Anaïs Nin
Diario

8 de Junio de 1933 (C)

 

[...]

Vi a Artaud apresado por la sacerdotisa inca, por la serpiente emplumada, por las plumas y la fluidez, la astucia y la ternura.

      -Tan frágil y suave –dijo. Y me miro con ojos absolutamente trastornados. Absolutamente trastornados.

            -La gente cree que estoy loco –añadió.

 

En ese momento sus ojos me dijeron que efectivamente lo estaba, y amé esa locura. Al mirar los bordes ennegrecidos por el láudano, una boca que no quería besar…, y supe que otra vez me atraía la muerte, siempre me atraía la muerte, hasta el fin, las culminaciones, las locuras. Ser besada por Artaud era ser envenenada; conocía esos estremecimientos de una vida espectral y e sorprendía que Artaud me considerara tibia y carnal…

            -No esperaba encontrar mi locura en ti –declaró.

 

Hablaba como un poeta y yo reía al pensar en mi avidez de poesía. ¿Estaba ahí con Artaud porque vertía poesía; porque creía en la magia; porque se identificaba con Heligábalo, el emperador romano demente; porque su teatro, sus obras y su ser estaban entrelazados; porque en el taxi hablaba como Hamlet y se apartaba el pelo de la cara aterradoramente mojada y demacrada? Ha atrapado mi imaginación. La domina; camina, habla, lee, evoca momias, decadencia romana, drogas, locura, muerte. Y yo trataba nuevamente de entrar en una experiencia, atravesarla sin entregar mi yo, y era cada vez más difícil… penetro con cautela en las regiones fantásticas de Artaud, y él también pone sus manzanas torpes sobre mí, sobre mi cuerpo y, como la mandrágora al roce de la mano humana, doy alaridos.

Anaïs Nin de Incesto: Diario no expurgado [1932-1934]

Trad. Daniel Zadunaisky