¿Escoge Dios quiénes se salvan y quiénes se condenan?  

Fernando Alexis Jiménez

Con frecuencia escuchamos o leemos enseñanzas alrededor de la predestinación. Según su fundamentación, Dios predestinó desde la eternidad a los salvos y a quienes se perderían. Pero, ¿qué dice la Biblia alrededor del tema? Un estudio que le animamos a leer cuidadosamente.

¿La gracia de Dios está ligada a la elección divina de quiénes se salvan y quiénes se pierden? Esta es una pregunta que, por años, ha dividido a muchos creyentes. Hay quienes se fundamentan en la predestinación, lo que lleva a infinidad de personas a experimentar desesperanza, antes que confianza en el amor y la misericordia del Padre celestial, que no tienen límites.

¿De dónde entonces viene la idea de la predestinación? En esencia de un pasaje escrito por el apóstol Pablo a los creyentes de Roma, en el primer siglo:

“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, a esos también llamó. A los que llamó, a esos también justificó. A los que justificó, a esos también glorificó.” (Romanos 8: 29, 30| NBLA)

Si es así, estamos frente a una lotería que define dónde pasaremos la eternidad: si con el Padre celestial, nuestro Creador, o en la perdición. En esa dirección, si a usted le correspondió ser condenado, de nada vale que se arrepienta de su pecado y se disponga a cambiar, con ayuda del Señor.

¿Le parece lógico? Es importante que antes de llegar a una conclusión, analicemos lo que enseñan las Escrituras, nuestra fuente de autoridad.

Al estudiar la predestinación, se debe incluir la presciencia divina, la providencia del evangelio eterno, el libre albedrío humano, y las consecuencias de sus elecciones.

Presciencia, o conocimiento anticipado, no es lo mismo que predestinación o predeterminación (Isaías 46:9, 10; 44:6-8; Hechos 2:23; Romanos 11:2).

En el sentido bíblico, la predestinación se refiere específicamente al plan divino de la salvación establecido antes de la fundación del mundo (1 Pedro 1:18-20; Romanos 16:25, 26; Apocalipsis 14:6).

ESCOGIDOS PARA SALVACIÓN

Desde el momento mismo de la creación, Dios nos escogió para que fuésemos mediante la obra redentora del Señor Jesús en la cruz:

“Porque Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme a la buena intención de Su voluntad, para alabanza de la gloria de Su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado... También en Él hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de Aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de Su gloria.” (Efesios 1: 4-6, 11-12 | NBLA)

Debemos recordar que nadie merece la salvación. Todos hemos pecado (Romanos 3:23) y todos merecemos el castigo eterno (Romanos 6:23). Por consiguiente, Dios sería perfectamente justo si permitiera que todos pasáramos la eternidad en el infierno. Ahora bien, Dios decide salvar. 

 ¿POR QUÉ NOS ESCOGIÓ DIOS?

¿Por qué nos escogió Dios para ser salvos? Porque en nuestras fuerzas y aún, procurando cumplir la Ley, era imposible. Libramos una batalla constante con nuestra naturaleza pecaminosa que nos inclina hacia el mal, trasgrediendo todos los mandatos del Hacedor. En esencia, es por gracia, no por merecimientos ni por buenas obras, porque humanamente podríamos obrar bien en un momento y, segundos después, caer de nuevo en el pecado que lleva a condenación.

Conociendo nuestras limitaciones, Dios dispuso el sacrificio de Jesús en la cruz, para traer perdón por nuestros pecados y asegurarnos la vida eterna.

La palabra traducida "predestinado" en las Escrituras proviene de la palabra griega proorizo, que tiene el significado de "determinar de antemano", "ordenar", "decidir con antelación". Así que, la predestinación es Dios, es Si determinación de ciertas cosas que ocurrirán antes de tiempo.

¿Quiénes fueron escogidos por Dios, desde la eternidad, para ser salvos? A quienes que creen y se apropian por fe de la obra redentora de Jesucristo en el Calvario (Mateo 24:22, 31; Marcos 13:20, 27; Romanos 8:33, 9:11, 11:5-7, 28; Efesios 1:11; Colosenses 3:12; 1 Tesalonicenses 1:4; 1 Timoteo 5:21; 2 Timoteo 2:10; Tito 1:1; 1 Pedro 1:1-2, 2:9; 2 Pedro 1:10).

Permítanos enfatizar que la Biblia nunca describe a Dios rechazando a alguien que cree en Él o rechazando a alguien que lo busca (Deuteronomio 4:29).

¿QUÉ PAPEL JUEGA LA ELECCIÓN DEL HOMBRE?

Si nos atenemos a nuestros pecados, insistimos, nadie podría ser salvo de la condenación eterna. Sin embargo, por gracia, Dios dispuso el sacrificio de Jesús en la cruz, para perdonarnos, justificarnos y santificarnos. Tres elementos esenciales que nos llevan a ser mirados como santos delante del Padre.

La Biblia afirma claramente que Dios “no hace acepción de personas (Hechos 10:34). Él nos ofrece la oportunidad a todos.

El apóstol Pablo, escribe:

“Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad.” (1 Timoteo 2:1-4 | NBLA)

El apóstol Pedro, anota por su parte:

“Pero los cielos y la tierra actuales están reservados por Su palabra para el fuego, guardados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos... El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” (2 Pedro 3: 7-9 | NBLA)

¿Escoge Dios, desde antes de la creación, que alguien se condene por la eternidad? Por supuesto que no. Él desea la salvación de todos nosotros. La decisión de aceptar o no la gracia, es de cada persona. Lo que sí es claro, es que el Señor sabe de antemano quién aceptarán la gracia. Y sin duda le debe dólar en el corazón que haya quienes rechazan Su gracia.

El autor de la carta a los Hebreos comparte una palabra de esperanza:

“Los sacerdotes anteriores eran más numerosos porque la muerte les impedía continuar, pero Jesús conserva Su sacerdocio inmutable[a] puesto que permanece para siempre. Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos.” (Hebreos 7: 23-25; 1 Timoteo 2: 5,6 | NVI)

Antes que pretender la perdición de ciertos escogidos, Jesucristo intercede por todos, a su favor, porque en consonancia con el Padre, no quiere que nadie se pierda.

USTED DECIDE SI SE CONDENA

Dios no fuerza nuestra voluntad, sino que permite que hagamos nuestras elecciones (Salmo 37:5; Proverbios 23:26; Isaías 1:19; 55:1; Apocalipsis 3:20). Cada quien decide si se pierde o, se acoge a la gracia salvadora que materializó Jesucristo en la cruz.

Alrededor de quienes rechazan la gracia salvadora de Dios, el autor de la carta a los Hebreos, escribe:

"Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados, sino cierta horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de consumir a los adversarios. Cualquiera que viola la ley de Moisés muere sin misericordia por el testimonio de dos o tres testigos. ¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merecerá el que ha pisoteado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha tenido por inmunda la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ha ultrajado al Espíritu de gracia?"  (Hebreos 10:26-29 | NBLA)

Desconocemos qué tanto pecado haya acariciado en el pecado y aún hoy. Lo que sí podemos asegurarle es que la gracia de Dios es infinita, y está a su disposición. Jesucristo murió en la cruz para perdonarlo y hacerle libre. Él limpia su ayer de maldad y le ofrece una nueva vida. Hoy es el día para recibirlo en su corazón y apropiarse de ese perdón de pecados…  


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