Acoso callejero

Apenas te quedan dos calles para alcanzar el portal de tu casa. Escuchas unos pasos detrás de ti, conoces esa sensación porque la vives desde la adolescencia, cuando comenzaste a salir sola de casa. Ya entonces se te negaba un lugar propio en el espacio público, y se te recomendaba que no fueras sola, que tuvieras cuidado, y estas advertencias calaron tan hondo que crees con firmeza que las calles no son seguras para las mujeres, que nosotras somos las culpables de que nos interpelen, nos sigan o nos violen si es de noche, o si llevamos un vestido ligero. Así es, las tretas patriarcales son tentáculos que nos alcanzan y persiguen hasta en la edad adulta.

 Te giras para comprobar que es otra chica, seguramente se ha acercado y camina a tu ritmo para crear esa falsa seguridad de ir acompañada, al menos durante unos metros, una rendija de luz entre las fauces que presenta la noche de cualquier pueblo o ciudad.  Respiras tranquila al comprobar que es otra mujer.

 Ya te imaginas cerrando la puerta tras de ti mientras te quitas los zapatos porque una noche más habrás llegado a lugar seguro.  La calle, el espacio publico que sigue siendo un entorno no protegido para cualquier mujer.  Lo mismo da la hora del día o de la noche, algunos hombres se creen con el poder de decidir cuándo, cuánto y cómo puedes ocupar ese espacio que desde antaño se les ha otorgado a los hombres como por arte de magia o un derecho divino impracticable.



Acoso callejero

Te mostramos algunos consejos para enfrentarse a estos tipos de acoso.  

Autodefensa para mujeres.

ACOSO CALLEJERO