Friedrich Frobel

Friedrich Frobel


La educación del hombre

Friedrich Froebel expuso en La educación del hombre los principios fundamentales de su concepción pedagógica, fruto no sólo de sus meditaciones, sino también de su experiencia de educador. Para Froebel, la educación, que comprende instrucción y aleccionamiento, tiene por finalidad "conducir al hombre a la clara y absoluta visión de sí mismo", y, por lo tanto, "a conocer su verdadera vocación y a llevarla a cabo espontánea y libremente". Esta idea domina toda la obra, que sigue al niño desde su más tierna infancia hasta la juventud y tiene por finalidad el desarrollo de todas las facultades humanas y el perfeccionamiento moral, puesto que todo ser está condicionado por Dios.

Según Froebel, la educación, desde un principio, ha de tolerar y proteger, jamás obligar o impedir la espontaneidad para sustituirla con modelos artificiales. El hombre, en el primer período de su vida, acoge en sí la multiplicidad del mundo exterior para hacerla suya. Froebel destaca la importancia de este momento para el presente y el porvenir, puesto que las primeras impresiones quedan indeleblemente grabadas en la mente humana. Lo que caracteriza a la primera infancia es el desvanecimiento de la niebla que envuelve todas las cosas hasta que éstas se presentan de una manera distinta, especialmente por medio de la palabra. Las primeras tentativas de lenguaje, el desarrollo de los sentidos y el esfuerzo para enlazar el mundo interno con el externo constituyen las características de la infancia y son los primeros grados sobre los cuales se apoya la educación espiritual.

El juego ocupa una gran parte de la vida infantil: Froebel lo llama "el producto más puro y más espiritual del hombre en esta edad". Éste debe ser alimentado por la madre y vigilado por el padre, puesto que, en su íntima esencia, revela la actividad espiritual del hombre de mañana. Propias de la infancia son también las primeras tentativas de dibujar, que representan el deseo de exteriorizar las cosas aprendidas. De la representación de lo múltiple se pasa a la definición cuantitativa, es decir, al concepto del número: este conocimiento eleva en gran manera la vida del niño.

Con esta riqueza de conocimientos, el niño entra a la segunda niñez, distinta de la edad pueril anterior, en la que el niño unía el sujeto al objeto. La segunda niñez es la edad de la instrucción, así como la primera era la de la educación. La instrucción es adquirida en el colegio; el niño se convierte en colegial cuando en él se afirma la conciencia de la vida y de la voluntad, que es la actividad espiritual del hombre conscientemente dirigido hacia un fin. Por esto la escuela interviene como formadora del espíritu. El niño ama el juego, que en esta edad es, por encima de todo, manifestación de la propia fuerza; por esto ama la jardinería, a causa del directo contacto con la naturaleza que satisface su curiosidad. Froebel se ocupa también en la obra de las materias de enseñanza: la religión, las ciencias naturales y las matemáticas, que están "unidas al espíritu del hombre como el alma a la religión". Se detiene luego en la enseñanza del idioma y en el arte, expresión del mundo interior del hombre.

La educación del hombre es notable por el apasionado sentimiento que la informa, por el soplo de pura religiosidad que la anima y por el ideal moderno del libre desarrollo del ser humano, es decir, por la autonomía educativa, por la cual Froebel se muestra, después de Rousseau, como uno de los más insignes representantes de aquel movimiento que no sólo condujo al descubrimiento del verdadero sujeto de la educación, el ser humano libre, sino que encontró que este mismo sujeto no es libre si no se desarrolla como principio autónomo de su mundo interior, que no es el mundo del individuo aislado, sino el mundo humano, es decir, el mundo de la historia y de la cultura.