Reflejos Intangibles

Desde sus orígenes el hombre ha tenido la necesidad de capturar las emociones. De las oscuras cuevas en la prehistoria, a la enigmática sonrisa de la mona Lisa.

“Reflejos intangibles” plasma y nos acerca aquello que no podemos tocar, pero sabemos que está ahí. El rostro como representación abstracta de las emociones.

Pintar un rostro va más allá del ego, es detener el tiempo y capturar un instante de la vida. Vivimos en espejos que reflejan lo que queremos ver y no lo que somos.

Comencé a pintar a los 7 años, y siempre sentí curiosidad de las formas que construyen el rostro, siendo iguales por dentro y tan distintos uno del otro por fuera, nos muestra lo finitos que somos, seres cambiantes con emociones ocultas y aspecto moldeable que se adapta al momento y se aferra a la vida.

A partir de los 20 años comencé a explorar la técnica del óleo, permitiendo integrar los tonos de manera sutil, tratando de llegar a una figuración realista en donde los detalles y la forma destaquen. El rostro es y siempre será una máscara llena de emociones, en donde cada minuto sin darnos cuenta se deteriora, a pesar de nuestros esfuerzos siempre cambiamos, no podemos tocar lo que no se ve.