1. Repaso de temas previos
Hemos visto en el segundo y el tercer encuentros que:
Popper busca ofrecer, por medio del criterio de falsabilidad, una manera de demarcar entre discurso científico y no-científico. La diferencia entre el primero y el segundo radicaría, para Popper, en que los enunciados científicos (más exactamente, las hipótesis científicas) son falsables; esto es, son tales que es posible falsarlos o refutarlos por medio de la experiencia. Como escribe Popper en el primer capítulo de La lógica de la investigación científica, “el criterio de demarcación que hemos de adoptar no es el de la verificabilidad sino el de la falsabilidad de los sistemas”. Así, no es necesario “que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez para siempre, en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de selección en un sentido negativo por medio de contrastes y pruebas empíricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico empírico”[1].
Esta caracterización de la falsabilidad en términos de una “posibilidad de refutar por la experiencia” es reformulada cuando Popper nos señala, más inequívocamente, que aquella propiedad no depende de la posibilidad de decidir de antemano bajo qué condiciones consideraríamos falsada una hipótesis o teoría (es decir, no depende de la “falsabilidad en sentido práctico”) sino únicamente de la propiedad lógica de que la hipótesis o teoría en cuestión sea incompatible con al menos un enunciado de observación; es decir, “cuando hay al menos un enunciado básico que la contradiga lógicamente”. Así por ejemplo, señala Popper, el enunciado “Todos los cisnes son blancos” es un enunciado “falsable. ya que contradice al […] enunciado básico […] «El 16 de mayo de 1934, entre las 10 y las 11 de la mañana, había un cisne negro ante el monumento a la emperatriz Isabel. sito en el Volksgarten de Viena»”[2].
En palabras de Chalmers, el motivo por el cual es valioso que una hipótesis sea falsable es que, de lo contrario, la realidad podría tener cualesquiera características “sin entrar en conflicto con el enunciado”[3]; en otras palabras, una hipótesis no-falsable podría “encajar” con cualesquiera estados de cosas y, por esto mismo, no podría nunca informarnos sobre cómo el mundo es (lo cual es, necesariamente, informarnos a la vez cómo el mundo no es). O, en palabras del propio Popper: “Toda ‘buena’ teoría científica implica una prohibición: prohíbe que sucedan ciertas cosas. Cuanto más prohíbe una teoría, tanto mejor es”[4].
Sober, interpretando el criterio popperiano como un criterio práctico y no en sentido lógico, lo encuentra profundamente deficiente. De acuerdo con Sober, la práctica de intentar “emparchar” una teoría cuando esta resulta incompatible con la evidencia empírica -en lugar de simplemente considerar que aquella ha quedado refutada- no es simplemente un defecto que quepa atribuir a discursos no-científicos como el del creacionismo; este fenómeno, en realidad, “forma parte del proyecto que la ciencia en marcha persigue”[5]. En consonancia con esto, Sober insiste en que la clase correcta de críticas que deberíamos formular contra el creacionismo no es que este no es de carácter científico, sino simplemente que no es buena ciencia.
Es ahora el turno de acercarnos a otro crítico de la propuesta popperiana, Adolf Grünbaum.
[1] Karl Raimund Popper, La lógica de la investigación científica (Madrid: Tecnos, 1971), 40.
[2] Karl Raimund Popper, “Los dos significados de falsabilidad”, Revista de filosofía, núm. 5 (1991): 4.
[3] Alan F Chalmers, ¿Qué es esa cosa llamada Ciencia? (Madrid: Siglo Veintiuno, 2006), 62.
[4] Karl Raimund Popper, Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico (Paidós Ibérica, 1991), 61.
[5] Elliott Sober, Filosofía de la biología (Alianza Editorial, 1996), 99.
2. El abordaje del psicoanálisis: ¿ciencia vs. no-ciencia (infalsable) o buena ciencia vs. mala ciencia (falsada)?
En su artículo “¿Es la teoría psicoanalítica freudiana pseudocientifica con el criterio de demarcación de Karl Popper?”, publicado originalmente en inglés en 1979, Adolf Grünbaum cuestiona la que probablemente sea la aplicación más conocida y polémica de la forma en que Popper demarca entre ciencia y no-ciencia a partir de la propiedad de la falsabilidad: a saber, la tesis de que el psicoanálisis no es falsable y, por tanto, no es científico. El autor de La lógica de la investigación científica formula este reproche en al menos dos textos. En su conferencia “Conjeturas y refutaciones” -pronunciada en 1953 y publicada por primera vez en 1957-, Popper escribe el siguiente pasaje -al que frecuentemente se le criticó el ser una muestra de la poca familiaridad con el contenido real de la teoría psicoanalítica[1]-:
todo caso concebible puede ser interpretado tanto a la luz de la teoría de Adler como de la de Freud. Puedo ilustrar esto con dos ejemplos diferentes de conductas humanas: la de un hombre que empuja a un niño al agua con la intención de ahogarlo y la de un hombre que sacrifica su vida en un intento de salvar al niño. Cada uno de los dos casos puede ser explicado con igual facilidad por la teoría de Freud y por la de Adler. De acuerdo con Freud, el primer hombre sufría una represión (por ejemplo, de algún componente de su complejo de Edipo), mientras que el segundo había hecho una sublimación. De acuerdo con Adler, el primer hombre sufría sentimientos de inferioridad (que le provocaban, quizás, la necesidad de probarse a sí mismo que era capaz de cometer un crimen), y lo mismo el segundo hombre (cuya necesidad era demostrarse a sí mismo que era capaz de rescatar al niño). No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de cualquiera de las dos teorías[2].
Por otro lado, en el apartado de respuestas a sus críticos incluida en el volumen de 1974 The Philosophy of Karl Popper, el autor vienés hace el siguiente señalamiento (reimpreso luego como parte del volumen traducido al castellano como Escritos selectos): “lo que les impide” a las teorías de Freud y de Adler “ser científicas en el sentido en que he descrito […] es, muy sencillamente, que no excluyen ninguna conducta humana físicamente posible. Cualquier cosa que alguien haga es en principio explicable en términos freudianos o adlerianos. […] El punto está muy claro: ni Freud ni Adler excluyen que ninguna persona en particular actúe de ningún modo particular, cualesquiera que sean las circunstancias exteriores”[3].
Adolf Grünbaum, por su parte, no considera que esta sea una buena forma de criticar al psicoanálisis. Grünbaum está muy lejos de ser un defensor de la teoría inaugurada por Freud: de hecho, un psicoanalista, Stephen Mitchell, introdujo la expresión “síndrome de Grünbaum” para describir el agudo malestar producido por el cuestionamiento que este filósofo hizo del valor cognitivo del psicoanálisis[4]. Pero el tipo de crítica que Grünbaum está dispuesto a considerar legítimo es muy diferente que el que encontramos en Popper. Para decir que el psicoanálisis es infalsable habría que negar la posibilidad de señalar, como en efecto se ha hecho, que ciertas hipótesis centrales del psicoanálisis son falsas. Si bien el segundo también sería un señalamiento crítico, ciertamente no es compatible con el primero, y, en este sentido, las observaciones de Grünbaum son similares a lo que encontrábamos en Ruse a propósito del creacionismo: no se puede a la vez reprocharle a un discurso el no ser contrastable empíricamente y el estar empíricamente refutado; tenemos que elegir cuál de las críticas haremos[5]. Grünbaum se inclina, inequívocamente, por la segunda de estas dos opciones, y para esto recurre a una serie de posicionamientos no solo de críticos de Freud, sino de Freud mismo, quien habría reconocido la falsedad de alguna de sus hipótesis.
Entre las refutaciones de hipótesis psicoanalíticas que Grünbaum toma en consideración, encontramos la de la explicación por parte de Freud de la neurosis obsesiva del adulto, y la de sus hipótesis sobre el rol de las experiencias sexuales infantiles en el origen de la histeria[6]. Del lado de los críticos, Grünbaum señala las investigaciones de Holmes que falsarían la teoría freudiana de la represión[7] y las de Fisher y Greenberg que atacan la tesis freudiana según la cual el sueño sería un “camuflaje que encubre un deseo oculto” y un mecanismo que permite “proteger el descanso”[8]. Grünbaum señala también que las hipótesis causales que ofrece Freud para explicar los caracteres “anal” y “oral” son, al menos en principio, hipótesis falsables[9].
[1] Cf., por ejemplo, Maximiliano Azcona, “Las críticas de Popper y Grünbaum al psicoanálisis: un abordaje epistemológico de la racionalidad freudiana” (Doctor en Psicología, Universidad Nacional de La Plata, 2017), 147–48, https://doi.org/10.35537/10915/59340 para una referencia particularmente dura a este pasaje popperiano.
[2] Popper, Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico, 59–60. Subrayado mío.
[3] Paul Arthur Schilpp, ed., The Philosophy of Karl Popper, Part 1 (La Salle, Ill, 1974), 985; Karl Raimund Popper, “El problema de la demarcación”, en Popper: escritos selectos (Fondo de Cultura Económica, 1995), 140–41. Subrayado y traducción modificados.
[4] Stephen A. Mitchell, “The Analyst’s Knowledge and Authority”, The Psychoanalytic Quarterly 67, núm. 1 (enero de 1998): 4, https://doi.org/10.1080/00332828.1998.12006029.
[5] Sober, Filosofía de la biología, 88.
[6] Adolf Grünbaum, “¿ Es la teoría psicoanalítica freudiana pseudocientífica con el criterio de demarcación de Karl Popper?”, Teorema: Revista Internacional de Filosofía 13, núm. 1/2 (1983): 191.
[7] Grünbaum, 192.
[8] Grünbaum, 192.
[9] Grünbaum, 191.
3. Dos sentidos de (no-)falsabilidad. Cientificidad de proposiciones y cientificidad de personas
Las objeciones que acabamos de ver atacarían la tesis de Popper según la cual el psicoanálisis no solo no sería falsable en sentido práctico sino que -y esto es más grave- no sería falsable en sentido lógico. En otras palabras, si efectivamente las hipótesis freudianas son tales que tanto su propio creador como sus críticos han podido encontrar evidencia incompatible con aquellas, entonces ellas satisfacen en efecto el criterio lógico de que un enunciado científico debe ser incompatible con al menos un enunciado de observación[1]. Esto debería ser suficiente para que Popper reconozca la cientificidad de las hipótesis psicoanalíticas, en particular porque, como señala Grünbaum -y, a la luz de su propia distinción entre dos sentidos de “falsabilidad”, Popper no podría más que estar de acuerdo-, “[l]a falsabilidad […] de la teoría como tal en el contexto de su anclaje semántico, es una propiedad lógica de la teoría misma, mientras que la tenaz incomplacencia de Ia mayoría de sus defensores a aceptar la evidencia adversa como refutante es toda una propiedad […] de esos defensores. En estos términos, la carencia de honestidad metodológica por parte de los defensores de una teoría e incluso por parte de su creador no torna necesariamente infalsable a la teoría”[2]. O, nuevamente en palabras de Sober: la no-cientificidad de personas que se niegan a dar por refutada una hipótesis no debe confundirse con la presunta no-cientificidad de las proposiciones a las que aquellas personas se aferran dogmáticamente (como, en su ejemplo, la proposición “La Tierra es plana”)[3].
[1] Popper, “Los dos significados de falsabilidad”.
[2] Grünbaum, “¿ Es la teoría psicoanalítica freudiana pseudocientífica con el criterio de demarcación de Karl Popper?”, 192.
[3] Sober, Filosofía de la biología, 61.
4. Una vez más sobre el rol de las hipótesis ad hoc… y el retorno de consideraciones “prácticas”
Tenemos entonces que, si podemos tomarnos en serio las declaraciones de críticos de Freud, y hasta del propio Freud, acerca de hipótesis psicoanalíticas que se habrían probado, al menos en principio, falsas -y Grünbaum no ve razón alguna para no hacerlo-, no cabe cuestionar al psicoanálisis como no-científico. Será, en todo caso, ciencia refutada, pero, justamente por eso, no podrá decirse que no sea ciencia. Su estatuto sería, en todo caso, parecido al que Sober le atribuye a la frenología, o al creacionismo (con el agregado, en cualquier caso, de que para Sober estas propuestas no resultaron refutadas en un momento puntual sino que, a la luz de su “desempeño” a lo largo del tiempo, consideramos que deben ser abandonadas)[1].
Pero si bien, a la luz de su distinción entre dos sentidos de “falsabilidad”, Popper le pide a las hipótesis y teorías, a efectos de ser científicas, que solo sean falsables en sentido lógico, pareciera que no hay en este punto nada más que Grünbaum necesite discutir: el psicoanálisis es ciencia; en todo caso, ciencia mala. Sin embargo, Grünbaum ataca también otra posible “trinchera” de la discusión sobre la cientificidad: la posibilidad de caracterizar a una teoría como no-científica no porque ella sea lógicamente infalsable, sino en virtud de que traiga “incorporados” ciertos mecanismos que la “inmunicen” contra la falsación. Esto es: podríamos sospechar de la no-cientificidad de una teoría en virtud de que ella, justamente por ser lógicamente falsable, incluya enunciados que permitan siempre reconciliar la teoría con la evidencia observacional, de modo tal que nunca, sin importar qué suceda, los defensores de la teoría en cuestión la considerarán desmentida por la experiencia.
Si bien Popper no utiliza este segundo sentido, más abarcador, de “no-falsabilidad”, en su polémica específica contra el psicoanálisis -puesto que considera que “la teoría freudiana era compatible con cualquier cosa que hubiera ocurrido, hasta sin ningún tratamiento inmunizador especial[2]”-, sí es cierto en cualquier caso que esta posibilidad de “inmunizar” las teorías es señalada, y criticada, en su epistemología. En Conjeturas y refutaciones, Popper escribe que “Algunas teorías genuinamente testables, después de hallarse que son falsas, siguen contando con el sostén de sus admiradores, por ejemplo, introduciendo algún supuesto auxiliar ad hoc, o reinterpretando ad hoc la teoría de manera que escape a la refutación. Siempre es posible seguir tal procedimiento, pero éste rescata la teoría de la refutación sólo al precio de destruir o, al menos, rebajar su status científico”[3]. En las respuestas a sus críticos, señala que “el marxismo ya no es una ciencia, porque infringió la regla de que debemos aceptar la falsificación y se inmunizó a sí mismo contra las más flagrantes refutaciones de sus predicciones. Desde ese momento, por tanto, puede describirse solo como una no ciencia”[4]. Así, pues, pese a la insistencia de Popper en que su noción de falsabilidad como criterio de demarcación debe entenderse en un sentido menos demandante, puramente “lógico”, las consideraciones “prácticas” reaparecen después de todo. En este sentido, es razonable que Grünbaum considere relevante, en el marco de su polémica con Popper a propósito de la cientificidad del psicoanálisis, incluir una acusación formulada por Hans Eysenck y que podría encajar en el marco de una epistemología falsacionista: “el edificio psicodinámico de Freud”, señala Grünbaum reconstruyendo la crítica de Eysenck, “parece tener un tipo bastante especifico de protección incorporada contra la refutación”. Este sería el rol, siempre según Eysenck, de la hipótesis psicoanalítica de la “formación reactiva”, de acuerdo con la cual cierto sentimiento -como el amor de un varón a otro- se transmutaría en su contrario -en el odio, en este ejemplo-: por medio de esta hipótesis, el psicoanálisis podría “acomodar cualquier conducta observada que sea contraria a sus predicciones. […] Eysenck cree que en la teoría de Freud no hay nada que impida semejante transmutación retrospectiva de todo fracaso predictivo en un triunfo explicativo sustentante o, en el peor caso, en un resultado que no comprometa a la teoría”[5].
Sin embargo, Grünbaum no cree que complementar la crítica formulada explícitamente por Popper -en términos de “el psicoanálisis no es lógicamente falsable”- con este añadido cuasi-popperiano -en términos de “el psicoanálisis se inmunizó a sí mismo añadiendo hipótesis ad hoc”- funcione demasiado bien. En particular, Grünbaum apela a un viejo ejemplo siempre difícil de acomodar en el marco del falsacionismo: el caso de la postulación de un octavo planeta, Neptuno, para “acomodar” con la teoría newtoniana las anomalías detectadas en la órbita del séptimo planeta, Urano. Se sabe que la comunidad astronómica procedió a postular este planeta inobservado antes que a echar por tierra la teoría física vigente, y no por ello tendríamos inclinación a declarar que la astronomía dejó por ello mismo de ser una ciencia. Con lo cual, si cabe reprocharles a quienes practican el psicoanálisis que, ante una posible refutación, “la formación de reacción sólo estaba siendo invocada post hoc” -es decir, con posterioridad a una amenaza de falsación, sin la cual la hipótesis no habría sido tomada en cuenta- lo mismo podría decirse contra los astrónomos: ¿harían postulado estos -pregunta Grünbaum- la existencia de un planeta Neptuno extra-uránico, si la órbita de Urano observada no hubiera resultado estar en desacuerdo con la calculada por medio de la teoría newtoniana […]? En estas condiciones, ¿no fue la postulación de Neptuno patentemente post hoc?”[6]. Popper podría, en todo caso, llegar a aceptar que la postulación de Neptuno estuvo tan “mal” como la formulación psicoanalítica de una hipótesis como la de la “formación reactiva” -de hecho, en algún pasaje considera esa idea- pero semejante movida ciertamente sería vista por muchos como una prueba de que su epistemología “prueba demasiado”[7].
Otra razón de Grünbaum para cuestionar la posibilidad de que el recurso a la “formación reactiva” sirva de evidencia contra la falsabilidad del psicoanálisis es uno que ya hemos abordado a partir de Hempel: lo que encontramos genuinamente cuestionable en las hipótesis ad hoc es que ellas no solo hayan sido introducidas para “salvar” una hipótesis amenazada de refutación, sino que, además, no sean ellas mismas susceptibles de ser contrastadas. Pero esto, argumenta Grünbaum, ciertamente no sucede con la hipótesis de la formación reactiva: buena o mala, es una hipótesis que se inscribe en el intento freudiano de dar cuenta de la “paranoia masculina”, de la cual debería poder detectarse una “incidencia decreciente” en la medida en que el “tabú de la homosexualidad” ha ido, en nuestra sociedad, disminuyendo[8]. Así las cosas, podemos someter a evaluación empírica esta conjetura freudiana, tanto como fue posible hacer lo propio en el caso de la postulación de un octavo planeta inobservado.
En síntesis, pues, incluso el rodeo por las objeciones a la legitimidad de introducir la hipótesis de la “formación de reacción” no alcanzarían, piensa Grünbaum, para cuestionar la cientificidad de la teoría psicoanalítica.
[1] Sober, 60, 100.
[2] Popper, “El problema de la demarcación”, 141.
[3] Popper, Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico, 61. Subrayado mío.
[4] Popper, “El problema de la demarcación”, 140.
[5] Grünbaum, “¿ Es la teoría psicoanalítica freudiana pseudocientífica con el criterio de demarcación de Karl Popper?”, 193.
[6] Grünbaum, 194.
[7] Greg Bamford, “Popper and His Commentators on the Discovery of Neptune: A Close Shave for the Law of Gravitation?”, Studies in History and Philosophy of Science Part A 27, núm. 2 (junio de 1996): 207–32, https://doi.org/10.1016/0039-3681(95)00045-3.
[8] Grünbaum, “¿ Es la teoría psicoanalítica freudiana pseudocientífica con el criterio de demarcación de Karl Popper?”, 196.
5. Recapitulación de contenidos de la clase
Recapitulando, entonces, los puntos de Grünbaum en su artículo de 1979 que nos interesará retener son los siguientes:
1. Podemos encontrar en la propuesta popperiana dos tipos de criterios que llevarían a declarar que una teoría no es científica. Por un lado, puede señalarse que ella no satisface el criterio de falsabilidad en sentido lógico; a saber, que ella es compatible con cualesquiera enunciados de observación y por lo tanto simplemente no puede ser informativa sobre el mundo. Por otro lado, Popper señala en algunos textos que una teoría puede dejar de ser científica en la medida en que ella ha sido empíricamente desmentida (lo que solo es posible por ser falsable en sentido lógico) pero sus defensores la “inmunizan” contra la falsación introduciendo hipótesis ad hoc que la “reconcilien” con la evidencia falsadora. Popper considera que el psicoanálisis es un caso del primer tipo de no-cientificidad y el marxismo, uno del segundo.
2. Para Grünbaum, ninguno de estos dos tipos de críticas funciona bien para cuestionar la cientificidad de la teoría psicoanalítica. En cuanto a -primera posibilidad- la presunción de que la teoría no es lógicamente falsable, Grünbaum destaca una serie de ejemplos de refutaciones de hipótesis psicoanalíticas por parte del propio Freud y de sus críticos. A la luz de estas consideraciones, Grünbaum hace un señalamiento similar al de Sober: es perfectamente posible que una teoría sea en efecto científica aunque las personas que la defienden lo hagan de modo no-científico.
3. Pero incluso con respecto a -segunda posibilidad- este riesgo de que el psicoanálisis quede excluido de la ciencia porque sus defensores se hayan negado a “aceptar la falsación” y recurrido a hipótesis ad hoc, Grünbaum es también escéptico: no queda claro por qué la hipótesis psicoanalítica específica atacada por Eysenck, la de la “formación reactiva”, no sea ella misma una hipótesis falsable.
4. Más en general, la reticencia de Popper -y de otros epistemólogos de orientación similar- a reconocerle legitimidad a hipótesis introducidas ad hoc para “salvar” una teoría amenazada de refutación solo puede aplicarse contra el psicoanálisis a riesgo de probar demasiado: ella podría, con el mismo derecho, condenar el recurso de la comunidad científica a la postulación de un octavo planeta, Neptuno, como forma de proteger de la falsación a las leyes de Kepler y la mecánica newtoniana. Esta observación, por cierto, mostraría, más allá del debate específico sobre el psicoanálisis, una debilidad más general de la propuesta popperiana.