Introducción

El río siempre ha sido y sigue siendo un imán para mí. Un misterio mágico y enigmático que me atrae y me hace quedarme horas mirándolo, viendo fluir sus aguas y pensando en las vidas de tantas gentes que surcan su lecho y plantan su vida en sus orillas desde tiempos inmemoriales.

Son ya varias las veces que me he dicho "tengo que lanzarme a esas aguas y dejarme llevar, hasta allá, hasta donde sus aguas se juntan a esas del Gran Río". El pasado mes de febrero lo hice finalmente, mochila al hombro, acompañado de mi madre y de tantos amigos por el camino, me embarqué rumbo a Iquitos, al Amazonas. Decidí hacer como los antiguos exploradores y misioneros y llevé conmigo un cuaderno y un esfero para ir redactando la crónica diario de este viaje. Las páginas manuscritas de este diario, con alguna corrección o dato adicional son las que podrán leer acá; observaciones puntuales de un viajero en sus días de Viaje a Iquitos.

Quisiera, antes de compartirles mi crónica, dar un afectuoso saludo todas esas personas, quijotes y soñadores en medio estos ríos que en el fondo son el mismo río, por tendernos la mano, recibirnos y acompañarnos en este viaje: Juan Carlos, Federika, Guzmán e Irene en Nuevo Rocafuerte, el catequista de Cabo Pantoja, Fray Adrián y Fray Pedro y las hnas. en Sta. Clotilde, Gilmer, Fray Celso, P. Louis y toda la gente de la casa del Vicariato de S. José de Amazonas en Punchana, Iquitos, Fray John William, capuchino, en Leticia, P. Joaquín García en el CETA, Iquitos, las hermanas agustinas de Nauta: Ángeles, Margarita y Laura, y en Lima, ya al final del camino, Dominik (que siempre estuvo pendiente desde el principio), Ana, P. Iván, P. Fernando. Gracias también a los motoristas de los botes que nos llevaron y trajeron, a los viajeros que compartieron historias y anécdotas a bordo los botes y barcos en el río, y a aquellos que, antes de nosotros dejaron su huella en las orillas del río, en las páginas de crónicas y libros de viajes de ese río que aún fluye, aún nos lleva.