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona: Bibliograf.
Langacker, R.W. (2008). Cognitive Grammar. A Basic Introduction. Oxford: Oxford U.P.
Richards, J. (2002). Addressing the Grammar Gap in Task Work. En J. C. Richards, J.C. y Renandya, W.A. (eds). Methodology in Language Teaching. An Anthology of Current Practice. Cambridge: Cambridge U.P., pp. 153-166.
Rodríguez Pastor, C.L. y Castro Berdala, V. (2013). Voz pasiva perifrástica. Una propuesta didáctica. Foro de Profesores de E/LE, 9, pp. 143-151. Disponible en https://ojs.uv.es/index.php/foroele/article/view/6645/6436
Swan, M. (2002). Seven Bad Resons For Teching Grammar and Two Good Ones. En J. C. Richards, J.C. y Renandya, W.A. (eds). Methodology in Language Teaching. An Anthology of Current Practice. Cambridge: Cambridge U.P., pp. 148-152.
Brisbane, 19/08/2019 (¡perdón por el retraso!)
Escape to the Country es un programa británico de compra de bienes inmuebles que se emite por BBC One. El programa ayuda a compradores potenciales que viven en la ciudad a encontrar la casa de sus sueños en zonas rurales del Reino Unido. Escape from the City, por su parte, es una versión australiana que se proyecta en la cadena ABC. La estructura de los programas es idéntica. Sin embargo, el título perfila una leve diferencia de significado. En efecto, en la versión inglesa se perfila el destino: un escape AL campo. En tanto, la versión australiana perfila el origen: un escape DE la ciudad. Si tuviéramos que dibujar la imagen mental que estos títulos evocan podríamos representarla así:
El cambio de título resulta interesante porque pone en evidencia los llamados “constructos”. Estos son operaciones que nos ayudan a seleccionar una alternativa lingüística o conceptual entre otras posibles y son bastante similares a los principios de percepción visual. Como regla, nos dicen Dirven y Radden (2007, p. 21), existe más de una forma de representar una escena determinada (como aquella historia famosa del pesimista y el optimista frente a un vaso medio lleno o medio vacío). La forma elegida pondrá al descubierto la manera en que piensa el hablante, los espacios mentales que evoca y las inferencias o conclusiones que se pueden hacer de lo dicho.
Al focalizar la atención en una figura le damos una prominencia (la perfilamos) y al hacerlo ponemos el resto de la escena en un segundo plano o fondo. Esto es lo que ocurre con los títulos de nuestros programas. En efecto, en el caso británico se pone de relieve el campo como destino final de los compradores, lugar cuasiidílico, opuesto a una ciudad que se intuye pero permanece en las sombras (aun cuando en el discurso inicial de cada programa, los potenciales compradores destaquen siempre las molestias que viven a diario en un lugar de residencia actual, el incremento de tráfico, de gente y, sobre todo, la pérdida de un “sentido comunitario” en donde la anonimidad es la norma). El título en sí parece evocar un Reino Unido rural en donde todavía se conservan los viejos valores o principios comunitarios que hicieron grande a la nación, pero que se han ido perdiendo en las ciudades, fruto de una globalización acelerada.
El título australiano, en tanto, se focaliza en el escape de una ciudad ruidosa y sobre todo “acelerada”. Así, mientras que para los británicos el escape apunta a volver a ciertos principios comunitarios que perciben como perdidos en la ciudad, para los australianos el concepto destaca, si nos guiamos por sus propias declaraciones, un “ritmo enloquecido” que ha invadido la ciudad y que los empuja a alejarse de ella por los altos costos. Como vemos, son dos miradas levemente diferentes sobre un mismo problema.
El ejemplo me interesa porque nos permite mostrar cómo dos preposiciones inglesas (from/to) logran codificar la disconformidad con diferencias sutiles y abren un abanico de interpretaciones e inferencias sugestivas sobre ambas sociedades. En este caso concreto, una traducción al español no varía demasiado y la distinción se puede mantener sin mayores problemas. Sin embargo, no siempre es así. Como ejemplo, algunas preposiciones usadas en los complementos de régimen verbal (CRV) pueden no coincidir en inglés y español. Casos como “llegar A”, “casarse CON” o “enamorarse DE” (to arrive IN y to get married TO o to fall in love WITH, en inglés) son ejemplos muy evidentes de un uso de preposiciones distintas que, al estudiarlas con atención, nos sirven como excusa para enseñar la manera en que una cultura conceptualiza su entorno.
Es verdad que algunas de estas formas se deben tal vez a causas históricas de cada lengua (como ya veremos más abajo), pero lo cierto es que la elección de una u otra preposición nos dice mucho de cómo los hablantes de una lengua perciben el espacio en el que se mueven. Pero tampoco son fijas e inalterables. Como ejemplo, algunos autores han mencionado que en textos antiguos en español se pueden encontrar abundantes ejemplos de verbos de movimiento con la preposición “en”. Algo de esto todavía se percibe en ciertas construcciones que nos han quedado, como “entrar EN/A” (“entró EN/A la casa”) o “caer EN/A” (“cayó EN/AL mar”). En cambio, el español moderno en casi todos los casos se ha reemplazado “en” por “a” (Gili Gaya 1980, p. 250). Este fenómeno ha implicado, sin duda, un cambio profundo de percepción del espacio y de su conceptualización.
Si bien al llegar a niveles superiores los aprendientes de español manejan con relativa soltura la mayoría de las preposiciones, suelen presentar problemas todavía con el CRV. Dadas las diferencias que menciono entre su L1 y L2, la única manera de aprender a usar estos CRV con propiedad parece ser la memorización, ya que el nexo de una determinada preposición con un verbo parece ser, a primera vista, arbitrario o inexplicable. No obstante, como detallaré más abajo, me permito cuestionar esta idea. Sin duda, recurrir a una gramática pedagógica de base cognitiva podría sernos de gran auxilio en este punto para lograr que nuestros estudiantes puedan desarrollar estrategias de análisis cognitivo y comprender la forma en que la L2 piensa y ve el mundo.
Lo que sigue es una propuesta de enseñanza de los CRV tomando como eje el significado básico de las preposiciones y apelando a una gramática visual de base cognitiva con animaciones figurativas. El objetivo de estas es ayudar a los estudiantes a crear sus propios esquemas contextuales y a contribuir al aprendizaje de las extensiones metafóricas de forma más rápida y clara.
Aclaración necesaria: Por gramática pedagógica entiendo aquí, siguiendo a Taylor (1993:202), no una gramática teórica dura, sino una que sea accesible y comprensible para la audiencia a la que está dirigida (los aprendientes de L2). Esta audiencia no necesita conocer todos los meandros teóricos de la lingüística ni una terminología demasiado técnica e innecesaria. Se trata, en definitiva, de presentar las peculiaridades de la L2 de una forma clara, sistemática y coherente.
Complemento de régimen verbal
“El complemento de régimen [verbal] (o de régimen preposicional)”, nos dice la RAE, “es la función sintáctica que desempeñan los grupos preposicionales argumentales, es decir, aquellos exigidos semánticamente por los predicados” (RAE, 2010, p.685). En pocas palabras, se trata de complementos seleccionados por el verbo que requieren la presencia de una preposición. Así, podemos decir “dependo DE mis amigos”, pero no “dependo EN mis amigos”.
Algunos estudios coinciden en señalar que la preposición del CRV está vacía de contenido semántico o va en camino a desemantizarse (Serradilla Castaño 1998, p. 1038). Según esta postura, como solo algunas preposiciones son especialmente susceptibles de vaciarse de contenido significativo, no todas forman parte de estos complementos. Así, se habla de A, DE, EN y CON y, en menor medida, POR, SOBRE y CONTRA. No obstante esta explicación, coincido en este punto con Francisco Romo Simón (2016: p. 289), quien en su tesis doctoral señala que hablar de “preposiciones vacías” estaría alejado de los planteamientos de las teorías cognitivas. Según su postura “no existen ‘preposiciones vacías’ y […], por tanto, sus significados no dependen totalmente de elementos externos”. En efecto, continúa, “todas las preposiciones tienen un núcleo semántico propio que afecta activamente al resultado representacional de la construcción”. Este es el camino que seguiré en la presente entrada.
Como decía más arriba, con frecuencia, los estudiantes de ELE tienen el problema de distinguir si el verbo va acompañado de una preposición y, de ser así, cuál es la correcta. Para contrarrestar estos problemas, los profesores terminan dándoles largas listas de uso o remitiéndolos al diccionario. Sin embargo, por comodidad, el aprendiente termina traduciendo las proposiciones de su propia lengua, con las consiguientes equivocaciones que esto conlleva: preposiciones equivocadas, omisiones o agregados sin razón.
Así, aquellos que trabajamos con estudiantes de habla inglesa nos encontramos con frases como “soñé sobre ella” (por “I dreamt about her”). Pero también podemos escuchar cosas como “quería a ir”, “traté a ir” o “decidí a ir”, influidos quizás por, I wanted TO go, I tried TO go o I decided TO go, aun cuando ese “to” no sea siempre una preposición, sino un afijo que forma parte del infinitivo (algo que, sin ser profesores de inglés, siempre terminamos explicando para que el estudiante pueda distinguir uno de otro). En el tema de los CRV, nuestra tarea debería consistir en trabajar sobre el núcleo semántico de las preposiciones con el fin de permitirle al estudiante poder operar con ellos de manera rápida y económica.
Lo cierto es que, en lo que concierne a este tema, nos enfrentamos con varios problemas extras:
1. Verbos que en español necesitan una preposición, pero que en inglés no la llevan (o viceversa): I’m waiting FOR the answer (“Espero la respuesta”). I quit my job (“Renuncié A mi trabajo”).
2. Uso de preposiciones diferentes en ambas lenguas: “Pensé EN algo” vs I thought ABOUT something.
3. Alternancia entre formas pronominales con preposición y no pronominales sin preposición: “Decidió ir A Barcelona” (“Tomó la determinación [casi en forma espontánea] de ir a Barcelona”: He took the decision to go to Barcelona) vs “Se decidió A ir a Barcelona” (“Tomó la determinación de/optó por ir a Barcelona [después de reflexionarlo]”: He made up his mind about going to Barcelona).
4. Verbos que cambian el significado según la preposición que los acompaña: “Quedar CON alguien” (To arrange to meet sb) y “Quedar EN hacer algo” (To agree/arrange to do sth).
5. Alternancia con objeto directo y frase preposicional, con poca o nula diferencia de significado: “Pensó ir a Barcelona” (He intended to go to Barcelona) vs “Pensó EN ir a Barcelona” (He thought about going to Barcelona).
Acercarnos a este tema desde una perspectiva cognitiva podría ayudar al alumnado a operar con el significado de la forma y así lograr entender no solo el qué y el cuándo sino también el porqué de las preposiciones que debe usar (Llopis García et al. 2012, p. 16). Si a esto le agregamos la apelación al uso de animaciones figurativas para ayudar asociar en la memoria a largo plazo la imagen con el concepto, podríamos facilitar la comprensión, el recuerdo y la construcción de un nuevo esquema mental que deberá hacer el aprendiente de ELE (Romo Simón 2014, p. 8).
Algunos trabajos recientes han intentado explicar las preposiciones desde esta perspectiva, asignándole un significado “primigenio” del que derivaría, mediante extensiones metafóricas o metonímicas, toda una serie de matices o variaciones relacionadas con el contexto en que se dan y con los verbos que las acompañan. Podríamos así construir una red semántica que logre aunar todos estos matices en una única representación visual coherente (Romo Simón 2016, p.296).
Por otra parte, no se trata de enseñar todas estas formas juntas y a la vez. Este es un proceso que se puede introducir de a poco en los diferentes niveles y en forma dosificada. Podemos tener a mano estas animaciones para recurrir a ellas cada vez que en una lección aparece uno de estos verbos que ya sabemos que serán problemáticos. Por ejemplo, cuando hablamos de la familia y aparecen expresiones como “se casó CON”, “se divorció DE” o “se enamoró DE”, es un momento oportuno para hablar del uso de “CON” y “DE” y lo que ellas significan, a la vez de hacer una gramática contrastiva con el inglés para que el estudiante pueda percibir esas diferencias con su lengua. Estas explicaciones se pueden siempre retomar en niveles superiores y extender a otros significados conexos, a medida que el estudiantado se ve expuesto a nuevas formas léxicas más sofisticadas. Veamos algunos ejemplos que podrían sernos útiles para ejemplificar estos valores semánticos básicos mediante visualizaciones animadas.
Preposición “A”
La preposición “A” perfila un movimiento real o proyectado hacia un lugar, pero también hacia un objetivo, meta o idea. Como decía más arriba, verbos de movimiento como “ir” o “venir” aparecen acompañados con la preposición A: “Fue/vino A la playa”. A partir de esta imagen de desplazamiento hacia un punto concreto (y que el estudiante conoce muy bien desde niveles inferiores cuando introducimos el futuro perifrástico), se desprende el concepto de “desplazamiento hacia un objetivo o idea”: “Fue/vino A estudiar a casa”. Pero también podemos extendernos a casos como “se atrevió A estudiar ruso” (“Tuvo el valor PARA dirigirse hacia esa meta”). En esa misma línea podemos encontrar verbos como “unirse A”, “acceder A” (que en su sentido etimológico significa “acercarse”, “llegar”, “aproximarse”), “acostumbrarse A” (entendido como acción al que uno se dirige en forma repetida), “comenzar/empezar A” (encaminarse al inicio de una acción), etc. Por extensión, podemos incluir aquí algunos verbos que indican algún tipo de resistencia u oposición para dirigirse hacia algo o alguien: “enfrentar(se) A”, “negarse A”, “oponer(se) A” o “resistir(se) A”. Como visualización se presenta la animación de una persona que se dirige (herramientas en mano) hacia un punto particular. La animación lo muestra moviéndose hacia ese objetivo ya de frente, ya de espaldas (si existe algún tipo de renuencia):
Así, con estas animaciones perfilamos un movimiento espacial o abstracto hacia una meta o de rechazo hacia ella.
Preposición “DE”
La preposición “DE”, en tanto, indica el origen o límite inicial de un movimiento físico o figurado. Por extensión, también indica el origen de la acción, la causa o tema que ocasiona la acción. Así, “hablar DE alguien/algo” o “hablar DE hacer algo” significa que alguien/algo o una acción/estado pueden identificarse como el origen o tema de la conversación: “Habló de Amanda”, “Habló de su coche”, “Habló de ir hasta la playa”.
En sentido figurado, la idea de separación que mencionaba más arriba se observa en verbos como “olvidarse DE” (con la idea de “dejar atrás” o de “deslizarse DE la memoria”) o “cesar DE”. Este también podría explicarse con la idea de “dejar atrás una actividad u objeto” (en efecto, en su origen este verbo proviene de un verbo latino que significaba “alejarse”, “marcharse”).
Para otro verbo como “tratar DE” (que se originó en un verbo latino que significaba “arrastrar” -de ahí que la preposición “DE” sea absolutamente lógica en este caso-) podríamos seguir una explicación similar. En un ejemplo como “tratar DE descansar” podríamos definirlo con un sentido metafórico de “arrastrar/empujar infructuosamente una idea sin poder llevarla a cabo” y de ahí, “intentar o desear obtener o lograr (algo)”, lo que lo vuelve un sinónimo de “intentar”. Con verbos de reacción afectiva se explica siempre como la causa: “Me alegré/me asusté/me maravillé DE conocerte” (“conocerte me causó alegría, susto, maravilla”). En este caso, la animación presenta a una persona que se aleja de un punto particular.
Para el caso particular de “tratar DE” se plantea una variación de esta imagen, en donde se ve al sujeto involucrado en una actividad, pero deseando otra. Como “un otro yo”, se aparece una figura fantasmal que, remolcada por un tractor (palabra con la que también guarda una relación etimológica), nos habla de una intención o deseo que no se pudo llevar a cabo. Verbos como “distraerse DE” o “extraer DE” (que comparten el mismo origen etimológico) podrían representarse de forma similar:
Preposición “SOBRE”
“SOBRE”, por su parte, es una preposición que opera en un eje vertical. En su sentido original, según la RAE (2010, p.698), introduce complementos que designan la superficie o la parte superior de alguna cosa. Por lo tanto, acompaña a verbos que denotan acciones que requieren una superficie, como “deslizarse SOBRE”, “resbalar SOBRE” (en alternancia con en y por). De aquí deriva el sentido de destino en donde se descarga un movimiento abrupto: “abalanzarse SOBRE”, “caer SOBRE”. En este caso, podríamos representar esta idea así:
Por extensión, y con sentido figurado, con ciertos verbos indicaría un lugar a partir del cual se ejerce una cierta influencia, que abarca terrenos como la reflexión, la conversación, la discusión: “Reflexiona/conversa/discute SOBRE economía”. Partiendo de estos conceptos, mi animación propone a dos personas que se inclinan con mucha atención sobre personas, temas y objetos que se encuentran debajo:
Preposición “CON”
Respecto de “CON”, en tanto, opté por partir de un significado básico de “asociación”. Por lo tanto, “coincidir CON alguien” implicará que compartimos un mismo espacio o incluso una forma de ver o pensar ciertos hechos. A partir de esta idea tenemos expresiones como “contar CON alguien” (con el sentido de “asociarse a alguien o algo para el logro de un objetivo”). Utilizamos “comparar CON”, como en inglés, para señalar diferencias entre objetos considerados esencialmente como pertenecientes a un orden similar o próximo. Como en inglés también usamos “enojarse CON”, por cuanto “asociamos” nuestra ira CON alguien o algo. Todos estos verbos indican un espacio para compartir que tenemos CON alguien o algo más. Puede ser un espacio real o imaginario, lo cual nos permitiría explicar ejemplos como “soñar CON algo o alguien”, por cuanto traemos al objeto de nuestro sueño a nuestro espacio imaginario.
En inglés, sin embargo, este concepto se conceptualizará como “to dream ABOUT”, por cuanto “ABOUT” en inglés apunta, en su sentido básico, a una “ubicación o movimiento en la vecindad, sin una dirección particular” (Rudzka-Ostyn 2003, p. 180). De esta idea surge un significado figurado que se refiere a estados y situaciones que se ven como superficies cruzadas por temas de discusión, de pensamiento de sentimiento, de acción: I think about her, I dream about her (“ella” es el tema que “se mueve” y “da vueltas” en mi mente). Nótese la diferencia en conceptualización que existe en inglés y español en este punto.
Tomando como base esta idea de “asociación”, la animación de “CON” presenta esta vez a dos personas separadas que se movilizan hasta encontrarse dentro de los límites de un espacio común:
Preposición “EN”
Con “EN” predomina la noción de reposo, tanto referido al espacio como al tiempo (Gili Gaya 1980, p.191). Nos servirá para situar algo que está dentro de un espacio (físico o abstracto) o para implicar una idea de apoyo. En este sentido podemos hablar de una noción de “contención” (real o virtual). Así, cuando “creemos o confiamos EN algo/alguien”, creemos en todas las cosas que esta persona o cosa encarna. Creemos EN los valores fundamentales de alguien o algo. En este caso, con “EN” localizamos o situamos metafóricamente nuestro lugar de las creencias. Esto es, nuestras creencias están focalizadas en toda su persona (nuestra fe o creencia está situada en ella). Algo similar ocurre con “pensar EN”: todos nuestros pensamientos se concentran en una persona o un tema especial. Otros verbos que podríamos explicar con esta aproximación son “entrar EN”, “internarse EN”, “entrometerse EN”, “inmiscuirse EN”, “fijarse EN”, “influir EN”, etc. De esta forma, para la idea de “contención”, la animación presenta dos esferas. Una cae en un recipiente y otra, en una superficie, en donde ambas terminan reposando:
Preposición “POR”
Como ya he señalado en otras oportunidades, el sentido básico de “POR” puede ejemplificarse como un camino real o metafórico que se atraviesa y que nos conduce a una situación o estado particular. A partir de esta idea, se extiende un sentido de “sustitución o equivalencia” (“trabaja POR mí”[en mi lugar]) del que se derivaría, a su vez, una idea de “causa”: “trabaja POR mí” (yo soy la causa de que lo haga). Esto queda muy claro con verbos de sentimiento. Así, “alegrarse/entristecerse/enojarse/preocuparse POR alguien” significa que ese alguien es la razón o causa de su felicidad, tristeza, enojo o preocupación.
Algo similar ocurre con “interesarse POR” u “ofenderse POR”, en donde el CRV es la causa o la razón: “se interesó POR la geografía” o “se ofendió POR su falta de respuesta” (la geografía despertó su interés o su falta de respuesta la ha hecho sentirse ofendida). “Optar POR”, en tanto, significa que hemos elegido una “opción o ruta” -entre otras que se nos ofrecían al mismo tiempo- y POR ella decidimos ir. Teniendo en cuenta estos conceptos, en la animación he mantenido una idea de “túnel” por donde pasa un sujeto que deja detrás a una persona que lo empuja o moviliza, como si fuera el origen o causa. Al llegar al otro extremo, se da vuelta y mira hacia aquello que lo “empujó” (la causa):
Preposición “CONTRA”
Finalmente, “CONTRA” designa acciones que operan mediante el concepto de oposición a algo/alguien, tanto en sentido real como figurado. Proyecta una fuerza o presión (física, ideológica, política, económica, etc.) que va a encontrar un punto de oposición o resistencia que intentará detenerla (dinámica de fuerzas). Ejemplos de esto serán verbos tales como “chocar/pelear/jugar/protestar/rebelarse CONTRA”. Partiendo de este concepto básico, la animación presenta dos coches que se chocan o una pared derribada a partir de un golpe de puño:
A medida que el profesor va presentando las distintas preposiciones con algunos verbos “modelos”, se pueden ir agregando otras formas verbales para que los estudiantes hagan hipótesis a partir de las imágenes. De esta forma, la clase se transforma en una práctica reflexiva que podría enriquecerse mediante una práctica de gramática comparativa. Sobre la base de lo visto, ¿cómo se explica el caso de to get married TO en inglés cuando en español decimos “casarse CON”? ¿Cuál podría ser la razón de usar “enamorarse DE” en español, cuando en inglés resulta to fall IN love? Traer a clase aquellos casos extremos que parecen carecer de lógica puede resultar una experiencia enriquecedora para los estudiantes (y profesores), despertar el interés por explorar también su L1 y ser más consciente de ella y de su relación con otras lenguas.
Para una visualización con animación de estas imágenes, ir a mi sección "Gramática".
Referencias
Dirven, R.y Radden, G. (2007). Cognitive English Grammar. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamins.
Gili Gaya, S. (1980). Curso superior de sintaxis española. Barcelona, Bibliograf.
Llopis-García, Reyes et al. (2012). Qué gramática enseñar, qué gramática aprender. Madrid: Edinumen.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa
Romo Simón, F. (2014). La gramática visual del español. Marco ELE. Revista de didáctica del español como lengua extranjera 19, pp. 1-19.
------ (2016). Un estudio cognitivista de las preposiciones espaciales del español y su aplicación a la enseñanza de E/LE. Tesis doctoral. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/tesis/2016/hdl_10803_384719/frs1de1.pdf
Rudzka-Ostyn, B.(2003). Word Power: Phrasal Verbs and Compounds. Mouton de Gruyter: NY/Berlín.
Serradilla Castaño, A.M (1998). “El complemento de régimen preposicional: criterios para su identificación”, Cauce 20-21, pp. 1017-1051.
Taylor, J.R. (1993). “Some pedagogical implications of cognitive linguistics.” En R.A. Geiger, R.A. y Rudzca-Ostyn, B. (eds.). Conceptualizations and Mental Processing in Language. NY/Berlín: Mouton de Gruyter. pp. 201-223.
Brisbane, 15/07/2019.
Cuando llega el momento de introducir las cláusulas adverbiales y los conflictos que se presentan con el uso del subjuntivo en muchas de ellas, los estudiantes no dejan de declarar su desasosiego. A esto se agrega, además, el hecho de que en muchos manuales estos temas quedan para el final del curso y muchas veces falta tiempo para explicarlos y practicarlos.
En niveles superiores, cuando el estudiante ya ha logrado manipular con mediano éxito los matices del subjuntivo y cree que ya los está entendiendo, reaparecen algunos usos excepcionales como, por ejemplo, el caso de las subordinadas causales con ese modo. En esos niveles, algunos manuales suelen introducir esta estructura en cercanía con la revisión de las cláusulas finales. Esta coincidencia no sorprende. Al fin de cuentas, “los conceptos de causa y finalidad son de tipo relacional porque marcan una relación entre dos contenidos entendido uno como causa y otro como efecto. Causa es lo que produce un efecto o consecuencia y finalidad es una causa virtual e intencional” (Mendizábal de la Cruz 1997, 78. Énfasis en el original).
Este concepto de “virtualidad”, que muy como al pasar mencionara Mendizábal de la Cruz en su momento, será luego desarrollado por Ruiz Campillo en muchos de sus trabajos posteriores, como ya lo vimos en ocasión de mis otras entradas sobre las adverbiales temporales y condicionales con subjuntivo. Este es uno de los “caballitos de batalla” con el que insisto en mis visualizaciones gramaticales y que considero muy útil para representar en imágenes (remito para esto a mi sección de gramática y a las explicaciones que se encontrarán allí).
Así, siguiendo esta línea de pensamiento, se podría entender la finalidad como una derivación de la causalidad, por cuanto aquella establece una relación entre un efecto y una causa que se consideraría como virtual e intencional, esto es, como el propósito, fin u objetivo con que se lleva a cabo una acción. En este sentido, la finalidad presupone una intencionalidad y revela un contenido prospectivo, siempre orientado hacia un futuro: “Cierro la ventana para que no tengas frío”.
Esta idea de “contenido prospectivo” es muy productiva, porque nos permitiría seguir una línea argumentativa coherente con la explicación que hacemos cuando introducimos el uso del subjuntivo en las adverbiales temporales: “Cuando tengas frío, cierro la ventana”. En este caso, no declaro que “tienes frío ahora”, sino que, “en la (im)probable situación de que esto ocurriera en algún momento del futuro, pues entonces yo actuaré en consonancia, cerrando la ventana”. En inglés, esta idea de “contenido prospectivo” de las temporales se podría comparar (para los hablantes de esa lengua) con formas como “whenever that happens in the future, I will act accordingly…”.
Pero volviendo a la expresión de la finalidad, el fin último de mi acción (la subordinada final en el ejemplo arriba mencionado) apunta a que mi interlocutor eventualmente “no pase frío”. Nótese la sutileza: no declaro que lo tiene. Simplemente, me planteo la acción de cerrar la ventana y me ubico virtualmente en un espacio (mental) en el que me propongo como objetivo evitarle un potencial frío a mi interlocutor.
Ahora bien, este argumento de la “ubicación en un espacio virtual” nos permitiría explicar también las subordinadas causales con subjuntivo: “No cierro la ventana porque tengas frío, sino porque hay mucho ruido en la calle”. En estas cláusulas, la aparición del subjuntivo viene de la mano de una estructura disyuntiva en la que el primer elemento no es la causa última de la acción (“No es por este motivo que hago lo que hago, sino por este otro”). En realidad, el motivo real es otro que declaro en indicativo después del “sino” (“porque hay mucho ruido en la calle”). Vale decir, rehúyo declarar que hago algo que puede parecer aparente en el contexto, para terminar explicitando (en indicativo) los motivos reales: “no lo hago por creer que tienes frío –en realidad, quizás ni siquiera he considerado esa razón-, sino porque hay mucho ruido en la calle y no me oyes”.
Una vez más, la "no declaración" es la forma que explicaría el uso del subjuntivo en este tipo de cláusulas: no porque (no)..., sino porque (no)... Respecto del uso de “no porque” como causal, Llopis García et al (2012: 122) lo asimilan a las concesivas, junto con “aunque” y “a pesar de que”: “Cierro la ventana, aunque/pese a que no tengas frío, porque hay mucho ruido en la calle”. Este punto, quizás pueda sernos útil más tarde cuando nos llegue el momento de presentar las concesivas con subjuntivo, pero no voy a extenderme en eso aquí.
¿Cómo presentar visualmente estas explicaciones? Tanto para causales como para finales, propongo mostrar al espacio dividido en dos planos. En el espacio inferior se ubica el plano de lo real (en indicativo) y en el superior, el plano de lo virtual (en subjuntivo), en donde aparecerá ese “contenido prospectivo” del que hablaba más arriba.
Nótese el uso de colores y la tipografía en “negritas” para enfatizar ciertas particularidades. El azul y el amarillo intenso se han dejado para el nivel de lo real. En ese plano, encerrado en un círculo que engloba al presente, se encuentra el hablante que señala una situación particular: “Romeo canta/ está cantando para que…”. En el nivel superior (el virtual) surge la figura de Julieta (en un color levemente azulado) y los verbos en subjuntivo y en rojo (salga y escuche) en “burbujas” de un amarillo más claro, en donde se señala ese “contenido virtual” propio de las subordinadas finales.
Algo similar podemos hacer para mostrar los cambios que se producen al referirnos a un objetivo que apunta a una acción ocurrida en el pasado. En este caso, la figura de Romeo, ubicado en el plano de lo real, aparece en sepia (convención que siempre uso en mis imágenes para referirme al pasado en indicativo). En tanto, la figura de Julieta –en el espacio virtual- aparece en gris. A estas alturas, por una cuestión puramente pedagógica solo se ha introducido el uso del imperfecto del subjuntivo (recordándole al estudiante en una nota al margen, además, qué significa “declarar algo” en español, siguiendo los conceptos esbozados por Ruiz Campillo). No desconozco que otras formas del subjuntivo pueden hacerse presentes en estas subordinadas, pero preferí dejarlas para otro momento (Por ejemplo: “Para que haya salido tan contenta, Romeo le tiene que haber cantado un tango.”). Respecto del uso del infinitivo, no se olvida que el alumno de estos niveles avanzados ya conoce que se lo usa cuando hay coincidencia de sujetos, y así se lo mostró en las imágenes:
Con las causales se siguió la misma distribución espacial, por cuanto este diseño nos permitió mantener una línea de explicación coherente con lo que habíamos ido presentando hasta el momento:
Por todo lo visto hasta aquí, el subjuntivo en estos casos nos sirve ya para hablar de un “contenido prospectivo”(como en el caso de las finales), ya para quitar importancia a algo u objetar un motivo (como en el caso de las causales negativas y de las concesivas). Ambos casos se pueden asociar con un “espacio virtual”. Insistir con este concepto y estas imágenes en nuestras presentaciones podrá ser de gran ayuda para dirigir la atención del alumnado “hacia las relaciones entre el hablante y su manera de percibir el entorno con el significado de cada forma gramatical, añadiendo a esto el aprovechamiento del valor ideativo de la imagen (…) y una búsqueda de la lógica del lenguaje” (Llopis García et al 2012, 119).
Para una visualización con animación de estas imágenes, ir a mi sección "Gramática".
Referencias
Llopis-García, Reyes et al. (2012). Qué gramática enseñar, qué gramática aprender. Madrid: Edinumen.
Mendizábal de la Cruz, N. (1997). Expresión de la causa y la finalidad en español como segunda lengua. Revista de estudios de adquisición de la lengua española (REALE), 8, pp. 77-87.
Ruiz Campillo, J. (2008) El valor central del subjuntivo: ¿Informatividad o declaratividad?. Marco Ele. Revista de didáctica ELE, 7, pp. 1-44.
----(2012). The Subjunctive in a Single Concept: Teaching an Operational Approach to Mood Selection in Spanish. In Ruiz Fajardo, J. (ed.). Methodological Developments in Teaching Spanish as a Second and Foreign Language. Newcastle upon Tyne (UK): Cambridge Scholars Publishing, pp.273-330.
----- (2014). La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español. Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
-----. (2017). El verbo como espacio. Seis nuevos temas de gramática del español. Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 22. Consultado en julio de 2017. Disponible en: http://www.nebrija.com/revista-linguistica/el-verbo-como-espacio
Brisbane, 15-06-2019.
“¿Qué quiere decir ‘inconfundible’?”, me preguntó hace poco un estudiante de ELE de nivel B2, cuando comentábamos un texto que aparecía en el manual de clase. La lectura hacía referencia al azafrán y se señalaba que el uso de esta flor en la gastronomía daba a las comidas “un sabor y aroma inconfundible”.
Mi primera intención fue darle la traducción al inglés y seguir con nuestra tarea. Sin embargo, dado que los nuevos capítulos con los que estábamos trabajando habían comenzado a introducir explicaciones sobre la formación de palabras, me pareció una buena oportunidad para que aplicara los nuevos conocimientos y, guía mediante, llegara al significado a través de la reflexión léxica.
Así, separé la palabra en sus componentes “in-confundi-ble” y pregunté si podía reconocer la palabra base. Dudó por unos instantes, pero le expliqué que había en inglés algún término parecido. Dedujo, con acierto, que quizás me refería a “confuse”. De inmediato, recordó que el prefijo “in-” indicaba algún matiz negativo que expresaba el valor contrario a la palabra que acompañaba. “Es igual que ‘in-’, o como el ‘un-’ de unforgettable en inglés”, me dijo, ignorando que en ese idioma, las palabras por lo general adoptan el prefijo “un-” cuando son de origen germánico y toman “in-” si provienen del latín (aunque, admitámoslo, existen algunas excepciones).
Por otra parte, habíamos visto hacía poco cómo el sufijo “-ble” (que también está presente en inglés) sirve en español para formar adjetivos a partir de los participios pasados (creído>creíble, medido>medible, etc.) con el significado de “que es capaz de ser + participio”. Como los prefijos y sufijos no resultaron problemáticos –por estas similitudes con el idioma materno de mi alumno- y la palabra base podía ser reconocida con relativa facilidad, el estudiante llegó a la conclusión, con bastante precisión, de que el significado final de “inconfundible” debía ser algo así como el “unmistakable” inglés.
Insistí para que me diera una posible definición en español, teniendo en cuenta lo que veníamos aprendiendo sobre prefijos y sufijos. Gratamente asombrado con lo que había descubierto y la relaciones que habíamos hecho con lo ya visto en clase, concluyó que en español debía definirse como “que no es capaz de ser confundido” o “que no puede ser confundido”. De inmediato, y sin que yo se lo pidiera, comenzó a proponer otros ejemplos y a preguntarme si el uso era correcto: “el perfume es inconfundible”, “esta comida es inconfundible”, “Laura es inconfundible”. Le pedí que incluyera esas frases en situaciones breves. Los ejemplos que mencionaba tenían sentido, pero ¿podría usarlas en el contexto apropiado? ¿Qué historias breves me podía contar y cómo podía incluir esas expresiones en su narrativa? Al fin de cuentas, usar y recordar en contextos nuevos y personales las palabras que van surgiendo en las lecciones permite que el alumno las comprenda y las haga suyas. Las palabras, como los hechos, son difíciles de recordar en forma descontextualizada o aislada. Así, podemos memorizar el léxico mucho mejor si contamos con un volumen de información contextual con el que podemos asociar esa nueva palabra que estamos aprendiendo y tratando de incorporar a nuestro idiolecto.
Aprender y recordar vocabulario siempre ha sido una preocupación importante para el estudiante de idiomas (Nation 2000). Se podría decir que es, junto con la instrucción gramatical, uno de los dos componentes fundamentales en el proceso de aprendizaje de una nueva lengua. Respecto del léxico, una de las preguntas que muchos profesores de ELE nos hacemos es si debemos impartir una instrucción explícita o deberíamos considerar un aprendizaje implícito. Aunque muchos estudios han investigado los beneficios de esto último, desde hace algunos años otros han venido proponiendo que la instrucción explícita de vocabulario debería ser una parte esencial del aprendizaje de una segunda lengua (Lightbown y Spada 2013, 61). ¿Pero cómo hacerlo?
Existen diferentes maneras de reconocer y retener el vocabulario en una nueva lengua. Como práctica cotidiana en nuestras clases deberíamos incluir tempranamente un uso variado de estrategias que favorezcan este aprendizaje y la retención. Sin duda, un acercamiento a la morfología que tuviera en consideración la formación de palabras serviría de ayuda en el aprendizaje como una estrategia de reflexión para colaborar con la memorización. Asimismo, establecer relaciones etimológicas y hasta fonológicas entre las palabras de la L2, pero también entre la L1 y la L2 (cuando es posible) podría servir como otro elemento favorable en la enseñanza del léxico.
En alguna oportunidad se ha mencionado que para recordar el vocabulario, las palabras deben haberse leído o escuchado en diferentes contextos más de siete veces (Hedge 2000, 118-119). También puede resultar relevante para la memorización la colocación de estas palabras en las frases y destacar con qué otros ítems léxicos suelen aparecer, esto es, estudiar las colocaciones. De allí, las historias que le pedía a mi estudiante del ejemplo que citaba más arriba. Estas narraciones me daban una oportunidad para reformular o ajustar algunas expresiones y hacerle ver los contextos posibles, prácticas todas que servían como instrumento para que permanecieran en la memoria a largo plazo.
Sin duda, como profesores debemos exponer a los alumnos a una cantidad importante de input, para que el léxico quede incorporado en la memoria, ya como vocabulario activo o pasivo. Pero esto siempre debe hacerse activando los conocimientos previos de los alumnos y estableciendo relaciones continuas con las nuevas palabras que se van introduciendo.
Veamos un ejemplo de lo que quiero decir, aunque no para hacerlo con todas las palabras. Por cuestión de tiempo esto sería imposible de llevar a cabo en su totalidad. Lo que propongo aquí son ejemplos con varias ideas para ver el potencial que se esconde detrás de la enseñanza del vocabulario y cómo se pueden enriquecer nuestras clases con una enseñanza explícita “memorable”. Asimismo, algunas de estas actividades nos podrían servir de excusa para promover una competencia intercultural que nos ayudaría a despertar la curiosidad del estudiante sobre nuestra lengua y cultura (además de darle una narrativa que le permitiría incorporar, contextualizar y recordar mucho más vocabulario con facilidad).
Tomaré como punto de partida las palabras “alojamiento” y “alojarse” (y por extensión, “desalojo” y “desalojar”) que suelen aparecer en diálogos, textos, folletos y publicidades cuando introducimos el tema de los viajes. Curiosamente, son palabras que los estudiantes suelen evitar, ya porque quizá no reaparecen en lecciones posteriores y las olvidan con facilidad, ya porque nosotros mismos las soslayamos en clase. Lo interesante de estos términos es que podemos relacionarlos en su etimología con la palabra inglesa lodge, que puede usarse tanto como verbo (“alojarse”, “hospedarse”) o como sustantivo (“albergue”, “hostería”). Establecer una narrativa que nos permita contextualizar su uso y establecer una relación entre ambas lenguas ayudaría a mantener el término en la memoria a largo plazo, pero a la vez, servirnos de excusa para analizar otros aspectos culturales como las artes visuales y performativas. Veamos cómo.
Decía que tanto lodge como “alojarse” tienen un origen común. Según Joan Corominas, el término español derivaría del germánico laubjar (con el sentido de “enramada” “sombra de un árbol o del follaje”) y este a su vez de laub (hoja). La palabra nos habría llegado a través del provenzal alotjar, que en antiguo francés dará loge con el significado de “glorieta” o “pérgola” (“Espacio cercado por arbustos y ramas o por un armazón de barras, palos, etc., entrelazado con plantas trepadoras que hay en algunos jardines o en lugares al aire libre”) e inclusive “gabinete”, “camarín” y hasta “choza”. A través del catalán, el término se incorpora en nuestra lengua a mediados del siglo XIV y ya hacia fines del siglo XV se “aloja” en nuestra lengua con su sentido de “hospedar”.
Del original francés también se deriva la palabra italiana loggia (“galería o lugar designado al abrigo”, “cobertizo”) y de este la española “logia”, que pasó a nuestro idioma con un uso muy limitado, designando una asamblea o una asociación de masones, y por extensión, “el local en donde se celebra su asamblea”. No obstante, un cuarto significado (poco conocido y asociado al italiano) es el de “galería exterior con arcos sobre columnas, techada y abierta por uno o más lados”, que remite a aquella “glorieta” que ahora termina unida a una parte de la vivienda.
Relacionado con el antiguo loge francés, encontramos el lodge inglés, pero también el lobby. Este último provendría de un lauba germánico devenido en lobia en el latín medieval, que se traducía como “pórtico”, “cubierta”, “sombra de un árbol” y que, en el siglo XVI, llegaría a designar en inglés al claustro monástico. Por extensión, el término adoptaría luego el sentido de “sala de recepción de edificios públicos”. Por metonimia, en los Estados Unidos, pasará a referirse a las “personas que se reúnen allí para influir sobre los políticos”.
Esta idea de galería exterior adosada por un lado a una parte de la vivienda nos llevaría a analizar cómo muchos de los edificios clásicos (sobre todo italianos) incorporaron ese espacio intermedio entre el exterior e interior en sus diseños, con el fin de proporcionar, en los climas cálidos del mediterráneo, un refugio cubierto y con sombra para relajarse o cenar. La influencia del Renacimiento italiano extenderá su uso a otras regiones vecinas. Se convertiría así en un elemento arquitectónico ideal que se exportaría a otras partes del mundo y pasaría a ser un espacio integral de muchos edificios públicos y viviendas de la aristocracia. En muchas plazas españolas e hispanoamericanas, vamos a encontrar espacios similares bordeando los lugares públicos y los grandes palacios. Este diseño evocaba además a aquellas galerías de las viviendas de la Antigua Grecia y Roma que daban a un patio interno enmarcado, a menudo, por una columnata con pasillos sombreados.
Pero el término se extenderá hasta designar esas galerías en otras edificaciones. De hecho, en casi todas las lenguas europeas podemos encontrar algún término derivado del loge francés para referirse a esa sección de la sala teatral en donde se encuentran los palcos y galerías abalconadas que se reparten en varias plantas. Este uso podría servirnos de excusa para introducirnos en el diseño del teatro clásico español (heredero del teatro de los corrales). En este punto, un muy interesante vídeo de TVE (https://www.youtube.com/watch?v=rPeGh9kRnVs), disponible también en la página electrónica del Teatro Español de Madrid, nos permitiría hablar de las características físicas del teatro clásico español de los siglos XVI y XVII e introducirnos, además, metonimia mediante, en otros aspectos de las artes visuales y performativas.
Podríamos seguir rastreando el uso de estas “galerías” o “logias” en la arquitectura tradicional y la evolución de este concepto en las Américas y en el diseño de sus centros cívicos. Asimismo, se podría aprovechar esto para incorporar las nuevas palabras que se introducen en nuestra lengua (aunque de distintos orígenes) para describir ese “corredor techado” colocado ya a un lado de las casas, ya en el medio del jardín o ya en el interior de los teatros o en las plazas centrales: “recova”, “soportal”, “galería”, “porche”, “cenador”, “pérgola”, “glorieta”, “palcos”, etc..
Otro término derivado del original francés es, según la RAE, la palabra “lonja”, que designa “un edificio público donde se reúnen mercaderes y comerciantes para negociar sus tratos” (como una especie de “mercado mayorista”). Como ejemplo de esto nos quedan esas joyas edilicias de la Lonja de la Seda de Valencia (que se remonta al siglo XV) y las de Palma de Mallorca, Zaragoza y Barcelona.
También, en relación con el término original francés loge, se formará logistique que nos llegará al español como “logística” a través del inglés logistics para designar “la parte militar que se encarga del transporte, alojamiento y provisiones de las tropas en campaña” (no confundir con el griego λοϒιστικός, que se refiere a la lógica matemática).
En fin, como se ve, a partir de la etimología de una palabra tan simple como “alojarse”, y dependiendo de la lengua y nivel del estudiante, podemos armar una genealogía que nos lleve a establecer una asociación de palabras que cruza las lenguas (loja: [port.]>tienda; loge [sueco]>camerino o palco en un teatro, o una sección de una orden de masones; lobby [inglés]) etc.). A partir de todo esto podríamos destacar sinónimos relacionados con el término “alojarse” (“hospedarse”), antónimos (“desalojar”), cognados (lodge), términos derivados (“desalojo”, “alojamiento”, “logia”, “logística”), hasta terminar con una exhibición de ejemplos arquitectónicos de las “lonjas” todavía existentes en España y su historia. De lo etimológico, pasando por lo intercultural, para terminar en un estudio sobre el arte arquitectónico español -¡y hasta teatral!- que los estudiantes sin duda no olvidarán. Como vemos, se podría armar un curso entero de introducción cultural alrededor de estas palabras.
Reitero, no estoy diciendo que debemos hacer esto con todas las expresiones. Solo quise ejemplificar al máximo una aproximación al vocabulario (aunque todavía quedan varias ideas en el tintero), apelando a la etimología y la historia cultural, y fomentar la curiosidad, apertura y empatía. Así, en breve, estaríamos promoviendo (1) conexiones (inter)culturales, al identificar aspectos relevantes relacionados con otras culturas; (2) estrategias que podemos utilizar para aprender, retener y memorizar ese vocabulario esquivo que siempre se nos escapa, al establecer asociaciones, trabajar con sinónimos, antónimos, etc.; pero además, (3) otros aspectos culturales de la lengua y cultura que se está estudiando, mediante una observación activa y crítica.
Como síntesis de todo lo dicho, veamos el siguiente vídeo que he preparado y el programa de TVE sobre la historia del teatro español:
Referencias
Corominas, J. (1987). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.
Hedge, T. (2000). Teaching and learning in the language classroom. Oxford: Oxford University Press.
Lightbown, P.M. y Spada, N. (2013) How Languages are Learned. Oxford: Oxford UP.
Nation, I.S.P. (2001). Learning Vocabulary in Another Language, Cambridge: Cambridge UP.
Brisbane, 15/05/2019.
El verbo quedar(se) es un verbo multiuso que presenta varias dificultades para el estudiante de ELE. El primer problema son sus múltiples significados. Un breve repaso de sus sentidos nos dice que este verbo puede usarse, entre otras situaciones, para
indicar existencia: “Quedan cinco galletitas.”
indicar locación: “Se quedó en casa.”
acordar una cita: “¿A qué hora quedamos?”
llegar a un acuerdo: “Quedamos en que me llamarías."
indicar posesión: “Me quedo con esos pantalones.”
indicar estado: “Quedó inmóvil.”
valorar un estado (variante de la anterior): "Esos pantalones te quedan muy bien".
De esta manera, algo tan sencillo como aprender el significado de este término puede transformarse en una tarea por demás ardua. Otra complicación que se agrega es la elección que se debe hacer entre su forma pronominal (quedarse) o no pronominal (quedar).
En un muy interesante trabajo de Jeannette Littlmore (42) se nos dice que en términos de lingüística cognitiva, los significados de las palabras se piensan en categorías radiales. Así, sus sentidos más básicos se situarían en el centro del sistema, mientras que sus acepciones figuradas y más abstractas se ubicarían en la periferia. Se ha notado también que los hablantes no nativos de una lengua tienden a evitar estos usos metafóricos y a concentrarse en aquellos significados y usos que tienden a ubicarse en el centro del sistema (48). Por lo tanto, sugiere que las extensiones figuradas de los significados de las palabras se deberían enseñar de forma explícita.
Siguiendo esta recomendación, en esta entrada propongo un acercamiento a la enseñanza explícita de los significados de este verbo, pero desde una perspectiva visual. Para esto, hagamos primero un breve y rápido repaso por su historia, antes de explicar mi propuesta pedagógica.
En castellano medieval, nos dice Lucía García Vicente en su muy interesante tesina (37-38), existían cuatro términos que apuntaban al campo semántico de “permanecer”. Fi(n)car (del latín vulgar figicāre y este de figĕre con el significado de “fijar, clavar, hundir”) era uno de los más relevantes. Junto a este, convivían remaner (de manēre = “quedarse, permanecer”), rastar (de restāre = “detenerse”, “quedarse”, “pararse”), y quedar (de quiescĕre = “descansar”, “dormir”, “reposar” y, por extensión, “estarse quieto”). De todos estos verbos, el único sobreviviente en español moderno, luego de varios desplazamientos y extensiones de significado, será el último, que terminará absorbiendo los sentidos de los otros tres. En cambio, en portugués prosperará ficar (de fincar). En francés, en tanto, la forma exitosa evolucionará de restāre, dando a luz a rester.
Algo común que puede observarse en todos los significados que ya tenía quiescĕre en su origen era el de indicar la ausencia de movimiento. Su participio era quĭētus, -a, -um, cuyo significado principal era “que descansa”, “apacible”, “tranquilo”. Este evolucionó hasta el castellano medieval, convirtiéndose en el adjetivo “quedo”, que conservó algunos de los significados etimológicos, como los de “quieto” y “tranquilo”. Su duplicado culto “quieto” sería ya muy usual a principios del siglo XVII y será la variante más frecuente que conservaremos en la actualidad con los significados de “inmóvil” y “tranquilo”, siendo el primero el significado más prototípico.
Derivado también de su participio se formó en latín tardío el verbo quĭētus, ās, āre, que conservó el significado de “estar en reposo”. Este luego pasó también a significar “acallar” o “hacer callar”. Una variante de quĭētāre daría en latín medieval la forma quitāre, de la que derivará, más directamente, nuestra forma actual quedar. En francés, dará el verbo quitter, que significa “abandonar” (un lugar, una persona), “dejar” y, por extensión, “irse” o “marcharse” (nótese que este sentido de “dejar” también reaparecerá en uno de los tantos usos del “quedar” español: “¿Dónde quedaron las llaves?” se podría interpretar como “¿Dónde se dejaron las llaves?”). A través del francés, el inglés heredará to quit, con el significado de “abandonar un lugar en forma definitiva”, y de ahí “discontinuar una acción o actividad” esto es, “renunciar”: “Quit crying!” (“¡Deja de llorar!”) o “I quit my job” (“Renuncié a mi trabajo”). En esta lengua también podemos encontrar el sustantivo quitter, con el sentido de “persona que se rinde fácilmente o no tiene el coraje o la determinación para terminar una tarea”; el adjetivo quiet (“callado”, “tranquilo”, “reservado”); el sustantivo quiet (“quietud”); y el verbo de igual forma (con el sentido de “calmar[se]”).
Como vemos, la historia de quĭētus es bastante larga, atraviesa varias lenguas y tiene una familia bastante extensa. Ahora bien, ¿cómo nos organizamos, entonces, para poder explicar los múltiples usos del verbo español? ¿Por dónde y cómo empezamos? Lo que sigue es un posible orden para ir incorporando sus múltiples significados. No obstante, se debe recordar que, como señala la misma Littlemore en otro pasaje (53-54), la idea de desarrollar un orden de enseñanza que parta de los sentidos prototípicos situados en el centro del sistema, para luego ir moviéndose hacia su periferia, es en términos prácticos bastante difícil. Después de todo, nos dice, muchos significados se desarrollan en paralelo, por lo que por momentos nos encontraríamos con la dificultad de darles un estricto orden lineal. Otra aclaración: No se trata de enseñarlos todos juntos, sino de ir introduciéndolos de a poco y a lo largo de diversos semestres de estudio, pero manteniendo siempre una coherencia que pueda dar cuenta de cómo los significados se fueron desprendiendo uno de otro a partir de leves diferencias de significado.
Así, he intentado organizar la explicación para que, partiendo de la historia de la palabra, podamos tener una “narración” que le permita al estudiante ver en perspectiva “un hilo conductor”, percibir ese sistema radial del que nos hablaba Littlemore más arriba y ver los distintos significados que este verbo fue incorporando a lo largo de su historia. Por lo tanto, no me propongo un estudio lingüístico, sino una aproximación pedagógica visual. Por cuestiones pedagógicas, he optado primero por introducir todos los usos no pronominales, para pasar luego a presentar los pronominales. El vídeo que ejemplifica estas líneas puede verse en la sección de gramática “Verbos especiales”.
1. Teniendo en cuenta lo precedente, mi propuesta es partir del significado primigenio de “descansar”, pero en un sentido metafórico que apuntaría a la valoración de un estado (que en inglés podría traducirse como to look nice/bad on somebody). Si el significado primero de este verbo giraba alrededor de la idea de “inmovilidad” y “descanso”, ¿por qué no comenzar por este? Generalmente, este uso suele ser uno de los primeros en introducirse en los manuales con el tema de la ropa, por lo que no sería difícil poder representarlo gráficamente como “algo que descansa (bien o mal) sobre alguien”: “¿La camisa le queda bien o le queda mal (a José)?”.
2. Por extensión, y partiendo de esta misma expresión de “quedar bien/mal algo a alguien”, podríamos usarlo no solo para hablar de la ropa, sino para valorar el producto final de un resultado: “Este cuadro (le) quedó bien o (le) quedó mal (a José)” (This picture [he made] turned out very well/badly). Nótese que en este caso, como en el anterior, podremos indicar si existe o no una persona involucrada o afectada en el escenario, que en nuestro idioma se explicita con el agregado del objeto indirecto. En este caso, entonces, nos estaríamos manejando con la forma no pronominal (“quedar”).
3. Si seguimos con esta idea de “descanso” o de “inmovilidad” como significado original de este verbo, podríamos mostrarle al estudiante que, por extensión, el verbo también se refiere a la existencia todavía de una parte de algo, esto es, una parte de algo mayor que todavía permanece/descansa/está sin cambiar y que en inglés podría traducirse como to remain: “En este frasco, quedan cuatro galletitas (de diez que tenía originalmente).” Nótese cómo aquí el verbo “quedar” ha absorbido aquellos significados de “lo que resta” o “permanece” (el “remanente”) de los verbos latinos restare y remanere.
4. Retomando la idea de “to remain” también podemos usarlo para referirnos al tiempo o la distancia que se interpone entre nosotros y nuestro objetivo: “Quedan dos horas para terminar el examen” o “Quedan 10 kilómetros para llegar La Coruña” (con o sin objeto indirecto).
5. A partir de la idea de “descanso”, por extensión, se puede introducir su uso para indicar la ubicación de algo (equivalente a “estar”): “Santiago de Compostela queda en Galicia”. (A propósito, nótese que con un sentido poético podemos llegar a decir que “un pueblo ‘descansa’ en un lugar”: a los pies de una montaña, en el margen de un río, etc.).
6. Del uso anterior referido al “lugar”, podemos hacer derivar la idea de “concertar una cita” entre dos o más personas, como la de “quedar (en encontrarse) en un lugar o a una hora en particular”: “Quedamos [en encontrarnos] a las 8:00”. A su vez, de este significado, se podría ampliar este concepto al de “ponerse de acuerdo con alguien en algo” seguido por una cláusula sustantiva (siempre en plural): “Quedamos en que me llamarías”. Con estos sentidos, se puede traducir como “We agree on meeting” o como “We agree that…”.
7. Retomando la idea de “inmovilidad” o “permanencia”, podríamos pasar a indicar dos usos que nos permitirían explicar la sutileza de significado que puede existir entre la forma pronominal y no pronominal, esto es, el estado en el que permanece un sujeto (el resultado final de un cambio de estado) o la “entrada” de ese sujeto en un estado, siguiendo con lo que señalaba en otra oportunidad respecto del uso del “se”. Así, estaríamos distinguiendo, por un lado, el significado de “permanencia o estado” con “quedar”. Por otro, incorporaríamos el sentido de “verbo ingresivo de cambio”, con “quedarse”. En este sentido, Demonte y Masullo (2513), aunque no den este ejemplo concreto, parecen sugerir que “quedarse” y “quedar” se asemejarían a la distinción que podríamos hacer entre “dormir/dormirse”. Con la forma no pronominal destacaríamos el estado alcanzado (“quedó dormido” = “duerme”), en tanto con la pronominal enfatizaríamos “la entrada o pasaje a un estado” (“se quedó dormido” = “se durmió”). Para representarlos gráficamente, recurro a un esquema general que ya había presentado en oportunidad de explicar “dormir/dormirse” y “morir/morirse”:
Con "quedar", entonces, se hace referencia simplemente “al estado en que se encuentra un sujeto en un determinado momento” (como veíamos en su oportunidad con “dormir”). Se podría explicar que es como una especie de fotografía que sacamos de un momento en particular. Así, "Juan ha quedado dormido" implica el estado en que se encuentra Juan después de un proceso (pero sin perfilar ese proceso). Esta es la razón por la que, cuando presento estas formas visualmente, solo se muestra el resultado final. Recordemos que entre los primeros significados de “quedar” estaba el de representar el estado de reposar. Este estado puede darse por unos instantes o apuntar a un estado indefinido: “El chofer quedó cansado (por un tiempo)” vs “El chofer quedó muerto al instante”.
“Quedarse”, en cambio, expande su mirada, tal como lo explicaba en otro momento con “morirse” y “dormirse”. En este caso, el círculo encimado con la flecha en línea punteada muestra el momento justo en que se produce “la entrada en el cambio de estado” (y que en inglés representamos con “to become” o “to get”). De esta forma, tendríamos dos opciones para una misma situación. Si queremos describir la entrada en el proceso: “José se quedó ciego después del accidente” (“He became blind after the accident.”). En cambio, si queremos referirnos al “estado” en que se encuentra algo o alguien en un momento: “José quedó ciego a una temprana edad” (que sería algo así como: “He was [left] blind at an early age”).
8. En niveles más avanzados se podrían debatir las sutilezas que se agregan a algunos de estos significados. Ya María Moliner, continúa García Vicente (11), daba entre otras acepciones la de “resultar en cierta situación o estado por efecto de alguna acción propia o ajena o algún suceso”. Esta definición nos permitiría introducir el rasgo de “voluntariedad” que se podría agregar al uso de “quedarse” y que implicaría “la entrada en el estado” de un sujeto animado como un hecho que podría ocurrir en forma voluntaria por parte de él: “Amanda se ha quedado soltera [para cuidar a su madre]” (o porque ninguno de los candidatos le resultaba apropiado). No obstante, vale la pena aclarar, como lo hace García Vicente (92), que “quedarse” no implica el significado único de “volición”, sino que la presencia del pronombre podría permitir expresar ese rasgo, como “hecho extra” que se presenta en ciertas circunstancias contextuales. En este sentido resulta relevante el hecho de que la expresión de la volición no depende en forma completa del pronombre, sino que depende sobre todo del significado del complemento: “Amanda se ha quedado viuda”. En este caso es el complemento “viuda” el que no permite expresar volición sino solo cambio de estado (a menos que, dicho esto irónicamente, ¡Amanda hubiera asesinado a su esposo para cuidar a su madre!).
Esta capacidad de expresar el cambio de estado -y la volición como “rasgo extra” que depende del complemento que lo acompaña- se podría apreciar en “Era carnaval pero se quedó en casa todo el fin de semana”. En este caso se nos presentan dos cosas. Por un lado, se introduce la idea de separación (que lo hemos visto con verbos como “irse”, “alejarse”, “separarse”, que implicaban un desplazamiento en el espacio). Esto daría como resultado un estado que reduce el ámbito de acción del sujeto (Van Gorp 179).
A primera vista, puede resultar extraño que se vea el hecho de “quedarse en casa” como “desplazamiento”. Sin embargo, es una explicación que es del todo coherente con la que vimos en su momento respecto del “se” signo cuasirreflejo. Una lectura que hace Van Grop de esta situación es que “quedarse en casa” podría entenderse como “alejarse o retirarse para descansar”. Por otra parte, se pone de relieve la voluntariedad del sujeto y se intuye que su decisión ha contrariado ciertas expectativas que se consideraban como probables. Dicho de otro modo, es un sujeto que se desplaza o se orienta hacia el reposo y toma la decisión de permanecer en ese espacio particular, en contra de las posibilidades que se le ofrecían. Habiendo evaluado sus posibilidades, ha optado por alejarse de esas distracciones y “refugiarse” en un lugar.
Por extensión, esta lectura podría ayudarnos también a explicar la idea de “alojarse en un lugar”: “Nos quedamos en este hotel” (nos alojamos). Generalmente, la forma equivalente inglesa con la que se suele traducir estos significados es “to stay” o, mejor quizás todavía, “to remain in a place [instead of going on/out]”, lo que nos permitirá demostrar cómo este verbo absorbió aquellos significados del manēre latino que veíamos más arriba.
9. Finalmente, dado que hablamos de “cambio de estado”, podemos terminar con el uso pronominal para referirse a la posesión: “-¿Se queda con esos pantalones?/-Sí, me quedo con ellos.” Cabe aclarar que como forma pronominal, en esta situación no debería llevar complemento directo, ya que los verbos pronominales son intransitivos. No obstante, María Moliner (904) señala que con la acepción de “conservar alguien en su poder cierta cosa, en vez de devolverla o darla a otro” suele emplearse como transitivo en el lenguaje coloquial, con los pronombres de objeto directo (lo/la/los/las) (“Me los quedo”). Es este un uso no académico, considerado como barbarismo por la RAE. Y Moliner agrega:
No cabe duda de que gramaticalmente no tiene justificación; pero su uso está tan extendido que el caso merece ser considerado como una de tantas mutaciones anómalas, pero permanentes, del lenguaje.
En conclusión, en este contexto, se recomienda que con este significado se use la preposición con: “me quedo con ellos” o, simplemente, cambiar de verbo: “me los llevo”, en lugar de «me los quedo».
Para una visualización de esta explicación, véase “Verbo quedar(se)” en la sección de gramática.
Referencias:
Demonte, V. y Masullo, J.P. (2000).“La predicación: los complementos predicativos”. En Bosque, I. y Demonte, V. (eds.), Gramática descriptiva de la lengua española. Las construcciones sintácticas fundamentales (Tomo 2).Madrid, Espasa Calpe, 2461-2523.
Gómez Vicente, L. “Quedar y quedarse: ¿Cambio o permanencia? Descripción semántica y gramatical desde la óptica de la gramática cognitiva.” Tesina realizada dentro del programa de doctorado: Métodos avanzados en lingüística y aprendizaje de lenguas. Departamento de Lingüística General y Teoría de la Literatura. Universidad de Granada, 2008. Disponible en: https://www.academia.edu/24149487/Quedar_y_quedarse_Cambio_o_permanencia_Descripci%C3%B3n_sem%C3%A1ntica_y_gramatical_desde_la_%C3%B3ptica_de_la_gram%C3%A1tica_cognitiva
Littlemore, J. (2009). Applying Cognitive Linguistics to Second Language Learning and Teaching. UK: Palgrave Macmillan.
Moliner, M. (1989). Diccionario de uso del español. Madrid, Gredos.
Van Gorp, L. (2013). “Quedarse como verbo pseudo-copulativo de cambio: una aproximación semántico-cognitiva”. Revista Internacional de Lingüística Iberoamericana, Vol. 11, No. 1 (21): 173-192.
Brisbane, 15/04/2019.
Las TIC parecen haber quedado obsoletas. La novedad ahora parecen ser las TRIC (Tecnologías de la Relación, Información y Comunicación), concepto acuñado por Carmen Marta Lazo y José Antonio Gabelas (2016), que englobaría “el entorno de prácticas culturales y digitales que experimentan los usuarios en los entornos tecnológicos” (Lazo y Gabelas, 2016: 26). Desde una visión positiva y holística, “el factor R [el factor relacional] en la TIC cuestiona, modifica y propone cambios, establece otro tipo de relación entre sus componentes e introduce la "R" que dinamiza y dimensiona los otros tres componentes” (Lazo y Gobelas: 2016: 83). Esto implicaría otro enfoque en la educación y la comunicación, tomando como punto de partida las relaciones sociales, cognitivas y emocionales, las cuales nos permitirían “crear espacios de creación y producción colectivos en comunidades colaborativas de aprendizaje y pensamiento abierto, dinámico y fluido”. No obstante, debemos aproximarnos al uso de las tecnologías en clase con cautela, y, como dice Otaola Muguerza (8), aprovechando “lo bueno que tienen y lo mucho que nos pueden ayudar en nuestro desarrollo personal, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales, pero siempre desde el conocimiento a fondo de la herramienta que manejamos. En definitiva, innovar sí pero con conocimiento, seguridad y respeto”.
Sin duda, como profesores tratamos de promover un ambiente distendido, evitando toda ansiedad y promoviendo la participación activa de todos. Ahora bien, algo que me incomoda un poco respecto de ciertas aproximaciones pedagógicas que se valen de la tecnología es el acento que se pone en el concepto de “anonimato”, para que el estudiante se anime a correr riesgos sin sentirse avergonzado y frustrado. De allí que se fomente la utilización de algunas “aplicaciones” para que el estudiante se pueda equivocar sin dejar expuesto su error.
Entiendo que en algunas oportunidades es una buena medida para fomentar la participación en aquellos grupos renuentes a participar (ya por timidez extrema, ya por cuestiones culturales). Sin embargo, según con quién trabajemos, la actividad anónima puede ser un arma de doble filo. En alguna oportunidad (¡y trabajando con estudiantes universitarios australianos!), recuerdo que llevé a clase una nueva “aplicación” que había encontrado y que me parecía interesante precisamente por este tema del anonimato y por todo lo que desde la teoría se nos proponía. Los estudiantes debían escribir un texto breve en forma anónima y este iba apareciendo en pantalla. El tema es que no faltó aquel que se quiso hacer el listillo delante de sus compañeros con mensajes fuera de contexto y tono. Fue una experiencia muy incómoda para todos y me hizo reflexionar sobre ciertos cuidados que hay que tomar con el dichoso “anonimato”.
Como en un espectáculo, la educación ha entrado también en la rueda de las novedades perpetuas que necesitamos producir para “considerarnos en la vanguardia educativa”. Llevados por esta tendencia, muchos terminamos haciendo un uso irreflexivo de ellas. Cada vez más me sorprende la cantidad de especialistas que aparecen todo el tiempo con siglas extrañas, anunciándonos “enfoques innovadores” o “métodos superadores” para ayudar a evitarle al estudiante “la frustración del fracaso”, su puesta en evidencia, y la ansiedad que produce.
Insisto, desde la teoría puede sonar muy bonito, pero en la práctica parece olvidarse que algunos estudiantes vienen, curiosamente, con pocas habilidades finas de socialización. Acostumbrados como están a tratar con pantallas, no han aprendido a tratar con otro en persona. Muchas de estas “nuevas aproximaciones” parecen olvidar uno de los objetivos fundamentales de la educación: socializar, integrar a los estudiantes en la comunidad y hacerlos mejores ciudadanos.
Por entonces, yo estaba con jóvenes universitarios y logré resolver la situación sin mayores problemas, pero no quiero ni imaginar lo que podría plantearse con adolescentes. Por eso, hay que ser en extremo cuidadosos, ser críticos y no dejarse llevar por posturas teóricas que a veces parecen escribir para "clases ideales". Sin duda, hay que explicar con seriedad las reglas del juego (aunque suene paradójico), ya que el anonimato es un tema que, viendo los problemas serios del llamado “acoso escolar” hoy en día, puede ponernos en una dificultad muy seria. Basta leer los periódicos de cualquier país (hispano o no) para darse cuenta de la situación en las distintas sociedades Pero además, algo que cada vez más noto entre mis estudiantes universitarios es su incapacidad para poder ver más allá de la actividad en sí y comprender los objetivos que nos proponemos. Desde esta perspectiva, hay que explicar con claridad por qué hacemos lo que hacemos, cuáles son nuestros objetivos con cada actividad y qué se espera de ellas y qué esperamos de nuestro estudiantado.
Sin duda, Kahoot, Quizizz, Quizlet, o Quizalize nos permiten actividades dinámicas y de juego. Al mismo tiempo, el estudiante trabaja dentro de un corpus limitado propuesto por el profesor y no corremos el riesgo de que terminen accediendo a otras páginas que podrían resultar peligrosas. Con el desmedido énfasis en el “anonimato”, sin embargo, tengo mis serias dudas. Hay que ver cómo, cuándo y en qué circunstancias.
Pero hay algo que todavía me llama más la atención. Parece que para un grupo de pedagogos y docentes el error se percibe como “fracaso”. Y no es así. Si una de nuestras funciones es “preparar a los estudiantes para la vida” (perdón por el cliché), debemos prepararlos también para el error. ¿Qué quiero decir con esto? Que debemos prepararlos para aprender a lidiar con él, sacar ventaja de él y hacerles entender de cómo los errores son un impulso para avanzar y progresar. El error no es un fracaso: es un paso más en el proceso de aprendizaje. Ocultarlo con vergüenza detrás de la máscara del anonimato es un flaco favor que les hacemos a nuestros estudiantes.
El error es una oportunidad para aprender. Cuando uno comete errores en la profesión o en la vida, aprende a no repetirlos. Ha hecho un aprendizaje de ellos. Normalizar el error es una experiencia rentable, porque nos permite establecer una serie de cuestiones por demás interesantes: establecer juegos contrastivos, analizar cómo conceptualizamos en las diferentes lenguas (la L1 del estudiante vs la nueva que está aprendiendo) y cómo esas conceptualizaciones nativas que traemos muy enraizadas en nuestro cerebro nos llevan a meternos por caminos errados en la L2. Conocer la manera en que YO pienso, en que YO percibo el mundo desde el rincón de mi lengua y de mi propio idiolecto me permite reconocer mis limitaciones (en materia de percepción del mundo), tomar distancia de ellas, ser receptivo a nuevas perspectivas y readaptarme a esa nueva forma que me propone la cosmovisión de esa lengua que estoy aprendiendo.
Por otra parte, a veces me da la impresión de que le tenemos miedo a la palabra “control”, porque se la asocia con conceptos represivos. Pero un profesor debe saber gestionar el manejo del grupo para que este no se disperse. Y uso el término “control” con ese sentido: poder gestionar el manejo del grupo para que este se involucre en las actividades de aprendizaje que se proponen y no se distraiga. Para eso debemos establecer reglas claras desde un principio, pero también desarrollar actividades participativas originales con temas que les interesen.
Pero quedarse en eso que “les interesa” tampoco es suficiente. Hay que saber ampliar ese espectro. De lo contrario, pobre favor les estamos haciendo si nos quedamos en que si les gusta la música “tachín tachín”, pues entonces llevemos canciones y ritmos “tachín tachín”. Seamos hábiles: empecemos por ahí si es necesario. Pero propongámonos también mejorar su gusto, empecemos a llevarles otras cosas que, de verdad, los forme estéticamente, les amplíe el gusto y que sean un desafío intelectual para ellos. Quedarnos solo con aquello que “les interesa” para “no frustrarlos” y pedirles anonimato es poner a la educación en un corsé que limita y empobrece nuestra función.
Llevo casi 40 años en esta profesión y he visto mucha agua bajo el puente. Por eso soy siempre cauto, crítico y me pongo muchas veces como “el abogado del diablo” ante nuevas “aproximaciones” que se quieren vender como “la panacea universal” que viene para terminar con todas nuestras frustraciones. Debemos ser cuidadosos en cómo incorporamos las TIC -o TRIC- a nuestras aulas y cómo las validamos teniendo en cuenta nuestra propia experiencia y lo que vemos a nuestro alrededor.
Si no tenemos suficiente experiencia, ser cuidadosos con estas nuevas ideas, usarlas con precaución, en un principio en áreas muy circunscriptas, y luego extenderlas a otras situaciones si cuadra y si probamos, con solvencia, que son beneficiosas.
Para terminar, y volviendo al “anonimato”, el –para mí- desmedido énfasis que se propone sobre él me parece que no es un buen camino porque parece sugerirse que el error “avergüenza”. No debería ser ese el mensaje que quede en nuestras clases sobre él. En suma, lo peor que nos puede pasar es dejarnos entusiasmar en exceso con los cantos de sirenas. Y ya sabemos qué les pasaba a aquellos marinos que se dejaban tentar con ellas. Seamos sagaces y hagamos como Ulises…
Referencias
Lazo, C.M.; Gabelas, J.A. (2016). Comunicación digital. Un modelo basado en el factor relacional Barcelona: UOC.
Otaola Muguerza, R.(2016) “Presentación” en Franco Yagüe, J. F.(ed.), TIC menos Res. Programa para prevención de riesgos y uso adecuado de las TRIC. Agencia de la Comunidad de Madrid para la Reeducación y Reinserción del Menor Infractor. Consejería de Presidencia, Justicia y Pordavocía del Gobierno. Comunidad de Madrid, 7-8. Disponible en http://www.codajic.org/sites/www.codajic.org/files/TICmenoRes_Reducido-1.pdf
Brisbane, 15-03-2019.
Aquí estamos otra vez, de regreso a la trinchera, respondiendo dudas, reflexionando sobre la lengua y proponiendo actividades de clase que puedan ser útiles. ¡Espero que el nuevo año nos encuentre a todos con más energía!
Hace unos días, una colega desde Argentina me preguntaba cuál era la diferencia entre “socializar” y “sociabilizar”. Había buscado definiciones en el diccionario de la Real Academia y, por lo que había entendido, creía que se podían usar como sinónimos. Precisamente en esos momentos me encontraba preparando un trabajo sobre sufijación para mis clases y de inmediato puse manos a la obra para responderle.
Sin duda, aun cuando pertenecen a la misma familia de palabras, “socializar” y “sociabilizar” son dos verbos que se originaron en adjetivos diferentes, apelando a un sufijo verbal muy productivo en español (“-izar”, del griego “-izein”), y que significa “convertir(se) en” o “acción que empieza a suceder”. De manera que “socializar” es “empezar a convertir(se) en social” y “sociabilizar”, “empezar a convertir(se) en sociable”.
Siguiendo los pasos de una morfología diacrónica, decía que ambos términos provienen de dos adjetivos latinos diferentes. El primero se formó sobre “socialis”, mientras que el segundo se formó sobre el adjetivo “sociabilis”. Y ya allí hay una clave. Nuestro querido diccionario latín-español de Agustín Blánquez Fraile dice que “socialis” significaba “socio, aliado, confederado” e inclusive “nupcial, conyugal” (como en “socialis torus”: “el lecho conyugal”). Es interesante entonces ver cómo en latín se hacía presente ese elemento de “bien común” que, me parece, va a pasar a “socializar” (como en la expresión “socializar las ganancias”, por ejemplo).
El segundo significaba en latín “que puede ser unido, que se asocia fácilmente”. En español moderno pasó como “inclinado al trato”, “a las relaciones con las personas o que gusta de ello” y aparece registrado por primera vez en nuestra lengua hacia 1515. Es evidente entonces que ambos usos no son similares.
Siguiendo esta línea de pensamiento, Fundéu también concuerda con que los verbos “socializar” y “sociabilizar” no significan exactamente lo mismo, por lo que no es recomendable emplearlos de forma indistinta. Según el Diccionario de la lengua española de la Academia, la entrada para “socializar” nos dice:
1. tr. Transferir al Estado, o a otro órgano colectivo, algo de propiedad privada, especialmente un servicio o un medio de producción. Socializar la banca.
2. tr. Extender al conjunto de la sociedad algo limitado antes a unos pocos. Socializar lacultura.
3. tr. Adaptar a un individuo a las normas de comportamiento social.
4. intr. Hacer vida de relación social. Para los niños es indispensable socializar.
A "sociabilizar", en tanto, se lo define como "hacer sociable", eso es, "inclinado al trato y relación con las personas". Sin embargo, aclara Fundéu,
en la prensa se suelen confundir estos verbos en frases como “Avanzar hacia una nueva regulación que promueva el trabajo colaborativo para sociabilizar los riesgos de eventuales ataques entre los potenciales afectados”, “Esto ofrece la oportunidad de sociabilizar el proyecto y su información” o “Aunque algunos ciudadanos participaron, faltó sociabilizar la obra”.
En estas oraciones, prosigue Fundéu, parece intentar decirse que los riesgos, el proyecto y la obra deben extenderse a un conjunto más amplio de personas. No obstante, el mal uso del verbo termina afirmando que los riesgos, el proyecto y la obra deban ser más “sociables”, esto es, más inclinados al trato y relación con las personas” (lo cual, obviamente ¡es absurdo!). Así las cosas, lo más adecuado habría sido emplear “socializar”. De esta forma, las oraciones arriba mencionadas deberían haberse escrito: “Avanzar hacia una nueva regulación que promueva el trabajo colaborativo para socializar los riesgos de eventuales ataques entre los potenciales afectados”, “Esto ofrece la oportunidad de socializar el proyecto y su información” y “Aunque algunos ciudadanos participaron, faltó socializar la obra”.
En resumen, en la historia de las palabras estaba la clave. Usamos “socializar” para indicar aquello que antes era de unos pocos y ahora es compartido por muchos. En tanto, cuando lo que queremos decir es que “alguien es más sociable”, se recomienda “sociabilizar”. Así de simple y así de cortito...
Todo este proceso que seguí en la explicación para mi colega, me llevó a pensar sobre la necesidad indispensable, para los profesores, de conocer las evoluciones diacrónicas para explicar la morfología derivativa. No se trata de que nos pongamos a dar una clase de “gramática histórica”, sino que como profesores podamos encarar las explicaciones con mejor respaldo académico. Ahora bien, al consultar la última versión de la gramática de la Academia me encontré con una cierta contradicción en sus explicaciones. En su Nueva gramática de la lengua española (100), y en referencia concreta a la formación de palabras, reconoce que esta está determinada por razones históricas de larga data. Sin embargo, en algunas oportunidades deja de lado esa explicación y propone un análisis sincrónico que, afirma, “se apoya en las relaciones que establecen intuitivamente los hablantes” (¿?) y que “se basa más bien en las conexiones entre forma y significado que se establecen en la conciencia lingüística de los hablantes”.
¿Qué significa recurrir a un análisis que se apoya en relaciones “intuitivas” del hablante? ¿Vale decir que, como el hablante desconoce la historia de nuestra lengua, es mejor evitar “las bases opacas, perdidas o no accesibles”, y postular variantes alternantes (o alomorfos) para hacerle ver algo que en realidad no ocurrió así, pero que resulta más simple y entendible para el común de los mortales? Esto es lo que parece reconocerse en este pasaje, cuando se afirma que
la formación de palabras está sujeta en español a múltiples irregularidades que, en su mayor parte, son resultado de factores históricos. Por esta razón en la morfología sincrónica se suelen proponer estructuras morfológicas que se apartan de la etimología de la palabra y buscan apoyo en las relaciones que establecen intuitivamente los hablantes. Así, en el análisis sincrónico se considera que conductor es un derivado de conducir, pese a que en latín ya existía conductor. Se evitan, por otra parte, en el análisis sincrónico las bases opacas, perdidas o no accesibles, de las que los hablantes no tienen conciencia. Por ejemplo, a partir de la base ya perdida calura procede históricamente el adjetivo caluroso; por analogía con este adjetivo, se suele explicar la u de riguroso. En la morfología sincrónica, sin embargo, se prefiere vincular ambos adjetivos con los sustantivos hoy existentes calor y rigor. La morfología diacrónica, en cambio, se atiene estrictamente a la etimología. Una forma de evitar las bases opacas en la morfología sincrónica es postular variantes alternantes (o alomorfos), como calur- ~ calor- para explicar caluroso.(8)
Salvando las distancias, esto me recuerda a aquellas deliciosas explicaciones que daba Isidoro de Sevilla en Etymologiae o en Originum sive etymologiarum libri viginti (627-630 d. C.), inventándose un poco las etimologías de las palabras cuando no las sabía (como aquella de que el término “gato” viene de “cattus” porque captat, es decir, “caza”). Al fin de cuentas, lo que Isidoro de Sevilla hacía no era más que apelar a su “intuición” –algunas veces errónea- y establecer orígenes dudosos.
Lo mismo parece hacer la Academia en 2019, cuando presenta relaciones etimológicas en un orden ilógico, como si el padre naciera del hijo. Cuando preparaba mi clase de formación de palabras, yo mismo me encontré con ciertas explicaciones que seguimos repitiendo por tradición, pero que no necesariamente son correctas. Por ejemplo, enseñamos que las terminaciones “–ción/-sión” forman sustantivos derivados de verbos. Sin embargo, en muchas ocasiones, los sustantivos en “-ción/-sión” entraron a nuestra lengua directamente de términos existentes en latín terminados en “-tion” o “-sion”. Fue a partir de ellos que, luego, se formaron muchos verbos españoles, como podría ser el caso de functionem>función>funcionar (y no al revés, como muchos textos prefieren sugerir) y muchos otros más: actionem>acción>accionar, praecisionem>precisión>precisar, etc..
De manera que cuando afirmamos que los sufijos “–ción/-sión” forman sustantivos a partir de verbos no siempre estamos en lo correcto. Podemos encontrar sustantivos españoles terminados en “-ción/-sión” que derivan de sustantivos latinos terminados en “-tion/-sion”. Esta explicación seguiría así la secuencia temporal tal cual se dio históricamente. En otros casos, tenemos sustantivos terminados en “-ción/-sión” que, en efecto, no existían en latín y que se formaron a partir de verbos españoles (como podría ser el caso de condimentum>condimento>condimentar>condimentación, o como el caso de confessus>confeso>confesar>confesión).
Ángel Cervera Rodríguez (50), en un muy interesante estudio, nos dice que se podría aplicar un sistema gradual en la derivación que formaría secuencias afijales del estilo: nationem> nación> nacional> nacionalizar> nacionalización. De esta manera, entonces, se podría percibir una “tendencia sistematizadora bastante consistente en el proceso derivativo de estos segmentos sufijales, que permite establecer unas claras diferenciaciones.” Mientras se podría determinar un cierto orden gradual sucesivo de los sufijos, también se observa en otros casos cómo se genera una línea de derivación paralela. Dependiendo de por dónde hace su entrada el término al español, una cadena podría seguir el orden “-mento> -ar> -ción>”, tal como lo acabamos de ver con condimentum; otra podría iniciarse por “-ción”, como en el caso “positionem> posición> posicionamiento”. Este fenómeno demostraría con claridad la diferencia de origen entre “–mento” y “–miento”. En tanto el primero produce derivados de una expresión latina terminada en “–mentum” (y que ha dado muchos cognados en inglés y otras lenguas), el segundo lo hace de una española terminada en “–ción”. En otros casos, a partir de un origen común, podríamos encontrarnos con toda una línea paralela en forma inversa: “-cia>-ar>ción>-miento” VS “-cia>-nte>-izar>-ción”. Este sería el caso que sigue “conscientiam>conciencia>concienciar>concienciación” y por otro “conscientiam>consciencia>consciente>concientizar>concientización”. Veamos esto mejor explicado con un vídeo corto:
Obviamente que a veces, en la derivación, puede quedar alguna casilla vacía.
La propia Academia en su gramática (100) parece admitir esta dificultad en distinguir, por ejemplo, sustantivos en “–ción/sión” que entraron directamente al español del latín -y que darían luego origen a sus verbos correspondientes- de aquellos que se formaron a partir de verbos españoles ya constituidos:
En diversas partes de esta obra (…) se alude a las diferencias teóricas y metodológicas que existen entre las orientaciones diacrónica y sincrónica en la morfología derivativa. En la primera, las derivaciones morfológicas se atienen a la secuencia temporal de los testimonios que proporciona la historia de las palabras; la segunda se basa más bien en las conexiones entre forma y significado que se establecen en la conciencia lingüística de los hablantes. Unos pocos ejemplos ayudarán a recordar la diferencia entre ambas perspectivas. El sustantivo sedición puede analizarse como derivado en la morfología diacrónica, puesto que constituye la continuación en español del latín seditĭo, -ōnis, procedente a su vez de itĭo, -ōnis ‘ida, partida’. Sin embargo, la perspectiva sincrónica no le asignaría ningún proceso de derivación, ya que los hablantes no lo perciben. Por otra parte, en la morfología sincrónica se asocia leñador con leña, aunque desde el punto de vista histórico proceda de un nombre de agente (lignātor) y no sea, por tanto, un derivado romance. Por último, el adjetivo caluroso presenta una -u- porque no procede históricamente de calor, sino del sustantivo desusado calura. En la morfología sincrónica, sin embargo, se prefiere evitar esta base opaca y suponer la variante alternante, supletiva o alomórfica calur-, de la que derivaría el adjetivo. Aunque la perspectiva sincrónica no está exenta de polémicas y dificultades, algunas de las cuales se exponen en el § 1.3.3, es la que suelen ofrecer las gramáticas modernas de otras lenguas, y será también la adoptada en esta.
¿Es posible que, desde el punto de vista pedagógico, resulte más acertado lo que plantea la Academia? Tengo mis dudas, porque por el afán de sistematizar la explicación respecto de la formación de palabras, esta mezcla de perspectivas en las que parece enredarse ella misma termina desnudando, como hemos visto, muchas contradicciones.
Dicho todo esto, me pregunto también hasta qué punto una aproximación diacrónica extendida a la gramática no podría permitirnos entender de manera más clara la forma en que ciertas estructuras se han dado y se dan en nuestra lengua. Si podemos encontrar respuesta a muchos problemas morfológicos en una explicación que tenga en cuenta los procesos históricos (con sus desplazamientos y reacomodamientos), ¿por qué no hacerlo con la gramática? Además de encontrar respuestas más precisas a ciertos problemas que se nos presentan todos los días, nos permitiría establecer algunas similitudes entre lenguas que podrían resultar de mucha utilidad a nuestros estudiantes de ELE. En lo personal, creo que una aproximación diacrónica con un fuerte componente visual (como el mostrado aquí mismo), tanto para la morfología como para la gramática, nos permitiría “ir más allá de la literalidad de las construcciones (…) a fin de encontrar la razón última de su empleo, a que a veces se encuentra en el proceso histórico que llevó a su formación” (Garachana Camarero 107).
Con una aproximación visual similar a la mostrada en el vídeo presentado aquí, el estudiante de ELE podría empezar a experimentar con la morfología del español y expandir su conocimiento de la lengua. Si le hacemos ver el sistema gradual de derivación (aun con las limitaciones que podría tener) que plantea Cervera Rodríguez, el estudiante podría acceder a un amplio repertorio de vocabulario de manera mucho más dinámica y simple, pero enriquecedora, y podría “predecir” la existencia y significado de ciertos términos, tal como lo hacemos los hablantes nativos a diario.
No se trata, entonces, de que los profesores terminemos dando una clase de gramática histórica, como decía más arriba, o dando una clase magistral sobre el latín. No es esto lo que planteo. Se trata de que, como profesionales, nos preocupemos por conocer la historia de nuestra lengua, ver las conexiones, los caminos y atajos que tomó el español y con este conocimiento diseñar actividades de reflexión que le permitan al estudiante manejarse de igual forma que lo hacemos los nativos todo el tiempo. Así, sin olvidar esa visión diacrónica, podríamos dar respuesta a los desafíos que se nos presentan en el aula a diario, de manera fundamentada, clara y sencilla.
Referencias:
Blánquez Fraile, A. (1974). Diccionario manual latino-español. Barcelona: Sopena.
Cervera Rodríguez, A. (2012). “Los sufijos nominalizadores -ción, -sión,-miento /-mento en el español actual”. Revista Cálamo. FASPE. (60): 47-52.
Fundéu (Fundación del español urgente). (28/09/2018) “Socializar y sociabilizar. Significados distintos”. Disponible en: https://www.fundeu.es/recomendacion/socializar-y-sociabilizar-significados-distintos/
Garachana Camarero, M. (2018). “¿Los porqués de la gramática? Gramática diacrónica en el aula de ELE.”, en F. Herrera y N. Sans (ed.) Enseñar Gramática en el aula de español. Nuevas perspectivas y propuestas. Barcelona: Difusión. 107-117.
Real Academia Española. (2010). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa.
Brisbane, 15/02/2019
Hace poco un colega me preguntaba cómo enseñar la diferencia sutil entre “morir” y “morirse”. En una entrada anterior explicaba los matices que introduce el “se” para indicar cambio de estado (o mejor quizás: “entrada en un cambio de estado”). Y en este sentido creo que la diferencia entre “dormir”/”dormirse” es equivalente a la de “morir”/”morirse”. Después de todo, el arte una vez más nos daría una prueba de esto: “Morir es dormir… y tal vez soñar”, nos decía Hamlet en uno de sus momentos reflexivos.
“Morir” y “morirse” son dos formas de explicar la agentividad, como comentaba en mi entrada anterior. Con "morir" se hace referencia simplemente al estado en sí (como vemos con “dormir”). "Juan murió" significa, aunque implique una verdad de Perogrullo, “que dejó de estar vivo”, o que “está o ha quedado muerto”. Algunos afirman que “morir” implica “la ocurrencia natural” (en este caso, de estar muerto). En tanto, “dormir”, indica el estado natural de “estar dormido”. Recordemos que “dormir” representa el estado de reposar, entre dos estados de vigilia, con los ojos cerrados y suspensión de las funciones sensoriales. Y puede darse por unos minutos o unas horas. Por su parte, “morir” se define como “llegar al término de la vida”, llegar a su final.
Ambos verbos perfilan el estado en el tiempo de un cambio ocurrido, pero no vemos o no incluimos el momento en que se entra en ese cambio de estado propiamente dicho. Como diría John Taylor (217), se podrían interpretar “as holding, unchanged, over the profiled time segment”. Así, sin más, focalizamos en el estado puro que se prolonga en el tiempo, sin ver comienzo ni final. Si tuviéramos que representar gráficamente a ambos verbos se podría hacer así:
Podríamos decir que “dormir” y “morir” implican una mirada más reducida. ¿Qué quiero decir con esto? Pues veamos. Los círculos con una flecha interna indican el cambio sufrido por el sujeto. Este cambio de estado se produce entre dos momentos de vigilia (los círculos grisáceos). La flecha debajo representa el tiempo y los puntos suspensivos señalan un tiempo indeterminado (minutos u horas). No olvido que “dormir” es un verbo atélico (no tiene un claro punto final), aunque no voy a entrar en esas honduras por ahora. Lo cierto es que "Pedro puede dormir un rato", yo puedo interrumpir su sueño y, sin embargo, puedo seguir diciendo que “Pedro durmió” –un poco o mucho, pero durmió al fin-.
En el segundo caso, el sujeto ha sufrido un cambio que no tiene retorno: ha cesado de vivir, como lo indica el último círculo. Más allá de él, ya no hay nada. Por otra parte, “morir” es un verbo télico (porque indica una acción que, si se interrumpe, el hecho no llega a producirse). En efecto, no puedo “morir a medias”, sino que la acción indicada por el verbo se tiene que cumplir en su totalidad, sin interrupciones o regresos a estados anteriores. Esto es, el verbo me habla de un cambio ocurrido que se mantiene en forma indefinida (nótese la diferencia con “dormir”).
Tanto dormir como morir serían equivalentes a las expresiones inglesas “to sleep” y “to die” respectivamente. Pero nótese algo relevante: tanto la forma “dormir” como “morir” no incluyen “el momento en que se entra en el cambio de estado”, sino solo el cambio en sí: “estado de reposo con los ojos cerrados” y “vida terminada” respectivamente.
Con “morir”, insisto, decimos que “el sujeto ha sufrido un cambio”, pero no incluimos el “pasaje” o la “entrada” a ese cambio. Así, cuando decimos que “muchos niños murieron en la guerra”, estamos diciendo que muchos niños “están en otra etapa de su existencia” y que esta etapa es final y definitiva, pero no hacemos referencia al momento preciso en que se entró en ella, en ese instante borroso que se da entre un estado y otro. Así, podríamos decir que al informar sobre una muerte, especialmente cuando se enfoca en cuándo murió alguien, cuántas personas murieron o cómo murieron, se prefiere morir (y que es mucho más común en el español formal / escrito).
Las formas “dormirse” y “morirse”, en cambio, apuntan a otro momento del hecho: “el momento en que el sujeto entra en ese cambio”. Si tuviéramos que representarlos gráficamente, se podría hacer así:
“Morirse” y “dormirse” implican, así, una mirada más amplia. En este caso, el círculo encimado con la flecha en línea punteada muestra ese momento difuso en que el sujeto está abandonando un estado para entrar en otro. Con “dormirse” y “morirse”, el “se” es ese círculo que se agrega con flecha punteada: el momento justo en que se produce “la entrada en el cambio de estado” (y que en inglés representamos con “to fall asleep” y “to pass away”). Más gráficamente todavía: si representáramos “dormir y morir” como estar “dentro de un espacio” (y de hecho muchas metáforas de la lengua lo grafican así), “morirse y dormirse” nos hablan del preciso momento en que estamos en el umbral de ese espacio, entrando en él. En una palabra, “morirse” tiene una mirada más amplia: hace referencia a ese momento (ese pasaje) en que van desapareciendo los signos vitales (un poco como aquel “ir”/“irse” que habíamos visto en otro momento).
Es interesante destacar que en inglés también existen formas particulares para diferenciar estas dos perspectivas. Como veíamos, el inglés lo expresa de una forma muy visual. ¿Hay algo más claro que esa “entrada en un estado” que tiene la forma inglesa con “to pass away” (ese “pasaje” del que hablaba más arriba) o con la forma “to fall asleep”? Si recurriéramos a la historia de la lengua inglesa, podríamos entender que “pass away” no sería tanto un eufemismo, como se tiende a creer, sino una mera descripción de una descripción literal de “una entrada en el cambio”, tal como se entendía en el siglo XV. En efecto, parece que el término “pass away” fue acuñado en ese siglo, cuando la mayoría de la gente creía que la partida del alma de una persona muerta era un evento físico literal, era el momento en que “el alma abandonaba el cuerpo y se alejaba”.
Lo mismo parece ocurrir en español. Es más probable que se use “cientos de niños murieron en el ataque” (están muertos) si estamos pensando en las bajas durante la guerra y nada más –vemos el espacio con los cuerpos muertos-. En este caso, solo se refiere a personas que quedaron sin vida en un hecho violento. De ahí el uso que vemos en la prensa para referirse a hechos violentos. Pero es posible que se use “se murieron” si estamos pensando no solo en sus muertes, sino que nos representemos mentalmente también el momento mismo en que las personas entraron en ese estado (“entraron en el cambio de estado que los condujo a perder la vida”). Nuestra imagen mental es la de ese momento nebuloso en que cayeron las bombas y “sus almas los abandonaron” (passed away). Pero reitero: estas cosas el hablante las hace en forma inconsciente y no se hace todos estos razonamientos. No obstante, el hablante que está aprendiendo nuestra lengua debe ser consciente de estas sutiles distinciones y se las debemos hacer notar (y enseñar).
Todo este razonamiento nos trae a otra conexión que podríamos hacer y que, seguramente, ayudaría al estudiante de ELE. El “se” de "morirse" y de "dormirse" se emparenta bastante con el “se” de “irse” que, como veíamos en el vídeo que subí en la sección de gramática, apela a esa idea de “abandono de un lugar para dirigirse hacia otro destino”: “abandono de un lugar" (“irse”), "de la vida en forma permanente" (“morirse”), o "de la conciencia en forma momentánea" (“dormirse”). To go away, to pass away y to fall asleep (que se complementan, por su lado, con to go, to die, to sleep respectivamente) representarían en inglés esa misma perspectiva que, en español, damos con nuestra forma pronominal .
¡Felices fiestas para todos! Este blog retomará sus reflexiones y más ideas hacia fines de enero nuevamente.
Referencias
Taylor, J.R. (2002). Cognitive Grammar. Oxford: Oxford UP.
Brisbane, 15/12/2018
La palabra “lenteja” proviene del latín “lenticula”, que a su vez era el diminutivo de “lens, lentis” (de igual significado). El término se considera un viejo préstamo de una lengua previa al latín, pero su origen exacto nos es desconocido.
Lens, lentis designaba también a las pecas que salían en la piel, porque presentaban una forma similar al grano. De “lenteja” derivaron términos tan variados como “lentejar” (terreno de lentejas), “lentejuela” (diminutivo español en “-uelo/a”, presente también en términos como “habichuela”, “reyezuelo”, “riachuelo”, etc.); en México, nos encontraremos con “lentejuelar”, que implica “poner lentejuelas como adorno”); “lentes” (por su forma que evocaba a las lentejas); “lentillas” (su diminutivo español); o -en Hispanoamérica- “lentes de contacto”-. También nos dio “lentezuela” (diminutivo casi despectivo de “lente”) y “lenticular”, que se refiere a todo lo que tiene “forma de lenteja”, como por ejemplo el cuarto huesecillo del oído medio que conecta la membrana del tímpano con la ventana oval.
Pero sigamos la ruta que tomó uno de sus derivados: “lente”, que se refería en principio a una pieza transparente que se empleaba en instrumentos ópticos. El renovado interés por la óptica y los avances en la fabricación de cristal permitieron que a finales del siglo XIII un monje europeo creara un objeto que se montaba sobre la nariz y que servía para corregir problemas de visión. Este objeto consistía de unas lentes que se colocaban sobre la nariz sin nada que las sujetara. Curiosamente, el método de las patillas (primero apretando las sienes y luego sujetas a las orejas) no se difundió hasta el siglo XVIII. Mediante otra extensión metonímica, este objeto así formado dará lugar a otros términos. Según se focalizara la mirada en los cristales, el objeto pasará a llamarse simplemente “lentes”, obviando el resto de los elementos que lo componían; “gafas”, si se ponía el acento en las “patillas” (ya que “gafa” era, en su origen, un gancho que se usaba para armar o “montar” la ballesta); o simplemente “anteojos”, término que hacía referencia a su ubicación en la cara (aquello que estaba ante-los-ojos).
La evolución de “lens, lentis”, como vemos, nos da un maravilloso ejemplo de cómo un término central fue derivando en otros, mediante una cadena de extensiones metonímicas. Por contigüidad, ciertos rasgos (pero no todos) del concepto inicial se fueron transfiriendo a “sus descendientes”. Así, se focalizaba la forma circular; en otros, el color; en otros, su tamaño pequeño; en otros, su concavidad, etc.. En otras instancias –como vemos con “lente”-, el nuevo objeto creado terminó formando parte de un elemento complejo que, según se lo mirara, variaba en nombre: “gafas”, “lentes”, “anteojos”. Al igual que ocurre con los miembros de un linaje en donde existen “aires de familia” entre abuelos y tataranietos, los términos “descendientes” guardaban algunos rasgos en común con el término original, pero a medida que se alejaban de él y se “cruzaban” con otros objetos, su parecido se diluía.
Este juego metonímico (y sinecdótico) que vemos en el vocabulario se dará en otras instancias de la lengua. Veamos, por ejemplo, qué ocurrió con la forma prototípica del pronombre “se” (reflexivo, recíproco, cuasirreflejo, pasivo e impersonal), que tantos dolores de cabeza nos da a los profesores de español para explicarlo y a los estudiantes para entenderlo. Podríamos decir, siguiendo a Elisabeth Melguizo Moreno (77), que en el centro de la “constelación” se encuentra, como forma madre, la forma reflexiva, ya presente en latín, para referirse a acciones que una parte de la persona ejerce sobre otra parte de ella. Desde esta perspectiva, serían reflexivos puros formas tales como “me peino, te peinas, se peina,” pero no así “me siento” o “me despierto”, por cuanto aquí se desdibujan los límites “de una parte del sujeto sobre otra”. En otras circunstancias, el reflexivo implica también concebir a la persona desdoblada en dos espacios mentales distintos, como la del sujeto que “se ve” en el espejo, en un cuadro o un escenario: “me miro en el espejo”. De esta manera, a partir de esta forma “central” o “prototípica” reflexiva se fueron originando otras (en este orden): la forma recíproca (variante de la reflexiva) y la cuasirrefleja. Las últimas en aparecer serán las marcas de indeterminación del agente: la forma pasiva y la impersonal.
Así, de la forma reflexiva, usada siempre con verbos transitivos, derivará la forma recíproca (se/os/nos), que se refiere a una entidad/unidad conformada por una serie de individuos que se influyen mutuamente dentro de esa unidad. Nótese la cercanía con el concepto de reflexividad: una unidad en su totalidad –conformada por dos o más constituyentes- se afecta a sí misma internamente. De ahí que se usen solo las formas de plural: “nos saludamos, os saludáis, se saludan”. Los recíprocos serían así una forma derivada de los reflexivos. El parecido de familia es todavía evidente.
El próximo derivado será la forma medial o “cuasirrefleja”. Aunque Ricardo Maldonado (158) cuestiona la idea de usar los reflexivos como la forma base de la que derivan las construcciones mediales, desde el punto de vista pedagógico me parece más acertado el mapa trazado por Melguizo Moreno, Melguizo Moreno y Alejandro Castañeda, e inclusive Cristina Sánchez López (137). Aquí ya no se observa una parte del sujeto que ejerce una acción sobre otra parte de él. Por el contrario, tenemos la impresión de que está todo el sujeto implicado. Los pronombres solo focalizan un cambio de estado que afecta al sujeto en forma directa, relegando a un segundo plano la fuerza que ha causado ese cambio. Se difumina al agente o fuerza que provoca el cambio (porque no interesa destacarlo) y se focaliza en el cambio de estado experimentado propiamente dicho. Solo vemos el cambio y nada más.
Este cambio de estado del que hablamos puede darse en forma intencional o no por el sujeto. En el primer caso, el sujeto se desplaza en el espacio (eje horizontal): “se va, se traslada, se mueve”. También puede cambiar de postura (eje vertical): “se levanta”, “se sienta”, “se tumba”. Finalmente, podemos encontrarnos con el momento en que un sujeto cambia anímicamente o, mejor quizás, entra en ese nuevo estado: “se alegra, se entristece, se enoja”. Nótese cómo en este último caso, todavía persisten algunos rasgos comunes con aquel reflexivo original. Pasamos de un factor externo que producía el cambio (“la noticia alegró/entristeció/enojó a Elena”) a un cierto grado de “intencionalidad” del sujeto todo: “Elena se alegró/se entristeció/se enojó” a raíz de esa causa externa que la afectó y que le hizo cambiar su humor. Esto es, cambió su estado anímico, como producto de la noticia recibida.
El próximo derivado de esta familia será aquel que indica un cambio de estado no intencional (también conocido como “accidental”): “Pedro rompió la silla > La silla se rompió.” Nótese una vez más cómo en esta última expresión se borronea el sujeto que ocasiona el cambio otra vez (es importante recordar este factor de “borroneo” que reaparece en estos casos, porque será el elemento que nos conectará con los pasivos e impersonales que “nacerán” posteriormente). Dentro de esta categoría de cambio “no intencional” también podríamos incluir los “cambios de sustancia”: “el agua se calentó, se enfrió, se congeló y se descongeló”.
Relacionado con estas categorías de “cambio de estado”, podríamos incluir un uso del “se” bastante particular: aquel que indica consumo o adquisición. “Pedro comió la torta > “Pedro se comió la torta” (¡casi como acto de glotonería!). En esta categoría, el sujeto sufre una transformación personal, al traer a su espacio de dominio un objeto para su consumo o uso: “Pedro se compró un coche nuevo”. En este punto, vale la pena hacerles notar a nuestros estudiantes la sutil diferencia entre “compró un coche” y “se compró un coche”. En la primera, el sujeto puede haberlo comprado para otro (su pareja, su hijo). En la segunda, su intención original era comprarlo para su uso personal, y de ahí el “se”. Dentro de este último grupo podríamos incluir también verbos relacionados con procesos mentales donde el objeto directo es algún tipo de representación que se posee, controla, pierde o (re)crea: “Pedro se conoce a todos los vecinos”; “María se sabe la lección de memoria”; “Rogelio siempre se imagina muchas cosas”.
Como vemos, estos usos se han ido conectando uno con otro, pero a medida que nos alejamos de su forma prototípica, los rasgos con aquella forma original reflexiva comienzan a desvanecerse. Algunos rasgos se mantienen, pero en su descendencia aparecen otros no presentes en el original. Como en una familia, el parecido es más evidente con los miembros más cercanos, pero no tanto con aquellos más lejanos. Son, como insiste Melguizo Moreno (4), “un conjunto de rutinas simbólicas asociadas por parecidos de familia (a través de encadenamientos metonímicos) y del que, no obstante de ese carácter complejo que surge de la red de valores conectados, pueden emerger valores generales esquemáticos en niveles de descripción más abstractos”.
Las últimas dos formas en aparecer serán la pasiva y la impersonal. Imaginemos la oración: “El camarero sirvió las copas”. Con esta expresión nos centramos en el camarero y lo que él hizo. Pero cuando afirmamos que “las copas fueron servidas por el camarero”, hemos movido a posición inicial aquello que queremos enfatizar y hemos empujado al camarero (agente de la acción real) a posición final, ya a casi un paso para borrarlo. Pero cuando afirmamos que “se han servido las copas”, hemos borroneado al agente que colocó las copas sobre la mesa por completo, ya porque no sabemos quién lo hizo o porque no nos resulta relevante. En estas construcciones, se considera solo relevante la acción que se realiza y no el ejecutante de la acción.
¿Y qué pasó con las impersonales? Esta es una muy interesante historia. En el castellano antiguo existían las oraciones de pasiva refleja que no planteaban ningún problema cuando el sujeto denotaba cosa: “Se sirvieron las copas” Pero cuando el sujeto denotaba persona se producían casos de ambigüedad en los significados reflexivo, recíproco y pasiva refleja. “Se alimentan los niños” podía ser interpretado como reflexiva (“se alimentan a sí mismos”), como recíproca (“se alimentan mutuamente”) o inclusive como forma de pasiva refleja (con la idea de que “alguien”, a quien no queremos identificar, los alimentó). Así, para evitar esta ambigüedad se extendió la práctica de anteponer al sustantivo de persona la preposición “a” cuando la oración intentaba interpretarse como pasiva (“Se alimentan a los niños”). Finalmente, se inmovilizó el verbo en singular, dando lugar a la estructura impersonal con “se” del español moderno que todos conocemos: “Se alimenta A los niños.”
Un último caso es el de las impersonales con “se” intransitivas, del estilo: “Se vive mejor en el campo que en las grandes ciudades”. Es obvio que existe alguien que realiza la acción descrita por el verbo, pero se lo oculta sin que haya nadie que pueda ocupar su posición como sujeto, ya porque no se conoce con exactitud, ya porque, una vez más, se desea mantener en reserva su identidad (reaparece una vez más ese rasgo de “borroneo” que mencionaba más arriba). Como vemos, se designa exclusivamente el proceso (puesto ahora en primer plano), pero se presupone a alguien (que en inglés se suele dar con un indeterminado “people”, “one, “you”): “Se está mejor en verano que en invierno”; “Se duerme mejor en verano” (“la gente está mejor en verano”, “la gente duerme mejor en verano”).
Obviamente, no propongo que expliquemos todo esto junto en una clase. Sería imposible y no se trata de esto en esta entrada. Aquí propongo solamente una forma de presentar la información en forma dosificada y cómo podemos relacionarla con los conocimientos previos del alumnado que hemos ido incorporando de a poco en lecciones previas. Mediante una buena representación visual con imágenes, podremos hacerle entender al alumnado la forma en que conceptualizamos todas estas ideas partiendo siempre de lo ya conocido. Aprender, al fin de cuentas, implica siempre aportar algo nuevo a nuestra estructura cognitiva y conectarlo al conocimiento previo con el que ya contamos. En definitiva, esta es la forma en que damos significado a las cosas.
Termino aquí con un esquema en donde está todo el sistema del "se". En él se pueden ver representados, gráficamente, una síntesis de los usos principales, siguiendo lo expuesto en el trabajo de Melguizo Moreno.
Referencias
Castañeda, A. y Melguizo Moreno E. (2006). “Querían dormirlo, se ha dormido, está durmiendo. Gramática cognitiva para la presentación de los usos del SE en clase.” Mosaico 18. 13-20. Disponible en http://ese.blogs.cervantes.es/files/2012/06/PDF2_AC_EM_Usos_del_Se_Mosaico_181.pdf
Maldonado, R. (2008). “Spanish middle syntax: A usage-based proposal for grammar teaching.” De Knop, S. y De Rycker, T. Cognitive Approaches to Pedagogical Grammar: A Volume in Honour of René Dirven. Mouton de Gruyter: Berlín/NY, 155-196.
Melguizo Moreno, E. (2005) El Sr. Se y su extraña familia. Una aproximación cognitiva a la presentación de los usos de se en clase de E/LE. Memoria de Máster en Enseñanza de Español/ELE. Universidad de Granada. Disponible en http://www.educacionyfp.gob.es/eu/mc/redele/biblioteca-virtual/numerosanteriores/2007/memoriamaster/1-trimestre/melguizo-m.html
Sánchez López, C. (2002). “Las construcciones con se. Estado de la cuestión”. Sánchez López, C. (ed.). Las construcciones con se. Madrid: Visor. 18-167.
Brisbane, 15/11/18
Desde hace unos años vengo pensando que estamos creando una generación de jóvenes que no pueden –o no saben- enfrentarse a los obstáculos. No saben cómo lidiar con ellos y se dejan vencer rápidamente ante la primera caída si no reciben algún tipo de “premio” que valide sus esfuerzos.
Por pura casualidad, me topé recientemente en una edición de El País de España, con un reportaje a Carol Dweck, psicóloga de Universidad de Stanford. En la entrevista, planteaba una idea simple que me parece que hace a nuestra profesión y a nuestra manera de establecer esos retos y desafíos en la clase respecto de cómo tratamos el error. Su concepto me parece que contribuye a una reflexión sobre cómo ciertas creencias sobre la inteligencia en general repercuten en la forma en que nos enfrentamos con los problemas.
Distingue Dweck dos tipos de mentalidad: una “mentalidad fija” y una “de crecimiento”. En una mentalidad fija, las personas creen que sus cualidades básicas, como su inteligencia o talento, son simplemente rasgos fijos. En consecuencia, piensan que no se puede hacer nada por cambiar estos atributos, dado que creen percibir una especie de determinismo genético: “A mí no se me da lo de aprender lenguas. No dispongo de esa habilidad que yo considero que es innata. Así que renuncio siquiera a intentarlo”. Llevados por este razonamiento, muchos dedican su tiempo a documentar su inteligencia o talento en lugar de desarrollarlos. Toda su preocupación es conseguir un 10 en el próximo examen. También creen que el talento solo crea éxito, sin esfuerzo. Pero están equivocados, dice Dweck.
En una mentalidad de crecimiento, en cambio, las personas creen que sus habilidades más básicas pueden desarrollarse a través de la dedicación, el trabajo duro, y sobre todo, el desafío o el reto. En una palabra, podemos expandirlas y mejorarlas mediante la educación. El cerebro y el talento son solo el punto de partida. Esta actitud nos conduce a un deseo por aprender, por abrazar los desafíos, por no dejarnos abrumar por las caídas, por ver el esfuerzo como un camino para llegar a la superación y al dominio sobre la materia que tenemos entre manos. Al fin de cuentas, esta diferente forma de entender la inteligencia repercute en el rendimiento académico del alumno. Nuestro objetivo como profesores, entonces, debería consistir en promover la enseñanza de una mentalidad de crecimiento mediante desafíos y retos que lleven al estudiante a no rendirse, a aprender cómo enfrentarlos y a querer superarlos.
No obstante, algo que debemos considerar es que la cosa no pasa por “alabar la inteligencia” sino el proceso, el esfuerzo, la perseverancia (palabra que hemos olvidado mucho en la educación últimamente), y la concentración. Así, estaríamos promoviendo estudiantes perseverantes ante el obstáculo, maduros y, sobre todo, seguros de sí mismos. Cada vez que sacamos a los estudiantes fuera de su zona de confort para aprender algo nuevo y difícil y los enfrentamos a un reto, nos dice Dweck, se forman nuevas conexiones neuronales mucho más fuertes que contribuyen a mejorar su inteligencia, porque el cerebro es maleable. Así, concluye, premiar el recorrido y ese esfuerzo ante el obstáculo y la adversidad debería estar entre nuestros objetivos y en las actividades que les pongamos delante.
Promover una mentalidad de crecimiento implica no solo animar al alumno (“si trabajas duro mejorarás”) sino a enseñarle estrategias concretas para mejorar (“cambiando los hábitos de trabajo mejorarás”). En cambio, cuando, como profesores, estamos convencidos de esa concepción de “la mentalidad fija” terminamos estigmatizando o etiquetando al alumno y justificando sus malos resultados (“Resígnate: no todo el mundo puede ser bueno en lenguas”).
Y esto nos trae a otro tema que cada vez más se nos plantea en clase: dar vuelta ese terror enfermizo a cometer errores que presentan nuestros estudiantes, para hacerles ver que el error forma parte del proceso de aprendizaje, forma parte del camino para lograr nuestro objetivo final. Esas son oportunidades para aprender. Cometer un traspié es una de las maneras más poderosas de adquirir e internalizar un aprendizaje. Es, en definitiva, como esas piedritas del camino en donde circunstancialmente nos tropezamos, pero que nos llevan a ser conscientes de nuestra estabilidad y a tener más cuidado en cómo afirmar mejor los pies la próxima vez para llegar a destino.
La clave está, entonces, en ese clima no amenazador que creamos en el aula y la forma en que retomamos ese fallo, para ayudar al estudiante a transformarlo en una experiencia enriquecedora, en una materia prima que le sirva como trampolín para ir construyendo su largo camino de aprendizaje. Como diría el uruguayo José Enrique Rodó en una de sus más famosas parábolas (“Mirando jugar a un niño”, 48): “Del fracaso cruel [el niño] no recibe desaliento que dure, ni se obstina en volver al goce que perdió; sino que de las mismas condiciones que determinaron el fracaso, toma la ocasión de nuevo juego, de una nueva idealidad, de nueva belleza ...”
La entrevista de El País a Carol Dweck se puede ver aquí. Bajar la barra de la derecha del vídeo para ver la versión completa (dura unos 40 minutos. El primero es una versión breve de 6 minutos con los momentos más destacados. Más abajo se encuentra una transcripción completa en español de toda la entrevista):
Una versión en inglés y más breve en una TED, aquí:
Referencias
Marcos, Zuberoa. “La mentalidad que puede cambiar la vida de un niño”. Entrevista a Carol Dweck. El País, 27 de septiembre de 2018. Disponible en: https://aprendemosjuntos.elpais.com/especial/la-mentalidad-que-puede-cambiar-la-vida-de-un-nino-carol-dweck/
Rodó, José Enrique. “Mirando jugar a un niño” en Parábolas. Buenos Aires: Kapelusz, 1972. 47-48. Disponible en : http://www.autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Jose_Enrique_Rodo/lib/exe/fetch.php?media=parabolas_-_jose_enrique_rodo_1_.pdf
Brisbane, 15/10/2018
Así me preguntaba un colega recientemente. Y esto es algo que también yo me he preguntado alguna vez cuando se mencionan las bondades de la tecnología en la enseñanza. Ensalzamos la rapidez, la originalidad y la “interactividad” de los programas y aplicaciones que usamos en nuestras clases (entre muchas otras cosas), pero no vemos –o no queremos ver- el peso extra que se nos agrega en nuestras actividades cotidianas. No olvidemos tampoco la constante actualización y puesta al día que debemos hacer para no quedar rezagados frente a tantas innovaciones que aparecen día a día, segundo a segundo.
Hace apenas unas semanas aquí en Australia, se planteó en los medios de comunicación el tema de los padres que llaman al teléfono particular de maestros y profesores fuera del horario de clase. ¿Cómos se ha llegado a esto? Parece ser que muchos docentes descuidados usan sus propios teléfonos celulares para comunicarse con los padres de sus alumnos y ponerlos al día sobre el desempeño escolar de sus hijos. De esta forma, los padres logran acceder al número particular del docente –que se hace visible al recibir la llamada - y se inicia la cadena. El número circula entre los padres del resto del curso ¡y ya podemos imaginarnos cómo termina!
Sin duda, las innovaciones tecnológicas han traído cambios serios en nuestra labor docente. Las nuevas generaciones de profesores se enfrentan a desafíos que no tuvimos aquellos más viejos. Asimismo, se agrega el hecho de que las nuevas plataformas institucionales incorporan enlaces para que el profesor haga tareas que antes solo hacía el personal administrativo. Se ahorran así sueldos del personal no docente a costa de de nuestro tiempo de investigación, organización y preparación de clase.
¿Qué implicancias tiene esto en nuestra labor cotidiana? ¿Cómo podemos adaptarnos a estos nuevos tiempos para gestionar nuestros cursos de una manera eficiente, económica, y sin gastar energía inútilmente? Al fin de cuentas, uno de los requisitos fundamentales entre las competencias del docente es su habilidad organizativa. En mi caso particular, cuando la tecnología comenzó a ocupar un lugar llamativo en mis actividades de clase, adopté una disciplina de trabajo muy concreta para no dejarme llevar por la dispersión y las conductas improductivas.
En primer lugar, seguí una actitud firme para no dejarme inundar con los inacabables mensajes y pedidos fuera de hora (o en los fines de semana) tanto de alumnos como de autoridades. Como forma de “sanidad mental”, comencé a desconectarme por completo a partir de las 5:00 de la tarde. Terminada mi jornada laboral, no accedía al email hasta el otro día. No fue una tarea fácil, dado que los profesores solemos llevarnos trabajo a casa todo el tiempo. Pero ahí estaba la clave: para poder hacer mi tarea necesitaba concentración. Sentía que la tecnología no me la estaba dando y me distraía de lo verdaderamente importante y prioritario (aun cuando me daba muchos recursos interesantes para la clase).
Obviamente, esto requería que los estudiantes (y autoridades) comprendieran mis motivos. Cuando no estamos frente al curso estamos haciendo otras tareas docentes para las que necesitamos máxima concentración. En la explicación sobre el curso que les hacía a los estudiantes al comienzo del semestre esto se hacía explícito: no debían esperar mis respuestas a sus emails los fines de semana o después de las 5:00 de la tarde.
¿No es esto un poco extremo, se preguntará alguno? No lo creo. Debí adoptar esta actitud porque en algún momento llegué a tener estudiantes que se extralimitaban enviándome mensajes los sábados a las 3:00 de la mañana y ¡pretendían que les contestara enseguida al día siguiente! O me enviaban solicitudes para diferir un examen que teníamos programado para el día siguiente, con la vana idea de que se los aprobaría en 24 horas. Tuve que aclarar lo obvio (porque cada vez más lo obvio parece ser lo menos evidente): los pedidos para diferir un examen 24 horas antes de su puesta en práctica eran inaceptables, a menos que fueran por causas médicas o familiares constatables.
Otro factor que tuve en cuenta fue el uso de Whatsapp, Facebook y similares en clase. Sé que muchos profesores usan estas aplicaciones con los estudiantes como recursos de clase para “dinamizar las actividades”. Sigo pensando que es un error. Me resisto a ser “un profesor 24/7” y creo que los límites en este punto deben ser bien claros para no terminar enredados en intercambios interminables fuera de clase. En lo que a mí respecta, tracé una frontera bien clara: atendía a los estudiantes en mi horario de consulta semanal (obviamente con alguna flexibilidad para aquellos que no podían asistir a mi hora de consulta porque tenían otras clases o trabajaban en ese momento). También podían contactarme por email o al teléfono de mi trabajo y contestaba en horario de trabajo. Los llamados siempre debían realizarse a mi oficina, jamás a mi celular personal (número que, obviamente, no daba). Y algo más: tampoco daba mi número de celular a las autoridades de mi institución. Solo conocían el número de mi teléfono de línea particular. Si me querían llamar por algún motivo urgente podían hacerlo a ese número (pero jamás a mi móvil). También podían hacerlo a mi email si de verdad era urgente. Caso contrario, todo podía esperar hasta el día siguiente. ¿Por qué nos empeñamos obsesivamente en estar conectados y disponibles las 24 horas del día?
Entiendo que muchos colegas pueden no tener estas opciones y sus instituciones pueden organizarse a través del Whatsapp o mensajes de texto. Es más, pueden exigirles que les den su número de móvil. Esto acarrea muchos conflictos. Sin embargo, sigo pensando que hay que marcar límites. En este caso, el cuerpo de profesores debería acordar con las autoridades la forma y tiempos en que los mensajes o llamados de trabajo deben realizarse. Las autoridades deberían considerar el nivel de saturación que todos sufrimos con tantos mensajes que se podrían evitar y las consecuencias que esto tiene en nuestra labor y en nuestra “sanidad mental”.
Respecto de las actividades de clase en sí, aproveché al máximo las posibilidades que me ofrecía la plataforma Blackboard, que era la LMS que usábamos en mi institución. Me organicé para que muchas cosas se pudieran corregir en forma automática a través de ella y recibir los resultados sin demasiado esfuerzo de mi parte.
En otras situaciones en que era imprescindible corregir (caso de una entrada en un blog o composiciones cortas en un curso de escritura, por ejemplo), tomé varias decisiones:
1) Las consignas para las composiciones se daban en línea, con ejemplos y ejercicios de "precalentamiento" interactivos obligatorios y con instrucciones claras. Esto tenía por fin que los estudiantes fueran aprendiendo a estructurar su trabajo en forma independiente y entendieran también cómo y en qué los íbamos a evaluar.
2) Una vez devueltas las composiciones corregidas (que los estudiantes habían entregado en papel y en clase como condición de ser evaluados –y de esta forma, evitar las ausencias-), venía una fase de “análisis reflexivo de los errores más comunes”. En un comienzo, lo había hecho en clase, pero me di cuenta de que se podía hacer algo mucho más enriquecedor en línea. De forma que transferí esa tarea para hacerla en forma automática en forma externa. Organicé módulos interactivos con los errores más comunes y frecuentes que habían ido apareciendo en las escrituras de todas las composiciones a lo largo de varios años. Después de recibir su composición con mis comentarios, el estudiante debía ir a Blackboard y completar ejercicios de revisión de errores. Estos venían con explicaciones teóricas con aproximación visual cognitiva y con ejercicios prácticos de reflexión y reforzamiento.
3) Con los blogs, la plataforma me permitía también revisar las entradas desde cualquier dispositivo y hacer mi evaluación del contenido y la forma desde casa o mi oficina y enviarles mis comentarios en línea también. Para esto, desarrollé consignas e instrucciones con ejemplos, y con una lista de las rúbricas de evaluación. De esta forma, los estudiantes sabían desde el comienzo qué tendría en cuenta a la hora de evaluar sus trabajos escritos y empezaron a esmerarse con su calidad. Obviamente, tuve que alentar a mis colegas menos experimentados para que se familiarizaran con el modelo y estuviéramos todos en sintonía. Para esto también hice un módulo para consensuar y unificar criterios de evaluación.
4) La plataforma me permitía ver qué estudiantes accedían a todo el material en línea y por cuánto tiempo. Todo este trabajo en línea significaba para el estudiante puntos extras que iba recibiendo a medida que iba completando los diferentes módulos. A través de Blackboard, se organizaba todo para que, una vez iniciado el curso, la participación del alumnado en las tareas previas y posteriores a las composiciones se evaluaran en forma automática. Este punto resultó de importancia capital, porque pronto noté que muchos estudiantes eran renuentes a completar los módulos. La nota extra fue un incentivo para los más perezosos.
Al entrar a clase, yo ya sabía quiénes habían visto el material y trabajado con él con un simple vistazo en la pantalla de mi plataforma. Los estudiantes debían entender que yo partía de esa información para desarrollar la clase y que, de no hacerlo, no podrían participar de las actividades grupales. Esto se hizo evidente muy tempranamente, y pronto comprendieron que era de vital importancia hacer esos ejercicios antes de la clase.
Mientras tanto, en las clases presenciales solo se hacían tareas comunicativas y juegos para activar todo lo que ellos habían visto fuera. Obviamente, podíamos debatir y aclarar dudas si había algo que no habían entendido, pero nuestros encuentros eran siempre eminentemente prácticos: role plays, entrevistas, competencias, juegos, presentaciones, etc. La teoría quedaba siempre asignada para revisión fuera de clase en los módulos preparados ad hoc.
5) Con los años, también me di cuenta de que era necesario enviar mensajes claros con las instrucciones de las tareas que debían realizar para la reunión siguiente. En un email colectivo, que todos recibían ni bien terminaba la hora (y que yo habilitaba automáticamente), se explicaba qué tareas tenían que preparar para el próximo encuentro. Así, solucionábamos el eterno problema: la misma información estaba disponible por escrito para todos –inclusive para aquellos que habían estado ausentes- y al mismo tiempo. Se eliminaban las excusas de que "no sabían qué tenían que hacer porque habían faltado o habían entendido mal las instrucciones en clase".
Estos mensajes se fueron ajustando año a año y terminaron sistematizados y archivados también (los reiteraba de año a año con variantes, según el grupo y las tareas que iba modificando o agregando, por lo que no perdía tiempo redactando instrucciones). Al comenzar el semestre, yo ya sabía de antemano los mensajes tentativos que enviaría en cada semana, según el tema de la clase. Por supuesto, a veces era necesario ajustar alguno, dependiendo de cómo el grupo había ido trabajando y los problemas que había tenido. Pero en lo sustancial el esquema era el mismo de año a año.
Como se ve, seguí una disciplina casi prusiana que me permitió organizarme y priorizar mis actividades. Esta disciplina férrea que me autoimpuse me permitió no gastar energía inútilmente. Sistematizarme y no repetirme fue mi mantra.
Por otra parte, debí ser estratégico en el desarrollo de los materiales (como se podrá ver en los materiales de mi sección de gramática). Los diseñé de forma que pudiera luego "reciclar" imágenes y animaciones en otros niveles, o para otros temas. Así, por ejemplo, si para enseñar el imperativo había diseñado un módulo con algunas animaciones, me permitía adaptarlas para el módulo del subjuntivo si estas me eran útiles.
Los dibujos y ejercicios se podían ajustar al nuevo tema sin mayores dificultades. La tecnología me permitía cortar y pegar las slides de una manera rápida y económica, con leves adaptaciones. El "reciclado con ajustes" fue mi otro objetivo. Nada de empezar de cero. Todo podía -y debía- programarse para que se pudiera adaptar en otras situaciones o temas. De esta forma, mis materiales se fueron armando como un “mecano”, en donde una slide o una animación (y hasta un audio con mi voz) me podían servir para otros módulos.
Finalmente, un punto fundamental que no debemos olvidar. Experimentar con la tecnología lleva tiempo y puede producir muchas frustraciones. No cabe duda de que debemos aprender a desarrollar nuestras habilidades para manejar los programas y aplicaciones con solvencia, seguridad y prontitud. Pero también, el uso que hacemos de ella debe hacerse de a poco. Tomemos aspectos concretos y trabajemos sobre ellos. De a poco, cada año, vamos agregado algún elemento nuevo que se añadirá a nuestro gran archivo de actividades y vamos formando y mejorando nuestros módulos. ¡A no desesperar! Internémonos en ese terreno con paso firme pero cuidadoso para no caer en arenas movedizas y morir en el intento. En resumen, hagamos respetar nuestro tiempo y aprendamos a ser sagaces en el desarrollo y diseño de nuestros cursos, con paciencia, disciplina y constancia.
Brisbane 15/09/2018.
Si yo me veo al espejo y me veo feo, ¿qué hago? ¿Rompo el espejo? ¿Me hará eso más apuesto? El espejo no tiene la culpa de mi fealdad. Por más que lo destruya, no va a cambiar mi aspecto. Algo parecido ocurre con la lengua. Si no nos gusta la fealdad que refleja de la sociedad, ¿al cambiarla cambiará nuestra fealdad?
La imagen viene a cuento a raíz de un debate intenso que, en los últimos tiempos, parece inacabable a lo largo y ancho de las geografías de nuestro idioma: “¿Es nuestro idioma sexista? ¿O en realidad lo son nuestras sociedades y el lenguaje las refleja?” Al fin de cuentas, la lengua retrata lo que la sociedad es y cómo esa sociedad mira y SE mira. Pero si la sociedad cambia, la lengua, sin duda, también lo hará para describir con mayor precisión esos cambios.
Hace unas semanas, circuló en Australia un informe que señalaba cómo algunas universidades del país supuestamente bajaban la calificación de los trabajos estudiantiles si estos no se ceñían a las pautas estipuladas en sus guías del lenguaje inclusivo. En efecto, muchas instituciones educativas australianas promueven una política de lenguaje inclusivo, No se habla de "when man conquered the moon", sino que se sugieren otras formas. Ya no más "man", "mankind", “workmanship” o “chairman”, sino "humankind", “spokesperson” o “chairperson” (véase el “Inclusive language guide” de la Universidad de Flinders), aun cuando, como señala Roly Sussex, profesor emérito de Lingüística Aplicada de la Universidad de Queensland (Brisbane, Australia) en una reciente columna del suplemento QWeekend de The Courier Mail, la expresión “man” de algunas de estas palabras es una antigua forma del inglés antiguo que no tiene nada que ver con el género. Con una antigüedad de más de 1000 años, “mann” o “monn” solo significaban “persona” o “humano”. Esto también queda atestiguado en el origen del término “woman”, que derivaría de wif (femenino) y mann (persona). Esto es: una “persona femenina”.
Una cosa es el lenguaje de verdad inclusivo, con el fin de que todos se sientan parte de la comunidad y otra muy distinta es inventar ascendencias lingüísticas que desnudan nuestra propia ignorancia y nos meten en un “berenjenal” del que salimos todos lastimados. Esto me recuerda aquellas visiones extremistas que estigmatizan palabras como “manual” o “manager” –que en realidad se originaron en el latín manus- porque creen ver una “conjura masculina” (con referencia a esto, véase el interesantísimo trabajo del académica Ignacio Bosque).
¿Se podrían establecer algunos lineamientos con el lenguaje inclusivo en español? Por supuesto. No obstante, debemos considerar algunas limitaciones que tiene la propia estructura de nuestra lengua. Si bien la Academia define en su diccionario el término “hombre” como “ser animado racional, varón o mujer”, podríamos apelar a expresiones tales como "la humanidad”, “el género humano” o "el ser humano". Puede ser esta una buena medida para, de verdad, ser más abarcadores y conscientes de ciertas estructuras mentales e ideológicas que se esconden detrás de algunas expresiones en apariencia inocentes. Aun así, cualquiera de los términos que elijamos tendrá uno u otro género: “humanidad” es femenino, mientras que “ser humano” es masculino. ¿Estamos dejando de lado a una parte de la población al usar una u otra? No me parece. Los términos son lo suficientemente genéricos como para que todos se sientan incluidos.
Sin embargo, en los últimos días, en algunas geografías se ha despertado una furibunda reacción contra el género gramatical de nuestra lengua, confundiéndolo groseramente con el género biológico. Se nos sugiere que digamos disparates antieconómicos como "alumnos y alumnas" (o dislates peores como “les alumnes”). Cualquiera de nosotros que tiene que escribir instrucciones o un párrafo de esa manera verá que dos líneas se transforman en cinco (y si no, veamos la Constitución de Venezuela que pasó de tener 100 páginas a casi 600 por este malentendido). La lengua es económica. Si nos embrolláramos en semejante exceso, terminaríamos en oraciones infinitas imposibles de seguir. Me preocuparía más por el hecho de que haya igualdad de género de verdad en nuestras geografías, como señala la académica mexicana Concepción Company (en Elisa Álvarez).
Hagamos una prueba. Pidámosles a 10 niños pequeños que dibujen "a la persona que recoge la basura" o "a la persona que los atiende en un hospital cuando están enfermos". Así veremos que una gran mayoría dibujará a un hombre como basurero o médico y a una mujer como enfermera o secretaria. Cuando nos acostumbremos a ver en ciertas profesiones a más mujeres, y empecemos a acostumbrarnos a ver que cualquier profesión puede ser ejercida por cualquier género, seguramente los hablantes del español encontrarán una forma para poder describir ese hecho. Pero eso saldrá de una convención que elegirán todos los hablantes y llevará su tiempo hasta que los “ojos hispanos” se acostumbren a ese contexto. No se impondrá por una directiva que venga desde un grupo de “iluminados” por la “vía rápida”. Los cambios impuestos son tan etéreos como el aire que respiramos. Eso sí, me parece bien que se les haga observar a los estudiantes algunas de estas cosas y que se les pida hacer el esfuerzo con las normas que la propia lengua tiene y evitar, al mismo tiempo, nuestros propios prejuicios (Hace unos días escuchaba a un locutor en una radio argentina decirle a su audiencia que sus colegas femeninas presentarían su columna en la primera hora de programa porque “en la segunda media hora tenía él unas notas importantes” –como si lo que ellas iban a decir no lo fuera-.).
Cuando se le habla a un chico sobre "su novia" o a una chica sobre "su novio", se están asumiendo ciertas conductas sexuales del interlocutor. Pero a la vez ciertos prejuicios propios de quien habla. ¿Por qué tenemos que "asumir" que el chico tendrá una novia o que la chica un novio? ¿Qué dice eso de nosotros? Ni tenemos por qué asumirlo ni nos tiene por qué importar. No obstante, si la conversación se da, podemos hacernos la vida más fácil para no poner a nuestros interlocutores en una situación incómoda ante nuestros propios prejuicios, a la vez que los hacemos sentir más incluidos. Podemos hablar entonces de "la pareja". Esto, en ciertas circunstancias, se puede hacer. Pero eso de hablar con una x, una arroba, o una “e” e inventar un idioma extraño que impide la comunicación es ir demasiado lejos.
Cuando ponemos atención a cómo hablamos nosotros mismos, podemos ver cómo las cosas que decimos y cómo las decimos dejan al descubierto nuestras aprensiones y convencionalismos (como lo hacía el locutor que mencionaba más arriba). Algunas las podremos cambiar y, seguramente, nos va a llevar a ser un poco más flexibles y comprensivos luego en nuestra vida cotidiana. Esta práctica reflexiva nos va a poner en otra esquina y hacernos ver las cosas desde otra perspectiva. Ahora, que no se nos pida que inventemos una morfología nueva de la nada, porque eso es entender el "lenguaje inclusivo del español" es una manera más que errada. Eso es sacar de la galera una forma estrafalaria que no existe y que no tiene correlato con la historia y la estructura de nuestro propio idioma.
Referencias:
Álvarez, E. (2018). “Concepción Company: «El lenguaje inclusivo es una tontería»”. La Voz de Galicia. 05/01/2018. Disponible en: https://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2018/01/05/lenguaje-inclusivo-tonteria/0003_201801G5P34991.htm. Consultado 01/08/2018.
Bosque, I. (2012). “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer”. Disponible en: http://www.rae.es/sites/default/files/Sexismo_linguistico_y_visibilidad_de_la_mujer_0.pdf. Consultado 01/08/2018.
Flinders University. “Inclusive language guide.” Disponible en: http://www.flinders.edu.au/equal-opportunity/tools_resources/publications/inclusive_language.cfm. Consultado 01/08/2018.
Sussex, R. (2018). “Not every man is a male order”. Qweekend. The Courier Mail. Brisbane, 11 de agosto (25).
Brisbane, 15/08/2018
Hace poco tuve la oportunidad de ver una interesantísima presentación de la profesora Noemí Domínguez García, de la universidad de Salamanca. En ella, planteaba una distinción notable entre los conceptos de multilingüismo y plurilingüismo.
Hasta la implementación del Marco de referencia para las lenguas extranjeras en su versión del 2001, cuando hablábamos del primero, nos referíamos al conocimiento de varias lenguas o la coexistencia de distintas lenguas en una sociedad determinada. Esto se podía lograr “diversificando las lenguas que se ofrecen en un centro escolar en un sistema educativo concretos, procurando que los alumnos aprendan más de un idioma extranjero o reduciendo la posición dominante del inglés en la comunicación internacional” (Marco, p.4).
A partir del Marco (y sobre todo de su anexo de 2017), se comenzó a hablar de “plurilingüismo”, entendiendo a este como “el desarrollo de una competencia comunicativa a la que contribuyen todos los conocimientos y las experiencias lingüísticas y en la que las lenguas se relacionan entre sí e interactúan” (Marco, 4).
Pasamos así de un conocimiento en compartimentos estancos a otro en el que las lenguas dialogan entre sí, aprovechando estrategias del aprendizaje de nuestra primera lengua extranjera para aplicarla en otra (sea esta extranjera o nuestra propia L1). La incorporación de una competencia pluricultural y la creación de un repertorio plurilingüe y pluricultural es, para la profesora Domínguez, el objetivo hacia la que debemos apuntar en nuestras clases.
Respecto de estos últimos puntos, mientras escuchaba su presentación, me preguntaba hasta qué punto la reflexión sobre la manera de ver el mundo en una lengua –a través de su gramática, por ejemplo- no es también una forma de comenzar a fomentar ese repertorio que la profesora mencionaba. Cuando meditamos sobre la manera en que una L2 conceptualiza el mundo y la contrastamos con la(s) otra(s) lengua(s) que estudiamos y con nuestra L1, ¿no estamos fomentando esa “competencia pluricultural” que se menciona? Y aquí viene algo que me viene dando vueltas en la cabeza desde hace tiempo: ¿hasta qué punto una buena reflexión gramatical contrastivo-cognitiva, por ejemplo, no es una buena forma de acercarnos, como punto de partida, a esa competencia y repertorio pluriculturales a los que la profesora Domínguez aludía?
Mi pregunta viene a cuento porque, aun cuando esto se sugiere desde la teoría, seguimos viendo colegas, libros y cursos en donde se separa lengua y cultura como si la "lengua" fuera otra cosa. Sigo viendo a profesores poniendo un punto y aparte en lo “lingüístico” para pasar a la "clase de cultura". Así, se pierde una oportunidad maravillosa de adentrarse en aspectos culturales a partir de la lengua. Sigo viendo a profesores que me preguntan: “¿Qué enseñas: lengua o cultura?”. La pregunta me abruma y me aburre.
Se ha debatido y escrito ya tanto sobre el concepto de "cultura" (si con c, si con C, sin con K) que no creo que sea necesario debatir eso otra vez aquí (ver Miquel y Sans 1992). Pero pese a eso me siguen sorprendiendo las prácticas docentes (y si nos descuidamos, hasta el material propuesto por las propias editoriales). Mirar con atención cómo muchos textos trabajan estos aspectos en cada capítulo de sus manuales es de por sí una experiencia sorprendente. Si hablan de “reflexionar”–y tengo aquí delante un texto editado en España muy famoso por estos lados-, se refieren a la reflexión puramente gramatical: cómo usar determinado tiempo verbal, con su múltiples significados (epistémicos, deontológicos, etc.). Pero no se parte de una reflexión que nos lleve a mostrarle al estudiante cómo conceptualizamos el tiempo en español (que puede ser igual o diferente a L1) y que puede ser, además, un punto de partida extraordinario que despierte el interés por entender todo lo que hacemos y producimos en el día a día y lo que hemos hecho a lo largo de nuestra historia cultural.
Nuestra relación con el tiempo está presente en la forma en que hemos recortado los distintos momentos. En nuestra cultura –en realidad, en la cultura occidental- el concepto de futuro, por ejemplo, está siempre delante (y de hecho en español tenemos la perifrástica con ir, indicando que nos dirigimos hacia un punto en el horizonte: “voy a ir mañana a la universidad”). Toda nuestra producción literaria, artística gestual -y hasta nuestros dichos- nos habla de un futuro que está delante, esperándonos. ¡Pero hay lenguas, como el aymará, para las que el futuro está detrás y el pasado delante! ¿Cómo se organizan entonces los tiempos verbales en esa cultura? ¿A qué formas verbales se recurre y cómo se metaforiza el tiempo en ella? Imaginemos todas las cosas que podemos aprovechar de ese conocimiento si analizamos con atención lo que eso implica y lo extendemos a gestos, canciones, arte, religión, etc.
Otro ejemplo: el uso del “se” pasivo que borra o difumina el sujeto de la acción. El hecho de que podamos decir “el jarrón se rompió” vs “rompí el jarrón” nos permite, en español, borronear o difuminar nuestra responsabilidad, no hacernos responsable de nuestros actos. En nuestra lengua podemos distinguir cosas que son accidentales de cosas que son intencionales. En inglés, en cambio, esto no sucede de la misma manera.
¿Qué implicancias tiene esto en nuestra manera de ver el mundo y de movernos en él? Hace poco veía una presentación TED abreviada muy interesante de Lera Borodisky que un colega me acercó. La versión mucho más completa (y que recomiendo) puede verse aquí:
En ella, la investigadora precisamente señala algo que pocas veces aprovechamos en clase: destacar la manera en que podemos construir gramaticalmente un hecho y que explica mucho la forma en que nos movemos y actuamos en el mundo. En un experimento que se llevó a cabo con personas que hablaban lenguas en donde se podía omitir el agente de la acción, nos dice, se propuso mostrarles imágenes en donde había hechos accidentales e intencionales. En esos casos en donde aparecían fotos de una persona junto a un jarrón al que rompía con fuerza o al que rompía por accidente, los hablantes del inglés producían frases del estilo “He broke the vase” en ambos casos, en tanto, los hablantes del español distinguían “Rompió el jarrón” vs “el jarrón se rompió”. Esto es, los hispanos solo decían quién lo había hecho cuando era intencional, pero cuando era accidental tendían a omitir al agente de la acción y usaban la frase con “se”, focalizando así más en el resultado. Y esta no es una sutileza menor, porque puede tener implicancias en cómo ciertos testigos recuerdan un hecho.
El paso siguiente consistió en preguntarles qué persona estaba involucrada en la acción. Así, descubrió algo interesantísimo: cuando era intencional, los hablantes del inglés y los del español recordaban quién lo había hecho. Sin embargo, cuando era accidental, los que identificaban al agente con más propiedad eran los hablantes del inglés, por cuando en su lengua, la estructura típica los obliga a identificarlo: “Peter broke the vase”. Pero si se cambiaba la pregunta y se interrogaba sobre si lo visto había sido un accidente, los hablantes del inglés no resultaban tan precisos. Al fin de cuentas, en estas situaciones, la estructura de su lengua les marca de una manera mucho más fuerte al sujeto de la acción y pone en segundo plano el resultado. ¿Qué implicancias tiene todo esto? Si tenemos testigos de ambas lenguas viendo un hecho objetivo, ambos lo recordarán en forma muy distinta, porque la lengua en la que se han criado los moldea para focalizar en las cosas de una cierta manera.
En una segunda instancia, se bombardeó a los hablantes del inglés con frases del estilo “la tostada se quemó” (“the toast burned”) y luego se reiteró un ejercicio similar con los mismos vídeos y notó algo fascinante: los hablantes del inglés comenzaron a prestar menos atención a quién lo había hecho y a recordar mejor el resultado. Ese bombardeo lingüístico había tenido un efecto en cómo hablaban de esos hechos. En efecto, empezaron a “verlos” desde otra perspectiva.
Y esto que ejemplifica con esta estructura se hace presente en la estructura de nuestra propia lengua en todo momento. Arrancar de la lengua –sin poner “puntos y apartes”, como muchos lo vienen haciendo en clases y libros- es una experiencia que hace que la clase fluya de una manera mucho más natural y coherente. No le estamos pidiendo al estudiante que cambie su punto de vista, sino que entienda el nuestro y que pueda usarlo en su trato diario con hablantes del español, para que se mueva en nuestra cultura con soltura. Lo que estamos fomentando entonces es “ampliar” su perspectiva de mundo –fenómeno mucho más enriquecedor- y de verdad pluricultural. Le estamos haciendo entender la estructura ideológica de la lengua (de la L2, pero también de su L1) y, a partir de ella, todo lo que nuestros pueblos producen.
Referencias:
Consejo de Europa (2001). Marco común europeo de referencias para las lenguas: Aprendizaje, enseñanza, evaluación. https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/marco/cvc_mer.pdf
Council of Europe (2018). Common European Framework of Reference for Languaes: Learning, Teaching, Assessment Companion. https://rm.coe.int/cefr-companion-volume-with-new-descriptors-2018/1680787989
MIQUEL, L. y SANS, N. (1992), “El componente cultural: un ingrediente más en las clases de lengua”, Cable, 9. Una versión disponible en internet: http://www.educadores.diaadia.pr.gov.br/arquivos/File/2010/artigos_teses/LinguaEspanhola/Elcomponentecultural:uningredientemasenlasclasesdelengua.pdf
Brisbane 15/7/2018.
Algo que me sorprende de muchas de muchas nuevas aproximaciones pedagógicas que nos inundan, sugiriendo innovaciones y cambios cada vez con mayor rapidez, es la presencia de un discurso que parece concebir a las personas como meros consumidores de mercancías culturales. ¿Me estaré poniendo viejo y será que me niego a aceptar “las nuevas tendencias educativas”? No lo creo. Me preocupa en muchas de estas nuevas aproximaciones cierto discurso –al que yo llamo “esquizofrénico”- que parece haberse instaurado en la academia, que se acepta sin discusión, y que promueve cosas tan contradictorias como estas:
-Se nos habla de la importancia del trabajo cooperativo porque este promueve la solidaridad y es además una alternativa al trabajo individual y a la competición. “Los alumnos que no compiten tienen una mejor salud mental”, nos decía desde las páginas de El País hace un tiempo el pionero del aprendizaje cooperativo, David Johnson. Por otro lado, otros nos hablan de la importancia de la “gamificación” (palabra horrible si la hay) que implica muchas veces un trabajo individual y altamente competitivo.
-Se nos habla de “flipped classroom”, un sistema que fue creado –no lo olvidemos- por profesores de ciencias para ayudar a los estudiantes con una clase presencial más dinámica y práctica y no aburrirse con los aspectos teóricos de las llamadas “asignaturas duras”. Se trata de que todos los alumnos aprendan en su casa los mismos contenidos mediante los mismos vídeos y audios y luego vayan a la escuela a trabajar, practicar lo aprendido, compartir conocimientos, aplicar la teoría en proyectos y dinámicas… Por otro lado, se nos habla de la enseñanza personalizada. ¿No resulta todo esto un poco contradictorio respecto de los postulados del “flipped classroom” si a todos se los expone a lo mismo en línea? ¿En dónde queda la “personalización” tan mentada?
-Algunos pedagogos de renombre señalan que la incorporación y uso de plataformas en nuestros cursos "favorecen a los estudiantes más tímidos" y abogan por más cursos en línea, porque allí está el futuro. ¿De verdad los favorece? ¿O en realidad lo que estamos haciendo con estas plataformas es fomentar todavía más la timidez, el aislamiento y el encapsulamiento? No sé en dónde estarán trabajando estos colegas, pero mi experiencia de décadas en la docencia me dice que cada vez más hay estudiantes que no saben interactuar con una persona frente a frente. Podría citar ejemplos concretos en mis cursos. Cuando llega el momento de intercambiar opiniones e ideas algunos estudiantes se quedan por el camino, mudos, mirando perplejos la cara del otro –a la que, por otra parte, no saben ni siquiera leer, como he dicho en otra oportunidad-. Este hecho solo implica que pensemos en cómo introducir una tecnología que no sea “intrusiva”, sino que nos ayude no solo en nuestra área específica sino también en algo más amplio: en formar seres sociales, empáticos y buenos ciudadanos.
-Desde hace años venimos hablando de aprendizaje basado en proyectos y por otro lado se nos presenta como gran innovación un “integrated performance assessment” que, para muchos de nosotros, suena a casi lo mismo pero con distinto nombre. Esto me lleva a preguntar si no estaremos llegando al límite con las supuestas “innovaciones” en la educación. Casi todos los años nos llegan noticias de algo nuevo que deberíamos implementar porque será la maravilla que nos solucionará todos los problemas. Se nos habla ahora de la época “posmétodo” y, sin embargo, seguimos hablando todo el tiempo de nuevos métodos. Más que “pos” (que suena muy bien en épocas en donde todo parece tener ese prefijo) prefiero el humilde, viejo y querido “eclecticismo” de siempre.
-Se nos habla sobre la incorporación o no de la gramática en clase (cuando durante años esa palabra era un gran tabú), pero no debatimos qué gramática enseñar. Deberíamos replantearnos antes qué entendemos cuando hablamos de “gramática”. ¿Cuál enseñar? ¿Normativa? ¿Tradicional? ¿Cognitiva? Esto es algo que cada uno de nosotros debe replantearse y debatir con su grupo de trabajo más cercano para buscar y mantener una coherencia interna de nuestros cursos. Algunos colegas me han señalado las contradicciones que hay inclusive dentro del mismo equipo de profesores de un programa respecto de este tema y cómo la trabaja (o no) cada uno.
Desde muchas de las políticas educativas de nuestros países tengo la impresión de que se nos propone muchas veces una visión utilitaria de la educación (aunque no se diga de forma abierta): preparar mano de obra y consumidores. Y a veces siento que la academia persigue el mismo fin de la mano de muchas compañías editoriales que nos quieren vender sus proyectos en forma abierta o solapada (muchas veces, a través de cursos organizados por esas mismas editoriales para convencernos de las bondades de su fondo editorial). Podría contar una experiencia increíble que tuve hace un tiempo con una editorial norteamericana que prácticamente había tomado control de mis cursos a través de su plataforma y su “aprendizaje adaptativo” (otro adjetivo que se reitera, junto con “inteligente”), pero eso lo dejo para otra oportunidad. Por otro lado, hay una visión –que suscribo- más humanista y amplia que apunta a formar personas críticas (1) que seguirán aprendiendo a lo largo de su vida en forma autónoma y en diversos momentos, marcados siempre por cambios constantes, y (2) que serán útiles a su entorno para hacer de este un lugar más justo, empático y equitativo. Y en este debate quedamos encerrados nosotros, los profesores, que somos lo que estamos al frente de la clase y debemos tratar de compatibilizar todos estos tironeos pedagógicos y de políticas educativas en las que quedamos encerrados. Seamos críticos en serio, cuestionemos aquello que se nos quiere vender como original y que en realidad no lo es, trabajemos en forma coordinada con nuestros equipos de trabajo para analizar con cuidado las contradicciones y démosles un tratamiento coherente. Separemos “la paja del trigo” y, como diría Aristóteles, “todo en su justo medio”.
Referencias.
Torres Menárguez, Ana. “Los alumnos que no compiten tienen una mejor salud mental” (Entrevista a David Johnson) . El País, 3 de octubre de 2017. Consultado el 10 de abril de 2018. https://elpais.com/economia/2017/10/02/actualidad/1506942650_496359.html
Brisbane, 15/06/2018.
En una anterior entrada, planteaba las dificultades que se presentan entre el tipo de actividades que desarrollamos para trabajar ciertos temas (en este caso concreto, el tiempo condicional y la cláusula condicional con el verbo en subjuntivo) y el impacto que tiene el aprendizaje de estas estructuras entre nuestros estudiantes debido a la carga cognitiva que implica.
Es verdad que algunos manuales de enseñanza editados en Estados Unidos introducen algunas formas aisladas del tiempo condicional simple en etapas introductorias (por lo general circunscripto a formas como “gustar” o “encantar” para indicar planes o deseos: “Me gustaría/encantaría ir a la playa este fin de semana”). No obstante, un uso más profundo y extendido del condicional se da en etapas posteriores. Y así lo recomienda el Instituto Cervantes en su Plan curricular, recomendación que siguen, por lo general, los manuales editados en la península:
Para el B1
Condicional de cortesía: "¿Podría hablar contigo?"
De modestia: "Yo diría que eso no es para ti."
Sugerencia con verbos modales: "Deberías ver menos televisión."
Para el B2
Probabilidad en el pasado: "Serían las 5:00 cuando llegó."
Futuro del pasado: "Dijo que vendría."
Hipótesis en condicionales irreales: "Si pudiera, iría."
Valor desiderativo o influencia: "En tu lugar, yo iría al médico./Me comería una hamburguesa ahora mismo."
El problema es que cuando se introduce el condicional con hipótesis en situaciones irreales el procesamiento de esta información requiere que el estudiante tenga un ojo en la oración principal (mientras su cerebro intenta conjugar el condicional en su persona y número adecuados) y el otro en la subordinada (mientras trata de conjugar la forma de subjuntivo), lo que puede provocar confusiones serias debido a la incapacidad de almacenar tanta información junta al mismo tiempo. La cuestión pasa entonces por reducir esta carga cognitiva y evitar la atención dividida que ocurre cuando se deben integrar mentalmente múltiples fuentes de información.
Mi propuesta es que, al introducir el condicional, explicitemos con claridad desde el comienzo la dimensión hipotética que esta forma incorpora en el discurso. Para esto, con nuestros gráficos, dibujos y animaciones, podemos mostrar cómo se abre esa forma hipotética (para un ejemplo de esto, ver el enlace al “condicional” entre mis materiales de gramática). Se parte de una forma prototípica: gustos y preferencias/suposición o expresión de deseo y planes (que ya deberíamos haber introducido con anterioridad). Subrayo lo de “dimensión hipotética” porque nos serviría como explicación para casi todas las funciones que veríamos a posteriori. Así, poco a poco, podríamos in adentrándonos en otras situaciones, siempre destacando esta idea “hipotética” que conlleva esta forma verbal. Propongo estas ideas que podría servirnos para organizar este tema a lo largo de nuestros programas:
Primera aproximación: Gustos y preferencias supuestas/hipotéticas (con verbos de gustos y preferencias)
-¿Qué te gustaría/encantaría/preferirías hacer el fin de semana?
-Me gustaría/encantaría/preferiría…
-¿Qué podrías hacer con un iPod que no podrías hacer con un teléfono con el sistema androide?
Aquí se plantean las suposiciones o “hipótesis” con modales y se podría mostrar un globo que sale de la cabeza del personaje en donde se lo ve “imaginando” las cosas hipotéticas que le gustaría hacer. Esto nos daría un poco de “aire” y nos permitiría salir de la “inmediatez” de la clase y embarcarnos en un futuro hipotético: “Este próximo fin de semana me encantaría ir a…”
En todo momento, los colores son fundamentales para recordarle al estudiante que eso no es “una realidad” sino un “hecho hipotético”. Las figuras podrían estar en sepia o cualquier otro color plano que indique que estamos ante una dimensión diferente, opuesta a la colorida imagen del personaje en el presente “real”. Al comienzo, los modales y verbos de gustos y preferencias deberían ser unos pocos para tener la situación lo suficientemente controlada. En efecto, el estudiante no tiene que pensar más que en un puñado de verbos: gustar/preferir/poder, y con escasos irregulares.
Paso 2: Pedidos o sugerencias corteses.
A partir de imágenes mudas con diversas situaciones, los estudiantes deberían elaborar peticiones corteses. Otra vez, se puede dividir la clase en dos grandes grupos. Podríamos darles 10 segundos para decir la mayor cantidad de formas (formales e informales). Aquí se hace necesario introducir algunas fórmulas introductorias: “podrías”, “te molestaría”, “sería tan amable de”, “querrías…” “me harías el favor de”, etc. Una vez más, se abre una “dimensión hipotética” para marcar esa distancia de cortesía que ponemos al hacer un pedido. Dada una situación/imagen, el estudiante debe imaginar peticiones usando diversas fórmulas corteses. Aquí hay que tener mucho cuidado para que no se vean en la necesidad de usar el condicional compuesto todavía. Se pueden mostrar imágenes como las siguientes:
(https://zhidao.baidu.com/question/100783336 http://slideplayer.com/slide/7065511/)
Paso 3: Probabilidad en el pasado
Se pueden mostrar escenas “en el pasado” y a continuación, unas personas hipotetizando acerca de lo ocurrido. Un ejemplo, como el que sigue, ilustra a qué me refiero:
Las imágenes 1 y 2 plantearían el contexto y los estudiantes deberían “hipotetizar” acerca de qué podría haber en esa caja, quién se la podría haber dado, para quién podría ser, etc.. La consigna sería: “¿Qué hipótesis pueden proponer para semejante imagen?” (como aparece en la imagen 3) y de esta manera elaborar un juego en el curso. Así, dos equipos deberían ir proponiendo hipótesis a diferentes situaciones que irán apareciendo en pantalla. Gana aquel equipo que pueda dar la mayor cantidad de hipótesis correctas gramaticalmente. Las situaciones “en pasado” podrían ser una mujer triste leyendo una carta, la imagen de gente demostrando miedo, unas personas haciendo cola, etc.
Otra posibilidad es hacerles escuchar una historia (misteriosa, policial, etc.) con sonidos solamente. La consigna debería contextualizar muy bien la historia para obligarlos a usar el condicional simple. Por ejemplo: “Esto es lo que le pasó a un amigo mío la semana pasada.” Escuchamos el audio y en determinado momento lo detenemos y preguntamos: “¿En dónde estaría golpeando? ¿Quién estaría golpeando la puerta? ¿Qué habría dentro de la casa misteriosa? ¿Cómo sería? ¿Qué tendría?”, etc…
Paso 4: futuro del pasado.
A partir de situaciones o imágenes con diálogo, los estudiantes deben transformar el discurso directo en discurso indirecto: Me dijo que…Nos dijeron que… Le(s) respondió que etc. Para recordarles que los verbos introductorios son mucho más que “decir”, el profesor debe dar la primera parte. Los estudiantes completan la segunda parte. Ejemplo:
Deberíamos destacar esta transformación del futuro original en el condicional. Y si el futuro tiene una carga hipotética para el presente, el condicional lo tiene para el pasado.
Paso 5: Situaciones hipotéticas sin verbos modales.
-Imagina que ganas mucho dinero en la lotería, ¿qué harías?
-Compraría…viajaría…, donaría…
Habiendo introducido las formas anteriores, pasamos ahora a suposiciones sin formas modales en donde cada verbo debería conjugarse en condicional. Aquí nos podríamos concentrar en verbos regulares primero y en una segunda etapa podríamos introducir los irregulares. Se evita todo uso de cláusulas condicionales. La estructura siempre debe ser “Imagina que… ¿qué harías en esa situación?”. Esto nos permitiría reciclar algunas de las funciones que hemos visto en cursos anteriores. Una vez más, las imágenes mostrarían el pensamiento de la persona en un globo.
Un juego interesante para hacer con toda la clase: En una serie de slides de PPT escribir situaciones diferentes. Dividir la clase en grupos. Cada grupo deberá decir qué haría en esas situaciones que irán apareciendo (grupo A dice situación 1, grupo B dice situación 2 y así sucesivamente). Por ejemplo: “Encuentras una maleta en la calle llena de dinero. ¿Qué harías?” Se debe dar la mayor cantidad posible de respuestas en 20 segundos (Para un ejemplo concreto, ver mi enlace entre los materiales que subidos en la sección de gramática). Con esta actividad, estaríamos ya listos para introducir la próxima función.
Paso 6. Condicional y subjuntivo.
Nótese cómo me he mantenido siempre dentro de ese discurso de “hipótesis” para explicar su función prototípica. Al haber trabajado de esta forma el condicional, podríamos dirigir la atención ahora al uso del subjuntivo. De esta manera, la carga cognitiva de la que hablaba anteriormente se vería reducida en forma considerable. Se podrían hacer juegos como los que he incluido en la sección de gramática, en donde una grilla proyectada en pantalla separa la cláusula subordinada en subjuntivo de la oración principal en condicional.
Estas y otras ideas podrían ayudar a ir trabajando el condicional de forma consistente y coherente a lo largo de nuestros cursos. Nos permitirían, además, preparar a los estudiantes para cuando llegue ese “infausto momento” en que debamos presentar el condicional “en diálogo” con el subjuntivo.
Brisbane, 15/05/2018
Una colega desde Canadá me preguntaba recientemente cómo evaluar los trabajos escritos.
El tema de la conformación de rúbricas para la evaluación es uno de los problemas que nos vuelve como un bumerán una y otra vez. ¿Cómo es posible que haya tantas diferencias entre profesores si todos manejamos un mismo instrumento? La cuestión provoca encendidas discusiones entre los colegas, sobre todo si somos un equipo numeroso e intentamos mantener una cierta coherencia y consistencia en la evaluación.
En todos estos años he probado todos los sistemas (in)imaginables y ninguno jamás me ha dejado satisfecho en forma completa. Creo que la variedad de interpretaciones que hay entre nuestros colegas y cómo estos entienden e interpretan las rúbricas está en la base de las insatisfacciones.
Por ese motivo, se hace perentorio, en primer lugar, organizar en el equipo de profesores unos encuentros antes del comienzo del semestre para poder establecer un verdadero “consensus moderation”. En estas reuniones podemos debatir acerca del significado de cada rúbrica, calibrar nuestros criterios y pasar por la experiencia de corregir con colegas composiciones reales para comparar resultados.
Pero además de esto, se agrega otro problema. Como es importante que estas cosas se hagan antes de que comience el semestre y el personal contratado no cobra su salario hasta que comienzan las clases (al menos aquí en Australia), muchos profesores con contratos temporarios son renuentes a asistir a esas reuniones… ¡porque no se las pagan! Los entiendo perfectamente. El tema de los “contratos temporarios” (cada vez más temporarios) en el ambiente universitario está produciendo serios inconvenientes en el normal funcionamiento de muchos programas y afectando, como nunca antes, nuestra tarea docente ¿Cómo resolver este intríngulis entonces? Un método que nos puede resultar muy práctico y económico es organizarlo en línea para que puedan familiarizarse en forma temprana con los criterios de evaluación sin tener que movilizarse hasta las instituciones para reuniones no pagas.
Mi experiencia personal comenzó con una serie de módulos que desarrollé con explicaciones acerca de qué implicaba cada área o dimensión que debíamos evaluar (se decidió por una rúbrica analítica). En nuestro caso preferimos tener, siguiendo a Eguiluz Pacheco y Vega Santos (https://marcoele.com/descargas/expolingua1996_eguiluz-vega.pdf), no más de cuatro: “adecuación”, “estructura”, “corrección gramatical” y “vocabulario”. Una vez perfiladas estas áreas y diagramadas las bandas con sus descriptores, se siguió con una discusión sobre cómo debía interpretarse cada dimensión, con ejemplos concretos extraídos de trabajos escritos de nuestros propios estudiantes y de semestres previos.
Al charlar con mis colegas, me di cuenta de que cada uno interpretaba estos descriptores a su modo y de ahí la diversidad de resultados que teníamos. Siempre nos encontramos con un colega más “benévolo” u otro que es más estricto. Calibrar estas diferencias implicaba ponernos de acuerdo entre todos sobre qué significaban los indicadores de rendimiento en cada dimensión. Se distinguió un trabajo “excelente” (High Distinction) de uno “muy bueno” (Distinction) de otros simplemente “buenos” (Credit), “regulares” (Pass) o simplemente “insuficientes” (Fail). Estos ejemplos concretos les daban también a los colegas un perfil de dónde se ubicaban ellos mismos en comparación con otros colegas. Que un profesor tenga conciencia de su “benevolencia” o de una “conducta más estricta” en lo referente a sus criterios de evaluación es también parte de este proceso de aprendizaje docente. Reconocer nuestras habilidades y debilidades nos permite ubicarnos frente a la actividad de corrección con mejor perspectiva.
De esta forma, los módulos fueron explicitando cómo se debían entender cada una de estas dimensiones con ejemplos concretos que ponían el acento en cada una de esas áreas en forma individual. Por ejemplo, en tres o cuatro composiciones se evaluaba solo la adecuación primero y se determinaba en qué banda de los descriptores se podían colocar. Luego se seguía con composiciones en donde solo se analizaba la estructura y así sucesivamente. En todo momento, los profesores accedían desde su casa –a través de Blackboard free o alguna plataforma similar-, escuchaban las explicaciones que se habían grabado en cada módulo, leían los ejemplos, los contrastaban con los descriptores y evaluaban con una justificación de su calificación. Luego, seguían otras tareas interactivas con las restantes dimensiones.
Una vez estudiadas las distintas áreas en forma individual, se pasaba a la tarea final: debían evaluar cinco o seis composiciones completas con diferentes niveles para traer evaluadas a una reunión virtual –que se hacía vía Skipe-. Por cierto, los niveles más complejos de evaluar son esos que caen en el límite y con esos se tuvo mayor discusión. Es más fácil identificar un rotundo “Excelente” que evaluar aquellos que caen entre “Excelente” y “Muy bueno” o entre “Regular” y “Bueno”. Esos matices sutiles no son fáciles de discernir. Al principio me negaba a poner medio punto, pero pronto me di cuenta de que debíamos tener esa posibilidad para poder contar con algunos matices y poder hacer algunas distinciones sutiles. Una descripción más completa sobre cómo se hizo todo esto se puede leer aquí (aunque aquí ponemos el acento en lo oral): http://ro.uow.edu.au/jutlp/vol12/iss3/2/
Como decía más arriba, para los criterios generales de corrección de las composiciones, me basé en el trabajo que habían hecho en su momento los colegas Eguiluz Pacheco y Vega Santos, de la Universidad de Salamanca. Un tiempo después nos visitaron algunos colegas de la Consejería de Educación del Gobierno de España y nos trajeron una versión más compleja. Confieso que intentamos seguirla, pero desistimos precisamente por lo complicada que resultaba para el docente, dada la forma en que estaban agrupadas las dimensiones que se proponía evaluar. Entendíamos todo lo que se dice sobre evaluación, pero había que tener en cuenta las limitaciones laborales con las que contábamos: la universidad nos pagaba un tiempo específico por semestre para que se corrigiera cada estudiante en forma individual. En este caso concreto nos autorizaba una hora semestral en total -por estudiante- para corregir 5 composiciones como tareas externas del período de clases. A estos trabajos se agregaban dos composiciones más escritas en clase y sin diccionario, aunque no formaban parte de esa hora. De esta manera, las rúbricas tenían que ser simples, prácticas y económicas para permitirnos corregir de forma rápida.
De todos los usados, el sistema que presento aquí fue el que nos dio mejor resultados hasta ahora, sobre todo por su simpleza (cuatro dimensiones con 7 puntos de máxima para cada una). Al desarrollar una adaptación de la planilla (homogeneicé las 4 áreas con puntos de 3 a 7), redacté un poquito más las áreas de adecuación y estructura, pensando especialmente en las limitaciones de tiempo de los colegas (se verá que la versión española de Eguiluz Pacheco y Vega Santos parece más breve, aunque en la práctica no lo es). Se optó por pocas rúbricas y con un lenguaje simple. No obstante, con los conceptos de “adecuación” y “estructura” nos vimos en la obligación de redactar más detalles porque encontramos que esas eran las áreas que provocaban mayores discusiones. Eguiluz y Vega también redactaron un poquito más esas dimensiones.
Asimismo, se armó una planilla Excel para que los profesores pudieran poner las 4 notas analíticas sobre la base de 3 a 7 (con sus correspondientes medio punto: 3.5, 4.5, 5.5 y 6.5. Obsérvese que lo que sería un Fail quedó con una banda más amplia (de 0 a 3), con el fin de adaptarse a los cutoffs estipulados por nuestra institución, que eran así:
7 = 85, 6 = 75, 5 = 65, 4 = 50, 3 = 45, 2 = 25, 1= 0
Automáticamente la columna final del Excel sumaba las notas parciales y convertía el resultado final a su equivalente sobre 100 –por ser este el sistema que se tenía en nuestra universidad para la evaluación de exámenes-. Al tener la planilla adaptada de esa forma, todo se hacía de manera rápida y automática y los colegas no tenían que andar sumando o dividiendo.
Pero algo muy importante que debemos destacar: para que estas planillas funcionen, se deben identificar en primer lugar las estructuras gramaticales y el vocabulario que esperamos que los estudiantes usen en esas composiciones, teniendo en cuenta el contenido de nuestro programa. Con esto en mente, se diseñaron unas breves descripciones sobre cuáles eran las estructuras que esperábamos que usaran en cada composición de acuerdo con el nivel del curso. De hecho, en las instrucciones y en las actividades preparatorias que les dábamos a los estudiantes, los orientábamos para que incorporaran las que estaban aprendiendo y manejaran así un mayor nivel de sofisticación en sus trabajos escritos. Como ejemplo, para la composición en la que debían narrar un accidente que habían visto o en el que habían participado se describía brevemente qué se debía tener en cuenta:
Relevant functions: Simple recount related to personal experience; backshifting to a past perspective and narrating actions and interactions; sequencing events; supplying basic contextual information, a summary statement/an evaluative comment
Supporting grammar: preterite and imperfect; adverbials of manner, time, sequence, reason; direct and indirect objects; verbs like gustar and encantar; indefinite pronouns; prepositions; evidence of new vocabulary introduced in this lesson; cohesive devices.
Finalmente, lo bueno de todo esto –que parece mucho- es que una vez armado y montado en la plataforma estaba disponible para cualquier nuevo profesor que se incorporara al programa. Cada uno podía hacerlo durante su tiempo libre desde su casa y comparar con los resultados que todos habíamos acordado. Asimismo, esos módulos quedaban armados para los próximos semestres y siempre estaban habilitados para que los colegas pudieran consultarlos en casos de duda. El resultado final de toda esta tarea fue una homogeneización de criterios en todos los cursos que nos resultó muy útil. Como se ve, fue un trabajo complejo al comienzo, que implicó una gran coordinación, pero nos ahorró muchos dolores de cabeza a mediano y largo plazo. En iteraciones posteriores, se modificaron algunos ejemplos para reajustar nuestros criterios y evitar los “desvíos” que lleva la automatización. Los resultados entre colegas se mantuvieron dentro de los mismos estándares.
Referencias:
Eguiluz Pacheco, J., De Vega Santos, C.M. (2009). Criterios para la evaluación de la producción escrita. Marco Ele 9, 75-94. Disponible en https://marcoele.com/descargas/expolingua1996_eguiluz-vega.pdf
Díaz, A.; Hortiguera, H.; Espinoza Vera, M. (2015). Quality Assurance and Foreign Languages - Reflecting on oral assessment practices in two University Spanish Language Programs in Australia. Journal of University Teaching and Learning Practice 12 (13). Disponible en http://ro.uow.edu.au/jutlp/vol12/iss3/2
Enlace a los documentos:
Rúbrica:
Brisbane 15/04/2018.
“El peor pecado que un profesor puede cometer” –jugando con las palabras de un famoso poema de Jorge Luis Borges- es caer en aquel mito recurrente que piensa que el último “recurso pedagógico” es el mejor. Como profesores debemos saber rescatar de cada método, de cada recurso, de cada aproximación pedagógica aquello que nos sirva para llegar mejor a nuestros alumnos y para ayudarlos a aprender y disfrutar de la clase -no que la padezcan-.
He dicho en alguna oportunidad que en lo personal me decanto por aquel "justo medio" aristoteliano. Nada en extremo: ni enseñanza por tareas, ni gamificación, ni flipped classroom ni traducción pedagógica absoluta. Todo tiene sus ventajas y desventajas, según el momento y según los grupos. Como profesionales sabemos cómo sacar lo mejor de cada aproximación y explotarla con buenos resultados, sin "casarnos" con nada en forma indefinida o completa.
Ser ecléctico y saber aprovechar de cada método, recurso o aproximación lo mejor debe ser nuestro norte. No nos dejemos hipnotizar con promesas de éxitos poco claras. No existe "la solución maravillosa" que mágicamente transformará nuestra clase en una maravilla inigualable, como no existen dos cursos iguales. Desconfiemos de aquellos que nos quieren hacer creer, con hermosos cantos de sirenas, que solo "con tal método o tal recurso" (que siempre es el último) o con tal maravilloso adminículo, programa o aplicación lograremos cumplir con nuestros objetivos de manera fabulosa. Los profesores sabemos lo que puede funcionar bien en clase y lo que no puede funcionar, porque nos conocemos y conocemos a nuestros estudiantes. Las nuevas tendencias se pueden experimentar, pero siempre de a poco, para ver resultados concretos en temas específicos y no destrozar un curso con promesas vagas o con nuestra propia inexperiencia frente a "lo nuevo". Desconfiemos de esas sirenas y, como aquel famoso Ulises, rico en recursos, seamos cuidadosos y aprovechémoslos bien. He visto profesores que, después de asistir a un curso de desarrollo profesional, deciden implementar esas ideas que han visto muy bonitamente presentadas en un hermoso Powerpoint o vídeo, sin darse el tiempo para meditar sus limitaciones y analizarlo críticamente, a partir de su propia experiencia. Siempre podemos empezar por un pequeña adaptación y analizar los resultados en un trabajo bien concreto. ¿Funcionó? ¿Resultó fácil su aplicación? ¿Los estudiantes aprendieron? ¿Se podía haber alcanzado el mismo objetivo con otros recursos más simples y económicos?
En educación no podemos darnos el lujo de jugar con el aprendizaje de nuestros estudiantes. Debemos darnos siempre un tiempo para probar, testear, y ajustar nuevas propuestas a nuestra idiosincrasia y a las de los estudiantes. Ese es un punto para tener en cuenta: nunca tirarse de cabeza a una piscina que se nos vende como muy bonita, porque en ella puede no haber agua. Hacerlo despacio, y no dejarnos intimidar por el "apuro" con el que nos empuja la industria para aplicar "lo último" y no ser tildado de “antiguos”. La enseñanza no es un juego (aun cuando usamos el juego como un recurso pedagógico más). Pero por sobre todas las cosas: no debe ser una improvisación. Cuando nos movemos en las clases debemos hacerlo sabiendo en dónde están nuestros pies. No nos olvidemos que las consecuencias de los cambios irreflexivos en educación se ven a largo plazo. Debemos ser pacientes, por lo tanto, en cómo aplicamos las novedades y resistir con reflexión y crítica los embates de una industria que quiere hacer negocios o una academia que necesita mostrar originalidad de propuestas en forma continua.
Hace poco asistí a una conferencia en línea en donde el presentador nos hablaba sobre la “identidad lingüística” y la importancia del uso de los “avatares” en nuestras clases. Según el ponente, el uso del avatar–como elemento figurativo- le permitía al estudiante constituir y diseñar una identidad con el fin de fortalecer su autoestima. En su desarrollo definía también la identidad lingüística como “el vínculo que crea el sujeto con la comunidad de habla de la que se hace miembro y cuya variedad de lengua adopta como la suya propia”. Y tomo esta frase porque en ella se menciona un elemento fundamental en la enseñanza. Me refiero al concepto de “comunidad” (en un sentido muy amplio). Y con este, el uso de avatares puede guardar una relación conflictiva.
Al margen de lo positivo de lo expuesto en ese vídeo respecto del uso de avatares, ¿qué problemas se plantean con la inclusión de ellos en clase? No se señalaron los aspectos negativos y me hubiera gustado escucharlos. Es verdad que el ponente buscaba promocionar la plataforma de su editorial, pero eso no implica que yo deba aceptar sus dichos como palabra santa y admirar embelesado los dibujitos que propone. Me gusta siempre escuchar las dos campanas, poner en duda y sacar mis conclusiones. Quizás esta sea una deformación profesional: al fin de cuentas, cualquier cambio en nuestras aproximaciones pedagógicas tiene implicancias que van mucho más allá de nuestra persona. ¿Algunos de estos cambios son de verdad “novedades” y son de verdad “positivos”?
Si lo meditamos, los primeros ensayos con avatares se hicieron con la inclusión de aquel espacio llamado “Second Life” que, al comienzo del siglo, se popularizó en algunas aulas -¿todavía existe?-. Algunos estudios destacaron en su momento algunos problemas que, curiosamente, se “olvidan” cuando se introducen algunas de estas propuestas. En el análisis de aquellas experiencias se observaron los siguientes problemas:
(1) desaparición de la línea entre estudiantes y profesores, lo cual en ciertos niveles de la enseñanza puede confundir al estudiantado;
(2) una desinhibición extrema en línea. Esto puede resultar peligroso si no lo reflexionamos con cuidado, porque las situaciones del mundo virtual y las del mundo real no son éticamente iguales. Detrás del uso de un avatar pueden aparecer situaciones de violencia física o verbal y, algo interesante, el daño no se hace evidente de forma inmediata (esto lo he experimentado yo mismo en algún curso ¡y con estudiantes universitarios que se creían chistosos y pensaban que estaban haciendo una broma!). No debemos olvidar que formamos parte de una comunidad en la que debe primar el respeto por el otro y por sus diferencias.
(3) la falta de conocimiento en la lectura de gestos y caras que hay entre nuestros estudiantes. Y esto de verdad me preocupa. Un número creciente de estudiantes, criados con una pantalla delante e inmersos en una comunicación diaria que no siempre se da en forma sincrónica y presencial, no saben leer rostros y gestos. No lo han aprendido o están olvidando esta habilidad humana fundamental. Me pregunto si con recursos como estos no estamos desalentando esa habilidad.
Alguien dijo por allí que el impacto de un mensaje se divide en 7% verbal, 38% vocal (tono, matices y otras características) y un 55% en señales y gestos. Sabemos que, mientras el componente verbal se utiliza para comunicar información, el no verbal se usa para transmitir estados y actitudes personales. Por otra parte, si en una conversación cara a cara el componente verbal es un 35% y más del 65% es comunicación no verbal ¿hasta qué punto no estamos enfatizando un área y descuidando la otra?
Como docentes, nuestra responsabilidad es formar seres integrales e integrados a su comunidad. Saber leer estados y actitudes personales en la comunicación interpersonal es fundamental y debería ser parte de nuestra tarea también. Por lo que veo en mi experiencia cotidiana de los últimos años, es algo que debemos enseñar cada vez más, porque los nuevos estudiantes que nos llegan a las aulas hoy no saben cómo hacerlo.
He dicho que no me niego a probar nuevas propuestas. Pero sí recomiendo hacerlo con análisis meditados y ver y comparar resultados (con mis propios cursos actuales y anteriores, con cursos de colegas en mi institución y en otras). ¿Cuáles son los beneficios? ¿En qué se diferencia esto con, por ejemplo, el uso de un role play en clase, o con títeres o máscaras para los más pequeños? Allí también el estudiante pasa por experiencias y también las recuerda como si hubieran sido reales (con el agregado de que títeres y máscaras pueden ser hechas por ellos mismos). Por lo tanto, las posibles ventajas no son exclusivas del uso de un avatar en una colorida plataforma. Pero algo más todavía: además de comunicarse en una lengua extranjera y lograr su objetivo (cualquiera sea este), el estudiante que participa en un role play VE al otro, lee y escucha sus tonos, estados de ánimo y actitudes personales.
No hay que olvidar estos puntos. Sobre todo, no olvidemos ser críticos siempre. Y por sobre todas las cosas, recordemos la función socializadora que tiene la educación. No estamos para formar “consumistas zombies”.
Brisbane, 15/03/2018.
Cuando llega la hora de introducir el condicional nos encontramos con varios problemas. El primero de ellos es considerar si hablamos de un modo aparte o un tiempo del indicativo. El segundo es si llamarlo condicional o potencial. No entraré en esta discusión. Al fin de cuentas, no estamos formando lingüistas. Mi objetivo en esta entrada es eminentemente práctico. De forma que en este texto me decantaré en primer lugar por considerarlo una forma del indicativo (el llamado pospretérito de Bello) y, más por tradición que otra cosa, seguir llamándolo condicional, por cuanto así aparece en la mayoría de las gramáticas y manuales con los que el estudiante trabaja (aun cuando soy consciente de las confusiones que produce la terminología).
¿Cómo introducir esa forma verbal y practicarla, sobre todo cuando nos llega ese momento en que debemos enseñar las cláusulas o proposiciones subordinadas condicionales? Los propios manuales suelen introducir estos usos casi en paralelo. En sus guías para los profesores indican que el condicional es un tiempo relativamente sencillo de entender, por lo que la práctica y ejercicios iniciales de esta forma en oraciones principales son relativamente breves. Y, casi de inmediato, se introduce su relación con las subordinadas condicionales y su uso en la apódosis.
Para empezar, voy a partir de una experiencia personal con la que muchos se identificarán también. Cuando era estudiante de inglés (allá lejos y hace tiempo) y me enfrente con las cláusulas condicionales, comprendí enseguida que las diferencias entre ambas lenguas eran mínimas. Mis estudios de gramática me ayudaban a entenderlo con claridad. Pero para aquellos compañeros de clase que venían de otras disciplinas tampoco pasaban inadvertidas las coincidencias. El “If I were you, I would go…” que aparecía en la lección se correspondía bastante de cerca con nuestro “Si yo fuera tú o si yo estuviera en tu lugar, yo iría…”.
Aun cuando la profesora no nos mencionara que aquel “were” era un resabio del subjuntivo inglés, todos nos dábamos cuenta de que allí pasaba “algo raro” y que aquel “pasado” no estaba indicando un “tiempo pasado” –que, por otra parte, no coincidía con la concordancia que habíamos aprendido hasta ese momento (I was vs you were)-. Era evidente que con esa forma se abría un espacio mental “de hipótesis”. La relación entre la prótasis (el supuesto dado en la cláusula con “if”) y la apódosis (la consecuencia, en la oración principal) era clara. A todos nos resultaba obvio que ese “were” era un equivalente de nuestro imperfecto del subjuntivo y que el “would go” funcionaba como ese tiempo condicional en el que se formula nuestra declaración.
Sin embargo, habiéndolo entendido desde lo racional, no se nos facilitaban las cosas. La profesora se esforzaba en todo momento para que usáramos esas estructuras y nos ofrecía situaciones para que pudiéramos ponerlas en práctica. No obstante, la resistencia de los estudiantes para usar esa estructura era visible. Ahora, como profesores, nos ocurre lo mismo. Muchos colegas coincidirán conmigo en la renuencia de los estudiantes a usar esta estructura y las perífrasis insólitas a las que acuden para evitarla. ¿Por qué ocurre esto?
La respuesta radica en que son varias las cosas que interaccionan en la estructura al mismo tiempo y el estudiante debe poner atención a todas ellas en simultáneo. Como señalan Chandler y Sweller 1994: 194), procesar material que consiste de elementos que tienen un alto grado de interactividad requiere recursos cognitivos sustanciales. Por este motivo, es fundamental prestar atención a la forma de presentación de estos materiales con alta “interactividad”, ya que la combinación entre este factor y una serie de técnicas de presentación inapropiadas puede ser abrumadora. Sin embargo, podemos reducir los efectos si reducimos los niveles de interacción intrínseca entre los componentes.
En otras palabras, es como el juego de un malabarista: se hacen presentes varias formas nuevas que instalan otros “mundos mentales” en la oración. El estudiante debe aprender a saber coordinar con rapidez estos mundos para producir “hipótesis eficaces”. En primer lugar, se le aparece una oración conformada por dos partes: una cláusula subordinada y una oración principal. Se le suma a esto la idea del subjuntivo (concepto con el que, por lo general, todavía viene batallando desde lecciones previas) y la persona verbal correspondiente que concuerde con el sujeto de la prótasis. A esto se agrega el uso del condicional y la persona verbal que debe concordar con el sujeto de la apódosis. En consecuencia, los estudiantes buscan siempre otras estructuras sintácticas para expresar esas ideas: “En tu lugar, iría”, “En ese caso yo…”, o transforman el imperfecto del subjuntivo en presente de indicativo (“Si encuentro –por encontrara- una cartera con dinero, yo…”). Evitan así complicarse la vida con esa estructura compleja. ¿Qué podemos hacer para introducir estas formas de manera apropiada?
En este contexto, entonces, debemos considerar la limitación de las capacidades de entendimiento y retención de nuestra audiencia. Y con esto me refiero a la teoría de la “carga cognitiva” (Chandler y Sweller 1991). Esta sugiere que el aprendizaje ocurre mejor cuando se equilibra con la arquitectura cognitiva humana, esto es, cuando la cantidad de información ofrecida a los estudiantes es consistente con la capacidad de la comprensión humana. En otras palabras, la carga o capacidad de la memoria de trabajo (o de corto plazo) tiene un tope máximo en la cantidad de información que puede procesar al mismo tiempo. De acuerdo con George Miller –cuando escribía sus trabajos en 1956- , se pensaba que esta capacidad de procesamiento oscilaba entre 5 y 7 elementos por vez. Hoy en día, Jensen (2005:132) afirma que ahora sabemos con mayor precisión que los estudiantes menores de 12 años pueden procesar un elemento a la vez, mientras que los mayores pueden hacerlo con dos o tres cosas en forma simultánea.
En línea con estos estudios, el profesor Gordon Parker, de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia), realizó un nuevo análisis de los datos de la investigación de Miller. En su trabajo concluyó con que únicamente podemos retener cuatro bloques de información en la memoria a corto plazo, con un desvío de más o menos 1. De esta forma, nuestra capacidad de procesamiento oscilaría entre 3 y 5 unidades a la vez. (Para mayores detalles, véase Parker 2012). En consecuencia, si esa carga se excede, el aprendizaje no se produce. De esto también se desprende, a su vez, que se deberá prestar mucha atención a los efectos que el diseño de los materiales de aprendizaje tiene en los procesos cognitivos. Este principio, por tanto, refuerza la idea de que “menos es más” y que una cuidadosa dosificación y un metódico análisis de cómo presentar la información dada pueden tener un impacto positivo en la comprensión y retención de la información a largo plazo.
De forma tal que la pregunta siguiente que debemos hacernos es: ¿no estaremos pecando de apresuramiento en la introducción de estas formas? ¿Estamos asignando un tiempo considerable de adquisición para los distintos usos del “tiempo condicional”, antes de introducir la subordinada con subjuntivo? Me refiero a los casos de suposiciones respecto del pasado: “¿quién sería el que golpeó ayer?”; pedidos o sugerencias más indirectas o corteses: “¿Te molestaría abrir la puerta?” “¿Podrías ayudarme?”; futuro del pasado: Josefa me dijo el lunes que vendría el martes”, etc..
Por otra parte, ¿estamos desarrollando actividades de práctica suficientes con el “tiempo condicional” en oraciones simples, antes de presentar la subordinada condicional y el juego entre las dos partes oracionales? Y finalmente, ¿las prácticas que elaboramos para trabajar la relación entre el imperfecto del subjuntivo y el condicional simple son apropiadas?
Referencias
Chandler, P., & Sweller, J. (1991). Cognitive Load Theory and the Format of Instruction. Cognition and Instruction, 8(4), 293-332.
Chandler, P., & Sweller, J. (1994). Why some material is difficult to learn. Cognition and Instruction, 12, 185–233.
Jensen, E. (2005). Teaching with the brain in mind (2nd ed.). Alexandria, VA: Association for Supervision and Curriculum Development.
Miller, G. (1956). Human memory and the storage of information. IRE Transactions of Information Theory,2–3, 129–137.
Parker, G. (2012), “Acta is a four-letter word”, Acta Psychiatrica Scandinavica, 126(6), 476-478.
Brisbane, 15/02/2018.
¿Qué significa enseñar “cultura”? La pregunta vuelve una y otra vez como un bumerán a nuestras clases de ELE.
Recientemente, una colega de otra universidad me ha escrito al respecto. Se encuentra escribiendo una tesis enfocada en la incorporación de la cultura en la enseñanza de español en las universidades australianas. Con el fin de recopilar información para su estudio creó dos cuestionarios en línea, anónimos y breves, para profesores y estudiantes. Su interés pasa por indagar el lugar que le damos a la “cultura” en la enseñanza y el aprendizaje de nuestra lengua y cómo la enseñamos en el primer año universitario.
Ahora, bien, leída con atención, la encuesta me sorprende, porque en ningún momento se define qué entiende ella por “cultura”. El término se parece mucho al concepto de la “Santísima Trinidad”: muchos hablan de ella y pasan horas debatiéndola, pero nadie la ha logrado definir con precisión. ¿Es quizás la dichosa “cultura” un ente tan evanescente como ese Dios que es tres y uno a la vez?
Veamos algunas de las preguntas que mi colega nos hace a los profesores en su encuesta:
¿En su universidad lo importante en la enseñanza de lengua en nivel principiante en el primer año es la gramática?
¿En su universidad el uso de la cultura en las clases de lengua para nivel principiante está infravalorado en el primer año?
¿Enseña lengua para nivel principiante a través del manual en el primer año?
¿Enseña cultura en las clases de lengua para principiantes en el primer año?
¿Utiliza otros materiales complementarios para enseñar la cultura en la clase de lengua para nivel principiante en el primer año?
¿Cuánto tiempo dedica a la enseñanza de la lengua y de la cultura cada semana en las clases de E/LE para nivel principiante en el primer año?
Indique el tiempo que dedica a los siguientes aspectos en sus clases de E/LE para nivel principiante. Marque: 0 (nada de tiempo), 1 (menos), 2 (igual) o 3 (más tiempo):
cultura, gramática, pronunciación, vocabulario
Marque cuáles de los siguientes aspectos están relacionados con la cultura. Puede elegir más de una opción:
Arte (arquitectura, escultura y pintura)- cine- costumbres- economía- estilo de vida- fiestas- geografía- historia- intercultural- lenguaje coloquial-literatura- música- naturaleza-política-sociocultura
Ahorraré al lector la lectura del resto de las preguntas. Ya podrá imaginar hacia dónde se apunta. Y aquí está mi cuestionamiento a este tipo de investigaciones, porque el problema se suscita en principio con la definición que la profesora no da de su objeto de estudio. ¿A qué cultura nos referimos cuando hablamos de la enseñanza del español? ¿Qué se entiende por semejante cosa?
Por otra parte, yo, hablante nativo del español, nacido en un país concreto, tengo una visión parcial de los mundos hispanos (así en plural). Tengo un punto de vista que mira el mundo influido por el rincón pequeñito desde el que me eduqué, formé y crecí y con las otras variantes con las que me topé en mi interacción cotidiana a lo largo de mi vida. ¿Qué cultura hispana enseño entonces? Más aún, la cuestión se agrava por el hecho de que los materiales didácticos con los que trabajamos vienen generalmente de dos centros únicos: España (con la variante peninsular) y Estados Unidos (con la variante mexicana y algún toque centroamericano). De esta manera, estos recursos están cargados de rasgos lingüísticos y culturales “de un mundo hispano” que se vende como relativamente homogéneo, pero que, obviamente, no lo es. Pero estos materiales están filtrados además por la perspectiva de dichos países, con la que, muchas veces, los profesores no nos sentimos identificados.
Es entendible entonces, que, cuando entre los colegas debatimos acerca de estos temas, se tiene la impresión de que el concepto “cultura” queda reducido así a un dato o a un contenido informativo si se quiere “enciclopédico”. En efecto, a través del anterior cuestionario, se observa que se percibe el componente cultural, por un lado, como una transmisión de información sobre la “cultura con mayúscula” (Arte, literatura, música, arquitectura, etc.) o, por otro, a costumbres y aspectos de la vida diaria (“cultura con minúscula”): fiestas, comidas, lenguaje coloquial. Este fenómeno pone al desnudo, por otra parte, una visión bastante pragmática de la enseñanza de la cultura.
Edward Sapir (247), en un libro ya clásico, señalaba que “cultura” es todo producto de la actividad humana. Esto es, es aquello que una sociedad hace en el mundo y piensa de él. A través del lenguaje, el ser humano se describe a sí mismo –y les describe a los otros- el mundo tal como lo percibe. En cierta medida, (se) cuenta su relato del mundo, se sitúa ideológicamente en el universo y se dibuja las coordenadas para verlo, estudiarlo, clasificarlo, organizarlo y categorizarlo.
Desde esta perspectiva, entonces, se hace necesario ser conscientes de estas limitaciones y cuestionar nuestros propios prejuicios y nuestras propias limitaciones como profesores, pero también ayudar a que los estudiantes con los que trabajamos cuestionen los prejuicios y limitaciones que los han formateado en sus lenguas maternas. Como nos dicen John Gumperz y Adrian Bennett (95) debemos “aprender a vencer los propios prejuicios y predisposiciones lingüísticas”.
De eso tal vez se trata la enseñanza de la dichosa “cultura” en la clase de español –o de cualquier otra lengua-: ayudar al estudiante a que tome conciencia de que la perspectiva de su propia lengua es una más entre otras muchas, aunque, por supuesto, puede haber algunas semejanzas con la L2. Ese juego comparativo, de correlaciones, analogías y diferencias entre lenguas –esto es, entre cosmovisiones diferentes- permitiría alcanzar una verdadera “inmersión cultural”, que podría derivar en un análisis interesantísimo sobre los rasgos socio-culturales que caracterizan a las diferentes sociedades. Lo que el otro tiene me complementa y lo que yo tengo lo complementa. Y nos hacemos sujetos más completos.
En suma, lo que el cuestionario de mi colega ha perdido de vista respecto de la “enseñanza de la cultura” es que no se trata de enseñar cultura con “C” o con “c”. Se trata de apuntar hacia el desarrollo de capacidades que le ayuden al estudiante a ser consciente de su propio corsé formativo, a entender la perspectiva del otro, y a desarrollar las capacidades que le permitan acercarse a individuos de otras culturas con humildad, respeto y comprensión. En ese juego de ida y vuelta, en ese enriquecimiento mutuo, radica la cultura que deberíamos enseñar.
¡Felices fiestas para todos! Este blog retomará sus reflexiones y más ideas para ELE hacia fines de enero nuevamente. ¡Buen descanso estival!
Referencias:
Sapir, E. (1966). El lenguaje. Introducción al estudio del habla. México: Fondo de Cultura Económica.
Gumperz, J. y Bennett, A, (1981). Lenguaje y cultura. Barcelona: Anagrama.
Brisbane, 15/12/2017.
“Cada vez hay más pruebas que demuestran que los estudiantes universitarios aprenden menos cuando usan ordenadores o tabletas durante las clases”, escribe Susana Dynarsky en una reciente nota de The New York Times. La frase, aislada, es impactante y se abre a muchas conjeturas. Sin embargo, leída en contexto nos damos cuenta de que se trata de algo más concreto: la toma de notas en clase y sus efectos en la comprensión.
En su columna, Dynarsky explica que, a partir de estudios llevados a cabo en las universidades de Princeton y de California, se llegó a la conclusión de algo que los profesores hemos venido sospechando desde hace rato: como los estudiantes pueden teclear más rápido de lo que pueden escribir a mano, las palabras del profesor pasan por los dedos del alumnado sin haber sido decodificadas por su cerebro. Esto es, enfrentados al teclado y a la pantalla que tienen delante, no logran discernir el significado último de una exposición oral y hacer una síntesis apropiada y transcriben mecánicamente.
En cambio, estas mismas investigaciones han observado que la toma de notas a mano concentra la atención e impulsa nuestro aprendizaje de una manera que no se logra cuando se lo hace teclado mediante. En efecto, escribir a mano tiene un efecto fundamental en el proceso de aprendizaje, ya que debemos hacer un esfuerzo neuronal para registrar lo que escuchamos, transformarlo en nuestra mente y sintetizarlo para su posterior estudio. En pocas palabras: nos concentramos más sobre el material a medida que escribimos, y asimilamos de mejor forma lo que escuchamos. De hecho, las imágenes de nuestra actividad cerebral muestran que el proceso de escritura a mano estimula nuestras neuronas y, por ende, nuestra memoria a largo plazo. Tenemos más posibilidades de retener el material durante más tiempo y demostrar una mayor comprensión de lo explicado en clase. Por el contrario, aquellos que lo hacen con sus ordenadores, olvidan gran parte de lo escrito –en algunos casos, en apenas 24 horas- y las notas que toman terminan siendo bastante superficiales.
No obstante, el estudio ha ido más allá y ha descubierto que el uso de un ordenador portátil para tomar apuntes afecta de manera negativa también el aprendizaje de los estudiantes que están cerca. ¿La causa? La pantalla produce una forma de contaminación visual, similar a la que nos provocan los carteles lumínicos en la vía pública. Las luces, los colores y el movimiento nos encandilan y distraen. Embobados por lo que vemos, nos deleitamos con su publicidad engañosa. Algo similar ocurre con aquellos estudiantes que se sientan cerca de aquellos que escriben con un ordenador. Dirigen su atención a la pantalla de su vecino y se dejan llevar por lo que aparece en ella: notas ajenas a la clase, mensajes de Facebook, Twitter, correo electrónico o inclusive noticias.
En lo personal, me tocó experimentarlo como estudiante hace unos años. Me encontraba haciendo un curso para profesores en Salamanca y una profesora universitaria (¡!) ubicada unos bancos más adelante, aburrida por lo que veía en clase, decidió hablar por Skipe con su hija. En medio de la clase se conectó con ella, mientras el profesor del curso exponía. Se colocó los audífonos y, sin que el profesor lo notara, comenzó a charlar por lo bajo para pasar inadvertida. Los que estábamos detrás no podíamos creer aquello. No podíamos sacar la vista de aquella pantalla e imaginar, por las señas que la joven le hacía a su madre, de qué hablaban. Nuestra desatención de lo que ocurría en clase era total.
¿Qué aprendizaje podemos sacar de esto para nuestra actividad docente? ¿Prohibimos los ordenadores en clase, como lo sugiere la propia Dynarsky? ¿O nos decidimos por enseñar a cómo tomar notas con él, una actividad que no estaba considerada hasta ahora entre las habilidades que debíamos enseñar?
Por aquí pasa, creo yo, una cuestión que merece debatirse en nuestras instituciones y con los colegas. La presencia de la tecnología en nuestras aulas nos enfrenta a desafíos impensados antes. No solo se trata de nuevas formas de enseñar, sino también de enseñar nuevas cosas para un contexto siempre cambiante. Y aunque esto parezca un juego de palabras no lo es.
Estamos todos de acuerdo con que el perfil del alumnado ha cambiado, pero también el entorno en el que este se mueve. Su capacidad de atención es mucho más limitada que la que teníamos nosotros mismos como alumnos. Sus prácticas en clase también son otras: los problemas que conlleva la multitarea están haciendo estragos en nuestras aulas y en las relaciones interpersonales. Así, nos enfrentamos al enorme reto de atraer su curiosidad con contenidos de forma original. Pero algo más todavía: se nos hace evidente que nuestros programas deben incluir conocimientos y habilidades que puedan serle útiles para sobrevivir en el mundo cambiante e imprevisible de los próximos años.
No es ignorando la tecnología y oponiéndonos a ella como podremos ayudar a formar ciudadanos comprometidos con su entorno. Al fin de cuentas, estos dispositivos han venido para quedarse y sabe Dios qué nos espera en las próximas décadas. ¿La oposición contra la tecnología es una batalla perdida? Me temo que sí, aunque no totalmente. Soy de los que piensan que debemos ser críticos con ella y con las compañías que quieren vendernos a toda costa software innecesario. Pero también creo que si ponemos nuestra cabeza en la arena, como el avestruz, e ignoramos nuestra realidad, no saldremos de la encrucijada en la que nuestros sistemas educativos se encuentran.
¿Tecnología en las aulas? Es posible. Pero debemos enseñar ahora a usarla con juicio, en forma medida y crítica, para que nuestros estudiantes no caigan en la trampa que una industria desbocada les está tendiendo en continuado. Es nuestra obligación enseñarles a ser críticos y disciplinados para que no se conviertan en esclavos descabezados.
Referencia
Dynarsky, S. (2017, 22 de noviembre). “Laptops Are Great. But Not During a Lecture or a Meeting”, The New York Times, <https://www.nytimes.com/2017/11/22/business/laptops-not-during-lecture-or-meeting.html>. Consultado: 1 de diciembre de 2017.
Brisbane, 05/12/2017.
Modern family es una serie de la cadena estadounidense ABC, creada por Christopher Lloyd y Steven Levitan. En ella se cuentan las vicisitudes de la familia de Jay Pritchett (Ed O’Neill), sus dos hijos, Claire Dunphy y Mitchell Pritchett, y sus respectivas familias. Jay está casado con la colombiana Gloria (Sofía Vergara). De esta, se nos dice en la “biografía” del personaje que difunde la propia cadena en su página web (nótese la ironía en varios pasajes):
Gloria hails from a lovely little village in Colombia, which also happens to be the murder capital of that fine country. She's married to Jay, who is quite a few years older. That doesn't matter to Gloria. She loves what she loves. And she truly loves Jay and her young son, Manny. Anyone who doubts this had better think twice about saying so. See, Gloria is most passionate. She's not afraid to say exactly what's on her mind. In fact, we don't think she's afraid of anything. Gloria truly embraces life. Guess that's why Jay fell in love with her. Of course, it doesn't hurt that she's drop-dead gorgeous, too. (El énfasis es mío).
En pocas palabras, la colombiana Gloria es violenta, apasionada, impulsiva, desordenada, ruidosa y sensualmente exótica: todos los lugares comunes con los que desde siempre se han representado los espacios hispanos y las personas que en ellos viven. Y este lugar común se repite en los libros de enseñanza con diferentes aproximaciones.
Dentro de una lógica económica desde la cual se escriben –e inscriben– muchos de los textos con los que trabajamos, los mundos hispanos (aun entrado el siglo XXI) aparecen casi siempre como una cultura –siempre en singular– sensualista y desorganizada y de la que no siempre se destaca la compleja diversidad de las comunidades que la componen (ver Achugar 1998, p. 146). De la mano de algunas alusiones referidas a su violencia social y agitación política, la cultura reflejada en muchos de estos documentos se caracteriza casi siempre por un derroche improductivo, por una desmesura y un desborde que asusta porque, como dice Montaldo (1999, p. 21), excede las posibilidades de control. Inmersos en geografías exuberantes, paisajes decadentes o lugares de esparcimiento, los hispanos aparecemos muchas veces asociados a imágenes anárquicas o triviales, a sonidos estridentes, y a cuerpos que cantan o se mueven al ritmo del momento.
Es llamativo, en este sentido, ver parte del material audiovisual que acompaña siempre a estos textos y que exhibimos en clase sin cuestionarlo: gente que baila en las calles, que participa de desfiles o de festivales de comida, que transita por parques y plazas, pero pocas veces que trabaja y produce conocimiento. “La preferencia exótica va acompañada casi siempre de una atracción por ciertos contenidos, a expensas de otros [...]”, nos dice Todorov (1991, p. 307). Para muchos vídeos de estos libros, internarse en los mundos hispanos, su lengua y su cultura es adentrarse en las exóticas tribus de Pandora, aquel mundo mítico que describiera James Cameron en su film Avatar (2009).
Y esta concepción ideológica está tan internalizada en muchas de nuestras actividades diarias como profesores que no somos capaces de hacer aflorar la “doble conciencia” de la que han hablado en su momento Walter Mignolo y Madina Tlostanova. Como ejemplo de esto, me permito recordar una anécdota que me ocurrió a mí mismo en Australia hace unos años. En 2010 me tocó participar en una conferencia organizada por la Association of Latin American Studies of Australasia (AILASA). Con el título de “Independence!: Two Centuries of Struggle”, el simposio se abrió con una presentación del profesor Arturo Arias de la University of Texas, titulado “De-centering Latin American Studies: Shifting epistemic knowledge production from centre to margins”.
Mientras el profesor Arias exponía sus ideas sobre el tema en un auditorio lleno de hispanistas, a la derecha de estos se exponía el afiche del simposio. En él se veía un rostro azulado en el que se sobreimprimía el mapa del continente, con sus islas y mares. La evocación a los Na’vi (habitantes de la ficcional Pandora del filme Avatar, de Cameron, que había sido estrenado por aquella época en los cines australianos) era sorprendente. Muchos asistentes no podíamos dejar de considerar la ironía que implicaba la presencia de aquel juego fotográfico ante la ponencia del profesor Arias. Mucho tiempo después, esa extraña imagen todavía continuaba en el banner de la página principal del Australian National Centre for Latin American Studies, acompañada por la fotografía de un boliviano vestido con sus ropas típicas ejecutando un erkencho. Como curiosidad, para enero de 2011, ese mismo centro tenía una sección en su página titulada “Latin American Events around the Country”. Las únicas tres actividades que se mencionaban entonces eran anuncios de festivales de baile y música. Era el cliché de lo hispano en toda su máxima expresión.
Es curioso que los propios hispanistas no repararan en estos detalles y terminaran aceptándolos –y reproduciéndolos– con pocos cuestionamientos. La visión de una comunidad lingüística muy heterogénea, de aspectos culturales sofisticados, y de grados complejos y contradictorios de desarrollo es muchas veces desconocida por el estudiante medio de español en nuestras aulas. Pero tambiés es ignorada en muchas ocasiones en los propios manuales de español con los que trabajamos y por muchos colegas que enseñan los cursos de lengua española. El acercamiento cultural a los mundos hispanos que muchos vídeos de estos textos producidos en los Estados Unidos proponen, y que paradójicamente muchos profesores reproducen en sus clases, se regodea todavía hoy en día con esos clichés que retoman una visión folclórica y homogénea de Hispanoamérica y también de España. Es esta una “visión cuasiturística” y superficial de nuestras sociedades. Se da en esta mirada una especie de fijación de lo que Foster (2004) llama la “miopía imperial”. En efecto, esta trabaja como una máquina homogeneizadora, aun cuando se considere a sí misma ideológicamente como si estuviese promoviendo y garantizando la diferencia. Gracias a esta peculiar representación de los mundos hispanos, se terminan amoldando las diferencias y se las pone al servicio de una representación global administrada desde un “centro” que, en este caso, es norteamericano (Moreiras citado por Santiago Castro-Gómez, 1998, p.103).
¿Y qué pasa con los libros editados en España? No difiere mucho de esto que vengo diciendo respecto de los textos editados en Estados Unidos. No obstante, esto se da con una sutilísima diferencia. La descripción de España en estos textos se demarca por la insistencia en la presentación de una imagen de “modernidad europea” representada por sus diseñadores de moda de fama internacional, deportistas, y sus múltiples referencias al AVE, el tren de alta velocidad (que en estos libros parece ser uno de los aportes recurrentes a la modernidad de la cultura española). Esta práctica discursiva la separa del resto del mundo hispano y la pone por delante de comunidades que parecen congeladas en “un pretérito pretecnológico, en un estadio anterior de desarrollo sin relación alguna con un contexto económico o político mundial” (Marin Escudero 31).
El material visual tampoco se queda atrás. Tomemos como ejemplo los libros de la colección española Aula Internacional. El vídeo, titulado El DVD de Aula. Documentos audiovisuales para la clase de español, está organizado en cuatro secciones que se corresponden con los cuatro primeros niveles del Marco Común Europeo de Referencias para las Lenguas (A1, A2, B1 y B2). Dentro de cada sección, el material fílmico propone cinco subsecciones que se reiteran en cada nivel: “Anuncio”, “Canción”, “Cortometraje”, “Viaje” y “Reportaje”. Si se analizan estos documentos con cuidado se verá que otra vez la visión turística es la que prima. De hecho, los vídeos presentados en la sección “Viaje” son productos preparados por las oficinas de turismo de los correspondientes países o ciudades (Perú y Puerto Rico vs. Sevilla y Huesca), mientras que los vídeos de la sección “Reportaje” caen en la consabida apelación ya a la comida ya al turismo (“¡Qué ricos son los pinchos!”, “Mis lugares preferidos: Bilbao”, y “Voces de América”, con una sola excepción: “Lo obvio y lo obtuso” –un documento fílmico catalán sobre los ciegos en España y que parece ser una extraña elección temática para el nivel B2–).
Un ejemplo notable se da en los vídeos del nivel B1, en donde se presenta un reportaje a seis ciudadanos hispanoamericanos (una chilena, un mexicano, una ecuatoriana, una venezolana, un peruano, una argentina). Las imágenes del continente persisten otra vez en el viejo cliché de una geografía desbordante, los resabios indígenas, las artesanías, la música y la descripción de su gente “honesta, alegre y hospitalaria” (un lugar común también de los libros norteamericanos). Pero lo que también llama la atención en estas imágenes es la curiosa ausencia de referencias al dominio técnico de la naturaleza, típicamente asociado a la civilización moderna. En efecto, la naturaleza hispanoamericana en estos vídeos españoles está allí, para ser contemplada en forma embelesada. Se aparece majestuosa, intocable, pura, salvaje, clasificada en esas regiones enumeradas por unos hispanoamericanos que hablan de ella y muestran sus objetos típicos desde su residencia de emigrados en España.
Tanto el vídeo español que comento como las imágenes reproducidas en los textos norteamericanos corroboran aspectos importantes respecto de la forma en que una lectura colonial permanece internalizada en muchos de aquellos que se proponen enseñar “la cultura” en las clases de lengua. Estas representaciones perpetúan un sentido global que refuerza prejuicios y convicciones implícitas sobre nuestras comunidades que muchos de nuestros estudiantes traen a clase, aprendidas a través de otras formas visuales (como el cine de Hollywood o las series norteamericanas más inocuas, como veíamos más arriba).
Estos vídeos no cuestionan esas representaciones sino que, por el contrario, las ratifican y corroboran en las propias clases de español. Mediante un complejo dispositivo de generalizaciones, abstracciones, omisiones, contrastes o inferencias se termina otorgándole al otro un espacio que no puede escapar de los límites folclóricos, identificándolo con valores de liviandad, diversión y hedonismo. Ya es hora de empezar a tomar conciencia de estos lugares comunes y a empezar a rebelarnos contra ellos. Una lectura crítica de estos materiales textuales y visuales en nuestras clases se nos hace cada vez más necesaria.
Referencias:
Achugar, H. (1998). Leones, cazadores e historiadores. A propósito de las políticas de la memoria y del conocimiento. En Gómez Martínez, J.L y Mendieta, E. (eds). Teorías sin disciplina (latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate) (144-154). México: Miguel Ángel Porrúa.
Castro-Gómez, S. (1998). Latinoamericanismo, modernidad, globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón. En Gómez Martínez, J.L y Mendieta, E. (eds). Teorías sin disciplina (latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización en debate) (93-118). México: Miguel Ángel Porrúa
Foster, K. (2004). Imperial Myopia: British Visions of Argentina. En King, S. y Browitt, J. (Eds). The Space of Culture. Critical Readings in Hispanic Studies (81-99). Cranbury (NJ): U of Delawere P.
Marín Escudero, P.(2012). Lectura sociocrítica de manuales de ELE. MarcoELE 14, 1-48.
Mignolo, W. y Tlostanova, M.V. (2006). Theorizing from the Borders: Shifting to Geo- and Body-Politics of Knowledge. European Journal of Social Theory 9, 205-221.
Montaldo, G. (1999). Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina. Buenos Aires: Beatriz Viterbo.
Todorov, T. (1991). Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad humana. México: Siglo Veintiuno.
Brisbane, 25/11/2017.
¿Qué dice allí?”, le preguntaba sin descanso a mi madre cada vez que salíamos a pasear. Tenía por entonces menos de cinco años y mi interrogatorio constante acababa por exasperar a mi pobre progenitora que, como en una letanía, se veía obligada a leerme todos los carteles que se nos cruzaban en el camino cada vez que salíamos a hacer las compras. Mi curiosidad por saber era agobiante y la pobre, a esas alturas, se conocía de memoria los carteles que nos iban apareciendo en nuestro rutinario paseo, al punto que ya casi no los miraba: “Tienda La Estrella”, “Relojería París”, “Confitería La Macarena” “Se arreglan zapatos”…A veces intuyo que hasta me mentía cuando se topaba con algún grafito político irrespetuoso en época de elecciones.
Mis ansias por conocer el mensaje cifrado que se escondía detrás de cada palabra me hacían desear con expectación el momento de empezar la escuela. Quería ser grande “para saber”. Intuía que había allí, detrás de cada letra, un mundo fascinante que estaba allí afuera, para ser descubierto.
Más tarde, las horas de escuela se convirtieron en una fiesta, porque las veía como una aventura maravillosa. Jamás tuve amago alguno de resistirme a ir (salvo cuando cambiaban las estaciones y mis padres me obligaban a ponerme pantalones largos, porque me parecían “anormales” para mi edad).
Los libros me fascinaban. Algunas imágenes quedan para el recuerdo, como aquellas ilustraciones que acompañaban una vieja fábula en mi viejo libro de lecturas de primaria y que me hacían volar con la imaginación. Representaban aquella famosa historia de la liebre perezosa y la tesonera tortuga. No sé por qué, pero me identificaba con aquella pobre tortuga que, lenta y trabajosamente, llegaba a destino, mientras su adversaria descansaba con tranquilidad bajo un frondoso árbol. ¿De dónde venía la tortuga? ¿Por qué había aceptado aquel desafío? ¿Qué fue de la pobre liebre después de perder la carrera? ¿Qué árbol era aquel? Todas esas eran preguntas que me hacía saliéndome de la narración, concibiendo mundos que iban más allá de los límites de las páginas. Creo que esa curiosidad, de la mano de la constancia y la paciencia, me quedó como gesto distintivo en toda mi vida académica y sigue aún hoy, después de jubilado.
¿En qué momento la escuela dejó de lado las sorpresas, inquietudes e interrogantes? ¿Alguna vez los tuvo y fomentó o es que solo tuve la maravillosa suerte de encontrarme con profesores, maestros, amigos y compañeros que me incentivaban y una familia que me estimulaba? Algunos parecen no haber tenido la misma suerte que yo. Solo basta recordar aquella irónica frase de Bernard Shaw: “From a very early age, I've had to interrupt my education to go to school”.
¿Se puede enseñar a ser curioso e inquisitivo o estas son características innatas? La discusión es larga y como siempre, es muy posible que la verdad “esté en su justo medio”, como diría Aristóteles. Sin duda, una clase que promueva una curiosidad alegre e inquieta despierta preguntas e incentiva el asombro. Como docentes, debemos proponer alternativas para generar las condiciones que la fomenten y lograr así ese ingrediente necesario para sostener una motivación intrínseca y un aprendizaje más profundos. Nuestro objetivo debe ser enseñar a aprender, a guiar con la pregunta necesaria y justa que avive las ganas de encontrar una respuesta y no tanto “dar la respuesta” per se.
Sin embargo (y hoy se nos hace cada vez más evidente para aquellos que trabajamos con las nuevas generaciones), en las escuelas actuales la curiosidad parece haber pasado “al rincón de las cosas olvidadas”. Como Susan Engel ha documentado en su libro, The Hungry Mind, a las escuelas les falta promover lo que realmente importa sobre el aprendizaje: el deseo de aprender en primer lugar. Como ella misma observa, imbuidos como estamos de presiones administrativas de todo tipo, los profesores rara vez fomentamos la curiosidad en el aula. Nuestra profesión se ha vuelto una carrera contra reloj en la que la enseñanza frente al aula es una parte –cada vez más pequeña y casi secundaria- de nuestras responsabilidades. Mis colegas sabrán a qué me refiero. No obstante, es sabido ya que nacemos con una gran cantidad de curiosidad, y que este impulso innato para la exploración se debe nutrir y construir todos los días y en cada oportunidad que tengamos.
Pero nosotros, los profesores nos hemos convertido en simples administradores. Debemos cumplir con el contenido dispuesto a toda costa (a costa inclusive de los tiempos de aprendizaje de los mismos estudiantes), con las planillas administrativas que debemos cumplimentar al final del día, con las actas de revisiones, llamadas a los padres o reuniones con ellos (en caso de maestros primarios o profesores secundarios), reuniones de profesores, cursos de perfeccionamiento, pedidos de becas (en el caso de profesores universitarios) y un largo etcétera que abruma al mejor dispuesto.
Veamos un ejemplo simple y pequeño, que nos viene muy bien para ilustrar lo que quiero decir. Hace unos días, leía un texto con mis estudiantes y uno de ellos me preguntó qué significaba el término “despistado” que aparecía en él. Mi primera reacción fue la de darle la traducción con su equivalente inglés y a otra cosa. Sin embargo, me pareció que era una excelente oportunidad para que el propio estudiante y su grupo intentaran deducir su significado. Al fin de cuentas, fomentar el aprendizaje incidental también está entre nuestras tareas pedagógicas.
Escribí la palabra separada en sus componentes (des-pista-da) y los desafié, explicándoles que la respuesta estaba escondida en la misma palabra. ¿Alguien podía encontrarla? De improviso, entre todos comenzaron a proponer diferentes teorías, hasta que uno de ellos, que conocía el sentido de “pista”, logró llegar al significado que buscábamos con una lógica implacable: si pista puede ser “track” y “des” tiene un sentido negativo que indica la inversión de una acción o el acto de deshacer una acción ya hecha (por ejemplo, como con la palabra “desabotonar”, que ya habíamos visto en otra oportunidad), concluyó que el término en cuestión debía ser algo así como “salirse del camino”, “irse del rumbo”, “desviarse del camino”. Ante cada teoría que se alejaba yo trataba de traerlos al camino nuevamente para que no se “desorientaran” y terminaran en un significado absurdo o alejado de aquel concreto para el contexto. Con mi sutil intervención, llegaron finalmente al significado de “desorientado” y, finalmente, llegamos al de “distraído”.
La experiencia fue sorprendente. Aquellos estudiantes se habían convertido por unos minutos en etimologistas del español y se planteaban hipótesis y teorías con una asombrosa desenvoltura. Su satisfacción por haber llegado a la definición “por sí solos” era evidente. Habían descubierto una habilidad que desconocían que tenían y que podían poner en práctica en otras situaciones. Al fin de cuentas, las palabras tienen historias, familias, “primos y tíos”, como lo seres humanos. Me extendí a partir de allí proponiéndoles palabras con una composición similar para que dedujeran y aplicaran la nueva destreza descubierta: “desorientado”, “desocupado”, “depuesto”, “despreciado”. Con la misma lógica, pudimos entre todos llegar a significados bastante adecuados.
Asimismo, consideré oportuno hacerles ver la influencia de la L1 en la adquisición del vocabulario de la L2. ¿Qué significa “disoriented” en inglés? ¿Qué conexiones se pueden establecer entre la formación de “disoriented” en inglés y la del españolísimo “despistado”? ¿De qué manera los componentes de estas palabras nos permiten conjeturar su significado?
No caben dudas de que podemos aprender el vocabulario con mayor facilidad si somos conscientes de las similitudes y diferencias entre la L1 y la L2 (los llamados cognados o “falsos amigos”). Señalar, guiar, hacer ver estas similitudes que evidencian la manera que ambas lenguas conceptualizan el mundo, expresan esos conceptos y forman sus unidades léxicas permite formar conexiones o redes lingüísticas y proporciona oportunidades invaluables para un aprendizaje gradual de los diferentes aspectos del vocabulario, al tiempo que implica un trabajo mucho más activo por parte del aprendiente.
En conclusión, aquellas actividades inspiradoras de la curiosidad son aquellas que ofrecen novedad, sorpresa y una complejidad suficiente como para involucrar al estudiante e incentivar su autonomía. Empujar a los estudiantes a hacerse preguntas, cuestionarse algunas suposiciones y lograr el dominio de la lengua a través de prácticas semejantes debe ser una actividad central en nuestras clases, que puede -y debe- trascender, además, lo meramente léxico.
Referencia:
S.Engels (2015). The Hungry Mind: The Origin of Curiosity in Childhood. Boston: Harvard University Press.
Brisbane, 15/11/2017
Hace unos años, decidí desarrollar una serie de módulos de material pedagógico teórico y práctico en línea para desarrollar la escritura creativa en los niveles B1 y generar y promover una mayor conciencia sobre la importancia del trabajo de edición de la producción escrita (sobre todo en narraciones, textos descriptivos, cartas de queja y escritura argumentativa). Por “trabajo de edición” entiendo, siguiendo a Dana Ferris (328) “finding and correcting grammatical, lexical, and mechanical errors before submitting (or ‘publishing’) a final written product”.
Para cada semestre organicé cinco módulos con actividades de preproducción y cinco de posproducción, con reflexiones cognitivas acerca de aquellos errores más frecuentes y globales (en particular, los que podían interferir con la comprensión general de los textos). Siguiendo los consejos de Ferris (329), estas actividades apuntaban a dos tipos de ítems lingüísticos. Por un lado, se trataba de aquellas estructuras básicas principales introducidas en previos semestres y que todavía no se dominaban completamente y cuyos errores corrían el riesgo de fosilizarse. Por otro, se ejercitaban las nuevas que se estaban introduciendo en el curso (usos de los pasados, el subjuntivo, más diferencias entre ser/estar, nuevos usos de por y para, los objetos pronominales con imperativos y subjuntivos, etc.) y necesitaban afianzarse. También se introducían ejercicios con conectores discursivos.
Cada uno de estos módulos seguía el mismo formato de instrucción. En efecto, al mantener un diseño similar, se evitaban distracciones innecesarias y los estudiantes podían concentrar su atención en los nuevos ítems gramaticales, los que siempre se intentaban conectar con materiales previamente introducidos. Una primera parte contaba con prácticas de preescritura en donde, a partir de una serie de actividades interactivas, se buscaba consolidar una expresión más sofisticada, focalizando en esos ítems gramaticales particulares introducidos recientemente (y que serían importantes para el desarrollo de la actividad), con ejercicios prácticos y de foco en la forma. Todos los ejercicios eran autocorregibles. Esta sección podía extenderse a 20 minutos, dependiendo de cada estudiante y de la dificultad de la tarea.
El próximo paso dentro del mismo módulo era la guía de escritura propiamente dicha. En esta sección se daban instrucciones orales y visuales detalladas que explicaban el orden discursivo que se recomendaba seguir para los distintos tipos de textos elegidos y se los estimulaba a utilizar las estructuras previamente ejercitadas. Se agregaba al final un mapa conceptual con ideas que debían tener en cuenta a la hora de escribir sus primeros borradores. Esta sección podía llevarles 15 minutos.
Los estudiantes contaban con dos semanas para completar estas actividades, producir su composición y rever estos módulos y ejercicios toda vez que lo necesitaran. Para asegurarme la consulta de estos módulos, se hizo un seguimiento en línea de cada estudiante, aprovechando los dispositivos de nuestra plataforma de aprendizaje. Gracias a ello, se podía ver cuántas veces los estudiantes habían accedido al sitio, consultado las páginas y el tiempo total de consulta. El resultado más alto de su participación pasaba a formar parte de la calificación final del trabajo escrito.
Una vez corregidas, las composiciones eran devueltas, con comentarios que remitían a los estudiantes a un trabajo posterior, también en línea, relacionado con los errores más comunes y frecuentes (errores ortográficos, problemas con la elección léxica, estructuras gramaticales y discursivas, etc.). Estos módulos de posescritura, basados en una aproximación cognitiva, tenían como objetivo hacer reflexionar a los estudiantes sobre el carácter gramatical y/o pragmático de esos errores (algunos de ellos introducidos en semestres previos), pero también fomentar otros dos aspectos difíciles de tratar en clase: (1) una competencia que les ayudara a entender las diferencias en términos de “estructuras conceptuales” entre ambas lenguas y también (2) incentivar una expresión escrita más sofisticada y fluida.
Se terminaba todo con un ejercicio de autoevaluación de reconocimiento de esos mismos yerros otra vez, pero en un contexto diferente que consistía de diversos fragmentos de composiciones anónimas de previos semestres. Se les pedía que, basándose en lo visto en las distintas secciones de los módulos, identificaran los errores y dieran una justificación posible a partir de lo que las animaciones sugerían y lo que habían visto en otros módulos del curso y en clase. Una vez detectado el error, el estudiante obtenía la confirmación de su acierto pulsando un ícono en pantalla, en donde aparecía la respuesta correcta con su explicación. Estas actividades reflexivas podían extenderse a 20-30 minutos, dependiendo de cada estudiante.
Por lo general, se presentaban entre 5-7 errores como máximo (léxicos, gramaticales o pragmáticos). Como he mencionado más arriba, algunos remitían a aquellos ítems lingüísticos introducidos en niveles previos, pero que la mayoría del grupo todavía no dominaba totalmente. Por otro lado, se enfatizaban las estructuras más complejas que estaban apareciendo en el curso actual. Cabe aclarar que no se trataba de corregir cada error de las composiciones, sino apuntar hacia aquellos más importantes y comunes que aparecían en la mayoría de los trabajos.
En todo momento, se intentaba graficar visualmente el rasgo lingüístico desde una perspectiva cognitiva, de manera de hacer consciente al alumno de sus propios errores no solo lingüísticos sino también conceptuales. En efecto, siguiendo a Danesi (2008, p. 232), existe una tendencia entre los estudiantes de segundas lenguas a pensar que las estructuras conceptuales de L1 y L2 están codificadas en formas paralelas tanto desde el punto de vista gramatical como léxico. Con estos ejercicios se trataba de quebrar ese extendido preconcepto.
Los viejos módulos quedaban disponibles hasta el final del semestre, por lo que los estudiantes podían acceder a ellos para consultas posteriores en caso de dudas en futuras composiciones. Las habilidades fomentadas a través de estos materiales se desarrollaron aún más a través de actividades de reciclaje oral en clase.
Con la introducción de estos pasos, el trabajo de corrección se convirtió en una actividad mucho más enriquecedora y los estudiantes se convirtieron en “editores reflexivos” y más autónomos. Este tratamiento respecto del trabajo de edición y de los errores y su reflexión colaboró en una sustancial mejora del dominio lingüístico de los alumnos y, por ende, en su capacidad para comunicarse en forma escrita mucho más eficazmente.
Referencias.
Danesi, M.(2008). "Conceptual errors in second language learning", en S. De Knop and T. De Rycker. Cognitive Approaches to Pedagogical Grammar: A Volume in H onour of René Dirven (pp. 231-256), Mouton de Gruyer: Berlin/NY.
Ferris, D. (2002) “Teaching students to self-edit", en J.C. Richards, y W.A Renandya. Methdology in Language Teaching. An Anthology of Current Practice. (pp.328-334), Cambridge UP: Cambridge.
Brisbane, 05/11/17
Nuestro sistema cognitivo tiene una capacidad limitada de procesamiento. Por lo tanto, el primer paso en el diseño de nuestra aproximación didáctica debe consistir en desarrollar actividades que le permitan al alumno notar la presencia de una unidad lingüística del input que antes había ignorado o pasado por alto. Esto puede adoptar diversas formas. En el lenguaje oral, podemos repetir y enfatizar la expresión en diferentes contextos, elevando el tono de nuestra voz, haciendo pausas o jugando con los silencios (¡y hasta con los gestos!). Gráficamente, en tanto, podemos destacar el ítem en cuestión a partir del lugar que ocupa en la página y con una selección cuidadosa de los colores, la tipografía elegida y los espacios vacíos o en blanco.
En lo que respecta al posicionamiento de los objetos en una página en formato electrónico, ya se han hecho estudios sobre el trayecto que siguen los ojos en ella (véase, por ejemplo, el estudio de Nielsen y Loranger, 2009). Sin embargo, la realidad es que estos análisis se refieren solo a los contenidos dominados por grandes bloques de texto sin demasiada jerarquía. Tan pronto como comenzamos a agregar elementos con diferente peso visual, la mirada de nuestros estudiantes seguirá el recorrido que nosotros hayamos establecido de antemano.
Estas imágenes se comportarán como verdaderos “faros del texto” y permitirán controlar y guiar la trayectoria de lectura. De esta forma, lo fundamental en el diseño visual de nuestras presentaciones de clase pasa por decidir qué información queremos destacar, qué puntos focales vamos a establecer y cómo vamos a relacionarlos en la pantalla para orientar la mirada de nuestros estudiantes hacia aquello que queremos que observen con atención. Parte de esta focalización y diferenciación de rasgos se puede lograr a través del uso de mayúsculas y minúsculas, negritas, cursiva, espacios en blanco y, por supuesto, mediante colores de gran contraste.
Color: La regla de oro con el color es hacer que esos rasgos particulares enfaticen las letras, palabras o estructuras aún más y sean realmente distintivas. No solo ponemos “faros” en nuestra pantalla, sino que los hacemos destellar. Obviamente, el contraste entre colores debe resultar muy obvio y las tonalidades elegidas no deben acercarse demasiado para que el rasgo distintivo que queremos enfatizar no pase inadvertido. De esta manera, desaprovecharíamos la oportunidad de concienciar al estudiante acerca de la imagen mental que representa una estructura dada, y se perdería la focalización de su atención y la posibilidad de que la absorba y transfiera a su memoria de largo plazo (R. Ellis 2002, p.168).
Por otro lado, ¿en dónde vamos a proyectar nuestra presentación? ¿Será un aula grande y bien iluminada? ¿O será en la pantalla pequeña de un ordenador? Debemos considerar que en algunas circunstancias los equipos de proyección o el programa utilizado pueden alterar en forma ligera los colores, los contrastes y la tipografía que hemos elegidos originalmente. Por lo general, el mejor contraste para un aula poco iluminada es un texto claro sobre un fondo oscuro. Por el contrario, se recomienda un fondo claro con texto oscuro si vamos a hacer una presentación en un ambiente con buena iluminación (Kosslyn 2007).
La gama de los azules como colores de fondo es más efectiva. Asimismo, el púrpura, blanco y algunas variantes del verde o gris también son aceptables. No obstante, hay que ser cuidadoso y evitar ciertas combinaciones particulares que pudieran confundir a estudiantes que sufran de ciertas variantes del daltonismo. De esta forma, debemos evitar el rojo y el verde juntos. Otras combinaciones que producen un visionado poco claro son el anaranjado y el azul. En tanto, el rojo y el azul yuxtapuestos no tienen suficiente contraste. Por último, en lugar de utilizar un color sólido y uniforme podemos apelar a un fondo con una textura más agradable y neutra.
Ahora bien, cualquiera sea la elección que hagamos, cuando se trata de visualizar información, lo fundamental en todo el diseño, como observa Garr Reynolds (2008, p. 122), es garantizar la máxima proporción de información relevante, minimizando al máximo todo aquello que pudiera resultar irrelevante, distractor o que contribuyera a la degradación del mensaje. Esta degradación puede darse debido a una selección inapropiada de gráficos, iconos, líneas, dibujos, símbolos y logotipos que solo tienen un papel decorativo en lo que queremos decir. En otras palabras, si existen elementos que pueden removerse sin comprometer el mensaje visual, entonces debe minimizarse o eliminarse por completo. La claridad debe ser nuestra guía.
Tipografía: En lo que respecta a la tipografía, Berk (2011, p.30) recomienda utilizar la que forma parte de la familia de Sans Serif, por tener un diseño moderno, claro y “más limpio”. Entre estas se encuentran Arial, Century, Century Gothic, Franklin Gothic, Tahoma y Verdana, o inclusive Gill Sans MT. También propone que dejemos la tipografía que se asemeja a la escritura manuscrita para efectos especiales o alguna transición particular. Asimismo, en lo que se refiere al tamaño se sugieren como mínimo 20 puntos para el texto y 32 para los títulos.
Música y efectos de sonido: En lo que concierne a la música o efectos de sonido, Berk (2011, p.28 y 2012b, p. 5) sugiere que seamos medidos y sistemáticos en su uso. Podemos apelar a la música o efectos de sonido para enfatizar nuestra introducción o destacar un título, texto o imagen particular de manera de crear conexiones emocionales que permitan transferir el contenido que estamos intentando transmitir a la memoria de largo plazo. Pese a esto, en todo momento debemos evitar sonidos irrelevantes, a menos que busquemos conscientemente algo concreto (por ejemplo, un “tic tac” de un reloj para indicar el transcurso del tiempo o la cercanía del final del ejercicio en una actividad lúdica cronometrada).
Animaciones: Algo similar ocurre con las animaciones. Su inclusión de manera sistemática debe tener en cuenta un objetivo primordial: integrar a través del movimiento formas diferentes de representar aspectos gramaticales del lenguaje. Este uso, cuidadosamente meditado, tendrá un efecto positivo en casi todos los aspectos de nuestra enseñanza, por cuanto ayudará a que los estudiantes recuerden esas representaciones y las asocien a esos rasgos lingüísticos particulares.
En otra oportunidad, he mencionado que existen opiniones encontradas respecto del uso de animaciones en las presentaciones. Una velocidad descuidada y una desmedida complejidad visual pueden confundir y abrumar a los estudiantes (véase Betrancourt y Rebetez, 2007). En efecto, si la velocidad de las imágenes es excesiva, el estudiantado puede encontrarse con problemas a la hora de procesar en forma correcta la información y verse impedido de transferirla a su memoria a largo. Por lo tanto, algunos estudios han destacado que, para evitar un posible fracaso de la animación como complemento didáctico, debemos ser cuidadosos respecto del tiempo que asignamos a los alumnos para focalizar su atención en la información presentada (Torres y Dwyer, 1991). El fracaso estará asegurado si no tenemos en cuenta un tiempo apropiado para que los estudiantes procesen, comprendan y asimilen los esquemas mentales que se proponen.
Conclusiones: Hagamos lo que hagamos, todas estas propuestas pueden producir aburrimiento si el profesor no las utiliza en forma adecuada y, sobre todo, dosificada. Para parafrasear a Bain (2007: 132), la manera de diseñar nuestras presentaciones o módulos puede afectar el aprendizaje de nuestros estudiantes y “tiene que ver con una especie de buen oficio docente y con habilidades técnicas e incluso físicas.” Animémonos a usarlas con medida.
Referencias:
Bain, K. (2007), Lo que hacen los mejores profesores de la universidad. 2da. ed., Valencia: Universitat de Valencia.
Betrancourt, M., & Rebetez, C. (2007, August), “Building dynamic mental models from animation: Effect of user control on exploration behaviours”, Ponencia presentada en la 12 EARLI Biennial Conference on Research on Learning and Instruction, Budapest, Hungría.
Berk, R. A. (2011), “Research on PowerPoint®: From basic features to multimedia”, International Journal of Technology in Teaching and Learning, 7(1), 24-35.
Ellis, R. (2002), “Grammar Teaching –Practice or Consciousness-Raising?”, en J.C. Richards, y W.A Renandya. Methdology in Language Teaching. An Anthology of Current Practice. (pp.167-174), Cambridge UP: Cambridge.
Kosslyn, Stephen. (2007), “Clear and to the point: 8 Psychological principles for compelling PowerPoint presentations”, New York: Oxford University Press.
Nielsen, J., & Loranger, H. (2009), Site web: Priorité à la simplicité (N. Le Guillou de Penanros, Trans.), París: Pearson education France. (Original work published 2006).
Reynolds, G. (2008), Presentation Zen Design: Simple Design Principles and Techniques to Enhance Your Presentations, Berkeley, CA: New Riders Pub. Una excelente página de Reynolds para inspirarse en el diseño es: http://www.garrreynolds.com/preso-tips/design/
Torres, J., & Dwyer, F. (1991), “The effect of time in instructional effectiveness of varied enhancement strategies”, International Journal of Instructional Media, 18, 26-31.
Brisbane, 25/10/2017.
Este último viernes tuve la oportunidad de participar en la Universidad de Queensland en el XI Simposio de Profesores de Español, organizado por el Spanish Network, rama asociada a la Modern Language Teachers’ Association del Estado de Queensland (Australia). Una audiencia entusiasta y numerosa participó de un evento que coincidió con los 25 años del programa de español de esa misma universidad, programa del que formé parte originariamente y por el que siento un profundo cariño y grato recuerdo.
Quiero expresar mi profundo agradecimiento a las profesoras Esther Dohijo, Marcela González y Patricia Pinilla por todo el esfuerzo que ponen en la difusión de nuestra lengua en Queensland y por el interés que demuestran día a día por organizar actividades de perfeccionamiento docente.
Fue por demás interesante y enriquecedor ver el entusiasmo que nuestros colegas más jóvenes demuestran por la enseñanza y promoción de nuestra lengua, y la avidez por aprender nuevas perspectivas metodológicas. Sin planearlo, los tres ponentes coincidimos en áreas muy relacionadas de nuestra labor: las estrategias para estimular la motivación estudiantil en la clase de español (Profesor Raúl Ocaña-Villegas, de Calvary Christian College de Brisbane); la estupenda reflexión respecto de la enseñanza de la gramática en la clase de lengua hoy (Dra. Raquel Romero Guillemas, Directora del Instituto Cervantes de Sídney); y mis ejemplos concretos y prácticos de una posible aproximación didáctica para la enseñanza de los tiempos verbales.
El título de mi presentación fue “Gramática pedagógica, animación y esquemas mentales” y con ella apunté a un triple objetivo. Por un lado, planteé una reflexión sobre algunas regularidades del sistema lingüístico del español que ocasionan problemas a los estudiantes de habla inglesa. Por otro, propuse representaciones visuales, con una aproximación pedagógica de base cognitivo-operativa, con el fin de (1) focalizar la atención de los estudiantes en estas particularidades, (2) comprender su significado y (3) lograr una producción lingüística eficaz. Por último, sugerí algunas alternativas prácticas y lúdicas para su ejercitación en clase.
¿Qué son los esquemas mentales?: Los definí como las estructuras basadas en la experiencia y que se proyectan luego a dominios abstractos. Por ejemplo, al hablar y razonar sobre el tiempo cronológico, los hablantes de todo el mundo tienden a hacerlo con vocabulario y conceptos prestados del dominio del espacio.
¿Por qué la animación?: Mayer, Moreno, Boire y Vagge (1999) y Mayer y Sims (1994) destacan la importancia de una estrecha coordinación temporal y espacial de la información procesada por separado para generar efectos positivos sobre la activación del conocimiento almacenado y de la retención de la nueva información. Este efecto se ha conocido como el "efecto de contigüidad". En el aprendizaje de lenguas un efecto de contigüidad puede ocurrir cuando la información verbal viene acompañada por información visual relacionada y bien coordinada. Pero atención: las animaciones por sí solas no conducen automáticamente a una mejora en el aprendizaje de idiomas. Por el contrario, solo las animaciones construidas de acuerdo con un definido conjunto de principios didácticos y funcionales (cognitivos) son capaces de producir efectos positivos de aprendizaje (Jörg Roche y Julia Scheller).
Animaciones para explicar la gramática: Se pueden utilizar animaciones para visualizar reglas gramaticales que podrían ser difíciles de explicar de otro modo. Las reglas gramaticales que expresan un movimiento o proceso son las mejores o las más adecuadas para presentarlas por medio de animaciones. Las descripciones verbales abstractas o la información visual estática a menudo no logran capturar la esencia de tales reglas.
Algunos colegas me pidieron acceso a este material en forma completa. Si bien muchas de estas cosas ya han sido incluidas en este blog y el lector interesado podrá encontrarlas en la sección correspondiente, a pedido de los organizadores preparé una versión resumida de los puntos principales y ejemplos más destacados de mi presentación. Pido perdón por algún pequeño desliz técnico con el vídeo y alguna slide que se ha empeñado en aparecer con otro formato. No obstante, creo que me ha salido bastante fiel a lo que expuse. Aquí dejo el enlace.
Referencias:
Mayer, R. E., Moreno, R., Boire, M., & Vagge, S. (1999). “Maximizing constructivist learning from multimedia communications by minimizing cognitive load.” Journal of Educational Psychology 9 (4), 638-643.
Mayer, R. E. & Sims, V.K. (1994). “For whom is a picture worth a thousand words? Extensions of a dual-coding theory of multimedia learning.” Journal of Educational Psychology, 56(3), 389-401.
Roche, J. y Scheller, J.(2008). “Grammar animations and Cognition.” En F. Zhang y B.Barber (eds). Handbook of Research on Computer-Enhanced Language Acquisiton and Learning. (pp. 209-218). Hershey/New York: Information Science Reference.
Brisbane, 15/10/2017
“El sistema pronominal del español es endemoniado”, me decía con desánimo un estudiante hace un tiempo. Es que el pobre había llegado a esa etapa a la que todos los profesores tememos: cuando el estudiantado cree ver un desorden gramatical en nuestra lengua y no acierta a percibir su lógica interna y a sistematizar ciertos usos y colocaciones.
En efecto, en algunos casos nos encontramos con pronombres sujetos que funcionan como el término de una construcción prepositiva (“entre nosotros”, “con ellos”), fenómeno que no ocurre en otros idiomas. En otros casos, algunos pronombres pueden ser para personas y objetos a la vez (opuesto a lo que ocurre con el inglés, que hace una distinción en singular con “it”). Otro hecho que confunde es la abundancia de pronombres reflexivos, cuasirreflexivos, recíprocos, pasivos e impersonales. Los límites entre ellos se vuelven borrosos. En otro nivel, nos encontramos con los pronombres de segunda persona: tú, usted, vos, vosotros o las transformaciones de le/les en “se”…
No obstante, una de las cuestiones que el estudiante –sobre todo en niveles intermedios bajos– no logra “poner en caja” es la colocación pronominal, aun cuando en verdad este no es uno de los problemas pronominales mayores. Pero para muchos estudiantes sí lo es. En efecto, en este sentido el español sigue un orden bastante estricto de colocación cuando dos pronombres objetos se adjuntan a un mismo verbo (dependiendo de que este sea un verbo conjugado en indicativo/subjuntivo, un imperativo o una frase verbal cuyo segundo verbo sea un infinitivo o gerundio).
Como señalan Aijón Oliva y Borrego Nieto, “[e]l sistema lingüístico refleja y configura la percepción humana de la realidad. Los constituyentes sintácticos y las relaciones que se dan entre ellos son representaciones, fundamentalmente icónicas, de escenas en las que hay ciertos participantes principales y otros elementos que quedan en el trasfondo.” Mediante las acotadas opciones que nos da el sistema (colocación proclítica o enclítica, dependiendo de la forma verbal usada), podemos manejar sus alternativas formales ya para aumentar, ya para disminuir o modificar el papel de cierta entidad en la escena representada (índice de prominencia), y con ello manipular sutilmente la interpretación global del enunciado. En una palabra, la colocación próclitica o enclítica –sobre todo en los casos de perífrasis aspectuales –“voy a comerlo/lo voy a comer”-, perífrasis modales –“puedo dibujarlo/lo puedo dibujar”- o verboides que acompañan al verbo conjugado en función de objeto directo o complemento preposicional (“intentó decirle/le intentó decir” o “terminó de leerlo/lo terminó de leer”) dependerá en muchos casos de varios factores como, por ejemplo, el valor oral o escrito del mensaje, el grado de novedad (informatividad) de un elemento teniendo en cuenta el contexto precedente y, por consiguiente, la relevancia que le estamos asignando en nuestro discurso (para un detallado ejemplo de esto, ver el muy interesante trabajo de Aijón Oliva y Borrego Nieto).
¿De qué manera simple podemos ayudar al alumnado para recordar el orden pronominal y poder así, luego, sistematizar la colocación apropiada y extender su práctica a los otros pronombres?
En mis materiales he propuesto partir de un esquema triangular que, gracias a la animación, permita reconocer “el recorrido de la mirada” que se sigue en el idioma español. Comenzamos con un triángulo equilátero dispuesto de forma tal que el ángulo superior izquierdo representa al sujeto. El ángulo derecho, el objeto indirecto. El tercer ángulo (colocado debajo) será el lugar dejado para el objeto directo. Dejamos la superficie interna del ángulo para colocar el verbo conjugado.
Mediante la animación, iremos mostrando los pronombres según el orden en que van apareciendo en la oración. Primero, presentaremos el sujeto (que podremos “sombrear” para simbolizar su omisión). Este será seguido por los pronombres de objetos (en forma paulatina y graduada: primero solo el de objeto directo y, en clases posteriores, el de objeto indirecto). Gracias a los efectos de animación, se revelará el verbo y se pondrá el acento en el hecho de que, en ambos casos, los pronombres sujetos y objetos tiene su aparición antes del verbo conjugado. Las frases verbales aparecerán en una tercera fase (sobre todo a partir de la introducción del presente progresivo) y se explicará que la posición proclítica o enclítica no implica un cambio de significado, sino una cuestión de perspectiva y de subjetivización muy sutil. En efecto, como agregan Aijón Oliva y Borrego Nieto,
[L]os clíticos que se anteponen con mayor frecuencia a las estructuras pluriverbales son aquellos cuyos referentes resultan más prominentes en el discurso, ya sea por sus características inherentes o por la relevancia que adquieren en el contexto. Lógicamente, lo más habitual es que ambos aspectos se den conjuntamente: los referentes de mayor prominencia (los de primera y segunda persona, así como los animados y específicos en general) poseerán a priori mayor facilidad para dominar el avance discursivo. La proclisis puede entenderse, de hecho, como una forma icónica de asimilar dichos referentes a los sujetos sintácticos, cuya posición menos marcada en español y en gran parte de las lenguas del mundo es la preverbal (cf.Fried 2009). Por el contrario, la enclisis se relaciona con participantes que se perciben más objetuales en el evento descrito, además de resultar generalmente más informativos en el contexto.
De esto se desprende que habría factores discursivo-cognitivos, condensados bajo la noción de prominencia, que constituirían una fuerza determinante en los cambios de colocación del pronombre con las formas pluriverbales.
Una vez que se ha descrito y practicado la colocación pronominal en posición proclítica con verbos conjugados y las posiciones proclíticas y enclíticas con las formas pluriverbales (como el presente progresivo y otras frases verbales conocidas hasta el momento), el próximo paso será el reemplazo de ambos objetos juntos, por lo que se destacará la insistencia del español por el orden beneficiario/afectado y objeto transferido ya tanto en posición proclítica como en posición enclítica (si se trata de frases verbales o imperativo afirmativo). Una vez más, el esquema triangular nos permitirá graficar de manera rápida y económica la forma en que el español percibe los elementos de la situación comunicativa y cómo los lexicaliza.
Para el imperativo, se destacará que la segunda persona afirmativa (singular y plural) se presenta como la única “forma original” y como tal mantiene desinencias particulares. La particularidad del imperativo es que coloca el pronombre en posición enclítica. Dada la “pobreza” de desinencias del imperativo propiamente dicho, todas las otras desinencias para el resto de las personas se toman prestadas del subjuntivo. Se sigue así un doble juego: las formas afirmativas tomadas del subjuntivo que cubren las restantes personas del imperativo se acomodarán al esquema original que sigue este para la colocación del pronombre (posición enclítica en caso afirmativo). Sin embargo, mantendrán la posición proclítica típica del subjuntivo, cuando la forma es negativa (véase mi vídeo sobre las formas del imperativo en la sección de gramática).
Una práctica frecuente a partir del esquema triangular (que nos servirá para ir incorporando cada nuevo pronombre que vamos introduciendo: reflexivos, impersonales, recíprocos), la animación y la manipulación de las imágenes permitirá que, de a poco, los estudiantes puedan tener una visión general del orden pronominal, identifiquen sus referentes, automaticen su colocación y adquieran mayor fluidez comunicativa.
Referencia.
Aijón Oliva, M. y Borrego Nieto, J. (2013). “La variación gramatical como forma y significado: el uso de los clíticos verbales en el español peninsular.” Lingüística Vol. 29-2, 93-126. http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2079-312X2013000200005
Brisbane, 05/10/2017.
“¿Eres bilingüe cuando sueñas en otro idioma? ¿Cuando insultas en otro idioma? ¿Cuando cuentas un chiste?”, se preguntaba con interés en El País de España Virginia Mendoza.
¿Es acaso la definición del lingüista Leonard Bloomfield la más apropiada: “Solo es bilingüe aquel que domina una segunda lengua como un nativo”? ¿O quizás la de Jim Cummins, que considera bilingüe a cualquiera que pueda comunicarse en una segunda lengua incluso en conversaciones básicas? Entre ambos, señala Mendoza, podemos agregar la de Maitena Etxebarría (El bilingüismo en el estado español): “[…] llamaremos bilingüe al individuo que, además de su propia lengua, posea una competencia semejante en otra lengua y es capaz de usar una u otra en cualquier situación comunicativa idéntica”. Pero yo la extendería a algo más todavía: ser bilingüe implica también moverse en la cultura del otro como “pez en el agua”, entendiendo cómo el otro piensa, cómo conceptualiza y cómo organiza su mundo. Es esta una definición que va más allá del manejo lingüístico propiamente dicho (que es condición necesaria, pero no suficiente).
Ya casi a comienzos del siglo XIX, Wilhelm von Humboldt creía que la relación entre el lenguaje y el pensamiento estaba tan arraigada en la lengua nativa que el dominio total de otra lengua era imposible. La tesis pesimista de Humboldt respecto de la adquisición y manejo cómodo de una segunda lengua se basaba en el presupuesto de que, una vez que nuestras mentes se han formado y entrenado en las perspectivas que conlleva una lengua (eso que yo llamo en otro lado “la mirada sobre el mundo”), es muy difícil lograr que nuestro cerebro se reprograme y establezca nuevas conexiones que impliquen, por extensión, nuevos puntos de vista sobre las cosas. Sin embargo, lo sabemos hoy, esto no es necesariamente imposible.
Desde mediados de la década del 60 hasta la actualidad, muchos lingüistas se han interrogado si, debido a esto, los estudiantes de segundas lenguas pueden alcanzar las mismas capacidades de competencia y desempeño de los hablantes nativos. Y por cierto, la cuestión sigue siendo controvertida (Han & Odlin 2006). En años más recientes, otros investigadores han expresado opiniones que van en esta misma línea de Humboldt, como es el caso de Slobin (1996). Un ejemplo que parece confirmar esta aserción lo cita la propia Littlemore (49), quien, citando un estudio de Alejo, observa las dificultades que estudiantes avanzados del inglés tienen para usar ciertos verbos complejos que expresan el movimiento. El español construye la situación mediante “marcos verbales” y no “satélites” como lo hace el inglés. Esto es, prefiere verbos de dirección más un modificador de manera (ya sea un adverbio o gerundio). El inglés, en cambio, se decanta por un verbo de manera más un modificador de dirección como up, into, out, etc. Compárese “he entered the cave, swiming”, como lo diría un hispano, tratando de reproducir en inglés el esquema mental español (“entró en la cueva nadando”), vs “he swam into the cave”.
Lo observado por Alejo parecería confirmar que aquellos estudiantes fuertemente marcados por su “marco verbal” (como el español o japonés) tienen un serio problema para enfrentarse a un cambio tan notable de perspectiva. Aprender un segundo idioma nos exige superar estos hábitos cognitivos y “moldes mentales” que hemos desarrollado como resultado de las características de nuestra lengua nativa. Aprender un segundo idioma entonces, nos agrega Littlemore (187) en otro lado, implica desprogramarnos, reorganizar nuestro conocimiento enciclopédico y establecer nuevas redes léxicas, profundizando al mismo tiempo nuestro conocimiento del vocabulario de L2, entre otras muchísimas cosas-.
Hasta qué punto, me pregunto, este entrenamiento que, como profesores, debemos enseñar a hacer cada vez que nos enfrentamos a un nuevo grupo de estudiantes colaborará en la formación de seres más flexibles ante la diferencia, más propensos a admitir grises y a aceptar puntos divergentes. Toda esta disquisición viene a cuento porque leo en un periódico argentino una nota por demás sorprendente y polémica respecto de un grupo de inmigrantes en Nueva Zelandia –algunos de ellos hispanos- que después de un corto tiempo de vida en un pueblito de la isla sur de ese país se han sentido “incomprendidos y excluidos”. Constreñidos por un idioma que no dominan, pretenden que, en esta era de inmediateces en la que todo debe ocurrir ya, la adaptación y la comprensión mutua se haga en tiempo récord. “Es el otro que debe adaptarse a mí”, parecen sugerir en sus declaraciones, pero no entienden que ese proceso de adaptación a la nueva cultura es un camino de doble vía que trasciende lo meramente lingüístico –pero que, lógicamente, no puede obviarlo-.
Lo que no se entiende es que el proceso de aprendizaje del otro es mucho más que "hablar el idioma" y requiere, además, un tiempo considerable de aprendizaje mutuo. Implica entender cómo piensa el otro, cómo categoriza, cómo conceptualiza y ve el mundo. Somos todos seres humanos, pero cada comunidad lingüística ve el mundo desde una esquina diferente. El aprendizaje de una lengua abre un mundo que trasciende lo puramente lingüístico o, mejor todavía: lo lingüístico pone en evidencia algo del otro que no veo pero que intuyo. Todos podemos observar lo mismo, pero la forma de mirarlo varía. Aprender a entender eso es el primer paso para poder integrarse en una comunidad lingüística diferente de la que se nació -como le pasa a esta generación de hispanos en Nueva Zelandia que mencionaba más arriba- y a comenzar a entender la lógica de esa otra cultura.
De esto se desprende algo básico: la enorme flexibilidad que debemos fomentar para que vean su entorno con otros ojos, a mirar -no solo ver-, y a escuchar -no solo oír- de otra forma. ¿Qué tendrán acento al hablarlo? Algunos sí, otros menos. Eso es irremediable y es hasta secundario (en tanto ese acento no sea una traba seria para hacerse entender). El acento es lo que nos distingue. Es nuestra historia, nuestra cicatriz. No podemos borrarla. Debemos sentirnos orgullosos de ella porque ella habla de nuestra experiencia de vida. Pero también debemos aprender a sumar otras. Y de eso se trata cuando se aprende otro idioma: a sumar cicatrices a partir de las cuales ya no seremos los mismos.
Ser bilingüe hoy es saber moverse entre dos mundos diferentes, entre dos mares, entre dos cosmovisiones de la realidad, entre dos puntos de vista –a veces similares, a veces diferentes-. Ser bilingüe hoy es –debe ser- aprender a ser flexible, tolerante, a comprender al otro dejando de lado nuestros preconceptos, y a movernos junto a él “como pez en el agua” en este ancho mundo que nos ha tocado compartir.
Un vídeo breve para meditar: https://www.youtube.com/watch?v=MMmOLN5zBLY
Referencias
Alejo, R. (2008). ‘The acquisition of English phrasal verbs by L2 learners: a cognitive linguistic account’. Paper presented at the LAUD Symposium on Cognitive Approaches to Second/Foreign Language Processing: Theory and Pedagogy. Landau, Germany, March 2008.
Han, Z., & Odlin, T. (2006). Introduction. En Z. Han. & T. Odlin (Eds.) Studies of fossilization in second language acquisition (pp. 1–20). Clevedon, UK: Multilingual Matters.
Humboldt, W. Von. (1999). On the diversity of human language construction and its influence on mental development of the Human Species. Cambridge: Cambridge University Press.
Littlemore, J. (2009). Applying Cognitive Linguistics to Second Language Learning and Teaching. UK: Palgrave Macmillan.
Mendoza, V. (2017, 12 de septiembre). ¿Cuándo sabes que eres bilingüe? El País. [online]. Disponible en: <https://verne.elpais.com/verne/2017/08/28/articulo/1503911116_963972.html>. (Consultado: 15 de septiembre 2017)
Parajuá, M. (2017, 23 de septiembre). Lo que no sabías sobre los extranjeros en Nueva Zelandia. La Nación. [online] Disponible en: <http://www.lanacion.com.ar/2062071-lo-que-no-sabias-sobre-la-vida-de-un-extranjero-en-nueva-zelanda>. [Consultado: 24 Sep. 2017].
Slobin, D. (1996). From “thought and language” to “thinking for speaking”. En J. Gumperz & S. Levinson (Eds.), Rethinking linguistic relativity (pp. 97–114). Cambridge: Cambridge University Press.
Brisbane, 25/09/2017.
Hace ya unos cuantos años decidí introducir en uno de mis cursos una modificación sustancial respecto de las evaluaciones orales. Con el tiempo, mostró sus beneficios, aunque en su momento implicó algunas resistencias entre mis colegas e inclusive entre algunos estudiantes.
Mi curso de español intermedio contaba con un examen oral y otro escrito a mitad del semestre y otros dos similares al finalizar el curso. El examen oral en ambas instancias consistía en una entrevista personal en la que se mantenía un diálogo en español con el profesor sobre temas relacionados con las áreas temáticas presentadas durante el semestre. En lugar de continuar con la misma estructura de los exámenes orales de mitad de semestre, decidí pedir al alumnado que preparara una presentación sobre los distintos temas tratados y la entregaran a través de Voicethread. Voicethread es una interfaz que permite presentaciones y conversaciones en línea en forma asincrónica y ofrece una opción gratuita limitada. Mi institución no contaba en esos momentos con una aplicación dentro de nuestra propia plataforma que les facilitara desarrollar este trabajo de forma rápida y económica. Fue así que decidí probar este instrumento.
Los estudiantes debían preparar un documento fotográfico ya en formato PDF ya en PPT, subirlo al sitio y grabar su propia presentación en su ordenador mediante esta interfaz. Debían contarme una historia conectando los distintos temas que habíamos introducido hasta ese momento. Quería evitar caer en la aburrida dinámica de pregunta-respuesta que generalmente este tipo de exámenes conlleva. Para esto debí redactar instrucciones muy precisas sobre los temas que debían cubrir en su narración, las estructuras y vocabulario que se esperaban, la cantidad de diapositivas, el número de fotografías que se admitían en ellas, y el tiempo máximo y mínimo de presentación (no menos de cuatro minutos y no más de ocho). Una vez grabado todo, los estudiantes debían enviar al profesor, por correo electrónico, los enlaces y la autorización para poder visualizarlos y evaluarlos. El fundamento del proyecto tenía dos propósitos:
(1) obligar a los estudiantes a rever las estructuras más sofisticadas y el vocabulario introducido durante el semestre, y a esforzarse para usarlas en una narración un poco más extensa;
(2) prepararlos, mediante estímulos visuales y técnicas de narración, para lo que sería la tarea oral final del curso, que consistiría en un monólogo sostenido sobre temas de interés personal y un breve diálogo presencial con el profesor.
Los resultados fueron en verdad altamente positivos, aunque admito que con algunos tropiezos al comienzo. Por parte de los estudiantes, las críticas se basaban en que era mucho más exigente y les llevaba mucho tiempo su preparación. Por parte de los colegas, en cambio, se señalaba que el examen así organizado se prestaba para que algunos pudieran leer su presentación o recibir ayuda de hablantes más avanzados. Advertían además que con estos criterios se corría el riesgo de que nuestras notas generales e individuales se dispararan a rangos excesivamente altos. Era una crítica entendible de ambos grupos. Para dar respuesta a estas preocupaciones, se preparó, por un lado, una sesión informativa para los estudiantes –que luego se grabó y subió a nuestro sitio- en la que se explicaban las razones pedagógicas para estos cambios, se daban ejemplos con buenos modelos de exámenes orales, se daban indicaciones precisas de lo que se esperaba de ellos, se aclaraban los criterios de evaluación que se utilizarían y se daban directrices generales respecto de la organización que debían seguir para no perder su tiempo innecesariamente. Este es un detalle que los profesores olvidamos a veces. En muchas oportunidades los estudiantes no saben cómo organizar sus tiempos frente a evaluaciones de este tipo y debemos ayudarlos para bajarles la ansiedad y que no se sientan superados por la tarea.
Todas estas consideraciones nos llevaron a diseñar instrucciones muy claras sobre el tiempo estimado de preparación (las instrucciones se daban dos semanas antes de la fecha de presentación), la duración de su monólogo, cómo debían grabarse y las limitaciones en términos de “las ayudas” que podían recibir. Los únicos apoyos permitidos para estructurar sus monólogos eran las imágenes. Asimismo, se delineó una grilla muy detallada respecto de cómo el profesor evaluaría esta presentación en áreas tales como comprensión y coherencia del discurso, fluidez, precisión gramatical, vocabulario, pronunciación y entonación.
Para responder a las críticas de los colegas y clarificar dudas, en tanto, se organizó una plataforma con ejemplos concretos, variados y reales de exámenes orales previos, y una guía interactiva y detallada en línea para que los profesores mantuvieran criterios similares de evaluación (consensus moderation) y supieran cómo corregir un examen oral de estas características. Se subieron ejemplos de evaluaciones orales previas que podían ser representativos de los diversos rangos de calificaciones (Fail, Pass, Credit, Distinction y High Distinction), aunque luego esos criterios se readaptaron a una calificación numérica de 0 a 7, de acuerdo con las directrices adoptadas por la universidad unos años más tarde. Se incluyeron también instrucciones precisas y detalladas de cómo evaluar cada área -dirigiendo la atención de los profesores hacia aspectos específicos-, qué tener en cuenta en cada una de ellas, y cómo detectar y contrarrestar posibles trampas y engaños de los estudiantes.
De esta manera, los profesores de planta y aquellos que se incorporaban a nuestro programa podían desarrollar, en cualquier momento del período académico, el “curso interactivo de moderación” en línea antes de cada examen o a lo largo del semestre –nuestra plataforma estaba habilitada todo el año-. Esto permitió homogeneizar y equilibrar los criterios de todo el plantel de profesores de manera rápida y económica, dado que una vez montado el curso interactivo en línea al que solo accedían los docentes se reiteraba todos los años. Cualquier profesor nuevo que se incorporaba tenía acceso a ese material interactivo y debía hacerlo al menos una vez en el semestre antes de enfrentarse a la evaluación oral.
El resultado no pudo haber sido más auspicioso. En tanto en situación de clase o en los antiguos exámenes orales teníamos algunos estudiantes en extremo tímidos, pasivos, y que esperaban de nosotros estímulos constantes para provocarles el uso de ciertas estructuras, en las presentaciones en línea mostraron una soltura llamativa y un esfuerzo por utilizar y coordinar en su monólogo formas lingüísticas más complejas. Si bien al principio algunos mostraron dificultades en entender la razón de los dibujos y su uso en las presentaciones (al punto que en un primer momento debí agregar un banco de imágenes para disparar su imaginación y explicar en un vídeo el fundamento), en los semestres siguientes pronto encontramos que muchos incluían fotografías propias y anécdotas inspiradas en sus propias experiencias personales reales. Y algo más: aun aquellos que se quejaban de “carecer de imaginación” se arriesgaron a “inventar” historias en verdad muy creativas. Hubo algunas resistencias iniciales de parte de algunos estudiantes más “maduros” sobre el uso de la tecnología para entregar un examen, pero esto se subsanó rápidamente cuando se les mostró lo simple que resultaba el uso de la interfaz elegida. Respecto de los temores de los colegas sobre los resultados finales de dichos exámenes, se observó que las notas no solo “no se dispararon” –por el contrario, mantuvieron un equilibrio notable-, sino que terminaron confirmadas por los resultados de los exámenes orales finales.
En efecto, la segunda evaluación del semestre (que consistía en un examen oral presencial en la oficina del profesor, grabador de por medio) se vio influida positivamente por esta práctica. El examen consistía esta vez de dos partes: un breve monólogo sostenido de cinco minutos y un intercambio con el profesor a partir de un tema que este elegía al azar de una lista previamente dada y que el estudiante podía preparar, pero relacionada con el tema del monólogo. Para la primera parte, algunos pidieron llevar dibujos hechos a mano o fotografías para ayudarse a organizar su presentación en forma coherente y que el nerviosismo de la situación no empañara el buen desempeño de su exposición. Para la segunda fase del examen, la calidad de los diálogos con el profesor mejoró en forma notable, impactando en forma positiva en los niveles de competencia y, consecuentemente, en los resultados finales.
Como consecuencia de los buenos resultados experimentados con estas innovaciones, nuestro próximo paso fue extender esta experiencia a otras áreas del curso, mejorar algunos aspectos técnicos y logísticos que venían obstaculizando parte del desarrollo de nuestro proyecto e intentar acercarnos aún más a un modelo de enseñanza híbrido. Con esto nos proponíamos integrar a la ya clase tradicional presencial un componente en línea al que se podían transferir varios aspectos del curso (explicaciones y prácticas gramaticales sobre problemáticas concretas de la lengua, análisis discursivos y culturales, e instrucciones y guías orientativas sobre el curso en general). Pero los detalles de esa experiencia los dejo para otra entrada...
Brisbane, 15/09/2017.
Hace unas semanas (26 de agosto de 2017), el periódico de mi ciudad en su edición sabatina publicaba una serie de notas respecto de las dichosa generación millennials, su educación y la relación con sus padres (o en algunos casos, con sus hijos, habida cuenta de que esta generación abarca los jóvenes nacidos en el período que va desde principios de los años ochenta hasta comienzos del nuevo siglo).
La primera de ellas aparecía en la página 3 y titulaba (traduzco): “Vacaciones a corto plazo: Arremetida contra los padres que persiguen escapadas baratas”. En ella se señala que en los últimos tiempos se ha venido observando una creciente tendencia entre muchas familias con hijos en edad escolar a sacarlos de la escuela durante el período lectivo australiano para vacacionar. (Cabe aclarar que el ciclo escolar australiano está organizado a partir de 4 períodos de estudio de 10 semanas cada uno, que se alternan con períodos vacacionales de dos semanas cada uno entre uno y otro término durante el año, y un período vacacional un poquito más largo entre diciembre y enero de cada año). Gracias a esta estrategia, los padres lograrían aprovechar ofertas de viaje únicas. En algunos casos, algunos padres les piden a los maestros que les den tareas extras a sus hijos para hacer mientras están de viaje y así evitar el "sentimiento de culpa" que les produce sacarlos de la escuela para irse de paseo. En otros, los padres se excusan ante las críticas de los directivos, afirmando que los viajes “son también educativos”.
En la página 10 de esa misma edición, una nota pequeñita describía la obsesión desmesurada de los “millennials” por sus teléfonos celulares, algo que no pasa inadvertido a nadie. Se agregaba que el 51% de los jóvenes entre 18 y 34 años siente más terror de perder el teléfono que de perder la billetera (esta preocupación baja a 33% entre la generación X –los nacidos entre los 60 y principios de los 80- y a 12% entre la generación posterior a la guerra –los llamados “baby boomers”-). El artículo concluía explicando que los jóvenes muestran un llamativo apego emocional al teléfono y lo consideran mucho más que un simple “dispositivo práctico”.
En la página 13, la nota “Las habilidades de escritura no pasan la prueba” indicaba que los resultados de las últimas pruebas australianas NAPLAN (Programa Nacional de Evaluación, Alfabetización y Aritmética de Australia, por sus siglas en inglés) mostraban un retroceso notable en las habilidades de escritura de los jóvenes que se encuentran en el noveno año de la educación básica [tercer año de la secundaria] desde 2011, cuando estos mismos estudiantes se encontraban en el tercer nivel de su escuela primaria. Estas pruebas, que consisten en una serie de evaluaciones estandarizadas que evalúan la lectura, la escritura, lengua (ortografía, gramática y puntuación) y la aritmética básica de los estudiantes, demostrarían, según la profesora Misty Adoniou de la Universidad de Camberra, que las habilidades básicas de estos jóvenes han ido retrocediendo en sus últimos años de escuela. Los datos revelan que es a partir del primer año del secundario cuando los estudiantes comienzan a mostrar signos dramáticos de retroceso en sus habilidades más complejas de escritura y dan muestras de incapacidad para escribir historias atractivas e interesantes o argumentos persuasivos. “Escriben como hablan y no pueden usar un lenguaje correcto porque tampoco leen lo suficiente. Ha habido un aparente énfasis en “volver a lo básico” (escritura y aritmética) en nuestro sistema, y en eso, los resultados de NAPLAN muestran cierto grado de éxito en los últimos 10 años, pero hemos olvidado lo complejo”, afirma.
Finalmente, la última nota de ese sábado aparecía en la página 18. El título decía: “Los muchachos de hoy criados como idiotas con grandes egos” (Today’s boys raised as ‘boofheads’ with big egos). En ella se reproducían los comentarios del sicólogo Michael Carr-Gregg, de Melbourne, quien afirmaba que muchos padres, preocupados más por las hipotecas y las cuentas que debe pagar, prefieren lavar sus culpas dándoles dinero a sus hijos para que gasten y disfruten sin restricciones. De esta forma, afirma, se ha ido formando a lo largo de estos años “una generación perezosa, egoísta, irrespetuosa, desagradable y despectiva”. Casi nada.
Tengo estas cuatro notas puestas sobre mi mesa. Como hacemos con esos juegos infantiles que intentan unir los números para formar el dibujo, busco entre ellas cuál es el eje que las conecta. ¿Qué “imagen” forman estas cuatro notas sobre nosotros como comunidad y sobre el mundo en el que nos movemos? ¿Qué efectos tiene todo esto en nuestra profesión y qué respuesta estamos dando desde la educación para poder hacer frente a los desafíos que estas promociones estudiantiles nos están presentando? Adictos a una tecnología con la que se evaden de su entorno inmediato, descuidados con sus responsabilidades, apáticos, e ignorantes de conocimientos básicos que antes eran adquiridos más tempranamente en nuestra formación, las nuevas generaciones se mueven por el mundo con una marcha pasmosa, casi abandonados por sus padres, pensando que con un simple “clic” pueden obtener todo lo que se les antoja. ¿Para qué entonces esforzarse?
Y esto, como lo sabemos muchos profesores, tiene implicancias serias en nuestras clases. La poca motivación, el poco interés y el desánimo inmediato ante el primer obstáculo son las reacciones típicas que muchos de estos jóvenes exhiben en su conducta cotidiana. ¿Cómo desafiar y provocar el esfuerzo por “querer saber”? ¿Cómo despertar el aprecio por nuestra lengua y visión de mundo cuando la única expectativa de muchos estudiantes es aprenderla para “ir a Machu Picchu o a España” en sus próximas vacaciones? Algunos llegan a nosotros por descarte: no pudieron inscribirse en francés o japonés y les dijeron que “español es más fácil”. Otros piensan que es un idioma “romántico”, aunque de verdad lo de “romántico” viene a cuento porque, en su ingenuidad enternecedora, han oído que es una “lengua romance” y están convencidos de que eso implica que es tan sensual como Sofía Vergara. Seguramente en su razonamiento piensan que “tal vez valga la pena aprenderla para ser como ella… o conseguirse una novia como ella...”.
Una concepción un tanto utilitarista del aprendizaje de la lengua (de cualquier lengua, aunque en rigor de verdad, de la educación en general) está empobreciendo la apertura de mente que deberíamos fomentar en nuestras clases. Admitámoslo: muchos estudiantes no logran ver la maravillosa oportunidad que les brinda el aprendizaje en general y el de una lengua en particular, de ver el mundo con otros ojos, de ver aspectos que no verían si se quedaran siempre mirando las cosas desde el mismo rincón. Ven la educación solo como un proceso por el que deben pasar para poder conseguir un papelito que les permita conseguir un empleo bien remunerado y poder así "darse los gustos". Solo eso. Pero lo que más me preocupa: se desaniman ante el primer tropiezo y no admiten la sola idea del fracaso. Y todavía más: debemos hacer explícitas constantemente relaciones que a nosotros nos parecen obvias. Debemos hacerlo porque parecería que las inferencias inmediatas no son visibles, paradójicamente, en estos tiempos de “hiperenlaces”. Es curioso: acostumbrados a saltar de enlace en enlace, muchas veces no logran establecer las conexiones entre dos conceptos. Como si padecieran Asperger, quedan atados "a la literalidad".
Empezar a debatir con ellos por qué y para qué aprender una lengua, qué nos enseña ese proceso sobre el mundo, qué visión se percibe en ciertas expresiones, en cierto orden de la lengua, y qué componente cultural e ideológico conllevan es algo que debería ser un objetivo siempre presente en nuestros cursos. Traer esto a colación en cada clase que damos, recordarlo y exaltarlo debe ser una práctica reiterada. La enseñanza de una gramática cognitiva en particular, en este sentido, tiene un valor importantísimo que sobrepasa la de simple “explicación de reglas”. En efecto, no se trata de darles largas listas de uso del “imperfecto” o del “pretérito simple” para que “hablen mejor”. Se trata de mucho más. Se trata de analizar con ellos y mostrarles –y esto es lo fascinante- qué vemos con uno y con otro tiempo que no se ve en su propia lengua, que por allí no hace esta distinción, por ejemplo. Debatir la perspectiva desde la que nos ponemos cuando elegimos uno u otro y exhibirla con ejemplos concretos y visuales muy bien seleccionados es una oportunidad única que no debemos desperdiciar. Los hace conscientes de las diferencias, los empuja a “ponerse en los zapatos del otro”, y a entender su cosmovisión. Y algo más: les enseña a pensar en otros tipos de categorizaciones y a encontrar resultados y respuestas originales para viejos problemas. ¿Mejorarán sus habilidades lingüísticas? Sin duda. Pero también mejorarán sus inferencias, sus habilidades interpersonales, y serán personas más analíticas, que sabrán leer su realidad con más precisión y estar atentos a las manipulaciones. Como observa Jeannette Littlemore (32), en un fascinante libro que recomiendo ampliamente (y traduzco):
Se ha encontrado que las personas que hablan dos o más idiomas muestran una mayor flexibilidad cognitiva que aquellos que hablan un solo idioma. Incluso en tareas no lingüísticas, los bilingües pueden cambiar más fácilmente entre diferentes tipos de información, y centrarse en esa información que es más relevante para la tarea (Gass, 2008). En otras palabras, desarrollan ciertas capacidades cognitivas, más allá del lenguaje, que la gente monolingüe no posee. Se ha encontrado que los niños bilingües son mejores que los niños monolingües en tareas no lingüísticas que implican cambios en sus sistemas de categorización.
Un ejercicio contrastivo entre lenguas nos puede llevar a hacerlos meditar sobre las diferencias de enfoque mental, de percepción de los hechos. Se trata de sacarlos de la pantallita que los hunde en mundos virtuales e irreflexivos para sumergirlos en mundos reales, críticos, que los confronte con su propio entorno y los saque de esa burbuja autorreferencial –y fácilmente manipulable- en que están metidos. Hacer sujetos críticos, conscientes y respetuosos de las diferencias debe ser uno de los propósitos fundamentales de cualquier profesor (sea de idiomas o no). Podremos ayudarlos a salir de ese ensimismamiento en el que la industria del entretenimiento, la diversión, y un consumismo y utilitarismo desenfrenados los tienen inmersos. Desviar su mirada del móvil, hacerles ver el horizonte, hacerlos “viajar” mentalmente en el aula (¿hay algo más extraordinario que “meterse” en el cerebro de otro, explorarlo y entender sus prácticas?), descubrir “nuevos mundos mentales”, ayudarlos a (d)escribir con más propiedad sus pensamientos y a ser más humildes ante el otro es una tarea fundamental de la clase de lengua (en verdad, de cualquier clase).
En la clase de idiomas en particular, una aproximación gramatical moderna y un análisis contrastivo atrayente visualmente –aprovechando esa experiencia sensorial que traen a clase- pueden colaborar en formar ciudadanos comprometidos que sepan mirar al otro (y al mundo) con otros ojos, interactuar con él y entenderlo. ¿Cuánto más interesante sería esta aproximación para ellos y para nosotros? Tal vez así, despertando este interés, daríamos mejor batalla a “las vacaciones fuera de fecha”, “los móviles siempre conectados en clase”, “los egos inflados”, “las dificultades para expresarse” y, sobre todo, a ciertas rigideces mentales cada vez más peligrosas…
Referencias:
Littlemore, J. (2009). Applying Cognitive Linguistics to Second Language Learning and Teaching. UK: Palgrave Macmillan.
"Millennials hung up on mobiles." (2017, 26 de agosto). The Courier Mail, p.10.
"Term-share holidays." (2017, 26 de agosto). The Courier Mail, p. 3.
"Today’s boys raised as ‘boofheads’ with big egos." (2017, 26 de agosto). The Courier Mail, p. 18.
"Writing skills fail the test." (2017, 26 de agosto). The Courier Mail, p. 13.
Brisbane, 05/05/20217.
(Andrade et al. 2019),
Hace unos cuantos años, cuando estudiaba inglés, recuerdo que mi profesora nos propuso un día una situación de role play inusual. La consigna era la siguiente: “Imagínese que el propietario de su apartamento no le renueva su alquiler. Ud. no tiene dónde vivir en lo inmediato. Ahora está en clase y está tratando de convencer a su compañero para que lo deje pernoctar en su casa por unos días hasta que su situación se acomode. Su compañero vive en una casa muy pequeña, así que deberá convencerlo para que le permita estar allí por unos días.”
La actividad, tal como estaba propuesta, ponía en juego mucho más que las expresiones que habíamos ido aprendiendo en clase. Implicaba no solo adaptarse a la situación, la finalidad, los participantes (en este caso, “supuestos conocidos sin mucha familiaridad”), sino también el registro, el tono, los elementos paralingüísticos, algunas reacciones emocionales, algunos elementos cuasiléxicos como ciertas onomatopeyas, pausas, silencios, y hasta posturas físicas. En fin, se ponía en juego toda una serie de estrategias que trascendían lo “meramente lingüístico”. Con semejante tarea desafiante se estimulaba nuestra curiosidad, imaginación y participación y nos enfrentaba a nuestras propias limitaciones de conocimiento lingüístico, obligándonos a apelar a toda una parafernalia de recursos lingüísticos y no lingüísticos con el fin de lograr nuestros objetivos.
Sin duda, disponía de esta competencia lingüística y estratégica en mi propia lengua. ¿Pero podía usarla en la nueva lengua que estaba aprendiendo? ¿Estaba capacitado para convencer -en lo que yo, hasta entonces, consideraba un rudimentario inglés- a otro para que hiciera lo que yo necesitaba? ¿Me alcanzaba el inglés para tanto? Era un desafío que valía la pena probar, pese a mi nerviosismo. Saber –y poder- negociar en otra lengua y lograr mi objetivo me demostraría si de verdad me podía “defender lingüísticamente” en situaciones extremas y si disponía de destrezas conversacionales suficientes para obtener lo que quería. Por otra parte, de ser exitoso, esto reforzaría mi autoestima y fortalecería mi –hasta por entonces- humilde confianza comunicativa en inglés.
Pero en todo esto, ¿qué entendemos por “negociación”? De acuerdo con el Diccionario de términos clave de ELE, el término se entiende como “un procedimiento de trabajo en el aula de segundas lenguas orientado a que los aprendientes alcancen unos niveles más altos en la corrección lingüística o competencia gramatical. Se aplica en clases en las que se adopta el enfoque comunicativo, que considera la interacción entre los alumnos como el medio más eficaz para el aprendizaje de la lengua. Este concepto está asociado, por un lado, al de negociación del significado y, por otro, a los de atención a la forma y conciencia lingüística.” Y más adelante agrega:
El procedimiento nace con la implantación de los modelos comunicativos, después de que algunos investigadores observaran limitaciones en el logro del dominio de algunos recursos gramaticales, en especial en los niveles avanzados del programa; el problema afecta en particular a aquellas formas que o bien pueden pasar desapercibidas a los aprendientes cuando realizan actividades de uso de la lengua, o bien pueden parecerles innecesarias para el logro de la eficacia comunicativa. P. Lightbown (1992) atribuyó estas limitaciones al hecho de que en las clases comunicativas los alumnos pueden tener dificultades para reconocer las formas erróneas del input que perciben. M. Swain (1995) relacionó este fenómeno con su hipótesis del output comprensible, y propuso unas técnicas para que los alumnos, en su producción lingüística, tuvieran ocasión de negociar cooperativamente la forma correcta de sus enunciados. De este modo, la producción que los alumnos realizan en sus clases tiene no solo una función comunicativa sino también una función metalingüística.
Durante muchos años, recordé aquella actividad porque me había servido para probarme hasta cuánto podía “negociar” en inglés y lograr mi propósito. La anécdota viene a cuento porque un hecho curioso que siempre noto en las actividades de role play que hacemos en clase es que los profesores no introducimos desafíos en ellas. Lo más llamativo todavía es que las actividades así propuestas en los propios libros de texto con los que trabajamos tampoco lo hacen. En muchos de estos manuales, los juegos de roles sugeridos terminan convertidos en una dinámica de “instrucción-respuesta”. Y si llegan a proponer algo un poco más “provocador” son tan poco inspiradores que el estudiante termina ya aburrido antes de comenzar con la tarea.
En estos momentos tengo entre mis manos el libro con el que trabajamos en mi institución (Tu mundo, McGraw Hill, 2016). Me sorprende el aburrimiento que algunas de estas actividades me provocan a mí, como docente. ¡Bien puedo imaginar lo que le producirá a los estudiantes! En uno de estos juegos de roles se lee algo así como:"Usted está hablando con su amiga sobre su boda. Cuéntele quiénes fueron a su boda y qué pasó" Y al otro: "Su amiga se ha casado recientemente y ud. quiere saber sobre su boda. Pregúntele sobre quiénes fueron y cómo fue". Negociación 0/Aburrimiento 1.
Continúo leyendo. En otros capítulos la historia se repite. En algunas lecciones se intenta proponer algo que se acerca un poco a una situación con “fuerzas opuestas”, pero las buenas intenciones quedan por el camino, inmersas en una simpleza que abruma. En el capítulo nueve, por ejemplo, se introduce el tema de las actividades en un restaurante. Para esta sección, el texto sugiere la siguiente consigna (corto y pego sin agregar una coma):
Situación 1: Este no es mi plato
(Estudiante 1)
Imagine that you are eating at a very busy restaurant with some friends. Place your order with the server. When (s)he brings your food, you realize that (s)he brought you the wrong order; it’s something you don’t like at all. Explain to the waiter that there was a mix-up and try to get the problem solved.
Situación 1: Este no es mi plato
(Estudiante 2)
Imagine that you are a waiter in a very busy restaurant. Your partner is a customer dining there with his/her friends. After taking his/her order, you bring the food. Then, the customer (your partner) realizes that it is the wrong order, something (s)he doesn’t like at all. (S)he explains to you that there was a mix-up. Try to get the problem solved
¿Hay algo más poco inspirador que esta actividad? ¿Cuánto diálogo podemos alentar a partir de estas instrucciones? ¿Cuánta “negociación” podemos lograr con una tarea semejante y cuánta creatividad podemos incentivar? En un breve artículo, Sonia Eusebio afirma que las actividades de interacción oral deberían llevar a los alumnos “a intercambiar información, compartir opiniones, llegar a acuerdos y negociaciones, y resolver problemas”. Si esto ocurriera, continúa, estaríamos “provocando interacciones genuinas y habremos conseguido una fiel reproducción del uso de la lengua en contextos reales”. Es evidente que con el tipo de actividad reproducido más arriba este objetivo no se logra.
Este punto me parece fundamental para meditar sobre cómo incluir en nuestras actividades tareas que empujen a nuestros estudiantes a pasar por "procesos de negociación con el otro" y ponerlo en situación extrema para lograr aquello que necesita. Cuando damos un escenario medianamente potente como "tienes este dinero y este es el menú que puedes elegir", mientras al otro que hará de mesero le decimos que tiene que convencer al cliente para que compre el producto más caro porque así podrá obtener una suculenta comisión, la actividad se enriquece muchísimo. Se pueden observar las tácticas y estrategias que mantienen en el intercambio para convencer al otro y salirse con la suya. El juego se convierte no solo en una oportunidad para usar las estructuras aprendidas, sino también para establecer prácticas comunicativas eficaces, profundizando el caudal creativo y el potencial expresivo. Lo que estamos haciendo, en definitiva, es ponerlos frente a situaciones en las que deben sopesar varios aspectos que sobrepasan lo “lingüístico” y que incluye una competencia pragmática que los ayudará a desarrollar la habilidad de participar eficazmente en cualquier acto conversacional.
En mi experiencia cotidiana como docente de ELE, he llevado en muchas oportunidades tareas semejantes a clase. He notado que cuando les damos escenarios con fuerzas que se oponen, la participación de los estudiantes tiene otra respuesta y se involucran de mejor forma. Se meten en el papel, olvidan momentáneamente el contexto de clase en el que se encuentran y terminan haciendo "verdaderas telenovelas" en donde fluye la imaginación. Obviamente, tenemos que meditar con cuidado los conflictos para que de verdad resulten atractivos. Ahí está la clave.
Frente a la situación que reproducía más arriba, imaginemos esta otra:
Estudiante A: "Usted está hablando con su pareja, que es un/a ejecutivo/a exitoso/a y millonario/a, sobre los preparativos de su próxima boda. Ud. odia el minimalismo y quiere que su casamiento sea algo memorable porque ama el lujo y el consumismo. Ud. quiere tener 150 invitados, alquilar una casa de campo para la fiesta, contratar al chef de moda y una orquesta de música pop. Además, quiere aprovechar esa fiesta para sorprender a su pareja: esta embarazada"
Estudiante B: "Ud. está hablando con su pareja sobre su boda. Ud. ha perdido toda su fortuna en la ruleta y en malos negocios recientemente, pero no quiere decírselo a su pareja porque teme perderla. Solo tiene dinero suficiente para una boda modesta en el jardín de la casa de su tío Modesto Morales. Ud. trata de convencerla con los beneficios de tener 'una boda minimalista'."
Es importante tener en cuenta también que debemos dejar algunos "blancos interesantes" en la situación para que el estudiante complete con su imaginación. En el caso mencionado, ¿el estudiante A se quiere casar con B porque es materialista? ¿El B es jugador compulsivo o su bancarrota se debió a una apuesta ocasional? ¿Quién es ese "tío Modesto" en donde van a hacer la fiesta? Estos blancos de la historia la hacen todavía más interesante porque nos permiten ver cuánto leyeron entre líneas, cómo resolvieron las informaciones que (no) les dimos, y cómo interactuaron e improvisaron a partir de lo (no) dado. Allí se ve un claro ejercicio de negociación con las consignas, pero también entre ellos.
Sin duda, los estudiantes hablarán de los mismos temas que hemos introducido, pero la presencia del conflicto hará que la actividad sea mucho más atractiva como ejercicio y se convierta en una diversión que los obligue a involucrarse más en la tarea y a usar toda una serie de competencias comunicativas y estratégicas para adaptarse a lo que su compañero le propone y convencerlo de lograr su objetivo. Posteriormente, ya en la puesta en común, con algunos ejemplos que el profesor ha ido recabando mientras ellos charlan, se podrán destacar los aciertos de algunas improvisaciones, los problemas lingüísticos, las competencias comunicativas y estratégicas usadas y formas originales y creativas para superar algunas dificultades en la negociación de forma y significado. Me parece que esto resulta mucho más enriquecedor que las actividades que los propios manuales nos sugieren.
Y a propósito, en relación con aquella tarea que mi profesora de inglés nos había propuesto, debo reconocer que salí airoso. Todavía recuerdo cómo conseguí que mi compañera “me diera cobijo” (ficticiamente) en su casa, pese a sus renuencias iniciales. Palabras, diminutivos, repeticiones y tonos la convencieron de darme, como le decía, “just a little corner in her house for just a few –very few- days-…After all, she wouldn't even notice my presence there”...
Referencias:
Eusebio Hermira, S, (2017). “La interacción oral en el aula.” Curso de perfeccionamiento de profesores de ELE (PdPEle), Edinumen 2017. https://drive.google.com/open?id=0B-MehrnFf1jiTk1ocWp0VmwtYXc
Diccionario de términos clave de ELE http://cvc.cervantes.es/Ensenanza/biblioteca_ele/diccio_ele/diccionario/negociacionforma.htm
Brisbane, 25/08/2017.
Mirarnos con ojos antropológicos
Sin duda, haber pasado por la experiencia de aprender otra lengua es algo que ayuda enormemente a la hora de sentarse a planificar y organizar nuestra propia clase. No podemos entender a nuestros estudiantes si no hemos pasado por ese proceso nosotros también. De forma que, mi primera recomendación es para aquellos colegas que no hablan más que el español y lo enseñan: A aprender una lengua, cualquiera que ella sea, para ponerse en el lugar del estudiante y saber por lo que pasa. Ver las cosas desde ese lugar del estudiante nos ayuda enormemente y nos permite una percepción muy diferente de la que tenemos "del otro lado del mostrador".
Ahora bien, algunos colegas se preguntan si es perentorio que un profesor conozca la L1 de sus estudiantes. Si trabajamos con un alumnado heterogéneo eso resulta imposible, a menos que exista una lengua común o vehicular –como el inglés, en mi caso particular- que podamos tomar como punto de comparación. No obstante, si nosotros conocemos otra lengua (repito: cualquiera que ella sea), ese hecho nos da la perspectiva de entender los problemas por los que atraviesan nuestros estudiantes y comprender –y organizarnos para hacerles entender a nuestros estudiantes- que la manera de ver el mundo que traemos con nuestra lengua no es la misma que la de otras culturas (inclusive de aquellas que parecen más cercanas a la nuestra como la de la lengua portuguesa o italiana). No existe una manera mejor que otra sino que, como siempre digo, son balcones desde donde miramos los hechos y los describimos fragmentariamente. Esto es algo que todos lo entendemos en teoría pero cuando llegamos a la clase no consideramos las implicancias prácticas.
Hace unos años (en 1986, para ser preciso), The Guardian, el famoso periódico inglés, se publicitaba en la TV británica con un anuncio que despertó en su momento muchas críticas. Las imágenes mostraban a un hombre que corría en la calle en dirección a una mujer a la que parecía que iba a atacar. Un locutor señalaba: “Un evento visto desde una perspectiva da una impresión”. Luego, la cámara se alejaba y se veía que en verdad iba detrás de un hombre que llevaba un maletín. El televidente tenía la impresión entonces de que iba a robarlo. La voz en off, entonces, agregaba que, visto ese hecho desde otro punto de vista, daba otra impresión. Y en efecto, con una apertura mayor de la lente, la cámara nos mostraba lo que en realidad sucedía. En verdad, lo que el joven estaba intentando hacer era un acto heroico: salvar al hombre del maletín de quedar sepultado debajo de unos objetos que estaban a punto de desprenderse de una grúa y caer sobre él. La voz remataba: “Pero solo cuando se ve toda la imagen es que podemos entender en forma completa qué es lo que ocurre.” Durante muchos años me pareció un hallazgo la forma en que los publicistas habían encontrado para explicar cómo el punto de vista puede ser vital para comprender esa realidad externa que vemos todos los días.
He tenido la suerte de haber trabajado en un contexto en donde todos mis estudiantes al menos hablaban inglés. He tenido gente de Asia, de Estados Unidos, de Europa, de Brasil. Pero la cosa más importante es que en mis años como profesor de lenguas extranjeras aprendí a entender que cada vez que me ponía delante de mis estudiantes, tenía cinco o seis culturas diferentes en clase que me miraban desde esa otra esquina, desde ese otro balcón, y sus perspectivas lingüísticas teñían todo lo que veían. Y más aún: aunque hablaban inglés no podían dejar de lado su punto de vista nativo. En efecto, la propia lengua inglesa que hablaban y manejaban quedaba expuesta a esa perspectiva de su lengua nativa. Saber eso me ayudó a organizar mis clases mucho mejor y explicar algunos de esos temas particulares con los que nuestros estudiantes siempre batallan.
Así, al disponerme a explicar algo, supiera o no su lengua, buscaba mostrar con imágenes cómo nos representamos esa realidad en español. Mi experiencia de muchos años, además, me decía en qué parte ciertos estudiantes iban a tener problemas. Por lo tanto, me detenía allí y me preguntaba y me cuestionaba: "¿Por qué hay problemas aquí para un hablante chino o japonés o francés?" Es evidente que si ellos tenían un problema era porque sus "cables mentales” venían con diferentes conexiones que los llevaba a conceptualizar en forma diferente.
Veamos un ejemplo notable que siempre cito. Cuando damos nuestra dirección en español, seguimos un orden que al hablante inglés le suena extraño:
1. comenzamos con el nombre (es lo primero que ponemos en el sobre en todas las culturas);
2. Identificamos la calle, luego el número de la casa o edificio, luego el piso (nivel) y después el apartamento (Inclusive dentro del propio mundo hispano puede haber sutiles diferencias de país en país, pero en lo sustancial es así.);
3. al llegar al felpudo que está en la puerta de nuestro piso o apartamento pegamos un salto y misteriosamente “salimos volando" para ver “desde el aire” la ciudad, la provincia, el país y hasta el continente.
En inglés el recorrido es diferente. En efecto, es más "lineal" y sigue una dirección de afuera hacia adentro. Se comienza desde la puerta del apartamento, siguiendo por el piso, el número de la calle, el nombre de la calle, el barrio, la ciudad, el estado, el país. No sé qué pasa con el japonés, el chino, el vietnamita, porque no los hablo, pero esta diferencia que parece intrascendente me ha llevado a plantear interesantes reflexiones en clase sobre la percepción del espacio en las distintas culturas. Y abre un debate intercultural por demás significativo: "¿Qué pasa en japonés? ¿Cómo escriben la dirección en el sobre? ¿Cuál es el "viaje mental" que se hace en esa cultura? ¿Es de adentro hacia afuera, y de manera bien lineal, como en inglés? ¿O vamos de afuera hacia adentro como en español para terminar “pegando saltos" inesperados en algún momento del recorrido? ¿En dónde? Algo tan simple como eso da mucho para entender sobre cómo pensamos el espacio en el que nos movemos, por ejemplo, y entender también los recorridos mentales que efectuamos.
Insisto, creo que tiene que ver con cuestionarse la forma en que pensamos, en que organizamos nuestro entorno, en que categorizamos. Lo fundamental es ser consciente de esto al armar nuestras clases y empezar a mirarnos, como decía en otra entrada, con "ojos antropológicos" a nosotros mismos. Es, en definitiva, llevar al estudiante a una reflexión que le permita entender que una lengua es una pincelada más dentro del cuadro general del mundo: sin ella nos queda un hueco, perdemos una tonalidad en la composición, un trazo. El cuadro nos queda incompleto. Con ella, en cambio, se completa un poquito la pintura y nos acercamos, paradójicamente, a ver una totalidad que, como el horizonte, nunca se alcanza.
Brisbane, 15/08/2017.
“¿Cuál es el tema más complicado en español?”, me lanza un estudiante de intermedio, inocentemente. La pregunta me deja perplejo y desconfío de “su aparente inocencia”. “¿Complicado en qué sentido?”, le devuelvo. Intuyo que la pregunta esconde cierta ansiedad y encubre una preocupación por lo que, para él, se está convirtiendo el español en los niveles más altos: un caballo desbocado respecto de lo que debe ser "la lógica de una lengua". Y esta lógica es, para mi estudiante, la que sigue su propio idioma. Es la única que tiene sentido para él porque es la que ha conocido desde siempre. Todo aquello que se aleje de esa perspectiva y difiera en sus rasgos más importantes se percibe como ilógica, irracional o extraña. “¿Se estará convirtiendo el español intermedio en todo eso?”, me pregunto.
Para algunos estudiantes, la lengua española es así porque sí y no logran percibir la forma en que se compaginan sus reglas lógicas más básicas. Es verdad que las reglas son arbitrarias –como se nos ha dicho desde Saussure en adelante-, pero no ilógicas. La elección de una u otra forma en desmedro de otra encubre, como he dicho en otras entradas, una manera de entender la realidad y pone en evidencia la relación íntima que existe con los valores sociales y culturales de una comunidad lingüística.
Sin duda, este punto crucial debería ser tenido en cuenta a la hora de armar nuestras explicaciones gramaticales. Como dice Martí Sánchez desde la Universidad de Alcalá, se trata de proporcionarle al estudiantado las herramientas necesarias para que comprendan la lógica oculta detrás de la máscara de las palabras, esos fenómenos lingüísticos que se producen en español y que son fundamentales para comprender las tareas que vamos a desarrollar en clase. Se trata, agrega, de ayudarlos a reflexionar metalingüísticamente, es decir, a descubrir las regularidades de nuestro sistema, la historia de nuestras formas y a comprender que la nuestra es otra visión del mundo –no mejor, no peor, sino otra- que los ayuda a conformar una "visión estereoscópica" del mundo.
No obstante, no se trata de darles largas listas de uso, como nos dice por otro lado Real Espinosa, o preguntarse cuándo se usa “ser” o “estar”, sino de indagar en el significado, en ese matiz que ciertas estructuras esconden y que no está presente en otras lenguas (o, si está, se da por otros métodos. Piénsese en el “estoy/soy aburrido” vs “I’m bored/boring”). Mostrarles estos elementos me parece que es una tarea fundamental de nuestros cursos y que la gramática es un punto de partida maravilloso para ello. ¿Por qué separar la “cultura” de la “lengua”, como si estas fueran dos cosas diferentes, cuando ambas están fuertemente imbricadas?
Mucho se habla de la clase de lengua como clase de cultura, pero poco se medita sobre cómo conectarlas de manera eficiente. Podemos enseñar “las culturas hispanas” a partir de los usos de la lengua, de su gramática, de sus elecciones léxicas y de lo que ideológicamente estas significan. Pero además estaremos fomentando un trabajo intercultural –o “transcultural”, en palabras de Real Espinosa-. Esto es, estaremos ayudándolos a reflexionar desde una perspectiva intercultural y a aceptar que la propia no es la única manera de pensar, que existen otras, con sus convenciones, con su manera de percibir el espacio y de “apropiarse” de él.
¿Y cómo debe ser esta aproximación y esta reflexión que lleve al estudiante a repensar sus parámetros culturales y sus propias cosmovisiones y prejuicios? En el diseño de nuestras actividades debemos considerar la claridad, la simpleza, la eliminación de detalles innecesarios y lo experiencial como elementos claves. Al organizar nuestras clases no debemos perder de vista que además de enseñar una lengua estamos enseñando a pensar de otra forma, a mostrar un mundo en “versión cubista”, esto es, a ver las cosas desde otro ángulo. “Es imprescindible entender que el aprendizaje de la Gramática está íntimamente ligado a la competencia pragmática y la cultural” (Real Espinosa 7).
En este sentido, una gramática pedagógica de corte cognitivo nos puede resultar de gran utilidad para demostrar que la geografía del español no es un desierto idiosincrático en el que hay que recurrir a un GPS para orientarse y no perderse entre tanta excepcionalidad que nos sale al paso. Valernos de una concepción representacional del lenguaje y recurrir a la imagen animada puede ser de gran ayuda para comprender la manera en que categorizamos en español. En efecto, las animaciones pueden servir muy bien para apoyar estos procesos cognitivos de los estudiantes para que, en última instancia, puedan comprender la lengua y su visión. Y la animación es, sin duda, un instrumento útil para explicar visualmente conceptos demasiado abstractos, mostrar lo que significan los distintos componentes de la lengua y cómo interactúan entre ellos para transmitir significado.
Mayer y otros (Mayer, R. E., Heiser, J., y Lonn, S., 2001; Clark y Mayer 2008; y Mayer 2011) han explorado en su momento las formas en que los elementos visuales promueven mejor el aprendizaje. En sus estudios han concluido en que saber integrar en forma adecuada las representaciones verbales y pictóricas en nuestro material es un paso importante en la promoción de un aprendizaje profundo. No obstante, en alguna oportunidad se han preguntado si era mejor recurrir a animaciones o a ilustraciones estáticas en nuestras explicaciones (Clark y Mayer 2011, p.69). Según su opinión, no existen pruebas suficientes para demostrar todavía que las animaciones fueran más efectivas que una serie de fotogramas estáticos.
Señalaban que, debido a la velocidad y la complejidad visual de la animación, en algunos casos su visualización puede confundir y abrumar a los estudiantes. De esta forma, si la velocidad de las imágenes es excesiva o el diseño es demasiado complejo, el estudiante puede encontrarse con problemas a la hora de procesar en forma correcta la información y transferirla a su memoria a largo plazo. En consecuencia, sugerían usar ilustraciones estáticas a menos que existiera una justificación didáctica convincente. No obstante, pese a estos comentarios, ambos autores coincidían en que podía haber circunstancias en que podía resultar útil presentar cierto contenido con animaciones, por cuanto estas permitirían focalizar la atención de los estudiantes en las partes más relevantes y entender relaciones o procesos no visibles de otra forma (Clark y Mayer 2011, p.70-72).
Pese a estas críticas, me quedo con esta última reflexión. La inclusión de la animación de manera sistemática no debe olvidar nuestro objetivo primordial que es integrar a través del movimiento formas particulares de representar aspectos gramaticales del lenguaje que implican formas distintas de ver el mundo. Al fin de cuentas, nuestro fin último es ayudar a que los estudiantes recuerden esas representaciones, las asocien a esos rasgos lingüísticos particulares y comprendan los procesos e ideologías subyacentes que se esconden detrás de esas imágenes que buscan representar, en definitiva, otros esquemas mentales.
Y volviendo a la pregunta inicial de mi estudiante: “¿Cuál es el tema más complicado en español?”.
“Pues aquel que no se pueda representar y explicar por medio de imágenes o de animaciones”, le respondo.
Referencias
Clark, R. C., & Mayer, R. E. (2008), E-Learning and the science of instruction: Proven guidelines for consumers and designers of multimedia learning (2nd ed.), San Francisco, CA: Jossey-Bass/Pfeiffer.
Martí Sánchez, M. (2015) “Aspectos de la enseñanza de los pretéritos de indicativo en ELE.” Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, 18, 1-8.
Mayer , R.E. , Hegarty , M. , Mayer , S. , & Campbell , J. (2005), “When static media promote active learning: Annotated illustrations versus narrated animations in multimedia instruction”, Journal of Experimental Psychology:Applied , 11 , 256 – 265.
Mayer, R. E., Heiser, J., & Lonn, S. (2001), “Cognitive constraints on multimedia learning: When presenting more material results in less understanding”, Journal of Educational Psychology, 93(1), 187-198.
Mayer, R. E. (2011). “Instruction based on visualizations”, en R. E. Mayer & P. A. Alexander (Eds.), Handbook of research on learning and instruction (427-445). New York: Routledge.
Real Espinosa, J.M. (2009). “Gramática: la metáfora del espacio”. Marco ELE. Revista de didáctica del español como lengua extranjera, 8, 1-56.
Brisbane, 05/08/2017.
En la entrada anterior señalaba la poca coherencia que siguen nuestros libros de ELE respecto del orden de enseñanza de los tiempos verbales. Tal vez deberíamos replantearnos si el orden que nuestros materiales y programas proponen es el más adecuado –habida cuenta de los eternos problemas que tenemos con ciertos tiempos en particular-. ¿No será hora de repensarlo? En este sentido, profesores como Ruiz Campillo vienen haciendo sugerencias varias hace ya un rato largo que deberíamos tener en consideración.
En este mensaje quiero reflexionar respecto de otras formas verbales (en rigor de verdad, debería hablar de “modos”) que también nos traen problemas y contar mi experiencia. Me refiero a la conjugación del imperativo y su relación con el presente del subjuntivo, de su orden de aparición en el programa de estudio y del razonamiento –a mi juicio equivocado- que llevamos a cabo con la presentación de los aspectos formales de ambas formas. (Nota importante: aquí propongo una aproximación pedagógica al tema de la conjugación, de su paradigma, esto es, de cómo hacerla más comprensible al estudiantado y fácil de recordar. No voy a hablar sobre las funciones del imperativo o entrar en el largo debate acerca de si el imperativo es o no un modo. Reitero: en esta entrada se trata de reflexionar sobre el problema que tiene la enseñanza formal de esta conjugación y sugerir una propuesta metodológica de presentación de la conjugación del imperativo y de la colocación pronominal que se da en este modo.).
Cuando llega la hora de introducir estas formas, la mayoría de los manuales tienden a seguir una presentación secuenciada. Generalmente, los textos españoles se inclinan por introducir primero el singular en sus dos variantes: tú/ud y, posteriormente, agregan las formas plurales vosotros/uds. Los libros de ELE editados en EEUU, en cambio, siguen por lo general otra secuencia. Primero introducen las formas “Usted/Ustedes” tanto en oraciones positivas como negativas: (no) coma(n). La razón pedagógica es entendible. Se supone que ambas servirán luego como punto de partida para introducir el subjuntivo detrás de matrices que, al principio, son muy reducidas (“querer”, “pedir”, “recomendar” o “sugerir”).
De esta manera, la transformación y uso de estas “formas del imperativo” en la subordinada con subjuntivo (“Coma”>“No quiero que coma”) presupone que los estudiantes no deberían tener problemas graves para configurar ambas formas. Al fin de cuentas, esta primera aproximación al subjuntivo parte de una idea de “mandative subjunctive” en la subordinada, con una “mínima transformación” respecto de los pronombres que lo acompañan (ya veremos más adelante por qué digo esto). Es así que se suele indicar a los estudiantes que a partir de esas “formas de imperativo formal” podemos deducir con bastante buena lógica el subjuntivo (aquí los manuales no se explayan en detalles respecto de esta “supuesta coincidencia”).
Una vez que se ha introducido el presente de subjuntivo, el material norteamericano regresa una vez más al imperativo para introducir los usos con cambios vocálicos y sus formas negativas (tú/vosotros, en oraciones positivas y negativas: “come” vs “no comas” y “comed” vs “no comáis”). No obstante, aquí la explicación se empieza a enredar a niveles llamativos, por cuanto el estudiante se encuentra con que la forma “tú” cambia su vocal según la oración sea afirmativa o negativa (algo que no ocurre en ningún otro tiempo verbal del español). A partir de aquí, los estudiantes se enfrentan a una telaraña de explicaciones, contradicciones e idas y vueltas que sugiere que el español esconde un zafarrancho morfológico incalculable. Para colmo, después de batallar con el subjuntivo y sus matrices, han quedado exhaustos y muchos alumnos terminan frustrados, pensando que la morfología verbal española se ha convertido en algo en extremo inaccesible.
El problema que se agrega aquí es que hasta este momento los estudiantes jamás se han enfrentado a una situación en la que las terminaciones verbales varíen según estén en oraciones afirmativas o negativas. Sin duda, con esto, el complejo sistema morfológico verbal llega a su punto de explosión. Ante la desesperación de muchos estudiantes que no logran hacerse un mapa mental del asunto, me propuse ya hace bastante tiempo buscar una solución más simple para que pudieran ver el cuadro general, recordar estas particularidades y no se perdieran en tantas supuestas “excepcionalidades” del paradigma verbal. ¿Cómo simplificar esta explicación?
En primer lugar, una de las primeras cosas que me planteé es si, desde un lugar de no inmersión, valía la pena insistir con el uso del “vosotros”, habida cuenta de que este es un pronombre regional peninsular. Por cuestiones que detallaré en otra entrada, mi decisión fue bastante drástica: Me resisto a aceptar que la variante peninsular sea nuestro único punto de referencia. No ignoro que en la elección de esa variante hay en juego una serie de cuestiones ideológicas de las que tenemos que ser conscientes. Creo que a estas alturas todos reconocemos que la peninsular es una más entre muchas otras y no hay ninguna justificación para decir que “el vosotros” sí y el “vos” no. Siendo ambos pronombres regionales, decidí eliminarlos de mi enseñanza –aunque obviamente en clase se hablara de ellos y en los libros se hicieran referencias-). Aquellos que trabajamos en contextos de no inmersión, debemos meditar acerca de estas cuestiones y tomar una decisión acorde, considerando como referencia lingüística aquello común a todas las variantes (obviamente, en situación de inmersión la cosa cambia). Esto no va en desmedro de que cada profesor pueda incorporar o usar sus propias particularidades lingüísticas en la clase, pero sí debemos hacerle distinguir al estudiante aquello que es puramente regional de la “lengua estándar”, entendida aquí como “una variedad común a un conjunto de dialectos, donde se elimina todo aquello que sea demasiado peculiar, particularmente en el terreno de la pronunciación, y se buscan formas léxicas y morfológicas transparentes y de consenso” (Benincá citada en Demonte 19)
Planteada esta posición, el siguiente paso fue determinar cómo explicar el cambio vocálico entre el “tú afirmativo” y las otras personas. En este caso se explicitó que el imperativo español es en extremo pobre y solo tiene como forma propia el “tú” afirmativo (al que dejé para incorporar como última forma). Por cuestiones pedagógicas, comencé entonces con los usos formales (afirmativos y negativos, singular y plural), dadas que estas formas me servirían para introducir el subjuntivo más tarde. Los ejercité alrededor de situaciones formales de uso que propuse en clase (téngase en cuenta que en este nivel todavía no había introducido el subjuntivo, por lo que no podía hacer referencias todavía a ese modo): con un cliente en un restaurante o una tienda; un turista en una agencia de viajes, un turista perdido en una calle de una ciudad extranjera que pide ayuda a los transeúntes para llegar a cierto lugar, etc.
Las mismas situaciones me dieron pie para introducir el subjuntivo como siguiente paso, a partir de un número reducido de matrices. Una vez practicado el subjuntivo y el imperativo formal, se introdujo el imperativo informal negativo antes que el afirmativo –dado que, una vez más, es una “forma prestada” del subjuntivo y no requería demasiada complicación formal para el estudiante-. En este punto también aproveché para introducir la forma con “nosotros”, entendida como la forma que usa el hablante para fingir que en la realización de lo descrito participa junto a su interlocutor (equivalente al “let´s do something” inglés). A estas alturas, se les venía haciendo notar al estudiantado las diferencias de colocación del pronombre en ambos modos. Para ejercitarlas, planteé situaciones familiares de órdenes, sugerencias, recomendaciones o instrucciones negativas entre hermanos, entre padres e hijos, entre amigos, etc. (“No toques”, “No comas”, “No corras”, “No saltes”, etc) o entre grupos de amigos o familiares (“comamos”, “vayamos a la playa”, etc.), siempre con un fuerte apoyo visual.
Finalmente, incorporé la “única forma auténtica” del imperativo con su cambio vocálico (la segunda persona del singular en oraciones afirmativas), dejando de lado el “vosotros”, por las razones arriba mencionadas (y por los mismos motivos, el “vos”). En este punto retomé una vez más el concepto de “pobreza del imperativo”, y el préstamo del subjuntivo. Obviamente, este préstamo tiene sus consecuencias, que se verán reflejadas en la colocación pronominal, que fui destacando a lo largo de todas esas semanas previas. Finalmente, consideré que tanta fragmentación podía tener algún efecto negativo. Para contrarrestar esto, organicé, como recurso visual y nemotécnico, una presentación que resumía todos los usos, partiendo de una explicación animada que “les mostrara” a los estudiantes la forma en que ambos modos se relacionan, se parecen y se diferencian (Parte de esta presentación se puede ver en la sección Gramática, 8.1, segundo enlace) .
Todo este proceso se fue dando en varias semanas y en forma muy paulatina y controlada. Por otra parte, el diseño de la animación final, a la que los estudiantes podían recurrir como referencia en todo momento en nuestra plataforma y en clase, se focalizaba en la forma y aunaba todos los cabos sueltos que se habían ido incorporando de a poco y de manera fragmentaria. Asimismo, todo esto se reforzó con el agregado de una práctica visual en clase muy insistente, para ayudarlos a reflexionar sobre las diferencias entre el imperativo y el subjuntivo. Los resultados de exámenes y evaluaciones tomados a posteriori –y comparados con otros grupos en donde no se habían seguido estas prácticas- demostraron que los estudiantes habían logrado un mayor control y precisión en el uso de las formas (cambios vocálicos, comprensión de los “prestamos del subjuntivo” y menores dudas respecto de la colocación de los pronombres). Dejo a mis colegas estas ideas para seguir investigando y experimentando con este tema.
Referencia:
Demonte, V. (2004). La esquiva norma del español. Sus fusiones y relaciones con la variación y el estándar. En: R. Álvarez and H. Monteagudo, ed., Norma lingüística e variación. Unha perspectiva desde o idioma galego. Santiago de Compostela: Consello da Cultura Galega. Instituto da Lingua Galega, pp.13-29.
Brisbane, 25/07/2017
Diría que casi desde siempre, los libros de enseñanza de español como lengua extranjera han seguido un singular recorrido para la enseñanza verbal, práctica que ya todos damos como establecida y natural. Se parte del presente de indicativo, para pasar luego al futuro, con algunas diferencias. En algunos textos, se introduce el futuro simple, mientras que en otros se decantan al comienzo por la perifrástica con “ir” y postergan el futuro simple para más adelante.
Dependiendo de su lugar de edición (España o Estados Unidos), el orden en que algunos de estos tiempos verbales se introducen en los libros de ELE varía. Los textos españoles, por lo general, continúan con el llamado pretérito perfecto compuesto –de aquí en más PPC- (rotulado, mucho más acertadamente, como “presente perfecto” en los textos norteamericanos). En cambio, los editados en EEUU se inclinan por posponerlo hasta después de haber introducido el pretérito perfecto simple (de aquí en más PPS) y el imperfecto. (A propósito, sería hora que las editoriales de ELE se aggiornaran, y dejaran de lado el empecinamiento de seguir llamándolo “indefinido”, dado que ese nombre ya fue dejado de lado hace ya un par de décadas. De todas formas, no me meteré en ese análisis ahora).
El próximo paso es introducir el PPS y luego el imperfecto. Una vez terminadas estas formas del indicativo, por lo general se pasa a las formas del modo imperativo y de allí a las del subjuntivo. Estos dos últimos modos presentan problemas también, ya que las explicaciones para distinguir el imperativo del subjuntivo se enredan en una serie de discusiones innecesarias, cuando la cosa es, tal vez, mucho simple: el imperativo solo tiene dos formas originales: vosotros y tú. Todas las otras formas se toman del subjuntivo. (Tampoco me detendré en este punto ahora y lo dejaré para otra entrada).
Como decía más arriba, más o menos este es el recorrido que se ha elegido en la mayoría de los textos para enseñar tiempos y modos. Durante años, los profesores hemos seguido este modelo sin cuestionarlo críticamente. “Presente-futuro-PPS-imperfecto” es la sistematización que, con las sutiles diferencias que ya he señalado, hemos aceptado sin mayores discusiones y reflexiones. Quizás, este orden se haya inspirado en los materiales editados de inglés como lengua extranjera, en donde el pasado simple subsume los dos aspectos que en español se dan con dos tiempos diferentes del pasado: el imperfecto y el PPS.
Si bien esto puede funcionar para la lengua inglesa, en donde el aspecto se expresa de otras formas, es evidente que en español nuestra aproximación pedagógica no nos está dando los resultados esperados y va en contra de la propia lógica con la que trabajamos los tiempos verbales en clase. Resulta curioso que jamás nos hayamos cuestionado por qué persistimos con esta situación. Cuando se estudia con atención cómo se enseñan estos tiempos verbales en nuestros materiales, se observan ciertas contradicciones que saltan a la vista de manera más que obvia. Veamos algunas.
Cuando introducimos el presente, insistimos mucho con su valor descriptivo: de personas, lugares y cosas; de gustos y estados de ánimo; de rutina diaria; para indicar lo que hacemos o estamos haciendo ahora; para indicar nuestra intención futura con la perifrástica con “ir”. La introducción del PPC inmediatamente después de estos usos en los libros españoles tiene sentido. EL PPC indica –entre otras cosas- un hecho completamente terminado (de ahí “perfectum”) dentro de un período que todavía no ha concluido (“Hoy he ido a la universidad”, dicho esto a la noche, y mirando la serie de cosas que he hecho dentro de ese día en particular en el que todavía “estoy metido” y desde el que hablo). El uso de este tiempo en ese momento es lógico y nos permitiría hablar de las actividades que han hecho los estudiantes en un “pasado próximo” (y los italianos, en este sentido, le adjudican el nombre adecuado) o para hablar de sus experiencias (“He viajado a Estambul dos o tres veces en mi vida”)
Desde la práctica de clase y la lógica pedagógica resulta evidente que el siguiente tiempo verbal que deberíamos incluir es el imperfecto, por cuanto este tiempo tiene los mismos usos descriptivos que el presente, pero referidos al pasado: describir personas, lugares y cosas en el pasado; gustos y estados de ánimo en el pasado; la rutina diaria en el pasado; indicar nuestra intención en el pasado con la perifrástica con “ir”, etc. ¿Por qué entonces posponerlo hasta introducir el PPS? Seguir con el imperfecto y con esos usos que ya el profesor ha introducido con el presente resulta, a todas luces, el paso más evidente y obvio.
Una vez trabajado el imperfecto, estaríamos en condiciones de incorporar mucho más fácilmente el PPS y para hacerlo podríamos contraponerlo con mucha facilidad al PPC para hablar de acciones terminadas en el pasado (véase el análisis que hace Palacio Alegre en este sentido). Una vez más, partiríamos de ese uso particular que tiene el PPC para indicar una acción acabada y terminada en un período desde el que hablo y que todavía no ha concluido. Así, si partimos del ejemplo: “Esta mañana he ido a la universidad”, la transformación estaría dada por el hecho de que cuando digo esto percibo los hechos como ya terminados y sin ninguna conexión con mi presente: “FUI a la universidad (la semana pasada, el mes pasado, ayer, etc)” (ver Palacio Alegre). En todos estos casos, ese tiempo –que puedo explicitar o no con alguna expresión temporal- salta a la vista como un hecho concreto ocurrido en un pasado terminado y al que veo “desde afuera” (para recurrir a la imagen de Ruiz Campillo).
Como vemos, esta lógica es entendible y totalmente coherente con los usos de los tiempos verbales y también con lo que nos proponemos hacer en clase con nuestros estudiantes: hablar de lo que hay y hacemos en el entorno inmediato, hablar de las actividades terminadas en ese entorno inmediato, describir lo que había y hacíamos en el pasado en forma rutinaria y, finalmente, hablar de las actividades terminadas que hicimos en el pasado. Es todo tan obvio y tan mejor estructurado que me sorprende que no lo hayamos planteado antes.
Recientemente, estudiosos como Blanca Palacio Alegre o los innumerables trabajos de Ruiz Campillo apuntan en esta dirección, con algunas diferencias. Una revaluación crítica de nuestra práctica nos permitiría acercarnos con muchísima mejor lógica pedagógica al complejo sistema verbal español que lo hecho hasta ahora.
A los lectores interesados en esta aproximación, recomiendo las siguientes lecturas como introducción al tema:
Palacio Alegre, B. (2016). Gramática cognitiva-operativa: limitaciones de una instrucción única. El caso de imperfecto / indefinido en el aula ELE. Marco Ele, 22. Consulta: julio de 2017. Disponible en: http://marcoele.com/descargas/22/palacio-imperfecto_indefinido.pdf
Ruiz Campillo, J. (2000) ‘Tomaban’ o ‘tomaron’ Una visión operativa y cognitiva del problema, Instituto Cervantes. Centro Virtual Cervantes [en línea]. Consultado en julio 2017. Disponible en: http://cvc.cervantes.es/foros/leer_asunto1.asp?vCodigo=5652#19299
-----. (2005). Instrucción indefinida, aprendizaje imperfecto. Para una gestión operativa del contraste imperfecto / indefinido en clase, Mosaico [en línea], 15, pp. 9-17. Consulta: julio de 2017. Disponible en: https://sede.educacion.gob.es/publiventa/detalle.action?cod=13149
-----. (2014). La lógica del espacio. Un mapa operativo del sistema verbal en español. Journal of Spanish Language Teaching, 1, 1, pp. 62–85.
-----. (2017). El verbo como espacio. Seis nuevos temas de gramática del español. Revista Nebrija de lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas 22. Consultado en julio de 20127. Disponible en: http://www.nebrija.com/revista-linguistica/el-verbo-como-espacio
Brisbane, 15/07/17
En un breve mensaje desde EEUU, un colega venezolano me escribe diciéndome que los profesores de ELE –y yo lo extendería al concepto de “profesores en general”- no somos solo enseñantes de un idioma, sino que, como tales, señalamos caminos, servimos como modelos a otros, transmitimos mensajes que orientan y apoyan el crecimiento humano y difundimos valores, comportamientos y actitudes. Y remata en su mensaje que le gustaría seguir enseñando “hasta el final de sus días, con pasión y entusiasmo como si fuera todavía un niño...”
Sin duda, el entusiasmo y la pasión son fundamentales en la carrera docente, además del conocimiento. En realidad, esto podría extenderse a cualquier otra actividad. Cuando desde el lugar en que nos desempeñamos, hacemos lo que nos gusta y con placer y disfrutamos con ello, los que nos rodean lo notan y se benefician también. Cada vez que entro a una clase trato de aprovecharla al máximo, de aprender de y con mis estudiantes, al tiempo que trato de crear una atmósfera distendida y sin presiones. Sentirme cómodo es hacerlos sentirse cómodos también. Y sin duda, como dice mi colega, somos mucho más que "profesores de lengua". Eso no lo discuto.
En verdad, debemos admitir que nunca se termina de aprender. Equivocado está el profesor que piensa que, una vez graduado, se termina todo. La cosa no termina con el “título de grado”, por el contrario allí empieza y hay muchos baches para llenar por delante. Siempre hay un espacio para seguir perfeccionándose y aprender hasta el fin de nuestra labor profesional.
Ahora bien, dicho esto, no podemos olvidar que nuestra profesión es en extremo desgastante y por eso, en muchos países la edad de jubilación de los docentes y la cantidad de años que tiene de "vida útil" está muy regulada. Por ejemplo, los que trabajan con adolescentes entenderán de qué hablo. Trabajar con ellos es extremadamente enriquecedor, pero muy desgastante (En realidad esta profesión es muy desgastante en general, pero esa es otra historia en la que no quiero extenderme ahora.).
Después de muchos años de labor como docente, nos enfrentamos a un momento en el que el cansancio nos supera. Nos supera también toda lo energía que hemos dado y que hemos absorbido en nuestros años profesionales. Llegamos a un reconocimiento penoso para muchos: se acerca la hora de retirarse del ruedo. Pero un profesor nunca se retira completamente. Siempre nos queda un espacio para que nuestra experiencia les sirva a otros que recién empiezan. Es entonces que comienza una nueva etapa que es también muy enriquecedora, pero más tranquila.
Cuando queremos transmitir esa "competencia docente" que deben tener las nuevas generaciones que nos vengan a remplazar no podemos olvidar el de la "adaptabilidad" que debemos demostrar siempre: ¿Enseñar con tecnología o sin tecnología? ¿Con pizarra inteligente o con tiza? ¿Con aulas atestadas y con nivel heterogéneo o con estudiantes "online" y uno a uno? Debemos aprender a ser lo suficientemente flexibles para poder adaptarnos a un entorno que, como nunca, está en permanente cambio, en permanente ebullición. Y por supuesto, adaptarnos a generaciones que nos exigen originalidad y sorpresa todo el tiempo. En fin, debemos ser flexibles a las "nuevas" metodologías (y tecnologías) que circulen y al entorno humano que nos espera.
¿Por qué hablo de "nuevas tecnologías" entre comillas? Porque soy de los que piensan que ya se ha inventado casi todo. Hemos pasado ya varios milenios de nuestra civilización experimentando con todas las aproximaciones metodológicas imaginables. Lo que tenemos ahora son reformulaciones y adaptaciones de viejos métodos que reaparecen ahora reciclados con bellos nombres y nuevos bríos. En lo sustancial, no creo que vayamos a encontrar grandes novedades. Cosas como "flipped classroom" o la llamada "gamificación" -horrible palabra esta- tampoco son grandes novedades, por más que se revistan de un halo de originalidad. Al fin de cuentas la industria "tiene que vender".
Ahora bien, en términos de tecnología, sin duda, se nos vienen cambios profundos y un docente que no sepa manejarla y adaptarse a ella quedará fuera del sistema. Pero también debemos admitir que la tecnología no es un fin en sí mismo, sino un medio más como lo fueron desde las tablillas que usaban los egipcios para enseñar hasta la nueva aplicación en boga que encontramos hoy en día en nuestras aulas.
Un profesor debe saber adaptarse a la tabletas modernas, a la nueva aplicación de turno, a la realidad virtual o vaya a saber uno a qué otra cosa que nos depare el futuro. Pero fundamentalmente, debe tener los instrumentos para encontrar la vuelta a los temas complejos y explicarlos con métodos claros, simples y derecho al punto. Y fundamentalmente: adaptarnos a las nuevas generaciones que van apareciendo en nuestras aulas y que -ley de la vida al fin- tendrán gustos e intereses cada vez más distintos a los nuestros. (Todavía recuerdo que cuando comencé a enseñar mis estudiantes y yo compartíamos los mismos gustos musicales ¡y ahora nos distancian cientos de acordes disonantes!)
En fin, para volver a mi colega, a su entusiasmo y pasión, les agrego flexibilidad, continuo perfeccionamiento, ojos muy abiertos y sobre todo, una vez más: aprender a ser críticos. En los tiempos que se nos vienen, debemos saber discernir cuándo nos quieren usar como "cobayos". Debemos aprender a no dejarnos tentar por los vidrios de colores que la industria en general trata de vendernos a diario, y por los procedimientos –cada vez más sofisticados- para experimentar con nosotros y con nuestros estudiantes, con el fin de convertirnos en "consumidores de la enseñanza".
Recomiendo el blog de un muy famoso educador norteamericano, Larry Cuban, alguien que mira desde otro balcón y con ojos muy críticos nuestra profesión y la presiones de la industria. Vale la pena leerlo de vez en cuando: https://larrycuban.wordpress.com/. Aquí los dejo con algunas de las historietas que reproduce en su blog.
Brisbane, 05/07/17.
Esa es la pregunta que muchos profesores se hacen a la hora de ponerse frente a sus cursos todos los días. “¿Debo traducir o morirme haciendo gestos para que entiendan, pero sin recurrir a la L1?”
Algunos colegas consideran que "en los niveles bajos es fácil recurrir a imágenes, gestos y sonidos para explicar conceptos simples y cotidianos", pero la cosa cambia considerablemente en cursos superiores. Esto parece confirmarse cuando algún colega nos observa en diferentes niveles y nos hace notar que, respecto del uso de gestos e imágenes, nos transformamos como Dr. Jekyll y Mr Hyde.
Nuestra tarea con la traducción debería ser hacerles ver a los estudiantes que no existe una “traducción literal”, porque semejante cosa no existe, sino que tiene que ver con maneras de concebir el mundo, maneras de conceptualizar, maneras de categorizar, y que no siempre esas formas son las mismas que se tienen en sus propias culturas. De ahí que una aproximación cognitiva al asunto, apelando fuertemente a la imagen, que les provea de estrategias contrastivas de aprendizaje para comprender la visión de mundo que tiene esa nueva cultura, es fundamental. No se trata tanto de traducir términos como en un diccionario, sino intentar aprender (y aprehender) cómo una comunidad lingüística diferente de la propia conceptualiza y organiza su mundo.
La clave es ser consistentes. Deberíamos repensar cómo usar con mucha más pericia las imágenes también en los niveles superiores (y tal vez como nunca en esos niveles). ¿Cómo hacer cuando debemos explicar el subjuntivo, por ejemplo? ¿Cómo ayudarnos con imágenes y gestos para enseñar cosas tan particulares como el imperfecto o los distintos usos de “ser y estar”? ¿De qué forma me pueden ayudar las imágenes para enseñar cosas tan abstrusas como las cláusulas condicionales y todos los matices que se agregan con los condicionales y el subjuntivo? Enseñar algunas de estas cosas a partir de un juego de imágenes y animaciones que le muestre al estudiante la perspectiva en la que nos ponemos los hablantes de español cuando usamos esas estructuras le daría excelentes instrumentos para establecer las nuevas conexiones mentales que necesita hacer.
Imaginemos esta situación: Llega la hora en que tenemos que explicar la diferencia entre "ir/irse". La cosa fácil es decirles: "'ir' significa 'to go' e irse significa 'to leave'. Así son las cosas, apréndanlas." Ahora bien, en mis cursos tengo gente que habla inglés -es la lengua común de mis estudiantes-, pero también tengo hablantes nativos europeos, asiáticos, brasileños, cuya lengua materna es otra. Tengo que encontrar una lengua común que les muestre en qué pensamos cuando decimos "voy a la escuela" y en qué pensamos cuando decimos "me voy a la escuela" o cuando decimos "me voy de casa para ir al a escuela". La imagen mental es otra y hay detalles que en mi simple explicación original no aparecían. Y eso se puede representar y trabajar, ¡y hasta ejercitar con dibujos, como lo vengo ejemplificando en este sitio! Obviamente que puedo decir que uno es "to go" y el otro es "to leave" y listo (si tengo la suerte de trabajar en contextos monolingües de inglés o con estudiantes que lo manejan como lengua común, como es mi caso). No obstante, puedo ayudarlos mucho más si juego con las imágenes mentales que los hablantes nos hacemos de la situación, si destaco lo que privilegiamos con una o con otra expresión -lo que también nos llevará a usar preposiciones diferentes-.
En mi caso concreto, como decía más arriba, he venido trabajando desde hace muchos años en un contexto multilingüe, pero todos los estudiantes tienen una lengua común: el inglés, que es la lengua común a todos cuando salen del aula. En ese sentido, esto es una gran ayuda. Aprovechar esa lengua común de mis estudiantes (que no es necesariamente su L1) me sirve como punto de partida para iniciar una dinámica contrastiva y establecer una “traducción pedagógica de imágenes” con la española. Pero la forma en que lo hago me permite luego extenderme a otros idiomas que no conozco, gracias a la colaboración de los propios estudiantes que traen a clase ese conocimiento maravilloso de sus propias lenguas. Y para esto, me ha ayudado mucho la perspectiva cognitiva. En esto consiste mi “traducción pedagógica”.
No es necesario que el profesor de español conozca todas las lenguas de sus alumnos (cosa que sería maravillosa, pero por demás imposible), sino que sepa demostrarles cómo una lengua como la nuestra categoriza, clasifica y ve el mundo. Se trata de mostrarle al estudiante cuál es nuestra "imagen mental" de cierto hecho, cómo pensamos, cómo metaforizamos, cuáles son los procedimientos metonímicos y sinecdóticos que usamos en español para expresar y manifestar ciertas ideas. Las imágenes en este sentido son una ayuda invaluable para mostrar este punto.
El profesor puede trabajar luego con esos otros estudiantes que hablan lenguas que él/ella desconoce y pedirles que expliquen las diferentes perspectivas que esas lenguas tienen de esos mismos hechos. Y de verdad, la clase se enriquece muchísimo porque damos lugar a esos mismos estudiantes a que traigan esos otros puntos de vista divergentes y los comparen con los nuestros –y en mi caso, también con el inglés-. Así, la clase se transforma en un fantástico lugar de aprendizaje que se sale de las cuatro paredes del español para pasar a meterse en aspectos interculturales que van mucho más allá de la cosa concreta del español: es ver cómo seres humanos heterogéneos que comparten "viviendas" en un mismo edificio, pero en pisos diferentes, observan un mismo hecho desde sus respectivos balcones. Los hechos están ahí abajo, objetivamente ocurren de una manera en "la ancha avenida del mundo", pero cada lengua los aprehenderá de manera particular, porque su punto de observación es otro. Discutir en clase esto vuelve a la clase de lengua en un ejercicio casi antropológico y en una actividad intercultural. Descubrimos algo que parece obvio, pero que siempre vale la pena recordar: no hay una sola forma de ver el mundo.
Es como ver un cuadro cubista: cuantas más lenguas conozcamos o traigamos a clase para contrastar y comparar, más nos permitirá ver el objeto representado desde más ángulos, percibirlo y comprenderlo. Lo fascinante es que ese es un objeto que jamás terminaremos de ver en su totalidad, porque existen tantas visiones como lenguas. Ninguna de ellas nos dará una visión completa del objeto representado. Solo es un punto de muchos desde donde observamos. Enseñar esto a los estudiantes es una clave fundamental. Confieso que uno mismo aprende mucho de este juego.
Es así que una dinámica con "imágenes, gestos y sonidos" combinado con un análisis contrastivo y con técnicas de atención a la forma o de gramática cognitiva debería extenderse mucho más allá de los cursos básicos y estar siempre en el centro de nuestras actividades, ya sea en niveles elementales o superiores.
Brisbane, 25/06/17.
Una colega, desde Turquía, me cuenta de la existencia del juego de preguntas Charlamos, que ella usa para la clase de español. El juego no fue pensado con un fin didáctico, pero ella, muy creativa, le encontró la vuelta y logró explotarlo para sus clases. Me dice que en el reverso de la caja los fabricantes señalan que el juego fue pensado "como rompehielos o para garantizar vibrantes charlas en cenas, fiestas de familia, ratos con amigos o mientras estás en el coche. ¡La oportunidad ideal para conocer mejor a tus amigos, compañeros de trabajo y familia del modo más relajado y distendido!”. Termina su mensaje diciéndome que existe también una versión como “aplicación telefónica”.
Me transcribe algunas de las preguntas:
"- ¿Crees que puede conocerse el carácter de una persona por la música que escucha?
- Según tu opinión, ¿cuál es el invento más inútil de todos los tiempos?
- ¿Crees que un objeto en concreto puede traer suerte?"
Hasta aquí todo es muy interesante (y no descarto que los profesores de ELE podremos encontrarle muchos usos). Ahora bien, esta “invención” me dejó meditando sobre el papel de la interacción oral en nuestras clases.
¿Cuántas veces nos ha pasado que, al salir de una de esas clases en las que las actividades orales no han tenido la reacción esperada de los estudiantes, nos replanteamos nuestra metodología y nuestra función como docentes? ¿Qué es ser profesor hoy con generaciones que se muestran renuentes a participar en forma oral o que dan muestras de no saber cómo interactuar con otros? (y peor aún: que se resisten a dar opiniones personales porque no quieren ningún tipo de confrontación de ideas con el otro). La existencia de esta “aplicación” para llevarla en nuestro teléfono y ser usada cuando no sabemos de qué hablar en las reuniones a las que asistimos es asombroso y dice mucho de nosotros.
Hay algo hasta inclusive físico que me está sorprendiendo cada vez más en las nuevas generaciones que están llegando a nuestras clases. Es esa especie de "hieratismo gestual" que noto en clase (al menos entre los estudiantes con los que yo trabajo en Australia, que son estudiantes universitarios). No los puedo leer como antes porque evitan mostrar sus emociones y hacer visibles sus pensamientos a través de gestos (pero que pueden llegar a ser brutales con las palabras cuando las dejan por escrito y en forma anónima). Todos quieren "agradar" (ese dichoso "like" omnipresente de Facebook que tanto daño nos está causando) y no hablar de nada que pudiera proponer ideas o puntos de vista diferentes o divergentes y comprometerlos de alguna manera. Todos parecen querer “entrar en la manada”, ser iguales, homogéneos, libres de diferencias.
En los últimos años me he encontrado con grupos que parecen llevar una máscara que no puedo traspasar. Esto me muestra cómo las pantallitas están transformando nuestras conductas de interacción con nuestros semejantes (algunos científicos ya están estudiando este efecto). En mi ingenuidad y poca experiencia, en un comienzo lo asociaba a un problema cultural y caía en ese viejo cliché del "yo hispano" -supuestamente más demostrativo y abierto con las emociones- vs un "ellos anglo" preocupados por ocultar sus sentimientos y emociones detrás de una máscara inamovible. No obstante, me doy cuenta de que estas actitudes rígidas -hablando concretamente de lo gestual- se puede extender a nuestros mismos jóvenes nativohablantes del español (lo he experimentado en viajes recientes por el mundo hispano) y exhiben "una falta de entrenamiento" en el contacto presencial con otro que no es una pantalla. No es, entonces, un problema de “colectividad” sino generacional (y estoy generalizando -con los riesgos que esto implica-).
Cada vez más las nuevas generaciones parecen venir “configuradas” con una especie de máscara rígida que, en lo físico, no les deja mover ningún músculo de la cara (esto cambia, obviamente, cuando entra a jugar el alcohol, pero ese es otro tema que no viene a cuento aquí –o tal vez sí- pero en el que no voy a entrar ahora). ¿Cuántas veces nos encontramos con estudiantes que, en la clase, no saben cómo hablar con el otro que tienen enfrente? Muchos no parecen estar entrenados en la lectura gestual del otro (en el "arte del semblanteo", como yo lo llamo), que sirve para entender gestos no verbales que acompañan y ayudan a la comunicación y a decodificar mensajes y a leer entre líneas. Y peor todavía: no saben de qué hablar. Han perdido esas habilidades sociales básicas de relación con el otro -que en una clase de lengua son fundamentales-. Que exista una aplicación para “romper el hielo y garantizar apasionantes conversaciones en tus cenas con amigos o familia o mientras vas a en coche” (como dice la página de Charlamos) asusta. Confieso que esto me tiene profundamente preocupado, porque estoy notando una barrera cada vez más grande en las relaciones interpersonales en clase en los últimos años.
Como profesores de lengua, ¿cómo enfrentar esto? ¿Cómo enseñar no solo el español -en nuestro caso concreto-, sino a ponerse en el lugar de un otro que ve el mundo desde un rincón absolutamente diferente, desde un balcón que me permite una perspectiva distinta del paisaje? Porque de esto se trata cuando aprendemos una lengua: mentalmente tratamos de entender cómo el otro piensa, cómo ve el mundo y lo categoriza desde otra esquina que no es la nuestra. Si yo como profesor no logro trascender esa barrera con mis estudiantes, me quedo en la cáscara de mi función. ¿Qué enseño? Pongamos "Google translator" y vayámonos a casa.
Se trata de hacerle ver al estudiante que el mundo no es homogéneo, que hay otras visiones, otras perspectivas desde donde puedo mirarlo y que no es para temer ni asustarse por esas diferencias. Esa me parece que es nuestra función cuando enseñamos una lengua -o cualquier asignatura-. En nuestro caso concreto como profesores de lenguas extranjeras, esto se puede hacer de una manera maravillosa a través de lo que yo llamo “la enseñanza reflexiva de la lengua”. En este sentido, la gramática cognitiva nos podría dar una ayuda inmensa en este punto para ayudarnos a ver aquello que nos une y aquello que nos distingue entre las diversas culturas.
Las nuevas generaciones de profesores se enfrentan a retos que los más viejitos, como yo y a punto de jubilarme, no teníamos antes. En los comienzos de mi profesión, los profesores entrábamos a la clase y no había competencia. No teníamos que competir por la atención de nuestros estudiantes y ellos mostraban indicios de querer participar con sus opiniones. Había algunas excepciones, obviamente, pero no era lo corriente. Ahora tenemos variedades de pantallas que funcionan como extensiones del brazo de nuestros estudiantes: tabletas, ordenadores móviles, teléfonos, relojes inteligentes y ¡hasta gafas con cámaras! Y pese a todos estos dispositivos que nos mantienen a todos “en supuesto contacto”, veo como nunca a estudiantes renuentes a hablar, que han perdido el arte de la conversación, las habilidades de dar opiniones, de fundamentarlas –más allá del “ me gusta/no me gusta”–.
Ojalá me equivoque, pero si no hacemos algo pronto al respecto, en los próximos años la interacción oral en nuestras clases se volverá una tarea en extremo difícil y los nuevos profesores se encontrarán en una encrucijada.
Brisbane, 15/06/2017.
Esta semana estaba viendo una entrevista televisiva a una escritora uruguaya en un canal de televisión hispanoamericano. A los pocos minutos empecé a sentirme inquieto. Pronto noté que esa inquietud daba paso a la exasperación. ¿Por qué me sentía así? Analizando mi turbación, me di cuenta de que me estaba molestando cómo se estaban procesando los diálogos y los turnos de palabras en el intercambio. Recordé entonces el comentario que poco tiempo antes me había hecho una colega acerca de lo que pensaban sus estudiantes norteamericanos sobre los hispanos. "Piensan que los hispanos hablantes divagan mucho para expresar una idea", me dijo con cierto dejo de resignación.
“Go to the point!”, me encontré gritándole en inglés a la pantalla de mi televisor, molesto por lo que creía que era un “divague” –para retomar ese término de los estudiantes norteamericanos-. Me sorprendía ver los persistentes intentos del entrevistador por irse por las ramas y no concretar la pregunta. En efecto, parecía que aquel hombre estaba más interesado en alardear de su conocimiento y pasear a la pobre entrevistada y a la audiencia poco menos que por la historia de la humanidad, antes que obtener una respuesta. ¿Se quería lucir más él que escuchar a su interlocutora? Cuando llegó la hora de responder, la pobre entrevistada terminó dando una respuesta lacónica. Después de semejante puesta en escena del presentador, no quedaba más por decir y, además, en televisión -lo sabemos-, “el tiempo es tirano”.
Cuando intenté analizar mi exasperación frente a lo que había visto, me di cuenta de que, tal vez -tal vez-, los muchos años que llevo en Australia me han acostumbrado -sin que yo me diera cuenta- a una forma de encarar el diálogo con el otro de una manera bien pragmática: evitar vueltas y artificios argumentativos por el bien de una comunicación rápida y fluida. Al fin de cuentas, "time is money", dicen en inglés.
“¡Caramba! ¿Qué me ha pasado?”, me pregunté. “¿Me estoy australianizando y no me estoy dando cuenta?” Es verdad que en nuestraS culturaS hispanaS –así, en plural-, cuando hablamos en entornos laborales o de estudio, acudimos a metáforas que también ven el tiempo como un valor monetario: “perdí el tiempo haciendo esto”, “invertí mucho tiempo”, “no pude ahorrar tiempo”, etc.. Sin embargo, cuando al tiempo del ocio se refiere, hablamos de él como un bien que podemos dilatarlo y gastarlo sin miramientos.
"Last night I spent my time watching TV...", se dice en inglés. En español, en tanto, lo traduciríamos con un "anoche pasé el tiempo mirando TV...". Una lengua le asigna un valor mercantil inclusive cuando de ocio se trata. Como tal, “se gasta”, y por lo tanto hay que usarlo con cuidado. Ser ahorrativo frente a un bien escaso y caro en el mundo capitalista de ética protestante tiene, a la larga, sus beneficios.
En cambio, nuestra comunidad lingüística piensa que el tiempo (siempre hablando en términos de ocio) "se pasa", como si pasáramos (y “paseáramos” –no en vano pasear y pasar tienen un origen común-) displicentemente por un parque, mirando los árboles, deteniéndonos en cada hoja y en cada rama y comparando sus colores. Es ese un “tiempo libre” (ese que me queda entre ocupaciones), que discurre –corre- y que se puede “matar” (“¿en qué matas el tiempo?”, decimos) para detenerlo y evitar que avance.
Esta conflagración de sentidos respecto del valor que tiene el tiempo en nuestra cultura, según hablemos del otium - o de su negación, el neg-otium-, quizás explicaría esta percepción confusa que tienen los estudiantes respecto de nosotros: “Los hispanos se sientan en un café a divagar por horas, dando rodeos, perdiendo el tiempo y yéndose por las nubes. Y cuando hablan, toman la palabra de forma que casi no la sueltan y le lanzan al pobre interlocutor una catarata lingüística hasta terminar ahogándolo.” (No en vano, “pasar el tiempo” es para la RAE, en su acepción 39, “ocupar bien o mal el tiempo” en algo. Y “ocupar”, al fin de cuentas, tiene mucho de “invadir”, “conquistar”, “irrumpir”, e inclusive “dominar”).
Esta manera atenta de analizar una y otra cultura a través de la lengua -y cómo cada una la refleja en el lenguaje con sus expresiones, tonos y (su falta de) silencios- me parece que nos brinda una oportunidad magnífica para adentrarnos en los estudios de ciertos valores sociales con perspectiva intercultural: ¿cómo se comunican entre sí las personas de diferentes culturas y qué problemas notables se hacen presentes al enfrentarse con otras comunidades lingüísticas? Semejante aproximación nos permitiría reflexionar junto con los estudiantes sobre cómo cada comunidad cultural se relaciona con el mundo y lo que se oculta detrás de “la cáscara de la lengua”. Para esto, no es necesario armar una "clase especial de cultura", como si pudiéramos hacer un alto y decir: “Hasta aquí vimos gramática. Ahora vamos a hablar de cultura”. Lo podemos hacer cuando estamos hablando inclusive de la gramática o introduciendo vocabulario. Hacer notar cómo se usan ciertos verbos o expresiones en una lengua y en otra mediante un juego contrastivo y qué aspectos culturales están poniendo en evidencia abriría un terreno de reflexión –por demás interesantísimo- sobre cómo una y otra comunidad lingüística se relacionan con su entorno y qué imagen mental se hacen de él. ¿En qué pensamos cuando elegimos las palabras? ¿Qué queremos significar con ellas? ¿Cómo se descubren detrás de ellas nuestra manera de ver el mundo y nuestra relación con él?
“Pasar el tiempo” vs “to spend time” son, al fin, dos expresiones que dicen mucho de dos comunidades lingüísticas que, aun perteneciendo al mundo occidental, presentan diferencias de grado respecto de algunos factores culturales. El acercamiento a estas y a muchísimas otras expresiones más, podría ser un disparador original para iniciar estrategias de reflexión intercultural en clase.
(Para una interesante introducción sobre el tema del “tiempo” como factor cultural, véase el esclarecedor trabajo de Cladellas, Ramón, “El tiempo como factor cultural y su importancia socioeconómica: Estado del arte y líneas futuras”. Intangible Capital 5, 2 (2009):210-226. Edición electrónica: https://upcommons.upc.edu/bitstream/handle/2099/7606/cladellas.pdf).
Brisbane, 05/06/17
“¿Qué variedad de español enseñar y cómo manejar la diversidad lingüística de nuestros países?, se preguntan recurrentemente muchos profesores de español noveles al comienzo de su carrera. La pregunta parece simple y sin embargo esconde una serie de problemas sobre los que vale la pena meditar.
Cuando estudiaba inglés y me decanté por la variedad norteamericana –por razones que no vienen a cuento ahora- no encontraba en mis libros de texto demasiadas referencias a otras variedades habladas en otras latitudes. Si las había, eran mínimas y se concentraban más que nada en destacar algunas diferencias ortográficas (colour/color, realize/realise, etc.o alguna cosa minúscula de vocabulario o de sintaxis, como cierto usos de preposiciones con algunos verbos). Los norteamericanos, con ese pragmatismo que los caracteriza, habían resuelto la cosa de manera tajante: “Enseñamos nuestra variedad y punto. Si el estudiante va al Reino Unido podrá comunicarse sin problemas usando nuestra variedad y, después de un tiempo, seguramente adquirirá aquello que es característico del inglés británico”.
En un idioma internacional como el español, con tantos países hablantes, me parece que es imposible poder abarcar todas nuestras variantes. En este sentido, el mismo profesor enfrenta un problema serio. Al fin de cuentas, como cualquier nativo sabe, es imposible conocerlas y dominarlas todas con el mismo nivel de competencia.
Recuerdo que cuando comencé a trabajar en Australia me encontré con estudiantes que habían vivido en América Central y venían con un vocabulario que yo no conocía. Mi contacto con el español de esa región había sido bastante limitado hasta entonces y casi siempre a través de la literatura. ¡Terminé aprendiendo varias cosas coloquiales con ellos! Pese a esto, nos entendíamos, aun cuando a veces ocurrían cosas jocosas (las diferencias más notables pasaban por el vocabulario de la comida, algunas expresiones vulgares o coloquiales y alguna cosa más que no complicaba demasiado la comunicación en clase).
Como me decía un colega hace poco, no está mal enseñar a nuestros estudiantes las diversas maneras de llamar a cada cosa en español, pero esperar que las aprendan todas o muchas de ellas -especialmente a niveles elementales- es, a todas luces, poco práctico. Estoy convencido de que, en un principio, debemos focalizarnos en aquellas palabras y expresiones comunes a todos. Me refiero a aquellas que nos permiten comunicarnos sin barreras. Esto es, concentrarnos al comienzo en lo que nos une más que en lo que nos separa. Tiempo y forma habrá para incorporar esas diferencias de a poco y de manera dosificada.
A medida que el aprendizaje avanza se podrán ir introduciendo expresiones de otras variedades con cuidado, dependiendo, en principio, de los objetivos que tengan los estudiantes (y obviamente el profesor). Para tal fin, podemos exponerlos a esas ricas diferencias a través de textos, vídeos, canciones o invitando a hablantes nativos de esos países a nuestras propias clases y demostrarles así que esa disparidad no significa una barrera. Muy por el contrario, es esa "sal" del idioma que nos hace ser quienes somos. No obstante, debemos ser cuidadosos en la forma en que lo hacemos y el énfasis que le ponemos, ya que corremos el riesgo de que el estudiante termine hablando algo que no sea "ni chicha ni limonada", mezclando expresiones españolas, con argentinas, cubanas y mexicanas.
No niego –no puedo olvidar- que todos partimos de nuestra variedad dialectal del español y que los estudiantes terminarán, a la larga, influidos por ella. No obstante, son ellos quienes deberán elegir el acento con el que se sientan más cómodos y debemos ser cuidadosos de no imponer una variedad en particular, pero sí de exigir coherencia. ¿Cuántas veces nos encontramos con estudiantes que al año siguiente de haber estado en nuestra clase nos buscan desesperados para inscribirse en nuestros grupos otra vez porque dicen que “al nuevo profesor no le entienden porque habla muy rápido”, o “muy despacio”, o “con un acento extraño”? Creo que cuando esto nos ocurre hemos fallado en hacerles ver esa flexibilidad de nuestra lengua de contar con acentos y expresiones que difieren de región en región, pero que, en lo esencial, no impiden nunca comunicarnos.
Por otra parte, me llama la atención entre los profesores cierto “sentimiento de culpa” por una aparente parcialidad que se podría ocultar detrás la variedad que ellos usan en clase. Recuerdo que el libro con el que comencé a trabajar aquí en Australia era un texto editado en Estados Unidos y se decantaba por una “variante hispanoamericana” en aquellas cosas de peso (pronunciación, cierto tipo de vocabulario, uso de pronombres, etc.), aunque con una tendencia por momentos más “mexicana”. Y esto es entendible si miramos el mapa. ¡Tuve que aprender el idioma de nuevo en lo concerniente a la comida porque muy pocas cosas tenían el nombre que yo conocía! ¿Pero para un estudiante australiano era esa la variante definitoria por la que me debía inclinar porque “así lo decía el libro norteamericano” con el que trabajaba?
“¿Tomate o jitomate? ¿Elote, mazorca de maíz o choclo? ¿Ejote, judías verdes, habichuelas o chauchas?” ¿Cuál usar y qué tomar como parámetro? Decidí entonces hacerle notar al estudiante esas particularidades de “lo mexicano” en el léxico, confrontándolas con aquellas otras más comunes a partir de las cuales podíamos comenzar a entendernos con la mayor cantidad de gente y “negociar” esas diferencias. Lo confieso: no fue una tarea fácil (y seguramente seré muy criticado por mis colegas). Esta fue una decisión que tomé muy temprano en mi carrera y que me ayudó a definirme respecto de cómo manejarme ante esa pluralidad de voces que abundan en nuestra lengua. Creo que todos los profesores debemos clarificarnos al comienzo, decidir qué postura tomar al respecto y explicitarla con argumentos válidos.
Hasta aquí el tema del componente léxico concreto. Pero volviendo al libro de texto del que hablaba más arriba, había otro hecho significativo que despertaba mi curiosidad: las tablas de conjugaciones omitían el "vos" y también el "vosotros" -aun cuando el "vos" tiene una extensión de uso mucho más grande que la del “vosotros” y se usa mucho en América Central, además del Río de la Plata-. Si bien el manual no los borraba completamente, los ponía en una nota al pie de página cada vez que se conjugaba un verbo, aclarando que estas eran “particularidades regionales” y que “el estudiante las entendería y aprendería si visitaba esas zonas”. Así, estas formas pasaban a ser “los hermanitos pobres” del “tú” y el “ustedes”. Sin embargo, esta elección basada en el “número de hablantes” parecía chocar con la opción elegida por los autores a la hora de introducir el vocabulario. El libro era mexicano en algunas cosas pero intentaba declararse “neutral” en otras y tomaba como referencia de su “neutralidad” la cantidad de hablantes que usaban dichos pronombres.
Ahora bien, en ediciones posteriores, con la llegada de muchos profesores españoles a Estados Unidos, el libro cambió su posición respecto de este tema. A pedido de los profesores españoles que no podían entender semejante conducta, los autores subieron el "vosotros" de las notas a las tablas principales de conjugación, pero mantuvieron el "vos" en el exilio de pie de página. Lo curioso es que es mucho más probable que un estudiante norteamericano tuviera –por cercanía geográfica con Centroamérica- más contacto con el "vos" que con el "vosotros". Por otra parte, si de números se trata, son muchos más millones los que utilizan el “vos” que el “vosotros”. ¿Cómo era posible esta aparente incoherencia?
El tema plantea problemas de difícil resolución y, como vemos, una serie de contradicciones muy grandes que exponen cuestiones ideológicas (y económicas) muy largas de explicar aquí. Sin lugar a dudas, debemos ser conscientes de esta problemática, estar atentos al componente ideológico que implica este tema y organizarnos de forma apropiada. ¿Cómo? Sin duda, podemos ejemplificar con muestras obvias de las diferencias, para que el estudiante pueda comunicarse sin conflictos importantes, pero sabiendo que, en un idioma tan variado como el nuestro, estos se producirán tarde o temprano en algunas áreas.
No obstante, deberemos considerar también que nuestra labor tendrá limitaciones, porque –aceptémoslo- siempre serán muestras incompletas y parciales, aun cuando dispongamos de la mejor voluntad. Por lo tanto, una fase importante en nuestra planificación deberá consistir en darles a los estudiantes instrumentos para que aprendan a manejar esas diferencias y a expandir su conocimiento del español ya “fuera de los muros de la clase”. Son ellos quienes deberán seguir completando este aprendizaje con sus lecturas, sus películas, sus canciones, tal cual lo hacemos nosotros cuando leemos textos, escuchamos canciones o vemos filmes con otras variedades.
¿Que en el trato diario podrá producirse algún malentendido alguna vez? Sin duda. Todos hemos pasado por ello. Lo que debemos enseñar, en suma, son esas estrategias que también usamos nosotros como nativos cada vez que nos encontramos con las particularidades de una variante que no es la nuestra.
Brisbane, 25/05/17.
En un interesante artículo publicado en El País de España, (http://economia.elpais.com/economia/2017/05/08/actualidad/1494256787_129076.html), la profesora Olga Esteve de la Universidad Pompeu Fabra, señala que, para adquirir un segundo idioma, nos apoyamos en los conocimientos que ya tenemos de nuestra propia lengua materna. Entender las diferencias culturales que se reflejan a través de las fórmulas, expresiones y léxico que utilizamos en L1 y en L2 puede ser un excelente paso no solo para motivar a los estudiantes en el aprendizaje de lenguas extranjeras, sino para comprender diferencias interculturales de conceptualización. En el artículo mencionado, Esteve pone un ejemplo. “Si se están estudiando las conversaciones es importante entender el origen de las expresiones en los diferentes idiomas; plantear a los alumnos qué similitudes se dan y por qué y a la inversa.”
Este punto en particular me interesa de verdad porque creo que prestar atención a cómo usamos las metáforas, sinécdoques y metonimias en L2 en oposición a una L1 ayuda a comprender cómo se ve y piensa el mundo a través del uso que hacemos de las unidades léxicas y de sus colocaciones. En términos prácticos, para un profesor de español esto puede tener un valor fundamental a la hora de enseñar el léxico, pero también a la hora de enseñar esa área difusa que rotulamos como “cultura”.
Metáforas, metonimias y sinécdoques son mucho más que “recursos expresivos de la lengua”. Son procedimientos que muestran cómo conceptualizamos nuestro entorno y ayudan a percibir con claridad "cómo pensamos en español". No puedo extenderme mucho aquí porque eso por sí solo nos llevaría un libro, pero fijémonos cuánto podemos mejorar la enseñanza de las expresiones idiomáticas y ampliar el campo léxico si tenemos en cuenta estos recursos a la hora de introducir ciertas formas y asociarlas con otras (ya porque se introdujeron con anterioridad o porque guardan similitud –o difieren considerablemente (y por eso son curiosas)- con la L1 del estudiante).
Recientemente estaba enseñando dos verbos que aparecían en la lección con la que estaba trabajando: "parecerse" y "caer bien/mal” (una persona o una situación, por ejemplo). Lo he venido haciendo por años, pero en forma inesperada me di cuenta de que estaba perdiendo una grandiosa oportunidad para hacerles ver a los estudiantes todo lo que el verbo "caer" implica en español.
Se me ocurrió entonces que con una imagen o simple animación podía resumir su significado básico. De esta forma, si el estudiante comprendía visualmente su sentido elemental, podría comprender mejor usos nuevos a los que podría enfrentarse en el futuro en su interacción con los nativos, aun cuando no hubiera sido expuesto a ellos en forma explícita en mis clases.
"Caer” tiene 29 definiciones en el diccionario en línea de la RAE. Su sentido básico es “moverse de arriba abajo por su propio peso” y puede ser pronominal o no. Como pronominal lo usamos para indicar que algo “se mueve de arriba hacia abajo” sin identificar el agente que provoca el movimiento (pero nos orientamos hacia el origen de la caída, como señala Castañeda en un brillante artículo): “La manzana se cayó del árbol”, “Se cayeron las llaves de la mesa”. En otros casos, lo usamos para focalizarnos en el cambio de estado que afecta a un sujeto que está implicado en un proceso del cual no nos interesa destacar la fuerza que lo ha causado cuando el sujeto es mero paciente: “Pepe se cayó por la escalera” (Para más información sobre estos puntos, remito al trabajo de Castañeda y Melguizo).
A partir de este movimiento de un objeto concreto en el espacio en dirección arriba-abajo, lo podemos extender a expresiones como “la comida me cayó bien/mal”, en donde nos vemos como "un recipiente" que “ingiere” y a donde van a parar cosas que pueden afectarnos por lo positivo o por lo negativo: “esas cosas nos caen (en el estómago) bien o mal” (Aquí se puede explicar muy bien por qué se hace necesaria la presencia del objeto indirecto, ya que la persona afectada por la acción es el objeto indirecto).
Partiendo de esa “caída interna” (boca-esófago-estómago) y de vernos como recipientes, podemos extendernos -en forma radial- a otros usos metafóricos. Del efecto concreto de “la comida que entra por mi boca y ‘cae’ por mi esófago en dirección al estómago” –que “está abajo”-, lo podemos llevar a cómo “nos cae” una persona.
Otra vez, nos vemos como “recipientes”. Esto es, nos vemos afectados por la impresión que nos causa una persona o situación. Si lo graficara con una imagen, podría perfectamente mostrarme como “recipiente” al que “le caen” las personas dentro y cómo ellas me afectan –como si fuera un café en una taza a la que se le agrega leche-. Y esto es interesante porque esta estructura se construye, otra vez, con objeto indirecto: “Brad Pitt me cae fatal, pero su esposa me cae bien”.
Hasta aquí hemos visto, por un lado, la forma pronominal (y medial, según la terminología seguida por Castañeda y Melguizo), usada para evitar identificar el agente. Por otro, hemos hablado de la forma con objeto indirecto, que lo percibe como “recipiente”.
Pero de ahí luego podemos ver que usamos el verbo “caer” (sin ningún tipo de pronombre) con expresiones negativas en donde “lo malo está siempre representado abajo” y “lo bueno” –por contraposición, se sugiere- “está arriba”. Ejemplos: "Pepe cayó en un pozo depresivo", “María cayó redonda cuando se enteró”, “La noticia cayó como un balde de agua fría”, “La noticia cayó como una bomba”, “Nick cayó muerto del susto”, “Cayó el gobierno de Tururú”, “El enemigo cayó en la emboscada”, “Los peces cayeron en la red”, etc. (Admito que algunas pueden usarse con objeto indirecto, y en ese caso, volvemos al tema del “recipiente”).
En casi todos estos casos, vemos que una situación o una persona “se sale” del camino por el que venía normalmente y “cae” de una superficie en la que estaba medianamente estable. Esa dirección de “arriba-abajo” deja al sujeto en una estado negativo: “Pepe está depresivo”; “María se sorprendió negativamente”; “La noticia causó perplejidad”; “Nick está muy asustado”; “El gobierno de Tururú perdió su poder”; “El enemigo fue engañado”; “Los peces terminaron capturados”.
Alguien podrá decir que en inglés, sin embargo, podemos encontrar expresiones supuestamente “positivas” con to fall (el “caer” inglés), como “to fall in love”. ¿Cómo es esto posible si, por lo general, en el mundo occidental lo malo se conceptualiza casi siempre abajo y lo bueno casi siempre arriba? ¿Acaso en inglés “enamorarse” es visto como algo negativo?
Efectivamente, podríamos aventurar que “when somebody falls in love” se vuelve “débil”. Y, en este sentido, la literatura y las artes en general en todas las lenguas occidentales tienen una cantidad tan grande de expresiones artísticas que hacen explícita esa “debilidad” que no resulta necesaria su ejemplificación. “El enamoramiento” deja al “enamorado” en un “pozo a merced de su captor” (y perdón por la cursilería).
Podemos ir todavía más allá. En español la expresión “enamorarse” implica “estar envuelto por el amor” o, como a mí me gusta graficarlo: “entrar o estar en amor” (EN-AMOR-arSE, en donde el “se”, además, indica cambio de estado). Ahora bien, esta idea de “entrar en el amor”, de “estar en amores”, nos impide ver y pensar con propiedad. Y otra vez reaparece en español ese concepto de “debilidad” que mencionaba.
En nuestro idioma tenemos muchas expresiones que indican ese estado como “caída” pero quizá no de la forma que lo conceptualiza el inglés (con esa brutalidad tan directa que lo caracteriza). Algo similar ocurriría con la expresión “to fall asleep”, en donde también quedamos en un “estado de indefensión”: “cayó en un sueño profundo”.
Veamos otros ejemplos: “Romeo cayó rendido a los pies de Julieta”. Esto es, volvemos otra vez a la imagen de “caer” para metaforizar el enamoramiento que, miremos cómo lo ampliamos con otras expresiones, “nos enceguece”, “nos obnubila” y “no nos deja pensar”. Hay varias expresiones en español que muestran esa “debilidad” del enamorado". Esto es, el español expresa ese “fall in love” mediante otros recursos, pero la idea de “caída e indefensión” subsiste (piénsese en los ejemplos metafóricos "cayó en la red", "lo atraparon").
Todas estas expresiones se pueden ejemplificar con animaciones claras y simples que le muestren al estudiante esta forma de “pensar en español” y las similitudes y/o diferencias con su propia lengua. Esta explotación de las “imágenes comunes” que tenemos en las distintas lenguas del mundo occidental puede ser un paso muy interesante para trabajar con los estudiantes y ampliar su horizonte de comprensión. Como dicen por allí: “una imagen vale más que...”
Al fin de cuentas, la cultura de una comunidad se ve también en esas expresiones que usa, porque eso desnuda su forma de percibir el mundo en el que está inmersa. Nos desnuda desde qué esquina -o “desde qué balcón”- lo ve. Allí vemos cómo esa comunidad piensa su entorno y cómo se mueve en su geografía. Langacker (con su gramática cognitiva); los trabajos de Steven Pinker (El instinto de lenguaje es un buen libro para empezar); y, por supuesto, los muchos estudios de Castañeda y de Ruiz Campillo nos están marcando el rumbo.
Referencia:
Castañeda Castro, A. y Melguizo Moreno, E. (2006). "Querían dormirlo, se ha dormido, está durmiendo. Gramática Cognitiva para la presentación de los usos del se en clase de ELE." Mosaico, 18,13-20. http://cvc.cervantes.es/ensenanza/ese/programa_08/usos_se_Castaneda_Melguizo_Mosaico18.pdf
Brisbane, 15/05/2017.
Desde ya hace un tiempo nuestras aulas se han inundado de dispositivos móviles: pizarras y teléfonos inteligentes; ordenadores diminutos y portátiles, que ya casi caben en el bolsillo; tabletas; y clickers. ¡Y vaya uno a saber qué otra cosa nos espera en el futuro cercano!
De la mano de ellos encontramos una serie variopinta de aplicaciones, programas y plataformas que supuestamente vienen para ayudarnos a “enseñar para la excelencia” (como si nunca nos hubiéramos propuesto semejante objetivo). Sin embargo, requieren de nuestra parte que les dediquemos tiempo para entender cómo funcionan y desarrollar sus actividades. Si los docentes no incorporamos estas novedades de inmediato en nuestra práctica diaria, nos caerá el rótulo de “resistentes al cambio”, “aficionados a lo viejo”, o “negados a la modernidad”. Y si nos decidimos por hacerlo con un análisis crítico previo para determinar su verdadera utilidad, nos daremos cuenta de que el tiempo se nos escapa de las manos. Ya habrán aparecido otros en el mercado… ¡y nosotros todavía estudiando aquellos del mes anterior!
Es imposible seguir este ritmo. Todas las semanas alguien nos cuenta sobre un nuevo producto que ha salido al mercado y que parece ser –nos anticipa, restregándose las manos- “mejor que el que usábamos hasta la semana pasada”. ¿Pero lo es en verdad o resulta ser “el mismo perro con distinto collar”?
Así, nos encontramos en medio de una encrucijada en la que entrechocan una maraña tecnológica que nos atosiga, instituciones que nos presionan, y un nuevo estudiantado impaciente. ¿Cómo podemos superar este dilema? Tal vez la respuesta resida en una “enseñanza colaborativa”.
¿Qué quiero decir con esto? Por estos días se habla mucho del "aprendizaje cooperativo" (remito, como ejemplo a: http://www.studygs.net/espanol/cooplearn.htm y también: http://www.um.es/eespecial/inclusion/docs/AprenCoop.pdf). No obstante, poco se menciona la otra parte de la ecuación educativa: al docente. Como tales, no podemos seguir trabajando en forma solitaria como lo veníamos haciendo hasta ahora. Es imposible. Debemos repensar cuál es nuestro papel dentro y fuera del aula. ¿Cómo hacer frente a todo esto que nos agobia? La respuesta está en el trabajo colaborativo con otros colegas, armando grupos de de trabajo para desarrollar materiales (por escuelas, por barrio, por ciudad), ayudándonos con aquello que nos funcionó, sugiriendo y recomendando nuevas aproximaciones o desmitificando aquellas que se presentan como “la maravilla que terminará de una vez con los problemas de siempre”. Se me dirá que esto lo hemos hecho toda la vida en la sala de profesores o en los pasillos de nuestras instituciones. Es verdad, pero lo hemos hecho de una manera informal y asistemática. Esto no es suficiente.
Debemos encontrar formas específicas y mejor organizadas mediante las cuales podamos acercarnos a nuestra profesión desde otro ángulo, expandiendo los muros de nuestras oficinas y viendo más allá de la pared vacía que tenemos enfrente. "No podemos seguir solos en la madrugada". Más aún, debemos seguir formándonos como profesionales, leyendo críticamente sobre las nuevas tecnologías, y meditando sobre ellas con otros colegas -que pueden estar al otro lado del mundo o en el aula vecina-, para no dejarnos engañar por los cantos de sirenas de la industria o de supuestos “especialistas en educación” que a veces parecen accionistas de empresas.
Si existe un "aprendizaje cooperativo", debemos repensar cómo introducir una “enseñanza colaborativa”, cómo formar grupos de trabajo, investigación y debate con otros colegas (y sin duda, aquí sí la tecnología cumpliría un papel fundamental). Hoy, más que nunca, se hace necesaria esta colaboración. Ahí creo que está "la pata que falta" en este debate: una “enseñanza colaborativa” que nos ayude a enderezar nuestro maltrecho escritorio, aprovechando de la tecnología aquello que sirva a nuestros propósitos (y no al revés). Se trata, en definitiva, de volver a lo básico, en un mundo cada vez más interconectado y saturado de información, en donde el trabajo docente en solitario ya no tiene lugar.
Brisbane, 05/05/2017
Hace unos días iba conduciendo con mi coche por las calles de mi ciudad. Repentinamente, un hombre se lanzó a cruzar la calle por el medio sin poner atención al tráfico que venía. El hombre –un muchacho joven- iba mirando una pantallita y sus oídos estaban tapados con unos enormes auriculares. Caminaba encandilado por sus dispositivos, ignorante de todo aquello que lo rodeaba. De inmediato, me vino a la memoria un reciente vídeo de Daniel Cassany respecto del uso de la tecnología en nuestras clases. Señala este estudioso que plataformas como Moodle "favorecen a los estudiantes más tímidos". Y esta afirmación es algo que debemos meditar y reflexionar.
¿De verdad los favorece? ¿O en realidad lo que estamos haciendo con estas plataformas es fomentar todavía más la timidez, el aislamiento y el encapsulamiento? En mi caso, uso la plataforma Blackboard y la tengo ya integrada en mi enseñanza desde hace muchos años, junto con otras aplicaciones y programas. Me ordena la clase y aunque me llevó su tiempo ir preparando y subiendo todos mis recursos, me ahorra por otro lado. Una vez subido, el material se puede reciclar en otros cursos, en otros años, en otros niveles o, inclusive, para otros temas. Además, puedo subir material para mis clases invertidas y hasta vídeos con explicaciones de temas específicos que me preguntan los estudiantes, amén de juegos, textos, y un largo etcétera. En clase, también utilizo otras aplicaciones como Quizlet, Quizizz, Socrative, Kahoot y similares.
Ahora bien, lo que estoy notando cada vez más es que aquellos tímidos se están convirtiendo en más tímidos todavía. Y algunos llegan a extremos preocupantes. Se sientan del otro lado de la clase, aislados, sin querer tener contacto con sus compañeros. O a regañadientes se sientan para trabajar en pares o en grupos solo si se los pido. Ni bien las actividades terminan, huyen casi despavoridos a su lugar original, poniendo espacio entre ellos y esa cercanía con el otro que los inquieta. Otros se mantienen mudos durante gran parte de la clase y, con los ojos en blanco, parecieran divagar mentalmente por geografías imaginarias. Lo más insólito es que durante el breve recreo que tenemos entre una hora y la otra todos recurren a sus dispositivos y la clase se vuelve aun más silenciosa que antes. Lejanos están los días en que el recreo era el momento en que hablaban de sus vidas, sus clases, sus problemas con la universidad. Desde un rincón de mis clases no veo caras. Solo veo parte de sus cabezas inclinadas sobre esas pequeñas pantallas que tienen en sus manos. Me pregunto hasta qué punto esta resistencia a participar en clase, dar opiniones e interactuar con sus compañeros en “tiempo real y en forma presencial” no se ve incentivada por los dispositivos que estamos usando también nosotros para nuestras clases.
Cada vez más noto que hay estudiantes que no saben interactuar con una persona frente a frente. Cuando llega el momento de intercambiar opiniones e ideas se quedan por el camino, mudos, mirando perplejos la cara del otro –a la que, por otra parte, no saben leer-. Otros han perdido las más mínimas reglas de la urbanidad y sin darse cuenta se comportan como si estuvieran en la sala de sus casas. Serán muy buenos mandándose mensajes en línea (¿lo serán?), pero a la hora de reaccionar con una persona de carne y hueso frente a frente o en una situación un poco más formal no saben cómo hacerlo.
Hace poco recibí un mensaje de un estudiante al que no conozco y que me pedía lo siguiente (elimino nombres personales y los sustituyo solo por iniciales. El resto del documento no ha sido modificado en nada.):
"Hey my name is CV, your colleague VA told me to contact you in regards to studying spanish overseas in either argentina or peru as they have grants available. could you please give me more information?"
Así tal cual era el mensaje. Me escribía como si yo fuera uno más de sus "amigos" de Facebook o de Whatsapp: sin encabezamiento, sin presentación (todavía no sé en qué curso está inscripto), sin mayúsculas, sin despedida y sin firma. Ni siquiera un simple agradecimiento por el trabajo que me daría en responderle. Nada de nada. Me reclamaba algo y yo tenía la obligación de dárselo, como si formáramos parte de una relación cliente-proveedor de una empresa. En eso hemos quedado reducidos los profesores.
¿Estamos colaborando en la función socializadora que tiene la educación? Me temo que, por el contrario, todos estos dispositivos están incentivando un aislamiento extremadamente peligroso. No reniego de todos los aparatos, programas y aplicaciones que están a nuestra disposición (Atención: los uso y forman parte de mi clase, como decía más arriba). No obstante, ser críticos con ellos y no dejarnos hipnotizar con eslóganes de venta muy bien pensados por la industria del hardware y del software debe ser también nuestra función.
Es una realidad que una gran cantidad de nuestros estudiantes -tímidos o no (y yo hablo desde Australia y desde la enseñanza universitaria)- ve la realidad de su entorno a través de una pantallita: leen noticias convenientemente recortadas para ellos que los “social media” como Facebook les ofrece, se comunican con sus amigos, escuchan música y otro sinfín de cosas. Pero no saben lidiar con el día a día de la "realidad no virtual". Me pregunto hasta qué punto no estamos incentivando una conducta en extremo peligrosa desde el punto de vista social. ¿No estaremos fomentando una "conducta zombie"?
Pero todavía más, me preocupa mucho cierto discurso académico (e institucional) que les hace el caldo gordo tanto a la industria de software y hardware como a la industria editorial y nos quiere convencer de que esos adminículos se han vuelto imprescindibles para dar "una educación de calidad". Y lo peor: repite eslóganes que, me temo, son bastante discutibles, porque descuida, o no tiene en cuenta, otros aspectos de la enseñanza.
No somos máquinas. Me parece que estamos olvidando una parte importante de la función de la educación que va más allá de enseñar cómo usar "ser y estar". Es un tema muy interesante para meditar y que nos pone en una situación compleja, como mínimo. Las nuevas generaciones de docentes tienen un desafío por delante.
Brisbane, 25/04/17
En esta, mi primera entrada, quiero meditar un poco sobre por qué PPT.
Se verá que gran parte del material que presento aquí está armado alrededor de ese recurso. Además de estructurarnos la clase, tiene la posibilidad de incorporar animaciones claras que expliquen visualmente el punto gramatical que estamos tratando. Y sobre todo: es simple y es gratis.
Es indudable que lo visual juega un papel extremadamente importante en estas generaciones de estudiantes con las que tratamos y PPT nos permite eso. La mejor combinación para mí es PPT como eje estructurador de toda mi clase y, cuando cabe, una buena animación que acompañe las explicaciones de la gramática para ayudar a los estudiantes a entender cómo se piensa en nuestra lengua (a través de la gramática cognitiva). Y cuando digo "animación" no me refiero a la "animación decorativa", sino a una que sirva para "ver" cómo conceptualizamos.
A este uso particular de PPT llegué en función del camino que los estudiantes en su momento me obligaron a tomar, casi sin querer, como evolución lógica de mis clases. Es curioso, porque viendo recientemente una entrevista que le hacían a Ruiz Campillo, me encontré con que él también ve ese potencial desperdiciado que tiene este recurso.
Mucho se ha hablado de las "animaciones" como complemento de la enseñanza (y se las ha criticado), pero creo que poco se ha hecho para ver cómo integrarlas. No se ha visto con detalle el potencial que tienen para explicar con claridad la manera que se piensa y se ve el mundo en español (o en cualquier otra lengua). Algo tan simple como PPT nos permite mostrar esto y armar toda nuestra clase alrededor de un recurso simple, fácil de usar, en donde incrustamos todo: vídeos, textos, ejercicios, tareas, sonido, y por supesto... animaciones concretas (no decorativas) para explicar la gramática y para "jugar con ella". Es un recurso que podemos compartir y en donde podemos agregar, además, recomendaciones o sugerencias para los colegas. Pero a partir de PPT nos podemos ir extendiendo en forma radial a otros recursos que nos complementen, dependiendo del curso: Quizlet, Quizziz, Educaplay, Socrative (u otros similares).
La posibilidad de transformar muchos de estos PPT en módulos para subirlos a nuestras plataformas es otro aspecto positivo. Y digo más: la conversión de esos PPT en archivos HTML es otro recurso que colabora en nuestra actividad de clase, porque podemos subirlos con actividades interactivas (el uso de aplicaciones como Ispring o Articulate puede ayudar en estas conversiones). Creo que muchas veces la solución está en aquello más simple, obvio y evidente. No necesitamos programas o aplicaciones excesivamente sofisticadas o caras. Los profesores nos enloquecemos siempre con la última aplicación o el último programa de moda y no nos damos cuenta de que, como en "La carta robada" de Poe, muchas veces la solución está delante de nuestras propias narices.
Brisbane, 15/04/17.