Según Medina, et al. (2020) el desarrollo de competencias de los docentes, impactará su quehacer pedagógico, en referencia a “los estilos de toma de decisiones, incidiendo en el clima de trabajo y en el sentido de la responsabilidad” (p. 164). El desarrollo profesional docente está ligado a su dominio de los procesos de enseñanza-aprendizaje, “singularmente de la identidad con tal desempeño, el diálogo y encuentro con las culturas y su sentido y práctica del liderazgo pedagógico que se concentrará en la concepción y desenvolvimiento, que adquiera e su propio plan y proyecto vital” (p. 164).
La formación docente es un proceso continuo que busca la mejora de la organización educativa a través del trabajo integrado de todos los miembros. Para la presente propuesta de formación se seleccionan los modelos humanista y tecnológico, teniendo en cuenta que el centro del proceso formativo es la persona. El modelo humanista, presta gran atención a la formación en la autonomía, es decir, la capacidad del ser humano de valerse de su entendimiento para la toma de decisiones, y hacerse responsable de las consecuencias de estas, siendo este, el fin último de la educación.
Según Domínguez (2003, citado en Medina, et al., 2020) “educar” es extraer las máximas capacidades que posee una persona, además de esto, es alimentar al otro para que pueda crecer como persona, a partir de sus intereses, deseos, en oposición a los gustos e intereses del maestro; es decir acompañar a la persona a ser quien quiere ser. En otras palabras, formar seres autónomos.
El modelo humanista centrado en la persona, reconoce que esta es única e irrepetible, de aquí que hace mención especial de lo que es la singularidad, y ante esto el ser humano posee diversidad de capacidades de tipo cognitivo, socio-afectivo, comunicativo, volitivo, físico, biológico, intelectual, es decir, multidimensional. En este modelo se valoran las características que distinguen a una persona de otra, en relación con el proceso de aprendizaje, lo que lleva a la realización de este ser en su proyecto de vida.
El ser humano a partir de su singularidad está llamado a desempeñarse socialmente, lo cual influye ampliamente en su proceso de formación, teniendo en cuenta que la educación es un proceso social, para desarrollar procesos de innovación es importante tener en cuenta la mejora integral del profesorado y que estos reconozcan la importancia de ser protagonistas de su proceso y de los otros actores (Medina, et al., 2014).
Un proceso de formación docente pertinente que dé respuesta a las necesidades de la organización educativa, debe partir de un proceso de auto-reconocimiento, de los aportes del discurso de cada uno de los miembros, que permitan destacar las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas, cuyo análisis ha de llevar a la actualización constante y a procesos de mejora continua y desarrollo profesional (Medina, et al., 2014).
Ahora, la realidad actual a nivel mundial por la pandemia del COVID-19, ha impactado nuestras vidas en todos los aspectos, sociales, económicos, políticos, espirituales, emocionales, etc. La escuela no ha sido ajena al impacto por esta situación mundial. Con la llegada del virus, la escuela se enfrentó a una situación que afectó su manera de ser, de hacer y de sentir la educación. Se dieron cambios repentinos y absolutamente necesarios, para que los docentes lograrán continuar con su labor, en la distancia. En ese momento, la escuela dejó de ser un espacio físico cerrado y se movilizó a los diferentes escenarios de la vida de los estudiantes y sus familias; con mediación de las TIC. Hecho que implicó, tomar aspectos del modelo didáctico tecnológico, para dar continuidad a la labor educativa.
Dicho modelo implica, el diseño y fundamentación de ambientes de aprendizaje híbridos, y la armonización y adecuación de los procesos pedagógicos. En este momento la evaluación toma importancia y se reconfigura con el uso de herramientas TIC para brindar oportunidades de aprendizaje a los estudiantes, y aportar a su autonomía. Dándose un énfasis marcado al proceso de metacognición, que de acuerdo con Ferreiro (2018) tiene efectos positivos, en la generación de una conducta proactiva que contribuye a la formación personal. Siendo importante no solo pensar en una tarea o trabajo realizado, sino ir más allá, pensar en el proceso de realización de dicha actividad, su impacto en nuestro comportamiento, es decir, “volver a ver con ‘los ojos de la mente’ paso a paso, lo que se realizó” (p. 165), a fin de mejorar continuamente.