Muchas han sido las acciones, a favor de la primera infancia, en el país. Las cuales se han establecido a partir de un dialogo colectivo, en el que han participado distintos actores de la sociedad, del cual se han recogido ideas y se ha debatido, presentando distintas posturas a fin de llegar a algunos acuerdos. De esta manera se ha establecido una política pública, que ha tenido en cuenta los desarrollos científicos, no solo del país, sino de otras latitudes, lo “que marca la pauta para que el país actúe de manera sintonizada en favor del desarrollo integral de la primera infancia” (Comisión Intersectorial para la Atención Integral de la Primera Infancia, 2013, p. 17).
En el año 2016, se publica la Ley 1804, que es la Política de Estado para el Desarrollo Integral de la Primera Infancia, en dicha Ley, se establece que la educación inicial como un derecho de los niños y las niñas menores de seis años de edad, y que en Colombia:
Se concibe como un proceso educativo y pedagógico intencional, permanente y estructurado, a través del cual los niños y las niñas desarrollan su potencial, capacidades y habilidades en el juego, el arte, la literatura y la exploración del medio, contando con la familia como actor central de dicho proceso (Ley N° 1804, 2016, Artículo 5°).
Dicha definición permite pensar en la relevancia del rol del docente en la planificación del proceso educativo, en este nivel. El docente es visto como un agente de cambio, capaz de transformar y mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje, impactando positivamente al estudiantado (Rocha & Castillo, 2018). El hecho de que hoy en día, se reconozca la importancia de la educación inicial, según Gutiérrez et al. (2018) “exige que los docentes de este nivel, posean los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para garantizar que se brinde una atención educativa integral a los niños en la primera infancia” (p. 571). Es decir, la acción del maestro debe estar enfocada a cimentar las bases para el desarrollo armónico, esto puede hacerlo en tanto su formación sea permanente y de alta calidad.
Grijalba et al. (2019), reconoce que la formación continua de los docentes es un elemento relevante que tiene gran influencia en la calidad educativa, en el contexto colombiano, dicha formación, debe motivar a los docentes a la innovación de sus prácticas de aula, para responder de manera asertiva al contexto educativo actual. De acuerdo con este planteamiento, se corrobora la necesidad de formación de los docentes en atención a las políticas educativas de primera infancia, como una prioridad a atender, que debe establecerse como un proceso permanente, que permita la reflexión en un ejercicio autónomo y colaborativo, que se evidencie en mejoras de las prácticas de aula.
De acuerdo con Rocha & Castillo (2018), la docencia requiere actualización permanente como cualquier otra profesión, en tiempos de cambio y el surgimiento de nuevas tecnologías. Dicha actualización implica el propio reconocimiento de la dimensión humana, es decir, que es un proceso de humanización. Se reconoce que cada persona trae unas vivencias y experiencias que hacen parte de su ser y que le dan pautas para enfrentar la realidad (González, 2020).
Al respecto Mora (2017), indica que, el maestro al comprender que lo que enseña puede cambiar la estructura de los cerebros de sus estudiantes, tanto en su física, como su química, además, “su anatomía y su fisiología, haciendo crecer unas sinapsis o eliminando otras y conformando circuitos neuronales cuya función se expresa en la conducta; cambia ya la propia percepción que el maestro tiene de la enseñanza” (p. 23).
Es así, como surge esta propuesta de formación en Neurodesarrollo como una alternativa de actualización docente que permita el reconocimiento de los lineamientos de educación inicial, favoreciendo así, la aplicación de los principios de la Política de Estado para el Desarrollo Integral de la Primera Infancia, Ley 1804 de 2016.
De acuerdo con Quintero et al. (2016), la formación de docentes de primera infancia, es un tema de vital importancia, ya que se considera, que es un proceso que le brindará los elementos necesarios al maestro, para la comprensión del niño(a) como ser integral en sus múltiples dimensiones, lo que le dará sentido a su acción y le permita generar ambientes llenos de significado. “Cada niño(a) deberá ser formado de manera integral entendida esta como el conjunto de acciones destinadas a potenciar, estimular y/o desarrollar todas las dimensiones del desarrollo infantil” (p. 25), de manera que, pueda relacionarse armoniosamente consigo mismo, con su entorno y con las personas que le rodean.
En la Política de Estado para el desarrollo integral de la primera infancia, de Cero a Siempre, se define la educación inicial, “desde una perspectiva de derechos y bajo el enfoque diferencial, siendo una oportunidad para el pleno desarrollo integral de los niños, siempre en pro de la mejoría y de aportar a la calidad del sistema educativo colombiano” (Sánchez et al., 2018, p. 161).
A partir de este proceso de formación, se pretende que los docentes de educación inicial logren comprender que cada niño es diferente y posee una forma particular de ser, pensar y aprender, que debe ser tenida en cuenta a la hora de planear y desarrollar las experiencias de aprendizaje (De Souza et al., 2019). Esta compresión se inicia al estudiar, como los procesos de pre-concepción, las situaciones familiares de los padres, el entorno en que se desenvuelve el recién nacido, influyen en el neurodesarrollo de ese ser humano, y a la vez, entender que es lo que hace a cada uno especial, singular y diferente a los demás, con fortalezas, necesidades y dificultades diferentes y variadas, que se deben tener en cuenta en cualquier proceso educativo.
De allí, que en este proceso de formación se presente, como elemento necesario, conocer el funcionamiento del cerebro, pues este determina la forma en que se aprende” (De Souza et al., 2019). Estos conocimientos permiten al docente de educación inicial comprender mejor, las actividades propias de la infancia, enmarcadas en las Bases curriculares para la educación inicial y pre-escolar, el juego, el arte, la literatura y la exploración del medio; a su vez, ser conscientes, de que luego del nacimiento, el cerebro esta en actividad constante, de acuerdo con su carga genética, pero que este se reconstruye al interactuar con “el mundo sensorial y emocional que le rodea” (Mora, 2017, p. 28).
La “evidencia científica cambió la percepción social de primera infancia y también del rol de la educación inicial” (Falabella et al., 2018, p. 310). Las experiencias que se platean para los niños menores de seis años deben reconocer las etapas del desarrollo y la intencionalidad pedagógica debe estar enfocada en propiciar la formación integral y el desarrollo armónico. Por esta razón, es necesario atender a los gustos e intereses de los niños, “como base para la creación de pautas pedagógicas y didácticas que propicien acciones y espacios intencionalmente potenciadores de las actividades propias de la primera infancia” (De Souza et al., 2019, p. 166).
La interacción con el medio es fundamental para el desarrollo cerebral, dado a que a través de esta interacción se desarrollan conexiones nerviosas, que permiten nuevos aprendizajes y la adquisición de conocimientos (De Souza et al., 2019). El que las docentes de educación inicial, comprendan la importancia de las experiencias pedagógicas que proponen, en la medida que afectan el desarrollo cerebral de los niños y las niñas de primera infancia, es fundamental. De esta manera, evidenciaran el compromiso que les genera su labor educativa y les permitirá llevar a cabo procesos más consientes y significativos para cada uno de los niños y niñas que atienden.
De acuerdo con Vigotstky (1987/1999), el cerebro y a su vez los nervios, tienen gran potencial de plasticidad, “transforman con facilidad su finísima estructura bajo la influencia de diversas excitaciones y conservan la huella de esas transformaciones si estas excitaciones son lo suficientemente fuertes o si se han repetido con la frecuencia necesaria” (p. 5). Reconocer estos aportes que hoy en día, con el desarrollo de las neurociencias, se confirma, es necesario para desarrollar propuestas educativas coherentes con el potencial del desarrollo infantil.
Para garantizar que la educación de la primera infancia, en el país, sea de calidad, se requiere el compromiso de los docentes, como agentes sociales que impactan a niños y niñas, quienes deben reconocer la importancia de la formación permanente y estar al tanto de los conocimientos científicos que dan sustento a su labor educativa.
En el momento actual en que la información viaja rápidamente por las redes y está disponible en internet, dada la globalización, se requiere de maestros dispuestos a estar en constante actualización, que reconozcan las dinámicas de este mundo, en cambio y transformación constante. Para ofrecer procesos educativos coherentes con las necesidades de la sociedad actual, es decir, una educación de calidad.
En este proceso, a partir de la formación y actualización sobre el neurodesarrollo infantil, y comprendiendo los mecanismos neurológicos implicados en el aprendizaje, los docentes, desde su rol podrán diseñar y aplicar estrategias neurodidácticas, teniendo en cuenta los diferentes contextos, atendiendo a todos y cada uno de los niños y las niñas, sin distinción alguna, brindándoles la oportunidad de desarrollarse, aprender y progresar. Es decir, ofrecer una educación inclusiva y de calidad, que va a favorecer el desarrollo integral de la primera infancia y a su vez, la implementación de las políticas educativas.