Las cinco primeras apariciones

"El que me ama y verdaderamente ama a mi Hijo Jesús abandonará la vida de pecado, porque el pecado, hijos, destruye vuestras almas. Si queréis un día ir al paraíso deben rezar mucho, vivir una vida de oración y de conversión." (5 de abril de 2004)

Las primeras cinco apariciones ocurridas a Maria do Carmo a principios de mayo del año de 1994 pueden haber sido pasado desapercibidos por muchas personas, incluso por muchos sacerdotes, que no comprendían su contenido y significado, pero aquí resaltamos su significado que nos lleva a conocer las realidades y las enseñanzas de los mismas, que son la base de todas los demás dadas por la Virgen en el transcurso de todos estos años:

En la primera aparición del 2 de mayo, Nuestra Señora muestra a Maria do Carmo su hijo Quirino, muerto en un accidente en el año 1989, cuando tenía 11 años de edad. En esta primera aparición Nuestra Señora quiere decir el mundo, especialmente a las madres que perdieron a sus hijos de un modo trágico, que no pierdan la fe y ni desesperen, sino que recen, así como Ella pidió a Maria do Carmo en su primer mensaje : “¡Reza, reza!”

En relación a esta aparición podemos concluir que la muerte no es el fin de una vida, sino el nacimiento del hombre a la vida eterna, si éste estuvo en amistad y unión con Dios en la Tierra como Nuestra Señora mostró a Maria do Carmo y explicó a Edson, que su hermano Quirino había nacido para la vida eterna. Una muerte, aunque haya sido trágica, nunca puede destruir el plan de Dios y el fin de su obra en la vida de una persona, pues su amor y su poder no tienen límites. Muchos, al pasar por trágicos momentos en sus vida, con la pérdida de sus hijos o de un familiar, se desesperan y luego abandonan a Dios y el camino trazado por Él en sus vida, pasan a buscar consuelos y respuestas a su dolor en enseñanzas y en cosas erróneas, traicionando a su fe y a la Iglesia, no comprendiendo que la respuesta está solamente en Dios, en su amor y en su obra. Por este motivo, la Nuestra Señora le dijo a Maria do Carmo, en sus apariciones, que el momento más difícil de su vida y de más dolor, ella no rechazó ni a Dios ni su fe, sino que se mantuvo firme y fuerte siendo un ejemplo para los c a mí ni a mi Hijo Jesucristo. Estas son tus principales cualidades. Tú solo decías: “¿Por qué mi hijo murió y por qué?” ... Y yo y mi hijo Jesucristo te respondimos una vez más, porque él quería ser ángel y santo del Señor. Tú solo te sientes feliz ahora, porque te mostramos a tu hijo como él está allí en el cielo y vestido de ángel, pero te sentirás aún más feliz todavía cuando vosotros os encontraréis un día allí en la gloria del Señor.

En la segunda aparición en el día 4 de mayo, antes de que Maria do Carmo viera a Jesús y a Nuestra Señora, vio al demonio que quería atacarla e impedir que rezase. Maria do Carmo, iluminada por Dios y por la Virgen clamó por la sangre de Cristo y puso en fuga al demonio. Luego en seguida, vinieron Jesús y Nuestra Señora que traían a su hijo Quirino muy guapo. Jesús le dijo que él era un ángel y santo en el Cielo. Podemos constatar, en esta segunda aparición, dos particulares: primero, la existencia del diablo, que procura en todo alejar a los hombres del proyecto de Dios, impidiéndonos que nos santifiquemos, aunque sea pormedio de una simple oración, y en segundo lugar, que la santidad es posible para todos los que deseen buscarla con el corazón, con fe y amor, como sucedió con el hijo de María do Carmo. Mas esta santidad depende mucho de la convivencia santa y de la dedicación, de cada padre y cada madre en la crianza y educación de sus hijos. Maria do Carmo procuró en sus compromisos de ama de casa y madre de familia, enseñar a sus hijos el camino de Dios a través de una vida de fe y de oración, en su sencillez, sin mucha ostentación, incluso en sus limitaciones y problemas cotidianos.

En la tercera y cuarta aparición, que ocurrieron el 7 y luego el día 8 de mayo (día de la Madre en aquel año), la Virgen, mostrando un feto con sangre en sus manos llamó la atención de las madres que rechazan y matan a sus hijos, hablándonos sobre la gravedad del aborto y del nenegar de la fe de las personas que siguen otras denominaciones que no agradan a Dios:

¡El aborto es un pecado grave! Los que practican el aborto tienen que confesarse con el sacerdote, llorar y caer al suelo del arrepentimiento y nunca más dejar de rezar. ¡Sólo así podrán salvarse!

Y mostrando a Maria do Carmo muchos hombres, vestidos de negro ,quemándose en el fuego del infierno dijo:

¡Mira, así quedan los masones, porque la masonería es una secta del demonio. Y si se muere siendo un masón, ¡va directo al infierno!

“Vosotros no podéis imaginar cuanto dolor yo siento por cada alma que se pierde en el infierno”

Nuestra Señora a Edson el día 29 de septiembre de 2005

Esto vale para todos los que sabiendo la verdad buscaban la mentira; sabiendo donde está Dios buscaban el demonio; sabiendo donde está la luz preferían las tinieblas.

En la quinta aparición, ocurrida el 11 de mayo, Jesús habla a María del Carmen sobre la gravedad del adulterio y la convivencia, males de hoy practicados por muchas personas, que destruyen el verdadero sentido y la formación de la familia, en su valor y en sus fundamentos. Tales pecados, no pasarán desapercibidos por Dios, sin las debidas penas que merecen: dijo:

¡Maria do Carmo! ¡No duerma! Levántate y escribe. No pierda tiempo. ¡El adulterio es un pecado grave, pero tiene perdón si se hace una buena confesión con arrepentimiento total! Enseña. Ya sabes cómo se hace una buena confesión. No se puede tener miedo ni vergüenza del padre (sacerdote). Si él perdona, Yo también perdonaré. ¡Si él no perdona también yo no perdonaré! Quien esté casado y está separado, únase de nuevo, si todavía se aman: ¡con el perdón y la sinceridad! Quien esté casado y separado, viviendo con otro hombre o con otra mujer que no son de su matrimonio, deben separarse y vivir amigos en la misma casa. Los dos no pueden vivir más como marido y mujer. Si uno de los dos bien estuviera libre y necesita de vida conyugal, debe casarse. ¡Sólo no puede cometer adulterio!

En virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer “ya no son dos, sino una sola carne” y están llamados a crecer continuamente en esta comunión a través de la fidelidad cotidiana la promesa matrimonial del recíproco son total […] Em Cristo, Dios asume esta exigencia humana, confirmándola, purificándola y elevándola, conduciéndola a la perfección con el sacramento del matrimonio: el Espíritu Santo infuso en la celebración sacramental ofrece a los esposos cristianos el don de una comunidad nueva, de amor, que es la imagen viva y real de aquella unidad singularísima, que vuelve (transforma) la Iglesia (en) el indivisible Cuerpo Místico del Señor […] El don del sacramento es, al mismo tiempo, vocación y deber de los esposos cristianos, para que permanezcan fieles uno al otro para siempre, ms allá de todas las pruebas y dificultades, en generosa obediencia a la voluntad del Señor: “Lo que Dios unió, no lo separe el hombre”. Testimoniar el valor inestimable de la indisolubilidad y de la fidelidad matrimonial es una de las tareas más preciosas y más urgentes de los matrimonios cristianos de nuestro tiempo.

En este mensaje Jesús especificó algunos puntos que es importante recordar:

1. Que concede el perdón a aquellos que sinceramente se arrepienten de estos pecados; el arrepentimiento y el mutuo perdón en el seno de la familia cristiana, que se reviste de mucha importancia en la vida cotidiana, encuentra su momento sacramental específico en la Penitencia cristiana. A los conyugues escribía así Paulo VI, en la Encíclica Humanae Vitae «Si el pecado os alcanza, no os desaniméis, mas recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios, que con prodigalidad y es generosamente en el sacramento de la Penitencia».

2. Da la debida importancia y valor a la confesión como un medio para obtener el perdón de los pecados y la gracia de su misericordia, así como también a la sinceridad y al buen propósito de la persona en confesar y arrepentirse de los pecados, sin omitir nada ante el tribunal santo de Dios para obtener la absolución;

La celebración de este sacramento da a la vida familiar un significado particular: al descubrir por la fe cómo el pecado contradice no sólo la alianza con Dios, sino también la alianza entre los conyugues y la comunión de la familia, los esposos y todos los miembros de la familia son conducidos al encuentro con Dios “rico en misericordia” , el cual, alargando su amor que es más fuerte que el pecado, reconstruye y perfecciona la alianza conyugal y la comunión familiar.

3. Pide la unión de los casados separados a través del perdón y de la sinceridad de uno hacia el otro;

El don del sacramento es, al mismo tiempo, vocación y deber de los esposos cristianos, para que permanezcan fieles unos a los otros para siempre, más allá de todas las pruebas y dificultades, en generosa obediencia a la santa voluntad del Señor: «Lo que Dios unió, no lo separe el hombre».

4. Pide la separación de aquellos que conviven con personas casadas, para que éstas vuelvan a la verdadera misión confiada a ellos, mostrando que todos deben vivir como hermanos y no en pecado.

Es deber fundamental de la Iglesia reafirmar vigorosamente – como hicieran los Padres del Sínodo – la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio: a cuantos, en nuestros días, consideran difícil o mismo imposible ligarse a una persona para toda la vida y a cuantos, subvertidos por una cultura que rechaza la indisolubilidad matrimonial y que ridiculiza abiertamente el empeño de la fidelidad de los esposos, es necesario reafirmar el alegre anuncio de forma definitiva de aquel amor conyugal, que tiene en Cristo el fundamento y el vigor.

5. Pide a los que no están casados ​​y desean construir una familia, que se casen con una vida santa en su matrimonio, no cometiendo adulterio con otras personas ya comprometidas o solteras;

La preparación para el matrimonio cristiano está ya calificada como un itinerario de fe: se pone, de hecho, como ocasión privilegiada para que los novios descubran y profundicen en la fe recibida en el bautismo y alimentada con la educación cristiana. De esta forma reconocen y acogen libremente la vocación de seguir el camino de Cristo y de ponerse al servicio del Reino de Dios en el estado matrimonial.

Acogiendo y meditando fielmente la Palabra de Dios, la Iglesia tiene solemnemente enseñado y enseña que el matrimonio de los bautizados es uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza.

De hecho, mediante el bautismo, el hombre y la mujer están definitivamente insertados en la Nueva y Eterna Alianza, en la Alianza nupcial de Cristo con la Iglesia. Es en razón de esta indestructible inserción que la íntima comunidad de vida y de amor conyugal, fundada por el Creador, es elevada y asumida por la caridad nupcial de Cristo, sustentada y enriquecida por su fuerza redentora.