Dios responde a nuestras necesidades

Fernando Alexis Jiménez

Las necesidades tocan a nuestra puerta, generalmente cuando menos lo esperamos. ¿Debemos caer en la desesperación? Por cierto que no. En nuestra condición de cristianos, debemos ir al Padre en oración.

Cuando tres reyes declararon la guerra a los mandatarios de Sodoma, Gomorra y otros territorios, Lot y su familia fueron llevados cautivos.

En las Escrituras leemos:

“Los vencedores saquearon todos los bienes de Sodoma y de Gomorra, junto con todos los alimentos, y luego se fueron. Y como Lot, el sobrino de Abram, habitaba en Sodoma, también se lo llevaron a él, junto con todas sus posesiones.” (Génesis 14: 11, 12 | NVI)

¿Alguna vez se metió en problemas porque se encontraba en el lugar equivocado o con la persona inapropiada? Es el común denominador de todos nosotros.

Es más común de lo que imaginamos. Por la naturaleza pecaminosa que nos acompaña desde que nacimos, tenemos una proclividad a pecar, a sentirnos atraídos por todo lo que tiene un tinte de prohibición moral y, por supuesto, con implicaciones espirituales.

Cuando enfrentamos las consecuencias por nuestros errores, tenemos dos opciones: dejarnos arrastrar por las circunstancias o, rendirnos a Dios, reconocer que hemos pecado y acogernos a Su gracia, en procura de perdón.

La decisión más apropiada es admitir que fallamos, sea cual fuere la razón, y que necesitamos la ayuda de Dios.

El profeta Joel instruye:

“Rásguense el corazón y no las vestiduras.
Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga.” (Joel 2:13 | NVI)

Cuando nos volvemos al Padre, rendidos a Él y dejando de lado nuestro orgullo, Dios nos ayuda. Él tiene formas extrañas pero maravillosas de responder a nuestro clamor.

La salvación viene de Dios  

Dios tiene instrumentos, muchos de los cuales ni siquiera imaginamos. Esos instrumentos pueden ser amigos, familiares o, incluso, medios tan extraños como un mensaje, un programa o un pequeño tratado evangelístico para hablarnos al corazón.

Abraham, tío de Lot, se encontraba acampando en una zona boscosa del territorio que se conoce como Cisjordania.

El relato bíblico anota:

“En cuanto Abram supo que su sobrino estaba cautivo, convocó a trescientos dieciocho hombres adiestrados que habían nacido en su casa, y persiguió a los invasores hasta Dan. Durante la noche, Abram y sus siervos desplegaron sus fuerzas y los derrotaron, persiguiéndolos hasta Hobá, que está al norte de Damasco. Así recuperó todos los bienes y también rescató a su sobrino Lot, junto con sus posesiones, las mujeres y las demás personas.” (Génesis 14: 14-16 | NVI)

Pese a la tozudez de Lot, de morar en un territorio donde primaba la maldad y las consecuencias que se derivaban de esa decisión de convivir con la mundanalidad, Dios lo rescató. Es Su gracia infinita para con el pecador.  Siempre nos brinda una oportunidad que debería ir acompañada—por supuesto—de un arrepentimiento sincero y la disposición de emprender un nuevo camino, que conduzca a vida y no a muerte.

El apóstol Pedro lo explica de una manera clara en su segunda carta universal a los creyentes del primer siglo:

"El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan." (2 Pedro 3:9 | NVI)

Quizá reconoce que al igual que Lot usted ha llevado una vida que oscila entre el deseo de ser fiel a Dios y el pecado. Una disyuntiva. Desea vivir una espiritualidad comprometida, pero los deseos de la carne le atraen. Hoy es el día oportuno para tomar una decisión y emprender la transformación, dependiendo del amado Padre celestial quien lo fortalece.

Dios desea rescatarnos  

Puede que nuestro pasado está acompañado por sinnúmero de pecados, muchos de ellos innombrables. Solamente los conocen usted y el Señor. Aun así, el deseo de Dios es perdonarle.

En un encuentro memorable del Creador con Moisés, se revelan algunos de sus atributos:

"El Señor descendió en la nube y se puso junto a Moisés. Luego le dio a conocer su nombre: pasando delante de él, proclamó: —El Señor, el Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que mantiene su amor hasta mil generaciones después y que perdona la maldad, la rebelión y el pecado..." (Éxodo 34: 5-7; Números 14: 18; Salmo 65: 3 | NVI)

¿Qué merecían sus pecados? La respuesta es sencilla: enfrentar las consecuencias, perder las bendiciones que tiene el Padre para sus hijos. Sin embargo, nos ama y desea perdonarnos para que, al restablecer nuestra relación con Él, podamos disfrutar de la vida transformada que nos tiene preparada.

El teólogo y escritor norteamericano, Herman William Gockel (1906-1996) escribió:

“La muerte espiritual era el destino inevitable de una raza que había dado las espaldas a Dios, quien es la única fuente de vida. El ser humano después de hallarse separado de Dios no puede sino estar espiritualmente muerto. La Biblia nos dice que, como resultado, el hombre natural no puede hacer nada para mejorar su condición espiritual. El hombre natural, sujeto a la esclavitud de la muerte espiritual, no puede desprenderse de las cadenas a las que está atado. Aún más, ni siquiera puede ver o sentir las cadenas. No se da cuenta de que está atado.”

Volvernos al Señor, con corazón dispuesto, es lo mejor que podemos hacer. Al respecto el autor bíblico señala:

"Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan." (Salmos 86:5 | NVI)

En la vida de Lot, los resultados de sus reiterados errores, era sin duda la condenación. ¿En qué momento? Cuando Dios decidió destruir a Sodoma y Gomorra.

Allí, en Sodoma, lo visitaron los ángeles. Los hombres del lugar en el colmo de su depravación, querían abusar de ellos. Su perversa pretensión trajo como resultado, que quedaran ciegos (Génesis 19: 5-11)

"Luego (los ángeles) dijeron a Lot: —¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas y a todos los que te pertenezcan porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla." (Génesis 19: 12-13 | NVI)

Por favor lea el texto cuantas veces considere oportuno. ¿Se da cuenta? La misericordia de Dios alcanzó a Lot y a su familia. No lo merecía, pero lo hizo. Es Su amor sin límites por nosotros.

Usted conoce el resto de la historia. El juicio divino cayó sobre las dos ciudades y las aldeas cercanas. Sin embargo, el Señor salvó a Lot y a su familia.

Es hora de hacer una evaluación  

Probablemente al leer la historia de Lot se identifica con muchos de los elementos más relevantes. Reconoce que ha pecado y que es hora de salir del estado en el que se encuentra inmerso. ¿Es posible? Por supuesto que sí.

En las Escrituras el Señor nos dice:

“Yo, yo soy el que borro tus transgresiones por amor a mí mismo, y no recordaré tus pecados.” (Isaías 43: 25 | NVI)

Y el apóstol Juan enseña:

“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1: 9 | NVI)

¿Cuál es el paso para ser perdonados? Reconocer la situación equivocada en que nos encontramos, arrepentirnos y volver la mirada al Padre, en procura de Su perdón.

Piense por un instante que, producto de la gracia de Dios, usted puede emprender una nueva vida. Él lo escogió para experimentar transformación. Pero usted debe tomar una decisión, no rechazar su amor y perdón.   Jesucristo ya hizo la obra redentora en la cruz. Obtuvo el perdón por sus pecados. Aprópiese de la gracia de Dios.

Escuche las transmisiones diarias de Vida Familiar con Fernando Alexis Jiménez.