Emoción vs Trastorno
Gabriela Senosiain, psicóloga que trabaja con Guerzovich en Corrientes, explicó de qué se tratan estos “rasgos”, que más bien son emociones, y las diferenció de su correspondiente psicopatología.
Ella definió a la ansiedad como una emoción que todos tienen y que es necesaria para la vida pues “se activa ante una situación en la que la persona se siente amenazada o que está ante un peligro.” También señaló que va de la mano con la sensación de incertidumbre, con el no saber qué va a pasar. En cuanto a los síntomas más frecuentes mencionó dolor de panza o de cabeza, hormigueos, taquicardia, sudoración o enrojecimiento.
En cambio, el trastorno de ansiedad “es cuando esta emoción pasa a ser más intensa, más frecuente y genera una intervención en el día a día”, explicó la profesional. Tanto es así que la persona puede tender a la “evitación de situaciones” a causa de esos síntomas. Durante la ansiedad normal la persona también tiene esos síntomas pero luego de ejercer la acción desaparecen. Así como “la ansiedad que uno tiene al rendir un examen, que disminuye una vez el examen fue rendido”, ejemplificó.
Por otra parte, Senosiain conceptualizó a la tristeza como una emoción en donde la persona siente pesimismo, desilusión, insatisfacción, desánimo, y tiende a generar situaciones de llanto. Una emoción temporal originada por una situación específica.
En contraste, el trastorno de depresión, presenta todas esas sensaciones antes mencionadas pero de una manera más intensa y prolongada. La tristeza es solo uno de sus síntomas. La psicóloga señaló que además, suele haber una tendencia al abandono de la higiene personal, al encierro o a la renuncia de diferentes actividades. También puede interferir en los vínculos, en lo laboral o en lo académico.
Y agregó que para trabajar la depresión, muchas veces es necesario acompañar la psicoterapia con medicación, ya que las personas con este trastorno pierden todo tipo de placer y deseo, no sienten interés por su vida y pueden desencadenar ideación o intentos suicida.
Por último habló del estrés, que si bien se trata de una reacción fisiológica del organismo, y no de una emoción, tiene gran relación con los estados de ánimo. Ambos aparecen como reacción a un estímulo que llega a través de nuestros cinco sentidos. Por lo tanto después del estrés vienen las emociones y viceversa.
Senosiain explicó que se trata de: “un estado en el cual una persona experimenta preocupación constante, tensión, generalmente ante una situación conocida para el ser humano.” A diferencia de la ansiedad que es la preocupación ante una situación desconocida.
También recalcó la importancia de que, si la persona no maneja, reconoce o trabaja estas cuestiones emocionales, puede desarrollar cualquier tipo de enfermedad. “Desde gastritis, colon irritable, migrañas hasta algo más complejo como ser una diabetes, un cáncer, una hipertensión”, enumeró.
Factores de riesgo: ¿Qué les preocupa?
Una problemática de salud mental, según coincidieron todos los profesionales, puede originarse por una sumatoria de elementos. Los universitarios, por fuera de sus estudios, conviven con factores que influyen diariamente en su salud emocional.
Como explicó Uberti, la salud mental depende mucho del contexto, la cultura y la sociedad, no solamente de los problemas que uno puede tener sino de todo lo que le rodea. “Me puedo sentir mal porque me fue mal en una materia en la facultad o porque no sé si voy a tener plata para comer o para pagar el colectivo. Y eso excede a mí”, explicó la psicóloga.
En relación a esto, Guerzovich expresó que la ausencia de vínculos significativos o positivos, puede ser un factor de riesgo. Porque a los vínculos saludables, ya sean amistades, familiares u otros, en la psicología se los piensa como un factor protector de la salud mental. Y cuando no están, puede haber predisposición a alguna futura patología. Otros tópicos mencionados son conflictos afectivos con vínculos, problemas económicos, violencia de género o intrafamiliar.
En relación al contexto educativo, señalaron que los exámenes son uno de los disparadores más grande de las emociones antes dichas. Según Uberti, en ocasiones los estudiantes le dedican demasiado tiempo sólo al estudio y dejan de lado cualquier tipo de actividad de ocio. Al respecto, remarcó la importancia de entender que “para estudiar y hacer eso que es tedioso, muchas veces aburrido, es necesario tener momentos donde me disperse, donde piense en nada o duerma.”
De la mano de lo anterior, comentó que otro gran factor que se repite es el miedo a equivocarse. Los alumnos temen salir mal en los exámenes y actividades afines a la carrera. Sobre esto también mencionó que el error es parte del proceso de aprendizaje.
El compararse con otros compañeros también aparece a menudo en las sesiones de terapia de acuerdo a Basterra. Los alumnos comparan sus habilidades con las de otros, o contraponen la evolución que cada uno lleva en la carrera. El decir ¿por qué el otro está más avanzado? Y ahí aparece el estrés, la ansiedad o el bajón anímico, comentó el psicólogo.
Otro tema que sacan a flote con frecuencia los estudiantes que van al Espacio es la pedagogía de algunos docentes. Las formas de enseñar, de evaluar y de dirigirse a los jóvenes a veces no son adecuadas o resultan ser arbitrarias. "En ocasiones pareciera que algunos profesores se toman a personal situaciones con los alumnos y esto les genera mucho miedo", comentó la psicóloga de Resistencia.
La adaptación al ritmo facultativo por parte de los ingresantes, la organización y técnicas de estudio y el trabajo en equipo también son otros elementos mencionados habitualmente. En referencia a esto último, Uberti señaló que a algunos alumnos les cuesta comunicarse entre sí y que quieren resolver todo con un drive. “En el trabajo en equipo uno tiene que aprender a negociar, ceder y entender que el otro hace las cosas a su manera, que eso no quiere que este ni bien ni mal, sino que es distinto”, explicó Fiorenza.
Otro factor que moviliza a los universitarios y que experimentan con frecuencia es el duelo de etapas. Basterra sostuvo que esto sucede cuando el estudiante atraviesa por un cambio bien marcado en el ritmo de su vida. En general, puede ocurrir en dos momentos: cuando la persona termina el colegio secundario y arranca la universidad; o cuando termina la carrera universitaria y quiere entrar al mundo laboral.
En el primer escenario, el joven duela su adolescencia. Ingresar a la universidad significa que es mayor de edad, en cierta medida es adulto y responde a sus propias responsabilidades. El ritmo de la facultad es diferente al del colegio secundario, al igual que los profesores, la cantidad de materias o material de estudio.
En el segundo, el adulto joven deja de ser alumno para pasar a ser un profesional. Las repercusiones de equivocarse en el trabajo no son las mismas que errar en un parcial de la facultad. Ese mundo implica conseguir trabajo, tener dinero y pagar cuentas. O estar parado en el borde del vacío cuando sólo falta la tesis y se es licenciado pero no. “A veces pasa de alumnos que les quedan una o dos materias y la patean porque si no dejarían de ser estudiantes”, contó el terapeuta.
¿Cuáles son las consecuencias?
Como se vio antes, son múltiples los factores que tienen el poder de influir en la salud mental de los estudiantes. Y el grado de repercusión en sus vidas dependerá tanto de la problemática que estén atravesando como de sus capacidades para gestionar esas emociones.
En relación a lo académico, el experimentar tristeza, estrés o ansiedad puede provocar en algunos estudiantes la pérdida del ritmo académico o de motivación a estudiar, y en consecuencia no cumplir con sus responsabilidades. Hasta en algunos casos se podría llegar a la última y peor de las instancias: la deserción.
Al mismo tiempo, a otros podría pasarles que desesperen por querer abarcar todo, atravesar crisis, y repercutir hasta en no descansar lo necesario. “Quiere llegar a todo y por eso no duerme, pero tampoco tiene energía para hacer lo que tenía que hacer, porque no descansa”, comentó respecto a estas situaciones Basterra.
Las consecuencias también estarán atadas a las posibilidades que tenga el alumno de pedir ayuda. En ese sentido, las generaciones más recientes cobran ventaja frente a las anteriores dónde abundaba el prejuicio, vergüenza y estigma ligados a la desinformación sobre la salud mental. Hacer terapia era para los “locos” o quienes no eran “normales”.
“Por suerte las generaciones más jóvenes, ya no tienen tanta historia con eso. Lo que pasa es que todavía cargamos un poco con los tiempos anteriores. Y los tiempos anteriores se reflejan en los adultos que nos rodean. No es para cargarlos a ellos como que están mal, también son hijos de una época donde se miraba y se pensaba la salud mental de otra manera”, reflexionó Guerzovich sobre el tema.
El riesgo de la psicopatologización
A partir de todo lo anterior, se podría concluir en que es la ansiedad una de las emociones más manifestadas por los estudiantes que asisten al EIAICU de la UNNE tanto en Corrientes como en Resistencia. Seguida de sentimientos como la tristeza y reacciones como el estrés.
Cabe aclarar, que en la investigación se hizo referencia a la ansiedad como emoción y no como trastorno, para no caer en la ligereza de la psicopatologización diaria. Sobre todo hoy en día que es fácil caer en los autodiagnósticos al momento de sentirse identificado con rasgos difundidos en videos a través de redes sociales como TikTok. Una persona puede tener rasgos ansiosos y no tener ansiedad patológica.
Además, se pudo entender que sólo el contexto educativo universitario no puede ser visto como único factor desencadenante de problemáticas de salud mental. Puede sí, como bien decía Basterra, ser la gota que derrama el vaso, pero deben haber muchos otros factores que condujeron a que el vaso esté lleno.