Día 6: Iquitos

Miércoles 14 de febrero de 2018

Pasamos la mañana en la casa descansando, lavando la ropa, esperando la visita de la prima Ángeles. Yo aprovecho para ponerme al día con este diario. Nunca he llevado un diario de mis viajes, pero éste se me hace tan especial que quiero hacerlo; no quiero esperar a la tranquilidad de estar en casa cómodamente con mi computador, y aunque ya no acostumbro a escribir a mano, decido poner en práctica mi pluma y mi fea letra. Me recuerda a Ray Bradbury que decía que se acostumbró a escribir todo a máquina hasta tal punto que hasta a él le costaba leer su propia letra.

Ángeles llega casi al medio día acompañada de otra hna agustina que sirve con ella en Nauta. La conversación fluye durante dos horas, saltado de la familia y nuestro parentesco a su trabajo en Nauta, las apariciones de la Virgen allá en Nauta y los detalles de nuestro viaje y vida en Ecuador. En medio de la sabrosa y emocionada conversación aparece el Hno. de Quebec. Ángeles y él se miran con el cariño de dos viejos amigos que se encuentran por sorpresa a los años. Se ponen a conversar de los viejo tiempos, de esa Iglesia de batalla, lejos de esta otra conservadora y retrógrada de hoy en día.

Ángeles se va con nuestra promesa de visitar Nauta la próxima semana. Nosotros almorzamos y aprovechamos la tarde para pasear por el centro de Iquitos. Hace un calor infernal. Enseguida nos ubicamos por las calles ruidosas y los rincones que nos describió Gilmer el día antes. El centro histórico y financiero de Iquitos no es muy grande y nos decepciona por el estado de conservación y orden de sus casas y calles. Nos esperábamos una ciudad más cuidada y elegante: el famoso edificio Fierro, construido o diseñado por Effiel (eso dicen, luego nos enteraos que no es así, pero esa es otra historia) parece arrugado, en el tejado desvencijado y una farmacia afeando sus soportales. Lo mismo podemos decir de otras casona de la época del caucho; realmente reflejan eso: el auge y rápida decadencia de la ciudad en los dorados años del caucho. El malecón con el río bajo, basura en la orilla y gente que inspira desconfianza en gran parte de él, no ayuda a cambiar la cara de la ciudad. Una placa en el mismo malecón reza que fue remodelado en 1995. Necesita sin duda una nueva remodelación.

Visitamos el barco histórico. un vejo barco de vapor de la época del caucho convertido en museo de historia. Aprendo la historia del caucho y la ciudad y entiendo su estado actual. La museografía se me hace algo desfasada, parte intenta mostrar el barco como era en su momento, mientras que otras alas muestras reconstrucciones de la vida de la cuidad y la región en otras épocas. Es por o menos un intento interesante de conservar un pedazo de la historia de la ciudad. Me atrapan las fotografías antiguas y los mapas históricos, y los viejos libros sobre viajes de exploración por el amazonas. Quisiera leerlos para volver a esa época. Una película muda muestra el Iquitos de inicios del siglo XX. ¡Qué mundo, qué opulencia, qué fragmento de magia y aventuras! Justo acabamos de proyectar hace 15 días El socio de Dios, un a película sobre el terrible cauchero Arana en el Cine-Club del MACCO y todos esos nombres resuenan de nuevo en mis oídos. Los llevo presentes. La visita al museo incluye un paseo turístico en el bote auxiliar del barco, que hoy día es movido por un motor a gasóil. Un pase para cerrar el día. El resto de museos de Iquitos tendrán que esperar a nuestro regreso de Leticia.

Regresamos, cenamos y acomodamos todo. A las 3 de la mañana debemos tomar el ferry a Leticia. Nos espera el río de nuevo.