Factores genéticos.
Dieta rica en sodio.
Obesidad, sedentarismo, estrés.
Consumo excesivo de alcohol o tabaco.
Generalmente asintomática (se conoce como el "asesino silencioso").
En casos severos: dolor de cabeza, mareo, zumbido en los oídos, visión borrosa.
Mantener una dieta baja en sodio y grasas.
Realizar ejercicio regularmente.
Evitar el tabaquismo y moderar el consumo de alcohol.
Monitoreo regular de la presión arterial.
Modificaciones en el estilo de vida.
Medicamentos antihipertensivos (diuréticos, inhibidores de la ECA, bloqueadores de los canales de calcio).
Control del estrés.
Obstrucción de las arterias coronarias por acumulación de placa (aterosclerosis).
Factores de riesgo: hipertensión, colesterol alto, tabaquismo, obesidad, diabetes.
Dolor o presión en el pecho (angina), que puede irradiarse al brazo, mandíbula o espalda.
Dificultad para respirar.
Náuseas, vómitos, sudoración excesiva, fatiga.
Mantener una dieta saludable y baja en grasas saturadas.
Realizar actividad física regular.
Controlar los niveles de colesterol y presión arterial.
Evitar el tabaquismo.
Medicamentos: anticoagulantes, trombolíticos, betabloqueadores.
Intervenciones: angioplastia, colocación de stents, cirugía de bypass coronario.
Rehabilitación cardíaca.
Acumulación de colesterol y grasa en las paredes de las arterias.
Factores de riesgo: dieta rica en grasas, tabaquismo, obesidad, diabetes, sedentarismo.
Generalmente asintomática en etapas iniciales.
Dolor torácico (angina), debilidad en las extremidades, dificultad para respirar.
En casos avanzados, infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.
Mantener niveles saludables de colesterol.
Seguir una dieta equilibrada y rica en frutas y verduras.
Realizar ejercicio físico regularmente.
Evitar el tabaquismo.
Medicamentos: estatinas, anticoagulantes, antihipertensivos.
Cambios en el estilo de vida.
Cirugía: angioplastia, endarterectomía o bypass.
Enfermedades previas como hipertensión, infarto de miocardio o enfermedades valvulares.
Miocardiopatías o infecciones cardíacas.
Fatiga extrema.
Dificultad para respirar, especialmente al acostarse.
Hinchazón en piernas, tobillos y abdomen.
Aumento de peso por retención de líquidos.
Controlar la hipertensión y otras enfermedades cardíacas.
Evitar el tabaquismo y el alcohol en exceso.
Mantener un peso saludable y una dieta balanceada.
Medicamentos: diuréticos, inhibidores de la ECA, betabloqueadores.
Cambios en el estilo de vida: dieta baja en sodio, ejercicio moderado.
Dispositivos médicos: marcapasos o desfibriladores.
En casos severos, trasplante de corazón.