En el artículo anterior hablamos de los cursos de natación infantil que se imparten a lo largo de todo un año o de un cuatrimestre. En el artículo de hoy veremos el funcionamiento de los cursillos intensivos y que características tienen.
Los cursos intensivos suelen tener una duración de dos o tres semanas en las cuales se imparten clases todos los días de lunes a viernes. Las principales ventajas de este tipo de cursos son dos: En primer lugar, al ser intensivo y dar clase todos los días, el niño aprende de manera más deprisa puesto que no pasa tanto tiempo entre una clase y la otra por lo que cada gesto y cada movimiento se interioriza con mayor celeridad. La otra gran ventaja son las fechas en las que suelen impartirse, generalmente justo antes del verano o durante el transcurso de este. Esto hace que una vez terminado el curso el niño pueda practicar lo aprendido jugando en la piscina o en la playa. Muchas veces hay niños que se inscriben en el primer cuatrimestre del año (finalizado el 31 de enero) y no tienen oportunidad de probar lo aprendido hasta junio, olvidando así mucho de lo aprendido. En el otro lado de la balanza tendríamos que decir que se trata de cursos más cortos. Si un cursillo cuatrimestral suele disponer de 25 o 30 clases y un cursillo anual tiene unas 50 clases, los cursillos intensivos tienen una duración de 10 o 15 clases, generalmente.
En estos cursos conviene separar muy claramente las cuatro fases de la enseñanza dentro del agua: familiarización, flotación, respiración y propulsión.
Fase de familiarización
Consiste en introducir al niño en el medio acuático para que sea capaz de descubrir el agua y sus sensaciones. Esta fase ha de ser SIEMPRE la primera a realizar durante la enseñanza de la actividad. Su duración dependerá de cada niño. En chavales a los que les encanta el agua este período puede durar apenas un día y a partir de la segunda clase ya se puede comenzar con algunas de las tres fases siguientes. En chavales con miedo o desconfianza hacia el agua la fase durará las clases necesarias hasta que el niño se sienta lo suficientemente a gusto dentro de ella.
Mi experiencia confirma a todas luces que los niños que se encuentran cómodos dentro del agua aprenden a un ritmo muchísimo mayor que aquellos que no tienen la suficiente confianza en el medio acuático. Por eso, esta fase, aunque muy incomprendida para muchos padres ya que su objetivo no es el de nadar como tal, resulta fundamental de cara a lograr unos resultados eficientes en el largo plazo. Algunos de los miedos más habituales del niño en el agua son los siguientes: miedo a ponerse de espalda, miedo a meter la cabeza, molestias en ojos nariz u oídos, miedo a no flotar, miedo a ponerse en posición horizontal, miedo a saltar al agua. La razón de ser de este período de enseñanza es muy simple: el conocimiento del medio acuático y el conocimiento del cuerpo en relación al medio acuático.
Llegados a este punto nos encontramos con la misma situación de todos los años...¿Qué hemos de hacer cuando en los primeros días del cursillo el niño llora? En primer lugar, debemos dejar claro lo que significa llorar en un niño. Llorar es simplemente el mecanismo que un niño adquiere desde que es bebé para comunicarse con el mundo exterior. Cuando tiene hambre, llora y su madre le da de comer. Cuando tiene sueño, llora y su madre le acuesta. Cuando tiene frío llora y su madre le pone más ropa y si por el contrario tiene calor, llora y su madre se la quita. Es la naturaleza en su estado más primigenio y no hay nada malo en ello. Un crío de 4 años que no quiere nadar llora sencillamente porque sabe que llorando seguramente va a desaparecer el problema ya que instintivamente sabe que siempre ha sido así. Por eso, no hay que darle importancia al mero hecho de que el niño llore. Es solamente la única manera de la que sabe actuar y hay que entenderlo como tal. ¿Y cuanto dura la fase de llanto? hasta que el niño es consciente de que llorar no funciona. Es lo que en psicología se llama la técnica de la extinción. ¿Significa eso que hemos de obligar al niño a que haga cosas que no quiere o no se ve capacitado a hacer? Particularmente no soy partidario de obligar. Como he mencionado anteriormente los niños que más disfrutan del agua son aquellos que suelen progresar más y mejor. Creo que la tarea del profesor debe consistir en lograr que el niño esté lo suficientemente a gusto en el agua y por eso pienso que se ha de respetar su ritmo y sus tiempos. Eso no significa que la sartén por el mango la tenga el niño. La clase debe ser dirigida por el profesor y nunca al revés. Pero por mi experiencia el secreto de la enseñanza en el agua radica en saber “negociar” con el
niño de 4 o 5 años. No es infrecuente ver a niños que lloran airadamente durante varios minutos, les preguntas que han comido hoy o oue regalo van a pedir en navidades y dejan de llorar automáticamente.
Surge entonces la segunda gran pregunta que me hacen los padres. ¿Y si estoy yo presente en las clases? Mi respuesta siempre es la misma: No lo recomiendo. Si el niño o la niña ve al padre o la madre cerca llora más tiempo y durante muchos más días precisamente por lo comentado anteriormente. El niño sabe que llorar funciona y es capaz de estar los 45 minutos que dura la clase mirando a sus padres esperando que algo suceda. Durante ese tiempo no presta atención al cursillo e incluso es habitual negarse en redondo a entrar en el agua. Es un patrón que se repite año tras año. Algunas piscinas en las que he trabajado prohíben expresamente que los padres vean la actividad y los resultados obtenidos a final de curso suelen ser mejores.
Fase de flotación
La teoría es muy sencilla. En general, salvo rarísimas excepciones, flotar en el agua es increíblemente fácil. Un niño que empieza a nadar es como un corcho. Su cantidad de grasa corporal es proporcionalmente muy superior a la de un adulto y a su vez está mucho mejor repartida. Ello unido a su poca masa ósea y muscular hace que el niño disponga de una capacidad de flotación prácticamente ilimitada. Dicho esto, habría que añadir otro aspecto enormemente relevante. La flotación es directamente proporcional al estado de relajación en que se encuentra el niño o la niña. Los estados de ansiedad provocan cuadros de gran tensión en los pequeños afectando negativamente a su capacidad de flotar.
La flotación comienza a trabajarse con elementos de material auxiliar que sirvan de apoyo al niño en el agua. A lo largo de los días ese material se irá quitando muy poco a poco y se comenzarán los ejercicios de flotación propiamente dichos. Generalmente se empieza a trabajar con flotaciones de espalda ya que en esa posición no es necesario meter la cabeza en el agua y el alumno puede respirar cuando lo desee. Si el niño no tiene miedo a ponerse de espalda el resultado es inminente y en pocos segundos se pondrá en posición de estrellita mirando al techo y flotando sin hacer nada durante más de un minuto. El pequeño queda sorprendido de que se pueda flotar sin mover un solo dedo y ello le supone una inyección de moral enorme. Por el contrario, hay niños con cierto nivel de miedo a ponerse de espalda ya que no se encuentran con la suficiente confianza en esa posición en un medio desconocido como es el agua con lo que no suele dejarse manipular para ponerse acostado boca arriba. ¿Cuál es la solución? En este caso no soy partidario de forzar al niño a ponerse de espalda. Conviene practicar todos los días ejercicios de flotación pero solamente hasta el punto en que el nivel de estrés del niño comienza a dispararse. En ese momento es mejor pasar a otro ejercicio y volver a los ejercicios de flotación al día siguiente en el mismo punto en que se dejó. Esos pequeños pasos día a día hacen que el niño vaya perdiendo sus miedos paulatinamente hasta que en la clase menos pensada, sin darse cuenta, es consciente de que está flotando de
espalda y de que el profesor ya no le está sujetando. Ese momento en el que el niño es consciente de lo sumamente fácil que es flotar sin mover un solo músculo supone un antes y un después en la enseñanza y en la elaboración de las siguientes clases por parte del monitor.
En la semana que viene veremos las dos últimas fases de la enseñanza: respiración y propulsión. No dudes en ponerte en contacto con nosotros en nuestras redes sociales, Facebook e Instagram para que te resolvamos las dudas que necesites. Anímate !!
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Gustavo Itarte,
Entrenador Nacional de Natación y Máster en Entrenamiento Funcional de Alto Rendimiento.