Hace apenas dos semanas moría en Salt Lake City Dick Fosbury, una de las leyendas más importantes que ha dado jamás el atletismo. La historia de este saltador de altura estadounidense es de las que muchos guionistas de Hollywood rechazarían de primeras por considerarla demasiado perfecta e irreal, pero por increíble que parezca, ocurrió de verdad con millones de televidentes como testigos.
Veinte de octubre de 1968, final de salto de altura en los Juegos Olímpicos de México. Todos los finalistas de la disciplina realizan sus correspondientes saltos de la manera en que solía hacerse hasta entonces, es decir, con la técnica de rodillo, que no es sino intentar saltar el listón boca abajo. De repente, un americano larguirucho con cara de cerebrito salido de Harvard y con pintas de no haber hecho deporte en su vida, decide hacer sus saltos de un modo completamente diferente intentando sobrepasar el listón de espalda. Los asistentes al estadio no pueden creer lo que ven y las risas entre el público, oponentes y comentaristas son generalizadas. Dos horas después termina la competición con Dick Fosbury colgándose la medalla de oro en el cuello ante la atónita mirada del mundo entero. Desde aquel día nadie más volvió a usar la técnica de rodillo. Todo el mundo comenzó a saltar únicamente de espalda.
Al igual que en el caso de Fosbury, la historia del deporte está plagada de deportistas que desafiaron los canones establecidos y decidieron innovar en sus respectivas disciplinas invadidos por una fe ciega en sus posibilidades y en la plena convicción de que ellos eran los que estaban en lo correcto y no los demás. Larry Bird, el mejor jugador blanco de la historia del baloncesto, lanzaba a canasta sacando el balón desde detrás de la cabeza. Cualquier entrenador que hubiese visto esta técnica de lanzamiento corregiría de inmediato esa manera de tirar a canasta el balón. Algún que otro coach con menos tacto mandaría al chaval directamente al banquillo al ver esa manera inaudita de efectuar cada lanzamiento. Pues bien, Larry Bird fue 3 veces MVP de la NBA , ganó tres campeonatos con los Boston Celtics e incluso ganó tres concursos de lanzamiento de tres puntos de manera consecutiva. ¿Quién tiene ahora la razón? Pero sigamos un poco más. Antonín Panenka decidió jugarse el penalti decisivo de la final de la Eurocopa de 1976 tirándolo muy suave y por el centro teniendo la certeza de que el portero no se quedaría quieto y se movería bien a un lado o bien al otro. Nunca nadie había hecho eso hasta entonces hasta que la sangre fría de Panenka anotó el penalti de la victoria. Lo que parecía una temeridad le acabó dando a Checoslovaquia aquella Eurocopa. Un último ejemplo. En el combate mundial de los pesos pesados disputado entre Muhammad Ali y George Foreman en 1974 , Ali decidió dejarse pegar durante más de veinte minutos echándose contra las cuerdas, confiando en que en un momento dado, Foreman quedara exhausto de tanto pegar y bajara la guardia, momento en el cual Ali se lanzaría de lleno a por el imbatido Foreman. Fue dicho y hecho. En el octavo asalto “Martillo” Foreman agotado de tanto pegar a Alí tuvo un descuido de medio segundo que el genio de Louisville aprovechó para conectar varias derechas seguidas en la cabeza de Foreman que caía a la lona para no volver a levantarse más mientras que Ali se volvía a hacer con el título mundial de peso pesado...Y yo me pregunto...¿Qué sería del deporte sin estos locos maravillosos?
La natación no es ajena a estas historias. Con tan solo 17 años, Janett Evans saltó a la fama internacional en los Juegos Olimpìcos de 1988 donde ganó 3 oros en 400 libre, 800 libre y 400 estilos. Ese mismo año batió también el récord del mundo en 1500 siendo la primera mujer en bajar de 16 minutos en esa distancia. Hasta ahí todo parece perfecto, si no fuera porque Janett Evans nadaba seguramente con el estilo más feo que jamás se ha visto en una piscina. Su recobro lo hacía con los dos brazos completamente rectos (especialmente por su lado derecho) alejándose completamente del canon clásico de nado en nadadores fondistas (no así en velocistas) con el codo alto y la mano en el punto más bajo. Pero no solo eso. Si algo caracterizaba el estilo de nado de Janett Evans es que al respirar sacaba toda la cabeza del agua. Completamente. Nada de sacar justamente la boca para respirar y que el cuerpo se balancee lo mínimo. Nada de sacar únicamente una lente de la gafa. Janett Evans sacaba la cabeza más de 30 centímetros por encima de la superficie del agua. Todo ello con un batido de batido de pies prácticamente inexistente. Y no solo su crol era completamente diferente al del resto de nadadores. Su braza en la prueba de 400 estilos merecería también un capítulo aparte.
En este enlace puede verse su récord del mundo en la prueba de 400 libre en aquellos Juegos Olímpicos:
https://www.youtube.com/watch?v=K02I7GFwYuw&t=23s
Pues bien. Evans ganó los tres oros que disputó en aquellos Juegos Olímpicos de Seoul 88 humillando a todas sus rivales, sin embargo, la rueda de prensa posterior a la carrera se convirtió en un acoso y derribo contra el entrenador de la nadadora norteamericana, todavía adolescente. La prensa especializada le recriminaba que no hubiese cambiado a Evans su forma de nadar y que si ésta tuviese un mejor estilo de nado, podría haberse convertido en la primera mujer en bajar de 4 minutos en la prueba de 400 metros en vez de batir el récord del mundo con un tiempo de “tan solo” 4:03. El se escudaba diciendo que esa extraña manera de nadar era la manera más óptima de nado para ella porque era el modo en que ella se sentía más cómoda en el agua. Las críticas perduraron y dos años más tarde Janett Evans, seguramente condicionada por la opinión general decide a pesar de sus excelentes resultados cambiar de entrenador quien cambió de manera notable algunos aspectos de su técnica. Su recobro de brazos dejó de ser tan alto y la cabeza salía mucho menos del agua para respirar. Supuestamente ello implicaría un menor esfuerzo en cada respiración y una mayor hidrodinámica durante el nado. Pero los cuentos de la lechera no suelen existir en el deporte profesional. Janett Evans ganó el oro en el 800 libre en los Juegos olímpicos de Barcelona 92 pero con un tiempo mucho peor que el realizado cuatro años antes, cuando era solo una niña. En 400 libre solo pudo ser segunda impotente ante la alemana Dagmar Hase y empeorando muchísimo su marca personal. Fue el principio del fin. En las olimpiadas de Atlanta en 1996 con 25 años Janett Evans solo pudo ser sexta en el 800 y ni siquiera entró en la final del 400.
Siempre quedará la duda de si Janett Evans consiguió esos records mundiales “gracias a“ o “a pesar de” esa técnica de nado tan poco ortodoxa. La realidad es que nunca nadó tan rápido como aquel verano del 88 donde contaba tan solo con 17 años. Se dice que el máximo nivel de un nadador de alta competición se alcanza en torno a los 22 años (la media de edad de los finalistas olímpicos es de 23 años en chicos y de 21 años en chicas). Pero el top de la nadadora americana no llegó a los 21 años en Barcelona 92, ni en Atlanta 96 cuando contaba con 25, sino a la edad de 17 años, cuando aparentemente nadaba “tan mal”...
¿Qué conclusión podemos sacar de esta historia? En mi opinión es importante que un entrenador enseñe a nadar a sus nadadores siguiendo los canones establecidos. El 98% de los nadadores de élite tienen en común que son deportistas de gran altura y con una gran economía de brazada (apenas 12 brazadas cada 25 metros). Deslizan muchísimo en el agua y apenas salpican. Pero dicen los médicos que no existen enfermedades sino enfermos. El mismo virus a mi puede tenerme dos semanas en cama y a ti puede darte fiebre durante solo unas horas. Cada persona es diferente y esta premisa creo que también debería aplicarse a la natación. No todos los nadadores son iguales, por lo tanto creo que es muy lógico pensar que no todo el mundo tenga que nadar de la misma manera. Hay nadadores que flotan mucho y otros que flotan muy poco. Hay nadadores que miden 1,70 y otros que miden dos metros. Hay nadadores con una excelente capacidad para aguantar esfuerzos aeróbicos y otros que la tienen para soportar esfuerzos anaeróbicos. Por este motivo, nosotros como entrenadores tenemos la obligación de probar al nadador con muchas maneras de nadar a lo largo de los años para deducir cuál es su estilo óptimo de nado. ¿Es mejor que un nadador realice 15 brazadas por largo a que haga 17? La teoría dice que si. Mayor deslizamiento por brazada, mayor avance y menor esfuerzo al tener que mover los brazos menos veces cada 25 metros.Pero la realidad es que no lo sabemos. Tenemos que comprobarlo cronómetro en mano y con una muestra de datos lo suficientemente significativa, que seguramente nos llevará meses e incluso años. Los datos demuestran que la mayoría de nadadores hacen poquísimas brazadas por largo. Pero la historia, como veremos la semana que viene, nos dice que ha habido varios nadadores que dando muchísimas brazadas han logrado ser plusmarquistas mundiales y han acabado convirtiéndose en los mejores nadadores de su generación. Janett Evans media solamente 1,56. ¿Podría un nadador de 2 metros y 40 kilos más mantener de forma eficiente esa forma de nadar de Janett Evans sacando completamente la cabeza y levantando tanto su cuerpo del agua en cada brazada? Seguramente no...
Los entrenadores enseñamos a nadar a los nadadores como nos dice la teoría. Pero del mismo modo hemos de tener los ojos bien abiertos y escuchar las sensaciones que nuestros nadadores tienen en el agua. Nunca se sabe cuando podemos encontrarnos al nuevo Dick Fosbury, al nuevo Larry Bird, al nuevo Muhammad Ali...o a la nueva Janett Evans...
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Gustavo Itarte,
Entrenador Nacional de Natación y Máster en Entrenamiento Funcional de Alto Rendimiento.