Sección realizada en Lengua castellana y Literatura por alumnos de 1º y 2º
RELATOS ANECDÓTICOS
Anécdotas verídicas convertidas en relatos por alumnos de 2º
CONTRABANDO DE TABACO
Cuando era pequeña, bueno no tan pequeña, pongamos que adolescente, trabajaba en el bar de mi tía. En aquella época, había algo que quería comprar, no recuerdo qué era; pero con la paga del bar no me daba para comprarlo. Entonces, un día, cuando nos tocaba cerrar a mí y a un amigo, encontramos en una caja, montones de cajas de tabaco y, en ese momento, se me encendió la bombilla, ya que, por el diseño de los paquetes, parecían caras.
Tramé un plan con mi amigo y nos preparamos para, a escondidas de mi tía, vender tabaco. Al parecer, tenía razón, eran caras, en poco tiempo conseguiría ahorrar lo suficiente (dándole una parte a mi amigo, claro). Pero entonces llegó ese día. Cabe resaltar que vendíamos el tabaco en la entrada del bar. Mi tía no se daba cuenta porque estaba muy ocupada. Acabábamos de vender la última caja de tabaco de ese día cuando de repente pasó la Guardia Civil. Aparcó el coche enfrente de nosotros y salió un guardia a insultarnos. Casi me caigo de miedo. Le pedimos una explicación y nos dijo que el tabaco que estábamos vendiendo era ilegal de Estados Unidos. Todo ese tiempo habíamos estado contrabandeando con tabaco ilegal exportado desde Estados Unidos.
Nuestro negoció quedó allí, tuve que pagar una multa y casi me despiden. En ese momento pensé que me llevarían a la cárcel, pero solo fue eso. Aunque, a decir verdad, o lo hicimos bastante bien o la Guardia Civil no era muy espabilada. De todas formas, no volví a tocar esa caja.
Cristina Pérez (2ºA)
LOS POLLITOS BORRACHOS
Allá por los años 40, las casas tenían corrales, en los que la gente tenía conejos, gallinas… En una pequeña casa, una niña de 7 u 8 años, llamada Encarna, fue a comprar junto con su madre unos 30 huevos para que tuvieran pollitos.
La niña esperaba con ilusión a que todos se abrieran, les daba calor, les hablaba… Cuando empezaron a abrirse los cascarones y fueron saliendo pollitos, Encarna estaba tan emocionada que se lo contó a todos sus amigos. Su hermano mayor y ella iban detrás de los pollitos todo el día.
Un día, cuando su madre salió a comprar le dijo a Encarna que les diera de comer, poniéndole pan y agua con un poco de vino. Pero la niña se equivocó y les puso todo un vaso de vino con un poco de pan.
Cuando su madre volvió, todos los pollitos estaban tirados en el suelo, con las dos patas hacia arriba, sin poderse levantar, y el que lo lograba iba en círculos hasta que al final se caía.
Al principio, la madre de Encarna se enfadó un poco, pero logró que se les pasara la borrachera con un poco de agua. Al final todos se rieron y esta pasó a ser una anécdota que siempre sale a relucir en las reuniones familiares.
Elena Del Campo (2ºA)
EL SUPERVIVIENTE DE LA GUERRA
Esta historia es sobre mi bisabuelo allá por 1900. Sobre esa época había que tener mucho cuidado porque estaban en guerra. Mi bisabuelo estaba en la guerra ayudando y defendiendo a personas inocentes.
Por las noches, es cuando había que tener más cuidado ya que había grupos de ejército matando a personas. Mi bisabuelo y su grupo tenían que quedarse vigilando muchas noches para defender a la población y, como no tenían agua, cada noche uno tenía que ponerse en peligro para ir a por agua al río sin que lo viera nadie. Una de esas noches le tocó a él ir a por agua. Tenía miedo pero, rápido y sin que nadie lo viera, fue al río. Parecía todo despejado, por lo que al volver fue más tranquilo.
Cuando llegó 30 minutos después, todos sus compañeros estaban muertos porque el ejército los había visto y los habían fusilado a todos. Esa noche, gracias a que le tocó a él ir a por agua, sobrevivió “poniéndose en peligro”.
Nacho Moscardó (2ºB)
CALIGRAMAS
Poemas visuales creados y diseñados por alumnos de 1º
Alfonso Valero (1ºA)
Lucía Fiérrez (1ºA)
Natalia Carretero (1ºA)
Sonia Carretero (1ºA)
CUENTOS
Escritos por alumnos de 1º
CARAMELOS DE CAFÉ
Era 1 de mayo de este mismo año 2020. Ese mismo día era el tercer día que los niños pudimos salir después de un largo confinamiento por coronavirus.
Después de estar casi toda la mañana con el ordenador, salí a dar un paseo por el pueblo, pero esta vez le dije a mi madre que no hacía falta que acompañara.
Me encontré a eses señor, que nunca supe su nombre, que me solía dar un caramelo de café siempre que me veía, después de decirme una y otra vez que mi belleza cada día era mayor. Es el típico abuelete que cae bien a todo el mundo, todos le conocemos y siempre tiene una sonrisa en la cara.
Al cruzármelo, si no me llega a decir nada, no lo habría reconocido, tanto tiempo sin verlo que hasta él me admitió que a veces se le olvidaba comprar caramelos de café. Cuando nos reconocimos comenzamos a hablar. Me recordó aquel día que iba con mis amigos y no me pudo dar un caramelo porque si no todos le pedirían y no llevaba suficientes. También hablamos sobre el día que casi me roban la mochila por pedirle más de un caramelo. Pasamos un buen rato hablando hasta que se acercó un niño, de un par de años menor que yo. Mientras se acercaba, el señor no paraba de repetirme que nos alejáramos. Yo, confundida, le dije que no pasaba nada, y no nos movimos. El niño llegó y le dijo al señor:
-¡Oye! ¡Yo también quiero caramelos!
A lo que el hombre respondió: -No tengo por qué darte.
El niño enfadado le replicó: -Si no quieres darme, tampoco le darás a ella.
El señor me hizo una señal de que me fuera, y me escondí detrás de la esquina. Desde ahí pude observar cómo ese despiadado niño le quitó toda la bolsa de caramelos sin que el señor se diera cuenta y se fue. Salí y se lo dije. A lo que él me respondió: -Realmente me he dado cuenta. Pero no quería que pasara lo de todos los días. Ese niño siempre me pide caramelos maleducadamente, a lo que yo me niego diciéndole que eres mi nieta y te estoy esperando. Pero llama a sus padres y le tengo que dar tres caramelos. Si no quedo en ridículo. Me voy a la cama sintiéndome culpable por solo poderte haber dado un caramelo.
-¿Y por qué viene cada día a pedirte caramelos?- Le pregunté.
-Ni idea, es un misterio. -Me respondió. Y de repente comenzó a gritar: -¡LUCÍA, LUCÍA!
Justo en ese instante desperté en mi cama y me di cuenta de que había soñado con el hombre que de pequeña me daba caramelos de café. Me entristecí porque ese hombre llevaba enfermo en la cama tres años. Me di cuenta de que quien gritaba mi nombre era mi hermano. Bajé a la cocina y mi hermano me anunció que había fallecido. En ese momento me quedé petrificada y me pregunté: ¿Habrá sido coincidencia que haya soñado con él esta misma noche?
Lucía Fiérrez (1ºA)
UN DÍA EN EL BOSQUE
Un día mi hermano y yo estábamos en la casita de campo de mis abuelos cuando decidimos investigar qué misterio escondería el bosque que rodeaba la casita. Le pedimos a la abuela unos sándwiches y una botella de agua y lo preparamos todo en una mochila.
Cuando salimos por la puerta, la abuela nos dijo: -Chicos, pasadlo bien pero no os alejéis mucho. Y nosotros le dijimos: -Tranquila, abuela, llevamos la brújula del abuelo.
Cogimos el sendero por donde vimos unas mariposas revoloteando y nos dimos cuenta de que ya estábamos dentro del bosque. Empezamos a investigar las plantas y los insectos del bosque. Oímos un sonido muy extraño y descubrimos a un duendecillo atrapado entre unas ramas.
-¿Quiénes sois vosotros?
-Él es mi hermano Álex y yo soy Carla. ¿Quién eres tú?
-Soy el duende Endomondo y cuando salí a por bayas para mi familia, en enredé aquí en estas ramas.
- ¿Necesitas que te ayudemos?
- ¡Sí, por favor!
Levantamos las ramas donde estaba atrapado y pronto nos hicimos amigos de él. Nos llevó a su pequeño mundo y nos impresionó que era muy pequeño pero de gran belleza; conocimos a su familia y nos dijeron que nos quedáramos a comer pero se nos hizo tarde y tuvimos que regresar.
Volvimos por el camino andado hasta llegar al sendero de las mariposas y al final se veía la casita de los abuelos.
-Chicos ya estáis aquí, ¡qué alegría! -dijo el abuelo.
-¿Qué habéis visto? -preguntó la abuela.
-Muchas plantas e insectos interesantes -dijimos los dos al mismo tiempo -y nos echamos a reír.
En la cena nos sentimos culpables de no poder contarles la verdad sobre el duende Endomondo. Al terminar de cenar investigamos en el ordenador si los duendes realmente existían pero en todas las páginas decían que no. A pesar de todo, mañana volveremos para comprobar si el mundo de Endomondo es real o lo habíamos imaginado…
Sonia Carretero (1ºA)
EL DESTRUCTOR DE MUNDOS
Me llamo Marcos, pero todos me conocen como Fireman, soy una especie de superhéroe que se dedica a encerrar a los malos y cosas así. También tengo un hermano, Esteban, o como todos los conocen, Iceman. Los dos tenemos 15 años y vamos a 4º de la ESO.
Era 24 de junio de 2020, ya nos habían dado las vacaciones y nosotros estábamos tranquilamente en nuestra casa jugando a videojuegos.
-¿Por qué estás quemando todos los libros de la mochila? -pregunté yo.
-Ya no los necesitamos, y cuando terminen las vacaciones me compro los de Bachiller. -Me respondió Esteban.
-Eso es un derroche de dinero impresionante. ¿Por qué no los vendes?
-Bueno que sí, que da igual. Por cierto, ¿me dejas el ordenador esta tarde?
-Vale, pero lo quiero para esta noche. ¿Y para qué lo quieres?
-Para averiguar quién ha sido el culpable del misterio de los diez asesinatos de ayer.
-¿¿Cómo??
-Pues eso, ayer alguien mató a diez personas sin ningún lazo familiar ni de amistad en diez minutos.
-¿Y de verdad no sabes quién ha sido?
-La verdad es que no.
-Es Krampus, el Destructor de Mundos.
-¿Y tú cómo lo sabes?
-Se han reportado más de 1000 muertes en la galaxia y ahora mueren diez personas en la Tierra. Tiene que haber sido él.
-Ahora que lo dices tienes una muy buena razón para acusarlo.
-Tenemos que encontrarlo y acabar con él aprovechando que está de matanza en la Tierra. ¿Dónde se han producido los asesinatos?
-Se han producido en esta belleza de ciudad española, Madrid.
-Bien, le coloqué un radar hace dos años.
-Pues, ¡vamos a por él!
Fuimos a un edificio muy alto, donde indicaba el radar. Entramos y no había nadie. El radar indicaba que estaba en la azotea. Los dos subimos por las escaleras. Cuando llegamos arriba, lo vimos. Ahí estaba Krampus mirando hacia el horizonte.
-No sabéis el tiempo que llevaba esperando esto. -Dijo Krampus-. Por fin voy a acabar con aquellos que ya me han vencido varias veces. Pero ahora he mejorado mis poderes, ¿queréis verlo?
Krampus hizo aparecer unos tentáculos de su espalda y con ellos cogió un trozo de la azotea y lo lanzó bruscamente. Por suerte, logramos esquivarlo y nos quedamos impresionados.
-¿Qué os ha parecido eso?
-¿¡Cómo lo has hecho!?
-Callaos los dos y empecemos a pelear. -Dijo mi hermano.- Ya me estoy empezando a aburrir.
Empezamos a pelear. Krampus volvió a atacar, vino corriendo con sus tentáculos y nos intentó atacar con ellos. Nosotros contraatacamos con una lluvia de llamaradas y estalactitas heladas. Él esquivó las llamaradas y con los tentáculos paró las estalactitas y nos las volvió a lanzar. Una de ellas golpeó a mi hermano, pero pudo quitarla de su pecho antes de que lo matara. Intenté lanzarle más llamaradas pero no podía darle. Mi hermano hizo una rampa de hielo, la subió y se lanzó contra Krampus. Él estaba distraído conmigo así que funcionó. Le dio un golpe y le arrancó dos tentáculos. Krampus gritó y con uno de sus tentáculos agarró a Esteban del cuello apretándole cada vez más fuerte. En ese momento, yo aproveché para lanzarle un rayo de lava que hizo que se derritiera hasta quedar un charco negro y cuatro tentáculos.
-¿Ya está? -preguntó mi hermano.
-Creo que sí. -Le respondí.
-Entonces… ¡Por fin hemos acabado con él! -Gritó mi hermano.
-¡¡Lo hemos logrado!! -Gritamos a la vez.
Sergio Carretero (1ºA)
NUBES DE PALABRAS
Representación de las palabras más importantes de un poema en forma de imagen
Alicia López (1ºA)
No a la tristeza.
No al dolor.
No a la pereza.
No a la usura.
No a la envidia.
No a la incultura.
No a la violencia.
No a la injusticia.
No a la guerra.
Sí a la paz.
Sí a la alegría.
Sí a la amistad.
La rosa
no buscaba la aurora:
Casi eterna en su ramo
buscaba otra cosa.
La rosa
no buscaba ni ciencia ni sombra:
Confín de carne y sueño
buscaba otra cosa.
La rosa
no buscaba la rosa:
Inmóvil por el cielo
¡buscaba otra cosa!
Luna Pérez (1ºA)